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En Relating Narratives, por ejemplo, para pensar la cualidad de los grupos de

autoconciencia del feminismo italiano, encontramos referencias a “espacios políticos en lo


que cada ser humano puede mostrar a otros quién ella o él es” 1. En “Politicizing Theory”,
nos dice que de acuerdo con Arendt “la política es un espacio relacional (…) que se abre
cuando existentes únicos comunican unos a otros recíprocamente su ser con palabras y
actos”2, y también un “espacio que se produce contextualmente por las palabras y actos de
los agentes y por tanto una escena activa”3. Con palabras casi idénticas, en For More than
One Voice afirma que la política es “un espacio de interacción abierto por la recíproca
comunicación de los que se presentan con palabras y actos” 4 y los ejemplos siguen. Parece
evidente que el objetivo de estas referencias no es elaborar una interpretación de Arendt
sino pensar a partir de ella, como Cavarero admite con claridad al hablar de su propio
proyecto: “se trata de una posición que, tomando inspiración del pensamiento de Arendt,
encuentra el núcleo simbólico y generativo de la política en la ontología de la unicidad
plural”5.

Si nos preguntamos qué aspectos del planteamiento de Arendt enfatiza Cavarero


encontramos que es sobre todo el aspecto de generalización de la vida política, mencionado
arriba, el que sirve de inspiración. Se remarca la base ontológica de la vida política, que se
encuentra anclada así en la condición humana en general. Esto permite que la posibilidad
de la política no dependa de si uno o una se encuentra representada en el Estado, o si tiene
acceso a los poderes políticos reconocidos en un momento y un lugar. Al contrario, lo
político puede aparecer allí donde se ponga en juego una posibilidad inherente a nuestro ser
humanas. Este espacio político, interactivo, puede surgir siempre y cuando se cumplan
ciertas condiciones. La segunda estrategia, la de reducción, fortalece el argumento al
posibilitar la negación de la cualidad política de los poderes reconocidos. Además, y hasta
cierto punto, al enfatizar el aspecto ontológico de la estrategia arendtiana, es posible obviar
las fuentes históricas de su elaboración. En relación con esto, Cavarero pone más atención
1
Adriana Cavarero, Relating Narratives, Storytelling and Selfhood, trad. Paul A. Kottman, New York,
Routledge, 2000. p. 58
2
Adriana Cavarero, “Politicizing Theory”, Political Theory, Vol. 30, No. 4, Agosto 2002, pp. 506-532, p. 514
3
Ibid., p. 516.
4
Adriana Cavarero, For More than One Voice, Towards a Philosophy of Vocal Expression, traducción e
introducción de Paul A. Kottman, California, Standford University Press, 2005. P. 204

5
Ibid., p. 205
en la contingencia que caracteriza el surgimiento de lo político 6 que las leyes y normas con
las que se ha tratado de delimitar y proteger su aparición.

Otro aspecto que se enfatiza es la inherente relacionalidad de la acción, que cae en


una trama de relaciones que se modifica con la re-acción de los otros. Este énfasis llega al
punto en que, en el vocabulario de Cavarero, se usa con mayor frecuencia el concepto de
interacción. Esto señala a un tercer aspecto. En conjunto con el concepto de espacio
político, Cavarero habla repetitivamente de escena. Parafraseando palabras citadas arriba,
para ella el espacio político es una escena activa. En el vocabulario con el que se recupera a
Arendt el espacio político toma una cualidad escénica y los agentes pasan como actores.
Esto no se encuentra ausente en Arendt para quien “la política no es un «arte», al menos no
es un «arte creativa» (…) sino un «arte interpretativa»” 7. Es decir, no produce una obra (no
es poiesis) y por tanto no obtiene sus leyes de un objeto externo, la política no tiene otro fin
que sí misma. El aspecto escénico es en ocasiones referido por Cavarero para subrayar la
artificialidad de la política. Aunque ésta tenga efectivamente una raíz ontológica, se trata de
“responder activamente, es decir, de hacerse cargo, (…) del estatus ontológico de unicidad,
pluralidad y relacionalidad”8. Pero, también, la escena política que se constituye por la
trama de las relaciones establecida por la interacción constituye a la vez a los actores y
actrices. Este espacio interactivo tiene la cualidad de constituir la historia de vida de
quienes se insertan en ella, y aquí la historia de cada vida es el único sentido posible de la
identidad.

