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Análisis Las Otras Ponce

I. Dimensión narrativa

Descripción Argumental
Las otras Ponce (2012, dir. Juan Falco) es una miniserie de ficción televisiva de
comedia antológica de ocho capítulos, con una duración de treinta minutos cada uno.
El punto de partida es el mito popular cordobés de segunda mitad del siglo XX sobre
“las Ponce”, unas conocidas prostitutas a las que se les atribuye el “haber hecho
debutar” a la mitad de los hombres de la ciudad de Córdoba, Argentina. Sin embargo,
las meretrices de esta ficción no ofrecen servicios sexuales, sino que irrumpen en una
biblioteca que posee un espacio oculto para el placer y la argumentación teórica,
representándose el clima de época de los años 60-70.
De esta manera, en cada capítulo, una mujer del grupo de universitarias y
profesionales en distintas áreas de las ciencias y la cultura que comanda la Doctora en
Filosofía Jeanette, atiende las fantasías intelectuales de los hombres que acuden al
lugar, a cambio de una suma de dinero. Así, se abordan diversas cuestiones y
problemáticas presentadas por personajes masculinos, revelándose temáticas ligadas
a la insatisfacción marital por no poder debatir sobre cuestiones intelectuales con su
esposa, el miedo a la muerte y la degradación de la psiquis, la infidelidad masculina,
las diferencias entre la naturaleza femenina y la naturaleza masculina, la mentira y los
problemas de la fe y las contradicciones entre el discurso y la acción de la institución
religiosa. A excepción del capítulo cuatro, en el que la clienta es una mujer profesora
de Economía adicta a su profesión, que no puede debatir con sus colegas masculinos
porque en sus ratos libres estos prefieren hablar sobre autos y fútbol, ni con sus
amigas debido a que las temáticas con sus congéneres siempre devienen en moda y
electrodomésticos; llevando el tema hacia la condición femenina.
Los episodios se constituyen en de manera unitaria, sin establecer relaciones ni
vínculos causales entre un capítulo y el siguiente. Se establece, por consiguiente, una
narración de tres actos que se repite de manera periódica capítulo a capítulo. De esta
manera, las acciones se revelan en torno al planteamiento de una necesidad o
problema por parte del interesado en los servicios de la Biblioteca de Jeanette, la
sesión de discusiones y/o debates intelectuales y, finalmente, la satisfacción o
conclusión por parte de un narrador externo.
Se debe remarcar, por lo tanto, que al inicio y final de cada capítulo el
planteamiento y la conclusión de la temática abordada es reforzada mediante la
locución de un narrador externo a los hechos, que aborda las historias a modo de
racconto con tintes nostálgicos y anecdóticos sobre los días de esplendor de la
biblioteca de Jeanette y los clientes que por allí pasaron, como así también el ocaso y
la desaparición del lugar tras las razias policiales de la última dictadura militar
argentina en convenio con el clero de la Iglesia Católica.

Otredad al servicio del deseo masculino: la narración en Las otras Ponce


Tal como se ha expuesto, Las otras Ponce (2012, dir. Juan Falco) se constituye
bajo la matriz que tiende a la independencia argumental entre capítulos. Es decir que,
de esta manera, no se presentan relaciones de causalidad entre los diferentes
episodios, ni tampoco elementos característicos de la serialidad articulada y continúa,
como el cliff hanger. Por el contrario, cada episodio presenta una estructura narrativa
cerrada, es decir, plantea un conflicto, lo desarrolla y lo resuelve definitivamente.
Además de la independencia episódica, cada capítulo comprende un
protagonista, un conflicto y una temática diferente al resto, ligadas por la focalización y
el punto de vista de un narrador omnisciente. De esta manera, es posible concluir que
aquello que le otorga cohesión diegética y temática como un mismo producto serial, se
encuentra en la repetición de algunos personajes, espacios y temáticas similares.
En este sentido, el lugar principal en el que transcurren los hechos
fundamentales de los ocho episodios es la biblioteca de Jeanette. Este espacio está
dispuesto para el debate y la satisfacción de las fantasías intelectuales de los
protagonistas que pasan capítulo a capítulo; la mayoría de ellos, a excepción del
capítulo cuatro, hombres.
Siguiendo la noción de la narrativa clásica, el protagonista es quien lleva el
peso de la acción dramática, de manera que la historia se relata desde su punto de
vista (Seger, 2000; Fernández Diez Abadía, 2005). Por lo tanto, a pesar de que el
paratexto del discurso audiovisual y la repetición periódica de la presencia de Jeanette
y sus “chicas” sugiera que el protagonismo de la serie radica en ellas; al considerar la
naturaleza de los conflictos, los arcos dramáticos y el punto de vista puesto en escena,
el protagonismo la narración se constituye en los personajes masculinos.
De este modo, la naturaleza de las problemáticas planteadas por los
protagonistas se refieren a la insatisfacción masculina ante la “escasa” intelectualidad
de sus esposas, la infidelidad masculina y la diferencia constitutiva entre el “ser”
hombre y el “ser” mujer, la muerte y la degradación de la psiquis, la dualidad entre el
bien y el mal, y (exclusivamente en el capítulo cuatro) la “condición femenina” tanto en
su individualidad como en su relación con sus congéneres como parte constitutiva del
ser mujer.
A modo de ejemplificación, se citan algunas de estas cuestiones que se
presentan en varios momentos de la serie:

