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IMPRIMATUR
I.S.B.N.:84-88118-07-4
D.L.:M-30308-96
IMPRIME : LETTERGRAF,S.L.
2
PRESENTACIÓN
El Instituto Internacional de Teología a Distancia le ofrece el texto de La
Pedagogía Catequística, de la especialidad Catequética del Plan de Formación
Sistemática.
Cordialmente.
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CONTENIDO DE ESTE MATERIAL DIDÁCTICO
U.D.1 La catequesis en la Iglesia 7
La confesión de la fe adulta 22
La fe adulta 26
El contenido catequético 34
El mensaje cristiano 35
La fuente de la catequesis 39
El adulto 48
Tipología de adultos 61
La catequesis de adultos 74
4
Cualidades del catequista de adultos hoy 89
Evolución física 95
Evolución intelectual 97
Evolución afectiva 98
La preadolescencia 137
5
SIGLAS
AA = Apostolicam actuositatem
Ad = Ad gentes
CA = Catequesis de adultos
CC = La catequesis de la comunidad
CD = Christus Dominus
CF = El catequista y su formación
Ch L = Christifideles laici
DM = Dives in Misericordia
DV = Dei Verbum
EN = Evangelii Nuntiandi
GE = Gravissimum educationis
GS = Gaudium et Spes
LG = Lumen Gentium
RH = Redemptor hominis
SC = Sacrosanctum Concilium
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UNIDAD DIDACTICA 1
LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA
En esta primera unidad didáctica tratamos de situar la catequesis dentro del
conjunto de la vida y de las acciones pastorales de la iglesia.
- La catequesis en la Iglesia
- El lugar de la catequesis dentro de la vida de la Iglesia.
7
La Palabra de Dios no solo da origen a la Iglesia, sino que la edifica y la hace crecer (cf.
Hch 6,7; 12,24; 19,29). La Iglesia se edifica y se desarrolla en la medida en que la Palabra
de Dios reside en ella abundantemente (cf. Col. 3,16).
Las formas básicas del ministerio de la Palabra son: el primer anuncio, la catequesis y la
homilía. No son las únicas, pero sobre ellas descansa, fundamentalmente, el anuncio y la
transmisión de la Palabra de Dios que habita en la Iglesia.
Como forma del servicio de la Palabra, la catequesis queda necesariamente marcada por
el carácter de eclesialidad de la palabra y de la fe, existiendo siempre la mutua
dependencia entre Iglesia y catequesis.
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La iglesia es destinataria, igualmente, de la catequesis. Esta no se dirige exclusivamente
a las personas en su singularidad, sino que considera a toda la Iglesia como destinataria
verdadera y propia de su acción. La catequesis es, en efecto, “la forma de acción eclesial
que conduce a la madurez de la fe, tanto a las comunidades como a cada fiel.” (DCG. 21).
La catequesis no es solo una acción de la Iglesia y para la Iglesia, sino que es, igualmente, o quizá,
por ello mismo, una tarea necesaria y prioritaria dentro de la Iglesia.
“Cuando más sea capaz la Iglesia, a escala local o universal, de dar la prioridad a la catequesis –por
encima de otras iniciativas cuyos resultados pueden ser más espectaculares- tanto más la Iglesia
encontrará en la catequesis una consolidación de su vida interna, como comunidad de creyentes, y
de su actividad externa como misionera. En este final del siglo XX. Dios y los acontecimientos, que
son otras tantas llamadas de su parte, invitan a la Iglesia a renovar su confianza en la acción
catequética como una tarea absolutamente primordial de su misión (CT. 13)
Por ello, la Iglesia “es invitada a consagrar a la catequesis sus mejores recursos en
hombres y energías, sin ahorrar esfuerzos, fatigas y medios materiales, para organizarla
mejor y formar personal capacitado. En ello no hay mero cálculo humano, sino una
actitud de fe” (CT.15)
En los momentos actuales, en los que la Iglesia quiere impulsar una nueva
evangelización, la catequesis adquiere una importancia prioritaria para que esta acción
evangelizadora renga sólidos fundamentos.
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2. El lugar de la catequesis dentro de la vida de la Iglesia
Si la catequesis es una acción de y para la Iglesia, conviene ahora situarla dentro de la
vida misma de la Iglesia para determinar mejor su función peculiar
Todos los documentos actuales sobre la catequesis (DCG, EN, CT, CC), sitúan a ésta
dentro de la misión evangelizadora de la Iglesia, como parte integrante de la misma.
“Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que
comporta la evangelización si no es con el riesgo de empobrecerla e, incluso, mutilarla. Resulta
imposible comprenderla si no se trata de abarcar de golpe todos sus elementos esenciales”. EN.17
10
Etapas del proceso evangelizador
La acción misionera que, dirigida a los no creyentes y alejados de la fe, trata de suscitar en
ellos la fe y la conversión iniciales
La acción catequética que, dirigida a los que han optado por el Evangelio, trata de
conducirles a una confesión adulta de la fe
La acción pastoral que, dirigida a los fieles de la comunidad cristiana, ya iniciados en la fe,
trata de que crezcan continuamente en todas las dimensiones de la misma
La acción misionera
Por acción misionera se entiende todo lo que la Iglesia vive testimonialmente, anuncia
explícitamente y hace por el hombre y su mundo, para establecer el Reino de Dios y para
que las personas den su adhesión a Jesucristo y su Evangelio.
La acción catequética
11
la increencia o de la indiferencia y los que, vinculados a la comunidad cristiana, necesitan
una sólida fundamentación de su fe.
La acción pastoral
La acción pastoral es la que la Iglesia realiza con los fieles de la comunidad cristiana, es
decir, con los ya iniciados y cuya fe, por tanto, está suficientemente fundamentada. La
acción pastoral se encamina tanto a seguir educando en la fe a los fieles como hacer de
ellos miembros vivos de la vida y de la misión de la Iglesia. La acción pastoral comprende
tanto el servicio de la Palabra como la celebración de la liturgia y la acción caritativa y
social.
Estas tres etapas no indican el orden riguroso y fijo que todo proceso de evangelización
ha de seguir en su desarrollo; pero si manifiestan el orden lógico de ese proceso al
mostrarnos la relación estrecha que guardan entre si las distintas acciones eclesiales.
Ahora bien, ¿cómo se sitúa la catequesis dentro de este proceso evangelizador de la
Iglesia?
Sin embargo la catequesis no se confunde con otras acciones que preparan (charlas,
convivencias…) o siguen a la catequesis (predicaciones, celebraciones…) (cf. CC. 30-35).
La catequesis se sitúa entre la actividad misionera, dirigida a los no creyentes, y la acción
pastoral, dirigida a los fieles cristianos y tiene como tarea preparar para una
participación adulta en la comunidad cristiana a todos los que se han convertido
inicialmente al Evangelio.
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Todas las acciones del proceso evangelizador de la Iglesia contribuyen, de alguna
manera, a educar en la fe, es decir, a hacer madurar la fe de los cristianos.
Esta educación se realiza por medio de múltiples formas y en ámbitos muy diversos: la
predicación, la catequesis, la celebración litúrgica, la acción de los cristianos en el mundo,
la enseñanza de la teología, etc. Todo en la Iglesia, sus diferentes acciones, sus tomas de
postura o su propia configuración, educa en la fe a los cristianos..
La catequesis es una forma peculiar de educación en la fe con una función propia que la
distingue de las otras modalidades del ministerio de la Palabra.
Para evitar esta confusión conviene ahora referirse a otras formas de ministerio de la
Palabra que guardan con la catequesis una especial vinculación: primer anuncio, homilía,
formación cristiana de adultos, enseñanza religiosa escolar, teología, etc.
13
La homilía se sitúa en el corazón de la educación comunitaria ordinaria y permanente de
la fe, en el ámbito de la celebración.
14
LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA
Ficha de lectura:
Actividades.
15
2. Dirígete a tu Parroquia o a otra con la que tengas confianza y descubre si tienen
plateado las etapas del proceso evangelizador y que actividades concretas
realizan para llevarlo a la practica
UNIDAD DIDACTICA 2
IDENTIDAD DE LA CATEQUESIS
En la unidad anterior hemos tratado de situar a la acción catequética dentro del proceso
total de la evangelización. En ésta vamos a profundizar en el carácter propio de la
catequesis, considerada en si misma analizando su peculiaridad específica.
Por esto, es necesario que nos preguntemos: ¿qué es catequizar auténticamente?, y que
nos esforcemos en responder a este interrogante. Para ello, vamos a detenernos en la
concepción de la catequesis propuesta por la exhortación apostólica “Catechesi
Tradendae” de Juan Pablo II.
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1. Carácter propio de la catequesis
Después de citar a la catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia y de realizarla
con las múltiples acciones educativas de la fe, vamos a ofrecer una síntesis sobre el
carácter propio de la catequesis. Será otro eslabón más de nuestra reflexión sobre la
identidad.
Juan Pablo II señala en la Exh. Ap. Catechesi Tradendae que no quiere dar una
definición rigurosa y formal de la catequesis, ya que esta tarea está suficientemente
ilustrada en el Directorio general de la Catequesis, y compete a los especialistas
enriquecer cada vez más su concepto y articulación (CT. 18). Sin embargo, la descripción
que da la catequesis es sumamente rica y permite delimitar bien su carácter propio.
La catequesis no es una mera instrucción doctrinal, sino una acción educativa de la fe.
La forma peculiar de la educación de fe de la catequesis, consiste en garantizar “una
iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana” (CT. 21).
La catequesis se dirige también a todos los cristianos (Cf. CT.35-45): “en la Iglesia de
Jesucristo nadie debería sentirse dispensado a recibir la catequesis, pues la iglesia es a la
vez la gran catequesis y la gran catequizada” (CT.45).
“Aunque todas las edades de la vida son sujetos directos de catequesis, “hay un momento del
proceso cristiano que necesitan una particular atención, como los de la iniciación cristiana, la
adolescencia, elección de estado y otras circunstancias de mayor relieve en la vida personal “
Sin embargo, el proceso catequético debe tener siempre un principio y un fin en la vida
del cristiano. (Cf CC.101). Este no puede verse sometido a una constante iniciación
catequética, aunque sí debe estar en un proceso permanente de educación en la fe, a
través de las otras formas de acción pastoral de la comunidad cristiana, que tiene carácter
estable, para alimentar permanentemente la fe de los cristianos.
18
La enseñanza del mensaje revelado en la catequesis, es ofrecido de modo orgánico y
sistemático: “la auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática de
la Revelación” (CT.21). la catequesis, en su sentido propio, tiene un carácter ordenado y
sistemático y es precisamente en este carácter donde radica su diferencia respecto a las
demás formas de presentar la Palabra de Dios (Cf. CT.21).
“Vigilen atentamente que se dé con todo cuidado a los niños, adolescente, jóvenes, e, incluso a los
adultos la instrucción catequética que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva,
operativa, explicita y activa en los hombres, y que se enseñe con el orden debido y método
conveniente, no solo con respecto a la materia que se explicita, sino también a la índole,
facultades, edad y condiciones de vida de los oyentes, y que esta instrucción se fundamente en la
Sagrada Escritura, tradición, liturgia, magisterio y vida de la Iglesia.” CD: 14
Todas las consideraciones que hemos hecho hasta ahora se refieren a la catequesis
sistemática. Completándola, se encuentra la llamada catequesis ocasional, que se
realiza con ocasión de determinados acontecimientos de la vida personal, familiar, social
o eclesial (Cf. DCG.96). la catequesis ocasional participa de la noción de catequesis,
19
porque, aunque referida a u tema en concreto, lo trata con cierta sistematicidad,
desarrollando sus diferentes aspectos, aunque ambas modalidades –sistemática y
ocasional- no se deben identificar sin más (Cf. CC59-67).
IDENTIDAD DE LA CATEQUESIS
Para entender, celebrar y vivir el Evangelio del reino, al que han dado su adhesión;
Para participar activamente en la realización de la comunidad eclesial;
Y el anuncio y difusión del Evangelio.
Ficha de lectura:
Actividades:
20
2. Fija tu atención en la catequesis que dais en tu Parroquia, descubre a cuál de los
dos sentidos responde: restringido o amplio y justifícalo por escrito.
UNIDAD DIDACTICA 3
En esta unidad didáctica damos un paso más y nos preguntamos cuál es la finalidad
última de toda actividad catequética. Hablar de finalidad es hablar, sobre todo, de las
tareas que la catequesis tiene que desarrollar para cumplir su originalidad propia.
Siguiendo las directrices del Sínodo sobre la catequesis, señalemos dos metas
fundamentales de la acción catequética: la identidad cristiana y la fe adulta. Por eso
podemos afirmar ya desde ahora que catequizar es hacer hombres cristianos, adultos en
la fe.
Este tema puede ser muy útil para que orientes toda tu activad catequética en la
consecución de este objetivo fundamental.
- La confesión de fe
- La fe adulta
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1. La confesión de la fe adulta
A la hora de definir la finalidad de la catequesis nos encontramos, en las orientaciones
oficiales de la Iglesia, con descripciones que apuntan hacia aspectos diversos y, a la vez,
complementarios.
La confesión de fe destaca en toda ella la palabra creo. Con esta expresión, más que un
puro asentamiento intelectual, se expresa la entrega plena e incondicional del hombre a
Dios: la entrega del hombre a Dios, expresada en la confesión de fe, se realiza a través
22
de un proceso de vinculación con Jesucristo y, a partir de Él, a Dios trino, a la Iglesia y
al mundo
La conversión al Señor
La conversión a Jesucristo
La pertenencia a la comunidad
El servicio al mundo
La conversión a Jesucristo es el objetivo básico de todo proceso catequético: “En la
catequesis lo que se enseña es a Cristo…la constante preocupación de todo catequista
debe ser la de comunicar la doctrina y la vida de Jesús” (CT.6). Por eso “la catequesis
necesariamente debe ser cristocéntrica” (DCG.40). La vinculación a Jesucristo es el
centro de todo proceso catequético y compromete el resultado final del mismo.
Por eso “no hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina,
la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios” (EN.22).
“Jesucristo – ver al cual es ver al Padre (cf. Jn. 14,19) -, con su total presencia y manifestación
personal, con palabras y obras, señales y milagros, sobre todo, con su muerte y resurrección
gloriosa de entre los muertos, finalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa la
revelación y confirma con el testimonio divino que vive Dios con nosotros para librarnos de las
tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna” DV. 4
23
La pertenencia a la comunidad eclesial
Pero Jesucristo vincula también a su Iglesia como depositaria de la continuación de su
obra. A través de la catequesis somos reunidos por El en la Iglesia, como comunidad
fraterna y misionera.
El servicio al mundo
Jesucristo nos vincula igualmente con los hombres, con quienes se identifica y a quienes
llama hermanos (cf. Mt. 25,40). La catequesis educa para esta vinculación del cristiano a
los hombres, desde la manera de ver y actuar de Jesús en favor de la persona humana.
La Iglesia continuadora de la misión de Cristo, piensa que el hombre es “el camino
primero y fundamental” de su misión (RH.14). La conciencia de esta solidaridad humana
la expresa Juan Pablo II cuando afirma que “la Iglesia se hace sierva de los hombres”
(Ch. L. 39; cf. GS.l).
“En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis”.
Mt. 25,40
Quienes han pasado por un proceso catequético, han unido una profunda experiencia de
iniciación en el seguimiento de Cristo mediante el cual se han adherido a su persona, han
conocido su mensaje, han adoptado su estilo de vida, se reúnen en su nombre en la
comunidad eclesial, celebran su presencia en los sacramentos, participan del espíritu
misionero y apostólico en el mundo y esperan su venida gloriosa (cf. CC.124).
24
La finalidad de la catequesis consiste en lograr la adhesión plena a Jesucristo, en la
Iglesia, para el servicio evangelizador al hombre y a su mundo. Esta experiencia sólo se
consigue a través de unos medios adecuados.
25
catecúmenos a un compromiso en la sociedad que no brota de unas actitudes
hondamente arraigadas.
Esta educación del compromiso pastoral y misionero ha de acomodarse con todo cuidado
a la edad del destinatario. No podemos pedir lo mismo a un niño o a un adolescente que
a un joven o a un adulto. El realismo impone también tener muy en cuenta las
posibilidades y las circunstancias personales de cada catecúmeno.
2. La fe adulta
Como hemos afirmado anteriormente, la catequesis es un periodo intensivo y prolongado
de formación cristiana básica e integral, que favorece la verdadera identidad
cristiana, y tiene como meta última la confesión de la fe adulta.
En esta segunda parte de la Unidad vamos a describir el horizonte operativo hacia el que
debe orientarse todo proyecto catequético: LA FE ADULTA. Toda actividad catequética,
cualquiera que sea su modalidad o sus destinatarios, tiene como siempre como fin último
hacer hombres cristianos, adultos en la fe.
Pero, ¿cuáles con las características de la fe adulta? Estas características las podemos
ver y distinguir desde una doble perspectiva: la de las actitudes, que hace referencia a
las cualidades que son propias de esa fe y la determinan, y la de los comportamientos,
que denota los modos de expresión típicos de ella. A continuación vamos a presentar una
breve descripción de cada una de ellas.
Cualidades de la fe adulta
Podemos afirmar que una fe es adulta, cuando el creyente vive como:
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*integrada *diferenciada *operativa
*psicológicamente fundada *produndizada *abierta
Integrada
Psicológicamente fundada
Diferenciada
Esta característica se refiere a la cualidad por lo cual un hombre creyente sabe distinguir
en la fe lo esencial de lo accesorio, lo importante de lo secundario, lo inmutable de lo
sustituible, etc. Esto se llama tener una jerarquía de verdades y valores desde la que se
puede discernir los cambios y adaptaciones sin caer en el desconcierto o pérdida de la fe.
Lo contrario es una fe monolítica, que esconde muchas veces la inmadurez propia del
inmovilismo y de la intolerancia
Profundizada
“Dad culto al Señor, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os
pide razón de vuestra esperanza”.
1Pe. 3,15-17
27
Operativa
Abierta
Muchas de las actitudes inmaduras tienen su origen en razones de tipo psicológico, como
ocurre en la religiosidad del miedo o de la compensación, otras son del orden sociológico,
como la fe que se fundamenta en el conformismo social, la herencia recibida o el apego a
una institución sin más.
Quien educa en la fe tiene que saber discernir cuál es el verdadero rostro de la fe madura
y las múltiples deformaciones a que está expuesta, para que la catequesis supere estos
condicionantes y promueve una verdadera experiencia de la fe.
Conversión
28
La conversión es un elemento indispensable en el dinamismo de una fe que quiere llegar
a ser adulta.
La conversión cristiana es la adhesión global al Evangelio del Reino con sus exigencias
radicales y concretas e implica:
La conversión es una decisión libre y personal que afecta al hombre entero y al sentido
total de su existencia; debe ser consolidada y profundizada a lo largo de toda la vida.
Conocimientos y actitudes de la fe
Por ser una forma particular de entender y enfocar la existencia y la historia humana, la fe
supone necesariamente la adquisición y profundización de conocimientos concretos. La
visión cristiana de la vida exige el conocimiento de la historia de la salvación que arranca
en el pueblo de Israel, alcanza su punto culminante en la persona de Jesucristo y se
continúa en la realidad histórica de la Iglesia. No se puede dar una fe adulta que
prescinda de un conocimiento profundo de todas estas realidades.
“Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es
semejante. Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los
cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero
no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no lo haya puesto en práctica
29
es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió
el torrente y, al instante, se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa”.
Lc. 6,47-49
Una persona o comunidad de fe madura manifiestan esta realidad a través de diversas
formas de presencia y de acción en la iglesia y en la sociedad.
Algunas formas de vida pueden señalarse como elementos fundamentales de esta fe:
A lo largo de esta segunda parte hemos descrito el horizonte de la fe adulta hacia la que
tiende toda acción catequética. Ahora vamos a concluir señalando algunas ideas básicas
en relación con todo lo expuesto anteriormente:
30
TAREAS DE LA CATEQUESIS
La catequesis tiene como finalidad la confesión de la fe. Esto quiere decir que, a través de
ella, se realiza:
Las tres dimensiones (teologal, eclesial y diaconal) forman parte integrante de una
finalidad de la catequesis, y si implican mutuamente. El cristiano se encuentra en la
catequesis con Dios en la Iglesia, y en una Iglesia enviada al mundo para anunciarle –
con palabras y con obras- la salvación. La confesión adulta de la fe vincula a Jesucristo y,
a partir de Él, a Dios Trino, a la Iglesia y al mundo (cf. CA. 133-135).
