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PEDAGOGÍA CATEQUÍSTICA

Instituto Internacional de Teología a Distancia


NIHIL OBSTAT

D. Manuel del Campo Guillarte

Director del Secretariado Nacional de Catequesis

IMPRIMATUR

D. Joaquín Iniesta Calvo- Zataraín

Provicario General de la Archidiócesis de Madrid

Madrid 11 de Septiembre 1993

1996 INSTITUTO INTERNACIONAL DE TEOLOGA A DISTANCIA

José Ortega y Gasset, 62. 28006 MADRID

Prohibida la reproducción total o parcial

I.S.B.N.:84-88118-07-4

D.L.:M-30308-96

IMPRIME : LETTERGRAF,S.L.

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PRESENTACIÓN
El Instituto Internacional de Teología a Distancia le ofrece el texto de La
Pedagogía Catequística, de la especialidad Catequética del Plan de Formación
Sistemática.

Como perspectiva general se ha intentado resaltar las líneas fundamentales de la


acción catequética, los elementos de la misma, las tareas a realizar y los medios
que tiene que utilizar.

Está presentado en un estilo directo, sencillo y concreto, para facilitar el estudio y


adquirir una cisión actualizada de la acción catequética.

Es un material de estudio y de trabajo con el mismo esquema didáctico que los


otros textos del Plan de Formación Sistemática; dividido en unidades didácticas,
cada unidad está compuesta por presentación, objetivos, contenido, resumen
global del tema, ficha de lectura y actividades.

Su elaboración ha sido realizada por el departamento de catequética del IITD en


unión con el equipo de pedagogos. A todos nuestro agradecimiento.

Cordialmente.

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CONTENIDO DE ESTE MATERIAL DIDÁCTICO
U.D.1 La catequesis en la Iglesia 7

La catequesis acción de la Iglesia 8

El lugar de la catequesis dentro de la vida de la Iglesia 10

U.D.2 Identidad de la catequesis 16

Carácter propio de la catequesis 17

U.D.3 Tarea de la catequesis 21

La confesión de la fe adulta 22

La fe adulta 26

U.D. 4 El contenido de la catequesis 33

El contenido catequético 34

El mensaje cristiano 35

La fuente de la catequesis 39

La ordenación y estructura del contenido catequético 40

Lenguaje y materiales catequéticos 42

U.D.5 El adulto y sus características 47

El adulto 48

El adulto desde la psicología 53

El adulto desde nuestra sociedad 59

Tipología de adultos 61

U.D 6 Objetivos específicos y contenidos de la catequesis de adultos 73

La catequesis de adultos 74

Objetivos de la catequesis de adultos 77

Los contenidos de la catequesis de adultos 81

U.D.7 El catequista de adultos 86

La tarea del catequista de adultos 87

La catequesis de adultos: actividad eclesial 87

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Cualidades del catequista de adultos hoy 89

La formación del catequista de adultos 89

U.D 8 El adolescente-joven y sus características 94

Evolución física 95

Evolución intelectual 97

Evolución afectiva 98

Evolución social 101

Evolución moral 103

El adolescente-joven en la sociedad 105

Factores religiosos en la juventud 111

U.D. 9 Objetivos y contenidos de la pastoral juvenil 119

Situación de la pastoral juvenil 120

Objetivos específicos 122

Contenidos de la pastoral juvenil 124

U.D 10 El niño y sus características 128

Primera infancia 129

Infancia intermedia 132

Infancia adulta 135

La preadolescencia 137

Los riesgos sociológicos del niño hoy 139

La religiosidad del niño 146

U.D 11 Objetivos específicos y contenidos de la catequesis de niños 154

Situación de la pastoral infantil 155

Objetivos específicos 156

Núcleos temáticos 163

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SIGLAS
AA = Apostolicam actuositatem

Ad = Ad gentes

CA = Catequesis de adultos

CACC= La catequesis de adultos en la comunidad

CC = La catequesis de la comunidad

CD = Christus Dominus

CDC = Codigo de Derecho Canónico

CF = El catequista y su formación

Ch L = Christifideles laici

CT= Catechesi Tradendae

CVP = Los católicos en la vida pública

DCG = Directorium Catechisticum Generale

DM = Dives in Misericordia

DV = Dei Verbum

EN = Evangelii Nuntiandi

GE = Gravissimum educationis

GS = Gaudium et Spes

LG = Lumen Gentium

MPD = Mensaje al Pueblo de Dios

RH = Redemptor hominis

RICA = Ritual de iniciación cristiana de adultos

SC = Sacrosanctum Concilium

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UNIDAD DIDACTICA 1
LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA
En esta primera unidad didáctica tratamos de situar la catequesis dentro del
conjunto de la vida y de las acciones pastorales de la iglesia.

La catequesis es una etapa del proceso de evangelización de la Iglesia que trata


de conducir hasta la adultez en la fe a quienes han optado por el Evangelio o se
encuentran definitivamente iniciados en la vida cristiana.

La catequesis es una tarea necesaria y primordial dentro de la misión


evangelizadora de la Iglesia. Sin ella la actividad pastoral de la comunidad
cristiana no tendría raíces y sería superficial y confusa.

El hecho de que la catequesis sea puente entre la acción misionera y la acción


pastoral tiene grandes repercusiones en la praxis evangelizadora de las
comunidades cristianas. No debe ser considerada como una actividad pastoral
más, entre otras muchas que una comunidad puede darse. Es una etapa básica y
fundamental que tiene que tener un lugar privilegiado dentro de la vida y
organización de las comunidades cristianas.

En esta unidad didáctica nos proponemos:

- Situar la catequesis dentro del marco comunitario que le corresponde


- Valorar personalmente la relación que existe entre comunidad cristiana y
catequesis
- Aplicar los criterios estudiados al ámbito concreto de la catequesis de tu
comunidad.

Para ello nos vamos a servir del siguiente recorrido:

- La catequesis en la Iglesia
- El lugar de la catequesis dentro de la vida de la Iglesia.

1. La catequesis, acción de la Iglesia


La Iglesia es ante todo asamblea de llamados, de convocados, de reunidos por la
escucha y la obediencia de la Palabra de Dios. “la Iglesia nace de la acción
evangelizadora de Jesús y de los doce” (EN. 15). Su palabra es la que convoca y hace
nacer a la Iglesia como comunidad de creyentes (cf. Hch 2,41. 47).

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La Palabra de Dios no solo da origen a la Iglesia, sino que la edifica y la hace crecer (cf.
Hch 6,7; 12,24; 19,29). La Iglesia se edifica y se desarrolla en la medida en que la Palabra
de Dios reside en ella abundantemente (cf. Col. 3,16).

De esta estrecha dependencia de la Iglesia respecto a la Palabra de Dios se deriva la


necesidad de constante escucha de la Palabra que debe caracterizar toda su vida. La
Iglesia tiene la necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer (EN. 15).

Al ser sacramento universal de salvación, la Iglesia no solo tiene la necesidad de ser


continuamente evangelizada, sino que queda comprometida en el anuncio y transmisión
de la Palabra de Dios al hombre y al mundo.

La misión de anunciar y transmitir la Palabra evangélica representada de algún modo el


vértice de la misión eclesial, “la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más
profunda” (EN. 14).

Entre las funciones propias de su misión, la Iglesia ejerce un especial ministerio de la


Palabra (cf. Hch 6,4), a través de la cual se hace presente y operante la palabra misma de
Dios. En el misterio eclesial de la palabra, se encarna la palabra eficaz y dinámica de
Dios.

Las formas básicas del ministerio de la Palabra son: el primer anuncio, la catequesis y la
homilía. No son las únicas, pero sobre ellas descansa, fundamentalmente, el anuncio y la
transmisión de la Palabra de Dios que habita en la Iglesia.

Como forma del servicio de la Palabra, la catequesis queda necesariamente marcada por
el carácter de eclesialidad de la palabra y de la fe, existiendo siempre la mutua
dependencia entre Iglesia y catequesis.

La catequesis es una acción eminentemente eclesial. No puede concebirse un desarrollo


de la acción catequética que no remita a la Iglesia como a su lugar y referencia
indiscutible: la catequesis ha sido siempre, y seguirá siendo, una obra de la que la Iglesia
entera deber sentirse y querer ser responsable (CT.16)

La relación estrecha existente entre Iglesia y catequesis se expresa en la conciencia


catequética actual en términos según los cuales la Iglesia es para la catequesis lugar,
sujeto, objeto y meta.

La Iglesia es el lugar natural de la catequesis. Esta idea claramente afirmada en el


mensaje final del sínodo de 1977 (n13), es hoy patrimonio común de la reflexión
catequética. La catequesis encuentra su natural y fundamental ámbito de referencia en la
comunidad eclesial (cf. CC: 202), como parte del ministerio de la Palabra

La Iglesia es el sujeto de la catequesis. También es ésta una convicción proclamada en el


Sínodo de 1977.”La comunidad cristiana es responsable de la catequesis, en cuanto que
es pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y signo universal de la salvación” (proposición 25).
Es, por tanto, toda la comunidad eclesial la que debe considerarse agente responsable de
la acción catequética (cf. CC22-26; Puebla 9833)

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La iglesia es destinataria, igualmente, de la catequesis. Esta no se dirige exclusivamente
a las personas en su singularidad, sino que considera a toda la Iglesia como destinataria
verdadera y propia de su acción. La catequesis es, en efecto, “la forma de acción eclesial
que conduce a la madurez de la fe, tanto a las comunidades como a cada fiel.” (DCG. 21).

La Iglesia es también objetivo y meta de la catequesis, porque la misma catequesis


constituye y edifica la Iglesia y acompaña el camino de su crecimiento (cf Puebla. 992-
995) de modo que la catequesis “la Iglesia edifique a la Iglesia” (Puebla 993)

A nivel local, la eclesialidad de la catequesis se manifiesta, sobre todo, en el papel


fundamental de la comunidad cristiana en el proceso catequético concreto, que constituye
el sujeto principal y el lugar natural de la catequesis (cf. Sínodo 77.n°13). Pero esta
dimensión de la catequesis será desarrollada más adelante, cuando se hable de los
lugares catequéticos.

La catequesis no es solo una acción de la Iglesia y para la Iglesia, sino que es, igualmente, o quizá,
por ello mismo, una tarea necesaria y prioritaria dentro de la Iglesia.

“Cuando más sea capaz la Iglesia, a escala local o universal, de dar la prioridad a la catequesis –por
encima de otras iniciativas cuyos resultados pueden ser más espectaculares- tanto más la Iglesia
encontrará en la catequesis una consolidación de su vida interna, como comunidad de creyentes, y
de su actividad externa como misionera. En este final del siglo XX. Dios y los acontecimientos, que
son otras tantas llamadas de su parte, invitan a la Iglesia a renovar su confianza en la acción
catequética como una tarea absolutamente primordial de su misión (CT. 13)

La razón de la necesidad y la prioridad de la catequesis residen en que es totalmente necesaria para


la existencia y desarrollo de la misma Iglesia y de la vida cristiana. Sin ella la acción evangelizadora
y apostólica de la Iglesia no tendría raíces y, prácticamente, no existiría; “la catequesis está
íntimamente unida a toda la vida de la Iglesia…Su crecimiento interior y su correspondencia con el
designio de Dios dependen esencialmente de ella” (CT.13)

Por ello, la Iglesia “es invitada a consagrar a la catequesis sus mejores recursos en
hombres y energías, sin ahorrar esfuerzos, fatigas y medios materiales, para organizarla
mejor y formar personal capacitado. En ello no hay mero cálculo humano, sino una
actitud de fe” (CT.15)

En los momentos actuales, en los que la Iglesia quiere impulsar una nueva
evangelización, la catequesis adquiere una importancia prioritaria para que esta acción
evangelizadora renga sólidos fundamentos.

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2. El lugar de la catequesis dentro de la vida de la Iglesia
Si la catequesis es una acción de y para la Iglesia, conviene ahora situarla dentro de la
vida misma de la Iglesia para determinar mejor su función peculiar

Todos los documentos actuales sobre la catequesis (DCG, EN, CT, CC), sitúan a ésta
dentro de la misión evangelizadora de la Iglesia, como parte integrante de la misma.

Según la intuición pastoral de Pablo VI en la EN, la evangelización es lo que mejor define


la misión total de la Iglesia, “su identidad más profunda, ya que ella existe para
evangelizar” (EN.14).

La evangelización es un proceso rico, complejo y dinámico que “resulta imposible


comprender si no se abarcan todos sus elementos esenciales” (EN. 17).

“Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que
comporta la evangelización si no es con el riesgo de empobrecerla e, incluso, mutilarla. Resulta
imposible comprenderla si no se trata de abarcar de golpe todos sus elementos esenciales”. EN.17

Ya el Concilio Vaticano II (cf. AG.11-15) había descrito la dinámica y la sucesión lógica de


todo proceso evangelizador en éstos términos: testimonio y presencia de la caridad,
primer anuncio del Evangelio y conversión, catecumenado e iniciación cristiana, formación
de la comunidad cristiana y apostolado.

Según esto, la Iglesia realiza la evangelización cuando desarrolla la totalidad de los


elementos que la componen, es decir, cuando

 Anuncia al mundo el Evangelio del Reino de Dios,


 Da testimonio entre los hombres de la nueva manera de ser y de vivir que él inaugura,
 Educa en la fe a los que se convierten a él,
 Celebra en la comunidad de los creyentes, mediante los sacramentos, la presencia del
Señor y el don del Espíritu Santo,
 Impregna y transforma con su fuerza todo el orden temporal, según el designio salvífico de
Dios.

Esta concepción dinámica y totalizante de la evangelización es la que da sentido y


coherencia a todas las acciones pastorales que configuran la misión de la Iglesia

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Etapas del proceso evangelizador

La evangelización está estructurada en etapas o fases sucesivas, “que es preciso abarcar


conjuntamente en la unidad de un único movimiento” (CT. 18).

Las etapas que configuran el proceso evangelizador de la Iglesia son tres:

 La acción misionera que, dirigida a los no creyentes y alejados de la fe, trata de suscitar en
ellos la fe y la conversión iniciales
 La acción catequética que, dirigida a los que han optado por el Evangelio, trata de
conducirles a una confesión adulta de la fe
 La acción pastoral que, dirigida a los fieles de la comunidad cristiana, ya iniciados en la fe,
trata de que crezcan continuamente en todas las dimensiones de la misma

La acción misionera

La acción misionera es la acción típicamente evangelizadora, se sitúa en el despertar


del proceso de la fe y va dirigida al mundo de los no creyentes.

Por acción misionera se entiende todo lo que la Iglesia vive testimonialmente, anuncia
explícitamente y hace por el hombre y su mundo, para establecer el Reino de Dios y para
que las personas den su adhesión a Jesucristo y su Evangelio.

El elemento más importante de la acción misionera es el anuncio explícito del Evangelio


con palabras y signos, y los destinatarios de este primer anuncio son todos aquellos que,
por una u otra cosa, no viven la Buena Nueva de Jesucristo.

La acción catequética

Podemos descubrir la catequesis como: “la etapa (o periodo


La acción catequética es una intensivo) del proceso evangelizador, en la que se capacita
etapa de la evangelización básicamente a los cristianos para entender, celebrar y vivir el
que trata de conducir hasta la Evangelio del Reino, al que han dado su adhesión, y para
madurez de la fe a quienes participar activamente en la realización de la comunidad
han optado por el Evangelio o eclesial y en el anuncio y difusión del Evangelio. Esta
se encuentran deficientemente formación cristiana –integral y fundamental- tiene como
iniciados en la vida cristiana. meta la confesión de fe “CC.34

La acción catequética supone la adhesión global al Evangelio de Jesucristo y tratar de


hacer madurar esa adhesión inicial. Por eso los destinatarios son todos los que vienen de

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la increencia o de la indiferencia y los que, vinculados a la comunidad cristiana, necesitan
una sólida fundamentación de su fe.

La acción pastoral
La acción pastoral es la que la Iglesia realiza con los fieles de la comunidad cristiana, es
decir, con los ya iniciados y cuya fe, por tanto, está suficientemente fundamentada. La
acción pastoral se encamina tanto a seguir educando en la fe a los fieles como hacer de
ellos miembros vivos de la vida y de la misión de la Iglesia. La acción pastoral comprende
tanto el servicio de la Palabra como la celebración de la liturgia y la acción caritativa y
social.

Si lo propio de la acción misionera es suscitar la fe inicial de los no creyentes o no


convertidos, y lo especifico de la acción catequética es fundamentar la fe inicial, lo
peculiar de la acción pastoral es la educación y alimentación cotidianas de la fe, con
vistas a la comunión y a la misión.

Estas tres etapas no indican el orden riguroso y fijo que todo proceso de evangelización
ha de seguir en su desarrollo; pero si manifiestan el orden lógico de ese proceso al
mostrarnos la relación estrecha que guardan entre si las distintas acciones eclesiales.
Ahora bien, ¿cómo se sitúa la catequesis dentro de este proceso evangelizador de la
Iglesia?

La comunidad cristiana, lugar de la catequesis


La catequesis adquiere su razón de ser y su inspiración más profunda como parte
integrante de la misión evangelizadora de la Iglesia. La catequesis es un momento
señalado del proceso total de la evangelización y, como tal, no tiene sentido separado del
conjunto de las actividades pastorales y misioneras de la Iglesia (cf. CT. 18).

Sin embargo la catequesis no se confunde con otras acciones que preparan (charlas,
convivencias…) o siguen a la catequesis (predicaciones, celebraciones…) (cf. CC. 30-35).
La catequesis se sitúa entre la actividad misionera, dirigida a los no creyentes, y la acción
pastoral, dirigida a los fieles cristianos y tiene como tarea preparar para una
participación adulta en la comunidad cristiana a todos los que se han convertido
inicialmente al Evangelio.

La catequesis sigue a la acción misionera y pone los cimientos de la comunidad cristiana


para que la acción pastoral que hay que desarrollar en ella pueda obtener todos los frutos
(CC.33).

Función propia de la catequesis


En el apartado anterior hemos situado la catequesis dentro de la acción evangelizadora
de la Iglesia. Ahora vamos a relacionarla con la amplia tarea eclesial de la educación en la
fe, en él ordena seguir perfilando su identidad propia.

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Todas las acciones del proceso evangelizador de la Iglesia contribuyen, de alguna
manera, a educar en la fe, es decir, a hacer madurar la fe de los cristianos.

Esta educación se realiza por medio de múltiples formas y en ámbitos muy diversos: la
predicación, la catequesis, la celebración litúrgica, la acción de los cristianos en el mundo,
la enseñanza de la teología, etc. Todo en la Iglesia, sus diferentes acciones, sus tomas de
postura o su propia configuración, educa en la fe a los cristianos..

Sin embargo, no todas estas modalidades o cauces de educación en la fe son


propiamente catequesis. Cuando se habla de “educación en la fe” se está indicando una
serie de acciones mucho más amplía que lo que se indica con la palabra “catequesis”.
Esta se encuentra entre aquellas, pero no se confunde con ellas, tiene su propia
especificidad que la distingue con carácter propio. Por tanto, decir “educación en la fe” es
afirmar algo más amplio que “catequesis”,

De una manera especial la educación de la fe se realiza en las múltiples formas del


ministerio de la Palabra: catequesis, homilía, enseñanza religiosa escolar, enseñanza de
la teología, etc.

La catequesis es una forma peculiar de educación en la fe con una función propia que la
distingue de las otras modalidades del ministerio de la Palabra.

La misión propia de la catequesis es la de fundamentar la acción pastoral de la comunidad


cristiana. La catequesis es la escuela básica de la iniciación de la fe, porque contribuye a la
construcción de los cimientos de la comunidad cristiana (CC: 65), mediante una iniciación global
y sistemática a las diversas expresiones de la fe cristiana (cf. CT. 21), a través de un periodo
intensivo y prolongado de la formación cristiana integral y básica (CC.61)

Ciertamente la catequesis es una forma peculiar de educación de la fe y tiene una función


propia, de gran importancia. Pero “no debemos atribuirle, ni ella debe apropiarse, más
campos y responsabilidades que el suyo propio. Debemos evitar que la catequesis,
pretendiendo que lo sea todo, termine por perder su identidad dentro de la acción
pastoral (CC.59).

Para evitar esta confusión conviene ahora referirse a otras formas de ministerio de la
Palabra que guardan con la catequesis una especial vinculación: primer anuncio, homilía,
formación cristiana de adultos, enseñanza religiosa escolar, teología, etc.

Otras formas de ministerio de la Palabra


El primer anuncio, como ya se ha visto, está en el corazón de la acción misionera y trata
de suscitar la fe inicial, nunca tenida o hace tiempo apagada.

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La homilía se sitúa en el corazón de la educación comunitaria ordinaria y permanente de
la fe, en el ámbito de la celebración.

La formación cristiana de adultos en los movimientos y las asociaciones apostólicas


representan una formación subsiguiente a la catequesis, de carácter más permanente y
más orientado a la finalidad específica que se persigue en esos grupos cristianos.

La enseñanza de la teología contempla la “exposición sistemática de las verdades de la


fe” (DCG.17) y se centra, supuesta ya la catequesis, en la educación de la inteligencia de
la fe.

La enseñanza religiosa escolar contempla el hecho religioso y cristiano en diálogo con


la cultura, dentro del ambiente y finalidades propias de la escuela, dirigido a creyentes y
no creyentes. En este sentido no es catequesis en sentido formal y pleno, aunque
presenta rasgos que lo aproximen, según los casos, a la evangelización, a la catequesis o
la reflexión teológica (cf. ERE. 71-78).

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LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA

La catequesis es una etapa del proceso de evangelización de la Iglesia que trata de


conducir hasta la adultez en la fe a quienes han optado por el Evangelio o se encuentran
deficientemente iniciados en la vida cristiana.

La catequesis es una tarea necesaria y primordial dentro de la misión evangelizadora de


la Iglesia. Sin ella la actividad pastoral de la comunidad cristiana no tendría raíces y sería
superficial y confusa.

El movimiento catequético actual y documentos eclesiales más recientes sobre la


catequesis coinciden en señalar la comunidad cristiana como origen, lugar, agente
responsable y meta de la catequesis.

 Origen: en la catequesis, servicio pastoral de la Palabra, la Iglesia se va


manifestando como realidad sacramental de la salvación.
 Lugar : la catequesis inicia y profundiza la experiencia de la fe cristiana, que no
es una realidad individual sino comunitaria.
 Agente responsable: la comunidad entera tiene el encargo de ayudar a quienes
desean conocer l Señor, ocupándose del reclutamiento, formación y apoyo de los
catequistas.
 Meta: la catequesis constituye y renueva la comunidad mediante la integración y
maduración en la fe de los catequizados.

Ficha de lectura:

CEEC. La catequesis en la comunidad, Madrid. Edice. 1983, nn.30-76

Conferencia del Episcopado Mexicano, Santo Domingo, IV Conferencia General del


Episcopado Latinoamericano, México. 1992. nn. 33,41.49.

Actividades.

1. Lee los números de los documentos citados en las lecturas recomendadas o, al


menos uno de ellos, y haz un esquema de las etapas del proceso evangelizador.

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2. Dirígete a tu Parroquia o a otra con la que tengas confianza y descubre si tienen
plateado las etapas del proceso evangelizador y que actividades concretas
realizan para llevarlo a la practica

UNIDAD DIDACTICA 2

IDENTIDAD DE LA CATEQUESIS
En la unidad anterior hemos tratado de situar a la acción catequética dentro del proceso
total de la evangelización. En ésta vamos a profundizar en el carácter propio de la
catequesis, considerada en si misma analizando su peculiaridad específica.

Nuestro propósito es facilitar a los grupos catequéticos, principalmente a los responsables


de los mismos, unos criterios fundamentales que les ayuden a profundizar en el carácter
propio de la acción catequética.

Por esto, es necesario que nos preguntemos: ¿qué es catequizar auténticamente?, y que
nos esforcemos en responder a este interrogante. Para ello, vamos a detenernos en la
concepción de la catequesis propuesta por la exhortación apostólica “Catechesi
Tradendae” de Juan Pablo II.

Mediante esta unidad pretendemos

- Determina el carácter propio y específico de la catequesis


- Valorar su importancia dentro de la acción pastoral de la comunidad cristiana
- Capacitar para una acción catequética, eficaz y coherente.

Para ello desarrollaremos el siguiente contenido

- Carácter propio de la catequesis

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1. Carácter propio de la catequesis
Después de citar a la catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia y de realizarla
con las múltiples acciones educativas de la fe, vamos a ofrecer una síntesis sobre el
carácter propio de la catequesis. Será otro eslabón más de nuestra reflexión sobre la
identidad.

Juan Pablo II señala en la Exh. Ap. Catechesi Tradendae que no quiere dar una
definición rigurosa y formal de la catequesis, ya que esta tarea está suficientemente
ilustrada en el Directorio general de la Catequesis, y compete a los especialistas
enriquecer cada vez más su concepto y articulación (CT. 18). Sin embargo, la descripción
que da la catequesis es sumamente rica y permite delimitar bien su carácter propio.

Habla de dos conceptos de la catequesis: un concepto restringido y un concepto amplio o


pleno:

a) Sentido restringido la catequesis “es la simple enseñanza de las fórmulas que


expresan la fe, sentido al que, por lo común, se atienen las exposiciones
didácticas” (CT.26). este sentido restringido de la catequesis no contradice, sino
que está incluido en el sentido amplio, que es propiamente lo que hoy día se
entiende por catequesis.
b) Sentido amplio o pleno, la catequesis, “es la educación de la fe de los niños, de
los jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la
doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático, con miras a
iniciarles en la plenitud de la vida cristiana”. (CT.18)

Según esta última descripción, la catequesis abarca los siguientes elementos:

 Una acción educativa de la fe.


 Dirigida a los niños, jóvenes y adultos.
 Que comprende una enseñanza del mensaje revelado.
 Ofrecido de modo orgánico y sistemático.
 Para una iniciación en la plenitud de la vida cristiana.

La catequesis no es una mera instrucción doctrinal, sino una acción educativa de la fe.
La forma peculiar de la educación de fe de la catequesis, consiste en garantizar “una
iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana” (CT. 21).

Esta iniciación integral abarca tres componentes básicos


 Cognoscitiva : adquisición de los conocimientos básicos de la fe
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 Afectivo: desarrollo de las actitudes y convicciones fundamentales de la fe

 Comportamental: adquisición de las formas de conducta y acción que caracterizan el


La catequesis educa al hombre entero (CT.20), para que se vea impregnado por la
Palabra de Dios, hasta “alcanzar el fondo del hombre” (CT.52); y educa en todas las
dimensiones de la fe: conversión a Dios, conocimiento del mensaje, moral evangélica,
vida comunitaria y acción apostólica: “la catequesis ilumina y robustece la fe, anima a la
vida con el espíritu de Cristo, lleva una consciente y activa participación del misterio
litúrgico y alienta a una acción apostólica”. (GE. 4; Cf. CC.132).

La catequesis se dirige también a todos los cristianos (Cf. CT.35-45): “en la Iglesia de
Jesucristo nadie debería sentirse dispensado a recibir la catequesis, pues la iglesia es a la
vez la gran catequesis y la gran catequizada” (CT.45).

“Aunque todas las edades de la vida son sujetos directos de catequesis, “hay un momento del
proceso cristiano que necesitan una particular atención, como los de la iniciación cristiana, la
adolescencia, elección de estado y otras circunstancias de mayor relieve en la vida personal “

(J. Pablo II, Granada, 1982, n° 4)

Sin embargo, el proceso catequético debe tener siempre un principio y un fin en la vida
del cristiano. (Cf CC.101). Este no puede verse sometido a una constante iniciación
catequética, aunque sí debe estar en un proceso permanente de educación en la fe, a
través de las otras formas de acción pastoral de la comunidad cristiana, que tiene carácter
estable, para alimentar permanentemente la fe de los cristianos.

La catequesis comprende la enseñanza del mensaje revelado. Un amplio capítulo de la


Catechesi tradendae, se dedica a la fuente y contenido del mensaje de la catequesis que
es la Palabra de Dios transmitida en toda su integridad: “El discípulo de Cristo tiene
derecho a recibir la ´palabra de la fe” (Rom. 10,8) no mutilada, falsificada o disminuida
sino completa e integral, en todo su rigor y vigor (…). A ningún verdadero catequista le es
licito hacer por propia cuanta propia una selección del depósito de la fe, entre lo que
estima importante, y lo que estima menos importante, o para enseñar lo uno y rechazar lo
otro”. (CT. 30; Cf CT. 26-34).

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La enseñanza del mensaje revelado en la catequesis, es ofrecido de modo orgánico y
sistemático: “la auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática de
la Revelación” (CT.21). la catequesis, en su sentido propio, tiene un carácter ordenado y
sistemático y es precisamente en este carácter donde radica su diferencia respecto a las
demás formas de presentar la Palabra de Dios (Cf. CT.21).

La exhortación apostólica CT señala algunas características de este modo de enseñanza


orgánica y sistemática:

 Una enseñanza sistemática, no improvisada, siguiendo un programa que le


permita llegar a un fin preciso.
 Una enseñanza elemental que no pretenda abordar todas las cuestiones
disputadas ni transformarse en investigación teológica o en exegesis científica.
 Una enseñanza, no obstante, bastante completa, que no se detenga en el primer
anuncio del misterio cristiano, cual lo tenemos en el kerigma
 Una iniciación integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana” (CT.21)

La finalidad última de la catequesis es permitir una iniciación en la plenitud de la vida


cristiana: lo que distingue a la catequesis de otras formas de transmitir el mensaje
revelado, es “hacer madurar la fe inicial y educar al verdadero discípulo por medio de un
conocimiento más sistemático de la persona y del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo”
(CT.19).

“Vigilen atentamente que se dé con todo cuidado a los niños, adolescente, jóvenes, e, incluso a los
adultos la instrucción catequética que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva,
operativa, explicita y activa en los hombres, y que se enseñe con el orden debido y método
conveniente, no solo con respecto a la materia que se explicita, sino también a la índole,
facultades, edad y condiciones de vida de los oyentes, y que esta instrucción se fundamente en la
Sagrada Escritura, tradición, liturgia, magisterio y vida de la Iglesia.” CD: 14

La indicación catequética en la plenitud de la vida cristiana abarca:

 Una iniciación sistemática en el conocimiento del misterio de Cristo y del designio


salvador de Dios.
 Una iniciación a la vida evangélica, “ que no es más que la vida en el mundo,
pero una vida según las bienaventuranzas (CT.29)
 Una iniciación a la experiencia religiosa, en la oración y en vida litúrgica.
 Una iniciación en el compromiso misionero y apostólico de la Iglesia (Cf. CC. 84-
92)

Todas las consideraciones que hemos hecho hasta ahora se refieren a la catequesis
sistemática. Completándola, se encuentra la llamada catequesis ocasional, que se
realiza con ocasión de determinados acontecimientos de la vida personal, familiar, social
o eclesial (Cf. DCG.96). la catequesis ocasional participa de la noción de catequesis,

19
porque, aunque referida a u tema en concreto, lo trata con cierta sistematicidad,
desarrollando sus diferentes aspectos, aunque ambas modalidades –sistemática y
ocasional- no se deben identificar sin más (Cf. CC59-67).

La catequesis ocasional tiene, junto con la homilía, un valor educativo fundamental de la


vida de la Fe de la Comunidad Cristiana. En este sentido, su momento más oportuno se
sitúa en la acción pastoral, después de la catequesis sistemática, con adultos
básicamente iniciados (Cf. 78)

IDENTIDAD DE LA CATEQUESIS

Situada la catequesis en el contexto de la acción evangelizadora de la Iglesia, y


desarrollado su carácter específico, terminamos este tema con una descripción de la
misma que ayude a descubrir su identidad especifica.

LA CATEQUESIS ES:” La etapa(o periodo intensivo) del proceso evangelizador en la que


se capacita básicamente a los cristianos:

 Para entender, celebrar y vivir el Evangelio del reino, al que han dado su adhesión;
 Para participar activamente en la realización de la comunidad eclesial;
 Y el anuncio y difusión del Evangelio.

Esta formación cristiana –integral y fundamental - tiene como meta la confesión de fe “.


(CC.34)

Ficha de lectura:

Juan Pablo II, La Catequesis en nuestro tiempo (CT). nn. 18-25

Actividades:

1. Lee detenidamente los numero de la CT recomendados en la lectura y señala la


diferencia entre los dos sentidos de la catequesis: restringido y amplio

20
2. Fija tu atención en la catequesis que dais en tu Parroquia, descubre a cuál de los
dos sentidos responde: restringido o amplio y justifícalo por escrito.

UNIDAD DIDACTICA 3

TAREAS DEL CATEQUISTA


En la unidad anterior hemos estudiado la identidad de la catequesis, es decir, nos hemos
preguntado qué es la catequesis, cuál es la originalidad y su sentido específico dentro del
amplio campo de la acción pastoral de la Iglesia.

En esta unidad didáctica damos un paso más y nos preguntamos cuál es la finalidad
última de toda actividad catequética. Hablar de finalidad es hablar, sobre todo, de las
tareas que la catequesis tiene que desarrollar para cumplir su originalidad propia.

Siguiendo las directrices del Sínodo sobre la catequesis, señalemos dos metas
fundamentales de la acción catequética: la identidad cristiana y la fe adulta. Por eso
podemos afirmar ya desde ahora que catequizar es hacer hombres cristianos, adultos en
la fe.

Este tema puede ser muy útil para que orientes toda tu activad catequética en la
consecución de este objetivo fundamental.

En esta unidad nos proponemos:

- Conocer cuáles son las metas de la catequesis.


- Valorar la calidad de nuestro trabajo catequético
- Aplicar el contenido de esta unidad al campo de la catequesis

Para ello recorreremos los siguientes pasos:

- La confesión de fe
- La fe adulta

21
1. La confesión de la fe adulta
A la hora de definir la finalidad de la catequesis nos encontramos, en las orientaciones
oficiales de la Iglesia, con descripciones que apuntan hacia aspectos diversos y, a la vez,
complementarios.

 Unas apuntan hacia la vinculación a Dios en Cristo: - por obra de la


catequesis, las comunidades cristianas adquieren un conocimiento más profundo y
vivo de Dios y de su designio salvífico, que tiene su centro en Cristo (DCG.21).
 Otras apuntan al cristocentrismo de la catequesis: “la finalidad de la catequesis
es…el tiempo en el que el cristianismo, habiendo aceptado por la fe la persona de
Jesucristo como el solo señor y habiéndole presentado una adhesión global con la
sincera conversión del corazón, se esfuerza por conocer mejor a ese Jesús en
cuyas manos se ha puesto” (CT.20)
 Otras destacan la eclesialidad que persigue la catequesis: “La meta de la
catequesis consiste en hacer catecúmeno un miembro activo de la vida y misión
de la Iglesia” (CC.60)
 Otras, en fin, subrayan más el aspecto confesante de la fe en medio de los
hombres: “Es en el mundo (difícil) donde la catequesis debe ayudar a los cristianos
a ser, para su gozo y para el servicio de todos, luz y sal. Esto exige que la
catequesis de firmeza en su propia identidad (CT.56).

Sintetizando los diferentes aspectos de la finalidad de la catequesis a que apuntan estas


expresiones podemos decir, con el Sínodo de 1977, que la finalidad de la catequesis es la
confesión de fe: “la catequesis tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la
confesión de fe” (MPD.8).

La confesión de fe es la seña de reconocimiento de los cristianos y la expresión de su


propia identidad, porque a través de ella expresa la razón d su esperanza y la raíz de su
existir (cf. CC. 164)

En la gran tradición de la Iglesia, la confesión de fe es el símbolo de los apóstoles. A lo


largo del proceso catequético, el catequizando va descubriendo y profundizando los
principales elementos de este símbolo de fe. Este es un resumen de la historia de la
salvación y recoge las obras más importantes que Dios ha realizado en favor de los
hombres.

El símbolo apostólico no es una proclamación de creyentes aislados, sino la profesión de


fe del Pueblo de Dios que es la Iglesia. Cada cristiano lo recita siempre en singular,
porque es una acción personal, pero lo recita siempre en y a través de la Iglesia puesto
que lo hace como miembro suyo. La fe cristiana no es sino participación de la fe común
de la Iglesia.

La confesión de fe destaca en toda ella la palabra creo. Con esta expresión, más que un
puro asentamiento intelectual, se expresa la entrega plena e incondicional del hombre a
Dios: la entrega del hombre a Dios, expresada en la confesión de fe, se realiza a través

22
de un proceso de vinculación con Jesucristo y, a partir de Él, a Dios trino, a la Iglesia y
al mundo

La comisión internacional para la catequesis (COINCAT) en el documento “la catequesis


de adultos” en la comunidad cristiana (cf. CACC. 36-38), señala las dimensiones de la
confesión de fe, como finalidad de la catequesis, en estos términos.

 La conversión al Señor
La conversión a Jesucristo
 La pertenencia a la comunidad
 El servicio al mundo
La conversión a Jesucristo es el objetivo básico de todo proceso catequético: “En la
catequesis lo que se enseña es a Cristo…la constante preocupación de todo catequista
debe ser la de comunicar la doctrina y la vida de Jesús” (CT.6). Por eso “la catequesis
necesariamente debe ser cristocéntrica” (DCG.40). La vinculación a Jesucristo es el
centro de todo proceso catequético y compromete el resultado final del mismo.

La vinculación a Jesucristo implica el conocimiento y seguimiento gozoso de su persona y


de su mensaje y la participación en su destino. Por la adhesión a Él, toda la vida del
hombre queda incorporada a la suya y participa de su destino: vive, sufre, muere y
resucita con Cristo.

Por eso “no hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina,
la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios” (EN.22).

“Jesucristo – ver al cual es ver al Padre (cf. Jn. 14,19) -, con su total presencia y manifestación
personal, con palabras y obras, señales y milagros, sobre todo, con su muerte y resurrección
gloriosa de entre los muertos, finalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa la
revelación y confirma con el testimonio divino que vive Dios con nosotros para librarnos de las
tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna” DV. 4

Una catequesis cristocéntrica vincula necesariamente a Dios porque Jesús “habla


palabras de Dios y lleva a cabo la salvación que el Padre le confió” (DV.4). La catequesis
no sólo vincula a Dios sino que revela quién y cómo es Dios, porque Jesús se presenta no
sólo como el camino que conduce al Padre, sino como el único y definitivo rostro del
Padre (cf. Jn. 14,1-6). Detrás de su presencia y de su hacer se descubre quién y cómo es
Dios (cf.CC.178).Jesús vincula también al Espíritu Santo (cf. Jn.16-17). Él es el que llena
de Dios y habita en el corazón de los creyentes, y hace entrar en comunión con el Padre
(cf. Rom. 8,16). La adhesión a Cristo introduce así en la vida trinitaria. La catequesis
partiendo de Cristo, manifiesta y educa la imagen y la vivencia del Padre y del Espíritu.
Por ello, “la estructura de todo el contenido de la catequesis debe ser teocéntrico-trinitario:

Por Cristo, al Padre, en el Espíritu” (DCG. 41).

23
La pertenencia a la comunidad eclesial
Pero Jesucristo vincula también a su Iglesia como depositaria de la continuación de su
obra. A través de la catequesis somos reunidos por El en la Iglesia, como comunidad
fraterna y misionera.

“La participación de los laicos en la vida y misión de la Iglesia no puede comprenderse


adecuadamente
Si todo procesosicatequético,
no se sitúa enenel cualquier
contexto deedad
la Iglesia “misteriodebe
y situación, de comunión”. Comunión
suponer para quiencon
lo
Cristo:una
hace “Ya verdadera
no vivo yo, experiencia
vive en mi Cristo” (Gal. 2,2).
de Iglesia, Comunión con
la vinculación a lael Iglesia
misterioque
apostólico:
pretende Jesús
la
instituyó a los Doce “para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar”
catequesis debe hacerse siempre desde la óptica de una eclesiología de comunión deCh.L.19
participación y de misión (cf. Sínodo 1985.II.C.1; ch.L. 19,36).

Si la finalidad de la catequesis es también vincular al cristiano con la Iglesia, el proceso


catequético debe facilitar y hacer crecer en los catecúmenos una honda vivencia eclesial,
un gozoso sentido de pertenencia y un desarrollado talante misionero y apostólico.

El servicio al mundo
Jesucristo nos vincula igualmente con los hombres, con quienes se identifica y a quienes
llama hermanos (cf. Mt. 25,40). La catequesis educa para esta vinculación del cristiano a
los hombres, desde la manera de ver y actuar de Jesús en favor de la persona humana.
La Iglesia continuadora de la misión de Cristo, piensa que el hombre es “el camino
primero y fundamental” de su misión (RH.14). La conciencia de esta solidaridad humana
la expresa Juan Pablo II cuando afirma que “la Iglesia se hace sierva de los hombres”
(Ch. L. 39; cf. GS.l).

La finalidad de la catequesis consiste también en descubrir el verdadero rostro de los


hombres, como hijos de Dios y hermanos unos de otros y desarrollar la dimensión social y
pública de la fe, en favor del hombre, de su verdad y de su dignidad.

“En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis”.

Mt. 25,40

Quienes han pasado por un proceso catequético, han unido una profunda experiencia de
iniciación en el seguimiento de Cristo mediante el cual se han adherido a su persona, han
conocido su mensaje, han adoptado su estilo de vida, se reúnen en su nombre en la
comunidad eclesial, celebran su presencia en los sacramentos, participan del espíritu
misionero y apostólico en el mundo y esperan su venida gloriosa (cf. CC.124).

24
La finalidad de la catequesis consiste en lograr la adhesión plena a Jesucristo, en la
Iglesia, para el servicio evangelizador al hombre y a su mundo. Esta experiencia sólo se
consigue a través de unos medios adecuados.

El DCG distingue la finalidad de la catequesis (DCG:21) de la funciones o metas


concretas para desarrollarla (DCG. 22-29). El Concilio Vaticano II describe las tareas que
debe desarrollar la catequesis de esta manera: “la formación catequética ilumina y
robustece la fe, anima la vida con el espíritu de Cristo, lleva a una consciente y activa
participación del misterio litúrgico y alienta la acción apostólica” (GE.4).

El CDC, sintetizando las dimensiones de la formación catecúmenal que el Concilio define


en AG. 14, indica que la iniciación en el misterio de la salvación se obtiene a través de
cuatro tareas: “Por la enseñanza y el aprendizaje de la vida cristiana, los catecúmenos
han de ser convenientemente iniciados en el misterio de la salvación, e introducidos a la
vida de la fe, de la liturgia, de la caridad del Pueblo de Dios, y del apostolado” (CDC. c.
788,2).

Según esta iniciación cristiana propia de la acción catequética se realiza a través de


cuatro dimensiones o tareas:

 Una iniciación orgánica en el conocimiento del misterio de la salvación, centrado en


Cristo
 Una capacitación básica para orar y celebrar la fe en la liturgia
 Un entrenamiento en la adquisición de actitudes y comportamientos evangélicos.
 Una iniciación en el compromiso misionero y apostólico (cf. CC.84-93; RICA. 19; CA.
174).

La iniciación orgánica en conocimiento del misterio de Cristo y del designio salvador


de Dios se ha de hacer, con toda su profunda significación vital para la vida del hombre:
-La auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a la Revelación
que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo… Esta revelación no está aislada de
la vida, ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la existencia y
la ilumina, ya para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del Evangelio – (CT.22).

El conocimiento de la fe incluye e integra nociones, valores, experiencias,


acontecimientos…, en una relación personal y sapiencial. Este conocimiento es el
elemento fundamental y director de todo proceso catequético.

La iniciación a la vida evangélica supone el adiestramiento, en este estilo de vida


nuevo, “que no es más que la vida en el mundo, pero una vida según las
bienaventuranzas” (CT.29). Ese “cambio progresivo de sentimientos y costumbres”
(AG.13), esa “iniciación en el ejercicio de las costumbres evangélicas” (AG 14) implica
una lenta transformación de las actitudes y valores del catecúmeno. Esta educación en
las actitudes específicamente cristianas debe mostrar también “las consecuencias
sociales de las exigencias evangélicas” (CT.29) sin inducir prematuramente a los

25
catecúmenos a un compromiso en la sociedad que no brota de unas actitudes
hondamente arraigadas.

