Está en la página 1de 69

“LOS LOCOS” VALLECAUCANOS EN EL PERIÓDICO EL RELATOR, 1940 -1960.

DIANA CRISTINA ROJAS MARTÍNEZ

Las locas no se alimentan mal, aunque solamente se ocupan de comer, cuando llega el caso, sin preocuparse
demasiado de Carreño. La escena tomada en el Hospital San Isidro, puede pertenecer a cualquier núcleo
ocupado por clases pobres. (Un mundo paralelo en el Asilo de San Isidro: El Relator, marzo 5 de 1960)

UNIVERSIDAD DEL VALLE


FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y ECONÓMICAS
PROGRAMA ACADÉMICO DE SOCIOLOGÍA
Cali, Colombia
2019
“LOS LOCOS” VALLECAUCANOS EN EL PERIÓDICO EL RELATOR, 1940 - 1960

DIANA CRISTINA ROJAS MARTÍNEZ

Trabajo de grado para optar por el título de SOCIÓLOGA

Asesora MARÍA DEL CARMEN CASTRILLÓN VALDERRUTEN

UNIVERSIDAD DEL VALLE


FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y ECONÓMICAS
PROGRAMA ACADÉMICO DE SOCIOLOGÍA
Cali, Colombia
2019

2
Agradecimientos

A mi tutora, la profesora María del Carmen Castrillón por haberme guiado con su
sabiduría durante mi trabajo de grado, a mis padres por su apoyo incondicional y a Steven
Jaramillo por todo su amor y paciencia mientras realizaba este reto personal.

3
RESUMEN

La mayoría de las ideas construidas históricamente alrededor de la locura han estado teñidas por
una serie de nociones negativas y estigmatizantes que aumentan los procesos de discriminación y
agravan las condiciones de los enfermos mentales. Estas construcciones se han reproducido y
perpetuado en gran parte, gracias al alcance que tienen los medios de comunicación al transmitir
información y hacer difusión social.

El presente trabajo de corte socio-historiográfico e inscrito en un enfoque cualitativo, analizó la


forma en que fue presentada la institución, la enfermedad y el enfermo mental en las notas
informativas publicadas por el periódico El Relator de Cali entre 1940 y 1960, cuando el asilo de
locos “San Isidro” se convertía en un moderno hospital psiquiátrico.

Para el desarrollo del estudio se empleó como técnica de investigación del diseño documental, el
análisis de contenido, con el cual se logró identificar los diferentes nombres que recibió la
institución y los detalles de su evolución; los términos utilizados para denominar la enfermedad
mental, sus posibles causas, síntomas, diagnósticos y tratamientos habituales; y del enfermo, los
términos utilizados como sinónimos y/o antónimos, además, algunas fotografías de las personas
con problemas mentales publicadas en la prensa de la época, que en su conjunto permitieron
esbozar algunas ideas acerca de la locura implícitas en los contenidos publicados por dicho diario
caleño.

Palabras clave: Asilo San Isidro, estigma, enfermedad mental, loco, El Relator, Hospital
Psiquiátrico Universitario, Cali.

4
CONTENIDO

INTRODUCCIÓN .......................................................................................................................... 6
CAPÍTULO 1: Antecedentes y Metodología .................................................................................. 7
1.1 Antecedentes .......................................................................................................................... 7
1.2 Metodología ........................................................................................................................... 9
CAPÍTULO 2: CONTEXTO HISTÓRICO .................................................................................. 13
2.1 Contexto internacional ......................................................................................................... 13
2.2 Contexto nacional colombiano ............................................................................................ 18
2.3 Contexto local ...................................................................................................................... 22
CAPÍTULO 3: UNA INSTITUCIÓN MENTAL LLAMADA “SAN ISIDRO” ......................... 26
3.1 Denominación de la institución ........................................................................................... 26
3.2 El asilo de locos de Cali en la década de 1940 .................................................................... 28
3.3 Del asilo San Isidro al Hospital Psiquiátrico San Isidro: La década de 1950 ..................... 30
CAPÍTULO 4: LA ENFERMEDAD ............................................................................................ 41
4.1 Denominación de la enfermedad mental ............................................................................. 41
4.2 Posibles causas para la enfermedad mental o locura ........................................................... 43
4.3 Los síntomas de la enfermedad mental................................................................................ 45
4.4 Diagnósticos ........................................................................................................................ 47
4.5 Tratamientos habituales para las enfermedades mentales en el asilo de locos San Isidro .. 49
CAPÍTULO 5: EL ENFERMO ..................................................................................................... 54
5.1 Denominación del enfermo mental...................................................................................... 54
5.2 Conceptos contrarios a las ideas de loco (a) o enfermo mental........................................... 57
5.3 Imágenes fotográficas de personas con trastornos mentales. .............................................. 58
CONSIDERACIONES FINALES ................................................................................................ 63
Referencias Bibliográficas ............................................................................................................ 66

5
INTRODUCCIÓN

El entendimiento de la locura se ha hecho a partir de diferentes perspectivas, entre las que se puede
mencionar la magia, la medicina y la religión. Estas han empleado diversas estrategias, para
reproducir y/o perpetuar los imaginarios alrededor de la locura, entre las que se puede destacar el
papel de los medios de comunicación y en especial el de la prensa escrita.

Desde su creación en el siglo XV, hasta la actualidad, la prensa ha sido uno de los mayores
“difusores de las distintas tendencias sociales, cuya capacidad de influencia se observa en su
creciente peso en la formación de las percepciones y actitudes sociales” (Muñoz, Pérez-Santos,
Crespo, Izquierdo y Guillén, 2011, p.158). En cuanto al fenómeno de la locura, los periódicos
muestran continuamente ideas imprecisas y negativas, representaciones que “han logrado
aumentar el estigma, el ostracismo, el hostigamiento y la victimización de las personas con
problemas de salud mental por parte del público que acceden a dicha información” (Cutcliffe y
Hannigan, 2001, p. 317), ya que a menudo se les relaciona con los actos de violencia, peligrosidad,
irresponsabilidad y crímenes.

Por todo esto, se consideró importante analizar la presentación que se hizo de la institución, de la
enfermedad y de los enfermos mentales en el periódico El Relator de la ciudad de Cali entre 1940
y 1960. El estudio de estos tres aspectos, se hizo con la intención de esbozar algunas ideas acerca
de la locura implícitas en los contenidos publicados, mientras que el viejo edificio donde funcionó
el asilo de locos “San Isidro”, se transformaba en un moderno hospital psiquiátrico.

El trabajo se divide en cinco capítulos. En el primero, se presentan los antecedentes de la


investigación y se detalla la metodología; el segundo capítulo es un breve contexto histórico
internacional, nacional y local con respecto a la locura y la prensa; la tercera parte, aborda la
presentación que se hizo de la institución mental y su transformación en dicho periódico; el cuarto
capítulo contiene los términos utilizados para denominar la enfermedad mental y algunas posibles
causas, síntomas, diagnósticos y tratamientos habituales, y en el quinto capítulo, se presentan los
términos utilizados como sinónimos y/o antónimos para hacer referencia al enfermo mental y
algunas fotografías de las personas con problemas mentales publicadas en la prensa de la época.
Finalmente, se presentan las conclusiones del trabajo, la bibliografía y los anexos que respaldan la
investigación.

6
CAPÍTULO 1: Antecedentes y Metodología

1.1 Antecedentes

Desde las ciencias sociales se han desarrollado diferentes investigaciones alrededor de la locura.
Al revisar la bibliografía respecto a las formas en que ha sido presentada la institución, la
enfermedad mental y el enfermo en la prensa, se toman seis estudios realizados en América Latina
y en España que servirán como base para la realización del presente trabajo de corte socio-
historiográfico. Dichas investigaciones serán presentadas de forma ascendente, iniciando con las
que trabajaron periodos de tiempo anteriores a la década de 1940, siguiendo con las que analizaron
periodos semejantes (1940 a 1970) y para el cierre, las que se llevaron a cabo en la última década
del siglo XX y la primera del siglo XXI.

En Brasil, el estudio titulado El Hospicio Nacional de Alienados en la prensa de Río de Janeiro


(1903-1911), publicado por Ana Teresa Venancio y José Roberto Saiol en 2017, analizó la forma
en que se difundió la información durante la primera década del siglo XX en dos periódicos
brasileños (O Paiz y Correio da Manhã), acerca de la primera institución psiquiátrica del país. Los
hallazgos permitieron reconocer que, la prensa al haber sido el medio de comunicación
hegemónico de la época, contribuyó en la formación de una opinión pública sobre lo que debía ser
considerado como locura y como debía abordarse. Además, identifica características de la
institución, de sus funcionarios médicos o administrativos y algunas de las clasificaciones para los
enfermos mentales.

El trabajo de Andrés Porcel, titulado Almanaques de locos: la representación popular de la locura


en la España de posguerra, publicado en el 2015, analiza el contenido de las revistas que circularon
entre 1946 y 1963 en las que se difundían ideas acerca de los enfermos mentales y la locura. El
investigador, quien le otorga una gran relevancia a los documentos impresos al considerándolos
una excelente fuente histórica, asegura que, los medios de comunicación de esta época llegaron a
ser unas de las fuentes principales para la promoción, reproducción y perpetuación del estigma
acerca de las enfermedades y de los enfermos mentales, pero advierte, que deben ser analizados
con cuidado ya que “leer con visión contemporánea los productos culturales del pasado nos lleva
a simplificar en exceso y a una visión condescendiente desde el presente” (Porcel, 2015, p. 657).

7
En la misma línea, se encuentra artículo de Andrés Ríos Molina titulado Relatos pedagógicos,
melodramáticos y eróticos: La locura en fotonovelas y cómics, 1963-1979, publicado en el 2017
y en el cual se analizan los contenidos de una serie de historietas y fotonovelas que circulaban en
México en la década de 1960 y que abordan como tema específico la locura. Su importancia radica,
en que el autor por medio de un análisis de contenido pone atención tanto a los detalles gráficos, a
la terminología y a la narrativa (pedagógica, melodramática y erótica) empleada en las diferentes
publicaciones, busca comprender la percepción que cada una de ellas le dio a la locura rastreando
“los síntomas, las causas, [las características de] las instituciones psiquiátricas, los tratamientos, la
figura del psiquiatra, del loco o loca y el entorno social” (p.259), todo esto sin desconocer el
alcance de su investigación, debido a que no sabe a cuantas personas llegaron estas publicaciones,
si estos relatos las impactó o si sólo se consumían con el ánimo de entretenerse un rato, limitaciones
que también persistieron en el desarrollo del presente trabajo.

Por su parte, en el 2017 María del Pilar Peralta en su monografía titulada Élite cívica y filantrópica:
La Junta pro-construcción hospital psiquiátrico San Isidro, Cali, 1950-1961, indagó por el papel
de las instituciones públicas y privadas que participaron en la construcción del moderno hospital
psiquiátrico en Cali a mediados del siglo XX. La información con la que reconstruye el papel de
las instituciones la obtuvo de fuentes documentales como el archivo del Hospital Psiquiátrico
Universitario del Valle, revistas y publicaciones de los periódicos Diario del Pacífico (1950-1954),
El País (1950-1961) y El Relator (1950-1960). Adicionalmente, presenta una serie fotografías en
las que se puede apreciar algunas condiciones estructurales del antiguo asilo, se mencionan
algunos tratamientos para la enfermedad mental y muestran algunos de los pacientes que se
encontraban recluidos.

Finalmente, se presentan los dos documentos realizados en temporalidades posteriores a la época


de interés. Uno de ellos, es el artículo de José Ramón Bueno y Francisco José Mestre titulado
Prensa y representaciones sociales de la enfermedad mental del año 2005. En él, los autores
presentan de forma comparativa el análisis aplicado a los titulares publicados entre 1997 y 1998
en cuatro periódicos de la prensa española. Es un documento significativo, pues afirma que las
actitudes y conductas de las personas se ven influenciadas por la diferente información a la que
están expuesta, además, logran demostrar que las representaciones sociales de la locura obedecen
a una expresión del pensamiento social, uno que va cambiando de acuerdo con el contexto y con

8
los padecimientos mentales vigentes para cada época, pero que al mismo tiempo condiciona el rol
del enfermo en sociedad, los tratamientos y las instituciones.

El ultimo referente, se titula La enfermedad mental en los medios de comunicación: un estudio


empírico en prensa escrita, radio y televisión”, realizado por Muñoz et al. y publicado en el 2011.
Al analizar las noticias publicadas en los tres medios de comunicación, encontraron que en su
mayoría los términos utilizados para hacer referencia a la locura eran peyorativos e imprecisos y
el 25% de los datos presentaban grandes tendencias estigmatizantes, llevándolos a concluir que,
en realidad los tres medios están presentando el tema de la locura de maneras muy semejantes, por
lo que era necesario una divulgación más precisa, seria y científica de las enfermedades mentales.

Para terminar, valdría la pena decir que, los seis documentos mencionados no solo fueron
seleccionados por haber utilizado herramientas del diseño documental para identificar las ideas
acerca de la locura que aparecían en periódicos, revistas, historietas, fotonovelas y documentos
académicos, que metodológicamente reforzaron algunas ideas y permitieron pensar en otras que
resultaron apropiadas en el análisis de los tres aspectos de interés, sino también, porque reconocen
que los medios de comunicación han jugado un papel fundamental en la construcción y
reproducción de los imaginarios o ideas acerca de la locura, y aunque no se ha logrado establecer
su responsabilidad en el incremento del estigma popular, si demuestran la carga negativa puesta
en los términos relacionados a esta población, pues continuamente los relacionan con actos de
violencia, irresponsabilidad, falta de control, desorden y peligrosidad.

1.2 Metodología

Teniendo en cuenta que, la investigación gira alrededor de la presentación que se hizo de la


institución, de la enfermedad y del enfermo mental en la prensa que circulaba a mediados del siglo
XX en Cali, se optó por una perspectiva metodológica cualitativa, en la que se utilizó el análisis
documental y como fuente primaria, la prensa escrita.

En lo que se refiere a Colombia, Silva (1988) señala que las primeras publicaciones de prensa en
el país se dieron entre las últimas décadas del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX bajo una
estrecha la relación con la política. Sin embargo, el mismo autor afirma que, estas notas
periodísticas también se erigían como “un punto de concentración, expresión y dispersión de
referencias sobre [diferentes] asuntos y noticias” (p. 25), lo que permitió una diversidad en los

9
contenidos durante los siglos siguientes. La prensa por muchos años fue proactivamente la única
fuente de información, al menos hasta la tercera parte del siglo XX, a la que tenía acceso la
población, puesto que herramientas como el internet o las comunicaciones móviles no se conocían
y solo utilizando “editoriales, columnas de opinión y la transcripción de informes oficiales, publicó
descripciones y análisis que caracterizaban a la sociedad colombiana, los cuales presentaban sus
causas y posibles soluciones” (Sánchez y Castrillón, 2014, p. 59).

En cuanto al diario El Relator, se fundó en 1915 en Cali por los hermanos Eduardo, Hernando y
Jorge Zawadzki. Fue el segundo periódico más antiguo de la ciudad y surgió en medio de “toda
una faena en una época en la que Colombia se hallaba bajo un estricto régimen de gobierno
conservador” (CARACTER, 2016), donde tuvo una ideología política liberal hasta 1961 cuando
cesaron sus publicaciones. Este diario se escogió como fuente principal, porque circuló de forma
masiva en la ciudad de Cali entre 1915 hasta 1961, tiempo semejante al de la presente
investigación, también porque de la prensa escrita que circulaba en dicha época, sus ejemplares
originales suman un poco más de 180 tomos, conservándose empastados y dispuestos para ser
consultados en la Biblioteca Departamental del Banco de la República de Cali, pero además,
porque en él, se puede apreciar “la historia nacional [pero sobre todo regional] en todas sus facetas
políticas, sociales, económicas, geográficas, culturales, deportivas, judiciales (BANREP, 2004).

En lo que se refiere al periodo de consulta de las notas informativas, se decidió hacer un rastreo
desde 1940 a 1960 tiempo en el que, el viejo edificio donde funcionó el Asilo de locos “San Isidro”,
se transformaba en un moderno hospital psiquiátrico, proceso que obedecía a las necesidades
sociales, las políticas de higiene y salud pública que se vislumbraban en la región, como lo
menciona Orejuela (2014), Montes (2016), Gutiérrez (2016), Sánchez (2017) y Peralta (2017),
investigaciones que permitieron entender el contexto de las trasformaciones institucionales acerca
de la locura en dicha época.

En cada uno de los ejemplares publicados entre 1940 y 1960, se revisaron las notas informativas
asociadas a la locura. Estas se recopilaron por medio de fotografías, que luego se registraron en
una planilla en Excel, consignando de cada una lo siguiente: el título, la fecha, la sección, la página
en la que se ubica y el número del ejemplar. Como herramienta de almacenamiento se utilizó
OneDrive, con el fin de tener fácil acceso desde cualquier lugar y evitar pérdidas en la información.

10
Para el procesamiento de toda la información recopilada, se utilizó como técnica el análisis de
contenido, entendida como una “empresa de des-ocultación de significados, donde además del
contenido expreso, se interesa en conocer lo latente, lo no aparente, lo potencial, lo inédito o no
dicho de todo mensaje” (Ballester-Brage, 2013, p. 679), facilitando el alcance del objetivo
principal del proyecto, bajo la hipótesis que detrás de lo comúnmente aceptado en un mensaje de
prensa “hay un resultado creado por el significado asumido de las palabras usadas y que éstas
pueden interpretarse [de maneras diferentes]” (Murphy, 2014, p. 54).

La masa documental inicial estuvo conformada por 457 notas informativas. Entre ellas se
encontraron: noticias judiciales, políticas, económicas, internacionales, notas del contexto
institucional que hablaban de las cárceles, reformatorios, hospitales generales, mendicidad, etc.,
editoriales, artículos de opinión, crónicas, publicidad, avisos corporativos, caricaturas, tiras
cómicas y fotografías, que utilizaban términos relacionados con la locura.

En un primer momento, dicha masa documental fue sometida a una especie de escaneo temático
preliminar, con el fin de conformar el cuerpo documental de la investigación, ahí se seleccionaron
335 artículos considerados los más dicientes respecto a los objetivos específicos. Utilizando las
herramientas que ofrece el paquete office para el manejo de información, se clasificaron las
noticias de acuerdo con el predominio de unas de las tres categorías específicas: Institución,
enfermedad y enfermo mental. Una vez clasificadas, cada categoría se dividió así:
 Institución: otros nombres recibidos, personal (médicos o administrativos) y características de
las edificaciones.
 Enfermedad: otros nombres recibidos, posibles causas, síntomas, diagnósticos y tratamientos.
 Enfermo: otros nombres recibidos, características antónimas, fotografías de los enfermos.

Las dimensiones de cada categoría, se iban alimentando a medida que avanzaba la lectura de cada
artículo, sin embargo, en la gran mayoría de los artículos había términos o expresiones
relacionadas con dos o más categorías, aumentando la complejidad del análisis y ocasionando que,
en términos generales, las gráficas y tablas ilustrativas construidas posteriormente tuvieran bases
numéricas diferentes. El anexo #1 muestra ejemplos de tratamiento de las tres categorías.

Al finalizar la revisión del corpus documental, se procedió con la escritura de los cuatro capítulos
que se presentan a continuación, en los que se esbozan algunas ideas acerca de la locura implícitas

11
en los contenidos publicados por el periódico. Es importante aclarar que, en la totalidad del trabajo
se pueden observar fragmentos provenientes de las notas publicadas en El Relator, los cuales
fueron tomados en forma textual y salvo en pocas excepciones se modificó el tiempo en los verbos
o se añadió algún conector usando los corchetes [ ], con el objetivo de hacer más legible el párrafo.

En este orden de ideas, se reconocen dos limitantes principales que tuvo la investigación y que ha
estado presentes en otros trabajos. La primera, relacionada con lo afirmado por Ríos (2017), no se
sabe con exactitud “cuántas personas leyeron [las notas informativas], ni tampoco cómo fueron
recibidas, interpretadas o si realmente lograron incidir en los criterios sociales para la definición
de la locura, [de lo que se trató fue de analizar] el mensaje transmitido” (p. 260); y la segunda, tal
como lo mencionaba Murphy (2014), aunque se conocieron estudios que analizaban el fenómeno
en otros lugares, no hubo ninguno que abordara la presentación hecha en el periódico de una tema
como la locura ya sea en la ciudad de Cali o en el resto del país, razón por la cual, la discusión se
hizo frente a los datos encontrados en las investigaciones internacionales.

