Está en la página 1de 3

Carta abierta a las maestras y maestros

Una invitación a leer

Estimada/o maestras/o:

Si esto fuera una canción empezaría por decirte lo que alguna vez nos recordaba Heidegger, aunque
no era un cantante: «El enseñar es más difícil que aprender porque enseñar significa: dejar aprender.
Más aún: el verdadero maestro no deja aprender más que ‘el aprender’» ¡Lo notaste! Esto rima… es
como una especie de pentagrama alfabético que podemos cantar cotidianamente cada mañana antes
de entrar a clases.

¡Pero por favor! Si ellos no leen, no les gusta, toca obligarlos… ¡puf! Naderías de otras naderías que
hemos aprendido para justificar que tampoco leemos, que tampoco nos gusta y que también, como
ellos, nos sentimos obligados… carita triste 

Si esto fuese una conferencia, sencillamente te diría lo que desde años viene repitiéndonos
incansablemente Emilia Ferreiro:

«Ese es uno de los dramas del asunto porque se habla mucho del placer de la lectura, pero ¿cómo se
transmite ese placer si el maestro nunca sintió ese placer porque leyó nada más que instrucciones
oficiales, libros de “cómo hacer para”, leyó lo menos posible? Es muy difícil que ese maestro pueda
transmitir un placer que nunca sintió y un interés por algo en lo que nunca se interesó. En toda América
latina el reclutamiento de maestros viene de las capas menos favorecidas de la población. En muchos
casos no hay aspiración a ser maestro. Y en ese sentido cambió, pasó de ser una profesión de alto
prestigio social a una con relativo bajo prestigio social».

¡Ouch! Y bueno, estas son cosas que duelen, un poco talvez, en una partecita rota del ego, en esa
partecita que dejamos salir sólo en caso de percibir la opresión en los bolsillos… otra carita triste 

Ahora, si esto fuese un testimonio feliz o happy note podría recordar algunas palabras de algunos
prestigiosos escritores que –por supuesto– leyeron placenteramente…
«Un amigo me llevó un día a la biblioteca de mi pueblo y me mostró un mundo que no podía imaginar ni
en el mejor de mis sueños: el mundo de los libros. Cada historia que leía era como una puerta que me
llevaba a mundos lejanos y fascinantes. Descubrí, entonces, que leer un libro era vivir otra vida. Y decidí
vivir todas las vidas posibles. Desde entonces no he dejado de leer y de vivir, que para mí son la misma
cosa» (Luis Leante, escritor)

Y otro…
«A mí me dan mucha pena las personas que no leen, y no porque tengan menos cultura y sepan menos,
que también, sino sobre todo porque viven mucho menos. Porque al leer libros vives las vidas de los
personajes: viajes increíbles, aventuras estupendas, misterios alucinantes» (Rosa Montero, periodista)

Y este para el final…

«El mundo necesita urgentemente una buena dosis de imaginación para solucionar todos los problemas
que existen. No hay más que echar un vistazo a nuestro alrededor para darse cuenta. Pero los adultos
vuelven la cabeza y piensan en otras cosas. ¡Los adultos ya no tienen remedio! Por eso, creo que solo
los niños podrán hacerlo». (Alfredo López, escritor)

En fin… que más te puedo decir, si esto lo dicen los que leen y escriben y vuelven a leer para seguir
escribiendo… no tengo más que sumarme a su voces y sentirme complacido de conocerlos. Carita
feliz  porque ahora los conoces también tú.

Pero como te has dado cuenta esto que te escribo es una carta, una epístola de aire, un conjunto de
patitas de araña que caminan contigo mientras las miras horizontalmente de izquierda a derecha y de
arriba abajo, es un compendio de voces que llevo dentro y, a veces, creo que son duendecillos que
me recuerdan que cuando tomo un libro y lo abro frente a un grupo de niñas, niños, adolescentes,
jóvenes y adultos, estoy por crear un mundo que no existía, que mi voz es como ese soplo aleteando
sobre las aguas a punto de empezar una creación divina.

Para terminar, tengo que dejarte en claro que cada una de estas líneas no hubiese sido posible sin el
placer de leer y la aventura de escribir… No hubiese sido posible sin conocer a mi amigo Jorge Larrosa,
que un día o una tarde, tal vez, una noche me dijo algo que hoy con gusto te comparto:
«El profesor no debe tener ninguna idea de lo que es una buena lectura, y mucho menos de lo que es
una lectura correcta o verdadera. El profesor no puede pretender saber lo que el texto dice y transmitir a
sus alumnos ese saber que ya tiene. En ese caso, al estar anticipado el resultado, las actividades de
lectura de los alumnos serían un experimento, simples medios para llegar a un saber previsto de
antemano y construido según criterios de verdad, objetividad, etcétera. Pero eso no significa que el
profesor no tenga su propia experiencia de lectura o que, aun teniéndola, no deba mostrarla. Pero mostrar
una experiencia no es mostrar un saber al que se ha llegado (aunque sea cuidándose de presentarlo
como provisional, como particular o como relativo). Mostrar una experiencia no es enseñar el modo como
uno se ha apropiado del texto, sino cómo se le ha escuchado, de qué manera uno se ha abierto a lo que
el texto tiene que decir. Mostrar una experiencia es mostrar una inquietud. Lo que el profesor transmite,
entonces, es su escucha, su apertura, su inquietud. Y su esfuerzo debe estar dirigido a que esas formas
de atención no queden canceladas por cualquier forma de dogmatismo o de satisfacción. En este caso,
enseñar a leer no es oponer un saber contra otro saber (el saber del profesor contra el saber del alumno
aún insuficiente), sino colocar una experiencia junto a otra experiencia. Lo que el maestro debe transmitir
es una relación con el texto: una forma de atención, una actitud de escucha, una inquietud, una apertura.
Y eso no es limitarse a una posición pasiva, no es meramente administrar el acto de la lectura durante la
clase. No es sólo dejar que los alumnos lean, sino hacer que la lectura como experiencia sea posible. La
función del profesor es mantener viva la biblioteca como espacio de formación. Y eso no significa
producir eruditos, o prosélitos o, en general, personas que saben, sino mantener abierto un espacio en
el que cada uno pueda encontrar su propia inquietud». (Larrosa, La experiencia de la lectura, 2003).

Con afecto,

Fernando J. Palacios Valencia


Coordinador PILEO: El placer de leer… la aventura de escribir.
I.E.M. José Antonio Galán

(AGREGAR FOTOS 1 Y 2)

También podría gustarte