Una iniciación en la experiencia religiosa genuina, en la oración y en la vida litúrgica


educa para una activa, consciente y auténtica participación en la celebración sacramental,
no sólo aclarando el significado de los ritos, sino educando el espíritu para la acción de
gracias, para la penitencia, para la plegaria confiada, para la captación del significado de
los símbolos, todo lo cual es necesario para que exista una verdadera vida litúrgica: “La
catequesis se intelectualiza si no cobra vida en la práctica sacramental” (CT.23), ya que
“recibe de los sacramentos vividos una dimensión vital que le impide quedarse en
meramente doctrinal” (CT.37).

La iniciación en el compromiso apostólico y misionero de la Iglesia que los cristianos


tengan “interés en dar testimonio de su fe, de transmitirla a sus hijos, de hacerla conocer
a otros, de servir de todos los modos a la comunidad humana” (CT. 24).

Se trata aquí de educar un aspecto esencial de la fe cristiana, de capacitar, por tanto, al


catecúmeno para una presencia cristiana en la sociedad (participación en la vida
profesional, cultural, sindical, política…) que debe estar siempre inspirada en el evangelio.

Es necesario además, que el catecúmeno tome conciencia de la posibilidad de participar


activamente en tareas intraeclesiales como catequista, animador litúrgico, en el servicio
de acogida, formador de jóvenes, animador de comunidades, en obras asistenciales.

Esta educación del compromiso pastoral y misionero ha de acomodarse con todo cuidado
a la edad del destinatario. No podemos pedir lo mismo a un niño o a un adolescente que
a un joven o a un adulto. El realismo impone también tener muy en cuenta las
posibilidades y las circunstancias personales de cada catecúmeno.

2. La fe adulta
Como hemos afirmado anteriormente, la catequesis es un periodo intensivo y prolongado
de formación cristiana básica e integral, que favorece la verdadera identidad
cristiana, y tiene como meta última la confesión de la fe adulta.

En esta segunda parte de la Unidad vamos a describir el horizonte operativo hacia el que
debe orientarse todo proyecto catequético: LA FE ADULTA. Toda actividad catequética,
cualquiera que sea su modalidad o sus destinatarios, tiene como siempre como fin último
hacer hombres cristianos, adultos en la fe.

Pero, ¿cuáles con las características de la fe adulta? Estas características las podemos
ver y distinguir desde una doble perspectiva: la de las actitudes, que hace referencia a
las cualidades que son propias de esa fe y la determinan, y la de los comportamientos,
que denota los modos de expresión típicos de ella. A continuación vamos a presentar una
breve descripción de cada una de ellas.

Cualidades de la fe adulta
Podemos afirmar que una fe es adulta, cuando el creyente vive como:

26
*integrada *diferenciada *operativa
*psicológicamente fundada *produndizada *abierta

Integrada

La fe adulta constituye un rasgo central de la personalidad. La actitud de fe es adulta, si


se presenta integrada en el conjunto de la personalidad como punto de referencia
fundamental de todos los aspectos de la misma vida. Cuando la actitud de la fe no
coordina y orienta todo el mundo de ideas, valores y comportamientos de la persona, el
resultado es una fe marginal, disociada e infantil.

Psicológicamente fundada

La actitud de la fe no puede considerarse adulta, si no se apoya en una madurez


psicológica y humana, con todo lo que esto supone de conocimiento y aceptación de sí
mismo, de autonomía afectiva, de apertura a los otros, etc. Solo la personalidad
equilibrada puede responder plenamente a la llamada existencial de la fe.

La falta de madurez psicológica reduce con frecuencia la actitud de fe a una función de


compensación, refugiando a la persona en la religión para dar satisfacción a sus
problemas no resueltos.

Diferenciada

Esta característica se refiere a la cualidad por lo cual un hombre creyente sabe distinguir
en la fe lo esencial de lo accesorio, lo importante de lo secundario, lo inmutable de lo
sustituible, etc. Esto se llama tener una jerarquía de verdades y valores desde la que se
puede discernir los cambios y adaptaciones sin caer en el desconcierto o pérdida de la fe.
Lo contrario es una fe monolítica, que esconde muchas veces la inmadurez propia del
inmovilismo y de la intolerancia

Profundizada

La información y profundización son dos cualidades indispensables de una fe madura. No


pueden ser considerados adultos en la fe una persona o grupo que no sepan dar razón de
ella, de sus implicaciones, de sus motivaciones, etc.

En el mundo que se ha hecho culturalmente adulto, no parece posible para el cristiano


refugiarse en la llamada “fe del carbonero” o delegar en otros la necesidad de dar razón
de cuanto cree y vive.

“Dad culto al Señor, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os
pide razón de vuestra esperanza”.

1Pe. 3,15-17
27
Operativa

La fe adulta se manifiesta en un proyecto de vida comprometido. Esto supone una


relación permanente de coherencia entre la fe profesada y la fe vivida, entre el proyecto
evangélico y la organización de la propia actividad.

La actitud de la fe que no se traduce en una buena praxis de la fe queda muy distante de


la meta de la madurez. La fe adulta dirige toda la actividad del hombre y estimula la
búsqueda permanente de nuevos valores y estilos de vida donde expresarse. Es signo de
inmadurez la fe que se manifiesta al margen de la vida personal y social sin influjos y
relaciones mutuas.

Abierta

La fe madura está abierta al diálogo y a la confrontación con posiciones culturales y


religiosas distintas a las suyas, sintiendo necesidad de ello como fuente continua de
purificaciones y enriquecimiento de si misma. Por eso, la capacidad de diálogo y la
apertura a todo tipo de hombre, creyente o no, forma parte de las características básicas
de está fe.

La fe que no se deja confrontar es una fe autosuficiente e intolerante que fácilmente


termina por convertirse en “ghetto”.

Acabamos de ofrecer algunas características principales de la fe adulta y, al mismo


tiempo, hemos visto que a cada una de éstas corresponden otras de signo inmaduro.

Muchas de las actitudes inmaduras tienen su origen en razones de tipo psicológico, como
ocurre en la religiosidad del miedo o de la compensación, otras son del orden sociológico,
como la fe que se fundamenta en el conformismo social, la herencia recibida o el apego a
una institución sin más.

Quien educa en la fe tiene que saber discernir cuál es el verdadero rostro de la fe madura
y las múltiples deformaciones a que está expuesta, para que la catequesis supere estos
condicionantes y promueve una verdadera experiencia de la fe.

Modos de expresión de la fe adulta


La fe adulta se manifiesta:

 Es una constante conversión al Evangelio.


 En actitudes y en conocimientos de la fe.
 En formas de vida y de acción cristianas

Conversión

28
La conversión es un elemento indispensable en el dinamismo de una fe que quiere llegar
a ser adulta.

La conversión cristiana es la adhesión global al Evangelio del Reino con sus exigencias
radicales y concretas e implica:

 La aceptación a Dios padre


 La liberación del pecado.
 El seguimiento a Jesús.
 La incorporación a la comunidad cristiana.

La conversión es una decisión libre y personal que afecta al hombre entero y al sentido
total de su existencia; debe ser consolidada y profundizada a lo largo de toda la vida.

Conocimientos y actitudes de la fe

La adquisición y desarrollo de conocimientos y actitudes de la fe son elementos


fundamentales de la fe que estamos describiendo.

Por ser una forma particular de entender y enfocar la existencia y la historia humana, la fe
supone necesariamente la adquisición y profundización de conocimientos concretos. La
visión cristiana de la vida exige el conocimiento de la historia de la salvación que arranca
en el pueblo de Israel, alcanza su punto culminante en la persona de Jesucristo y se
continúa en la realidad histórica de la Iglesia. No se puede dar una fe adulta que
prescinda de un conocimiento profundo de todas estas realidades.

En la fe adulta necesita también concretarse en actitudes básicas de fe, que constituyen


las respuestas fundamentales del hombre al plan salvífico de Dios.

La actitud es “un sistema duradero de valoraciones positivas o negativas, de sentimientos


y de emociones, y de tendencias a obrar en pro o en contra respecto a una situación de
vida determinada” (Krech). En esta idea de actitud va incluida la realidad de un modo de
ser, de una conducta global, que abarca y moviliza la esfera cognoscitiva, afectiva y
comportamental de la vida humana.

La maduración de la fe supone la adquisición de ciertas actitudes básicas de la fe que


orientan y definen la posición del creyente y de la comunidad cristiana frente a la
existencia y a las diferentes situaciones significativas de la vida.

Formas de vida y de acción cristiana.

“Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es
semejante. Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los
cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero
no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no lo haya puesto en práctica
29
es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió
el torrente y, al instante, se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa”.

Lc. 6,47-49
Una persona o comunidad de fe madura manifiestan esta realidad a través de diversas
formas de presencia y de acción en la iglesia y en la sociedad.

Algunas formas de vida pueden señalarse como elementos fundamentales de esta fe:

 La lectura y meditación de la Palabra de Dios


 La celebración litúrgica especialmente la Eucaristía
 La fraternidad cristiana y sus múltiples formas de expresión.
 El compromiso personal y grupal por la liberación de los hombres
 La acción evangelizadora hacia dentro y hacia fuera de la comunidad, etcétera.

A lo largo de esta segunda parte hemos descrito el horizonte de la fe adulta hacia la que
tiende toda acción catequética. Ahora vamos a concluir señalando algunas ideas básicas
en relación con todo lo expuesto anteriormente:

 El proceso catequético es inseparable del proceso normal de crecimiento y


maduración humana. Si ésta no es normalmente realizable y verificable la
madurez de la fe. Esto afecta tanto a los destinatarios como a los agentes de la
catequesis.
 La meta de la fe adulta no puede ser alcanzada en un solo momento de la
existencia humana y de modo definitivo. Este proceso se ve realizado a lo largo
de la entera existencia.
 El proceso de maduración de la fe de la persona y del grupo está condicionado por
múltiples factores: edad, sexo, situación social y cultural, etc. Para cada situación
es necesario especificar y adoptar todos los elementos de la actividad catequética
en función de esta situación concreta.
 El camino a la maduración de la fe aparece hoy condicionado y dificultado por un
cambio social y religioso profundo y acelerado. Esto hace que pensemos en la
tarea de la catequesis en términos de proceso permanente de la fe, que será uno
de los temas que abordaremos después.

30
TAREAS DE LA CATEQUESIS

La catequesis tiene como finalidad la confesión de la fe. Esto quiere decir que, a través de
ella, se realiza:

 La vinculación fundamental del hombre a Dios por Jesucristo.


 En la comunión eclesial
 Para el servicio al mundo

Las tres dimensiones (teologal, eclesial y diaconal) forman parte integrante de una
finalidad de la catequesis, y si implican mutuamente. El cristiano se encuentra en la
catequesis con Dios en la Iglesia, y en una Iglesia enviada al mundo para anunciarle –
con palabras y con obras- la salvación. La confesión adulta de la fe vincula a Jesucristo y,
a partir de Él, a Dios Trino, a la Iglesia y al mundo (cf. CA. 133-135).

La finalidad global de la catequesis sólo se consigue a través de unas acciones o tareas


específicas:

 Iniciación orgánica en el conocimiento del misterio de la salvación, centrado en


Jesucristo.
 Capacitación básica para orar y celebrar la fe en la liturgia
 Adquisición de actitudes y comportamientos evangélicos.
 Iniciación en el compromiso misionero y apostólico.

Cualidades de la fe adulta:

 Integrada
 Psicológicamente fundada
 Diferenciada
 Profundizada
 Operativa
 Abierta

Expresiones básicas de la fe adulta:

 Conversión personal y estructural

31
 Adquisición de conocimientos y actitudes de fe
 Realización de formas de vida y acción.

Ficha de lectura

Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, Catequesis de Adultos, nn. 133-135

Conferencia Episcopal Latinoamericana –CELAM -, Puebla, nn. 1007-1008

Conferencia del Episcopado Mexicano, Santo Domingo, IV Conferencia General del


Episcopado Latinoamericano, México, 1992, nn. 239

Actividades:

1. Lee los nn. De los documentos de las lecturas recomendadas en esta unidad
didáctica y haz un comentario con palabras personales sobre ella y lo que
descubres como más significativo para tu vida personal y de la comunidad.
2. Trata de contrastar las cualidades de la fe adulta, tal como las hemos estudiado en
el texto, con la realidad de tu vida personal y pastoral y señala cuál o cuáles de
ellas resultan más difíciles de conseguir y por qué.

32
UNIDAD DIDACTICA 4
EL CONTENIDO DE LA CATEQUESIS
“Siendo la catequesis un momento o un aspecto de la evangelización, su contenido no
puede ser otro que el de la evangelización: el mismo mensaje –Buena Nueva de la
Salvación – oído una y mil veces y aceptado de corazón; se profundiza incesantemente
en la catequesis mediante la reflexión y el estudio sistemático; mediante una toma de
conciencia, que cada vez compromete más, de sus repercusiones en la vida personal de
cada uno; ,mediante su inserción en el conjunto orgánico y armonioso que es la existencia
cristiana en la sociedad y en el mundo “ (CT. 26)

Estas palabras de Juan Pablo II nos introducen en la importante, cuestión del mensaje
revelado en la catequesis. Lo que la catequesis anuncia es la Palabra de Dios, la
Revelación de Dios al hombre, el mensaje de Salvación.

Este tema es sin duda el más importante de la catequesis. Porque es evidente que todos
los métodos, técnicas, procedimientos y materiales que se utilicen en la catequesis tiene
como meta “proponer íntegramente el mensaje cristiano” (DCG).

Mediante el estudio de esta unidad didáctica nos proponemos:

- Conocer los elementos fundamentales del mensaje cristiano y sus fuentes


- Valorar el contenido de la catequesis como mensaje válido y significativo para la
vida del hombre
- Aplicar el contenido de este tema a nuestra programación y realización
catequéticas

Para ello se abordarán los siguientes enunciados:

- El contenido catequético
- El mensaje cristiano
- La fuente de la catequesis
- La ordenación y estructura del contenido catequético
- Lenguaje y materiales catequéticos.

33
1. El contenido catequético
La catequesis debe favorecer la identidad cristiana de los catequizandos. Toda identidad
exige la referencia a una realidad, a un contenido concreto que determine una visión y
una postura especificas ante la vida.

Para que la catequesis contribuya a crear la identidad cristiana, es necesario, por tanto,
que ofrezca un contenido concreto y explicito desde el cual cada persona y grupo humano
puedan configurar su propia personalidad de creyentes.

Una catequesis que favorece la identidad cristiana, como señala el Sínodo de los
Obispos, exige, por su propia naturaleza, un contenido. Sin una proposición de fe, sin un
mensaje claro y asequible, la acción catequética está llamada al fracaso.

En el campo de la educación se entiende por contenido “aquello que el alumno incorpora


a su totalidad personal, ya sea por vía de racionalidad, afectividad o instancia de
operatividad” (JM. Martínez).

El contenido educativo abarco no solo el mundo de las ideas y de los saberes, sino
también el mundo de los valores, las actitudes y los comportamientos. De este modo, el
contenido de la educación queda ensanchado y enriquecido.

Desde esta perspectiva, el contenido educativo de la fe abarca el conjunto de verdades,


valores, actitudes y pautas de conducta que integran la totalidad del mensaje cristiano al
servicio de todo el hombre: inteligencia, afectividad y operatividad.

El contenido de la catequesis se ha presentado de manera diferente a lo largo de la


historia. Hoy nos encontramos con circunstancias nuevas que obligan a repensarlo y
presentarlo de acuerdo con esas circunstancias. Según los documentos oficiales sobre la
catequesis aparecidos estos últimos años (cf. DGC. 36-44), el contenido catequético debe
ser presentado de manera:

 Integra
 Nuclear
 Significante
 Gradual
 Globalizada

“A fin de que la oblación de su fe sea perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a
recibir la “palabra de la fe” no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integra, en todo
su rigor y su vigor. Traicionar en algo la integridad del mensaje es vaciar peligrosamente la
catequesis misma y comprometer los frutos que de ella tienen derecho a esperar Cristo y la
comunidad eclesial” CT.30

34
Integra: todo el mensaje revelado

El Sínodo del 77 (prop.10) y Juan Pablo II (CT.30) insisten en que la catequesis ha de


transmitir el mensaje de Jesús en toda su integridad y pureza. La presentación integral del
mensaje cristiano abarca “los núcleos esenciales o sustancia viva del anuncio evangélico
que nunca puede ser cambiados o silenciados” y que se nos dan en “el Sínodo, que
recoge el núcleo fundamental” del misterio de Dios, de Cristo y de la Iglesia (cf.
Sínodo .prop.10).

Nuclear: no todo tiene el mismo valor

El Concilio Vaticano II habló sobre “el orden o jerarquía en las verdades de la doctrina
católica” (UR. 11), que la Iglesia siempre reconoció al confeccionar los Símbolos o
compendios de las verdades de fe. Pero no significa que unas verdades pertenecen a la
fe menos que otras, sino que algunas son principales e iluminan a las demás (DCG.43).

La catequesis tiene que intentar volver a ofrecer unos contenidos de fe que, sin ocultar
nada de lo esencial, sean realmente básicos y fundamentales para vertebrar la
personalidad del hombre creyente de hoy.

Significante: el mensaje revelado es para el hombre

El mensaje cristiano debe ser representado siempre como Buena Nueva que da sentido a
la vida de cada persona, a los acontecimientos sociales y a la historia humana en su
conjunto. Sólo desde la perspectiva es como la fe puede presentarse como palabra
novedosa y fuerza transformadora para el hombre y su mundo.

Gradual: no todo el mensaje al mismo tiempo.

La catequesis tiene en cuenta los condicionamientos y posibilidades reales de los


catequizandos. Por ello, “la presentación concreta del mensaje cristiano está determinada
por el nivel y la situación de fe en que se encuentran los oyentes. El cristiano está llamado
al conocimiento pleno de este mensaje. Pero llegara de manera progresiva, gradual,
según las necesidades de su edad, de su estado social, de su nivel personal de fe”
(Asamblea XVIII. Episcopado Español).

Globalizado: todo mensaje forma un conjunto armónico.

Los diversos elementos que integran el mensaje cristiano son todos interdependientes y
necesarios, aunque no todos igualmente importantes. Todos forman un conjunto armónico
y globalizado en torno al hecho fundamental del Misterio revelado, que es Cristo.

La catequesis tiene que presentar los núcleos de la fe desde la perspectiva globalizadora


que da unidad y cohesión a todo el conjunto.

2. El mensaje cristiano
Vistos los criterios generales sobre el contenido catequético, parece necesario
preguntarse ¿cuáles son los principales elementos del mensaje cristiano? No queremos

35
hacer una enumeración de los mismos, sino señalar únicamente algunas sugerencias que
deben tenerse en cuenta especialmente hoy día.

Cuando Pablo VI se planteó este tema señaló como “en el mensaje que anuncia la Iglesia
hay ciertamente muchos elementos secundarios, cuya presentación depende en gran
parte de los cambios de circunstancias. Tales elementos cambian también. Pero hay un
contenido esencial, una substancia viva que no se puede modificar ni pasar por alto sin
desnaturalizar gravemente la evangelización misma” (EN.25). Y a continuación desarrolla,
en un amplio capítulo, el contenido del mensaje de la evangelización y de la catequesis
(EN. 26-39).

A ese “contenido esencial, substancia viva” el mensaje cristiano hará referencia Juan
Pablo II en la Catechesi tradendae, señalando que “es necesario para la catequesis
misma tener presente cada uno de los elementos y la síntesis viva en que ellos han sido
integrados (CT.29), y pasará luego a desarrollar brevemente, los “principales elementos a
no olvidar” en la catequesis (CT.29). Esta brevedad se debe a que el Papa remite, como
exposiciones amplias, al referido capítulo de la Evangelii nuntiandi y al Directorio
General de la Catequesis, donde – dice – los “elementos principales del mensaje
cristiano están expuestos de manera más sistemática todavía, junto con la norma del
contenido esencial de la catequesis” (cf.DCG.47-69).

Conviene señalar que el Papa recuerda que en expresión doctrinal privilegiada de la fe de


la Iglesia se encuentra en el “Credo o, más concretamente, en los Símbolos que, en
momentos cruciales, recogieron en síntesis felices le fe de la Iglesia (CT.28). entre ellos
señala el Credo del Pueblo de Dios, compuesto por Pablo VI en 1968, y dónde “quiso
reunir los elementos esenciales de la fe católica, sobre todo los que ofician mayor
dificultad o estaban en peligro de ser ignorados”. Ese Credo, concluye el Papa, ”es una
referencia segura para el contenido de la catequesis” (CT.28).

A continuación presentamos los elementos nucleares y significativos del mensaje cristiano


que todo proceso catequético tiene que transmitir, y que constituye “el contenido esencial,
la sustancia viva del Evangelio, tal como se nos ha transmitido por la fe apostólica”
(CT.28; EN.25).

Elementos significativos del mensaje cristiano


Para hacer esta presentación seguimos fielmente el documento “La Catequesis de la
Comunidad”, del Episcopado Español, editado en Madrid, 1983, pp 79-100.

Jesús de Nazaret es el Cristo, el Hijo de Dios vivo

El cristianismo expresa su identidad confesando que Jesús, el Hijo de Dios hecho


hombre, es el don del amor de Dios para la salvación del mundo. Ser cristiano equivale a
aceptar la Persona de Cristo como Hijo de Dios y Salvador y decidirse a seguirlo.

La catequesis ha de afirmar la condición de Jesús como Hijo único de Dios y como


hombre verdadero.

Jesús fue crucificado, murió por nuestros pecados y fue sepultado


36
La fe cristiana confiesa que el Padre entregó a la muerte a su Hijo Jesús por nuestros
pecados, inaugurando con ello el tiempo del perdón y la gracia.

Jesús murió por su fidelidad al mensaje del Reino de Dios que proclamó durante su vida
y, llevado por ultimo de su amor a todos los hombres, dio libremente la vida por sus
hermanos y amigos (Jn. 10,1-18).

La catequesis ha de presentar tanto las causas históricas del proceso y muerte de Jesús
como la dimensión teológica de la muerte de Jesús por nuestros pecados (Rom. 4,25)

Dios Padre resucitó a Jesús

La afirmación de la resurrección de Jesús de entre los muertos es el fundamento de


nuestra fe: “Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe
lo mismo” (1Cor. 15,14). Jesús es el primero de los resucitados, el Nuevo Adán, el origen,
la fuerza y la meta del mundo nuevo de la resurrección que aguardamos.

El tema de la resurrección de Jesús, como suceso real que ha entrado en nuestra historia,
tiene que ocupar en la catequesis el lugar central de la presentación del mensaje
cristiano.

En Jesús se nos ha revelado al Dios invisible

A través de las palabras, de las acciones y de toda la vida de Jesús, el cristiano descubre
quién y cómo es Dios: Padre, rico en misericordia, que vence el mal a fuerza de bien y
muestra su justicia amando preferentemente a los débiles, enfermos y pecadores.

La catequesis debe presentar el verdadero rostro de Dios tal como nos ha sido desvelado
en Jesucristo. Dios debe aparecer siempre como el verdadero centro de la existencia del
Hombre. Jesús es el camino que nos conduce al conocimiento del misterio de Dios vivo:
Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En Jesús se nos revelo lo que es el hombre

Jesús, el Hombre Nuevo, nos revela en sí mismo lo que es el hombre: “En realidad, el
misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado” (GS. 22).

Jesús nos descubre que el hombre, herido en su integridad desde sus orígenes, sólo
puede ser libre por la gracia salvadora.

En Él se nos muestra el camino de la plena realización humana: el mandamiento nuevo


del amor y las bienaventuranzas evangélicas.

El cristiano, justificado y salvado en Jesús, vive la solidaridad fraterna en la Iglesia y en el


mundo.

La catequesis ha presentado la condición del hombre salvado por Dios y las exigencias
morales, personales y sociales ante la vida y el mundo, exigidas por el Evangelio.

Jesús envía el Espíritu desde el Padre

37
Jesús resucitado envía el Espíritu de Dios para conducir a los discípulos a la plenitud de
la verdad que Él reveló con sus hechos y palabras. El Espíritu hace fructificar en los
cristianos las actitudes de Jesús hacia el Padre y hacia los hermanos. El Espíritu, bajo el
signo de la obediencia y de la cruz, anticipa ya la libertad de los hijos de Dios y la gloria
del mundo futuro (Rom. 8,18-30).

La catequesis ha de destacar el decisivo papel del Espíritu en la economía de la


salvación: el Espíritu interioriza la Ley de Dios en nuestros corazones, nos hace
experimentar la libertad, la paz y el gozo, alienta toda nuestra acción apostólica y nos
conduce a la plenitud de todo lo creado.

Dios Padre congrega a su Iglesia en Jesucristo por el don del Espíritu.

La Iglesia, nacida del amor de Dios Padre y don del Espíritu, vive en la historia humana
como la comunidad socialmente estructurada de los creyentes en Cristo. Los cristianos
confesamos el Símbolo que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica.

La Iglesia realiza su misión esencial, que es la evangelización de todos los hombres, por
medio de la predicación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el desarrollo de
los carismas y de los misterios y la acción de los cristianos en el mundo.

La Iglesia es llamada por Dios a la conversión permanente y, en cuanto institución


humana e histórica, necesita de una constante renovación (LG.8)

El Espíritu Santo es quien anima a los cristianos, congregados en Iglesia, a buscar la


plenitud de la vida cristiana y la perfección de la caridad, en la que consiste la santidad
(LG.40).la comunión de los santos, entre los cuales ocupa un lugar señalado Santa María
Virgen, es algo nuclear y fundamental en la Iglesia.

La catequesis ha de presentar a la Iglesia como el espacio concreto e histórico en el que


Dios nos ofrece la salvación de Jesucristo, como signo y la anticipación del Reino de Dios
ente nosotros.

Ninguna acción catequética puede prescindir hoy de las grandes directrices para la Iglesia
contenidas en las constituciones “Lumen Gentium” y “Gaudium et Spes” del concilio
Vaticano II.

La Iglesia peregrina espera el retorno del Señor

La comunidad cristina es pera la consumación de este mundo, los cielos nuevos y la tierra
nueva en que habita la justicia (2Pe. 3,13). En aquel día, “Dios lo será todo para todos”
(1Cor 15,28).

Los cristianos preparan la llegada de la plenitud del Reino, cooperado con todos los
hombres en la humanización de la vida y de la historia y en la construcción de una
sociedad más justa, más libre y más pacífica.

La catequesis, al tratar las realidades últimas, ha de subrayar la seriedad del destino final
del hombre y su carácter trascendente. Al mismo tiempo, ha de afirmar que la espera del

38
mundo nuevo no debe amortiguar sino avivar el interés de perfeccionar este mundo y de
humanizar la sociedad entera.

Hemos señalado algunos elementos de la confesión de la fe cristiana que son básicos y


fundamentales para asegurar la identidad del hombre creyente.

La confesión de fe, vivida en la comunidad cristiana, no es un conjunto de meras fórmulas


abstractas, sino que es, ante todo, fuente de vida para la misma existencia cristiana.
Congrega al mismo tiempo a los cristianos ente sí y los une a los cristianos de todos los
tiempos, formando entre ellos una tradición solidaria y dinámica.

Con esta síntesis básica del mensaje cristiano, el hombre creyente va estructurando su
personalidad y su vida de relación con los demás, con la misma Iglesia, con la sociedad y
con el mundo.

Se trata, pues, de una visión orgánica y significativa del proyecto salvador de Dios en
Cristo para todas las dimensiones fundamentales de la vida humana.

En este aparato solo hemos enunciado los grandes titulares del mensaje cristiano. Los
volúmenes dedicados al Mensaje los desarrollará ampliamente; con ello adquirirás una
síntesis básica y significativa de la fe cristiana y te capacitarás para realizar mejor tu
trabajo catequético.

3. La fuente de la catequesis

“La catequesis extrae siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios trasmitida
mediante la Tradición y la Escritura, dado que la Tradición y al Escritura constituye el depósito
sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia (…). Hablar de la Tradición y de la Escritura
como fuentes de la catequesis es subrayar que ésta ha de estar totalmente impregnada por el
pensamiento, el espíritu y actitudes bíblicas y evangélicas a través de un contacto asiduo con los
textos mismos; y también recordar que la catequesis será tanto más rica y eficaz cuanto más lea los
textos con la inteligencia y el corazón de la Iglesia y cuanto más se inspire en la reflexión y en la vida
dos veces milenaria de la Iglesia. La enseñanza, la liturgia y la vida de la Iglesia surgen de esta
fuente y conducen a ella bajo la dirección de los Pastores y concretamente del Magisterio doctrinal
que el Señor les ha confiado” CT.27

39
La Palabra de Dios

La catequesis, que se propone como meta el crecimiento y maduración de la fe, brota


siempre de la “fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la
Escritura” (CT. 27)

Dios se reveló en el pasado “por obras y palabras intrínsecamente ligadas” (DV.2). Esta
Revelación la recoge y proclama la Sagrada Escritura y la Tradición (CT. 27-28). Por eso,
“el mensaje revelado de la catequesis lo encontramos como en su fuente principal y
constitutiva en la Palabra de Dios escrita y transmitida por la Tradición” (DCG. 45). La
Sagrada Escritura leída en la Iglesia es la fuente primera y principal de la catequesis.

Esta Palabra de Dios, que se profundiza continuamente en la catequesis, es una Palabra


viva y eficaz, que funda y recrea constantemente a la Iglesia y a la historia humana y debe
ser anunciada hasta los confines de la tierra, porque es palabra de salvación y de vida(cf.
Heb. 4,12 ; Rom. 1,16 ; Act 8,4-25; 13,26; Filip. 2,16).

La Palabra única y definitiva de Dios se nos ha revelado en y por Jesucristo (HB 1,1-4).
Por eso, la dimensión cristológica de la Palabra de Dios en la catequesis es fundamental y
decisiva.

Nadie posee en exclusiva esa Palabra, ni nadie puede servirse de ella. Todos los
miembros de la comunidad cristiana están llamados a testimoniarla con audacia y a
servirla a través de funciones diferentes. Todas las acciones pastorales de la Iglesia: “la
enseñanza, la liturgia y la totalidad de la vida de la Iglesia surgen de esta fuente y
conducen a ella bajo la dirección de los pastores y concretamente del magisterio doctrinal
que el Señor les ha confiado” (CT. 27).

La comunidad eclesial

La comunidad creyente es también fuente de la catequesis porque en ella crece y se


desarrolla la Palabra de Dios al mismo tiempo que es celebrada y confesada. El
crecimiento y el desarrollo de la Palabra en el Pueblo de Dios son animados por la acción
del Espíritu y discernidos por el magisterio de la Iglesia, como un servicio a la misma
Palabra y al Pueblo de Dios.

Los “documentos de la fe” de la comunidad son anunciados y comunicados en el proceso


catequético para que, a su vez, sean transmitidos y hechos realidad en la vida de los
catequizandos.

40
4. La ordenación y estructura del contenido catequético
Haciendo un análisis de los catecismos más utilizados en la Iglesia (45) se puede
observar que las verdades de la fe se ordenan de acuerdo con los criterios
fundamentales: basándose o en las virtudes teologales o en el fin del hombre.

División basada en las virtudes teologales

Esta división es la más tradicional, y según los autores arranca de San Agustín. Es
seguida en los Catecismos de S. Pedro Canisio, S. Roberto Belarmino Astete, Ripalda,
Mons. Casoti y S. Pío X (1905). El esquema es el siguiente:

 Fe (Credo)
 Esperanza (Oración)
 Caridad (Mandamientos)
 Sacramentos
 La vida cristiana: pecados, virtudes, vicios, etc. Forman en varios catecismos un
complemento o tratado que sigue al de los sacramentos.

División basada en el fin del hombre

Otros catecismos, en cambio, como el de Deharbe, San Pío X (1912), Catecismo Nacional
Español (1962) consideran el fin del hombre, que es servir a Dios, cumplir su voluntad y
conseguir la vida eterna. Para alcanzar este fin se requiere creer, observar los
mandamientos; emplear los medios de santificación. La división de la materia se hace
fundamentalmente alrededor de tres partes;

 Dogma (Credo)
 Moral (Mandamientos)
 Medios para adquirir la gracia: Los Sacramentos como causa instrumental y la
oración como medio impetratorio

En definitiva, hay un núcleo central (Credo, Mandamientos, Sacramento y Oración) que


se incluyen en todos los Catecismos, y que sólo varía su orden. Y una serie de verdades
(pecados, virtudes, vicios, bienaventuranzas, etc.) que también se incluyen unas veces
como parte final y otras integradas en las cuatro partes que forman el núcleo.

Este núcleo central ha sido calificado por el Cardenal Josef Ratzinger, como las “cuatro
piezas maestras” de la catequesis, que son “la síntesis del material memorizable

41
indispensables para la fe, y que reflejan al mismo tiempo, los elementos vitales de la
Iglesia: el símbolo de la fe, los sacramentos, el decálogo y la oración del Señor. Estas
cuatro clásicas “piezas maestras” de la catequesis han servido durante siglos como
elementos estructurantes y como lugares de concentración de la enseñanza catequética,
y han abierto también el acceso tanto a la Biblia como a la vida de la Iglesia”.

El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) tiene por fin presentar una exposición
orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica
tanto sobre la fe como sobre la moral, a la luz del Concilio Vaticano II y del conjunto de la
Tradición de la Iglesia. Sus fuentes principales son la Sagrada Escritura, los Santos
Padres, la Liturgia y el Magisterio de la Iglesia y está destinado a servir “como un punto de
referencia para los catecismos o compendios que sean compuestos en los diversos
países (Sínodo de los Obispos 1985, Relación final II, B, a, 4). Se inspira en la gran
tradición de los catecismos, los cuales articulan la catequesis en torno a cuatro “pilares”;
la profesión de fe bautismal (el Símbolo), los Sacramentos de la fe, la vida de fe (los
Mandamientos), la oración del creyente (el Padre Nuestro).

Primera parte: La profesión de la fe

Los que por la fe y el Bautismo pertenecen a Cristo deben confesar su fe bautismal


delante de los hombres (cf. Mt. 10,32; Rom.10,9). Para esto, el catecismo expone en
primer lugar en qué consiste la Revelación por la que Dios se dirige y se da al hombre, y
la fe, por la cual el hombre responde a Dios (Primera sección). El Símbolo de la fe resume
los dones que Dios hace al hombre como Autor de todo bien, como Redentor, como
Santificador y los articula en torno a los “tres capítulos “de nuestro Bautismo – la fe en un
solo Dios: el Padre Todopoderoso, el Creador; y Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor y
Salvador; y el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia (Segunda sección).

Segunda parte: Los sacramentos de la fe

La segunda parte del catecismo expone cómo la salvación de Dios, realizada una vez por
todas por Cristo Jesús y por el Espíritu Santo, se hace presente en las acciones sagradas
del liturgia de la Iglesia (Primera sección) particularmente en los siete sacramentos
(Segunda sección).

Tercera parte: La vida de fe

La tercera parte del catecismo presenta el fin último del hombre, creado a imagen de
Dios: la bienaventuranza, y los caminos para llegar a ella: mediante un obrar recto y libre,
con la ayuda de la ley y de la gracia de Dios (Primera sección); mediante un obrar que
realiza el doble mandamiento de la caridad, desarrollado en los diez Mandamientos de
Dios (Segunda sección).

Cuarta parte: La oración en la vida de la fe

La última parte del catecismo trata del sentido y la importancia de la oración en la vida del
creyente (Primera sección). Se cierra con un breve comentario de las siete peticiones de

42
la oración del Señor (Segunda sección). En ellas, en efecto, encontramos la suma de los
bienes que debemos esperar y que nuestro Padre celestial quiere concedernos..

5. Lenguaje y materiales catequéticos


Después de haber reflexionado sobre la necesidad e importancia del contenido de la
catequesis, sobre el mensaje cristiano y sobre las fuentes de la catequesis terminamos
este tema haciendo una breve consideración sobre dos puntos especialmente
significativos para la renovación del contenido catequético:

° El lenguaje catequético ° Los materiales catequéticos.

El lenguaje catequético

El lenguaje es un medio imprescindible de comunicación. Está es posible gracias al


lenguaje. La catequesis, como acción comunicativa de la fe, necesita un lenguaje propio
que le permita realizarse y desarrollarse como acto de comunicación del mensaje
cristiano. Así lo expresa el Mensaje del Sínodo:

La catequesis tiene la necesidad de un


lenguaje fijo, acuñado y formulado. Ser
“El primer lenguaje de la catequesis es la cristiano es, entre otras cosas, insertarse
Escritura y el Símbolo”. Es normal que a largo a la fe del Pueblo de Dios que se
de la formación, se aprendan de memoria transmite de generación en generación.
ciertas sentencias bíblicas, fórmulas litúrgicas, Esta comunidad de fe implica
plegarias comunes y expresiones de fe necesariamente comunidad en el mismo
lenguaje.
acuñadas por los cristianos durante siglos. La
catequesis es así “transmisión de los La catequesis no se reduce a una mera
documentos de fe”. MPD enseñanza de fórmulas abstractas y
desconectadas de la vida del hombre. La
catequesis es el lugar donde los
documentos de la fe se comunican y son recibidos desde la comprensión que el hombre
tiene de sí mismo y de su propia realidad. A esto se llama tradición viva de los
documentos de fe.

Por eso, la catequesis debe utilizar un lenguaje significativo para que los cristianos
puedan reformular y expresar su fe de una manera más vital y comprensible.

El proceso que el lenguaje básico de la catequesis recoja todas las formas del lenguaje de
la Biblia y de la tradición y sea presentado en forma de síntesis accesible al hombre de
hoy.

Los materiales catequéticos

Relacionado con el lenguaje catequético está el tema de los materiales catequéticos, que
son los instrumentos imprescindibles para poder realizar el acto catequético
adecuadamente.

43
Teniendo en cuanta la gran variedad de materiales catequéticos existentes, vamos a
señalar algunos criterios para la elección, revisión y utilización de los mismos.

Los criterios son los siguientes:

 El principio de fidelidad a Dios y al hombre


 La armonía entre las dimensiones antropológica, cristológica y eclesial de la
catequesis
 La integridad del mensaje cristiano tal como es confesado a la fe de la Iglesia
 La adecuación del contenido y lenguaje catequéticos a las distintas edades y
situaciones de los destinatarios
 La capacidad de los mismos para facilitar una iniciación o reiniciación de la fe y a
la comunidad
 Su adecuación para una catequesis activa, grupal, inductiva, que responda a
todas las dimensiones del hombre y esté abierta a los diversos lenguajes.
 Su adaptación a las posibilidades reales de los catequistas de nuestras
comunidades.

EL CONTENIDO DE LA CATEQUESIS
El contenido catequético abarca el conjunto de verdades, valores, actitudes y pautas de
conducta que integran la totalidad del mensaje cristiano al servicio del hombre en su
totalidad: inteligencia, afectividad y operatividad.

El contenido catequético debe ser presentado de manera:

*integra *nuclear *significante *gradual *globalizada

El núcleo fundamental del mensaje cristiano se encuentra en el Símbolo de la fe “que es


resumen de las Escrituras” Y “recoge en síntesis felices la fe de la Iglesia (CT. 28).

Las diferentes fuentes o mediaciones de la que se sirve la catequesis para presentar el


mensaje cristiano son:

 La Palabra de Dios
 La comunidad eclesial: Liturgia, Santos Padres, Magisterio

El lenguaje catequético debe recoger todas las formas de lenguaje de la Biblia y de la


Tradición y debe ser presentado de forma significativa y accesible al hombre de hoy.

44
Ficha de lectura

CEEC, La catequesis de la comunidad, Madrid, Edice, 1983, nn. 79-100

Conferencia Episcopal Latinoamericana – CELAM- , Puebla, nn 994-997

Actividades

1. Haz una ficha o esquema de los núcleos del Mensaje cristiano en el


documento de los Obispos Españoles de la lectura recomendada. “La
catequesis de la comunidad.
2. Acércate a tu Parroquia o comunidad cristiana, elige uno de los procesos de
catequesis: niños, jóvenes o adultos y examina los contenidos que ofrecen y si,
al menos en síntesis, están presentes los grandes núcleos del mensaje
cristiano.

45
Catequesis de Adultos

46
UNIDAD DIDACTICA 5
EL ADULTO Y SUS CARACTERISTICAS
Todo educador que ha de asumir la tarea de formar adultos cristianos, más tarde o más
temprano se llega a plantear la pregunta: ¿Quién es un adulto? ¿Cuáles son sus
características específicas: psicológicas, sociales y religiosas, que lo distinguen de otras
edades de su vida?

47
El adulto goza siempre de una entidad propia, derivada de tres componentes
fundamentales: social, psicológico y religioso. Desde el punto de vista psicológico,
entendemos por adulto el hombre que ha desarrollado sus capacidades y ha alcanzado la
madurez de las mismas. Esto suele ocurrir en una edad que abarca desde los 18-25 años
hasta 60-65 años aproximadamente.

Desde el punto de vista social, dirigimos la atención a nuestra sociedad actual que
presenta unos rasgos especiales del cambio y transformación que repercuten en la
conducta moral y religiosa de las personas y la llevan a plantearse el sentido mismo de la
vida y de la fe. Ante esta situación social e influenciados por ella, los hombres adultos de
nuestro tiempo ofrecen una gama plural de opciones ante la religión y la fe y que
podríamos concretar en diversas tipologías de adultos: no bautizados, bautizados no
practicantes, bautizados practicantes y militantes cristianos.

Las características sociales y tipos de adultos según su edad y situación y actitud en el


camino de la fe y a los que va dirigida nuestra atención pastoral y catequética.
Precisamente es el adulto el que más influye en crear una sociedad determinada, ya que
tiene en ella las mayores responsabilidades por su edad, trabajo y lugar que ocupa. Pero
a su vez en esta sociedad actual, creada especialmente por la persona adulta, presenta
rasgos específicos, producidos por cambios tan grandes y acelerados que incluyen en el
adulto mismo y hasta le “configuran

Con esta unidad didáctica pretendemos:

- Conocer las características generales del hombre adulto y las psicológicas en


concreto
- Valorar la personalidad y la situación actual del hombre adulto
- Descubrir sus posibilidades para la educación de la fe
- Conocer las características sociales y religiosas de los adultos
- Valorar la situación actual de la persona adulta

Para ello seguiremos los siguientes enunciados:

- El adulto
- El adulto desde la psicología
- El adulto desde nuestra sociedad
- Tipología de adultos

1. El adulto
Concepto de adulto

Al tratar de delinear las características del adulto, la primera dificultad que se presenta es
la de precisar y definir qué es un adulto.

Lo primero que se nos ocurre es recurrir a la etimología de la palabra. Y nos encontramos


con que adulto procede del verbo latino “adolescere”, que significa crecer; del cual
también procede la palabra adolescente, deriva del participio presente de dicho verbo

48
“adolescens” y que, por lo tanto, significa “el que está creciendo o desarrollándose”;
mientras que adulto de deriva del participio pasado “adultum” y, por tanto, significa “el
crecido, el que ha terminado de crecer o de desarrollarse”.

Entre la adolescencia y la vejez

El significado etimológico coincide con la acepción vulgar, ya que se denomina adulto al


individuo situado entre la adolescencia y la vejez; es decir, al que ha dejado de crecer y
no ha comenzado aún a decrecer. Es fácil advertir que esta clasificación del adulto se
refiere al aspecto físico o biológico de la persona que posee un organismo adulto. Sin
embargo, el concepto de adulto no se agota en este componente biológico.

El adulto no es un niño grande. Posee su propia fisionomía y no puede concebirse con


categorías infantiles aumentadas cuantitativamente. No posee los altibajos sentimentales
del niño o del adolescente. No es acrítico como el niño o desproporcionadamente rebelde
como el joven, y no se define por el criterio de dependencia respecto a la autoridad y del
ambiente.

Positivamente todo adulto lo es, al menos, en el área psicológica de la experiencia. Tiene


un bagaje de emociones, conocimientos y realidades impresas en su psique que no tiene
el niño o el joven, y que influyen en su subconsciente y en las realidades ya vividas.

Autonomía propia

Se es adulto cuando estas capacidades llegan a un desarrollo físico, a un desarrollo de la


edad y aun desarrollo del espíritu y el corazón que, con el carácter ya formado, el
individuo no tiene la necesidad de ser educado por otros. Este concepto de autonomía
humana, respecto a la suficiencia de los propios recursos y de la independencia en el
nivel de las decisiones, marca un punto de referencia específico en el concepto de adulto.

