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LAS FUNCIONES ECONÓMICAS DEL SEGURO DE

RESPONSABILIDAD CIVIL
Modelos, elementos y relaciones básicas

Por Hugo A. Acciarri y Pamela Tolosa

1. INTRODUCCIÓN. LA ACTITUD FRENTE AL RIESGO

Para la teoría económica básica del seguro, la decisión de asegurarse se enmarca


en la teoría de la elección en condiciones de incertidumbre. 1 Su análisis se basa en
dos nociones fundamentales: la función de utilidad esperada, que permite
ordenar las preferencias de los individuos respecto de probabilidades de
obtener un premio o una ganancia 2 ; y el valor esperado que surge de multiplicar
el monto de un beneficio a obtener o un perjuicio a sufrir por la probabilidad de
que efectivamente ocurra. Así, por ejemplo, si tengo la opción de ganar un
premio de $100 con una probabilidad del 10%, el valor esperado sería de $ 10.

La actitud frente al riesgo de los individuos determina que no siempre el mayor


valor esperado genere mayor utilidad esperada en los sujetos. Es decir,
contrariamente a lo que intuitivamente puede pensarse, el ordenamiento de las
preferencias de los individuos no necesariamente será coincidente con un orden
de mayor a menor de valores esperados; y esto es así porque la actitud frente al
riesgo de los individuos afectará su utilidad esperada.

Según su actitud frente al riesgo, los sujetos pueden ser: 1. adversos al riesgo;
2. amantes del riesgo; 3. neutrales al riesgo.

Un individuo adverso al riesgo preferirá siempre un resultado cierto a un


resultado incierto. Así, por ejemplo, elegirá obtener $99 con certeza a un billete
de lotería en la que se jueguen $ 10.000, con una probabilidad de ganar entre

1
La teoría económica (formalizada) de la elección entre opciones que carecen de certeza se debe,
de modo fundamental, a von Neumann y Morgenstern.1 Su análisis parte de suponer que es
posible representar las preferencias de un individuo a través de una función de utilidad esperada,
que permite ordenar “loterías”. En este contexto, una “lotería” consiste en una probabilidad de
ocurrencia de un evento asociada a un premio; es decir, no es más que una probabilidad y un
valor; VON NEUMANN, J. y MORGENSTERN, O. (1990), Theory of Games and
Economic Behaviour, Princeton University Press.
2 La probabilidad de ocurrencia de un evento asociada a un premio o una ganancia, se

denomina, en este contexto, una “lotería”. Es decir, una “lotería” no es más que una
probabilidad y un valor. Por ejemplo, la lotería (0,1; $100) indica que el agente se enfrenta a una
probabilidad del 10% (0,1= un décimo) de obtener cien unidades monetarias. Según su premisa
básica, los individuos eligen la alternativa que les brinda la máxima utilidad esperada. Y pueden
ordenar o “rankear” una serie de posibilidades, desde la que prefieren en primer lugar, hasta la
que prefieren en el último.
cien. Para exponerlo simplemente, ese sujeto, encontraría utilidad en la certeza.
Luego, un individuo adverso al riesgo estará dispuesto a pagar para evitar la
incertidumbre de enfrentar un resultado incierto (por ejemplo, sufrir un daño o
pagar una indemnización), y de esta manera incrementará su utilidad. Si se
supone, por ejemplo, que enfrenta una probabilidad del 50% de pagar una
indemnización de $80.000, estaría dispuesto a pagar el valor esperado (o más),
es decir, $40.000 seguros, para eliminar el riesgo. 3

Un individuo amante del riesgo, por el contrario, preferirá siempre un


resultado incierto a un resultado cierto. Es decir, le generará mayor utilidad
esperada la incertidumbre que la certeza. En el ejemplo anterior, preferirá el
billete de lotería antes que el resultado cierto de $99.

Por último, un agente neutral al riesgo sólo se guiará por el valor esperado en
sus decisiones; y preferirá siempre la opción que represente el mayor valor
esperado. Siguiendo con el ejemplo anterior, elegirá el billete de lotería pues en
ese caso es la opción que representa el mayor valor esperado.

La existencia de sujetos con diferente actitud frente al riesgo permite explicar


por qué algunos elegirán asegurarse y otros “vender” seguros.

