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El primer gran capítulo que conforma la novela se desarrolla en Ciudad de México (D.F.) y
está narrado por Juan García Madero, a modo diario de vida, ubicado en el año 1975. El
relato toma forma cuando el protagonista y narrador se suma a una nueva tendencia que
empezaba lentamente a consolidarse: el real visceralismo. Y tal como reza su nombre, se
intenta ver la realidad desde lo más profundo, lo entrañable y que sólo rompiendo todas las
capas y barreras abstractas, podrá ver la luz.
Desde ese momento, García Madero entra en un mundo del que fue ajeno durante toda su
vida; el ambiente bohemio, el entorno literario. Un mundo que iba mostrando su lado más
oscuro e indolente, a diferencia de la realidad de grandes responsabilidades, de dependencia
familiar y de compromiso al que se había inscrito por años. En este contexto, tiene lugar la
aparición de dos personajes trascendentales; las más altas figuras jóvenes del movimiento:
Arturo Belano y Ulises Lima.
Sin embargo, las líneas de la historia convergen hacia Belano y Lima, puesto que serán
ellos los que emprenderán una gran búsqueda, un gran viaje en sus vidas, que les permitirá
fijar un nuevo punto de partida en su labor de escritores. Y aquel origen está en un
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misterioso personaje, la poetisa Cesárea Tinajero, la que, tras la revolución, no dejó rastro
alguno, mas encierra en su pasado las bases del movimiento real visceralista.
Luego de un incidente entre Joaquin Font y al amante de Lupe, Alberto, la noche del 31 de
diciembre de 1975, ésta última, Belano, Lima y Madero dejan furtivamente la Ciudad de
México, para posteriormente internarse en las tierras desérticas de Sonora en busca de
Tinajero.
La novela podría ser calificada esencialmente como una narración testimonial, ya sea
centrada en un solo personaje como sucede en la primera y última parte, o bien, expandida
en una vasta red de monólogos que componen el relato central y homónimo que pasamos a
analizar. Es decir, la multitud de hablantes de este capítulo constituyen una ostensible
muestra del uso de técnicas literarias como el perspectivismo y la focalización interna
variable. La transgresión total de la estructura temporo-espacial permite que los soliloquios
se entrecrucen, llegando el lector a poseer más conocimientos que los mismos narradores.
Van apareciendo las más variopintas y diversas personalidades. Algunos que permiten dar
un hilo de continuidad al argumento central, así como otros directamente prescindibles, aun
no menos interesantes. Los más llamativos son seguramente los más intensos. Sin escatimar
recursos, el manejo y capacidad narrativa y lingüística hacen que las intervenciones
adquieran un sentido de complejidad y agilidad similares a los alcanzados por autores como
Cortázar, o por el existencialista por excelencia, Franz Kafka. Los personajes “ancla” se
elevan como un híbrido entre lo protagónico y lo secundario. Entre ellos podemos hallar
primeramente a Amadeo Salvatierra, cuyo testimonio transcurre a comienzos de 1976,
relatando un encuentro que tuvo con Belano y Lima, quienes recurren a este escribano para
seguir los rastros de la madre de la vanguardia poética. Además, reaparecen figuras como
las de Joaquín Font y sus hijas, así como otros cercanos al núcleo literario real visceralista,
entre los que cuentan la distanciada pareja compuesta por Jacinto Requena y Xóchitl
García; Piel Divina y Luis Sebastián Rosado, quienes inician una relación homosexual;
Laura Jáuregui, entre otros. La variedad de nombres se amplía aún más, entendiendo que,
tal como se indica en un comienzo, el relato se extiende por veinte años.
Asimismo, se nos acerca a una visión subjetiva e íntima respecto de los acontecimientos.
Por ende, la falta de certeza e imprecisión nutren a la novela de modo tal que la unión de
todos los fragmentos que los personajes entregan vayan de manera dinámica configurando
una imagen de los protagonistas, aunque ésta nunca llegue a ser del todo nítida.
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- chileno por lo demás-, emulan a sus grandes amistades del pasado: Mario Santiago y
Bruno Montané, respectivamente. También, las figuras de García Madero y Belano,
conforman al Bolaño en sus comienzos y al Bolaño maduro, respectivamente. El primero,
inseguro, pero apasionado0; el otro, campante y desafiante ante las vicisitudes.
En esta misma línea, el propio movimiento poético impulsado por los jóvenes protagónicos,
el real visceralismo, es una metáfora del breve e ilusorio infrarrealismo. Además, el autor
va un paso más allá, recurriendo a figuras históricas del mundo de la poesía para dar vida a
sus personajes. Es el caso de Clara Cabeza, secretaria de Octavio Paz, teniendo éste último
un encuentro directo con Ulises Lima; y Verónica Volkow, presunta sobrina de Trostky. En
consecuencia, la referencialidad histórica permite develar un subliminal anhelo
autobiográfico que Bolaño intenta plasmar en esta voluminosa obra.