Cualidades de la fe adulta:
Integrada
Psicológicamente fundada
Diferenciada
Profundizada
Operativa
Abierta
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Adquisición de conocimientos y actitudes de fe
Realización de formas de vida y acción.
Ficha de lectura
Actividades:
1. Lee los nn. De los documentos de las lecturas recomendadas en esta unidad
didáctica y haz un comentario con palabras personales sobre ella y lo que
descubres como más significativo para tu vida personal y de la comunidad.
2. Trata de contrastar las cualidades de la fe adulta, tal como las hemos estudiado en
el texto, con la realidad de tu vida personal y pastoral y señala cuál o cuáles de
ellas resultan más difíciles de conseguir y por qué.
32
UNIDAD DIDACTICA 4
EL CONTENIDO DE LA CATEQUESIS
“Siendo la catequesis un momento o un aspecto de la evangelización, su contenido no
puede ser otro que el de la evangelización: el mismo mensaje –Buena Nueva de la
Salvación – oído una y mil veces y aceptado de corazón; se profundiza incesantemente
en la catequesis mediante la reflexión y el estudio sistemático; mediante una toma de
conciencia, que cada vez compromete más, de sus repercusiones en la vida personal de
cada uno; ,mediante su inserción en el conjunto orgánico y armonioso que es la existencia
cristiana en la sociedad y en el mundo “ (CT. 26)
Estas palabras de Juan Pablo II nos introducen en la importante, cuestión del mensaje
revelado en la catequesis. Lo que la catequesis anuncia es la Palabra de Dios, la
Revelación de Dios al hombre, el mensaje de Salvación.
Este tema es sin duda el más importante de la catequesis. Porque es evidente que todos
los métodos, técnicas, procedimientos y materiales que se utilicen en la catequesis tiene
como meta “proponer íntegramente el mensaje cristiano” (DCG).
- El contenido catequético
- El mensaje cristiano
- La fuente de la catequesis
- La ordenación y estructura del contenido catequético
- Lenguaje y materiales catequéticos.
33
1. El contenido catequético
La catequesis debe favorecer la identidad cristiana de los catequizandos. Toda identidad
exige la referencia a una realidad, a un contenido concreto que determine una visión y
una postura especificas ante la vida.
Para que la catequesis contribuya a crear la identidad cristiana, es necesario, por tanto,
que ofrezca un contenido concreto y explicito desde el cual cada persona y grupo humano
puedan configurar su propia personalidad de creyentes.
Una catequesis que favorece la identidad cristiana, como señala el Sínodo de los
Obispos, exige, por su propia naturaleza, un contenido. Sin una proposición de fe, sin un
mensaje claro y asequible, la acción catequética está llamada al fracaso.
El contenido educativo abarco no solo el mundo de las ideas y de los saberes, sino
también el mundo de los valores, las actitudes y los comportamientos. De este modo, el
contenido de la educación queda ensanchado y enriquecido.
Integra
Nuclear
Significante
Gradual
Globalizada
“A fin de que la oblación de su fe sea perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a
recibir la “palabra de la fe” no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integra, en todo
su rigor y su vigor. Traicionar en algo la integridad del mensaje es vaciar peligrosamente la
catequesis misma y comprometer los frutos que de ella tienen derecho a esperar Cristo y la
comunidad eclesial” CT.30
34
Integra: todo el mensaje revelado
El Concilio Vaticano II habló sobre “el orden o jerarquía en las verdades de la doctrina
católica” (UR. 11), que la Iglesia siempre reconoció al confeccionar los Símbolos o
compendios de las verdades de fe. Pero no significa que unas verdades pertenecen a la
fe menos que otras, sino que algunas son principales e iluminan a las demás (DCG.43).
La catequesis tiene que intentar volver a ofrecer unos contenidos de fe que, sin ocultar
nada de lo esencial, sean realmente básicos y fundamentales para vertebrar la
personalidad del hombre creyente de hoy.
El mensaje cristiano debe ser representado siempre como Buena Nueva que da sentido a
la vida de cada persona, a los acontecimientos sociales y a la historia humana en su
conjunto. Sólo desde la perspectiva es como la fe puede presentarse como palabra
novedosa y fuerza transformadora para el hombre y su mundo.
Los diversos elementos que integran el mensaje cristiano son todos interdependientes y
necesarios, aunque no todos igualmente importantes. Todos forman un conjunto armónico
y globalizado en torno al hecho fundamental del Misterio revelado, que es Cristo.
2. El mensaje cristiano
Vistos los criterios generales sobre el contenido catequético, parece necesario
preguntarse ¿cuáles son los principales elementos del mensaje cristiano? No queremos
35
hacer una enumeración de los mismos, sino señalar únicamente algunas sugerencias que
deben tenerse en cuenta especialmente hoy día.
Cuando Pablo VI se planteó este tema señaló como “en el mensaje que anuncia la Iglesia
hay ciertamente muchos elementos secundarios, cuya presentación depende en gran
parte de los cambios de circunstancias. Tales elementos cambian también. Pero hay un
contenido esencial, una substancia viva que no se puede modificar ni pasar por alto sin
desnaturalizar gravemente la evangelización misma” (EN.25). Y a continuación desarrolla,
en un amplio capítulo, el contenido del mensaje de la evangelización y de la catequesis
(EN. 26-39).
A ese “contenido esencial, substancia viva” el mensaje cristiano hará referencia Juan
Pablo II en la Catechesi tradendae, señalando que “es necesario para la catequesis
misma tener presente cada uno de los elementos y la síntesis viva en que ellos han sido
integrados (CT.29), y pasará luego a desarrollar brevemente, los “principales elementos a
no olvidar” en la catequesis (CT.29). Esta brevedad se debe a que el Papa remite, como
exposiciones amplias, al referido capítulo de la Evangelii nuntiandi y al Directorio
General de la Catequesis, donde – dice – los “elementos principales del mensaje
cristiano están expuestos de manera más sistemática todavía, junto con la norma del
contenido esencial de la catequesis” (cf.DCG.47-69).
Jesús murió por su fidelidad al mensaje del Reino de Dios que proclamó durante su vida
y, llevado por ultimo de su amor a todos los hombres, dio libremente la vida por sus
hermanos y amigos (Jn. 10,1-18).
La catequesis ha de presentar tanto las causas históricas del proceso y muerte de Jesús
como la dimensión teológica de la muerte de Jesús por nuestros pecados (Rom. 4,25)
El tema de la resurrección de Jesús, como suceso real que ha entrado en nuestra historia,
tiene que ocupar en la catequesis el lugar central de la presentación del mensaje
cristiano.
A través de las palabras, de las acciones y de toda la vida de Jesús, el cristiano descubre
quién y cómo es Dios: Padre, rico en misericordia, que vence el mal a fuerza de bien y
muestra su justicia amando preferentemente a los débiles, enfermos y pecadores.
La catequesis debe presentar el verdadero rostro de Dios tal como nos ha sido desvelado
en Jesucristo. Dios debe aparecer siempre como el verdadero centro de la existencia del
Hombre. Jesús es el camino que nos conduce al conocimiento del misterio de Dios vivo:
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Jesús, el Hombre Nuevo, nos revela en sí mismo lo que es el hombre: “En realidad, el
misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado” (GS. 22).
Jesús nos descubre que el hombre, herido en su integridad desde sus orígenes, sólo
puede ser libre por la gracia salvadora.
La catequesis ha presentado la condición del hombre salvado por Dios y las exigencias
morales, personales y sociales ante la vida y el mundo, exigidas por el Evangelio.
37
Jesús resucitado envía el Espíritu de Dios para conducir a los discípulos a la plenitud de
la verdad que Él reveló con sus hechos y palabras. El Espíritu hace fructificar en los
cristianos las actitudes de Jesús hacia el Padre y hacia los hermanos. El Espíritu, bajo el
signo de la obediencia y de la cruz, anticipa ya la libertad de los hijos de Dios y la gloria
del mundo futuro (Rom. 8,18-30).
La Iglesia, nacida del amor de Dios Padre y don del Espíritu, vive en la historia humana
como la comunidad socialmente estructurada de los creyentes en Cristo. Los cristianos
confesamos el Símbolo que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica.
La Iglesia realiza su misión esencial, que es la evangelización de todos los hombres, por
medio de la predicación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el desarrollo de
los carismas y de los misterios y la acción de los cristianos en el mundo.
Ninguna acción catequética puede prescindir hoy de las grandes directrices para la Iglesia
contenidas en las constituciones “Lumen Gentium” y “Gaudium et Spes” del concilio
Vaticano II.
La comunidad cristina es pera la consumación de este mundo, los cielos nuevos y la tierra
nueva en que habita la justicia (2Pe. 3,13). En aquel día, “Dios lo será todo para todos”
(1Cor 15,28).
Los cristianos preparan la llegada de la plenitud del Reino, cooperado con todos los
hombres en la humanización de la vida y de la historia y en la construcción de una
sociedad más justa, más libre y más pacífica.
La catequesis, al tratar las realidades últimas, ha de subrayar la seriedad del destino final
del hombre y su carácter trascendente. Al mismo tiempo, ha de afirmar que la espera del
38
mundo nuevo no debe amortiguar sino avivar el interés de perfeccionar este mundo y de
humanizar la sociedad entera.
Con esta síntesis básica del mensaje cristiano, el hombre creyente va estructurando su
personalidad y su vida de relación con los demás, con la misma Iglesia, con la sociedad y
con el mundo.
Se trata, pues, de una visión orgánica y significativa del proyecto salvador de Dios en
Cristo para todas las dimensiones fundamentales de la vida humana.
En este aparato solo hemos enunciado los grandes titulares del mensaje cristiano. Los
volúmenes dedicados al Mensaje los desarrollará ampliamente; con ello adquirirás una
síntesis básica y significativa de la fe cristiana y te capacitarás para realizar mejor tu
trabajo catequético.
3. La fuente de la catequesis
“La catequesis extrae siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios trasmitida
mediante la Tradición y la Escritura, dado que la Tradición y al Escritura constituye el depósito
sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia (…). Hablar de la Tradición y de la Escritura
como fuentes de la catequesis es subrayar que ésta ha de estar totalmente impregnada por el
pensamiento, el espíritu y actitudes bíblicas y evangélicas a través de un contacto asiduo con los
textos mismos; y también recordar que la catequesis será tanto más rica y eficaz cuanto más lea los
textos con la inteligencia y el corazón de la Iglesia y cuanto más se inspire en la reflexión y en la vida
dos veces milenaria de la Iglesia. La enseñanza, la liturgia y la vida de la Iglesia surgen de esta
fuente y conducen a ella bajo la dirección de los Pastores y concretamente del Magisterio doctrinal
que el Señor les ha confiado” CT.27
39
La Palabra de Dios
Dios se reveló en el pasado “por obras y palabras intrínsecamente ligadas” (DV.2). Esta
Revelación la recoge y proclama la Sagrada Escritura y la Tradición (CT. 27-28). Por eso,
“el mensaje revelado de la catequesis lo encontramos como en su fuente principal y
constitutiva en la Palabra de Dios escrita y transmitida por la Tradición” (DCG. 45). La
Sagrada Escritura leída en la Iglesia es la fuente primera y principal de la catequesis.
La Palabra única y definitiva de Dios se nos ha revelado en y por Jesucristo (HB 1,1-4).
Por eso, la dimensión cristológica de la Palabra de Dios en la catequesis es fundamental y
decisiva.
Nadie posee en exclusiva esa Palabra, ni nadie puede servirse de ella. Todos los
miembros de la comunidad cristiana están llamados a testimoniarla con audacia y a
servirla a través de funciones diferentes. Todas las acciones pastorales de la Iglesia: “la
enseñanza, la liturgia y la totalidad de la vida de la Iglesia surgen de esta fuente y
conducen a ella bajo la dirección de los pastores y concretamente del magisterio doctrinal
que el Señor les ha confiado” (CT. 27).
La comunidad eclesial
40
4. La ordenación y estructura del contenido catequético
Haciendo un análisis de los catecismos más utilizados en la Iglesia (45) se puede
observar que las verdades de la fe se ordenan de acuerdo con los criterios
fundamentales: basándose o en las virtudes teologales o en el fin del hombre.
Esta división es la más tradicional, y según los autores arranca de San Agustín. Es
seguida en los Catecismos de S. Pedro Canisio, S. Roberto Belarmino Astete, Ripalda,
Mons. Casoti y S. Pío X (1905). El esquema es el siguiente:
Fe (Credo)
Esperanza (Oración)
Caridad (Mandamientos)
Sacramentos
La vida cristiana: pecados, virtudes, vicios, etc. Forman en varios catecismos un
complemento o tratado que sigue al de los sacramentos.
Otros catecismos, en cambio, como el de Deharbe, San Pío X (1912), Catecismo Nacional
Español (1962) consideran el fin del hombre, que es servir a Dios, cumplir su voluntad y
conseguir la vida eterna. Para alcanzar este fin se requiere creer, observar los
mandamientos; emplear los medios de santificación. La división de la materia se hace
fundamentalmente alrededor de tres partes;
Dogma (Credo)
Moral (Mandamientos)
Medios para adquirir la gracia: Los Sacramentos como causa instrumental y la
oración como medio impetratorio
Este núcleo central ha sido calificado por el Cardenal Josef Ratzinger, como las “cuatro
piezas maestras” de la catequesis, que son “la síntesis del material memorizable
41
indispensables para la fe, y que reflejan al mismo tiempo, los elementos vitales de la
Iglesia: el símbolo de la fe, los sacramentos, el decálogo y la oración del Señor. Estas
cuatro clásicas “piezas maestras” de la catequesis han servido durante siglos como
elementos estructurantes y como lugares de concentración de la enseñanza catequética,
y han abierto también el acceso tanto a la Biblia como a la vida de la Iglesia”.
El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) tiene por fin presentar una exposición
orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica
tanto sobre la fe como sobre la moral, a la luz del Concilio Vaticano II y del conjunto de la
Tradición de la Iglesia. Sus fuentes principales son la Sagrada Escritura, los Santos
Padres, la Liturgia y el Magisterio de la Iglesia y está destinado a servir “como un punto de
referencia para los catecismos o compendios que sean compuestos en los diversos
países (Sínodo de los Obispos 1985, Relación final II, B, a, 4). Se inspira en la gran
tradición de los catecismos, los cuales articulan la catequesis en torno a cuatro “pilares”;
la profesión de fe bautismal (el Símbolo), los Sacramentos de la fe, la vida de fe (los
Mandamientos), la oración del creyente (el Padre Nuestro).
La segunda parte del catecismo expone cómo la salvación de Dios, realizada una vez por
todas por Cristo Jesús y por el Espíritu Santo, se hace presente en las acciones sagradas
del liturgia de la Iglesia (Primera sección) particularmente en los siete sacramentos
(Segunda sección).
La tercera parte del catecismo presenta el fin último del hombre, creado a imagen de
Dios: la bienaventuranza, y los caminos para llegar a ella: mediante un obrar recto y libre,
con la ayuda de la ley y de la gracia de Dios (Primera sección); mediante un obrar que
realiza el doble mandamiento de la caridad, desarrollado en los diez Mandamientos de
Dios (Segunda sección).
La última parte del catecismo trata del sentido y la importancia de la oración en la vida del
creyente (Primera sección). Se cierra con un breve comentario de las siete peticiones de
42
la oración del Señor (Segunda sección). En ellas, en efecto, encontramos la suma de los
bienes que debemos esperar y que nuestro Padre celestial quiere concedernos..
El lenguaje catequético
Por eso, la catequesis debe utilizar un lenguaje significativo para que los cristianos
puedan reformular y expresar su fe de una manera más vital y comprensible.
El proceso que el lenguaje básico de la catequesis recoja todas las formas del lenguaje de
la Biblia y de la tradición y sea presentado en forma de síntesis accesible al hombre de
hoy.
Relacionado con el lenguaje catequético está el tema de los materiales catequéticos, que
son los instrumentos imprescindibles para poder realizar el acto catequético
adecuadamente.
43
Teniendo en cuanta la gran variedad de materiales catequéticos existentes, vamos a
señalar algunos criterios para la elección, revisión y utilización de los mismos.
EL CONTENIDO DE LA CATEQUESIS
El contenido catequético abarca el conjunto de verdades, valores, actitudes y pautas de
conducta que integran la totalidad del mensaje cristiano al servicio del hombre en su
totalidad: inteligencia, afectividad y operatividad.
La Palabra de Dios
La comunidad eclesial: Liturgia, Santos Padres, Magisterio
44
Ficha de lectura
Actividades
45
Catequesis de Adultos
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UNIDAD DIDACTICA 5
EL ADULTO Y SUS CARACTERISTICAS
Todo educador que ha de asumir la tarea de formar adultos cristianos, más tarde o más
temprano se llega a plantear la pregunta: ¿Quién es un adulto? ¿Cuáles son sus
características específicas: psicológicas, sociales y religiosas, que lo distinguen de otras
edades de su vida?
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El adulto goza siempre de una entidad propia, derivada de tres componentes
fundamentales: social, psicológico y religioso. Desde el punto de vista psicológico,
entendemos por adulto el hombre que ha desarrollado sus capacidades y ha alcanzado la
madurez de las mismas. Esto suele ocurrir en una edad que abarca desde los 18-25 años
hasta 60-65 años aproximadamente.
Desde el punto de vista social, dirigimos la atención a nuestra sociedad actual que
presenta unos rasgos especiales del cambio y transformación que repercuten en la
conducta moral y religiosa de las personas y la llevan a plantearse el sentido mismo de la
vida y de la fe. Ante esta situación social e influenciados por ella, los hombres adultos de
nuestro tiempo ofrecen una gama plural de opciones ante la religión y la fe y que
podríamos concretar en diversas tipologías de adultos: no bautizados, bautizados no
practicantes, bautizados practicantes y militantes cristianos.
- El adulto
- El adulto desde la psicología
- El adulto desde nuestra sociedad
- Tipología de adultos
1. El adulto
Concepto de adulto
Al tratar de delinear las características del adulto, la primera dificultad que se presenta es
la de precisar y definir qué es un adulto.
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“adolescens” y que, por lo tanto, significa “el que está creciendo o desarrollándose”;
mientras que adulto de deriva del participio pasado “adultum” y, por tanto, significa “el
crecido, el que ha terminado de crecer o de desarrollarse”.
Autonomía propia
En definitiva, todos los autores coinciden en que el adulto es aquel individuo que posee un
nivel suficiente de desarrollo de los diversos componentes de la personalidad. Se admite
comúnmente que no todo los adultos alcanzan este nivel de desarrollo a la misma edad.
En casos normales coinciden con la inserción plena y estable en el trabajo, en la sociedad
y en propio estado de vida.
Perspectiva psíquica
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- Energía de superación: es la reacción positiva ante una situación adversa
consciente, afrontándola sin evasiones ni euforias idealistas, con realismo y
serenidad, entregándose esforzadamente para recuperar lo perdido o alcanzar el
equilibrio necesario
- Capacidad de amor: ser útil a los demás y saber recibir ayuda de ellos.
- Capacidad de medir diferencias y establecer jerarquías: no sólo a nivel
intelectual, sino también real
- Continuidad en la obra iniciada.
- Con el mundo: alcanzar una síntesis que dé una respuesta para cada
acontecimiento.
- Con el yo: autodominio, responsabilidad alcanzada por la autonomía de juicio,
integración de la libertad con los principios
- Con los demás: saber considerarles como otros “yo”, responsables, miembros
con los que convivo.
La integración armónica del adulto debe abarcar todas las áreas de la personalidad
humana: las estructuras del temperamento, las diversas zonas de la propia psique, los
valores de la actividad personal, las facultades y los planos de proyección. Por ello, el
adulto maduro se caracteriza por su equilibrio, independencia, síntesis personal y
progreso en la vida.
51
La madurez psicológica, pues, no siempre corresponde a la madurez física o biológica.
