Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Contra el liberalismo
Ediciones
Ins litas
A lain de Benoist
CO N TRA EL LIBERALISM O
Traducción y edición de
Jesús Sebastián Lorente
Ediciones
Insólitas
ISBN: 978-84-948825-9-3
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
I. ¿QUÉ ES EL LIBERALISMO?
II. COMUNITARIOS VERSUS LIBERALES
III. LIBERALISMO E IDENTIDAD
IV. LA FIGURA DEL BURGUÉS
V. CRÍTICA DE HAYEK
VI. DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Y DEMOCRACIA PARTICIPATIVA
VII. LIBERALISMO Y DEMOCRACIA
VIII. LA TERCERA EDAD DEL CAPITALISMO
IX. CONSERVAR ;EL QUÉ? LOS EQUÍVOCOS DEL CONSERVADURISMO
X. ¡TODOS PRECARIOS! EL TRABATO EN LA HORA DE LOS «HOMBRES QUE
SOBRAN»
La teoría liberal
Este movimiento intelectual, lejos de constituir un conjunto
unificado, se presenta sobre todo como una constelación donde
los tres principales representantes, los filósofos Alasdair Ma-
clntyre!11!, Michael Sandel!^ y Charles Taylor^l representan
por sí mismos polos sensiblemente diferentes. En torno a ellos
(o al lado de ellos) podemos situar una pléyade de autores
aislados, pero cuyos trabajos inciden por diferentes motivos
La crítica comunitarista
Frente a esta teoría, el punto de partida de la crítica comuni
taria es, ante todo, de orden sociológico y empírico. Observando
las sociedades contemporáneas, los comunitaristas constatan la
disolución del vínculo social, la erradicación de las identidades
colectivas, el aumento de los egoísmos y la generalización del
no-sentido que de ello resulta. Estos fenómenos, según ellos,
son otros tantos efectos de una filosofía política que provoca
la atomización social en cuanto legitima la búsqueda por cada
individuo de su mejor interés, haciendo así considerar al otro
como un rival potencial; que defiende una concepción ahistó-
rica y desencarnada del sujeto, sin ver que los compromisos,
las pertenencias y las afiliaciones de los agentes son también
constitutivos de su personalidad (self); que provoca, reclamán
dose de un universalismo abstracto, el olvido de las tradiciones
y la erosión de los modos de vida diferenciados; que no ve en
la sociedad, como dice Rawls, más que una «empresa coopera
tiva fundada sobre la ventaja mutua» y que niega la existencia
del bien comúnü^l; que generaliza el escepticismo moral bajo
la cobertura o excusa de la «neutralidad» y que, de forma más
general, permanece, en función de sus propios principios, nece
sariamente insensible a los nociones de pertenencia, afiliación,
bien común y valores compartidos.
Siguiendo a Alien E. Buchanan y Stephen Holmes, podemos
confeccionar una lista bastante precisa de los reproches que
los comunitaristas dirigen al liberalismo, reproches a veces li
mitados a la sola filosofía política liberal, otras veces exten
didos sobre una concepción más general («individualista») del
hombre y la sociedad.!^! Estos reproches son los siguientes. El
liberalismo descuida y hace desaparecer las comunidades, que
son un elemento fundamental e irremplazable de la existencia
humana. Devalúa la vida política considerando la asociación
política como un simple bien instrumental, sin ver que la parti
cipación de los ciudadanos en la comunidad política es un bien
intrínseco constitutivo de la vida buena. Es incapaz, cuando no
se niega simplemente, de tener en cuenta de manera satisfac
«La vida, la salud, el amor son precarios, ¿por qué iba a escapar
el trabajo a esta ley?»
Laurence Parisot
tU. Jean-Claude Michéa, Le com plexe d'Orphée. La gauche, les gens ordinaires et
la religión du progres, Climtas, París, 2011.