Finalmente, el presente trabajo se hizo pretendiendo engrosar el conocimiento empírico acerca de


la construcción social que se hizo de la locura, a partir de las publicaciones de prensa a mediados
del siglo XX. Ofrece una mirada local y socio-histórica, y adicionalmente, invita a los
investigadores sociales a considerar los medios de comunicación como unos de los principales
agentes cristalizadores de las imaginarios sociales, ideas que se construyen con el contexto y se
modifican a medida que avanza la sociedad y la historia cultural.

12
CAPÍTULO 2: CONTEXTO HISTÓRICO

2.1 Contexto internacional

La enfermedad mental, eso que “turba profundamente nuestro sentido común, amenaza el orden
social, tanto a nivel simbólico como práctico… [y que sin ser] un término médico [sino] una
categoría de sentido común, refleja el reconocimiento en nuestra cultura de que la sinrazón existe”
(Scull, 2008, p. 14) se ha estudiado desde diversas perspectivas. Estas apreciaciones van desde la
comprensión que hace Michael Foucault (1967) bajo la mirada del poder y la dominación, hasta
los trabajos más contemporáneos de autores como Roy Porter (2002), Andrew Scull (2013) y de
manera más reciente, Rafael Huertas (2012), en los que prevalece una comprensión a partir del
contexto histórico y socio-cultural.

Son innegables las diferencias que pueden existir entre unos y otros investigadores, sin embargo,
estos coinciden en reconocer que, la enfermedad mental o locura como es conocida en el argot
popular, ha estado presente desde que la misma humanidad existe, pues en cada época se ha
llamado loco, desviado o insano a toda persona que no actúe de la manera comúnmente aceptada
por la mayoría de la población. Asumirla entonces, como un fenómeno ligado a las actividades del
hombre en sociedad, tal como da cuenta el rastreo histórico de aquellos estudiosos, permite
reconocer su antigüedad y la modificación de su entendimiento a través del tiempo.

Es pertinente mencionar que, los imaginarios sociales construidos históricamente alrededor de la


locura, han pasado del misticismo y el abandono en la Antigüedad a los demonios, los castigos
divinos y el maltrato físico propio de la Edad Media, hasta la experimentación científica
revolucionaria, el tratamiento moral de la Modernidad y el psicoanálisis, la farmacología o la
genética de la Edad Contemporánea.

De todos estos cambios hablan Stagnaro (2006) y Arango-Dávila (2012) y afirman que, solo fue
gracias a las transformaciones de Pinel y Esquirol en el siglo XVIII que se logra humanizar al
paciente, el primero rechazando los tratamientos crueles y rompiendo las cadenas de los locos, y
el segundo consiguiendo una reglamentación más humanística respecto a la hospitalización de esta
población. Años después, siguiendo los mismos autores, con Kraepelin en el siglo XIX se pasa al
análisis clínico de las afecciones mentales y finalmente con Freud en el siglo XX se desarrollan

13
los primeros planteamientos que conciernen al psicoanálisis. Así, la psiquiatría europea y
norteamericana superaba en gran parte la fase de contención física, el maltrato y el abandono del
enfermo mental que estuvieron presentes siglos atrás.

Sin embargo, dicha transformación no fue uniforme en el resto de Occidente. Los pasos que se
daban hacia la modernización tanto en la comprensión como en el tratamiento de las personas con
padecimientos mentales eran significativos, pero a su vez mucho más rezagados. Al otro lado del
Atlántico, en el contexto Latinoamericano y en Colombia, los avances en el tema de la enfermedad
mental y la psiquiatría fueron tardíos y se dieron muy lentamente.

En Europa, las condiciones inhumanas se desdibujaron progresivamente desde finales del siglo
XVIII hasta la segunda mitad del siglo XIX con el auge del tratamiento moral, que transformaba
“la concepción misma de la enfermedad mental, [oponiéndose] a la visión anterior del loco como
un ser absolutamente irracional con quien resultaba imposible la comunicación, y que debía por lo
tanto ser reducido a la animalidad” (Stucchi-Portocarrero , 2015, p.154). En los países de América
Latina, la idea que el loco podría ser curado dentro de un establecimiento llamado manicomio, con
pabellones que diferenciaran a los pacientes de acuerdo con su enfermedad, se implementó hasta
bien entrado el siglo XX, contando entonces con casi un siglo de retraso. Para mencionar algunos
ejemplos, se presentarán algunas características de ciertos países de la región.

Por ejemplo, en Argentina uno de los países pioneros en el desarrollo psiquiátrico, el alienismo se
estableció finalizando la década del 1880. Según se aprecia en las obras de Stagnaro (2006), De
Lellis y Rosseto (2009), Rossi (2011) y Allevi (2016), durante la primera década del siglo XX
toma forma el modelo asilar que origina todo un fomento por la higiene pública, modelo que llega
a su apogeo durante la segunda década, pero que declina en la década de 1930. El hacinamiento y
la entrada incontrolable de pacientes con diferentes enfermedades hicieron insostenible la
institución, por lo que fue necesario pasar de lugares cerrados a consultorios especializados que
ofrecieran atención psiquiátrica abierta.

Según los mismos autores, en la década de 1940 se introdujo el psicoanálisis y en 1945 fue el
concepto de Salud Mental el que termina demarcando la psiquiatría, haciendo que las instituciones
argentinas comenzaran a transformar sus prácticas. Para la década de 1950, desaparece el
abandono del enfermo en las internaciones prolongadas y se empiezan a implementar los

14
tratamientos de “shock”; a partir de 1960 se acude al uso de la psicofarmacología, la psicoterapia
y los dispositivos comunitarios en centros de Salud Mental y en 1970, aparecen las comunidades
terapéuticas y de prevención comunitaria en salud mental, con equipos móviles de prevención
primaria y dispensarios barriales de prevención.

La historia de la psiquiatría en México, es en gran parte parecida. En el año de 1910 se inauguró


el Manicomio La Castañeda y recibió los locos de los antiguos hospitales para dementes fundados
en la época colonial. Este manicomio fue “construido bajo la concepción de un manicomio de
grandes dimensiones con pabellones independientes rodeados de corredores y grandes extensiones
de terreno al aire libre para no transmitir a los pacientes la sensación de encierro” (Sacristán, 2010,
p.13) y según relata la misma autora, el manicomio terminó heredando el hacinamiento y el
abandono gubernamental de los antiguos hospitales. Para hacer frente a estas condiciones, entre la
tercera y la quinta década del siglo XX varios médicos, políticos y personajes reconocidos, daban
a conocer las condiciones precarias de la institución, pero a cada intervención le tomaba poco
tiempo para reproducir y/o volver a las malas condiciones anteriores, como lo evidencian Sacristán
(2002) (2010a) (2010b) y Ríos et al. (2016) en sus investigaciones.

Aquellos fracasos, terminaron por ocasionar su clausura en 1968 bajo la “Operación Castañeda”.
En ese momento, los pacientes que quedaban en el manicomio fueron trasladados a los nuevos
hospitales o granjas campestres que habían empezado a ser construidos desde 1945. Estos lugares,
se presentaban ante la sociedad mexicana como unos modernos centros neuropsiquiátricos que
revolucionaban el antiguo modelo manicomial, pero según algunos testimonios que visitaron estas
granjas “el pasado seguía ahí y en las nuevas instituciones persistían los viejos procedimientos, la
misma violencia y la tradicional concepción del loco” (Sacristán, 2010, p. 22)

En Perú, la implementación del modelo manicomial fue similar, aunque un poco más tardía. Según
Stucchi-Portocarrero (2015) hasta 1913 aún se podía contemplar la miseria, las jaulas, los cepos,
los grilletes y las torturas en el Hospital del Cercado u Hospicio de Insanos como también fue
conocido el único centro de atención a los enfermos mentales del país. Según el mismo autor, el
hospital fue manejado por comunidades religiosas que reproducían a diario ideas retrogradas e
imprecisas acerca de la locura, y sólo fue hasta 1918 cuando se inaugura el asilo colonia La
Magdalena, que se inicia un proceso de modernización. Sin embargo, la idea del nuevo

15
establecimiento fue fugaz, pues al poco tiempo y de igual manera que en México “los problemas
que aquejaron al viejo Manicomio del Cercado no tardaron en presentarse. La política de
internamientos incesantes aunada al característico centralismo del Perú… lo llevaron nuevamente
a la sobrepoblación” (Stucchi-Portocarrero, 2015, p. 157).

En Chile, la necesidad de humanizar al loco comenzó desde finales del siglo XIX. La Casa de
Orates fundada en 1852 y otros edificios destinados al internamiento de locos fueron cambiando
sus ideales de acuerdo con lo que estudiantes y profesionales observaban en Europa y aunque no
todos lograron inscribirse “en el sistema de puertas abiertas, sí comenzaron a incorporar
gradualmente algunos de los elementos constitutivos del modelo” (Correa, 2017, p. 199). Sin
embargo, el proyeto del “Open Door” solo se logró consolidar a finales de la segunda década del
siglo XX, donde el interés por modernizar el manicomio respondía a la necesidad de transformar
la tradicional Casa de Orates en una especie de ciudad, como lo relata la misma autora.

Esta nueva institución, contó con mayores espacios de circulación, interacción y autonomía para
los internos. Su principal terapéutica era el trabajo manual y operativo, ya sea en actividades
agrícolas, pecuarias o en talleres. Leyton (2008) menciona que dicho modelo psiquiátrico pudo
haber sido “una nueva fábrica de subjetividades, donde se recuperaba y se curaba a los pacientes
para un nuevo sistema económico[el capitalismo], que necesita una mano de obra sana” (p.274).
No obstante y teniendo en cuenta lo que en este trabajo se quiere destacar, el nuevo modelo asilar
chileno con todas sus renovaciones, aun seguía siendo partidario del aislamiento y el encierro como
tratamiento para los enfermos, solo que se hacía aliado al trabajo.

Situaciones similares se vivieron en Uruguay y Brasil. En el primero, estaba el asilo de Montevideo


fundado en 1860, administrado por órdenes religiosas y donde el médico tenía un papel secundario.
A finales del siglo XIX, debido a las quejas por el maltrato a los pacientes, la poca o nula mejoría
de los enfermos y reconociendo la necesidad de laicizar las instituciones sanitarias, se atisbaron
las primeras ideas de cambio. Este proceso, se consolidó en 1910 con la inauguración del
Manicomio Nacional Hospital Vilardebó e implementó la psicoterapia moderna como se puede
leer en los trabajos de Casarotti (2007), Duffau (2015) y Craviotto (2016).

En Brasil, fue el modelo de las colonias agrícolas el que presentó estados sanitarios deplorables,
hacinamiento, construcciones y atenciones médicas menesterosas desde su creación en el siglo

16
XIX. Dichos aspectos procuraron ser solucionados en la década de 1930, cuando se comenzaron a
incluir pabellones, comedores, cocinas, lavanderías, farmacias y enfermerías, pero realmente las
colonias de alienados brasileñas, solo lograron una trasformación institucional hasta la cuarta y
quinta década del siglo XX cuando pasaron a ser hospitales-colonias.

En estos nuevos recintos, la laborterapia, el cine, las actividades deportivas, el acceso a la radio y
las artes aplicadas, como música y pintura fueron tenidas en cuenta como parte de los tratamientos,
al igual que los electrochoques y las psicocirugías que tomaban cada vez más fuerza al finalizar la
primera mitad del siglo XX. Al igual que en otros países de la región, se establecieron por fuera
del perímetro urbano, sus problemas del pasado pronto los alcanzaban y los enfermos con
trastornos mentales volvían a caer en condiciones lamentables, como mencionan Engel (2001)
Venancio (2007) (2011) y Carrion y Margotto (2014).

Los anteriores ejemplos, exhiben brevemente lo que sucedía en América Latina respecto a la
enfermedad mental. Al parecer en la región, la idea de considerar el confinamiento en sí mismo
terapéutico, justificaba la creación de un nuevo lugar donde el enfermo debía ser recluido para que
no tuviera contacto con lugares, personas o situaciones que pudieron haber desencadenado sus
locuras. Dicha idea influyó de forma determinante en el tratamiento de las diferentes
enfermedades, en el entendimiento del enfermo, en la consolidación de las instituciones y en el
desarrollo de la nueva especialidad médica llamada psiquiatría que apenas comenzaba a establecer
sus bases de forma profesional en la región.

Así mismo, los problemas de hacinamiento, abandono estatal, rechazo social y desconocimiento
médico respecto a las enfermedades mentales fueron persistentes en el ambiente psiquiátrico
latinoamericano. Además, justo en el momento en que la psiquiatría se asomaba por las
instituciones encargadas de los dementes en la región, el modelo predominante a nivel mundial de
atención al loco o al insano era el manicomio. Dicho modelo prevalecía, aun cuando ya se habían
dado importantes cambios en Europa y Norteamérica, y aunque no fuera considerado por los
expertos como un modelo moderno “pues su origen tenía cien años de existencia, ni tampoco
eficaz, ya que el aislamiento había probado ser un factor de cronificación de los enfermos, éste
seguía siendo el modelo terapéutico dominante de asistencia hasta la segunda guerra mundial”
(Sacristán, 2010, p. 15). Por todo esto, es posible pensar que America Latina no tuvo mayores

17
opciones para escoger, de tal manera que el modelo manicomial se instaló y se perpetuó con
facilidad en la region durante el siglo XX.

2.2 Contexto nacional colombiano

En Colombia, tal como lo menciona Gutiérrez (2016) “hasta las primeras décadas del siglo XX se
continuó la concepción de la locura como una afección heredo-degenerativa, que se curaba con
tratamiento moral, rutinas de ejercicio físico, laborterapia y otras actividades libres” (p.15),
concepciones que, si bien buscaban la mejora del enfermo, no desarrollaban un entendimiento
social y mucho menos un tratamiento científico de la enfermedad mental. No obstante, estas ideas
fueron cambiando en parte por el crecimiento económico e industrial que ocurría en la región, el
intercambio de información con profesionales provenientes del extranjero y los cambios sociales,
políticos y culturales en la ciudadanía de la época.

Dichos cambios se fueron popularizando y/o socializando tanto en la población general como en
el personal médico con intereses en psiquiatría o en psicología. En el caso de Colombia, la difusión
de información tanto la que se refiere a la psiquiatría, como al conocimiento en todas las áreas en
el panorama mundial, nacional o local, era advertida en mayor medida por la información de la
prensa escrita.

Mientras finalizaba el siglo XIX e iniciaban las primeras décadas del siglo XX, los diarios
reflejaban una Colombia que se encontraba ante una transformación económica, política y social.
Las consecuencias de la Guerra de los Mil Días, los movimientos obreros y campesinos, la pobreza,
la inmigracion, entre otros, acentuaron el descontento por los gobiernos conservadores, y
posibilitaron que en 1930 llegara un Gobierno liberal que pretendía “abrir el país al capitalismo
mediante un impulso modernizador” (Sánchez y Castrillón, 2014, p. 19). Una vez en marcha, dicho
proceso propició la expansión agrícola de productos como el café, la caña de azúcar, el algodón y
el arroz, provocando un desarrollo económico-industrial.

Con una economía emergente en el interior, pero también gracias a las exportaciones y a las divisas
recibidas por la indemnización de Panamá, Colombia logró mejorar su capacidad para endeudarse
en el plano internacional. Estas nuevas condiciones le permitieron al país ampliar los proyectos
que incurrían en gastos públicos y posibilitó la orientación “hacia las obras públicas, el transporte

18
interno, vivienda urbana y actividades comerciales” (Sánchez y Castrillón, 2014, p. 23), lo que
promovió un avance en la infraestructura vial, demandó más cobertura educativa, dando cabida a
nuevas preocupaciones relacionadas a la salud pública y social, tal como lo mencionan los mismos
autores.

Como respuesta a estos cambios, la higiene social y la asistencia pública ganaron espacios
importantes dentro de los intereses de la sociedad colombiana, pero sobre todo en las ciudades más
urbanizadas, donde existían instituciones dedicadas al cuidado o la contención de las poblaciones
menos favorecidas y marginadas (locos, menores abandonados o conflictivos, delincuentes,
mendigos, etc.), siendo esta la razón para que aquellos establecimientos pronto se convirtieran en
el foco de la agenda pública nacional gracias a las nuevas tendencias.

Al respecto, Castro (2008) menciona, que aparte de las casas de educación y los centros carcelarios
que empezaban a recibir la atención de políticos, periodistas y personas de las elites en aquella
época, los centros de salud y protección entre ellos hospitales, asilos y reformatorios, empezaron
a consolidarse como establecimientos determinantes en los que era necesaria la ayuda institucional.
De acuerdo con la misma autora, el desarrollo de aquellos establecimientos hizo que el país
aumentara la capacidad para albergar a los pobres, pues una vez establecida la ayuda institucional,
se logra asilar y encerrar a los pobres en las principales ciudades colombianas. Así, aquel proyecto
modernizador que en gran parte pretendía civilizar o adaptar a los ciudadanos a través de las
instituciones estatales, suscita el inicio de la institucionalización de la locura.

La primera ciudad en establecer un sitio para los locos fue Bogotá1. Según Benavidez (2009) “en
1871 se creó el asilo de San Diego de Bogotá para indigentes, en donde progresivamente y ante la
inexistencia de un establecimiento, se fueron acogiendo también a los dementes de la ciudad”
(Benavidez, 2009, p. 185). Años después, dicha institución se convirtió en el asilo de San Diego
para varones conocido también como el manicomio de varones o asilo de locos, centro que en
1937 se trasladaría a las afueras de la ciudad bajo el nombre de Sanatorio frenopático de Sibaté,
como se puede verificar en los trabajos de Rosselli (1968), Rodríguez (2013) y Simpson (2015).

1
Humberto Rosselli con su obra Historia de la psiquiatría en Colombia (1968) fue el pionero en investigar y en
plasmar el proceso de institucionalización de la locura en el país de manera cronológica. Dicho trabajo, no solo logró
recopilar y precisar una cantidad significativa de datos y fechas que describen las primeras instituciones enfocadas en
el tratamiento de la enfermedad mental, sino que también, se convirtió en una referencia ineludible para todos los
estudiosos del desarrollo de la psiquiatría nacional y latinoamericana.

19
Las mujeres dementes por su parte, también obtuvieron lugares “especializados” para el cuidado
y tratamiento de la locura en la capital colombiana. En 1874 inicia la Casa de Locas, que después
pasaría a ser asilo de locas y en 1937 sería el Frenocomio de mujeres de Bogotá, según lo
mencionan los mismos autores y Ospina (2006).

La siguiente ciudad en fundar una institución para los dementes fue Medellín. Los antioqueños
iniciaron con la creación en 1875 de una casa de enajenados y que en 1878 sería conocida como
el Hospital de locos. Como lo relatan Gutiérrez y Marín (2012) y Silva (2012), estos lugares se
caracterizaron por mantener en medio de situaciones precarias a sus internos, en donde el hambre
y la insalubridad eran comunes, panorama que hizo necesario la planeación de una nueva
institución, la cual se inauguró en 1892 bajo el nombre de Manicomio Departamental de Antioquia,
según mencionan los mismos autores.

Durante las primeras décadas del siglo XX, las instituciones mentales de Bogotá y Medellín
recibían los locos de otras regiones del país, pero esta práctica generó su propio colapso debido a
que reproducía con rapidez el hacinamiento al mismo tiempo que aumentaba la pobreza. Según
Gutiérrez (2015) el médico Maximiliano Rueda del asilo de locas en Bogotá en 1918 daba
testimonio “del sobrecupo por el creciente número de enfermos provenientes de todas partes del
país, ocasionó un hacinamiento” (p.108) y el médico Lázaro Uribe presentaba un informe
preocupante acerca de la situación en el Manicomio de Bermejal en Medellín el cual había
excedido la capacidad de internos lo que hizo que decayeran “las condiciones hospitalarias para la
atención de los pacientes y rápidamente se volvieran inapropiadas” (p. 113).

Frente a este panorama la ley sobre Higiene Social y Asistencia Pública2 buscó resolver algunos
problemas de las poblaciones menos favorecidas, por lo cual se consideró necesaria una
“inspección de los hospitales, asilos, hospicios, orfelinatos, gotas de leche, salas-cunas,
consultorios gratuitos, dispensarios, casas de salud y demás establecimientos de estas clases, sean
oficiales o particulares” (Artículo 1), lo que extendió la preocupación a todo el país.