Los bloqueos o desajustes interiores pueden impedir un normal desarrollo psíquico. Por
ello, el individuo es adulto psíquicamente cuando alcanza un desarrollo armónico de sus
capacidades.
Perspectiva cognoscitiva
Adulto, a nivel cognoscitivo, es el individuo que posee una capacidad de conocer la realidad
con madura reflexión, abstracción y alcance experimental.
Además ha crecido la conciencia científica. Es una postura que valora mucho el dato
objetivo. Critica todo ante el campo de lo real. De esta misma inclinación nace la
sistemática crítica ante cuanto trasciende lo experimental.
El adulto tiene hoy un modo particular de conocer la realidad, caracterizado por la crítica
positiva o negativa, la sobrevaloración de lo experiencial y el predominio del conocimiento
científico y tecnológico.
Perspectiva social
El hombre vive en una sociedad. Sus relaciones con los demás individuos puede alcanzar
diversos grados de madurez. La madurez en orden social depende del desarrollo de estos
elementos:
Convivencia armónica y eficiente: debe convivir con los demás evitando el aislamiento y el
dejarse arrastrar por las masas
52
El adulto, en su componente social, adquiere la madurez por la valoración de los bienes
sociales, la convivencia armónica y la responsabilidad en las tareas sociales.
Perspectiva religiosa
El adulto puede alcanzar la madures psicológica, la madurez cognoscitiva y la social; pero
puede, al mismo tiempo, no ser adulto en su perspectiva religiosa. Esto puede obedecer a
factores propios de la originalidad de la experiencia religiosa y también a factores
coyunturales de esta época. Vamos hacer, simplemente, una reflexión para conocer cómo
son hoy religiosamente los adultos.
Todos estos factores deben tenerse muy en cuenta respecto a la madurez religiosa,
considerando que la mentalidad del hombre condiciona la escucha y acogida inicial del
mensaje cristiano. El adulto, a diferencia del niño, no sólo ignora comúnmente las
verdades de fe, sino además posee prejuicios y errores adquiridos por las experiencias
vividas.
Sector de ignorancia.
Existen sectores de adultos que sitúan ante el hecho religioso (cristiano) conservando:
Sector de increencia
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Existen otros grupos de adultos que se sitúan ante el hecho religioso desde una
postura de:
- Indiferencia
- Increencia
- Agnosticismo
- Ateísmo teórico o práctico
Sector de coherencia
La personalidad adulta perfecta no existe. Lo que aquí presentamos es, más bien, un
ideal. Sin embargo, es necesario conocerlo y reflexionar detenidamente para tender hacia
él.
54
es el profesor de la Universidad de Harvard G. W. Allport, el cual, a pesar de opinar que
"no es fácil descubrir la considerable riqueza y congruencia de una personalidad madura”,
se ha atrevido a diseñarla y sintetizarla en seis rasgos principales, teniendo en cuenta las
aportaciones de otros psicólogos y la suya propia. Estos rasgos son:
Un adulto maduro es, pues, quien llega a ser capaz de superar la tendencia egoísta de
querer tener para sí y exclusivamente todas las cosas. La cualidad propia del adulto
maduro es el desinterés, mediante el cual se vuelve capaz de sacrificarse a sí mismo por
el bien de los demás.
55
ganado a través del amor que se da a los demás. Es pues, así como se logra la extensión
del sí mismo.
Tiene una relación emocional que podemos llamar simpatía que le hace respetar y
apreciar la condición humana en todos los hombres, huye de la murmuración y de todo
intento de dominar a los demás, incluso dentro de su propia familia. La persona madura
posee tolerancia y estructura democrática del carácter.
“El adulto sabe realizar un verdadero don de sí mismo, manifestado particularmente en los lazos
íntimos que establece con sus pariente, cónyuge, hijos o amigos para que puedan extenderse más
allá de este círculo limitado. Este continúo compartir con los demás, no implica ninguna mengua
de sí mismo, no es para el adulto un empobrecimiento ni una amenaza para su persona, sino que,
por el contrario, es un enriquecimiento y una realización esencial” (Osterrieth).
“El adulto joven está ansioso y dispuesto a fundir su identidad con la de los otros. Está
preparado para la intimidad, esto es, capacidad para entregarse a afiliaciones y asociaciones
concretas y para desarrollar la fuerza ética necesaria para cumplir con tales compromisos
cuando éstos puedan exigirle sacrificios significativos”
Erikson.
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La seguridad emocional y la aceptación del sí mismo
El adulto inmaduro, como el niño, reacciona a los contratiempos con accesos del mal
humor o irritación; se queja, culpa a los otros, se compadece de sí mismo. En cambio, el
individuo maduro tolera la frustración. Si ha cometido un error o una falta sabe
reconocerlo y aceptarlo. Espera el momento oportuno, busca un medio de sortear los
obstáculos y, en caso necesario, se resigna ante lo inevitable. El individuo maduro ha
aprendido a vivir sus estados emocionales de modo que no le conduzcan a actos
impulsivos ni perjudiquen a otros.
“La verdadera madurez implica capacidad para experimentar emociones y sentimientos, y para
expresarlos adecuadamente, para no rechazar su aportación fecunda y dinámica, sin dejarse, no
obstante, sumergir por su violencia.
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La persona madura, además de visión relista, posee capacidad para perderse a sí misma
en la realización del trabajo. Es capaz de olvidar los impulsos egoístas de la satisfacción
de los instintos, el placer, el orgullo y la defensa, durante largos periodos de tiempo,
mientras está absorta en su tarea.
La personalidad madura posee, pues, una buena capacidad razonadora, mediante la cual
aporta precisión, coherencia, orden y sistema al curso de sus pensamientos, dirigidos
objetivamente hacia el mundo. Los juicios precipitados y los razonamientos superficiales
se oponen a la imagen de una personalidad madura. Por el contrario, la personalidad
madura posee autonomía de pensamiento, por lo cual mantiene una sana actitud crítica
frente al juicio, opiniones y actitudes de los demás.
El adulto también es realista en el sentido que trata de aceptar a los demás tal cual son,
admitiendo que sean distintos de él.
Muchas personas no llegan adquirir una sólida unidad entre su personalidad debido a
engañarse respecto a sí misma. Desde este punto de vista, la tarea más importante que
tiene ante sí todo hombre es la de descubrir ¿quién soy yo? Cuando esta pregunta es
respondida satisfactoriamente, se ha alcanzado una nueva unidad y la madurez de la
personalidad.
Asimismo la persona madura posee un profundo sentido del humor, que le hace capaz
de sonreír de todo lo que ama, incluyendo su propia persona, sus actos y conquistas. De
aquí que la personalidad madura evita toda afectación, en su conducta, toda “pose”
destinada a hacer resaltar sus propios valores, valores que ella misma no toma muy en
serio precisamente porque se conoce.
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El adulto es una personalidad madura en la medida en que ha logrado un sentimiento
realista de su propio valor a partir de su tendencia a la autoestimación. En este sentido el
auténtico sentido de sí mismo se origina en el sujeto, no de la consideración de lo que los
demás opinan de él, o sea, del grado de aprecio o estimación de que goza, sino de la
conciencia objetiva de su propio valor y dignidad como hombre, como persona.
Sin embargo, este sentimiento del propio valor no debe corresponder a un retrato
narcisista de sí mismo, sino derivarse del rendimiento objetivo de su vida según todo lo
que es capaz de realizar en su profesión y en su relación con los demás. Una tal
personalidad posee sentido del humor en tanto es capaz de considerar las cosas con
arreglo a su importancia, sin dejarse engañar por apariencias impresionables. El humor,
como síntoma de madurez es esencialmente crítico y elimina toda exageración y toda
ilusión que el hombre pueda hacerse de sí mismo y del mundo (Lersch)..
“Contrariamente al niño, el adulto no se considera todo poderoso; sabe que es un ser limitado.
No tiene necesidad de engañarse a sí mismo en cuanto a sus móviles y sus intenciones, ni de
engrandecerse a sus ojos y a los ojos de los demás, con toda clase de mecanismos de defensa
más o menos engañosos. Trata de tomar distancia respecto de sí mismo y de verse
objetivamente; se critica y sabe reírse, aceptarse tal cual es, sin satisfacción ingenua u
orgullosa”. (Osterrieth)
La vida de todos los individuos está siempre orientada u orientada por una o varios
objetivos. Cada individuo tiene una razón por la que vive, un propósito principal que da
unidad a su vida y a su conducta.
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El sentimiento religioso ocupa un lugar preferente en la filosofía unificadora de la
existencia de la personalidad madura. El sentimiento religioso auténtico proporciona a la
persona una actitud especial de disponibilidad, de confianza en el sentido del mundo y
del destino de la vida.
Nuestra cultura moderna se caracteriza por dos factores determinantes: la confianza en la razón
y el deseo de libertad. Junto a estos factores hay una realidad de relación entre las personas
ampliada y potenciada por los medios de la comunicación social
La confianza en la razón
La ciencia y la técnica suponen un bien para las personas, ya que nos estamos
beneficiando de sus resultados. Pero, al mismo tiempo, se presentan como una amenaza,
ya que existe el riesgo de absolutizarlas de tal manera que se planteen como
antagonistas con la fe y caer en la tentación de querer ser como Dios. Los avances y
logros que deban servir a la persona, pueden transformarse, en ocasiones, en una
amenaza contra la persona misma y contra la naturaleza.
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El deseo de libertad.
La libertad es condición necesaria para que una persona o grupo social realice su
proyecto personal. Es buena esa conquista de la libertad, tanto en individuos como en
pueblos. Pero, con frecuencia, el hombre moderno, cae en un individualismo, que le
aísla del ambiente social y lo aleja de los problemas de los demás.
Este pluralismo, con lo que supone de cambio profundo respecto a nuestra cultura
marcada por las tradiciones hondas, ha incidido en las creencias y prácticas religiosas,
sobre todo de los adultos que vivían una religiosidad poco personalizada.
Pero ese pluralismo está teniendo una parte positiva: está siendo ocasión de que muchas
personas personalicen la fe y hagan una opción más libre y profunda.
Esta crisis ha repercutido también en los valores de todo tipo y, debido a ello, el hombre
moderno puede vivir un vacío de sentido, tiende a privatizar la fe y a construirse su
propia moral, normalmente fragmentada: liberal en unos aspectos y puritana en otros.
Los medios de comunicación social (TV, prensa, radio…) juegan un papel decisivo en
la configuración de esta nueva cultura. Hay quienes consideran que son el elemento más
determinante para cambiar las mentalidades. Nuestra civilización es llamada la
civilización de la imagen. Este mundo de los mass-media ha hecho mundo una aldea
cercana y conocida por todos. El que tiene los medios de comunicación tiene un “poder”
sobre los demás… Ante este poder y su influencia, solamente un sentido crítico y una
gran capacidad de selección dejan a la persona libre y con posibilidad de optar con
objetividad.
61
Todos estos factores tan complejos que han quedado expuestos, presentan un desafío
radical para la fe cristiana. En épocas pasadas, la evangelización de la Iglesia tenía que
enfrentarse a aspectos más bien parciales de la doctrina. Hoy es lo central del Evangelio
lo que está afectado. La nueva evangelización no se circunscribe a aspectos periféricos
de la fe, sino a lo nuclear: el sentido de Dios y el sentido del hombre.
Esto estimula y casi obliga a presentar los diferentes tipos religiosos del adulto, es
decir, siguiendo un criterio teológico, y que pasamos a exponer en el apartado siguiente,
después de presentar los tipos de adultos según el criterio de la edad,
Conocer y valorar toda esta variedad tipológica del adulto tiene una importancia decisiva
para la acción catequética y, por tanto, para el educador de la fe. No podemos programar
una catequesis para un grupo de militantes cristianos del mismo modo que lo podemos
hacer para un grupo de adultos no bautizados. No será igual el método que utilicemos con
adultos de la tercera edad que con jóvenes matrimonios cristianos.
La gran variedad de tipos de adultos debe ser para el catequesis una ocasión más para
desarrollar su creatividad catequética y conectar con la realidad tal como es. Por ello,
debe conocer los diferentes tipos de adultos, valorar las características propias de cada
hombre adulto, y saber programar adecuadamente la acción catequética en función del
destinatario.
Otras circunstancias que diferencia a los adultos es la edad. Entre otras posibles
calificaciones, J. Colomb establece tres categorías fundamentales de adultos según la
edad: etapa de la edad adulta (25.40), etapa de la madurez (40-65), etapa de la vejez (65
años en adelante).
62
Edad de la creación, de la actividad eficaz que transforma el mundo de los hombres y de
las cosas. Edad del “trabajo”, de la “praxis” liberadora, en pleno crecimiento físico y
biopsicológico.
Edad de la lucha
Esta lucha no se resuelve en un instante; prosigue a través del tiempo, ya que el espíritu
del hombre se va haciendo a través de ese mismo esfuerzo. El adulto está también
plenamente comprometido en el combate entre el ideal y lo real; hacer lo imposible a
partir de lo posible. De un golpe, debe adquirir el sentido del mal, de la cruz y saber
integrarlos a su acción. Es humilde, ni idealista ni pesimista. Debe aceptar sus límites e,
incluso, utilizarlos: ser paciente y tenaz, emprender la lucha después de los fracasos. Es
capaz de saber que en cuanto deja de luchar, la espiritualidad de su acción decae.
El adulto, por el hecho de actuar por reflexión, por ser capaz de superar e integrar sus
frustraciones, y por el hecho de que su actividad está encuadrada en un marco social,
tiene cierta estabilidad; se puede confiar en él. Su vida no es como la del adolescente,
una serie de secuencias bastante diversas, sino un film donde una intención profunda, a
través de diversas situaciones exteriores, realiza la unidad. Al ser plenamente consciente
de su pasado y de sus proyectos, se compromete personal y completamente en la acción,
y no por capricho momentáneo.
63
constituyen lo más profundo de sí mismo. Trabaja con los demás: su forma de pensar es
comprensión, su acción es colaborar, su amor es oblativo.
De esta forma, edifica su ser social al mismo tiempo que constituye las sociedades en las
que el ser social se desarrolla; construye poco a poco su hogar, es decir, no
socialmente su aspecto material –las condiciones materiales-, no solamente los miembros
del hogar y su educación, sino, sobre todo, la actitud espiritual, el amor oblativo concreto
que es su fuente.
Construye su vocación social; no solo se labra una situación profesional estable que
trata de mejorar, sino que es capaz de participar en el deseo de civilización y de cooperar
en su realización. Nada de lo humano puede resultarle extraño. Es capaz de asumir los
complejos sociológicos y de las circunstancias que condicionan al hombre, y de actuar a
su mismo nivel para santificarlos o adaptarse a ellos. Así actúa, según su propia
situación, en los sindicatos con su voto, en los diversos grupos o movimientos en los que
“milita”.
El hombre ha llegado por fin a la cima de su curva biológica; no teniendo más fuerzas
para continuar el ascenso, aún conserva las suficientes para mantenerse y reafirmar su
1° Etapa: Comienzos de la edad adulta (21 a 25 años): Esta etapa está caracterizada por el acceso a
la edad legal de madurez y a la responsabilidad económica, la consecución del derecho al voto en la
mayor parte de la naciones – hoy se ha adelantado en muchos sitios a los 18 años – el matrimonio y la
paternidad o maternidad, el ingreso en la vida profesional y la plena participación en las actividades
sociales adultas. 64
2° Etapa: Edad adulta media (25-40 años): Se consolidan los roles sociales y profesionales. Se produce
una declinación ligera de las funciones físicas y mentales.
Se observa una relativa estabilización a nivel material y en el campo de las relaciones sociales.
“sentirse más pronto fatigado”, se recupera con mayor dificultad, pierde rapidez y
flexibilidad. Especialmente es el fin del poder procreador. En consecuencia, disminuye el
ardor por construir y las ansias de lucha (aparte la sobreexcitación defensiva, de la que
hablaremos), y se ve la realidad tal como es, pero con otros ojos.
Ahora el hombre conoce demasiado los límites humanos, sus propios límites. El
carácter absoluto de la actividad tiende a desaparecer: la “juzga” frente a frente y
descubre sus limitaciones. Se han evaporado sus ilusiones: la vida ha perdido su
novedad. La juventud entraba en un mundo de exaltantes posibilidades; ahora las mismas
“realidades” desaparecen. La juventud sabía admirar; ahora se sabe medir.
El crecimiento del “yo social” se detiene, ya llegó a la meta; no llegará más lejos; el obrero
sabe que ya no será director de fábrica; el capitán sabe que se jubilará como
comandante; el padre y la madre conocen los problemas que les plantean sus hijos; las
dificultades, la oposición encontrada han delimitado el éxito. Por otra parte, surgen nuevas
generaciones con nuevos aportes; se empieza a no comprender bien a los jóvenes,
pronto habrá que dejarles el lugar.
Comprendemos que ese sentido de los limites, ese sentido de una actividad en el mundo,
que había constituido la edad adulta y que se nos comienza a escapar, puede ser la
fuente de una profunda crisis, cuyos peligros y riquezas profundas debemos descubrir;
65
crisis de certeza en cuanto a las opciones y principios que han guiado nuestra vida, y que
puede ser el medio de alcanzar una certeza más alta y más espiritual.
Uno se siente tentado a instalarse como cualquiera que ya “ha llegado” y a quien no le
queda ningún esfuerzo por hacer. Lo que es válido para la situación social lo es
igualmente para el pensamiento; podemos también “llegar”, instalarnos en las ideas, en su
síntesis y detener así el progreso en la vida espiritual.
Si uno sucumbe a estas tentaciones, termina con la juventud de corazón, es decir, con el
poder de admiración, de buscar lo nuevo, de renovarse y de crear; todo lo cual podría
vivirse, no con la exuberancia y la disponibilidad indeterminada de otras etapas, pero al
menos con una actividad concreta siempre en tensión hacia lo mejor, en la esperanza y
la alegría.
66
Pero toda crisis anuncia, exige y hace posible un nuevo equilibrio, superior y más
íntegramente humano, la crisis de la “edad critica” debe engendrar en el hombre maduro
un “adulto” humanamente más perfecto.
Crisis que nos impulsa, ante todo, a reflexionar; el primer esfuerzo, por tanto, es un
esfuerzo del espíritu, un esfuerzo de reflexión para situarnos en el mundo de manera real.
Como decía un obrero: necesitamos descubrir en qué consiste la condición humana.
Esta reflexión nos permitirá aceptar a los hombres y las cosas tal como son; tomar las
cosas en su justa medida, no la de nuestra subjetividad de adolescente, ni la de nuestra
voluntad de adulto; sino la que da la sabiduría. En suma, tendremos una mirada y una
actuación más objetiva y, por tanto, más válidas y duraderas. Aceptación de las
imitaciones, de las faltas, de los desórdenes de la vida y de los hombres, no se trata del
hastío de la acción y de la vida pues durante mucho tiempo todavía, aunque quizá con
otro ritmo, tendremos una actividad en el mundo; más bien se trata de un cierto retroceso
en cuanto a la acción y el mundo que permite la purificación de la acción y también la
humanidad y la verdadera paz interior. La fidelidad ya no esta tan favorecida por la
generosidad y la audacia; consiste en el coraje del deber cumplido. Se es hombre de
experiencia y el hombre de experiencia; y el hombre de experiencia tiene “carácter”.
Hasta aquí, durante la edad madura, hemos visto cómo la acción y el yo social podían
aceptar el yo total, en detrimento de las exigencias del yo espiritual. Ahora que la acción
exterior o al menos su absolutismo, desaparece, podemos distinguir la actividad
exterior, de la misma persona; el Facere (el exterior de la acción) y el Agere (el interior
de la acción); podemos adquirir un nuevo sentido de la persona, del verdadero yo y de
sus exigencias. Puede desarrollarse una nueva afectividad; el sentido de lo humano. Y
saber mejor dónde se encuentra la verdadera grandeza, los valores que han guiado
nuestra acción en la edad madura, si han podido subsistir, se han decantado y
reafirmado. Las cosas importantes son cada vez menos. Uno se vuelve capaz de sentir
necesidad de una espiritualidad autentica y un sentido de lo absoluto que no se confunde
con lo relativo.
