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Tema 117: Institución de la Eucaristía y

el sacerdocio
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Carlos Humberto Redondo


Jesús nos invita a comer su Cuerpo y a beber su Sangre.
1. El discurso de Jesús sobre «su Cuerpo, Pan de vida» (Jn. 6,51-58) lo pronunció después de la
multiplicación de los panes y, en esta oportunidad, por primera vez, el Señor habló acerca de la
Eucaristía: «El pan que Yo daré es mi Carne, y la daré para vida del mundo» (Jn. 6, 51).
Cuando Jesús dijo estas palabras, muchos de sus discípulos lo abandonaron, diciendo que ese modo de
hablar era intolerable (Jn. 6, 59-66). Pero Jesús no dijo que estaba hablando en sentido figurado. Jesús
insistió: «En verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen
verdadera vida». (Jn. 6,53). De ninguna manera Jesús habló aquí en sentido simbólico o figurado: «El
que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna y Yo le resucitaré en el último día» (Jn. 6,54).
2. La Ultima Cena del Señor: En el Nuevo Testamento encontramos hasta cuatro testimonios distintos
acerca de la Ultima Cena del Señor: Mateo, Marcos, Lucas y Pablo. Esto quiere decir que la Ultima
Cena fue un hecho de suma importancia en la vida de Jesús y en la vida de la primitiva Iglesia.
Leemos en el Evangelio de San Lucas: «Después, Jesús tomó el pan y dando gracias (eucharistein, en
griego) lo partió y se lo dio diciendo: ‘Esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes. Hagan esto en
memoria mía’. Después de la cena hizo lo mismo con la copa. Dijo: ‘Esta copa es la alianza nueva
sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes’» (Lc. 22, 19-20).
-La Cena del Señor es «la gran acción de gracias» a Dios. La palabra griega «eucharistein» (Lc. 22,19;
1 Cor.11,24) recuerda las bendiciones que proclaman las obras de Dios: la creación, la redención, y la
santificación. La Iglesia prefiere la palabra «Eucaristía» para indicar la Cena del Señor. Jesús dijo
claramente: «Esto es mi cuerpo». Jesús indicó un realismo incomparable y no un simple simbolismo.
Esto sucedió en la primera Eucaristía o Santa Misa.
-También dio Jesús a sus apóstoles el mandato de recordar y revivir estos gestos sagrados: «Hagan esto
en memoria mía» (Lc. 22,19). Fiel a este mandato de Jesús, la Iglesia desde aquel momento hasta ahora
realiza continuamente estos signos sagrados que hizo Jesús en la Ultima Cena. Y la Iglesia cree que el
Pan consagrado en cada Eucaristía es a la vez figura y realidad del Cuerpo celestial de Cristo: un
memorial vivo de Cristo.
-El apóstol Pablo para recordar lo sagrado que es el alimento eucarístico, escribe en términos muy
claros: «El cáliz que bendecimos, ¿no es acaso la comunión de la Sangre de Cristo? Y el Pan que
partimos, ¿no es acaso la comunión del Cuerpo de Cristo?» (1Cor. 10,16). Para Pablo, ese pan y ese
vino, una vez consagrados, no son un simple símbolo del cuerpo y sangre, sino realmente el Cuerpo y
la Sangre de Cristo glorificado. Y en este mismo sentido sigue el apóstol escribiendo a los Corintios,
después de reprenderles por algunos abusos que cometían en sus reuniones: «Así, pues, cada vez que
comen de este pan y beben de la copa, están proclamando la muerte del Señor hasta que venga. Por
tanto si alguien come el pan y bebe de la copa del Señor indignamente, peca contra el Cuerpo y la
Sangre de Cristo. Por eso, que cada uno examine su conciencia antes de comer del pan y beber de la
copa. De otra manera come y bebe su propia condenación al no distinguir el cuerpo de Cristo. Esta es la
razón por la cual se ven tantos enfermos entre ustedes» (1Cor. 11, 26-30).
