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Georg Simmej Sociología, 1: Estudios Sobre Las Formas de Socialización
Georg Simmej Sociología, 1: Estudios Sobre Las Formas de Socialización
Georg SimmeJ
Sociología, 1
Estudios sobre las formas
de socialización A lia n z a U niversidad
BH3U0T1
J l ras u n p eríod o de rC afivo Je
;mtc?éd hacia <& ob ra , los desarrollos más recientes de la s o c io lo ¿ ;a
han d e /u e lto a G E O R G SIM M E l . ( í 858-! 918) 1 piem iiiente lugn.r
que le corresponde en el ám bito d e la disciplina. Publicada en 1908 ;;
traducida en 1977 al castellano por Revista tic O ccidente, su
S O C IO L O G IA apunta hacia el a m b icioso ob jetivo de c o r ic rir aí
(con cepto vacilante» de esc área <k con ocim ien tos «u n co n tenido
iiiequ ivoco, regido p o r un pensam iento seguro y »m etódico» Sirnrjel
♦enía píen i conciencia de que el carácter de ciencia n u e v i de i.i
soeiologtü exigía esa fundam entacíon básica que hiciera ¡rd ise jtiH e
.a legitimidad de* sus problem as: {jorque si la lincá que .raza c)
investigador entre los fenóm enos «n o encuentra fórmula propia cu
r nguna provincia, de reconocidas disciplinas cien! i ticas», entonces
ocurrirá que «su lugar en el sistema de las ciencia?. !a dis us'ón de
sus m étod os y dt sus posibles fru tos constituye un problem a iude-
p en d -.«u c». Pura lograr ese p rop osito, esiO¿ E ST U D IO S S O P R L
LA S F O R M *í> D E S O C IA L IZ A C IO N -s u b tit u lo de H c b -a .
publicada en lo? volúm enes p<'r r a /o ies editonale?— rc-Tz-an m
am plio y m in ucioso análisis sobre las cuestiones, tanto abstráete.»
c o m o p. i oculares, que se plantean a lo largo de diez c p í l a l o s : ci
problema de la sociolog ía ; la cantidad en ios grupos spepíesy la
su bordinación: ia lucha: ci secreto y ’ a sociedad secreta; el c mee de
los círculos sociales; el pobre; la aut-acondenacior. de 'tos grupos
sociales, c> espacio y la sociedad: la. am pliación de los grupos v la
form ación de la indiv-dualidad.
A lia n z a E d itorial
C u b ie rta D a n iel G ¡
f^ULÜftîE II ClùUCliS SOClftlS E ElWfô
biblioteca
Sociología 1
E studios sobre las form as
de socialización
Alianza
Editorial
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P r ó lo g o .................................................................................................................................................. 9
11
12 S ociología
todos los sin patria, p ara todos los desarraigados, pues la in de
term inación e in d efen sió n de las fronteras, in evitab le en ios
p rim eros tiem pos, a u to riza a todo el m u n d o a establecerse
allí. P ero bien m irado, el h echo de m ezclar p ro blem as a n ti
guos n o es descubrir u n n u evo territorio del saber. L o que
ocurrió fue, sim plem ente, que se echaron en u n g ra n puchero
todas la s ciencias h istóricas, psicológicas, n o rm ativ as, y se le
puso a l recipiente u na etiqueta que decía: S o cio lo g ía . E n rea
lidad, sólo se h ab ía gan ad o un nom bre nuevo; pero lo desig
nado p or este nom bre o estaba y a determ inado en su con ten i
do y relaciones o se p ro d u jo dentro de las p ro vin cias conocí- ^
das de la in vestigación . S i el h echo de que el p en sam ien to y
la acción h u m an o s se re a liza n en la sociedad y son determ i
nados por ella, h a de convertir la S o cio lo g ía en u n a ciencia
que los abrace íntegros; <por qué no considerar asim ism o la
Q u ím ica , la B o tá n ica y la A s tro n o m ía com o cap ítu los de la
P sicología, y a que sus objetos, en ú ltim o térm in o, sólo ad
quieren realidad en la conciencia h u m a n a y están som etidos
a sus condiciones?
E l error se fu n d a en u n hecho m al interpretado, sin du d a,
pero m uy im portante. E l reconocim iento de que el hom bre
está determ inado, en tocio su ser y en todas sus m an ifestacio
nes por la circun stan cia de v iv ir en acción recíproca con otros
hom bres, h a de traer desde luego u n a nu eva m anera de co n si
derar el problem a en las lla m a d a s ciencias del espíritu. H o y ya
no es p osible exp licar por m edio dei in d ivid u o , de su entendi
miento y de sus intereses, los h echos históricos (en el sen tido
m ás am p lio de la palab ra), los contenidos de la cu ltu ra, las
form as de la ciencia, las n orm as de la m oralidad; y si esta ex
plicación no basta, recurrir en seguida a causas m etafísicas o
m ágicas. P o r lo que toca al lenguaje, verbigracia, y a no esta
m os ante la altern a tiva o de creer que ba sido in ven tado por
in d ivid u o s geniales, o de creer que ba sido dado por D io s al
hom bre. E n la religió n y a no cabe p lan tear el dilem a entre la
inven ción de astu tos sacerdotes y la inm ediata revelación, etc.
H o y creemos com prender los fenóm enos h istóricos por las
acciones recíprocas y co n ju n tas de los in d ivid u o s, por la sum a
y sub lim ació n de in co n tab les contribuciones in d iv id u a les, por
la encarnación de las en ergías sociales en entidades que están
14 S ociología
la exclu sión hacía afu era, e in fin itas form as sem ejantes se
encuentran, así en u na sociedad política, como en u n a com u
n idad religiosa; en u na banda de conspiradores, com o en u n a
cooperativa económ ica; en una escuela de arte, com o en u na
fa m ilia . P o r va riad o s que sean los intereses que lleva n a esas
socializacion es, la s form as en que se presentan pueden ser las
m ism as. P o r otra parte, un m ism o interés puede m ostrarse en
socializacion es de form as diversas, E l interés económ ico, por
ejem plo, lo m ism o se realiza por la concurrencia que por la
organ izació n de los productores con arreglo a u n plan; unas
veces por separación de grupos económ icos, otras, por an exión
a ellos. L o s contenidos religiosos, perm aneciendo idénticos,
adoptan unas veces u na form a liberal, otras, u na form a cen
tralizad a. L o s intereses basados en las relaciones sexuales se
satisfacen en la p lu ra lid a d casi in calcu lable de las form as fa
m iliares. E l interés pedagógico ta n pronto da lu g a r a u na
relación lib eral del m aestro con el d iscíp u lo, como a u n a fo r
m a despótica; u n a s veces produce acciones recíprocas in d iv i
d u alistas entre el m aestro y los distintos discípulos, y otras
establece relaciones m ás colectivas entre el m aestro y la tota
lidad de los d iscíp u lo s. A s í, pues, de la m ism a m anera que
puede ser ú n ica la form a en que se realizan los m ás divergen
tes contenidos, puede perm anecer ú n ica la m ateria, m ientras
la convivencia de lo iT in d ivid u o s en que se presenta se ofrece
en una gran diversidad de form as. D e donde resulta que si
bien en la realidad la m ateria y form a de los hechos constitu
yen una insep arable u n id ad de la vida social, puede extraerse
de ellos esa legitim ación del problem a sociológico que recla
ma la determ inación, ordenación sistem ática, fun d am en tación
psicológica y evo lu ció n h istórica de la s puras form as de so
cializació n .
E ste problem a es opuesto totalm ente al procedim iento
por el cual se h a n creado las diversas ciencias sociales exis
tentes. E n efecto, la d ivisió n del trabajo entre ellas está ab so
lutam en te determ inada por la diversidad de contenido. T a n to
la econom ía política, como el sistem a de las o rgan izacion es
eclesiásticas, tanto la h isto ria de la enseñ an za como la de las
costum bres, tanto la política como las teorías de la vida se
xual, etc., se h an distribu ido entre sí de tal m odo el cam po de
20 S ociologia
m as, por m edio de las cuales los hom bres se so c ia liz a n y que
por tanto co n stitu yen la «sociedad» sensu strictissim o; lo cual
no se desvirtúa p o r la circu n stan cia de que el contenido de la
socialización , la s m odificaciones especiales de su fin e interés
m aterial, decidan a m enudo, o siem pre, sobre su conform ación .
Sería totalm ente errónea la objeción que afirm ase que todas
estas form as (jera rq u ía s y corporaciones, concurrencias y fo r
m as m atrim o n iales, am istades y u sos sociales, gobierno de
uno o de m uch os), no son sino acontecim ientos producidos
en sociedades y a existentes, porque si no existiese de a n te
m ano una sociedad, fa lta ría el supuesto y la ocasión p ara que
surgiesen esas form as. ILsta creencia dim an a de que, en todas
las sociedades que conocem os, actúan u n gran nú m ero de tales
form as de relación , esto es, de so cialización . A u n q u e sólo que
dase u n a de ellas, tendríam os aún «sociedad», de m an era que
todas ellas puede parecer agregadas a u n a sociedad y a term i
nada, o n acidas en su seno. P ero si im agin am os desapareci
das todas estas form as sin gulares, y a no queda sociedad n in
guna. S ó lo cuand o a ctú a n esas relaciones m utuas, p roducidas
por ciertos m otivos e intereses, surge la sociedad. P o r co n si
guiente, aunque la h isto ria y leyes d é la s organ izacion es to ta
les, así su rgid as, son cosa de la ciencia so cia l en sen tido
am plio, sin em bargo, teniendo en cuenta que ésta se h a escin
dido ya en las cien cias sociales particulares, cabe u na S o cio
logía en sentido estricto, con un problem a especial, el p roble
ma de las form as ab straídas, que m ás que determ inar la
socializació n , la co n stitu y en propiam ente.
P o r tanto, la sociedad, en el sentido en que puede tom arla
la S o cio lo g ía , es o el concepto g en eral abstracto que abarca/
tod as estas form as, el género del que son especies, o la su m a
de form as que a ctú a en cada caso. R e s u lta , adem ás, de este
concepto que un n ú m ero dado de in d ivid u o s puede ser socie
dad, en m ayo r o m en o r grado. A cada nuevo aum ento de for
j a c io n e s sintéticas, a cada creación de partidos, a cada u n ión
Para u n a obra com ún, a cada distribución m ás p recisa del
m ando y la obediencia, a cada com ida en com ún, a cada adorno
que uno se ponga pora los dem ás, va haciéndose el m ism o g ru
po cada v e z m ás «sociedad» que antes. N o h a y sociedad a b so
luta, en el sentido de que fuera necesario previam ente su su -
22 S o c io lo g a
terial y el sociológico form al. O cu rre aqu í com o con la dem os
tración de u n teorem a geom étrico trente a la in evitab le conti-
g en cía e im perfección de u n a fig u ra dib ujada. P ero el m atem á
tico puede contar con que el concepto de ía figura geom étrica
ideal es conocido y considerado como el ú n ico sentido esen
cial de los trazos de tin ta o tiza . E n cam bio, en nuestro cam
po, no puede partirse de un supuesto an álo go , no puede dis
tin gu irse entre la p u ra so cia liza ció n y el total fenóm eno real,
con su com plejidad.
