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ARENDT, HANNAH: CONFERENCIAS SOBRE LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE KANT

Hay que partir de la distinción clara entre la Crítica de la Razón Práctica y la Crítica
del Juicio. En la Crítica de la Razón Práctica se habla todavía de la razón, es un
discurso dirigido al actor (al que actúa). Este no es el contexto en el que quepa
establecer alguna relación con la política. La visión del actor es siempre parcial y no
permite emitir juicio alguno. Sin embargo, la perspectiva de la Crítica del Juicio
(estético, gusto) es la del espectador desinteresado con una visión global que sí que
puede juzgar. Así, el Quijote podría ser un verdadero peñazo como hombre real, y sin
embargo es adorable como objeto estético (que implica una no preocupación por su
existencia). Pues lo mismo ocurre con la guerra, objeto político fundamental del que
se habla en la Paz Perpetua. La guerra es siempre desde el punto de vista moral
deleznable, cualquier guerra, incluso la Revolución que persigue la justicia. Ahora
bien, si juzgamos desde la visión total del espectador desinteresado, quizás una
guerra puede ser un paso necesario para una paz duradera en un horizonte de la Paz
entre los pueblos (la perspectiva del progreso).

Para Arendt, Kant es el primero en adoptar la perspectiva del progreso, teniendo


como horizonte la paz perpetua y la libertad del individuo.

Por otra parte, mientras que la Razón Práctica va dirigida al individuo moral, la
Crítica del Juicio va dirigida a los individuos en plural. El juicio estético (o gusto)
depende totalmente de la comunicabilidad, de manera que ser un buen artista
depende fundamentalmente de tener esa comunicación con el espectador, de su
capacidad para hacerse comprender.

En resumen, el antagonismo vulgar entre Teoría y Práctica referido a la Política es


para Kant el antagonismo entre el Actor y el Espectador, con un matiz fundamental:
en la acción política lo relevante no es el actor, sino el espectador. En la Revolución
Francesa, aquello que la convirtió en un acontecimiento histórico de primer orden no
fue las acciones heroicas y viles de determinados actores, sino el aplauso unánime de
los espectadores de toda Europa.

Sin embargo, en el gusto hay que distinguir entre el goce (íntimo) y la aprobación o
desaprobación del goce. Así, yo puedo tener ciertos gustos inconfesables. Así, según
Arendt, este será el criterio político por excelencia: la comunicabilidad del gusto. Es
decir, sería reprobable todo aquello que nosotros mismos reprobamos y por lo tanto
no nos atrevemos a hacerlo público (la traición, el complot, ...)1

1
Nota mía: Es curioso que diferenciando claramente ambas críticas se llegue prácticamente al mismo resultado, pues se
podría sintetizar diciendo que lo reprobable en política es el atentado a la comunicación, igual que en la ética es la
mentira. La traición, complot, etc no son más que formas de mentira o engaño.

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