2. EL ANÁLISIS ECONOMICO DEL SEGURO DE RESPONSABILIAD


CIVIL

2.1. El modelo básico

El análisis económico del seguro de responsabilidad civil usualmente parte de


un modelo básico en el que intervienen tres tipos de sujetos: los potenciales
dañadores-asegurados, las potenciales víctimas y las compañías aseguradoras (o
simplemente aseguradoras). Los potenciales dañadores se suponen adversos al
riesgo; mientras que las aseguradoras, se consideran neutrales al riesgo. Y se
supone también que existe información perfecta acerca de la probabilidad de
que el daño ocurra y de su valor esperado, por parte de todos los sujetos
involucrados. De esta manera, la explicación teórica de la decisión de contratar
un seguro, sobre estas bases, sería que los sujetos neutrales al riesgo (compañías
de seguro) “venden” certeza, al asumir una situación incierta y los sujetos
3
Ver al respecto, SHAVELL, S. (1987), cit., cap. 9; COOTER, R. y ULEN, T. (1997), cit., pp. 74 a
76; MAS-COLELL, A., WHINSTON, M. y GREEN, J. (1995), Microeconomic Theory, Oxford
Universtiy Press, pp. 185 a 194. Cuando la incertidumbre no se refiere a un riesgo de sufrir un
resultado no deseado sino a un resultado beneficioso, el individuo adverso al riesgo, como se
adelantara, también preferiría el resultado seguro a la incertidumbre. Así, una persona con
aversión al riesgo no se mostrará indiferente ante la disyuntiva de la seguridad de ganar, por
ejemplo, $40.000 y una posibilidad del 50% de ganar $80.000; sino que, por el contrario,
preferiría la seguridad de los $40.000, por definición. Y no sólo eso, sino que además estaría
dispuesto a pagar para eliminar la incertidumbre, es decir, estaría dispuesto a recibir menos de
$40.000 (por ejemplo, 30.000 seguros) en lugar de enfrentar la posibilidad del 50% de ganar
$80.000.
adversos al riesgo (asegurados) la “compran” cuando pasan ese riesgo a la
aseguradora a cambio del monto de una prima. Claro está que la neutralidad al
riesgo de la aseguradora implica que la prima en cuestión nunca debería ser
inferior al valor esperado de la situación asegurada. 4 Ninguna compañía
aseguraría un riesgo de $ 10.000, sujeto a una probabilidad de acaecer del 0,01 a
menos de $ 100, que es el valor esperado de esa situación incierta, pero
cualquiera estaría dispuesta a asegurarlo a cambio de una prima igual o
superior. Con esa restricción, en teoría, un hipotético seguro cuya prima fuera
de $ 100, constituiría una mejora social: el asegurado, mejoraría -porque pasaría
de una situación de riesgo indeseable a una de certeza del mismo valor
esperado- y la aseguradora, no empeoraría.

Asimismo, el modelo básico parte del supuesto de que existe un sólo tipo de
riesgo para los dañadores-asegurados; riesgo que, se asume, no se modificará
durante la vigencia de la cobertura. 5

De acuerdo a lo expuesto, en este contexto, resulta beneficioso (incrementa los


beneficios totales) eliminar o reducir el riesgo que soportan los individuos
adversos al riesgo y trasladarlo a los individuos neutrales frente al riesgo. Y esta
solución sería, en principio, eficiente.

En cuanto a la “cantidad” o medida del seguro que vaya a contratar el sujeto


adverso al riesgo, se puede inferir a través de un sencillo procedimiento
constructivo. Supongamos que el potencial dañador sólo asegurara una parte
(cualquiera) de su responsabilidad. En este caso, por el remanente quedaría en
la misma situación de incertidumbre. Y como es adverso al riesgo, preferiría
pasar de la incertidumbre de dicha situación, a la certeza de afrontar una póliza.
Luego, la conclusión sería que el seguro a contratar sería completo.

En estas condiciones, asegurarse tampoco afectaría el nivel de prevención que


tomaría el potencial dañador. Esto es así, porque el precio (mínimo) de la póliza
será igual al valor esperado de la indemnización y este será el valor esperado de
los daños (el monto por la probabilidad de que sucedan) que podría producir
un dañador, en un período de tiempo. Y ese valor esperado es función de las
medidas de prevención. Luego, si gastar una unidad monetaria adicional en
prevención, reduce el valor esperado del daño en más de una unidad,
convendría al dañador hacer esa inversión, porque hacerla reduciría también el
precio de la póliza a pagar: la prima se reduciría en más de 1, con una inversión
de 1 y, por ello, el dañador tendría incentivos suficientes para prevenir
óptimamente, y además, asegurarse completamente.