En referencia a la importancia del concepto “edad” en relación con el concepto de adultez,


hay diversidad de opiniones. Hay quien lo considera un concepto ambiguo. Otros miran al
adulto desde el punto de vista dinámico y consideran que la edad no influye, sino que se
es adulto, cuando se han definido la condición o estado de vida y el trabajo. Otros
distinguen los diversos componentes que constituyen la madurez humana y niegan que el
adulto se defina por el matrimonio realizado (estado de vida), puesto que esto sólo
comporta haber alcanzado la madurez afectiva. Otros consideran que la edad es fuente
de deberes religiosos, morales y sociales y, por ello, una circunstancia especifica.

En definitiva, todos los autores coinciden en que el adulto es aquel individuo que posee un
nivel suficiente de desarrollo de los diversos componentes de la personalidad. Se admite
comúnmente que no todo los adultos alcanzan este nivel de desarrollo a la misma edad.
En casos normales coinciden con la inserción plena y estable en el trabajo, en la sociedad
y en propio estado de vida.

Resumiendo, podemos afirmar que adulto es:

Un individuo que ha alcanzado un nivel mínimo de madurez afectiva, psicológica y


social y la mayoría de edad jurídica y posee autonomía personal y responsabilidades
profesionales y familiares. Normalmente estas condiciones se consiguen a partir de
los 18-25 años. 49
Características del adulto

Adulto es aquella persona que ha alcanzado la madurez, entendiendo por madurez la


plenitud y armonía en el desarrollo de las capacidades. Es preciso subrayar que la
adultez dice relación a la edad. Madurez dice relación a la psicología, a las facultades.
Por esto, pueden darse niños maduros y adultos inmaduros, pues la edad no es garantía
de la armonía de facultades y capacidades. Es evidente que existe una madurez ideal, un
óptimo quizá inalcanzable; y una madurez real en cada individuo, con mayor o menor
grado.

A continuación vamos a estudiar las características de la persona adulta desde cuatro


perspectivas diferentes: psíquica, cognoscitiva, social y religiosa. Todas estas
perspectivas, aunque se presenten separadas, forman un todo interdependiente y
armónico, que configuran la forma concreta de ser de cada persona adulta.

Perspectiva psíquica

Hay tres criterios para el análisis psíquico del adulto:

- Extensión: es la capacidad de cubrir cada sector de la cultura


- Objetivación: es la autonomía para auto motivarse; una automoción no
emocional y sentimental, sino cognoscitiva o tendencial.
- Integración: es tener una jerarquía de valores en referencia a un valor
Absoluto y ser consecuente con esa jerarquía.

El criterio más fundamental es el de integración, por cuanto que el adulto alcanza la


madurez al integrar armónicamente los elementos innatos de su estructura humana
(psicológicos, intelectuales, sociales y religiosos, etc.) y los diversos planos de su
proyección vital (el mundo, el yo y los demás).

Teniendo en cuenta el factor de integración, podemos distinguir cuatro agrupaciones de


características para identificar al hombre adulto, según se acentúen uno u otro de los
elementos estructurales innatos al hombre.

Según las estructuras que componen el temperamento humano

Esta opinión se centra sobre el concepto de adulto en base a la integración armónica de


los diversos componentes del temperamento. Considera que hay que alcanzar:

- Conciencia de sí: capacidad de constatar la propia fragilidad y las energías


disponibles.

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- Energía de superación: es la reacción positiva ante una situación adversa
consciente, afrontándola sin evasiones ni euforias idealistas, con realismo y
serenidad, entregándose esforzadamente para recuperar lo perdido o alcanzar el
equilibrio necesario
- Capacidad de amor: ser útil a los demás y saber recibir ayuda de ellos.
- Capacidad de medir diferencias y establecer jerarquías: no sólo a nivel
intelectual, sino también real
- Continuidad en la obra iniciada.

Según el esquema del psiquismo humano

Ve al adulto en la persona que ha integrado las diversas áreas de su psiquismo:

- Sentido bastante desarrollado del propio yo


- Capacidad de instaurar relaciones positivas con los demás
- Seguridad emotiva y aceptación de sí
- Percepción realista de las situaciones, los problemas y los compromisos
- Auto – objetivación como comprensión de sí mismo y sentido del humor.
- Una concepción interior unificadora de la vida.

Según los valores dinámicos de la actividad de la persona.

Adulto es haber integrado equilibradamente los sectores de la actividad humana:

- Capacidad de plena asimilación de las realidades existenciales concretas.


- Responsabilidad total sobre sus decisiones, compromisos y autonomía
- Integración de los componentes humanos maduros: afectividad madura,
racionalidad madura, etcétera.

Según la integración de las facultades humanas

Se centra en la integración de las facultades humanas: conocimiento, afectividad y


acción. Ser adulto es tener integrados los planos de proyección vital de la persona:

- Con el mundo: alcanzar una síntesis que dé una respuesta para cada
acontecimiento.
- Con el yo: autodominio, responsabilidad alcanzada por la autonomía de juicio,
integración de la libertad con los principios
- Con los demás: saber considerarles como otros “yo”, responsables, miembros
con los que convivo.

La integración armónica del adulto debe abarcar todas las áreas de la personalidad
humana: las estructuras del temperamento, las diversas zonas de la propia psique, los
valores de la actividad personal, las facultades y los planos de proyección. Por ello, el
adulto maduro se caracteriza por su equilibrio, independencia, síntesis personal y
progreso en la vida.

Junto a todos estos elementos positivos de la madurez psicológica ideal aparecen


posibles bloqueos o desajustes.

51
La madurez psicológica, pues, no siempre corresponde a la madurez física o biológica.
Los bloqueos o desajustes interiores pueden impedir un normal desarrollo psíquico. Por
ello, el individuo es adulto psíquicamente cuando alcanza un desarrollo armónico de sus
capacidades.

Perspectiva cognoscitiva

Adulto, a nivel cognoscitivo, es el individuo que posee una capacidad de conocer la realidad
con madura reflexión, abstracción y alcance experimental.

Por madurez cognoscitiva en un adulto no se entiende una determinada base cultural de


estudios y lecturas, sino más bien la capacidad de observación, de reflexión y
entendimiento propios del individuo maduro. En el adulto existe la capacidad de separar el
conocimiento o discurso ideológico de la acción, a diferencia del niño que no logra hacerlo
del todo. Esto favorece la crítica objetiva y la estructuración abstracta de los contenidos.

Sin embargo, el hombre de hoy ha invertido la teoría del conocimiento, que de


especulativo ha pasado a ser experimental. Hay mayor sensibilidad y apertura del
hombre actual ante aquellos procesos cognoscitivos que le ponen en contacto directo con
las realidades y no por medio de la abstracción

Además ha crecido la conciencia científica. Es una postura que valora mucho el dato
objetivo. Critica todo ante el campo de lo real. De esta misma inclinación nace la
sistemática crítica ante cuanto trasciende lo experimental.

El adulto tiene hoy un modo particular de conocer la realidad, caracterizado por la crítica
positiva o negativa, la sobrevaloración de lo experiencial y el predominio del conocimiento
científico y tecnológico.

Perspectiva social

El hombre vive en una sociedad. Sus relaciones con los demás individuos puede alcanzar
diversos grados de madurez. La madurez en orden social depende del desarrollo de estos
elementos:

Valoración de las cosas y su funcionalidad: el individuo comparte los bienes de la comunidad y


debe saber valorar las cosas que condivide con los otros.

Convivencia armónica y eficiente: debe convivir con los demás evitando el aislamiento y el
dejarse arrastrar por las masas

Intervención: el individuo debe corresponsabilizarse participando en la transformación del


mundo, como expresión realista de su pertenencia a la sociedad.

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El adulto, en su componente social, adquiere la madurez por la valoración de los bienes
sociales, la convivencia armónica y la responsabilidad en las tareas sociales.

Sin embargo, hoy se encuentra presionado por la movilidad de su vida, el influjo de


fuerzas narcotizantes y gregaristas, y la masificación urbana. Pero también se siente
impulsado por los medios de comunicación social al encuentro y estima de los demás.
Esta doble fuerza disgregadora produce un diverso grado de madurez en los sujetos.
Algunos se encuentran catapultados hacia el egoísmo y aislamiento, y otros se ven
impulsados por el compromiso y servicio.

Perspectiva religiosa
El adulto puede alcanzar la madures psicológica, la madurez cognoscitiva y la social; pero
puede, al mismo tiempo, no ser adulto en su perspectiva religiosa. Esto puede obedecer a
factores propios de la originalidad de la experiencia religiosa y también a factores
coyunturales de esta época. Vamos hacer, simplemente, una reflexión para conocer cómo
son hoy religiosamente los adultos.

El hombre adulto actual presenta una mezcla muy variada de tendencias. En él


predominan el racionalismo, el materialismo, la inclinación a sumar eclécticamente todo lo
que le parece válido y también gran indiferencia religiosa.

Todos estos factores deben tenerse muy en cuenta respecto a la madurez religiosa,
considerando que la mentalidad del hombre condiciona la escucha y acogida inicial del
mensaje cristiano. El adulto, a diferencia del niño, no sólo ignora comúnmente las
verdades de fe, sino además posee prejuicios y errores adquiridos por las experiencias
vividas.

Al considerar la religiosidad del adulto medio, junto a la experiencia coherente, debemos


distinguir ignorancia religiosa, incoherencia práctica, indiferencia o ausencia religiosa.

Sector de ignorancia.

Existen sectores de adultos que sitúan ante el hecho religioso (cristiano) conservando:

- Conocimientos superficiales y desjerarquizados del mensaje cristiano


- Conocimientos desconectados de la propia psicología de los propios
sentimientos, afectos y tendencias. Por un lado corren las creencias y por otro la
vida ordinaria.
- Ideas y comportamientos religiosos que no tocan las áreas ordinarias de la vida
(trabajo, dinero, sexo, relaciones, etc.), aunque mantienen actos religiosos
ordinarios.
- Ignorancia casi total y prácticas religiosas más o menos fielmente observadas.
- Ciertos tabús: incomprensibles leyes que por su moralismo bloquean una fe más
coherente y personal.

Sector de increencia

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Existen otros grupos de adultos que se sitúan ante el hecho religioso desde una
postura de:

- Indiferencia
- Increencia
- Agnosticismo
- Ateísmo teórico o práctico

Sector de coherencia

También existen grupos de adultos que viven su experiencia religiosa


coherentemente y con una actitud de búsqueda, profundización y operatividad.
Estos adultos necesitan:

- Grupos donde profundizar, verificar y desarrollar su fe.


- Presentación completa del mensaje cristiano.
- Formas de expresión y de acción adecuada y clara.

El adulto hoy presenta elementos muy variados y distintos respecto a la religión,


que analizaremos más detalladamente.

2. El adulto desde la psicología


La personalidad adulta

En este apartado vamos a reflexionar y ampliar los rasgos característicos de la


personalidad adulta, desde un punto de vista psicológico y que han sido simplemente
enunciados en el apartado anterior. Se trata de llegar a conocer los rasgos de la
personalidad adulta madura, valorarlos para el desarrollo de tu propia madurez,
incorporarlos a tu actividad catequética. Para el desarrollo del tema, nos inspiramos
eternamente en el libro de G.W. Allport: “La personalidad, su configuración y desarrollo”.

La personalidad adulta perfecta no existe. Lo que aquí presentamos es, más bien, un
ideal. Sin embargo, es necesario conocerlo y reflexionar detenidamente para tender hacia
él.

El educador de la fe necesita conocer los rasgos principales de la personalidad adulta


madura, porque muchos de nuestros educados poseen una personalidad inmadura, y es
misión nuestra colaborar con ellos y facilitarles los medios para que alcancen la madurez
de la personalidad que por la edad les corresponde.

Este tema es también importante porque la personalidad adulta humana es el substrato


habitual donde puede y debe arraigar la madurez cristiana, que es el objetivo básico de
toda actividad catequética.

Rasgos de la personalidad adulta

Pocos psicólogos han estudiado y definido los rasgos de la personalidad madura o


plenamente desarrollada; entre ellos, el que ha realizado una investigación más completa

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es el profesor de la Universidad de Harvard G. W. Allport, el cual, a pesar de opinar que
"no es fácil descubrir la considerable riqueza y congruencia de una personalidad madura”,
se ha atrevido a diseñarla y sintetizarla en seis rasgos principales, teniendo en cuenta las
aportaciones de otros psicólogos y la suya propia. Estos rasgos son:

A continuación ofreceremos un resumen de las extensas aportaciones de Allport sobre


cada uno de estos seis rasgos o criterios de la adultez de la personalidad.

La extensión del sentido de sí mismo

El sentido de sí mismo se forma gradualmente en la infancia y continúa extendiéndose, a


compás de la experiencia, a medida que se hace mayor el círculo de participación del
individuo.

El sentido de sí mismo supone una auténtica participación de la persona en alguna de


las esferas significativas de la actividad humana: economía, educativa, recreativa,
política, familiar y religiosa. No puede pedirse, evidentemente, que cada persona se
interese apasionadamente por todas ellas, pero se puede afirmar que una persona no
tiene personalidad madura si no posee un interés verdadero y una participación autentica,
que dé dirección a su vida, al menos en alguna de estas esferas.

La madurez progresa en la medida en que nuestras vidas, dejando de estar centradas en


la inmediata proximidad del cuerpo y del yo, se extienden hacia el mundo que nos rodea.
Todos los hombres se aman a sí mismos, pero únicamente es capaz de interesarse
realmente por lo que está más allá de sus propios intereses personales egoístas, quien
posee una personalidad madura (Allport).

Un adulto maduro es, pues, quien llega a ser capaz de superar la tendencia egoísta de
querer tener para sí y exclusivamente todas las cosas. La cualidad propia del adulto
maduro es el desinterés, mediante el cual se vuelve capaz de sacrificarse a sí mismo por
el bien de los demás.

Esto es posible precisamente sólo en la medida en que el egoísmo pase a un segundo


plano y dé lugar a actos de responsabilidad, conciencia de la obligación, sentimiento del
deber, disposición al sacrificio, al amor, a la amistad y a la bondad para con todos los
hombres. Con esto no queda eliminado el amor a uno mismo, sino que dicho amor es

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ganado a través del amor que se da a los demás. Es pues, así como se logra la extensión
del sí mismo.

“La personalidad adulta se desarrolla de acuerdo con pasos predeterminados en la persona en


crecimiento que conduce a dejarse llevar hacia un radio social cada vez más amplio, a tomar
conciencia de él y a interactuar con él “(Erikson).

La relación afectiva con los demás

La persona madura es capaz de un amor verdadero y, en virtud de la extensión de sí


misma, se vuelve capaz de una gran intimidad en las expresiones de amor, tanto en la
convivencia familiar como en las relaciones de amistad.

Tiene una relación emocional que podemos llamar simpatía que le hace respetar y
apreciar la condición humana en todos los hombres, huye de la murmuración y de todo
intento de dominar a los demás, incluso dentro de su propia familia. La persona madura
posee tolerancia y estructura democrática del carácter.

“El adulto sabe realizar un verdadero don de sí mismo, manifestado particularmente en los lazos
íntimos que establece con sus pariente, cónyuge, hijos o amigos para que puedan extenderse más
allá de este círculo limitado. Este continúo compartir con los demás, no implica ninguna mengua
de sí mismo, no es para el adulto un empobrecimiento ni una amenaza para su persona, sino que,
por el contrario, es un enriquecimiento y una realización esencial” (Osterrieth).

Para la personalidad madura, la existencia de los demás, su suerte o su desgracia, se


convierten en imperativos de la propia conducta. Por el sentimiento de bondad que alienta
su vida, se halla dispuesta a ayudar a los demás, incluso antes que éstos soliciten su
ayuda. En este sentido, el otro es buscado como un polo en el cual el propio yo encuentra
su resonancia, por lo que es aceptado como compañero o como pareja. De la
personalidad madura se hallan ausentes, consecuentemente, la ceguera frente a las
obligaciones para con los demás, el rencor, el cinismo, el sarcasmo, el desprecio y el
escarnio.

El adulto maduro necesita igualmente sentirse necesario y la madurez necesita poder


guiar y alentar aquello que ha producido y que debe cuidar. La “generatividad” es, por
tanto, en esencia, la preocupación por establecer y guiar a la nueva generación.

“El adulto joven está ansioso y dispuesto a fundir su identidad con la de los otros. Está
preparado para la intimidad, esto es, capacidad para entregarse a afiliaciones y asociaciones
concretas y para desarrollar la fuerza ética necesaria para cumplir con tales compromisos
cuando éstos puedan exigirle sacrificios significativos”

Erikson.
56
La seguridad emocional y la aceptación del sí mismo

El adulto inmaduro, como el niño, reacciona a los contratiempos con accesos del mal
humor o irritación; se queja, culpa a los otros, se compadece de sí mismo. En cambio, el
individuo maduro tolera la frustración. Si ha cometido un error o una falta sabe
reconocerlo y aceptarlo. Espera el momento oportuno, busca un medio de sortear los
obstáculos y, en caso necesario, se resigna ante lo inevitable. El individuo maduro ha
aprendido a vivir sus estados emocionales de modo que no le conduzcan a actos
impulsivos ni perjudiquen a otros.

El individuo maduro tiene sentido de proporción; ha aprendido que no todo alfilerazo


contra su orgullo es una herida mortal y que no todo temor es confirmado por un desastre.
Es cauto y no se deja dominar por el pánico. No se siente amenazado por la expresión de
sus emociones o las de otras personas.

Este sentido de la proporción y el dominio de sí mismo, se debe a que es realista y a


que posee valores integrativos que rigen y encauzan sus impulsos emocionales.

Una personalidad adulta es aquella que sabe mantenerse en un campo realista, de


manera que le es dado calcular las posibilidades de una tendencia o la necesidad de ser
satisfecha, conforme a las circunstancias de tiempo y lugar. Por ello, es signo de madurez
el saber renunciar a la satisfacción de una tendencia, cuando se llega a constatar la
posibilidad de su realización, evitando al mismo tiempo refugiarse en deseos ilusorios o
vías indirectas de compensación.

“La verdadera madurez implica capacidad para experimentar emociones y sentimientos, y para
expresarlos adecuadamente, para no rechazar su aportación fecunda y dinámica, sin dejarse, no
obstante, sumergir por su violencia.

El adulto presenta también un elevado grado de tolerancia al cambio, a la contradicción, a la


desilusión y a la inseguridad. Su organización física no estalla con agresividad tumultuosa en cuanto
surge un obstáculo, no se desintegra con angustia en cuanto aparece una amenaza. Cuando se
presenta el caso, sabe posponer la satisfacción de sus deseos, sabe aceptar la sujeción, sabe
someterse a lo inevitable, sabe mirar de frente a la realidad cuando ésta es desagradable para él y
Lanopercepción
intenta cambiarla. Su organización
realista del mundo psíquica no es rígida ni impaciente.

La persona madura posee disposiciones que conducen a la verdad Osterrieth


en mayor grado que
las personas inmaduras. El individuo maduro no tuerce la realidad para acomodarla a
sus fantasías o necesidades. Ve los objetos, a las personas y las situaciones tal como
son. Nunca se encuentran personas maduras que no posean aptitudes orientadas a la
solución de problemas ante los que se encuentran.

57
La persona madura, además de visión relista, posee capacidad para perderse a sí misma
en la realización del trabajo. Es capaz de olvidar los impulsos egoístas de la satisfacción
de los instintos, el placer, el orgullo y la defensa, durante largos periodos de tiempo,
mientras está absorta en su tarea.

La personalidad madura posee una buena capacidad de abstracción, lo cual le permite


encerrar en conceptos adecuados los rasgos esenciales de los contenidos de sus
experiencias, logrando así una visión ordenada de la realidad. Por ello, la personalidad
madura tiene además una buena capacidad de juicio que le permite comprender las
relaciones existentes entre los diversos acontecimientos de su vida y conservar una
serena equidistancia de todo cuanto no es de su competencia.

La personalidad madura posee, pues, una buena capacidad razonadora, mediante la cual
aporta precisión, coherencia, orden y sistema al curso de sus pensamientos, dirigidos
objetivamente hacia el mundo. Los juicios precipitados y los razonamientos superficiales
se oponen a la imagen de una personalidad madura. Por el contrario, la personalidad
madura posee autonomía de pensamiento, por lo cual mantiene una sana actitud crítica
frente al juicio, opiniones y actitudes de los demás.

El adulto también es realista en el sentido que trata de aceptar a los demás tal cual son,
admitiendo que sean distintos de él.

El conocimiento del sí mismo y sentido del humor

Se ha dicho que todo individuo es de tres modos diferentes:

- Tal como realmente es.


- Tal como él cree que es
- Tal como los demás creen que es.

Una personalidad puede calificarse de madura, en la medida en que ha logrado aquel


conocimiento de sí mismo, que le permita colocarse, sin tensión, entre la idea que se ha
formado de sí misma y la idea que los demás tienen de ella.

Muchas personas no llegan adquirir una sólida unidad entre su personalidad debido a
engañarse respecto a sí misma. Desde este punto de vista, la tarea más importante que
tiene ante sí todo hombre es la de descubrir ¿quién soy yo? Cuando esta pregunta es
respondida satisfactoriamente, se ha alcanzado una nueva unidad y la madurez de la
personalidad.

Se ha comprobado también que las personas poseen un buen conocimiento de sí mismo


son mejores jueces de los demás.

Asimismo la persona madura posee un profundo sentido del humor, que le hace capaz
de sonreír de todo lo que ama, incluyendo su propia persona, sus actos y conquistas. De
aquí que la personalidad madura evita toda afectación, en su conducta, toda “pose”
destinada a hacer resaltar sus propios valores, valores que ella misma no toma muy en
serio precisamente porque se conoce.

58
El adulto es una personalidad madura en la medida en que ha logrado un sentimiento
realista de su propio valor a partir de su tendencia a la autoestimación. En este sentido el
auténtico sentido de sí mismo se origina en el sujeto, no de la consideración de lo que los
demás opinan de él, o sea, del grado de aprecio o estimación de que goza, sino de la
conciencia objetiva de su propio valor y dignidad como hombre, como persona.

Sin embargo, este sentimiento del propio valor no debe corresponder a un retrato
narcisista de sí mismo, sino derivarse del rendimiento objetivo de su vida según todo lo
que es capaz de realizar en su profesión y en su relación con los demás. Una tal
personalidad posee sentido del humor en tanto es capaz de considerar las cosas con
arreglo a su importancia, sin dejarse engañar por apariencias impresionables. El humor,
como síntoma de madurez es esencialmente crítico y elimina toda exageración y toda
ilusión que el hombre pueda hacerse de sí mismo y del mundo (Lersch)..

“Contrariamente al niño, el adulto no se considera todo poderoso; sabe que es un ser limitado.
No tiene necesidad de engañarse a sí mismo en cuanto a sus móviles y sus intenciones, ni de
engrandecerse a sus ojos y a los ojos de los demás, con toda clase de mecanismos de defensa
más o menos engañosos. Trata de tomar distancia respecto de sí mismo y de verse
objetivamente; se critica y sabe reírse, aceptarse tal cual es, sin satisfacción ingenua u
orgullosa”. (Osterrieth)

La posesión de una filosofía unificadora de vida

La vida de todos los individuos está siempre orientada u orientada por una o varios
objetivos. Cada individuo tiene una razón por la que vive, un propósito principal que da
unidad a su vida y a su conducta.

Estos objetivos faltan en la infancia, se van esbozándose en la adolescencia y quedan


detenidos en la madurez.

Esta filosofía unificadora de la vida se concreta, de algún modo, en una escala de


valores que permite orientarse en cualquier circunstancia de la vida. Cuando decimos
que alguien que es un cristiano o un comunista, un pacifista o un beatnik, queros decir
que la unidad de su vida procede preferentemente de seguir la escala de valores de uno u
otro de estos tipos.

La conducta de la personalidad adulta madura se halla unificada por la posesión de una


filosofía de la vida, conocida, aceptada y practicada consecuentemente, lo cual permite
dar una respuesta con la mayor fuerza motivacional posible, a los tres grandes problemas
de la vida: ¿quién soy?,¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? Es decir ¿cuál es el sentido de
la propia existencia? Con la respuesta adecuada a estas cuestiones profundamente
existenciales, se logra la culminación de la madurez de la personalidad.

En muchas personas que no tienen elaborada una filosofía unificadora de la conducta, la


unidad de su vida procede de sentimientos del deber, de la responsabilidad y del sentido
de justicia. Esta conciencia moral puede tener tonalidad religiosa o no.

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El sentimiento religioso ocupa un lugar preferente en la filosofía unificadora de la
existencia de la personalidad madura. El sentimiento religioso auténtico proporciona a la
persona una actitud especial de disponibilidad, de confianza en el sentido del mundo y
del destino de la vida.

3. El adulto desde una sociedad: rasgos más sobresalientes y


sus repercusiones en la vida moral y religiosa
Vamos a detenernos a estudiar y reflexionar algunos rasgos de la sociedad, ya que
repercuten en la vida moral y religiosa de la persona de hoy y que, en su pluralismo, nos
dejarán ver unos tipos religiosos de adultos.

Los Obispos españoles hacen descripción de esos rasgos de nuestra sociedad en


el documento “Catequesis de adultos”, nn 2-22, que nos sirve de inspiración y
pauta para este tema.

Nuestra cultura moderna se caracteriza por dos factores determinantes: la confianza en la razón
y el deseo de libertad. Junto a estos factores hay una realidad de relación entre las personas
ampliada y potenciada por los medios de la comunicación social

La confianza en la razón

La confianza en la razón ha hecho nacer una civilización, en muchos aspectos ambigua.

Una civilización científico- técnica

El espíritu científico caracteriza al hombre de hoy. La ciencia le ha llevado a conseguir


innumerables avances tecnológicos que repercuten en nuestra manera de vivir e, incluso,
afectan a la manera que tiene de concebirse a sí mismo.

La ciencia y la técnica suponen un bien para las personas, ya que nos estamos
beneficiando de sus resultados. Pero, al mismo tiempo, se presentan como una amenaza,
ya que existe el riesgo de absolutizarlas de tal manera que se planteen como
antagonistas con la fe y caer en la tentación de querer ser como Dios. Los avances y
logros que deban servir a la persona, pueden transformarse, en ocasiones, en una
amenaza contra la persona misma y contra la naturaleza.

Una civilización del consumo.

Esta civilización procura el bienestar, especialmente a los países occidentales e


industrializados. Pero, a la vez, ha generado un espíritu comunista, convirtiendo la
producción de bienes en un fin cerrado en sí mismo y despreocupado a las necesidades
humanas reales, llevando también, como consecuencia, a la injusticia y al materialismo.
Unos tienen demasiado, otros nada o casi nada, y, así, se ensancha más el abismo entre
el mundo llamado norte desarrollado y sur empobrecido. Muchas personas niegan la
trascendencia y prescinden prácticamente de Dios.

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El deseo de libertad.

La afirmación de la libertad como cualidad inalienable de la persona es, junto a la


racionalidad que brota del espíritu científico, otro rasgo fundamental de nuestra cultura.

La libertad es condición necesaria para que una persona o grupo social realice su
proyecto personal. Es buena esa conquista de la libertad, tanto en individuos como en
pueblos. Pero, con frecuencia, el hombre moderno, cae en un individualismo, que le
aísla del ambiente social y lo aleja de los problemas de los demás.

En el orden religioso una libertad mal entendida y absolutizada corre el riesgo de


considerar el rechazo de Dios como condición indispensable para conseguir la libertad, el
progreso y la felicidad.

El fenómeno del pluralismo

El desarrollo de la libertad ha propiciado el fenómeno del pluralismo. En la cultura


actual, en efecto, se da un pluralismo creciente de ideas de valores, creencias, formas de
concebir la sociedad, tendencias políticas…

Este pluralismo, con lo que supone de cambio profundo respecto a nuestra cultura
marcada por las tradiciones hondas, ha incidido en las creencias y prácticas religiosas,
sobre todo de los adultos que vivían una religiosidad poco personalizada.

Pero ese pluralismo está teniendo una parte positiva: está siendo ocasión de que muchas
personas personalicen la fe y hagan una opción más libre y profunda.

La crisis de las ideologías.

El pluralismo ha relativizado los modos de pensar. Las ideologías y visiones totalizantes


de la vida y del mundo, de lo social, económico y político han entrado en crisis.

Esta crisis ha repercutido también en los valores de todo tipo y, debido a ello, el hombre
moderno puede vivir un vacío de sentido, tiende a privatizar la fe y a construirse su
propia moral, normalmente fragmentada: liberal en unos aspectos y puritana en otros.

Pero la persona necesita un sentido en la vida y de la vida y unos valores o un valor


por el que luchar. La religión le ofrece ese sentido último a la vida y unos valores o un
valor absoluto por el que luchar y trabajar.

La importancia de los medios de comunicación social.

Los medios de comunicación social (TV, prensa, radio…) juegan un papel decisivo en
la configuración de esta nueva cultura. Hay quienes consideran que son el elemento más
determinante para cambiar las mentalidades. Nuestra civilización es llamada la
civilización de la imagen. Este mundo de los mass-media ha hecho mundo una aldea
cercana y conocida por todos. El que tiene los medios de comunicación tiene un “poder”
sobre los demás… Ante este poder y su influencia, solamente un sentido crítico y una
gran capacidad de selección dejan a la persona libre y con posibilidad de optar con
objetividad.

61
Todos estos factores tan complejos que han quedado expuestos, presentan un desafío
radical para la fe cristiana. En épocas pasadas, la evangelización de la Iglesia tenía que
enfrentarse a aspectos más bien parciales de la doctrina. Hoy es lo central del Evangelio
lo que está afectado. La nueva evangelización no se circunscribe a aspectos periféricos
de la fe, sino a lo nuclear: el sentido de Dios y el sentido del hombre.

Esto estimula y casi obliga a presentar los diferentes tipos religiosos del adulto, es
decir, siguiendo un criterio teológico, y que pasamos a exponer en el apartado siguiente,
después de presentar los tipos de adultos según el criterio de la edad,

4. Tipología del adulto


El adulto en abstracto no existe. Lo que sí existe son los adultos diferenciados por la
edad, las circunstancias socio-culturales y las situaciones religiosas. En este apartado
vamos analizar los diversos tipos de adultos que pueden existir según criterios
antropológicos, fundamentalmente en relación a la edad, y según criterios teológicos o en
relación a la realidad de la fe.

Conocer y valorar toda esta variedad tipológica del adulto tiene una importancia decisiva
para la acción catequética y, por tanto, para el educador de la fe. No podemos programar
una catequesis para un grupo de militantes cristianos del mismo modo que lo podemos
hacer para un grupo de adultos no bautizados. No será igual el método que utilicemos con
adultos de la tercera edad que con jóvenes matrimonios cristianos.

La gran variedad de tipos de adultos debe ser para el catequesis una ocasión más para
desarrollar su creatividad catequética y conectar con la realidad tal como es. Por ello,
debe conocer los diferentes tipos de adultos, valorar las características propias de cada
hombre adulto, y saber programar adecuadamente la acción catequética en función del
destinatario.

Etapas de la edad adulta

Hay circunstancias humanas que concurren en un determinado número de sujetos,


creando categorías que los unifican según su nivel socio-profesional (obreros,
empresarios, hombres del mundo rural, etc.), según niveles culturales (incultos, con
estudios medios, intelectuales, etc.), según funciones o situaciones (padres de familia,
noviazgo, ancianos, etc.)o según el contorno comunitarios (emigrantes, pobres, etc.).

Otras circunstancias que diferencia a los adultos es la edad. Entre otras posibles
calificaciones, J. Colomb establece tres categorías fundamentales de adultos según la
edad: etapa de la edad adulta (25.40), etapa de la madurez (40-65), etapa de la vejez (65
años en adelante).

Etapas de la edad adulta (25-40 años)

 Edad de la creación consciente

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Edad de la creación, de la actividad eficaz que transforma el mundo de los hombres y de
las cosas. Edad del “trabajo”, de la “praxis” liberadora, en pleno crecimiento físico y
biopsicológico.

El adulto posee las motivaciones de sus actos, su juicio es reflexivo, ha conseguido la


autonomía persona personal de pensamiento, es decir, las convicciones; y de acción, es
decir, el dominio de sí, la disciplina a través de la interiorización de las reglas y leyes. No
actúa solamente guiado por la sinceridad, sino por los juicios: su generosidad ya no es
espontánea, sino libre y consentida.

Su afectividad ha encontrado su lugar y la función a desempeñar; vivifica, pero no rige el


juicio. No se embala por “ideas” clara y absoluta, por acciones seductivas, por emociones
súbitas: las decisiones son frías, pero son reflexiones. Lo que brinda seguridad es la
aprobación de la conciencia y el deber cumplido. El adulto sabe decidirse por sí mismo y
no tiene necesidad de que otros lo hagan en su lugar. Por eso sabe obedecer
verdaderamente.

De esta forma, tiene lugar la unidad funcional entre el pensamiento, la voluntad y la


afectividad; al menos, en principio. Veremos los peligros que pueden plantearse al adulto
a causa de su poder de acción y de reflexión.

 Edad de la lucha

Si la razón domina sobre las pasiones, si rigen las motivaciones espirituales, no lo


consigue sin esfuerzo. Mejor dicho, es la edad del esfuerzo espiritual, continuo,
cotidiano, reconocido como norma y natural; tiene un sentido, que ha adquirido del
esfuerzo, la disciplina, el sacrificio. El adulto sabe que no solamente debe “crearse”, sino
también “salvarse”.

Esta lucha no se resuelve en un instante; prosigue a través del tiempo, ya que el espíritu
del hombre se va haciendo a través de ese mismo esfuerzo. El adulto está también
plenamente comprometido en el combate entre el ideal y lo real; hacer lo imposible a
partir de lo posible. De un golpe, debe adquirir el sentido del mal, de la cruz y saber
integrarlos a su acción. Es humilde, ni idealista ni pesimista. Debe aceptar sus límites e,
incluso, utilizarlos: ser paciente y tenaz, emprender la lucha después de los fracasos. Es
capaz de saber que en cuanto deja de luchar, la espiritualidad de su acción decae.

El adulto, por el hecho de actuar por reflexión, por ser capaz de superar e integrar sus
frustraciones, y por el hecho de que su actividad está encuadrada en un marco social,
tiene cierta estabilidad; se puede confiar en él. Su vida no es como la del adolescente,
una serie de secuencias bastante diversas, sino un film donde una intención profunda, a
través de diversas situaciones exteriores, realiza la unidad. Al ser plenamente consciente
de su pasado y de sus proyectos, se compromete personal y completamente en la acción,
y no por capricho momentáneo.

 Edad de actividad social

El adulto se ha integrado y ha integrado su acción en medio de los demás, cuyos valores


propios descubrió en la adolescencia. Ahora, las relaciones interpersonales y sociales

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constituyen lo más profundo de sí mismo. Trabaja con los demás: su forma de pensar es
comprensión, su acción es colaborar, su amor es oblativo.

De esta forma, edifica su ser social al mismo tiempo que constituye las sociedades en las
que el ser social se desarrolla; construye poco a poco su hogar, es decir, no
socialmente su aspecto material –las condiciones materiales-, no solamente los miembros
del hogar y su educación, sino, sobre todo, la actitud espiritual, el amor oblativo concreto
que es su fuente.

Construye su vocación social; no solo se labra una situación profesional estable que
trata de mejorar, sino que es capaz de participar en el deseo de civilización y de cooperar
en su realización. Nada de lo humano puede resultarle extraño. Es capaz de asumir los
complejos sociológicos y de las circunstancias que condicionan al hombre, y de actuar a
su mismo nivel para santificarlos o adaptarse a ellos. Así actúa, según su propia
situación, en los sindicatos con su voto, en los diversos grupos o movimientos en los que
“milita”.

En resumen, a través del juego de sus facultades, de la posibilidad de superar las


dificultades y de colaboración social, el adulto alcanza un esto de equilibrio y
estabilidad, que es su característica y que corre peligro de esconder los dramas de su
vida profunda.

Etapa de la madurez (40-65 años)

 Crisis de la edad adulta

El hombre ha llegado por fin a la cima de su curva biológica; no teniendo más fuerzas
para continuar el ascenso, aún conserva las suficientes para mantenerse y reafirmar su

actividad. Ahora va a comenzar el descenso: las fuerzas disminuyen, comienza a

ETAPAS DE LA VIDA ADULTA SEGÚN BROMLEY

1° Etapa: Comienzos de la edad adulta (21 a 25 años): Esta etapa está caracterizada por el acceso a
la edad legal de madurez y a la responsabilidad económica, la consecución del derecho al voto en la
mayor parte de la naciones – hoy se ha adelantado en muchos sitios a los 18 años – el matrimonio y la
paternidad o maternidad, el ingreso en la vida profesional y la plena participación en las actividades
sociales adultas. 64

2° Etapa: Edad adulta media (25-40 años): Se consolidan los roles sociales y profesionales. Se produce
una declinación ligera de las funciones físicas y mentales.
Se observa una relativa estabilización a nivel material y en el campo de las relaciones sociales.

“sentirse más pronto fatigado”, se recupera con mayor dificultad, pierde rapidez y
flexibilidad. Especialmente es el fin del poder procreador. En consecuencia, disminuye el
ardor por construir y las ansias de lucha (aparte la sobreexcitación defensiva, de la que
hablaremos), y se ve la realidad tal como es, pero con otros ojos.

Ahora el hombre conoce demasiado los límites humanos, sus propios límites. El
carácter absoluto de la actividad tiende a desaparecer: la “juzga” frente a frente y
descubre sus limitaciones. Se han evaporado sus ilusiones: la vida ha perdido su
novedad. La juventud entraba en un mundo de exaltantes posibilidades; ahora las mismas
“realidades” desaparecen. La juventud sabía admirar; ahora se sabe medir.

El crecimiento del “yo social” se detiene, ya llegó a la meta; no llegará más lejos; el obrero
sabe que ya no será director de fábrica; el capitán sabe que se jubilará como
comandante; el padre y la madre conocen los problemas que les plantean sus hijos; las
dificultades, la oposición encontrada han delimitado el éxito. Por otra parte, surgen nuevas
generaciones con nuevos aportes; se empieza a no comprender bien a los jóvenes,
pronto habrá que dejarles el lugar.

En cuanto al “yo personal”, ya se sabe en qué consiste; a uno no le quedan ya muchas


ilusiones con respecto a los otros, ni a su carácter, ni a las posibilidades de cambiarlo, de
modificar sus costumbres y, por tanto, ve con mayor claridad hasta qué punto está lejos
del ideal soñado; aún y tal vez mucho más, si uno ha hecho grandes esfuerzos. No somos
mejores que nuestros padres.

Comprendemos que ese sentido de los limites, ese sentido de una actividad en el mundo,
que había constituido la edad adulta y que se nos comienza a escapar, puede ser la
fuente de una profunda crisis, cuyos peligros y riquezas profundas debemos descubrir;

65
crisis de certeza en cuanto a las opciones y principios que han guiado nuestra vida, y que
puede ser el medio de alcanzar una certeza más alta y más espiritual.

 Peligros de esta edad.

Como en toda crisis, aparecen peligros y tentaciones. Estas últimas, preparadas


durante largo tiempo, ya no son quizá para muchos tentaciones sino terribles realidades.
Pero, frecuentemente la misma acción y el sentimiento de estar en plena forma, impedían
verlo con toda claridad. Ahora hay que mirar la realidad cara a cara. Frente a las
perspectivas en vista, uno siente más a menos aquella especie de movimiento de
retroceso que sentía el niño al dejar la seguridad de la infancia por la incertidumbre de la
adolescencia.

Uno se siente tentado a instalarse como cualquiera que ya “ha llegado” y a quien no le
queda ningún esfuerzo por hacer. Lo que es válido para la situación social lo es
igualmente para el pensamiento; podemos también “llegar”, instalarnos en las ideas, en su
síntesis y detener así el progreso en la vida espiritual.

Sobre todo, si no hemos “triunfado” del todo, intentaremos “triunfar” en un “trabajo


particular”, buscando satisfacciones suplementarias en aficiones: jardinería, arte, etc.

Peligro de “diversión”, en el sentido que le da Pascal: algunos intentan perderse en su


actividad muchas veces temeraria y alocada, y se dejan dominar por ambiciones
desmesuradas; otros se lanzan aún con más ímpetu a su actividad cotidiana por miedo de
ser desplazados y para probarse a sí mismo que todavía son jóvenes.

En algunas profesiones, principalmente liberales, la necesidad de continuar un trabajo que


cada vez es más exigente, es un medio para apagar la crisis psicológica e impedir el
desarrollo, pero, a la vez, se impide instaurar un nuevo equilibrio. Tengamos bien claro
que, así como uno puede seguir siendo adolescente (falso adolescente) no aceptando la
realidad tal cual es, se puede seguir siendo un adulto (un falso adulto) al no querer
desprenderse de la actividad. Esto que empieza a ser verdad para el hombre maduro lo
es mucho más para el anciano.

En esta edad de incertidumbre, el escepticismo y la duda pueden instalarse también en el


plano del pensamiento. El espíritu pasa alternativas de actividad y de atonía; a veces
todo vuelve a repetirse, retornan las angustias filosóficas y teológicas de la juventud que
el activismo había apagado pero no resuelto. Inestabilidad disminuida si se ha continuado
recibiendo una buena formación espiritual.

Si uno sucumbe a estas tentaciones, termina con la juventud de corazón, es decir, con el
poder de admiración, de buscar lo nuevo, de renovarse y de crear; todo lo cual podría
vivirse, no con la exuberancia y la disponibilidad indeterminada de otras etapas, pero al
menos con una actividad concreta siempre en tensión hacia lo mejor, en la esperanza y
la alegría.

 Función de esta edad: hacia un nuevo equilibrio

66
Pero toda crisis anuncia, exige y hace posible un nuevo equilibrio, superior y más
íntegramente humano, la crisis de la “edad critica” debe engendrar en el hombre maduro
un “adulto” humanamente más perfecto.

Crisis que nos impulsa, ante todo, a reflexionar; el primer esfuerzo, por tanto, es un
esfuerzo del espíritu, un esfuerzo de reflexión para situarnos en el mundo de manera real.
Como decía un obrero: necesitamos descubrir en qué consiste la condición humana.

Esta reflexión nos permitirá aceptar a los hombres y las cosas tal como son; tomar las
cosas en su justa medida, no la de nuestra subjetividad de adolescente, ni la de nuestra
voluntad de adulto; sino la que da la sabiduría. En suma, tendremos una mirada y una
actuación más objetiva y, por tanto, más válidas y duraderas. Aceptación de las
imitaciones, de las faltas, de los desórdenes de la vida y de los hombres, no se trata del
hastío de la acción y de la vida pues durante mucho tiempo todavía, aunque quizá con
otro ritmo, tendremos una actividad en el mundo; más bien se trata de un cierto retroceso
en cuanto a la acción y el mundo que permite la purificación de la acción y también la
humanidad y la verdadera paz interior. La fidelidad ya no esta tan favorecida por la
generosidad y la audacia; consiste en el coraje del deber cumplido. Se es hombre de
experiencia y el hombre de experiencia; y el hombre de experiencia tiene “carácter”.

Hasta aquí, durante la edad madura, hemos visto cómo la acción y el yo social podían
aceptar el yo total, en detrimento de las exigencias del yo espiritual. Ahora que la acción
exterior o al menos su absolutismo, desaparece, podemos distinguir la actividad
exterior, de la misma persona; el Facere (el exterior de la acción) y el Agere (el interior
de la acción); podemos adquirir un nuevo sentido de la persona, del verdadero yo y de
sus exigencias. Puede desarrollarse una nueva afectividad; el sentido de lo humano. Y
saber mejor dónde se encuentra la verdadera grandeza, los valores que han guiado
nuestra acción en la edad madura, si han podido subsistir, se han decantado y
reafirmado. Las cosas importantes son cada vez menos. Uno se vuelve capaz de sentir
necesidad de una espiritualidad autentica y un sentido de lo absoluto que no se confunde
con lo relativo.

