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Desde el día de Pentecostés* la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. El libro de los Hechos de los
Apóstoles cuenta cómo ese día san Pedro anunció a Jesucristo resucitado y al final de su discurso dijo a los miles de
judíos que le escuchaban: Conviértanse y que cada uno se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión
de sus pecados; y recibirán el don del Espíritu Santo (Hc 2, 38).
San Pedro les muestra a Jesucristo como el único Salvador de los hombres y les ofrece el Bautismo por Él instituido
para la salvación. Varios miles de judíos creyeron en Jesucristo y se bautizaron. También san Pablo le dijo al carcelero:
Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia ( ... ) El carcelero inmediatamente recibió el Bautismo, él y
todos los suyos. Y se alegró con toda su familia de haber creído en Dios (He 16, 31-33).
El Bautismo es necesario para la salvación de todos aquellos a quienes el Evangelio de Cristo ha sido anunciado (CEC,
Compendio n.º 261).
Entonces, ¿pueden salvarse los que no han recibido el Bautismo? Según la enseñanza de la Iglesia pueden salvarse sin
haber recibido el bautismo cristiano:
• Quienes padecen la muerte a causa de la fe en Jesucristo (bautismo de sangre).
• Quienes buscan sinceramente a Dios y se esfuerzan por cumplir su voluntad (bautismo de deseo).
• Los catecúmenos* que se están preparando para recibir el Bautismo cristiano.
En cuanto a los niños que mueren sin el Bautismo, la Iglesia los encomienda a la misericordia de Dios (CEC, Compendio
n.º 262).
Todos cuantos se salvan alcanzan la salvación en virtud de los méritos de Jesucristo, que es el único Salvador de los
hombres.
1. ANUNCIO E INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA
En la Antigua Alianza, la Eucaristía fue anunciada ·en el milagro del maná que llovió del cielo sobre los israelitas
cuando peregrinaban por el desierto en busca de la Tierra Prometida (Ex 16). Y, sobre todo, fue anunciada en la
cena pascual que toda familia judía celebraba cada año. En esa cena ritual se comía un cordero, previamente
sacrificado, que se acompañaba con panes ázimos (sin fermentar), todo ello en recuerdo de la liberadora salida de
Egipto, que se conoce con el nombre de Éxodo.
La Iglesia nos recuerda en su primer Mandamiento que debemos asistir a Misa todos los domingos y fiestas de precepto.
¿ Tanta importancia tiene cumplir el precepto dominical? Sí, pues no hacerlo -sin causa suficiente- supone despreciar la
fe y los mandatos de Cristo. Es como desentenderse de la propia salvación, cuyo único camino es Jesús, a quien tenemos
que seguir en la Iglesia y no por cuenta propia.
Pero, ¿por qué precisamente ha de ser el domingo? Hay varias razones de peso:
1.ª El domingo es el día del Señor, pues en domingo
resucitó Jesús.
2.ª Es un mandato que viene desde los tiempos de los
Apóstoles: «Reuníos cada domingo, partid el pan y dad
las gracias a Dios» (fragmento de la Didaché, documento
de la Iglesia de finales del siglo 1).
3.ª La Iglesia nos ha dicho que este es el modo de
cumplir el tercer Mandamiento de la Ley de Dios:
Santificar las fiestas.
El Compendio del Catecismo lo enuncia de esta manera:
«La Iglesia establece que los fieles tienen obligación de
participar de la Santa Misa todos los domingos y fiestas
de precepto, y recomienda que se participe también en
los demás días» (n.º 289).