4 Se suele denominar en la literatura “prima justa” (y correlativamente, “seguro justo”) al precio


de la póliza que se pactaría en un mercado perfectamente competitivo y que -en términos
teóricos- igualaría al valor esperado del riesgo.
5 En la literatura es bien conocida la exposición que sobre esas bases efectúa

SHAVELL, S. (1987), Economic Analysis of Accident Law, Harvard University Press. La


seguiremos, en este punto, en lo sustancial.
En síntesis, en el modelo básico inicial, se concluye que los sujetos implicados
elegirán voluntariamente contratar un seguro y, así, la función económica del
seguro (en este contexto) será distribuir los riesgos eficientemente.

2.2. El análisis económico del seguro de responsabilidad civil en un contexto


con problemas de información.

El modelo básico presentado en el punto anterior conduce a conclusiones


ciertamente optimistas: los potenciales dañadores, en esas condiciones, se
asegurarían completamente (en forma voluntaria) y, además, adoptarían
precauciones óptimas. La contratación del seguro constituiría claramente una
decisión socialmente deseable. Sin embargo, en el mundo real, la información
no es perfecta y esto generará efectos diversos a los esperados en el contexto del
modelo básico. Algo similar ocurre con los costos de administración de los
sistemas de tratamiento de los daños y resolución de controversias en la
materia, que se suponen iguales a cero en el modelo más simple pero si se
consideran positivos los efectos son diversos.

En cuanto a los problemas de información, pueden distinguirse tres clases: el


fenómeno de moral hazard, selección adversa y la subestimación de riesgos por parte
del asegurado. Se trata de problemas que obstaculizan o impiden que la función
de distribuir eficientemente los riesgos se cumpla en la forma que es deseable.

2.b.1. El problema de moral hazard

Los problemas de “moral hazard” 6 , se relacionan con la imposibilidad que tiene


el asegurador de observar la conducta del asegurado después de la contratación
del seguro. Concretamente, se refieren al fenómeno derivado del relajamiento
de las precauciones que siguen a la adquisición de una cobertura asegurativa. El
problema aquí es empírico y surge de las dificultades prácticas para percibir ex
ante a la contratación del seguro, el nivel de precaución que adoptará el
asegurado después de contratada la cobertura. Por ejemplo, si el individuo tiene
un seguro completo contra daños a terceros y puede modificar con su conducta
la probabilidad de que el daño ocurra, probablemente sus incentivos para
evitarlo se verán afectados. En otras palabras, es probable que el asegurado no
tenga incentivos para invertir en prevención de la misma forma en que lo haría
si no tuviese una cobertura completa por los daños que pueda causar, lo cual
sería un efecto secundario indeseable 7 del seguro. Así, la magnitud de este
fenómeno puede cuantificarse como la diferencia entre el costo de prevención

6
Esta expresión suele traducirse como “azar moral” o “riesgo moral”.
7
SHAVELL, S., “On Moral Hazard and Insurance”, The Quarterly Journal of Economics,
volumen 93, número 4, 1979; SHAVELL, S. (1987), cit., cap. 9; GRUBEL, H., “Risk, Uncertainty
and Moral Hazard”, The Journal of Risk and Insurance, volumen 38, número 1, 1971, pp. 99-106.
asumido en caso de no haberse contratado el seguro y el costo que se deja de
asumir por haberlo hecho. 8

Si el asegurador tuviese información perfecta acerca del riesgo que genera el


asegurado después de la contratación del seguro, es decir, si pudiese observar
perfectamente cuál es el nivel de prevención adoptado por el asegurado, el
problema de moral hazard no existiría; porque, en ese caso, el asegurador fijaría,
a lo largo del contrato, una prima que refleje exactamente el nivel de riesgo que
representa el asegurado.