E s preciso decidirse (a pesar de las posibles objeciones) a
h a b la r de un p rocedim iento in tu itiv o — p o r lejos que esté esta
in tu ició n de toda in tu ición esp ecu lativa y m e ta físic a — . N o s
referim os a u n a p articular d isp osición de la m irada, gracias a
la cual se realiza la escisión entre la form a y el contenido. A
esa in tu ición , por de pronto, só lo podem os irnos acostu m
brando, por m edio de ejem plos, hasta que m ás tarde se encaje
en un m étodo expresable en conceptos y que lleve a térm ino
seguro. Y esta d ificu ltad se acrece, no sólo porque carecemos
de u na base in d u d ab le p ara el m an ejo de! concepto sociológico
fu n d am en tal, sin o porque, aun en caso de operar con él de un
m odo eficaz, h a y m uchos aspectos de los acon tecim ientos en
que la su b o rd in ació n b a jo ese concepto o bajo el concepto del
contenido, sigue siendo a rb itraria. C a b rá n , por ejem plo, opi
n ion es contradictorias a l decidir h asta qué punto el fenóm eno
de la «pobreza» es de n a tu ra le za socio ló gica, esto es, un resu l
tado de las relaciones fo rm ales existentes dentro de un grupo,
un fenóm en o condicionado por las corrientes y m utaciones
generales, que necesariam ente se en gen d ran en la coexisten
cia de los hom bres, o bien, sim plem ente, u na determ inación
m aterial de ciertas existencias p articulares, exclu sivam ente
desde el pun to de vista del interés económ ico. L o s fenóm enos
históricos, en gen eral, pueden ser contem plados desde J re s
pu n tos de vista fundam entales: 1.° C o n sid eran d o las existen
cias in d ivid u a les, que son los sujetos reales de la s circu n stan
cias. 2.° C o n sid eran d o las form as de acción recíproca, que si
bien sólo se re a liza n entre existencias in d ivid u ales, no se es
tu d ian , sin em bargo, desde el punto de vista de éstas, sino
desde el de su coexistencia, su colab oración y m utua a yu d a.
Y 3 ." C o n sid eran d o los contenidos, que pueden form u larse en
El problem a de la sociolog ía 27
team oo co n d ecisión el p rob lem a , m ientras que. d ecla ra n d o esta ciencia perfecta, se
b aria cu e stion a b le in clu s o el sen tid o de tales in ten tos. A j í . pues, lo s ca p ítu los de este
lib ro s ó lo deben con siderarse c o m o ejem p los, en cu a n to al m é to d o , y , en cu a n to al c o n
te n id o . có m o fra gm en tos d eT o q u e y o en tien d o p o r cien cia de la socied ad . E n a m b os
sen tid os p a re cí«,in d ica d o elegir temas lo m ás H eterogéneos p o sib le , m ezcla n d o l o gene
ral y l o especial. C u a n to m eaos red on d ea d o en u n a c o n e x ió n sistem ática aparezca l o
q u e a q u í se ofrece? cu a n to m ás desviadas estén ru s partes, to n to m ás a m p lio Ha de
aparecer el círc u lo d en tro del cu al u n a p erfección fu tu ra d e la s o cio lo g ía u n irá lo s
p u n to s q u e y a a b o r a pu ed en fijarse aisladam ente. Y si y o m ism o d estaco de esta m a
nera el carácter fra gm en ta rio e in com p leto <k este lib r o , n o quiere d ecir q u e pretenda
defenderm e c o n fá c il p reca u ción con tra ob jecion es de ese gén ero. S i la arbitrariedad
in d u d a b le en la elección de lo s prob lem a s particulares y d e lo s ejem plos pareciera una
fa lta , seria señal d e que n o h e con seg u id o h a cer com p ren d er con bastante claridad mí
p en sam ien to fu n d a m en ta l. S ó lo e t trata a q u í d e l co m ie n z o y gu ia para u n cam ino-
in fin itam ente la rg o ; pretender la p len itu d sistem ática sería, p o r lo m enos, engañarse a
SÍ m is m o . E n este p u n to , el in d iv id u o s ó lo puede a lca n za r p len itu d com p leta en el s e n
tid o su b je tiv o, co m u n ic a n d o cu a n to h a con seg u id o ver.
J-! problem a áe la sociología 29
(t) C uando «c in ició u n a n u eva m anera Je con sid era r In.e h e ch o s, h «> <jue
apoyar lo s d istin to s a sp ectos d e Sus m étod os en a n eja ría s sacadas d e ca m p o s >S c o n o
cidos; pero ú n icam en te el p rocesa (a ca so in fin ito ) en virtud del cu al el p rin c ip io se
d en tro de la in v estiga ción con creta (ren íizacidn <{t:c dem uestra su fe cu n d id a d ),
PQ«de hacer aupcrflu as $exne.¡entes analogía., y m ostra r ln igualdad de fo rm a en cu b ierta
*Jo lo diversidad de m ateria l. C la ro está «Juc este p roceso aclara diclsas a n a logía s a
h ed id a n u c ía » hace su p erfiu a ».
36 S ociolog ía
gorías específicas debe poseer el kom bre p ara que su rja esta
conciencia y , por con sigu ien te, cuáles son las form as que
debe tener esta consciencia u n a vez form ada, la sociedad cons
titu id a como hecbo sabido? T o d o esto puede con stitu ir u n a
epistem ología de la sociedad. E n lo que sigue inten taré esbo
zar, com o ejem plo de ta l in vestig a ció n , a lg u n as de estas con-
diciones o form as de socia liza ció n , que actú an a priori. a u n au e >
ño puedan ser designadas, com o las categorías k a n tia n a s , con
una sola palabra.
I. L a idea que u n a p erson a se form a de otra, m ediante
contacto person al, está condicionada por ciertas m odificacio
nes que no son sen cillo s errores de experiencia incom pleta, o
falta de agudeza en la visió n por prejuicios de sim p a tía o a n
tipatía, sino cam bios radicales en la estructura del objeto real.
E stas m odificaciones cam inan en dos sentidos. V em o s a los
demás gen eralizad o s en cierta medida, acaso porque no nos
es dado representarnos p len am ente u na in d iv id u a lid a d dife
rente de la nuestra. T e d a im agen que u n alm a se form a de
otra está determ inada por la sem ejan za con ella; y si bien
no es ésta, en m odo algun o, la condición ú n ica del conoci
m iento esp iritu al — y a que, por una parte, parece necesaria
u n a desigualdad sim u ltá n ea p ara que b a y a d ista n cia y obje
tividad, y, por otra parte, u na capacidad in telectual que se
m antiene m ás allá de la igu ald ad o no ig u a ld ad del ser - ,
un conocim iento perfecto presupondría, sin em bargo, u na
igu ald ad p erfecta. P arece com o si cada h om bre tuviese en si
un punto p rofu ndo de in d ivid u alid ad que no pud iera ser im a
ginado interiorm ente por n in g ú n otro, cu yo centro in divid ual
es cualitativam ente diverso. Y sí esta exigen cia no es com pa
tible lógicam ente con la d istan cia y en ju iciam ien to ob jetivos
en que descansa nuestra representación del otro, ello prueba
solam ente que n os está ved ado el conocim iento perfecto de hi,
in d iv id u a lid a d ajena. D e la s variaciones de esta deficiencia
dependen las relaciones de u n o s hom bres con otros. A h o r a
bien; sea cu al fuere su causa, es su consecuencia en todo caso
u na gen eralizació n de la im agen esp iritu al del otro, u n a con-
,fu sió n d e con to rn o s que p one en relación con otras esa im a-
j?en, que debiera ser ú n ica. P a r a los efectos de nu estra conduc
ta práctica, im agin am os a todo hom bre como el tipo «hombre»
44 S ociologia
social a que pertenece. Y sobre todo esto flota com o prin cipio
eurístico la idea de su defin ición real, absolutam ente in d i
v id u a l. P ero si bien parece que únicam ente cuando h ayam os
conseguido ésta podrem os establecer nu estra relación justa
con el otro, sin em bargo, esas m odificaciones y tran sform acio
nes que im piden su conocim iento ideal son, justam ente, la s
condiciones merced a las cuales resu ltan posibles las relacio
nes; que conocem os como sociales — poco m ás o m enos del
m ism o m odo que, en K a n t. las categorías del entendim iento,
al convertir las intu iciones dadas en objetos com pletam ente
nuevos, h acen que el m undo dado resulte cognoscible.
I II. H a y otra categoría desde !a cual los sujetos se ven a sí
I m ism os, y u n o s a otros, y se tran sfo rm an de suerte que pueden
( p roducir la sociedad em pírica. E sta categoría puede form u larse
en la afirm ación aparentem ente triv ia l de que cada elem ento
f/de u n gru p o no es sólo u n a parte de la, sociedad, s in o adem ás
a lg o fuera~de ella. E ste hecho actúa com o u n a prior i social,
porque la paríé~3 el in d ivid u o que no se orienta hacia la socie
dad o que no se agota en la sociedad, no debe concebirse como
algo que se h alla jun to a la parte social, sin relación con ésta,
com o a lg o que está fu era de la sociedad, com o algo a que la
sociedad debe dejar espacio, quiéralo o no. E l hecho de que el
íjn d i v iduo en ciertos aspectos no sea clen\£nlO-d.e la sociedad,
> co n stitu y e la condición p o sitiv a p ara que lo sea en otros aspec
tos, y la índole de su «socialidad» está determ inada, al m enos
| en parte, por la índole de su «insocialulad». E n las in vesliga-
‘ ciones que siguen verem os a lg u n o s tipos cuyo sentido socioló
gico queda fijado en su esencia y fundam ento, justam ente por
el hecho de estar excluidos en cierto modo de la sociedad, para
la cual, sin em bargo, es im portante su existencia; a sí ocurre con
el extranjero, el enem igo, el delincuente y a u n el pobre. P ero
esto puede aplicarse, no sólo a estos tipos generales, sino, con
incontab les varian tes, a tod a existencia in d ivid u al. E l hecho
de que en cada m om ento n os h allem o s envueltos en relacio
nes con otros hom bres, y directa o indirectam ente determ ina
dos por ellas, no argu ye nada en contra de esto; porque la co-
I lectivíd ad social se refiere justam en te a seres a los que no
abarca_poiLj:omplc‘to. Sabem os que el em pleado no es sólo
em pleado, que el com erciante no es sólo com erciante, que el
£| problem a de la so cio lo g ía -»7
5?
58 Sociología
m entos p ara c[ue los de afu era m id en el poder del grupo; bien
porque el grupo no puede form arse com o no sea in clu yen d o a
todos los elem entos: p o r ejem plo: en m ucb os carteles in d u s
triales. P o r consiguiente, cuand o a u n grupo se le plantea
la cuestión — en m odo a lg u n o ap licab le a todos — de to ta
lid ad , la cuestión de si todos lo s elem entos a que se extiendo
su p rin cip io están realm ente conten idos en él, b a y que dis
tin g u ir cuidadosam ente las consecuencias que se derivar,
de esta totalidad y las que se d erivan de su tamaño. C la ro
está que el gru p o será m ás grand e si está com pleto que sí está
incom pleto. P ero lo que tiene im p ortancia para ciertos grupos
n o es la p u ra cantidad, sin o el problem a — derivado — de si
con esa can tidad queda rellen a cierta área prefijada. A s í, en el
caso de la s coalicion es obreras las desven tajas que, por pérdi
da de co b esió n y u n id ad , trae consigo el mero aum ento n u
m érico, están com pensadas por las ven ta ja s an tagón icas que
resu ltan de la m ayo r ap roxim ación a la totalid ad .
