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Fin de año. Se acercan las fiestas nuevamente, y con estas una nueva oportunidad.

La
oportunidad de marcamos metas, de hacernos promesas, las mismas que nos hacemos todos
los años y que luego la realidad de vivir nos impide cumplir. Las mismas metas que no nos
esforzamos lo suficiente en llevar a cabo. Tenemos la costumbre de marcarnos mojones,
puntos desde donde comenzar nuevamente. Y si hay una fecha que nos da esta oportunidad
siempre, es el inicio de un año nuevo, un nuevo ciclo.
A veces nos cuesta entender, incluso imaginar que somos simplemente animales. Y cuando
escribo simple es porque ni siquiera somos de los más complejos. está comprobado que
incluso las aves pueden sentir, generan la misma cantidad de hormonas y viven duelo y alegría
del mismo modo. Que incluso algunas aves pueden sentir del mismo modo que nosotros
generando el mismo tipo y cantidad de hormonas, así como utilizar el fuego para cazar y
cocinar. Las moscas de la fruta que no consiguieron pareja suelen emborracharse. La evolución
nos ha colocado en un lugar donde creemos ser diferentes, ser distintos, ser más. donde
creemos que el animal con un celular en la mano con una con un procesador inteligente y una
pantalla que otro animal como nosotros creó, nos hace distintos, mejores. Pero ¿somos más
inteligentes? Vivimos un mundo rápido. La vorágine del día a día no nos permite entender el
mundo en el que vivimos. pasamos de estar horas y horas sentados al lado de un río cargando
una piedra para darle forma y darle utilidad a necesitar generar más para consumir más, para
comprar aquello que no sabemos si necesitamos, pero queremos tener. ¿Y la felicidad qué?
cuál es el precio del placer? Con el tiempo el ser humano no ha logrado hacer un buen
negocio. Hemos vivido y sobrevivido como especie a distintos regímenes de organización
social. El egoísmo está en nuestro acervo genético, la supervivencia primero nuestra y luego de
la especie. Pero con tanta inteligencia, No deberíamos haber aprendido ya que en la unión está
la fuerza y que es real que los billetes no se comen. Y si lo tenemos aprendido y sin embargo la
velocidad del mundo en el que vivimos no nos permite hacer nada distinto. Somos la
marioneta que se levanta, genera, trabaja, generalmente por el capricho ajeno y la necesidad
propia. Y no importa de qué lado de la vereda te encuentres, nadie parece darse cuenta de lo
que realmente está pasando. Las tareas, el esfuerzo, necesario para sobrevivir el día a día,
cumple con las leyes más básicas de la física. Para que yo no lave un plato, alguien tiene que
lavar dos. En la naturaleza se da exactamente del mismo modo, existen las jerarquías, los
distintos puestos, y responsabilidades. El problema con el ser humano es cuando esas
diferencias se hacen cada vez mayores. Si nos hacemos un momento para detenernos a pensar
en ¿qué estamos viviendo? y en ¿qué es la vida?, preguntas tan profundas que generalmente
las hacemos como algo qué le pasa otro, sin contar con que nuestra vida se nos escapa entre
los dedos y esperamos a ser grandes para darnos cuenta. Un Año Nuevo, una oportunidad
nueva. Tal vez sea momento de sentarnos en familia a pensar como queremos vivir, quienes
queremos ser y que queremos tomar de la vida. Redefinir el placer, la necesidad, y recién
entonces colocarnos metas reales para nosotros, para tener una vida mejor, más sana, con
más comunidad, más salud, y mejores oportunidades para todos. Viene siendo tiempo de dejar
de ser ese animal básico que juramos que no somos. Es la oportunidad de pararnos frente al
espejo, mirarnos a los ojos y preguntarnos qué queremos y por una vez mirar hacia dentro. El
día a día separa cada vez más nuestra cara de como sentimos, y no podemos permitirnos el
lujo de recordar quienes somos cuando sea demasiado tarde. La vida es hoy. Vivirla con
responsabilidad personal, y de especie, es una decisión que debemos de tomar urgente.
Aprender a mirar para adentro, ese es el deseo más sincero para todos en estas fiestas.

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