De esta edad son los mejore jefes; el sentido de lo humano y de las propias debilidades,
una mayor imparcialidad en los juicios – consecuencia de la desaparición de ambiciones
inquietas-, la tranquilidad frente a los fracasos individuales y parciales, ayudan a utilizar la
autoridad al servicio de las personas. Y, lejos de detener la ambición de los jóvenes, se
procura integrarlos y formarlos para que puedan desarrollarse y llegar a ser, a su vez,
buenos dirigentes.
67
Etapa de la vejez (65…)
Nos encontramos frente a la muerte. A los cuarenta años uno sabe que ha de morir, pero
la muerte tiene un aspecto abstracto o metafísico; ahora adquiere una presencia
biológica. Ahora, frente a la muerte, hace falta ver si la vida puede conservar o aumentar
un sentido positivo, si el sentido de la muerte puede iluminar la vejez y colocarla en
equilibrio nuevo y superior.
Desde el punto de vista biológico, únicamente la vida del anciano no tiene ningún sentido
hacia el futuro (la misma memoria, que es preparación a la acción adaptada, desaparece).
En este plano el anciano no espera ya nada, o tan sólo la muerte. Para él el tiempo se
refugia en el pasado; su pensamiento se proyecta en el pasado, vive en el pasado.
Se agarra a la vida y a sus riquezas, es testarudo y tirano para probarse a si mismo que
todavía es joven. Critica a los jóvenes y a todo lo nuevo. Todo lo más acepta lo inevitable;
¡ya he hecho lo que tenía que hacer! (que por otra parte puede tener un sentido de fe).
Pero, ¿qué sucedería si el anciano se sitúa frente a la muerte tal como le pide la fe?
Entonces el anciano no mira esencialmente al pasado sino al futuro; o mejor dicho, ya que
el futuro no promete nada, su vida transcurre bajo el signo de una esperanza espiritual
que incluye y asimila la muerte solamente como un paso hacia la vida; el objetivo de su
espera es el infinito. la Eternidad. La muerte le abrirá la puerta en el momento preciso,
pero su fijación es secundaria; la esencial es la intención y el amor a Dios.
68
de la vida de resucitados. Podemos decir que el anciano tiene en la Iglesia un papel muy
semejante al de los religiosos y religiosas. Estos dos testigos de la resurrección por libre
voluntad, aquellos por necesidad biológica (aceptada libremente). De ahí la falsedad de la
concepción de que no tiene lugar en la Iglesia.
Resulta relativamente fácil enunciar las virtudes propias del anciano que encontró su
equilibrio cristiano:
De ahí la sabiduría, que consiste en un “juicio” sobre todas las cosas, iluminado por
la muerte (la vida), que es espiritualización y desprendimiento, serenidad. Presencia
del anciano, no activa, sino irradiante.
En relación a la fe
Si nos fijamos ahora en la finalidad que mueve a los cristianos adultos practicantes a
acercarse a la fe encontramos tres categorías: los que piden un “sentido de vida”, porque
la sociedad les ha creado una crisis de identidad; los que piden “servicios religiosos”,
porque buscan participar religiosamente en sus profundas convicciones cristianas o sus
creencias superficiales (incluso supersticiosas) o simplemente hacer actos de culto
tradicionales con ocasión de sus cronologías profanas; y también hay los que piden
“conocimientos”, no solo como una repetición de los contenidos y términos conocidos,
sino como profundización de los que nunca han abarcado totalmente.
Si ahora tenemos en cuenta los adultos según el tipo de anuncio cristiano que
recibieron tenemos las siguientes categorías.
Cristianos que necesitan un primer anuncio, porque lo han recibido sólo en parte
o incluso no lo han recibido.
Cristianos que han recibido y aceptado el primer anuncio, pero necesitan una
síntesis orgánica básica del contenido del mensaje para responder a las
implicaciones adultas y comprender mejor las fórmulas.
70
En relación a la responsabilidad eclesial
Los adultos pueden diferenciarse, por tanto, según criterios teológicos, por su relación a la
fe, por su relación con la Iglesia o por su ubicación pastoral. Es evidente que cada adulto
ofrece una posibilidad inmensa de condicionamientos varios según diversos grados de
participación en los tres criterios anotados. Resulta así patente que los adultos presentan
una gran heterogeneidad como destinatarios de la fe.
71
El término “adulto” procede del verbo latino “adolescere”, que significa crecer, y quiere
decir el crecido, el que ha terminado de crecer o de desarrollarse.
Adulto es aquel hombre que ha alcanzado la madurez, entendida ésta como la plenitud y
la armonía en el desarrollo de las capacidades humanas.
En nuestra sociedad actual hay dos factores que determinan la cultura moderna: la
confianza en la razón y el deseo de libertad. Estos factores hacen aparecer unos rasgos
típicos de nuestra sociedad, que repercuten la vida moral y religiosa del hombre de hoy.
Estos rasgos podemos concretarlos en:
Todos estos factores y rasgos tan complejos presentan un desafío radical para la fe
cristiana. Está en juego lo central del Evangelio: el sentido de Dios y el sentido del
hombre.
72
Existen diferentes tipos de adultos desde una perspectiva religioso-cristiana: No
bautizados y bautizados (no practicantes, practicantes y militantes… asociados en
movimientos apostólicos, responsables de servicios pastorales integrados en la estructura
parroquial, integrados en comunidades de base…)
Cada tipo de adulto ofrece características peculiares y deben ser tratados pastoralmente
de manera diferenciada
Ficha de lectura
Actividades
73
UNIDAD DIDÁCTICA 6
A su vez, la finalidad y los objetivos indican el camino para presentar el contenido de la fe,
necesario siempre para una identidad cristiana.
Los objetivos que los contenidos vienen “exigidos” por la situación de las personas y su
nivel de fe en el ambiente social y eclesial en que viven y la importancia y atención que
les presta la misma comunidad cristiana en su acción pastoral.
74
Una nueva evangelización para una nueva cultura
Ante esta novedad cultural, es preciso impulsar una nueva evangelización que nace
como exigencia del propio Evangelio, pero que se ve urgida por las circunstancias y
tensiones contradictorias que se dan en la cultura contemporánea.
75
La catequesis de adultos dentro de la oferta catequizadora de la Iglesia
Como ya hemos afirmado, al principio de esta unidad, la Iglesia necesita reavivar sus
raíces cristianas para afrontar con decisión y esperanza los retos del futuro. La catequesis
de adultos proporciona a los cristianos la base necesaria para dar testimonio del
Evangelio en el mundo y pone los fundamentos de la renovación de las comunidades
cristianas.
Los adultos son el eje gravitatorio de las acciones de la Iglesia, cuando se propone una
nueva evangelización. Las razones parecen evidentes:
(D.C.G.20)
Algunos provienen del contexto pastoral donde se sitúan las comunidades cristianas, y
otras, del adulto mismo. Pasamos a enumerarlas y describirlas brevemente.
76
Respecto a las dificultades que proceden de las propias comunidades cristianas
podríamos indicar:
Los problemas mayores para la catequesis de adultos provienen de los propios adultos y
su situación. Pasemos a tratar algunos:
Sin embargo, debemos señalar las posibilidades que facilitan la catequesis de adultos,
provenientes de la misma sociedad secularizada.
77
La soledad honda de muchos adultos, agravada por el sentimiento de pérdida
de valores.
La necesidad de expresar las vivencias más profundas y festejar los
grandes momentos de la existencia a través de ritos, por lo que la catequesis
de adultos debe estar en contacto con los encuentros presacramentales.
La preocupación de los padres por la educación de los hijos, que les
provoca la necesidad de una preparación moral y religiosa.
La catequesis de adultos debe mantener como fin último y común a todos los
destinatarios la confesión adulta de fe. Pero debe, además acentuar su perspectiva de la
fe más apropiada según la situación y las necesidades de los destinatarios concretos.
Este proceder pastoral permite establecer el fin de la catequesis del adulto según:
De esta forma cada adulto puede ser situado, al inicio de la catequesis, en las etapas
correspondientes a su nivel en el desarrollo en la fe, en las circunstancias propias de su
edad y en contexto social propio de esta época.
Etapas de la fe
El fin de la catequesis de adultos es la fe según las diversas etapas que recorre cada
cristiano en su despertar y desarrollo en la fe: recepción del kerigma, conversión,
catequesis básica, profundización del mensaje y progresiva maduración. A estas etapas
corresponden diferentes niveles de integración del cristiano con su fe. Cada individuo las
recorre de una forma y en un tiempo diverso. El fin de la catequesis de adultos debe ser,
pues, la fe bajo la perspectiva correspondiente y apropiada a cada etapa.
78
profundización en la fe y para el cristiano militante la progresiva maduración cristiana.
Sería por tanto, un error reducir el fin de la catequesis de adultos a una solo perspectiva
de fe.
79
Etapas Iniciación Profundización Mantenimiento
(Catecúmenal) Consolidación
80
Etapas de la edad adulta
A la hora de seleccionar los objetivos catequéticos específicos para los adultos, también
se puede hacer desde las distintas etapas de la edad adulta, tal como ha sido descrita con
anterioridad en este texto. Teniendo en cuenta lo expuesto allí, presentamos ahora un
gráfico-síntesis con los acentos que proponemos para cada momento de la edad adulta.
Necesidades actuales
Cuando se habla del fin de la catequesis de adultos aparecen objetivos concretos que
deben alcanzarse como metas que explicitan algunos resultados particulares que han de
conseguir la acción catequética. Se trata de objetivos concretos que tienen más
consonancia con la sensibilidad teológica o cultural del hombre actual.
Enumeramos a continuación, las que nos aparecen las tres líneas fuerza que permiten la
selección de objetivos concretos para la organización y desarrollo de la catequesis de
adultos.
81
Teniendo en cuenta que el fin es el punto de referencia esencial a la hora de determinar
otras características catequéticas, vamos a estudiar a continuación el contenido, a la luz
del fin específico de la catequesis de adultos tal y como lo hemos establecido.
Ha habido quien también ha tomado la profundidad del mensaje como criterio para
presentar el contenido. Así el mensaje se ha presentado unas veces con alto nivel de
investigación teológica y, otras veces, más vulgarizado.
En la actualidad es necesario hallar un equilibrio válido entre los posibles acentos que
puedan darse a los principios del contenido de la catequesis de adultos.
Enumeramos algunos principios generales que sirvan para mejor selección, organización
y programar los contenidos catequéticos en la catequesis para adultos:
82
Para su presentación y desarrollo, se puede combinar esquemas metodológicos que
acentúen dimensiones antropológicas o teológicas, intelectuales o existenciales,
instructivas o vivenciales.
Núcleos temáticos
Hemos afirmado que existen diferentes tipos de adultos en la catequesis y que, por tanto,
deban darse diferentes enfoques o ponerse acentos distintos según el objetivo que se
pretenda conseguir con cada grupo de adultos.
Sin embargo, vamos a ofrecer un itinerario concreto que comprenda lo esencial del
mensaje cristiano que deba asumir un adulto medio para considerarse con una catequesis
básica y fundamental de la fe. Este itinerario recoge los elementos señalados en el
catecismo de la Iglesia católica.
Bíblico
Cristológico
83
La resurrección de Jesús
La confesión de fe sobre Jesús (Mesías, Señor, Hijo de Dios, etc.)
Eclesiológico
El contenido de este bloque debe incluir la presentación del origen, misterio, misión,
acción pastoral y estructura ministerial de la Iglesia.
Este bloque debe servir para educar en una visión clara e integra de la Iglesia, en orden
a conseguir un desarrollo práctico de estos cuatro aspectos
Este bloque es muy importante para el adulto de hoy, que cada vez se encuentra más
inmerso en un ambiente crítico hacia la Iglesia, no por la vía de las ideas, sino por el
análisis racional de los hechos históricos y de la realidad institucional.
El educador de adultos debe situarse a lo largo de este bloque como miembro adulto de
la Iglesia, desde la autenticidad, coherencia y el compromiso apostólico.
Sacramental
Los sacramentos deben ser presentados en la catequesis de adultos desde esta triple
perspectiva
Dogmática
Litúrgica
Apostólica
El contenido de este bloque debe abarcar los siete sacramentos cristianos, dependiendo
de la situación y necesidades de los miembros del grupo catequético, la importancia y
extensión que se deba dar a cada uno de ellos.
Moral y comportamiento
84
En él se han de explicar también las actitudes básicas cristianas: fe, esperanza y amor;
y se ha de desarrollar el programa básico de los discípulos de Jesús expresado en las
Bienaventuranzas.
La presentación temática de este bloque debe ser clara en cuanto a principios y criterios
fundamentales se refiere, sin caer en legalismos y casuísticas, propios de la antigua Ley,
sino favoreciendo la experiencia gozosa y liberadora del Espíritu del Señor Resucitado.
Espiritual
85
Objetivos específicos y contenidos de la catequesis de adultos
En nuestra sociedad actual, científica y técnica, libre y plural, se plantea a la fe un desafío
radical: el sentido de Dios y el sentido del hombre. Es necesaria una nueva
evangelización para afrontar desde la fe esa nueva situación. Esta nueva evangelización
reviste dos dimensiones:
El objetivo último de la catequesis no cambia porque sean diferentes los tipos y niveles de
los destinatarios. Aunque varíen los condicionamientos, perspectivas o acomodaciones, la
finalidad última de toda catequesis es siempre la misma: hacer personas cristianas,
adultas en la fe.
Ficha de lectura
C.E. Argentina. Felices los que creen. Librería Catequística. B.A. 1971
Actividades
86
1. Hable con las personas más directamente responsables de la pastoral de adultos
de su parroquia o comunidad cristiana y trate de averiguar, en su demarcación, el
número aproximado o tanto por ciento de personas : no bautizadas, bautizadas no
practicantes, bautizadas practicantes y bautizadas militantes
2. Elija a uno de esos grupos y señale que objetivos específicos y contenidos les
ofrecería
UNIDAD DIDÁCTICA 7
EL CATEQUISTA DE ADULTOS
Con esta Unidad Didáctica terminamos el estudio sobre la catequesis de adultos. A lo
largo del texto se ha ido presentando esta actividad eclesial desde diversas perspectivas:
destinatarios, identidad, objetivos, contenidos, metodología. Ahora vamos abordar la
figura del catequista de adultos que acompaña el caminar hacia la madurez de la fe.
Todo proyecto educativo necesita personas preparadas para poder llevarlo a cabo. La
catequesis de adultos, como acción educativa, precisa educadores de la fe con una
preparación, características y comportamientos pastorales determinados para realizarla
adecuadamente.
Tan sólo recordarte que te presentamos el perfil básico del catequista de hoy,
independientemente del tipo de destinatario concreto al que se dirija. Conviene tener en
cuenta y consultar lo que se dijo y que es básico para lo que vamos exponer en la
presente unidad.
87
Esta tarea específica del catequista, origina unos rasgos que caracterizan su función:
Pero la catequesis no es sólo una acción más de la Iglesia; es una tarea necesaria y
prioritaria dentro de ella: “Cuanto más capaz sea la Iglesia, a escala local o universal, de
dar la prioridad a la catequesis – por encima de otras iniciativas cuyos resultados pueden
ser más espectaculares- tanto más la Iglesia encontrará en la catequesis una
consolidación de su vida interna como comunidad de creyentes, y de su actividad externa
como misionera. En este final del siglo XX, Dios y los acontecimientos, que son otras
tantas llamadas de su parte, invitan a la Iglesia a renovar su confianza en la acción
catequética como una tarea absolutamente primordial de su misión” (CT.13).
88
Sin embargo, es comprensible que este servicio no sea ejercido de forma directa por
todos los miembros de la comunidad cristiana. La Iglesia confía a determinados miembros
del Pueblo de Dios la misión de catequizar.
Todos ellos realizan conjuntamente la tarea de catequizar, pero aportando cada cual lo
específico de su condición en la Iglesia.
Los sacerdotes
El sacramento del Orden los constituye en pastores de las comunidades cristianas y, por
tanto, “educadores en la fe” (P.O.6).por ello, es ineludible su participación en la catequesis
de adultos.
Los seglares
Al vivir la condición secular de los catequizandos, pueden encontrar una mayor facilidad
para encarnar la transmisión del Evangelio en la vida concreta de los adultos. Por otro
lado, estos pueden encontrar en la catequesis seglar un modelo de cristiano en muchos
aspectos más cercano, en el que proyectar su futuro de creyentes.
La llamada que Dios realiza utiliza ese medio, unido a las cualidades indispensables y a
la aceptación de los pastores de la Iglesia, para convocar a personas al ejercicio del
ministerio catequético con adultos. Para discernir una auténtica vocación los responsables
de la comunidad eclesial tendrán en cuenta las siguientes cualidades o disposiciones
(hacemos una simple enumeración, ya que muchas de ellas han sido señaladas y
comentadas)
(CF. 105)
Objetivos
90
Estas metas de formación de catequistas de adultos se relacionan entre sí y se adquieren
de forma gradual. Pasemos a comentarlas brevemente.
Por lo tanto debe facilitarse un ambiente de diálogo, que facilite la expresión, con un
talante comunitario. Esta característica de la acción formativa va a ser muy importante,
sobre todo en el primer momento de la formación.
Así mismo, es importante que sean sensibles ante las diversas situaciones de pobreza y
marginación, conociendo sus causas y las acciones solidarias que se emprenden para su
solución.
91
Capacitar para la utilización de una metodología activa e interpretadora
desde la perspectiva de una pedagogía divina
El catequista deberá capacitarse para utilizar una pedagogía que fomente la creatividad y
participación de los miembros del grupo catequético, al tiempo que adquieren una
formación coherente e integradora sobre la vida cristiana.
Cauces
Para la formación de los catequistas de adultos se abren tres cauces de formación, lejos
de excluirse, se complementan: la comunidad cristiana, el grupo de catequesis y la
escuela de catequesis.
La comunidad cristiana
El grupo de catequistas
La escuela de catequistas
92
mundo, mantiene una relación educativa y fraterna con los demás miembros del grupo, al
que acompaña durante un tiempo suficientemente prolongado
Los objetivos para una adecuada formación del catequista de adultos son:
Ficha de lectura
Actividades
93
CATEQUESIS
DE ADOLESCENTES
Y JOVENES
94
UNIDAD DIDACTICA 8
EL ADOLESCENTE-JOVEN Y SUS
CARACTERISTICAS
Nos a parecido conveniente incluir la primera adolescencia (12-14 años) junto con la
infancia, presentado de forma unitaria el resto de la adolescencia y la juventud.
95
tanto, piensan que cuando se acaba la adolescencia, la persona puede considerarse ya
adulta. La Adolescencia es siempre una continuación de la infancia y se continúa después
hasta la edad adulta. Por este motivo resulta difícil hacer la distinción entre el adolescente
y el joven.
Podríamos definir este período como la etapa que sigue a la infancia, comienza con la
pubertad y acaba cuando la persona está integrada completamente al mundo de los
adultos. Con esta definición damos un sentido más amplio a la palabra adolescencia,
para que pueda englobar todo periodo de cambios que se realizan a todos los niveles
hasta que el joven llega a una estabilidad adulta... En cuanto a las edades, vamos a tomar
como inicio los 14-15 años, sin determinar con claridad el final cronológico de proceso,
que se situará, normalmente entre los 23 y 25 años.
Evolución física
Evolución intelectual
Evolución afectiva
Evolución social
Evolución moral
El adolescente-joven en la sociedad
Factores religiosos de la juventud.
1. Evolución física
El comienzo de la adolescencia lo suelen situar la gran mayoría de los autores en el
momento que aparecen los primeros síntomas de la pubertad. Es la etapa que se
caracteriza por un importante cambio en el desarrollo del cuerpo y de todos los órganos, y
que determina el paso de la niñez a la adolescencia.
Al término de esta evolución fisiológica el sujeto estará capacitado para ejercer la función
reproductora y habrá adquirido la apariencia correspondiente a su sexo. Este cambio va a
96
representar para el niño una transformación profunda de su ser y consecuentemente va a
tener unas repercusiones psíquicas muy significativas
No existe una edad concreta que señale el comienzo de estos cambios. En las niñas
suele situarse hacia los nueve o diez años, pero sin ser anormal un comienzo más tardío,
hacia los quince años; en los chicos se puede presentar con una variación de tiempo que
va desde los once años a los diecisiete, aproximadamente.
