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Diplomatura Superior en Educación Sexual

Integral

Módulo 3: Perspectiva sociohistórica, feminismos


en Argentina y América Latina

Clase 2: La sexualidad en las ciencias sociales


Clase 2: La sexualidad en las ciencias sociales
1. Introducción
2. La historia del concepto de género o de cómo las
desigualdades se hacen evidentes
3. Historia de un debate agitado: naturaleza y cultura
4. Entre intervenciones “correctivas” y el desarrollo de
conceptos novedosos
5. Una discusión en proceso…
6. Un final abierto
7. Actividad
8. Referencias

2
1. Introducción

¡Les damos la bienvenida!

En este encuentro intentaremos sintetizar y compartir con ustedes


algunos de los desarrollos de las ciencias sociales en torno a la
comprensión de la sexualidad como una construcción
sociohistórica.

Como vimos en el módulo anterior, el género como una categoría


de análisis de las relaciones sociales es indispensable en este
recorrido, para señalar las desigualdades que hemos naturalizado a
lo largo de nuestro proceso de socialización. Los orígenes de esta
categoría se remontan a las discusiones del feminismo radical,
también llamado “feminismo de la segunda ola” en los países del
norte y algunos de Europa, y es producto de reflexiones e
investigaciones de disciplinas muy diferentes que van desde la
medicina a la antropología.

A lo largo de este módulo van a encontrar referencias permanentes


a los contextos sociohistóricos en los que se produce el
conocimiento, ya que nos permiten comprender que los conceptos
y las teorías son emergentes de las prácticas, la reflexión sobre el
mundo, la realidad que nos rodea y la propia historia individual. El
movimiento feminista y su devenir histórico estructurarán los
desarrollos que compartimos.

3
2. La historia del concepto de género o de cómo las
desigualdades se hacen evidentes

En la actualidad la palabra género se ha extendido y popularizado.


La escuchamos en medios de comunicación, en debates políticos,
en investigaciones periodísticas; la leemos en publicaciones
académicas, en sentencias judiciales. Antropólogas que estudian sus
usos específicamente en el campo científico describen esta
utilización del género como un concepto “percha” del que se
“cuelgan” significados diversos, y señalan que se emplea como
comodín, de manera ambigua y a menudo incorrecta (Esteban,
2006; Stolcke, 2004). Género es utilizado como sinónimo de “mujer”,
de “sexo”, de “identidad de género” o para referirse a “las
diferencias entre varones y mujeres”, pero sin cuestionarlas ni
abordar su construcción social e histórica.

En este apartado veremos que el concepto de género implica una


perspectiva mucho más amplia, con gran potencia crítica y
transformadora de las desigualdades y su naturalización, que tiene
relación con estos términos, pero no es equiparable a ninguno de
ellos. Por ahora, nos preguntamos: ¿por qué este sesgo, este
recorte, esta banalización del género como categoría de análisis?
Recuperando a estas autoras, que reconstruyen la génesis feminista
del concepto, podemos pensar que aún hoy la ciencia y –agregamos
aquí– muchas otras instituciones sociales perciben las
contribuciones feministas como una “amenaza”, porque cuestionan
privilegios, modos de vida, actitudes y la propia construcción de
conocimiento.

¿Qué es el género? ¿Cuáles son sus orígenes? ¿Hay una sola


definición posible?

4
3. Historia de un debate agitado: naturaleza y cultura

Dice la antropóloga Verena Stolcke:

En los años 1970 las académicas feministas escogieron el término


género precisamente para hacer hincapié en que la desigualdad y la
opresión de las mujeres en relación con los hombres no dependen
de las diferencias de sexo biológico propias de la especie humana.
Las relaciones de género son fenómenos socio-culturales (…). Una
historia del concepto de género implica y refleja, por lo tanto, la
concepción cambiante de la cultura en relación a la naturaleza.
(2004, p. 78)

Acercarnos al género como una categoría de análisis social nos


ubica en el debate entre la naturaleza y la cultura. ¿Qué es “lo
natural” en las personas y sus relaciones? ¿Cómo se vinculan
naturaleza y cultura? ¿Se puede pensar una naturaleza humana por
fuera de toda cultura?

En este sentido, las primeras concepciones de género se


desarrollaron partiendo de la distinción entre sexo, como
perteneciente a la esfera de lo biológico y natural, y género, como
aquellas construcciones sociales y culturales en torno a lo femenino
y lo masculino. En un primer momento esta diferenciación resultó
útil, pero luego se transformó en una limitación.