Al parecer uno de los primeros resultados de esta normatividad durante la primera mitad del siglo
XX, fue la creación del Hospital San Rafael de Pasto (1932), el Manicomio de Varones de

2
Ley 15 de 1925, disponible en: http://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?id=1571092 consultado el 24
de septiembre de 2018

20
Barranquilla (1933), el Hospital Mental Rudesindo Soto de Cúcuta (1943) y el asilo San Isidro en
Cali (1944). Sin embargo, esto “no se tradujo en un mejoramiento súbito y sustancial de las
condiciones materiales o psíquicas de la existencia de los locos” (Benavidez, 2009, p.187), pues
dichos establecimientos seguían reproduciendo el aislamiento, la indiferencia social y política de
las ciudades, las precariedades económicas, las infraestructuras inadecuadas e insalubres, la falta
de personal médico especializado y hasta el maltrato físico hacia los internos, en gran parte por
falta de medicamentos que ayudaran al apaciguamiento de los enfermos con mayores alteraciones
del comportamiento.

El panorama de abandono, encierro, pobreza e insalubridad colombiano, que impidió por mucho
tiempo el mejoramiento psiquiátrico del paciente comenzó a transformarse justo en la mitad del
siglo XX. Como lo afirman los diferentes autores nacionales hasta aquí mencionados y de la misma
manera como sucedía en el resto de América Latina, la introducción de los fármacos como los
antipsicóticos en la década de 1950, trasforma la creencia en el aislamiento como una opción por
si sola terapéutica. La implementación de estos nuevos métodos, dio paso a opciones más abiertas
como las consultas externas, reduciendo considerablemente la cantidad de internamientos, pues le
permitían a la familia cuidar y suministrar la medicina correspondiente a sus enfermos mentales
sin que estos tuvieran que ser alejados de su vivienda, excepto para los controles de rutina o crisis
temporales.

Los lugares con hacinamiento y pésimas condiciones que se conocieron en Medellín, Cali y
Bogotá, se fueron transformando en instituciones en cierto sentido un poco más modernas, esta
vez con otros nombres como Hospital Mental de Antioquia (1958), Hospital Psiquiátrico San
Isidro (1961), Hospital Neuropsiquiátrico Julio Manrique (1968), entre otros. La experiencia de
estas ciudades en el sistema manicomial, facilitó el desarrollo de nuevas instituciones en otros
lugares del territorio colombiano que hasta ese momento solo remitían sus dementes a las ciudades
principales. Tal fue el caso del Hospital Sanatorio de San Pablo de Cartagena y el Instituto
Psiquiátrico San Camilo de Bucaramanga, ideas que nacieron entre la segunda y tercera década
del siglo, pero que lograron consolidarse sólo hasta 1953. No obstante, es preciso reconocer que
la gran mayoría de las nuevas instituciones siguieron presentando ciertas deficiencias económico-
administrativas, médicas, políticas o estructurales, por muchos años después de la revolución
farmacológica.

21
2.3 Contexto local

En la ciudad de Cali como ya se mencionó, el panorama no fue diferente a lo que sucedía en el


plano nacional. En el camino hacia la modernización como lo menciona Vásquez, (2001):

Creció, entonces, la población de la ciudad con base en las inmigraciones. La generación de empleo,
los salarios relativos favorables y también la violencia en el entorno…Creció la ciudad a golpe de
invasión de terrenos, pero también de construcciones legales. La dinámica económico-social ya no
cabía en el viejo ‘cascaron’ físico de la ciudad. Y cambiaron las estructuras sociales, las
mentalidades, la moral, la cultura urbana y los patrones de consumo (p. 3).

Estos cambios en las primeras décadas del siglo XX, hicieron que “los asuntos de higiene, salud y
medidas sanitarias se convirtieran en un tema central en la agenda del gobierno local vallecaucano”
(Perafán, 2013, p. 34) y que la ciudadanía comenzara a preocuparse por la población menos
favorecida y por aquellos desvalidos, como los que eran recluidos en la “cárcel-manicomio” de la
ciudad. Tal como aparece en una nota de prensa, esta institución fue inaugurada el 20 de julio de
1910,

Con motivo de las celebraciones del primer centenario de la independencia, la ciudad colocó en la
intersección de la calle 21 con el entonces camino de El Comercio, la primera piedra para un asilo
de enajenados mentales o manicomio. [pero] pasaron los días y esa fundación para los orates fue
dedicada como cárcel de la ciudad. (El Relator, noviembre 22 de 1954: Manicomio u oprobio).

El establecimiento que se convirtió en la cárcel del circuito de la ciudad, terminó recibiendo “no
sólo aquellas personas en conflicto con la ley sino también, ancianos, menores de edad, mendigos,
desocupados y dementes” (Peralta, 2017, p.32), por lo que en sus pabellones predominó el
hacinamiento y la nula diferenciación.

Al respecto, Sánchez y Castrillón (2014) presentan una nota del diario El Relator de Cali publicada
el 12 de febrero de 1930, en la cual se menciona que “los menores de edad que son detenidos, se
encuentran en reunión inmediata con los dementes… [siendo] víctimas de la crueldad de los locos,
que en momentos de exaltación les hieren a golpes” (p. 89), por lo que se hacía necesaria la
creación de una correccional para menores. Así mismo, hasta en los primeros años de la década de
1940 los reportajes publicaban que “en la cárcel de Cali, el llamado ‘manicomio’… hay exceso de
personal. Los penados cunden y a pesar de la amplitud del lugar no caben en él” (El Relator, enero
3 de 1942: La cárcel municipal) y hasta el doctor Pedro Rentería, médico que prestaba sus servicios

22
a la institución afirmaba que “la cárcel del distrito de Cali, mal llamada entre nosotros
‘manicomio’… [era] un local que no reúne las condiciones que deben llenar establecimientos de
esta índole. Falta higiene, falta capacidad, falta todo” (El Relator, enero 5 de 1942: El médico de
la cárcel de acuerdo con este diario), notas que ilustran la necesidad de diferenciar la atención y la
reclusión de estas poblaciones.

Estas condiciones, avivaron la construcción entre 1936 y 1937 de La Casona San Isidro, “como
correccional o casa de menores de Meléndez por las empresas municipales para la celebración del
IV centenario de Cali” tal como dice una placa dentro de las instalaciones del actual Hospital
Psiquiátrico Universitario del Valle. La correccional se ubicó al sur de la ciudad, pero como lo
reconocía su director Ernesto Andrade, en su planeación hubo varios errores,

Desde la misma elección del sitio, del terreno y la distribución de las dependencias… ubicado entre
dos carreteras que lo estrechan y son un perfecto inconveniente para el servicio, el terreno escogido,
que debía haberse estudiado si servía a la vez para granja, es de lo más árido que se puede encontrar
en esas zonas del sur (El Relator, enero 13 de 1941: Que el reformatorio de Cali es mal situado y
construido).

La institución “funcionó tan descuidadamente en [el sector] Meléndez, dejada en el más culpable
abandono y como algo expósito o bien mostrenco” (El Relator, enero 9 de 1943: Reformatorio de
menores), que, al poco tiempo de haber iniciado labores, se hizo necesario el traslado de los
menores a un reformatorio en Buga con mejores condiciones.

Una vez desalojado el edificio de menores, éste fue aprovechado para albergar a otra población
tan preocupante como vulnerable: los locos de la ciudad. Dicha población, según el Tesoro
departamental representaba unos gastos muy elevados, pues el departamento “invertía alrededor
de $45.000 pesos anuales en atender a los dementes vallecaucanos que [enviaba] a los manicomios
de Bogotá y Pasto” (El Relator, mayo 11 de 1940: Higiene y asistencia pública en el Valle del
Cauca), por lo que se consideró viable, adecuar el sitio que había servido como correccional de
menores, para que en esa oportunidad hiciera las veces de asilo-manicomio para los dementes de
Cali y sus alrededores.

A pesar de los rechazos de la opinión pública y algunos sectores de la población, ya que el edificio
“no llena[ba] de ninguna manera los requisitos que contempla la técnica para asilar a enfermos de

23
esta naturaleza” (El Relator, Julio 31 de 1945: La suerte de los locos), el asilo comenzó sus labores
a mediados de la década de 1940.

En cuanto a las instalaciones del asilo, en ellas se atendían y/o se custodiaban las personas con
padecimientos mentales, pero “la situación de los internos era rudimentaria y sin una adecuada
intervención terapéutica” (Gutiérrez, 2016 p.15). Finalizando la primera mitad del siglo XX, de la
misma manera en que la población había crecido puesto que “entre 1.944 y 1.955, Cali pasa de
tener 157.813 habitantes a 393.365” (Vásquez, 2001, p. 201), las personas con cuadros clínicos
que se asociaban con enfermedades mentales también se incrementaron en el Valle, pasando de
tener 532 enfermos mentales en 1944 a 632 en 1950, es decir un incremento del 18,8%, según los
datos de Orejuela (2014, p. 60).

Así mismo, la sociedad vallecaucana tuvo que resolver a mediados del siglo XX otras
contrariedades de tipo económico, político, cultural y social. Por ejemplo, las ocasionadas primero,
por la segunda Guerra Mundial y años más tarde por La Violencia en Colombia, fenómeno
marcado por asesinatos, persecuciones y luchas bipartidistas, en el que el Departamento fue una
de las regiones con mayor cantidad de focos mortales y violentos. A pesar que, las consecuencias
que dejaron ambas se extendieron por todo el territorio nacional dejando a su paso miedo, muerte,
destrucción y un aumento poblacional, la transformación del asilo San Isidro logró encaminarse
hacia un modelo de hospital psiquiátrico moderno que se puso en funcionamiento en 1961 “veinte
años después de ordenada su construcción, tiempo que permaneció el modelo asistencialista, de
control socioeconómico y político sobre la población de enfermos mentales del Valle del Cauca”
(Gutiérrez, 2016, p.16).

Por lo anterior, se podría decir que desde 1930 y hasta finales de la década de 1950, tanto el
régimen asistencialista colombiano como el vallecaucano avizoraron “un proceso de
institucionalización de las políticas sanitarias en el país, que buscaba introducir la idea de la salud
como deber de Estado y como principio de progreso” (Castrillón, 2018, p. 2) y que de acuerdo con
Gutierrez (2016) “para la primera mitad del siglo XX fue una constante preocupación en
estamentos políticos y médicos de la época, que denunciaron las condiciones infrahumanas en que
se encontraban los internos en estos establecimientos” (p. 20). Esto permitió que la actualización
en materia de higienización y medicina fuera progresiva, lo que finalmente hizo necesaria una

24
convergencia hacia políticas públicas nacionales que colocaran dentro de la agenda para el
desarrollo de Colombia y de todas sus regiones como tema principal la higiene y la prevención de
enfermedades tanto físicas como mentales

Gran parte de la historia vallecaucana entre la segunda y tercera parte del siglo XX hasta aquí
brevemente mencionada, ha sido conocida gracias al trabajo de diferentes investigadores3 que en
los últimos años le han apostado por estudiar dichas transformaciones. Los trabajos acerca de la
locura en Cali, han detallado las características de algunos programas de atención, las prácticas
médicas, los cambios en los tratamientos y diagnósticos, el papel de la beneficencia, de las elites
vallecaucanas, la participación de instituciones públicas y privadas en la consolidación del hospital
psiquiátrico, entre otras.

Dichos estudios, se han apoyado en las noticias publicadas a través de los diferentes diarios para
sustentar el contexto en el que se daba el cambio institucional que permitió convertir el antiguo
asilo San Isidro en un hospital psiquiátrico moderno. Sin embargo, aunque reconocen la
importancia de los diarios, no han desarrollado un análisis de la forma y los términos que eran
utilizados para presentar los enfermos, las enfermedades y la institución mental en un medio de
comunicación como el periódico, medio que contaba y construía la historia local, pues a menudo
interpelaba y exponía la situación por la que atravesaban los diferentes alienados de la ciudad,
aspectos que serán abordados en los siguientes tres capítulos.

3
Arboleda (2013), Sánchez y Castrillón (2014), Orejuela (2014), Gutiérrez (2015), Sánchez (2016), Gutiérrez (2016),
Montes (2016), Peralta (2017) y Castrillón (2018)

25
CAPÍTULO 3: UNA INSTITUCIÓN MENTAL LLAMADA “SAN ISIDRO”

Sobre el asilo de locos... Esas gentes que viven en el más lamentable y


doloroso de los estados, en el sentido higiénico, moral, etc. Seres tuberculosos, atados
a postes por medio de cadenas, desnudos, miserables, atendidos por empleados insuficientes,
sin asistencia médica, son los que están recluidos en el mencionado establecimiento.
¡Cuadros de Dostoiewsky! (El Relator, diciembre 3 de 1941: Los locos
viven en un antro. Sin alimento, sin higiene, sin médico y sin medicinas)

“San Isidro” es una casa a donde son llevados locos, ancianos, viudas sin
techo, etc. Hace, pues, las veces de frenocomio y de asilo, en promiscuidad antitécnica,
anticientífica y antihumana… Les falta agua… tampoco tienen que comer…
(El Relator, agosto 9 de 1949: La dramática situación de "San Isidro")

Los lugares dedicados al cuidado, tratamiento y control de la locura lograron consolidarse durante
la primera mitad del siglo XX, justo cuando se empezaban a reconocer las cualidades humanas en
los enfermos mentales. Sin embargo, “las hospitalizaciones prolongadas, las rutinas mediocres, la
pobreza en los recursos, la estigmatización de los enfermos, duraron mucho después de las
primeras construcciones, obedeciendo a la ignorancia de la sociedad en la que se desarrollaban”
(Alarcón, 2012, p.516). En ese sentido, este capítulo muestra la manera en que fue presentada la
institución mental conocida como el asilo de locos San Isidro de Cali entre 1940 y 1960 a través
del periódico El Relator, haciendo énfasis en los términos más usados para denominarla y la
descripción de los diferentes cambios físicos, administrativos y médicos, que tuvieron lugar en
aquella época.

3.1 Denominación de la institución

Los términos empleados históricamente para referirse a la institución, traen a la memoria de las
personas ideas e imágenes de lugares desolados, fríos y sombríos donde el paciente “yace en la
más absoluta inactividad, expuesto a toda suerte de abusos, encerrado contra su voluntad y
sometido al poder de un saber médico que se ha dado en llamar psiquiatría” (Sacristán, 2009,
p.164). Algunos de estos términos, al igual que “los discursos y las prácticas relativas al Hospicio
sobrepasaron los muros de la institución y se propagaron por la sociedad en general, gracias a la
divulgación que de ellas hicieron las publicaciones periódicas, en concreto, los diarios” (Venancio
y Saoil, 2017, p.3).

26
En este caso, se identificaron en 122 notas informativas4 publicadas en el diario El Relator de Cali
entre 1940 y 1960 que utilizaban diferentes términos para denominar la institución mental y en la
gráfica 1, se muestran los 5 términos más utilizados por dicho periódico.

Gráfica 1. Términos usados para denominar la Institución mental en el periódico El


Relator de Cali entre 1940 y 1960

50% 47,3%

40%
32,7%
28,1%
30% 25,8% 24,7%

20% 15,7%

10% 7,3% 5,5% 7,3% 5,6%

0%
Asilo de Manicomio Instituciones Instituciones Sanatorio
locos/dementes Psiquiátricas mentales

Década 1940 Década 1950


Fuente: Elaboración propia

La gráfica muestra que, durante la década de 1940 el término que predominaba era el de
manicomio con 47,3%, seguido por el asilo de locos o dementes con un 32,7%, las instituciones
psiquiátricas e instituciones mentales con 7,3% y 5,5% respectivamente. En la década de 1950, el
termino manicomio y el asilo seguían siendo los más habituales obteniendo un 53,9%, pero estos
fueron disminuyendo progresivamente y comenzaron a dar paso al uso de conceptos más modernos
como el de instituciones psiquiátricas el cual aumentó a 24,7% y el de instituciones mentales que
obtuvo un 15,7%. El cambio en los términos utilizados en las publicaciones, que convirtió el
antiguo manicomio en un asilo y luego en un hospital psiquiátrico, se puede entender como parte
de un proceso más grande que sucedía en todo el territorio colombiano a mediados del siglo XX y
que pretendía la modernización del campo psiquiátrico.

Además de presentar la evolución en los términos para referirse a la institución, la prensa caleña
al ser el medio de comunicación hegemónico de la época y similar a lo que sucedió en Brasil según

4
La revisión documental general comprendió de 457 noticias y el corpus documental con el que se trabajó fue de 335,
pero las tablas o gráficos presentados en este y otros capítulos como se mencionó en la metodología abarcan totales
distintos, ya que al clasificar las noticias por cada categoría (institución, enfermedad, enfermo) y sus correspondientes
dimensiones, se obtuvo una participación diferente, generando que los hallazgos absolutos varíen en cada una.

27
Venancio y Saoil (2017), continuamente informaba acerca de los cambios en materia de
administración, funcionamiento, méritos y problemáticas de la institución mental, anunciaba las
visitas hechas por personajes políticos o científicos e incluso daba a conocer las actividades
clínicas, científicas o sociales. Se debe tener en cuenta, que los asilos encargados de la atención a
dementes en Colombia, en su mayoría operaban como, instituciones “donde el enfermo mental
[era] tenido como animal peligroso, o cosa parecida, y casi nada se [hacia] por su rehabilitación…
[eran] con frecuencia meros sitios de hacinamiento y reclusión” (El Relator, mayo 8 de 1954: El
hospital psiquiátrico), pero esta situación comenzaría a cambiar, tal como se muestra brevemente
a continuación.

3.2 El asilo de locos de Cali en la década de 1940

Al finalizar la década de 1930, el asilo de locos de Cali alojaba algunos enfermos mas no ofrecía
procedimientos curativos o tratamientos a las enfermedades mentales. Este lugar acogía como el
resto de los asilos del país, “indistintamente a los marginales y estigmatizados, en especial a los
enfermos —locos, inválidos, leprosos, tiñosos, epilépticos, retardados mentales, sarnosos,
sifilíticos, tuberculosos, etc—, vagabundos, huérfanos, ancianos, prostitutas y delincuentes en
recuperación”. (Ospina, 2006, p. 307) y con los recursos departamentales, se sostenían tanto a los
dementes internados en el asilo de la ciudad, como a los que se enviaban a los asilos en otras
ciudades del país (Pasto, Bogotá, Medellín).

Por esta razón, desde mediados de 1940 “la Secretaría de Higiene y Asistencia Social proponía a
la Asamblea Departamental, un proyecto para la construcción de un manicomio” (El Relator, mayo
11 de 1940: Higiene y asistencia pública en el Valle del Cauca). Dicho manicomio, tendría la
capacidad de alojar a no menos de 300 pacientes y complementaria los servicios de asistencia
pública del Departamento.

Mientras el proyecto se ajustaba en los diferentes debates municipales y departamentales, Cali se


consolidaba como “un importante destino migratorio de los habitantes del campo quienes pasarían
a trabajar al servicio de la industria” (Orejuela, 2014, p.78). Esta explosión demográfica, que traía
una demanda creciente de productos y servicios para la población que llegaba a establecerse en la
ciudad, en parte ocasionaba, que las condiciones de vida de los enfermos mentales ya sea que
estuvieran internos o que vagaran por las calles, se agudizaran.

28
Por todo esto, el Municipio decidió acondicionar con un costo mayor a $30.000 la antigua
Correccional de Menores –ubicada a 10 km del centro en el sector Meléndez– como un manicomio
provisional. El asilo de locos conservó de la correccional de menores el nombre de San Isidro,
personaje religioso que siglos atrás había sido utilizado para nombrar algunas instituciones
encargadas de los enfermos mentales en países como España y Cuba5, tradición que pudo haber
fortalecido la aceptación del nombre entre médicos, comunidades religiosas y demás población
caleña de la época, debido a la gran influencia española presente en esta región, pero de la cual no
se encuentra mayor información en las notas informativas publicadas. No obstante, el edificio no
contaba con las condiciones óptimas para albergar la población con problemas mentales.