UU. Los libertarianos se reparten en dos tendencias: los partidarios del «Estado
mínimo» o «minarquistas», que admiten, al menos, que un Estado puede exis
tir sin que deba violar los derechos, como Robert Nozick (Anarchy, State and
tél. Impuesto plano, con una tasa marginal constante, (N. d. T.).
tél. Esta afirmación, según la cual el hombre es, ante todo, un ser egoísta, ha
conducido a muchos autores a atribuir al liberalismo una concepción pesimista
de la naturaleza del hombre. Pero podemos ver en ello, por el contrario, la forma
liberal del optimismo, puesto que es actuando según su propio interés, que el in
dividuo está censado a servir al mejor interés de todos: el egoísmo se convierte,
entonces, en una cualidad.
«Solo hace cincuenta años que se apela a los derechos humanos ante
los tribunales, recuerda Marcel Gauchet. Hasta entonces parecía una idea abe
rrante. Hoy, en todos los sistemas democráticos, los derechos humanos se han
convertido en derechos positivos, inscritos en el derecho jurídico y a los que
los tribunales se refieren de una manera más o menos habitual [...] Nos encon
tramos en un universo social de individuos constituidos psíquicamente por su
íiil. Pierre Manent, La loi naturelle et les droits de l'hom m e, PUF, París, 2018.
té-ll. Gilíes Richard, H istoire des droites en France de 1815 á nos jo u rs, Perrin,
París, 2017.
t^2l. Joseph Carens, The Ethics o f Im m igration, Oxford University Press, Ox
ford, 2013.
téál. Ver George J. Borjas, Im m igration Econom ics, Harvard University Press,
Cambridge, 2014.
t^il. Entre los raros liberales que son favorables a una restricción de la inmi
gración, podemos citar a Jean-Philippe Vincent, partidario de una improbable
alianza de los conservadores y los liberales (Q u ’est-ce que le conservatism e? H is
toire intellectuelle d ’une idée p olitique, Belles Lettres, París, 2016). Su principal
argumento es que el liberaismo «clásico» proclama la igualdad moral de los
individuos, pero no su igualdad política: «La igualdad moral no se detiene en
las fronteras; pero las fronteras crean una situación moral inédita que legitima
un tratamiento político diferente entre los nacionales y los extranjeros candida
tos a la inmigración» (Éthiques de l’immigration, Fondation pour l’innovation
politique, París, 2018). La cuestión es saber (y hasta qué punto) se puede diso
ciar igualdad moral e igualdad política. Podemos preguntarnos también si tal
disocación, a la cual no se suscriben numerosos liberales, pude ser considerada
como un principio liberal.
Ver Russell Hardin, Trust, Poli Press, Londres, 2006; Niklas Luhmann, La
confiance. Un m écanism e de réduction de la com plexitésociale [1968], Económica,
París, 2006. Otros autores llegan a la misma conclusión arguyendo la sobera
nía del Estado o, como Christopher Heath Wellman, su autonomía de decisión
(Debating the Ethics o f Im m igration. Is There a Right to Exelude?, Oxford Univer
sity Press, Oxford, 2014). Wellman, que toma gran cuidado de no hacer uso de
la noción de soberanía, argumenta también a partir de la libertad de asociación:
si un país es libre de elegir con qué otros países desea, o no desea, asociarse, no
vemos la razón por la que no puede ser libre para hacer lo mismo con tal o cual
categoría de extranjeros.
téJil. Jean-Claude Michéa, La double pensée. Retour sur la question libérale, Flam-
marion-Champs, París, 2008.
1411. Ver Wendy Brown, Les habits neufs de la politique m ondiale, Les Prairies
ordinaires, París, 2007, que no duda en calificar al liberalismo de «proyecto
constructivista».
1421. Ver Alasdair Macintyre, Ethics and Politics, Cambridge University Press,
Cambridge, 2007; John Milbank, Théologie et théorie sociale. A u -d elá de la rai-
son séculiére, Cerf, París, 2010; John Milbank, Catherine Pickstock y Graham
Bard (ed.), Radical O rthodoxy. A New Theology [1999], Routledge, Londres, 2006;
William Cavanaugh, Étre consom m é. Une critique chrétienne du consum érism e,
L’Homme nouveau, París, 2007; Rod Dreher, Com m ent étre chrétien dans un
m ondequi ne l’e stp lu s. L e p a r i bénédictin, Artége, París, 2017. Según Dreher, «el
liberalismo y el consuminos son los dos aspectos que debilitan a Occidente y le
hacen vulnerable frente al islam» (entrevista en La N ef, enero de 2018).
