Está en la página 1de 3

En este tiempo de Cuaresma:

¡No nos contentemos con la mediocridad!


Convivencia de jóvenes 05 de marzo del 2023
La Cuaresma es una época que nos exige una fidelidad mayor a Dios. La
Cuaresma es un tiempo muy favorable para pensar en la mediocridad que
muchas veces se halla en nuestra conducta ordinaria. ¡Esta Cuaresma, debe
dejar una huella muy significativa en nuestra vida! Será el pasar de una
situación de indiferencia y mediocridad a una vida cristiana más
convencida, a un fervor más profundo.
Quizá hemos escuchado de otros y de nosotros mismos algunas frases
típicas de mediocridad ante las tareas que nos tocan hacer; “siempre yo, que
cambie el otro primero, eso cuesta mucho, no me atrevo, yo soy así y punto,
me da pereza eso, no me gusta, pero tan mal no estoy, como soy me
conformo, yo siempre lo he hecho así”, etc.
¿Quién es una persona mediocre?
Podríamos decir que una persona mediocre es aquella que no quiere
aprovechar los talentos que Dios le ha dado, no quiere apuntar más alto. El
mediocre es un perezoso y cómodo, no quiere luchar contra sus defectos.
Una persona mediocre es aquella que no hace el mínimo esfuerzo por buscar
una vida de santidad. No tiene ideales por los cuales luchar, y está en contra
de la perfección. Vive según sus conveniencias y no logra aprender a amar
verdaderamente. E incluso los hay entre los cristianos que van a la Santa
Misa y hablan con Dios, pero que no cuentan con la firme convicción de amar
a Dios con las obras.
Nosotros mismos;
 ¿Cuántas veces hemos dejado sin hacer lo que debíamos?
 ¿Cuántas veces nos hemos rendido ante la más pequeña dificultad?
 ¿Cuántos propósitos hemos dejado o vamos dejando olvidados en
nuestro camino?
Como diría el doctor de la Iglesia San Juan de Ávila: “Se concibe con el amor
del corazón y nace cuando sale el amor a la obra”. Aunque alguna vez sucede
lo que dice Isaías: “Venir los hijos hasta el parto y no haber fuerza para
parirlos”. Muchos conciben buenos deseos con placer, más al tiempo de
parir tan buena obra sienten tan gran dolor, que no quieren restituir lo que
deben, perdonar a quien les injuria, dejar sus placeres”.
No sucede muchas veces que queriendo el bien y viviéndolo, no ponemos
los medios en hacerlo. Pero eso ¡solo hasta hoy!, porque en esta Cuaresma
vamos a dar pasos más generosos ¿verdad?, esos pasos el Señor está
esperando mucho de nosotros. Porque, en definitiva, Cuaresma es
comprometerse con Cristo en la tarea de nuestra santidad personal, es
convertirse.
¿Qué significa convertirse?
Convertirse significa cambiar de dirección en el camino de la vida; pero no
con un pequeño ajuste, sino con un verdadero cambio de sentido.
Conversión es ir contracorriente, donde la corriente es el estilo de vida
superficial, incoherente e ilusorio que a menudo nos arrastra, nos domina y
nos hace esclavos del mal, o en cualquier caso prisioneros de la mediocridad
moral. “Con la conversión, en cambio, aspiramos a la medida alta de la
vida cristiana, nos adherimos al Evangelio vivo y personal, que es
Jesucristo”. (Benedicto XVI)
El cristianismo no es un camino cómodo. Jesús lo entrego todo por nosotros.
“Podemos aprender de Él a hacer de nuestra vida un don total”. (Benedicto
XVI)
La santificación es una tarea hermosa para toda la vida. ¿Cuál es la última
exigencia del Bautismo? La postura de Jesucristo; La gloria del Padre, la
voluntad del Padre. Mi alimento es hacerla voluntad del Padre (Juan 4,34).
Un cristiano que sea consciente sólo pregunta: ¿Qué agrada más a mi padre?
No pregunta si es pecado mortal, o si se va al purgatorio; no se informa más
que de cómo agradaré a mi Padre. Ésta es la exigencia del Bautismo; “ser
otro Jesús” (P.José Soto).
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para hacernos estas grandes
