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Entonces…,
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Siendo así, el pasaje de Salmos 1:1-3 parece presentarnos una
maravillosa formula o receta para la verdadera riqueza. Quisiera,
entonces, elaborar junto a usted esta manera bíblica de bendición que
está contenida en este pasaje. Confío en que la misma se convierta
de alguna forma en la aventura de encontrar el tesoro escondido de la
verdadera bendición.
¿Por qué será que esto es lo primero que advierte este pasaje?
Porque, desafortunadamente, esta es la primera trampa en la que
muchos son atrapados. Tener ambiciones legítimas de progreso y
bienestar no es inadecuado, pero cuando esa ambición nos lleva a la
avaricia, definitivamente es peligroso. La avaricia es la ambición
desmedida de tener u obtener todo cuanto sea posible, en el menor
tiempo posible, y de la manera que sea posible.
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Una de las razones por las que el salmista advierte de este inmenso
peligro es porque quienes así hacen, quienes procuran los malos
consejos, a la postre no son bienaventurados, sino que serán
desventurados y desdichados. Muchos han sido los que, luego de
alcanzar fama y fortuna, han terminado en la más absoluta miseria, y
hasta en el suicidio, a causa del cargo de conciencia por sus malas
obras y porque, aun con todas sus riquezas, no alcanzaron la
verdadera felicidad. Por tal motivo es que, así como el pasaje
advierte a evitar los malos consejos, inmediatamente nos indica lo que
debemos hacer ante esta primera gran amenaza.
¿Cuál pudiera ser ese buen consejo que la Palabra de Dios nos
presenta? ¡La misma Palabra de Dios, por supuesto! En el pasaje se
nos presenta como “la ley de Jehová”. De acuerdo al pasaje, la
manera de procurar el buen consejo para vivir una vida plena y
bendecida radica en meditar y deleitarse en la Palabra de Dios.
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Otro caso parecido es el caso de Josué. En su caso, Josué fue
advertido por el mismo Dios a que no se apartara de la ley que Moisés
le mandó, para que fuera prosperado en todas las cosas que
emprendiera. (Josué 1:7). Evidentemente, si Josué conquistó la
Tierra Prometida, fue porque se sostuvo en la ley de Dios, y tal como
Dios le prometió, Él hizo prosperar su camino y todo le salió bien.
(Josué 1:8).
¿Cuál pudiera ser la razón para este favor de Dios en las vidas de José
y Josué? La misma Palabra de Dios nos ofrece la respuesta. En
Proverbios 7, Dios aconseja a sus hijos a que guarden sus razones y
atesoren sus mandamientos, para que:
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“No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los
que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y
como la hierba verde se secarán”. (RVR60).
Hay una cita anónima que me gusta mucho en ese sentido. Ella dice:
“He leído muchos libros, pero sólo la Biblia me lee a mí”. Los libros
pueden decirnos cómo muchos han hecho las cosas, pero solamente
la Biblia es la única que nos dice cómo realmente debemos hacerlas.
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- El grano de mostaza, la cual siendo la más pequeña de todas las
semillas, crece hasta ser la mayor de las hortalizas. (Mateo 13:31-
32).
- Los cinco panes y dos peces con los que Jesús alimentó a cinco mil
hombres, sin contar las mujeres y los niños, y sobraron doce
canastas llenas. (Mateo 14:15-21).
- El mismo Jesús, refiriéndose a sí mismo como el grano de trigo
que cae en la tierra y muere, pero lleva en sí mismo mucho fruto.
(Juan 12:24).
Este mismo pasaje de Salmos 1:1-3 especifica que todo lo que hace
aquel que se deleita en la ley de Dios, y medita en ella de día y de
noche, prosperará. Desde luego, el requisito para lograr que prospere
todo lo que hagamos es dedicar nuestra vida al deleite, meditación y
obediencia de lo que la Palabra de Dios nos aconseja. No obstante, el
mismo pasaje nos refiere una siguiente condición como principio de
bendición y prosperidad en todo lo que hagamos.
4. Ser generosos.
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De hecho, todo lo que hacen prospera precisamente porque son
generosos. Porque dan su fruto a su tiempo. Porque el fruto es para
compartirlo puntual y apropiadamente con quienes realmente
necesitan de nuestro fruto.
- La bendición del buen árbol no radica precisamente en el fruto que
produce, sino en estar plantado junto a las corrientes de agua de
bendición.
- La verdadera riqueza no reside en los frutos que se poseen, sino
en la bendición que representa para los demás los frutos que
producimos.
- En ese sentido, cuantas más bendiciones produzcan nuestros
frutos, y a cuantos más podamos bendecir, tanto más significativa
será dicha bendición.
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De alguna manera, esta es la causa por la que vemos tanta pobreza
en el mundo. Escuchamos decir que el pan del mundo está mal
repartido, sin embargo, si usted analiza bien ese dicho, el mismo
puede llegar a ser una manera de culpar a Dios por la pobreza del
mundo. Ciertamente es de parte de Dios de quien procede “toda
buena dádiva y todo don perfecto” , (Santiago 1:17), no obstante,
hemos sido nosotros quienes hemos hecho mal uso de toda la
bendición de Dios.
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“Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y
multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra
justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la
cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios” .
(RVR60).
Pablo afirma que es Dios quien da, tanto el pan como la semilla.
Ahora bien, observe cuidadosamente y notará que lo que Dios
multiplica no es el pan del que come, sino la sementera donde se
siembran las semillas. Dios multiplica los frutos para que quienes
reciban por gracia esos frutos puedan dar gracias a Dios por la
provisión que hizo a través de nosotros, y aun así, todavía tendremos
siempre todo lo que necesitamos y siempre tendremos pan para
comer. ¿No es esa, acaso, la definición de vida de bendición que
identificamos al principio? ¿No es acaso la verdadera riqueza no tener
necesidad de ninguna cosa?
Es por esto por lo que el salmista afirma una gran verdad, cuando
dice en el Salmo 34:10: “Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;
pero los que confían en Jehová no tendrán falta de ningún bien” .
(RVR60).
5. Confiar en Dios.
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- Porque hemos seguido el consejo de los malos.
- Porque nos desviamos en caminos de pecadores.
- Porque hemos negociado la fórmula de la verdadera riqueza y
bendición sentándonos con los escarnecedores en sus propias
sillas, siguiendo sus reglas, nos hemos apartado del consejo de
Dios y no hemos confiado en Él.
- Porque hemos pretendido abundar en aquello que solamente debe
ser suficiente, y no en las buenas obras.
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