1421. Ver Guillaume Bernard, La guerre á droite aura bien lieu. Le m ouvem ent
dextrogyre, Desclée de Brouwer, París, 2016.
1441. Michael Sandel, W hat M oney C a n ’t B u y, Farrar Straus Giroux, New York,
2012 (trad. fr.: Ce que Vargent ne saurait acheter, Seuil, París, 2014).
1411. Marcel Gauchet, Le nouveau m onde. L ’avénem ent de la dém ocratie, IV, Ga-
llimard, París, 2017.
1461. «Les eauxglacées du calcul égoiste», en Esprit, marzo-abril de 2014. «El li
beralismo, constata Éric Deschavanne, libera las fuerzas de transformación his
tórica que desestabilizan permanentemente a las sociedades. La libertad libera
t£2l. D ie Grenzen der Gem einschaft. Eine Kritik des sozialen Radikalism u s,
Cohén, Bonn, 1924.
Ver Robert A. Nisbet, The Sociological Tradition, Basic Books, New York
1966 (trad. fr.: La tradition sociologique, PUF, 1984).
Cf. Christopher Lasch, The True and O n ly H eaven. Progress and Its Critics,
W.W. Norton, New York 1991 (trad. fr.: Le seul vra ipa ra d is, Climats, 2002).
Ver Hans Georg Gadamer, Vérité et m éthode. Les grandes lignes d ’une her-
m éneutiquephilosophique, Seuil, 1976. Esta discusión evoca el debate que opuso
al final de los años cuarenta a Michael Oakeshott y Karl Popper sobre el valor de
la modernidad y de la razón. En la senda de Burke, Oakeshott veía en el reino he-
gemónico de la razón moderna la causa del menosprecio de la experiencia y las
tradiciones. Ver Michael Oakeshott, «Rationalism in Politics», en R ationalism in
Politics and O therE ssays, Methuen, Londres 1962, y Basic Books, New York 1962;
Karl R. Popper, «Towards a Rational Theory o f Tradition», en Conjectures and Re-
fu ta tio n s, Harper & Row, New York 1968.
téÜ. John Rawls, A Theory o fju stic e , Belknap Press of Harvard University Press,
Cambridge 1971, y Oxford University Press, London 1971; Political Liberalism ,
Columbia University Press, New York, 1993; Ronald Dworkin, TakingRights Se-
riously, Harvard University Press, Cambridge 1977, y Duckworth, London 1977;
A M atter o f Principie, Harvard University Press, Cambridge, 1985. En la misma
óptica liberal, ver también Alan Gewirth, Reason and M orality, University of
Chicago Press, Chicago, 1978; H u m an Rights. Essays in Ju s tific a r o n and App lica
tions, University of Chicago Press, Chicago 1982; Amy Gutmann, Liberal Equa-
lity, Cambridge University Press, Cambridge, 1980; Ian Shapiro, T heE volu tion o f
Rights in Liberal Theory, Cambridge University Press, Cambridge, 1986; Onora
O’Neill, Constructions o f Reason, Cambridge University Press, Cambridge, 1989.
Ver A Theory o fju stic e , op. cit.; <<Justice as Fairness: Political not M etaphysi-
cal», en Philosophy and Public Affairs, 1985. Ver también «The Priority o fju stic e
and Ideas o fth e Good», en Philosophy and Public Affairs, otoño 1988.
t^il. «Liberalism as a Threat to Dem ocracy?», en Francis Canavan (ed.), The Ethi-
cal D im ensión o f Political Life, Duke University Press, Durham 1983.
«Este ideal, escribe Charles Larmore, demanda, siempre que una con
cepción de la vida buena se encuentre en discusión, que ninguna decisión del
Estado puede ser justificada sobre la base de su superioridad o de su supuesta
inferioridad» (Patterns o f M oral Com plexity, Cambridge University Press, Cam
bridge 1987).
1^1. La idea según la cual solo un poder político neutral puede garantizar la
paz social entre los individuos considerados como átomos separados, es decir,
como agentes en los que el carácter social no es más que una forma accidental
añadida a su naturaleza, está ya presente en Guillaume d’Ockam con la idea de
una potencia divina absoluta (potentia absoluta), pero totalmente indetermi
nada.
