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Dios es el TIEMPO. En el origen de todo, si es que existe un origen de todo, solo existía dios.

Eterno, infinito, omnipresente. Las primeras ideas formuladas sobre este dios las encontramos
en las ideas de Zarathustra, un filósofo Persa que vivió entre el 1300 AC y el 1000 AC. Su base
de creencias, de las primeras conocidas como monoteístas, dieron lugar a modificaciones
drásticas en las religiones de la época, afectando y cambiando para siempre a pueblos
influyentes en la historia del ser humano, como el pueblo Judío, que mamó estas ideas en su
época esclava en la Mesopotamia, y que posteriormente daría origen al Cristianismo, una de
las principales religiones conocidas en la actualidad. Aquel dios Tiempo, capaz de crear a su
paso, de dar forma a las cosas, de moldear el universo y de crear a seres maravillosos y
complejos como el humano, fue siendo adaptado, una y otra vez, hasta ser el dios que todos
conocemos hoy en día. El tiempo, esa fuerza imparable y eterna, la pesadilla de un físico
cuántico, es la fuerza imposible que el ser humano, en su humilde expresión, no logra ni
comprender ni dominar. A su paso, firme, fijo, inmutable, ha dado lugar a la aparición de un
sinfín de características y criaturas en el universo (no voy a meterme con la paradoja de Fermi
en este momento). El humano es sin duda una de las más complejas. Y con este simio mutante,
que continua mutando, crecieron conceptos que son mucho más confusos, como el bien y el
mal, el alma, la vida eterna. Existe una dualidad en el ser humano que no se da del mismo
modo para el resto de seres en la naturaleza. Es ese dilema entre individuo y comunidad, eso
que tan claro tienen las abejas y los leones, a su modo, y sin conciencia del caso. Comunidad,
el bien de la especie por la especie misma. Individuo, el bien de la especie por la supremacía
de los individuos más fuertes. Por más conciencia y religión, el humano, como buen alto
mamífero, se ha regido por la segunda. Pero el mundo nos está quedando chico, contamos con
recursos finitos, y comienza a ser tiempo de organizarnos distintos. Las estructuras comienzan
a disfuncionar, la superestructura actual, ya no logra ni conformar ni soportar el peso del
modelo de producción en el que se han asentado las últimas generaciones. Desde la caída del
imperio Romano, del Imperio Cristiano medieval, y ahora del declive del imperio capitalista,
demasiado corrupto y emparchado para seguir rodando, los modelos cambian. Ya no podemos
seguir parándonos desde el individualismo, si buscamos asegurar la existencia de nuestra
especie. Es posible que algún día tengamos la responsabilidad de ocupar tanto la galaxia, como
el universo (otra vez con Fermi!), pero aun no hemos logrado ni el primer paso para ser esa
civilización. Y lo que es mas urgente, mas allá de las desigualdades que pueden o no interesarle
a cada individuo, es el uso de recursos. Así, el humano debe comenzar a debatirse entre el bien
y el mal, el ser comunidad o ser individuo, el altruismo y el egoísmo. La centralización de poder
para asegurar la superestructura, ha sido siempre el motor del declive, generando tal
corrupción tanto a nivel económico, religioso, político. Es a priori imposible generar orden sin
estructuras, y estructuras sin superestructuras que las aseguren, pero, debemos asegurar
también la transparencia de la superestructura. Y eso solo lo podemos lograr separando el
cuento del hecho. El verdadero bien, del verdadero mal, y sus consecuencias, cielo e infierno,
trascendencia. Libre albedrio, sin atacar los límites ajenos. Tolerancia, para no cercenar los
límites del otro. Empatía, comunidad. Y que estos valores, nuestras acciones buenas y malas,
sean aquellas por las cuales nos recordaran. A mas buenas, mas personas nos recordaran por
mas tiempo, la trascendencia positiva, donde viviremos en la memoria colectiva todo el tiempo
que nos sea permitido. A mas malas, el infierno, donde seremos recordados por nuestras
malas acciones, un mal recuerdo. Esa balanza, la que da nuestra transcendencia, es nuestra
escencia, nuestro alma, el quienes somos. El alma, no es mas que esa cualidad humana de
autoconocimiento, de reconocerse a si mismo. Esa conciencia del ser, no el reconocernos en
un espejo, sino el saber que somos, que existimos. Ese alma que nos diferencia en gran medida
del resto de seres, que puede que cuenten con mecanismos mas rústicos, pero que no
alcanzan la complejidad del alma humana. Es ese alma, esa escencia del ser, la que debemos
lograr que transcienda

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