Al respecto, la opinión pública afirmaba que, si los enfermos estaban pasando por condiciones
lamentables de higiene, medicación y alimentación “en Meléndez quedarían en circunstancias
todavía más desastrosas para la permanente vigilancia que exigen, por la lejanía de la ciudad. (El
Relator, Julio 31 de 1945: La suerte de los locos). A pesar de la oposición, a finales del mes de
junio de 1945 se hizo el traslado de los enfermos mentales a La Casona San Isidro. Desde su inicio,
como lo mencionan Orejuela (2014) y Peralta (2017), el asilo estuvo a cargo de las Hermanas de
la Caridad de San Vicente de Paul a quienes se les autorizó por medio un contrato6, la dirección
plena del servicio interno, asumiendo las riendas a nivel caritativo y espiritual.

Ubicándose al sur de la ciudad, el asilo conservó la característica del sistema manicomial que
prevalecía en América Latina: estuvo alejado del espacio urbano y no lograba un impacto
trascendental en la salud de los pacientes. A finales del mes de noviembre, cinco meses después
del traslado, una comisión del Cabildo Municipal visitó el asilo, encontrando un panorama bastante
desalentador:

No solo no se practica la más elemental acción social, sino que aquel lugar se ha convertido algo así
como en un campo de concentración... a los dementes no se les da la alimentación adecuada a su
estado, ni nada que indique la vigilancia higiénica adecuada... Aquello de encadenar mujeres a los
postes y no construir siquiera servicios sanitarios, constituye [una] grave acusación contra la acción
social de Cali. Los sistemas puestos en práctica para recluir a los locos, son primitivos, intolerables
en un medio culto, carentes de toda humanidad. (El Relator, noviembre 30 de 1945: El asilo de locos).

5
Información que puede verse en Villasante (1999) o en Cuadernos de Historia de la Salud Pública (2005).
6
Acuerdo # 300, artículo 16 de 1946. Contrato con las Hijas de la Caridad Asilo San Isidro. Archivo Hospital
Psiquiátrico Universitario Del Valle, 25/08/1945.

29
La prensa que respaldaba esta crítica, a menudo relataba por medio de columnas de opinión,
reportajes y crónicas, las condiciones de insalubridad en el asilo de locos y es que era tan deficiente
el lugar, que no contaba con agua potable, por lo que “las hermanitas religiosas no [podían]
defenderse de los locos furiosos, ni siquiera haciéndoles bajar la temperatura por medio del baño”
(El Relator, agosto 3 de 1949: El dolor en San Isidro).

Este escenario generó en el Gobierno y en ciertos sectores sociales caleños, la necesidad de


modernizar el asilo de locos. Dicha modernización fue entendida, como una oportunidad para
mejorar las condiciones físicas y de atención en la institución, pero también como una forma de
disminuir los gastos que generaba el servicio de asistencia y el tratamiento de los enfermos que
estaban en otros lugares del país, asilos ubicados en Antioquia, Pasto y en Bogotá, que para 1947
comenzaban a sufrir igualmente de hacinamiento, falta de atención y pobreza, debido en gran parte,
al olvido estatal.

El asilo visto a través de aquellas notas de prensa durante la década de 1940, fue un lugar primitivo,
insalubre, antihumano, sin medicina, oscuro y olvidado. En él reinaba la más completa miseria,
los auxilios de los cuales disponía eran “en todo caso más que insuficientes, siquiera para atender
en mínima parte a las múltiples y permanentes necesidades de las personas que allá son llevadas”
(El Relator, agosto 3 de 1949: El dolor en San Isidro), la imagen divulgada por el diario era
negativa y daba a entender que, las personas desdichadas que llegaban a él y sus familiares, no
hallaban una esperanza de mejoramiento, y lo que encontraban con seguridad era pobreza, crueldad
y abandono.

3.3 Del asilo San Isidro al Hospital Psiquiátrico San Isidro: La década de 1950

Cuando terminaba la primera mitad del siglo XX, el asilo San Isidro era objeto de crítica por una
buena parte de la población vallecaucana. La institución “mantenía a los enfermos en calabozos,
hacinados por falta de drogas, de enfermeros y enfermeras y sin tratamiento” (Orejuela, 2014, p.
61). A finales de 1949, Cornelio Buenaventura servidor de la Asistencia Pública Municipal, con
el fin de contrarrestar estas críticas y crear ideas un poco esperanzadoras respecto al asilo San
Isidro mencionaba lo siguiente:

Me consta que Sor Magdalena [directora y ecónoma] invierte adecuadamente los dineros. Me he
cerciorado de comidas y condimentación y a fuerza de ser adecuadas, sanas y suficientes, sobra

30
comida. Se encontró necesario aumentar el personal de la nómina con dos enfermeros para manejar
los locos y ayudar... El agua, habiéndose secado el aljibe y el poso artesano, desde el año pasado se
envía una bomba diaria, que se deposita en un nuevo tanque de ladrillo que se acaba de terminar. De
manera que, la acuciosidad municipal, no escatima gastos para aplacar y enjuagar este dolor siempre
renovado y la administración es bastante buena y admirable en semejante labor. (El Relator, agosto
29 de 1949: La verdad sobre San Isidro).

Pero la situación era tan crítica, que las palabras positivas de aquel servidor no lograban ocultar
que el asilo tenía una infraestructura inadecuada y deficiente, que le hacía falta personal capacitado
y que los recursos económicos continuaban siendo escasos para cubrir las necesidades de los
enfermos que en él se hallaban recluidos. La institución, que había tenido como primer objetivo
“asegurar los locos, juntarlos, tratarlos, si pueden ser curados aquí; y despachar a Bogotá y a Pasto,
los furiosos, etc… [y como segundo], recoger los mendigos arrojados ya como el último escombro
de la miseria humana” (El Relator, agosto 23 de 1949: La verdad sobre San Isidro), encontraba
todos sus esfuerzos truncados por el poco respaldo estatal.

El asilo de locos siguió siendo presentado en las crónicas de prensa, como “un sitio contraindicado
desde todo punto de vista, para las funciones sociales que allí se cumplen, por su construcción
primitiva y abierta de caney, y porque le falta un elemento primordial: agua potable” (El Relator,
mayo 11 de 1950: San Isidro) y la nueva comisión7 que realizó una visita a mediados de 1950
reiteraría lo que ya había traspasado los muros del asilo.

El grupo de visitantes se topó más que con un asilo o un manicomio, con un lugar de destierro en
el que los internos estaban en la miseria absoluta. El informe de la visita, fue publicado en el diario
El Relator y en términos generales decía lo siguiente:

San Isidro fue construido para cualquier uso, menos para hospitalizar allí los dementes. Sin
divisiones, hay promiscuidad entre tontos y mujeres, entre ancianos y locos activos. Los enfermos
que actualmente existen son 65 y con el total del personal sube a 86. No hay teléfono, no hay servicio
de agua potable y hay que llevarla en camioneta desde Cali, cuando ésta se daña hay que utilizar la
de un aljibe, que está llena de bacterias. En la botica, no se encuentran ni siquiera los más esenciales
recursos, las camas de los dormitorios están pobremente vestidas y la ropa para los enfermos es
escasísima. Hay días en los que no hay comida, esto está olvidado de los hombres y Cali ignora los

7
La comisión fue compuesta por: El gobernador del Valle, doctor Antonio Lizarazo; la directora de Extensión
Cultural, doña Clara Inés de Zawadzki; el Director del instituto, doctor Alex Cobo, y los médicos psiquiatras que allí
prestan gratuitamente sus servicios, doctores Rómulo Mejía y Luis Fernández; el doctor Hernando Gallo y la señorita
Clemencia Fajardo, secretaria de la junta. (El Relator, junio 9 de 1950: Casa de dolor y ambiente de miseria es el Asilo
de los locos de San Isidro).

31
dramas atroces que aquí viven unos cuantos prójimos. Las monjitas encaran los locos mediante su
abnegación, su fe y la pasión por su misión, pero sus vidas están en peligro. Los locos las vejan con
mucha frecuencia y es que en San Isidro no hay personal suficiente de enfermeros ni enfermeras
especializadas. En cuanto a los procedimientos del medio-evo de la cadena y la celda para los
enfermos agitados, decían los doctores Cobo y Mejía, debemos acudir a ellos porque no contamos
con las drogas especiales que existen. (El Relator, junio 9 de 1950: Casa de dolor y ambiente de
miseria es el Asilo de los locos de San Isidro).

Lo encontrado en San Isidro permitía pensar una vez más, que la institución necesitaba un cambio
definitivo. Ante la magnitud del problema, se constituyó un grupo de personas a los que se les
llamó la junta Pro-construcción, que se encargaría de mostrar a los caleños la difícil situación del
asilo y trabajaría por darle una pronta solución a las deficiencias de la institución. Este nuevo
organismo fue fundamental para la psiquiatría de la ciudad, ya que a través de ella “se
direccionaron cambios no sólo a nivel administrativo sino también de atención a la salud mental”
(Peralta, 2017, p.61).

La junta Pro-construcción como entre principal del proyecto “dinamizó la materialización de este
hospital con un carácter distinto en dos momentos. Primero, funciona como ente regulador del
asilo y después funciona como facilitadora de la intervención de otras instituciones en el hospital”
(Peralta, 2017, p.150), dicha junta inicial quedó integrada de la siguiente manera:

Presidente, doctor Alexis Cobo; vicepresidente, señora Clara Inés de Zawadzki; tesorero, don Ignacio
Gutiérrez; vocales: Merceditas Lloreda de Garcés, don Jaime Lozano Henao y don Mauricio
Hannaford, y secretaria señorita Clemencia Fajardo. Tal junta ya está laborando y está integrada por
personas que ponen su voluntad. Podrá construir algo distinto a un asilo o a un depósito de humanidad
perdida, como lo es hoy San Isidro, un verdadero hospital psiquiátrico, una moderna clínica de
neurología y que no tenga ese depresivo nombre de manicomio, que pueda prestar un servicio
eficiente y gratuito. (El Relator, junio 9 de 1950: Casa de dolor y ambiente de miseria es el Asilo de
los locos de San Isidro).

De los personajes que conforman la junta, sus antecedentes sociales y sus posiciones económicas,
habla también Peralta (2017) y reconoce que,

Estos actores son también individuos que jugaron un papel fundamental en los ámbitos de poder de
la ciudad. Es decir, eran una minoría que influyó en el desarrollo social, económico y político de su
región, así como incidió en el proceso de transformación institucional de la ciudad por medio del
reconocimiento social, la tradición familiar, vínculos con esferas políticas, comerciales e industriales.
(p.149).

32
Volviendo al informe, en él también se mencionaba algunas ideas para transformar el asilo San
Isidro en una institución psiquiátrica moderna, entre ellas estaba “iniciar con 150 camas y luego
ampliarlas a unas 500, dotar el hospital de huertos y talleres, tener facilidades de hidroterapia y
psicoterapia, el asilo debería ser un lugar tranquilo, ameno y sin el oprobio de esto que existe” (El
Relator, junio 9 de 1950: Casa de dolor y ambiente de miseria es el asilo de los locos de San
Isidro).

Con estas modificaciones se esperaba, poder atender una mayor cantidad de personas con
enfermedades mentales, disminuir el envío de pacientes vallecaucanos a los asilos de otras
ciudades del país e implementar los nuevos tratamientos que se desarrollaban en psiquiatría. Al
finalizar el recorrido y luego de haber observado con
gran impresión cada esquina de San Isidro, el
Gobernador del Valle Antonio Lizarazo decía: “pude
palpar las anchurosas y patéticas dimensiones de este
problema y de mi parte, trabajaré en su solución, bien
por medio de auxilios o con el estímulo a los medios
que se pongan para resolverlo” (El Relator, junio 9 de
1950: Casa de dolor y ambiente de miseria es el Asilo
de los locos de San Isidro). Finalmente, todas estas
impresiones se vieron materializadas un año después
Imagen 1. Ceremonia de colocación de la
primera piedra para el nuevo edificio del “Asilo y una ceremonia confirmaría el inicio de la obra (Ver
San Isidro. El Relator, agosto 24 de 1951, p.6
imagen 1).

Durante el acto ceremonial, el Secretario de Higiene del Valle resaltaba el esfuerzo de los
miembros de la junta encargada de administrar y buscar recursos para iniciar la construcción de la
nueva institución y decía que “no han desmayado un solo día, ni han ahorrado ningún esfuerzo, ni
se han amilanado por ningún obstáculo con tal de llevar adelante su ideal” (El Relator, agosto 27
de 1951: Se colocó la primera piedra para el Asilo de San Isidro). Además, afirmaba que el
propósito del Gobierno no era adjudicarse otra obra, sino darle forma real a un ideal que desde
hace muchos meses se había convertido en el centro de sus preocupaciones y se justificaba así:

En primer lugar, desde el punto de vista económico el dinero que el Departamento invierte fuera de
sus ámbitos territoriales, bien puede ser invertido dentro de la economía vallecaucana y ello se

33
conseguirá cuando nuestros enfermos puedan ser atendidos entre nosotros… Desde el punto de vista
científico, y ahora que el Valle del Cauca va a tener su Facultad de Medicina propia, como máxima
aspiración del cuerpo médico del departamento, y también de toda la ciudadanía, la presencia de un
moderno frenocomio en esta ciudad será el primer paso al desarrollo activo de esta especialidad que
está tan en comienzos en nuestro medio. A las razones antedichas debe agregarse una de carácter
sentimental y humano, cual es la proximidad de los enfermos a sus familiares… lo cual
indudablemente ayudará en muchas ocasiones a la reconstrucción psicológica de muchos pacientes.
(El Relator, agosto 27 de 1951: Se colocó la primera piedra para el Asilo de San Isidro).

El Gobierno y la población, esperaban expectantes los cambios positivos que traería la


construcción del moderno edificio para el asilo San Isidro en Cali, pues creían que las clínicas
especializadas era una especie de “entidades culturales, en donde se limarían instintos bestiales, se
preservaría a la sociedad de los golpes criminales de sus desequilibrados, de sus anormales, de la
infinita gama de los enemigos sociales que no son otra cosa que enfermos” (El Relator, junio 9 de
1950: Casa de dolor y ambiente de miseria es el Asilo de los locos de San Isidro). El nuevo hospital
psiquiátrico, sería una obra que estaría a la altura de las mejores del país, pues bien podría
asemejarse al Hospital Mental de Antioquia que se inauguraba por esos tiempos, además, ayudaría
con el problema de los dementes vallecaucanos enviados a otros asilos como el de San Rafael en
Pasto, donde los recursos eran cada vez más insuficientes.

Mientras se ultimaban detalles y se aprobaban las últimas partidas presupuestales para iniciar en
firme la obra, al proyecto llegaban diferentes estímulos. En los primeros años, el asilo San Isidro
recibió un radio (Ver imagen 2) y varios recursos económicos que resultaban de espectáculos
organizados a su beneficio (Ver imagen 3), como veladas teatrales, desfiles de moda, festivales
hípicos, entre otros.
Imagen 2. Donación de un moderno Radio. Alegría
para el Asilo de San Isidro.
Leonor, reina de la Belleza de Colombia, acompañada
del párroco de San Fernando, presbítero Bernardo
García, entregaron al Asilo de San Isidro un
excelente radio obsequiado por don Hernando Recio,
a nombre de su pequeño hijo Juan Gabriel. En el acto
de entrega estuvieron presentes, además de la
soberana, el donante y las hermanas del Asilo, doña
Elsa Navia Orejuela, doña Mercedes Lloreda de
Garcés, doña Clara Inés de Zawadzki, doña
Clemencia Fajardo, doctores Alex Cobo y Mauricio
Mejía, donde Jaime Lozano Henao y don Alberto
Acosta.
El Relator, febrero 11 de 1952, p.2

34
Imagen 3. Entrega de cheque por $18.600 para el
Asilo San Isidro
La maravillosa ‘Miss América’ entrega con una
divina sonrisa el cheque correspondiente a la
suma colectada para el asilo San Isidro, gracias
a la presencia de esta dama en Cali, invitada
por Coltejer. Recibe el cheque el doctor Alex
Cobo (izquierda), presidente de la Junta del
Asilo, y presencia la entrega el Dr. Gabriel
Betancourt, sub-gerente general de Coltejer.
Como efecto de la muy grata visita de la
señorita Colleen Kay Hutchins a Cali, quien
presidió bellos espectáculos especiales a
beneficio de San Isidro, se colecto en total
$18.611, 70.
El Relator, marzo 31 de 1952, p.1

Era significativo el interés que había despertado el nuevo hospital psiquiátrico, sin embargo, los
enfermos mentales que habían sido recibidos en ese viejo asilo y que permanecían en él recluidos,
seguían sufriendo unas condiciones paupérrimas, propias de un depósito de seres humanos. Dos
años después de haberse colocado la primera piedra para el nuevo edificio, la situación de San
Isidro era alarmante. Algunas imágenes (ver anexo 2) ilustraban la deprimente situación y las notas
periodísticas lo corroboraban así:

La cifra actual de enfermos recluidos sobre pasa los 150, cantidad que llega a 200 con el personal
religioso y médico. La alimentación deja mucho que desear en cantidad y calidad… El personal está
totalmente aislado de Cali en materia de comunicación telefónica. Sin agua. Apenas se están
fundiendo en concreto algunas mesas, pues la mayor parte de los enfermos tenía que comer en el
suelo. Los enfermos en sus diferentes estados, tienen que vivir en común por la falta de salones. Se
ha terminado el cupo, a la entrada del asilo se puede leer que ‘No recibimos más enfermos porque
no hay donde acomodar uno solo’. (El Relator, mayo 5 de 1953: Urge la construcción de pabellones
en San Isidro).

El edificio se estaba desvaneciendo, sus dormitorios eran miserables, los calabozos no servían y
era recurrente el uso de pesadas cadenas para contener algunos enfermos. La escasez de recursos
era frecuente y para ese momento, San Isidro sostenía cerca de 200 pensionados con $4.500, suma
con la que debía “atender a todas sus necesidades; una nómina de empleados que asciende a $1.000
y con lo que resta, comida, atención médica, drogas, todo lo cual arroja el desconsolador promedio
de $17,50 por enfermo” (El Relator, febrero 23 de 1954: Si usted quiere volverse loco, vaya al
Asilo de los locos), además existía una “carencia de elementos modernos y técnicos para
tratamientos, que [habían] tenido que suplir las hermanitas a base de bondad y el doctor Cobo y

35
sus cooperadores a base de ciencia, de paciencia y de auténtico afecto por la obra” (El Relator,
abril 19 de 1954: Sanatorio para alienados).

Como se puede apreciar en las notas informativas, solucionar lo concerniente a infraestructura,


garantizaría una mejora en el problema de los locos. Por tanto, los colaboradores de la Junta y los
arquitectos del proyecto acordaron algunos requisitos mínimos (ver tabla 1) con los que el nuevo
establecimiento debería contar y que, a su vez lo catapultarían como una obra de gran envergadura
en el país, estos fueron:

Tabla 1. Requisitos técnicos para un hospital psiquiátrico moderno.


Descripción No. De pisos
Bloque de enfermería, monjas y enfermeras Tres pisos
Consulta externa, admnistracion, visitas, médicos y enfermeros Tres pisos
Tratamientos de electrochoques e insulina Un piso
Cocinas Un piso
Calderas y lavanderia Un piso
Depositos generales y dormitorios de servicios Un piso
4 pabellones para agitados. 2 para hombres y 2 para mujeres. Un piso
4 pabellones para pensionados no agitados. 2 para hombres y 2 para mujeres Dos pisos c/u
2 pabellones para enfermos de caridad no agitados. 1 para hombres, 1 para mujeres Dos pisos c/u
4 pabellones para convalecientes. 2 para hombres y 2 para mujeres Dos pisos c/u
2 pabellones para crónicos. 1 para hombres y 1 para mujeres Un piso c/u
Fuente: El Relator, abril 19 de 1954: Sanatorio para alienados. Creación propia

Estos requisitos proponían un aprovechamiento más efectivo del espacio, una clasificación por
sexo y una diferenciación de los enfermos mentales, pero no garantizaron–excepto por el espacio
de consulta externa– un ambiente diferente a la reclusión. La marcación y distribución interna,
advertía de antemano un establecimiento parecido más a un hospital general que a un hospital
psiquiátrico, en donde los enfermos no necesitarían permanecer por periodos de tiempo
prolongados en la cama, sino en zonas terapéuticas que procuraran su rehabilitación.