Tampoco existen límites precisos que fijan la duración y el término de la pubertad. Por
eso, todo estudio o tratamiento uniforme de los adolescentes de la misma edad es
incorrecto, pues el único punto en común que existe entre ellos es el dato cronológico.
Síntomas de su evolución
Crecimiento de la talla
El crecimiento se hace a expensas de los miembros. En los chicos crecen más de prisa
los miembros superiores, mientras que en las chicas con los miembros inferiores los que
se desarrollan primero.
En todo este proceso de crecimiento físico los factores que intervienen en su impulso y
regulación son, por una parte, un número determinado de hormonas, como por ejemplo
la somatotropa y la tiroidea, y por otra, la actividad metabólica del organismo. Tanto la
actividad hormonal como la actividad metabólica crecen notablemente durante la
pubertad.
Es verdad que en el niño/a ya están presentes los órganos del adulto, incluidas las
glándulas genitales: testículos y ovarios; pero en la pubertad van a sufrir una
modificación de tamaño, e incluso de naturaleza, que va a significar para él una
auténtica metamorfosis.
El papel directivo de esta transformación lo lleva el hipotálamo. Desde esta zona del
cerebro llega el estímulo a la hipófisis para producir las hormonas gónada-trópicas,
causantes de la maduración de las glándulas genitales. Como efecto de la corriente
hormonal en el organismo van apareciendo los indicios que manifiestan el cambio que se
está operando:
A esta tensión y desasosiego interiores hay que añadir los sentimientos del temor,
angustia, vergüenza, culpabilidad que con frecuencia se apoderan del adolescente por
causa del sexo. Los prejuicios o tradiciones sin fundamento, la instrucción inadecuada o la
falta de formación juegan en este sentido un papel determinante. No hay que olvidar
tampoco las dificultades en que se encuentra el adolescente para integrar de forma
constructiva esta nueva energía en la sociedad que exalta el sexo de una manera
desorbitada.
98
ver confirmada su virilidad y las chicas una consagración como “mujer”, y ambos
van a descubrir en el sexo una fuerza que se le abre como un poder de cara al futuro.
2. Evolución intelectual
La llegada de la adolescencia va a suponer en el individuo un cambio radical en la forma
de pensar y razonar. Es el momento del desarrollo de los medios intelectuales que
permiten el razonamiento adulto. Este cambio, junto a la gran conmoción afectiva que
acontece en la pubertad, va a significar la separación entre los adolescentes y el niño.
Antes de los once o doce años, el sujeto sólo es capaz de un pensamiento concreto,
puede reflexionar y razonar sobre los objetivos que tiene delante de sí y que puede
manipular a su gusto. Fuera del ámbito de lo concreto y real, su razonamiento no es
correcto. La realidad de los juicios no le es accesible. En definitiva, en esa edad no se
sabe manejar el mundo de las ideas.
A partir de los once- doce años se opera el paso del pensamiento concreto al
abstracto, abriéndose así la inteligencia a todo un mundo de posibilidades que van a
permitir al adolescente su mejor adaptación al mundo. Con este cambio:
99
propia personalidad y de gozar con el ejercicio del pensamiento, es el medio que
utiliza para probar la validez de otras ideas.
- El razonamiento se manifiesta como una especie de embriaguez del pensar por
el pensar, que gira en torno a sí mismo en circuito cerrado, jugando con todas las
posibilidades de las ideas en abstracto. Necesita de equilibrio y madurez; lo
logrará conforme vaya descubriendo que el pensamiento válido es el que de
alguna manera tiene aplicación a la realidad y es útil para su transformación.
3. Evolución afectiva
La afectividad del adolescente se caracteriza por una gran riqueza emotiva. Con la
frecuencia se manifiesta de forma intensa y violenta en reacciones de alegría, de
entusiasmo, de cólera, de hostilidad, etc., poco comunes en el adulto. Esta peculiar
excitabilidad hace pensar que, en esta edad, se vive un estado de inestabilidad y
desequilibrio emotivos. No es extraño, ya que el adolescente se encuentra en un
proceso de organización y asentamiento de la personalidad y lo tiene que realizar en
condiciones ambiguas.
Causas inmediatas
Las relaciones familiares y de fraternidad se van a sustituir por las del profesor- alumno,
patrón obrero, antiguo –novato, etc. la nueva situación le supondrá al adolescente una
amplitud y diversidad de relaciones para las que no está preparado. Su mundo de
expresión afectiva está vinculado a la infancia y choca con el nuevo contexto
ocasionándole una sensación de aislamiento y frustración, al no poder expresarse de
forma satisfactoria y reconocida.
Por otra parte, las nuevas posibilidades con que cuenta el adolescente con el despertar
de la inteligencia, le permiten hacer proyectos sobre el futuro, que no comprometen su
personalidad y desembocan en profundas decepciones. La causa está en que son
proyectos, resultado de juicios precipitados, poco elaborados y, sobre todo poco
adaptados a las exigencias de la realidad. Suelen tener todas las características de
auténticas ensoñaciones.
La imaginación es, sin duda, una facultad que abre el paso del más puro idealismo y es
un magnifico auxiliar en el desarrollo intelectual; pero, en esta edad, denota con
frecuencia una carencia de socialización de la afectividad y esto puede ser dañino para la
persona por el divorcio que entraña con la realidad.
Causas profundas
100
profundo que guarda relación con el fundamento de la personalidad y la dinámica del
individuo.
En efecto, el adolescente, hacia los quince años, se encuentra con el conflicto entre las
necesidades biológicas que se derivan de su madurez sexual y la imposibilidad de
formalizar una situación que le permita el uso de esta facultad de una forma
socialmente reconocida. Más aún, cualquier satisfacción sexual va a encontrar la
oposición de una normativa que le sanciona y culpabiliza.
El desequilibrio energético que provoca esta situación tiende a nivelarse a través de fines
aceptados por el grupo; de ahí el vivo interés en esta edad por el arte, la música, la
religión, la imaginación y las manifestaciones de enorme riqueza afectiva. Pero no
siempre estos circuitos reguladores de la energía están bien organizados, con frecuencia
fracasan y se originan entonces los desbordamientos afectivos de toda especie tan
conocidos en esta edad.
La resolución de este desequilibrio afectivo se dificulta también por la situación social del
adolescente, tan sumamente ambigua. Al adolescente se le pide unas veces que se
comporte como un adulto; otras que se someta como un niño, y ninguno de los dos
comportamientos le son naturales. Los ve como una imposición y los vive como fuente de
frustración, ya que no puede adoptar casi simultáneamente comportamientos tan
contradictorios.
Hemos visto las causas de la inestabilidad afectiva del adolescente, ahora, vamos a
exponer tres aspectos íntimamente relacionados en ese mundo afectivo: la afirmación de
así mismo, la búsqueda de la identidad personal y los objetivos libidinales.
La afirmación de sí mismo
101
negativa de afirmación de sí mismo y de independencia respecto a todo lo que no es
original y propio.
En sus relaciones con los demás existe una preocupación constante de encontrar
referencias. Es el momento de las identificaciones, es cuando el adolescente dilata su
campo de conciencia y tiende a buscar otros modelos distintos de los padres. Se puede
identificar a un héroe, a un ídolo, a su profesor, a cualquier adulto que llene sus
aspiraciones. Este estadio de identificación es una etapa necesaria.
Esta postura de repliegue sobre sí mismo es tan frecuente en esta edad por coincidir con
una de sus tendencias naturales: el narcisismo. El adolescente se complace en la propia
contemplación. Los hace a un doble nivel: el físico, cuya manifestación más notable es
una excesiva preocupación del cuerpo y un cuidado esmerado de las apariencias, y el
intelectual, que se refleja en el análisis constante de los sentimientos, ideas, recuerdos,
etc., que tiene por objeto el encuentro con uno mismo.
La evolución afectiva del adolescente va a tener como reflejo un cambio en los objetos a
los que se dirige su tendencia de placer, es decir, un cambio en los objetos libidinales. Va
102
a pasar de la fijación a la figura de la madre a la relación madura con individuos del otro
sexo.
El primer paso en esta evolución es buscar objetivos sustitutivos que conserven ciertas
características de los padres, pero que, al mismo tiempo, muestren la diferencias. Puede
ser un profesor, un sacerdote, un amigo de los padres, etc.
Más tarde se desplaza el interés hacia algún líder que encarna el ideal del yo del
adolescente y que está más cercano en ese momento que el padre.
Finalmente, el objetivo serán los mismos adolescentes, sus compañeros que comparten
con él las mismas inquietudes y problemas. Y, a través de la amistad, el adolescente se
irá orientado hacia las personas del otro sexo que será el objeto definitivo de su
tendencia.
4. Evolución social
La socialización no la podemos considerar como un fenómeno que acontece al final de los
estudios secundarios. Es todo un proceso que arranca ya desde los primeros años del
individuo, tiempo en el que se adquieren las predisposiciones, y que termina en el
momento de conseguir el equilibrio entre la libertad y la autonomía personal y la
necesidad de lo comunitario. En este sentido no se puede afirmar que exista en la
persona una ruptura entre las distintas edades; existe en ella un movimiento continuo
de evolución que culmina con la plena integración en la sociedad.
103
ha estado protegiendo, y que busque a través de este enfrentamiento la afirmación del
propio yo y la conquista de una vida responsable y autónoma.
En la situación de ruptura con el mundo de los adultos, las relaciones horizontales van a
tener una notable preponderancia. Los adolescentes necesitan tales relaciones como
medio de seguridad personal. En ellas va encontrar el reforzamiento de sus puntos de
vista, de sus convicciones y gustos que están en franco desacuerdo con los adultos. Le
ayudarán a su socialización gracias a los comportamientos que le exigirán. Las dos
modalidades más importantes de este tipo de relaciones son la amistad y el grupo.
Amistad
Grupos
El grupo se puede considerar una realidad inesperable de los adolescentes. Rara vez los
vemos solos; de ordinario los encontramos en grupos, que, al principio, se compone por
individuos del mismo sexo, pero que a partir de los quince años se forma con chicos y
chicas.
La tendencia de los adolescentes a integrarse en un grupo es, por una parte, expresión de
la necesidad de ruptura con los grupos que ha formado hasta ahora y en los que ha
mantenido una función preponderantemente pasiva; tal es el caso de la familia, el grupo
escolar, etc.
Por otra parte, manifiesta la necesidad de buscar la seguridad que sentía en aquellos
grupos, pero ahora con personas que comparten los mismos problemas y sienten las
104
mismas necesidades de experimentar y desarrollar las potencialidades para vivir en
comunidad. La ayuda que encuentra el adolescente para su desarrollo en estos grupos la
podemos concretar en los siguientes puntos:
Estos grupos, con el paso de los años, irán perdiendo vigencia para el adolescente. El
crecimiento en madurez personal y social le hará perder interés por ellos y los irá
abandonando. Entonces comenzará a inclinarse por las amistades de tipo más
individualista y comenzará a pensar en fundar una familia.
5. Evolución moral
Por todo lo que venimos diciendo, podemos afirmar que la adolescencia se caracteriza
por ser la etapa de la vida de la persona que representa el pasado de la sumisión y
dependencia a la autonomía y libertad. Este hecho tiene necesariamente su reflejo en
la orientación de la conciencia moral del adolescente.
La rebeldía
105
por la dependencia a algo que viene de fuera. Inicia así la experiencia del dilema libertad-
situación en el mundo, que no podrá resolver sino poco a poco y gracias a experiencia.
Esta le irá demostrando que la libertad no es un absoluto sino una elección entre valores
preexistentes.
En este proceso de síntesis entre libertad y situación, el adolescente se verá asistido por
una serie de disposiciones que ha ido adquiriendo con la evolución de su personalidad.
Idealismo moral
106
Lo verdaderamente importante es que se abre al deseo del bien, de lo bueno y de lo
generoso. Habrá que fomentar todos estos brotes favoreciendo a la vez el realismo, pero
sin matar con él los valores de generosidad y altruismo que se manifiesta en la apertura.
El “status” de estudiante hace que los adultos consideren a los jóvenes un grupo aparte. Y
a los jóvenes esta situación les sirve para tomar conciencia de su unidad y de su fuerza y
convirtiéndose así en grupo social con modelos culturales propios y en el que la
identificación horizontal va a contribuir decididamente a la formación de la identidad
juvenil.
La juventud como grupo se deja sentir con fuerza en nuestra sociedad. Su presencia
genera un número considerable de problemas que exigen la atención de amplios sectores
de la sociedad. Ahí están los problemas relacionados con el mundo del trabajo, de la
educación, de la política, del ocio, etc.
La juventud por otra parte, con su sentido crítico e idealista, cuestiona seriamente a las
generaciones adultas. Su desapego y desinterés por todos los convencionalismos
sociales ponen en evidencia la falsedad y la vacuidad de muchos comportamientos y
actitudes. Y gracias a sus exigencias, aspiraciones y reivindicaciones, y, en general,
gracias a su postura ante la vida, en la sociedad renace siempre la esperanza de un
nuevo orden de valores.
El influjo de la sociedad
107
políticos que se producen en su entorno repercuten en ella y la hacen evolucionar en su
forma de estar en la sociedad.
La sociedad actual tiene planteados serios problemas que repercuten de forma decisiva
en los jóvenes: el paro con el consiguiente desempleo y sentido de frustración e
insatisfacción al no poder realizar ningún proyecto autónomo de vida; el fracaso escolar
y el olvido de la dimensión humanista en la cultura; la familia afectada por los profundos
cambios sociales, culturales y económicos ha quedado para la mayoría de los jóvenes
como su estancia prolongada indefinidamente; la progresiva separación de los procesos
fisiológicos de la sexualidad del resto de la persona no facilitan una maduración en el
amor y en el proyecto de crear una familia; la escasa realidad asociativa favorece en
ellos un cierto conformismo y pasividad.
Estos y otros problemas no citados aquí, hacen de nuestra época una etapa que podría
considerarse de transición. Las profundas transformaciones de la humanidad revelan lo
inadecuado de las culturas tradicionales y la necesidad imperiosa de nuevos proyectos
de vida humana.
Cultura y juventud
Podemos afirmar que desde hace tiempo asistimos a una especie de protagonismo y
valoración de la juventud. Se prestigia todo aquello que tiene apariencia de joven y se da
una gran importancia al fenómeno “juventud” desde distintos planos: demográfico,
económico, social, político y eclesial.
La actitud fundamental de un agente de pastoral juvenil es saber la realidad donde está situado
el joven y descubrir los signos de la presencia de Dios, consciente siempre de que todo valor
humano necesita se iluminado y fortalecido. Esto no es posible si el agente no está muy atento a
los prejuicios que puedan enturbiarle la mirada y a la debilidad que le impida anunciar con
valentía el evangelio.
Esta actitud, que se ordena de hacer presente la salvación en la vida cristiana de los jóvenes
implica estas otras actitudes:
Actitud de búsqueda: lo que supone acudir a los mismos lugares en que los jóvenes viven
y se desenvuelven.
Actitud de encuentro personal: manifestando respeto a la persona del joven y capacidad
de escucha e interés por sus problemas.
Actitud de presencia: buscando la convivencia que permite una comprensión de108 la
juventud desde su contexto y mentalidad.
Actitud evangelizadora: sabiendo presentar a los jóvenes el mensaje cristiano y su
contenido salvador sin miedo ni ambigüedades.
En línea con lo que vamos indicando, el fenómeno juventud cobra especial importancia
por el momento tan peculiar que estamos viviendo. Nos encontramos en una época de
profundas y rápidas transformaciones que exige del hombre una constante actitud de
adaptación a las nuevas exigencias.
La juventud, con sus especiales dotes para asimilar lo nuevo y para adaptarse al cambio,
aparece como el cuerpo social más apto para hacer que la sociedad evolucione al ritmo
del tiempo. Pero, en este sentido, la importancia de la juventud se queda en el campo de
lo teórico. El individuo joven hoy en día tiene más edad y está más formado que sus
antepasados, pero aun así no tiene un puesto de trabajo, depende de sus padres, y no es
tenido en cuenta a la hora de tomar decisiones.
La condición juvenil
Lo primero que hay que afirmar en la condición juvenil no es una realidad única y global,
por la sencilla razón de que la juventud presenta una diversidad de posturas y
actitudes muy amplia. El colectivo juvenil se presenta hoy plural y diferente.
La condición juvenil se podría definir como la forma de ser joven y el modo de estar en el
mundo. Se manifiesta en concreto a través del modo peculiar de pensar, valorar y actuar que
tiene el joven en el conjunto del entramado social. Este modelo original de comportamiento
social se suele implantar y desarrollar dentro del grupo juvenil por mecanismos de admiración e
imitación. Termina por consolidarse en rasgos específicos, formando una cultura propia,
aislable analíticamente, dentro de un contexto cultural más amplio
Características
En este apartado queremos presentar aquellas actitudes más profundas que caracterizan
la postura del joven ante la vida y que configuran la condición juvenil.
109
La búsqueda de sentido: se da entre los jóvenes un gran desencanto frente a
las ofertas que hace la sociedad. Quiere una realidad que verdaderamente sea
alternativa a los valores de esta sociedad y que, por otra parte, responda a las
exigencias del individuo y da la colectividad. Se perciben en los jóvenes unos
ideales y valores que son motivos y signos reales de esperanza:
- Un auténtico deseo de cambio y de búsqueda de una sociedad mejor
- Una persistente lucha por implantar valores como la sociedad, amistad, pluralismo,
respeto, paz, justicia…
- Una gran sensibilidad ante las injusticias y violación de los derechos humanos
- La defensa radical de la verdad y la aversión ante los convencionalismos, la mentira, la
hipocresía
- El talante alegre y festivo ante la vida
- La importancia que se da al testimonio más que a las palabras y a las creencias.
Contracultura y juventud
Inconformismo juvenil
110
diferenciarse, ser distinto… A veces se refugia en su interior, en sus construcciones
mentales, que le aíslan un tanto de la realidad dura y distinta a sus planes y proyectos.
111
El educador que considere la rebeldía juvenil como un paréntesis inevitable hasta el
momento que se produzca la integración irremediable en la sociedad de hecho no podrá
realizar ninguna acción educativa con el joven. No podrá ayudarle a salir de su
ambigüedad ni le podrá encaminar hacia la madurez teniendo como punto de partida los
valores que el joven descubre en su existencia inconformista.
Debemos reconocer la aportación del joven a la sociedad y así se podrá inocular en ellos
el sentido crítico que necesitan sobre su propio movimiento para convertir su actitud en
una postura constructiva y de progreso.
Época de crisis
112
consecuencia de una resistencia a vivir la religión dentro de las exigencias de una
institución.
Estos síntomas hacen pensar que esta edad connota una etapa de revisión y de cambio
en el aspecto religioso. Y es lógico que así suceda, porque la personalidad del
adolescente se ve sometida a profundas transformaciones. Esta etapa va a tener una
capital importancia para el futuro de la religiosidad del adolescente. Del enfoque que se
haga de la crisis y de la situación que se dé va a depender que se consiga la madurez en
la fe o que se afiance una postura de indiferencia y hasta de rechazo respecto a lo
religioso.
Fuentes de la crisis
Efectos de la crisis
113
religión es sólo una de las muchas explicaciones que se suelen dar a los
problemas de la existencia. Incluso es posible que el adolescente, guiado por
su curiosidad intelectual, avivada en esta edad, tome contacto con otras
religiones. Todo esto le puede llevar a relativizar su religión y las exigencias
que conlleva.
Factores positivos
En esta etapa de crisis y de revisión también se observa una serie de factores que
pueden favorecer un desarrollo más auténtico y personal de la religiosidad del
adolescente. Veamos algunos de ellos
Dios
114
naturalismo: tiende a rechazar toda revelación de Dios al hombre; el egomorfismo: el
concepto de Dios suele ser reflejo de las necesidades que siente el adolescente en esta
edad; la eticidad: de la concepción de Dios se infiere una invitación al propio
perfeccionamiento, siguiendo las posibilidades naturales, más que una llamada a la
conversión en la línea que propone la revelación cristiana.
Jesucristo
La relación del adolescente con la persona de Jesús puede responder a las necesidades
especialmente sentidas en esta edad. Esta dependencia hace que se dé una preferencia
por un tipo de relación que pone de manifiesto las tendencias afectivas: Jesús amigo,
Jesús Salvador: que le aporte la luz y paz, Jesús modelo en quien descubre un modelo
ideal para su proyecto personal y social.