preguntas: ¿Cuáles son los proyectos de Dios sobre mí?, ¿Cómo estoy
respondiendo?, ¿Qué actitudes y acciones deberíamos emprender para
cumplir mí misión específica? Nuestra vida tiene demasiados retos
grandiosos como para que la malgastemos.
La Cuaresma nos recuerda la fórmula “Acuérdate de que eres polvo y al
polvo volverás. El hombre es polvo y al polvo volverá, pero a los ojos de
Dios es polvo precioso, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la
inmortalidad”. (Benedicto XVI)
Las gracias que el Señor quiere darnos en sobreabundancia en esta
Cuaresma serán capaces de cambiar nuestra vida. El Señor siempre nos dice:
¡Este es el momento justo!, ¡Este es el día de la salvación!, ¡Vuelve a
comenzar!, ¡Yo estoy contigo!, Él está siempre dispuesto a darnos su gracia
para una nueva conversión.
El Padre Soto tenía un deseo muy grande de nuestra superación. Alguna vez
dijo: “Os quisiera ver siempre con una inquietud grande por correr, pues
peligra el que nos apoltronemos” (apoltronarse es hacerse perezoso,
holgazán, sedentario o mediocre). Lo cierto es que el Señor tiene mucha
prisa en formarnos, porque detrás de nosotros hay muchas almas que se
beneficiaran si nosotros somos muy de Dios. “SÍ, sí; a darse de verdad a
Dios, que son muchas las almas que esperan el que seamos muy de Dios.
¡Cuántas almas lleva a Dios un alma muy Dios!”. Lo que cada uno deje de
hacer se quedará sin hacer por toda la eternidad. Otros podrán hacer algo
equivalente o mejor, sin duda, pero nadie podrá hacer lo que yo no haga. Así
que, ¡no hay tiempo que perder!
¿De dónde nace la fuerza para luchar contra la mediocridad? La respuesta
es una sola: del Amor. ¿Y esto por qué? Porque en el amor ¡no se admiten las
rebajas! “Del que da al Señor algo, no hay que esperar nada. Del que se da a
sí mismo, hay que esperarlo todo”, decía el Padre Soto. La santidad es un
verdadero deseo de amar a Dios y al prójimo y llegar al límite del amor, no
amar a medias.
¡Esto urge mucho! Por eso; ¡No a la mediocridad! Un cristiano no se debe
conformar con lo que actualmente es, sino que debe aspirar a la perfección
a la que ha sido llamado. Se hace necesario establecer un ritmo, un plan de
vida que nos ayude a no rebajar la meta. En nuestra vida debemos tener
buenos hábitos, llevados con decisión firme: reflexión y oración;
generosidad en las obras del amor, en la mortificación de los sentidos,
practicar las obras de misericordia… Podemos hacer propósitos más
elevados mirando la Cruz de Cristo.
Si por debilidad caemos, no dudemos de recurrir inmediatamente a medios
como: la oración, los sacramentos, la dirección espiritual, al examen de
conciencia, la reparación. Si realizamos este trabajo con nosotros mismos,
tendremos más fuerza moral para realizarlo con las personas que amamos
y a quienes tenemos que cuidar. Estamos llamados a ayudar a Dios en la
tarea de la salvación de las almas. Cada cristiano debería sentirse
personalmente responsable de hacer llegar a su entorno concreto, a su
ambiente y a todo el cuerpo místico de Cristo las enseñanzas de Jesucristo
con el testimonio de su vida.
¿Y si hay dificultades, y si las cosas cuestan? Eso no es motivo para
disminuir la entrega, para rebajar nuestro amor… Los obstáculos se derriten
como cera ante el fuego de la gracia divina, dice el Salmo 96.
Para finalizar podríamos pensar; ¿Qué nos diría el Padre Soto hoy, para
nuestro buen aprovechamiento de esta Cuaresma? Seguramente nos
repetiría lo siguiente: “Pienso que es usted capaz de lo mejor y no puedo
conformarme en que se quede usted con lo bueno”.
Pidamos a nuestra Madre, la Santísima Virgen, la valentía para correr en los
caminos de la santidad, aprovechando las gracias especiales que el Señor
nos da en este tiempo privilegiado de la Cuaresma.

También podría gustarte