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Ficha de apoyo 2023

María Eugenia Borsani

Sobre antropoceno y capitaloceno


Unidad 1

En el video 2 procuro que ingresen a dos conceptos que, en principio podría


pensarse que refieren a lo mismo (cambio en la era geológica) pero que se orientan a
diferenciar la responsabilidad que le cabe al capitalismo como sistema económico
global en tanto hacedor de la modificación en la edad de la tierra. Esos dos conceptos
son antropoceno y capitaloceno.
El antropoceno nos informa sobre un nuevo momento geológico, un nuevo
momento referido a la historia de la tierra que involucra inexorablemente al hombre en
tanto “culpable” de la adulteración irreversible de la tierra y sus procesos “naturales”.
Dicho de otra manera, el cambio es producido por agencia humana y sus consecuencias
letales y devastadoras -se llamen extinción de especies, adulteración de cauces de
acuíferos, crisis hídrica, desertificación, hambrunas, cambio climático, pandemia, etc.-
son hoy imprevisibles.
Repárese entonces que ese cambio remite a una crisis en términos de
devastación articulada con la crisis de occidente y su sistema capitalista de depredación
y expoliación. Las ciencias sociales y las humanidades recogieron el guante de las
discusiones respecto al antropoceno y ubicaron -habida cuenta de los dos momentos que
se indican como promotores del antropoceno, ya sea la revolución industrial o los
tiempos de la era nuclear- al sistema capitalista como la génesis de tales alteraciones
cronoestatigráficas.
Lo que no se pone en duda es que la acción humana es la causante del cambio geológico
pero no puede adjudicársele idéntica incidencia respecto a la agencia de tales cambios,
por ejemplo, a la familia criancero de ganado ovino que a quienes mueven los hilos de
las corporaciones transnacionales tales como Bayer, Monsanto, Basf, Syngenta, (estas
últimas responsables de la transgenización de los cultivos y adulteración de la
biodiversidad).
Es decir, se trata de lo que se ha hecho con la tierra en términos de daño que
vuelve irreversible su efecto. Pero es para cierta perspectiva crítica, un desatino
conceptual endilgarle la responsabilidad a la humanidad toda por el tratamiento dañino
del planeta, la devastación de la biodiversidad, deforestación, eliminación de
humedales, la emisión indiscriminada de dióxido de carbono, etcétera y más etcéteras,

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provocando indisimulables alteraciones que ponen en riesgo la continuidad de la vida
humana y no humana. O sea ¿todos los humanes son hacedores en igual medida de estos
dramáticos cambios? Es cierto que la devastación es antropogénica pues es en lo
humano donde encontrar su génesis, pero…¿en todos los humanos? Pregunta que
inquieta a quienes se involucran con volver indiscriminada la responsabilidad y, en
consecuencia, disolverla.

En su corta existencia, el concepto de Antropoceno ha suscitado ya varias


controversias. Se ha puesto en tela de juicio el propio vocablo. Historiadores
y antropólogos se han interrogado sobre la referencia al “anthropos”, esto
es, al ser humano genérico. Y se preguntan si no son el hombre occidental y
un determinado sistema económico los responsables de haber traspasado los
límites biogeofísicos del planeta. Por eso se han propuesto otras
denominaciones como Occidentaloceno o Capitaloceno. (Issberner y Léna,
2018)1

Esto es, la restricción conceptual a la que nos referimos en el video endilga la acción
destructiva a occidente y al capitalismo, poniendo así ciertas cosas en su lugar. De tal
forma, se aísla del debate que se despliega al interior de las Ciencias de la Tierra,
Geología, Cronoestratigrafía y se enfoca en el desde dónde de los daños, cuál la génesis
de este cruento y demencial presente.
==
A continuación se transcribe una selección de fragmentos y citas.

