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BENDECIDOS PARA BENDECIR

Principios para una vida bendecida en Dios.


Tomado del libro La Teolosis y las Relaciones Humanas.
Lectura: Salmos 1:1-3

Muchos consideran a una persona bendecida como aquella que tiene


muchos bienes materiales, o a quien goza de perfecta salud, o a
alguien que es mundialmente famoso. Sin embargo, Jesús nos indica
en Lucas 12:15 que “la vida del hombre no consiste en la abundancia
de los bienes que posee” , y luego señala en Lucas 12:23 que “la vida
es más que la comida, y el cuerpo que el vestido” , lo que significa que
la vida no es más o menos valiosa por lo que tenemos en ella, sino
porque simplemente la tenemos.

Entonces…,

- No es lo mismo “las riquezas en la vida” que “la riqueza de la


vida”.
- No es lo mismo “los bienes que se pueden poseer en la vida” que
“lo bien que se puede vivir con lo que se posee”.
- No somos ricos por todo aquello de lo que podemos presumir, sino
por todo aquello de lo que no tenemos necesidad.

No obstante, el ser humano siempre ha querido tener la manera de


no padecer necesidades materiales. Siempre ha querido tener la
indiscutible fórmula del éxito. Siempre ha querido ser rico
materialmente. En ese sentido, las palabras de Jesús pueden sonar a
muchos como palabras de consolación por vivir en escasez, en lugar
de estímulo para salir de ella. Suenan como una invitación a
resignarse ante lo que pudiera entenderse como un destino inevitable
de miseria y necesidad. Suenan como palabras de condolencia para
aquellos que son, o que siempre serán, “desafortunadamente pobres”.

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Siendo así, el pasaje de Salmos 1:1-3 parece presentarnos una
maravillosa formula o receta para la verdadera riqueza. Quisiera,
entonces, elaborar junto a usted esta manera bíblica de bendición que
está contenida en este pasaje. Confío en que la misma se convierta
de alguna forma en la aventura de encontrar el tesoro escondido de la
verdadera bendición.

1. Evitar los malos consejos.

¿Por qué será que esto es lo primero que advierte este pasaje?
Porque, desafortunadamente, esta es la primera trampa en la que
muchos son atrapados. Tener ambiciones legítimas de progreso y
bienestar no es inadecuado, pero cuando esa ambición nos lleva a la
avaricia, definitivamente es peligroso. La avaricia es la ambición
desmedida de tener u obtener todo cuanto sea posible, en el menor
tiempo posible, y de la manera que sea posible.

- La avaricia se presenta en nuestro mapa del tesoro como un atajo


peligroso.
- Se presenta como una ruta alterna, como un desvío tenebroso,
forzado y contrario a lo que establece el mapa.
- Se presenta, como dice el pasaje, como “el camino de los
pecadores”.

Es precisamente este “camino de pecadores” el que conduce a


“sentarse en silla de escarnecedores”. La avaricia conduce al hombre
a sentarse a negociar las buenas costumbres por métodos ilícitos para
obtener riquezas mal habidas. La avaricia nos conduce
inevitablemente a sentarnos con hombres inescrupulosos, con los que
maquinan el camino fácil, con aquellos que procuran desposeer a los
que tienen algo, utilizando a aquellos incautos que no tienen nada y
caen en sus redes, para luego también quitarles a estos últimos lo que
obtengan.

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Una de las razones por las que el salmista advierte de este inmenso
peligro es porque quienes así hacen, quienes procuran los malos
consejos, a la postre no son bienaventurados, sino que serán
desventurados y desdichados. Muchos han sido los que, luego de
alcanzar fama y fortuna, han terminado en la más absoluta miseria, y
hasta en el suicidio, a causa del cargo de conciencia por sus malas
obras y porque, aun con todas sus riquezas, no alcanzaron la
verdadera felicidad. Por tal motivo es que, así como el pasaje
advierte a evitar los malos consejos, inmediatamente nos indica lo que
debemos hacer ante esta primera gran amenaza.