En estas primeras formulaciones, el género hacía referencia a este


pasaje de “machos o hembras” determinados por la biología, a
varones o mujeres que se relacionan y se constituyen socialmente.

Los estudios de la antropóloga Margaret Mead acerca de las


sociedades de Samoa y Nueva Guinea entre las décadas de 1920 y
1930 señalan que los roles, papeles y conductas sexuales asumidos
por varones y mujeres difieren enormemente de cómo se

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desarrollaban en la sociedad estadounidense. Mead advirtió que en
algunas de estas sociedades las mujeres cazaban o pescaban y que,
en otras, los varones se dedicaban a tejer cestas, actividades que en
aquel momento de Estados Unidos estaban asociadas como
“propias” del otro género.

Sus observaciones le permitieron dar sustento empírico a la idea de


la capacidad casi ilimitada de los seres humanos de ser moldeados
por la cultura en la que nacen, crecen y se socializan. Además de
señalar la importancia y el peso de la educación en esta asignación
de roles y conductas asumidas y esperadas, Mead cuestionó la
visión sexista y biologicista que prevalecía en las ciencias sociales
norteamericanas, que asumen que la división sexual del trabajo al
interior de las familias (lo que hoy denominamos tareas de cuidado)
respondía a diferencias innatas. Su postura permitió problematizar
los roles sexuales y estereotipados que se atribuían a cada sexo,
postulando la idea de temperamento, concepto que utiliza para
explicar las diferencias de carácter y comportamiento entre varones
y mujeres, y señalando el camino hacia el concepto de género.

Muchos, sino todos los rasgos de personalidad que llamamos


femeninos o masculinos, se hallan tan débilmente unidos al sexo
como lo está la vestimenta. (Mead y Malinow, 1982)

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Para seguir reflexionando sobre estas ideas, les recomendamos el
siguiente video: Espacios y géneros

Otro de los antecedentes fundamentales del concepto de género lo


encontramos en la filósofa francesa Simone de Beauvoir, quien
desde su campo de estudio propuso la potente idea de que “Mujer
no se nace, mujer se hace”.

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Su libro El segundo sexo, hoy devenido clásico, se convierte en una
denuncia en torno a que “la biología no es destino” (de Beauvoir,
1949).

En esta obra señaló que este “segundo sexo”, al que fue relegada la
mujer, que aparece como “lo otro” del hombre desde el
sometimiento y la subordinación, no se fundamenta en cuestiones
“naturales” o biológicas, sino en la larga historia de las relaciones
sociales:

No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico,


psíquico, económico, define la imagen que reviste en el seno de la
sociedad la hembra humana; el conjunto de la civilización elabora
este producto intermedio entre el macho y el castrado que se suele
calificar de femenino. Sólo la mediación ajena puede convertir un
individuo en Alteridad. (de Beauvoir, 1949, p. 207)

Su estudio, sustentado en un análisis histórico, señala


particularmente cómo se construyó la desigualdad histórica entre
varones y mujeres y echa luz sobre la idea que comenzaba a
esbozarse acerca de la fuerte impronta que la educación, las
instituciones, las leyes y las ciencias ejercen sobre la sexualidad.

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Sus reflexiones marcaron gran parte del pensamiento feminista.

Es preciso mencionar el contexto histórico de estas producciones,


ya que nos permite una comprensión más cabal de ellas: la salida
de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) marcó definitivamente la
producción de conocimiento.

4. Entre intervenciones “correctivas” y el desarrollo


de conceptos novedosos

Si rastreamos las primeras apariciones del concepto de género,


encontramos desarrollos que provienen de la psicología y las
ciencias biomédicas, como los emblemáticos trabajos que realizaron
en Estados Unidos el médico y psicólogo John Money y el psiquiatra
y psicoanalista Robert Stoller. Este primer uso explícito del concepto
de género distinguía el “género social” –para referirse a los aspectos
psicológicos y culturales– del sexo –como lo biológicamente
determinado–. Estas primeras distinciones terminológicas se
vinculan a una práctica concreta: las intervenciones quirúrgicas de
“adecuación genital” para adaptar la anatomía de personas intersex1
y transgénero2 al género asignado o escogido. Estas operaciones de
“normalización corporal” hoy en día son ampliamente cuestionadas
por los colectivos de personas intersexuales que las califican como
mutilaciones. Sin embargo, en ese momento representaban una
perspectiva innovadora basada en el planteo de que era más “fácil”

1
Las personas intersex son aquellas cuyos cuerpos (cromosomas, órganos
reproductivos y/o genitales) no se encuadran anatómicamente dentro de los
patrones sexuales que constituyen el sistema binario varón/mujer.
2
Las personas transgénero son aquellas cuya identidad de género es diferente
del sexo que se les asignó al nacer.