Así, encontramos insertada aquí una especie de performatividad que permitiría un


diálogo interesante con un sector importante de la discusión feminista actual. Por ejemplo,
con Judith Butler, que en Cuerpos aliados y lucha política nos dice “como ha señalado
Adriana Cavarero, la exposición de nuestros cuerpos en el espacio público nos constituye
en términos esenciales y hace que nuestro pensamiento sea algo social y corpóreo,
vulnerable y apasionado”9. Este aspecto ha sido desarrollado por Paul A. Kottman,

6
Cf. Adriana Cavarero, “Politicizing Theory”, p. 515.
7
Antonio Campillo, op. cit., p. 169.
8
Adriana Cavarero, “Politicizing Theory”, p. 518.
9
Judith Butler, Cuerpos aliados y lucha política, Hacia una teoría performativa de la asamblea, trad. María
José Viejo, Barcelona, Espasa Libros, 2017, p. 100.
traductor de Cavarero a la lengua inglesa y alumno de ambas pensadoras, en su libro A
politics of the scene.

En cualquier caso y para no perder el hilo, los aspectos que Caravero enfatiza en su
recuperación de Arendt se concentran sobre todo en las cualidades del espacio público
como espacio de aparición. Si quisiera adelantar una posible razón, sería la importancia que
los grupos feministas italianos concedieron a la narración recíproca de sus historias de vida,
que tenía el poder de convertir la mera vivencia de ser mujeres aisladas en una experiencia
compartible y con ello establecer un espacio definido como político. En ese contexto, el
pensamiento de Arendt se presta como una herramienta óptima para pensar la politicidad de
una toma de la palabra que no tiene necesariamente objetivos reivindicativos o, mucho
menos, legales.

Hay un aspecto interesante que es preciso señalar y que se deja ver en la lectura de
Butler sobre Cavarero. Es de suponerse que la escena política inspirada por Arendt
correspondería a la noción de espacio público, pero a lo largo de los textos encontramos
estas palabras con extrema rareza y siempre de manera marginal. Incluso en los momentos
en los que sería preciso mencionarlo. Por ejemplo, se nos dice que para las mujeres la
historia se caracteriza por “la ausencia de espacios políticos de interacción” 10, lo que refiere
a su exclusión del espacio público. Más adelante, los grupos de autoconciencia se describen
como “un espacio relacional, contextual y compartido” 11. No parece haber diferencia
sustancial entre los dos espacios, a pesar de que el primero nombra un espacio del que las
mujeres han sido históricamente excluidas y el segundo un espacio emergente y cuyo
carácter político es absolutamente peculiar. Ya que la distinción arendtiana entre lo público
y lo privado ha sido tan criticada, es curioso que Cavarero no la mencione, ni con intención
polémica. Sin embargo, en el texto de “Politicizing Theory” y en For More tan One Voice
sí que nos ofrece un concepto nuevo para designar el espacio político que ha presentado una
y otra vez como el horizonte deseable. Este concepto es lo local absoluto.

A mi modo de ver, el argumento en favor de este concepto quedaría fortalecido si se


hubiera establecido su necesidad con un deslinde de la noción de espacio público. Pero la
autora evita esta última cuestión y sencillamente afirma que nuestro tiempo “parece
10
Adriana Cavarero, Relating Narratives…, p. 58
11
Ibid., p. 59
requerir neologismos”12. Si ya ha retomado el concepto de política y si el espacio que
propone es a primera vista típicamente arendtiano –un espacio horizontal 13 abierto por la
acción conjunta– ¿por qué no retomar también la noción de espacio público?

La evasión de Cavarero del asunto del espacio público tiene un resultado más grave.
Y es que, si el espacio público arendtiano es criticable porque se establece jerárquicamente
en relación las otras esferas de la vida humana, a las que parece que subsume incluso, lo
local absoluto corre el peligro de aparecer aislado. Su contingencia y su fragilidad,
acentuadas por la ausencia del aspecto del mundo en común, que contenía las cosas y el
lugar privadamente poseído dentro de él, además de la aparente autosuficiencia de un
espacio cuyo fin es que una pueda actuar y hablar con las otras, parecen entrar en conflicto
con la noción corriente de que el feminismo tiene objetivos claros de transformación de la
vida de las mujeres.

Lo que quiero decir es que hay, entonces, una tensión.

