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LA COMUNIDAD CIENTÍFICA
Sería en 1818 cuando Mary captó el interés de un acaudalado coleccionista
de fósiles llamado Thomas Birch, al que vendió otro esqueleto completo de
un ictiosaurio. Birch organizó una subasta de fósiles cuyas ganancias entregó
a la familia Anning. Esto permitió a Mary ganar algún crédito entre la
comunidad geológica y poder dedicarse con más tranquilidad económica a la
búsqueda de fósiles. Pero muchos científicos ignoraron totalmente la
contribución de Mary a estos hallazgos. Fue el caso del cirujano Everard
Home, el cual, obviando por completo el nombre de la descubridora, en
varios artículos en los que hablaba sobre el descubrimiento del primer
esqueleto de ictiosaurio no mencionaba en absoluto el nombre de Mary. Es
más, atribuyó la minuciosa limpieza y preparación del fósil al personal
del museo creado por el naturalista, viajero y anticuario William
Bullock, cuando en realidad fue obra de Mary. De aquella manera, la joven
quedaba apartada por completo del mundo académico a pesar de haber sido
ella la descubridora del fósil, un fósil que sería vendido por tan solo veintitrés
libras. Más tarde el ejemplar llegaría al Museo de Historia Natural de
Londres, donde actualmente tan solo puede verse el cráneo.
En 1826, Mary obtuvo el dinero suficiente para comprar una casa y abrir una
tienda de fósiles que llamó "Almacén de fósiles Anning". Poco después, en
1828, Mary descubriría un magnífico espécimen de pterosaurio, un
reptil volador que vivió durante casi todo el mesozoico (hace 251
millones de años) y posteriormente descubrió otras especies de peces
extintas. Junto al paleontólogo William Buckland, uno de los pocos
científicos que nombraría a Mary como su descubridora, sería pionera en el
estudio de los coprolitos: las heces fosilizadas, conocidas en aquel entonces
como "piedras bezoar".
DESAGRAVIOS CONTINUADOS
A medida que pasaba el tiempo, la confianza de Mary en sí misma iba en
aumento, tanto que en 1839 escribió una carta al Magazine of Natural
History para poner en duda algunas afirmaciones vertidas en la
publicación acerca de que el fósil que se había descubierto de un
tiburón prehistórico llamado Hybodus era una especie nueva. Mary
afirmaba en su escrito que ella misma había descubierto ese mismo tiburón
muchos años antes y que, por lo tanto, no representaba ninguna novedad.
UN ADIÓS TEMPRANO
A pesar de su poca formación científica, los descubrimientos, conocimientos
sobre el terreno y habilidad de Mary Anning para la clasificación de los
fósiles, le granjearon cierta reputación entre algunos paleontólogos que en
algunas ocasiones compartían con ella sus viajes en búsqueda de nuevos
fósiles. Entre ellos se encontraba el geólogo William Buckland y el
anatomista y paleontólogo Richard Owen, el cual acuñaría el término
"dinosaurio" (lagarto terrible) en 1842. También mantuvo correspondencia
y vendió fósiles a otros científicos destacados, como el geólogo Adam
Sedgwick.