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modificar el sexo anatómico que la identidad subjetiva, producto de
años de socialización. Ya veremos más adelante, cuando abordemos
el concepto de sexo, los supuestos e implicancias que están detrás
de cada uno de estos planteos.

Tal como vimos, la historia del concepto de género fue


evolucionando desde las ciencias sociales. Fueron las académicas
feministas las que dieron estatus teórico y político a los primeros
desarrollos de la categoría, ya que les permitía distinguir, en
principio, entre “lo construido socialmente” y “lo dado por la
biología”. Es interesante resaltar una constante del movimiento de
mujeres: su teoría y su práctica se encuentran unidas en un diálogo
permanente.

En 1969 Kate Millet escribe Política sexual, un libro que resulta


desafiante desde su título, al vincular la sexualidad con la política, lo
que para el momento resultaba novedoso y provocador. La
escritora y escultora norteamericana politiza el espacio doméstico,
intrafamiliar, donde quedaba relegada la sexualidad como un
asunto de orden privado.

¿Qué significa en este caso politizar la sexualidad? Se trata de poner


en evidencia que no hablamos simplemente de relaciones
particulares entre dos o más personas, sino de una política sexual, y
de visibilizar las violencias que los espacios domésticos ocultan.
Millet utiliza entonces el término patriarcado, en estrecha relación
con las discusiones que se sostenían en torno al sexo, el género y la
sexualidad.

La convicción contemporánea de que la agresión es por naturaleza


masculina y la pasividad es femenina no son, por consiguiente, más
que racionalizaciones patriarcales de desigualdades sociales, ya que
las diversas facetas de nuestras vidas que se denominan conductas

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sexuales son casi por completo el resultado de nuestro aprendizaje
social. (Stolcke, 2004, p. 28)

Las décadas de los 60 y 70 son momentos de transformaciones


políticas y filosóficas: procesos de descolonización en África,
revoluciones en América Latina, expansión de los movimientos por
los derechos civiles en Norteamérica impulsados por la lucha de la
comunidad afrodescendiente, revoluciones culturales y
movimientos pacifistas en respuestas a nuevas contiendas bélicas
como la guerra de Vietnam. En este contexto, el feminismo tuvo un
notable y activo protagonismo.

Gayle Rubin (1975), otra norteamericana también antropóloga,


acuñó el concepto de sistema sexo-género, al cual define como “un
conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la
sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el
cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”
(Rubin, 2015, p. 96). Explicó cuáles son los procesos por los que las
sociedades transforman a un “macho” de la especie en un varón y a
una “hembra” en una mujer, centrándose en las relaciones sociales
que producen las desigualdades entre ambos.

Rubin afirmó en su emblemático trabajo de 1975 El tráfico de


mujeres. Notas sobre la economía política del “sexo”:

¿Qué es una mujer domesticada? Una hembra de la especie (…) Una


mujer es una mujer. Solo se convierte en doméstica, esposa,
mercancía, conejito de playboy, prostituta y dictáfono humano en
determinadas relaciones. Fuera de esas relaciones, no es la ayudante
del hombre, igual que el oro en sí no es dinero. ¿Cuáles son,
entonces esas relaciones en las que una hembra de la especie se
convierte en una mujer oprimida? (Rubin, 2015, p. 162)

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De esta manera, dejó de lado las explicaciones biológicas de la
sexualidad y las relaciones entre los géneros para pensarlas como
un producto sociocultural, así como lo son la alimentación, la
vestimenta, el lenguaje o los sistemas de parentesco.

La disciplina histórica también se vio interpelada por estos


movimientos. En 1986, la historiadora feminista norteamericana
Joan Scott sintetizó una definición para el género que es una
referencia obligada: el género como una categoría útil para el
análisis. Sostiene que la Historia debe incorporar al género como
una categoría para la comprensión y el estudio de las sociedades.

