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12 maneras en las que puedes pastorear a tu pastor

11 SEPTIEMBRE, 2015 | David Barceló

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MINISTERIO

El ministerio pastoral está lleno de retos. En su peregrinaje hacia el cielo, cada pastor debe velar
por su corazón y por el de todos aquellos que el Señor ha puesto bajo su cuidado: su esposa, sus
hijos, su iglesia. La labor del pastor puede llegar a ser compleja y demandante… reuniones,
consejerías, eventos, retiros, conflictos matrimoniales, finanzas, bodas, entierros, sermones… Ha
de proteger al rebaño cuando rondan lobos disfrazados de oveja. Debe lidiar con cabras que
desvían a los corderos hacia al acantilado. Muchos pastores ven cómo sus fuerzas se desgastan. Su
tiempo de oración se ve mermado. Su esfuerzo en el estudio se debilita. Se apaga la ilusión, y aún
las más pequeñas cosas terminan convirtiéndose en una pesada carga. Hay quienes se arrastran
durante años soportando un ministerio seco… mientras otros abandonan por el camino… y
entonces es cuando la iglesia se pregunta “¿Qué ha pasado? ¿Qué podríamos haber hecho por
nuestro pastor?”.

Aunque en el ministerio, lo ideal es la pluralidad pastoral, lamentablemente muchos siervos del


Señor están muy solos. Entonces, más que nunca, hemos de recordar el llamado de “cuidarnos los
unos a los otros” expresado de tantas formas en la Palabra de Dios (cp. 1 Tes. 5:11; Santiago
5:16; 1 Pedro 1:22; Hebreos 3:13 y 10:24…).

Querido hermano, huye del “consumismo evangélico” que te empuja a “usar” la iglesia y la
atención de sus líderes. Si eres cristiano, tú no “vas” a la iglesia. Tú “eres” iglesia, y si el día de
mañana Dios te pregunta por el bienestar de tu hermano –el pastor incluido- nunca podrás
responder como Caín respondió: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Génesis 4:9). Más bien
pregúntate, ¿de qué manera puedes amar a tu pastor y cuidar de él? ¿Cómo puedo pastorear a mi
pastor?

Como pastor, e hijo de pastor, quisiera compartir algunas áreas que he observado y en las que
podemos cuidar de aquellos que cuidan a otros. Por favor, que quede claro que nada de todo esto
lo escribo como indirecta para los miembros de mi propia iglesia (¡aunque harán bien en leer estas
líneas!). Me mueve a escribir este artículo mi profunda preocupación por muchos pastores que
están solos y abatidos, y la tristeza que siento cada vez que oigo que un predicador ha dejado su
púlpito y su rebaño.

Veamos 12 consejos muy prácticos:


(1) Ora por él y por su familia. El diablo está muy interesado en derribar a los que están en lugares
de liderazgo. Sabe que si ellos caen, puede hacer caer a muchos otros que tenían sus ojos puestos
sobre ellos. Ora por tu pastor. Ora con tenacidad. Ora por su matrimonio. Ora por sus hijos. Ora
por su vida de oración. Ora por que el Señor le fortalezca y avive. Ora por que tu pastor no caiga
en desánimo ni pierda la ilusión. Ora por que el Señor le guarde de todo mal.

(2) Ama a tu pastor y a su esposa. Ámale, con un amor práctico. Ama a tu pastor de palabra,
expresando tu afecto y cuidado. Pero también ámale con gestos y acciones concretas (1
Tesalonicenses 5:12-13). Que se sienta querido levantará su ánimo y le hará sentir parte del
cuerpo de Cristo. Es el pastor, pero también es un hermano, y necesita del cariño y afecto de su
familia espiritual. El rol del pastor es difícil, porque ha de ayudar a mucha gente, pero más difícil
aún es el rol de aquella que ayuda al que ayuda. Si tienes oportunidad de cuidar de la esposa del
pastor, hazlo; con tus palabras de ánimo, con tus oraciones, con tu servicio. A veces su marido
llega tan agotado a casa, que ella tiene el difícil reto de levantar su espíritu. La esposa de un siervo
del Señor necesita mucho de tus palabras de aliento.

(3) Vela por sus necesidades materiales. Hay pastores que prefieren ganar su sustento por otros
medios (1 Tesalonicenses 2:9), y hay quienes no pueden ser sostenidos por la iglesia local. Sin
embargo, vemos claramente en la Palabra que el obrero es digno de su salario (1 Timoteo 5:17-
18). Es cierto –tristemente– que hay líderes religiosos que oprimen al rebaño para vivir con
opulencia, y también es cierto que hay iglesias que pretenden que el pastor viva de las migajas que
caen de la mesa. Ni una cosa ni la otra. La iglesia tiene la responsabilidad de sostener de una
forma digna a su pastor y su familia, según sus necesidades y según la capacidad de la iglesia.

(4) Obedécele servicialmente. A veces es fácil obedecer, cuando entendemos el porqué se nos
pide algo. Otras veces no es tan fácil, porque no lo entendemos, o no estamos de acuerdo. Confía
en que tu pastor busca el bien del rebaño, sírvele con confianza. Dice la Palabra “Obedeced a
vuestros pastores… porque ellos velan por vuestras almas… para que lo hagan con alegría, y no
quejándose…” (Hebreos 13:17). Si hay en nosotros rebeldía, o insumisión, esto “no os es
provechoso”. Será en detrimento del bien de toda la congregación y una fuerte traba en su
ministerio.

