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UNIVERSIDAD CATOLICA DE

HONDURAS
CIVIL IV

ABOGADO:
RENATO ALBERTO LACAYO

ALUMNA:
KATHERIN MICHELL SAUCEDA
SANCHEZ
0703-1999-02434

DANLI, EL PARAISO 16 DE NOVIEMBRE DEL 2021


Naturaleza de la sentencia Judicial.

Etimológicamente, según lo define la Enciclopedia Jurídica Omeba, sentencia


proviene del latín "sententia" y ésta a su vez de "sentiens, sentientis", participio
activo de "sentiré" que significa sentir.
Luego, la connotación del concepto no deja de ser especialmente singular, pues
implica el sentimiento que el juzgador se ha formado acerca de la controversia
planteada a su consideración, a la luz desde luego de la norma jurídica, plasmado
en el fallo que sólo a él es dado pronunciar. Ya técnicamente hablando, para Alfredo
Rocco la sentencia es el acto por el cual el Estado, por medio del órgano de la
jurisdicción destinado para ello (juez), aplicando la norma al caso concreto, indica
aquellas normas jurídicas que el derecho concede a un determinado interés". Rojina
Villegas opina, por su parte, que la sentencia es un acto jurídico público o estatal,
aduciendo que los actos jurídicos pueden ser meramente privados cuando son
ejecutados únicamente por y entre particulares; mientras que la sentencia es
exclusivamente un acto público o estatal, porque se ejecuta por el juez, por el
Tribunal, y no participan en su celebración los litigantes. Becerra Bautista apunta, a
su vez, que la sentencia es la resolución del órgano jurisdiccional que dirime, con
fuerza vinculativa, una controversia entre partes.
Con el afán de despejar esta interrogante, pensamos que la naturaleza jusfilosófica
de la sentencia judicial corresponde plenamente al problema central de la Filosofía
del Derecho, esto es, a la idea de la justicia. En efecto, la axiología del derecho
positivo bien sabido es que se encamina al logro de la justicia. Por tanto, si la
sentencia viene a ser la culminación natural de la función jurisdiccional, cuyo
instrumento está constituido por las normas del derecho positivo que orientan el
criterio del juzgador, es indudable que la finalidad del fallo judicial no puede ser otra
que la pretensión por alcanzar aquel 'valor absoluto', como lo denomina Radbruch.
Lo anterior es tanto más cierto cuanto que la propia Ley Suprema, a fin de evitar la
justicia por propia mano, prohíbe el ejercicio violento de los derechos, es decir, al
margen de los tribunales creados ex profeso por el Estado.
Desde Aristóteles ya se distinguía entre justicia conmutativa y justicia distributiva;
entendida la primera como la correspondiente a sujetos ubicados en similar plano
de igualdad, y la segunda como aquella propia de sujetos desiguales uno del otro e
impartida por un ente distinto, colocado en superior grado de jerarquía. El propio
Radbruch opina al respecto que, La justicia conmutativa representa la igualdad
absoluta entre una prestación y una contraprestación, por ejemplo, entre la
mercancía y el precio, entre el daño y la reparación, entre la culpa y la pena.

La justicia distributiva preconiza la igualdad proporcional en el trato dado a


diferentes personas, por ejemplo, el reparto entre ellas de los tributos fiscales con
arreglo a su capacidad de tributación, su promoción a tono con su antigüedad en el
servicio y con sus méritos…" para culminar diciendo que aquélla es propia del
Derecho Privado, mientras que ésta lo es del Derecho Público.
De lo expuesto se sigue, pues, que la justicia debe suponer trato igual para los
iguales y desigual para los desiguales; de donde puede concluirse igualmente que
la sentencia judicial, según sea el área jurídica de que se trate, deberá
corresponder, necesariamente, a tales imperativos, lo que viene a corroborar su
naturaleza jurídico-filosófica ya dicha.

Sin embargo, también estimamos que la ratio de la sentencia, tanto o más


importante que el afán en sí de obtener justicia, se encuentra en la seguridad
jurídica.

Ciertamente una sentencia justa se hallará investida de un valor ético incalculable,


pero ¿qué pasaría si aquel fallo careciera de firmeza, de solidez, frente a los demás
justiciables y aún frente a los demás? Sin duda que en tal caso la bondad de la
resolución se haría nugatoria.
Justamente por ello es que la sentencia judicial, merced a la figura procesal de la
cosa juzgada, adquiere la firmeza necesaria que genera a su vez la seguridad
jurídica, indispensable en todo orden social, que evita la incertidumbre que pudiera
derivar de la tramitación de procedimientos judiciales interminables.
De ahí nuestra consideración en el sentido de que también la seguridad jurídica está
ínsita en el enfoque que venimos realizando acerca de la sentencia.
Principios Procesales que Informan a la Sentencia:

a) PRINCIPIO DE LA CONGRUENCIA.
Al margen de los diversos requisitos formales que toda sentencia civil debe revestir,
creemos que en cuanto al fondo específicamente son dos los principios en que debe
apoyarse: el de congruencia y el de estricto derecho.
Sin embargo, algunos procesalistas asimilan el segundo de tales principios al
primero, estimando que no se trata sino de una sola cuestión, vista bajo dos facetas.
b) PRINCIPIO DE ESTRICTO DERECHO.

