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“Creo que llegó el tiempo ya”.

Comienzo este escrito con estas palabras porque sé que es algo que está
saliendo del propio corazón de Dios. Llegó el tiempo del fin de este estado
de cosas caóticas en que se encuentra envuelto este mundo.

Durante más de 2000 años la Iglesia ha estado viviendo y pasando como lo


muestra la escritura, los tiempos de los atrios y el lugar santo, para entrar
ahora en el lugar Santísimo, pero en forma de experiencia y no solamente
como una promesa o teológicamente, de lo cual hablaremos luego. Pero
está determinado como dijo el profeta: “Hoy y mañana sano enfermos y
hecho fuera demonios pero al tercer día acabo mi obra”. Para Dios un día
es como mil años y mil años como un día, y sabemos que han pasado 2
días de Dios (2000 AÑOS DEL HOMBRE), y entramos al tercer día donde
promete acabar su obra.

Pero ¿qué es acabar su obra? Existen muchos símiles y parábolas a través


de toda la biblia que anuncia y confirma lo que estamos diciendo. Por
ejemplo Jesús dijo: “Derribad este templo y en tres días lo levantaré; el
templo de Moisés constaba de tres partes: los atrios, lugar santo y lugar
santísimo; las tres fiestas de Israel: Pascua, Pentecostés y tabernáculo. El
hombre fue creado por Dios en cuerpo, alma y espíritu; así existen muchas
comparaciones que nos indican que en estos dos mil años (desde que
Jesús vino, murió y resucitó por nosotros), se ha cumplido las dos primeras
etapas que representa cada una de estas escrituras en los tiempos del
Señor.

Cuando Jesús resucitó al tercer día no solo estaba venciendo a la muerte,


al diablo y pagando el precio de nuestra redención, también estaba
profetizando que el día tercero significaba un tiempo de resurrección para
su pueblo, su Iglesia, su cuerpo. Ese día de resurrección ya no es la vida del
hombre como un niño, que sólo vive para pedirle al padre (Dios) todo lo
que necesita, quiere o le parece correcto; no es la del joven que trata de
pelear, vencer y hacer mucho para Dios porque la palabra y el Espíritu le
han hecho fuerte (1 Juan 2). Este es el día de la “plenitud de aquel que
todo lo llena en todo”, quiere decir que no es solo el Salvador; no es solo
el consolador y ayudador; ahora es nuestro Señor y Rey.
Pero ¿Qué significa esto? Pues, que tanto individual como corporalmente
debemos entrar en una nueva dimensión de vida, donde ya no nos
deleitamos únicamente en ver las oraciones respondidas con ver la
manifestación del Espíritu sanando y liberando, sino que ahora el mismo
Señor Jesucristo será el que haga su obra a través de nosotros, sin
importar nuestros deseos egoístas o nuestra presuntuosa y egocéntrica
manera de pensar, o la orgullosa creencia que somos especiales porque
tenemos un nombramiento eclesiástico. Algunos dirán pero eso mismo he
estado haciendo, pero lo cierto es que hemos creído estar haciendo la
voluntad de Dios, cuando era en realidad lo que deseamos nosotros
mismos teniendo como apoyo las doctrinas de la Iglesia donde me
congrego.

Aquí ya no es “Dios por nosotros; ni Dios con nosotros; aquí es DIOS EN


NOSOTROS”. No será más al que buscamos para que nos conceda todo lo
que necesitamos, ahora es el que poseerá totalmente nuestras vidas para
usarla conforme a su propósito y voluntad.

Ahora bien este deseo y propósito del Señor es para todos los llamados a
ser parte de su ekklesia, pero en realidad no serán todos, los que lleguen
a participar, puesto que es solo para los que estén dispuestos a morir para
que El viva; a negarse a sí mismo; a renunciar completamente a la vida
carnal; a aborrecer al mundo (como sistema o forma de vida),a luchar
hasta la sangre contra el pecado; a una vida continua de arrepentimiento,
que es más que solo vergüenza, dolor o tristeza por haber pecado, es un
cambio de rumbo, de dirección; de darle la espalda definitivamente al
pecado y mirar a Dios y sus caminos; es entregar completamente las
cargas de compromisos, responsabilidades y esfuerzos humanos para
tomar el yugo del Señor y su carga; es dejar de hacer muchas cosas que
son buenas, para empezar a hacer la voluntad de Dios; es tener el valor de
abandonar la vida religiosa que durante tanto años hemos venido viviendo
(pensando que este es el deseo de Dios), para tener la vida en el Espíritu;
es dejar de buscar la magia de la palabra para recibir la palabra de su
poder; es tomar la absoluta decisión de no buscar nuestra propia vida para
buscar la vida de Cristo en nosotros; es aprender verdaderamente a
conocer y vivir en El, conforme a la revelación del Espíritu y la palabra de
vida en nosotros.