E n general, las in stitucion es p ropias de lo s grandes círcu
los pueden explicarse com o com pensaciones o su stitu tivos de
la cobesión persona! e inm ediata que caracteriza los círculos
pequeños. S e trata de in stan cias que o rga n iza n y m ediatizan
las acciones recíprocas de los elem entos, actuando a sí como
su sten tácu lo s de la u n id ad social, y a que ésta ba dejado de
ser u na relación de persona a persona. C o n este objeto su r
gen los cargos y representaciones; las leyes y los sím bolos
de la vida social; las o rgan izacion es y los conceptos sociales
generales. D e la fo rm ació n y fu n cio n am ien to de estas in s
tituciones tra ta este lib ro en num erosos pasajes; bastará,
pues, in d icar aqu í su relación con el pun to de vista n u m é
rico. S ó lo en grandes círculos se producen, puras y bien des
arro llad as, como form as abstractas del nexo social, y a que
la s form as concretas no pueden e x istir en gru p os de cierta
extensión. S u fin alidad, que se Tamifica en m iles de cualidades
sociales, descansa, en ú ltim o térm ino, sobre supuestos nu m é
ricos. E l carácter tran sp erso n al y objetivo con que frente
a los in d ivid u o s se presentan esas encarnaciones de las ener
gías sociales, procede justam en te de la m uchedum bre de ele
m entos in d ivid u ales activos. E l gran núm ero de éstos p a ra liza
lo in d iv id u a l y eleva lo gen eral a ta l altu ra, que aparece
i_a cantidad en los g ru p os sociales 67
de ello, p oseem os s u co n o cim ie n to y com p ren sión : p ero s ó lo cu a n d o la distancia sup rim e
el c o n ta cto in m ed ia to, en tod os sen tid os, p oseem os la ob jetivid a d , a u e es tan necesaria
c o m o la p rox im id a d para ju z g a r. E ste d u a lism o d e la p ro x im id a d y la leja n ía .
<jue ta n n ecesa rio es p ara la co n d u cta u n iform e, con trib u y e, en cie rto m o d o , a u n a de las
fo rm a s fu n da m en ta les d e nu estra vida y del p rob lem a vitaL U n o y el m ism o a su n to
n o p o d rá ser tra ta d o, p o r u n a parte, m á* 4 u c d en tro d e u n a a so c ia ció n estrecha; m as,
p o r o tra , necesitará serlo en una grande. H e ac¡ui u n a con tra d icció n fo rm a l s o c io ló g i
ca , a u e c o n stitu y e u n ca so especial d e a cu e lla gen eral h u m ana.
L.a cantidad en los grupos-sociales 69
(i) D e es to s c o r r e la c io n e s t r a t a m o s d e t a lla d a m e n t e e n e l ú l t i m o c a p í t u lo .
102 S o c io lo g y
va. L a de (res se diferencia específicam ente de la de dos, h a d a u n id a d que existe entre todos los que h an recibido su nueva.
atrás, por decirlo así, pero no h acia adelan te, pues y a no hay F ren te a esta nueva, la a ltern a tiva no se lim ita a pedir que sea
diferencia entre ella y la de cuatro o m ás elem entos. aceptada o rech azad a, sin o que quiere que sea aceptada o com
C o m o trán sito para las form acio n es p articulares de tr. s b a tid a. E.S esta la expresión m ás fuerte que cabe p ara desig
elem entos, estudiarem os la diversidad de caracteres colectivos, n a r la unidad a b so lu ta de lo s que se consideran dentro y el
segú n que lo s elem entos se escindan en dos o en tres partidos ap artam ien to ab solu to de los que no lo están. L a lu ch a, la ac
principales. E n épocas accidentadas de la vid a pública, todos tu ación en contra es siem pre u na relación; revela una u n id a d
suelen acogerse al lem a: «el que no está conm igo, está contra in tern a que, au n qu e pervertida, es m ás fuerte que la coexis
mí». L a consecuencia de esta situ ació n debe ser la d ivisión ¿o tencia indiferen te o la to lera n cia d é la s actitudes m edias. E ste
los elem entos en dos p a rtid o s.T o d o s los intereses,convicciones sentim iento sociológico fu n d am e n tal im pulsará, pues, a la
e im p u lso s que nos ponen en relació n p o sitiv a o n egativa co:. escisión de lo s elem entos todos en dos partidos. E n cam bio,
otros, se d istin guen según la vigencia que tenga en ellos aquei cuando falta esc sen tim ien to ap asion ado, que aspira a abarcar
prin cipio, y pueden ordenarse en u n a serie, que va desde la el todo, forzand o a cada cu al a colocarse en u n a relación po
exclu sión rad ica l de todo térm ino medio y de toda im p arcia sitiva — de aceptación o de com bate — con la idea o exigencia
lidad, h as(a la tolerancia de los p u n to s de vista contrarios, p lanteada; cuando cada grupo parcial se conform a con su
com o visio n e s igu alm en te justificad as, en u n a escala de acti existencia parcial, sin pretender seriam ente in clu ir en su seno
tudes que coinciden m ás o m enos con la propia. T o d a resolu a la colectividad entera, entonces el terreno está ab on ado para
ción que guarde relación con nuestros círculos am bientes, m ás una p lu ralid a d de p artid os, p ara la toleran cia de los p artidos
o m enos rem otos, que nos lo calice en éstos, que im plique para medios, para u na escala de opiniones en m últip les grados.
n osotros cooperación interna o externa, benevolencia o sim A q u e lla s épocas en que se m ueven grandes m asas, son fa v o
ple toleran cia, notoriedad o peligro; toda resolución de es<a rab les a l dualism o de lo s partidos; e xclu yen el indiferen tism o
clase ocupa un puesto determ inado dentro de aq u ella escala. y am en gu an la influencia de los partidos m edios. F.ilo se
C a d a u na de ellas tra/a alrededor de nosotros una línea ideal com prende bien teniendo en cuenta el radicalism o, que hem os
que o in clu ye o ex clu ye decididam ente a las dem ás o que tiene reconocido antes como el carácter de los m ovim ientos de
h uecos en los cuales no se plantea la cuestión de dentro > m asa. L a sim p licid ad de ideas con que las m asas son d irigi
iuera, o si se plantea es de tal m odo que hace posible un mero das propende a p lan tear la s cuestiones en la form a de un sí o
contacto o una in clu sión p arcial, com pletada en una exclu un no radicales (l).
sió n , tam bién parcial. L a cuestión de si se ofrece y el rigor E ste rad icalism o, que caracteriza los m ovim ien tos de
con que se ofrezca el dilem a de o conm igo o contra mí, no de m asas, no im pide a veces su conversión total de un extrem o a
pende tan só lo de la exactitud lógica de su contenido, n i s i' otro. In cluso es fácil de com prender que esto acontezca por
q uiera d é la pasión con que el alm a se adhiera a éste, sino m otivos fútiles. U n caso X , que corresponde a l estado de á n i
sobre todo de la relación que el que interroga m antiene con m o a, se verifica ante u na m asa reun ida. E n ésta se encuentran
su círculo so cia l. C u a n to m ás estrecha y so lid a ria sea esta re
lación, tanto m enos puede el sujeto co existir con otros, como ( i ) A través de to d a la hisTorin. loa tendencias dem ocráticas d e loe ¿runde* m o
vim ien to* co le ctiv o s prefieren d isp o s icio n e s, leyes y p rin cip ios se n cillo s. A la d em ocra
com pañeros de igual o p in ió n . Y cuanto m ás fuerte sea la u n í'
cia le son a n tipáticas tod as las p iá ctica s com p licad a *, en que entran varias con sid e ra
dad que un ideal im p rim a a todos los m iem bros de un par
cion es y q u e tienen en cu e n ta d iversos p u n to * de vista. P o r el co n tr a r io , lo aristocra
tido, tanto m ás rad ical se planteará ante cada uno la cuestión cia suele s e m ir L o r t o r o la* leyes ¿ene:ale.s y o b lig a to ria s , con ced ien d o el m ás a m p lio
del pro o del contra. E l rad icalism o con que Jesús form ula m argen a las particularidades d e lo s elem en to* in d ivid u a les, person a les, ló ca le », o b
este dilem a obedece al sentim ien to in fin itam en te fuerte de la jetivos.
3
114 Socioln^M
que deben ex igir cierto n ú m ero definido de miembros, a l que actos que el G o b ie rn o no quiere que se cometan. D o n d e esto
v a n u n id os entonces los derechos y deberes. E l fundamento Se ve m ás claro es en las leyes moralizadoras. A l lim itar el
de todas estas determinaciones está en ei supuesto de que en número de las personas que pueden tomar parte en un b a n
tre personas asociadas n o se produce cierto espíritu común, quete o el de los acom pañantes de u n a comitiva, etc., se parte
cierto ambiente y fu erza y tendencia más que cuando este n ú de la convicción empírica de que, en una masa grande, fácil
mero ha alca n za d o determinado nivel. S e g ú n que este resui- mente gan an predominio los im pulsos sensuales, progresa rá
tado sea deseado o temido se exigirá u n número m ín im o o se pidamente el mal ejemplo y se p araliza el sentido de la res
permitirá un nú m ero m áxim o. ponsabilidad individual.