A este respecto, en obvio de inútiles repeticiones, damos por reproducidos los


conceptos que tenemos dichos en el apartado inmediato anterior.

No obstante, consideramos necesario complementar la cuestión estableciendo que


el principio de estricto derecho también implica que el Estado no debe de iniciar la
función jurisdiccional, ni menos aún culminarla con el fallo decisorio dictado por el
juzgador, mientras parte interesada no lo solicite en acatamiento a la máxima "nemo
iudex sine actore; ne procedat iudex ex officio".

Es decir, que el procedimiento judicial y la forma natural de concluirlo constituida


por la sentencia, no pueden generarse de la actividad oficiosa del órgano
jurisdiccional, excepto en casos específicamente contemplados por la ley.

PUEDE SER FUENTE DE OBLIGACIONES.

En efecto, se pueden presentar casos en que una sentencia notoriamente


contraria a la ley, que no fue impugnada por la parte agraviada, en la que exista
una contradicción manifiesta entre sus puntos resolutivos y sus considerandos, es
un ejemplo clásico en el cual la obligación o el derecho nacen exclusivamente por
la sentencia misma.

Así se han pronunciado los tribunales federales en diversas tesis de amparo entre
las que nos permitimos destacar las siguientes:

"SENTENCIA, CUANDO SE DEBEN TOMAR EN CUENTA LOS


CONSIDERANDOS PARA CONCRETAR EL SENTIDO Y ALCANCE DE LA. La
cosa juzgada se constituye únicamente con lo que el fallo decide y no con las
motivaciones de éste. Si los puntos resolutivos no son terminantes y precisos, y por
ello se crea la duda acerca del contenido exacto de lo resuelto o de sus límites, se
advierte la conveniencia, y aun la necesidad, de aprovechar la parte considerativa
para concretar el sentido y el alcance de la decisión. Sin embargo, cuando a la
inversa, el punto resolutivo es perfectamente preciso en su contenido y en sus
alcances y determina con exactitud el efecto que debe atribuirse a la sentencia,
resulta necesario atenerse sólo a lo que ésta dice, de modo determinante, en la
parte resolutiva, y no debe recurrirse a los considerandos del fallo que parecen
contradecir el sentido de lo expresamente resuelto".

Cuando el acto reclamado en el juicio de garantías se hace consistir en una


sentencia dictada por los tribunales, lo que puede afectar a las partes son los puntos
resolutivos de la sentencia reclamada, pues es en ellos, en términos generales, en
donde se determina en forma concreta si el sentido de la resolución es favorable o
no al demandante, y no los considerandos de la propia sentencia; sin embargo,
estos últimos pueden causar perjuicio a la parte quejosa, cuando no se vean
reflejados en los resolutivos, lo cual constituye una legitimación al demandante para
acudir al juicio constitucional, pues de lo contrario, se dejaría al gobernado afectado
en completo estado de indefensión".

Otra forma de error judicial que puede dar origen a obligaciones o derechos, son
aquellos casos en que por un error en la apreciación de la pruebas, que es una
cuestión meramente procesal, el juzgador da por cierta o existente una fuente
creadora de obligaciones - v. gr. un contrato, declaración unilateral de voluntad o un
hecho ilícito -, cuando en realidad no existe por no haberse realizado sus elementos
esenciales; por otra parte, puede suceder que el juez, haciendo una valoración
incorrecta de las pruebas varíe, la naturaleza del contrato, dando por consecuencia
vida a obligaciones diversas a las que en un principio las partes se propusieron, por
ejemplo, puede el juez considerar que en la especie exista un contrato de
arrendamiento cuando en realidad sólo había comodato.