Hasta ahora la actividad se realizaba con ambición, y no siempre con verdadera


preocupación por el bien común; uno se imponía a la sociedad más que procurar servirla,
sobre todo en un mundo difícil donde había que luchar para “hacerse un lugar”.
Correlativamente, estábamos dominados fácilmente por un “pensamiento de grupo”,
pensamiento de grupo pequeño al cual estábamos integrados. Ahora existe la capacidad
para un mayor sentido oblativo del trabajo, y podemos gozar más por el éxito del grupo
que por la propia actividad; o mejor, se integra más fácilmente el propio trabajo en la
acción de conjunto.

De esta edad son los mejore jefes; el sentido de lo humano y de las propias debilidades,
una mayor imparcialidad en los juicios – consecuencia de la desaparición de ambiciones
inquietas-, la tranquilidad frente a los fracasos individuales y parciales, ayudan a utilizar la
autoridad al servicio de las personas. Y, lejos de detener la ambición de los jóvenes, se
procura integrarlos y formarlos para que puedan desarrollarse y llegar a ser, a su vez,
buenos dirigentes.

67
Etapa de la vejez (65…)

 El problema de esta edad. Su tentación

Hemos llegado realmente a la “edad de la vejez”, edad en que la vida ha encontrado su


razón de ser o reconocer su vanidad. Efectivamente ahora es preciso retirarse del trabajo;
poco a poco, o bruscamente, se nos escapa la responsabilidad del mundo; para la
mayoría, es edad de jubilarse.

Nos encontramos frente a la muerte. A los cuarenta años uno sabe que ha de morir, pero
la muerte tiene un aspecto abstracto o metafísico; ahora adquiere una presencia
biológica. Ahora, frente a la muerte, hace falta ver si la vida puede conservar o aumentar
un sentido positivo, si el sentido de la muerte puede iluminar la vejez y colocarla en
equilibrio nuevo y superior.

Es evidente que, biológicamente, la muerte no es más que el final de una decrepitud; en


el mismo plano biológico, y desde el punto de vista social, es el fin de una inutilidad y de
un estorbo. Ahora bien, la forma en que una sociedad actúa frente a los ancianos, la
caracteriza espiritualmente; Hitler los mataba. Nosotros mismos, en general, apenas nos
ocupamos de ellos; no tienen necesidad de una catequesis especial; no sirven para la
actividad apostólica tal como entendemos en la edad adulta. Pero ¿no es preciso
justamente estar más cerca de ellos?

Desde el punto de vista biológico, únicamente la vida del anciano no tiene ningún sentido
hacia el futuro (la misma memoria, que es preparación a la acción adaptada, desaparece).
En este plano el anciano no espera ya nada, o tan sólo la muerte. Para él el tiempo se
refugia en el pasado; su pensamiento se proyecta en el pasado, vive en el pasado.

Se agarra a la vida y a sus riquezas, es testarudo y tirano para probarse a si mismo que
todavía es joven. Critica a los jóvenes y a todo lo nuevo. Todo lo más acepta lo inevitable;
¡ya he hecho lo que tenía que hacer! (que por otra parte puede tener un sentido de fe).

En ese clima, es difícil resistir la tentación de egoísmo y de replegarse sobre sí


mismo, de resentimiento y de acritud (fruto de los fracasos de la vida, de que nos “dejan
de lado”, y, por ejemplo, el asilo), de orgullo o de despecho porque se siente inútil, una
carga para los demás.

 Hacia un nuevo equilibrio

Pero, ¿qué sucedería si el anciano se sitúa frente a la muerte tal como le pide la fe?

Entonces el anciano no mira esencialmente al pasado sino al futuro; o mejor dicho, ya que
el futuro no promete nada, su vida transcurre bajo el signo de una esperanza espiritual
que incluye y asimila la muerte solamente como un paso hacia la vida; el objetivo de su
espera es el infinito. la Eternidad. La muerte le abrirá la puerta en el momento preciso,
pero su fijación es secundaria; la esencial es la intención y el amor a Dios.

El anciano se entrega con pasividad espiritual en manos de Dios, el abandono en Dios


será su actitud profunda. Por ello, la vejez es signo de la presencia de Dios, del más allá,

68
de la vida de resucitados. Podemos decir que el anciano tiene en la Iglesia un papel muy
semejante al de los religiosos y religiosas. Estos dos testigos de la resurrección por libre
voluntad, aquellos por necesidad biológica (aceptada libremente). De ahí la falsedad de la
concepción de que no tiene lugar en la Iglesia.

Resulta relativamente fácil enunciar las virtudes propias del anciano que encontró su
equilibrio cristiano:

 La paciencia consigo mismo y con los otros tan necesaria a causa de la


enfermedad y sufrimientos, y muchas veces a causa del abandono en que se
encuentran
 La benevolencia, opuesta a la acritud. El anciano conoce la vida, los errores y
pecados, las idas y venidas, la ingenuidad de los jóvenes que deben luchar y
obrar. Benevolencia, fruto de la experiencia humilde de sí mismo y de los otros.
 La oración simplificada; dando importancia a la alabanza desinteresada, a la
ofrenda. Oración por los que se encuentran bien, por aquellos que “trabajan”.
 Espíritu de pobreza, de desprendimiento. Aceptación de perder poco a poco
todos sus “miedos” humanos. Aceptación de la muerte como ofrenda suprema.
 La confianza total en Dios. Uno se apoya en su amor.
 La admiración: debe haber conservado la capacidad de admirar a los jóvenes, de
admirar lo nuevo que se hace en la parroquia, en la Iglesia; en esto consiste la
verdadera infancia. Admiración que se sitúa más en un plano espiritual que en un
plano sensible. Sonrientes además, ya que no son más exigentes respecto a la
vida; como quien va a partir de viaje. Pero a condición de que hayan sido más
exigentes consigo mismos que con la vida.
 La caridad, que sabe apartarse de los lugares de responsabilidad, que conoce el
arte de hacer pequeños servicios a su alrededor, que no quiere exigir demasiado
(ni tiempo ni cuidado); el arte de ser abuelo o abuela.

De ahí la sabiduría, que consiste en un “juicio” sobre todas las cosas, iluminado por
la muerte (la vida), que es espiritualización y desprendimiento, serenidad. Presencia
del anciano, no activa, sino irradiante.

Tipología religiosa del adulto


Las diferencia que presentan los adultos no se reduce a su dimensión humana solamente,
sino también afectan a su dimensión religiosa, y, más en concreto, a la fe. Vamos a
presentar los diferentes tipos de adultos que pueden existir desde una perspectiva
religioso-cristiana. Estos adultos pueden diferenciarse por la relación a la fe, por la
relación a su responsabilidad eclesial y por relación a su localización pastoral.

En relación a la fe

En relación a la fe los adultos pueden dividirse en dos grandes categorías: bautizados y


no bautizados
69
Entre los no bautizados caben diversas posturas; puede tratarse de ateos, monoteístas no
cristianos y de cristianos separados. Los catecúmenos ocupan un lugar aparte, pues
aunque no están bautizados ya han optado por Cristo. Los bautizados pueden
considerarse bajo dos puntos de vista: respecto a su comportamiento o respecto al tipo de
anuncio cristiano recibido.

Según el comportamiento exterior de los bautizados podemos distinguir tres categorías:


los no practicantes, los practicantes y los militantes.

 Los no practicantes: pueden haber recibido el bautismo solamente. O pueden


haber recibido también la catequesis en la infancia y haber abandonado toda
práctica en la crisis de la adolescencia y juventud. Puede que incluso mantengan
una postura de simpatía hacia ciertas creencias y admiren determinados valores
cristianos. La catequesis comienza de cero para algunos. Para otros ya se
presuponen algunas bases, aunque generalmente mezcladas con prejuicios y
confusiones notables.
 Los practicantes: creen y actúan la fe cristiana. Suelen tener una formación
incompleta, dudas y diferentes problemas de carácter moral. Es frecuente
encontrar en ellos gran interés por profundizar y educar su fe.
 Los militantes: además de creer y actuar según la fe, están comprometidos en
responsabilidades eclesiales. Pero su entusiasmo y compromiso no aseguran la
experiencia de una formación básica y completa. Por su misma condición
necesitan profundizar von mayor ahínco en su fe.

Si nos fijamos ahora en la finalidad que mueve a los cristianos adultos practicantes a
acercarse a la fe encontramos tres categorías: los que piden un “sentido de vida”, porque
la sociedad les ha creado una crisis de identidad; los que piden “servicios religiosos”,
porque buscan participar religiosamente en sus profundas convicciones cristianas o sus
creencias superficiales (incluso supersticiosas) o simplemente hacer actos de culto
tradicionales con ocasión de sus cronologías profanas; y también hay los que piden
“conocimientos”, no solo como una repetición de los contenidos y términos conocidos,
sino como profundización de los que nunca han abarcado totalmente.

Si ahora tenemos en cuenta los adultos según el tipo de anuncio cristiano que
recibieron tenemos las siguientes categorías.

 Cristianos que necesitan un primer anuncio, porque lo han recibido sólo en parte
o incluso no lo han recibido.
 Cristianos que han recibido y aceptado el primer anuncio, pero necesitan una
síntesis orgánica básica del contenido del mensaje para responder a las
implicaciones adultas y comprender mejor las fórmulas.

70
En relación a la responsabilidad eclesial

En relación a la responsabilidad eclesial los adultos cristianos pueden ser simplemente


practicantes dando su testimonio individualmente, o estar asociados y comprometidos en
servicios eclesiales: catequistas, militantes en movimientos apostólicos, etc.

En relación a la localización pastoral

En relación a la localización pastoral los adultos pueden encontrarse integrados en la


simple estructura parroquial o pertenecer a un grupo eclesial más o menos complejo:
movimientos varios, asociación benéfica, etc.

Los adultos pueden diferenciarse, por tanto, según criterios teológicos, por su relación a la
fe, por su relación con la Iglesia o por su ubicación pastoral. Es evidente que cada adulto
ofrece una posibilidad inmensa de condicionamientos varios según diversos grados de
participación en los tres criterios anotados. Resulta así patente que los adultos presentan
una gran heterogeneidad como destinatarios de la fe.

El adulto y sus características

71
El término “adulto” procede del verbo latino “adolescere”, que significa crecer, y quiere
decir el crecido, el que ha terminado de crecer o de desarrollarse.

El significado etimológico coincide con la acepción vulgar, ya que se denomina adulto al


individuo situado entre la adolescencia y la vejez; es decir, al que ha dejado de crecer y
no ha comenzado aún a decrecer.

Adulto es aquel hombre que ha alcanzado la madurez, entendida ésta como la plenitud y
la armonía en el desarrollo de las capacidades humanas.

La personalidad es la organización dinámica, en el interior del individuo, de los sistemas


psicofísicos que determinan su conducta y pensamiento característicos (Allport).

Los rasgos principales de la personalidad madura o plenamente desarrollada son:

 Amplia extensión del sentido de sí mismo


 Capacidad para establecer relaciones emocionales con otras personas en la
esfera íntima y no íntima
 Seguridad emocional y aceptación de sí mismo
 Posibilidad de percibir, pensar y actuar con penetración y de acuerdo lcon la
realidad exterior.
 Ser capaz de verse objetivamente a sí mismo y poseer sentido del humor.
 Vivir en armonía con una filosofía unificadora de la vida.

En nuestra sociedad actual hay dos factores que determinan la cultura moderna: la
confianza en la razón y el deseo de libertad. Estos factores hacen aparecer unos rasgos
típicos de nuestra sociedad, que repercuten la vida moral y religiosa del hombre de hoy.
Estos rasgos podemos concretarlos en:

 Una civilización científico-técnica, que ayuda al hombre y, al mismo tiempo, le


amenaza
 Una civilización de consumo que procura bienestar, y, al mismo tiempo genera
injusticia y materialismo
 El deseo de libertad está afirmando y resaltando en nuestra sociedad. Pero, a
veces, de tal manera que se puede caer en un individualismo insolidario y a
considerar el rechazo a Dios
 El fenómeno del pluralismo, que ha afectado a las creencias y prácticas
religiosas.
 La crisis de las ideologías, que pueden traer como consecuencia un vacío de
sentido, con una honda sensación de desamparo, como si el hombre estuviera
arrojado a la intemperie.
 La importancia de los medios de comunicación social.

Todos estos factores y rasgos tan complejos presentan un desafío radical para la fe
cristiana. Está en juego lo central del Evangelio: el sentido de Dios y el sentido del
hombre.

Existen diferentes tipos de adultos en relación a la edad.

72
Existen diferentes tipos de adultos desde una perspectiva religioso-cristiana: No
bautizados y bautizados (no practicantes, practicantes y militantes… asociados en
movimientos apostólicos, responsables de servicios pastorales integrados en la estructura
parroquial, integrados en comunidades de base…)

Cada tipo de adulto ofrece características peculiares y deben ser tratados pastoralmente
de manera diferenciada

Ficha de lectura

Ramírez, M. del Sagrario. El Adulto. Madrid, Marsiega. 1976.

Allport G.W. La personalidad, su configuración y desarrollo. Barcelona. Herder. 1985

IITD.La Personalidad, Plan de Formación Sistemática. Madrid .1996

C.E.E.C. Catequesis de Adultos. Edice. Madrid. 1991

Actividades

1. Haga un esquema de lo estudiado en esta unidad sobre el concepto del adulto y


sus características psicológicas.
2. Trate de observarse personalmente y a algunas personas adultas de su alrededor
y descubra si están presentes esos rasgos y cuál o cuáles de ellos están
3. Haga una ficha de los rasgos más característicos de nuestra sociedad estudiados
en esta unidad didáctica y contraste con su realidad-ambiente, tratando de
descubrir cuál de ellos está más presente o tiene mayor incidencia en los adultos
que conoce.
4. Exprese qué le ha aportado esta unidad: a) a su vida personal; b) a su experiencia
personal

73
UNIDAD DIDÁCTICA 6

OBJETIVOS ESPECÍFICOS Y CONTENIDOS DE


LA CATEQUESIS DE ADULTOS

En la unidad anterior analizamos el sujeto destinatario de la catequesis del adulto, sus


características psicológicas, sociales y religiosas. Hemos constatado la gran
heterogeneidad de los tipos de adultos, a la que debe hacer frente la tarea catequética. La
catequesis como proceso básico, sistemático y orgánico quiere responder a esta
diversidad de tipos de adultos y a sus necesidades de fe adulta.

Esta fe adulta, confesada en la Iglesia, es la finalidad más general de la catequesis. Para


conseguir esta finalidad es necesario conseguir unos objetivos, que los Obispos
españoles llaman más bien tareas de la catequesis de adultos, y los objetivos específicos
(cf. CA nn172-195), mientras nosotros reservamos este apelativo de específicos para los
que tratamos de obtener según las etapas de la fe, de edad y de necesidades pastorales
actuales, y que son objeto de nuestro estudio en esta misma unidad didáctica.

A su vez, la finalidad y los objetivos indican el camino para presentar el contenido de la fe,
necesario siempre para una identidad cristiana.

Los objetivos que los contenidos vienen “exigidos” por la situación de las personas y su
nivel de fe en el ambiente social y eclesial en que viven y la importancia y atención que
les presta la misma comunidad cristiana en su acción pastoral.

Con esta unidad pretendemos:

- Situar la catequesis de adultos dentro de las urgencias mayores de la acción


pastoral de la Iglesia en nuestro mundo
- Conocer los objetivos específicos y contenidos de la catequesis de adultos
- Revisar la propia acción catequética con adultos y capacidades para realizarla con
mayor perfección en el futuro

Para ello desarrollaremos los siguientes apartados

- La catequesis de adultos, una acción pastoral diferenciada y muy importante en la


Iglesia
- Los objetivos específicos de la catequesis de adultos
- Los contenidos de esta catequesis.
1. La catequesis de adultos, una acción pastoral diferenciada y muy importante en la
Iglesia

74
Una nueva evangelización para una nueva cultura

Como recogíamos en la unidad anterior, en épocas pasadas, se hacían críticas o se


ponían en cuestión aspectos más bien puntuales de la doctrina cristiana. Hoy en día,
el mundo plantea a la fe un desafío radical, al ser lo central del Evangelio lo que
queda afectado: el sentido de Dios y el sentido del hombre.

Ante esta novedad cultural, es preciso impulsar una nueva evangelización que nace
como exigencia del propio Evangelio, pero que se ve urgida por las circunstancias y
tensiones contradictorias que se dan en la cultura contemporánea.

La nueva evangelización ha de asumir dos dimensiones:

- Una dimensión misionera, hacia los no creyentes, centrada en la Buena


Noticia y la solicitud por las personas concretas, sobre todo por las que sufren
y están marginados. Se caracterizaría por:
- Una mayor abundancia y calidad de signos, tanto personales como
institucionales, en favor de la persona y, muy en concreto, de los
enfermos, pobres y marginados.
- La potenciación de asociaciones y movimientos cuyo objetivo sea la
transformación de las estructura sociales y el primer anuncio del
Evangelio en el mundo de los no creyentes y alejados.
- El cuidado por los ámbitos en que se desarrolla el diálogo fe-cultura.
- La presencia testimonial de los creyentes, individual y asociadamente,
en los espacios donde se gestiona la marcha de la sociedad.
- Otra dimensión dirigida al interior de la comunidad cristiana para fortalecer
y personalizar la fe de los creyentes. En este sentido, deberían privilegiarse:
- La iniciación o re-iniciación cristiana de aquellos adultos cuya fe no
está suficientemente fundamentada, a través de catequesis
sistemáticas de inspiración catecúmenal.
- Atención muy cuidada a los encuentros ocasionales con los alejados
de la fe que acudan a la comunidad cristiana con motivo de algún
acontecimiento religioso
- Promoción de pequeñas comunidades, tanto de adultos como de
jóvenes, en el interior de las parroquias, que acojan y acompañen a los
que siguen procesos catequéticos.
- Dotar a los agentes de pastoral de hondura religiosa, sensibilidad
social y espíritu eclesial apostólico.

La catequesis de adultos, por su carácter fundamentador, ha de desempeñar un papel


esencial de la nueva evangelización

75
La catequesis de adultos dentro de la oferta catequizadora de la Iglesia

La Iglesia dedica su atención y tiempo a la catequesis de las diferentes edades de la vida:


niños, adolescentes y jóvenes, adultos, tercera edad…

Dentro de esta oferta catequizadora, muestra en la actualidad un interés especial por la


catequesis de adultos.

Importancia y necesidad de la catequesis de adultos

Como ya hemos afirmado, al principio de esta unidad, la Iglesia necesita reavivar sus
raíces cristianas para afrontar con decisión y esperanza los retos del futuro. La catequesis
de adultos proporciona a los cristianos la base necesaria para dar testimonio del
Evangelio en el mundo y pone los fundamentos de la renovación de las comunidades
cristianas.

Los adultos son el eje gravitatorio de las acciones de la Iglesia, cuando se propone una
nueva evangelización. Las razones parecen evidentes:

- La edad adulta es la que corresponde a las opciones fundamentales de la vida,


por lo que se tiene también la capacidad de vivir el mensaje cristiano en todas las
dimensiones vitales;
- La catequesis de adultos se dirige a personas que tienen las mayores
responsabilidades en la Iglesia y en el mundo;
- Los modelos de identificación son necesarios para los jóvenes, adolescentes y
niños, que precisan mirarse en los adultos.
- Pese a la gran importancia que tienen los adultos en la Iglesia y en mundo, viven
una situación de perplejidad y desorientación, ante los cambios acelerados. Es
preciso una acción catequética que dé solidez a una fe que está puesta a prueba
de forma constante en la sociedad secularizada.

Por todo ello:

“La catequesis de adultos, al ir dirigida a hombres capaces de una adhesión plenamente


responsable, debe ser considerada como la forma principal de catequesis, a la que todas las
demás, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera le ordenan”.

(D.C.G.20)

Dificultades y posibilidades para la catequesis de adultos hoy

La catequesis de adultos encierra especiales dificultades que no se dan, al menos con


la misma intensidad, en la catequesis de las otras edades.

Algunos provienen del contexto pastoral donde se sitúan las comunidades cristianas, y
otras, del adulto mismo. Pasamos a enumerarlas y describirlas brevemente.

76
Respecto a las dificultades que proceden de las propias comunidades cristianas
podríamos indicar:

- Miedo a lanzarse a una nueva experiencia pastoral, sobre todo cuando no


está suficientemente definida
- Todavía hoy, hablar de catequesis es, para la mayoría de la gente, hablar de la
catequesis de infancia y de catecismo
- La atención pastoral a otras actividades, no deja tiempo para esta nueva
actividad
- Las dificultades que muestran los laicos para asumir el papel de catequistas
de adultos.

Estas dificultades son superables cuando la comunidad cristiana tiene la voluntad de


otorgar a la catequesis de adultos el lugar y la importancia que tiene la evangelización.

Los problemas mayores para la catequesis de adultos provienen de los propios adultos y
su situación. Pasemos a tratar algunos:

- Actualmente se da entre las personas un fuerte deseo de interdependencia


respecto al control social del medio circundante. Pero todo ello, no es fácil aceptar
encontrarse con otras personas cuyas formas de vida y actitudes son
desconocidas y pueden provocar cuestionamientos.
- El agobio y la gran carga de tensión que las personas viven en la sociedad
actual, dificultan el proyecto de asistir a reuniones periódicas, metódicas y
sistemáticas, donde se plantearán numerosos interrogantes a la propia vida. ¡ya
tengo suficientes problemas!...
- Los numerosos centros de interés que reclaman al adulto joven entre 25 y 40
años. Su vida parece contar con suficientes motivaciones para llenarle.
- El varón es el más reacio a la participación de la catequesis de adultos que la
mujer. Esto supone problemas para el matrimonio, ya porque uno de ellos se
siente frenado en su voluntad participar, u obligación a hacerse presente. Así
mismo, también se dan situaciones en las que uno de los miembros del
matrimonio se siento no acompañado por el otro en el itinerario de maduración
cristiana.
- Otras dificultades se experimentan en las zonas rurales, donde el bajo número de
habitantes exige los desplazamientos, o en los que la participación en un grupo de
estas características pueden originar problemas de cohesión social
- Finalmente debemos señalar que dos situaciones dificultan a los adultos si el
exceso en profundidad a la catequesis: la preocupación excesiva por la riqueza
o la supervivencia. Ambas situaciones afectan a la libertad interior necesaria para
emprender un proceso de formación.

Sin embargo, debemos señalar las posibilidades que facilitan la catequesis de adultos,
provenientes de la misma sociedad secularizada.

 El hombre de hoy busca ardientemente un sentido a su existencia, ya que se


siente vacío viviendo una dimensión superficial y sin plantearse las cuestiones
fundamentales de su existencia.

77
 La soledad honda de muchos adultos, agravada por el sentimiento de pérdida
de valores.
 La necesidad de expresar las vivencias más profundas y festejar los
grandes momentos de la existencia a través de ritos, por lo que la catequesis
de adultos debe estar en contacto con los encuentros presacramentales.
 La preocupación de los padres por la educación de los hijos, que les
provoca la necesidad de una preparación moral y religiosa.

Esta descripción de dificultades y posibilidades nos muestra que la catequesis de adultos


es un reto al que se debe responder con seriedad y dedicación.

Lo expuesto en párrafos anteriores ayuda a constatar que la comunidad cristiana, en


general, ha tomado conciencia de la importancia y necesidad de la catequesis de adultos,
ha constatado las dificultades y posibilidades que ofrecen estos destinatarios.

2. Objetivos específicos de la catequesis de adultos


En la unidad pasada, constatamos la existencia de diversos tipos y categorías de adultos
según la edad y la situación religiosa.

La catequesis de adultos debe mantener como fin último y común a todos los
destinatarios la confesión adulta de fe. Pero debe, además acentuar su perspectiva de la
fe más apropiada según la situación y las necesidades de los destinatarios concretos.

Este proceder pastoral permite establecer el fin de la catequesis del adulto según:

- Las diversas etapas que recorre toda persona en la maduración de la fe


- Las diversas etapas de la edad adulta
- Las necesidades pastorales de este momento.

De esta forma cada adulto puede ser situado, al inicio de la catequesis, en las etapas
correspondientes a su nivel en el desarrollo en la fe, en las circunstancias propias de su
edad y en contexto social propio de esta época.

Etapas de la fe

El fin de la catequesis de adultos es la fe según las diversas etapas que recorre cada
cristiano en su despertar y desarrollo en la fe: recepción del kerigma, conversión,
catequesis básica, profundización del mensaje y progresiva maduración. A estas etapas
corresponden diferentes niveles de integración del cristiano con su fe. Cada individuo las
recorre de una forma y en un tiempo diverso. El fin de la catequesis de adultos debe ser,
pues, la fe bajo la perspectiva correspondiente y apropiada a cada etapa.

La constatación de la existencia de diversas categorías de adultos exige un acento


particular de la catequesis. Para un no católico el fin de la catequesis es la fe inicial, la
recepción del Kerigma. Para un bautizado no practicante es la presentación del mensaje
cristiano para conocerlo y convertirse a él. Para un bautizado practicante será la

78
profundización en la fe y para el cristiano militante la progresiva maduración cristiana.
Sería por tanto, un error reducir el fin de la catequesis de adultos a una solo perspectiva
de fe.

A continuación, te presentamos un gráfico donde puedes valorar los diferentes acentos


catequéticos de los adultos, según el nivel de su fe. Es esquemático y válido, dentro de
las posibilidades que puedes encontrar en otros lugares o sostenidas por otros expertos.
Se te ofrece como pauta de reflexión y guía para tu propia acción.

79
Etapas Iniciación Profundización Mantenimiento
(Catecúmenal) Consolidación

Destinatarios No bautizados Bautizados no Bautizados


practicante catequizados

Bautizados no Bautizados Militantes


evangelizados practicantes

Objetivo Primera Catequización: Comunidad


evangelización: Presentación cristianan
Comunicación viva, integral y
existencial, sistematizada del
testimonial Mensaje cristiano

Características Hacer grupo, Proceso personal y Vida de la


Implica una dinámica: comunitario comunidad cristianan
Favorecer una profundización de la
comunicación lo más fe: Formación
viva posible. ° Una catequesis permanente
Comunicación de la básica: Jesús,
propia experiencia comunidad cristiana, Celebración
personal Reino de Dios,
Conversión inicial celebración, Misión
compromiso
° experiencia Apostolado
comunitaria de la fe:
algún tipo de
celebración y
compromiso
comunitario

Contenidos La propia Experiencias Profundización


experiencia personal bíblicas doctrinal de los
Permitir que cada fundamentales. elementos básicos de
grupo o persona la fe
comience a andar Jesús de Nazaret:
desde donde está. Señor y Cristo Iluminación de la
Situación real de la vida diaria y vivencia
persona, tanto Iglesia: comunidad de la fe (revisión)
humana como de testigos
religiosa Celebración
El hombre nuevo:
Cristo vive. praxis cristiana

80
Etapas de la edad adulta

A la hora de seleccionar los objetivos catequéticos específicos para los adultos, también
se puede hacer desde las distintas etapas de la edad adulta, tal como ha sido descrita con
anterioridad en este texto. Teniendo en cuenta lo expuesto allí, presentamos ahora un
gráfico-síntesis con los acentos que proponemos para cada momento de la edad adulta.

Etapas Edad adulta Madurez Vejez

Acentos Catequesis de la Catequesis del Catequesis de la


Catequéticos acción cristiana en sentido de lo “sabiduría” y de la
el mundo humano consumación

Características Vocación cristiana Síntesis Esperanza


Testimonio Experiencia Confianza
Compromiso Purificación Contemplación
Secularidad

Necesidades actuales

Cuando se habla del fin de la catequesis de adultos aparecen objetivos concretos que
deben alcanzarse como metas que explicitan algunos resultados particulares que han de
conseguir la acción catequética. Se trata de objetivos concretos que tienen más
consonancia con la sensibilidad teológica o cultural del hombre actual.

Enumeramos a continuación, las que nos aparecen las tres líneas fuerza que permiten la
selección de objetivos concretos para la organización y desarrollo de la catequesis de
adultos.

 La educación en la fe: que favorezca la identidad cristiana y se viva de forma integral,


creativa, testimoniante y comprometida, en comunión y en proceso continuo.
 La dimensión comunitaria de la vida cristianan: que permita la experiencia
comunitaria de la fe y renueve y recree los lugares comunitarios de vida cristiana
 La dimensión misionera y social de la fe: que facilite la progresiva instauración del
Reino de Dios en la vida de los hombres.

La educación de la fe es el medio, la comunidad cristiana es el lugar, y la instauración del


Reino de Dios es la finalidad última.

81
Teniendo en cuenta que el fin es el punto de referencia esencial a la hora de determinar
otras características catequéticas, vamos a estudiar a continuación el contenido, a la luz
del fin específico de la catequesis de adultos tal y como lo hemos establecido.

3. Los contenidos de la catequesis de adultos


Principios generales

La determinación de los contenidos de la catequesis de adultos ha seguido opciones muy


diversas en la actualidad. En algunos casos ha predominado un criterio metodológico y
las tendencias han hecho hincapié en la presentación del mensaje según estructuras
racionales o, por el contrario, han hecho hincapié en las estructuras de las experiencias
humanas, circunscribiendo la doctrina a la función del criterio referencial.

Siguiendo también el criterio metodológico ha habido una corriente que se ha basado en


esquemas antropológicos y cosmológicos preestablecidos para estructurar y explicar el
contenido. Otra corriente ha seguido el esquema teológico, presentando el contenido
según un recorrido bíblico o según la historia de la salvación.

Otros autores han dado prioridad a criterios estructurales meramente intelectuales,


presentando el contenido en síntesis orgánicas o yuxtaponiendo simplemente los puntos
del mensaje, sino otro punto de referencia que su coherencia interna

Ha habido quien también ha tomado la profundidad del mensaje como criterio para
presentar el contenido. Así el mensaje se ha presentado unas veces con alto nivel de
investigación teológica y, otras veces, más vulgarizado.

Hay quien enfoca el contenido de la catequesis de adultos bajo categorías doctrinales y


otros bajo los datos provenientes de la experiencia personal. Hay quien busca como
finalidad prioritaria la asimilación de conceptos y otros buscan preferentemente la
conversión y revisión de vida, lo cual determina notablemente la diversa presentación del
contenido.

En la actualidad es necesario hallar un equilibrio válido entre los posibles acentos que
puedan darse a los principios del contenido de la catequesis de adultos.

Enumeramos algunos principios generales que sirvan para mejor selección, organización
y programar los contenidos catequéticos en la catequesis para adultos:

 El contenido de la catequesis de adultos es el mensaje cristiano, tal como se


encuentra en las fuentes de revelación y en el Magisterio de la Iglesia.
 Este contenido hay que determinarlo para que sea lo más adecuado posible a cada
categoría de adultos
 La determinación de los contenidos debe hacerse manteniendo una triple finalidad:
- Al contenido, por una transmisión integra, completa y garantizada de la fe
- Al objetivo de la catequesis, favoreciendo la confesión adulta de la fe
- Al destinatario, respondiendo a sus exigencias y necesidades específicas.

82
Para su presentación y desarrollo, se puede combinar esquemas metodológicos que
acentúen dimensiones antropológicas o teológicas, intelectuales o existenciales,
instructivas o vivenciales.

Núcleos temáticos

Hemos afirmado que existen diferentes tipos de adultos en la catequesis y que, por tanto,
deban darse diferentes enfoques o ponerse acentos distintos según el objetivo que se
pretenda conseguir con cada grupo de adultos.

Sin embargo, vamos a ofrecer un itinerario concreto que comprenda lo esencial del
mensaje cristiano que deba asumir un adulto medio para considerarse con una catequesis
básica y fundamental de la fe. Este itinerario recoge los elementos señalados en el
catecismo de la Iglesia católica.

El contenido de la catequesis de adultos debe abarcar varios núcleos fundamentales:

° Bíblico ° Cristológico ° Eclesiológico

° Sacramental ° Moral o comportamental ° Espiritual

Bíblico

La presentación y explicación de la Biblia es un tema básico y fundamental como apoyo


de toda la fe y de la vida cristiana. Junto a la Biblia, es conveniente ofrecer las
grandes etapas de la historia de la salvación en el antiguo pueblo de Israel, que
toma parte del desarrollo histórico del misterio de nuestra salvación, que culmina
en Jesucristo

Cristológico

La presentación catequética de este núcleo debe facilitar el conocimiento, la identificación


y el seguimiento gozoso de la persona de Jesucristo y de su causa, como base
fundamental de la auténtica experiencia cristiana. El contenido de este núcleo deberá
abordar con la extensión necesaria:

 La revelación de Dios en Jesús: Padre, Hijo y Espíritu.


 La revelación del hombre nuevo en Jesús
 Sin olvidar desarrollar
La persona de Jesús
El Reino de Dios
La comunidad de discípulos
La muerte de Jesús

83
La resurrección de Jesús
La confesión de fe sobre Jesús (Mesías, Señor, Hijo de Dios, etc.)
Eclesiológico

El contenido de este bloque debe incluir la presentación del origen, misterio, misión,
acción pastoral y estructura ministerial de la Iglesia.

Este bloque debe servir para educar en una visión clara e integra de la Iglesia, en orden
a conseguir un desarrollo práctico de estos cuatro aspectos

 La Iglesia en el designio de Dios


 La Iglesia Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo
 La Iglesia es una, santa, católica y apostólica
 Los miembros de la Iglesia

Este bloque es muy importante para el adulto de hoy, que cada vez se encuentra más
inmerso en un ambiente crítico hacia la Iglesia, no por la vía de las ideas, sino por el
análisis racional de los hechos históricos y de la realidad institucional.

El educador de adultos debe situarse a lo largo de este bloque como miembro adulto de
la Iglesia, desde la autenticidad, coherencia y el compromiso apostólico.

Sacramental

Los sacramentos deben ser presentados en la catequesis de adultos desde esta triple
perspectiva

 Dogmática
 Litúrgica
 Apostólica

La catequesis sacramental debe orientarse a conseguir una verdadera iniciación en la


celebración gozosa y festiva de la fe cristiana, para conocer, vivir y participar en lo
que se celebra y en cómo se celebra.

El contenido de este bloque debe abarcar los siete sacramentos cristianos, dependiendo
de la situación y necesidades de los miembros del grupo catequético, la importancia y
extensión que se deba dar a cada uno de ellos.

Moral y comportamiento

La presentación catequética de este bloque debe hacerse desde la invitación-respuesta al


seguimiento de Jesucristo, fundamento de toda moral cristiana.

84
En él se han de explicar también las actitudes básicas cristianas: fe, esperanza y amor;
y se ha de desarrollar el programa básico de los discípulos de Jesús expresado en las
Bienaventuranzas.

En la catequesis de adultos completa no puede faltar la presentación de criterios claros y


operativos sobre estas realidades:

 Visión del hombre desde la perspectiva de la fe


 Doctrina social de la Iglesia
 Moral matrimonial y familiar
 Opción preferencial por los pobres
 Visión cristiana del mal y de la muerte.

La presentación temática de este bloque debe ser clara en cuanto a principios y criterios
fundamentales se refiere, sin caer en legalismos y casuísticas, propios de la antigua Ley,
sino favoreciendo la experiencia gozosa y liberadora del Espíritu del Señor Resucitado.

La preocupación fundamental de este bloque temático debe ser: conseguir que la fe


creída y celebrada sea al mismo tiempo operativa, para quienes se inspiran en ella, vivan
la felicidad profunda y sean testigos vivos ante el mundo.

Espiritual

En este bloque temático se debe presentar:

 La vocación universal a la santidad


 La vida de oración
 El compromiso apostólico del bautizado
 La grandeza, el valor y la utilidad de la vocación cristiana

85
Objetivos específicos y contenidos de la catequesis de adultos
En nuestra sociedad actual, científica y técnica, libre y plural, se plantea a la fe un desafío
radical: el sentido de Dios y el sentido del hombre. Es necesaria una nueva
evangelización para afrontar desde la fe esa nueva situación. Esta nueva evangelización
reviste dos dimensiones:

 Misionera: hacia fuera de la Iglesia


 Catequética: al interior

La catequesis de adultos, por su carácter fundamentador, ha desempeñado un papel


esencial en la nueva evangelización.

El objetivo último de la catequesis no cambia porque sean diferentes los tipos y niveles de
los destinatarios. Aunque varíen los condicionamientos, perspectivas o acomodaciones, la
finalidad última de toda catequesis es siempre la misma: hacer personas cristianas,
adultas en la fe.

El contenido de la catequesis de adultos es el conjunto ordenado del mensaje cristiano,


tal como se encuentra en las fuentes de la Revelación y en el Magisterio de la Iglesia.
Este contenido catequético hay que determinarlo, para que sea lo más adecuado posible
a cada categoría de adultos. Debe incluir estos núcleos fundamentales: Bíblico,
Cristológico, Eclesiológico, Sacramental, Moral y Espiritual.

Ficha de lectura

Catecismo de la Iglesia Católica. Madrid. 1992

C.E. Argentina. Felices los que creen. Librería Catequística. B.A. 1971

C.E. Colombiana. Caminemos en la fe. F. Adán Puero. Tunja .1976

Llanes Tovar R. La catequesis de adultos en la actualidad. México. 1984

Secretariado nacional de catequesis. Proyecto Catecumenal I. Madrid. Edice. 1981

Secretariado nacional de catequesis. Proyecto Catecumenal II. Madrid. Edice. 1983

Actividades

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1. Hable con las personas más directamente responsables de la pastoral de adultos
de su parroquia o comunidad cristiana y trate de averiguar, en su demarcación, el
número aproximado o tanto por ciento de personas : no bautizadas, bautizadas no
practicantes, bautizadas practicantes y bautizadas militantes
2. Elija a uno de esos grupos y señale que objetivos específicos y contenidos les
ofrecería

UNIDAD DIDÁCTICA 7
EL CATEQUISTA DE ADULTOS
Con esta Unidad Didáctica terminamos el estudio sobre la catequesis de adultos. A lo
largo del texto se ha ido presentando esta actividad eclesial desde diversas perspectivas:
destinatarios, identidad, objetivos, contenidos, metodología. Ahora vamos abordar la
figura del catequista de adultos que acompaña el caminar hacia la madurez de la fe.

Todo proyecto educativo necesita personas preparadas para poder llevarlo a cabo. La
catequesis de adultos, como acción educativa, precisa educadores de la fe con una
preparación, características y comportamientos pastorales determinados para realizarla
adecuadamente.

Vas a estudiar la necesidad e importancia del catequista de adultos, sus características,


cualidades y formación.

Tan sólo recordarte que te presentamos el perfil básico del catequista de hoy,
independientemente del tipo de destinatario concreto al que se dirija. Conviene tener en
cuenta y consultar lo que se dijo y que es básico para lo que vamos exponer en la
presente unidad.

Con esta unidad didáctica pretendemos:

- Conocer la identidad y misión del catequista de adultos


- Valorar sus cualidades y misión
- Evaluar y mejorar la presencia catequética con adultos.

Para ello desarrollaremos los siguientes enunciados:

 La tarea del catequista de adultos


 La catequesis de adultos: actividad eclesial
 Cualidades del catequista de adultos hoy
 La formación del catequista de adultos.

1. La tarea del catequista de adultos


Como ya hemos dicho en unidades anteriores, la tarea de la catequesis es la
fundamentación en la fe. De aquí se deduce que el catequista es el que inicia a la vida
de fe. A él le toca poner los cimientos de la personalidad creyente, por lo que ocupa de
transmitir las certezas sólidas e inconmovibles de la fe, así como de la educación en los
valores evangélicos más fundamentales.

87
Esta tarea específica del catequista, origina unos rasgos que caracterizan su función:

 El catequista es un educador integral, abarca todas las dimensiones de la vida cristiana:


conocimientos, actitudes, espiritualidad, compromiso, etc. Esta educación cristiana
básica es el fundamento de toda vida creyente, que, posteriormente, podrá ser
profundizada mediante otros cauces educativos.
 El catequista de adultos facilita la vinculación con Cristo y, desde Él, con Dios, con la
iglesia y el mundo. Toda la vida del cristiano está referida a Cristo, porque “es el camino,
la verdad y la vida”. De ahí que esta tarea del catequista afecte a dimensiones profundas
de la persona, quedando está hondamente comprometida.
 El catequista de adultos mantiene una relación educativa y fraterna con los miembros
de su grupo catequético. La relación pedagógica se da junto a la relación fraterna de los
que se reconocen como hermanos, hijos de un mismo Padre y seguidores de Jesucristo,
el hermano mayor. El catequista comparte su fe madura con sus hermanos, no tanto
desde el testimonio de una perfección alcanzada, sino desde una fe sólida y unas
certezas básicas, que no excluyen la búsqueda continua.
 El catequista de adultos acompaña al grupo durante un tiempo suficientemente
prolongado, pero con un final. El catequista no puede ser considerado como el único
formador de la fe del adulto. Una vez terminado este período catequético, otros agentes
de la pastoral y miembros de la comunidad cristiana contribuirán a prolongar la
formación cristiana de los miembros del grupo catequético.

2. La catequesis de adultos: actividad eclesial


La catequesis es una acción eminentemente eclesial. No puede concebirse un desarrollo
de la acción catequética que no remita a la Iglesia como a su lugar y referencia
indiscutible: “la catequesis ha sido siempre, y seguirá siendo, una obra de la que la Iglesia
entera debe sentirse y querer ser responsable”. (CT. 16).

Pero la catequesis no es sólo una acción más de la Iglesia; es una tarea necesaria y
prioritaria dentro de ella: “Cuanto más capaz sea la Iglesia, a escala local o universal, de
dar la prioridad a la catequesis – por encima de otras iniciativas cuyos resultados pueden
ser más espectaculares- tanto más la Iglesia encontrará en la catequesis una
consolidación de su vida interna como comunidad de creyentes, y de su actividad externa
como misionera. En este final del siglo XX, Dios y los acontecimientos, que son otras
tantas llamadas de su parte, invitan a la Iglesia a renovar su confianza en la acción
catequética como una tarea absolutamente primordial de su misión” (CT.13).

La catequesis de adultos, como forma principal de la catequesis debe estar respaldada y


sostenida por toda la comunidad cristiana, ya que la concierne profundamente.

88
Sin embargo, es comprensible que este servicio no sea ejercido de forma directa por
todos los miembros de la comunidad cristiana. La Iglesia confía a determinados miembros
del Pueblo de Dios la misión de catequizar.

La catequesis de adultos es un servicio realizado de modo conjunto por sacerdotes,


religiosos y seglares catequistas, en comunión con el Obispo.

Todos ellos realizan conjuntamente la tarea de catequizar, pero aportando cada cual lo
específico de su condición en la Iglesia.

El Obispo, “primer responsable de la catequesis en la Iglesia local” (MPD.14)

Su función primordial es velar por la autenticidad en la transmisión del Evangelio,


garantizado la confesión de la fe a que conduce la catequesis. Es propio del obispo
diocesano ofrecer a su Iglesia particular un proyecto global de catequesis, en el que la
catequesis de adultos ocupe un puesto central.

Los sacerdotes

El sacramento del Orden los constituye en pastores de las comunidades cristianas y, por
tanto, “educadores en la fe” (P.O.6).por ello, es ineludible su participación en la catequesis
de adultos.

Sin embargo, esta participación puede desempeñarla desde la asunción de la tarea


directa de catequizar, hasta la animación general de la catequesis, la adecuada formación
de los catequistas y la coordinación de la catequesis con otras acciones evangelizadoras
de la comunidad.

Esto dependerá de la preparación, madurez, aptitud y vocación de otros miembros de la


comunidad cristiana para responsabilizarse directamente de la catequización de adultos.

Los seglares

Al vivir la condición secular de los catequizandos, pueden encontrar una mayor facilidad
para encarnar la transmisión del Evangelio en la vida concreta de los adultos. Por otro
lado, estos pueden encontrar en la catequesis seglar un modelo de cristiano en muchos
aspectos más cercano, en el que proyectar su futuro de creyentes.

Las religiosas y religiosos

La peculiaridad de su presencia en la catequesis de adultos procede de su propia vida: la


profesión de los consejos evangélicos que caracteriza al religioso constituye un don para
toda la comunidad cristiana. Ellos tienen una aportación original y especifica que ofrece a
la catequesis, que ni sacerdotes ni seglares podrán sustituir.