El caos actual no es solamente en el mundo, también es en la Iglesia,


porque esta ha sido desviada del propósito original del Señor de llevarnos
a la unidad con el padre y con el hijo; de alcanzar una comunión perfecta
con la triunidad de Dios; de ser conformados plenamente a la semejanza
del hijo de Dios, Jesucristo, para ahora ser remplazado por la estructura
eclesiástica y ministerial; por la búsqueda del cumplimiento de la ley de
Dios, de los mandamientos y ordenanzas del Señor que están en la biblia,
pero sin la dirección y el poder del Espíritu Santo operando en nosotros.
Más bien como imposiciones de líderes que se arrogan la condición de ser
“la voz de Dios”.

El no estar oyendo claramente al Señor es una de las causas más grandes


de este estado caótico, desordenado y confuso en que está viviendo la
humanidad, así como la Iglesia estructural y organizada, pero que no es
un organismo vivo.

Muchos están tratando de oír o escuchar a Dios a través de los profetas,


del pastor, del predicador ungido, etc. Como el pueblo de Israel que no
quería oír a Dios directamente y le dijeron a Moisés anda tú y habla con Él
y lo que te diga haremos para que no muramos. No entienden que
nuestro hacedor quiere HOY, que podamos escucharlo a Él, pero no con
nuestros sentidos naturales, sino con los del espíritu.

En el libro a los Hebreos nos dice la palabra que hoy nos está hablando por
el HIJO. Es decir nos está advirtiendo que no busquemos intermediarios
para escucharlo, es que lo busquemos a Él, a Cristo. No sé porque hemos
perdido la fe de creer que podemos comunicarnos con El Señor como lo
hacía Adán antes de la caída; como Abraham que recibió las promesas;
como Noé que recibió el diseño de manera perfecta para construir el arca;
como Enoc que caminó con Dios; como Moisés que hablaba cara a cara
con el Señor; como Jesús que dijo: “Que solo hacía lo que veía hacer al
padre y hablaba lo que oía hablar al padre”; de Pedro, Pablo, Juan, Lutero,
Wesley, Finney, Katherine kullman, etc. Y tantos hombres y mujeres que
alcanzaron este privilegio y deseo de Dios.
¿Por qué no podemos lograr esto hoy?, pues porque el velo de la carne,
de la religión, del pecado se ha levantado como una pared divisoria para
que Cristo no sea todo lo real que debe ser en nuestra relación con El.
Muchos lamentablemente piensan que “haber recibido A Cristo en el
corazón hace que automáticamente tengamos una relación profunda con
Él”, es un craso error, la salvación es gratuita, la comunión cuesta y hay
que pagar un precio.

Es necesario decirlo pero este tiempo del fin, comienza con el juicio como
está descrito en Apocalipsis, pero este juicio está comenzando por casa y
recordemos que la casa o templo de Dios somos nosotros, todos los que
por la gracia y misericordia del Señor hemos recibido el don de la
Salvación, gracias a la maravillosa obra redentora de Jesús, al venir
hacerse hombre, tomar forma de siervo y ser obediente hasta la muerte y
muerte de cruz. Este juicio tiene dos fines, uno para condenación y otro
para corrección y disciplina. Debemos apercibirnos tomando la actitud
correcta desde nuestro corazón para que cuando venga el juicio no
seamos avergonzados y castigados severamente. Pero el juicio viene para
destruir las obras de la carne en nosotros. Los tratos, las pruebas, las
tribulaciones son el común denominador de este juicio. Pero creo que los
que voluntariamente ahora nos entreguemos al Señor; sin resistirse, sin
razonar con nuestros conocimientos, doctrinas y teologías conocidas, para
dar paso a la voz del Señor hablando desde su corazón y por medio de su
Espíritu; teniendo el valor de desprendernos de todos aquellos beneficios
o bendiciones recibidas materialmente o espiritualmente, pero que ahora
son un estorbo para el cumplimiento del deseo de Dios; siendo capaz de
abandonar los placeres de la prosperidad, la popularidad, la fama y la
honra que los hombres han estado dándonos, para dar paso a la
clandestinidad y anonimato si es necesario; con tal que ahora solo se
hable, se vea, se piense, se alabe, se agradezca, se adore, se busque
solamente a Cristo, sin que podamos hacerle competencia en la búsqueda
de honra para nosotros. Los que podamos comprender que nuestro
tiempo mejor usado es el que pasemos en la búsqueda de su presencia,
los que se deleiten tanto con su compañía que no haya otra prioridad en
su vida. Los que hemos comprendido que solo la amistad íntima con el
Espíritu Santo, que se obtiene por usar mucho tiempo en diálogos
personales, y llenos de gozo al hacerlo, es el medio para lograrlo.