En los dos casos anteriores, cuando la sentencia judicial contiene un error de hecho
y de derecho por incorrecta apreciación y valoración de la pruebas- se originan
derechos y obligaciones antes inexistentes, ya sea porque se dé por acreditada una
fuente concreta de obligaciones que en realidad es inexistente o porque existiendo
un contrato determinado el juez varíe la naturaleza de un contrato y se da origen a
nuevas obligaciones y derechos no queridos por las partes, en realidad se trata de
dos casos inobjetables que demuestran que la sentencia judicial por sí misma es
una fuente autónoma. Sin embargo, el maestro Rojina Villegas considera que en
tales casos realmente la sentencia no es propiamente la fuente de donde derivan
nuevos derechos u obligaciones, ya que en todo Estado de derecho como el nuestro
existe la posibilidad procesal de combatir en una segunda instancia ante un Tribunal
Superior y aún de acudir a un proceso autónomo como lo es el juicio amparo, para
pedir la revisión de una sentencia que se considere ilegal, por tanto, cuando
después de haberse agotado todos los recursos existentes no se logre variar el
sentido de una sentencia que se considere contenga un error judicial como los
mencionados, dicha sentencia será la verdad legal, no obstante que desde el punto
de vista doctrinal se demostrara los contrario, ya que.

Para el derecho positivo, así toda la doctrina demuestre que un fallo está en contra
de la ley, una vez dictada sentencia por el tribunal máximo, confirmando la de
primera instancia, habrá que reconocer, que la misma es la verdad legal, que no
hay violación a la ley, y que, si se crearon derechos personales o reales, éstos
nacieron de una fuente que el juez estimó existente por las pruebas mismas que se
rindieron en el caso justiciable.

Si el perjudicado no agota esos recursos y la sentencia causa ejecutoria, tendremos


que aceptar que la interpretación del juez es la auténtica. Si las agota y el tribunal
superior confirma el fallo, tendremos también que aceptar que esa declaración
judicial es la auténtica. No es aquí, por tanto, donde podemos afirmar que la
sentencia es fuente de obligación.

No obstante la opinión autorizada de don Rafael Rojina, nosotros consideramos que


en estos casos la sentencia judicial sí es fuente de obligaciones, ya que si bien es
cierto que la presunción de verdad legal derivada de la cosa juzgada legitima la
actuación ilegal del juez, no menos cierto resulta que en estos casos, tal vez más
que en ningún otro, es donde se pone de manifiesto que la sentencia judicial no es
un mero silogismo, sino un verdadero acto de voluntad del juez, ya que el ejercicio
de la función jurisdiccional no se limita en todos los casos a constatar si en la
especie los hechos que se le presentan actualizan los supuestos normativos de
contenidos en una norma abstracta, toda vez que la práctica demuestra que los
hechos se presentan la mayoría de las veces deformados o incompletos, razón por
la cual corresponde a los justiciables demostrar lo más fielmente posible los hechos
acaecidos, sin que ello implique que el juzgador deba quedarse al margen de esa
actividad de las partes, ya que al momento de emitir su juicio se pronunciará sobre
los hechos presentados y probados, acogiéndolos o rechazándolos, según el
convencimiento que le hayan producido, apoyándose en el sistema legal de
apreciación de la prueba existente en un sistema jurídico determinado. Luego, es
evidente que al momento de sentenciar el juzgador asumirá una postura y se
pronunciará en un caso concreto decidiendo que de acuerdo con las pruebas
aportadas se demostró la existencia de una determinada fuente de obligaciones
cuando en realidad no existió.

Siguiendo al tratadista citado, diremos que existen tres situaciones bien definidas
en las que diáfanamente se pueden apreciar los efectos constitutivos de la sentencia
judicial como fuente de obligaciones, nos referimos a las sentencias que declaran
la inexistencia, la nulidad y rescisión de algún acto jurídico.

La sentencia declarativa de inexistencia es aquella que constata y pronuncia la falta


de algún elemento esencial o de existencia de un acto jurídico objeto o
consentimiento, sin embargo, la labor del juzgador en estos casos no se limita
solamente a constatar y declarar la falta de alguno de los elementos de existencia,
antes bien, la sentencia tendrá casi la mayoría de las veces efectos restitutorios, por
haber existido un principio de ejecución del contrato o acto jurídico respectivo,
hipótesis en la que el juzgador considera que existe un caso de inexistencia, es
decir que faltó un elemento esencial al contrato o al acto jurídico, deducirá
consecuencias que aun cuando estaban contenidas en la ley, no podían
actualizarse, ni mucho menos aún podían considerarse como consecuencias que
tuviesen la facultad de la ejecución forzada, sino hasta el momento en que la
sentencia cause ejecutoria.

Un segundo ejemplo, lo encontramos en aquellas sentencias declarativas de


nulidad de un acto jurídico, que como ya sabemos ésta se origina cuando el
consentimiento se encuentra afectado por falta de capacidad de las partes, por
vicios del consentimiento o cuando el acto jurídico no cumple con las formalidades
prescritas por la ley.