2. Procurar el buen consejo.

¿Cuál pudiera ser ese buen consejo que la Palabra de Dios nos
presenta? ¡La misma Palabra de Dios, por supuesto! En el pasaje se
nos presenta como “la ley de Jehová”. De acuerdo al pasaje, la
manera de procurar el buen consejo para vivir una vida plena y
bendecida radica en meditar y deleitarse en la Palabra de Dios.

La misma Escritura nos confirma esta realidad en el ejemplo de vida


de dos extraordinarios hombres. Ambos hombres fueron
inmensamente bendecidos, y en adición, alcanzaron el favor de Dios
por su obediencia al buen consejo que procuraron de la ley de Dios,
Su Palabra.

El primero de ellos fue José. A pesar de que la historia de José no


sería en la que tal vez pensaríamos para considerar una vida
bendecida, Génesis 39:2 nos indica que “todo lo que él hacía, Jehová
lo hacía prosperar en su mano”. (RVR60). Tanto en la casa de
Potifar, como en la prisión a la que fue enviado injustamente, la
Escritura menciona que “Jehová estaba con José, y lo que él hacía,
Jehová lo prosperaba”. (Génesis 39:23).

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Otro caso parecido es el caso de Josué. En su caso, Josué fue
advertido por el mismo Dios a que no se apartara de la ley que Moisés
le mandó, para que fuera prosperado en todas las cosas que
emprendiera. (Josué 1:7). Evidentemente, si Josué conquistó la
Tierra Prometida, fue porque se sostuvo en la ley de Dios, y tal como
Dios le prometió, Él hizo prosperar su camino y todo le salió bien.
(Josué 1:8).

¿Cuál pudiera ser la razón para este favor de Dios en las vidas de José
y Josué? La misma Palabra de Dios nos ofrece la respuesta. En
Proverbios 7, Dios aconseja a sus hijos a que guarden sus razones y
atesoren sus mandamientos, para que:

- No sean faltos de entendimiento. (v.7).


- Para que no sean presa fácil de la mujer con atavío de ramera y
astuta de corazón. (v.10).
- Para que no sean rendidos con la suavidad de sus palabras y la
zalamería de sus labios. (v.21).
- Para evitar que sean llevados como el buey al degolladero, como
el necio a las prisiones para ser castigado, y como el ave que se
apresura a la red. (vv.22-23).

Note cómo Proverbios 7 advierte el mismo resultado que el Salmo 1 a


aquellos que procuran en su vida el consejo de los malos, que se
desvían por caminos de pecadores y que se sientan en silla de
escarnecedores: Ser atrapados en una vida de desdicha y desventura.

El impío podrá prosperar en sus malos caminos, podrá obtener


ganancias materiales mediante métodos ilegítimos, pero el mismo
Salmos 1:4 señala que los malos “son como el tamo que arrebata el
viento”, y el v.6 enfatiza en que “la senda de los malos perecerá”.

El salmista también añade en Salmos 37:1-2 lo siguiente:

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“No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los
que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y
como la hierba verde se secarán”. (RVR60).

La Palabra de Dios, o “la sabiduría de Dios”, como la llama el sabio


Salomón, es motivo de bienaventuranza y dicha, “porque su ganancia
es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro
fino”. (Proverbios 3:13-14). A esto añade Salomón en Proverbios 4:7
que, sobre todas las posesiones, procuremos sabiduría e inteligencia,
y en Proverbios 8:11 afirma que “mejor es la sabiduría que las piedras
preciosas, y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con
ella”.

Desde luego, la sabiduría a la que alude la Escritura no se encuentra


en el consejo de los malos, ni en caminos de pecadores ni en silla de
escarnecedores, sino en ella misma. En la ley de Dios. En el buen
consejo de la ley de Jehová. En la Palabra de Dios.

Hay una cita anónima que me gusta mucho en ese sentido. Ella dice:
“He leído muchos libros, pero sólo la Biblia me lee a mí”. Los libros
pueden decirnos cómo muchos han hecho las cosas, pero solamente
la Biblia es la única que nos dice cómo realmente debemos hacerlas.

Ahora bien, hay dos principios adicionales muy importantes y


especiales que se derivan de este pasaje de Salmos 1:1-3. El pasaje
hace referencia a un árbol plantado, lo que sugiere que nuestro
próximo principio tiene que ver con la Ley de la Siembra y la Siega.