La Iglesia
La actitud de repulsa del adolescente tiene mucho que ver con su proceso de búsqueda
de autonomía, de la que hemos hablado anteriormente.
Otra fuente del rechazo a la institución eclesial puede estar en el despertar crítico que
acontece en esta edad. El adolescente comienza a descubrir las limitaciones y los
aspectos negativos de las personas e instituciones. Su tendencia al idealismo lo hace
intransigente con las deficiencias y le impide llegar a conciliar los defectos y limitaciones
con la utilidad y bondad de las cosas. Si a esta visión crítica de la Iglesia se suma la
experiencia de sentirla lejana y despreocupada de sus problemas inmediatos y vitales, la
ruptura con ella es una salida fácil.
La tendencia y la necesidad del grupo, que se acentúa tanto en esta edad, puede ser
una ayuda para resolver el problema de la relación con la Iglesia, pues a través de él es
como se puede ir abriendo al sentido de la pertenencia a la comunidad eclesial.
115
Para diagnosticarla con precisión y actualidad hay que acudir a los resultados que los
sondeos sociológicos hechos con esta finalidad nos ofrecen. Nosotros vamos a utilizar los
realizados recientemente en distintos lugares de nuestro entorno cultural. Las
afirmaciones que aquí hagamos pueden tener vigencia en todas las sociedades en las
que el fenómeno de la modernidad y la secularización tenga una incidencia notable. En
cualquier caso, cada país deberá estar atento a sus propias indagaciones en este terreno
para evitar distorsiones e incomprensiones de su realidad.
Tipología
Creencia en Dios
116
Una gran mayoría afirma la existencia de Dios o confiesa que es importante creer en él,
o piensa que hay “algo” por encima de todo o que tiene que haber algo, etc. La
importancia de esta actitud religiosa, básica y común a tan amplio número de jóvenes es
evidente. Pero este hecho hay que verlo como actitud crítica, porque lo que
verdaderamente tiene importancia es la imagen de Dios que se esconde detrás de esta
creencia.
Dentro de lo que se reconocen creyentes en Dios, un gran grupo bastante numeroso tiene
una imagen que responde a formulaciones doctrinarias, sin apenas referencia a la propia
existencia o con una referencia equivoca o incorrecta: miedo, respeto, fatalismo, etc. Sólo
en una minoría se aprecia la presencia de una imagen que implica una relación dialogal
en amor y libertad.
Creencia en Jesucristo
También aquí encontramos una gran mayoría que se confiesa creyente en Jesús. La
diversificación de este grupo en razón de lo que encierra esa creencia da como resultado
un número reducido de jóvenes que valora vitalmente a Jesucristo como proyecto de vida.
El resto lo considera como un hombre extraordinario sin reconocerlo como Hijo de Dios o
refleja con fidelidad una imagen coherente con la doctrina oficial de la Iglesia.
Creencia en la Iglesia
- Rechazo total: considera a la Iglesia como poder fáctico que debe desaparecer
- Respeto: lo ven como una institución social más, pero sin ningún tipo de referencia
religiosa.
- Indiferencia: no la reconoce como mediación necesaria entre Dios y el hombre.
Los jóvenes consideran que la Iglesia: se configura como un poder más de este mundo;
se muestra preocupada por su propio prestigio y supervivencia, y aparece defendiendo
sus propios privilegios y como custodia del orden establecido más que defensora de los
hombres y promotora de alternativas liberadoras; está muy clericalizada por girar
alrededor de sí misma y por aparecer identificada con la Jerarquía; se preocupa en
exceso por el desarrollo de lo organizativo, que llena de condiciones y prohibiciones a
sus miembros; vive en medio de una gran burocracia que ahoga el dinamismo creador y
profético; crece en su aparato externo y así pierde la sencillez y pobreza; al poder se
117
añade la riqueza, que sirve de escándalo a los débiles: se muestra guardiana de
verdades que a nadie afectan y de la impresión de no confiar en los simples cristianos.
Necesidades religiosas
- Una fe como opción personal por la persona de Jesús y que signifique para él una
experiencia de encuentro y de relación con él
- Una fe integrada en la vida; la fe le debe ofrecer respuesta a sus inquietudes.
- Una formación religiosa adecuada, con unos contenidos de calidad y científicamente bien
fundamentada
- Una experiencia “grupal-comunitaria”: se debe valorar el grupo como medio adecuado de
formación y como lugar privilegiado por vivir la experiencia de la fe y para abrirse a la
comunidad eclesial.
- Modelos atrayentes, que le hagan creíble el mensaje evangélico.
- Una Iglesia como comunidad, que ofrezca una especie de libertad, comunión y
responsabilidad y se muestra solidaria con los problemas de los hombres.
La afectividad del adolescente se caracteriza por una gran riqueza emotiva. En esta etapa
se va a dar un proceso de afirmación de sí mismo, la búsqueda de la identidad personal y
la orientación hacia sus iguales del sexo contrario.
El adolescente necesita razonar sus actos, darles una justificación. Pasa de una situación
de sumisión a una de mayor autonomía, donde debe realizar una escala de valores y
118
razonarlos. En este proceso pasa por una fase de rebeldía frente a todo lo impuesto,
buscando una imagen ideal de sí mismo.
Las características que marcan los perfiles del joven son: la búsqueda de sentido; la
necesidad de vivir y experimentar; el subjetivismo y la privatización; el sentido
comunitario.
119
Ficha de lectura
Actividades
120
UNIDAD DIDACTICA 9
Pero los objetivos y los contenidos vienen como “exigidos” por la situación de las
personas y su nivel de la fe en el ambiente social y eclesial, en que viven y la importancia
y atención que les presta la misma comunidad cristiana en su acción pastoral. Por eso,
también aquí, hemos insertado el apartado primero, bastante amplio, sobre la situación de
la pastoral juvenil y que da “razón” de los objetivos a conseguir y los contenidos que
transmitir.
121
- Revisar la propia acción educativa con ellos y capacitarse para realizarla con
mayor perfección en el futuro.
Así, han crecido el número de grupos juveniles, se han ampliado las plataformas de
acogida y acompañamiento para jóvenes, se han iniciado cauces de formación para
animadores y agentes de pastoral de juventud, se han elaborado diversos planes y
proyectos de pastoral juvenil, etc.
Junto a todas estas muestras de vitalidad, se debe señalar una cierta dispersión de
iniciativas, así como respuestas puntuales a situaciones concretas, pero que no se
integran a un proyecto orgánico y continuado.
Ante el reto de la nueva evangelización, las Iglesias locales deben invitar y animar a todas
sus comunidades, y de forma especial, a los jóvenes al anuncio de Jesucristo en medio
de la juventud, de forma personal y, también, asociada.
Para ello, nuestra tarea educativa no puede limitarse tan sólo a lo propiamente
catequético, sino que debe abarcar también la acción misionera y preparar a la
integración en la comunidad y su posterior acción pastoral. De ahí que nuestro lenguaje
se haya ampliado para responder a toda esa actividad evangelizadora que la Iglesia
realiza con los adolescentes-jóvenes y que es llamada con el nombre más general de
pastoral juvenil.
“Toda aquella presencia y todo conjunto de acciones con los cuales la Iglesia ayuda a los
jóvenes a preguntarse y descubrir el sentido de su vida, a descubrir y asimilar la dignidad y
exigencias del ser cristianos, les propone las diversas posibilidades de vivir la vocación
cristiana en la Iglesia y en la sociedad y les anima y acompaña en la construcción del Reino “
(o.p.j.15)
122
Características
Vamos a proponer algunas características que nos parece necesarias para desarrollar
una acción pastoral juvenil en la actualidad. Algunas de ellas pueden denominarse de otra
forma o acentuar alguno de sus componentes, pero la descripción que hacemos puede
ser suficientemente sugestiva.
Opciones básicas
Una lectura reflexiva de los distintos modelos de pastoral juvenil que funcionan en la
realidad nos permite captar las opciones básicas que funcionan en todos ellos. Las más
importantes creemos que son la: encarnación, la evangelización y la educación
cristiana. Como estos conceptos o aspectos han sido ya ampliamente tratados en curso
anteriores, especialmente en la Catequesis Fundamental y en la Pedagogía Catequética,
no hacemos aquí más que recoger las consecuencias pastorales de estas opciones.
Consecuencias pastorales
De la encarnación
- Tomar conciencia de la vida humana y facilitar una inserción en las
situaciones reales de todos los días
123
- Realizar una convergencia y una integración iluminadoras y significativas entre
la “novedad cristiana” y los “signos” de la realidad humana de los jóvenes.
- Favorece una dinámica educativa de profundización e interiorización para
conseguir una interpretación auténtica de la realidad humana juvenil a la luz
de la fe.
- Tener en cuenta la diversidad de los niveles y posibilidades de maduración
humana y religiosa de los destinatarios concretos.
De la evangelización
- Una pastoral y catequesis eminentemente evangélicas, que facilite la decisión
de seguir a Jesús, entrando en la dinámica de los valores del Reino de Dios y
del estilo de vida propio del cristiano.
- Una presentación del mensaje de Jesús encarnado en la cultura de hoy y en
referencia al proceso de personalización, socialización y secularización que
viven los jóvenes
De la educación en la fe
Personalización
Sentido de la vida
124
El por qué y el para qué de la existencia son dos preguntas que todo joven necesita
responderse para encontrar sentido a su vida y darles estabilidad.
La juventud de esta forma puede ver la vida como una vocación y no como un don para
consumir de forma individualista.
Compromiso
Relación comunitaria
No siempre el fenómeno grupal, tan característico entre los jóvenes, significa una
auténtica superación de aislamiento.
El joven busca estar junto a los otros, pero no por el mero hecho de estar acompañado,
sino para tener la oportunidad de abrirse a los demás, darse en amistad, poder acoger a
los que lo necesitan y establecer auténticas relaciones personales.
Sentido de gratuidad
La comprensión del misterio de la cruz como expresión suprema del don de uno mismo
a los demás, la contemplación del amor generoso de Dios que no discrimina, sino que
“manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt. 5,45), la celebración gozosa de la vida que
nos ha sido otorgado en Jesús, son comportamientos que pueden influir en mantener una
visión menos utilitarista de la vida.
Formación religiosa
125
Son muchos los jóvenes cuya formación religiosa es muy deficiente. Lo poco que conocen
carece de una base seria y razonada. Necesitan asimilar críticamente los contenidos
fundamentales de la fe y alcanzar una síntesis orgánica del mensaje cristiano.
Sólo con un conocimiento de esta naturaleza, hecho vida, podrán los jóvenes “dar razón
de su esperanza” (1Pe3,15) e ir haciendo la síntesis entre la fe y cultura.
Esperanza de futuro
Abrir a los jóvenes al sentido de la esperanza cristiana como “espera activa” es una forma
de hacerles ver presente en función de un futuro: la implantación del Reino de Dios y
darles la certeza, y por tanto el gozo, de que su esfuerzo no será en vano, pues Dios los
llevará a su plenitud.
126
En Jesús podemos descubrir el auténtico rostro de un hombre nuevo y libre, porque ha
sabido vivir y manifestarse como verdadero Hijo de Dios, hermano de los hombres y
Señor del mundo.
Jesús se presenta con esta Buena Nueva: Dios está cerca. Algo muy grande está en
marcha. La humanidad está siendo trabajada por la fuerza salvadora de Dios. La vida no
está parada. La vida es movimiento hacia un Padre.
La propuesta de Jesús
Así, Jesús comienza por denunciar con fuerza el pecado del hombre que sigue
rechazando “el Reino de Dios y su justicia”. Y propone como estilo-programa de vida las
bienaventuranzas.
- Personalización
127
- Sentido de la vida
- Compromiso
- Relación comunitaria
- Sentido de gratuidad
- Formación religiosa
- Esperanza en el futuro
Estos son los contenidos nucleares que debemos presentar a los jóvenes:
Ficha de lectura
Actividades
128
LA CATEQUESIS DE NIÑOS
129
UNIDAD DIDÁCTICA 10
130
EL NIÑO Y SUS CARACTERÍSTICAS
En esta unidad didáctica vamos a presentar la personalidad del niño, su perfil
sociocultural en la actualidad, con sus rasgos típicos y con las notas que lo caracterizan,
nacidas de las observaciones, el análisis y la reflexión, y, finalmente, su religiosidad.
Para estudiar la personalidad del niño nos vemos obligados a acudir a la psicología
evolutiva de la infancia, que es una ciencia que estudia el desarrollo del ser humano
desde que nace hasta entrar a la adolescencia.
Los psicólogos dividen a la infancia en cinco etapas. Nosotros hemos elegido para
nuestra reflexión las cuatro últimas dejando sin abordar la primera, en la que el niño es
demasiado pequeño para la catequesis parroquial.
Después de haber estudiado los rasgos psicológicos del niño expondremos los rasgos o
características sociológicas y religiosas, ya que necesitamos tomar conciencia de la
nueva imagen del niño en nuestra sociedad, si queremos comunicarnos con él y facilitar
que la Palabra de Dios le llegue a su experiencia de niño de hoy, y conocer el universo
religioso que le caracteriza, para que la propuesta del mensaje cristiano sea
verdaderamente educativa.
131
El niño descubre la realidad que lo rodea en todos los campos (físico, ambiental,
social…), pero sobre todo en el terreno de la afectividad; su madre es diferente a él e
independiente de él. En este momento el niño ensaya, por vez primera, el amor a otro que
no es él mismo, debe aprender a compartir el objeto de ese amor.
Al tropezarse con la realidad exterior experimenta que ésta no siempre se pliega a sus
deseos, percibiendo que los objetos tienen unas características propias.
A esta edad se da ya un contacto verbal con el adulto, que va a formar en el niño una
determinada visión del mundo.
Su hubiera que definir con una frase cada una de las edades de este período lo
podríamos hacer así:
Desarrollo afectivo
Esta etapa se destaca por la conflictividad que el niño presenta en su desarrollo afectivo.
Conflictividad que irá resolviendo, pero que va a influir en su vida. Los problemas en este
desarrollo afectivo implica tanto a la relación con los adultos, como a su socialización con
sus iguales. Pasemos a descubrirlos.
Existe un componente sexual en la relación del niño con el adulto, ya que el pequeño se
siente atraído por el progenitor del sexo contrario. Al mismo tiempo, como ya ha
descubierto a los tres años sus órganos genitales, se plantea su finalidad y comienza el
proceso de identificación como “papá” o “mamá”.
Mientras que el niño siente asombro por su diferencia respecto de la madre, la niña se
siente favorecida como ella, por lo que el padre pasa a ser centro de atención tanto del
varón como de la fémina.
El niño percibe los lazos afectivos entre sus padres, descubriendo en el padre un rival
al que habría que suprimir para poseer a la madre… si esto fuera posible. Ante esta
imposibilidad, el padre pasa a convertirse en modelo de identificación: “si papá tiene a
mamá, basta ser como papá para tenerla”. Así el niño adopta las exigencias del padre, las
apropia, y quiere a la madre como el padre le permite; de esta forma conserva a su mamá
al tiempo que no precisa suprimir a su papá.
La niña, por su parte, comienza a centrarse en la madre, pero hacia el cuarto año se
despierta en ella un interés por su padre. Ahora es la madre quien aparece como rival, y
este sentimiento provoca angustia y culpabilidad. La niña se da cuenta de que su
132
seguridad pasa por conservar el amor de su madre, que teme perder en caso de fundirse
con su padre, por lo que termina aceptando ser como mamá, para así poder seguir
queriendo a papá.
La intensidad del drama que el niño vive en esta etapa se manifiesta en las pesadillas y
miedo por las noches. Se simboliza toda la situación, originándose fantasías, cuentos de
hadas y temor a las brujas y al lobo.
Para concluir, sólo reseñar como al final de este proceso, el niño interioriza a sus dos
progenitores, uno como modelo de identificación personal, y el otro como modelo a quien
escogerá posteriormente para unirse eróticamente. Todo ello subsiste de forma
infraconsciente, ya que entre los 5 a los 7 años se procede a un “borrado” de lo ocurrido
por debajo de los cuatro años.
Esta situación difícil se agudiza entre los dieciocho meses y los cuatro años, siendo lo
ideal que el nuevo miembro de la familia se “incorpora” cuando el Edipo del primogénito
se haya resuelto.
Sea como fuere, una actitud positiva a tener en cuenta as asociar al mayor a los cuidados
del bebe, lo que hace reconducir sus energías hacia una actitud positiva. El mayor,
además, puede ser para el pequeño un modelo que le facilite la resolución del Edipo, pero
también puede convertirse en un tope imposible de superar.
Con el inicio de esta etapa, el niño comienza a ser capaz de representaciones parciales
en su interior. Esto significa que el niño puede interiorizar las imágenes de sus padres.
Esto trae como consecuencia que ya no necesita su presencia afectiva para comportarse
adecuadamente.
Cuando esto ocurre, el niño puede llegar a provocar el castigo para así consolarse de su
culpabilidad inconsciente. Por ello, es importante que los padres definan con claridad y
coherencia lo que está bien y mal.
Con respecto a la educación religiosa hay que evitar que el pequeño asimile a Dios con
alguien que castiga por las malas acciones. Esta es una edad muy propensa a los miedos
y en la que se marcan mucho las sensaciones.
La adolescencia liberará al niño de esa conciencia infantil, al sustituirla por una conciencia
basada en la razón y según una escala de valores personal y colectiva.
En la sociedad actual, cada vez es más frecuente que los niños de tres años asistan a
centros de educación preescolar. Los niños, así, se encuentran con pequeños
compañeros con los que comienzan a establecer relaciones.
El momento del juego paralelo, en el que los niños buscan estar juntos en pequeños grupos
de dos o tres participantes, en los que cada cual sigue su juego
El momento del juego asociativo, que apareciendo en torno a los cinco años, amplía el círculo
a cuatro o cinco participantes y comienza a darse una primitiva organización colectiva. Estas
tentativas de organización tienen como barrera el egocentrismo y la afirmación de sí mismo de
cada uno de los pequeños participantes
Será a partir del quinto año cuando el otro comience a ser tenido en cuenta como
compañero, realizándose este paso mediante el juego simbólico o representativo, donde
cada cual desarrolla su papel haciendo una representación de la realidad.
134
superabundancia verbal, un continuo parloteo que encubre lagunas y confusiones
disfrazadas mediante frases hechas o palabras escuchadas a otros
El niño de esta edad no rebasa los datos que su percepción le da, aunque sus
preconceptos van ganando en generalidad y precisión.
Un dato que nos permite comprobar esa verbalización del intelecto es el aumento
sorprendente de vocabulario: de los 3 a los 5 años, el niño pasa de utilizar 1,000 palabras
a emplear 2,000.
En esta etapa los niños tienen una enorme soltura, se expresa con una gran
espontaneidad y actúa con una libertad tremenda. Como debe adquirir comportamientos
que él no tiene ni conoce, es un gran imitador de los movimientos de los demás. Sobre los
tres años es capaz de dar vueltas sobre sí mismo, correr, y comenzar a montar en triciclo;
a los cuatro salta a la pata coja, no derrama agua al llevar la taza llena e inicia sus
habilidades trepadoras; sobre los cinco años puede saltar a la comba, patinar y
mantenerse en una bicicleta.
En estos años el niño va adquiriendo una cierta madurez, cierto grado de responsabilidad
y descubre la vida social a través del contacto y la relación con sus iguales. Esta realidad
social va a tomar tanta importancia que, hacia los siete años, la sociedad de iguales
puede llegar a eclipsar, incluso, a su propia familia. Su preocupación y cuidado van
orientarse a lograr amigos
135
Con el transcurso del tiempo va pasando de una situación de tensión y agitación en torno a
los seis años, a una etapa de calma r interioridad a los 7, que da paso al cosmopolitismo e
interés por todo de los ocho, para concluir a los nueve con la capacidad de autodeterminación
y autocritica.
Evolución afectiva
Sexto año: introduce una etapa de inestabilidad e inseguridad, situándose en el primer plano
reacciones emotivas como rivalidad, envidia, cólera, que va dominando poco a poco
En
Los siete años representan un pequeño periodo de aislamiento y reserva, que inicia el proceso
de interiorización. Es preciso tener en cuenta que es en este momento cuando saborea, de
forma especial, cuentos y leyendas.