Las Biblias de los Testigos de Jehová dicen que Jesús en la Ultima Cena no dijo: «Esto es mi cuerpo»,
sino: «Esto significa mi cuerpo» (Lc. 22,19), y con esto acaban con la presencia real de Cristo en el Pan
Sagrado o en la Santa Hostia. (Cualquiera que sepa traducir bien el idioma griego en que fue escrito el
Evangelio de Lucas, sabe muy bien que la palabra usada por la Biblia en griego es «estin» que significa
en castellano «es», y que esta palabra en ningún caso se puede traducir por «significa», como hacen los
Testigos de Jehová. El fundador de los Testigos de Jehová, sin haber hecho estudios de la Biblia con
maestros entendidos, se dedicó a traducir la Biblia a su antojo y por eso le hace decir cosas
absolutamente inexactas.
Los distintos nombres para indicar la Santa Misa:
1. Eucaristía: porque es «acción de gracias» a Dios. La palabra griega «eucharistein» (Lc. 22,19 y 1
Cor. 11,24).
2. Cena del Señor o Banquete del Señor: porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus
discípulos la víspera de su pasión (1Cor. 11, 20).
3. Fracción del Pan: porque el gesto de partir el pan y repartirlo lo utilizó Jesús cuando bendijo y
distribuyó el pan en la Ultima Cena (Mt. 26, 26; 1 Cor. 11, 24; Hech. 2, 42 y Hech. 20, 7-11).
4. Comunión: porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y
de su Sangre para formar un solo Cuerpo (común-unión) (1 Cor. 10, 16-17).
5. Santo Sacrificio: porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la
Iglesia. Así también se llama «Sacrificio de Alabanza» (Heb. 13, 15), sacrificio espiritual (1 Ped. 2,5).
Consideraciones finales
Mucha gente de hoy, igual como en el tiempo de Jesús, tiene dudas acerca de la presencia real de Cristo
en el Pan Eucarístico. Muchos se preguntan: «¿Cómo puede ser eso?… ¿No es demasiado para nuestra
inteligencia humana aceptar todo esto?…» Es verdad, nuestra inteligencia humana no es capaz de
captar esta presencia misteriosa de Cristo en la Eucaristía. Solamente con los ojos de la fe podemos
experimentar esta presencia real e íntima de Cristo en el Pan Sagrado.
INSTITUCIÓN DEL SACERDOCIO MINISTERIAL.
El Orden Sacerdotal es un sacramento que, por la imposición de las manos del Obispo, y sus palabras,
hace sacerdotes a los hombres bautizados, y les da poder para perdonar los pecados y convertir el pan y
el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
La vocación al sacerdocio lleva consigo el celibato, recomendado por el Señor. La obligación del
celibato no es por exigencia de la naturaleza del sacerdocio, sino por ley eclesiástica. La Iglesia quiere
que los candidatos al sacerdocio abracen libremente el celibato por amor de Dios y servicio de los
hombres. La Iglesia quiere a sus sacerdotes célibes para que puedan dedicarse completamente al bien
de las almas, sin las limitaciones, en tiempo y preocupaciones, que supone sacar adelante una familia.
Pero, sobre todo, el celibato sacerdotal tiene un fundamento teológico: Cristo fue célibe, y el sacerdote
es “alter Christus”, es decir, otro Cristo .
Los sacerdotes judíos de la Antigua Alianza
Pero este sacerdocio judío era incapaz de lograr la santificación definitiva del pueblo (Hebr. 5, 3; 7, 27;
10, 1-4). Era un sacerdocio imperfecto y siempre sellado con el pecado. Jesús, el Hijo de Dios, el
hombre perfecto, nunca se atribuyó para sí este título de sacerdote judío.
¿Participamos del sacerdocio de Cristo?
Aunque durante su vida Jesús nunca usó el título de sacerdote, la Iglesia primitiva proclamó que «Jesús
es el Hijo de Dios y es nuestro gran Sumo Sacerdote» (Hebr. 4, 14). El verdadero sacerdote para toda la
humanidad es Jesús el Hijo de Dios y ahora no hay más sacrificio que el suyo, que empieza en la cruz y
termina en la gloria del cielo. Jesús es el único Sumo Sacerdote, el único Mediador delante del Padre y
así El terminó definitivamente con el antiguo sacerdocio. «Cristo ha entrado en el Lugar Santísimo, no
ya para ofrecer la sangre de cabritos y becerros, sino su propia sangre; y así ha entrado una sola vez
para siempre y nos ha conseguido la salvación eterna» (Hebr. 9, 12). Lea también: Hebr. 7, 22-28; 9,
11-12; 10, 12-14
¿Somos un pueblo sacerdotal?