Algunas de estas debilidades permanecieron y otras fueron corregidas, pues durante la


construcción los planos se ajustaron varias veces. Aun con todo esto, la nueva institución
significaba un paso enorme para los programas de salud pública locales y nacionales. Los dementes
vallecaucanos que habían estado por mucho tiempo a la merced de la caridad y olvidados por los
gobiernos de turno, finalmente tuvieron un centro de atención más apropiado. El nuevo Hospital

36
Psiquiátrico San Isidro prestó atención y tratamientos especializados e intentó controlar el
crecimiento de dicha población que aumentaba con rapidez, en parte por el progreso de la ciudad,
pero también por otras razones que ocurrían en diferentes partes del mundo8.

Para 1959, el médico y director de la institución Rómulo Mejía Mejía, en un artículo publicado
por el diario El Relator en la sección Apuntes del día, decía:

“San Isidro” no es el lugar para el encarcelamiento forzado de toda clase de miserias humanas, sino
una Institución de Asistencia Pública de docencia médica y de enfermería especializada, en donde se
hospitalizan enfermos mentales a quienes se les ha examinado previamente e indicado su reclusión
si es el caso. Atiende consulta externa psiquiátrica de pacientes ambulatorios y de control de
pacientes post-hospitalizados. En el confluyen enfermos de Cali y de todas partes del departamento
en solicitud de servicios médicos y hospitalarios especializados. (El Relator, abril 20 de 1959: El
hospital psiquiátrico "San Isidro").

El director, también afirmaba que el Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Valle era
la máxima autoridad científica y consultiva, pues contaba en su equipo con profesores, psicólogos,
residentes e internos que hacían “trabajos completos en relación con tratamientos y clasificación
de enfermedades, de acuerdo con la última nomenclatura de la Asociación Psiquiátrica Americana.
(El Relator, abril 20 de 1959: El hospital psiquiátrico "San Isidro"). Al respecto, es preciso recordar
lo dicho por Montes (2016) al afirmar que,

Tanto el Departamento de Psiquiatría como el Hospital Psiquiátrico San Isidro se hicieron a la


americana… se aplicó el modelo Flexner que venía operando en Estados Unidos desde el inicio del
siglo XX y se adoptaron las prácticas médicas y de enseñanza de ese país. Por tal motivo, no es de
extrañarse el fortalecimiento de la consulta externa en San Isidro, la inclusión del psicoanálisis como
una vía para atender a los pacientes, el incremento en el número de egresos y la poca cantidad de
camas respecto a la cantidad de casos atendidos, si se hace una comparación con otros centros de
atención mental de la época. (p.100)

Los impactos positivos que traería el moderno hospital eran muy esperados, además, el proyecto
al parecer se desarrollaba conforme a lo esperado, pero lo que omitían deliberadamente los

8
Las estadísticas en Estados Unidos, demuestran que hay 4,95 enfermos mentales por cada mil habitantes en toda la
nación, pero en el Estado de Nueva York la proporción se eleva a 7,1 por cada mil habitantes. Actualmente no se
conoce en Colombia una estadística que demuestre la proporción de enfermos mentales, sin embargo, dado el bajo
estándar de vida de nuestro pueblo se puede pensar que estamos bastante por encima de la más alta proporción
norteamericana. (El Relator, mayo 8 de 1954: El hospital psiquiátrico).

37
administrativos en sus declaraciones, era la situación de los internos ahí confinados. Los reportajes
fruto de visitas programadas e incógnitas de días atrás, afirmaban que:

Fuera del policía que aguarda la entrada, más que la salida, no encontramos autoridad alguna, ni
psiquiátrica, ni médica, ni religiosa. En una mesa, que fue de madera, un loco consumía su desayuno
perfumado por los pies de otro. No hay un solo inodoro, sino tres letrinas abiertas de hueco. No había
nadie haciendo nada. (El Relator, abril 19 de 1959: El asilo de San Isidro).

Debido al total olvido del Municipio y del Departamento, no se ve por ninguna parte ni monjas, ni
médicos, ni psiquiatras, ni internos… si lo relacionamos a lo que debe ser en pleno siglo XX un
Instituto Psiquiátrico Universitario no podemos hacer otra cosa que callar y sonrojarnos. Torpeza
grande de los directores asegurar que este es un gran instituto. Nunca entonces lo auxiliaran para salir
de esta situación infame. (El Relator, abril 24 de 1959: Este es el instituto psiquiátrico San Isidro).

Lo anterior permite pensar que, hasta el personal administrativo y médico, terminó enfocando
todas sus esperanzas en el proyecto que se desarrollaba, como bien lo decía el Doctor Rómulo
Mejía al justificar las condiciones actuales “no vale la pena adaptar lo existente, toda vez que
próximamente se va a dar al servicio el nuevo hospital, con las más modernas especificaciones
realizadas por la pericia y preparación de un arquitecto especializado en construcciones
hospitalarias” (El Relator, abril 20 de 1959: El hospital psiquiátrico "San Isidro").

Las condiciones a las que había llegado el asilo San Isidro eran el resultado tanto del abandono
estatal como de la indiferencia humana. Es verdad que, entre la tercera y quinta década del siglo
XX cuando inicia el asilo de locos en Calo, los enfermos mentales no recibieron la atención
adecuada e incluso varios tuvieron que revivir tratamientos propios de la época medieval, pero el
drama estaba próximo a terminar, o por lo menos a mejorar. A puertas de finalizar el primer
semestre de 1959, el huevo Hospital Psiquiátrico San Isidro tenía varios pabellones que
próximamente serían inaugurados, habían sido dotados de adelantos técnicos modernos y contaban
“con la asesoría del profesor de psiquiatría de la Facultad de Medicina del Valle, de varios médicos
internos, enfermeras graduadas y asistentes sociales. Todos trabajando ordenadamente bajo la
acertada dirección del doctor Rómulo Mejía” (El Relator, abril 30 de 1959: Del Asilo de San Isidro
al Hospital psiquiátrico San Isidro).

Al final de la década de 1950, se publicaba en la prensa local que la primera parte del Hospital
Psiquiátrico San Isidro sería inaugurada. La nota periodística afirmaba que, la nueva obra de la
Beneficencia del Valle del Cauca llegó tenía un costo de 2.000.000 de pesos, ilustraba con

38
fotografías algunas partes de la institución y destacaba el apoyo de la Lotería del Valle a dicho
proyecto.

Imagen 4. Fotografías tomadas de El Relator,


Octubre 22 de 1959: Hospital psiquiátrico
San Isidro de Cali, p. 8

Además de la belleza arquitectónica y que el hospital había sido proyectado de acuerdo con las
normas más exigentes de la medicina moderna especial para hospitales mentales, en la nota
aclaraban que, al terminar la primera etapa la zona de diagnósticos y tratamiento estaría en su
capacidad total de 550 camas, pero que los equipos dispuestos en el área de cocina y lavandería
solo alcanzarían para atender 247 camas. Durante la segunda etapa, se completarían las 303 camas
faltantes con un costo de 1.500.000 de pesos y “se construirían las facilidades para Terapia
Ocupacional, tales como talleres de carpintería, modistería, cerámica, etc., y facilidades para
Terapia Recreacional: salones de Gimnasio-teatro, estudios para actividades artísticas, Bibliotecas,
etc.” (El Relator, octubre 22 de 1959: Hospital psiquiátrico San Isidro de Cali).

Finalmente, con el acta 116 del 14 de noviembre de 1960, la institución se constituye legalmente
y como lo menciona Peralta (2017) “se modifica el nombre, se prórroga las obras de construcción
hasta 1961 y se presentan los estatutos de la nueva institución” (p.138). Aquel asilo que albergó

39
una cantidad considerable de locos y desdichados en condiciones lamentables, se convertiría en el
moderno Instituto Psiquiátrico Universitario del Valle, que necesitaría tanto de la población
general como del Gobierno para prestar sus servicios óptimamente.

La creación del nuevo hospital psiquiátrico de la ciudad, desplazó el modelo hegemónico de


atención hacia nuevas las tendencias para la atención de pacientes con padecimientos mentales. El
reformado San Isidro, consiguió configurar “nuevos tratamientos y profesionales del campo de la
salud mental que incidieron en la clasificación y diferenciación de los enfermos mentales, la
atención hospitalaria, la formación estudiantil y docente de psiquiatras, la administración y
arquitectura del Hospital” (Peralta, 2017, p.151).

La obra que no parecía traer mayor gloria o reconocimiento, logró “fortalecer los equipos
interdisciplinarios, la apertura de programas de especialización en psiquiatría, la provisión de
psicofármacos que reemplazaban la contención física y la utilización de la terapia
electroconvulsiva” (Ardón y Cubillos, 2012, p.14). Los enfermos mentales y sus familias, que
pocas veces tenían algo más para dar que su agradecimiento, obtuvieron finalmente en 1961 una
institución mental que, aunque estaría por mucho tiempo en proceso de desarrollo, comenzaría a
ofrecer al Departamento del Valle del Cauca y a sus alrededores ayuda especializada y tratamientos
más modernos, más humanos.

Para terminar, es pertinente reconocer que El Relator, aunque divulgaba una imagen negativa de
la institución en donde eran recluidos los enfermos mentales de la ciudad “al publicar los límites
y males de la institución… [también], ayudaba a mantener el lugar social de esta institución al
informar y opinar sobre quien era enviado al manicomio y de qué modo esto debía ocurrir”
(Venancio y Saoil, 2017, p. 11). El proceso que transformó el asilo de locos en un hospital
psiquiátrico moderno, como lo menciona Castrillón y Sánchez (2018) fue “producto de las
constantes denuncias de la prensa e instituciones del Estado –como la Beneficencia Pública y la
Dirección de Higiene del Valle del Cauca– sobre la falta de organizaciones adecuadas para la
atención de los locos” (p.273), es decir que, aquellas crónicas y reportajes de prensa no solo servían
para hacer llamados a la solidaridad de los caleños o para recordar la existencia de los pacientes
que sufrían las precariedades del lugar, sino que también eran una herramienta para mantener
vigente el tema en la agenda política y social.

40
CAPÍTULO 4: LA ENFERMEDAD

En todas las edades, las enfermedades mentales tienen una influencia terrible
sobre la vida doméstica… y en todos los sectores de la sociedad, igualmente, ellas son un factor
de primer orden en cuanto a la criminalidad y a la delincuencia infantil y juvenil.
(El Relator, abril 27 de 1955: Enfermedades mentales, el gran problema)

La enfermedad mental “ha sido concebida de diferentes maneras en nuestro continente, en función
de la evolución de conceptos etiológicos, diagnósticos, terapéuticos, académicos y heurísticos a
los que la psiquiatría latinoamericana siempre ha estado atenta” (Alarcón, 2012, pág. 518). Esta
categoría ha permitido diferenciar, clasificar, tratar e investigar diferentes aspectos de los
trastornos mentales, aunque también ha sido usada, para marginar a todos aquellos considerados
en un momento como desviados, seres a los que se les debe condicionar y hasta restringir sus
interacciones sociales. Por lo tanto, en este capítulo se desea mostrar la forma en que era
denominada y descrita la enfermedad mental en el periódico El Relator de Cali entre 1940 y 1960,
tiempo en el que se daba una transformación sociocultural, administrativa y científica en el campo
de la psiquiatría latinoamericana.

4.1 Denominación de la enfermedad mental

Con base en la perspectiva de la historia social y cultural, la enfermedad mental “se nos presenta
como un elemento fundamental para entender la clínica, para interpretar correctamente los cambios
conceptuales y prácticos en torno al quehacer psiquiátrico y para comprender la actitud social hacia
la locura y el loco” (Huertas, 2011, p. 445), Estas ideas, se han replicado en gran parte, gracias a
la presentación que se hace de ella en los medios de comunicación, ya que son estos los que
“potencian un marco común de categorías interpretativas de la realidad, y en el que ellos mismos
son a la vez emisores y receptores de la distribución de conocimientos y representaciones de
distintos fenómenos sociales” (Bueno y Mestre, 2005, p. 134).

En la ciudad de Cali, los términos utilizados en el diario El Relator para referirse a la enfermedad
mental fueron encontrados en 178 noticias, estos términos provenían tanto del argot popular como
del lenguaje científico y a continuación (ver Tabla 2), se muestran algunos de ellos.

41
Tabla 2. Palabras asimiladas al término de enfermedad mental en las
publicaciones de El Relator de Cali entre 1940 a 1960.
Nombres Década de 1940 Década de 1950 Ambas décadas
Mal --- 4,3% 2,3%
Chifladura 6,3% --- 3,0%
Trastorno mental --- 5,8% 3,0%
Enajenación mental 7,9% --- 3,8%
Demencia 15,9% 11,6% 13,6%
Enfermedad mental 11,1% 34,8% 23,5%
Locura 58,7% 43,5% 50,8%
Total 100% 100% 100%
Fuente: Construcción propia
La tabla muestra que, en la década de 1940 el término predominante para referirse a la enfermedad
fue la locura con 58,7%, seguido por la demencia con 15,9% y otros términos como enajenación
mental y chifladura que sumaban 14,2%, dejándole al término enfermedad mental un 11,1% de
participación en las notas informativas. En la década de 1950 el uso de la palabra locura siguió
siendo el principal, pero al igual que el término demencia, presentó una disminución, en contraste
con el de enfermedad mental, que aumentó su participación en más de veinte puntos porcentuales.
Los datos de ambas décadas, pueden ser entendidos si se tiene en cuenta que, “la denominación de
los trastornos mentales es normalmente sencilla y unívoca, y la forma más repetida [en la historia]
de referirse a ellos es con el término locura” (Porcel, 2015, p. 651).

Como se aprecia, el término que tomó más fuerza en las publicaciones periodísticas en la década
de 1950 fue el de enfermedad mental, lo que hasta cierta parte podría ser explicado, por la creación
de la Facultad de Medicina de la Universidad del Valle y la influencia que tuvo en ella la Fundación
Rockefeller. Es importante aclarar que, dicha fundación perteneció al modelo psiquiátrico
norteamericano y se desarrolló próxima a los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), en los que el concepto de enfermedad mental era más utilizado, por lo tanto, al otorgar
becas para la formación de los médicos y docentes vallecaucanos en universidades
norteamericanas (Montes, 2016), quienes al terminar sus estudios pasaban a ser parte del
organismo que actuaba como consultor científico del asilo San Isidro, pudieron ir integrando este
nuevo lenguaje, transformaciones que eran semejantes a lo que ocurrió en países como Uruguay
(Duffau, 2015), Argentina (Allevi, 2016) o Brasil (Venancio, 2007), en donde el lenguaje médico
fue adquiriendo una importancia significativa y consiguió transformar el lenguaje usado por la
opinión pública.

42
4.2 Posibles causas para la enfermedad mental o locura

Las causas que generan las enfermedades mentales, han sido uno de los aspectos que más ha
preocupado a la población general. Por ejemplo, en España a mediados del siglo XX se asumía
que, los choques emocionales, los traumas, las pasiones extremas, las ideas obsesivas y hasta los
golpes en la cabeza (Porcel, 2015), eran los causantes de la enajenación mental. Un rastreo similar,
se aplicó a las 335 noticias publicadas en el diario El Relator de Cali entre 1940 y 1960, en 92 de
ellas se mencionan las posibles causas, pero se aclara que, la mayoría de estas menciones eran
breves, se publicaban una sola vez y salvo en pocas ocasiones se cubría la evolución de los casos.

Las causas encontradas se clasificaron en 5 grupos (Ver tabla 3). En el primer grupo sobresalen
los daños físicos del cerebro ocasionado por accidentes, golpes en la cabeza o malformaciones
hereditarias, seguido por el consumo de sustancias como el alcohol, los cigarrillos de marihuana,
el LSD (dietilamida de ácido lisérgico) y el uso del químico llamado Basileo Lyserg (el polvo de
la locura), mientras que otras causas son, la falta de nutrición y las fiebres ocasionadas por otras
enfermedades, lo que se puede relacionar con lo que se pensaba en otras épocas cuando se
asociaban “los trastornos mentales con otras enfermedades de naturaleza diversa [como] sífilis,
tuberculosis y vicios como el alcoholismo y la drogadicción” (Porter, 2002, p.84).

El segundo grupo se denominó de origen externo. Se destaca el impacto de las guerras y la


violencia mundial10, hechos que generaron alarmismo en los periódicos, desconcierto universal
económico y militar, aunque también se mencionan otros causantes como las manchas solares, los
sucesos políticos y el clima caluroso. El tercer grupo son las causas de origen emocional, que bien
podrían dividirse en dos: los causados por los cambios de la vida contemporánea al crear ambientes
inseguros y con poco tiempo disponible para ocuparse del bienestar personal, que producían a su
vez inquietudes, dudas, zozobra, soledad y disgustos, traducidos en frustraciones personales y
problemas económicos para el hombre moderno; y por otra parte, los sentimientos que se
generaban alrededor de las relaciones familiares como el desamor, la culpa, la tristeza por el
fallecimiento de familiares, el abandono de la pareja, los problemas matrimoniales, las relaciones
tormentosas con padres, las infidelidades y los celos.

10
Provocado por la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y años después, por las tensiones de la Guerra fría que
inició en 1947 y que perdura hasta 1991.

43
Tabla 3. Posibles causas de las enfermedades mentales entre 1940 y 1960
Origen
Físico Externo Emocional Psíquico Mágicas
Década
 Cerebro dañado  alarmismo en  Soledad, angustia, tristeza,  Alucinaciones  Bebedizos
 Antecedentes hereditarios periódicos disgustos, dudas de la sociedad  Traumas en la  Aguas
 Cansancio por trabajo  Conflicto bélico moderna niñez encantadas
 Falta de nutrición mundial  Sentir culpa por el fallecimiento de  Desespero por
 Fiebre  Economía y el familiares situaciones
  Amargura, ruina moral
1940

Intoxicación por alcohol desconcierto cotidianas


universal  Impacto de las imágenes de guerra (llanto de un
 Guerras, malas crean sistemas nerviosos anormales bebe)
noticias europeas  Vanidad, egocentrismo, auto-filia,
 Manchas solares desconfianza
 Sucesos políticos  Inadaptabilidad social, zozobra
 Infidelidad y perdida de familiares
 Alcoholismo  Ineficiencia de las  Enamoramiento  Complejos de  Posesión de
 Lesión e infección cerebral autoridades  Amor prohibido, celos, soledad, infancia un espíritu
 Arterioesclerosis,  Caída del régimen desamor  Subconsciente  Persecución
avitaminosis, tifoidea, sífilis, militar  Crecer sin los padres lesionado de espíritus
paludismos, pelagra  Sucesos políticos  Duda, indecisión diaria, inseguridad  Secciones
 Cigarrillo de marihuana  Víctima del  Impaciencia, inquietud, angustias de espiritistas
 Falta de nutrición fucú(mala racha) la vida contemporánea, falta de
 Longevidad (envejecimiento)  Clima caluroso
1950

naturalidad, falta de ideales y de


 traumatismo cerebral por  Guerras esperanzas
accidentes o golpes en la  Ambiente belicoso  Abandono de la pareja
cabeza en la calle  Frustraciones personales, problemas
 Consumo de LSD económicos y en el matrimonio
 Uso del químico basileo  La vida moderna convirtió al
Lyserg (el polvo de la locura) hombre en un esclavo sin tiempo
 Contaminación de alimentos para hacer comida, reposar o dormir
por mercurio.

Fuente: Construcción propia

44
Al cuarto grupo, corresponden a las causas de origen psíquico. En ellas se mencionan los traumas
o complejos de la infancia e incluso la desesperación por situaciones cotidianas, por ejemplo, el
llanto de una bebé que desencadenó el desespero de su padrastro después de llegar de un baile, el
cual “la emprendió a mordiscos contra la indefensa niña en forma sencillamente salvaje, digna
apenas de un paranoico” (El Relator, junio 25 de 1949: A dentelladas las emprendió un paranoico
contra niña de 3 meses).

El quinto grupo, lo conforman las causas de origen mágico y hacen alusión a bebedizos, a lugares
encantados productos de la hechicería y a enfermedades mentales producidas por la posesión,
persecución o contactos con espíritus. Estas ideas publicadas y reproducidas por la prensa, también
estuvieron presentes en las historias clínicas de los pacientes que asistían al asilo San Isidro. León
(1968) interesado en el contenido de las producciones psicopatológicas en relación con el trascurso
del tiempo, al revisar cerca de 2.000 historias clínicas elaboradas entre 1956 y 1966 reconocía que,
para dicha época, hubo “un claro predominio del diablo, seres demoniacos o infernales… siendo
el segundo elemento de importancia las ánimas y los espíritus” (p.109).

