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LOS

PUENTES
DE
MADISON
MONÓLOGOS AUDICIÓN

BUD

Bud (45 aprox) es el padre de Michael y Carolyn, 16 y 14 años respectivamente. Los tres
asisten a la Feria Nacional de Indianápolis para que Carolyn presente su novillo Stevie.
Franny es la esposa de Bud, madre de los niños. Ella se ha quedado sola en la granja.

“Llegamos a la Feria justo a tiempo con mis hijos. Es increíble lo cansador que puede
llegar a ser Michael cuando se le mete una cosa en la cabeza, por momentos se me acaba
la paciencia… me ha dado un manotazo al volante cuando íbamos entrando. Casi nos ha
hecho volcar… no ha parado de hostigarme con que lo dejara conducir. Tiene el permiso,
sí, pero para conducir un auto, no una camioneta que remolca un novillo.
Y Carolyn…claro, está muy nerviosa. Pero se las tiene que aguantar. Ha hecho todo lo
que ha podido con Stevie. Ahora sólo le queda esperar que pasen los jueces y le den su
veredicto. A ellos no les gusta que una jovencita de las granjas se dé demasiados aires.
Ahora los voy a llevar a cenar y luego llamaré a Franny, espero todo esté bien en casa”.

MICHAEL

Michael (16 años) ha debido acompañar a su padre Bud y su hermana Carolyn (14) a la Feria
Nacional de Indianápolis para que Carolyn presente su novillo Stevie. No le interesa lo más
mínimo estar ahí.

“Le pedí las llaves de la camioneta a Papá, quería conducir yo. Ya tengo dieciséis y el
año pasado me prometió que esta vez me dejaría. Pero faltó a su palabra como de
costumbre. Ni siquiera me ha dejado el volante en el último tramo, lo que hubiera sido
mucho más justo. Siempre me quiere controlar. El próximo año no vuelvo aquí ni loco...
Ya estoy grande para esto y Carolyn y papá me tienen harto con ese maldito novillo.
Quiero olvidarme de jinetes, ferias y terneros y largarme del campo para llegar a ser
alguien en la vida. Yo me muero de aburrimiento aquí, no veo la hora de acabar la
escuela y poder irme a la universidad. Quiero ser médico y vivir en la ciudad.”

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CAROLYN

Carolyn (14) ha viajado a la Feria Nacional de Indianápolis con su padre y su hermano Michael
(16) para presentar a su novillo Stevie. Está tan nerviosa que se siente a punto de renunciar de
asistir al concurso. Tiene justamente la edad donde pasa, en un segundo, de ser una caprichosa a
ser una chica mimada y cariñosa.

“¿Por qué Papá me tiene que hablar así? Y, a veces, mamá también repite lo que él dice.
Si se hubieran quedado en Nápoles yo sería italiana y no tendría que buscarme un
granjero…. Nadie me pregunta lo que quiero, pero creo que terminaré yendo a la Feria.
¡Espero que Stevie se porte muy bien así los jueces lo premian y me gano la cinta azul
por haber criado el mejor novillo del año! Con eso me podría pagar el primer año de la
Universidad. Odio este pueblo, quisiera irme lejos, pero extrañaría tanto a mi mamma.
Cuando yo sea grande espero ser tan buena madre como ella”.

MARGE

Es la vecina de enfrente (cerca de los 50). Está observando con unos binoculares a Francesca,
quien se ha quedado sola en su casa de granja mientras su marido Bud y sus niños han ido a la
Feria Nacional. Se dirige a su marido Charlie que está en el cuarto de al lado.

“¡Charlie!, ven acá rápido. Mira, mira… hay un hombre juntando verduras en la huerta
de Franny. Ella me dijo esta tarde que un desconocido iba llegando hasta su casa en una
camioneta azul. No es posible que haya estado allí todo este tiempo, ¿no te parece?...
Charlie… Charlie… ¡Ven!... ¿Crees que debería llamarla otra vez? Si a mí se me hubiera
aparecido en la puerta alguien que yo no conozco, le habría dicho muy bien a dónde irse,
te lo aseguro. Pero ya sabes como es Franny, estoy preocupada que pueda haberle pasado
algo. Ella ahí sola, sin Bud y los niños…”

CHARLIE

Cercano a los 55 años. Es el marido de Marge. Son los vecinos de enfrente de la casa de Francesca.
Marge está observando con unos binoculares en dirección a la casa vecina y descubre que hay un
desconocido en la huerta.

“Marge, ¿eres capaz de observarte un segundo? Ya deja esos binoculares. Seguramente


ese tío llegó a lo de Francesca porque andaba perdido. Es un fotógrafo, hoy estuvo en el

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bar y ha dicho que había venido para sacar fotos de los puentes cubiertos. Anda en una
camioneta azul oscura. Vive en el estado de Washington. Le preguntó al mesero dónde
se podía alojar y él lo mandó al Motor Court. ¿Algo más que quieras saber?... Mi amor,
¿qué tiene de malo que Franny le regale unos zucchinis a alguien que pasa por la casa?.
Todos regalamos verduras en este momento del año… Vamos Margie, vamos, que los
chicos nos deben estar esperando. ¿Has hecho uno de tus fabulosos pasteles para
llevarles?”

FRANCESCA

Alrededor de 40 años. Una italiana guapa, generosa, radiante y jovial, ahora casada con Bud, un
granjero y viviendo en Iowa. Tienen dos hijos: Michael, de 16, y Carolyn, de 14 años.
Llega a su casa luego de visitar el puente de Roseman con Robert, el fotógrafo que acaba de
conocer.

“¿Cómo llamar a un hombre así? Cómo intentar siquiera darle un nombre… ¿Cómo
describirlo? ¿Desde dónde ha venido? Esto es algo tan nuevo para mí. Le diré que
estacione debajo del cobertizo mientras sirvo unos vasos de té frío, no quiero que se vaya
y me deje sola. Tal vez me pueda mostrar algunas fotos de Nápoles, me ha dicho que
estuvo allí hace poco tomando fotos para su trabajo de la National Geographic. De
Nápoles es de donde vengo. Llegué a Iowa a los 21 años, siguiendo a un soldado
americano. Y aquí tuve que aprender a trabajar el campo, a coser, bordar. A hacer una
familia. A abandonar los anhelos. Y es aquí es donde me he construido un hogar.
Orgullosa de todo lo que he hecho.”

ROBERT

De 40-50 años. Apuesto, duro, mundano, visionario, fotógrafo. Solitario.

“Jamás entro a las casas, jamás me quedo a cenar en ellas. Tampoco regreso la noche
siguiente a mismo lugar donde estuve. No soy muy buena compañía. Ni me acerco a las
personas, jamás lo hago. Y creo que Francesca tampoco lo hace. Pero esta vez sí lo
hice… Quería volver a estar con ella. Compartir el tiempo, ver sus ojos, su cabello, su
piel. Verla subir la escalera… ¡Y bailar juntos!. Nunca me he sentido así, tan mareado,
tan feliz… No sé qué nombre darle a nada de todo esto que me pasa. Pero algo sí sé:
que después de tanto vivir, deambular y andar por el mundo, era hasta ella donde yo
debía ir”.

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