Anselmo: La lectura es al debate lo que la masturbación al sexo, leer y


leer sin la posibilidad de discutirlo, de debatirlo, de compartirlo es pura paja.
Tato: ¿Y tu mujer, no hablás de estos temas con ella?
Anselmo: No, Ana es buenísima, yo la quiero un montón de corazón,
pero ella tiene otra mentalidad, ella ve esos circulares, escucha Lalo France,
Jhony Tedesco, Palito Ortega, ¡Sandro! Es hermosa, en la cama bien, hasta se
le entiende prácticamente todo cuando habla, pero no tiene ni idea sobre
Bretón, Hemingway… (…) Lo que yo vivo, Tato, no se lo deseo a mi peor
enemigo.
(Las otras Ponce, capítulo 1)

Narrador: Cada vez que respira, un hombre genera 800


espermatozoides. Cada vez que respira, una mujer genera cientos de miles, de
millones de conexiones sinápticas en su cerebro, no sabemos cómo lo hacen,
pero tengan por seguro que lo hacen. Por eso, incauto amigo, cuídese siempre
del hombre abstemio y de la mujer sabia. Un buen par de piernas e inteligencia
son una combinación demasiado peligrosa para cualquier ejemplar macho de
nuestra especie.
(Las otras Ponce, capítulo 3)

Se hace evidente, por lo tanto, una narración inscripta desde una lógica que
tiende a manifestar los valores hetero-patriarcales, reafirmando los conceptos
tradicionales de la masculinidad. En este sentido, se atiende a lo manifestado por
Marta Segarra (2000) al asegurar que los estereotipos masculinos, que por lo general
se refieren a hombres fuertes, dominantes, independientes, con buen estatus, prestigio
social e intelectual y capaces de hacer galantería de su poderío, tienden a estar
condicionados por elementos tales como las pasiones, las pulsiones los miedos o
inquietudes, características que claramente se ven reflejadas en lo planteado
anteriormente.
Además, a partir de las presentaciones y conclusiones del narrador
omnisciente, se tiende a rectificar el binarismo de hombre/mujer. De esta forma, se
apela tanto a la concepción de género desde la diferencia sexual, como así también a
la polaridad en cuestiones ligadas a los roles de género. Tal es así que, al aplicar el
Test de Bechdel (1986) para definir los modos de inscripción de la representación
femenina en presente discurso audiovisual, si bien es posible encontrar la presencia
de más de un personaje femenino con nombre, no se hallan conversaciones
bidireccionales entre estos referidas a una temática que no sea sobre un hombre,
excepto en el capítulo cuatro durante el encuentro de Rebeca y Jeanette, que, sin
embargo, tienden a reforzar los estereotipos de roles género al referirse que, como
mujeres, no pueden escapar a hablar sobre moda. Por lo tanto, a pesar del esfuerzo
por presentar a las otras Ponce como una fuerza crítica, empoderada y feminista, la
narración decanta en representarlas como objeto de deseo para el gozo de los
hombres.
De manera tal que, siguiendo los lineamientos de Laura Mulvey (1975), Las
otras Ponce condensa la mirada y actitud de las representaciones del cine clásico de
Hollywood que refieren al hombre desde un espacio activo, mientras que la mujer
queda relegada a la pasividad.