Si una de las tareas esenciales de la catequesis es la iniciación a la vida evangélica, los


religiosos ofrecen un testimonio cualificado de ella, ya que “encarnan la Iglesia deseosa
de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas” (EN.69)

3. Cualidades del catequista de adultos hoy


89
Parece evidente la necesidad de una catequesis de adultos en las comunidades
cristianas. El cristiano que percibe esta necesidad se siente, muchas veces, interpelado
en su interior para comprometerse en la tarea de catequizar.

La llamada que Dios realiza utiliza ese medio, unido a las cualidades indispensables y a
la aceptación de los pastores de la Iglesia, para convocar a personas al ejercicio del
ministerio catequético con adultos. Para discernir una auténtica vocación los responsables
de la comunidad eclesial tendrán en cuenta las siguientes cualidades o disposiciones
(hacemos una simple enumeración, ya que muchas de ellas han sido señaladas y
comentadas)

 El Testimonio de un fe cristiana viva


 Suficiente madurez humana
 Integrado en la comunidad cristiana
 Enraizado en su ambiente

4. La formación del catequista de adultos


Como señala el documento de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis “El
catequista y su formación” , la formación del catequista trata de:

“situar al catequista en la misión evangelizadora de la Iglesia, y de capacitarle para poder


iniciar en la totalidad de la vida cristiana al hombre de hoy, con la pedagogía original del
Evangelio”

(CF. 105)

Esta formación se debe desarrollar en un clima comunitario y de diálogo, en el que el


catequista va madurando como hombre, creyente y educador de la fe.

Además, la formación de los catequistas debe realizarse teniendo en cuenta la situación


social y eclesial en que estos van a ejercer su cometido. Actualmente parece
conveniente que la formación debe prepararles para realizar la acción catequética en una
situación de misión, en el contexto de una nueva evangelización.

Objetivos

Los objetivos de esta formación podrían expresarse de la siguiente manera:

 Ahondar en el conocimiento de la fe, en la experiencia viva y celebrativa de la


misma
 Fomentar el sentido eclesial y comunitario
 Facilitar una lectura creyente de la realidad
 Potenciar la propia identidad eclesial (presbiteral, religiosa, laica)
 Capacitar para la utilización de una metodología activa e interpretadora desde
la perspectiva de una pedagogía divina.

90
Estas metas de formación de catequistas de adultos se relacionan entre sí y se adquieren
de forma gradual. Pasemos a comentarlas brevemente.

Ahondar en el conocimiento de la fe y en la experiencia viva y celebrativa de la


misma

Este objetivo debe tener en cuenta:

- La necesidad que tiene el catequista de adultos de una buena síntesis bíblico-


teológica con toda su significación vital para el hombre de hoy
- La profundización en la propia experiencia de la fe del catequista, que le lleve
a percibir la acción del Espíritu en la vida diaria y en la acción catequética, al
tiempo que manifiesta su surgimiento a Jesucristo en sus criterios y actitudes de
vida
- La promoción de la oración personal y comunitaria, así como la celebración
de la eucaristía.

Fomentar el sentido eclesial y comunitario

El catequista de adultos se forma tanto por el contenido de la formación, como por el


ambiente y la pedagogía que se emplea en ella

Por lo tanto debe facilitarse un ambiente de diálogo, que facilite la expresión, con un
talante comunitario. Esta característica de la acción formativa va a ser muy importante,
sobre todo en el primer momento de la formación.

Además, deberá fomentar la participación de los catequistas en los diferentes ámbitos de


la comunidad cristiana a la que pertenecen, así como irles iniciando en la vida de la
Iglesia diocesana y universal.

Facilitar una lectura creyente de la realidad.

Se quiere hacer capaz al catequista de descubrir las experiencias más hondas y


profundas de la persona con las que vive, al tiempo que las sitúa en la perspectiva del
Reino de Dios

Para lograr este objetivo parece importante facilitarles conocimientos básicos de


ciencias humanas (psicológica, sociología), de forma que puedan valorar determinadas
actitudes y comportamientos de forma concreta.

Así mismo, es importante que sean sensibles ante las diversas situaciones de pobreza y
marginación, conociendo sus causas y las acciones solidarias que se emprenden para su
solución.

Potenciar la propia identidad eclesial (presbiteral, religiosa, laical)

Ya hemos señalado la importancia que tiene para la catequesis de adultos la participación


en su desarrollo de los diferentes ministerios y carismas que se dan en la Iglesia. Tan solo
acentuar con este objetivo la necesidad de que la formación catequética potencie lo
propio de cada vocación en la comunidad cristiana.

91
Capacitar para la utilización de una metodología activa e interpretadora
desde la perspectiva de una pedagogía divina

El catequista deberá capacitarse para utilizar una pedagogía que fomente la creatividad y
participación de los miembros del grupo catequético, al tiempo que adquieren una
formación coherente e integradora sobre la vida cristiana.

Mediante la formación se pretende iniciar a los catequistas en la pedagogía divina: del


don y del diálogo, de la encarnación y de los signos (cf. Pedagogía Catequética)

Desde estas actitudes educativas, el catequista deberá ir aprendiendo a dominar los


diferentes elementos del acto catequético (experiencia humana, Palabra, expresión de la
fe) y a integrarlos. Para ello debe iniciarse la práctica de la pedagogía activa que utilice
los métodos que faciliten la actividad y creatividad del adulto, así como su participación.

Cauces

Para la formación de los catequistas de adultos se abren tres cauces de formación, lejos
de excluirse, se complementan: la comunidad cristiana, el grupo de catequesis y la
escuela de catequesis.

La comunidad cristiana

Donde el catequista de adultos alimenta su experiencia de fe, participando en la escucha


de la Palabra, celebrando la presencia viva del señor en los sacramentos y tomando parte
en el testimonio de vida de los cristianos, tanto como hermanos en la fe como en el
servicio en el mundo.

El grupo de catequistas

Donde la formación está directamente vinculada a la práctica concreta de la catequesis.


Suele estar configurada en torno a la preparación y revisión de las sesiones de catequesis
y se enriquece de forma singular cuando los catequistas experimentan los diversos
momentos del acto catequético al abordar temas centrales para la vida de la fe...

La escuela de catequistas

Que se establece a diversos niveles territoriales (arciprestazgo, vicaría, diócesis,


interdiocesana) y formativos (elemental y superior). Se caracterizan por:

 Ofrecer una reflexión orgánica y sistematizada sobre la catequesis,


 Contar con un profesorado cualificado,
 Facilitar un sano contraste entre los catequistas procedentes de diversas
comunidades
 Posibilita al catequista tomar una cierta distancia con respecto a la acción.
El catequista de adultos
El catequista de adultos facilita la educación cristiana básica e integral, facilita la
vinculación con Jesucristo, y, a través de su persona, con Dios Padre, la Iglesia y el

92
mundo, mantiene una relación educativa y fraterna con los demás miembros del grupo, al
que acompaña durante un tiempo suficientemente prolongado

La catequesis de adultos, como forma principal de la catequesis, debe estar respaldada


por toda la comunidad cristiana que confía a determinados miembros del Pueblo de Dios
la misión de catequizar. Es un servicio realizado de modo conjunto por sacerdotes,
religiosos y religiosas, seglares catequistas, en comunión con el Obispo.

Las disposiciones o cualidades del catequista de adultos son testimonio de una fe


cristiana viva, suficiente madurez, integrado a la comunidad cristiana y enraizado en un
su ambiente.

Los objetivos para una adecuada formación del catequista de adultos son:

 Ahondar en el conocimiento de la fe y en la experiencia viva y celebrativa de la


misma
 Facilitar una lectura creyente de la realidad
 Potenciar la propia identidad eclesial (presbiteral, religiosa. Laical)
 Capacitar para la utilización de una metodología activa e integradora desde la
perspectiva de una pedagogía divina.

Los cauces de la formación de los catequistas de adultos son la propia comunidad


cristiana, el grupo de catequistas, la escuela de catequistas.

Ficha de lectura

C.E.E.C. Catecismo de adultos. Edice. Madrid .1991, nn. 223-253

CEEC. El catequista y su formación. Madrid. Edice. 1985

CELAM-Decat. Líneas comunes de orientación para la catequesis en América Latina.


Bogotá- 1986

IITD. Catequesis fundamental. Madrid 1996

Actividades

1. Trate de descubrir cuántos catequistas laicos de adultos hay se parroquia o comunidad


cristiana y qué cauces formativos se les ofrece desde la misma parroquia y desde la zona
o arciprestazgo.
2. Si los hay, hable con ellos y exprese por escrito la opinión de ellos sobre las ofertas
educativas que se les hacen desde la parroquia y desde la zona o arciprestazgo. Si no
hubiera catequistas laicos de adultos , busque las razones de por qué no los hay

93
CATEQUESIS
DE ADOLESCENTES
Y JOVENES

94
UNIDAD DIDACTICA 8
EL ADOLESCENTE-JOVEN Y SUS
CARACTERISTICAS
Nos a parecido conveniente incluir la primera adolescencia (12-14 años) junto con la
infancia, presentado de forma unitaria el resto de la adolescencia y la juventud.

Muchos autores no distinguen, sobre todo a nivel psicológico, entre la adolescencia y


juventud. Considerando el periodo de la juventud como una adolescencia tardía y, por

95
tanto, piensan que cuando se acaba la adolescencia, la persona puede considerarse ya
adulta. La Adolescencia es siempre una continuación de la infancia y se continúa después
hasta la edad adulta. Por este motivo resulta difícil hacer la distinción entre el adolescente
y el joven.

Podríamos definir este período como la etapa que sigue a la infancia, comienza con la
pubertad y acaba cuando la persona está integrada completamente al mundo de los
adultos. Con esta definición damos un sentido más amplio a la palabra adolescencia,
para que pueda englobar todo periodo de cambios que se realizan a todos los niveles
hasta que el joven llega a una estabilidad adulta... En cuanto a las edades, vamos a tomar
como inicio los 14-15 años, sin determinar con claridad el final cronológico de proceso,
que se situará, normalmente entre los 23 y 25 años.

Después de estudiar las características psicológicas, pasamos a reflexionar y profundizar


las características sociales y religiosas, sabemos la importancia de esta reflexión, ya que
la sociedad influye en los jóvenes, a la vez que hoy ellos tienen un papel muy destacado
en ella y cómo este estilo de sociedad y el papel del joven, unidos a sus propios
crecimientos físicos y psíquicos, nos dan los perfiles de su religiosidad, cuyo conocimiento
es imprescindible para realizar nuestra tarea educadora en la fe.

Con esta unidad pretendemos:

 Conocer las características psicológicas


 Valorar la importancia e incidencia en su educación cristiana
 Conocer las características sociales y religiosas del adolescente-joven
 Mejorar nuestra actividad pastoral con ellos

Para esto, seguiremos los siguientes pasos:

 Evolución física
 Evolución intelectual
 Evolución afectiva
 Evolución social
 Evolución moral
 El adolescente-joven en la sociedad
 Factores religiosos de la juventud.

1. Evolución física
El comienzo de la adolescencia lo suelen situar la gran mayoría de los autores en el
momento que aparecen los primeros síntomas de la pubertad. Es la etapa que se
caracteriza por un importante cambio en el desarrollo del cuerpo y de todos los órganos, y
que determina el paso de la niñez a la adolescencia.

Al término de esta evolución fisiológica el sujeto estará capacitado para ejercer la función
reproductora y habrá adquirido la apariencia correspondiente a su sexo. Este cambio va a

96
representar para el niño una transformación profunda de su ser y consecuentemente va a
tener unas repercusiones psíquicas muy significativas

No existe una edad concreta que señale el comienzo de estos cambios. En las niñas
suele situarse hacia los nueve o diez años, pero sin ser anormal un comienzo más tardío,
hacia los quince años; en los chicos se puede presentar con una variación de tiempo que
va desde los once años a los diecisiete, aproximadamente.

Tampoco existen límites precisos que fijan la duración y el término de la pubertad. Por
eso, todo estudio o tratamiento uniforme de los adolescentes de la misma edad es
incorrecto, pues el único punto en común que existe entre ellos es el dato cronológico.

Síntomas de su evolución

Crecimiento de la talla

El síntoma más aparente y más fácilmente detectable es el crecimiento de la talla. Al


comienzo de la pubertad se produce lo que familiarmente se suele denominar el “estirón”,
que, en determinados casos, puede llegar a significar un aumento de estatura de 8 a 10
centímetros por año.

El crecimiento se hace a expensas de los miembros. En los chicos crecen más de prisa
los miembros superiores, mientras que en las chicas con los miembros inferiores los que
se desarrollan primero.

En todo este proceso de crecimiento físico los factores que intervienen en su impulso y
regulación son, por una parte, un número determinado de hormonas, como por ejemplo
la somatotropa y la tiroidea, y por otra, la actividad metabólica del organismo. Tanto la
actividad hormonal como la actividad metabólica crecen notablemente durante la
pubertad.

Maduración funcional del sexo.

El periodo puberal que caracteriza al adolescente va a concluir con la maduración


fisiológica del individuo. Terminando dicho período, habrá adquirido la plena capacidad
reproductora.

Es verdad que en el niño/a ya están presentes los órganos del adulto, incluidas las
glándulas genitales: testículos y ovarios; pero en la pubertad van a sufrir una
modificación de tamaño, e incluso de naturaleza, que va a significar para él una
auténtica metamorfosis.

El papel directivo de esta transformación lo lleva el hipotálamo. Desde esta zona del
cerebro llega el estímulo a la hipófisis para producir las hormonas gónada-trópicas,
causantes de la maduración de las glándulas genitales. Como efecto de la corriente
hormonal en el organismo van apareciendo los indicios que manifiestan el cambio que se
está operando:

 Desarrollo de los órganos genitales, que comporta:


- Aumento de tamaño
- Maduración de las glándulas en orden a la reproducción
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- Cambio de la voz y primeras eyaculaciones en el chico, en las chicas, comienzo
del periodo menstrual
 Aparición de las características sexuales secundarios:
Repercusiones psicológicas

Los adolescentes, ante la irrupción de estas transformaciones, no se quedan impasibles.


Tienen una reacción que algún autor ha calificado de tormentosa y tensa. En general, se
puede afirmar que “soporta mal” el cambio. Pues por su causa va a experimentar nuevas
pulsiones, cada vez más apremiantes, que ponen en peligro el equilibrio psíquico logrado
en la infancia durante el llamado periodo de lactancia.

Se encuentra en una situación de conflicto en lo que respecta al sexo:

- Le preocupa su desarrollo sexual. Cualquier anomalía, percibida o estimada en


este terreno, es fuente de ansiedad; una evolución lenta, el tamaño de los
genitales, un desarrollo inarmónico, etc., pueden producirle el sentimiento de ser
anormal y el temor de ser descalificado por sus camaradas. Precisamente en esta
edad se es muy dado a la evaluación recíproca de la maduración sexual y del
aspecto externo.
- La curiosidad sexual es otro de los fenómenos que se puede observar en esta
edad. El adolescente trata con avidez de saber, a través de los libros, revistas,
folletos, etc., o por medio de compañeros, interrogándose e informándose
recíprocamente sobre los descubrimientos realizados en este campo.

A esta tensión y desasosiego interiores hay que añadir los sentimientos del temor,
angustia, vergüenza, culpabilidad que con frecuencia se apoderan del adolescente por
causa del sexo. Los prejuicios o tradiciones sin fundamento, la instrucción inadecuada o la
falta de formación juegan en este sentido un papel determinante. No hay que olvidar
tampoco las dificultades en que se encuentra el adolescente para integrar de forma
constructiva esta nueva energía en la sociedad que exalta el sexo de una manera
desorbitada.

No todo es negativo en la experiencia del joven. El desarrollo de la fisonomía sexual


despierta en él una vivencia positiva y tiene un gran interés; en ese hecho, el chico va a

98
ver confirmada su virilidad y las chicas una consagración como “mujer”, y ambos
van a descubrir en el sexo una fuerza que se le abre como un poder de cara al futuro.

2. Evolución intelectual
La llegada de la adolescencia va a suponer en el individuo un cambio radical en la forma
de pensar y razonar. Es el momento del desarrollo de los medios intelectuales que
permiten el razonamiento adulto. Este cambio, junto a la gran conmoción afectiva que
acontece en la pubertad, va a significar la separación entre los adolescentes y el niño.

Antes de los once o doce años, el sujeto sólo es capaz de un pensamiento concreto,
puede reflexionar y razonar sobre los objetivos que tiene delante de sí y que puede
manipular a su gusto. Fuera del ámbito de lo concreto y real, su razonamiento no es
correcto. La realidad de los juicios no le es accesible. En definitiva, en esa edad no se
sabe manejar el mundo de las ideas.

A partir de los once- doce años se opera el paso del pensamiento concreto al
abstracto, abriéndose así la inteligencia a todo un mundo de posibilidades que van a
permitir al adolescente su mejor adaptación al mundo. Con este cambio:

- El razonamiento se va a construir con el soporte de las ideas, va a prescindir de


la realidad concreta y se va a liberar de la limitación que impone la propia
experiencia o creencia.
- El pensamiento, al no estar sujeto a lo concreto ni a la experiencia inmediata, entra
en el terreno de los posibles y, a partir de ellos, se acerca a la realidad por medio
de la verificación de lo que es falso y contradictorio.
- El adolescente se mostrará propenso a la teorización sin compromiso y a la
elaboración libre de grandes proyectos. No se preocupa de la objetividad o
viabilidad de sus construcciones mentales, su interés se centra en el
descubrimiento que acaba de hacer del poder del pensamiento para manejar ideas
y construir teorías..
- Este nuevo interés le va conduciendo a formar sus propios criterios y a
independizarse en su forma de pensar. Se va oponer críticamente a todo lo que se
le quiera inculcar desde el exterior. Las explicaciones de los padres o maestros ya
no son aceptadas por su procedencia, sino por su lógica interna y por la
coherencia con sus propias opiniones.
- Se toma conciencia de carácter personal de las propias opiniones. Antes ha
estado viviendo una especie de indiferenciación entre él y el exterior. Ahora se da
cuenta que la realidad tiene múltiples facetas y que depende de quien las
contempla. Como consecuencia, se siente impulsado a explorar todos esos
aspectos, a “hacer experiencias intelectuales”.
- Nace el deseo de la experimentación y verificación. El choque del propio
pensamiento con el de los demás es el que le produce la duda y la necesidad de
probar. Es la edad que gusta hacer experimentos para comprobar la verdad de un
postulado. La tendencia a la dialéctica y a la discusión, que se observa en esta
edad, además de ser una forma de mantener las propias opiniones, de afirmar la

99
propia personalidad y de gozar con el ejercicio del pensamiento, es el medio que
utiliza para probar la validez de otras ideas.
- El razonamiento se manifiesta como una especie de embriaguez del pensar por
el pensar, que gira en torno a sí mismo en circuito cerrado, jugando con todas las
posibilidades de las ideas en abstracto. Necesita de equilibrio y madurez; lo
logrará conforme vaya descubriendo que el pensamiento válido es el que de
alguna manera tiene aplicación a la realidad y es útil para su transformación.

3. Evolución afectiva
La afectividad del adolescente se caracteriza por una gran riqueza emotiva. Con la
frecuencia se manifiesta de forma intensa y violenta en reacciones de alegría, de
entusiasmo, de cólera, de hostilidad, etc., poco comunes en el adulto. Esta peculiar
excitabilidad hace pensar que, en esta edad, se vive un estado de inestabilidad y
desequilibrio emotivos. No es extraño, ya que el adolescente se encuentra en un
proceso de organización y asentamiento de la personalidad y lo tiene que realizar en
condiciones ambiguas.

Causas inmediatas

El adolescente se tiene que enfrentar a un cambio importante y significativo en el


mundo de sus relaciones afectivas. En adelante se va a abrir a un mundo nuevo donde
encontrará personas desconocidas e intereses afectivos diferentes.

Las relaciones familiares y de fraternidad se van a sustituir por las del profesor- alumno,
patrón obrero, antiguo –novato, etc. la nueva situación le supondrá al adolescente una
amplitud y diversidad de relaciones para las que no está preparado. Su mundo de
expresión afectiva está vinculado a la infancia y choca con el nuevo contexto
ocasionándole una sensación de aislamiento y frustración, al no poder expresarse de
forma satisfactoria y reconocida.

Por otra parte, las nuevas posibilidades con que cuenta el adolescente con el despertar
de la inteligencia, le permiten hacer proyectos sobre el futuro, que no comprometen su
personalidad y desembocan en profundas decepciones. La causa está en que son
proyectos, resultado de juicios precipitados, poco elaborados y, sobre todo poco
adaptados a las exigencias de la realidad. Suelen tener todas las características de
auténticas ensoñaciones.

La imaginación es, sin duda, una facultad que abre el paso del más puro idealismo y es
un magnifico auxiliar en el desarrollo intelectual; pero, en esta edad, denota con
frecuencia una carencia de socialización de la afectividad y esto puede ser dañino para la
persona por el divorcio que entraña con la realidad.

Causas profundas

Lo descrito anteriormente se puede considerar las causas inmediatas de la crisis afectiva


de la adolescencia. La verdadera raíz de esta crisis se encuentra en un conflicto más

100
profundo que guarda relación con el fundamento de la personalidad y la dinámica del
individuo.

En efecto, el adolescente, hacia los quince años, se encuentra con el conflicto entre las
necesidades biológicas que se derivan de su madurez sexual y la imposibilidad de
formalizar una situación que le permita el uso de esta facultad de una forma
socialmente reconocida. Más aún, cualquier satisfacción sexual va a encontrar la
oposición de una normativa que le sanciona y culpabiliza.

El desequilibrio energético que provoca esta situación tiende a nivelarse a través de fines
aceptados por el grupo; de ahí el vivo interés en esta edad por el arte, la música, la
religión, la imaginación y las manifestaciones de enorme riqueza afectiva. Pero no
siempre estos circuitos reguladores de la energía están bien organizados, con frecuencia
fracasan y se originan entonces los desbordamientos afectivos de toda especie tan
conocidos en esta edad.

La resolución de este desequilibrio afectivo se dificulta también por la situación social del
adolescente, tan sumamente ambigua. Al adolescente se le pide unas veces que se
comporte como un adulto; otras que se someta como un niño, y ninguno de los dos
comportamientos le son naturales. Los ve como una imposición y los vive como fuente de
frustración, ya que no puede adoptar casi simultáneamente comportamientos tan
contradictorios.

Fenómenos relacionados con la afectividad

Hemos visto las causas de la inestabilidad afectiva del adolescente, ahora, vamos a
exponer tres aspectos íntimamente relacionados en ese mundo afectivo: la afirmación de
así mismo, la búsqueda de la identidad personal y los objetivos libidinales.

La afirmación de sí mismo

La vivencia que tiene el adolescente de sí y de su situación social le lleva a sentir con


fuerza la necesidad de afirmarse frente a los demás. Para este empeño va a echar mano
del poder recientemente descubierto, la capacidad de razonar con independencia de lo
inmediato y concreto.

El adolescente es muy dado a formular juicios radicales y a elaborar proyectos de


reforma sobre la sociedad circundante. Estas creaciones, como ya hemos indicado,
adolecen ordinariamente de falta de realismo y viabilidad. No se preocupa por estas
dos cualidades, pues lo que verdaderamente le interesa es poder escapar de las ideas
estereotipadas que se le quieren inculcar y satisfacer la necesidad sentida de originalidad
y de llamar la atención como formas de singularidad e independencia.

En la línea de esta dinámica de acentuar sus propias ideas y convicciones se inserta su


tendencia a oponerse. Practica esta oposición casi exclusivamente con los adultos,
especialmente los padres y los maestros, representantes típicos de la autoridad y de la
transmisión de las ideas. En este sentido, se colocan en pie de igualdad con los adultos y
se sienten capaces de entrar en confrontación con ellos por las ideas; es la forma

101
negativa de afirmación de sí mismo y de independencia respecto a todo lo que no es
original y propio.

Otras manifestaciones de esta impulsividad hacia la autoafirmación las podemos


identificar en todos aquellos comportamientos que tienen como denominador común el
llamar la atención y el singularizarse. Aquí podemos señalar su tendencia a vestir de
forma llamativa, a cuidar la apariencia, el modo de hablar exagerado y hasta, a veces,
soez.

La búsqueda de la identidad personal

La adolescencia se caracteriza por una búsqueda febril de identidad. Sujeto a tantos


cambios, es obvio que el adolescente se interesa por conocer su identidad, es decir, ese
rasgo central de su personalidad que permanece siempre idéntico, organiza en torno así
todas las otras facetas y permite que uno se reconozca como un individuo distinto a otro.

La posesión de la conciencia de identidad es el resultado de un proceso que culmina de


ordinario hacia el final de la adolescencia. Efectivamente, el adolescente se va
determinando a sí mismo progresivamente por medio de las relaciones con los otros y
también por medio de la introspección o examen de su propia vida interior.

En sus relaciones con los demás existe una preocupación constante de encontrar
referencias. Es el momento de las identificaciones, es cuando el adolescente dilata su
campo de conciencia y tiende a buscar otros modelos distintos de los padres. Se puede
identificar a un héroe, a un ídolo, a su profesor, a cualquier adulto que llene sus
aspiraciones. Este estadio de identificación es una etapa necesaria.

La preocupación de los educadores es darle a conocer a los adolescentes modelos más


formativos. Este estadio pasa y entonces el adolescentes se separa de sus modelos y
cobra conciencia de la propia individualidad.

Al mismo tiempo que busca las influencias exteriores, el adolescente tiene a la


introspección. Se elige a sí mismo como objetivo privilegiado de su atención y reflexión.
El examen de la propia vida interior, tan llena de encanto y atractivo por las múltiples
transformaciones que se operan en ella, va a ocupar un espacio importante en la vida del
adolescente. El impulso de esta entrega a sí mismo es siempre llegar a descubrir la propia
identidad.

Esta postura de repliegue sobre sí mismo es tan frecuente en esta edad por coincidir con
una de sus tendencias naturales: el narcisismo. El adolescente se complace en la propia
contemplación. Los hace a un doble nivel: el físico, cuya manifestación más notable es
una excesiva preocupación del cuerpo y un cuidado esmerado de las apariencias, y el
intelectual, que se refleja en el análisis constante de los sentimientos, ideas, recuerdos,
etc., que tiene por objeto el encuentro con uno mismo.

Los objetivos libidinales

La evolución afectiva del adolescente va a tener como reflejo un cambio en los objetos a
los que se dirige su tendencia de placer, es decir, un cambio en los objetos libidinales. Va

102
a pasar de la fijación a la figura de la madre a la relación madura con individuos del otro
sexo.

No es una evolución exenta de angustia, pues ha de cortar ataduras muy ancladas en la


estructura personal. Efectivamente, la necesidad de los padres la siente fuertemente, pero
la elude, no la quiere reconocer; la situación que conduce con frecuencia al adolescente a
actitudes agresivas hacia los padres.

El primer paso en esta evolución es buscar objetivos sustitutivos que conserven ciertas
características de los padres, pero que, al mismo tiempo, muestren la diferencias. Puede
ser un profesor, un sacerdote, un amigo de los padres, etc.

Más tarde se desplaza el interés hacia algún líder que encarna el ideal del yo del
adolescente y que está más cercano en ese momento que el padre.

Finalmente, el objetivo serán los mismos adolescentes, sus compañeros que comparten
con él las mismas inquietudes y problemas. Y, a través de la amistad, el adolescente se
irá orientado hacia las personas del otro sexo que será el objeto definitivo de su
tendencia.

4. Evolución social
La socialización no la podemos considerar como un fenómeno que acontece al final de los
estudios secundarios. Es todo un proceso que arranca ya desde los primeros años del
individuo, tiempo en el que se adquieren las predisposiciones, y que termina en el
momento de conseguir el equilibrio entre la libertad y la autonomía personal y la
necesidad de lo comunitario. En este sentido no se puede afirmar que exista en la
persona una ruptura entre las distintas edades; existe en ella un movimiento continuo
de evolución que culmina con la plena integración en la sociedad.

Evidentemente, este proceso reviste características diferentes y se vive de distinta


manera según el momento de la vida de la persona. La adolescencia es una edad de
transición en la que se vive el despegue del círculo familiar y el interés por el mundo de
los adultos. Veamos brevemente los fenómenos más señalados de este momento.

Relación con la familia

El adolescente siente necesidad de liberarse de la autoridad de los adultos. Es la única


forma de llegar también él a ser adulto. Esa necesidad la siente y la vive el adolescente
mucho antes que se le reconozcan los adultos de su familia. La disparidad de
sentimientos y de actitudes en este aspecto va a condicionar su relación con la familia,
especialmente son los padres.

La experiencia de la niñez, que se ha desarrollado bajo la acción protectora de los padres,


hace que el adolescente tienda a ver a la familia como el lugar de la dependencia y del
sometimiento, dos actitudes incompatibles con su deseo de autonomía. El adolescente
quiere ser independiente y desea, sobre todo, no ser considerado ni tratado como un
niño; y es normal entonces que se enfrente con la estructura familiar, que, hasta ahora, lo

103
ha estado protegiendo, y que busque a través de este enfrentamiento la afirmación del
propio yo y la conquista de una vida responsable y autónoma.

Este deseo de independencia no es puro, se mezcla con miedo a dejar la seguridad de


la protección de los padres y de perder su afecto y aprobación. El adolescente
necesita del adulto para contrarrestar su propia inseguridad. El problema surge cuando el
adulto, no comprendiendo esta ambigüedad de sentimientos, se empeña, en su relación
con el adolescente, en mantener actitudes y comportamientos excesivamente
proteccionistas o autoritarios e impositivos, o, por otra parte, en presuponer una madurez
y una responsabilidad que no existen. Esta incomprensión va a ocasionar muchos
conflictos y hacer que la crisis de oposición y enfrentamiento no se supere con normalidad
y no se resuelva, dando como resultado unas nuevas relaciones entre padres e hijos.

Relaciones entre adolescentes

En la situación de ruptura con el mundo de los adultos, las relaciones horizontales van a
tener una notable preponderancia. Los adolescentes necesitan tales relaciones como
medio de seguridad personal. En ellas va encontrar el reforzamiento de sus puntos de
vista, de sus convicciones y gustos que están en franco desacuerdo con los adultos. Le
ayudarán a su socialización gracias a los comportamientos que le exigirán. Las dos
modalidades más importantes de este tipo de relaciones son la amistad y el grupo.

Amistad

Representa un valor de alto significado para el adolescente. En ella, por la relación


afectiva que comporta, va a tener la experiencia básica de la relación interpersonal y de
su fundamento, la confianza y la comprensión mutuas. Desde un punto de vista
educativo, esta experiencia ejerce una función socializadora... a través de la amistad
conocerá formas de amor más profundas que le proporcionarán el “status” definitivo de su
incorporación en la sociedad.

Generalmente, el comienzo de la adolescencia, la amistad se establece como


adolescentes del mismo sexo. Ya en el último periodo de esta etapa es cuando se fija en
las personas del otro sexo en visitas a la integración heterosexual.

Grupos

El grupo se puede considerar una realidad inesperable de los adolescentes. Rara vez los
vemos solos; de ordinario los encontramos en grupos, que, al principio, se compone por
individuos del mismo sexo, pero que a partir de los quince años se forma con chicos y
chicas.

La tendencia de los adolescentes a integrarse en un grupo es, por una parte, expresión de
la necesidad de ruptura con los grupos que ha formado hasta ahora y en los que ha
mantenido una función preponderantemente pasiva; tal es el caso de la familia, el grupo
escolar, etc.

Por otra parte, manifiesta la necesidad de buscar la seguridad que sentía en aquellos
grupos, pero ahora con personas que comparten los mismos problemas y sienten las

104
mismas necesidades de experimentar y desarrollar las potencialidades para vivir en
comunidad. La ayuda que encuentra el adolescente para su desarrollo en estos grupos la
podemos concretar en los siguientes puntos:

- Robustece el sentimiento de seguridad, de protección y de solidaridad, al


experimentar la acogida y aceptación de los otros miembros del grupo.
- Desarrolla un “status” personal y activo fundado en las propias capacidades puestas al
servicio del bien común.
- Prepara para la entrada en la vida social por la práctica de la responsabilidad en las
tareas encomendadas y por la necesidad de contemplar los intereses personales en
contexto del bien común
- Ayuda a que la emancipación de la autoridad paterna se haga sin una ruptura con todo
lo que representa norma, ya que en el grupo se ejercita la autodeterminación en la
búsqueda en común y entre iguales de la normativa que exige la vida del grupo.
- Rompe la tendencia al narcisismo, por la facilidad que da el grupo para establecer
amistades, recibir compensaciones afectivas, realizar identificaciones y ejercitar el
amor oblativo.

Estos grupos, con el paso de los años, irán perdiendo vigencia para el adolescente. El
crecimiento en madurez personal y social le hará perder interés por ellos y los irá
abandonando. Entonces comenzará a inclinarse por las amistades de tipo más
individualista y comenzará a pensar en fundar una familia.

5. Evolución moral
Por todo lo que venimos diciendo, podemos afirmar que la adolescencia se caracteriza
por ser la etapa de la vida de la persona que representa el pasado de la sumisión y
dependencia a la autonomía y libertad. Este hecho tiene necesariamente su reflejo en
la orientación de la conciencia moral del adolescente.

Hasta este momento se ha estado fundando en los mandatos – prohibiciones


provenientes de los padres o del mismo ambiente en que se estaba inserto. Ahora se
busca fundarla en la motivación racional de los comportamientos. Esta transición será una
vez más, el resultado de un proceso e reacciones en el que se podrán observar
reacciones defectuosas ocasionadas por la inmadurez afectiva del adolescentes.

La rebeldía

El proceso de la emancipación iniciado por el adolescente en busca de la identidad


personal llega hasta el terreno moral.

El adolescente, desde el momento que comienza a ejercer su propia responsabilidad, se


arroga el derecho de escoger su propia moral, rompiendo, como primer paso, con los
principios morales que le han sido transmitidos. Con esta ruptura no hace más que
acentuar su separación de la infancia y afirmar su autonomía, que la siente amenazada

105
por la dependencia a algo que viene de fuera. Inicia así la experiencia del dilema libertad-
situación en el mundo, que no podrá resolver sino poco a poco y gracias a experiencia.
Esta le irá demostrando que la libertad no es un absoluto sino una elección entre valores
preexistentes.

En este proceso de síntesis entre libertad y situación, el adolescente se verá asistido por
una serie de disposiciones que ha ido adquiriendo con la evolución de su personalidad.

- La capacidad de razonar le permitirá una comprensión más perfecta de las reglas


morales, llegando a captar su coherencia con la realidad.
- La emancipación de la tutela va a forzar al adolescente a poner la base de la
aceptación de los valores morales en la realidad misma y no en la fidelidad ciega a una
autoridad.
- La ruptura de la dependencia del adulto hace que la obligación moral no se vea sólo en
la perspectiva de la relación con la autoridad, sino en la relación múltiple que trae
consigo un trato más diferenciado.

Idealismo moral

La moral del adolescente tiene el carácter de compromiso de todo su ser en la búsqueda


de la imagen ideal de sí mismo. Por eso, su preocupación moral, que por otra parte es
muy viva, por su interés por construir su propia vida, no representa necesariamente una
adhesión a una moral objetiva universal.

La necesidad de perfección y de absoluto que se observa en esta edad responde con


frecuencia a tendencias que aparecen coyunturalmente en la evolución de su
personalidad.

- El narcisismo: forma de complacencia en la propia imagen, pero que en el desarrollo


de la personalidad de adolescente sirve para la definitiva toma de conciencia de sí y
para el crecimiento de la confianza en sí mismo.
- El idealismo: manifestado en este caso en la tendencia a un comportamiento
perfeccionista y exigente. El adolescente quiere presentarse como un modelo contra
un mundo corrompido. No siempre este idealismo es reflejo de un auténtico
comportamiento moral perfecto; puede ser solamente la forma de expresar el
desencanto de la sociedad y un modo de agresión contra el mundo de los adultos

106
Lo verdaderamente importante es que se abre al deseo del bien, de lo bueno y de lo
generoso. Habrá que fomentar todos estos brotes favoreciendo a la vez el realismo, pero
sin matar con él los valores de generosidad y altruismo que se manifiesta en la apertura.

6. El adolescente- joven en la sociedad

La existencia de la juventud como grupo social diferenciado es un hecho relativamente


reciente. En su aparición juegan un papel muy importante las circunstancias que rodean
a la sociedad moderna... La complejidad de su organización y funcional, ampliándose
grandemente la edad escolar.

El “status” de estudiante hace que los adultos consideren a los jóvenes un grupo aparte. Y
a los jóvenes esta situación les sirve para tomar conciencia de su unidad y de su fuerza y
convirtiéndose así en grupo social con modelos culturales propios y en el que la
identificación horizontal va a contribuir decididamente a la formación de la identidad
juvenil.

La juventud como grupo se deja sentir con fuerza en nuestra sociedad. Su presencia
genera un número considerable de problemas que exigen la atención de amplios sectores
de la sociedad. Ahí están los problemas relacionados con el mundo del trabajo, de la
educación, de la política, del ocio, etc.

También la juventud se deja sentir como portadora de una nueva sensibilidad y de un


nuevo mundo de valores, aunque tengamos que reconocer que su comportamiento con
mucha frecuencia no se ajusta e, incluso, contradice los valores que propugna.

La juventud por otra parte, con su sentido crítico e idealista, cuestiona seriamente a las
generaciones adultas. Su desapego y desinterés por todos los convencionalismos
sociales ponen en evidencia la falsedad y la vacuidad de muchos comportamientos y
actitudes. Y gracias a sus exigencias, aspiraciones y reivindicaciones, y, en general,
gracias a su postura ante la vida, en la sociedad renace siempre la esperanza de un
nuevo orden de valores.

En la juventud se hace presente de alguna manera el futuro. Su crítica del presente el


primer diseño de la sociedad del futuro. Captar, aceptar y comprometerse con todo lo
bueno que hay en la novedad que los jóvenes nos aportan es la mejor forma de ir
preparando el mañana.

El influjo de la sociedad

Si el joven se hace presente en la sociedad aportando una serie de valores nuevos, la


sociedad se hace presente en él, configurándolo a la situación en que se encuentra. La
juventud constituye un grupo social propio, pero no está, de ninguna manera, aislado del
resto del cuerpo social. Esta vinculación con la sociedad es la que hace que la juventud
cambie en sus manifestaciones y en su postura ante la vida. Los cambios sociales y

107
políticos que se producen en su entorno repercuten en ella y la hacen evolucionar en su
forma de estar en la sociedad.

La sociedad actual tiene planteados serios problemas que repercuten de forma decisiva
en los jóvenes: el paro con el consiguiente desempleo y sentido de frustración e
insatisfacción al no poder realizar ningún proyecto autónomo de vida; el fracaso escolar
y el olvido de la dimensión humanista en la cultura; la familia afectada por los profundos
cambios sociales, culturales y económicos ha quedado para la mayoría de los jóvenes
como su estancia prolongada indefinidamente; la progresiva separación de los procesos
fisiológicos de la sexualidad del resto de la persona no facilitan una maduración en el
amor y en el proyecto de crear una familia; la escasa realidad asociativa favorece en
ellos un cierto conformismo y pasividad.

A esto debemos añadir la natural aversión de los jóvenes a estructuras rígidas, a


depender más de los adultos y su desconocimiento de las asociaciones existentes.

Estos y otros problemas no citados aquí, hacen de nuestra época una etapa que podría
considerarse de transición. Las profundas transformaciones de la humanidad revelan lo
inadecuado de las culturas tradicionales y la necesidad imperiosa de nuevos proyectos
de vida humana.

Cultura y juventud

Acabamos de ver que la juventud, en la actualidad, se comporta y vive como un grupo


social son personalidad propia. Tiene una marcada incidencia en la sociedad y, a su vez,
está expuesta al influjo de todos los a cambios que se operan en ella.

Podemos afirmar que desde hace tiempo asistimos a una especie de protagonismo y
valoración de la juventud. Se prestigia todo aquello que tiene apariencia de joven y se da
una gran importancia al fenómeno “juventud” desde distintos planos: demográfico,
económico, social, político y eclesial.

DESCUBRIR SIGNOS DE LA PRESENCIA DE DIOS

La actitud fundamental de un agente de pastoral juvenil es saber la realidad donde está situado
el joven y descubrir los signos de la presencia de Dios, consciente siempre de que todo valor
humano necesita se iluminado y fortalecido. Esto no es posible si el agente no está muy atento a
los prejuicios que puedan enturbiarle la mirada y a la debilidad que le impida anunciar con
valentía el evangelio.

Esta actitud, que se ordena de hacer presente la salvación en la vida cristiana de los jóvenes
implica estas otras actitudes:

 Actitud de búsqueda: lo que supone acudir a los mismos lugares en que los jóvenes viven
y se desenvuelven.
 Actitud de encuentro personal: manifestando respeto a la persona del joven y capacidad
de escucha e interés por sus problemas.
 Actitud de presencia: buscando la convivencia que permite una comprensión de108 la
juventud desde su contexto y mentalidad.
 Actitud evangelizadora: sabiendo presentar a los jóvenes el mensaje cristiano y su
contenido salvador sin miedo ni ambigüedades.
En línea con lo que vamos indicando, el fenómeno juventud cobra especial importancia
por el momento tan peculiar que estamos viviendo. Nos encontramos en una época de
profundas y rápidas transformaciones que exige del hombre una constante actitud de
adaptación a las nuevas exigencias.

La juventud, con sus especiales dotes para asimilar lo nuevo y para adaptarse al cambio,
aparece como el cuerpo social más apto para hacer que la sociedad evolucione al ritmo
del tiempo. Pero, en este sentido, la importancia de la juventud se queda en el campo de
lo teórico. El individuo joven hoy en día tiene más edad y está más formado que sus
antepasados, pero aun así no tiene un puesto de trabajo, depende de sus padres, y no es
tenido en cuenta a la hora de tomar decisiones.

La juventud es un grupo social que:

 No tiene propiedad sobre los bienes de producción


 No forma parte significativa de la fuerza de trabajo
 Se considera sociológicamente normal que no tenga poder activo en propia sociedad
 Para algunos sólo tiene valor de consumo: los jóvenes son clientes potenciales

La condición juvenil

Lo primero que hay que afirmar en la condición juvenil no es una realidad única y global,
por la sencilla razón de que la juventud presenta una diversidad de posturas y
actitudes muy amplia. El colectivo juvenil se presenta hoy plural y diferente.

La condición juvenil se podría definir como la forma de ser joven y el modo de estar en el
mundo. Se manifiesta en concreto a través del modo peculiar de pensar, valorar y actuar que
tiene el joven en el conjunto del entramado social. Este modelo original de comportamiento
social se suele implantar y desarrollar dentro del grupo juvenil por mecanismos de admiración e
imitación. Termina por consolidarse en rasgos específicos, formando una cultura propia,
aislable analíticamente, dentro de un contexto cultural más amplio

 Características

En este apartado queremos presentar aquellas actitudes más profundas que caracterizan
la postura del joven ante la vida y que configuran la condición juvenil.

109
 La búsqueda de sentido: se da entre los jóvenes un gran desencanto frente a
las ofertas que hace la sociedad. Quiere una realidad que verdaderamente sea
alternativa a los valores de esta sociedad y que, por otra parte, responda a las
exigencias del individuo y da la colectividad. Se perciben en los jóvenes unos
ideales y valores que son motivos y signos reales de esperanza:
- Un auténtico deseo de cambio y de búsqueda de una sociedad mejor
- Una persistente lucha por implantar valores como la sociedad, amistad, pluralismo,
respeto, paz, justicia…
- Una gran sensibilidad ante las injusticias y violación de los derechos humanos
- La defensa radical de la verdad y la aversión ante los convencionalismos, la mentira, la
hipocresía
- El talante alegre y festivo ante la vida
- La importancia que se da al testimonio más que a las palabras y a las creencias.