3. Si quieres que Dios bendiga todo en tu vida, debes darle


a Dios toda tu vida.

En ese sentido, Jesús fue un experto en la demostración de este


principio:

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- El grano de mostaza, la cual siendo la más pequeña de todas las
semillas, crece hasta ser la mayor de las hortalizas. (Mateo 13:31-
32).
- Los cinco panes y dos peces con los que Jesús alimentó a cinco mil
hombres, sin contar las mujeres y los niños, y sobraron doce
canastas llenas. (Mateo 14:15-21).
- El mismo Jesús, refiriéndose a sí mismo como el grano de trigo
que cae en la tierra y muere, pero lleva en sí mismo mucho fruto.
(Juan 12:24).

Este mismo pasaje de Salmos 1:1-3 especifica que todo lo que hace
aquel que se deleita en la ley de Dios, y medita en ella de día y de
noche, prosperará. Desde luego, el requisito para lograr que prospere
todo lo que hagamos es dedicar nuestra vida al deleite, meditación y
obediencia de lo que la Palabra de Dios nos aconseja. No obstante, el
mismo pasaje nos refiere una siguiente condición como principio de
bendición y prosperidad en todo lo que hagamos.

4. Ser generosos.

Usted me dirá: ¿Dónde dice en este pasaje que seamos generosos?


¿No será mejor que cada cual procure su propia fórmula, y así todos
seremos inmensamente felices, ricos y dichosos? ¿Por qué compartir,
cuando cada cual debería esforzarse y hacer lo mismo? ¿No dicen por
ahí que “el que da lo que tiene, a pedir se atiene”? ¿Será que ser
generosos nos puede colocar en una posición vulnerable? Sucede que
el pasaje contiene esta consideración de ser generosos para los que
realmente quieren ser bendecidos bienaventuradamente. El v.3 indica
que quienes son tan extraordinariamente bendecidos son como árbol
plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo,
que su hoja no cae y que todo lo que hacen prospera.

Esto significa, en primer lugar, que no existe una posición de debilidad


o riesgo para aquellos que son generosos.

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De hecho, todo lo que hacen prospera precisamente porque son
generosos. Porque dan su fruto a su tiempo. Porque el fruto es para
compartirlo puntual y apropiadamente con quienes realmente
necesitan de nuestro fruto.
- La bendición del buen árbol no radica precisamente en el fruto que
produce, sino en estar plantado junto a las corrientes de agua de
bendición.
- La verdadera riqueza no reside en los frutos que se poseen, sino
en la bendición que representa para los demás los frutos que
producimos.
- En ese sentido, cuantas más bendiciones produzcan nuestros
frutos, y a cuantos más podamos bendecir, tanto más significativa
será dicha bendición.

Observe que, por más frutos que produzca un árbol, no disfruta ni


uno solo de ellos. Lo disfrutan aquellos que están bajo su sombra. Es
por eso por lo que ser bendecidos bienaventuradamente no depende
de cuánto fruto podamos acumular para nosotros mismos, o por una
consideración particular nuestra de lo que es la verdadera riqueza, y
mucho menos por el consejo de los malos. Cobra mayor sentido
cuando son los demás quienes reconocen y admiten que somos
bendecidos por Dios, cuando el fruto de bendición que ellos mismos
reciben lo reciben de parte de Dios a través de nuestras manos.

La bendición de José no radicaba en la prosperidad de lo que hacía,


sino en cómo esa prosperidad bendijo la casa de Potifar, el trabajo de
la cárcel, y eventualmente a toda la nación como gobernador de
Egipto. La bendición de Josué, por su parte, no se fundamentaba en
la manera que él fuera bendecido con lo que hacía, sino en cómo lo
que hacía representaba el cumplimiento de la promesa de bendición
de Dios para todo el pueblo. Josué no conquistó la Tierra Prometida
para él. La conquistó para Israel.

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De alguna manera, esta es la causa por la que vemos tanta pobreza
en el mundo. Escuchamos decir que el pan del mundo está mal
repartido, sin embargo, si usted analiza bien ese dicho, el mismo
puede llegar a ser una manera de culpar a Dios por la pobreza del
mundo. Ciertamente es de parte de Dios de quien procede “toda
buena dádiva y todo don perfecto” , (Santiago 1:17), no obstante,
hemos sido nosotros quienes hemos hecho mal uso de toda la
bendición de Dios.