Ante esta clase problemas, se han propuesto diversas alternativas


institucionales a los fines de minimizarlos. Dichas alternativas implican, en
general, proporcionar un seguro parcial a fin de inducir al asegurado a tomar
ciertas precauciones. Por un lado, se cuentan las causales de exclusión de
cobertura, como es el caso de la exclusión de cobertura por culpa grave del
asegurado. 9 La idea es que como el asegurado soportará todo el daño si fue
causado por su culpa grave, tendrá incentivos para tomar precauciones y evitar
incurrir en una conducta culposa.

Por otro lado, las limitaciones de cobertura. Este es el caso, por ejemplo, de la
franquicia: un instituto que puede pactarse en el contrato de seguro o ser
impuesto legalmente, por el cual la obligación de resarcir el daño por parte del
asegurador tiene un límite adicional, más allá del que surge de la cobertura
pactada. En virtud de este instituto, ciertos daños o cierta magnitud del daño
queda a cargo del asegurado, porque el asegurador sólo responde a partir de un
monto mínimo que puede resultar del establecimiento de una suma fija, de un
porcentaje o de una combinación de ambos. La idea es que como el asegurado
soportará parte del daño causado o todo – según la modalidad de la franquicia
que se adopte-, tendrá incentivos para tomar precauciones a los efectos de
minimizar las probabilidades de que el daño efectivamente ocurra.

Asimismo, suelen plantearse otras alternativas “informales” como medios que


permiten minimizar el problema del moral hazard. Así, por ejemplo, los
incentivos para minimizar el riesgo de sufrir un daño propio (por ejemplo, el
riesgo de muerte o lesiones personales, el riesgo de destrucción de bienes no
cubiertos) pueden contribuir a que el asegurado tome medidas de prevención.

2.b.2. El problema de selección adversa

Este problema se relaciona con la falta de información del asegurador antes de


contratar el seguro y también es empírico. Se refiere, precisamente, a que la

8 ACCIARRI, H., CASTELLANO, A. y BARBERO, A., “El seguro obligatorio de responsabilidad


civil. Un ensayo sobre instituciones en mercados altamente imperfectos”, 2004, p. 12, en
http://www.aaep.org.ar/espa/anales/
9 Esta alternativa está prevista en la ley 17.418 en el artículo 114, para el caso del seguro de

responsabilidad civil; y en el artículo 70, que referido a la exclusión de cobertura por dolo o
culpa grave del asegurado en los seguros por daños patrimoniales en general.
compañía de seguros no tiene información perfecta para distinguir, antes de
celebrar el contrato de seguros, el tipo de riesgo del asegurado. Es razonable
suponer que existen sujetos de distintos tipos de riesgos: por ejemplo, en el caso
del seguro de automotores contra terceros, puede pensarse que algunos
conductores serán más cuidadosos para conducir y otros más arriesgados. Pero
la aseguradora no cuenta con esa información al momento de celebrar el
contrato, y esto es un obstáculo. La consecuencia de este problema es la
reducción del mercado: es decir, se ofrecen menos seguros que lo deseable
socialmente.

2.b.3. Subestimación de los riesgos por parte del asegurado

Más allá de estas cuestiones, existen otros problemas relacionados con la


información imperfecta de los agentes acerca de su propio riesgo, que han sido
menos tratados en la literatura, aunque constituyen una parte importante de un
aspecto central en las innovaciones más recientes de la teoría económica. Basta
con pensar que al igual que la decisión de la aseguradora, la decisión del
asegurado también depende de su percepción acerca del riesgo que se asocie a
su conducta y no hay razones para suponer que su conocimiento personal del
mismo sea perfecto. Los problemas de percepción, de computación (de
procesamiento de la información relevante) y los sesgos implicados son aún un
campo fértil para nuevas investigaciones.

Si los potenciales dañadores no perciben adecuadamente sus riesgos,


difícilmente decidan asegurarse voluntariamente en muchos casos. Por una
parte, podríamos pensar en agentes profesionales, como empresas de
transporte; por otra, en conductores particulares que contraten seguro para su
propio automóvil. Podríamos presumir que los primeros conocen más o menos
adecuadamente su riesgo, pero esta asunción no parece muy adecuada para los
segundos, que probablemente conozcan muy pobremente el nivel de riesgo
asociado a su conducta. Más aún, podrían extraer conclusiones sesgadas al
respecto. Alguna evidencia empírica avala esta conjetura: la economía
experimental, en particular, ha identificado algunos elementos que alteran la
percepción del riesgo propio en un sentido definido. El marco del problema
implicado, 10 por ejemplo, es uno de los componentes que derivan esos efectos,
pero no el único. Más allá de sus causas, una advertible tendencia psicológica a
subestimar ciertas clases de riesgos ha merecido tratamiento por parte de la
literatura del análisis económico del derecho daños en relación con un amplio