Sí, Dios, en su gran amor hacia los hombres, quiso que todos los creyentes-bautizados participaran
como miembros del Cuerpo de Cristo, del único sacerdocio de Cristo: «Ustedes también, como piedras
que tienen vida, dejen que Dios los use en la construcción de un templo espiritual, y en la formación de
una comunidad sacerdotal santa, para ofrecer sacrificios espirituales, gratos a Dios por mediación de
Cristo» (1 Pedr. 2, 5) «Ustedes son una raza escogida, una nación santa, un pueblo que pertenece a
Dios» (1 Pedr. 2, 9). Así, hermanos, por la fe y por el bautismo Dios nos integra en un pueblo
sacerdotal. Y como pueblo de sacerdotes, tenemos la vocación de ofrecer nuestras personas, nuestras
vidas «como hostia viva» (Rom. 12, 1).
4. ¿Quería Jesús tener ministros para su pueblo?
Así es. No es la Iglesia la que inventó el ministerio apostólico sino el mismo Jesús. El llamó a los Doce
apóstoles (Mc. 3, 13-15) y les encargó ser sus representantes autorizados: «Quien los recibe a ustedes, a
mí me recibe.» (Lc. 10, 16).
La misión de los apóstoles fue encomendada con estas palabras: «Les aseguro: todo lo que aten en la
tierra, será atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo» (Mt. 18, 18).
Este «atar» y «desatar» significa claramente la autoridad de gobernar una comunidad y aclarar
problemas en el Pueblo de Dios. En la última Cena, Jesús dio a sus apóstoles este mandato: «Haced
esto en memoria mía» (Lc. 22, 19). Es eso lo que celebra la Iglesia en la Eucaristía.
Y en una de sus apariciones, Jesús sopló sobre sus discípulos y dijo: «A quienes les perdonen los
pecados, les quedarán perdonados» (Jn. 20, 23).
5. ¿Qué representan los obispos y presbíteros en una comunidad?
En las cartas apostólicas del N. T., los ministros de la comunidad cristiana reciben el título de «obispos
y presbíteros» (Hech. 11, 30; Tit. 1, 5 etc.). La palabra obispo viene del griego y en castellano significa
«el encargado de la Iglesia»; la palabra presbítero significa en castellano «el anciano». Los obispos y
los presbíteros son así los encargados de la comunidad de los creyentes. Ellos tienen la función de
servir en el nombre de Cristo al Pueblo de Dios. Estos nombres de «obispo y presbítero» van a
evolucionar hacia la función del sacerdocio ministerial.
En estos textos hay indicaciones que la liturgia de la Palabra y la entrega de la vida del apóstol ya es
una función sacerdotal: «En todo, los ministros del pueblo deben ser no como los grandes y los reyes,
sino servidores como Jesús: como el que sirve» (Lc. 22, 27).
6. ¿Cómo se transmite este sacerdocio?
Este ministerio apostólico se transmite con la imposición de manos. Escribe el apóstol Pablo a su
amigo Timoteo: «Te recomiendo que avives el fuego de Dios que está en ti por imposición de mis
manos» (2 Tim. 1, 6; 1 Tim. 4, 14). Este gesto de imposición transmite un poder divino para una misión
especial. El apóstol Pablo recibió la imposición de manos de parte de los apóstoles (Hch. 13, 3). Pablo
a su vez impuso las manos a Timoteo (2 Tim. 1, 6; 1 Tim. 4, 14) y Timoteo repitió este gesto sobre los
que escogió para el ministerio (1 Tim 5, 22).
Así, la Iglesia Católica, desde los apóstoles hasta ahora, sigue sin interrupción imponiendo las manos y
comunican-do de uno a otro los dones del ministerio sacerdotal. Ninguna otra iglesia puede decir esto,
solamente la Iglesia Católica. De esta la forma los pastores de la Iglesia participan del único sacerdocio
de Cristo.

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