Ver Douglas J. Den Uyl, «Freedom and Virtue», en Tibor R. Machan, The
L ib erta ría nR ead er’s, Rowman & Littlefield, Totowa, 1992.
t100l «The Procedural Republic and the Unencum bered Self», art. cit. Sobre la
problemática de la justicia en sus relaciones con la ideología liberal, cf. también
Serge-Christophe Kolm, Ju stice et équité, Editions du CNRS, 1972; Le contrat li-
béral, PUF, 1985; Ottfried Hóffe, L ’Eta t et la ju stice, J. Vrin, 1988; Jean-Pierre
Dupuy, Le sacrifice et l'envie, Calmann-Lévy, 1992; Jean Ladriére y Philippe van
Parijs (ed.), Fondem ents d'une théorie de la ju stice, Louvain-la-Neuve 1984; Phi
lippe van Parijs, Q u ’est-ce qu’une société ju ste?, Seuil, 1991; Salvatore Vecca, La
societá giusta, 11Saggiatore, Milán 1982.
t103l Ver, sobre este punto, Michael J. Sandel, Liberalism and the L im its o f J u s
tice, op. cit.. Los autores liberales han respondido de una forma particularmente
virulenta a esta crítica, que se descompone en dos proposiciones diferentes: la
tesis del «remedio» (porque los valores comunitarios se desmoronan en tanto
que la sociedad moderna concede la prioridad a la justicia) y la tesis de la pro
porcionalidad (en el sentido de que, en una politie determinada, la justicia ocupa
un lugar mayor cuanto más débil es la socialidad comunitaria).
t104l Ver Richard Rorty, «The Priority ofD em ocracy to Philosophy», en Merrill D.
Peterson et Robert C. Vaughan (ed.), The Virginia Statute for Religious Freedom,
Cambridge University Press, Cambridge 1988.
t105l Ver J.C. Merquio, «For the Sake o f the W hole», en Critical Review, verano
1990.
t106l «El individuo, escribe Jean-Luc Nancy, no es más que el residuo que
prueba la disolución de la comunidad. Por su naturaleza -como su nombre in
dica, es el átomo, lo indivisible-, el individuo revela que es el resultado abstracto
de una descomposición. Es otra simétrica figura de la inmanencia: el conoci
miento de «sí mismo» absolutamente extraído, tomado como origen y como
certeza [...] No se hace un mundo con simples átomos. Hace falta un clima. Hace
falta una inclinación de lo uno hacia lo otro, o a la inversa, una inclinación entre
ellos [...] El individualismo es un atomismo inconsecuente, que olvida que lo que
está en juego en el átomo es estar precisamente en el mundo. Esta es la razón
t107l La crítica comunitarista se dirige sobre todo a autores como John Rawls.
Friedrich A. Hayek, por ejemplo, admite la anterioridad del hecho social, pero
llegando a conclusiones radicalmente diferentes: es un hecho que la sociedad
excede siempre al individuo que, prohibiéndole remodelarse a su manera, con
diciona precisamente su libertad. Ver B. Crowley, The Self, the In d ivid u a l, and the
Com m unity. Liberalism in the Political Thought o fF .A . H ayek and Sid ney and Bea-
trice Wehh, Oxford University Press, Oxford 1987.
t108l «The Procedural Republic and the Unencum bered Self», art. cit.
t110l Contra los libertarios, Philippe van Parijs señala que una libertad formal,
que no es más que un derecho desprovisto de poder para ejercerlo, no puede ser
suficiente como valor ético para fundar una sociedad (Qu'est-ce q u ’une société
ju ste?, op. cit). Escribe también: «Si la libertad requiere el derecho de hacer lo
que uno quiere hacer consigo mismo y del que es legítimo propietario, no se
puede reducir. Ella no es solo una cuestión del derecho de hacer lo que se desea,
en este sentido. Es también una cuestión de medios» («Quelle réponse cohérente
auxnéolibéralism e?», enE conom ie et hum anism e, marzo-abril 1989, en Problémes
économ iques, 4 enero 1990). Ver también Andrew Bard Schmookler, The Illusion
o f Choice. H ow the M arket Econom y Shapes O u r D estin y, State University of New
York Press, Albany, 1993). Sobre las paradojas de la lógica del interés individual,
ver también Richard H. Thaler, The W in n er’s Curse. Paradoxes and A n om a lies o f
Econom ic L ife, Free Press-Macmillan, New York, 1992.