Los que son capaces de tal actitud desde el corazón, pienso no tendrán
que vivir esta experiencia de juicio atribulado porque el Señor lo protegerá
como lo hizo con su pueblo en Egipto cuando el Ángel de la muerte mató a
los primogénitos de Egipto, por la obediencia de quienes colocaron la
sangre del cordero en los dinteles de las puertas y ventanas (que
representa hoy la sangre de Cristo) impidió que fueran destruidos, pero
estoy seguro que si alguno aun siendo del pueblo de Israel no hubiese
obedecido colocando la sangre del cordero como mandó el Señor hubiese
sufrido la muerte del primogénito. “No caigamos pues como dice el Señor
en tal ejemplo de desobediencia, porque el que nos advierte y amonesta
lo hace desde el cielo”.

Este escrito es un llamado a la conciencia y el corazón de quienes anhelan


la verdad y la vida divina del Señor; para aquellos que están insatisfechos
con lo que están viendo, lo que están escuchando, lo que están sintiendo,
que no está acorde con lo que la palabra y el Espíritu de Cristo les dice.

Es una voz de trompeta que está sonando porque también el tercer día es
el día de la fiesta de los tabernáculos, donde se está tocando esta
trompeta para llamar al pueblo del Señor a salir de Babilonia, que es el
estado de confusión a que está siendo sometido su pueblo. Por líderes
inescrupulosos que engañan y saquean al pueblo de Dios haciéndoles
confundir el temor a Dios con el temor “a los ministerios”; pero también
por el engaño, ignorancia o mala interpretación de la palabra y la voz de
Dios a que están siendo llevados.

Recordemos la advertencia que hace el Señor: “Si oyereis hoy mi voz no


endurezcáis vuestros corazones”. No pido que me sigan a mí, porque no
creo estar hablando en mi nombre, sino al Espíritu que está hablando a su
Iglesia, y los que le oyen son los que le siguen. Él está preparando a su
novia, para cuando El venga la encuentre sin mancha y sin arruga. Si hoy
abrimos nuestro corazón al arrepentimiento y la verdad (Él es la verdad),
podrá entrar como llama en Apocalipsis 3:20, quedarse y tener comunión
verdadera con nosotros, para hacernos partícipes de las cosas grandes y
maravillosas que ha preparado para su pueblo, dándonos el
entendimiento y la revelación correcta de su palabra y propósito.

Es tiempo de despertar del sueño, sacudámonos y levantémonos como


dice el profeta Isaías, de este estado de cosas falsas y fantasiosas en que
está viviendo el mundo y la Iglesia religiosa. Y rindámonos plenamente al
Rey de gloria, porque somos puertas eternas por donde El desea pasar y
llenar con estas puertas eternas la tierra de su gloria como las aguas
cubren la mar. Amén.

C.S.C.

Nota: Si el Señor da testimonio en tu corazón que lo que has leído es


ciertamente conforme a la voluntad de Dios, te animo a que reproduzcas
este escrito y lo repartas a otros que Cristo te lleve a dárselo, ah! Por favor
no te preocupes quien soy o si yo estoy viviendo la vida que aquí se
describe, eso es un asunto del Señor y yo, pero si a Él le plació hablarte a
través de este escrito ¡NO DESOIGAS HOY SU VOZ!

Amén.

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