Capitaloceno: restricción de la responsabilidad genérica


Dicho todo esto y retomando lo expresado al inicio de este escrito, tampoco cabe
diluir el carácter antropogénico del desastre planetario en toda la especie humana, ya
que la acción de adulteración irremediable del entorno vital (aire, suelo, agua, etc.) no
ha sido cometida por todos sino, primordialmente, por el occidente capitalista. Es en
virtud de esto que hay quienes consideran que el término antropoceno no hace justicia a

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Philippe Léna, geógrafo y sociólogo francés; Liz-Rejane Issberner, economista de la
Universidad Federal de Río de Janeiro

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desde dónde (occidente) y quiénes (capitalistas) han sido los hacedores de la demencial
devastación a la que asistimos en nuestro presente. Por caso, el colombiano Renán Vega
Cantor sostiene que:
“es necesario referirse a la tendencia dominante que asegura que la
destrucción de la naturaleza y las aceleradas modificaciones climáticas son
culpa del hombre en general, del homo sapiens. Esa postura liberal le echa
la culpa a todos para no inculpar a nadie y mucho menos al sistema
capitalista. Esta interpretación no sólo es dominante en los medios de
desinformación, sino entre círculos científicos (de las ciencias naturales y de
las ciencias sociales).” (Vega Cantor, 2017, 7).

Más adelante el autor adjudica al ocultamiento o bien al analfabetismo político


de los científicos el hecho de hacer responsable a toda la especie de la destrucción en
este desquiciado presente global, pues, si bien esto atañe a todo el planeta y afecta a
todos sus pobladores en distinta medida -pues nadie queda exento de la actual situación-
lo cierto es que no todos los miembros de la especie humana tienen/tenemos idéntica
responsabilidad por lo que hay que evitar la imputación genérica y adjudicar una
responsabilidad política del antropoceno, deviniendo entonces capitaloceno (término
acuñado por Andreas Malm,2 Jason Moore y otros). Esto último resulta interesante
justamente porque ancla el problema del capitaloceno en el campo de los debates de las
Ciencias Sociales con independencia de la convalidación de la comunidad epistémica de
la Geología respecto al antropoceno. Así, el antropoceno derivado en capitaloceno
adopta entonces una dimensión ético- política que a la vez que amplía el campo de
discusión sobre la actual devastación, restringe la intervención en ella direccionando la
carga de la culpa hacia el capitalismo y el demencial rumbo de nuestros días al que el
mismo ha llevado.
En la dirección que venimos manteniendo es que se nos hace muy difícil separar
con precisión quirúrgica el ámbito de lo natural del de la agencia humana; resulta un
despropósito a todas luces y sólo comprensible en virtud de la ontología occidental y
moderno-colonial. O sea, si el nuevo momento por el que estamos transidos (sea
antropoceno o capitaloceno la denominación que adoptemos) tiene a lo humano como

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El término es relativamente nuevo, fue utilizado por primera vez en el año 2009 por el
sueco Andreas Malm, en un seminario en la Universidad de Lund, Suecia.

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protagonista del estado de cosas (dramático e irreversible, por otra parte) se torna
imposible seguir amarrados a una lógica que sólo procura eximir al hombre de todo lo
que acontece, y más, aún, eximir al sistema capitalista de la barbarie y el desvarío actual
al que ha llevado al planeta.
Por su parte, la estadounidense Donna Haraway en “Antropoceno, capitaloceno,
plantacionoceno, chthuluceno: generando relaciones de parentesco” aborda el tema con
honda preocupación mostrando que lo alarmante radica justamente en que el hombre ha
estropeado los refugios para que, ante situaciones catastróficas, la especie humana y
otras especies no humanas logren repoblarse, reconstituirse. Tales refugios son reservas
del planeta que hoy se hallan extenuadas por el trato que la humanidad le ha brindado y
más específicamente, una parte de ella. Haraway propone en un sentido muy amplio,
desplegar toda la potencialidad imaginativa posible para que se torne viable la
reconstrucción de los refugios. Con ello, serían menos graves las consecuencias del
antropo-capitaloceno (si se nos permite la expresión). A la vez, la filósofa brega para
que la duración de este período sea lo más breve posible, lo que, de alguna manera, deja
abierta la posibilidad de morigerar su gravedad. Sobre el final del trabajo, aboga por
estrechar los vínculos de parentesco que, valga la redundancia, emparente a distintos
seres con independencia de la clásica trama de parentesco familiar occidental, y con ello
desplegar lazos de ensamblaje en pos de un beneficio a futuro no sólo para los humanos
sino también para otros parientes no-humanos, lo que, provocativamente, se resume en
la expresión “¡hagan parientes, no bebés! (Haraway, 2016:23), exhortación en la que se
condensa su formación como bióloga y filósofa de la ciencia y feminista.