C ita ré primero alg u n os ejemplos del últim o caso. E n la C o n e! mismo fundamente, oriéntanse. en dirección op ues
G re c ia antigua h ab ía prescripciones legales que disponían ta. las prescripciones que exigen un m ínim o de copartícipes
que la tripulación de los barcos no p odría exceder de cinco, para que se produzca un determinado electo jurídico. A s í , en
para impedir de ese modo ¡a piratería. P o r temor a las a so Inglaterra, toda asociación económica puede conseguir los de
ciaciones de oficiales de gremios, dispusieron en 1436 las ciu rechos de corporación, si está compuesta al menos de siete
dades del R i n que no pudieran ir vestidos del m ism o modo m íe m b o s . E l derecho exige en tod as partes un núm ero m ín i
más de tres oficíales. L a s más frecuentes prohibiciones de mo de jueces — núm ero extraordinariam ente fluctuante en su
este género son las políticas. Felipe e l H erm oso prohibió determinación - para dictar una sentencia válida, hasta el
en l 505 todas las reuniones de más de cinco personas, a cual punto de que. en algun os lugares, ciertos tribunales colegiados
quier estado a que perteneciesen y en cualquier form a que lo se llaman, sencillamente, «los siete». C o n respecto a ia primer
hicieran. E n el a nd en régime no podían reunirse veinte n o form a, se supone que ú nicam ente con ese número de m iem
bles sin que el rey lo permitiera especialmente. N a p o le ó n í l i bros están dadas ias garantías suficientes de solidaridad acti
prohibió todas las asociaciones de más de veinte personas no va, sin las cuales los derechos de corporación serían un peli
a u to rizad as especialmente. E n Inglaterra, el con veaiicle act, gro para la economía pública. E n ei segundo ejemplo, el
en la época de C a r lo s II, castigaba todas las asam bleas reli número m ínim o prescrito parece surtir el efecto de que los
giosas celebradas en u n a casa entre m á s de cinco personas, y errores y opiniones extrem as de ios individuos se equilibren
la reacción inglesa de principios del siglo xix prohibió todas unos con otros, con lo cual, la opinión colectiva podrá acertar
las reuniones de m ás de cincuenta personas n o anunciadas con lo objetivamente jus.ro. E sta exigencia de u n núm ero m í
mucho tiempo antes. E n estados Je sitio, con frecuencia, no nim o aparece, particularm ente clara en manifestaciones reli
pueden detenerse en. la calle m ás de tres o cinco personas; y giosas. L as reuniones regulares de los frailes bud istas de de
hace u nos años, la A u d ie n c ia de B erlín decidió que existía terminado territorio, para hacer ejercicios religiosos y u n a
una «reunión» en el sentido de la ley (reunión que, por tanto, especie de confesión, requerían la asistencia de cuatro monjes
necesitaba anunciarse previamente a la policía) con sólo qué como mínimo. E ste número constituía, por decirlo asi, el s ín o
estuvieran presentes ocho personas. E n el campo económico do, y cada uno de ellos, como miembro del mismo, tenía una
se manifiesta esto, por ejemplo, en la ley inglesa de l7o8 — que Significación distinta de la q u e le correspondía com o fraile i n
fué votada por la influencia del B an co de Inglatera — , la cua: dividual. Igualm ente, los ju d ío s h ab ía n de reunirse por lo
menos en núm ero de diez para orar. E n la constitución que
dispuso que las asociaciones legales para el tráfico de dinero
no podrían a b razar más de seis copartícipes. E sto indica que hizo L ocke para la C a r o lin a del N orte , cualquier iglesia o co
existía entre los gobernantes la convicción de que sólo en g ru munidad religiosa podía establecerse con tal de constar, al
pos de la cantidad enunciada se encuentra el valor o la im p re ' menos, de siete miembros. E n estas disposiciones se supone,
visión, la audacia o la ligereza suficientes para cometer ciertos pues, que la fuerza, concentración y estabilidad de la creencia
IO
146 S ociología M (C a p í t u l o 3
147
148 Sociología
ración de mero instrum ento para fines que están fuera de él,
só lo entonces desaparece toda som bra de colaboración sociali-
zadora. E l principio, form ulado por los juristas rom anos pos
teriores, de que la societas leonina no puede considerarse como
u n contrato de sociedad, muestra de u n m odo relativo que, al
p rivar de tod a significación propia a u n a de las partes, queda
suprim ido el concepto de' sociedad. E n el mismo sentido, y
refiriéndose a los trabajadores de las grandes empresas mo-
d e rn a s— que excluyen toda concurrencia de empresas rivales
en el reclutam iento de b razos--, se ha dicho que la diferencia
entre la posición estratégica del obrero y la de sus patronos es
tan grande, que el contrato de trabajo deja de ser u n «contra
to» en el sentido corriente de la palabra; pues los obreros
tienen que entregarse incondicionalm ente al patrono. T e n ie n
do esto a la vista, la m áx im a moral: no emplees nunca ai
h om bre como simple medio, se revela en efecto como fórmula
de toda socialización. C u a n d o la significación de una de las
partes desciende hasta tal punto que su personalidad y a no
entra para nada en la relación, no puede y a hablarse de so
ciedad, como no puede decirse que exista sociedad entre el car
pintero y su banco.
P ero, ei, realidad, esa ausencia de toda espontaneidad en la
relación de subordinación, es m ás rara de lo que parece dedu
cirse de los giros populares que h ab lan abundantem ente de
«coacción», de «110 tener opción», de «necesidad absoluta».
A u n en la s relaciones de sum isión m ás opresoras y crueles,
subsiste siempre una cantidad considerable de libertad perso
nal. L o que sucede es que no nos dam os cuenta de ella; porque
afirm arla en tales casos costaría sacrificios que no estamos
dispuestos a realizar generalmente. L a coacción «absoluta»
que ejerce sobre nosotros el más cruel tirano está siempre, en
realidad, condicionada; está condicionada por nuestra v o lu n
tad de eludir las penas u otras consecuencias de nuestra in su
misión. E strictam ente hablando, la relación de subordinación
no aniq u ila la libertad del subordinado, sino en el caso de
coacción física inmediata. E n los demás casos, se limita a
exigir por nuestra libertad u n precio que no estamos dispues
tos a satisfacer; puede estrechar sin duda más y más el círculo
de condiciones exteriores para que se realice esa libertad, pero
j j subordinación 149
entrega plena va unida m uchas veces a la entrega correspon acción recíproca (dentro de u n a subordinación, en apariencia,
diente que la otra parte hace de sí m ism a a la primera, aunque completamente pasiva) en u n a doctrina medieval del E stad o,
en otra capa de la realidad. A s í dice B is m a rc k a propósito de según la cual el origen del E stad o consiste en que los h o m
sus relaciones con G u i ll e r m o I: «Las leyes determinan cierto bres se obligaron m utuam ente a someterse a u n jefe común,
grado de adhesión y l a s convicciones políticas determinan un y el s o b e r a n o - i n c lu s o el a b so lu to — obtiene su poder en vir
grado m ayor. P ero si se pasa de aquí, se requiere ya u n cierto tud de un contrato entre los súbditos. E n esta teoría la idea
sentimiento personal de reciprocidad. M i adhesión estaba fu n de la reciprocidad y a no reside en la relación de so b eranía— que
dada, en principio, sobre m i convicción m onárquica; pero el ca es donde la ponen las doctrinas contemporáneas del contrato
rácter especial de esa mi adhesión sólo era posible bajo la for entre el soberano y el p u e b lo — , sino que pasa al fundam ento
ma de cierta reciprocidad, la que puede haber entre el señor y el mismo de esa relación; la obligación para con el príncipe es
servidor.» Q u i z á s el caso m as característico de este tipo lo considerada como m era forma, expresión y técnica de u n a re
ofrezca la sugestión hipnótica. U n distinguido h ipnotizador ha lación de reciprocidad entre los individuos del pueblo. Y si
declarado que en toda hipnosis h a y cierta acción, no fácil de para H obbes el soberano no puede nunca, sea cual fuere su
determinar, del hipnotizado sobre el h ip n o tiza d o r, sin la cuai conducta, faltar para con sus súbditos, puesto que no ha cele
no se conseguiría el efecto. L a apariencia de las cosas no nos brado n in g ú n contrato con ellos, en cambio, tam poco el s ú b
ofrece aquí m ás que un absoluto «influir» por u n lado, y un dito infringe n in g ú n contrato, aunque se rebele contra el sobe
absoluto «ser influido» por otro; y, sin embargo, cierta acción rano; el contrato que infringe en tal caso es el que h a celebrado
recíproca se esconde también bajo esa apariencia y h a y una con los demás m iem bros de la sociedad y que h a consistido en
reciprocidad de influencias que convierte en form a sociológica dejarse gobernar por aquel soberano.
la pura parcialidad de la subordinación. L a desaparición de este elemento de reciprocidad es la que
V o y a m encionar algunos casos m ás de subordinación, to explica que la tiran ía de u n a com unidad sobre un miembro de
mados de la esfera jurídica, en los cuales se descubre sin di la m ism a pueda ser m ucho peor que la de un príncipe. E l h e
ficultad la existencia de u n a acción recíproca real, tras la ap a cho de que la com unidad (y no me refiero sólo a la política)
riencia del influjo único de u na sola de las partes. C u a n d o en considere a sus miembros, n o como seres que están frente a ella,
u n régim en de ilim itado despotismo, el soberano une a sus sino como partes de ella m ism a, da lu g ar m uchas veces a una
preceptos la am en aza de u n a pena o la promesa de u n a re desconsideración, harto distinta de la crueldad personal de un
compensa, esto quiere decir que él m ism o se liga al decreto que déspota. E l hecho de sentirse dos, u no enfrente de otro, aunque
h a dictado; que concede al subordinado el derecho a exigir algo el segundo aparezca como subordinado, implica u n a acción re
de él, puesto que al fijar la pena, por horrenda que sea, se com cíproca que, en principio, supone u n a lim itación de am bos ele
promete el déspota a no im poner otra m ayor. Q u e luego, de mentos. Só lo excepciones particulares infringen esta regla.
hecho, conceda la recompensa prometida o limite la pena a las C u a n d o la relación con el subordinado ostenta ese carácter de
proporciones por él fijadas, eso es y a otra cuestión. Pero el desconsideración, que se manifiesta en el caso de una c o m u n i
sentido de la relación es el de que, si bien el superior determi dad avasalladora, es que no existe esa contraposición en cuya
na por completo la suerte del subordinado, asegúrale, empero, acción recíproca se realiza la espontaneidad de am bos elemen-
un derecho que éste puede hacer valer o al que puede re n u n tos y, por tanto, su lim itación m utua.
ciar; de m anera que incluso esta forma extrema de l a relación E sto se expresa con gra n belleza en el prim itivo concepto
permite to d av ía cierto grado de espontaneidad en el subordi rom ano de la ley. E n su sentido puro, la le y exige u n a su m i
nado. sión, en la cual no cabe espontaneidad o reacción alg u n a por
15 4 S o c io lo g ía La su bordin ación 155
parte del subordinado. E l hecho de que éste h a y a colaborado en ser ejercido por un individ uo, por un grupo, por un poder ob
la legislación o incluso de que se h a y a dado a s í m ism o la ley, jetivo, sea social o ideal. E studiaré tan sólo algun as significa
n o modifica en nada el sentido; en tal caso escíndese el sub o r ciones sociológicas de estas posibilidades.
dinado en sujcio y objeto de la legislación, y la determ ina L a subordinación de u n grupo a una persona, tiene como
ción de la ley que va del sujeto al objeto no altera su sentido consecuencia principal una considerable unificación del gru
porque am bos coincidan casualm ente en una m ism a persono po. E sta unificación es casi equivalente en las dos form as
física. Y , sin embargo, los rom anos h a n indicado in m ed iata características de esta subordinación: la primera, que consiste
mente en el concepto de le y e l concepto de acción recíproca. en que el grupo, con su cabeza, constituya una verdadera u n i
O rig in ariam en te, le x significa en efecto contrato, aunque en el dad interior y que el jefe dirija las fuerzas del grupo en el sen
sentido de que las condiciones del m ism o son fijadas por el tido m ism o del grupo, de manera que en este caso la superio
que propone, no teniendo m ás intervención la otra parte que ridad sólo significa propiamente que la vo lu n ta d del grupo ha
la de aceptarlas o rechazarlas en bloque. A s í , originariamente, h alla d o en el jefe u n a expresión o cuerpo unitarios; la segun
la le x p u blica p o p u li rom ani significaba que el rey la había da, que consiste en que el grupo se h alle en oposición a su ca
propuesto, y el pueblo aceptado. D e aquí se sigue que la desig beza, y forme un partido frente al jefe. Respecto al primer
n a ción hace referencia a la acción recíproca en el concepta, caso, el más superficial estudio de un tema sociológico m ues
que más parece excluirla categóricamente. E sto s e m a n i tra desde luego las inm ensas ven tajas de la soberanía única
fiesta también en la prerrogativa otorgada al r e y rom ano, d? para la concentración y uso económico de las energías colecti
ser el único autorizado para h ab lar al pueblo. T a l prerrogati vas. S ó lo mencionaré dos términos de subordinación común,
v a significa, sin duda, el celo exclusivo con que pretende el que aunque m u y diferentes en su contenido, revelan cuán i n
rey afirmar la unidad de su sob eranía— así como en la a n ti sustituible es la soberanía única para la unidad del conjunto.
