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Denzinger, Enrique.

EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
MANUAL DE LOS SIMBOLOS, DEFINICIONES Y DECLARACIONES DE LA IGLESIA
EN MATERIA DE FE Y COSTUMBRES
Versión directa de los textos originales por
DANIEL RUIZ BUENO Catedrático de Lengua Griega
Barcelona Editorial Herder 1963

CONCILIO DE VIENNE, 1311-1312


XV ecuménico

Errores de Pedro Juan Olivi


(acerca de la llaga de Cristo, de la unión del alma y del cuerpo, y del bautismo) (2)
[De la Constitución De Summa Trinitate et fide catholical

Pedro Juan Olivi, O. F. M., nació el año 1248, en Sérignan, de Francia.

D-480 [De la encarnación.] Adhiriéndonos firmemente al fundamento de la fe católica, fuera del


cual, en testimonio del Apóstol, nadie puede poner otro [1 Cor. 3, 11], abiertamente confesamos,
con la santa madre Iglesia, que el unigénito Hijo de Dios, eternamente subsistente junto con el
Padre en todo aquello en que el Padre es Dios, asumió en el tiempo en el tálamo virginal para la
unidad de su hipóstasis o persona, las partes de nuestra naturaleza juntamente unidas, por las que,
siendo en sí mismo verdadero Dios, se hiciera verdadero hombre, es decir, el cuerpo humano
pasible y el alma intelectiva o racional que verdaderamente por sí misma y esencialmente informa
al mismo cuerpo.
Y en esta naturaleza asumida, el mismo Verbo de Dios, para obrar la salvación de todos, no sólo
quiso ser clavado en la cruz y morir en ella, sino que sufrió que, después de exhalar su espíritu,
fuera perforado por la lanza su costado, para que, al manar de él las ondas de agua y sangre, se
formara la única inmaculada y virgen, santa madre Iglesia, esposa de Cristo, como del costado del
primer hombre dormido fue formada Eva para el matrimonio; y así a la figura cierta del primero y
viejo Adán que, según el Apóstol, es forma del futuro [Rom. 5, 14], respondiera la verdad en
nuestro novísimo Adán, es decir, en Cristo.
Esta es, decimos, la verdad, asegurada, como por una valla, por el testimonio de aquella grande
águila, que vio el profeta Ezequiel pasar de vuelo a los otros animales evangélicos, es decir, por el
testimonio del bienaventurado Juan Apóstol y Evangelista, que, contando el suceso y orden de este
misterio, dice en su Evangelio: Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no
quebraron sus piernas, sino que uno de los soldados abrió con la lanza su costado y al punto salió
sangre y agua. Y el que lo vio dio testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice
verdad, para que también vosotros creáis [Ioh. 19, 33 ss]. Nosotros, pues, volviendo la vista de la
consideración apostólica, a la cual solamente pertenece declarar estas cosas, a tan preclaro
testimonio y a la común sentencia de los Padres y Doctores, con aprobación del sagrado Concilio,
declaramos que el predicho Apóstol y Evangelista Juan, se atuvo, en lo anteriormente transcrito,
al recto orden del suceso, contando que a Cristo ya muerto uno de los soldados le abrió el costado
con la lanza.

D-481 [Del alma como forma del cuerpo.] Además, con aprobación del predicho sagrado Concilio,
reprobamos como errónea y enemiga de la verdad de la fe católica toda doctrina o proposición que
temerariamente afirme o ponga en duda que la sustancia del alma racional o intelectiva no es
verdaderamente y por sí forma del cuerpo humano; definiendo, para que a todos sea conocida la
verdad de la fe sincera y se cierre la entrada a todos los errores, no sea que se infiltren, que
quienquiera en adelante pretendiere afirmar, defender o mantener pertinazmente que el alma
racional o intelectiva no es por sí misma y esencialmente forma del cuerpo humano, ha de ser
considerado como hereje.

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