- Hemos sido malos administradores de su gracia.


- Hemos sido pésimos distribuidores del pan.
- El pan del mundo, entonces, no está mal repartido. Realmente
está mal almacenado.

Los que hemos sido bendecidos hemos cerrado las puertas de


bendición para otros. En lugar de compartir los frutos, hemos
pretendido que permanezcan colgando en nuestras ramas por
siempre. Realmente, lo que esto significa es que no hemos dado
nuestro fruto a su tiempo.

Dar nuestro fruto a su tiempo es darlo precisamente en el tiempo en


el que el mundo lo necesita. Mientras retenemos nuestro fruto, el
tiempo pasa, y el mundo se muere de hambre. Desde esa
perspectiva, es importante observar lo que el Apóstol Pablo nos
ensena en 2 Corintios 9:6-11, cuando dice:

“El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que


siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno
dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad,
porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que
abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en
todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;
como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece
para siempre”.

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“Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y
multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra
justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la
cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios” .
(RVR60).

Pablo afirma que es Dios quien da, tanto el pan como la semilla.
Ahora bien, observe cuidadosamente y notará que lo que Dios
multiplica no es el pan del que come, sino la sementera donde se
siembran las semillas. Dios multiplica los frutos para que quienes
reciban por gracia esos frutos puedan dar gracias a Dios por la
provisión que hizo a través de nosotros, y aun así, todavía tendremos
siempre todo lo que necesitamos y siempre tendremos pan para
comer. ¿No es esa, acaso, la definición de vida de bendición que
identificamos al principio? ¿No es acaso la verdadera riqueza no tener
necesidad de ninguna cosa?

Es por esto por lo que el salmista afirma una gran verdad, cuando
dice en el Salmo 34:10: “Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;
pero los que confían en Jehová no tendrán falta de ningún bien” .
(RVR60).

A la verdad que nos conduce este pasaje es a nuestro último principio


de la fórmula.

5. Confiar en Dios.

De alguna forma, el gran problema de la verdadera pobreza ha sido


que hemos querido acumular el pan, como quien no confía en la
provisión de Dios, y el pan no ha llegado a quienes lo han necesitado.
El pan se ha dañado en los almacenes. Se ha podrido en nuestras
propias ramas. Todo esto, porque no hemos dado nuestro fruto a su
tiempo.

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- Porque hemos seguido el consejo de los malos.
- Porque nos desviamos en caminos de pecadores.
- Porque hemos negociado la fórmula de la verdadera riqueza y
bendición sentándonos con los escarnecedores en sus propias
sillas, siguiendo sus reglas, nos hemos apartado del consejo de
Dios y no hemos confiado en Él.
- Porque hemos pretendido abundar en aquello que solamente debe
ser suficiente, y no en las buenas obras.

Dios realmente prospera lo que hacemos, no lo que guardamos de lo


que hacemos. Dios multiplica la semilla que sembramos, no el pan
que comemos. La bendición para nuestra vida radica en estar
sembrados en las corrientes de agua que fluyen de la Palabra de Dios.
El fruto de todo esto es realmente para que quienes disfruten del
fruto den gracias a Dios, y Dios sea glorificado en todo y por todos, es
decir, tanto por aquellos que somos bendecidos por Dios para
abundar en buenas obras, como por aquellos que somos bendecidos
por Dios mediante las buenas obras de los primeros.

En ese sentido, no escuchemos el consejo de los malos, quienes


pretenden acumular para ellos el fruto que debe ser dado en su
tiempo. Procuremos mejor el consejo de la Palabra de Dios.
Depositemos nuestra semilla en sus manos. Confiemos en Él. Dios
habrá de prosperarnos para nuestro sustento, no tendremos
necesidad de ninguna cosa, tendremos nuestro sustento asegurado
por su gracia, y habrá frutos para todos los que tengamos a nuestro
alcance.

Seremos, entonces, como dice el Salmo 1:1, realmente


bienaventurados y bendecidos. Seremos bendecidos
bienaventuradamente. Seremos bendecidos para bendecir…

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