Para Scott, el género es un concepto relacional que ha estructurado a


las sociedades a lo largo de la historia en torno a las diferencias
sexuales. Esto significa, para nuestra sociedad occidental
estructurada en términos binarios, que varón y mujer se definen en
relación siempre. No podemos comprender la construcción
histórica de las feminidades si no es desde su relación con las
masculinidades y viceversa. Desde sus referencias foucaultianas
insiste también en el elemento del poder y caracteriza a estas
relaciones de género como relaciones sociales de desigualdad.

12
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Desde sus desarrollos teóricos, Scott discute con la Historia, que ha


omitido la experiencia de las mujeres como productoras de esta e
insta a sus colegas historiadores a ocuparse de este aspecto
fundamental que organiza las sociedades. Abre así las puertas para
que los análisis feministas se profundicen y las relaciones de género
sean analizadas en sus contextos históricos y culturales concretos
(Stolcke, 2004).

Estos desarrollos se complejizaban, se extendían y diversificaban, y


aparecen también, al interior del movimiento feminista, algunas
miradas críticas, como los planteos de mujeres afrodescendientes
que denuncian que estos modelos de análisis no reflejan las
experiencias de las mujeres negras, ya que ellas, a diferencia de sus
compañeras blancas, no solo se encontraban sometidas en razón
de su género, sino que también sufrían la opresión de clase y el
racismo.

La feminista negra bell hooks plantea:

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Cuando las mujeres blancas “emancipacionistas” definieron el
trabajo remunerado como camino para la liberación, no prestaron
atención a aquellas mujeres que son las más explotadas en la fuerza
de trabajo americana. Si hubieran reconocido la penuria de las
mujeres de la clase obrera, su atención se habría desplazado de las
amas de casa suburbanas que poseían una Educación Superior y
deseaban incorporarse en la fuerza de trabajo de clase media o alta.
Si hubiesen prestado atención a las mujeres que ya trabajaban y que
eran explotadas como fuerza de trabajo de reserva en la sociedad
americana, habrían dejado de romantizar la búsqueda de las
mujeres blancas de clase media de un empleo que les satisficiera (…)
para una gran parte de las mujeres americanas el trabajo fuera del
hogar no ha sido una fuerza liberadora. (Stolcke, 2004, p. 92)

bell hooks hacía referencia a que no importa quién escribe, sino lo


que se escribe. Decidió no publicar como Gloria Jean Watkins, sino
como bell hooks, tomando el nombre de su bisabuela materna.
Poner siempre ese nombre en minúsculas implicaba para ella una
marca, una diferencia con la cual indicaba que no es tan importante
el nombre propio o la persona individual, sino los mensajes que se
transmiten y el sentido político y colectivo de su lucha y de su
trabajo. Se caracterizó por sintetizar conceptos complejos en una
escritura clara y precisa con la idea de que puedan llegar “a todo el
mundo”. Murió el 15 de diciembre de 2021, a los 69 años, dejando
más de 30 obras publicadas y un legado de lucha y compromiso.

Les compartimos el libro El feminismo es para todo el mundo, de bell


hooks.

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La consideración de las experiencias concretas de quienes sufrían
múltiples violencias demandaba nuevas miradas sobre las
relaciones de poder. El género como categoría aislada resultaba
insuficiente, era necesario ponerlo en relación con otras
desigualdades, fundamentalmente las de clase social y aquellas
basadas en la discriminación racista.

La categoría de interseccionalidad intentó dar cuenta de los cruces


y superposiciones de desigualdades.

Las y los invitamos a ver la exposición de la abogada feminista Kimberly


Crenshaw sobre este concepto.

¿Qué es “interseccionalidad”?

Si se utiliza el género como categoría de análisis y no se lo cruza con


otras desigualdades sociales, se omiten gran parte de las violencias.
Otras variables atraviesan las identidades como relaciones de

15
poder: la edad, la mirada capacitista3, la identidad de género y la
orientación sexual.

Las y los invitamos a reflexionar:

● ¿Pasa por las mismas experiencias una adolescente migrante,


lesbiana, perteneciente a una familia trabajadora, que una mujer
adulta, blanca, profesional, heterosexual ante una consulta ligada
a su salud? ¿Y una travesti?

● ¿Qué acceso a la justicia tiene una mujer de una comunidad


originaria?