 Necesidades de vivir y experimentar: Los jóvenes tienen una gran pasión: la


vida. Sienten una especial necesidad de ver, gustar y experimentar todo.
Quieren conseguir las cosas de inmediato y, en consecuencia, se aferran a lo más
inmediato sin preocuparse por las repercusiones que pueda tener su
comportamiento en el futuro.
 Subjetivismo y privatización: La situación del joven ante la sociedad ha
cambiado. Aquella agresividad que manifestaba anteriormente, y que era reflejo de
su deseo de entrar en ella en actitud de agente de cambio, se ha trocado en
repliegue hacia unos reductos de significación más personal e íntima: el grupo de
amigos, la familia, el oficio, la profesión. En estos ámbitos busca sentirse él
mismo y dueño de la situación.
 Sentido comunitario: El joven necesita un grupo. En él se refugia buscando
seguridad en la lucha por su propia independencia y en él encuentra el ambiente
favorable para conseguir su propia identificación; en él se siente participativo y se
comunica con los demás.

Contracultura y juventud

Veamos los desajustes que se dan en esta generación.

Inconformismo juvenil

El inconformismo de la juventud pone siempre de manifiesto un problema de


adaptación. Toda juventud padece de alguna manera este problema; es inherente a la
misma condición juvenil. Los jóvenes suelen vivir un estado de incompatibilidad entre lo
que la sociedad propugna y propone como valores y pautas de comportamiento y lo que
ellos esiman como valores y como término de sus aspiraciones y deseos.

El inconformismo juvenil es un fenómeno social habitual, término de sus aspiraciones y


deseos. Este inconformismo juvenil habitual, según las épocas, presenta distintos
centros de interés y diferente intensidad. La raíz de esta postura tiene una doble
procedencia: las exigencias de la edad y las circunstancias sociales. El joven quiere

110
diferenciarse, ser distinto… A veces se refugia en su interior, en sus construcciones
mentales, que le aíslan un tanto de la realidad dura y distinta a sus planes y proyectos.

En momentos de cambios profundos, el inconformismo puede llevarle a una radicación


tal que se traduzca en ruptura y marginación social. Todo esto se ve favorecido por la
novedad cultural de nuestro tiempo y su consideración sobre:

 La persona: Esta ocupa el centro de la valoración de la realidad. Las cosas y la


técnica se supeditan en la estima al valor supremo de la persona. La libertad
como característica fundamental de la persona se revaloriza frente a cualquier
intento de dominación o de manipulación.
 La sociedad: desde la valoración de la persona, la sociedad se percibe como una
comunidad donde la participación y la corresponsabilidad cobran pleno sentido.
Los valores comunitarios privan sobre los individualistas. Se busca la relación
directa y personal que libera de la sociedad y el anonimato.
 Lo religioso: La antigua situación de amparo y control de la sociedad por lo
religioso queda relegada. Lo profano recupera su propia autonomía y
consistencia. La religión, al mismo tiempo, se siente liberada de la injerencia del
poder temporal.
 La historia: Se supera la visión que considera al mundo como realidad estática
que nos viene dada y hay que aceptar. El hombre se siente protagonista y actor
de la historia; el futuro para él es un proyecto de liberación que hay que llevar
adelante con la capacidad creadora y humanizante.

La juventud que nace y se desarrolla en este clima y en un contexto de valores inspirados


en estas transformaciones sociales y culturales se siente contrariada y choca contra una
sociedad que:

 Adolece de falta de ideales humanizadores: cuenta el éxito profesional, el


confort, el aparecer.
 Origina una competitividad agresiva, que ve en los demás “competidores”;
 Vacío de contenido las relaciones humanas: las personas se sienten extrañas;
 Propicia un desarrollo técnico deshumanizador: el hombre se convierte en
productor-consumidor dentro de la perfecta máquina de la sociedad.
 Neutraliza la crítica: con la consiguiente manipulación del pensamiento y de la
cultura
 Se centra sobre los adultos: que controlan y dirigen-

Lo verdaderamente importante es adoptar una actitud de comprensión frente a la protesta


juvenil, pero, sobre todo, lo más eficaz es saber conducir y aprovechar esta energía de renovación
social que aflora en el inconformismo juvenil. Habrá que dar a los jóvenes realismo y serenidad
para que su lucha por una nueva sociedad no termine en desilusión y el escapismo. Para conseguir
esto es necesario que el educador crea en la juventud y esté convencido que su fuerza renovadora,
a pesar de sus muchas contradicciones e incongruencias.

111
El educador que considere la rebeldía juvenil como un paréntesis inevitable hasta el
momento que se produzca la integración irremediable en la sociedad de hecho no podrá
realizar ninguna acción educativa con el joven. No podrá ayudarle a salir de su
ambigüedad ni le podrá encaminar hacia la madurez teniendo como punto de partida los
valores que el joven descubre en su existencia inconformista.

Las minorías marginadas

El inconformismo, cuando se radicaliza, produce una serie de grupos marginales. Los


jóvenes que se integran a ellos no admiten el sistema establecido, se sitúan al margen
como forma de protesta y de resistencia ser absorbidos. Su presencia resulta molesta
para la sociedad, pues estima que su comportamiento no sólo se desvía de lo común y
establecido, sino que se muestra desafiante para la mayor parte de los conciudadanos.

En la actualidad existe una corriente de protesta que no se puede identificar con un


determinado grupo minoritario. Es algo que de alguna manera, transciende a toda la
juventud actual, es lo que se ha venido en llamar “pasotismo”. Es una reacción de
importancia ante una sociedad que no les satisface y que sienten inamovible. Ante ella se
ven impotentes, se decepcionan y adoptan una postura de conformismo negativo. “Pasan”
de todo y no se interesan por la búsqueda de soluciones.

Debemos reconocer la aportación del joven a la sociedad y así se podrá inocular en ellos
el sentido crítico que necesitan sobre su propio movimiento para convertir su actitud en
una postura constructiva y de progreso.

7. Factores religiosos en la juventud

Desarrollo de la personalidad y religión

El desarrollo de la personalidad guarda estrecha relación con el desarrollo y maduración


de la vida religiosa; esta relación se aprecia en todos los periodos del desarrollo humano,
pero tiene un especial relieve en la adolescencia y juventud.

En el período en el que la formación de la personalidad cobra un protagonismo muy


acentuado. En este sentido se ha llegado a afirmar que la adolescencia es la edad de la
“conversión”, dado que es en esta edad cuando el sujeto está en disposición de captar y
afirmar lo absoluto y trascendente y, por lo tanto, de purificar la vivencia religiosa y de
distinguirla de toda otra vivencia. Pero veamos más en concreto el alcance de esta
influencia en sus aspectos positivos y negativos.

Época de crisis

El comienzo de la adolescencia va a traer una progresiva disminución de la práctica


religiosa, un aumento de problematización respecto de las creencias al someterlas a
examen y una desconfianza hacia la religión institucionalizada, con la lógica

112
consecuencia de una resistencia a vivir la religión dentro de las exigencias de una
institución.

Estos síntomas hacen pensar que esta edad connota una etapa de revisión y de cambio
en el aspecto religioso. Y es lógico que así suceda, porque la personalidad del
adolescente se ve sometida a profundas transformaciones. Esta etapa va a tener una
capital importancia para el futuro de la religiosidad del adolescente. Del enfoque que se
haga de la crisis y de la situación que se dé va a depender que se consiga la madurez en
la fe o que se afiance una postura de indiferencia y hasta de rechazo respecto a lo
religioso.

Fuentes de la crisis

El origen de esta crisis, caracterizada por la duda y la revisión de la religiosidad anterior,


es de naturaleza eminentemente afectiva, sobre todo en su comienzo. Pasados los
dieciséis y diecisiete años, las dudas se harán más intelectuales, aunque no por eso
menos intensas. Especificando más el origen de la crisis, se puede determinar tres
factores en estrecha relación con la evolución de la personalidad:

 La propia autonomía: con lo que lleva consigo de tensión y lucha contra la


autoridad; también y, con mayor motivo de la religiosa, que, de alguna manera, la
ve cerca y hasta “justificativa de la familia y social” y que presenta unas verdades
que “escapan” de su pensamiento crítico.
 Las emociones eróticas: que siente tan fuertemente e impotente e incapaz de
“dominar”… Esto trae consigo un sentido de culpabilidad y, ante la imposibilidad
de controlar, cree comprobar la inutilidad de la religión.
 Crisis de confianza: la desconfianza general, típica del adolescente, es fruto de la
ambigüedad de su “status”: ni niño ni adulto. Rechazado por unos y otros, no tiene
confianza en nadie, sobre todo no la tiene en sí mismo. Esta falta de confianza en
los padres, amigos y educadores desemboca con facilidad en falta de esperanza
en Dios.

Efectos de la crisis

La revisión crítica de la religiosidad vivida durante la infancia va a traer como


consecuencia las siguientes características:

 Subjetivismo: El adolescente tiende a construir su propia religión. Se interesa


más por las motivaciones personales de adhesión, adquiridas en la
confrontación y en rechazo de la religiosidad infantil.
 Conflicto entre ciencia y fe: El adolescente ve que tanto la ciencia como la
religión pretende dar una explicación global de la existencia, pero observa una
diferencia. La ciencia precede con un razonamiento que arranca de la
experiencia y que se desarrolla con una rigurosa lógica. En cambio el
pensamiento religioso cuenta con un elemento fundamental, la fe, que lo hace
extraño al razonamiento estrictamente científico.
 Relativismo: La naturaleza de lo religioso como realidad científicamente
indemostrable puede contribuir a que el adolescente llegue a pensar que la

113
religión es sólo una de las muchas explicaciones que se suelen dar a los
problemas de la existencia. Incluso es posible que el adolescente, guiado por
su curiosidad intelectual, avivada en esta edad, tome contacto con otras
religiones. Todo esto le puede llevar a relativizar su religión y las exigencias
que conlleva.

Factores positivos

En esta etapa de crisis y de revisión también se observa una serie de factores que
pueden favorecer un desarrollo más auténtico y personal de la religiosidad del
adolescente. Veamos algunos de ellos

 Con el desarrollo intelectual, el adolescente se encuentra más capacitado para


comprender mejor las cosas, para interiorizar los valores y para elaborar
ideales.
 Se comienza a preocupar por el sentido de la vida. Este interés le puede facilitar
el establecer una relación de lo religioso con las profundas demandas del espíritu
del hombre. Si lo consigue, la opción religiosa quedaría vinculada vivencialmente a
la existencia.
 La autonomía de pensamiento que se defiende tan decididamente en esta edad
hace que se quiera buscar la validez de las propias convicciones por medio de la
comprobación personal y no por la mera obediencia a una autoridad. Esta postura
contribuye a da una impronta personal a las decisiones, y en este caso a la
adhesión religiosa.
 La adolescencia es el momento de la explosión afectiva. La religión, dado su
carácter relacional, puede servir de cauce a esa necesidad afectiva.
Evidentemente que la religión vivida con un marcado carácter sentimental corre el
riesgo de la inestabilidad. Cualquier cambio en las necesidades afectivas alteraría
la solidez de la adhesión religiosa. Sin embargo, cuando lo religioso impregna
todas las dimensiones de la personalidad, el factor afectivo es importante, porque
comunica a la vida religiosa una dimensión profundamente vital y de gran
resonancia y significación para el individuo. Una religión sentida y vivida
emocionalmente ayuda a la estabilidad emocional de la persona al enriquecerla
con la dimensión de la trascendencia.

Aspectos fundamentales de la religiosidad

En este apartado queremos presentar cómo se matiza, desde la adolescencia, la relación


con las realidades fundamentales de la religiosidad cristiana: Dios, Jesucristo e Iglesia.

Dios

En líneas generales se pude afirmar que el concepto de Dios pierde la representación


antropológica y se va espiritualizando e interiorizando. Hay un primer momento en que
destacan los aspectos personales y el interés se centra en los aspectos de Dios-Señor,
Dios-Salvador, Dios-Padre. El segundo momento es de estricta interiorización, en el que
los temas subjetivos cobran especial relieve: amor, obediencia, confianza, diálogo, temor,
etc. Este proceso de interiorización es interpretado por Babin desde estas tres claves: el

114
naturalismo: tiende a rechazar toda revelación de Dios al hombre; el egomorfismo: el
concepto de Dios suele ser reflejo de las necesidades que siente el adolescente en esta
edad; la eticidad: de la concepción de Dios se infiere una invitación al propio
perfeccionamiento, siguiendo las posibilidades naturales, más que una llamada a la
conversión en la línea que propone la revelación cristiana.

Jesucristo

La relación del adolescente con la persona de Jesús puede responder a las necesidades
especialmente sentidas en esta edad. Esta dependencia hace que se dé una preferencia
por un tipo de relación que pone de manifiesto las tendencias afectivas: Jesús amigo,
Jesús Salvador: que le aporte la luz y paz, Jesús modelo en quien descubre un modelo
ideal para su proyecto personal y social.

La Iglesia

Durante la infancia la religiosidad ha estado muy vinculada a la institución religiosa y a


expresiones culticas institucionalizadas. El adolescente en cambio, tiende a rechazar la
institución religiosa y la participación en los actos de culto.

La actitud de repulsa del adolescente tiene mucho que ver con su proceso de búsqueda
de autonomía, de la que hemos hablado anteriormente.

Otra fuente del rechazo a la institución eclesial puede estar en el despertar crítico que
acontece en esta edad. El adolescente comienza a descubrir las limitaciones y los
aspectos negativos de las personas e instituciones. Su tendencia al idealismo lo hace
intransigente con las deficiencias y le impide llegar a conciliar los defectos y limitaciones
con la utilidad y bondad de las cosas. Si a esta visión crítica de la Iglesia se suma la
experiencia de sentirla lejana y despreocupada de sus problemas inmediatos y vitales, la
ruptura con ella es una salida fácil.

La tendencia y la necesidad del grupo, que se acentúa tanto en esta edad, puede ser
una ayuda para resolver el problema de la relación con la Iglesia, pues a través de él es
como se puede ir abriendo al sentido de la pertenencia a la comunidad eclesial.

Sociología y religiosidad juvenil

Lo que hemos expuesto hasta este momento en la presente unidad es la descripción de


los cambios más significativos en la actitud religiosa del adolescente, ocasionados por la
transformación que se opere en su personalidad.

Estos cambios pueden sufrir modificaciones. Determinados aspectos se pueden


intensificar, cobrar una mayor importancia o pasar desapercibidos por el influjo del
entorno social. No en vano el joven es la persona que muestra especial predisposición y
sensibilidad al cambio. Cualquier transformación social con incidencia en la religiosidad
de la sociedad tiene su inmediato reflejo en el comportamiento de la juventud.

La religiosidad juvenil, es una realidad que está sometida al influjo de la transformación


del mismo individuo y al de los fenómenos socio-religiosos de su entorno.

115
Para diagnosticarla con precisión y actualidad hay que acudir a los resultados que los
sondeos sociológicos hechos con esta finalidad nos ofrecen. Nosotros vamos a utilizar los
realizados recientemente en distintos lugares de nuestro entorno cultural. Las
afirmaciones que aquí hagamos pueden tener vigencia en todas las sociedades en las
que el fenómeno de la modernidad y la secularización tenga una incidencia notable. En
cualquier caso, cada país deberá estar atento a sus propias indagaciones en este terreno
para evitar distorsiones e incomprensiones de su realidad.

Tipología

El fenómeno más significativo que se observa en el mundo juvenil es una tendencia


notable a incrementarse el número de los no practicantes. Es un grupo formado por
los que se confiesan indiferentes ante el hecho religioso y por los que confesándose
creyentes, en nuestro caso católicos, dicen no participar en las prácticas religiosas; estos
últimos son los que tienen mayor representación en este grupo.

Tendencias más generalizadas

Las tendencias más comunes que se observan en la religiosidad de la juventud las


podemos presentar bajo estos aspectos:

 Subjetivismo: tendencia a seleccionar aquellas creencias o pautas morales más


en conformidad con la propia forma de ser y relativizar las pautas religiosas
establecidas. Es consecuencia del rechazo del catolicismo tradicional y de la falta
de otras alternativas.
 Vitalismo: la realización personal está por encima de cualquier otro valor, se
rechazan las prácticas religiosas por no ver relación entre religión y vida.
 Antiinstitucionalidad como reacción a la despersonalización, el anonimato y la
manipulación que se vive en las instituciones. El objetivo sería una fe sin religión
donde la persona tuviera toda la iniciativa y protagonismo.
 Despertar religioso: esta tendencia, aunque no siempre se expresa en formas
institucionales, es consecuencia de comprobar que ni el progreso ni su
consecuencia inmediata, el confort, son una respuesta satisfactoria a las grandes
demandas del hombre. La búsqueda de la religión está motivada por el deseo de
encontrare una razón para vivir.
 Afluencia a los grupos de ámbito eclesial: existe entre los jóvenes una cierta
esperanza en la Iglesia mayor que en otras instituciones sociales. El fundamento
no está tanto en lo que la Iglesia “hace” cuanto en lo que “podría” hacer, dada su
capacidad de crear comunión y de humanizar.
 Formación religiosa deficiente: se observa en los jóvenes una ignorancia
sorprendente de las verdades fundamentales de la fe. La experiencia religiosa no
está enriquecida por la verdad objetiva y por la doctrina transmitida.

Creencia en Dios

116
Una gran mayoría afirma la existencia de Dios o confiesa que es importante creer en él,
o piensa que hay “algo” por encima de todo o que tiene que haber algo, etc. La
importancia de esta actitud religiosa, básica y común a tan amplio número de jóvenes es
evidente. Pero este hecho hay que verlo como actitud crítica, porque lo que
verdaderamente tiene importancia es la imagen de Dios que se esconde detrás de esta
creencia.

Dentro de lo que se reconocen creyentes en Dios, un gran grupo bastante numeroso tiene
una imagen que responde a formulaciones doctrinarias, sin apenas referencia a la propia
existencia o con una referencia equivoca o incorrecta: miedo, respeto, fatalismo, etc. Sólo
en una minoría se aprecia la presencia de una imagen que implica una relación dialogal
en amor y libertad.

Creencia en Jesucristo

También aquí encontramos una gran mayoría que se confiesa creyente en Jesús. La
diversificación de este grupo en razón de lo que encierra esa creencia da como resultado
un número reducido de jóvenes que valora vitalmente a Jesucristo como proyecto de vida.
El resto lo considera como un hombre extraordinario sin reconocerlo como Hijo de Dios o
refleja con fidelidad una imagen coherente con la doctrina oficial de la Iglesia.

Respecto a esta creencia hemos de tener en cuenta: la pobreza de conocimiento de su


persona, la proyección de los propios deseos, la ausencia de una “lectura de fe”, la
tendencia emotivo-afectiva por la que busca cubrir necesidades emotivo-afectivas en su
relación con Jesucristo, la escasa referencia eclesial a la que no ve necesaria como
mediación sacramental de Jesús.

Creencia en la Iglesia

En esta dimensión de la fe la gran mayoría se sitúa en alguna de estas tres posturas:

- Rechazo total: considera a la Iglesia como poder fáctico que debe desaparecer
- Respeto: lo ven como una institución social más, pero sin ningún tipo de referencia
religiosa.
- Indiferencia: no la reconoce como mediación necesaria entre Dios y el hombre.

Debemos destacar que el progresivo descenso en la confianza de los jóvenes hacia la


Iglesia se ha estancado. Sin embargo, dos de cada tres jóvenes no confían en la Iglesia.

Los jóvenes consideran que la Iglesia: se configura como un poder más de este mundo;
se muestra preocupada por su propio prestigio y supervivencia, y aparece defendiendo
sus propios privilegios y como custodia del orden establecido más que defensora de los
hombres y promotora de alternativas liberadoras; está muy clericalizada por girar
alrededor de sí misma y por aparecer identificada con la Jerarquía; se preocupa en
exceso por el desarrollo de lo organizativo, que llena de condiciones y prohibiciones a
sus miembros; vive en medio de una gran burocracia que ahoga el dinamismo creador y
profético; crece en su aparato externo y así pierde la sencillez y pobreza; al poder se

117
añade la riqueza, que sirve de escándalo a los débiles: se muestra guardiana de
verdades que a nadie afectan y de la impresión de no confiar en los simples cristianos.

Necesidades religiosas

El joven hoy en su camino de educación a la fe necesita:

- Una fe como opción personal por la persona de Jesús y que signifique para él una
experiencia de encuentro y de relación con él
- Una fe integrada en la vida; la fe le debe ofrecer respuesta a sus inquietudes.
- Una formación religiosa adecuada, con unos contenidos de calidad y científicamente bien
fundamentada
- Una experiencia “grupal-comunitaria”: se debe valorar el grupo como medio adecuado de
formación y como lugar privilegiado por vivir la experiencia de la fe y para abrirse a la
comunidad eclesial.
- Modelos atrayentes, que le hagan creíble el mensaje evangélico.
- Una Iglesia como comunidad, que ofrezca una especie de libertad, comunión y
responsabilidad y se muestra solidaria con los problemas de los hombres.

El adolescente – joven y sus características


En la adolescencia se produce una evolución física que se caracteriza, principalmente,
por el crecimiento de talla, la maduración funcional del sexo y la aparición de los
caracteres sexuales secundarios.

La evolución intelectual se abre al pensamiento abstracto, capacitando al joven para


entender el discurso racional. Se personalizan los valores, las formas de vida, las
opciones, surgiendo el deseo de la experimentación y verificación

La afectividad del adolescente se caracteriza por una gran riqueza emotiva. En esta etapa
se va a dar un proceso de afirmación de sí mismo, la búsqueda de la identidad personal y
la orientación hacia sus iguales del sexo contrario.

La tendencia del adolescente a integrarse en un grupo expresa la necesidad de romper


con los grupos que ha formado hasta ahora y manifiesta la necesidad de buscar la
seguridad que sentía en esos grupos.

El adolescente necesita razonar sus actos, darles una justificación. Pasa de una situación
de sumisión a una de mayor autonomía, donde debe realizar una escala de valores y

118
razonarlos. En este proceso pasa por una fase de rebeldía frente a todo lo impuesto,
buscando una imagen ideal de sí mismo.

El seguimiento de la juventud como grupo diferenciado es reciente. A pesar de la


importancia de la juventud en los diversos campos, es un grupo social que, para algunos,
sólo tiene valor de consumo o de utilización para los propios fines.

Las características que marcan los perfiles del joven son: la búsqueda de sentido; la
necesidad de vivir y experimentar; el subjetivismo y la privatización; el sentido
comunitario.

El inconformismo pone de manifiesto un problema de adaptación- las minorías


marginadas surgen como radicalización del inconformismo juvenil.

La época de crisis personal de la juventud afecta a la religiosidad del adolescente. Esta


situación produce, como efectos, la construcción por el adolescente de su propia religión
(subjetivismo), un conflicto entre la ciencia y fe y un relativismo, que considera la religión
como una de las explicaciones posibles al problema de la existencia.

El ambiente y sociedad donde vive modifica, acentúa o suaviza las características


propias de la religiosidad adolescente.

Actualmente se ha producido un notable aumento de los no creyentes, indiferentes u no


practicantes, distinguiéndose entre los practicantes los integrados en un cristianismo
sociológico y los comprometidos

119
Ficha de lectura

AA.VV. Enciclopedia de la Adolescencia. Ed. Mensajero.

San Martín J.A. Adolescentes. Madrid. Ed. CCS.1982

CEAS-CEE. Jóvenes en la Iglesia, cristianos en el mundo. Madrid. Edice. 1992

Lagarde C y J. El adolescente y la fe de la Iglesia. Madrid. 1990

Actividades

1. Realice un esquema o ficha de las características psicológicas del


adolescente-joven
2. Consulta en una buena enciclopedia de psicología la palabra o palabras
“adolescente y joven” y haga una comparación viendo las coincidencias y
divergencias entre las características recogidas en su ficha y las señaladas en
la enciclopedia
3. Haga un esquema de las características del joven desde el punto de vista
social
4. Comente esas características: su importancia, y trate de descubrir en su barrio
o zona qué incidencia tiene.

120
UNIDAD DIDACTICA 9

OBJETIVOS Y CONTENIDOS DE LA PASTORAL JUVENIL


Ya hemos analizado los sujetos destinatarios de la acción educativa en la fe:
adolescentes–jóvenes, sus características psicológicas, sociales y religiosas. Hemos
constatado la diferente tipología religiosa, a la que debe hacer frente la pastoral juvenil.

La catequesis como proceso básico, sistemático y orgánico quiere responder a esa


diferente tipología religiosa.

La fe adulta, confesada en la Iglesia, es la finalidad más general de la catequesis. Para


conseguir esta finalidad es necesario conseguir unos objetivos. A su vez, la finalidad y los
objetivos indican el camino para presentar el contenido de la fe, necesario siempre para
una identidad cristiana. Este contenido lo podemos abordar desde las características que
debe presentar una presentación adecuada, los núcleos del mensaje cristiano, estructura
del contenido catequético.

Pero los objetivos y los contenidos vienen como “exigidos” por la situación de las
personas y su nivel de la fe en el ambiente social y eclesial, en que viven y la importancia
y atención que les presta la misma comunidad cristiana en su acción pastoral. Por eso,
también aquí, hemos insertado el apartado primero, bastante amplio, sobre la situación de
la pastoral juvenil y que da “razón” de los objetivos a conseguir y los contenidos que
transmitir.

Con esta unidad pretendemos:

- Situar la educación cristiana de los adolescentes-jóvenes


- Conocer sus objetivos específicos y contenidos

121
- Revisar la propia acción educativa con ellos y capacitarse para realizarla con
mayor perfección en el futuro.

Para ello desarrollaremos los siguientes enunciados

- Situación de la pastoral juvenil


- Objetivos específicos
- Contenidos más nucleares.

1. Situación de la pastoral juvenil


Durante los últimos años han ido surgiendo múltiples y diversas iniciativas de pastoral de
juventud, fruto de la acción constante y eficaz emprendida por numerosas personas.

Así, han crecido el número de grupos juveniles, se han ampliado las plataformas de
acogida y acompañamiento para jóvenes, se han iniciado cauces de formación para
animadores y agentes de pastoral de juventud, se han elaborado diversos planes y
proyectos de pastoral juvenil, etc.

Junto a todas estas muestras de vitalidad, se debe señalar una cierta dispersión de
iniciativas, así como respuestas puntuales a situaciones concretas, pero que no se
integran a un proyecto orgánico y continuado.

Por esto, la acción pastoral con adolescentes-jóvenes presenta como limitaciones:


multiplicación de las iniciativas teóricas y una cierta divergencia respecto a los
planteamientos concretos, la falta de metas claras e itinerarios comprobados, la
improvisación y la consiguiente discontinuidad, la ausencia de apoyo y compromiso de
la comunidad.

Ante el reto de la nueva evangelización, las Iglesias locales deben invitar y animar a todas
sus comunidades, y de forma especial, a los jóvenes al anuncio de Jesucristo en medio
de la juventud, de forma personal y, también, asociada.

Para ello, nuestra tarea educativa no puede limitarse tan sólo a lo propiamente
catequético, sino que debe abarcar también la acción misionera y preparar a la
integración en la comunidad y su posterior acción pastoral. De ahí que nuestro lenguaje
se haya ampliado para responder a toda esa actividad evangelizadora que la Iglesia
realiza con los adolescentes-jóvenes y que es llamada con el nombre más general de
pastoral juvenil.

Por pastoral juvenil entendemos:

“Toda aquella presencia y todo conjunto de acciones con los cuales la Iglesia ayuda a los
jóvenes a preguntarse y descubrir el sentido de su vida, a descubrir y asimilar la dignidad y
exigencias del ser cristianos, les propone las diversas posibilidades de vivir la vocación
cristiana en la Iglesia y en la sociedad y les anima y acompaña en la construcción del Reino “

(o.p.j.15)
122
Características

Vamos a proponer algunas características que nos parece necesarias para desarrollar
una acción pastoral juvenil en la actualidad. Algunas de ellas pueden denominarse de otra
forma o acentuar alguno de sus componentes, pero la descripción que hacemos puede
ser suficientemente sugestiva.

 Misionera: En la sociedad en la que vivimos, la fe aparece como algo irrelevante.


Ya hemos visto anteriormente, como el grupo de los jóvenes no creyentes,
indiferentes y no practicantes, aumenta continuamente. Ante esta situación, la
acción evangelizadora de la pastoral juvenil debe realizarse no tanto mediante las
instituciones, sino a través de la comunicación personal
 Situada: Parte de la situación concreta del joven, de sus experiencias,
descubrimientos, problemas y realizaciones. No puede construirse a partir de
“supuestos” de despacho, sino de la realidad concreta de las personas a las que
se acompaña.
 Educativa: El lugar donde Cristo es anunciado es la propia vida del joven,
iluminada desde el Evangelio. Por ello es preciso que se den más experiencias
fundamentales generadoras de interrogantes y que puedan proporcionar un
sentido a la propia vida. Es necesario que los procesos educativos desemboquen
en una activa inserción eclesial adulta.
 Comunitaria: en el grupo de jóvenes se va viviendo una experiencia de relaciones
personales nuevas, fraternas y evangelizadoras. Mediante la comunión y
participación en la vida del grupo, los jóvenes van abriéndose el sentido
comunitario de la Iglesia, así como a la vida comunitaria en fraternidad.
 Transformadora: Porque la vida de los jóvenes va convirtiéndose al Evangelio de
Jesús paulatinamente, modificando sus criterios, valores y compromisos. Ahí
mismo, el descubrimiento de la realidad que les rodea, les debe impulsar a
transformarla a la luz del proyecto del Reino, desde el servicio.

Opciones básicas

Una lectura reflexiva de los distintos modelos de pastoral juvenil que funcionan en la
realidad nos permite captar las opciones básicas que funcionan en todos ellos. Las más
importantes creemos que son la: encarnación, la evangelización y la educación
cristiana. Como estos conceptos o aspectos han sido ya ampliamente tratados en curso
anteriores, especialmente en la Catequesis Fundamental y en la Pedagogía Catequética,
no hacemos aquí más que recoger las consecuencias pastorales de estas opciones.

Consecuencias pastorales

 De la encarnación
- Tomar conciencia de la vida humana y facilitar una inserción en las
situaciones reales de todos los días

123
- Realizar una convergencia y una integración iluminadoras y significativas entre
la “novedad cristiana” y los “signos” de la realidad humana de los jóvenes.
- Favorece una dinámica educativa de profundización e interiorización para
conseguir una interpretación auténtica de la realidad humana juvenil a la luz
de la fe.
- Tener en cuenta la diversidad de los niveles y posibilidades de maduración
humana y religiosa de los destinatarios concretos.
 De la evangelización
- Una pastoral y catequesis eminentemente evangélicas, que facilite la decisión
de seguir a Jesús, entrando en la dinámica de los valores del Reino de Dios y
del estilo de vida propio del cristiano.
- Una presentación del mensaje de Jesús encarnado en la cultura de hoy y en
referencia al proceso de personalización, socialización y secularización que
viven los jóvenes
 De la educación en la fe

Esta opción nos lleva a tener en cuenta:

- La diversidad de situaciones de partida de los adolescente-jóvenes y los distintos


niveles de cercanía o sintonía con la fe, en orden a una integración fe-vida dentro
de un proyecto global de la existencia.
- La constante actitud educativa que ayuda a crecer en una pedagogía de búsqueda
y superación.
- La verificación de la fe en actitudes de vida y en celebración de la experiencia
religiosa
- La profundización de la fe y el compromiso apostólico dentro y fuera de la
comunidad cristiana
2. Objetivos específicos
Para alcanzar los objetivos generales ya enumerados y descritos en la catequesis
fundamental, se hace preciso ir logrando diversos objetivos específicos que hagan
referencia a las características propias de esta edad. A continuación, pasamos a
presentarlos de forma sintética.

Personalización

El adolescente y el joven sienten necesidad de autoafirmarse. Con la frecuencia esa


necesidad se radicaliza y los lleva adoptar posturas extremas debidas fundamentalmente
a un desequilibrio afectivo

Es importante ayudarles a que satisfagan esa necesidad racionalmente, ahondando en el


conocimiento y en la aceptación de si mismos. La dimensión religiosa juega aquí un papel
importante como respuesta a la inquietud característica en ellos respecto a su identidad
personal en el sentido último y definitivo.

Sentido de la vida

124
El por qué y el para qué de la existencia son dos preguntas que todo joven necesita
responderse para encontrar sentido a su vida y darles estabilidad.

La tarea del educador será descubrirle que el conjunto de aspiraciones, deseos y


tendencias con que se encuentra dotado le ha sido dado para realizarse como persona,
siguiendo el plan de Dios manifestado en Jesús.

La juventud de esta forma puede ver la vida como una vocación y no como un don para
consumir de forma individualista.

Compromiso

El ambiente social que rodea a la juventud favorece el desinterés y la pasividad social.


Hay que ayudarles para que no caigan en una actitud sin horizonte y hay que llevarlos
asumir un compromiso de militancia social y apostólica, en concreto con los de su
misma generación.

Relación comunitaria

No siempre el fenómeno grupal, tan característico entre los jóvenes, significa una
auténtica superación de aislamiento.

El joven busca estar junto a los otros, pero no por el mero hecho de estar acompañado,
sino para tener la oportunidad de abrirse a los demás, darse en amistad, poder acoger a
los que lo necesitan y establecer auténticas relaciones personales.

El que el joven llegue a comprender, por su integración en una comunidad, la necesidad


de la mediación de la Iglesia como comunidad para encontrarse con Jesús, le puede
ayudar a satisfacer su necesidad de comunión.

Sentido de gratuidad

El sentido de productividad, eficacia y utilitarismo que reina en nuestra sociedad está


creando un tipo de hombre insensible a valores más desinteresados. Lo influenciables
que son los jóvenes al entorno social los puede llevar a perder el sentido de la alegría
interior, de la contemplación de las cosas, del valor por sí mismo de la obra bien hecha,
de lo gratuito en las relaciones humanas…

La comprensión del misterio de la cruz como expresión suprema del don de uno mismo
a los demás, la contemplación del amor generoso de Dios que no discrimina, sino que
“manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt. 5,45), la celebración gozosa de la vida que
nos ha sido otorgado en Jesús, son comportamientos que pueden influir en mantener una
visión menos utilitarista de la vida.

Formación religiosa

125
Son muchos los jóvenes cuya formación religiosa es muy deficiente. Lo poco que conocen
carece de una base seria y razonada. Necesitan asimilar críticamente los contenidos
fundamentales de la fe y alcanzar una síntesis orgánica del mensaje cristiano.

Sólo con un conocimiento de esta naturaleza, hecho vida, podrán los jóvenes “dar razón
de su esperanza” (1Pe3,15) e ir haciendo la síntesis entre la fe y cultura.

Esperanza de futuro

Es frecuente ver a la juventud centrar su atención con cierta exclusividad en problemas


inmediatos y preocupaciones de cada día. En esta coyuntura suele la juventud perder el
horizonte más lejano, que es el que puede llenarla de ilusión por vivir y dar sentido pleno
al presente.

Abrir a los jóvenes al sentido de la esperanza cristiana como “espera activa” es una forma
de hacerles ver presente en función de un futuro: la implantación del Reino de Dios y
darles la certeza, y por tanto el gozo, de que su esfuerzo no será en vano, pues Dios los
llevará a su plenitud.

3. Contenidos de la pastoral juvenil


Vamos a ofrecer algunos núcleos fundamentales del mensaje cristiano que son más
necesarios y mejor se insertan en la dinámica de la personalidad del adolescente-joven en
las actuales circunstancias históricas. Estos núcleos fundamentales deben ser
profundizados teológicamente y sistematizados y concretados pedagógicamente por los
educadores para que la acción pastoral responda a los destinatarios concretos y a las
situaciones socio-religiosas donde se trabaje. Nos limitamos casi simplemente a
enunciarlos.

Para su desarrollo se puede consultar el documento “Jóvenes en la Iglesia, cristianos en el


mundo” de la Comisión Episcopal del Apostolado Seglar.

Dios, el Padre revelado en su Hijo Jesucristo, núcleo central de nuestra fe.

La Iglesia en su labor evangelizadora ha de comunicar al mundo lo mejor que ella tiene, a


Jesucristo. Él es su gran esperanza. Él es el Hijo de Dios que se ha hecho hombre por
nuestra salvación. Dios mismo ha querido compartir nuestra vida dolorosa y difícil,
abriendo para todos los hombres una puerta de salvación “que nadie puede cerrar”

Jesús: germen y principio de una nueva creación

Sólo en Jesús se puede comprender lo que es el hombre, lo que merece el nombre de


humano y el futuro al que debemos caminar ya desde ahora, todos lo hombres (cf. GS 38;
RH 14). Jesús es el camino que nos orienta y nos permite alcanzar la nueva humanidad.

126
En Jesús podemos descubrir el auténtico rostro de un hombre nuevo y libre, porque ha
sabido vivir y manifestarse como verdadero Hijo de Dios, hermano de los hombres y
Señor del mundo.

Jesús y el Reino de Dios

La mayor originalidad de Jesús consiste en anunciar de manera totalmente convencida,


que algo nuevo se ha puesto en marcha con su venida y su actuación.

Jesús se presenta con esta Buena Nueva: Dios está cerca. Algo muy grande está en
marcha. La humanidad está siendo trabajada por la fuerza salvadora de Dios. La vida no
está parada. La vida es movimiento hacia un Padre.

La propuesta de Jesús

Jesús no ofrece a la sociedad soluciones técnicas ni proyectos de reforma política,


económica o cultural. Pero su mensaje representa una verdadera alternativa.

Así, Jesús comienza por denunciar con fuerza el pecado del hombre que sigue
rechazando “el Reino de Dios y su justicia”. Y propone como estilo-programa de vida las
bienaventuranzas.

La Iglesia, como referencia comunitaria para nuestra vida cristiana

Este núcleo debe tener en cuenta los siguientes aspectos:

 Seguir a Jesucristo en esta Iglesia


 Nuestra fe en la Iglesia
- Creer en la Iglesia es descubrir su verdadero misterio
- Creer en la Iglesia es aceptarla como espacio de salvación
- Creer en la Iglesia es aceptarla como medio de salvación
 Cultivar los elementos de la adhesión eclesial:
- Conocer la Iglesia
- Estimar a la Iglesia
- Comprometerse con la Iglesia.
-

Objetivos y contenidos de la pastoral juvenil


La pastoral juvenil hoy se encuentra muy diversificada. Es preciso que ésta tenga las
siguientes características: misionera, situada, comunitaria y transformadora.

En los diversos modelos de pastoral juvenil que se realizan en la actualidad, pueden


descubrir tres opciones básicas en todos ellos; la encarnación, la evangelización y la
educación en la fe.

Los objetivos específicos que debe buscar son:

- Personalización

127
- Sentido de la vida
- Compromiso
- Relación comunitaria
- Sentido de gratuidad
- Formación religiosa
- Esperanza en el futuro

Estos son los contenidos nucleares que debemos presentar a los jóvenes:

- El núcleo central de nuestra fe, Jesucristo, en quien descubrimos al auténtico


rostro de un hombre nuevo y libre.
- Jesús se presenta con una Buena Noticia: Dios está cerca. Ofrece su programa
básico: la felicidad es posible para los hombres por el camino de las
Bienaventuranzas.
- El seguimiento a Jesús se realiza en la comunidad, integrándose en el Nuevo
Pueblos de Dios, que es la Iglesia. Los cristianos creemos en la Iglesia, al
descubrir su misterio, al aceptarla como espacio de salvación y al acogerla como
medio de salvación. Todo cristiano debe cultivar los elementos de adhesión
eclesial, como son conocer la Iglesia, estimarla y comprometerse con ella.

Ficha de lectura

CELAM. Pastoral juvenil: sí a la civilización del amor.

Diócesis de San Sebastián. Líneas de acción pastoral para adolescentes y juventud.

Tonelli, R. Pastoral juvenil. Madrid .ed. CCS. 1985

Actividades

1. Entérese de la situación religiosa de los adolescentes-jóvenes de su zona y


exprésela por escrito
2. Señale, al menos 3 objetivos para una acción pastoral para ellos

128
LA CATEQUESIS DE NIÑOS

129
UNIDAD DIDÁCTICA 10

130
EL NIÑO Y SUS CARACTERÍSTICAS
En esta unidad didáctica vamos a presentar la personalidad del niño, su perfil
sociocultural en la actualidad, con sus rasgos típicos y con las notas que lo caracterizan,
nacidas de las observaciones, el análisis y la reflexión, y, finalmente, su religiosidad.

Para estudiar la personalidad del niño nos vemos obligados a acudir a la psicología
evolutiva de la infancia, que es una ciencia que estudia el desarrollo del ser humano
desde que nace hasta entrar a la adolescencia.

La psicología evolutiva de la infancia está dividida en varias etapas. Orientadas todas


ellas a la formación de la persona a través de una evolución psicológica y un
determinado tipo de comportamiento.

Los psicólogos dividen a la infancia en cinco etapas. Nosotros hemos elegido para
nuestra reflexión las cuatro últimas dejando sin abordar la primera, en la que el niño es
demasiado pequeño para la catequesis parroquial.

Después de haber estudiado los rasgos psicológicos del niño expondremos los rasgos o
características sociológicas y religiosas, ya que necesitamos tomar conciencia de la
nueva imagen del niño en nuestra sociedad, si queremos comunicarnos con él y facilitar
que la Palabra de Dios le llegue a su experiencia de niño de hoy, y conocer el universo
religioso que le caracteriza, para que la propuesta del mensaje cristiano sea
verdaderamente educativa.

Con ello pretendemos:

- Conocer la personalidad del niño, su psicología


- Conocer su perfil sociológico y religioso del niño
- Valorar sus implicaciones para la educación de la fe
- Saber presentar el mensaje cristiano en función de sus características y sus
rasgos sociales y religiosos

Para ello, seguiremos los siguientes pasos:

 La primera infancia: tres-seis años


 La infancia intermedia: seis-nueve años
 Infancia adulta: nueve- once años
 La pre-adolescencia: doce-catorce años
 Rasgos sociológicos del niño de hoy
 Religiosidad del niño.

1. Primera infancia ( de tres a seis años)


Esta etapa es considerada como la del descubrimiento a la realidad exterior, de aquello
que no es él.

131
El niño descubre la realidad que lo rodea en todos los campos (físico, ambiental,
social…), pero sobre todo en el terreno de la afectividad; su madre es diferente a él e
independiente de él. En este momento el niño ensaya, por vez primera, el amor a otro que
no es él mismo, debe aprender a compartir el objeto de ese amor.

Al tropezarse con la realidad exterior experimenta que ésta no siempre se pliega a sus
deseos, percibiendo que los objetos tienen unas características propias.

A esta edad se da ya un contacto verbal con el adulto, que va a formar en el niño una
determinada visión del mundo.

Su hubiera que definir con una frase cada una de las edades de este período lo
podríamos hacer así:

- Cuatro años: actitud realista y objetiva


- Cinco años: aire de “competencia burguesa” (Gesell)
- Seis años: es capaz de perseguir un fin más allá de la diversión.

Desarrollo afectivo

Esta etapa se destaca por la conflictividad que el niño presenta en su desarrollo afectivo.
Conflictividad que irá resolviendo, pero que va a influir en su vida. Los problemas en este
desarrollo afectivo implica tanto a la relación con los adultos, como a su socialización con
sus iguales. Pasemos a descubrirlos.

El complejo de Edipo – El complejo de Electra

Existe un componente sexual en la relación del niño con el adulto, ya que el pequeño se
siente atraído por el progenitor del sexo contrario. Al mismo tiempo, como ya ha
descubierto a los tres años sus órganos genitales, se plantea su finalidad y comienza el
proceso de identificación como “papá” o “mamá”.

Mientras que el niño siente asombro por su diferencia respecto de la madre, la niña se
siente favorecida como ella, por lo que el padre pasa a ser centro de atención tanto del
varón como de la fémina.

El niño percibe los lazos afectivos entre sus padres, descubriendo en el padre un rival
al que habría que suprimir para poseer a la madre… si esto fuera posible. Ante esta
imposibilidad, el padre pasa a convertirse en modelo de identificación: “si papá tiene a
mamá, basta ser como papá para tenerla”. Así el niño adopta las exigencias del padre, las
apropia, y quiere a la madre como el padre le permite; de esta forma conserva a su mamá
al tiempo que no precisa suprimir a su papá.

La niña, por su parte, comienza a centrarse en la madre, pero hacia el cuarto año se
despierta en ella un interés por su padre. Ahora es la madre quien aparece como rival, y
este sentimiento provoca angustia y culpabilidad. La niña se da cuenta de que su

132
seguridad pasa por conservar el amor de su madre, que teme perder en caso de fundirse
con su padre, por lo que termina aceptando ser como mamá, para así poder seguir
queriendo a papá.

