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ACTIVIDADES

PRÁCTICAS
Actividad 1
En diciembre de 1362 celebró Muhammad V en el Mexuar el mawlid o festividad
del nacimiento de Mahoma siguiendo un texto de la Nufadat al-yirab de Ibn al-Jatib,
traducido y publicado por Emilio García Gómez.

Este texto es uno de los pocos que tenemos de la Alhambra en el género llamado
wasf o descripción, que por desgracia no se cultivó mucho en al-Andalus.
Se describe la fiesta y toda la reconstrucción del Mexuar que hizo Muhammad V
cuando vuelve al poder a comienzos de 1362, y se identifica el Mexuar y los patios
que lo preceden donde se celebró tan magnífica fiesta. El primer bloque recoge el
relato del escenario arquitectónico y el pabellón de la fiesta. Además, se describe
perfectamente la sala del Mexuar con sus cuatro columnas que sostienen la linterna
que sobresale sobre los tejados cincurdantes; delante está el patio de Machuca, iwan
al que denomina Ibn al-Jatib “Consejo Privado”, y en este patio está el zafariche o
alberca, en forma de exedra, que tenía como surtidores leones de cobre
sobredorados. ¿Dónde estarán? Y a un lado el pabellón o bahw que se asoma a la
ciudad que es la torre de Machuca. Y más bajo el patio de la Madraza de los
Príncipes al que llama qubbat al-Ard o donde se abría la correspondencia oficial por
parte de los secretarios o kuttab, donde está la vieja mezquita de Ismail I, y los
lavabos para las abluciones.

Finalmente se describe detalladamente el montaje del gran pabellón o carpa


portátil donde se celebró la festividad del mawlid, que sobresalía sobre las
construcciones, y estaba cubierto y tapado concienzudamente para evitar los rigores
del frío granadino en invierno.

[Sala del Mexuar]

“En el mes de rabi’ I del año 764 (diciembre de 1362) invitó el Sultán a la gente
a su suntuosa construcción, tema nocturno de las caravanas, conversación de las
tertulias, prueba de noble designio y suma de la belleza. Dicha construcción la había
hecho nueva con motivo de su segundo reinado; ese que nos salvó de la desgracia y
nos abrió favorablemente las puertas del cielo. De esta edificación había hecho su
gran sala general y el iwan que unificaba todo su Mexuar. Con esta construcción
reanimó el alma del reino y el espíritu de la concordia, obedeciendo al doble
imperativo de hacer un ensanche necesario y rebasar los límites anteriores. Basose
para ello en el viejo Mexuar, obra de su antecesor, que derribó dejándolo en rasa
explanada y añadiéndole, para mayor holgura, todo lo circundante.

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En su parte oriental colocó el lugar del solio: emplazamiento del trono del
emirato y decorada sede del estrado en que se veía al rey y se saludaba; encaminado
todo a renovar las instalaciones a que aspira el rango de los Califas, tanto en limpidez
y holgura como en el ornato: azulejos y columnas, y dibujos y labores (de las paredes).
Elevó el trono en el suelo del iwan más de una (media) braza debajo de unos arcos
muy decorados y sostenidos por columnas de torneado mármol. La altura del trono
impedía que a él se acercasen los pies y dificultaba que se alargaran los brazos. Bajo
el trono había tres escalones. Todo estaba recubierto de ladrillos vidriados, de colores,
tanto de pie como asentados y agrupados como sueltos.

Sostienen la cubierta de altísima cúpula cuatro columnas, tan blancas que se


dirían que están cortadas de la piel de la aurora. El torno que las había redondeado
por abajo, había dejado en ellas brazaletes y muescas que deslumbraban los ojos y
suspendían el pensamiento. La alta bóveda, apoyada en estas cuatro columnas, y
ceñida por un mar de cristal sin fisuras, “enseñanza para los que tienen ojos” (Corán,
XXIV-44), destaca sobre todos los tejados circundantes, cuyas vigas y tableros llegan a
la máxima pompa, rebasando sus más remotos confines. En dos de estos grandes
tejados, simétricos, uno al mediodía y el otro al norte, que presentan forma
pentagonal, son muy distintas las labores, variadísimos los trazados y bien casados
los colores. En todas las paredes ondea el mar de los azulejos, cuyo oleaje represa por
encima una faja en la cual se halla grabado un poema que reúne máximas políticas:
las letras están recubiertas por panes de oro purísimo y entre ellas se aglutina
lapislázuli molido.