10 KAHNEMAN, D. and TVERSKY, A. (eds.), Choices, Values and Frames, Cambridge


University Press (2000). Los investigadores de inteligencia artificial suelen denominar
“problemas de marco” a las cuestiones concernientes a encontrar un marco apropiado
para resolver un problema. Al respecto DEMBSKI, W. A., “Are We Spiritual
Machines?”, en First Things 96 (octubre de 1999), p. 25 y ss. Existe una versión on-
line en http://www.firstthings.com/ftissues/ft9910/articles/dembski.html . Para una
reseña general de las implicancias formales de este tipo de problemas (y una
bibliografía cercana a lo exhaustivo) THOMASON, R. “Logic and Artificial Intelligence”,
en The Stanford Encyclopedia of Philosophy (2000, 2003), ZALTA, E. N. (ed.),
http://plato.stanford.edu/entries/logic-ai/index.html#note-18 .
rango de casos, y en particular, en el caso de los conductores de vehículos
particulares. Se ha señalado al respecto que, aún contando con pleno
conocimiento de las probabilidades estadísticas generales, las personas suelen
actuar esperando que ese peligro no se concrete precisamente en su contra.
Probablemente, la reducida proporción de individuos asegurados en ciertos
mercados sea una manifestación de esta condición. En Argentina, casi la mitad
de los vehículos que circulaban en 2005 carecían de un seguro. 11

A los efectos de su tratamiento teórico, resulta muy sencillo intuir por qué la
subestimación de riesgos atenta contra la cantidad de vehículos asegurados. La
definición estándar de aversión al riesgo asegura solamente que el agente
prefiere la certeza de un seguro justo a verse sometido al riesgo de disminuir su
riqueza a causa de pagar una indemnización, pero no hay motivos para que
prefiera -obviamente-, asegurarse a cualquier precio y precisamente si el
potencial asegurado percibiera su riesgo como menor al real, estimaría el precio
del seguro relativamente alto. Su utilidad es una función del precio a pagar por
ese seguro y por lo tanto, esa diferencia puede ser crucial en su decisión de
aceptar o rechazar el contrato de seguro.

Este problema podría ser un argumento a favor de la solución de imponer un


seguro obligatorio en ciertos campos. No obstante, se acostumbra invocar otra
clase de razones a favor de esta institución. Así, la obligación jurídica de
asegurarse suele verse como un buen instrumento para mitigar otros problemas
como por ejemplo, la demora en el pago de indemnizaciones a las víctimas o la
insolvencia de los dañadores.

3. El problema de insolvencia de los potenciales dañadores y su relación con


las funciones del seguro

Las cuestiones relacionadas con los bienes o la solvencia de los potenciales


dañadores constituyen un tema crucial en el análisis económico de los sistemas
de seguros de responsabilidad contra terceros obligatorios o mandatory third

