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ESTADOS ANTIGUOS.
Tenemos en primer lugar al Estado egipcio y trataré de conceptuar a Egipto, como una
primera formación estatal. Más o menos hace más de 5 mil años, aparece
la autoridad centralizada en el antiguo Egipto. Se carece de los datos exactos para
reconstruir aquél proceso de centralización, sin embargo sabemos que era necesaria la
presencia de un gobierno de esta índole. Tenían un Estado personalizado, en el sentido de
que la concepción de la autoridad se identifica plenamente con su depositario. La teoría del
Estado egipcio se resumiría en que el Estado es el faraón, afirmación que no solo es
reconocida por el faraón mismo, si no por todos los subordinados a este.
Pueblo
Territorio
Poder
Por otro lado, Ignacio Burgoa afirma "Como elemento del Estado, el territorio es el espacio
dentro del cual se ejerce el poder estatal o "imperium". Como esfera de competencia el
Estado delimita espacialmente la independencia de éste frente a otros Estados, es
el suelo dentro del que los gobernantes ejercen sus funciones."
FINES DE ESTADO
Existe una relación de eficacia entre el poder y la legitimidad, no obstante, sea ésta una
relación del Poder con cierto sistema de valores. La legiti' midad es también, pese a su
naturaleza valorativa, un elemento de hecho del Poder, porque la obediencia que éste
procura está en función de la legitimidad que el grupo subordinado reconoce al grupo que
manda. Precisamente la importancia atribuida a este aspecto de la legitimidad es lo que
distingue una orientación metodológica institucionalista del análisis llamado realista,
maquiavélico, o cínico, como hoy prefieren decir ciertos autores. Convendría establecer
algunas referencias doctrinales a este propósito sólo para que la exposición, y sobre todo
e! método seguido, se tornen más claros. Se supone admitida la distinción entre la
legalidad, relación del Poder con la ley, y la legitimidad, pareciéndonos que ésta tiene
como criterio más general y permanente el de la vinculación del Poder a los fines que el
grupo político, como sociedad global, considera valiosos. Depende, por tanto, del sistema
de creencias del grupo, de su ideología o de la idea institucional, conforme el punto de
vista que se prefiera. Cada modelo político presenta un sistema de creencias que traduce
el denominador común o finalidad institucional que explica la permanencia del grupo, a
pesar de la lucha interna de las facciones. Estas, a partir del núcleo central, ensanchan sus
opciones, definiendo las divergencias que no afectan el sentimiento de la unidad
fundamental. Cuando ese sentimiento del denominador común se pierde y se habla del
Poder en tercera persona (ellos, los que mandan, la metrópoli, los colonizadores, los
blancos, etc.), es que la legitimidad tiende a la desaparición, por mucho que se mantenga
la legalidad del Poder. Ahora bien: en todas las instituciones, y por consiguiente, también
en el Estado, existe una evidente relación entre la legitimidad y la eficacia del Poder. La
legitimidad es más importante para el Poder que la legalidad, porque la obediencia es más
rápida y más generalizada cuando la legitimidad está supuesta en el Poder. Más
justamente porque la legitimidad depende de la vinculación a. Los fines considerados
valiosos por los que obedecen (sistema II ADRIANO MOREIRA de creencias o ideología), el
ensanche de la base de la legitimidad también puede implicar una reducción de la eficacia
del Poder. Esta reducción resulta simplemente de que la búsqueda de una legitimidad
aumentada se traduce en buscar denominadores comunes, lo más vastos posibles para
todos los grupos, estratos y secciones de población que integran el modelo político.
Cuanto más general fuere el denominador común, menos lugar puede haber aún para
valores, intereses y objetivos que tan sólo sean adoptados por sectores restringidos de la
sociedad, los cuales pueden caminar hacia la desobediencia. El Estado demo-liberal,
partidario del laissefr-faire, sólo pudo pretender transformar al pueblo en soberano en
sentido racionalista, justamente porque ello suponía no tomar partido por ningún interés,
anunciando garantizar tan sólo un cierto orden (i). Sencillamente no creemos que esta
cuestión de la densidad ideológica del Estado —la cuestión de saber cuál es la dimensión
ideológica aceptable o excelente para la eficacia del Poder— pueda tener una respuesta
uniforme, válida para todos los tiempos y modelos políticos. Los clásicos fines del Estado,
conservación, justicia y bienestar, todos ellos comprendidos en el bien común, son
categorías abstractas, que sólo adquieren sentido frente a cada modelo político concreto,
situado en el tiempo y en el espacio. Esta circunstancia permite comprender que la
respuesta a la cuestión de la legitimidad —entendida como vinculación a los fines de la
institución, a la ideología política, al sistema de creencias— varía también en el tiempo y
en el espacio para cada modelo político. Teniendo en cuenta que la respuesta puede y
debe variar, también se acepta inmediatamente que el problema de los tipos de
regímenes políticos no puede dejar de estar ligado a la coyuntura de cada época y modelo
político o, en una fórmula breve, a la constitución social (2). (1) En los regímenes
pluralistas, el control de la legitimidad pertenece a las cámaras políticas (Parlamentos,
Senados, Congresos) y el control de la legalidad pertenece a los tribunales. En los
regímenes monistas apenas existen por regla órganos de consw gradan de Xa legitimidad,
pudiendo mantenerse o ser incluso fundamentales los órganos de control de la legalidad.
El Estado nacido de la revolución suprime muchas veces el control de la legitimidad, pero
no el de la legalidad, porque la ley es apenas un instrumento del Poder y éste tiene interés
en que sea respetada. (2) El problema de la densidad ideológica del Estado se hace
patente en todos los instrumentos de las ideologías, en todas las fases de la lucha por la
adquisición, manw tención y ejercicio del Poder. Los Gobiernos de coligación, las uniones
sagradas, los compromisos parlamentarios, los emparentamientos electorales, las
confederaciones y federaciones de partidos y, por otra parte, las depuraciones, las
cisiones, las secesiones, son fenómenos ligados directamente con el problema de la
relación entre la legitimidad y la eficacia del Poder. En Francia, por ejemplo, el problema
lo plantea hoy la llamada federación de izquierdas (GASTÓN DEFERRE: Un nouvel horiZon,
París, 1965). El problema ha sido enfrentado también por MITTERAND, MOLLET y RoCARD