Podemos observar como en ambos casos la solución es la misma: la rivalidad queda


suprimida mediante la identificación con el progenitor rival. Durante este periodo es de
vital importancia que los padres sean equilibrados y formen una pareja unida.

La intensidad del drama que el niño vive en esta etapa se manifiesta en las pesadillas y
miedo por las noches. Se simboliza toda la situación, originándose fantasías, cuentos de
hadas y temor a las brujas y al lobo.

Para concluir, sólo reseñar como al final de este proceso, el niño interioriza a sus dos
progenitores, uno como modelo de identificación personal, y el otro como modelo a quien
escogerá posteriormente para unirse eróticamente. Todo ello subsiste de forma
infraconsciente, ya que entre los 5 a los 7 años se procede a un “borrado” de lo ocurrido
por debajo de los cuatro años.

La envidia –Los celos

Junto al complejo de Edipo se da el “complejo de Caín”. Podría describirse de la siguiente


manera: cuando aparece el hermanito, el mayor se siente desplazado, ya que el bebe
absorbe la atención de sus padres y de todas las personas que están a su alrededor. El
“agredido” responde con terquedad o una posible regresión que son manifestaciones de
su agresividad envidiosa.

Esta situación difícil se agudiza entre los dieciocho meses y los cuatro años, siendo lo
ideal que el nuevo miembro de la familia se “incorpora” cuando el Edipo del primogénito
se haya resuelto.

Sea como fuere, una actitud positiva a tener en cuenta as asociar al mayor a los cuidados
del bebe, lo que hace reconducir sus energías hacia una actitud positiva. El mayor,
además, puede ser para el pequeño un modelo que le facilite la resolución del Edipo, pero
también puede convertirse en un tope imposible de superar.

La conciencia moral primitiva

Con el inicio de esta etapa, el niño comienza a ser capaz de representaciones parciales
en su interior. Esto significa que el niño puede interiorizar las imágenes de sus padres.
Esto trae como consecuencia que ya no necesita su presencia afectiva para comportarse
adecuadamente.

Así se va iniciando la constitución de su conciencia moral, de la que él oye la voz, que no es


otra que la voz de sus padres. Hacer caso a esa voz, estar a bien con ella, conlleva el ser
querido; por el contrario, la rebeldía provoca en su interior sentimientos de culpabilidad y
remordimientos
133
Esta “voz de la conciencia” facilita la adaptación social del niño, pero puede llevar a una
represión de todo lo que tenga un cierto carácter sensual provocando el autocastigo y la
prohibición incluso de goces legítimos

Cuando esto ocurre, el niño puede llegar a provocar el castigo para así consolarse de su
culpabilidad inconsciente. Por ello, es importante que los padres definan con claridad y
coherencia lo que está bien y mal.

Con respecto a la educación religiosa hay que evitar que el pequeño asimile a Dios con
alguien que castiga por las malas acciones. Esta es una edad muy propensa a los miedos
y en la que se marcan mucho las sensaciones.

La adolescencia liberará al niño de esa conciencia infantil, al sustituirla por una conciencia
basada en la razón y según una escala de valores personal y colectiva.

La socialización por los iguales

En la sociedad actual, cada vez es más frecuente que los niños de tres años asistan a
centros de educación preescolar. Los niños, así, se encuentran con pequeños
compañeros con los que comienzan a establecer relaciones.

Antes de iniciar la etapa de la primera infancia, el niño desarrolla una actividad


esencialmente solitaria. Sin embargo, hacia los tres años se inicia una nueva situación en
la que se podrían descubrir dos momentos o situaciones entre las que fluctúa el niño.

El momento del juego paralelo, en el que los niños buscan estar juntos en pequeños grupos
de dos o tres participantes, en los que cada cual sigue su juego

El momento del juego asociativo, que apareciendo en torno a los cinco años, amplía el círculo
a cuatro o cinco participantes y comienza a darse una primitiva organización colectiva. Estas
tentativas de organización tienen como barrera el egocentrismo y la afirmación de sí mismo de
cada uno de los pequeños participantes

Será a partir del quinto año cuando el otro comience a ser tenido en cuenta como
compañero, realizándose este paso mediante el juego simbólico o representativo, donde
cada cual desarrolla su papel haciendo una representación de la realidad.

Desarrollo intelectual: la intuición.

En esta edad, el pensamiento de los niños se va asentando en el sistema ordenado del


lenguaje. Esto origina que juegue con las palabras, le gusta emplearlas y se da una

134
superabundancia verbal, un continuo parloteo que encubre lagunas y confusiones
disfrazadas mediante frases hechas o palabras escuchadas a otros

El niño de esta edad no rebasa los datos que su percepción le da, aunque sus
preconceptos van ganando en generalidad y precisión.

Un dato que nos permite comprobar esa verbalización del intelecto es el aumento
sorprendente de vocabulario: de los 3 a los 5 años, el niño pasa de utilizar 1,000 palabras
a emplear 2,000.

La movilidad: edad de la gracia

En esta etapa los niños tienen una enorme soltura, se expresa con una gran
espontaneidad y actúa con una libertad tremenda. Como debe adquirir comportamientos
que él no tiene ni conoce, es un gran imitador de los movimientos de los demás. Sobre los
tres años es capaz de dar vueltas sobre sí mismo, correr, y comenzar a montar en triciclo;
a los cuatro salta a la pata coja, no derrama agua al llevar la taza llena e inicia sus
habilidades trepadoras; sobre los cinco años puede saltar a la comba, patinar y
mantenerse en una bicicleta.

Al término de esta etapa, el pequeño comienza a desarrollar la fuerza, lo que provoca el


desvanecimiento de esta etapa de la “gracia”.

2. Infancia intermedia (seis a nueve años)


Características: la escolaridad

Durante este período un acontecimiento va a teñir la vida de nuestro protagonista: el


ingreso en la enseñanza primaria,

Aun cuando haya asistido a un centro de educación preescolar, el niño va a experimentar


la diferencia que existe entre sus educadores y el nuevo maestro o maestra de enseñanza
primaria. En años anteriores el ambiente era más complaciente con él, mientras que
ahora el medio es neutro afectivamente, por lo que se verá obligado a construirse a sí
mismo. Realmente se ha producido, de alguna manera, un auténtico “destete” afectivo.

Además de esto, el niño va a proyectarse hacia el mundo exterior; oportunidad que


debe aprovechar la escuela para satisfacer su inmensa curiosidad. Durante este proceso
el pequeño experimentará el “trabajo” como la realización de un esfuerzo para lograr un
determinado fin.

En estos años el niño va adquiriendo una cierta madurez, cierto grado de responsabilidad
y descubre la vida social a través del contacto y la relación con sus iguales. Esta realidad
social va a tomar tanta importancia que, hacia los siete años, la sociedad de iguales
puede llegar a eclipsar, incluso, a su propia familia. Su preocupación y cuidado van
orientarse a lograr amigos

135
Con el transcurso del tiempo va pasando de una situación de tensión y agitación en torno a
los seis años, a una etapa de calma r interioridad a los 7, que da paso al cosmopolitismo e
interés por todo de los ocho, para concluir a los nueve con la capacidad de autodeterminación
y autocritica.

Evolución afectiva

En este ámbito, un paso capital es la liquidación del Edipo. Permanecerá en el amor


permitido, superándose el cariño captativo y absoluto, haciéndose capaz de querer a otras
personas que no son sus padres. Sin embargo, hay que tener en cuenta que pueden
aparecer conflictos no resueltos en la primera infancia, aun cuando la evolución afectiva
se desarrolle de una manera más discreta e íntima.

Sexto año: introduce una etapa de inestabilidad e inseguridad, situándose en el primer plano
reacciones emotivas como rivalidad, envidia, cólera, que va dominando poco a poco

En
Los siete años representan un pequeño periodo de aislamiento y reserva, que inicia el proceso
de interiorización. Es preciso tener en cuenta que es en este momento cuando saborea, de
forma especial, cuentos y leyendas.

La expansión de este periodo de ensimismamiento. A los ocho años el niño expresa sus
sentimientos, mostrando una gran sensibilidad. A esta edad son frecuentes remordimientos,
pesares y comienzan las mentiras afectivas, ya que se busca ganar algo o no perder el aprecio
de alguien. Sus objetos toman un carácter personal, tomando todos ellos un valor propio

En esta etapa, es preciso considerar que pueden realizar juegos de contenido sexuado
entre ellos, cosa que es normal. Debido a su curiosidad y su ansia de conocer, es un
momento óptimo para iniciarles en lo relativo el origen de la vida y la sexualidad.

Desarrollo social: vida en grupo

La socialización en este periodo se desarrolla en torno al grupo de iguales. Si bien


comienza la etapa desde un cierto aislamiento, nuestro protagonista comienza a percibir
que una gran distancia le separa del adulto. Esta percepción va a llevarle a la
socialización con sus iguales como mecanismo de compensación.

Esta socialización no es sencilla; todos los chicos tienen un deseo de afirmación


personal, por lo que precisa ordenar estas tendencias mediante juegos organizados. Así,
mediante la diferenciación de funciones, se logra conservar la cohesión del grupo, al
tiempo que la diferenciación permanece. Naturalmente, todo ello no está carente de
conflictos y disputas que son el marco de sucesivos procesos negociadores.

136
A esta edad, los niños tienen pocas posibilidades para la elección de sus compañeros: sólo los
pueden escoger entre los que conocen en la escuela o los ambientes donde sus padres les
integran. Sin embargo, esto no es un problema, porque tiene tal necesidad de compañeros
que no importa tanto “con quién” está, como el que esté en grupo

El adulto tiene su papel progresivo en este grupo infantil, pasa de ser el eje en torno al
que se estructura la pequeña sociedad, a un segundo plano en el que desempeña una
cierta seguridad y una labor de arbitraje.

En el grupo se va dando experiencias, solidaridad y reciprocidad, al tiempo que sus


miembros expresan sus argumentos y opiniones; existe camaradería, complicidad,
intercambios materiales.

El niño da cuenta de su propio valor y del de los demás, por lo que, dependiendo de las
situaciones, ejercerá la autoridad o se someterá a lo que otros dicten. En este ámbito se
da un progreso desde la sumisión y el respeto unilateral al respeto mutuo.

Desarrollo intelectual: la lógica

Al iniciarse esta etapa el universo infantil se escinde en dos zonas distintas:

 Una, que es proyección del yo, en la que todo es posible


 Otra, que es lo real, que viene dada y donde no todo es posible

A lo largo de esta etapa, el niño irá percibiendo con mayor claridad los límites entre el yo y
el no-yo, descubriendo que la realidad no está a su servicio, sino que está ahí y no
reacciona como a él le gustaría.

Desde los siete años es capaz de razonar, y comienza a estructurar la realidad mediante
secuencias lógicas.

Es necesario que los educadores tengan en cuenta que, para ello, precisa manipular,
experimentar, percibir mediante los sentidos. Nos encontramos lejos de la lógica formal o
abstracta, que consiste en la representación de la realidad utilizando conceptos; en esta
edad, estamos en la época de la lógica concreta. Esto quiere decir que, para razonar y
deducir conclusiones, nuestro protagonista necesita manipular objetos, verlos, sentirlos;
poco a poco, mediante las sucesivas experiencias, va siendo capaz de generalizar.

Así, a los ocho años, el niño afirma que la cantidad de plastilina que se encuentra en una
bola es la misma que se encuentra en esa mesa cuando toma forma de bastón.

Progresos motores: aparición de la fuerza

Si en la etapa anterior hemos destacado “la gracia”, en la que ahora nos ocupa surge la
fuerza, que crece regularmente durante su transcurso. El niño se siente feliz cuando
compite con otros y cuando realiza juegos de equipo, descubriendo sus posibilidades y
encontrando placer en desarrollarlas.

137
A los seis años es capaz de botar la pelota y de coser a grandes puntadas.
Posteriormente, en torno a los ocho, se regulariza la escritura y pasa mucho tiempo
dibujando. La imitación, la danza, las pequeñas dramatizaciones, van a ser disfrutadas a
los nueve años, abriéndose la puerta a la siguiente etapa.

3. La infancia adulta (nueve-doce años)


Características

En esta edad el niño llega al culmen del desarrollo infantil, comenzando a deslizarse hacia
la adolescencia; su inteligencia comienza a despegarse de las realidades concretas, su
interioridad se enriquece notablemente y la socialización le lleva a participar en grupos
iguales en los que puede afirmar su personalidad.

Realizando un rápido resumen de estos tres años, podemos afirmar que mientras los 9 años es
la edad de la autodeterminación y la autocrítica, lo 10 años van a suponer la cima de la infancia
que va a encaminarse durante los 11 años a la preadolescencia

Actividad: etapa de latencia

“Latente” es un término que se utiliza para designar algo que, pese a estar presente, no
se expresa, no se manifiesta. Esta etapa se denomina como “de latencia” para el campo
de la sexualidad. En este ámbito se da una tranquilidad y un reposo que puede ser
muy oportuno para brindar al niño una adecuada información sobre la sexualidad y la
importancia que ésta tiene en la relación de amor y en la procreación.

El niño quiere profundamente a sus padres, y es feliz cuando en casa se respira un


ambiente armónico. Además va con gusto acompañándoles, sintiendo que comienza a
ingresar en el mundo adulto. Esta edad es muy buena para el desarrollo del contacto
interpersonal entre padres e hijo, lo que hace que se modifiquen las relaciones de
autoridad; ahora deben los mayores razonar sus exigencias con los niños, para
ayudarles en el desarrollo de su propia conciencia.

Al final de esta etapa, se nota el desplazamiento del prestigio paterno hacia un adulto
exterior al núcleo familiar. Esto es algo normal, fruto de la evolución psicológica del chico,
así como de su pertenencia a diferentes ámbitos de convivencia.

Finalizaremos esta apartado señalando la intensa vida emotiva de los niños de estas edades;
ciertamente la profundidad de sus sentimientos, no va a manifestarse con claridad en sus
experiencias, pero vive la alegría, la tristeza, el encuentro, etc., con gran emoción.
La moralidad

En el íntimo mundo de la moralidad se da en esta etapa una profundización que se orienta


hacia la autonomía. El niño, que comienza a desarrollar el mundo interior que nace en
torno a los siete años, razona por qué debe o no realizar ciertas acciones.

138
Frecuenta diversos ambientes, el niño tiende a relativizar la imagen perfecta y
omnipotente de sus padres, llegando a cuestionar determinadas actitudes. En este
sentido, se debe tener presente que los actos de desobediencia en esta edad suelen
responder a un deseo de autoafirmación.

Debido a todo lo anterior, el pequeño se construye un cuadro de referencia al que procura


adecuarse y que orienta y define sus actitudes. Desde los diez años podemos decir con
cierta seguridad que el niño ya “sabe lo que tiene que hacer”, a pesar de las fuertes
emociones y sentimientos que alberga en su interior.

La socialización: la pandilla

Durante la infancia adulta el grupo de iguales toma importancia notable. Este grupo suele
estar constituido de forma homogénea; una edad similar y tendencia a no mezclarse
miembros de distinto sexo. Se le denomina “pandilla”.

En la pandilla el niño desarrolla una función propia, tiene lugar y se siente valorado.
Cuando esto no sucede, el fracaso del chico o la chica suele venir precedido de una mala
integración familiar. En estos casos, la impopularidad en el grupo se une a una
inadaptación afectiva que se produce con más frecuencia en ambientes autoritarios y
severos.

La pandilla no tiene rasgos democráticos; por el contrario, tiene un marcado carácter


autoritario y aristocrático. En este sentido, se debe incluir la figura del líder o promotor.
El líder suele ser el miembro del grupo con mayor madurez afectiva, es decir, que tiene
una mejor y mayor identificación con la imagen parental. Además de esto, son
importantes sus cualidades motrices, así como su desarrollo físico. Respecto a su
capacidad intelectual, no es en este momento de una importancia determinante.

Los líderes de las pandillas pueden jugar un papel muy importante en la socialización de sus
compañeros, si su carácter es integrativo, ayudará a que cada miembro del grupo vaya siendo
más él mismo, al tiempo que pondrá actividades socialmente aceptables. Si, por el contrario,
trata de imponerse y “reinar” por la fuerza, va a someter a sus compañeros, pudiendo
orientarles hacia comportamientos y actitudes molestas para los adultos.

Dentro de la pandilla, y con el fin de otorgarse una identidad, se vive de secretos, se


planearán acciones, habrá un código secreto, contraseñas, señas de autoidentificación,
que otorga consistencia al grupo. Con el paso del tiempo, la pandilla se irá deshaciendo,
entrando el adolescente en otro ámbito de relación distinto, que le llevará a un alejamiento
de sus antiguos compañeros.

El perfeccionamiento de la inteligencia infantil

En las etapas anteriores hemos indicado que el niño se encuentra en el período de las
operaciones concretas. Esto significa que precisa manipular lo sensible y concreto para
realizar operaciones lógicas: comparar, diferenciar, relacionar hechos, etc.

139
Este período llega a su culmen en esta edad. A partir de aquí, el preadolescente va a
poder generalizar y abstraer conceptos con los que desarrollar sus procesos lógicos.

A los once años reflexionan, se preguntan y son capaces de valorar datos a favor y en
contra.

Su mundo interior se haya dominado por el sentimiento de espera; desea ser mayor. Po
eso, se refugia en el sueño, en la ilusión, al tiempo que tiene un espíritu explorador e
investigador; le atrae lo desconocido.

Todo ello hace de esta edad un momento oportuno para iniciar al niño en la lectura de una
forma adecuada.

4. La preadolescencia
Respecto a la adolescencia en general existen diversos enfoques y puntos de vista.
Incluso se afirma que es una etapa que viene producida por un marco socio-cultural
determinado, pero no tiene por qué aparecer en otros ambientes sociales.

Aquí vamos a partir de tres presupuestos básicos que conviene explicar:

 Consideramos que es más correcto hablar de primera adolescencia que de


preadolescencia, entendiendo este término como fase previa a la adolescencia.
 En esta etapa vital se incluye la pubertad, que designa el conjunto de
transformaciones somáticas y fisiológicas que acontecen en el chico y la chica:
crecimientos de extremidades, maduración de los caracteres sexuales, etc.
 Lo anterior, debemos enmarcar en un contexto social erotizado, donde
comportamientos que respondían a un ámbito fisiológico se tiñe de un erotismo
difuso

Desarrollo afectivo

Con la primera adolescencia, el chico y la chica se distancian de las personas con las que
tenían relaciones de dependencia. Se produce un cierto despegue afectivo de la
familia, que se va compensando con la socialización entre iguales.

Respecto a los adultos en general, y con sus familiares en particular, se muestra


desconfiado, hosco, agresivo; en esta situación no conviene sofocarle de cariño, sino
manifestar comprensión y confianza, estableciendo facilidades para su acercamiento en
los momentos que lo necesite.

El grupo de iguales es donde ahora se centra la vida del joven adolecente. Entre ellos se
siente protegido, aun cuando tenga problemas de relación y de integración. Juntos
sienten el gusto por la aventura y un estilo de vida bohemio.

En esta edad, el joven precisa afirmarse, sentirse él mismo, por lo que desobedece a los padres y
a las convenciones sociales, pero también sus relaciones con los iguales están plegadas de
conflictos. Necesita al adulto pero, al mismo tiempo teme quedar asimilado a él, sin poder
desarrollar su identidad
140
El desarrollo de la interioridad y afectividad va unido a intensos estados emotivos, que
no siempre es capaz de controlar. Surgen amistades que tienden a ser exclusivas y
deben ser orientadas a una mayor universalidad.

Dentro de este punto es determinante el despertar de la sexualidad. Ante esta realidad,


el adolescente se siente maravillado y sorprendido, temeroso y con ganas de conocerlo
todo. Fruto de esta ambivalencia es una radicalización que se manifiesta en un machismo
o un feminismo exacerbado.

Este interés por lo sexual unido al temor hacia el otro sexo, les puede llevar a desarrollar
ciertas conductas de carácter homosexual, pero que en manera alguna indican una
tendencia de este tipo. Así mismo, se suele iniciar en este momento la masturbación,
más como necesidad de conocimiento que como búsqueda de placer.

Pese a una cierta “presión” social ejercida por el grupo de amigos, no es la época de los
enamoramientos, que encontraran su ámbito poco más tarde.

Sociabilidad

Algo hemos señalado de esta aspecto anteriormente. Conviene tener presente que el
adolescente inicial acaba de dejar de ser niño; sabe que lo es, pero se nota distinto, por lo
que le cuesta situarse adecuadamente; no se encuentra a gusto ni con los niños, ni con
los jóvenes adultos, por lo que se refugia entre sus iguales.

Este es un momento importante para ofrecer al chico y a la chica de esta edad lugares donde
pueda encontrarse con otros adolescentes, al tiempo que se educa en la utilización de sus
posibilidades y describe diferentes formas para ocupar su tiempo y saciar su curiosidad. De ahí la
importancia que tiene las asociaciones juveniles.

Además, pese a que trata de evitar el mundo adulto, acepta al adulto que percibe
cercano, porque comprende su situación. No sólo acepta, sino que le necesita.

Pedagógicamente debemos subrayar que el adolescente precisa modelos de


identificación. Es en esta edad cuando empieza a admirar a los diferentes famosos del
mundo de la canción, el cine o el deporte, fijándose en sus actitudes y principios de vida.

Por esta razón, algunos movimientos educativos afrontan esta edad desde la “pedagogía
del héroe”, así llamada porque busca desarrollar determinados valores a través de
representantes que los han encarnado: Gandhi, Francisco de Asís, M. Luther King, etc.

Debido a la necesidad de quedar bien, y para ser aceptado en los ambientes que les
interesan, se despierta un cierto sentido estético, incomprensible a veces para los adultos,
pero que manifiesta su deseo de identificación y ser aceptado.

Desarrollo intelectual

141
Hemos llegado al período de las operaciones formales, es decir, de la utilización de
conceptos de la abstracción. Los jóvenes adolescentes se logran distanciar de lo
sensible para realizar operaciones lógicas, para razonar, construir hipótesis, deducir e
inducir.

Debido al subjetivismo de esta edad, se despiertan la imaginación y la creatividad,


pudiendo vivir lo que sueñan.

Sin embargo, pese a que sus capacidades intelectuales son casi las de un adulto, van a
estar sometidas a los sentimientos y emociones.

Desarrollo físico

Como hemos señalado al inicio del estudio de este período, la adolescencia está
fuertemente ligada a la pubertad o desarrollo físico y fisiológico que en esta edad se
produce.

A los 11 o 12 años se pone en funcionamiento las glándulas de secreción interna que


producen las hormonas. Su interacción va a manifestarse en diferentes efectos
madurativos que modifican la configuración corporal del joven:

 Crecimiento de las extremidades, iniciándose en las inferiores, lo que produce


una falta de control motriz que se manifiesta en unos movimientos desgarbados y
torpes.
 Incremento en la talla no proporcionado a su peso, dándose una cierta delgadez y
sensación de “estirón”
 Cambio en el tono de voz, aumento de la capacidad cardiaca y disminución del
número de respiraciones
 Aparición de los caracteres sexuales secundarios (vello púbico, axilas, etc.), así
como la maduración progresiva de los órganos genitales. Las chicas van
adquiriendo formas propias, mientras que los chicos comienzan a afeitarse. En
este momento es cuando se producen las primeras reglas en las chicas y las
iniciales poluciones nocturnas en los chicos.

5. Rasgos sociológicos del niño de hoy


El mito de la infancia

La infancia ha adquirido un amplio interés y preocupación a todos los niveles: psicológico,


asistencial, publicitario, social, comercial, etc. A través de todo ello, se ofrece una imagen
de niño que emerge de un profundo psicológico comunitario con rasgos de un mito, esto

142
es, de una realidad agrandada artificialmente e instrumentalizada en varias direcciones,
siempre al servicio del adulto.

Todo niño se caracteriza por una fuerte capacidad transferencial y se presta al juego de
una gratificación mutua con el adulto. Este se identifica con el niño y el niño con el adulto,
según una estrategia consciente de los deseos y de las necesidades mutuas.

Vamos a ver a continuación algunas características que “configuran” hoy este mito de la
infancia.

El niño: lugar de regresión

Quien vive y trabaja con los niños corre fácilmente el riesgo de encontrarse con su propia
infancia y, en cierto sentido, de renacer a ella.

El niño se convierte así en lugar de regresión y sublimación por parte del adulto, a quien
le recuerda la experiencia nostálgica de un periodo feliz de su vida, convirtiéndolo en
motivo de evasión.

La imagen del niño puede convertirse en un soporte maleable, mediante fáciles


asociaciones que el adulto hace del mismo: se asocia a un estado primitivo de belleza,
de sencillez, de misterio, de naturaleza pura, de espontaneidad, inocencia, autenticidad,
libertad, seguridad, protección, esperanza, abandono…

De esta manera se crea un modelo de niño en el inconsciente del adulto como reflejo de
las propias necesidades profundas. Es un tipo de niño bueno, tranquilo, inocente,
obediente, que luego contrasta con la realidad concreta, en la que se verifica la
intervención educativa habitual.

El niño: lugar de compensación

La relación de padres-hijos parece haber agudizado en la sociedad actual el sistema de


los deseos de los padres y su poder psicológico sobre los hijos mediante relaciones
educativas cada vez más marcadas por el sentido de la dependencia.

El fenómeno de identificación resulta así más acentuado hasta el punto de permitir a los
adultos revivir en los hijos su propia infancia, superando las frustraciones y completando
hoy las aspiraciones del ayer.

Cuando el adulto se relaciona con el niño a través de este mecanismo de la


compensación, aquél no reconoce la alteridad de éste en su originalidad y unicidad y en
su función activa de presencia en el mundo. Esto puede dar lugar a una actitud pasiva de
adhesión que apega el espíritu de iniciativa y suscita posturas conformistas. Reducir al
niño a un mecanismo de compensación equivale a delimitar seriamente sus posibilidades
de ser él mismo como persona.

El niño: lugar de proyección de una sociedad

El niño, en el actual contexto social, ha tomado la importancia del personaje de reclamo,


de vedette, a disposición de los medios de comunicación social que, en relación a los

143
objetivos que se proponen, son particularmente sensibles a los dinamismos psicológicos
del momento y presentan el cuadro de los intereses y de los valores.

El niño: objeto de consumo

El niño es una víctima fácil de la sociedad, precisamente cuando parece que lo revaloriza,
porque satisface sus necesidades externas. Ya a través de su interés por el juego se le
proponen los modelos de vida ambiguos, de donde emergen la ganancia, el ansia, la
emulación y l mercantilización de toda cosa. De esta forma considera al niño como un
“pequeño hombre”, manipulándole a través de la publicidad y el mercado.

Los padres se preocupan por ser fieles a las nuevas ofertas del mercado como si fuera un
deber paternal. El amor paterno y materno corre riesgo de identificarse con aquello que se
da, con el placer que se procura, con el precio, con la belleza y la vistosidad de las cosas
que se dan, marginando la relación del ser y el encuentro personal.

El niño prestigio: el escolar

La experiencia escolar representa para el niño una de las expresiones fundamentales de


su vida, a la que dedica cerca de un tercio de su tiempo anual, y cada día una buena
parte de sus energías intelectuales y manuales. Es en la escuela donde amplía sus
relaciones sociales con sus coetáneos y se encuentra con una nueva figura del adulto: el
profesor. La escuela tampoco se ve exenta de los influjos de una sociedad orientada a la
búsqueda de la eficacia, de la producción y de lo útil.

En el primer ciclo de la escuela primaria, los niños parece que no entienden el estudio
como la fatiga y trabajo, sino más bien como actividad que suscita en ellos actitudes
gratificantes en relación al mundo de los adultos.

Luego, bajo la presión de la familia, aparece el ansia de triunfar y de emular a los


compañeros mejores. Todo esto se convierte en fuente de tensión y de relaciones
problemáticas con la institución escolar.

La imagen sociocultural del niño

El desarrollo de la sociedad contemporánea, caracterizado por complejos fenómenos


como el advenimiento de la familia-núcleo, el proceso de la industrialización con los
aspectos colaterales: el urbanismo, el progreso tecnológico, la difusión de los medios de
comunicación social, configura de formas nuevas la formación de la personalidad del niño,
precisamente en el período en que se abre a la socialización y el descubrimiento más
consciente y responsable del mundo que le rodea.

Surge una imagen nueva del niño, que tiene un modo suyo de ser, de comunicar y de
entrar en relación, bajo los estímulos de los modelos de conducta social y de los valores
aportados por los contextos existenciales.

El “hijo” de la familia núcleo.

El desarrollo de la personalidad del niño está íntimamente ligado a la tipología familiar –


cuyas transformaciones sociales sufre profundamente – y la crisis educativa.

144
En el sistema patriarcal, el componente de la familia tiene una visión clara del propio
status y de su papel, ocupando un lugar plenamente aceptado en la organización
económica y social. El niño es, por tanto, socializado inmediatamente, conoce lo que debe
hacer y cuanto le está prohibido y también las personas con las que está destinado a
operar. Satisface plenamente sus necesidades de seguridad, de protección, de afecto,
recibidos de forma complementaria de todos los que le rodean y ven en él la posibilidad
de sobrevivir en el tiempo. En una familia semejante, el niño tiene la posibilidad de
estrechar relaciones con los hermanos y hermanas, y cada uno puede asumir una
relación privilegiada con su padre o con su madre. Todo miembro es considerado persona
en relación con los demás.

La familia-núcleo que se configura como grupo conyugal reducido a los padres y a un


número limitado de hijos, se hace dimisionaria de algunas funciones protectoras y
educativas que transfiere a la sociedad y a sus instituciones, a las que se vuelve para
pedir una intervención más cualificada.

En este marco sociológico familiar se registran algunos fenómenos importantes para la


personalidad del niño: se reduce el tiempo de vida en común, el campo relacional se
limita a un grupo restringido, es socializado precoz y funcionalmente en los asilos-
nido, el espacio logístico no es ya signo de continuidad sino símbolo de la escala social
de la propia conquista personal y del propio prestigio económico.

Todo esto no excluye que la familia de hoy en comparación con la de ayer no ofrezca
nuevas y auténticas posibilidades al reconocimiento y a la educación del niño, cuando es
capaz de situarse en el contexto social. Pero se exige una mayor atención educadora y
una capacidad crítica de elección de los tiempos y de las intervenciones, que no siempre
se encuentra en los padres de hoy.

El niño y el mundo de los adultos.

La apertura social, promovida por la familia-núcleo, es un hecho positivo que permite al


niño contar con una multiplicidad de conductas y modelos adultos, hacia lo que es
particularmente sensible, porque está estimulado por la necesidad profunda de imitación y
de identificación

El adulto efectivamente, asume la función de proponer con su vida un posible nivel de


aspiración, de ofrecerle un esquema de valores y una escala de conductas.

 El pluralismo de los modelos adultos

Nuestro contexto social presenta al niño una pluralidad de modelos hasta desconcertarlo
por su abundancia y a ponerle obstáculos a la posibilidad de una auténtica identificación
con ellos. Personajes de la prensa, del mundo de la televisión, del cine, de crónicas, del
deporte, de la canción, etc., son productos fáciles en una sociedad de consumo. Estos
modelos se presentan como inestables: ligados a un momento feliz donde aparece más
el “personaje” que la persona; en ellos capta solamente aspectos marginales; la
excesiva divulgación los convierte en banales, a la vez que muestran su fragilidad como

145
personajes que no suelen sobrevivir por mucho tiempo, incapaces de satisfacer las
expectativas de un modelo logrado.

La comparación con un modelo de fácil evolución y de rápida producción imposibilita que


el niño reflexione serena y continuamente y. por tanto, de establecer relaciones de
identificación.

 Las imágenes de los padres

Merecen una atención particular las figuras de los padres por el papel determinante que
ejercen en la delineación y constitución de la personalidad del niño, que es una resultante
de las dotes nativas impresas por la familia.

La familia, en efecto, por medio de los padres, clarifica, formula las funciones del niño y
las organiza de modo coherente y operacional.

La presión social ha modificado también las funciones específicas del padre y de la


madre, con consecuencias que repercuten sobre la educación de los hijos.

En el modelo de la familia-piramidal, el padre es el depositario de la autoridad que le


confiere su posición; la situación de la madre se coloca junto a los hijos, si bien de modo
diverso, en una relación de subordinación.

La promoción de la mujer, la emancipación femenina, la desacralización de la sexualidad,


llevan a la familia una imagen nueva de mujer, que se coloca al lado del padre,
compartiendo la autoridad y la responsabilidad del gobierno de la familia. De esta forma,
se opera un cambio en los modelos a los que subyace una relación diferente de
identificación por parte de los hijos.

La ruptura de la relación tradicional entre la posición y la función o papel de los padres,


produce en el niño perturbaciones, sobre todo, en ese período de convergencia, en el que
los padres, al no conseguir dejar de lado los modelos de su propia niñez, asumen
actitudes ambivalentes que agudizan ulteriormente las dificultades.

El papel del padre-esposo sufre una crisis de la autoridad, que, en su relación privilegiada,
ya no es reconducible exclusivamente al acto generativo y a la garantía de una
experiencia comprobada. La madre-esposa es todavía una imagen en vías en la
elaboración en busca de contornos más definidos, sea en la familia, sea fuera de casa.

Por este motivo, hoy más que ayer, los padres sienten la tentación del poder, del
autoritarismo como mecanismo de defensa ante su incapacidad de asumir un nuevo papel
educativo.

Los hijos sufren las consecuencias de esta inestabilidad, refugiándose, muchas veces, en
un mundo imaginario.

La familia de hoy puede contribuir positivamente a delinear la persona del niño cuando
vive sus papeles en una dimensión relacional de servicio y de crecimiento reciproco,
en relación a la dotación propia de cada una. Así, de la apertura personal y comunitaria
brota la imagen del adulto.

146
El niño en la civilización de la técnica

La sociedad moderna se caracteriza grandemente por el desarrollo tecnológico, que lleva


consigo un estilo de vida típico de la civilización de la industria. Tal situación puede
engendrar una mentalidad, en la que suben a valores fundamentales algunos mitos: la
eficacia, la producción, la utilidad, lo funcional, la fuerza, la velocidad; subvalorando otros
aspectos importantes, como la fatiga, la expectativa, la espontaneidad, los valores del
espíritu, la reflexión, la contemplación, el silencio, etc.

En conclusión, no se pide una intervención educativa que separe al niño de su ambiente


social o que rechace el uso de los bienes de consumo, sino la promoción de una actitud
libre ante las cosas.

El niño: consumidor de programas de televisión .

El fenómeno más masificador de nuestro tiempo está representado por los medios de
comunicación social, que cada día llega a través de diversos conductos: la televisión,
cine, prensa, radio; hasta un público amplio, entre el que se encuentra el niño ocupando
un puesto verdaderamente privilegiado.

Su incidencia en el proceso educativo es relevante y merece una atención particular en


sus aspectos problemáticos.

Analizaremos de este complejo fenómeno la comunicación televisiva, que goza, cada vez
más, de una creciente extensión y que, en cierto sentido, incluye el lenguaje expresivo de
todo tipo de imagen.

El niño “agrandado” por el televisor

La televisión ocupa un lugar determinante en el tiempo libre del niño, con el


consentimiento de los padres, que así ven resuelto un aspecto de convivencia familiar sin
tantos problemas.

El fenómeno, que está en correlación con el urbanismo, se convierte muchas veces en


una forma de compensación de una falta de integración familiar y social.

La televisión adquiere el significado o de evasión al aburrimiento o de refugio en la


soledad en las grandes ciudades. De esta manera, el niño va madurando una
personalidad “televisiva”, con sus contornos y rasgos típicos, inducidos de una civilización
de la imagen. Ahora bien, tal realidad marca profundamente los procesos del desarrollo a
varios niveles: la adquisición del lenguaje de la imágenes; el encuentro con un
pluralismo de contenidos, de valores y de significados; una apertura de espíritu hacia
los problemas humanos.

El mundo que se ve en el televisor

El medio televisivo produce una determinada imagen de la vida, de los hombres, de la


historia, que va modificando gradualmente la mentalidad del niño y de su existencia.
Recibe, en efecto, una cantidad de información sobre el mundo en que vive, sobre las

147
organizaciones sociales, sobre los criterios morales y, al mismo tiempo, se le ofrece
categorías y los criterios para interpretarlo, sin muchos esfuerzos, porque ya todo
funciona de aquel modo.

El medio televisivo:

 Redimensiona hombres y cosas a proporciones de lo cotidiano y hace al niño


testigo de los problemas y de los conflictos humanos, anulando el espacio y el
tiempo
 Asocia, sin ningún juicio crítico, los sucesos en sus caracteres positivos y
negativos con un ritmo de sucesión que puede engendrar confusión
 Abre a los grandes problemas de la colectividad humana: la paz, la convivencia
entre los pueblos, la solidaridad entre los hombres, acarreando un enriquecimiento
personal mediante una prolongación de los intereses.
 Mezcla la actualidad y los filmes, el servicio de documentación y de dibujos
animados, según los variados géneros literarios, en los que el niño corre el riesgo
de confundir la realidad y la fantasía.
 Planifica el radio de intereses y el nivel de aspiraciones de las masas, del niño en
particular, dando origen al peligro de despersonalización.

La televisión ofrece ya una interpretación de la realidad y trata de distribuirla entre sus


consumidores que confían en la pantalla, acogiendo la uniformidad de la interpretación, de
la concepción de la vida y de la escala de valores presentados.

Valores trasmitidos por la televisión

La televisión, en particular en la publicidad, trasmite algunos seudovalores presentados


con una prioridad constante y, por tanto, con una fuerza de penetración, que favorece
cierto marco de evaluación: lo útil, el interés, el éxito, el resultado inmediato, la eficacia
como criterio de verdad y de personalidad, lo sensacional, lo extraordinario, lo extra,
como superación de la vida cotidiana y como plena realización del ideal del hombre, un
conocimiento enciclopédico, al que le son ajenas la capacidad crítica, la síntesis y la
reflexión, el placer, la comodidad, el bienestar material como ideales que satisfacen las
aspiraciones profundas del hombre, el consumismo.

Más allá de estos valores, lo que se ofrece es la imagen de un hombre que tiene, que
posee, sin problemas, que confía en sus gustos y satisface con felicidad sus deseos,
porque todo es comerciable.

Bajo este lenguaje yace una moral de instinto y de la satisfacción de las necesidades
inmediatas. Dimana de ello una conciencia que toma el criterio de elección no de valores
intrínsecos, sino en relación a los factores de presión social y de incentivos económicos.

Ya no es posible excluir del campo de la educación la televisión, que se ha convertido en


un factor importante de la construcción de la personalidad del niño, en un modelo para
su conducta y en una presencia elocuente y estimulante.

El niño y su espacio infantil

148
El asedio sociológico pone fuertes condicionamientos a la psicología de la niñez, por el
ofrecimiento de contenidos, formas de vida, situaciones culturales, sistema de valores,
que no se quedan en la periferia de la persona, sino que le penetran en sus zonas vitales.

La sociedad actual, un poco en todos los niveles, no concede mucha libertad al niño
para ser niño. Puesto que lo rodea de una gama de intereses que le influyen de modo
precoz cuando todavía no está preparado. Lo considera ya como un pequeño hombre.
Efectivamente se halla privado:

- De un espacio logístico, en que pueda organizar su vida en casa y fuera de casa


- De un espacio humano, en que se le dé su valor como niño, con intereses de niño, sin
que se le instrumentalice en proyectos de adultos
- De un espacio psicológico, en que se respete su ritmo de crecimiento, sus procesos
graduales de adquisición y la progresión de sus intereses.
- De un espacio sociológico, en que mire a favorecer una auténtica integración social
mediante el asociacionismo de grupos coetáneos

El período de la niñez tiende a acortarse en el tiempo con un ritmo de aceleración


psicológica que favorece una madurez artificial. La celeridad es determinante para el
ritmo productivo de nuestros días. Este fenómeno se refleja también a nivel educativo. El
niño padece diversas formas de aceleración:

 Cognoscitiva: recibe un gran cúmulo de informaciones, a veces contradictorias o


discordantes; el niño se deja impresionar por todo, repite todo…, pero
irreflexivamente
 Aceleración experiencial: va una gran distancia de la experiencia aportada por los
medios de comunicación social al niño con la fuerza persuasiva de la imagen a la
experiencia concreta de cada día. La realidad transmitida puede determinar una
visión deformada y alienante.

De ahí se pueden derivar en el niño: actitudes conflictivas: aspira a cosas que no puede
poseer; una persistencia en lo ilusorio pretendiendo evadirse de la realidad; e
interpretaciones unilaterales y simplistas sobre la bondad, la fortaleza, la astucia… La
discontinuidad entre experiencia propuesta y vivida engendra en el niño superficialidad y
un cierto conformismo, porque está desprovisto de espíritu crítico.

6. La religiosidad del niño


Primera infancia (tres – seis años)

La psicología propia del niño de 3 a 6 años, que ya hemos estudiado, es un punto de


referencia básica y fundamental a tener en cuenta por el educador religioso en esta edad,

149
como en todas. Ahora vamos a adentrarnos en las características religiosas de esta
etapa. Como haremos en los siguientes períodos, las estudiaremos desde tres aspectos
diferentes: relación con Dios y con Jesucristo, relación con la Iglesia y actitudes que se
traducen de estas dos relaciones.

Relación con Dios y Jesucristo

En este período la simbolización de


ANIMISMO
Dios la van a realizar los niños a
partir de sus padres; de ellos va a
depender la imagen que de Dios se
haga los niños, ya que son capaces
de adquirir nociones sobre la
Entendemos por animismo la tendencia
divinidad o Jesucristo.
espontánea a atribuir al universo inanimado a los
El niño intuye a un “alguien” que acontecimientos del mundo exterior intenciones
está más allá, que, de algún modo, benéficas o maléficas en relación al hombre.
está presente en la vida familiar y
que llega a vincular con Esta propensión está muy ligada al egocentrismo
determinados objetos, gestos, y es una de las características específicas del
acciones, etc. En este aspecto pensamiento infantil. Por ello, la religiosidad
puede ocurrir que llegue a infantil suele expresarse y sentirse con una fuerte
identificar los objetos con Dios, carga animista.
dándoles vida propia. A esto se le
El niño de esta edad, a través de una
llama animismo interpretación animista del mundo, tiende a
atribuir intenciones a las cosas inanimadas que le
La educación religiosa debe facilitar rodean. Esto se debe al egocentrismo y a la
el paso de esta postura animista y incapacidad para captar los nexos entre las cosas,
artificial a la vivencia de Dios el yo y el mundo.
creador y su presencia en la
historia del mundo y de los Cuando son algo más mayores, el animismo
hombres. parece presentarse de dos formas: animismo
punitivo y animismo protector, según los
Relación con la Iglesia
acontecimientos del mundo los considere buenos
Parece evidente que, en esta edad, o malos para él
la única referencia eclesial que el
niño percibe y vive es la de “la
iglesia doméstica”, es decir, su
propia familia. De estas relaciones
se traduce unas actitudes: gran facilidad para elevar el corazón a Dios, para invocarle,
siempre que se sepa despertar la presencia Dios en interior. Para el niño Dios es una

fuerza misteriosa, por lo que reza con una confianza mágica en sus palabras y
gestos.

Infancia intermedia (seis a nueve años)

150
Siguiendo el mismo esquema adoptado en la etapa anterior, vamos a introducirnos en
este período de la vida del niño. Como antes queda dicho, es preciso tener en cuenta la
evolución psicológica del niño.

Relación con Dios y con Jesucristo

Podríamos resumir en dos rasgos esta relación

 Antropomorfismo: el niño se imagina a Dios en términos humanos, aplicándole los


esquemas que va descubriendo en las personas, especialmente en sus padres. El
pequeño no tiene capacidades para distinguir las representaciones de la realidad; por lo
que toda la representación de Dios la vincula automáticamente a Él.
 Ritualismo: el niño aprende con cierta facilidad fórmulas gestos, ritos y
comportamientos religiosos, aunque esté muy lejos de comprender su auténtico
significado

ACTITUD MÁGICA

Entendemos por magismo la tendencia a adueñarse de fuerzas ocultas y superiores para el


propio provecho, mediante el empleo de signos y de ritos sin ulterior compromiso personal.