11 Según datos de la Superintendencia de Seguros de la Nación y del Registro Nacional


de Propiedad del Automotor, de Argentina. Como ejemplo de este mismo fenómeno
también puede considerarse que menos del 21% de los conductores o acompañantes
que circulan en vehículos particulares en la Ciudad de Buenos Aires utilizan el
cinturón de seguridad. Este porcentaje se derrumba a menos del 4% si consideramos
los pasajeros del asiento trasero. Sin embargo, de las aproximadamente 7.000
muertes en accidentes de tránsito que se producen en Argentina cada año, se estima
que más de 1.000 podrían haberse evitado con el uso del cinturón de seguridad. En
una encuesta realizada por la asociación civil “Luchemos por la Vida” entre 634
conductores particulares y profesionales de la Ciudad de Buenos Aires, se encontró
que la mayoría (el 67,5%) de los consultados de ambos sexos se consideraban mejores
o mucho mejores conductores que los demás. Este tipo de conductas llevan a pensar
que los individuos viven exponiéndose a riesgos que en otras condiciones evitarían,
pero que afrontan sólo por considerarlos mínimos.
party 12 (“MTP”) en particular. Los modelos tradicionales en el análisis
económico del derecho de daños acostumbran asumir que el valor de los bienes
de los dañadores alcanza, al menos, al de los daños que causen o -en otras
palabras- que sus activos son siempre suficientes para hacer frente, de modo
completo, a las indemnizaciones que deberían pagar por su responsabilidad.
Sin embargo, muy frecuentemente esto no ocurre en el mundo real, y modelos
más complejos asumen que la solvencia de los potenciales dañadores no sea
completa. En la literatura del análisis económico del derecho de daños se
denomina a los sujetos insolventes como judgment proofs, en cuanto si carecen
absolutamente de solvencia, se tornan en sujetos “a prueba de juicios” dado que
la perspectiva de ser condenados a pagar cualquier suma por una eventual
sentencia que les impusiera una indemnización, no generará incentivo alguno
en su conducta, porque nada tienen que perder. La presencia de dañadores
judgment proofs suele ser un punto central en toda teorización acerca del seguro
obligatorio.

El razonamiento base es sencillo: si el potencial dañador es insolvente, esto será


un límite, en la práctica, para afrontar la indemnización que debería pagar. En
su previsión, el costo que debería asumir (consistente en el pago de la
indemnización) será inferior al costo social de su acción (el daño inferido a la
víctima), dado que no posee bienes para afrontar el pago de esa indemnización.
De esta manera, el potencial dañador se verá inducido a adoptar un nivel de
prevención inferior al óptimo y un nivel de actividad excesivos, pues no
enfrentará la amenaza de afrontar el costo del daño que efectivamente podría
derivarse de su actividad. La relación entre la magnitud del daño potencial, el
nivel de solvencia y el grado de aversión al riesgo del dañador determinarán el
monto de la cobertura que elegirá contratar.

Por último resulta evidente que la insolvencia afecta de forma negativa a uno
de los objetivos tradicionales del derecho de daños, como lo es la compensación
de las víctimas. Este efecto suele ser el más destacado por la doctrina jurídica
como fundamento de la obligatoriedad del seguro de responsabilidad civil
contra terceros.

Sobre este escenario, si la contratación de una póliza fuera exigida como


condición para llevar a cabo una cierta actividad y la prima reflejara
exactamente el valor esperado de los daños asociados a la misma, entonces el
seguro operaría como un filtro para distinguir las actividades socialmente
valiosas de aquellas que no lo son. Las primeras, generarían más beneficio que
la prima y podrían llevarse a cabo, y las segundas, menos, y por lo tanto,
directamente, no podrían emprenderse al no poder enfrentar el costo del
aseguramiento.

12 En la literatura del análisis económico del derecho, el seguro que pueden contratar las

víctimas contra accidentes se conoce como “first party”, y el seguro de responsabilidad civil que
pueden contratar los dañadores se denomina “third party”. Luego, mandatory tirad party es el
equivalente a nuestro seguro contra terceros obligatorio.
No obstante, existen ciertas condiciones del mundo real que pueden hacer
variar esta sencilla conclusión. Una de ellas, es la dificultad práctica de
distinguir entre los varios empleos posibles de un mismo bien o variantes de
una misma actividad. Se puede conducir el mismo automóvil para ir de paseo o
para transportar documentos valiosos, y ambas actividades pueden llevarse a
cabo con el mismo vehículo durante lapsos variables e irregulares. No obstante
no parece claro que sea empíricamente posible discriminar con una precisión tal
que permita obtener el efecto que se preveía en teoría. 13

Los problemas de financiamiento de algunas actividades constituyen otro tipo


de obstáculo para la reproducción de aquellas conclusiones en el mundo real. Si
el pago de la prima se exige al inicio de la actividad, algunas actividades que en
el mediano o largo plazo producirían beneficios sociales netos, pero que no
podrían obtener una financiación adecuada, quedarían sin realizar.

En este sentido, y en relación al caso de los conductores o propietarios de


automóviles con solvencia insuficiente (pero no nula) Shavell encuentra que, si
la aseguradora no tiene posibilidad de percibir el nivel de cuidado real del
asegurado (debido al problema de moral hazard), la exigencia legal de contratar
un seguro agravaría los problemas asignativos. 14 Así, Shavell advierte contra el
peligro de que el seguro obligatorio reduzca los incentivos -ya insuficientes en
esta situación- para prevenir.

