Está en la página 1de 4

Universidad de Antioquia

Facultad de Educación
Pregrado en Pedagogía

Guía #1: Las narrativas de nuestro Ser.

Somos tan prosaicos, sí, al parecer tan normales (¿nos merecemos la poesía?), y no
obstante nosotros también seremos una leyenda para las generaciones venideras, porque
hemos vivido y porque nuestra palabra significará más de lo que hoy estaríamos
dispuestos a admitir.
Zagajeski, 2005, p. 60.

Mi maestro me ha enseñado a investigar teniendo en cuenta modelos de proyectos de


investigación que ilustran determinados problemas o conceptos. Por tanto, quisiera iniciar
este apartado, a partir del siguiente modelo: “Escribo precisamente porque todavía no sé
qué pensar sobre un tema que atrae mi atención” (Foucault, 2003, p. 9). Así, un ejercicio
escritural me permite indagar mi pensar sobre un tema. Por ello, creo en la posibilidad de
que la investigación no tenga objetivos al plantear un proyecto. La escritura del proyecto
puede estar planteada en la medida de los errores, lo negativo, exposición o afirmación por
la negación.

Sin embargo, esta afirmación anterior trae consigo un problema esencial ¿qué certeza
podría haber en los resultados de una investigación que no se plantea objetivos? Lo cierto
es que no podemos abandonar el mundo en que nacimos, es decir, nos encontramos en una
relación en la cual pertenecemos y nos desligamos de lo ya establecido; en palabras de
Mèlich (2012):

Heredamos una gramática que ordena, clasifica y conceptualiza, que incluye y excluye,
que prescribe. De todo esto se encarga la herencia gramatical, que no es otra cosa que
un conjunto de signos y símbolos, de mitos, tradiciones y rituales, de valores, hábitos y
costumbres que estructuran nuestra vida cotidiana y configuran un mundo dado por
supuesto. (p. 17)
Por ello, además de los objetivos planteados en una investigación, quisiera cambiarme a mí
mismo, cambiar mis puntos de vista, y esto implica saber que “[…] cada nuevo libro
[investigación] altera profundamente los términos de los conceptos alcanzados en los
trabajos anteriores” (Foucault, 2003, p. 9). Quiere decir esto que no quisiera desarrollar un
método aplicable a todo lo que pueda investigar, o inclusive aplicar lo que otros ya han
construido para investigar, lo que implicaría no aplicar “[…] sistemas deductivos que
deban ser aplicados uniformemente en diferentes campos de investigación” (Foucault,
2003, p. 9). No existe pues, el Método, no hay algo preconcebido, sino que se debe “[…]
desentrañar un objeto y construir un método de análisis orientado hacia ese fin” (Foucault,
2003, p. 10). Existe, en esta medida, una cierta cantidad de pautas que puedan orientar el
proyecto, pero no existe una predeterminación. Una de estas pautas es la literatura, sobre
todo lo que Julio Cortázar menciona en sus clases de literatura en Berkeley, y que es lo que
yo quisiera decir acá, a viva voz, con la resonancia de otros:

[…] es un poco llevar las cosas a sus últimas consecuencias para que lo que quiero
decir, que es una visión muy latinoamericana de nuestro tiempo, llegue al lector con
más fuerza, de alguna manera le estalle delante de la cara y lo obligue a sentirse
implicado y presente en el relato (Cortázar, 2013, p. 109).

Este primer ejercicio de acercamiento a nosotros mismos nos dispone en un viaje como el
que propone Fernando González y al cual nos invita Gonzalo Arango:

La vida no es un sueño, es un viaje: un viaje a pie. Y para viajar hay que estar
despierto, ¿no? […] Yo digo: el hombre no tiene sino sus dos pies, su corazón, y un
camino que no conduce a ninguna parte. […] Pero ante este libro la respuesta es muy
simple: este viaje conduce a usted mismo (Arango en González, 2010, p. 11).