güedad griega, el derecho de cada cual a hablar al pueblo, s ig n i L a sociología de las religiones se diferencia, en principio,
fica la democracia perfecta— ; pero h a y también en ella el re según que la u n ión d é l o s in divid uos en un grupo sea la que
conocimiento de la im portancia que tiene el poder h ab lar a. produce, por decirlo así, al D io s com ún, como sím bolo y consa
pueblo y, por consiguiente, el pueblo mismo. E s t a importancia
gración de su parentesco m utuo (como ocurre en m uch as reli
estriba en que el pueblo es parte contratante, aunque el dere giones prim itivas) o que la idea de D io s sea la que reúna los
cho de contratar con él estuviese reservado a ttna sola per
elementos que no estaban antes unidos o que estaban en u n ió n
sona.
poco estrecha. N o hace falta explicar hasta qué punto se ha
N o s proponíam os, con estas observaciones, mostrar el ca
realizado en el cristianism o esta ú ltim a forma; tampoco insis
rácter propiamente sociológico, sociogénico, de la subordina
tiremos en el caso de alg u n as sectas que se sienten estrecha
ción, aún en aquellos casos en que parece que en vez de una mente unidas por la relación absolutam ente subjetiva y m ís
relación social existe u n a relación m eramente mecánica y el
tica que con la persona de Jesús establece cada individuo, con
subordinado se presenta como u n objeto o medio en manos
Completa independencia de los demás y de la comunidad. Pero
del superior y como privado de toda espontaneidad. Pero, al
incluso de los judíos se ha dicho que, en oposición a las de
menos en algun os casos, hemos logrado hacer ver cómo tras
m ás religiones de la m ism a época (en las cuales el parentesco
la influencia unilateral se escondía la acción recíproca que es
ligaba a cada m iem bro con otro y sólo después al conjunto
el proceso sociológico decisivo.
con el principio divino), el contrato c o m ú n —es decir, que
Las especies de subordinación pueden clasificarse por de
atañía a cada cual inm ediatam ente— con Jeh ová era sentido
pronto — siguiendo u n criterio externo, pero cómodo para la
como la verdadera fuerza y significación de la com unidad n a
exposición— en u n esquema de tres miembros. E l m ando puede
cional. E l feudalismo m edieval con sus complicadas relacio-
156 Sociología
sólo era reconocida por sus m iem bros como tínico trib u n a l de
justicia, sino que, en el año l 330 , rechazó la insin ua ción de
ju z g ar a otras ¿entes además de los pares. L a tendencia, pues,
a no dejarse ju z g ar m ás que por sus iguales, es a veces tan ra
dical que actúa, incluso, de modo retroactivo. L o s lores pensa
ban de un modo poco lógico; pero, psicológicamente, profundo
y comprensible: «puesto que nuestros iguales sólo pueden ser
juzgados por nosotros m ism os, todo el que sea juzg ad o por
nosotros se convierte, en cierto modo, en nuestro igual».
Y así, como en este caso, u n a relación patente de sub ordi
n ación (la que medía entre e'i acusado y el juez) es sentida
como una cierta coordinación, así también, viceversa, la coor
dinación es a veces sentida como subordinación. Y conceptual-
inente repítese aquí el du alism o en la separación como en el
enlace— entre los m otivos de razón y los instintos oscuros. E l
burgués medieval que, por razón de sus derechos, está debajo
de la nobleza, pero encima de los cam pesin os,rechaza en oca
siones la idea de u n a igualdad general de derechas; teme que
esa nivelación le h aga perder, en beneficio del campesino, más
de lo que gana en daño del noble. A lg u n a s veces tropezam os
con el tipo sociológico que consiste en que una capa social i n
termedia no puede elevarse hasta la capa superior, sino equi
parando a sí la capa m ás baja; pero siente esta equiparación
como u n a h um illación tal, que prefiere renunciar a l encum
bramiento que podría conseguir. A s í en la A m é r ic a española,
los criollos sentían gran envidia de los españoles procedentes
de E uro p a; pero era a ú n m ay o r el desprecio que les inspiraban
los m ulatos y mestizos, los negros y los indios. P a r a equipa
rarse a los españoles, h ub ieran tenido que coordinar consigo a
aquellos inferiores; m as esto significaba tal degradación para
sus sentimientos de raza, que prefirieron renunciar a la igu a l
dad con los españoles. P e ro esta com binación form al se expre
sa de un modo m ás abstracto o instintivo todavía en las p a
labras de H . S. M a in e : « E l principio de nacionalidad, tal
como se form ula con frecuencia, parece significar que a los
hombres de cierta raza se les infiere injusticia si se les quiero
im poner instituciones políticas comunes, con m iembros de otra
raza.» P e r tanto, si existen dos caracteres sociales diversos,
A y B , A aparecerá como subordinado a B , tan pronto como
184 S ociologi H
ción del conflicto, y confiar en u n a persona ajena a ambos. co nstituyen sociedades a n ó n im a s o están adm inistradas como
F in a lm en te , otro ejemplo tom ado de u n a esfera completa si lo fuesen, los empleados se encuentran en mejor situación
mente diversa, nos enseña que la relación com ú n entre varios que los que trabajan en pequeños comercios explotados perso
elementos subordinados a un superior, supone o produce cier nalm ente por ei dueño. L a m ism a relación se produce cuando
ta coordinación o igualdad entre estos elementos— aparte de en lu g ar de la diferencia entre individuos y colectividades, se
las diferencias, diversidades, oposiciones q u e existan entre plantea la diferencia entre colectividades m ayores y menores.
e llo s — y que esa coordinación es tanto m ay o r cuanto que I?, L a situación de la India bajo el G o b ie r n o inglés es bastante
potencia superior es m ás alta y lejana. P ara que la religión más favorab le que ba jo la C o m p a ñ ía de las Ind ias orientales.
ejerza u n a influencia socializadora sobre am plios círculos, es C o m o es natural, n a d a importa que esa colectividad m ay o r
m u y im portante que D io s esté situado a una distancia deter viva bajo u n régim en m onárquico, siempre que la técnica de
m in ad a de los creyentes. L a proxim idad inmediata, local, por la soberanía, ejercida por ella, tenga carácter superindividual,
decirlo así, en que se encuentran con los creyentes los princi- en el sentido más a m p lio de la palabra; el régimen aristocrá
cios divinos de todas las religiones totemistas y fetichistas, y tico de la R e p ú b lica rom an a oprim ió mucho m ás duramente
tam bién el viejo D io s judaico, es la causa de que esas religio las provincias que el im p erio, que fue mucho m ás justo y ob
nes no convengan para d o m in a r círculos amplios. S ó lo la enor jetivo. P a r a los que se encuentran en la posición de servido
me a ltu ra a que está sobre el m und o el D io s cristiano Lizo res, suele ser lo m ás favorable el pertenecer a un círculo am
posible la igualdad de los desiguales ante él. L a distancia a plio. L as grandes propiedades señoriales que se produjeron en
que los creyentes están de D io s es tan inm en sa que se borrar, el Im perio franco, durante ei siglo vu, colocaron con frecuencia
ante ella todas las diferencias entre los hombres. E sto no ha a las clases inferiores en una nu eva y ventajosa situación. La
impedido la proxim idad en la relación cordial con D ios; por gran propiedad permitió que se organizase y diferenciase el
que esta relación pone en juego aquellas partes del hombre en personal trabajador; ce donde nació un trabajo cualificado y,
las que se borran todas las diferencias individuales, partes que por consiguiente, más estimado, que permitía a los siervos en
por decirlo así cristalizan y se actu a liza n con entero pureza cumbrarse socialmente. P o r l a m ism a razón, ocurre con fre
cuando actúa aquel principio suprem o y entra el hombre en cuencia, que las leyes penales del E sta d o son m ás benignas
relación con él. Pero acaso la Iglesia católica h a y a conseguido que las de los círculos exentos.
crear u n a religión universal, justam enle porque interrumpió N o obstante, como queda y a indicado, h a y una porción le
también esta relación inm ediata entre D io s y el hombre, in fenóm enos que siguen un curso enteramente opuesto. Los
terponiéndose entre am bos y haciendo que, a ú n en este aspec aliados de A te n a s y R o m a , los territorios que antiguam ente
to, fuese D io s inaccesible para el in div id uo por sí solo. estaban sometidos a algun os cantones suizos, fueron op rim i
P o r lo que se refiere a aquellas estructuras sociales que se dos y explotados con una dureza que difícilm ente hubiera sido
caracterizan por la subordinación de alg u n o s individuos o co posible en u n régimen unipersonal. L a m ism a sociedad a n ó
m unidades a una p lu ralida d o a u n a com unidad social, lo nim a que, por la técnica de su funcionam iento, explota menos
priir ero que salta a la vista es que el efecto es m u y desigual a sus empleados que un patrono particular, puede en muchos
par« los subordinados. E l supremo deseo de los esclavos es casos, tratándose de indem nizaciones y socorros, no proceder
partanos y tes-alios era ser esclavos del E stad o, en vez de serlo tan liberalm ents como el particular, que no tiene que dar cuen
de un individuo. E n Prusia, antes de la emancipación, los ta a nadie de sus dispendios. Y por lo que toca a los impulsos
siervos de realengo estaban en mejor situación que los de se indi*iduales, las crueldades que se ejecutaban para entreteni
ñores particulares. E n las grandes explotaciones y almacenes m iento de los concurrentes al circo rom ano y que a menudo
modernos, que no están regidos por un individuo, sino que o eran llevadas al extremo, a petición de los espectadores mis-
183 Sociolou .1
do, por tanto, en com pleta dependencia de todos y cada u no de nen cía. P u e s m ien tras dura la lu ch a entre elem entos que pre
los superiores, sufrirá gravem ente cuando h aya oposición en tenden todos dom inar por entero a uno y al m ism o sujeto, no
tre éstos. P u es cada u no de los jefes pretenderá u tiliza r ín te cabe para éste u n a d ivisión de fu e rza s que pueda satisfacer
gram ente sus fuerzas y servicios, y, por otra parte, 1c h ará res a qu ellas pretensiones: en la m ay o ría de los casos, sem ejante
ponsable de toda acción u om isión hecha por obediencia a otro d ivisió n no podrá siqu iera proporcionar una solu ción parcial
jefe, considerán dola como espontánea. E sta es la situ a ció n tí y rela tiva , porque cada acción se encuentra ante un inflexible
pica del «servidor de dos señores». Se presenta, por ejem plo, pro o contra. E n tre la pretensión del grupo fa m ilia r que, con
para los h ijos cuando los padres están en conflicto. E s tam carácter religioso, reclam a el entierro de P o lin icio , y la le y del
bién la situación de u n E stad o pequeño que depende por igual E sta d o que lo prohíbe, no h a y com posición posible para A n
de dos E stad o s vecinos poderosos; en caso de conflicto entre tífo n a : después de m uerta ella, las pretensiones contrapuestas
ellos, cada cual le hará responsable de aquello a que le o b li se encuentran frente a frente, tan acusadas e irreductibles como
gue hacer por el otro su situ a ció n de dependencia. a l com ienzo de la tragedia, m ostrando «si que no h a y conducta
S i este conflicto es interior; s i los dos círculos a n tin ó m i o destino del som etido a ellas, que pueda resolver el conflicto
cos actúan com o potencias ideales, m orales, que presentan sus que en el sub ordinado proyectan.- Y aún en el caso de que la
exigencias en el interior del hom bre, la situación se ofrece colisión no se presente entre las dos potencias sin o en el in te
en form a de «conflicto entre deberes». A q u e lla pugna exterior rior del sujeto som etido a am bas, y , por tanto, parezca m ás fá
no surge, por decirlo así, del sujeto m ism o, sino que cae sobre cil de resolver repartiendo entre am bas la actividad del sujeto
él; en cam bio, la interior se produce por cuanto, en el alm a, la som etido, sólo u n acaso feliz que resulte de la situación m ism a
conciencia m oral tiende b a cía dos direcciones a la vez, que hará posible la solu ción . E l caso típico es el que plantea la sen
riendo obedecer a dos potencias que se exclu yen . L a primera tencia: «Dad al C ésa r lo que es del C ésa r y a D ios lo que es
a n u la , pues, en principio toda espontaneidad del sujeto, ya de D ios». P ero ¿y si justam en te la m oneda que reclam a C ésar
que el conflicto se resolvería pronto y fácilm ente si esta espon es necesaria p ara una obra grata a D ios?