Un problema de naturaleza diferente se adiciona a los anteriores y se relaciona


con la efectiva posibilidad de evitar que las actividades no aseguradas, se
realicen. La vigencia de un sistema que prohíba llevar a cabo ciertas actividades
sin previa contratación de un seguro no implica que las mismas vayan a
eliminarse en los hechos. Al contrario, la prohibición será sólo una parte del
mecanismo generador de incentivos respecto de los potenciales transgresores.
En este sentido, diferentes actividades demandan costos administrativos
diferenciales para lograr el mismo nivel de evitación. Por ejemplo, los costos de
evitar que se realicen ciertas actividades industriales, parecen evidentemente
diferentes que los costos de evitar que los automóviles no asegurados transiten
por las calles. 15

13 WILLIAMSON, O., OLSON, D y RALSTON, A), "Externalities, Insurance, and Disability


Analysis," Economica, August 1967, 34, 235-53. La clausulas usuales de exclusión de la cobertura
usualmente no contribuyen estrictamente a tal objetivo, porque la meta perseguida es evitar
efectivamente la actividad y no dejar al agente sin cobertura.
14 Al contrario, Polborn sostiene que cierto tipo de seguro obligatorio podría ser la “segunda

mejor” solución en este campo. Su propuesta parte de una póliza que cubra sólo la diferencia
entre el valor de los bienes del asegurado y el límite de su solvencia. Bajo estas condiciones, el
asegurado mantendría sus incentivos de prevenir. POLBORN, M. (1998) “Mandatory Insurance
and the Judgment-Proof Problem”, International Review of Law and Economics, 18:141–146,1998.

15 Resulta obvio que prohibir una actividad (deber ser) no determina que la misma no se lleve a

cabo (ser). Son menos evidentes, en cambio, los costos de evitar actividades diferentes y sus
determinantes. Sin embargo, es bien conocido que en ciertas áreas el derecho tiene una baja tasa
4. El seguro obligatorio, la oportunidad de la compensación y el agravamiento
de los daños

Con independencia del problema vinculado a la solvencia de los dañadores, la


literatura suele atribuir a los seguros en general y a los seguros contra terceros
en particular (obligatorios o voluntarios) una mayor prontitud en el pago de
compensaciones con relación al sistema puro y simple de resarcimiento de
daños de trámite judicial. Si es preferible una compensación rápida a una tardía
y los seguros contra terceros conllevan ese efecto, este parece ser un buen
argumento a favor de su obligatoriedad.

En este modo de razonar se pueden distinguir dos cuestiones. La primera es


que sea efectivamente deseable esa pretendida prontitud. La segunda, que
pueda asociarse a la existencia de seguros. Al respecto, parece posible afirmar
que, al menos en algunos tipos de daños, la oportunidad en.. que la víctima
reciba el resarcimiento no es indiferente. Calabresi acuño la expresión “costos
secundarios” 16 para referirse, por ejemplo, al agravamiento del daño que
produce una consolidación incorrecta de una fractura ósea a una víctima que no
pudo recibir oportunamente atención médica. Si el perjudicado hubiera
percibido una indemnización oportuna, su reestablecimiento hubiera sido
completo, al costo de ese tratamiento. Si, en cambio, no la percibiera hasta
mucho tiempo después (cuando la consolidación ya se hubiera producido), su
daño -una incapacidad permanente- excederá al costo del tratamiento médico
inicial más su costo financiero. De ser así, el dañador pagaría una suma limitada
al costo “histórico” del daño más sus intereses a una tasa fija, pero el daño real
crecería a una tasa (escalonada, por cierto) superior. En términos técnicos este
efecto podría ser interpretado como un caso particular -y típico- de error
judicial que distorsionaría gravemente los incentivos de las partes. Luego,
desde punto de vista del costo social, parece claramente preferible que la
indemnización se pague rápidamente.