La invitación es, entonces, a indagarnos en aquello que somos a través de las pasiones, de
nuestras cotidianidades, de nuestra ordinaria extraordinaria vida, de aquello que somos y
vamos intentando saber que somos y que tal vez digamos que somos, pero no logramos
cogernos infraganti. Vernos como libros, y un libro:

hay que llevarlo, tiene que ser manual, para leerlo al pie de los árboles, al lado de los puentes,
donde nos coja el deseo, un libro bueno tiene que ser manoseado, vivir con uno, pasear con
uno. En fin, este amor ilegal por los libros se apoderó de mí y no me dejó dormir como una
muchacha que hubo en casa, cuando yo era joven (González, 1959, p. 8)

Les dejo mi presentación, de este que soy yo pero que vaya a saber si soy yo.

Soy una máquina de matar, un profesor que improvisa sus cursos muy poco antes de que ustedes
vengan aquí: no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, a medida que se me van
planteando los problemas de trabajo, busco soluciones. Y por ello espero sobrevivir a mis
vergüenzas.  Espero sobrevivir a mis prójimos, tararear, cantar mis desventuras, sobrellevar el
título de humano, sobremorir la eternidad.  Espero que mi nombre no sea tan mío, tan yo, sino
otro, un cucullo, una hojita y no  tan Hamilton.  Espero que el amor no me sonría y  no me tienten
las cadenas de la espera.  Que los recuerdos me habiten y la añoranza de unos años me sequen la
quietud.  Que las evas, hijas amparadas de poemas, sean secretos de la tierra. Que los hombres
canten para sí mismos y los vea pronto.  Espero que las masas, hartas de esperanzas no esperen
más de lustros incompletos y sus cacofonías rinbombantes. Espero saber abandonar los paraísos
terrenales a cambio de la poesía y las añoranzas de fantasías. Ser olvidado por la tierra, que me
escupa y me exponga desnudo, que pueda ver mi rostro muerto sobre el petricor del asfalto.   Que
las hierbas que crecen sobre mi cuerpo, sean el renacimiento tan esperado y otro ser se recueste
en mi regazo para un abrazo lozano. Espero que mi muerte no sea en vano y la esperanza que yace
en mí sea  herencia primigenia. Que el despojo de paraíso que somos abandere mis pasos y mi
mano se dirija al prójimo y se condene a la humanidad una segunda vez para siempre. Soy un
pecado original y un redimido, soy Hijo de Dios y eterno errante del mundo. Soy el diario del
mundo  con sus sufrimientos y esperanzas. Soy un lector ávido y estúpido, ignorante del arte y
soñador de la literatura. Me gustan las palabras y me invento algunas, soy un hilador de mí mismo
y un manojo de cabos sueltos, voy cayendo mucho y a veces parado. Prefiero siempre a Kobe
Bryant sobre Lebron, pero a Jordan sobre todos; en el equipo de rodillones soy estorbador central
pero subo a hacer goles y cuando tapo soy como el gordito del barrio. Soy hijo de mi madre
costurera y mi abuela aseadora. Anhelo el paraíso y persigo a Jesús. Soy un eterno enamorado de
las mujeres y lucho con sus encantos. Como mi amigo Pacho, prefiero el guaro sobre la cerveza
porque esta última lo lleva a uno mucho al baño; yo sí prefiero bailar y no quedarme sentado a la
mesa. Soy un profesor de la alegría y el encanto, pero también de la pesadez del mundo y sus
tristezas. Cuando entro a clase entro completo, como soy, con los dolores de espalda de la
humanidad que llevo encima. Me gusta el café y no me gusta la vida tan café con leche. Me gusta
Walt Whitman sobre todos los poetas que he leído. A veces me quiero perder del mundo y otras
tantas, tantas poder comprenderle. En fin, esto que digo quizá no sea yo, pero es enteramente lo
que soy. Como diría ese sabio adagio de los poetas paisas llamados Bajo Tierra, esto que digo hoy
no lo sostengo mañana.

Contémonos como somos, aquello que apenas atinamos a descifrar de nosotros


mismos. ¿Qué dices tú de ti mismo? La idea es realizar una pequeña presentación de
aquello que somos. Puede ser una imagen, una fotografía, un baile, un poema, un
podcast, una narración, etc.

También podría gustarte