En todos estos casos de nulidad la sentencia judicial tendrá efectos restitutorios, ya


que los casos que originan estas contiendas judiciales producen siempre sus
consecuencias jurídicas, es decir, que las prestaciones pactadas, v. gr. en un
contrato de compraventa -pago del precio y entrega de la cosa, que son las
principales- deberán restituirlas recíprocamente los contratantes. Tres preceptos en
el Código Civil con toda claridad estatuyen este efecto restitutorio de la nulidad, que,
a su vez, crea obligaciones que antes sólo estaban declaradas de manera potencial
en la ley, y que, por virtud de la sentencia se actualizan y, sobre todo, se ejecutan.
Mientras que uno de los contratantes no cumpla con la devolución de aquello que
en virtud de la declaración de nulidad de contrato está obligado, no puede ser
compelido el otro a que cumpla con su parte. En este precepto, se reconoce que la
obligación de devolver, de restituir, tiene su fuente en la sentencia, pues
expresamente reconoce que la obligación de restituir deriva de la declaración de
nulidad, o sea, de la sentencia misma.

La obligación puede ser causa final de un acto jurídico. Ahora bien, la obligación
jurídica, ¿no puede tener a su vez una causa final? Claro que sí; y en el caso de las
obligaciones que nacen de los contratos debe admitirse no sólo que la obligación
puede tener una causa final, sino que necesariamente debe tener una causa final,
pues todo el que ha contraído el deber de cumplir con una prestación, lo ha hecho
con un fin11. En el caso de los contratos a título oneroso, las obligaciones de una
de las partes tienen como causa final las prestaciones prometidas por la otra.
Las Fuentes de las Obligaciones son los hechos que las producen y se reconocen
las siguientes: EL CONTRATO, EL CUASICONTRATO, LAS OMISIONES Y
HECHOS ILICITOS Y LA LEY.
En cuanto a las cuatro fuentes justinianeas, consideremos que:

1. El contrato puede definirse como un acuerdo entre varias personas, que tiene
por objeto producir una o más obligaciones civiles.
2. El delito es un hecho humano contrario al derecho y castigado por la ley.

3. El cuasicontrato es una figura parecida al contrato por su licitud y sus


consecuencias, pero en el cual no se encuentra el consentimiento entre los
sujetos como elemento constitutivo, lo cual separa los cuasicontratos de los
contratos.
4. El cuasidelito es un acto ilícito, pero que el derecho romano no clasificaba
entre los delitos. Produce una obligación entre el autor del acto y el
perjudicado.
cualquiera sea el sistema de derecho positivo que se tome en cuenta, o sea que la
sentencia judicial es, de hecho, una de las fuentes de normas del derecho positivo
en general (incluso a veces resulta ser una fuente de normas de derecho
constitucional, y hace tiempo se ha dicho que las Supremas Cortes suelen ejercer,
de hecho, no sólo un poder legislativo, sino también un poder constituyente.

Puede decirse que hay creación de derecho en la sentencia judicial; cuando ella
completa el derecho legal, brindando una norma allí donde el sistema normativo
presenta una laguna; y cuando se aparta del derecho legal, sustituyendo una norma
que es injusta -o que resulta injusta en el caso particular- por la norma adecuada,
Ahora bien, ¿es correcto decir que esta actividad supletoria y correctora del juez es
fuente de obligaciones jurídicas? En muchos casos las obligaciones no nacen de la
voluntad del juez, sino que preexisten a su decisión imperativa, porque se trata de
vínculos exigidos por la naturaleza de las cosas, que el juez no hace sino declarar.
Se trata de obligaciones que surgen naturalmente de ciertas situaciones de hecho;
dado que no han recibido consagración expresa en el sistema legal, el juez enuncia
la norma, que obtiene mediante aplicación analógica, o mediante recurso al acervo
de principios generales del derecho reconocidos implícitamente en el sistema legal,
o explícitamente en la doctrina, o aun mediante recurso a un nuevo principio general
del derecho que el juez intuye en la consideración de la hipótesis que le ha tocado
resolver.
También el juez produce derecho cuando determina el contenido concreto de una
obligación jurídica, en los casos en que el propio sistema legal le encarga esa tarea;
ejemplo de esto es la determinación judicial de la procedencia de la aplicación de
una astreinte, y la determinación judicial del importe de ella. No importa que la
mayoría de las sentencias sean meramente declarativas de derechos; lo que
importa es que hay algunas que hacen nacer obligaciones jurídicas. Para ser
coherente con su exigencia.
Podríamos concluir que no es una fuente como tal, como lo es el contrato, delito,
cuasicontrato y cuasidelito, pero si es de mucha ayuda para tales obligaciones, ya
que la decisión de un juez es de mucha importancia y relevancia en cualquier caso
que podrimos conocer.

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