La existencia de un contrato de seguro, no obstante, no resuelve por sí esa


prontitud en el pago. 17 Si la compañía aseguradora es simplemente un

de acatamiento. En Argentina, por ejemplo, aunque existe un sistema MTP vigente para todas
las jurisdicciones casi la mitad de los automóviles circula sin seguro. Esa tasa se incrementó en
los últimos años y pasó del 38 % en 1999 al 47% en 2004. Ese último porcentaje implica que
cerca de 3.400.000 circulaban por las calles de un país de cuarenta millones de habitantes, sin
seguro (fuente diario La Nación y Registro Nacional de la Propiedad del Automotor de Argentina).
16 CALABRESI; G. (1970), The Costs of Accidents. A legal and economic analysis, Yale University

Press, p. 39 y ss.
17 Podría sostenerse que la intervención de una compañía aseguradora constituye una garantía

de mejor información. Si el dañador demandado participa del sesgo de información imperfecta


que lo hace demasiado pesimista para llegar a un arreglo rápido, podría pensarse que la
aseguradora, por su profesionalidad, será más propensa a eludir esa posibilidad. En ese sentido,
se podría pensar que la mera existencia de un seguro tiende a la prontitud de la indemnización.
responsable (adicional al dañador), del pago de indemnización, sus incentivos
para pagarla en un momento cercano a que se produzca el daño o uno lejano,
no diferirán en nada de los de un dañador no asegurado. Bajo los supuestos de
información perfecta y ausencia costos de transacción, ambos -tanto la
aseguradora como un dañador no asegurado- se verían en la misma situación:
para ambos sería conveniente pagar rápidamente. Si difieren esos supuestos (si
se alteran del mismo modo para ambos), se modificará la situación de ambos
potenciales responsables. 18 Luego, la deseable prontitud en el resarcimiento, no
depende de la mera existencia de un seguro, sino de algo más.

Del mismo modo que la mera existencia de un deber legal de asegurarse puede
no surtir influencia en el número de autos asegurados, por ejemplo, la mera
vigencia de un contrato de seguro puede tener una incidencia nula en las
demoras usuales para que las víctimas reciban las correspondientes
indemnizaciones.

La doctrina, no obstante, asume habitualmente una relación positiva y


significativa entre la contratación de seguros de responsabilidad y el pago a las
víctimas. Este modo de pensar, probablemente se funde en ciertas premisas
implícitas. Sería posible entender, por ejemplo, que la introducción de firmas
aseguradoras podría restringir la influencia de los problemas de optimismo que
impiden llegar a un acuerdo relativamente temprano sobre el pago de la
indemnización. Sin embargo, ese efecto sólo puede relacionarse
contingentemente y según ciertas condiciones empíricas, con ese tipo de sujetos.

En algunos sistemas jurídicos las compañías aseguradoras deben poner


rápidamente a disposición de la víctima una suma en concepto de
indemnización, sin perjuicio de la controversia que pueda plantearse en un
juicio posterior. Esta clase de mecanismos, con un correcto diseño y enforcement,
parece una buena medida para disminuir el plazo de pago de las
compensaciones por daños. No obstante, no es correcto concluir que ese efecto
deriva de la mera existencia de un seguro de responsabilidad, sino de un
particular conjunto de detalles del sistema en cuestión.

En consecuencia, si el objetivo es minimizar el plazo de pago de las


indemnizaciones, algunos detalles diferentes de la mera vigencia de un sistema
de seguro obligatorio contra terceros (y quizás, adicionales al mismo) deben
implementarse.

Aunque podría considerarse plausible esta argumentación, persisten, sin embargo, importantes
factores que determinan fuertes incentivos -aún para la aseguradora- a demorar.
18 La mera imposición de intereses judiciales, del modo en que acostumbran hacerlo los

tribunales argentinos, difícilmente genere incentivos para no demorar un juicio, que suele durar
largos años hasta llegar a hacer efectiva una indemnización, tanto en caso de que intervenga
una aseguradora, cuanto en aquel en el cual sólo resulte demandado un responsable no
asegurado.
En síntesis, la preferibilidad de los seguros obligatorios es extremadamente
dependiente de ciertas relaciones que vinculan el conjunto de elementos que
integran el diseño particular de la institución, con el conjunto de relaciones
empíricas relevantes del contexto social al que se la pretenda aplicar. Esa
complejidad hace que ninguna de las relaciones teóricas que deriven de uno de
sus elementos pueda definir (por sí, aisladamente) el valor de un sistema de
seguro obligatorio real.

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