taneidad se produjese. E l conflicto entre deberes, en cam bio, E l m ero hecho de que la s in stan cias, de que un in d iv i
supon e justam en te la m ayor lib ertad del sujeto, a cuyo cargo duo depende al m ism o tiem po, sean extrañas u na a otra, bas
corre, exclusivam ente, el reconocim iento de las dos pretensio ta para que la situ ación sea en principio contradictoria. Y
nes como m oralm ente obligatorias. S in em bargo, esta dualidad ello en tanto m ayor grado cuanto más in teriorizado esté el
no impide que la pugna de dos potencias, que exigen nuestra conflicto en el sujeto, surgiendo de las exigencias ideales
obediencia, adopte am bas form as a l m ism o tiem po. C u an d o el que plantea la conciencia del deber. E n los dos ejem plos a rr i
conflicto es puram ente exterior, resulta tanto m ás grave cuanto ba m encionados, recae el acento m oral sub jetivo especialm ente
que la personalidad es m ás débil; pero siendo interior, será en u no de los dos lados, y a que el sujeto depende del otro m ás
tanto más destructor cuanto m ás fuerte sea la personalidad. bien por in evitab les circunstar cias externas. P ero cuando am
N o s adecuam os de tal modo a las form as rud im en tarias de bas pretensiones tienen el m ism o peso interior, de poco nos
esos conflictos, que penetran nuestra vida en lo grande como sirve decidirnos por u na de ellas, con arreglo a n u estra m ejor
en lo pequeño; nos avenim os instintivam ente a ellos de tai convicción , o d ivid ir entre am bas nuestra actividad. P u es la
m anera, en com ponendas y divisiones de nu estra actividad, pretensión in sa tisfech a —-to tal o parcialm ente -seguiré ac
que en la m ayo ría de los casos n i tenem os conciencia siquiera tu an do con todo su peso sobre nosotros; nos sentirem os res
de ellos como tales conflictos. P ero si el conflicto se hace cons ponsables de ella, au n qu e exteriorm ente sea im posible sa tisfa
ciente, la situ a ció n aparece in so lu b le, en su form a sociológica cerla en todo o en parte, y aun que la solu ción h a y a sido la más
pura, aunque sus contenidos casuales adm itan acom odo y ave- justa m oralm ente, dadas la s circunstancias. T o d a exigencia
194 Socio)ogí.>
D IG R E S IÓ N S O B R E LA S U M I S I Ó N D E LA S M I N O R Í A S
A LA S M A Y O R Í A S
tido m u y distinto; pues, en. p rin cip io, no queda fuera, sino
dentro, y la m ayo ría no obra en nom bre de su m ay o r poder,
sin o en el de la u n id ad y to talid ad ideales. A esta u nidad y to
talid ad , que h a b la por boca de la m ayo ría, es a la que se
som ete la m in o ría, porque, desde luego, pertenece a ella. E ste
es el principio en que se basan las votaciones parlam entarias,
en las cuales cada diputado se considera como m andatario de
todo el pueblo, en contrap osición a las representaciones de in
tereses que, en ú ltim o térm ino, sólo atienden a l principio in
d ivid u a lista de la m edición de la s fu erzas y , tam bién, en con
traposición a la s representaciones locales, que descansan en la
idea equivocada de que la to talid ad de los intereses locales es
igu a l al interés general.
E n ía evo lu ció n seguida por la C á m a ra de los C om u n es
in glesa, puede observarse el trán sito a este prin cipio socioló
gico fu n d am en tal. D esde un principio, sus m iem bros se con
sideraban no como representantes de un núm ero determ inado
de ciudadanos, n i tam poco de la totalid ad del pueblo, sino
como diputados de determ inadas corporaciones políticas lo ca
les, ayu n ta m ien to s y condados, que tenían derecho a colab o
rar en la co n stitu ció n del P arlam ento. E ste principio lo ca
lis ta — tan severo que durante m ucho tiem po los m iem bros de
los C om u n es h ab ía n de tener su d om icilio en su distrito— ,
poseía y a cierta n atu raleza id eal, puesto que se elevaba por
encim a de la m era sum a de los electores in d ivid u ales. A h o
ra bien, bastó que predom inase y se hiciese consciente el in
terés com ún a todas estas corporaciones para que, poco a poco,
apareciese com o sujeto propio de su representación la com u
n idad su p erio r a que todos pertenecían: el E stad o . L os distri
tos representados, al reconocer su so lidaridad esencial con la
totalid ad del E stad o , fundiéronse de ta l m odo, que cada dis
trito acabó por no tener otra fu n ció n que la de elegir los d ip u
tados para la representación del todo. C u a n d o se supone se
m ejante vo lu n ta d u n ita ria d e l grupo, l o s elem entos de la
m in oría disienten, por decirlo así, com o m eros in d ivid u os, no
como m iem bros del grupo. E ste es el sentido p rofu ndo de la
teoría de L o ck e sobre el contrato o rigin ario en que se funda el
E stad o . D ich o contrato, puesto que con stituye el fundam ento
absoluto de la asociación política, ha de estar celebrado con
La su bordin ación 207
lum bre Je celebrar asam bleas para tratar Je asu n tos relig io
sos y exteriores, se declaró expresam ente que las resoluciones
Je la asam b lea no o b ligab an a la m inoría disidente. P e ro la
asp iració n de la Ig le sia a la u n id ad se encontraba en in so lu
ole conflicto con este in d iv id u a lism o . E l E stad o rom ano no
quería reconocer m ás que u n a Ig le sia u n ita ria , y la propia
Iglesia trataba de afirm arse, im itan d o la unidad del E stad o;
de suerte que la s com u nidades cristian as, origin ariam en te in
dependientes, hubieron de fu n d irse en un organism o total,
cu y o s concilios decidían por m ay o ría sobre el contenido de la
fe. F uá esto u na in a u d ita vio len cia ejercida sobre lo s in d iv i
duos o a! m enos sobre las com unidades, cu y a unidad basta
entonces sólo h a b ía consistido en la igu ald ad de los ideales y de
las esperanzas que cada cu al atesoraba auton óm icam ente. P o r
razon es interiores o person ales podía haber su m isión en cosas
de fe; pero que la m a y o ría , sólo por serlo, exigiese esta su m i
sión y declarase que no eran cristianos los que disin tieran , es
algo que sólo podía ju stificarse dando al voto de la m ayo ría
un sentido totalm ente nu evo, supon ien do que D io s estaba
siem pre con la m ayo ría . E s ta concepción, en fo rm a de sen ti
m iento inconscien te fu n d am e n tal o form ulado de a lg ú n modo,
penetra toda la evolución posterior que siguen los va rio s m o
dos de voto. Q u e cierta op in ión , só lo porque quienes la profe
san sum an m ay o r núm ero que los que profesan la contraria,
b a y a de expresar el sentido de la u n id ad su p ra in d ivid u al, es,
sin duda, un dogm a indem ostrable; tiene tan m ezquino fu n d a
m ento que, a m enos de recurrir a u n a relación m ás o m enos
m ística entre a q u e lla u nidad y la m ayo ría, queda propiam ente
flotando en el aire o ap o ya d o en la m u y endeble base de que
de algun a m anera b a y que proceder y que si no puede asegu
rarse que la m ay o ría esté en lo cierto, tam poco b a y razón
n in g u n a para sup on er que lo esté la m in oría.
I odas estas dificultades con que tropieza p o r distintos
IadoS tanto la exigencia de u nanim idad com o la sum isión de
las m inorías, son expresiones parciales del problem a fu n d a
m ental im p lícito en la situación: la dificultad de reducir a u n a
acción v o lu n ta ria com ún u na totalid ad o colectividad com
puesta de in d ivid u o s divergentes. E l resultado n u n ca puede
ser exacto; del m ism o m odo que no se puede form ar con rlc-
210 Sociología
un estado o situ ació n m odelo, p ara que, según él, p ueda cons
truirse sintéticam ente la correspondencia de aqu ellos térm i
nos. E ste tercer térm in o está o rigin ariam en te co n stitu id o por
los intereses y form as de la vid a social, que rodea a lo s in d i
vid u os, a los sujetos en que h a de cum plirse la ju sticia. E sta
vida to ta l crea e im pon e lo s criterios en que se m an ifiesta la
ju sticia o in ju sticia de la relación entre aqu ellos in divid uos.
E s a ju sticia o in ju sticia n o p odría descubrirse si los in d iv i
duos estuvieran aislad o s. P o r m edio de esa v id a total surge,
com o estadio ob jetivo e h istóricam en te posterior, la necesidad
in tern a de que h a y a u n a correspondencia ju sta entre aquellos
elem entos. L a n o rm a superior, que acaso co n tin ú e determ i
n an d o peso y contrapeso segú n sus proporciones, se h a sum er
gido plenam ente en los elem entos, se h a convertido en un v a
lo r que obra desde el in terior de éstos. L a ju sticia aparece
a h o ra com o u n a proporción ob jetiva, que nace de la sign ifica
ción ín tim a del pecado y el dolor, de la b uen a acción y la
dicha, de la oferta y la com pensación; h a de ser realizad a por
ella m ism a: üat ju s iitia , pereat m undus. E n cam bio, en el
punto de vista an terior, la con servación del m un d o era el fu n
dam ento de la ju sticia. S e a cu al fuere el sentido ideal— que
aqu í no se discute— de la ju sticia, h istó rica y p sicológicam en
te, la ley ob jetiva en que e n c a m a y que pide ser cum plida por
sí m ism a, con stituye un estadio posterior en la evolu ción , al
que precede, sirvién d o le de tran sició n , aquel otro en que la
exigencia de la ju sticia se fo rm u la en nom bre de la objetivid ad
social.
F in alm en te, la m ism a evo lu ció n se verifica dentro de lo
m oral, en sentido estricto. E l prim er contenido de la m o ra li
dad tiene u na n a tu ra le za a ltru ista y social. Y no en el sentido
de que lo m oral posea u n a esencia independiente, cap a z luego
de acoger tal contenido. L a entrega del y o a u n tú (en sin g u la r
o p lu ral) aparece com o el concepto m ism o de lo m oral, como
su definición. F rente a esto, la s doctrinas m orales filosóficas,
en las que el deber, ab so lu tam en te objetivo, prescinde de la
Cuestión del y o y del tú , representan un estadio m u y posterior.