La expansión de este periodo de ensimismamiento. A los ocho años el niño expresa sus
sentimientos, mostrando una gran sensibilidad. A esta edad son frecuentes remordimientos,
pesares y comienzan las mentiras afectivas, ya que se busca ganar algo o no perder el aprecio
de alguien. Sus objetos toman un carácter personal, tomando todos ellos un valor propio
En esta etapa, es preciso considerar que pueden realizar juegos de contenido sexuado
entre ellos, cosa que es normal. Debido a su curiosidad y su ansia de conocer, es un
momento óptimo para iniciarles en lo relativo el origen de la vida y la sexualidad.
136
A esta edad, los niños tienen pocas posibilidades para la elección de sus compañeros: sólo los
pueden escoger entre los que conocen en la escuela o los ambientes donde sus padres les
integran. Sin embargo, esto no es un problema, porque tiene tal necesidad de compañeros
que no importa tanto “con quién” está, como el que esté en grupo
El adulto tiene su papel progresivo en este grupo infantil, pasa de ser el eje en torno al
que se estructura la pequeña sociedad, a un segundo plano en el que desempeña una
cierta seguridad y una labor de arbitraje.
El niño da cuenta de su propio valor y del de los demás, por lo que, dependiendo de las
situaciones, ejercerá la autoridad o se someterá a lo que otros dicten. En este ámbito se
da un progreso desde la sumisión y el respeto unilateral al respeto mutuo.
A lo largo de esta etapa, el niño irá percibiendo con mayor claridad los límites entre el yo y
el no-yo, descubriendo que la realidad no está a su servicio, sino que está ahí y no
reacciona como a él le gustaría.
Desde los siete años es capaz de razonar, y comienza a estructurar la realidad mediante
secuencias lógicas.
Es necesario que los educadores tengan en cuenta que, para ello, precisa manipular,
experimentar, percibir mediante los sentidos. Nos encontramos lejos de la lógica formal o
abstracta, que consiste en la representación de la realidad utilizando conceptos; en esta
edad, estamos en la época de la lógica concreta. Esto quiere decir que, para razonar y
deducir conclusiones, nuestro protagonista necesita manipular objetos, verlos, sentirlos;
poco a poco, mediante las sucesivas experiencias, va siendo capaz de generalizar.
Así, a los ocho años, el niño afirma que la cantidad de plastilina que se encuentra en una
bola es la misma que se encuentra en esa mesa cuando toma forma de bastón.
Si en la etapa anterior hemos destacado “la gracia”, en la que ahora nos ocupa surge la
fuerza, que crece regularmente durante su transcurso. El niño se siente feliz cuando
compite con otros y cuando realiza juegos de equipo, descubriendo sus posibilidades y
encontrando placer en desarrollarlas.
137
A los seis años es capaz de botar la pelota y de coser a grandes puntadas.
Posteriormente, en torno a los ocho, se regulariza la escritura y pasa mucho tiempo
dibujando. La imitación, la danza, las pequeñas dramatizaciones, van a ser disfrutadas a
los nueve años, abriéndose la puerta a la siguiente etapa.
En esta edad el niño llega al culmen del desarrollo infantil, comenzando a deslizarse hacia
la adolescencia; su inteligencia comienza a despegarse de las realidades concretas, su
interioridad se enriquece notablemente y la socialización le lleva a participar en grupos
iguales en los que puede afirmar su personalidad.
Realizando un rápido resumen de estos tres años, podemos afirmar que mientras los 9 años es
la edad de la autodeterminación y la autocrítica, lo 10 años van a suponer la cima de la infancia
que va a encaminarse durante los 11 años a la preadolescencia
“Latente” es un término que se utiliza para designar algo que, pese a estar presente, no
se expresa, no se manifiesta. Esta etapa se denomina como “de latencia” para el campo
de la sexualidad. En este ámbito se da una tranquilidad y un reposo que puede ser
muy oportuno para brindar al niño una adecuada información sobre la sexualidad y la
importancia que ésta tiene en la relación de amor y en la procreación.
Al final de esta etapa, se nota el desplazamiento del prestigio paterno hacia un adulto
exterior al núcleo familiar. Esto es algo normal, fruto de la evolución psicológica del chico,
así como de su pertenencia a diferentes ámbitos de convivencia.
Finalizaremos esta apartado señalando la intensa vida emotiva de los niños de estas edades;
ciertamente la profundidad de sus sentimientos, no va a manifestarse con claridad en sus
experiencias, pero vive la alegría, la tristeza, el encuentro, etc., con gran emoción.
La moralidad
138
Frecuenta diversos ambientes, el niño tiende a relativizar la imagen perfecta y
omnipotente de sus padres, llegando a cuestionar determinadas actitudes. En este
sentido, se debe tener presente que los actos de desobediencia en esta edad suelen
responder a un deseo de autoafirmación.
La socialización: la pandilla
Durante la infancia adulta el grupo de iguales toma importancia notable. Este grupo suele
estar constituido de forma homogénea; una edad similar y tendencia a no mezclarse
miembros de distinto sexo. Se le denomina “pandilla”.
En la pandilla el niño desarrolla una función propia, tiene lugar y se siente valorado.
Cuando esto no sucede, el fracaso del chico o la chica suele venir precedido de una mala
integración familiar. En estos casos, la impopularidad en el grupo se une a una
inadaptación afectiva que se produce con más frecuencia en ambientes autoritarios y
severos.
Los líderes de las pandillas pueden jugar un papel muy importante en la socialización de sus
compañeros, si su carácter es integrativo, ayudará a que cada miembro del grupo vaya siendo
más él mismo, al tiempo que pondrá actividades socialmente aceptables. Si, por el contrario,
trata de imponerse y “reinar” por la fuerza, va a someter a sus compañeros, pudiendo
orientarles hacia comportamientos y actitudes molestas para los adultos.
En las etapas anteriores hemos indicado que el niño se encuentra en el período de las
operaciones concretas. Esto significa que precisa manipular lo sensible y concreto para
realizar operaciones lógicas: comparar, diferenciar, relacionar hechos, etc.
139
Este período llega a su culmen en esta edad. A partir de aquí, el preadolescente va a
poder generalizar y abstraer conceptos con los que desarrollar sus procesos lógicos.
A los once años reflexionan, se preguntan y son capaces de valorar datos a favor y en
contra.
Su mundo interior se haya dominado por el sentimiento de espera; desea ser mayor. Po
eso, se refugia en el sueño, en la ilusión, al tiempo que tiene un espíritu explorador e
investigador; le atrae lo desconocido.
Todo ello hace de esta edad un momento oportuno para iniciar al niño en la lectura de una
forma adecuada.
4. La preadolescencia
Respecto a la adolescencia en general existen diversos enfoques y puntos de vista.
Incluso se afirma que es una etapa que viene producida por un marco socio-cultural
determinado, pero no tiene por qué aparecer en otros ambientes sociales.
Desarrollo afectivo
Con la primera adolescencia, el chico y la chica se distancian de las personas con las que
tenían relaciones de dependencia. Se produce un cierto despegue afectivo de la
familia, que se va compensando con la socialización entre iguales.
El grupo de iguales es donde ahora se centra la vida del joven adolecente. Entre ellos se
siente protegido, aun cuando tenga problemas de relación y de integración. Juntos
sienten el gusto por la aventura y un estilo de vida bohemio.
En esta edad, el joven precisa afirmarse, sentirse él mismo, por lo que desobedece a los padres y
a las convenciones sociales, pero también sus relaciones con los iguales están plegadas de
conflictos. Necesita al adulto pero, al mismo tiempo teme quedar asimilado a él, sin poder
desarrollar su identidad
140
El desarrollo de la interioridad y afectividad va unido a intensos estados emotivos, que
no siempre es capaz de controlar. Surgen amistades que tienden a ser exclusivas y
deben ser orientadas a una mayor universalidad.
Este interés por lo sexual unido al temor hacia el otro sexo, les puede llevar a desarrollar
ciertas conductas de carácter homosexual, pero que en manera alguna indican una
tendencia de este tipo. Así mismo, se suele iniciar en este momento la masturbación,
más como necesidad de conocimiento que como búsqueda de placer.
Pese a una cierta “presión” social ejercida por el grupo de amigos, no es la época de los
enamoramientos, que encontraran su ámbito poco más tarde.
Sociabilidad
Algo hemos señalado de esta aspecto anteriormente. Conviene tener presente que el
adolescente inicial acaba de dejar de ser niño; sabe que lo es, pero se nota distinto, por lo
que le cuesta situarse adecuadamente; no se encuentra a gusto ni con los niños, ni con
los jóvenes adultos, por lo que se refugia entre sus iguales.
Este es un momento importante para ofrecer al chico y a la chica de esta edad lugares donde
pueda encontrarse con otros adolescentes, al tiempo que se educa en la utilización de sus
posibilidades y describe diferentes formas para ocupar su tiempo y saciar su curiosidad. De ahí la
importancia que tiene las asociaciones juveniles.
Además, pese a que trata de evitar el mundo adulto, acepta al adulto que percibe
cercano, porque comprende su situación. No sólo acepta, sino que le necesita.
Por esta razón, algunos movimientos educativos afrontan esta edad desde la “pedagogía
del héroe”, así llamada porque busca desarrollar determinados valores a través de
representantes que los han encarnado: Gandhi, Francisco de Asís, M. Luther King, etc.
Debido a la necesidad de quedar bien, y para ser aceptado en los ambientes que les
interesan, se despierta un cierto sentido estético, incomprensible a veces para los adultos,
pero que manifiesta su deseo de identificación y ser aceptado.
Desarrollo intelectual
141
Hemos llegado al período de las operaciones formales, es decir, de la utilización de
conceptos de la abstracción. Los jóvenes adolescentes se logran distanciar de lo
sensible para realizar operaciones lógicas, para razonar, construir hipótesis, deducir e
inducir.
Sin embargo, pese a que sus capacidades intelectuales son casi las de un adulto, van a
estar sometidas a los sentimientos y emociones.
Desarrollo físico
Como hemos señalado al inicio del estudio de este período, la adolescencia está
fuertemente ligada a la pubertad o desarrollo físico y fisiológico que en esta edad se
produce.
142
es, de una realidad agrandada artificialmente e instrumentalizada en varias direcciones,
siempre al servicio del adulto.
Todo niño se caracteriza por una fuerte capacidad transferencial y se presta al juego de
una gratificación mutua con el adulto. Este se identifica con el niño y el niño con el adulto,
según una estrategia consciente de los deseos y de las necesidades mutuas.
Vamos a ver a continuación algunas características que “configuran” hoy este mito de la
infancia.
Quien vive y trabaja con los niños corre fácilmente el riesgo de encontrarse con su propia
infancia y, en cierto sentido, de renacer a ella.
El niño se convierte así en lugar de regresión y sublimación por parte del adulto, a quien
le recuerda la experiencia nostálgica de un periodo feliz de su vida, convirtiéndolo en
motivo de evasión.
De esta manera se crea un modelo de niño en el inconsciente del adulto como reflejo de
las propias necesidades profundas. Es un tipo de niño bueno, tranquilo, inocente,
obediente, que luego contrasta con la realidad concreta, en la que se verifica la
intervención educativa habitual.
El fenómeno de identificación resulta así más acentuado hasta el punto de permitir a los
adultos revivir en los hijos su propia infancia, superando las frustraciones y completando
hoy las aspiraciones del ayer.
143
objetivos que se proponen, son particularmente sensibles a los dinamismos psicológicos
del momento y presentan el cuadro de los intereses y de los valores.
El niño es una víctima fácil de la sociedad, precisamente cuando parece que lo revaloriza,
porque satisface sus necesidades externas. Ya a través de su interés por el juego se le
proponen los modelos de vida ambiguos, de donde emergen la ganancia, el ansia, la
emulación y l mercantilización de toda cosa. De esta forma considera al niño como un
“pequeño hombre”, manipulándole a través de la publicidad y el mercado.
Los padres se preocupan por ser fieles a las nuevas ofertas del mercado como si fuera un
deber paternal. El amor paterno y materno corre riesgo de identificarse con aquello que se
da, con el placer que se procura, con el precio, con la belleza y la vistosidad de las cosas
que se dan, marginando la relación del ser y el encuentro personal.
En el primer ciclo de la escuela primaria, los niños parece que no entienden el estudio
como la fatiga y trabajo, sino más bien como actividad que suscita en ellos actitudes
gratificantes en relación al mundo de los adultos.
Surge una imagen nueva del niño, que tiene un modo suyo de ser, de comunicar y de
entrar en relación, bajo los estímulos de los modelos de conducta social y de los valores
aportados por los contextos existenciales.
144
En el sistema patriarcal, el componente de la familia tiene una visión clara del propio
status y de su papel, ocupando un lugar plenamente aceptado en la organización
económica y social. El niño es, por tanto, socializado inmediatamente, conoce lo que debe
hacer y cuanto le está prohibido y también las personas con las que está destinado a
operar. Satisface plenamente sus necesidades de seguridad, de protección, de afecto,
recibidos de forma complementaria de todos los que le rodean y ven en él la posibilidad
de sobrevivir en el tiempo. En una familia semejante, el niño tiene la posibilidad de
estrechar relaciones con los hermanos y hermanas, y cada uno puede asumir una
relación privilegiada con su padre o con su madre. Todo miembro es considerado persona
en relación con los demás.
Todo esto no excluye que la familia de hoy en comparación con la de ayer no ofrezca
nuevas y auténticas posibilidades al reconocimiento y a la educación del niño, cuando es
capaz de situarse en el contexto social. Pero se exige una mayor atención educadora y
una capacidad crítica de elección de los tiempos y de las intervenciones, que no siempre
se encuentra en los padres de hoy.
Nuestro contexto social presenta al niño una pluralidad de modelos hasta desconcertarlo
por su abundancia y a ponerle obstáculos a la posibilidad de una auténtica identificación
con ellos. Personajes de la prensa, del mundo de la televisión, del cine, de crónicas, del
deporte, de la canción, etc., son productos fáciles en una sociedad de consumo. Estos
modelos se presentan como inestables: ligados a un momento feliz donde aparece más
el “personaje” que la persona; en ellos capta solamente aspectos marginales; la
excesiva divulgación los convierte en banales, a la vez que muestran su fragilidad como
145
personajes que no suelen sobrevivir por mucho tiempo, incapaces de satisfacer las
expectativas de un modelo logrado.
Merecen una atención particular las figuras de los padres por el papel determinante que
ejercen en la delineación y constitución de la personalidad del niño, que es una resultante
de las dotes nativas impresas por la familia.
La familia, en efecto, por medio de los padres, clarifica, formula las funciones del niño y
las organiza de modo coherente y operacional.
El papel del padre-esposo sufre una crisis de la autoridad, que, en su relación privilegiada,
ya no es reconducible exclusivamente al acto generativo y a la garantía de una
experiencia comprobada. La madre-esposa es todavía una imagen en vías en la
elaboración en busca de contornos más definidos, sea en la familia, sea fuera de casa.
Por este motivo, hoy más que ayer, los padres sienten la tentación del poder, del
autoritarismo como mecanismo de defensa ante su incapacidad de asumir un nuevo papel
educativo.
Los hijos sufren las consecuencias de esta inestabilidad, refugiándose, muchas veces, en
un mundo imaginario.
La familia de hoy puede contribuir positivamente a delinear la persona del niño cuando
vive sus papeles en una dimensión relacional de servicio y de crecimiento reciproco,
en relación a la dotación propia de cada una. Así, de la apertura personal y comunitaria
brota la imagen del adulto.
146
El niño en la civilización de la técnica
El fenómeno más masificador de nuestro tiempo está representado por los medios de
comunicación social, que cada día llega a través de diversos conductos: la televisión,
cine, prensa, radio; hasta un público amplio, entre el que se encuentra el niño ocupando
un puesto verdaderamente privilegiado.
Analizaremos de este complejo fenómeno la comunicación televisiva, que goza, cada vez
más, de una creciente extensión y que, en cierto sentido, incluye el lenguaje expresivo de
todo tipo de imagen.
147
organizaciones sociales, sobre los criterios morales y, al mismo tiempo, se le ofrece
categorías y los criterios para interpretarlo, sin muchos esfuerzos, porque ya todo
funciona de aquel modo.
El medio televisivo:
Más allá de estos valores, lo que se ofrece es la imagen de un hombre que tiene, que
posee, sin problemas, que confía en sus gustos y satisface con felicidad sus deseos,
porque todo es comerciable.
Bajo este lenguaje yace una moral de instinto y de la satisfacción de las necesidades
inmediatas. Dimana de ello una conciencia que toma el criterio de elección no de valores
intrínsecos, sino en relación a los factores de presión social y de incentivos económicos.
148
El asedio sociológico pone fuertes condicionamientos a la psicología de la niñez, por el
ofrecimiento de contenidos, formas de vida, situaciones culturales, sistema de valores,
que no se quedan en la periferia de la persona, sino que le penetran en sus zonas vitales.
La sociedad actual, un poco en todos los niveles, no concede mucha libertad al niño
para ser niño. Puesto que lo rodea de una gama de intereses que le influyen de modo
precoz cuando todavía no está preparado. Lo considera ya como un pequeño hombre.
Efectivamente se halla privado:
De ahí se pueden derivar en el niño: actitudes conflictivas: aspira a cosas que no puede
poseer; una persistencia en lo ilusorio pretendiendo evadirse de la realidad; e
interpretaciones unilaterales y simplistas sobre la bondad, la fortaleza, la astucia… La
discontinuidad entre experiencia propuesta y vivida engendra en el niño superficialidad y
un cierto conformismo, porque está desprovisto de espíritu crítico.
149
como en todas. Ahora vamos a adentrarnos en las características religiosas de esta
etapa. Como haremos en los siguientes períodos, las estudiaremos desde tres aspectos
diferentes: relación con Dios y con Jesucristo, relación con la Iglesia y actitudes que se
traducen de estas dos relaciones.
fuerza misteriosa, por lo que reza con una confianza mágica en sus palabras y
gestos.
150
Siguiendo el mismo esquema adoptado en la etapa anterior, vamos a introducirnos en
este período de la vida del niño. Como antes queda dicho, es preciso tener en cuenta la
evolución psicológica del niño.
ACTITUD MÁGICA
El niño de esta edad vive un período de religiosidad mágica. Dios es la fuerza misteriosa. El niño
reza con una confianza mágica en las palabras y en los gestos. Dios aparece como un protector
al servicio del niño. En este período de la vida del niño tiene lugar momentos de intensa
participación religiosa, en los cuales parece posible intuir un comportamiento mágico, sobre
todo en el uso de las oraciones, y posteriormente, de los sacramentos. Más tarde, la mayoría de
los niños de 6 a 9 años consideran los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía como
automáticamente eficaces, independientemente de la conciencia y de la actitud del sujeto. Estos
pequeños creen en la eficacia de la oración, pero de una manera casi mágica como creen en la
eficacia de los Reyes Magos, y si en algún caso no se le concede lo que pide, es como castigo y
consecuencia de su mala conducta.
Sin embargo, estas dos características tienden a evolucionar con el paso del tiempo, por
lo que entre los 8 y los 9 años comienzan a personalizar a Dios, distinguiéndolo de una
constelación de “diosecillos”, y a conocer
a Jesucristo como persona histórica,
diferente de Dios. ATRIBUTOS DE DIOS
151
La infancia adulta es considerada, desde un
punto de vista religiosa, como la etapa de la
atributividad, en la cual el niño tiende a
Relación con la Iglesia
Pues aparece el gozo de decir “si” gratis, por ayudar, por servir sencillamente.
El equilibrio que hemos observado anteriormente con respecto al niño de esa edad, va a
hacerse patente también en sus rasgos religiosos. Pasemos a hacer un breve resumen
Al llegar a esta edad, el niño consigue una clara personalización e interiorización del ser
Por otro lado, a Cristo se le identifica como ser humano que vivió en un momento
concreto de la historia, pero al que se le atribuye con facilidad las características propias
de la divinidad. Se da un progresivo desarrollo del sentido
La emotividad y la afectividad de las etapas anteriores son sustituidas por el pensamiento concreto,
aun cuando perduren las características del antropomorfismo, del animismo y de la magia.