● ¿Todas podemos acceder de igual manera al derecho a la


interrupción voluntaria y legal del embarazo en nuestro país?
¿Qué grado de participación y decisión efectiva sobre sus
derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos tienen las
jóvenes y adolescentes en nuestro país? ¿Y si esa joven es una
persona con discapacidad?

La mirada interseccional hace visibles las marcas históricas que


determinados procesos sociales han trazado sobre distintos
colectivos, y permite observar las violencias históricamente
ejercidas y su naturalización.

El género es un organizador social importantísimo, pero analizarlo


sin incluir otras variables oculta realidades que demandan miradas
3
El capacitismo se basa en el prejuicio de que las personas con discapacidad son
inferiores a las personas sin discapacidad, e ignora las barreras que tienen para
acceder a sus derechos, tornándose un obstáculo que opera como desigualdad.

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más complejas. En el caso de Latinoamérica, se hace evidente que la
etnia y los procesos de racialización son un analizador fundamental
a la hora de comprender la conformación histórica de la sexualidad.

Esta lectura aporta también algunos elementos para pensar la


cotidianidad en la escuela y en las aulas. Estas intersecciones
mencionadas son algunas de las que podemos observar desde el
vínculo pedagógico cotidiano, pero seguramente pueden encontrar
otras desigualdades que están presentes en sus contextos
particulares.

● ¿Cómo las pensamos, cómo las alojamos?

● ¿Las tenemos en cuenta en nuestras planificaciones docentes?


¿En los ejemplos que damos para pensar determinadas
situaciones problemáticas?

● ¿Consideramos la diversidad territorial, étnica o el origen nacional


para incluirlos como variables?

● ¿Cómo pasamos de la consideración del grupo como un “todo


homogéneo” a visibilizar las discriminaciones naturalizadas y
encarnadas en determinadas personas y grupos?

● ¿Cómo logramos poner en valor la diversidad?

● ¿Podemos pensar que aquello que nos diferencia, nos enriquece a


la vez?

Desde la ESI nos ocupamos también de estas preguntas.

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En las siguientes clases indagaremos más en profundidad sobre la
sexualidad colonizada de nuestra América Latina o, como la
denominan las compañeras indígenas, Abya Yala4.

Para reflexionar acerca de cómo abordar la educación desde una


perspectiva de género, les recomendamos la lectura del siguiente
material de la Colección Derechos Humanos, Género y ESI en la escuela:
Género

5. Una discusión en proceso…

Los años 90 aportan cambios al pensamiento social y político. Surge


el movimiento queer (en inglés significa “extraño” o “raro”),
cuestionándolo prácticamente todo, en especial los binarismos, las
identidades fijas y la idea de una “base biológica invariable” de
diferencia sexual sobre la que se construirían las desigualdades
sociales.

Este movimiento retoma una serie de críticas al “feminismo


hegemónico” que ya se venían perfilando desde los 70 por
4
Abya Yala en la lengua del pueblo cuna (Panamá) significa “tierra madura”, “tierra
viva” o “tierra que florece” y es sinónimo de América.

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feministas lesbianas, afrodescendientes o de otras geografías más
allá de Norteamérica debido al carácter heterosexista de la mirada
predominante. La crítica hacia la mirada heterosexista que floreció
en los 70 puso sobre la mesa que el discurso del feminismo blanco,
anglosajón, también estaba impregnado de la suposición de
heterosexualidad, y que esa presunción, además de discriminatoria
hacia otras orientaciones sexuales, operaba homogeneizando la
diversidad sexual que comenzaba a visibilizarse como parte del
movimiento feminista.

Los desarrollos de la teoría queer encuentran su base fundacional


en la obra de la filósofa Judith Butler. Reaparece aquí el debate
entre naturaleza y cultura, cuestionando la idea del sexo como
natural y el género como social, y entran definitivamente en escena
las variables de la sexualidad y el deseo.