t112l «The Procedural Republic and the Unencum bered Self», art. cit., p. 91.
t113l. «Justice and the Good», en Michael J. Sandel (ed.), Liberalism and Its C ri
tics, op. cit.
t115l «The Procedural Republic and the Unencum bered Self», art. cit.
t116l Ibid. Ver también Liberalism and the L im its o f Ju stice, op. cit.
[1231. « The Procedural Republic and the Unencum bered Self», art. cit.
\123l. Ver Michael J. Sandel, Liberalism and the Lim its o fju stic e , op. cit.
[1231. Sobre este tema, ver Charles Taylor, Hegel, op. cit.; Hegel and M odern
Society, op. cit.; «Hegel: H isto ry and Politics», en Michael J. Sandel (ed.), Libera
lism and Its Critics, op. cit. Peter Berger, en «O n the Obsolescence o fth e Concept o f
H onour», en European Journal of Sociology, 1970, muestra por su parte que la
noción de honor implica que la identidad está fundamentalmente asociada a los
roles sociales de los sujetos, mientras que la de dignidad implica, por el contra
rio, una identidad radicalmente distinta de esos roles.
t130l Spheres o fju stic e . A D efense o fP lu ra lism and Equ ality, Basic Books, New
York, 1983, texto recopilado («Welfare , M em bership and N eed»), en Michael J.
Sandel (ed.), Liberalism and Its Critics, op. cit.
t131J. Para Will Kymlicka, por el contrario, el punto de vista de Marx continúa
estando, por el contrario, más próximo al punto de vista liberal que al de la
crítica comunitarista, precisamente porque el comunismo intentó emancipar a
la humanidad de los mismos lazos sociales que los comunitaristas consideran
como constitutivos de la identidad de los agentes, mientras que los liberales los
consideran como trabas a la libertad (ver Liberalism , Com m unity, and Culture,
op. cit., «M arxism and the Critique o f Ju stic e »). Ver también A. Buchanan, M a rx
and Ju stice. The Radical Crique o f Liberalism , Methuen, Londres 1982.
[1331. Ver Tim Luke, «Com m u nity and Ecology», en Telos, 1991.
[1331. Ver G.A. Pocock, The M achiavellian M om ent. Florentine Political Thought
and the A tla n tic Republican Tradition, Princeton University Press, Princeton
Ü421. Patrick Savidan, «L a recon n a issa n ce des id e n tité s cu ltu relles com m e
en jeu d é m o cra tiq u e», en Ronan Le Coadic (ed.), Id e n tité s et d ém o cra tie.
D iv e rsité cu ltu relle et m o n d ia lisa tio n : repenser la d ém o cra tie , Presses univer-
sitaires de Rennes, Rennes 2003. Axel H onneth observa, tam bién, que «la
entremezcla del reconocimiento legal y del orden jerárquico de valor -lo
que corresponde más o menos a la base moral de todas las sociedades tradi
cionales- se ha desmoronado con el advenim iento del capitalism o burgués
y la transform ación norm ativa de las relaciones legales bajo la presión de
los mercados en extensión y del im pacto sim ultáneo de formas postradi
cionales de pensamiento» («La re co n n a issa n ce : un e p iste p o u r la th éorie so-
ciale co n tem p o ra in e», ibid.).
t143l Cf. Robert Legros, L ’idée d'hum anité. Introduction á la phénom énologie,
Grasset, París 1990.
t144l Justine Lacroix, Com m unautarism e versus libéralism e. Quel modéle d ’inté-
g ra tionp o litiq ue?, Editions de l’Université de Bruxelles, Bruselas 2003.
t146l Michael Sandel, Le libéralism e et les lim ites de la ju stice, Seuil, París 1999.
IdMl. ibid.
