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La Motivación como Garantía Constitucional de la Jurisdicción

Que el arbitraje es jurisdicción, no cabe ninguna duda. Cuando a través de un

convenio arbitral las partes deciden resolver sus controversias mediante arbitraje,

es únicamente a través de este medio de solución de controversias que podrán

materializar un derecho fundamental del que nadie puede ser privado como es el

de la tutela jurisdiccional. Y esto es así porque, como sabemos, el arbitraje que es

jurisdicción reconocida por nuestra Constitución Política, excluye la vía ordinaria.

De esta manera, el acto jurisdiccional por excelencia de un tribunal arbitral es

precisamente el laudo, a través del cual dice el derecho y resuelve las

controversias sometidas a su conocimiento materializando, como hemos señalado,

el derecho a la tutela jurisdiccional.

El numeral 5. del artículo 139° de la Constitución Política establece que constituye

principio y derecho de la función jurisdiccional: "La motivación escrita de las

resoluciones judiciales en todas las instancias, excepto los decretos de mero

trámite, con mención expresa de la ley aplicable y de los· fundamentos de hecho

en que se sustentan."

La debida motivación es una garantía frente a la arbitrariedad en la que podría

incurrir el administrador de justicia (juez o árbitro) al resolver las controversias,

quien tiene la obligación de justificar su decisión de acuerdo a los hechos del caso,
al derecho aplicable y a la valoración de los medios probatorios ofrecidos y

admitidos.

La debida motivación pues, forma parte del contenido de un derecho fundamental

como es el derecho de las partes a un debido proceso. Esta garantía

constitucional de la jurisdicción, que a la vez es un derecho fundamental, no es

ajena al arbitraje en la medida que, como hemos señalado en la parte introductoria

de este documento, el arbitraje es jurisdicción.

La Debida Motivación y el Arbitraje

El numeral l. del artículo 57° de la Ley de Arbitraje, en adelante la LA, establece:

"En el arbitraje nacional, el tribunal arbitral decidirá el fondo de la controversia, de

acuerdo a derecho." Subrayado y enfatizado nuestro. Por su parte el numeral 3.

del mismo artículo estipula: "En cualquiera de los supuestos previstos en los

numerales 1 y 2 de este artículo, el tribunal arbitral decidirá en equidad o en

conciencia, sólo si las partes le han autorizado expresamente para ello."

Como vemos, la Ley de Arbitraje es imperativa al establecer como obligación del

tribunal arbitral la de decidir las controversias de acuerdo a derecho. La única

excepción posible a esta obligación legal se produce cuando las partes

expresamente hayan acordado que las controversias se resuelvan en equidad o

en conciencia.
De otro lado, el numeral l. del artículo 56° de la LA señala: "Todo laudo deberá ser

motivado, a menos que las partes hayan convenido algo distinto o que se trate de

un laudo pronunciado en los términos convenidos por las partes conforme al

artículo 50. ( ... )".

Advertimos que la LA impone otra obligación legal a cargo del tribunal arbitral cual

es la de motivar el laudo, siendo la única excepción posible que las partes

acuerden que el laudo no sea motivado o cuando se trate del supuesto previsto en

el artículo 50° de la LA, supuesto por el cual las partes transan sus controversias y

solicitan al tribunal arbitral que el acuerdo al que han arribado conste en forma de

laudo.

Así tenemos dos reglas que, si bien son de naturaleza dispositiva dado que las

partes pueden pactar algo distinto, de no hacerlo se convierten en reglas

imperativas y por tanto obligatorias para el tribunal arbitral: i) debe decidir en

Derecho; y, ii) debe motivar el laudo.

La motivación es pues, a la vez, un derecho y un deber. Un derecho de las partes

a obtener una decisión legal, debidamente razonada y con una debida valoración

de los medios probatorios admitidos y un deber de los árbitros cuando las partes

no hayan pactado algo distinto.


Visto de esta manera, el árbitro al aceptar el encargo está asumiendo una gran

responsabilidad, no sólo como Director independiente, imparcial, objetivo y neutral

del arbitraje sino, con esas mismas cualidades, como administrador de justicia.

No perdamos de vista que el arbitraje es instancia única por lo que no cabe, bajo

ninguna circunstancia, que se revise nuevamente el fondo del asunto y es aquí

donde radica la importancia y la gran responsabilidad del tribunal de redactar un

laudo debidamente motivado a través de la aplicación correcta del derecho en

relación a los hechos expuestos por las partes y de la valoración de los medios

probatorios ofrecidos, admitidos y actuados en el arbitraje.

Condiciones para una Adecuada Motivación

Siguiendo de podemos señalar que el laudo arbitral debe ser:

a) Congruente: debe existir coherencia entre los fundamentos y la decisión.

b) Suficiente: debe haber explicación adecuada y solvente de los motivos que

han llevado a la decisión.

e) Claro: comprensible para quien lo lea, especialmente para las partes.

d) lntegral: debe pronunciarse sobre todas las pretensiones, asunto que está

directamente vinculado a la tutela jurisdiccional.

e) Extenso: pero sólo hasta el punto de explicar de manera lógicamente razonada

los hechos, la valoración (positiva o negativa) de los medios probatorios admitidos

y actuados y el derecho aplicable al caso concreto. No se trata de redactar un


tratado o de demostrar innecesariamente cuan leído es el árbitro o cuanto sabe de

la materia en controversia.

Bibliografía
Guerinoni Romero, P. M. (2017). LA MOTIVACIÓN DEL LAUDO ARBITRAL. Fondo editorial, 124 -
127.

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