Lo anterior, demuestra la presencia, aunque en menor medida, de creencias místicas antiguas, que
en su momento fueron desarrolladas en los tiempos medievales y durante el Renacimiento, cuando
se responsabilizaba a Satanás de tentar y querer apoderarse de las almas de las personas, y donde
“la locura era ese estado mental en que el alma, poseída u obsesionada por el diablo, protestaba y
blasfemaba contra el Todopoderoso” (Porter, 1989, p. 131).

4.3 Los síntomas de la enfermedad mental

Históricamente, ha existido una gran variedad en las condiciones que han sido entendidas como
síntomas que anunciaban la presencia de la locura. Dichos síntomas, han ido desde “la tentativa de
suicidio, el suicidio consumado, el crimen (asesinato, decapitación), la locura peligrosa… la
borrachera y la agresión” (Venancio y Saoil, 2017, p. 10), hasta la exaltación y la violencia, el
pensamiento del demente que cree ser otra persona, las alusiones, las manías de grandeza, las
manías persecutorias, la excentricidad o las extravagancias” (Porcel, 2015).

Con respecto a lo que se entendió popularmente como síntoma, la gráfica 2, muestra algunas de
las señales que revelaban la existencia de alguna enfermedad mental en la población vallecaucana,

45
aunque se aclara que esta clasificación, resultó después de agrupar la información obtenida en 206
noticias publicadas en El Relator.

Gráfica 2. Síntomas que advertían una posible enfermedad mental en Cali, 1940-1960

Violencia y Peligrosidad 8,7%

Ruptura social 20,2% 43,6%

Alucionaciones, delirios,
desordenes de identidad
Autoagresión
27,5%

Fuente: Construcción propia

Como lo muestra la gráfica, durante la cuarta y la quinta década del siglo XX en Cali, los síntomas
que se consideraban mayoritariamente constitutivos de la locura y que representan un 43,6%,
hacían referencia a los actos de violencia y peligrosidad cometidos por los enfermos, estas
condiciones son similares a lo encontrado por Bueno y Mestre (2005), puesto que en ellas “la
agresión reflejada en la prensa tiene un origen multicausal [e] independientemente del diagnóstico
‘real’ del agresor, este es descrito y asimilado a un trastornado o enfermo mental” (Bueno y Mestre,
2005, p. 144). La segunda categoría, identificada con el título ruptura social tuvo una participación
del 27,5%, aquí se ubicaron aquellos síntomas que le impedían al enfermo tener relaciones sociales
bajo parámetros considerados normales para la época, como por ejemplo, oír música en alto
volumen, usar vestidos extravagantes, emplear palabras soeces continuamente en las
conversaciones, presentar tartamudez o mudez completa, desnudarse en público total o
parcialmente, aislarse de familiares o amigos por nervios, depresión, desequilibrios y obsesiones,
y hasta irrespetar imágenes o lugares religiosos, entre otros.

En la tercera categoría aparecen las alucinaciones, delirios, desórdenes de identidad y otras ideas
productos de la imaginación que obtuvieron un 20,2%, es preciso aclarar que, si bien pueden tener
un origen biológico, “su contenido, magnitud, desarrollo e implicaciones sociales, así como la
desigualdad, la desinstitucionalización amortizadora y la exclusión social desde luego, no están en

46
los genes” (Mestre, 2002, p. 281). Finalmente, en la cuarta categoría están los síntomas de
autoagresión los cuales obtuvieron un 8,7%, en donde están contemplados los intentos de suicidio
y los suicidios.

De acuerdo con lo anterior, se puede decir que El Relator de aquella época en Cali, hizo una
presentación de los síntomas asociados a la enfermedad mental en la que predominó una idea
negativa. La mayoría de los síntomas que se mencionan, hacen referencia a sucesos violentos,
delictivos, irresponsables e inestables que alteran la tranquilidad y el orden comúnmente aceptado.
Pero esta situación es una constante, pues en términos generales para referirse a enfermedad mental
los medios de comunicación11 “destacan los aspectos negativos, con una escasa presencia de
informaciones sobre personas con trastorno mental que llevan una vida normalizada. Es esta una
visión en consonancia con los estereotipos de peligrosidad, impredecibilidad, falta de control o
vulnerabilidad” (Muñoz et al, 2011, p. 159).

A modo de aclaración, se reconoce que la información hasta aquí descrita respecto a las causas y
los síntomas de las enfermedades mentales, no constituye de ninguna manera una base
determinante para el campo médico y mucho menos una verdad científica del tema. Lo que muestra
en realidad, son las ideas que se transmitieron a través de la prensa entre 1940 y 1960 en la ciudad
de Cali, que pudieron haberse convertido en conocimiento popular para sus lectores y que
probablemente terminaron siendo utilizadas y replicadas a diario por una parte significativa de la
población caleña de la época.

4.4 Diagnósticos

Para presentar los diagnósticos más frecuentes, ilustrados en la gráfica 3, se tomaron únicamente
las enfermedades mencionadas en más de 5 casos por el diario El Relator en el periodo abordado.

11
Para ampliar, se puede consultar estudios como los de (Bueno & Mestre, 2005), (Cutcliffe & Hannigan, 2001) y
(Porcel, 2015), que reconocen la imagen mayoritariamente negativa que se hace de la enfermedad mental en los medios
de comunicación.

47
Gráfica 3. Diagnósticos según la nota informativa de El Relator

Neurosis 30

Psicosis 23

Esquizofrenia 14

Histeria 9

Psicosis de guerra o belica 8

Paranoia 8

Mania 8

Epilepsia 7

Melancolia 5

0 10 20 30

Fuente: Construcción propia

Como se puede observar, el grupo de la neurosis ocupa el primer lugar con un total de 30
menciones, seguida por la psicosis con 23 casos, la esquizofrenia con 14 y la histeria con 9 casos.
Conservando el orden, luego está la psicosis de guerra, la paranoia y las manías, con 8 menciones
cada una, y para cerrar, aparecen los diagnósticos de epilepsia y melancolía con 7 y 5 menciones,
respectivamente.

La gráfica también muestra, que la mayoría de los términos pertenecían a clasificaciones médicas,
apareciendo incluso, la epilepsia12, que si bien es cierto, no es una enfermedad mental, para la
época, a menudo era definida como una más; desde Hipócrates se había intentado demostrar que
no era “una enfermedad sagrada y que el cerebro era el asiento de la enfermedad… pero hasta muy
entrado el siglo XX, [se] perpetuó el error de que la epilepsia era una perturbación de la mente”
(Fandiño, 2004, p.30). Además, en la primera versión del Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales (DSM I) de 1952, fue catalogada como una enfermedad nerviosa que tenía
implicaciones evidentemente psiquiátricas, lo que pudo dar origen a interpretaciones equívocas.
Por otra parte, aparece la Psicosis de Guerra o Bélica, una unión de un término médico con una
situación político-militar, que encarnaba la inseguridad, el miedo y la inestabilidad generados en

12
Para ampliar la información acerca del entendimiento de la Epilepsia se puede consultar (Figueroa y Campbell,
2015) y (Fandiño, 2004)

48
la década de 1940 por la Segunda Guerra Mundial y que, en la década siguiente, persistían en las
personas o en los pueblos que habían sufrido las consecuencias de dicha guerra.

Es importante advertir que los resultados obtenidos en esta investigación provienen únicamente de
la prensa, por tanto, no podrán ser comparados en su totalidad con estudios como los de Escobar
(2009), Sánchez (2016), Gutiérrez (2016) o Castrillón (2018), debido a que varias de sus fuentes
eran documentos construidos desde el saber médico como, por ejemplo, lo plasmado en historias
clínicas. No obstante, hay algunas enfermedades mencionadas en el periódico como psicosis,
esquizofrenia, epilepsia y neurosis, que coinciden con las encontradas por dichos autores en los
archivos médicos, permitiendo pensar que, el lenguaje científico que se empezaba a desarrollar
pudo influenciar un poco en el uso de algunos de los conceptos utilizados por la prensa escrita para
describir los fenómenos psiquiátricos de la época.

4.5 Tratamientos habituales para las enfermedades mentales en el asilo de locos San Isidro

Regresar los locos a la “normalidad” aplicando cualquier cantidad de tratamientos, ha sido a través
de la historia, una necesidad de las familias y una búsqueda imperativa del personal encargado de
su cuidado. En Colombia cuando finalizaba el siglo XIX e iniciaba el siglo XX, el personal médico
y religioso encargado de administrar los asilos, implementaba en los pacientes ciertas terapias y
fármacos tradicionales, que en ocasiones más que recuperarlos los apaciguaba. Sin embargo, estas
prácticas psiquiátricas no eran generalizadas y como lo menciona Gutiérrez (2015) “pueden
reconocerse en sus ámbitos regionales y de manera particular en la institución asilar” (p.103), que,
para el caso de la ciudad de Cali, emerge al finalizar la década de 1930 con el asilo San Isidro.

Las notas informativas en El Relator, mostraban la difícil situación de los enfermos en el asilo San
Isidro. El asilo no contaba con los elementos estructurales, medicamentos y mucho menos con el
personal suficiente para tratar los pacientes de acuerdo con la psiquiatría moderna. Los calabozos,
las camisas de fuerza y la sumisión que en Europa y Estados Unidos estaba prácticamente olvidada,
en Cali todavía existían. En San Isidro “los calabozos donde a veces tienen que ser encerrados los
enfermos en periodos agudos de su desgraciada enfermedad, no son propios ni para encerrar allí
un animal, y sin embargo allí yacen durante días seres humanos” (El Relator, febrero 23 de 1954:
Si usted quiere volverse loco, vaya al Asilo de los locos). De las pocas opciones que tenían las

49
Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul13 y los médicos para controlar los pacientes
exaltados, era colocarlos en pequeñas celdas enrejadas (Imagen 5), darles baños con agua fría,
cuando se contaba con el servicio, porque en ocasiones ni un baño podían aplicar a los enfermos
que se enfurecían, o atarlos a postes (mujeres y
hombres) por medio de pesadas cadenas con las
que tenían pasar día y noche, alternativas que en
momentos pudieron empeorar seguramente la
condición del enfermo.

Las formas para contener a los enfermos durante


los primeros años del asilo San Isidro, fueron
primitivas y carecían de toda humanidad, por lo
que la institución continuamente fue objeto de
críticas, y es que no se entendía cómo, aun con
el avance mundial que había tenido la psiquiatría
desde inicios del siglo XX, existieran “lugares
en donde las víctimas de enfermedades mentales
[eran] condenadas al olvido de sus semejantes y
a una muerte horrorosa, como fieras” (El Imagen 5. Demente activo en su celda. Casa de
dolor y ambiente de miseria es el Asilo de los locos
Relator, noviembre 30 de 1945: El asilo de de San Isidro. El Relator, junio 9 de 1950, p.10

Locos).

Iniciando la década de 1950, durante una visita al asilo realizada por el Gobernador y la Directora
de Extensión Cultural, el director del lugar Alex Cobo y los doctores Rómulo Mejía y Luís
Fernández, quienes prestaban su servicio en San Isidro, explicaban cómo se hacía el ingreso de los
pacientes y la manera en la que se definían los tratamientos. En términos generales decían:

Inmediatamente se reciben, se les somete a un examen de sangre en el instituto de Higiene. A veces


no se les pueden tratar sus infecciones, porque no hay drogas y nosotros buscamos, para poner en
ellos más cuidado y rapidez, a los enfermos que ofrezcan posibilidades de mejoría…A cada

13
Desde su creación, el asilo San Isidro estuvo bajo el cuidado de las Hermanas Hijas de la Caridad San Vicente de
Paul, a quienes se les había autorizado la dirección plena del servicio interno del asilo de Meléndez. Esta orden
religiosa custodiaba y cuidaba de los locos, mantenía el orden, la disciplina, la moralidad y la limpieza en el asilo,
además, remitían enfermos para los asilos de otras ciudades y reportaban la construcción primitiva y las instalaciones
inadecuadas en las que se encontraba San Isidro (Orejuela, 2014, p. 48-63).

50
enfermo, una vez hecho el examen físico completo, se le sigue una historia minuciosa de su
enfermedad mental. Casi todos requieren tratamiento intensivo de vitaminas extracto hepático y
tónicos. El tratamiento se inicia con electrochoques que se usan a excepción de otros sistemas de
convulso-terapia, porque es el más práctico y no exige personal entrenado. Cuando el enfermo ha
mejorado lo suficiente como para devolverlo al hogar, a él se envía, si lo tiene y entra a ser un
paciente ambulatorio y sigue su tratamiento. Los que no pueden mejorar, son remitidos a
instituciones mejor equipadas del país, preferiblemente Bogotá… En cuanto a los procedimientos
del medio-evo de la cadena y la celda, para los enfermos agitados, debemos acudir a ellos porque
no contamos con las drogas especiales que existen, como el Pentotal, para suavizarlos, ni podemos
tampoco utilizar los recursos de la fisioterapia… solo con la cadena y la celda, podemos evitar
percances mayores. Las camisas de fuerza no duran nada. No hay instrumental para trabajar, por lo
mismo lo que se puede hacer es muy poco. (El Relator, junio 9 de 1950: Casa de dolor y ambiente
de miseria es el Asilo de los locos de San Isidro).

Según lo comentado por los médicos, en el asilo seguía aplicándose la represión, la cadena y el
encierro. San Isidro se encontraba muy lejos de ser un hospital con elementos modernos y técnicos,
hacían falta campañas que orientaran a la población hacia el tratamiento y cuidado de los enfermos
mentales porque “desgraciadamente solo se [recurría] a los servicios del especialista cuando el mal
ya estaba tan avanzado que su cura [era] casi imposible” (El Relator, mayo 8 de 1954: El Hospital
Psiquiátrico). Los medicamentos eran escasos, además, lo que en otras partes de Colombia y de
América Latina14 era conocido como Ergoterapia o laborterapia, tratamientos que contribuían a la
recuperación de los enfermos, en el Valle del Cauca fueron poco o nada frecuentes.

En una nota se menciona que, desde la fundación del asilo “hasta que la Universidad del Valle se
vinculó a él, solamente se aplicaba el tratamiento de electrochoques, método usado una vez terminó
la primera guerra mundial o sea cuando la psiquiatría daba sus primeros pasos” (El Relator, marzo
5 de 1960: Un mundo paralelo en el Asilo de San Isidro). La Terapia Electroconvulsiva que según
Rosselli (2009) se creó en 1938 y se introdujo a Colombia en el año de 1941, fue el tratamiento
más mencionado en la prensa caleña de la época. En sus inicios dicho tratamiento recibió varios
cuestionamientos, puesto que los pacientes no recibían una eficiente asistencia terapéutica y hubo
varios reportes de “accidentes osteo-tendinosos… como luxaciones de mandíbula porque los

14
Por ejemplo: para Colombia se puede consultar lo que ocurría en el Hospital Psiquiátrico San Camilo de
Bucaramanga, cuando se buscaba mejorar las condiciones económicas con la elaboración de colchones y almohadas
para las camas de los pacientes (Escobar, 2013), las primeras apariciones de la ergo/laborterapia en el Manicomio
Departamental de Antioquia (Gutiérrez, 2015) y la coexistencia de la laborterapia con tratamientos farmacológicos
(Castrillón, 2018). También, para América Latina se puede ver Leyton (2008), Sacristán (2010) y Correa (2017), por
mencionar algunos.

51
electrochoques se ponían a palo seco” (El Relator, mayo 6 de 1959: Por el mejoramiento de un
Asilo), pero, terminó siendo el único atisbo de modernidad en San Isidro.

Los resultados del método no se hicieron esperar y al poco tiempo de implementado, los reportajes
narraban testimonios de enfermos
que lograron recuperarse gracias al
electrochoque. Por ejemplo, el
caso de una paciente que ingresó al
asilo en completa mudez y
“después de una serie de choques
eléctricos regresó poco a poco la
conciencia, recordó su nombre y ha
vuelto a la posibilidad de una vida
útil” (El Relator, mayo 11 de 1950:
Imagen 6. Un grupo de reclusas del “San Isidro” esperan
San Isidro), otros, publicaban por pacientemente su turno para ser sometidas al tratamiento
eléctrico. Nótese la tranquilidad con que aguardan; ninguna
medio de fotografías (Imagen 6), de ellas se resiste al tratamiento. Parece que en alguna forma
sienten el beneficio que el choque va operando en sus mentes.
cómo algunas pacientes esperaban Si usted quiere volverse loco, vaya al Asilo de los locos. El
su turno para recibir el tratamiento. Relator, febrero 23 de 1954, p. 7

Los medios de comunicación como la prensa, que se encargaron de difundir de qué manera
“proliferaron las terapias de choque que estuvieron vigentes desde la década de 1930, entre ellas
el muy controvertido electroshock, las muy famosas e irreversibles lobotomías o la introducción
de los primeros fármacos (Sacristán, 2009, p.164), en una ciudad como Cali, en términos generales
presentaron los electrochoques con una valoración positiva, ya que los pacientes internos y
externos que recibían las descargas eléctricas obtenían un beneficio inmediato. No obstante, su
mayor crítica consistía en señalarlos como un procedimiento netamente manual, que no necesitaba
de grandes habilidades intelectuales para su aplicación y que de la misma manera que ocurría con
el agua para las duchas frías, el servicio de energía era deficiente y continuamente faltaba, por lo
que aplicar un tratamiento tan eficiente en ocasiones no era posible.

Sin tener más opciones, las religiosas, los estudiantes de medicina y los médicos que dedicaban su
tiempo a “provocar en el paciente las reacciones que progresivamente despierten, en el

52
subconsciente lesionado, la conciencia de su verdadera personalidad y la coordinación de las ideas
para tratar de que cada uno recomience su existencia normal” (El Relator, febrero 23 de 1954: Si
usted quiere volverse loco, vaya al Asilo de los locos), terminaron reconociendo después de varios
años, en medio del abandono, las dificultades económicas y el olvido estatal que continuamente se
publicaba a través de la prensa, que los dos únicos tratamientos psiquiátricos que podían darse en
un asilo como San Isidro, eran el electrochoque y la insulina, ya que resultaban ser los más
económicos.

La escasez de medicamentos, los servicios de agua y luz intermitentes, el personal insuficiente y


sin laborterapia, psicoterapia o ludoterapia, entre otros, fueron los factores que enmarcaron la
construcción del nuevo hospital psiquiátrico a finales de 1950 e inaugurado en 1961. El nuevo
hospital, contó con un espacio exclusivo para aplicar los electrochoques y para el tratamiento con
insulina, pero no solo ayudó a los enfermos con estos dos tratamientos, se comenzó a implementar
también, el control de los enfermos por medio de “medicación ataráxica15 y sedativa suministrada
gratuitamente… [mientras que] otros pacientes recibían psicoterapia orientada y controlada por un
profesional”. (El Relator, abril 20 de 1959: El Hospital Psiquiátrico "San Isidro").

Con estos nuevos conceptos provenientes de “la psiquiatría dinámica influida por la psicoterapia
y el psicoanálisis, incorporadas a la práctica disciplinar del Departamento de Psiquiatría de la
Universidad del Valle” (Gutiérrez, 2015, p.134), poco a poco se iba a dar una transformación del
antiguo modelo asilar al modelo psiquiátrico moderno, absolutamente necesario en una ciudad
como Cali. Así, los métodos de tratamiento usados en los siglos XVIII y XIX en Europa y Estados
Unidos, y que funcionaron en San Isidro hasta bien entrada la década de 1950, finalmente lograrían
ser remplazados, el personal médico iniciaría un proceso de capacitación diferente, pero sobre
todo, los enfermos recibirían un cuidado y un reconocimiento mucho más humano.