L o que le im porta a P la tó n es que se realice la idea del bien; a
K a n t, que el prin cipio de la acción in d iv id u a l sirva de le y ge
neral; a N ie tzsch e , que el tip o hom bre sobrepase el grado de
222 S ociolog ía
* ■
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los hom bres, y en que se revela con gran p ureza el «em bruja
m iento sim pático» de lo s prim itivos; se cree poder provocar fe
nóm enos que están fu era del poder h u m an o, produciéndolos
en m enor escala. A s í, en m uchos pueblos, el riego con a g u a se
considera como gran llu v ia . £ 1 poder del concepto general es
ta n grande que realizán d o lo en proporciones m ín im as o p ar
ciales, cree el h om bre h aber conseguido su realizació n en grado
superior de extensión e intensidad. C iertas m anifestaciones de
la «autoridad» nos presentan u n a m odificación p articular de
este tipo de conducta. £ 1 va lo r interno que algu ien h a conse
guido. en virtu d de u n trabajo o de una cualidad especial, le
sirve con frecuencia p ara conseguir «autoridad» en cuestiones
y temas que, en realidad, n a d a tien en que ver con la esfera de
actividad en que se m an ifestó realm ente aquella excelencia.
T am bién en este caso la su p erio rid ad que existe y se justifica
en una esfera p articu lar es tra sla d a d a a una relación total,
donde ya le falta el com plem ento de un objeto realm ente «do
m inado». A q u í aparece, aunque en otra dim ensión, por decirlo
así, la m ism a paradoja que antes vim os: u n elem ento que se
siente superior, pero al que le falta la subordinación correlativa
del otro elemento.
N u estro pun to de partida fu é que un grupo podía o!recer.
en conjunto, el carácter de la su b o rd in ació n , sin que existiese
en él práctica y p alpablem en te la can tidad correspondiente de
superioridad o dom inio. E l caso opuesto es el que acabam os
de tratar: hem os visto que piiede existir la superioridad como
cualidad ab so lu ta, no b asad a en n in g u n a subordinación co
rrespondiente. P ero esta form a raras veces se produce. M ás
bien aparece, com o lo opuesto al prim er caso, la libertad de
todos. P ero si exam in am o s detenidam ente esta situ ación , en
contrarem os que casi siem pre el libertarse de u na su b ord in a
ción sign ifica al m ism o tiem po adquirir un dom inio, y a sea
sobre los que h asta entonces h ab ían sido superiores, y a sobre
u n a capa nueva, destinada definitivam ente a la obediencia. A s i,
el gran h isto riad o r de la C o n stitu ció n inglesa hace n otar en
un pasaje, a propósito del conflicto del puritanism o: «como
todas las dem ás lu ch as por la libertad, ésta acabó siendo una
lu ch a por la suprem acía». C o m o es n atu ral, esta fórm ula ge
neral no siem pre se realiza con absoluta pureza; más bien apa-
234 S ociología
cia a las clases h asta entonces dom inadoras, y , por otra parte,
su em ancipación sólo fué fru ctífera, por cu an to existía un
cuarto estado (o se co n stitu yó m ediante aquel proceso) al que
la b u rgu esía pudo ex p lo ta r y sobre el que pudo elevarse.
P o r eso en m odo a lg u n o es legítim o co n clu ir por a n a lo g ía
que el cuarto estado quiere hacer h o y lo que h izo entonces el
tercero. E s este u n p un to en el que la libertad m uestra su re
lación con la igualdad; pero tam bién la ruptura necesaria de
esta relación. C u a n d o rein a u na libertad gen eral, existe al
propio tiem po u n a igu ald ad general, pues a q u élla expresa tan
sólo la nota n eg ativa de que no existe n in g ú n dom inio, nota
que, justam ente por su carácter negativo, puede ser com ún a
los elem entos m ás diferenciados. P ero esta igu ald ad , que se
presenta como prim era consecuencia o accidente de la libertad,
no es, en realidad, sin o la estación de tránsito por donde la
p leon exia (afán dom inador) de los hom bres tiene que pasar,
tan pronto como se apodera de las m asas oprim idas. N a d ie se
acom oda con la posición que ocupa frente a sus com pañeros,
sin o que todo el m undo quiere conseguir otra posición que, en
a lg ú n sentido, le sea m ás favorab le. A h o ra bien, cuando la
m ayo ría está in satisfecha y siente el deseo de elevar su n ivel
de v id a , la prim era expresión de ta l deseo consistirá en querer
ser lo que son lo s p rivilegiad o s y poseer lo que éstos poseen.
L a igu a ld ad con el m ás a lto es el prim er contenido con que se
llen a el in stin to de la propia elevación, com o puede verse en
cualqu ier círculo reducido, y a sea entre los a lu m n o s de una
clase, y a entre los com erciantes, o en u n a jerarqu ía de fu n cio
narios. É ste es u n o de los fund am entos por los cuales el en
cono de los proletarios no suele dirigirse contra la s clases s u
prem as, sino contra el burgués, que es quien está en la capa
in m ed iata superior; el burgués es para el proletario el prim er
escalón de la escala de la dicha, en el cual, por tan to, se con
centra de m om ento su deseo de ascensión. E l in ferior quiere,
por de pronto, ser ig u a l al superior inm ediato; pero u n a vez
que h a conseguido esto, u n a repetidísim a experiencia n os en
seña que este estado, que era antes el colm o de sus asp iracio
nes, y a no es m ás que el punto de partida de otras nuevas,
la estación in m ed iata en el cam ino infin ito que conduce a la
m ejora continu a de su situación . Siem pre que se h a querido
236 S o cioloR W
Q
u e
265
S ociología
m ente opuesta. D en tro del grupo, Ja enem istad sign ifica por
regla gen eral la rup tu ra de relaciones, el apartam iento y la
evitació n de contactos; hasta la v io len ta acción recíproca de la
lucha fran ca se encuentra acom pañada de estas m an ifestacio
nes negativas. E n cam bio, los grupos viv e n en total in d iferen
cia, u n o s frente a otros, m ien tras rein a la p az, y sólo con la
guerra adquieren u n a sign ificación recíproca activa. P o r eso
u n o y el m ism o im p u lso de exp an sió n y activid ad , que en el
in terior fom en ta la paz como base de la com binación de in te
reses y de la b u en a m archa de las acciones recíprocas, se m a
n ifiesta hacía afu era como una tendencia belicosa.
P ero esta a u to n o m ía que se puede conceder en el alm a a l
in s tin to de h o stilid ad , no es suficiente para fu n d am en tar todas
la s m an ifestacion es de la enem istad. P o r de pronto, el instinto
m á s espontáneo ve lim itad a su soberanía, por cuanto no pue
de verterse sobre cualquier objeto, sino sólo sobre los que de
a lg u n a m anera le convienen. E l ham bre surge, sin duda, en el
su jeto sin necesidad de objeto que la actualice; sin em bargo,
n o se precipita sobre la piedra o la m adera, sin o sobre objetos
que sean , en cierta m anera, com estibles. A s i tam bién el am or
y el odio, aun que sus im pulsos no procedan de excitaciones
externas, necesitan que en la estructura de sus objetos h aya
a lg o adecuado a ellos, con cu ya colaboración se p roduzca !a re
lació n total. P o r otra parte, me parece p robab le que el in stin to
de h ostilid ad , Jado su carácter fo rm al, no se presente, en gene
ral, sino para fortalecer controversias o rigin adas en m otivos
m ateriales, para actuar com o pedal, p o r decirlo así. Y cuando
la lu ch a se produce puram ente por el placer fo rm a l de la con
tiend a y es, por tanto, indiferente en prin cipio tatu ó al objeto
com o al adversario, surge en el transcurso de ella, in evita b le
m ente, odio c irritació n contra el enem igo com o persona, y
acaso tam bién interés por el precio de la lucha; porque estas
pasiones alim en tan y aum entan la energía aním ica de la
lu ch a. E s conveniente odiar al adversario contra quien por
cualq u ier m otivo se lu ch a, como es conveniente am ar a aquel
a quien se está ligado y con el que h a y que con vivir. L a ver
dad que se enu ncia en un cantar p o p u lar de B erlín: «Lo que
se hace por am or, m archa m ejor», puede aplicarse tam bién a
lo que se hace por odio. L a conducta recíproca de los hom bres
I a lucha 283
totales del alm a, ese sentim iento hace que en m uchos casos se
resuelva el conflicto antes de estallar: pero, si esto no sucede,
da a la lucha un acento particularm ente enconado y desespe
rado, com o sí en realidad luchásem os por a lg o m ás esencial
que el objeto inm ediato de la lu ch a. L a energía con que cada
u n a de las tendencias se a fa n a por so ju zga r a la otra no se
alim enta sólo de sus intereses, por decirlo así, egoístas, sino del
interés superior en la u n id ad del yo , para quien la lucha sig
nifica escisión y desconcierto, si no term in a con el triu n fo de
u na de las partes. A n á lo g a m e n te , las lu ch as que tienen lu g a r
dentro de los grupos estrecham ente u nidos, va n con frecu en
cia m ás a llá de lo que exigiría el ohjeto y el interés inm ediato
de las partes; porque interviene el sentim iento de que la lu ch a
no es solam ente por interés de las partes, sin o tam bién del
gru p o en su totalid ad , y cada partido lu ch a, por decirlo a sí,
en nom bre del grupo, y en el adversario no odia solam ente al
adversario, sin o tam bién a l enem igo de la m ás a lta unidad so
ciológica a que pertenece.
F in a lm en te, h a y un hecho en apariencia com pletam ente
in d iv id u a l, pero en realidad de u na gran im portancia socio
lógica, un hecho que relacion a la extrem a violen cia del a n ta
g on ism o con ¡a intim idad del trato. E ste hecho lo constituyen
los celos. E l lenguaje corriente no precisa bastante este con
cepto y con frecuencia lo confunde con el de la envidia. A m
bas pasiones tienen, sin duda, la m ayo r im portancia p ara la
estructura de las relaciones h u m an as. E n am bas se trata de
un va lo r cu ya consecución o conservación nos es im pedida real
o sim bólicam ente por un tercero. C u a n d o se trata de conseguir,
h ab larem o s m ás bien de envidia; cuando de conservar, de ce
lo s, advirtien d o que, com o es n a tu ra l, lo que im porta no es la
distin ció n de las p alabras, sino la de los procesos psicológicos
que las p alab ras designan. E s característico de lo que designa
m os con el nom bre de celos, que el sujeto cree tener derecho a
la posesión que afirm a, m ientras que la envidia no se preocupa
del derecho, sin o sencillam ente de lo apetecible que es el ohjeto
en vid iad o, siéndole indiferen te que el bien deseado le sea ne
gado por poseerlo un tercero, o por causas a la s que no rem e
diaría el tercero, ni perdiendo dicho bien ni renu ncian do a él.
E n cam bio, lo s celos reciben su dirección y colorido propios
La lu ch a 297
(s ) S obre Ir. elasticidad de lus rortaas sociales en ¿en eroI, véase e! final del ca p í
tulo sot-re a u tocon serv octd n .