[Patio de Machuca]

Delante de esta qubba, dos tercios de braza más baja, se extiende la sala
achaflanada que lleva el nombre especial de “Consejo Privado”: magnífico iwan en
que se explayan los ojos y en el que reinan la simplicidad y la sencillez, el espacio y la
luz. La entrada de esta sala se enfrenta con la qubba ya descrita. Lleva al “Mexuar”
segundo. Este iwan está rodeado por la larga galería techada, que recuerda el “Balat
de (Abu-l-) Walid” y está sustentada por columnas de torneado mármol, esbeltas
como cuellos de doncellas, que sostienen la extremada belleza de los arcos que las
coronan. En la galería techada, a mano izquierda del que entra, se halla el pabellón
asomado sobre la ciudad, desde el cual se ven todos los puestos de centinela y los
límites fronterizos que hay tras él. Quien dentro de él se sitúa oye el murmullo de las
aguas que bajan al desbordar de las albercas de la Qal’a, y asimismo los ruidos que
hacen las gentes, como cuando tosen en sus casas, y aún otros ruidos menores…

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Distinguen a este lugar los méritos que su visualidad y de su venturosa
singularidad. Se le da el apelativo “de la Victoria”. En el patio de este alcázar, de tan
amplias dimensiones, se halla el zafariche de peregrina forma y lados iguales y
proporcionados, que son arcos de círculo, en el que se hacen caer sus caños unos
surtidores de altura tal, que superan la talla del hombre. También se hallan aquí los
leones de cobre sobredorado, hechos con tanta perfección y tal volumen, que los
dirías cachorros del animal, los cuales están continuamente derramando agua (por
sus bocas).

[Patio de la Madraza de los Príncipes o de la Mezquita]

Por este patio se entra al segundo Mexuar, que queda en arte y capacidad por
bajo del primero. Hay en él galerías, lavabos para las abluciones, asientos de
secretarios y la “qubbat al-Ard” (de la apertura de correspondencia), del contacto
directo con los que apelan en justicia y de la comparecencia real para recibir el saludo
de la gente común. Por su puerta se sale al camino contiguo a la vieja mezquita, mal
decorada, obra del Sultán Abu-l-Walid, de quien Dios tenga misericordia. Entre estos
edificios, sin parangón en la tierra habitada, quiso el soberano celebrar la noble
Natividad [del Profeta], aún a sabiendas de que se hallaban a medio construir, pues
no estaba acabada la parte primera, para no hablar de la segunda.

[Plaza de Organización Urbanística]

En la explanada hizo erigir, valiéndose del trabajo de expertos nautas y de los


arráeces de los marinos, el formidable mástil, que parecía un alto álamo de los que
adornan los viveros y los sotos, salvo que era tronco sin follaje, … Señero por su bella
forma, quedó inhiesto en el aire como una lanza, tales eran su lisura y esbeltez. Por
considerar poca su altura, se le añadió, sin embargo, otro parecido, y la perfección
con que fueron empalmados los equiparó en resistencia y calafeteo. En lo más alto se
tendió el techo elevado y la “sombra extendida” (Corán, LVI-70): el célebre pabellón
conocido por el empleo que para sus designios hacían de él los anteriores reyes de la
dinastía. … Sus paños llegaron cargados por muchas acémilas de las de robusto lomo,
y fueron unidos unos con otros por anillas de hierro tan perfectamente como no
pueden fuerzas humanas ir más allá. Había bordados en ellos follajes de tantos
colores y matices como no lo presentan las vegas …, ni los ostentan los jardines
engalanados. …; … Había, asimismo, pieles cosidas con hilos de seda y plata, en
variadas figuras. El pabellón, aparte la magnífica corona, alanceaba el cuello del aire
con su formidable yamur, lleno de variados arquillos, repliegues y manzanas. Con su
cimera suelta, su faja horizontal, su cola de víbora y sus bolas en proporcionada
disminución, daba envidia a los remates de los alminares famosos y a los mástiles de
los barcos … Quedaban sus colas por encima del iwan …

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Todo el suelo de la Alta Cúpula estaba cubierto por tapices preciosos, sobre los
cuales se elevaba el trono real, con revestimientos de gala, en cuya blancura parecían
impresos los signos de la majestad y de la singularidad. El suelo (de las otras
dependencias) del Mexuar, todo él, estaba tapado por limpias esteras y almohadones
de cuero. De sus paredes pendían velos finos y bellísimos.

Alrededor de la alberca de piedra había tantos candelabros de cristal y cobre


que no los poseen otras casas reales ni las recámaras de los Califas. Sembrados por el
despejado espacio había también candeleros de ancha bandeja, columna alta, pies de
elefante y multitud de colgantes arandelas; … Los cuerpos de los candelabros, con
volumen entre achaflanado y torneado, eran asientos de las bujías, y almimbares de
tarugos de cera. Hay que añadir incontables especies de luces, lámparas de nicho,
velones, candelas grandes y lamparillas, según los lugares, esquinas y recovecos. Por
tales columnas céreas y tarugos de la obra de las abejas velaban las manos de los
[ayudantes] de las casas de Dios, siempre que tramontaban los discos (solares de la
cera) y había que encender los pabilos.

Así brillaba esta intrincada floresta, deslumbrando con su maravilloso


espectáculo”.

Emilio García Gómez. Foco de antigua luz sobre la Alhambra. Madrid, Instituto Egipcio de Estudios
Islámicos, 1988, pp. 142-149).

Actividad 2
Identifica en este levantamiento axonométrico del Mexuar del palacio de Comares (Carlos
Vílchez. 2011-2018) las salas, los patios y partes que se describen en el texto de Ibn al-Jatib:

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