El niño de esta edad vive un período de religiosidad mágica. Dios es la fuerza misteriosa. El niño
reza con una confianza mágica en las palabras y en los gestos. Dios aparece como un protector
al servicio del niño. En este período de la vida del niño tiene lugar momentos de intensa
participación religiosa, en los cuales parece posible intuir un comportamiento mágico, sobre
todo en el uso de las oraciones, y posteriormente, de los sacramentos. Más tarde, la mayoría de
los niños de 6 a 9 años consideran los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía como
automáticamente eficaces, independientemente de la conciencia y de la actitud del sujeto. Estos
pequeños creen en la eficacia de la oración, pero de una manera casi mágica como creen en la
eficacia de los Reyes Magos, y si en algún caso no se le concede lo que pide, es como castigo y
consecuencia de su mala conducta.

La religiosidad mágica se debe básicamente a la eficacia egocéntrica propia de este período de


la vida, acentuada por la carencia de lenguaje para expresarse y de instrucción religiosa
adecuada. La educación religiosa debe facilitar el paso de la postura mágica al reconocimiento
del Dios que nos desborda y nos transciende.

Sin embargo, estas dos características tienden a evolucionar con el paso del tiempo, por
lo que entre los 8 y los 9 años comienzan a personalizar a Dios, distinguiéndolo de una
constelación de “diosecillos”, y a conocer
a Jesucristo como persona histórica,
diferente de Dios. ATRIBUTOS DE DIOS

151
La infancia adulta es considerada, desde un
punto de vista religiosa, como la etapa de la
atributividad, en la cual el niño tiende a
Relación con la Iglesia

A partir de la familia comienza a conocer otros ámbitos eclesiales, el grupo de catequesis,


por ejemplo como conjunto de los creyentes, no tiene, todavía repercusión real en el
interior. De ahí se derivan algunas actitudes: el gusto por la liturgia y la oración,
excesivamente verbalista, así mismo, tiende a aceptar los imperativos que provienen de
Dios, teniendo la idea de que sus buenas acciones serán remuneradas, mientras que las
malas, sancionadas.

Pues aparece el gozo de decir “si” gratis, por ayudar, por servir sencillamente.

La infancia adulta (nueve a doce años)

El equilibrio que hemos observado anteriormente con respecto al niño de esa edad, va a
hacerse patente también en sus rasgos religiosos. Pasemos a hacer un breve resumen

Relación con Dios y con Jesucristo

Al llegar a esta edad, el niño consigue una clara personalización e interiorización del ser

de Dios, acentuándose sus atributos de carácter metafísico: belleza, fuerza,


justicia, bondad, etc.

Por otro lado, a Cristo se le identifica como ser humano que vivió en un momento
concreto de la historia, pero al que se le atribuye con facilidad las características propias
de la divinidad. Se da un progresivo desarrollo del sentido

RELIGIOSIDAD LÓGICA Y CONCRETA

La emotividad y la afectividad de las etapas anteriores son sustituidas por el pensamiento concreto,
aun cuando perduren las características del antropomorfismo, del animismo y de la magia.

En esta etapa se produce una mayor clarificación en la imagen de Dios que se verá influenciada y
favorecida por la enseñanza religiosa y catequética. En este momento siente deseos de progresar en
sus conocimientos religiosos y comienza a unificar este universo religioso.

Su facilidad para aprender puede permitirle llegar a saber todo lo que se le enseña sin que le interese
nada, reduciendo la religión a un mundo de cosas. El pensamiento religioso se vuelve en esta edad
concreta y operativa. El deseo de saber encierra el peligro de reducir el mensaje cristiano a
conocimientos escolares. Dios es menos íntimo, está menos presente que antes; no es protector que
nos ve y nos oye, sino que piensa en El como un objeto. Por eso se dice que es la etapa del deísmo
racionalista infantil, que corresponde a su pensamiento lógico y objetivo.

Bíblico, sobre todo respecto a la capacidad de relacionar unos pasajes de la Escritura


con otros, planteándose algunas cuestiones y preguntas respecto a lo que en la Biblia
se cuenta.

152
Relación con la Iglesia

Algo muy importante y diferenciador respecto a los dos momentos anteriores es su


superación del ámbito familiar; comienza a ser él en relación con los otros, sin la
mediatización constante de su familia. Esto hace que supere también el sentido de grupo
y perciba el sentido de comunidad eclesial abierta y compuesta por diversos miembros.

Así mismo se abre la comprensión de la universalidad de la Iglesia. De aquí se derivan


unas actitudes concretas: el servicio y preocupación por el otro se descubre la llamada
de Dios y las oraciones aparece como algo normal; atribuye a Dios cualidades morales
y trata de superarse a sí mismo en sus actitudes.

Podríamos concluir diciendo que este momento es una ocasión propicia para que se
realice la primera síntesis de fe.

Preadolescencia

Con la primera adolescencia entramos en una etapa de crisis

El niño ha dejado de serlo y comienza a personalizar todos los elementos que ha ido recogiendo
a lo largo de su infancia. En eta elaboración influyen también los diversos elementos que,
procedentes de su exterior, influyen en su manera de ser: actitudes de pandilla, del ambiente
en que se mueve, de los medios de comunicación, etc.

Al mismo tiempo es, como hemos señalado antes, una etapa en la que aparecen las
naturales tensiones entre sus aspiraciones y sus impulsos: impulso sexual, accesos de
cólera, celos, pereza, etc. Esto le lleva a una cierta desilusión y desesperanza, que se
mezcla con unos escrúpulos que le restan energías para vivir.

Vamos a describir los rasgos religiosos de este período, utilizando el esquema que hasta
ahora hemos adoptado.

Relación con Dios y Jesucristo

Hemos señalado como, para el niño, Dios viene influido, en gran medida, por los padres.

Al llegar la adolescencia y comenzar un cierto descrédito hacia ellos, lo mismo ocurre, por
desplazamiento, con Dios. Sin embargo, el adolescente es mayoritariamente creyente,
pero busca un Dios distinto del que marcan las leyes, fomenta los escrúpulos y le viene
impuesto.

En este sentido habría que distinguir que, mientras para el varón Dios aparece vinculado
más a la obligación moral, las chicas sienten como seguridad más de carácter
afectivo. De esta manera, sintoniza con Jesucristo y su libertad, su amor a una liberación,
ser más él, ser con otros.

En este sentido es muy importante la presencia a su lado de un educador que le sepa


acompañar en su búsqueda, proponiendo, no imponiendo, siendo testigo y no
“predicador”.

153
Relación con la Iglesia

El adolescente vive momentos de rechazo institucional; no entiende la razón por la que


alguien lejano a él determina lo que debe hacer o cómo debe celebrar. Ve la Iglesia como
algo frío, despersonalizado y triste. Evidentemente, en esta idea influye notablemente la
comunidad que tenga referencia, aunque siempre va a existir un conflicto adulto-
adolescente.

Sin embargo, podrá descubrir afectivamente la comunidad mediante su grupo. En él va


a poder iniciarse en la necesidad del compromiso con los demás; la regulación de las
relaciones mutuas y el seguimiento de Jesús con otros. En este aspecto aparecen unas
ciertas actitudes: abandono de la práctica religiosa, “habla con Dios a solas”, una cierta
pérdida del carácter simbólico de los sacramentos.

El niño y sus características


Primera infancia (3-6 años. En esta etapa del descubrimiento de la realidad exterior en
todos los campos: físico, ambiental, social y, sobre todo afectivo. El pequeño descubre
como la realidad no siempre se pliega a sus deseos, percibiendo que los objetos y las
personas no son él.

Infancia intermedia (6-9 años). A esta edad se da un cambio muy importante; el ingreso
a la enseñanza primaria donde el ambiente no es tan complaciente como los anteriores
en que ha vivido (familia, educación preescolar). Durante esos años el niño va a buscar
proyectarse hacia el exterior, dando muestras de una curiosidad insaciable.

Infancia adulta (9-12 años). El niño culmina la infancia; su inteligencia comienza a


superar lo concreto, crece su interioridad y afirma su personalidad en grupos de iguales.

La Preadolescencia (12-14 años). La primera adolescencia es una etapa de la vida en la


que se dan profundos cambios fisiológicos, psicológicos y sociales. Es el momento en que
comienza a personalizarse todo aquello que, a lo largo de la infancia se ha ido viviendo y
acumulando experiencias.

Rasgos sociológicos del niño de hoy

 El mito de la infancia: el niño como lugar de regresión, de compensación y


proyección social.

154
 Imagen sociocultural del niño
 El hijo de la familia-núcleo
 El hijo y el mundo de los adultos
 El niño en la civilización técnica
 El niño consumidor de programas de televisión
 El niño y su espacio infantil

Religiosidad del niño

 Primera infancia: la simbolización de Dios los niños la van a realizar de sus


padres.
 Animismo: atribuir vida al universo inmediato, vinculándolo con Dios
 Actitud mágica: tendencia a utilizar signos y ritos para poner a su favor
fuerzas espirituales.
 Infancia intermedia
 Antropomorfismo: El niño se imagina a Dios en términos humanos.
 Ritualismo: Aprende con facilidad fórmulas, gestos, ritos y
comportamientos religiosos
 Infancia adulta: atribuye a Dios características de carácter metafísico: belleza,
justicia, amor, etc., supremos. Percibe el sentido de la comunidad eclesial y de la
Iglesia universal. Momento adecuado para realizar la primera síntesis de fe.
 Preadolescencia: Restructuración de las creencias infantiles: personalización de
la fe. Alejamiento de la práctica religiosa reglada. Tendencias a la oración
individual, a “hablar con Dios”.

Ficha de lectura

Gassel a. psicología evolutiva de 1 a 16 años. Buenos Aires. Ed. Paidós.

Montero J. psicología evolutiva y educación en la fe. Granada. Ave María.

Gatti G. la catequesis de niños. Madrid. Ed. CCS. 1976

IITT. Los niños. Plan de formación catequética. Madrid IITT. 1994

Actividades

1. Haga un esquema o ficha de las características psicológicas del niño


presentados en esta unidad
2. Consulte un diccionario de psicología evolutiva, busque y lea la palabra niño o
infancia y contraste las convergencias y divergencias; después exponga con
palabras muy personales cuál de estas descripciones del niño es más
completa y por qué

155
3. haga un esquema de las características religiosas de las distintas etapas de la
infancia.
4. Consulte un material de catequesis de una de estas etapas: guía del catequista
educador y libro del niño y contraste si están presentes esas características en
la introducción u observaciones que hacen en las diferentes sesiones de
catequesis.

UNIDAD DIDÁCTICA 11

OBJETIVOS ESPECÍFICOS Y CONTENIDOS DE LA


CATEQUESIS DE NIÑOS
en esta unidad vamos a proponer los objetivos más específicos que hay que tener en
cuenta en cada uno de los periodos de la infancia.

La catequesis necesita situarse ante cada edad y período de la misma con criterios y
metas concretas para poder responder a las exigencias y necesidades propias de los
educandos a los que se dirige.

Un plan de formación catequética no se contenta sólo con saber las metas a las que debe
dirigirse toda su actividad. Necesita también conocer cuáles son los contenidos que debe
transmitir para conseguir lo que se propone. Por ello, señalaremos cuál debe ser el

156
mensaje cristiano que tenemos que proponer a los niños en cada una de las etapas de la
infancia, y los niveles mínimos de referencia según el nivel de los educandos.

Lo mismo los objetivos que los contenidos vienen como “exigidos” por la situación de las
personas y su nivel de fe en el ambiente social y eclesial, en que viven y la importancia y
atención que les presta la misma comunidad cristiana en su acción pastoral. Por eso,
hemos insertado el apartado primero sobre la situación de la pastoral infantil.

Con esta unidad pretendemos:

- Conocer los objetivos y contenidos de cada una de las etapas de la infancia


- Valorar las implicaciones del Mensaje Cristiano para nosotros, educadores de la fe
- Mejorar la programación catequética de los niños.

Para ello, estudiaremos los siguientes apartados:

- Situación de la pastoral infantil


- Objetivos específicos
- Núcleos temáticos
1. Situación de la pastoral infantil
La acción educativa cristiana con los niños se ha convertido en un interrogante
constante para cuantos trabajan en este campo pastoral. Un índice de ello es el proceso
de revisión actual, no sólo a nivel metodológico y didáctico, sino institucional y pastoral.

La catequesis de los niños se encuentra efectivamente en una encrucijada de


problemas y tensiones, en la que convergen diferentes elementos y situaciones y
provocan serias dificultades a quienes tratan de comprender el mundo de los niños hoy y
trabajan en el sector educativo cristiano infantil.

A veces, los agentes de la pastoral se preguntan por el sentido de la catequesis de los


niños en un mundo descristianizado de adultos, que condiciona y hace muy difícil para las
nuevas generaciones el camino de la fe. Estos mismos prefieren la realidad de los
adultos, desilusionados por los resultados de las muchas atenciones dedicadas en el
pasado a los niños, con la esperanza de formar nuevas comunidades cristianas. Por lo
tanto, prefieren dejar la catequesis infantil y esperar para encontrar el desarrollo de la fe
de los niños en combinación con el de los adultos.

Los padres, en su mayor parte, fácilmente ceden a otras instancias y personas el


compromiso de educar cristianamente a sus hijos, alegando diversas excusas, que
esconden el verdadero motivo: su crisis de la fe y su falta de preparación. Algunos tratan
de retrasar la educación cristiana de sus hijos hasta la edad juvenil, cuando ellos sean
capaces de descubrirla y aceptarla por sí mismos. Es una opción que dispensa a los
padres de hacer frente personalmente al problema de su vida de fe.

Los catequistas se encuentran obligados a actuar por su cuenta, sin contar con el apoyo
de la familia y de la comunidad cristiana, de la que son agentes cualificados, y a veces, se
preguntan por el significado de su identidad y de su acción, destinada a resultar ineficaz y
a suscitar frustraciones, dadas las incongruencias ambientales.

157
Los niños, por su parte. Reciben masivamente la enseñanza religiosa en las escuelas,
participan en la catequesis que organizan las parroquias para la iniciación cristiana o,
incluso, se inscriben en movimientos de apostolado, pero son pocos los que gozan de una
educación familiar en la fe. Salvo excepciones, todos prácticamente reciben el mensaje
cristiano en la infancia, pero son muy pocos los que continúan el proceso de la educación
de la fe en la adolescencia y la juventud.

¿Cómo actuar en esta situación que no es fácilmente optimista? ¿Cómo moverse en una
sociedad cada vez más pluralista, secularizada y emancipada de los valores religiosos?
¿Qué camino seguir? En este momento, no se pretende ofrecer todas las respuestas
inmediatas a todos los interrogantes que la catequesis de los niños suscita hoy. Se
propone, más bien, ayudar a los educadores cristianos a que cada uno busque su propia
respuesta y tome sus propias opciones dentro de un marco de referencia que se ofrece
desde una perspectiva pastoral operativa preferente.

Analizada genéricamente la situación en la que se encuentra la catequesis de los niños,


vamos a definir qué entendemos por acción pastoral infantil.

La acción pastoral infantil la podemos definir como:

La acción educativa cristiana, preferentemente de tipo catequético, realizada en el ámbito pastoral


de la comunidad cristiana, dirigida a los niños de 4 a 14 años aproximadamente

2. Objetivos específicos
Recogemos aquí algunos, que podemos llamarlos así: objetivos específicos o
simplemente criterios, que señalan hacia dónde debe dirigirse la catequesis infantil en sus
diversos momentos o períodos.

La primera infancia: 3-6 años

En esta edad, el niño está necesariamente referido a su familia. Ella es su ambiente, su


medio, y en ella desarrolla, o debe desarrollar, lo más significativo de su vida. Así se pone
de manifiesto en el Directorio Catequético General:

“Los comienzos de la vida religiosa y moral se despliegan desde los mismos orígenes de la vida
humana. En las familias de los creyentes, los primeros meses y años de vida, que son de suma
importancia para el equilibrio del futuro hombre, ya puede ofrecer las condiciones para el logro
de una persona cristiana”

(D.C.G.78)

Por ello, en esta etapa, la catequesis toma un carácter ocasional y netamente familiar,
donde se privilegia lo vivencial sobre lo sistemático y lo afectivo sobre lo nocional.

158
La Catechesi Tradendae señala que:

“Un momento con frecuencia destacado es aquel en que el niño pequeño recibe de sus padres y
del ambiente familiar los primeros rudimentos de la catequesis, que acaso no serán sino una
sencilla revelación del Padre celeste, bueno y providente, al cual aprende a dirigir su corazón”

(C.T.36)

El objetivo de esta etapa en cuanto a la educación de la fe, podría formularse como el


despertar de las capacidades religiosas del niño y la educación y desarrollo de sus
iniciales actitudes de creyente.

El objetivo más general, puede concretarse en tres objetivos específicos que pasamos a
detalle:

Descubrimiento de la presencia de Dios

Ayudado por quienes le acompañan en su despertar a la Fe, el niño percibe esta


presencia cercana, amorosa, atenta, entrañable. Lo que se pretende es que el niño abra
su corazón, se deje llenar por el amor de Dios y le llame “padre”

Los medios para lograr esto son:

 La presencia de una persona viva a quien ver y escuchar, con quien entrar en contacto
para sentirse querido y experimentar la confianza y seguridad de que no está sólo.
 Aprender a alabar, bendecir y suplicar a Dios. No tanto saber hablar de Dios sino hablar
con Dios.
 Hablar al niño de Dios en términos de acción: Dios ama, nos cuida, se preocupa, etc.

“Las brevísimas oraciones que el niño aprenderá a balbucir serán el principio de un diálogo
cariñoso con ese Dios oculto, cuya Palabra comenzará a escuchar después”

(C.T.36)

Descubrimiento de la propia vida del niño como regalo del Padre

Mediante lo que el niño experimente, percibe y siente, se le ayuda a descubrir su vida


como un regalo de Dios. Una gran regalo que se manifiesta en su crecimiento, su cuerpo,
el juego, las maravillas de la creación y del trabajo humano y, sobre todo, el amor de los
padres y adultos que le rodean.

Todo esto puede ser obtenido:

 Estimulando las relaciones con las personas de su alrededor


 Favoreciendo que descubra la naturaleza y las cosas que tiene cerca
 Orientando su atención hacia los acontecimientos de la vida ordinaria.

159
Iniciación al trato con Jesús

Jesús debe ser propuesto como un amigo que habla al niño. Jesús le invita a ser amigo
suyo, a ser feliz. Le anima a vivir la amistad con otros y a confiar en Dios, al que llama
Padre.

Este objetivo puede ser llevado a cabo:

 Enseñándole sencillas expresiones y palabras de Jesús


 Iniciándole en la celebración comunitaria de la fe, principalmente en la propia familia
 Estructurando todo ello en unos conocimientos elementales de fe

“ante los padres cristianos nunca insistiremos demasiado en esta iniciación precoz,
mediante la cual son integradas las facultades del niño en una relación vital con Dios;
obra capital que exige gran amor y profundo respeto del niño, el cual tiene derecho a una
presentación sencilla y verdadera de la fe cristiana”

(C.T. 36)

Infancia intermedia: seis-nueve años

En líneas generales se puede afirmar que esta etapa debe orientarse hacia un proceso
educativo que tenga como meta la iniciación básica en la fe.

Partiremos de tres constataciones:


 La influencia de la familia en esta edad sigue siendo importante, pero a ella se añade,
sobre todo, el ambiente escolar con una visión más objetiva de las cosas y con un sentido
más fuerte de la responsabilidad y de la relación con los demás.
 El mensaje cristiano se hace presente a través fe formulaciones, gestos, textos, relatos y
liturgias a las que el niño se va acercando desde el exterior.
 El niño es capaz de sentir y percibir la fe a través de las comunidades cristianas y de la
propia familia.

Teniendo en cuenta estas constataciones, el objetivo general de la iniciación cristiana se


puede desarrollar en tres aspectos fundamentales: iniciación básica al Mensaje cristiano,
creación de las actitudes básicas del comportamiento e iniciación en el sentido de la
celebración comunitaria.

Iniciación al mensaje cristiano

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Iniciación básica y sencilla del Mensaje cristiano, intentando dar un significado a los
acontecimientos y conductas que el niño percibe a su alrededor.

Esta iniciación básica del Mensaje cristiano debe ayudar a descubrir cómo Dios nos llama
y nos invita al gozo de su cercanía y a vivir como Jesús el amor, la amistad, la entrega y
la comunicación con ese Jesús, a través de la Palabra, en la Eucaristía y en la vida. Será
una iniciación global del contenido de nuestra fe, pero no a base de definiciones y
verdades abstractas, sino en orden a suscitar la calidad de la relación con Dios Padre,
Hijo y Espíritu.

Creación de actitudes básicas de comportamiento

Creación de actitudes básicas de comportamiento, situándolas más en la vivencias que en


las palabras y las explicaciones, que faciliten la expresión de la alegría, del ansia de vivir,
de la confianza, del amor, etc., propias de los niños.

La educación de los niños en las actitudes humanas y cristianas fundamentales está en la


base de toda educación en la fe.

Esto requiere:

 Fomentar actitudes de gratitud, alegría, alabanza, escucha, confianza, perdón,


trabajo, colaboración, responsabilidad, todo ello dentro de un clima educativo
donde se puedan percibir estos valores.
 Situar al niño en una relación con Dios no de temor sino de amor.
 Descubrir a Jesucristo como modelo de identificación.
 Presentar al Espíritu por el camino de la interioridad y de la experiencia, haciendo
descubrir su presencia en la vida
 Motivar las opciones personales, desde una experiencia de libertad y de
responsabilidad.
 Iniciar en sus líneas más básicas la formación de la conciencia moral y sentido del
pecado como respuesta negativa al amor de Dios.

Todo el proceso de iniciación de estos niños a la confianza en Dios Padre debe llevarles a
vivir gozosa y libremente las realidades de la vida en la misma actitud de Jesús, como
Hijo de Dios, y conseguir que el niño tome conciencia de cómo Dios te llama a colaborar
con Él y a vivir con alegría la comunión con los demás.

Iniciación a la celebración comunitaria

Iniciando en el sentido de la celebración comunitaria y festiva de la fe, como signos de la


presencia salvadora de Jesús Resucitado, del amor del Padre y de la acción del Espíritu
en la comunidad cristiana.

Esto debe conducir a iniciarles progresivamente:

 En el ámbito del mundo de lo sagrado, partiendo de la misma experiencia humana


del niño.
 En el ámbito de la liturgia, mediante el lenguaje de los signos y de los símbolos

161
 En la celebración comunitaria de la fe, a través de la escucha de la Palabra, de la
oración y de la celebración de los sacramentos.
 El descubrimiento de la Iglesia como comunidad, sintiéndose miembro de ella.

Esta etapa suele estar centrada, aunque no exclusivamente, en la preparación a la


Penitencia y a la Eucaristía, siendo así una etapa de iniciación a la vida sacramental.

El sentido de la primera comunión debe orientarse fundamentalmente en la preparación


para sentarse y participar en la Mesa del Señor, presente en la comunidad. Acercarse a
la Mesa del Señor es participar en la vida de la comunidad, identificarse con ella y
responder a la llamada de Jesús, Señor de la comunidad.

Iniciar en la celebración comunitaria de la fe es introducir al niño en la experiencia del


saludo, de la comunicación, del perdón, de la reunión, de la alabanza, de la celebración,
de la fiesta, etc.

Infancia adulta: nueve-once años

Las orientaciones fundamentales de la acción catequética de esta etapa deben facilitar la


adquisición de una primera síntesis de fe.

Hacia los nueve años, se desarrolla poco a poco la capacidad del niño para adquisición
de saberes. En este momento se han de ofrecer al niño los datos del mensaje cristiano
que le permitan ir construyendo una primera síntesis de la fe cristiana adecuada a su
edad.

Esta edad es la más apropiada para realizar una catequesis didáctica, sistemática y
concreta, pero proporcionada a su desarrollo psicológico. Por ello, se invita a que se
oriente toda actividad catequética a adquirir una síntesis básica de la fe, de modo
sistemático, doctrinal y vital.

Esta tarea global de la catequesis en esta edad, puede desdoblarse en estos objetivos
más concretos.

Ofrecimiento progresivo de los datos del Mensaje Cristiano

Ofrecer progresivamente los datos del Mensaje cristiano, que permitan al niño ir
construyendo una primera síntesis de fe cristiana adecuada a su edad.

Según esto debemos adquirir el conocimiento básico y fundamental de estas tres


expresiones: Creo en Dios Padre Todopoderoso, creo en Jesucristo, el Señor y creo
en el Espíritu Santo, presente en la Iglesia. En la primera expresión, se debe facilitar las
relaciones del cristiano con Dios Padre, relaciones de dependencia y filiación. En la
segunda, se debe facilitar el encuentro con Jesucristo el Señor, al que el cristiano ha de
tomar como modelo, mediante la identificación con Él. En la tercera expresión se ha de
facilitar la comunión con el Espíritu, presente en la Iglesia, que hace posible el testimonio
y el compromiso en el mundo.

162
En esta presentación hay que evitar el peligro de objetivar a Dios. Como todavía no capta
plenamente las ideas abstractas, conviene presentar la realidad del mensaje cristiano a
través de los hechos bíblicos y litúrgicos de la Historia de la Salvación, y no a partir de
nociones abstractas.

Para ello, se debe iniciar en una lectura vivencial de la Biblia, conectándola con la vida del
niño y de la comunidad.

El aprendizaje de las afirmaciones de la fe debe ir acompañado de una vivencia de


seguimiento fiel a Jesucristo, a través de la presentación de la moral cristiana, basada en
el amor de Dios y al hermano.

Desarrollo de actitudes básicas cristianas

Desarrollar las actitudes básicas cristianas, ya que el hecho de acentuar los aspectos del
conocimiento no excluye la dimensión vivencial de la fe, más bien la exige. Hay que tener
en cuenta que esta etapa es fundamental en la estructuración de los valores porque el
niño:

 Empieza a tener una curiosidad apasionante por todo lo que lo rodea, que le lleva
a investigar, conocer y crear.
 Está en edad que los psicólogos llaman de identificación y buscan identificarse con
alguien o con algo.
 Está etapa de la conciencia positiva y conformista, y necesita una norma y se mira
en los mayores para descubrir en ellos esas actitudes y valores.
 Es más dócil, receptivo y comunicativo.

Es, por tanto, la edad en la que la formación de las actitudes cristianas, en estrecha
relación con el mundo de los conocimientos y la educación de los valores, encuentran
terreno propio. Por ello, es la etapa de la formación de la recta conciencia, a través de
los verdaderos valores.

Es necesario presentar la moral cristiana como una respuesta relacionada con nuestro
propio proyecto de hombre desde Dios, que nos llama a crecer y utilizar todas las cosas
en servicio a los otros hombres.

Desarrollar la participación responsable en grupo

Es importante que en esta etapa se desarrollen y afiancen las actitudes cristianas


comunitarias: el valor de la vida en grupo, la aceptación y el respeto de las diferentes
personas y grupos, el valor del servicio, de la amistad, de la colaboración.

Para ayudarle abrirse a la participación responsable de grupo, hay que procurar crear
pequeños equipos, actividades en grupo y desarrollar los movimientos infantiles como
el mejor complemento de la educación de la fe. En ellos el niño adquiere una verdadera
experiencia comunitaria de la vida y se inicia en el compromiso apostólico.

La preadolescencia: doce a catorce años

163
La actividad catequética de esta edad debe orientarse a conseguir una verdadera
personalización de la fe, ayudando a poner las bases decisivas de una auténtica
personalidad creyente para el preadolescente.

En la preadolescencia, el niño experimenta un gran cambio que lleva consigo una


búsqueda, distinta a la que ha realizado hasta ahora, de aquello que da sentido a su vida.
Rompe con todo lo impuesto, quiere decidir por sí mismo, pone en tela de juicio lo
heredado, lo va pasando todo por el tamiz de la crítica – generalmente más destructiva
que constructiva – y necesita más el testimonio de las obras que el de las palabras. No
es, por tanto, una edad de síntesis sino una edad de personalización. Es el momento en
que se accede a la adquisición del sentimiento de identidad, y el mensaje cristiano debe
ayudar a esa búsqueda de la propia identidad.

Desde esta perspectiva, podemos formular el objetivo general de la catequesis de la


preadolescencia en estos términos:

“Anunciamos una palabra que se cumple; Cristo está con nosotros y nos descubre el misterio
de Dios, el misterio del hombre y el misterio del mundo”

(Catecismo “con vosotros está”)

El enunciado de este principio global nos lleva a desglosarlo en tres objetivos concretos:

Poner las bases para la personalidad creyente adulta

La catequesis puede contribuir a poner las bases muy decisivas para la personalidad del
creyente, si consigue que el mensaje cristiano sea captado en su significación viva.

El discípulo de Jesús, a lo largo de su vida, va construyendo la “conciencia de cristiano


adulto” a través de su encuentro personal con dios revelado por Jesús, como su padre y
como padre de todos los hombres.

También durante la preadolescencia este encuentro con Dios Padre y con Jesús
resucitado, presentes en la vida concreta de cada uno, en los acontecimientos y en la
comunidad, debe configurar su personalidad de creyente.

Ayudar, desde el mensaje cristiano, a la búsqueda de la identidad personal.

“El reconocer a Dios presente en las encrucijadas de esta etapa vital, en las experiencias
más hondas, lleva a los preadolescentes a iniciarse en el sentido de su propia vida, esto
es, a levantar un poco más el velo del misterio acerca de sí mismos y del hombre en
general, del mundo que los rodea, e incluso de Dios”.

(Catecismo “Con vosotros está”)

164
La catequesis en esta etapa, por lo tanto, ha de llevarse a cabo en el interior de su
existencia concreta, individual y colectiva, en la relación con las experiencias profundas
que marcan su vida y que, en una u otra medida, les dan sentido y esperanza.

Es necesario que el niño capte que el mensaje está conectado totalmente con su vida; y
que, al tomar conciencia de su propia realidad y de la del entorno, le sea más fácil la
comprensión de las manifestaciones de Dios en el mundo, en la historia, en cada hombre
y en el hombre-Jesús de Nazaret que vive hoy como Señor y nos reúne en su Iglesia.

Todo ello se realizara con la adquisición de un conocimiento vital y orgánico del mensaje
cristiano.

Aprender a situarse ante sí mismo, ante los demás y ante la sociedad desde
la perspectiva cristiana.

El preadolescente necesita encontrarse consigo mismo, descubrir el porqué de sus


reacciones desconcertantes, de sus dudas, de sus éxitos y sus fracasos.

Al mismo tiempo, le urge experimentar el encuentro con el otro, con el amigo, con la
persona del otro sexo, con el grupo, con el adulto –modelo de identificación- que le van a
ayudar a ser.

Así mismo, experimenta el encuentro con el mundo y con una sociedad sometida al
cambio y a las contradicciones, una sociedad que construye y que se destruye, y una
historia que viene de un pasado y camina hacia un futuro.

La educación de la fe ha de ofrecerle la posibilidad de encontrarse con todo lo que él es y


experimenta y con lo que las personas y la sociedad le ofrecen y, al mismo tiempo, no
dejarse arrastrar por ello sino saber situarse críticamente, de cara a una opción
personalizadora y responsable, ante sí mismo y ante los demás.

Es necesario también conectar con los valores fundamentales de una auténtica


personalización, y que están en la base de la psicología de estas edades: la justicia, la
paz, la libertad, la autenticidad, la capacidad crítica y la fiesta. Valores que en los
cristianos han de ser potenciados y educados desde el Evangelio de Jesús y han de
cristalizar en unas actitudes cristianas propias en la vida del preadolescente.

La preadolescencia no es una edad para la síntesis intelectual sino para favorecer el


desarrollo de la personalidad cristiana. Lo importante no son los conocimientos sino las
convicciones cristianas; se trata, en definitiva, de formar al futuro hombre creyente.

La catequesis le ayudará a construir la personalidad según los criterios de Jesucristo y de


su Evangelio, como respuesta a sus necesidades vitales. Por eso, es importante que el
mensaje de la fe propuesto en esta edad tenga fuertes resonancias vitales y esté
enraizado en las experiencias profundas del destinatario.

Conviene subrayar la importancia de la pedagogía del héroe para realizar la catequesis


en esta edad, ya que el preadolescente se identifica fácilmente con los héroes, y en ellos
puede admirar, vivir y establecer su verdadera reflexión cristiana.

165
En este sentido, es importante tener en cuenta el papel educativo que tienen en esa edad
los testimonios de vida cristiana adulta y de los propios educadores. Hay que situarse
ante los preadolescentes como modelos de referencia con los que se pueda confrontar y
a los que se pueda admirar y seguir.

La catequesis en esta edad debe ser eminentemente antropológica. Se debe partir de


su experiencia concreta, de los interrogantes que plantea y mediante la iluminación
cristiana de las experiencias que él vive, adquirir un sentido cristiano en la vida y un
compromiso en la misma.

3. Núcleos temáticos
Vamos a presentar los núcleos temáticos que corresponden a cada uno de los períodos o
ciclos de la educación de la fe de los niños.

Para ello, nos vamos a servir de las orientaciones elaboradas por la Comisión Episcopal
de Enseñanza y Catequesis de la Conferencia Episcopal Española.

Con esto, no tratamos de imponer una sola manera para el desarrollo del contenido de
nuestra fe; simplemente ofrecemos un punto de referencia válido y sugerente, remitiendo
a las orientaciones y programas que haya elaborado la correspondiente Iglesia local o
nacional. Recordamos que, en cualquier caso, se debe tener presente:

 “que conecten con la vida concreta de la generación a la que se dirige, teniendo bien
presentes sus inquietudes y sus interrogantes, sus luchas y sus esperanzas
 Que se esfuercen por encontrar el lenguaje que entiende esa generación
 Que se propongan decir todo el mensaje de Cristo y de su Iglesia, sin pasar por alto
ni deformar nada, exponiéndolo todo según un eje y una estructura que haga
resaltar lo esencial.
 Que tiendan realmente a producir en sus usuarios un conocimiento mayor de los
misterios de Cristo en orden a una verdadera conversión y a una vida más conforme
con el querer de Dios”

El conjunto de núcleos temáticos va a ser desarrollado en sus cuatro bloques:

 El despertar religioso (4-6 años)


 La iniciación básica en la fe (7-9 años)
 La primer síntesis de fe (9-11 años)
 La personalización de la fe (12-14 años o primera adolescencia)

Despertar religioso

En estos años debe tenerse en cuenta el poco desarrollo de la catequesis parroquial al


tiempo que debemos privilegiar el ámbito familiar.

166
Se ha de procurar iniciar al niño en el misterio de Dios en un ambiente de oración y
alabanza. Así mismo, estas incipientes actitudes religiosas deben ser estructuradas por
unos conocimientos elementales para la fe a partir de fórmulas sencillas que el niño
puede memorizar.

Los contenidos de esta etapa pueden agruparse en tres núcleos temáticos:

 El descubrimiento de la presencia de Dios Padre: mediante la apertura de su


corazón, el niño se deja llenar por el amor de Dios y le llama Padre.
 La propia vida es regalo del Padre del cielo; es Él quien invita al niño a crecer,
vivir, abriendo los ojos a las experiencias que le son más cercanas
 La iniciación en el trato con Jesús, que nos muestra el camino de la vida y con
quien descubrimos a otras personas que forman parte de la comunidad de
hermanos que es la Iglesia.

La iniciación básica de la fe

Los niños a los que nos dirigimos en este período, acaban de insertarse conscientemente
en el ámbito escolar, comenzando a frecuentar la catequesis parroquial.

Los núcleos a los que se debe presentar atención durante esta etapa los describimos a
continuación.

 Jesús revela al Padre y da el Espíritu, dando a conocer así el misterio de la


intimidad de Dios: la Santísima Trinidad.
 Jesús es hombre entre los hombres. Sus discípulos le reconocen como Enviado
de Dios (Mesías) y confiesan que es su Señor y su Dios; en este núcleo ocupa un
lugar destacado la Muerte y la Resurrección del Señor.se ha de procurar que la
doctrina sobre Jesús “Dios y hombre verdadero” armonice la figura del Jesús
histórico que nos ofrece los Sinópticos y la realidad del Hijo de Dios pre-existente
que muestran tanto S. Juan en su evangelio, como San Pablo.
Así mismo, se debe hacer mención de las exigencias morales que conlleva seguir
a Jesús, según el Evangelio, iluminando los preceptos del Decálogo
 Iniciación a la vida sacramental: Bautismo, Eucaristía y Penitencia. Se debe
comenzar evocando el Bautismo, a fin de conducir al niño a una renovación del
compromiso bautismal, que dará paso a una iniciación a la Eucaristía y a la
Penitencia. Al final de este núcleo se ha de presentar, elementalmente, la doctrina
de la Iglesia sobre la escatología.

En este período, la “Catechesi Tradendae” indica que se presenten “si bien de manera
elemental, todos los principales misterios de la fe y su repercusión en la vida moral y
religiosa del niño; catequesis que da sentido a los sacramentos y, a la vez, recibe de los
sacramentos vividos una dimensión vital que le impide quedarse en meramente doctrinal y
comunica al niño la alegría de ser cristiano” (CT. 37)

La primera síntesis de fe.

La edad de los nueve a los once es considerada como adecuada para realizar la primera
síntesis de fe.

167
Con la intención de que esto se realice, ofrecemos unos núcleos que parecen
fundamentales para que el objetivo pueda cumplirse.

Historia de la Alianza de Dios con los hombres

Los rasgos característicos de este núcleo son:

 Subrayar que el cristiano forma parte del Pueblo de Dios que tiene una historia,
una larga tradición sin la que no puede comprenderse su propia identidad.
 Poner de relieve que la totalidad de esa historia se centra en Cristo, a quien hoy
podemos encontrar realmente en la Iglesia.

La Salvación de Jesucristo, el Señor

Este segundo núcleo es fundamental, y debe ser respuesta a las orientaciones de la


“Catechesi Tradendae” sobre la catequesis de los niños:

“Catequesis destinada introducir al niño de manera orgánica en la vida de la Iglesia;


catequesis didáctica, pero encaminada a dar testimonio de la fe; catequesis inicial, más
no fragmentaria, puesto que deberá revelar, si bien de manera elemental, todos los
principales misterios de la fe y su repercusión en la vida moral y religiosa del niño,
catequesis que da sentido a los sacramentos”.

(CT. 27)

La estructura de este núcleo puede responder a este esquema:

 Entrega del símbolo


- La profesión de la fe cristiana, que desarrolla la doctrina de la vida nueva
del cristiano (gracia, virtudes teologales y morales, dones y frutos del
Espíritu Santo y de su acción en los creyentes y en la Iglesia
- El seguimiento de Cristo: la conducta cristiana se contempla como
consecuencia del seguimiento del Señor, y exigencia de la profesión de fe
bautismal, que incluye unas renuncias concretas. En este apartado, se
pueden abordar los mandamientos de Dios enfocados desde las
Bienaventuranzas y el mandamiento nuevo del Señor.
 Entrega de la Oración del Señor: se mostrara al niño cómo el cristiano celebra la
fe que profesa en la oración y, de modo especial, en la oración litúrgica:
- La oración del Señor o “Padrenuestro” se presenta como modelo de
oración: en ella se contiene la sustancia vital de toda otra oración, como
pusieron de manifiesto los santos Padres (cf. Cipriano, S. Agustín,
Orígenes…)
- Así mismo conviene abordar la oración como expresión de religiosidad, la
oración personal, silenciosa y en privado, la oración litúrgica y ,

168
particularmente, la Plegaria Eucarística que incluye en sí misma y celebra
lo esencial de la fe.

La realización de la salvación en la Historia

En este núcleo se puede desarrollar una historia de la Iglesia muy sumaria en la que se
refleja cómo, bajo el impulso del Espíritu Santo, se han mantenido con fidelidad el
Mensaje Cristiano y la institución que él fundó sobre los Apóstoles. La historia, tal como la
entiende la fe cristiana, incluye un final en el que se dará cumplimiento a las promesas.

El cristiano, por vocación, se compromete en las tareas del mundo sin olvidar un más allá
que será revelado plenamente en la vida futura. (cf. Pablo VI, EN. N. 28s)

La personalización de la fe

Nos dirigimos ahora a chico y chicas que han entrado en la adolescencia. Po ello, los
núcleos que vamos a indicar ahora, están en consonancia con la situación vital por la que
atraviesan.

Experiencias e interrogantes más importantes del preadolescente.

- El cambio y el crecimiento
- La búsqueda de identidad
- La búsqueda de Dios mediante la maduración de la fe.

Cristo está entre nosotros

En este núcleo se presenta a Cristo como centro de la catequesis y centro de la Historia;


La Historia de la Salvación sigue el itinerario hasta Cristo y hoy continúa hasta la venida
de Cristo al final de los tiempos.

Cristo nos descubre el misterio de Dios

A lo largo de este núcleo se aborda cómo Jesucristo revela el rostro del Padre y su
misterio trinitario. La profundización en estas realidades se lleva a cabo mediante el
Espíritu que Jesús envió a la Iglesia.

Cristo nos descubre el misterio del hombre y del mundo

Dios, en su bondad, crea al hombre y el mundo, para llevarlos a su consumación, a su


realización plena. El mundo no puede entenderse sin el hombre, y Dios creador es el
Padre de Cristo redentor

Estos cuatro núcleos están seriamente imbricados entre sí, por lo que no se trata de
seguir un recorrido predeterminado, sino de establecer las relaciones que en cada
momento convenga entre los cuatro núcleos.

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Objetivos específicos y contenidos de la catequesis de niños
Por pastoral infantil podemos entender la acción educativa cristiana, preferentemente de
tipo catequético, realizada en el ámbito pastoral de la comunidad cristiana, dirigida a los
niños de 4 a 14 años aproximadamente.

La primera infancia tiene como objetivo el despertar de las capacidades religiosas del
niño; la etapa de la infancia intermedia debe orientarse hacia la consecución de una
iniciación básica en la fe; la etapa de la infancia adulta debe facilitar la adquisición de
una primera síntesis de fe; la actividad catequética de la preadolescencia debe
orientarse a conseguir una verdadera personalización de la fe.

El conjunto de núcleos temáticos puede ser desarrollado según los siguientes bloques:

- El despertar religioso (4-6 años): el descubrimiento de la presencia de Dios Padre,


la propia vida como regalo del Padre, la iniciación en el trato con Jesús.
- La iniciación básica en la fe (7-9 años): Jesús revela al Padre y da el Espíritu,
Jesús es hombre entre los hombres, iniciación de la vida sacramental.

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- La primera síntesis de fe (9-11 años): Historia de la Alianza de Dios con los
hombres, la salvación por Jesucristo, el Señor, la realización de la salvación en la
Historia.
- La personalización de la fe (12-14 años o primera adolescencia): experiencias e
interrogantes más importantes del preadolescente, Cristo está entre nosotros,
Cristo nos descubre el misterio de Dios, Cristo nos descubre el misterio del
hombre y del mundo.

Ficha de lectura

AA.VV. catequesis de niños. ¿A dónde va?. Madrid. Ed. Marova

Aparisi A. pastoral juvenil. Madrid . I.C.C.E.1992

Actividades

1. Acérquese a su parroquia o a otra con la que tenga bastante relación y


entérese si tiene una pastoral de infancia programada y si, además de
catequesis, tiene otras ofertas educativas y qué relación tiene la catequesis y
las distintas ofertas educativas.
2. Consulte uno de los materiales catequéticos, que utilizan para una etapa de la
infancia y compare los “contenidos” de ese material con los presentados aquí
en esta unidad.

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Señor Jesús que dijiste a tus discípulos: Vosotros me llamáis MAESTRO en verdad lo soy,
ayúdanos a descubrirte como nuestro camino, verdad y vida, ayúdanos a descubrir en tus
palabras, la sabiduría que oriente nuestros pasos y el amor que reanime nuestros
corazones.

Tú que iluminas a todo hombre que viene a este mundo haz que tus actitudes frente al
Padre y frente a los hermanos, especialmente los más pobres, nos sirvan de modelo que
acreciente nuestra entrega generosa y así podemos vivir tu Reino cada día y nos
preparemos para anunciar tu Evangelio de Justicia, Paz y Misericordia.

Así sea.

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