11491. Ibid.
t150l Axel Honneth, «La reconnaissance: une piste p ou r la théorie sociale con
tem poraine», art. cit.
t153l «El principio individualista del logro es de hecho el único recurso nor
mativo que tiene la sociedad burguesa y capitalista para justificar moralmente
la distribución extremadamente desigual de las perspectivas de la vida y de los
bienes. Debido a que el hecho de pertenecer a un determinado Estado ya no re
gula el grado de estima social del que se disfruta y el alcance de los privilegios
legales y económicos de los que nos beneficiamos, la valoración ético-religiosa
concomitante del trabajo y del establecimiento de un mercado capitalista sugie
ren la dependencia de tal estima respecto al logro individual» (Axel Honneth,
art. cit.).
U551. Ibid.
H561. Ibid.
I1581. cf. Ernest Gellner, N ations and N ationalism , Cornell University Press, It-
haca 1983.
íll^l. Chantal Delsol, La République. Une question fran caise, PUF, París 2002.
t160l Cf. Alain Dieckhoff, La nation dans tous ses Etats. Les identités nationales
en m ouvem ent, Flammarion, París 2000.
t161l Sobre este tema, cf. Anthony D. Smith, Chosen Peoples. Sacred Sources o f
N ational Iden tity, Oxford University Press, Oxford 2003.
Í1M1. Marcel Detienne, Com m ent étre autochtone. D u p u r A thén ien au Francais
raciné, Seuil, París 2003.
t171l Mounier decía, sin duda más acertadamente: «A fin de cuentas, el único
verdadero burgués es el pequeño burgués. Cualquier gran burgués se encamina
a serlo; es algo que se siente en sus maneras».
[i 72l. «Fueron —señala Sombart— los hombres de origen burgués [...], envi
diosos de los señores y de su forma de vivir, ansiosos de la vida señorial, pero
excluidos de ella por razones de orden interno o externo, quienes se pusieron a
propalar por todas partes que no había nada más vicioso que este tipo de vida,
al tiempo que lanzaban un nada auténtica cruzada contra la misma». De forma
más lapidaria. Raoul Veneigen escribe: «De la materia económica, en la que la
feudalidad sólo quería ver excremento de los dioses, la burguesía hizo su ali
mento, demostrando, por la fuerza de las cosas, cuál era la verdadera excreción,
la religiosa o la económica».
t174l «El consumo, en efecto, lleva tiempo, y cuanto más hay por consumir,
tanto más se convierte el tiempo e un producto escaso [...] De ello resulta que la
gente pasa cada vez más tiempo intentando ganar tiempo» (Jean-Pierre Dupuy,
Ordres et désordres).
t176l Se sabe que este derecho a la competencia agresiva fue juzgado «inmo
ral» durante la mayor parte de la historia. A comienzos del siglo X X , algunas
empresas todavía se negaban a recurrir a los «reclamos», considerando que la
calidad de sus productos debía bastar para hacerse con una clientela.
[i 77J «L0S treinta [años] gloriosos». Con tal expresión se designa en Francia el
período de auge económico transcurrido entre el final de la II Guerra Mundial y
mitad de la década de los setenta, (N. d. T.).
t181l Essay on the H istory o f C ivil Society, Londres, 1767 (reeditado por Louis
Schneider: Londres, 1980; traducción francesa: Essai su r l’histoire de la société ci-
vile, edición de Claude Gautier, París, PUF, 1992).
t182l Le libéralism e économ ique. H istoire de l’idée de m arché, París Seuil, 1989,
p. VII (1§ ed.: Le capitalism e utopique, París, Seuil, 1979).
t192l Yvon Quiniou, «H ayek, les lim ites d ’un défi», en: A ctuel M a rx, 1er tri
mestre de 1989. Philippe Nemo traduce dicha indiferencia como «apego no
psicológico a un otro abstracto». Hayek escribe: «En su forma más pura, [la ética
de la sociedad abierta] considera que el primero de los deberes es perseguir lo
más eficazmente posible un fin libremente elegido, sin preocuparse del papel
que juega en el complicado entramado de las actividades humanas» (Droit, légis
lation et liberté, tomo 2, op. cit.).
t195l Para un examen crítico de la tesis que postula la identidad entre las
reglas de conducta existentes en la democracia con las del mercado, cf. Gus diZe-
rega, «A Spontaneous Order Model of Democracy. Applying Hayekian Insights
to Democratic Theory», documento presentado ante la Society f o r the Study o f
Public Choice, San Francisco, marzo de 1988.
