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5
Ibid., p. 205
en la contingencia que caracteriza el surgimiento de lo político 6 que las leyes y normas con
las que se ha tratado de delimitar y proteger su aparición.
6
Cf. Adriana Cavarero, “Politicizing Theory”, p. 515.
7
Antonio Campillo, op. cit., p. 169.
8
Adriana Cavarero, “Politicizing Theory”, p. 518.
9
Judith Butler, Cuerpos aliados y lucha política, Hacia una teoría performativa de la asamblea, trad. María
José Viejo, Barcelona, Espasa Libros, 2017, p. 100.
traductor de Cavarero a la lengua inglesa y alumno de ambas pensadoras, en su libro A
politics of the scene.
En cualquier caso y para no perder el hilo, los aspectos que Caravero enfatiza en su
recuperación de Arendt se concentran sobre todo en las cualidades del espacio público
como espacio de aparición. Si quisiera adelantar una posible razón, sería la importancia que
los grupos feministas italianos concedieron a la narración recíproca de sus historias de vida,
que tenía el poder de convertir la mera vivencia de ser mujeres aisladas en una experiencia
compartible y con ello establecer un espacio definido como político. En ese contexto, el
pensamiento de Arendt se presta como una herramienta óptima para pensar la politicidad de
una toma de la palabra que no tiene necesariamente objetivos reivindicativos o, mucho
menos, legales.
Hay un aspecto interesante que es preciso señalar y que se deja ver en la lectura de
Butler sobre Cavarero. Es de suponerse que la escena política inspirada por Arendt
correspondería a la noción de espacio público, pero a lo largo de los textos encontramos
estas palabras con extrema rareza y siempre de manera marginal. Incluso en los momentos
en los que sería preciso mencionarlo. Por ejemplo, se nos dice que para las mujeres la
historia se caracteriza por “la ausencia de espacios políticos de interacción” 10, lo que refiere
a su exclusión del espacio público. Más adelante, los grupos de autoconciencia se describen
como “un espacio relacional, contextual y compartido” 11. No parece haber diferencia
sustancial entre los dos espacios, a pesar de que el primero nombra un espacio del que las
mujeres han sido históricamente excluidas y el segundo un espacio emergente y cuyo
carácter político es absolutamente peculiar. Ya que la distinción arendtiana entre lo público
y lo privado ha sido tan criticada, es curioso que Cavarero no la mencione, ni con intención
polémica. Sin embargo, en el texto de “Politicizing Theory” y en For More tan One Voice
sí que nos ofrece un concepto nuevo para designar el espacio político que ha presentado una
y otra vez como el horizonte deseable. Este concepto es lo local absoluto.
La evasión de Cavarero del asunto del espacio público tiene un resultado más grave.
Y es que, si el espacio público arendtiano es criticable porque se establece jerárquicamente
en relación las otras esferas de la vida humana, a las que parece que subsume incluso, lo
local absoluto corre el peligro de aparecer aislado. Su contingencia y su fragilidad,
acentuadas por la ausencia del aspecto del mundo en común, que contenía las cosas y el
lugar privadamente poseído dentro de él, además de la aparente autosuficiencia de un
espacio cuyo fin es que una pueda actuar y hablar con las otras, parecen entrar en conflicto
con la noción corriente de que el feminismo tiene objetivos claros de transformación de la
vida de las mujeres.
Pero hay también otra veta que se puede seguir en el pensamiento de Cavarero,
testigo de que quizá la autora no sea tan inconsciente de las problematicidades internas de
su inspiración en Arendt. Una muestra de ello la podemos ver en el cambio que se da entre
dos pasajes casi idénticos de los últimos textos mencionados. Hablando del tipo de relación
que constituiría lo local absoluto nos dice primero que estaría “lejos de evocar pasividad” 14,
para dar un giro después y afirmar “además de evocar pasividad”15. Esta diferencia es
difícilmente casual pues señala dos cosas totalmente diferentes y da fe de la gradual
transformación de la escena política de Cavarero. La dependencia y la interdependencia
entran en acción. En parte porque, como habíamos dicho, el sentido de la identidad de cada
una de las que entran a escena está en las manos y las palabras de las otras y otros. Pero
también porque el cuerpo entero, como único sostén de la unicidad de los existentes
humanos, sus acciones y su discurso, es el protagonista.
Esta veta no es nueva, corre dentro del pensamiento de Cavarero desde sus inicios
cuando, robando las figuras femeninas de sus contextos, se planteaba exponer los hilos del
12
Adriana Cavarero, For More than One Voice…, p. 204.
13
Cf. Adriana Cavarero, “Politicizing Theory”, p. 530.
14
Ibid., p. 526.
15
Adriana Cavarero, For More than One Voice…, p. 205.
apretado tejido del orden patriarcal y retejer como Penélope la filosofía con el cuerpo, con
el sentido de lo vivo, con el aquí y ahora de su existencia marcada en femenino 16. Esta
tonalidad de su pensamiento chocaba con Arendt en la elección de sus figuras –Odiseo
frente a Penélope– o en las experiencias que la escritura de cada una escoge para iluminar.
En este sentido y aunque no se encuentre dicho, el espacio político de Arendt como espacio
público puede ser sólo una escena ya escrita, con su escenografía, su trama y sus
personajes, y lo local absoluto una escena distinta, todavía pendiente de surgir.
i.
18
Ibid., p. 120.
19
Ibid., p. 119.