En esta etapa se produce una mayor clarificación en la imagen de Dios que se verá influenciada y
favorecida por la enseñanza religiosa y catequética. En este momento siente deseos de progresar en
sus conocimientos religiosos y comienza a unificar este universo religioso.
Su facilidad para aprender puede permitirle llegar a saber todo lo que se le enseña sin que le interese
nada, reduciendo la religión a un mundo de cosas. El pensamiento religioso se vuelve en esta edad
concreta y operativa. El deseo de saber encierra el peligro de reducir el mensaje cristiano a
conocimientos escolares. Dios es menos íntimo, está menos presente que antes; no es protector que
nos ve y nos oye, sino que piensa en El como un objeto. Por eso se dice que es la etapa del deísmo
racionalista infantil, que corresponde a su pensamiento lógico y objetivo.
152
Relación con la Iglesia
Podríamos concluir diciendo que este momento es una ocasión propicia para que se
realice la primera síntesis de fe.
Preadolescencia
El niño ha dejado de serlo y comienza a personalizar todos los elementos que ha ido recogiendo
a lo largo de su infancia. En eta elaboración influyen también los diversos elementos que,
procedentes de su exterior, influyen en su manera de ser: actitudes de pandilla, del ambiente
en que se mueve, de los medios de comunicación, etc.
Al mismo tiempo es, como hemos señalado antes, una etapa en la que aparecen las
naturales tensiones entre sus aspiraciones y sus impulsos: impulso sexual, accesos de
cólera, celos, pereza, etc. Esto le lleva a una cierta desilusión y desesperanza, que se
mezcla con unos escrúpulos que le restan energías para vivir.
Vamos a describir los rasgos religiosos de este período, utilizando el esquema que hasta
ahora hemos adoptado.
Hemos señalado como, para el niño, Dios viene influido, en gran medida, por los padres.
Al llegar la adolescencia y comenzar un cierto descrédito hacia ellos, lo mismo ocurre, por
desplazamiento, con Dios. Sin embargo, el adolescente es mayoritariamente creyente,
pero busca un Dios distinto del que marcan las leyes, fomenta los escrúpulos y le viene
impuesto.
En este sentido habría que distinguir que, mientras para el varón Dios aparece vinculado
más a la obligación moral, las chicas sienten como seguridad más de carácter
afectivo. De esta manera, sintoniza con Jesucristo y su libertad, su amor a una liberación,
ser más él, ser con otros.
153
Relación con la Iglesia
Infancia intermedia (6-9 años). A esta edad se da un cambio muy importante; el ingreso
a la enseñanza primaria donde el ambiente no es tan complaciente como los anteriores
en que ha vivido (familia, educación preescolar). Durante esos años el niño va a buscar
proyectarse hacia el exterior, dando muestras de una curiosidad insaciable.
154
Imagen sociocultural del niño
El hijo de la familia-núcleo
El hijo y el mundo de los adultos
El niño en la civilización técnica
El niño consumidor de programas de televisión
El niño y su espacio infantil
Ficha de lectura
Actividades
155
3. haga un esquema de las características religiosas de las distintas etapas de la
infancia.
4. Consulte un material de catequesis de una de estas etapas: guía del catequista
educador y libro del niño y contraste si están presentes esas características en
la introducción u observaciones que hacen en las diferentes sesiones de
catequesis.
UNIDAD DIDÁCTICA 11
La catequesis necesita situarse ante cada edad y período de la misma con criterios y
metas concretas para poder responder a las exigencias y necesidades propias de los
educandos a los que se dirige.
Un plan de formación catequética no se contenta sólo con saber las metas a las que debe
dirigirse toda su actividad. Necesita también conocer cuáles son los contenidos que debe
transmitir para conseguir lo que se propone. Por ello, señalaremos cuál debe ser el
156
mensaje cristiano que tenemos que proponer a los niños en cada una de las etapas de la
infancia, y los niveles mínimos de referencia según el nivel de los educandos.
Lo mismo los objetivos que los contenidos vienen como “exigidos” por la situación de las
personas y su nivel de fe en el ambiente social y eclesial, en que viven y la importancia y
atención que les presta la misma comunidad cristiana en su acción pastoral. Por eso,
hemos insertado el apartado primero sobre la situación de la pastoral infantil.
Los catequistas se encuentran obligados a actuar por su cuenta, sin contar con el apoyo
de la familia y de la comunidad cristiana, de la que son agentes cualificados, y a veces, se
preguntan por el significado de su identidad y de su acción, destinada a resultar ineficaz y
a suscitar frustraciones, dadas las incongruencias ambientales.
157
Los niños, por su parte. Reciben masivamente la enseñanza religiosa en las escuelas,
participan en la catequesis que organizan las parroquias para la iniciación cristiana o,
incluso, se inscriben en movimientos de apostolado, pero son pocos los que gozan de una
educación familiar en la fe. Salvo excepciones, todos prácticamente reciben el mensaje
cristiano en la infancia, pero son muy pocos los que continúan el proceso de la educación
de la fe en la adolescencia y la juventud.
¿Cómo actuar en esta situación que no es fácilmente optimista? ¿Cómo moverse en una
sociedad cada vez más pluralista, secularizada y emancipada de los valores religiosos?
¿Qué camino seguir? En este momento, no se pretende ofrecer todas las respuestas
inmediatas a todos los interrogantes que la catequesis de los niños suscita hoy. Se
propone, más bien, ayudar a los educadores cristianos a que cada uno busque su propia
respuesta y tome sus propias opciones dentro de un marco de referencia que se ofrece
desde una perspectiva pastoral operativa preferente.
2. Objetivos específicos
Recogemos aquí algunos, que podemos llamarlos así: objetivos específicos o
simplemente criterios, que señalan hacia dónde debe dirigirse la catequesis infantil en sus
diversos momentos o períodos.
“Los comienzos de la vida religiosa y moral se despliegan desde los mismos orígenes de la vida
humana. En las familias de los creyentes, los primeros meses y años de vida, que son de suma
importancia para el equilibrio del futuro hombre, ya puede ofrecer las condiciones para el logro
de una persona cristiana”
(D.C.G.78)
Por ello, en esta etapa, la catequesis toma un carácter ocasional y netamente familiar,
donde se privilegia lo vivencial sobre lo sistemático y lo afectivo sobre lo nocional.
158
La Catechesi Tradendae señala que:
“Un momento con frecuencia destacado es aquel en que el niño pequeño recibe de sus padres y
del ambiente familiar los primeros rudimentos de la catequesis, que acaso no serán sino una
sencilla revelación del Padre celeste, bueno y providente, al cual aprende a dirigir su corazón”
(C.T.36)
El objetivo más general, puede concretarse en tres objetivos específicos que pasamos a
detalle:
La presencia de una persona viva a quien ver y escuchar, con quien entrar en contacto
para sentirse querido y experimentar la confianza y seguridad de que no está sólo.
Aprender a alabar, bendecir y suplicar a Dios. No tanto saber hablar de Dios sino hablar
con Dios.
Hablar al niño de Dios en términos de acción: Dios ama, nos cuida, se preocupa, etc.
“Las brevísimas oraciones que el niño aprenderá a balbucir serán el principio de un diálogo
cariñoso con ese Dios oculto, cuya Palabra comenzará a escuchar después”
(C.T.36)
159
Iniciación al trato con Jesús
Jesús debe ser propuesto como un amigo que habla al niño. Jesús le invita a ser amigo
suyo, a ser feliz. Le anima a vivir la amistad con otros y a confiar en Dios, al que llama
Padre.
“ante los padres cristianos nunca insistiremos demasiado en esta iniciación precoz,
mediante la cual son integradas las facultades del niño en una relación vital con Dios;
obra capital que exige gran amor y profundo respeto del niño, el cual tiene derecho a una
presentación sencilla y verdadera de la fe cristiana”
(C.T. 36)
En líneas generales se puede afirmar que esta etapa debe orientarse hacia un proceso
educativo que tenga como meta la iniciación básica en la fe.
160
Iniciación básica y sencilla del Mensaje cristiano, intentando dar un significado a los
acontecimientos y conductas que el niño percibe a su alrededor.
Esta iniciación básica del Mensaje cristiano debe ayudar a descubrir cómo Dios nos llama
y nos invita al gozo de su cercanía y a vivir como Jesús el amor, la amistad, la entrega y
la comunicación con ese Jesús, a través de la Palabra, en la Eucaristía y en la vida. Será
una iniciación global del contenido de nuestra fe, pero no a base de definiciones y
verdades abstractas, sino en orden a suscitar la calidad de la relación con Dios Padre,
Hijo y Espíritu.
Esto requiere:
Todo el proceso de iniciación de estos niños a la confianza en Dios Padre debe llevarles a
vivir gozosa y libremente las realidades de la vida en la misma actitud de Jesús, como
Hijo de Dios, y conseguir que el niño tome conciencia de cómo Dios te llama a colaborar
con Él y a vivir con alegría la comunión con los demás.
161
En la celebración comunitaria de la fe, a través de la escucha de la Palabra, de la
oración y de la celebración de los sacramentos.
El descubrimiento de la Iglesia como comunidad, sintiéndose miembro de ella.
Hacia los nueve años, se desarrolla poco a poco la capacidad del niño para adquisición
de saberes. En este momento se han de ofrecer al niño los datos del mensaje cristiano
que le permitan ir construyendo una primera síntesis de la fe cristiana adecuada a su
edad.
Esta edad es la más apropiada para realizar una catequesis didáctica, sistemática y
concreta, pero proporcionada a su desarrollo psicológico. Por ello, se invita a que se
oriente toda actividad catequética a adquirir una síntesis básica de la fe, de modo
sistemático, doctrinal y vital.
Esta tarea global de la catequesis en esta edad, puede desdoblarse en estos objetivos
más concretos.
Ofrecer progresivamente los datos del Mensaje cristiano, que permitan al niño ir
construyendo una primera síntesis de fe cristiana adecuada a su edad.
162
En esta presentación hay que evitar el peligro de objetivar a Dios. Como todavía no capta
plenamente las ideas abstractas, conviene presentar la realidad del mensaje cristiano a
través de los hechos bíblicos y litúrgicos de la Historia de la Salvación, y no a partir de
nociones abstractas.
Para ello, se debe iniciar en una lectura vivencial de la Biblia, conectándola con la vida del
niño y de la comunidad.
Desarrollar las actitudes básicas cristianas, ya que el hecho de acentuar los aspectos del
conocimiento no excluye la dimensión vivencial de la fe, más bien la exige. Hay que tener
en cuenta que esta etapa es fundamental en la estructuración de los valores porque el
niño:
Empieza a tener una curiosidad apasionante por todo lo que lo rodea, que le lleva
a investigar, conocer y crear.
Está en edad que los psicólogos llaman de identificación y buscan identificarse con
alguien o con algo.
Está etapa de la conciencia positiva y conformista, y necesita una norma y se mira
en los mayores para descubrir en ellos esas actitudes y valores.
Es más dócil, receptivo y comunicativo.
Es, por tanto, la edad en la que la formación de las actitudes cristianas, en estrecha
relación con el mundo de los conocimientos y la educación de los valores, encuentran
terreno propio. Por ello, es la etapa de la formación de la recta conciencia, a través de
los verdaderos valores.
Es necesario presentar la moral cristiana como una respuesta relacionada con nuestro
propio proyecto de hombre desde Dios, que nos llama a crecer y utilizar todas las cosas
en servicio a los otros hombres.
Para ayudarle abrirse a la participación responsable de grupo, hay que procurar crear
pequeños equipos, actividades en grupo y desarrollar los movimientos infantiles como
el mejor complemento de la educación de la fe. En ellos el niño adquiere una verdadera
experiencia comunitaria de la vida y se inicia en el compromiso apostólico.
163
La actividad catequética de esta edad debe orientarse a conseguir una verdadera
personalización de la fe, ayudando a poner las bases decisivas de una auténtica
personalidad creyente para el preadolescente.
“Anunciamos una palabra que se cumple; Cristo está con nosotros y nos descubre el misterio
de Dios, el misterio del hombre y el misterio del mundo”
El enunciado de este principio global nos lleva a desglosarlo en tres objetivos concretos:
La catequesis puede contribuir a poner las bases muy decisivas para la personalidad del
creyente, si consigue que el mensaje cristiano sea captado en su significación viva.
También durante la preadolescencia este encuentro con Dios Padre y con Jesús
resucitado, presentes en la vida concreta de cada uno, en los acontecimientos y en la
comunidad, debe configurar su personalidad de creyente.
“El reconocer a Dios presente en las encrucijadas de esta etapa vital, en las experiencias
más hondas, lleva a los preadolescentes a iniciarse en el sentido de su propia vida, esto
es, a levantar un poco más el velo del misterio acerca de sí mismos y del hombre en
general, del mundo que los rodea, e incluso de Dios”.
164
La catequesis en esta etapa, por lo tanto, ha de llevarse a cabo en el interior de su
existencia concreta, individual y colectiva, en la relación con las experiencias profundas
que marcan su vida y que, en una u otra medida, les dan sentido y esperanza.
Es necesario que el niño capte que el mensaje está conectado totalmente con su vida; y
que, al tomar conciencia de su propia realidad y de la del entorno, le sea más fácil la
comprensión de las manifestaciones de Dios en el mundo, en la historia, en cada hombre
y en el hombre-Jesús de Nazaret que vive hoy como Señor y nos reúne en su Iglesia.
Todo ello se realizara con la adquisición de un conocimiento vital y orgánico del mensaje
cristiano.
Aprender a situarse ante sí mismo, ante los demás y ante la sociedad desde
la perspectiva cristiana.
Al mismo tiempo, le urge experimentar el encuentro con el otro, con el amigo, con la
persona del otro sexo, con el grupo, con el adulto –modelo de identificación- que le van a
ayudar a ser.
Así mismo, experimenta el encuentro con el mundo y con una sociedad sometida al
cambio y a las contradicciones, una sociedad que construye y que se destruye, y una
historia que viene de un pasado y camina hacia un futuro.
165
En este sentido, es importante tener en cuenta el papel educativo que tienen en esa edad
los testimonios de vida cristiana adulta y de los propios educadores. Hay que situarse
ante los preadolescentes como modelos de referencia con los que se pueda confrontar y
a los que se pueda admirar y seguir.
3. Núcleos temáticos
Vamos a presentar los núcleos temáticos que corresponden a cada uno de los períodos o
ciclos de la educación de la fe de los niños.
Para ello, nos vamos a servir de las orientaciones elaboradas por la Comisión Episcopal
de Enseñanza y Catequesis de la Conferencia Episcopal Española.
Con esto, no tratamos de imponer una sola manera para el desarrollo del contenido de
nuestra fe; simplemente ofrecemos un punto de referencia válido y sugerente, remitiendo
a las orientaciones y programas que haya elaborado la correspondiente Iglesia local o
nacional. Recordamos que, en cualquier caso, se debe tener presente:
“que conecten con la vida concreta de la generación a la que se dirige, teniendo bien
presentes sus inquietudes y sus interrogantes, sus luchas y sus esperanzas
Que se esfuercen por encontrar el lenguaje que entiende esa generación
Que se propongan decir todo el mensaje de Cristo y de su Iglesia, sin pasar por alto
ni deformar nada, exponiéndolo todo según un eje y una estructura que haga
resaltar lo esencial.
Que tiendan realmente a producir en sus usuarios un conocimiento mayor de los
misterios de Cristo en orden a una verdadera conversión y a una vida más conforme
con el querer de Dios”
Despertar religioso
166
Se ha de procurar iniciar al niño en el misterio de Dios en un ambiente de oración y
alabanza. Así mismo, estas incipientes actitudes religiosas deben ser estructuradas por
unos conocimientos elementales para la fe a partir de fórmulas sencillas que el niño
puede memorizar.
La iniciación básica de la fe
Los niños a los que nos dirigimos en este período, acaban de insertarse conscientemente
en el ámbito escolar, comenzando a frecuentar la catequesis parroquial.
Los núcleos a los que se debe presentar atención durante esta etapa los describimos a
continuación.
En este período, la “Catechesi Tradendae” indica que se presenten “si bien de manera
elemental, todos los principales misterios de la fe y su repercusión en la vida moral y
religiosa del niño; catequesis que da sentido a los sacramentos y, a la vez, recibe de los
sacramentos vividos una dimensión vital que le impide quedarse en meramente doctrinal y
comunica al niño la alegría de ser cristiano” (CT. 37)
La edad de los nueve a los once es considerada como adecuada para realizar la primera
síntesis de fe.
167
Con la intención de que esto se realice, ofrecemos unos núcleos que parecen
fundamentales para que el objetivo pueda cumplirse.
Subrayar que el cristiano forma parte del Pueblo de Dios que tiene una historia,
una larga tradición sin la que no puede comprenderse su propia identidad.
Poner de relieve que la totalidad de esa historia se centra en Cristo, a quien hoy
podemos encontrar realmente en la Iglesia.
(CT. 27)
168
particularmente, la Plegaria Eucarística que incluye en sí misma y celebra
lo esencial de la fe.
En este núcleo se puede desarrollar una historia de la Iglesia muy sumaria en la que se
refleja cómo, bajo el impulso del Espíritu Santo, se han mantenido con fidelidad el
Mensaje Cristiano y la institución que él fundó sobre los Apóstoles. La historia, tal como la
entiende la fe cristiana, incluye un final en el que se dará cumplimiento a las promesas.
El cristiano, por vocación, se compromete en las tareas del mundo sin olvidar un más allá
que será revelado plenamente en la vida futura. (cf. Pablo VI, EN. N. 28s)
La personalización de la fe
Nos dirigimos ahora a chico y chicas que han entrado en la adolescencia. Po ello, los
núcleos que vamos a indicar ahora, están en consonancia con la situación vital por la que
atraviesan.
- El cambio y el crecimiento
- La búsqueda de identidad
- La búsqueda de Dios mediante la maduración de la fe.
A lo largo de este núcleo se aborda cómo Jesucristo revela el rostro del Padre y su
misterio trinitario. La profundización en estas realidades se lleva a cabo mediante el
Espíritu que Jesús envió a la Iglesia.
Estos cuatro núcleos están seriamente imbricados entre sí, por lo que no se trata de
seguir un recorrido predeterminado, sino de establecer las relaciones que en cada
momento convenga entre los cuatro núcleos.
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Objetivos específicos y contenidos de la catequesis de niños
Por pastoral infantil podemos entender la acción educativa cristiana, preferentemente de
tipo catequético, realizada en el ámbito pastoral de la comunidad cristiana, dirigida a los
niños de 4 a 14 años aproximadamente.
La primera infancia tiene como objetivo el despertar de las capacidades religiosas del
niño; la etapa de la infancia intermedia debe orientarse hacia la consecución de una
iniciación básica en la fe; la etapa de la infancia adulta debe facilitar la adquisición de
una primera síntesis de fe; la actividad catequética de la preadolescencia debe
orientarse a conseguir una verdadera personalización de la fe.
El conjunto de núcleos temáticos puede ser desarrollado según los siguientes bloques:
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- La primera síntesis de fe (9-11 años): Historia de la Alianza de Dios con los
hombres, la salvación por Jesucristo, el Señor, la realización de la salvación en la
Historia.
- La personalización de la fe (12-14 años o primera adolescencia): experiencias e
interrogantes más importantes del preadolescente, Cristo está entre nosotros,
Cristo nos descubre el misterio de Dios, Cristo nos descubre el misterio del
hombre y del mundo.
Ficha de lectura
Actividades
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Señor Jesús que dijiste a tus discípulos: Vosotros me llamáis MAESTRO en verdad lo soy,
ayúdanos a descubrirte como nuestro camino, verdad y vida, ayúdanos a descubrir en tus
palabras, la sabiduría que oriente nuestros pasos y el amor que reanime nuestros
corazones.
Tú que iluminas a todo hombre que viene a este mundo haz que tus actitudes frente al
Padre y frente a los hermanos, especialmente los más pobres, nos sirvan de modelo que
acreciente nuestra entrega generosa y así podemos vivir tu Reino cada día y nos
preparemos para anunciar tu Evangelio de Justicia, Paz y Misericordia.
Así sea.
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