Por otro lado, lo más llamativo de la narración yace en la habilidad para retratar el ambiente
en que se desarrollan los hechos y se desenvuelven los personajes. Una época
conmocionada por los insurgentes ideales revolucionarios y un realismo crudo y a veces
sórdido que nos abre Bolaño. Un vistazo amplio que toca múltiples aristas de aquel
submundo que cubre un velo social y que esconde relaciones sexuales, las drogas, la
prostitución, la violencia, la homosexualidad, el engaño y afanes de hegemonía movidos
por la soberbia.
Jóvenes rebeldes, poetas desesperados que entregan una visión humana de la generación
modernista. Personajes con dudas, virtudes y disvalores, prescindiendo en muchos casos de
una moral restrictiva o de un “sentido común”. Situaciones que llegan a ser un tanto
ridículas, como un improvisado duelo de sables entre Belano y un crítico literario, pero que
bien reflejan la “surrealidad” e “infrarrealidad “de nuestras vidas.
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Aparentemente, el enigma del viaje de Belano y Ulises pareciera llegar a una conclusión
tras la intervención penúltima de Ernesto García Grajales, quien, como estudioso del real
visceralismo, explica la vida – y la muerte - de la mayoría de los jóvenes poetas del grupo
en el presente (1996); sin embargo, la principal interrogante subyace en los dos de los tres
protagonistas: Belano y García Madero. Incluso, este último jamás fue contemplado en
los testimonios. De ambos, ni Ernesto. G. Grajales sabía o había escuchado algo. Es decir,
un hilo de la amplia red de relatos quedó desatado.
A continuación, el tiempo nos transporta donde quedó la primera parte, en enero de 1976.
El escape de los poetas aficionados y la joven prostituta se retoma el primer día del año, en
el que los protagonistas se aprestaban para hallar decididamente a la fundadora del
movimiento. La búsqueda de Cesárea Tinajero representa el inicio de un periplo vital de 20
años. De este modo, se acercan a la imagen más representativa de sus convicciones,
aferrándose a lo que los une e identifica, a aquello que los contiene.
Llegado el mes de febrero, tras visitar un serie de pueblos logran dar con el paradero
definitivo de la poetisa madre. No obstante y para su sorpresa, terminan por ver a una mujer
fuera de su ideal imaginario. El mismo García Madero la define como una roca o un
elefante; es decir, un ser tosco, aunque grande en su apariencia. Finalmente, aquel
personaje que habían olvidado, el celoso novio de Lupe, da con los protagonistas y, en un
enfrentamiento armado, Tinajero que iba con ellos es alcanzada por una bala.
Así finaliza el libro, abriéndonos un camino que ya ha sido visto con anterioridad para
Belano, mas no para Madero. Un camino que nos mantendrá siempre bajo la sombra de la
interrogante.
El ser escritor conlleva una serie de desafíos que no cualquier persona estaría dispuesta a
asumir: Bolaño siempre consideró miserable el trabajo del literato, puesto que es un
mundillo ignorado y que de gran espacio para los convencidos de un triunfo inmediato. Es
por ello que, valiéndose en ambas novelas de lo jocoso y sarcástico, nos abre una realidad
encubierta en la literatura retratada a nivel individual o a nivel social.
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Entrevista Melanie Jösch, Barcelona, Primera Línea, 1999
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Asimismo, es digno de elogio el profundo sentido humano que alcanzan sus narraciones.
Pero no sólo en lo que se relata, sino en cómo se relata. Vale decir, se hace patente el
constante deseo de Bolaño de romper con rígidos esquemas literarios, la continuidad, la
causa-efecto decimonónica, reemplazándola por una novela dinámica e impredecible, que
en muchas oportunidades nos forma sobre la base de simples prejuicios.
Por otro lado, no nos encontramos ante personajes heroicos, por el contrario; vemos que se
nos muestran seres ficticios que una realidad anónima, silenciosa y hostil los va formando,
o bien, desformando. Entra entonces la lógica de la subsistencia, de la depredación y el
instinto como respuesta a la inoculación social.
Es Roberto Bolaño una figura de las letras que no pertenece a Chile; o, más bien dicho, no
lo podemos reducir a ello. El escritor ha sido capaz de transportarse a través de todo el
globo para poder mostrarnos un mundo que puede llegar a ser tan frívolo y tan conmovedor
como el nuestro.
Todo ello es lo que ha determinado sus novelas; obras imperfectas, humanas al fin de
cuentas; y a cuatro años de su fallecimiento, pudimos descubrir en Bolaño la estética de la
imprecisión y la variedad, trazando sendas que anulan fronteras, como su potente legado
literario.