15
Ataráxico(a): Se llama así a lo que provoca calma, tranquilidad, ansiolisis. Los neurolépticos también han recibido
el nombre de ataráxicos, tomado de: https://psiquiatria.com/glosario/ataraxico

53
CAPÍTULO 5: EL ENFERMO

Dementes y ancianos constituyen entre nosotros


una especie de parias hindúes, de carne, de dolor y de abandono.
(El Relator, agosto 9 de 1949: La dramática situación de “San Isidro”)

Las personas con enfermedades mentales hasta bien entrado el Siglo XX, no solo tuvieron que
sobrellevar su patología, sino que por mucho tiempo eran incomprendidos, rechazados, muchas
veces maltratados y en el afán de clasificarlos, continuamente fueron marginados. Sin tener una
uniformidad para nombrarlos, estas personas que “podían ser violentos e incluso criminales, y
otras veces dignos de pena y benevolencia... [eran] vistos también como enfermos, según expresan
las categorías de alienado, epiléptico, maniaco” (Venancio y Saoil, 2017, p. 10). Por lo anterior,
analizar cómo eran denominadas las personas con trastornos mentales en el diario El Relator de
Cali entre 1940 y 1960, es pertinente para reconstruir algunos de estos imaginarios, que en la
mayoría de los casos trasmiten opiniones negativas, pero también desaprueban diferentes
conductas y reproducen ideas estigmatizantes.

5.1 Denominación del enfermo mental

Diferentes han sido los términos que a través de la historia se han utilizado para referirse a los
enfermos mentales,

Desde 1650 hasta la época de Tuke, de Wagnitz y de Pinel, los hermanos de San Juan de Dios,
los congregacionistas de San Lázaro, los guardianes de Bedlam, de Bicêtre, de los Zuchthäusern
declinan a lo largo de sus registros las letanías del internado: ‘depravado’, imbécil’, ‘pródigo’,
‘impedido’, ‘desequilibrado’, ‘libertino’, ‘hijo ingrato’, ’padre disipado’, ‘prostituida’, ‘insensato’.
Entre todos ellos ningún indicio de diferencia: [pero si] el mismo deshonor abstracto. (Foucault ,
1967, p. 62).

Durante el siglo XX, el sistema jurídico colombiano apoyado en gran parte por la psiquiatría y la
psicología, fue adoptando diferentes conceptos para identificar a las personas con padecimiento
mentales, entre los que se encuentran “los «locos furiosos» pasando por los de «alienado criminal»
o «sujetos exentos de responsabilidad penal» hasta acoger el de «inimputabilidad» en 1980”
(Benavides, 2009, p.189). En la ciudad de Cali la situación fue muy similar, pues las noticias
publicadas en la prensa con respecto al fenómeno de la locura emplearon diferentes términos para
referirse a los enfermos mentales.

54
Era frecuente encontrar en las notas informativas del periódico relatos como los siguientes: En la
capital “un loco… enfermo desde hace algún tiempo, mató a su propia madre y después le arrancó
despiadadamente los ojos con las uñas…poseído de una saña mortal” (El Relator, marzo 14de
1941: Monstruoso crimen de un alienado); “En el corregimiento de Samaria, jurisdicción del
municipio de Caicedonia, puso fin a su vida con arma de fuego el demente de nombre Juan María
Martínez” (El Relator, julio 1 de 1941: Se suicidó un demente); “El problema de los alienados en
Cali y en el Valle es de los más dramáticos y penosos de los muchos que afrontamos en cuanto a
acción social y a atención hospitalaria” (El Relator, abril 19 de 1954: Sanatorio para alienados) o
“los asilados en los hospitales mentales han aumentado en un 17 por ciento a partir de 1938…
asunto que a todos nos concierne” (El Relator, agosto 10 de 1953: ¿van en aumento las
enfermedades mentales?), por mencionar algunos ejemplos.

En las publicaciones de prensa hubo una gran variedad de palabras utilizadas como términos
semejantes para denominar a las personas con padecimientos mentales. En la gráfica 4, aparecen
varios de ellos, los cuales fueron encontrados en 201 artículos de dicho periódico y su mención se
hizo en más de 10 ocasiones para referirse a dicha población.

Gráfica 4. Términos dados a las personas con padecimientos mentales en el diario El


Relator de Cali, 1940 - 1960

Loco(a) 46,0%
Demente 14,4%
Enfermo(a) o Paciente 11,1%
Enfermo(a) mental 10,4%
Alienado(a) 7,7%
Asilado/Confinado/Recluido/Pensionado 6,4%
Bobo, Idiota, Imbecil, Tonto 4,0%
0% 10% 20% 30% 40% 50%

Fuente: Construcción propia

Como se puede apreciar en la gráfica y de la misma manera a lo encontrado por Muñoz et al (2011)
en España, la palabra loco (a) que deriva del término locura, obtuvo un 46% y fue el término más
habitual utilizado por el periódico para referirse a objetos, situaciones o personas, además porque

55
“el adjetivo de loco, se emplea simplemente para calificar cualquier acto de desmesura o una
simple desviación de las normas sociales y de conducta esperables” (Porcel, 2015, p. 651).
Seguido, aparecen términos más coloquiales, tales como demente con un 14,4%, enfermo(a) o
paciente con 11,1%, enfermo(a) mental con 10,4% y alienado(a) con un 7,7%, palabras que, en
ocasiones tal como lo menciona Porcel (2015), eran tan populares y/o familiares que no
necesitaban ofrecer aclaraciones y hasta llegaron a ser entendidos de manera cómica.

Otros términos habituales, estuvieron condicionados al lugar de reclusión por ejemplo: asilados,
confinados, recluidos o pensionados con un 6,4%, y por último, se encontraron algunos términos
mayoritariamente negativos y despreciativos tales como: bobo, idiota, imbécil y tonto, con una
participación del 4%, palabras o expresiones que “a menudo se utilizaron de forma incorrecta o
con un tono peyorativo y éticamente inaceptable para referirse a personas, objetos y situaciones,
lo cual pudo ayudar considerablemente a perpetuar el estigma social de los trastornos mentales.”
(Muñoz et al., 2011, p.168).

Al analizar la terminología empleada por el periódico se puede decir que, la forma en que se hizo
referencia a las personas con algún trastorno mental fue muy general, imprecisa y en ocasiones
hasta despectiva, pues era habitual que se publicaran historias como la de una madrastra que,
“continuamente llenaba de complejos [a su hijastro]… asegurando que es tonto, es idiota, es un
retrasado mental” (El Relator, marzo 31 de 1954: 58 años se hizo pasar por loco un hombre en
Francia).

Se debe decir también que, durante la revisión documental aparecieron otros términos que no
fueron tenidos en cuenta al momento elaborar la gráfica anterior, debido a que las menciones
resultaron más escasas (menores a diez), entre ellos están: maniático, orate, desequilibrado,
anormal/desviado, amoral, psicópata, enajenado, chiflado, mentalmente retrasado, etc., pero de
igual manera a los graficados, se usaron “con significado negativo o como recurso literario, siendo
escasa la aparición de términos sobre la enfermedad mental con contenido positivo” (Muñoz et al,
2011, p.165).

Por todo esto, lo que se puede interpretar a partir de lo encontrado es que, en la prensa que circulaba
en la ciudad de Cali a la mitad del siglo XX, existía una escasa presencia de información médica
que hiciera una presentación profesional de los pacientes y corroborara su estado de alienación. Al

56
mismo tiempo, en aquellas notas periodísticas abundaba la utilización abusiva de términos
relacionados con la patología mental, que aun cuando su objetivo pudo haber sido advertir, es
posible que también hayan alarmado y estigmatizado a la población con trastornos mentales.

5.2 Conceptos contrarios a las ideas de loco (a) o enfermo mental

De la misma manera que hubo términos entendidos como sinónimos o equivalentes para nombrar
al enfermo mental, los cuales estuvieron caracterizados por una carga negativa considerable,
existieron en otras noticias que también hacían referencia a la locura, términos opuestos a la idea
negativa de dicha enfermedad. Es decir, en estas notas de prensa se daba a entender, ciertas
características positivas o funcionales que debían ser alcanzadas o interiorizadas por los enfermos
para lograr una vida normal y sobre todo para ser aceptados por la mayoría de la población.

Algunas notas afirmaban que, “los sabios, los vivos, los ilustres, los cuerdos, [movían] cielo y
tierra contra bobos, locos, tontos, idiotas” (El Relator, agosto 28 de 1951: Entre vivos y "Bobos"),
otras mostraban casos como el de un asesino, que al ser “encontrado mentalmente sano dentro de
la definición de la ley criminal… [es decir] legalmente cuerdo por psiquiatras de renombre
nacional” (El Relator, septiembre 4 de 1951: A prisión perpetua será condenado el asesino
Heirens) fue llamado a la corte para ser condenado a prisión por sus crímenes, o relataban
situaciones como la de “un grupo de sujetos que, por disposición de la naturaleza y por diagnóstico
de los médicos, perdieron la razón, que [era] uno de los ‘ingredientes’ más importantes del hombre
normal” (El Relator, septiembre 28 de 1946: La fiesta de los locos). Así, en 76 notas informativas
publicadas por El Relator entre 1940 y 1960, se obtuvieron 116 de estas menciones, tal como se
observa en la tabla 4:
Tabla 4. Antónimos del término enfermo mental o loco
Término Cantidad Término Cantidad Término Cantidad
Cuerdo/Cabal 27 Sano mental 5 Recto/Correcto 2
Racional/Lógico 16 Juicioso 4 Amable/Gentil 2
Normal 14 Útil/trabajador 3 Honorable/Moral 2
Sensato/Consciente 11 Caballero/dama 2 Civilizado 1
Tranquilo/Calmado/ Rehabilitado
11 Perfecto 2 1
Sereno/mesurado/Prudente mental
Inteligente
Equilibrado/Lucido 10 2 Apto 1
/Sabio
TOTAL DE MENCIONES 116
Fuente: Construcción propia

57
Como se pudo observar, en los términos utilizados de forma contraria a la idea de loco o enfermo
mental, se destacan: cuerdo, racional, sensato, tranquilo, equilibrado, lúcido, sano, inteligente, útil,
etc., los cuales dan a entender o resaltan algunos rasgos ideales que tenían las personas
consideradas normales y por los que debían luchar los enfermos. En su totalidad, son
características generales asociadas con conductas positivas, aspectos o facultades que posibilitaban
el funcionamiento de las relaciones sociales, características que de ser alcanzadas por las personas
que padecían trastornos mentales, les hubieran permitido entre otras cosas, ser entendidos como
pacientes rehabilitados y gozar de una mayor aceptación.

Sin embargo, los locos que apenas comenzaban a ser entendidos como pacientes no dejaron de
cargar el estigma de ser los ex-enfermos mentales. A pesar que, muchos de ellos reaccionaban
positivamente a los tratamientos y se apoyaban en sus seres queridos “les costaba mucho trabajo
ponerse bien cuando se les considera “fuera” de las relaciones humanas normales” (El Relator,
marzo 10 de 1954: ¿Hay que "vigilar" a los enfermos mentales?).

5.3 Imágenes fotográficas de personas con trastornos mentales.

En el desarrollo de los apartados anteriores se han presentado algunas imágenes fotográficas que
ayudan a contextualizar la información que en su momento se hizo acerca de la institución y la
enfermedad, para el caso de la presentación del enfermo mental, se optó por seleccionar 8
fotografías publicadas por el diario El Relator de Cali entre 1940 y 1960 y analizar en ellas, tanto
la imagen como sus respectivas descripciones16.

Se aclara que, el análisis aquí realizado es muy general y se apoya en lo propuesto por Barthes
(1986) respecto al mensaje de la fotografía en la prensa, pero no significa que sea una mirada
profunda acerca de la imagen, pues analizar las fotografías tal como lo especifica el mismo autor17,
daría lugar a una nueva investigación y de lo que se trata es de mostrar de forma llana los retratos
que se publicaban del enfermo en dicho periódico, como se aprecia a continuación.

16
Se tomó el texto exacto que hizo el periódico al momento de presentar la imagen del enfermo.
17
Barthes propone analizar el mensaje fotográfico (la paradoja de la imagen, la connotación con elementos como el
trucaje, los objetos que en ella aparecen, la pose, el esteticismo, el texto, la insignificancia de la fotografía, entre otros),
la retórica de la imagen (el mensaje lingüístico, la imagen denotada y la imagen connotada) y el tercer sentido (el
sentido obvio, el sentido obtuso, el fotograma) (1986, p. 11-68).

58
Se ha captado el preciso instante en que un
niño de 14 años sufre un ataque de
demencia precoz. En plena calle se ha
producido esta patética escena. La foto es
de Ramón Medina Villamil, un prodigioso
fotógrafo venezolano.
Fotografía I: El Relator, noviembre 17 de 1953,
p.1: Las grandes fotos de los grandes fotógrafos

¿Por qué esta pobre mujer tiene que permanecer


atada a la banca con una insoportable cadena?
Este suplicio innecesario no ha podido ser
suprimido en San Isidro; las tapias del edificio no
ofrecen ninguna seguridad y un tormento suple
aquí la falta de unos metros de ladrillo.
Fotografía II: El Relator, febrero 23 de 1954, p.7: Si
usted quiere volverse loco, vaya al Asilo de los locos

No están muertos. No son víctimas de


ninguna catástrofe. Son algunos de los
enfermos que necesariamente tienen que
ser tirados en colchones mientras
despiertan después de un choque eléctrico.
Carece el asilo de un salón, de camas de
personal suficiente para atender estos
pobres enfermos.

Fotografía III: El Relator, febrero 23 de 1954,


p.7: Si usted quiere volverse loco, vaya al Asilo de
los locos)

59
Lisandro, uno de los más entusiastas enfermeros
de “San Isidro”, ayudado por otro enfermero,
carga uno de los pacientes después de haber sido
sometido al tratamiento eléctrico; una camilla
más apropiada sería naturalmente más indicada,
pero a pesar, de que hay que transportar más de
setenta y cinco pacientes en cada tarde de
tratamiento, “San Isidro” no posee una camilla…!
Fotografía IV: El Relator, febrero 23 de 1954, p.7: Si
usted quiere volverse loco, vaya al Asilo de los locos

Ella piensa. Acaba de ser drogada e ingresó


recientemente al asilo. Ni sabe que le sucedió
a su hijo, ni espera encontrarlo y se conforma
con terminar sus días en el hospital. Alicia D,
tiene 39 años y está conforme pero no
contenta en el asilo.
Fotografía V: El Relator, marzo 5 de 1960, p.8: Un
mundo paralelo en el Asilo de San Isidro

Nydia pelea mucho con sus compañeras. No se


acuerda cuantos años tiene, pero sí que nació en
Buenaventura. También que murió la madre y
por ello está allí. Quiere trabajar pero no sabe
hacer nada, o tal vez si: al reportero quería
venderle un lápiz y al fotógrafo le pedía que la
retratara a cambio de dinero. Le gustaría
parecerse a Esmeralda Arboleda19.
Fotografía VI: El Relator, marzo 5 de 1960, p.8: Un
mundo paralelo en el Asilo de San Isidro.

19
Política y abogada colombiana muy reconocida durante la época.

60
Dice “viva el gran partido liberal” y orienta la
política de San Isidro. La preocupación actual de
todas consiste en los próximos comicios. Leonor
opina que la política es una porquería, que está
en San Isidro porque oía voces y se enterraba
alfileres en los dedos. Su familia es pobre pero
decente.
Fotografía VII: El Relator, marzo 5 de 1960, p.8: Un
mundo paralelo en el Asilo de San Isidro

Lo feo no es la locura sino la vejez y la


miseria. Ellas son las abuelas de San
Isidro. llegaron desde el mundo –fábrica
de locura–. Las locas están sentadas en
los pasillos del hospital. Parecen
colegialas un tanto díscolas20: Son
colegialas de la imaginación.
Fotografía VIII: El Relator, marzo 5 de 1960,
p.8: Un mundo paralelo en el Asilo de San
Isidro.

Como se pudo apreciar, los retratos se acompañaban de dos componentes. Según Barthes (1986),
el primero es el texto, la sustancia del mensaje presentada en palabras y el segundo es la fotografía,
compuesta por líneas, superficies y tonos. Ambos, siguiendo al mismo autor, ocupan espacios
reservados, contiguos pero no homogeneizados, sino que son complementarios al momento de la
interpretación.

La mayoría de las imágenes, fueron tomadas por periodistas que ingresaban junto con otras
personas (políticos, administrativos, médicos, extranjeros, etc) durante las visitas al asilo San
Isidro. En términos generales, muestran y describen la realidad que vivían los enfermos asilados y
los elementos característicos del asilo. Además, permiten distinguir las condiciones de los
enfermos, pues algunos son presentados como seres desvalidos, enfermos e incapaces (Fotografía
III y IV), otros son retratados haciendo gestos fuertes y hasta descontrolados (fotografía I, VI y

20
Según el Diccionario de la Lengua Española, Díscola significa: Desobediente, que no se comporta con docilidad.
tomado de: https://dle.rae.es/

61
VII), mientras que los demás permanecen desorientados (II y V) y otros son simplemente del tipo
sumiso, tranquilos o tal vez resignados (VIII).

En estos contenidos, aparecen aspectos de la vida personal de los pacientes, que los presentan
como seres solitarios. Los pocos datos publicados en la prensa acerca de ellos, tales como su
tendencia política o la existencia de un lazo familiar hacia un hijo, un esposo, una madre o un
padre, eran más motivos de desesperanza y de tristeza (Fotografía V), que alicientes para una futura
recuperación. Pero no solo se trataba de seres pobres y desnutridos, sino que al ser considerados
una especie de mal insoportable dentro de las familias eran también seres abandonados. Estos
hombres y mujeres que eran motivo de vergüenza para la población, debían ser apartados por las
acciones violentas, peligrosas o impredecibles producto de su condición mental y con las que
afectaron o podrían perturbar a las personas consideradas sanas, ya sea que fueran cercanas o
desconocidas.

Todo esto, permite pensar en algunas ideas que se pudieron construir a partir de las imágenes
publicadas con relación a los enfermos mentales. Si bien es cierto que, “la lectura de las fotografías
siempre es histórica [y] depende del saber del lector, igual que si fuera una verdadera lengua”
(Barthes, 1986, p.24), debió ser muy difícil que los lectores habituales del periódico, abstrajeran
algo más que la inestabilidad, la soledad y el peligro que reflejaban las ilustraciones publicadas
alrededor de los locos. Además, de igual manera a lo encontrado por Porcel (2015) en los
Almanaques de Locos publicados entre 1943 y 1963 en España, la representación del loco seguía
un patrón evidente, ya que en las imágenes se podían reconocer “ademanes bruscos, exagerados…
en posturas forzadas, el gesto extraviado, casi siempre jovial -si no iracundo-, mostrando los
dientes… el atuendo extravagante o descuidado… [ideas que], trasmiten implícitamente una
imagen que vulnera la lógica de aspectos y conductas” (p.651).

Fue así como, estas ideas imprecisas, potenciadas a través de imágenes y escritos, que valoraban
negativamente al loco y que reproducían el temor y los prejuicios hacia esta población, son una
prueba más, de cómo los medios de comunicación pudieron tener una influencia directa en la
reproducción del estigma hacia el enfermo mental, puesto que muy pocas veces se dejó a un lado
la discriminación, dando paso a una prensa que proporcionara realmente una información objetiva
y rigurosa acerca de los locos en la ciudad de Cali.

62
CONSIDERACIONES FINALES

La prensa escrita que circuló en el siglo XX, al ser uno de los principales dispositivos de la época
con la capacidad de fabricar memoria y contar la historia mundial, constituye una excelente fuente
histórica para entender las ideas o actitudes respecto a la locura. Sus narraciones no son simples,
mucho menos vacías y constituyen la mirada más cercana construida a partir del entendimiento
popular del fenómeno.

Los periódicos o diarios, que trasmitían información y hacían difusión social de lo que sucedía en
las ciudades colombianas, lograban reproducir y perpetuar los diferentes imaginarios asociados
tanto a las instituciones mentales, como a las características de las enfermedades y a los pacientes
que las sufrían. Uno de los periódicos que divulgaba dicha información en la ciudad de Cali fue El
Relator, diario de ideología liberal, fundado en 1915 y que circuló hasta 1961.

En el periodo estudiado (1940 – 1960) se encontró que, al no contar con una clasificación por sexo
y menos por condición mental en el asilo San Isidro en Cali, la institución era presentaba a través
del periódico como una especie de pequeño medioevo, instalado en el siglo XX. En aquel lugar se
depositaban las personas consideradas inservibles o desviadas, condenadas a la pobreza, el
hacinamiento, sin servicios públicos y con poco personal médico y administrativo. En la década
de 1940, los términos más comunes para referirse a la institución eran manicomio y asilo de locos
o dementes, mientras que, en la década siguiente, aunque ambos seguían siendo los más habituales,
su participación disminuyó y dio paso a conceptos más modernos como el de Instituciones
Psiquiátricas o Instituciones mentales.

