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Inicio Arbitraje Las materias no arbitrales en la contratación estatal: certezas normativas y dudas...
Arbitraje
Columna
Por Jhoel Chipana Catalán, Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú y Magíster en
Derecho por la Universidad de San Martín de Porres. Es árbitro adscrito al RNA-OSCE y miembro
fundador de Arbitration360°. Es socio fundador y dirige el área de litigios privados en Chipana &
Moreno Abogados y es también profesor de Derecho Civil y Arbitraje.
1. La arbitrabilidad
El arbitraje es un mecanismo para poner fin a un conflicto y cobija una serie de conceptos que
lo hacen una disciplina con plena autonomía no sólo normativa, sino también conceptual. En el
Perú, esa autonomía se ve potenciada por la calidad de jurisdicción que le otorga la
Constitución Política y que la sitúa al mismo nivel que el Poder Judicial y el fuero militar.
Diversos han sido los esfuerzos por establecer no sólo un concepto, sino también una
clasificación, de la arbitrabilidad. En torno al concepto, González de Cossío[1] señala que “para
que un acuerdo arbitral sea válido, debe ser licito. Es decir, es necesario que la materia sea
arbitrable. Susceptible de ser ventilada en un arbitraje. Ello surge en dos momentos: en la
ejecución del acuerdo arbitral y en la ejecución del laudo arbitral. (…) Qué materias reúnen
dicha característica es una cuestión de derecho y política legislativa nacional”.
En efecto, en el caso peruano, el marco general, contenido en el Decreto Legislativo n.° 1071
(en adelante, la Ley de Arbitraje), se encuentra en el artículo 2, que a la letra establece lo
siguiente:
Considerando lo señalado, este breve análisis se va a centrar en mencionar las materias que no
pueden ser objeto de un proceso arbitral, es decir, me voy a referir a lo que en doctrina se
denominada la arbitrabilidad negativa, centrándolo en el ámbito de la contratación estatal.
En ese sentido, el camino natural que tendrán que seguir estas materias no arbitrables, para que
se vean resueltas, será el Poder Judicial. Ello, en vista de que existe una normal legal que les
quita la posibilidad de que sean objeto de un arbitraje, sin embargo, como veremos, existen
algunos casos que no son del todo claros y que también voy a comentar.
El numeral 45.4. de la Ley de Contrataciones del Estado (Ley n.° 30225) menciona algunas
materias que no pueden ser sometidas a arbitraje. Veamos:
Las prestaciones adicionales son las obligaciones no pactadas, pero que son necesarias para
lograr el objetivo que la obra persigue. Ellas, como es natural, generan una obligación de pago
de la contraprestación por su ejecución.
Sobre este concepto, y de manera referencial, me parece importante citar lo que señala el
numeral 6.4. de la Directiva n.° 018-2020-CG/NORM, emitida por la Contraloría General de la
República, en torno al concepto y el origen de una prestación adicional:
Se debe precisar que la Ley de Contrataciones posee un régimen en donde la aceptación de una
prestación adicional de obra es posible, puesto que se trata de una modificación del contrato
propiamente dicho. La particularidad de esta figura radica en que su aprobación no sólo reside
en la esfera de acción de la entidad, sino que en ocasiones involucra la actuación de un tercero
que es la Contraloría General de la República (ver, sobre este particular, la regulación que se
tiene en el artículo 34 de la Ley de Contrataciones).
Teniendo en cuenta lo señalado, las razones que explican el por qué esta materia no es
arbitrable son diversas. Sin embargo, considero que el tema se debe enfocar en dos frentes,
puesto que son dos los escenarios planteados por la norma; a saber:
Aquí estamos ante una potestad que tiene la entidad de aprobar la prestación adicional. El
cuestionamiento a esa voluntad, según la ley, es sustraída del arbitraje. Así, en un plano
normativo no hay nada más que decir sobre ello.
En esa línea, la Dirección Técnico Normativa del OSCE, a través de la Opinión n.º
112-2018/DTN, ha señalado que “corresponde a cada Entidad decidir si reconocerá las
prestaciones ejecutadas por el proveedor en forma directa, o si esperará a que este interponga la
acción por enriquecimiento sin causa ante la vía correspondiente, siendo recomendable que
para adoptar cualquier decisión sobre el particular la Entidad coordine, cuando menos, con su
área legal y su área de presupuesto”. Esa vía correspondiente es, sin duda, el Poder Judicial,
pues el arbitraje en este caso está prohibido.