(5) Protégele. No es un superhombre. Es humano. De carne y hueso. Está sujeto a las mismas
tentaciones y amenazas que cualquiera de nosotros. ¿Qué peligros has visto rondando cerca de él?
Tal vez su cansancio es demasiado grande… o su doctrina hace aguas… o un nuevo lobo ronda las
ovejas… o un falso maestro siembra cizaña… o una mujer muy perfumada se le acerca
peligrosamente… o todo eso a la vez… ¡Protégele! Habla con él, con su esposa, o con los demás
pastores según sea el caso, pero no le dejes a su suerte (Hechos 20:28-31).

(6) Infórmale. Hay hombres a los que Dios realmente ha capacitado de una forma prodigiosa para
el ministerio pastoral, pero aún así, ¡no tienen el don de la omnisciencia! El pastor no puede saber
si un hermano está en casa enfermo, o de viaje, o abatido, o pasando una crisis familiar… pero se
le puede tener informado. La tecnología de hoy día nos permite comunicarnos con suma facilidad.
Tan solo un mensaje le permitirá saber al pastor cómo estás, cómo puede orar por ti, y cómo
puede ayudarte mejor. Recuerda, que él debe dar cuentas a Dios por tu alma (Hebreos 13:17).

(7) Confía en aquellos en los que él confía. Los pastores de la iglesia tienen el reto de delegar
ciertas tareas y funciones en otros hermanos: los diáconos, los líderes de jóvenes, los maestros, los
líderes de ministerios… Es necesario aplicar el principio que Jetro dio a Moisés para que el pastor
no se agote (Éxodo 18). Si el pastor ha puesto su confianza en alguien para cierta función, confía tú
también en esa persona. Todos los asuntos no pueden llegar al pastor, y menos en una iglesia
numerosa. Así qué, antes de pedirle o preguntarle algo al pastor, pregúntate a ti mismo: ¿Han
delegado los pastores o los diáconos este asunto en alguien? Y si es así, confía en aquellos en los
que el pastor confía.

(8) Recuérdale lo hermoso que es el pastorado. En el ministerio uno trata diariamente con
dificultades de todo tipo, y el pastor fácilmente puede pensar que todo son solo problemas. Es
demasiado fácil olvidar que el ministerio pastoral es un gozo y un honor. Recuérdale que Dios le ha
llamado a la labor más preciosa de todas: anunciar todo el consejo de Dios, alcanzar a los perdidos
con las Buenas Nuevas, y edificar a los creyentes con la Palabra. Recuérdale que sus esfuerzos
tienen implicaciones eternas. Recuérdale que su vida y su labor están siendo usadas por Dios para
seguir edificando su Iglesia.

(9) Explícale los frutos de su ministerio. Cuando el sembrador ve crecer el trigo, y ve cómo se dora
al sol, tiene mucha satisfacción. Pero el fruto espiritual es invisible. Si en tu corazón hay gozo, o
paz, o templanza, no se puede ver. Comparte con tu pastor lo que Dios está haciendo en tu vida a
través de su ministerio. Tal como lo expresa el apóstol Pablo, “el que es enseñado en la Palabra,
haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye” (Gálatas 6:6). El fruto espiritual en tu vida es
una muestra de que el Señor está usando a tus pastores como instrumentos para tu edificación.

(10) Sé su amigo. La soledad del pastor puede llegar a ser muy profunda si solo habla con otros
para tratar problemas. Acércate a él para explicarle otras cosas. Como harías con un amigo.
Pregúntale cómo está. No es nada fácil. Lo sé. Es difícil ser amigo de alguien sin tiempo para la vida
social. Exprésale tu cariño y amistad aunque no seas correspondido. Permítele que te diga
que no cuando le quieras invitar a algo. No supongas que “no va a poder porque está siempre
ocupado”. No supongas que su esposa no podrá, o que sus hijos no podrán. Toma la iniciativa, y
permítele que te diga que no puede, aunque te lo diga muchas veces… En algún momento dirá que
sí, y tendrá mucho gozo.

(11) Predica el Evangelio a sus hijos. Sí, has oído bien. A veces el pastor puede descuidar a los
discípulos que tiene más cerca, y tristemente son muchos los hijos de pastores que se van al
mundo. Otras veces el problema no es la negligencia, sino la familiaridad. Sin duda creemos que
Dios es soberano en la salvación, pero humanamente hablando, ¿no será que sus hijos ya le tienen
muy oído? El domingo escuchan desde el púlpito la misma voz que en casa les dice que han de
hacer los deberes o arreglar su habitación. El domingo escuchan hablar de gozo y paz al mismo
hombre que a veces ven en casa luchando con el desánimo y la ansiedad. Si el pastor les recuerda
el evangelio a los tuyos, recuerda tú recordarles el evangelio a los suyos. Evangeliza a los hijos del
pastor.

(12) Ayúdale a descansar. Después de lo intenso que es el domingo, el lunes es el momento de


intentar reponer fuerzas lo antes posible. Ayuda a tu pastor a reservar el lunes para descansar. Si
no es un tema de vida o muerte, no le llames un lunes. Ni le escribas tampoco. Ayúdale a proteger
su tiempo de descanso, sus vacaciones, su tiempo familiar… En el ministerio el pastor gestiona su
propia agenda y sus propias fuerzas, y es fácil caer en los dos extremos: la dejadez, o el activismo.
Dile que es humano y que sus fuerzas son pocas. Ayúdale a huir del síndrome de “pequeño
mesías” recordándole que Dios no depende de él para llevar a cabo sus planes.

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