[196l Es de notarse que el Club de l’Horloge, que invoca las ideas de Hayek,
declara desear, al mismo tiempo, la extensión de la democracia directa, y es-
[1 97] L ’autopsie du tiers-m ondism e, París, Económica, 1988. Por su parte, Louis
Dumont estima que es en La ideología alem ana donde el individualismo de Marx
llega a su «apoteosis».
[1 99] Arnaud Berthoud, «Liberté et libéralism e économ ique chez W alras, Hayek
et K eynes», en Arnaud Berthoud y Roger Frydman, op. cit.
t204l Roger Frydman, «Ind ivid u et totalité dans la pensée libérale. Le cas de F.
A . H ayek», en: Arnaud Berthoud y Roger Frydman, op. cit. Esta aporía gravita
con una carga particularmente pesada en toda la teoría fundada en la hipótesis
del contrato social: para que los individuos aislados decidan entrar contractual
mente en sociedad, es necesario que hayan tenido, previamente a esta decisión,
un conocimiento al menos aproximativo de su resultado, en cuyo caso el estado
de la naturaleza no puede oponerse rigurosamente al estado social.
t205l Splendeur et misére des Sciences sociales. Esquisses d ’une m ythologie, Gine
bra, Droz, 1986.
t215l « The Rise o f illiheral Dem ocracy», en Foreign A ffa irs, noviembre-diciem
bre 1997.
t218l Pierre Ronsanvallon, que lo define como «una cultura política que
descalifica, en principio, la visión liberal», próximo al «iliberalismo» del bona-
partismo, que constituye, en su opinión, la tradición política francesa por exce
lencia («Fondam ents etproblém es de l ' illibéralism e fra n ca ise», comunicación a la
Academia de ciencias morales y políticas, 2001).
t220l Viktor Orban, «H ungary and the Crisis ofE u ro p e» , en H ungarian Review,
enero 2017. Ver también Teréz Barna, «Viktor Orban et la renaissance de la H on-
grie», en Regards junio-agosto 2017.
l223l Ver Bernard Manin, Les principes du gouvernem ent représentatif, Flam-
marion, París 2008.
t224l Ver David Estlund, L ’autorité de la dém ocratie, Hermann, París 2011.
£228] Michael Sandel, Dem ocracy’s D iscontent. A m erica in Search o f a Public Phi-
losophy, Harvard University Press, Cambridge 1996.
t231l Jean-Claude Milner, L a p o litiq u e des choses, Verdier, Lagrasse 2011. Jean-
Claude Michéa señala también que «la obsesión principal de los liberales siem
pre es la de descubrir sistemas de pilotaje automático de la sociedad que harían
definitivamente inútil el gobierno ideológico de los hombres» (La doublepensée.
R e to u rsu r la question libérale, Flammarion-Champs, París 2008).
12221. Michael Sandel, Justice. W h a t’s the Right Thing to D o?, Farrar Straus & Gi-
roux, Nueva York, 2009. Se mide aquí la incoherencia de estos liberales, o liber-
tarianos, que no dudan en reclamarse de Aristóteles, en aquello de que la ética
desemboca sobre la política, cuando en ellos desemboca sobre su negación.
J2221. Siendo estas consideraciones del año 2000, resulta impactante el carác
ter premonitorio de las mismas, (N. d. T.).
¡2421. Yves le Hénaff, «Le temps des tulipes», en Pofitis, 13 de abril de 2000.
[26°1. Ibid.
t261J. «Des breches s ' ouvrent dans le front de la pensé unique», en Marianne,
24 de enero de 2000.
t264l Gaultier Bes. Nos lim ites. Pour une écologie intégrale, Centurión, 2014.
[2681. Ibid.
t274l Groupe K risis, M an ifesté contre le travail, Léo Scheer, París, 2002.
t280l David Graeber, D ette: 5 0 0 0 ans d ’histoire, Les liens qui libérent, París,
2013.