Sin embargo, un comentario que se podría esbozar en un plano crítico, radica en dar cuenta de
la razón de esta postura legislativa. Así, se afirma que no se trata de una materia arbitrable,
porque los recursos invertidos por el Estado no son de libre disposición de las partes
contratantes.[3] Un adicional claramente va a originar el pago de una suma dineraria y allí
radicaría la imposibilidad de someter ello a arbitraje pues el erario nacional, para esa tesis, no
sería materia de libre disponibilidad.
A este supuesto se suma un argumento adicional al ya expuesto en el punto (i), puesto que la
Contraloría General de la República entra a jugar un rol determinante. Así, si se respeta
la regla que establece que el arbitraje sólo vincula a las partes que han suscrito el convenio
arbitral, es mucho más fuerte el argumento que señala que al haber intervenido la Contraloría
en, por ejemplo, la denegación de la ampliación, esa decisión no sería arbitrable porque no
existe convenio arbitral que arrastre a la Contraloría a un proceso arbitral en donde se discuta
dicha decisión.
En relación a lo señalado se ha propuesto (para salvar este hecho y la materia sí pueda ser
arbitrable cuando participe la Contraloría) que se reforme la ley para que se establezca una
excepción y se permita la participación de la Contraloría como tercero coadyuvante para
defender sus decisiones.[4]
Otro aspecto a repensar es la infinidad de situaciones que pueden originar una prestación
adicional, las mismas que pueden originarse e imputarse a la actuación de alguna de las partes
del contrato o se pueden deber a causas ajenas a la actuación de dichas partes. Piénsese, por
ejemplo, en un hecho imprevisible que determine la necesidad de una prestación adicional para
lograr el objetivo que se persigue con esa obra y que la misma haya sido denegada. En el estado
actual de las cosas ello no podría resolverse a través de un arbitraje y ello generaría, sin duda,
dilaciones y problemas por las controversias que se iniciarían en la jurisdicción ordinaria, los
mismos que podrían afectar gravemente la propia ejecución de la obra y, por ende, a los
beneficiarios finales de la misma.
En ese sentido, hay quienes apelan a una coherencia normativa,[5] a efectos de que o todo debe
ser arbitrable, o es que legislador debe tomar otra posición que no genere tratamientos disímiles
cuando la naturaleza de la controversia tenga un contenido eminentemente patrimonial, como
es el caso de las prestaciones adicionales.
Se trata, en buena cuenta, de limitar no sólo el origen (la prestación adicional, propiamente
dicha), sino también las consecuencias que se pueden derivar de ello.
La precisión normativa tiene sentido, pues a través de una acción por enriquecimiento sin causa
o indebido, o el pago de una indemnización, o cualquier otra acción que se deriva de la
prestación adicional negada, total o parcialmente, se podría lograr por vía indirecta lo que por el
camino directo está prohibido.
Para Jiménez[6] se trataría de un supuesto de fraude a la ley, puesto que “la pretensión de
enriquecimiento sin causa estaría disfrazando la pretensión que verdaderamente se quiere (la
aprobación en sede arbitral de estos conceptos en monto superior al permitido), y esto no es
otra cosa que burlar la norma que prohíbe sustraer su conocimiento y aprobación de la
Contraloría”.
Otro argumento que se puede esbozar para apoyar esta posición normativa, es que se trata de un
tema ajeno al contrato, es decir, extracontractual, razón por la cual debe considerarse como
camino a seguir el de la jurisdicción ordinaria.
2.3. Las controversias que versan sobre materias comprendidas en el alcance del
pronunciamiento emitido por la Contraloría
2.4. ¿Las discrepancias en las valorizaciones menores al cinco por ciento (5%) del contrato
actualizado no son arbitrables?
Existe cuestionamiento a este supuesto que se origina en una lectura del numeral 196.2.
Reglamento de la Ley de Contrataciones (Decreto Supremo n.º 344-2018-EF):
La norma señala que toda valorización de la parte en discusión que representa un monto igual o
superior al 5% es arbitrable, pero una lectura a contrario nos podría llevar a la equivocada
afirmación que sostenga que una valorización menor al 5% no podría ser arbitrable.