La lucha >31
(l) E-sto ocu lta ció n tiene en a lg u n os co s o s o n a con se cu e n cia s o cio ló g ica , que
co n stitu y e u n s sin gular p arad oja ¿tica. A l pa so que c o n frecu en cia es fa ta l para una
re la ció n er.tic d os el q u e u n o de ellos h a y a co m e tid o con tra el o t r o u n a fa lta , q u e ara
b o s c o n o c e n , puede serle en ca m b io fa v ora b le cu a n d o s ó lo el cu lp a b le sabe de ella.
P o r q u e en ton ces «I cu lp a b le se ve m o v id o a gu ard ar al o t r o con sid era cion es, delicad e
z a s , con descen den cia s, y a realizar a ctos de a bn ega ción en q u e n o h a b ría p en sad o s i su
co n cie n cia estuviese tranquila.
F.l secreto y la sociedad secreta 379
u n a técnica que perm ite gu ard ar el secreto de los asu ntos p ri
vados, en m edio del h acin am ien to de las grandes ciudades,
h asta u n grado a que antes sólo se podía llegar recurriendo a
la soledad en el espacio.
¿H a sta qué punto esta evolución debe considerarse como-
favorable? E llo depende de los axio m as sociales acerca del va
lor. L a dem ocracia considerará la publicidad como un estado
deseable en sí m ism o, partiendo de la idea fu n d am en tal de
que todos deben conocer los sucesos y circun stan cias que les
interesan, pues esta es la condición previa para in terven ir en
su resolución. E l saber im plica y a u n a incitación psicológica
para intervenir. C ab e discutir, sin em bargo, si esta con clu sión
es com pletam ente necesaria. C u a n d o por encim a de los intere
ses in d iv id u a lista s surge u n a in stitución dom inante que ab ar
ca ciertos aspectos de ellos, puede aquélla estar facu ltad a para
fu n cion ar secretam ente, gracias a una auto n o m ía fo rm a l, sin
desm entir por eso su «publicidad» en el sentido del cuidado
m aterial de los intereses de todos. P o r consiguiente, no existe
u na con exió n lógica de la que se siga el m ayor v a lo r del esta
do de publicidad. P ero de todos m odos, rige la fó rm u la gen e
ral de la diferen ciación cultural: lo público se hace cada vez
más público; lo privado, m ás privado cada vez. Y esta e vo lu
ción histórica expresa la significación más p ro fu n d a y o b jeti
va, según la cual, lo que por su esencia es público y por su
contenido interesa a todos, se hace tam bién más público e x
ternam ente, en su form a sociológica, y lo que por su sentido
interior tiene u n a existencia au tón om a, los asu ntos centrípe
tos del individuo, adquieren tam bién en su form a sociológica
un carácter cada ve z m ás privado, cada vez m ás apto para
perm anecer secreto.
A n tes hice observar que el secreto actúa tam bién com o un
patrim onio y un va lo r que enaltece la personalidad. P ero esto
llev a en su seno una com o contradicción; lo que se reserva y
esconde a los dem ás, adquiere justam en te en ía conciencia de
los dem ás u n a im portancia particular; el sujeto destaca ju sta
m ente por aquello que oculta. E sto prueba no sólo que la n e
cesidad de destacar sociológicam ente em pica un m edio en sí
contradictorio, sino que tam bién aq u ello s contra quienes p ro
piam ente va dirigida, se dejan arrastrar y a que pagan las cos-
9
386 Sociologia
D I G R E S I Ó N S O B R E El. A D O R N O
* ««
(l) Ln socied a d hum ana está co n d icio n a d a p o r ia capacidad d e ha b lar; p ero recibe
s u fo r m a — l o qu e, natu ra lm en te, s ó lo se m an ifiesta a q u í y a llá — p o r la ca p a cid ad de
colla r. C u a n d o tod as las representaciones, sen tim ien tos, im p u lsos, b ro ta n librem en te
e n el d iscu rso, surge u n a c o n fu s ió n ca ó tica , en ver de u n co n cie rto o rg á n ico . P o ca s ve
ces SC advierte clnTom entc la necesidad del sile n c io para el trnto reg u la riza d o , p o rg u e
e llo r.os parece cosa sobreen ten d ida , a u n q u e tien e, sin d u d a , su e v o lu ció n h is tó r ic a , que
arra n ca de la ch arla d el n iñ o y del neg ro (q u e ¿ s to s necesitan para q u e sus represento-
cio n e e a d qu ieran a lgu n a c o n cre ció n y segu rid a d ) y term ina en la u rb a n id o d d e les c u l
turas elevadas, u n o de cu y o s req u isitos es el sen tim ien to d e cu á n d o h e m o s de h ablar
>- cu á n d o colla r; v . g r., q u e el d u e ñ o d e la coso debe reservorsc m ien tras lo s in v ita d os
sostien en la con versa ción , y debe d e in terv en ir, en ca m b io, ten p ro n to c o m o se p r o d u '
ce u n v a cio . U n grad o in term ed io p od rin cstor fo r m a d o p o r las gu ild a s m edievale«, en
c u y o s estatutos se castigaba al q u e interru m p ía al presidente.
S ociologia
D I G R E S I Ó N A C E R C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N
ESCRITA
* * *
personas que sólo figu ran como n úm eros y que, p robab le
m ente. no son conocidas de los otros m iem bros p or su n o m
bre person al, los jefes procederán más desconsideradam ente,
con m ás in diferen cia b acía sus deseos y capacidades in d iv i
duales, que si los m iem bros figurasen en la asociación con
toda su person alidad. N o es m enor la in flu en cia que tiene en
el m ism o sentido la am p litu d y severidad del ritu a l. P u e s este
sign ifica siem pre que lo objetivo do m in a sobre lo p erson al de
la colaboración y actuación. E l orden jerárqu ico sólo adm ite
al in d iv id u o como actor de u n papel determ inado de an tem a
no; tiene para cada copartícipe, por decirlo así, un traje estili
zado en que desaparecen sus contornos personales.
O tro aspecto de esta elim in ació n de la p erson alid ad b a ila
mos en las sociedades secretas que cu ltiva n u n a g ra n ig u a l
dad entre sus m iem bros. N o só lo no contradice esto a su ca
rácter despótico, sin o que en todas las dem ás fo rm as de des
p otism o, este se b a ila com pensado p o r la n ive la ció n de los
dom inados. D en tro de la sociedad secreta existe a m enudo
entre sus m iem bros u n a igu a ld ad fra tern a l, que se opone clara
y tendenciosam ente a las diferencias que puedan separarles en
las dem ás situacion es de la vida. E s ta n o ta — y ello es caracte
rístico— se da de una p a rte e n las-sociedades secretas de n a
tu raleza m ístico-religiosa (que acen túan fuertem ente la h er
m andad) y de otra en las asociacion es de carácter ilegal. B is-
marclc habla en sus M em orias de u na sociedad de pederastas,
que conoció en B e rlín cuando era un jo ven fu n cio n a rio ju d i
cial, sociedad que se h a lla b a m u y difundida; y acentúa «el
efecto ig u a lita rio que, en todas las clases sociales, produce la
práctica en com ú n de lo prohibido».
E sta despersonalización a que la s sociedades secretas re
ducen una relació n típica, que se da, en general, entre in d iv i
duo y sociedad, adopta, finalm ente, la form a característica de
la «irresponsabilidad». T a m b ié n en este pun to es la m áscara
el fenóm eno prim itivo. L a m a y o r parte de las asociacion es se
cretas african as están representadas por u n hom bre d isfra za
do de «espíritu de la selva»; éste com ete todo género de v io le n
cias. llegando al h o m icid io y a l asesinato contra cualqu iera a
quien casualm ente encuentre. S in du da, por ir enm ascarado,
no le alca n za la respon sab ilid ad de sus crím enes, y esta es la
S o c io lo g ía
INDICH GHNHRAL
P r ó lo g o ........................................................................................................................ 9
C a p ít u lo i . E l p r o b le m a d e la s o c i o l o g í a .............................................................................. 11
C a p i t u l o 2. L a ca n tid a d en l o s g r u p o s s o c ia le s ......................... 57
C a p ít u lo 3. L a s u b o r d i n a c i ó n ................................................. 1 47
C a p ítu lo 4 . L a lu c h a ...................................................................................................... 2 65
C a p it u lo 5. E l s e c r e to y la s o c ie d a d s e c r e t o ................................. 3 57
C a p itu lo 9. E l e s p a c io y la s o c i e d a d . . — 6 43
C a p ít u lo 1 0 . L a a m p lia c ió n de lo s g r u p o s y la fo r m a c ió n d e la in d iv id u a L u a d . ?4 1
A lianza Universidad
V o lú m e n e s p u b lic a d o s
345 Jo h n T y ie r E o n n er La e v o lu c ió n 368 I P r ig c g m e e ! S t e m i c r y La n u e
d e la c u ltu ra e n lo s a n im a le s v a a lia n z a (M e t a m o r fo s is d e la
c ie n c ia )
343 R o b e rto C e n te n o El p e tr ó le o y la
c r is is m un d ial 369 T eo d o r S h a n in : La c l a s e in có m o d a
370 P ed ro L ain E n trjlg ü . La re la c ió n 394 J e s ú s M o s tu n n C o n c e p to s y t e o
m e d ico -e n fe rm o r ía s en la c ie n c ia
371 E n riqu e B a lle s te r o T e o ría econó 395 A rrio J M ayor: La p e r s is te n c ia de!
m ica d e la s c o o p e r a tiv a s A n tig u o R égim en
372 M ic h a c l R u sc: La re v o lu c ió n dar- 33G L Hoy W em trp u b : M icro fu n d a-
w ln is ta m e n to s
372 Ju lián M a ría s: O r t e g a . 1. C ir c u n s 397 A n to n io T o v a r. V id a d e S ó c r a t e s
ta n cia y v o c a c ió n 39» C a r ta s d e p a r tic u la r e s a C o lo n y
37-3 Ju lián M a ría s: O r te g a . 2. L a s tr a r e la c io n e s c o e t á n e a s . R c co p : ac ió n
y e c to r ia s y e d ic ió n d o Ju a n G il F e rn a n d e z
y C o n s u e lo V arp la
375 P3ro e in fla ció n . P e r s p e c t iv a s in s
titu c io n a le s y e s tr u c tu r a le s . Cnm - 399 J c r c m y C h u rlo s In tro d u cció n a la
p ila e ió n d e M ic h a c l J. PiOre in g e n ie ría g e n é tic a
375 C a r. o s Piercyra El s u je t o d e la H is 403 A d a m F e rg u s o n : C u a n d o m u e re el
to ria d in ero
459 L u d w lk F te c k : La g é n e s is y e l d e s 475 H en ry K a m en : La s o c ie d a d eu ro
a rro llo d e un h e c h o c ie n tífic o p e a , 1500-1700
476 O tto P ó g g e le r : El c a m in o d e l p e n
470 H arcld D e m s e tz : La c o m p e t e n c ia
s a r d e H e id e g g e r
471 T e r e s a S a n R om án (c o m p ila c ió n ): 4 77 G . W . F. H e g e ': L e c c io n e s so b re
E n tre le m a rg in 3 ció n y e l ra c is m o f ilo s o f ía d e la re lig ió n , 2
472 A la n B a k er: B r e v s in tr o d u c c ió n a 478 H. A . Jo h n G r e e n : Le te o r ía d e l
la te o r ía d e n ú m e ro s co n s u m id o r