En cuanto al proyecto que modificaba el antiguo edificio San Isidro en un moderno hospital
psiquiátrico, la prensa publicó de forma periódica diferentes noticias en forma de críticas o
crónicas, en ellas se abordaba el abandono estatal y las precariedades que se presentaban en la
institución. Sin embargo, el cambio estructural y la intervención de los médicos profesionales que
hacían parte de la Facultad de Medicina del Valle se presentaron de forma positiva y aunque pocas,
algunas noticias estimulaban la participación de la población caleña general en el proyecto del
nuevo hospital para las personas con padecimientos mentales de la región.

63
En lo que respecta a la enfermedad, durante la década de 1940 los términos más utilizado fueron
locura y demencia, pero a partir de 1950, ambos disminuyeron y se comenzó a utilizar el término
enfermedad mental. Las posibles causas de la locura se clasificaron en 5 categorías según su origen
así: origen físico, externo, emocional, psíquico y mágico. Los síntomas encontrados, hicieron
referencia en su mayoría a los actos de violencia y peligrosidad cometidos por los enfermos hacia
la población sana, seguido por los que afectaban la “normalidad” en las relaciones sociales, luego
las alucinaciones, delirios y otras ideas productos de la imaginación del paciente y, por último, los
síntomas de autoagresión que contemplaron intentos de suicidio y suicidios consumados.

Los diagnósticos encontrados con mayor frecuencia fueron: neurosis, psicosis, esquizofrenia,
histeria, psicosis de guerra, paranoia, manía, epilepsia y melancolía. Finalmente, los tratamientos
que más se mencionaban en las notas del periódico fueron la contención física (encadenamiento o
encierro), los electrochoques y la insulina, en menor medida en la década de 1950 aparecieron los
fármacos y prácticamente nula la laborterapia.

En cuando al entendimiento de las personas con trastornos mentales, es importante recordar que,
“no se es loco sino en relación con una sociedad dada; y es el consentimiento social el que delimita
las zonas fluctuantes, de la razón y del desatino o sin razón” (Bastide, 2005, p. 323). Partiendo de
esta premisa, al analizar la sociedad que se refleja en gran parte de las publicaciones de prensa, se
encontró que en la ciudad de Cali a mediados del siglo XX, el termino más popular que se usaba
para referirse a estos pacientes fue loco, seguido de otros como: demente, enfermo mental,
alienado, asilado e incluso bobo o imbécil, términos que a menudo se utilizaron de forma incorrecta
y con una gran carga negativa que pudo aumentar o perpetuar el estigma social. En contraposición,
los términos cuerdo, racional, normal, sensato, entre otros, eran los que aludían a las características
de las personas sanas y que a su vez deberían ser alcanzadas por los enfermos.

Otra forma de presentar al enfermo mental en la prensa de la época, fue a través de fotografías.
Los retratos y las descripciones que de ellos se hacían, eran publicadas en varias notas informativas
del periódico El Relator, éstas hicieron alusión a la inestabilidad, la soledad y el peligro que
representaban los mal llamados locos para las personas “sanas” y al ser en su mayoría imágenes
negativas, posiblemente ampliaron los procesos de discriminación hacia esta población desvalida,
olvidada y pobre.

64
Como pudo apreciarse, la prensa caleña pocas veces mostró el fenómeno de la locura desde una
perspectiva positiva, costumbre frecuente en los medios comunicación que históricamente han
divulgado información estigmatizada acerca del tema. Sin embargo, habría que considerar que este
tipo de investigaciones gozan de una mirada privilegiada para analizar el pasado, y que
posiblemente como lo menciona (Rosselli, 2009, p.119) aquello que ahora se percibe tan
prehistórico, en su momento no era entendido como cruel y tampoco eran tan bárbaro, pues daba
resultados y lastimosamente en muchas ocasiones era la única opción.

Finalmente, es preciso mencionar que existen temas relacionados a la institución mental, a la locura
y a los enfermos mentales, que hasta la fecha no han sido desarrollados profundamente en
Colombia y bien podrían comenzar rastreando o reconstruyendo lo sucedido en una ciudad como
Cali. Por ejemplo, el papel que desempeñaron en la evolución estructural y administrativa de los
asilos las comunidades religiosas que administraban los lugares de beneficencia y poder realizar
una comparación con lo sucedido en América Latina. Otro ámbito que faltaría desarrollar, es la
apreciación de la insania por parte del enfermo que la padece, tal como lo estudió Roy Porter en
Inglaterra o Andrés Ríos en México. Para terminar, se requieren estudios semejantes al aquí
realizado, provenientes de otras ciudades del país, para lograr hacer comparaciones y construir un
conocimiento diversificado y más amplio del tema a nivel nacional.

65
Referencias Bibliográficas

Alarcón, R. (2012). Contexto histórico y cultural en el estudio de la enfermedad mental: Perspectivas


latinoamericanas. Revista Médica Clínica Las Condes, 23(5), 511-518.
Allevi, J. I. (2016). La profilaxis de la locura en la agenda política: saberes y técnicos de la Higiene Mental
en la metamorfosis del Estado santafesino de entreguerras. studios Sociales del Estado, II(3), 65-
98. Obtenido de http://estudiossocialesdelestado.org/index.php/ese/article/view/76/56
Arango-Dávila, C. A. (2012). Aspectos conceptuales de la enseñanza de la psiquiatría en Colombia. Revista
Colombiana de Psiquiatría, 41(1), 11-21. Obtenido de
http://www.scielo.org.co/pdf/rcp/v41s1/v41s1a02.pdf
Arboleda Trujillo, M. A. (2013). Relaciones de poder entre agentes en la configuración del campo de la
salud mental. Estudio de Caso: El programa de psiquiatría comunitaria de la Universidad del Valle
en Cali-Colombia. Tesis de Doctorado . Cali.
Ardón Centeno, N., & Cubillos Novella , A. (2012). La salud mental: una mirada desde su evolución en la
normatividad colombiana. 1960-2012. Gerencia Y Políticas De Salud, 11(23), 12-38. Obtenido de
https://revistas.javeriana.edu.co/index.php/gerepolsal/article/view/4456
Ballester-Brage, L. (2013). Principios del análisis semántico. En F. Sarabia, Métodos de investigación
social y de la empresa (págs. 673-691). Madrid: Ediciones Pirámide.
BANREP. (Octubre de 2004). Banco de la República cultural, 178 . Recuperado el 9 de junio de 2018, de
http://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-178/treinta-y-seis-
mil-quinientos-dias-de-prensa-escrita
Barthes, R. (1986). Lo Obvio y lo Obtuso. Imágenes, gestos, voces. España: Paisdos.
Bastide, R. (2005). Cap X. El Loco y la Sociedad. En R. Bastide, Sociología de las enfermedades mentales
(págs. 306-334). México: Siglo XXI Editores.
Benavides, F. (2009). Concepciones y prácticas sobre la enfermedad mental en Colombia.Siglos XVI al
XX. Principia IURIS, 177-202.
Bueno, J. R., & Mestre, F. J. (2005). Prensa y representaciones sociales de la enfermedad mental.
Psychosocial Intervention, 14(2), 131-159. Recuperado el 20 de Marzo de 2018, de
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=179817557001
CARACTER. (25 de Octubre de 2016). CARACTER. Recuperado el 10 de Junio de 2018, de
http://www.caracter.co/50-anos-de-la-muerte-de-jorge-zawadzki-fundador-de-el-relator-de-cali/
Carrion, C., Margotto, L., & Aragao, E. (2014). As causas das internações no Hospital Adauto Botelho
(Cariacica, ES) na segunda metade do século XX. História, Ciências, Saúde-Manguinhos, 21(4),
1323-1340. doi:http://dx.doi.org/10.1590/S0104-59702014000400009
Casarotti, H. (2007). Breve síntesis de la evolución de la Psiquiatría en el Uruguay. Revista de Psiquiatría
del Uruguay(71), 153-163. doi:http://www.spu.org.uy/revista/dic2007/07_asm.pdf
Castrillón Valderruten, M. (2018). La atención de la locura en la Beneficencia de Cundinamarca, durante
el periodo 1950-1970. Una lectura desde las historias clínicas. Documentos de trabajo. CIDSE,
174, 1-36.
Castrillón Valderruten, M. d., & Sánchez Salcedo, J. F. (2018). Cambio institucional en la atención de la
enfermedad mental en el Hospital Psiquiátrico San Isidro (1957-1970). Revista CS, 259-297.
doi:doi.org/10.18046/recs.i28.2838
Castro Carvajal, B. (2008). Los inicios de la asistencia social en Colombia. Revista CS(1), 157-188.
doi:https://doi.org/10.18046/recs.i1.405
Correa Gómez, M. J. (2017). De la Casa de Orates al Open Door : El paisaje en el proyecto asilar chileno
1952-1928. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, 69(2), 192-204.
Craviotto, A. (2016). Cuerpo y discurso psiquiátrico a comienzos del siglo xx en Uruguay: Insuficiencia,
debilidad y adaptación. Pedagogía y Saberes(44), 63-70. Obtenido de
http://www.scielo.org.co/pdf/pys/n44/n44a06.pdf
Cuadernos de Historia de la Salud Pública. (2005). Hospitales, asilos, hospicios, etc. Cuadernos de Historia
de la Salud Pública(97). Recuperado el 17 de Julio de 2019, de

66
<http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0045-
91782005000100014&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0045-9178.
Cutcliffe, J. R., & Hannigan, B. (2001). Mass media, ‘monsters’ and mental health clients: the need for
increased lobbying. Journal of Psychiatric and Mental Health Nursing(8), 315–321.
De Lellis , M., & Rossetto, J. (2009). Cien años después: Transformaciones de una institución asilar en la
República Argentina. Eä. Revista de Humanidades Médicas & Estudios Sociales de la Ciencia y la
Tecnología, 1(1), 1-28.
Duffau, N. (2015). Alienados, médicos y representaciones de la "locura". Saberes y prácticas de la
psiquiatría en Uruguay (1860-1911). Revista Culturas Psi/Psy Culture(5), 40-69.
Engel , M. G. (2001). Os delírios da razão: médicos, loucos e hospícios (Rio de Janeiro, 1830-1930). Rio
de Janeiro: FioCruz. Obtenido de https://static.scielo.org/scielobooks/7htrv/pdf/engel-
9788575412534.pdf
Escobar Sarmiento, E. J. (2009). La enfermedad mental en el nororiente de Colombia. Evolución terapeutica
en la relacion médico-paciente en el Instituto psiquiatrico San Camilo de Bucaramanga 1953-1967.
Monografía. Bucaramanga.
Fandiño, J. (2004). La Epilepsia en Colombia Recuento Histórico. Estado Actual al Principio del Milenio
y Visión al Futuro. Revista Medicina, 26(1), 28-34. Obtenido de
https://revistamedicina.net/ojsanm/index.php/Medicina/article/view/64-5/603
Figueroa Duarte, A. S., & Campbell Araujo, O. (2015). La Visión de la Epilepsia a Través de la Historia.
Boletín clínico del Hospital Infantil del Estado de Sonora(2), 87-101. Obtenido de
https://www.medigraphic.com/pdfs/bolclinhosinfson/bis-2015/bis152f.pdf
Foucault , M. (1967). III. El mundo correccional. En M. Foucault, Historia de la locura en la época clásica
I (págs. 60-81). Fondo de cultura económica. Obtenido de
https://patriciolepe.files.wordpress.com/2007/06/foucault-michel-historia-de-la-locura.pdf
Foucault, M. (1967). Historia de la locura en la época clásica. México: Fondo de cultura económica.
Gutiérrez Avendaño, J. (2015). Del régimen asistencialista a la psiquiatría dinámica en las primeras
instituciones de salud mental en Cundinamarca, Antioquia y Valle del Cauca, 1900-1968. En Á.
Casas, & J. Congote, Actualizando discursos. Trazos de historia de la psiquiatría y de la salud
pública en el contexto iberoamericano (págs. 103-138). Medellín: Facultad Nacional de Salud
Pública. Universidad de Antioquia.
Gutiérrez Avendaño, J. (2016). Caracterización sociodemográfica, psicopatológica y terapéutica en la
primera década de servicio (1958-1968) del Valle del Cauca. Revista Colombiana de Psiquiatría,
45(1), 14-21. Obtenido de http://www.scielo.org.co/pdf/rcp/v45n1/v45n1a04.pdf
Gutiérrez Avendaño, J., & Marín Monsalve , Y. A. (2012). Poder psiquiátrico, formas clínicas y
clasificación de la locura como enfermedad social, en el caso del Manicomio Departamental de
Antioquia 1920-1959. Katharsis(14), 197-224. Obtenido de
http://revistas.iue.edu.co/revistasiue/index.php/katharsis/article/view/457
Huertas García, R. (2012). Historia cultural de la psiquiatría. (Re) pensar la locura. . Madrid: Catarata.
Huertas, R. (2011). En torno a la construcción social de la locura. Ian Hacking y la historia cultural de la
psiquiatría. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 331(111), 437-456. Obtenido
de http://scielo.isciii.es/pdf/neuropsiq/v31n3/original2.pdf
León, C. (1968). El diablo y el almanaque. Cambios en el contenido de las producciones psicopatológicas
en relación con el trasncurso del tiempo. Originales, 105-116.
Leyton, C. (2008). La ciudad de los locos: Industrialización, psiquiatría y cuestión social. Chile 1870-1840.
FRENIA, 8(8), 259-276.
Mestre Luján, F. J. (2002). Los titulares de La Locura: Análisis diferencial de la prensa escrita sobre la
representación social de la enfermedad mental. Valencia: Universidad del Valencia.
Montes Martínez, M. (2016). La participación de la Universidad del Valle en la constitución del Asilo San
Isidro como Hospital Psiquiátrico (1955-1970). Santiago de Cali: Monografía .

67
Muñoz, M., Pérez-Santos, E., Crespo, M., Izquierdo, S., & Guillén, A. I. (2011). La Enfermedad Mental en
los Medios de Comunicación: Un Estudio Empírico en Prensa Escrita, Radio y Televisión. Clínica
y Salud, 22(2), 157-173.
Murphy, N. (2014). The influence of media representations on mental health practitioners. Tesis doctoral.
Manchester Metropolitan University. Recuperado el 24 de Abril de 2018, de https://e-
space.mmu.ac.uk/582934/1/MURPHY,%20Neil.pdf
Orejuela, D. (2014). La locura en Cali: De una mirada asistencial a una mirada clinica, el caso del Asilo
San Isidro 1940 - 1970. Cali: Tesis.
Ospina Martínez, M. A. (2006). “Con notable daño del buen servicio”: sobre la locura femenina en la
primera mitad del siglo xx en Bogotá. ANTÍPODA(2), 303-314. Obtenido de
http://www.scielo.org.co/pdf/antpo/n2/n2a16.pdf
Perafán Cabrera, A. (2013). Las prácticas higienistas en el entorno urbano caleño, durante a primera mitad
del siglo XX. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 18(1), 33-62.
Peralta Ardila, M. (2017). Élite cívica y filantrópica: La Junta pro-construcción hospital psiquiátrico San
Isidro, Cali 1950-1961. Cali, Colombia.
Porcel Torrens, A. (2015). Almanaques de locos: la representación popular de la locura en la España de
posguerra. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 25(127), 649-671.
Porter, R. (1989). Locura Religiosa. En R. Porter, Historia social de la locura (págs. 118-145). Barcelo:
Crítica.
Porter, R. (2002). Breve historia de la locura. México D.F: Fondo de Cultura Económica.
Ríos Molina, A. (2017). Relatos pedagógicos, melodramáticos y eróticos: la locura en fotonovelas y cómics,
1963-1979. En A. Ríos Molina, La psiquiatría más allá de sus fronteras: Instituciones y
representaciones en el México contemporáneo (págs. 257-308). México: Instituto de
Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. doi:ISBN 978-607-
02-9763-2
Ríos Molina, A., Sacristán, C., Sacristán, O., & López, X. (2016). Los pacientes del manicomio La
Castañeda y sus diagnósticos. Una propuesta desde la historia cuantitativa (México, 1910-1968).
Asclepio, 68(1), 136. doi:http://dx.doi.org/10.3989/asclepio.2016.15
Rodríguez, D. L. (Julio de 2013). Los locos de Bogotá: del tratamiento y las representaciones de la locura
en Bogotá, 1850-1930. Monografía . Bogotá.
Rosselli Quijano, H. (2009). In memoriam: Terapias psiquiátricas en Colombia antes de la era
psicofarmacológica. Psimonart, 111-121.
Rosselli, H. (1968). Historiade la psiquiatría en Colombia. Vol I y II. Bogotá: Horizonte.
Rossi, L. (2011). Historia de las instituciones psiquiátricas en Argentina. Revista de historia de la psicología
en Argentina(4), 11-19.
Sacristán, C. (2009). La locura se topa con el manicomio. Una historia por contar. Cuicuilco, 16(45), 163-
188. Obtenido de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-
16592009000100008&lng=es&tlng=es
Sacristán, C. (2010). La contribución de La Castañeda a la profesionalización de la psiquiatría mexicana.
Salud Mental, XIII|(6), 473-480. Obtenido de
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-
33252010000600001&lng=es&tlng=es
Sacristán, M. C. (2002). Entre curar y contener. La psiquiatría mexicana ante el desamparo jurídico, 1870-
1944. FRENIA, II(2), 61-80.
Sacristán, M. C. (2010). Ser o no ser modernos. La salud mental en manos del Estado mexicano, 1861-
1968. Revista Espaço Plural, 11(22), 11-22.
Sánchez Salcedo, J. F. (2017). Diagnóstico y medicación: la práctica médica en el Hospital Psiquiátrico del
Valle entre 1956-1970. Universitas Humanística(83), 331-359.
doi:http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.uh83.dmpm

68
Sánchez, J. F., & Castrillón, M. d. (2014). Escenarios de la minoridad en Colombia. Los Juzgados de
menores y la beneficencia de Cundinamarca 1900-1930. Cali: Programa Editorial Universidad del
Valle.
Scull, A. (2008). La locura desatada. En A. Scull, La Locura: Una breve introducción (págs. 13-37).
Madrid: Alianza Editorial.
Scull, A. (2013). La locura : una breve introducción. España: Alianza Editorial.
Silva Olarte, R. J. (1988). Prensa y revolución a finales del siglo XVIII. Bogotá: Banco de la República.
Silva, J. A. (2012). Espacio, cuerpo y subjetividad en el Manicomio Departamental de Antioquia: 1875-
1930. Tesis Maestría. Medellín.
Simpson, V. (2015). Psiquiatría, moralidad y locura: la construcción del Hospital Psiquiátrico de Sibaté y
discurso psiquiátrico de 1916 a 1966. Monografía. Bogotá.
Stagnaro, J. C. (2006). Evolución y situación actual de la historiografía de la psiquiatría en la argentina.
Frenia, VI(1), 7-37. Obtenido de
http://www.revistaaen.es/index.php/frenia/article/view/16431/16276
Stagnaro, J. C. (2006). Los psiquiatras y los hospitales psiquiátricos. Del asilo a la comunidad. Vertex.
Revista Argentina de Psiquiatría, 17(65), 28-34. Obtenido de
http://www.polemos.com.ar/docs/vertex/vertex65.pdf
Stucchi-Portocarrero , S. (2015). El tratamiento moral y los inicios del manicomio en el Perú. Revista de
Neuro-Psiquiatría, 78(3), 153-158.
Vásquez Benitez, E. (2001). Historia de Cali en el siglo 20. Santiago de Cali: Artes gráficas del Valle.
Venancio, A. T. (2007). La creación del instituto de psiquiatría de la Universidad de Brasil: ciencia y
asistencia psiquiátrica. Frenia, 7(1), 195-212. Obtenido de
http://www.revistaaen.es/index.php/frenia/article/view/16445/16290
Venancio, A., & Saiol, J. (2017). El hospicio de alienados en la prensa de Río de Janeiro (1903-1911).
Asclepio, 69(2), 1-14. Obtenido de
http://asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/view/746/1168
Villasante, O. (1999). El manicomio de Leganés. Debates científicos y administrativos en tomo a un
proyecto frustrado. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, XIX(71), 469-479.
Obtenido de http://documentacion.aen.es/pdf/revista-aen/1999/revista-71/09-el-manicomio-de-
leganes-debates-cientificos-y-administrativos-en-tomo-a-un-proyecto-frustrado.pdf

69

También podría gustarte