Ello no es así, pues lo único que ocurre es que el derecho de acción sobre ese monto inferior al
5% se ejerce en la etapa de liquidación de obra, en plena aplicación del numeral 196.1 del
propio Reglamento, como se aprecia a continuación:
Así, al existir controversia sobre una valorización menor al 5%, está se resuelve en la etapa de
liquidación, la misma que es perfectamente arbitrable. En ese sentido, se podría decir que la
arbitrabilidad se verá suspendida hasta un momento posterior al surgimiento de la discrepancia
de la valorización inferior al 5%, negando de plano la afirmación que sostenga que esa materia
no es arbitrable.
2.5. ¿Las pretensiones referidas a enriquecimiento sin causa que no se deriven u originen en la
falta de aprobación de prestaciones adicionales pueden ser sometidas a arbitraje?[7]
Este es un supuesto distinto al mencionado en el punto 2.2. de este comentario, puesto que aquí
me refiero a un enriquecimiento sin causa que no se relaciona con una prestación adicional.
A su turno, la tesis contraria sostiene que no todos los convenios arbitrales tienen esa referencia
a la posibilidad de llevar a un arbitraje cuestiones relacionadas a la ejecución del contrato, es
decir, no todos los convenios tienen una redacción similar para concluir de manera afirmativa
que ello es viable en todos los casos. Por otro lado, se trata de una prestación no contemplada
en el contrato, razón por la cual el convenio arbitral no debería alcanzar a dicho supuesto.
Por mi parte, reconozco que es un tema debatible, razón por la cual el análisis se tendrá que
realizar caso por caso, evaluando, entre otros, el propio convenio arbitral, las circunstancias que
dieron origen a ese enriquecimiento sin causa y, en suma, el actuar de las partes del contrato
antes, durante y después de que dicho enriquecimiento se haya materializado. Naturalmente,
también se tendrá que analizar si es que ese enriquecimiento sin causa tiene relación directa con
la obtención de la finalidad perseguida por la obra.
3. Consideraciones finales
Otro aspecto a considerar se ve representado por lo establecido en la parte final del numeral
45.4. de la Ley de Contrataciones del Estado, pues señala que todo pacto en contrario (es decir,
que permita que sea arbitrable lo que allí se prohíbe) es nulo. Esta sanción deja sin posibilidad
alguna de intentar otorgar validez a algún acuerdo que pretenda arbitrar sobre estas materias.
Sin embargo, hay que aclarar que una cosa es esa sanción de nulidad que recae sobre acuerdos
que contravengan la norma y la figura de la nulidad que sí es materia arbitrable. Así, si alguien
quisiera pactar la posibilidad de que sea arbitrable un supuesto relacionado a una prestación
adicional y luego se señale que el mismo es nulo, esa nulidad no podría ser llevada a un
arbitraje, en vista de que estaríamos llevando de manera indirecta la discusión de una prestación
adicional a un escenario arbitral, lo cual, como ya se explicó, esta prohibido por ley.
En ese escenario, considero que la parte perjudicada con dicho actuar (que sería la entidad),
deberá plantear una excepción de incompetencia y el tribunal arbitral, al resolverla, debería
declararla fundada de plano.
1. El laudo sólo podrá ser anulado cuando la parte que solicita la anulación alegue y
pruebe:
(…)
e. Que el tribunal arbitral ha resuelto sobre materias que, de acuerdo a ley, son manifiestamente
no susceptibles de arbitraje, tratándose de un arbitraje nacional. (…)”.
Como se aprecia, el tema del sometimiento a un arbitraje de materias que no son de libre
disponibilidad o que por ley están prohibidas, no es menor, puesto que sus consecuencias
acarrean las sanciones más severas que la normativa puede establecer (como la nulidad o la
anulación del propio laudo), independientemente de las sanciones que en un plano
administrativo puede originar para quienes hayan participado de un acto que las permita. Por
ello considero importante tener claros los alcances de la normativa que la regula.
Referencias
[2] Ya me he pronunciado sobre el alcance de este precepto legal en otro trabajo. Ver: La Ley
de Arbitraje. Análisis y comentarios a diez años de su vigencia. Lima: Gaceta Jurídica, 2018, p.
42 y ss.
[3] Cfr. Castillo Freyre, Mario y Rita Sabroso Minaya. El arbitraje en la contratación pública.
Lima: Palestra, 2009, p. 58.
[4] Cantuarias Salaverry, Fernando. “El Arbitraje frente a la Ley Orgánica del Sistema
Nacional de Control y de la Contraloría General de la República”. En Derecho & Sociedad.
Revista editada por alumnos de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica
del Perú, n.° 21, p. 287.
[7] El autor quiere agradecer al doctor Daniel Cuentas por las valiosas ideas brindadas sobre
este particular.