En virtud de todo lo dicho, parece ya imposible mantener el binomio hombre -


naturaleza habida cuenta que lo natural no es tal en virtud de la incidencia de la
adulteración que el hombre le imprimió (ya dijimos que se trata de algunos, no toda la
especie humana), mutaciones tributarias del capitalismo y exacerbadas en las últimas
décadas a partir de la radicalización de la liberalización de la economía en manos del
neo-liberalismo (valga la redundancia).
De manera estupenda, Arturo Escobar en Autonomía y Diseño aboga por la
dimensión de lo comunal y lo relacional que haga posible otro diseño mundano que se
vuelva sostenible y no el diseño ontológico moderno, en sí mismo, inviable y
destructivo. Se trata de diseñar un nuevo escenario que nos aleje significativamente del
modo de ser moderno y que nos ponga de cara a novedosas maneras de ser y habitar la

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tierra ya no entrampadas y aferradas a la auto-destrucción, tal como se está dando en
este perturbado presente. En pos de ello y contemplando en su planteo no sólo a
comunidades campesinas, indígenas o afros, más aferradas a territorios, sino también a
mundos urbanos liberales, expresa:
“Necesitamos imaginar nuevos territorios de existencia y nuevas formas de ser en
comunidad, muchos de ellos sin precedentes, apropiados a la era del desarraigo y la
deslocalización .(…) ¿cómo recreamos y recomunalizamos nuestros mundos? ¿Cómo
creamos formas de conocer que no separan las palabras, los seres y las cosas del flujo
del vivir —es decir, formas de ser~hacer~conocer que no reconstituyen un sentido de
‘naturaleza’ como algo externo a nosotros, o como materia inerte? ¿Qué tipos de rituales
necesitamos crear para buscar estos fines? (Escobar, 2016:226).
En apego a esa necesidad imaginativa a la que apela Escobar es que se han escrito estas
líneas que tienen como propósito compartir, en clave doliente, la sospecha respecto a lo
natural como causante de nuestro demencial presente que contribuye a inmunizar a parte
de la humanidad respecto a su implicancia directa en los desastres tenidos
tramposamente como naturales. Se torna impostergable, entonces, imaginar, diseñar,
concebir otro modo de vinculación mundana para no sucumbir como especie y esto,
nada de metafórico comporta.
Borsani, María Eugenia “Sobre la mentira de lo natural: tiempos de catástrofes en el
desquiciado presente global” en Valls, Pierre (org.) Nueva institucionalidad.
(con)Tensión editorial. Ciudad de México, 2018
ISBN: 978-607-29-1262-5 pp.22-39

===

“nosotros debemos vérnosla ya no solamente con una naturaleza ‘a proteger’ contra los
destrozos causados por los humanos, sino también con una naturaleza capaz, como
mínimo, de perturbar nuestros saberes y nuestras vidas”
Isabelle Stengers

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“La humanidad vive una profunda crisis, crisis terminal multidimensional del patrón
civilizatorio moderno-colonial que está destruyendo las condiciones que hacen posible
la producción y reproducción de la vida en el planeta Tierra”
Edgardo Lander

“Nuestra civilización occidental experimenta en la actualidad un ocaso, el cual no debe


ser considerado como decadencia destinal inexorable, sino como desfallecimiento
nihilizador que ofusca pero abre la posibilidad de un renacer.”
Luis Sáez Rueda

“El tiempo que vivimos es un tiempo extraordinario. Todo está en juego. Las
posibilidades de vida en el planeta Tierra, tal y como las conocemos, pueden cambiar
radicalmente. Eso, más allá de diversos imaginarios sociales sobre colapsos y
apocalipsis, tiene efectos concretos en los marcos de convivencia social, los ciclos de
lluvia y períodos secos, en las migraciones, la producción y distribución de alimentos,
la pérdida de los últimos refugios ecológicos, la conflictividad social y geopolítica por
los recursos indispensables para la vida, el nivel de los océanos, el mantenimiento de
las instituciones sociales y las infraestructuras, y un muy largo etcétera.
La diferencia de este, con tiempos anteriores, pudiésemos resumirla en tres factores:
uno, que llegamos a límites de capacidad de muy buena parte de los sistemas sociales y
ecológicos para soportar las perturbaciones y agresiones que están sufriendo estos;
dos, que los eventos sociales y ecológicos van teniendo características de eventos
extremos; y tres, que dichos sistemas tienden a la caotización y que por su alto nivel de
integración (dada en buena medida la globalización) pueden generar una  cadena de
acontecimientos o puntos de inflexión –que también pueden ser pensados como ‘efecto
dominó’– con consecuencias imprevisibles.” Emiliano Terán Mantovani

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