Pero hay también otra veta que se puede seguir en el pensamiento de Cavarero,
testigo de que quizá la autora no sea tan inconsciente de las problematicidades internas de
su inspiración en Arendt. Una muestra de ello la podemos ver en el cambio que se da entre
dos pasajes casi idénticos de los últimos textos mencionados. Hablando del tipo de relación
que constituiría lo local absoluto nos dice primero que estaría “lejos de evocar pasividad” 14,
para dar un giro después y afirmar “además de evocar pasividad”15. Esta diferencia es
difícilmente casual pues señala dos cosas totalmente diferentes y da fe de la gradual
transformación de la escena política de Cavarero. La dependencia y la interdependencia
entran en acción. En parte porque, como habíamos dicho, el sentido de la identidad de cada
una de las que entran a escena está en las manos y las palabras de las otras y otros. Pero
también porque el cuerpo entero, como único sostén de la unicidad de los existentes
humanos, sus acciones y su discurso, es el protagonista.

Esta veta no es nueva, corre dentro del pensamiento de Cavarero desde sus inicios
cuando, robando las figuras femeninas de sus contextos, se planteaba exponer los hilos del

12
Adriana Cavarero, For More than One Voice…, p. 204.
13
Cf. Adriana Cavarero, “Politicizing Theory”, p. 530.
14
Ibid., p. 526.
15
Adriana Cavarero, For More than One Voice…, p. 205.
apretado tejido del orden patriarcal y retejer como Penélope la filosofía con el cuerpo, con
el sentido de lo vivo, con el aquí y ahora de su existencia marcada en femenino 16. Esta
tonalidad de su pensamiento chocaba con Arendt en la elección de sus figuras –Odiseo
frente a Penélope– o en las experiencias que la escritura de cada una escoge para iluminar.
En este sentido y aunque no se encuentre dicho, el espacio político de Arendt como espacio
público puede ser sólo una escena ya escrita, con su escenografía, su trama y sus
personajes, y lo local absoluto una escena distinta, todavía pendiente de surgir.

i.

Es hacia esta dirección en la que parece dirigirse en el libro de Inclinations,


publicado en el 2016. Aunque el libro se enfoca en elaborar una crítica de la verticalidad
como matriz simbólica de lo humano, uno de sus resultados es una tematización de la
dependencia y la sugerencia de que podría ser ésta, en conjunto con la idea de la inclinación
y la figura de la madre, la que podría ofrecer una alternativa a la tradicional representación
simbólica del poder como verticalidad paternal u horizontalidad fraterna. Aquí Cavarero
finalmente confronta a Arendt y al hacerle una crítica, se deslinda parcialmente de ella.

La crítica no se enfoca en la distinción público/privado, sino en la manera en la que


Arendt tematiza el concepto de natalidad y la figura del recién nacido. Cavarero argumenta
que la estructura de la esfera pública arendtiana –horizontal y fundada en la libertad– a la
que entramos por un ‘segundo nacimiento’, es lo que determina la manera en la que se
describe el hecho del nacimiento, de modo que los elementos de la madre y la infancia son
eliminados de la escena y el recién nacido se convierte en una entidad tan ficticia como el
Hombre, criticado por Arendt. Podría decirse que en este caso la luminosidad de la esfera
pública deja verdaderamente en la oscuridad a lo privado. La crítica es fuerte porque más
allá de señalar una injusticia, Cavarero afirma que, si “la escena del nacimiento es usada
para representar el concepto del comienzo”, se hace “a expensas de una fenomenología de
la natalidad”17, con lo que Arendt traiciona su actitud usual de pensar en el entre. La
16
Me gustaría evocar aquí esto: “But in the weaving room, these women neither separate their philosophy
from the body to grant it eternal duration nor entrust their experience of finitude to death in an arrogant
desire of immortality. The world of ideas and the sea are not theirs. Having men let go forth to their
adventures at sea, they stay together quietly, exchanging looks and words rooted in the individual
wholeness of their existence”. Adriana Cavarero, In Spite of Plato…, p. 30.
17
Adriana Cavarero, Inclinations. A critique of rectitude, trad. Amanda Minervini y Adam Sitze, California,
Stanford University Press, 2016, p. 119.
conclusión del capítulo respecto a la escena del espacio público es que “no hay vida en este
teatro, ni zoe ni bios. Tampoco hay verdadera relación”18. Y esta vez, más que a Arendt la
crítica parece ir dirigida contra sí misma. Si todavía se quiere pensar la política como una
posibilidad ontológicamente enraizada en la pluralidad y la unicidad de nuestra existencia
encarnada en el mundo y si esto nos requiere pensar nuestra condición corporal, entretejida
con cada uno de nuestros actos, palabras y pensamientos, la pregunta obligada es ¿Qué
cambia en la escena política deseada si se hace necesario pensar “una relacionalidad
marcada por una profunda asimetría y una dependencia originaria”19?

18
Ibid., p. 120.
19
Ibid., p. 119.

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