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De los caudillos a las instituciones

Las divisiones entre los


constitucionalistas
aparecieron cuando el
general Álvaro Obregón hizo
uso de la fuerza para
resultar electo presidente.

En los años siguientes, en cada


periodo de gobierno, los caudillos
se enfrentaron para hacerse del
poder. Hubo también
levantamientos sociales, como el
movimiento cristero, en defensa
de las manifestaciones religiosas
públicas.

Era necesario establecer mecanismos pacíficos que


garantizaran el cambio el poder y la continuidad del
proyecto revolucionario. Así, en 1920 se creó el Partido
Nacional Revolucionario, que sería reformado en un par
de ocasiones; la última en 1946, cuando adoptó el
nombre de Partido Revolucionario institucional.

Este partido nació ligado al gobierno, situación que le


aseguraba el triunfo absoluto en las elecciones.

Aunque surgieron partidos de oposición, sus


posibilidades fueron casi nulas y el partido oficial (PRI)
dominó la política mexicana hasta el año 2000.
Rebelión cristera
Causas
La principal causa de la Guerra
Cristera fue la modificación del
Código Penal de 1926, realizada por
el presidente, en lo que se llamó la
Ley Calles. Con ella se buscaba
limitar aún más la participación de
la Iglesia en la vida pública,
incrementando el poder del Estado
sobre la constitución de la Iglesia
mexicana.

La respuesta de la
sociedad católica
consistió en una colecta
de firmas para solicitar
una reforma
constitucional, que fue
rechazada.

Posteriormente realizó un boicot


contra la paga de impuestos y
minimizar el consumo de los
productos y servicios vinculados con
el gobierno, lo cual se tradujo en
significativos daños a la precaria
economía del momento.

Así nació un fuerte movimiento social en pro del


derecho al libre culto. Bajo el lema de “¡Viva Cristo rey!”
o “¡Viva Santa María de Guadalupe!”, iniciaron el acopio
de armas y la conformación de guerrillas campesinas,
creyendo viable una salida militar al conflicto. Se
ignora si el nombre “Cristero” fue elegido por los
guerrilleros o si fue un término despectivo que les
daban sus enemigos.
Rebelión cristera
Consecuencias
La Guerra Cristera, que se prolongó
durante tres años, ocasionó unas
250.000 muertes, entre civiles y
combatientes.

En cuanto a las decisiones políticas, la guerra forzó al


Estado a modificar sus reformas laicas en materia
educativa, a postergar la aplicación de sus leyes en
materia de cultos, y a centralizar en el presidente la
relación entre Estado e Iglesia.

Personajes
Plutarco Elías Calles. Presidente de México al inicio del
conflicto, y figura central en el período
posrevolucionario mexicano, pues se erigió como “Jefe
Máximo de la Revolución” y tiró de los hilos de los
gobiernos posteriores al suyo. Con la promulgación de
la Ley Calles desató definitivamente el conflicto
armado entre los Cristeros y el Estado.

Emilio Portes Gil. Electro presidente interino de México


(1928-1930) luego del fin del gobierno de Calles y del
asesinato de Álvaro Obregón, quien se había hecho
reelegir en medio de muchas tensiones políticas, fue
desde el principio partícipe y dirigente en las
negociaciones para restablecer la paz.h

Enrique Gorostieta Velarde. Militar de la Revolución


Mexicana contratado por la Liga Nacional para la
Defensa de la Libertad Religiosa (LNDR) para dirigir las
tropas cristeras, aprovechando sus desacuerdos con
Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Fue asesinado
en el marco de las negociaciones de paz del final del
conflicto, para que no constituyera un impedimento.
Personajes
Obispo José Mora y del Río. Obispo de la Ciudad de
México, fue junto con Pascual Díaz Barreto, obispo de
Tabasco, uno de los dirigentes del clero que más
presionó para lograr un acuerdo con el gobierno.

Leopoldo Ruiz y Flores. Uno de los obispos firmantes de


los acuerdos que pusieron fin a la Guerra Cristera, había
recibido en 1925 el título de Asistente al Solio Pontificio
de parte del Papa Pío XI. Luego del fin del conflicto fue
condenado al exilio, ya que el gobierno no respetó del
todo los términos del acuerdo.

Fin de la guerra cristera


La Guerra Cristera llegó a su fin en 1929, tras la llegada
al gobierno de Emilio Portes Gil en 1928, y el inicio de
una serie de negociaciones, bajo la fuerte influencia de
los EEUU y la Santa Sede.

Se acordó una amnistía general para todos los alzados


en armas, logrando que apenas 14.000 de los 50.000
combatientes depusieran sus armas, pero aún faltaba
para alcanzar la paz. El modelo de convivencia y
constante negociación pudo lentamente lograrla,
aunque facciones cristeras siguieron llevando a cabo
acciones violentas en gobiernos posteriores.

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