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Guerra Cristera

Violeta Jailinne Díaz Domínguez

El gobierno siempre ha tratado de restarle poder a la iglesia y aprovecharon la


oportunidad actual del país para imponer nuevas políticas en contra de la iglesia
como por ejemplo prohibir las manifestaciones de fe fuera del hogar lo cual
representaba una restricción a la libertad de expresión y al principio de
libertad religiosa. No es sorpresa que los creyentes se opusieran a estas medidas
pues sintieron descontento ante estas duras prohibiciones. La guerra cristera fue
una lucha armada entre el gobierno y la iglesia; sin embargo el enfrentamiento era
desigual porque por un lado el gobierno era quien tenía más poder pues contaba
con armamento y un ejército. Mientras tanto, el ejercito cristero estaba
mayormente compuesto por autoridades locales y campesinos. San José
Sánchez Del Río, fue un joven que insistió en pertenecer a las tropas cristeras
y se armo de valor al estar dispuesto a derramar su sangre por Cristo, jamás
abandono su fe aunque se lo pidieran. Jamás me ha parecido justo el tener
que obligar a alguien a abandonar su fe y la guerra cristera fue un momento
cruel pues torturaban a aquellos que se oponían a las leyes, esto posiblemente
genero miedo entre los creyentes ante cualquier circunstancia y algunos no
tuvieron opción que abandonar la religión ya que el gobierno estaba sobre la
iglesia, eso le permitía influenciar a otras personas para que pudieran seguir
ganando. La historia de José Sánchez es muy motivadora pues encontró un
modelo a seguir en Jesús; y tanto su padre como su padrino de primera
comunión le propusieron varias ofertas para que se alejara de la lucha; el
siempre mantuvo firme su fe aun así fuera en alguna circunstancia peligrosa.
Incluyendo a José Sánchez, desafortunadamente la lucha provocó miles de
muertes, y esta lucha no hubiera ocurrido si el presidente Calles se hubiera
mantenido neutral en cuanto a las creencias del pueblo en vez de querer
eliminar la religión a la fuerza y derramando sangre. Este movimiento tuvo un
gran impacto social en el país pues ocasionó que muchas familias migraran a
otras ciudades o países para alejarse lo más posible de la violencia y seguir
profesando sus creencias sin problemas. Al final de la guerra las actividades
religiosas estaban paralizadas pero con la entrada del el presidente Emilio
Portes Gil se volvieron a reanudar cuando promulgó que la Iglesia podía seguir
cumpliendo con sus tareas de manera legal sin que intervinieran en asuntos
políticos.

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