La teoría queer invita a pensar que no solo el género es una


construcción sociocultural, sino también el sexo mismo y la
clasificación de los cuerpos como masculinos o femeninos (Pérez,
2016). En el recorrido de este módulo profundizaremos la idea del
sexo como una construcción. Por ahora, nos detenemos para
señalar el cuestionamiento de la heterosexualidad obligatoria que
se profundiza desde los estudios queer y propone re pensar las
asociaciones lineales entre cuerpo, género y deseo: es decir, la idea
de que por tener vulva, se “es” una mujer y el deseo sexual se dirige
hacia un varón; o que por tener pene, alguien se convierte
necesariamente en varón y su deseo sexual debe dirigirse hacia una
mujer. La teoría queer denuncia estos disciplinamientos, desmonta
las formas binarias de pensar los cuerpos, el deseo y las
identidades, cuestionando la categoría de género como tal y su
utilidad.

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Para seguir reflexionando, las y los invitamos a ver el capítulo 1 de
PibXs, una serie web documental sobre adolescencia que acerca una
mirada sobre cómo (de)construimos nuestra identidad de género.

Las influencias filosóficas de Michel Foucault sobre las teóricas


feministas son evidentes. Butler interpela la categoría de género y
propone definir al género definitivamente por las consecuencias
que tiene sobre las prácticas que regulan la identidad de género ya
que impone la heterosexualidad obligatoria de manera uniforme y
sin cuestionamientos. Desde este punto de vista, el género es algo
que se hace y no algo que se es (recordemos la definición de
poder de Foucault, y su performatividad). Para esta autora, la
discusión central no gira en torno al género (que debería
desaparecer), sino en cómo las personas elegimos y vivimos nuestra
sexualidad y nuestras identidades sexuales (Stolcke, 2004).

20
Desde diferentes corrientes feministas se ha criticado esta mirada,
pues se entiende que en esta propuesta no se toman en cuenta las
posibilidades sociopolíticas de los diferentes colectivos sociales y las
de cada persona para que todas y todos tengamos las mismas
posibilidades de desafiar la heterosexualidad. Por otro lado, se ha
resaltado la duda acerca del carácter performativo del género (la
puesta en acto del género como un discurso), desatendiendo
completamente la materialidad de nuestra sexualidad.

En las décadas de los 80 y 90 encontramos también otra mirada que


por momentos entra en tensión con la categoría de género: la que
proviene de los feminismos descoloniales y comunitarios, que se
desarrolla en nuestro continente desde las voces de Rita Laura
Segato, Karina Bidaseca, Yuderkis Espinosa Miñoso, María Lugones
o Julieta Paredes, entre otras. Muchas de ellas cuestionan la utilidad
de una categoría formulada desde las academias norteamericanas y
europeas en un nuevo intento colonizador del pensamiento local.
Retomaremos también estos planteos en las clases sucesivas.

Finalmente, es importante considerar el impacto de la perspectiva


de género entre aquellos grupos que discuten y cuestionan la
masculinidad hegemónica como la única opción. Con
cuestionamientos como: ¿qué significa ser varón en nuestra
sociedad? ¿Existe otra masculinidad? ¿Están todos los varones
preparados para renunciar a su lugar de privilegio para construir
una sociedad más justa? (Tarducci y Zelarrayan, 2016).

En el siguiente video, Paul Galofré hace un breve recorrido por varios


de los temas y debates que hemos compartido en esta clase: Construir
la masculinidad de forma consciente

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6. Un final abierto

El concepto de género en la actualidad cosecha divergencias y


consensos. Hemos leído acerca de su origen, sus disputas por la
legitimidad, sus interpelaciones desde diferentes miradas teóricas y
de militancia. Sigue vigente su uso crítico, utilizado para visibilizar
las desigualdades y denunciar, desde la mirada interseccional, las
violencias históricas que sufren las mujeres y otras identidades no
hegemónicas. El final aún se está escribiendo.

7. Actividad

Les damos la bienvenida a este nuevo espacio de intercambio en el


que trabajaremos sobre contenidos de las clases 1 y 2.

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Les proponemos hacer un ejercicio de observación escolar. Las y los
invitamos a que miren detenidamente el espacio, se detengan en
las y los estudiantes, docentes y en todas las personas que trabajan
en la institución donde se desempeñan, incluyendo directivos,
personal no docente, familias, etc. Escuchen sus diálogos, sus
intervenciones frente a diversas situaciones y modos de vincularse
con las y los demás. Miren las carteleras, relean las comunicaciones,
las actividades pedagógicas, registren las costumbres escolares, los
modos de circular y habitar los espacios.

Busquen allí alguna expresión o situación que refleje las relaciones


de poder ligadas al género y/o a la masculinidad hegemónica.
Intenten hacer visible algún aspecto acerca de cómo y dónde actúa
el patriarcado en su institución. Pueden tomar nota de lo
observado, sacar alguna foto, traer una actividad escolar, etc. El
formato de registro que elijan y que le sirva a cada una/o será el
apropiado.

Les pedimos que para finalizar el ejercicio:

● Compartan la imagen o una breve descripción/relato de la


situación o recurso elegido.
● Valiéndose de los contenidos trabajados en las clases 1 y 2
argumenten los motivos de su selección.

Recuerden respetar la intimidad de las personas, como sabemos, no


podemos compartir imágenes donde se hagan visibles los rostros
de niñas, niños y adolescentes, y si fotografiamos a personas
adultas, debemos solicitar su consentimiento para hacerlo y
socializarlo.

¡Las y los esperamos!

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Lecturas ampliatorias

Fausto-Sterling, A. (2006). Cuerpos sexuados. La política de género y la


construcción de la sexualidad. Barcelona: Melusina.

Laqueur, T. (1994). La construcción del sexo: cuerpo y género desde los


griegos hasta Freud (Vol. 20). Madrid: Cátedra.

Mauss, M. (1971). Sobre una categoría del espíritu humano: la noción de


persona y la noción del “Yo”. En Sociología y antropología.
Madrid: Tecnos.

Ministerio de Educación de la Nación. (2021). Género. Colección


Derechos Humanos, Género y ESI en la escuela. Disponible en:
https://www.educ.ar/recursos/157473/genero

Bibliográficas

Simone de Beauvoir, S. (2007). El segundo sexo. Buenos Aires:


Sudamericana.

Esteban, M. L. (2006). El estudio de la salud y el género: las ventajas de


un enfoque antropológico y feminista. Salud Colectiva, 2(1), 9-20.
Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/731/73120102.pdf

hooks, b. (1981). ¿Acaso no soy una mujer?: Mujeres negras y


feminismo. Boston: South End Press.

24
hooks, b. (2017). El feminismo es para todo el mundo. Madrid:
Traficantes de sueños. Disponible en:
https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/TDS_map47_hooks
_web.pdf

Mead, M. y Malinow, I. (1982). Sexo y temperamento en tres sociedades


primitivas. Barcelona: Paidós.

Pérez, M. (2016). Teoría Queer, ¿Para qué? ISEL, 5, 148-198. Disponible


en: https://www.aacademica.org/moira.perez/33.pdf

Rubin, G. (2015, noviembre). El tráfico de mujeres: notas sobre la


economía política del sexo. Revista Nueva Antropología, VIII(30),
95-145. Disponible en:
https://www.redalyc.org/pdf/2971/297124045007.pdf

Scott, J. (2008). El género: Una categoría útil para el análisis histórico.


Género e Historia. México: FCE - UACM. Disponible en:
https://introhistoria13.files.wordpress.com/2012/10/scott-gc3a9
nero-e-historia-parte-i.pdf

Stolcke, V. (2004). La mujer es puro cuento: la cultura del género.


Revista Estudos Feministas, 12 (2), 77-105.

Tarducci, M. y Zelarallán, M. (2016). Nuevas historias: géneros,


convenciones e instituciones. C. Merchán y N. Fink (Comps.). Ni
una menos desde los primeros años: educación en géneros para
infancias más libres. Buenos Aires. Las Juanas Editoras.

25
Videos

CONICET Documental. (2020, 18 de septiembre). E8 – Espacios y género.


Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=npxjqDHaIMA&list=PLKbhm
h0_fG5Kb2FtjIw_LTG3BMFwJNCNk&index=10

FM La Tribu. (2018, 5 de diciembre). Pibxs – Capítulo 1. Disponible en:


https://www.youtube.com/watch?v=herfeGrC4hE

formacionmzc. (2019, 13 de febrero). ¿Qué es la “interseccionalidad”?


Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=hBaIhlmM3ow

TEDx Talks. (2017, 18 de diciembre). Construir la masculinidad de forma


consciente - Pol Galofré – TEDxReus. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=RhUYfwVb6dg

Licencia Creative Commons

Autoras: Israeloff, Natalia; Otero, Eugenia; Sarlinga, Mariela y equipo de


la Diplomatura Superior en Educación Sexual Integral. DGCyE. Provincia
de Buenos Aires (2023)

Esta obra está bajo una licencia Creative Commons


Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0

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