Narrador: Hombre y mujer, macho y hembra (…), quizás la más


perversa y maravillosa contradicción del universo. Una contradicción íntima y
catastrófica. Aleatoria e imprevisible, como imanes desquiciados que se atraen
y repelen sin anuncio ni amenaza. (…) ¿Qué nos hace tan distintos? ¿Qué nos
hace tan contradictorios? (…) ¿O serán en definitiva nuestras almas, que
batallan inconscientemente contra la idea de un género superior?
(Durante los 60, las mujeres) Entendieron que ser mujer era ser
complemento, no suplemento. Algunas, inclusive, se atrevían ir más lejos. Tan
lejos como sus motivaciones, antojos y fantasías. Pero alterar las condiciones
para las que fuimos creados no es otra cosa que luchar contra nuestra propia
naturaleza, es boicotearse a uno mismo (…) Luchar contra la propia naturaleza
humana es una batalla perdida y eso es algo que cualquier hombre o mujer que
se precie de intelectual lo sabe.
(Las otras Ponce, capítulo 5)

Frente a lo expuesto, es posible asegurar que la narración de Las otras Ponce


tiende a contemplar al personaje femenino asociado al mundo de las emociones, el
gusto estético, los modales y la sexualidad, tal como señala Galán Fajardo (2007) en
su análisis sobre la representación femenina en la ficción televisiva. En otras palabras,
la intención por desplazar el significante de la sexualidad del cuerpo a la mente,
permanece trunca ya que los personajes se construyen, y son presentados, a través
de estereotipos que no hacen otra cosa más que condenar las obsesiones de la obra a
la mirada.
Asimismo, la focalización masculina tradicional se configura apelando a
conceptos tales como el éxito, el prestigio y la galantería frente a una mujer que es
escogida y la cual debe responder a las necesidades de su interlocutor a modo de
objeto de consumo. En otras palabras, “la imagen de la mujer como materia prima
(pasiva) para la mirada (activa) del hombre” (Mulvey, 1975, p.376)
Dicha cuestión se pone aún más en evidencia ya que la figura del personaje-
cliente, personaje-narrador, cámara-autor no presentan discrepancias. Las cuestiones
planteadas contienen en sí mismas conceptos sobre el hombre, la mujer y el poder,
que se encuentran de manera idéntica en los todos los niveles de la narración. Es
decir, no se observan potencias críticas ni reflexivas sobre la subyugación, cosificación
y abuso que, en un principio, se pretendía criticar. Por el contrario, las tres miradas
coinciden en las mismas asunciones sobre la naturaleza de hombres y mujeres.
De modo que en Las otras Ponce, las funciones narrativas en las que operan
los personajes femeninos datan de interés romántico/sexual, confidente y/o
catalizador, y considerando que las dimensiones narrativas puestas en juego ponderan
una lógica hetero-patriarcal tradicional, como así también teniendo en cuenta que la
ficción antológica tiende a la configuración del “modelo personaje-estereotipado-plano”
(Siragusa; Guillot, 2012), resulta de interés ver cuáles son los estereotipos en los que
se configuran de manera directa las féminas de la serie.

Modelos recortados: estereotipos femeninos


El “modelo personaje-estereotipo-plano” sugiere la simplificación arquetípica
extrema, lo que implica una cristalización absoluta y sin matices de los rasgos
psicológicos, sociales y/o morales del personaje, lo que da como resultado figuras
predecibles, repetitivas y con un discurso poco variado. En otras palabras, resultan
personajes toscos, estáticos y monótonos que parecen estar “congelados” en el
tiempo, ya que no se producen efectos sobre sus subjetividades tras los
enfrentamientos a los conflictos que se presentan en la historia (Siragusa, Guillot,
2012). Por otra parte, la ausencia del pasado biográfico de los mismos resulta
frecuente, por lo que, al no manifestarse un background que otorgue densidad a los
mismos, es posible leer que “no hay lugar para el mundo interior del personaje, que
resulta mecánico y vacío” (Comparato, 1993, p.104).
Siguiendo estas consideraciones y tras analizar las características físicas,
psicológicas y sociológicas de los seis personajes femeninos que se hacen presentes
en Las otras Ponce, es posible aseverar que nos encontramos frente a una masa de
personajes femeninos que resulta homogénea.
En cuanto a la dimensión física, se atiende a figuras femeninas que siguen el
patrón canónico que la sociedad occidental admite típicamente como lo hegemónico:
juventud, delgadez y belleza (Menéndez, 2006). En su totalidad, las otras Ponce son
mujeres altas, delgadas, de rasgos finos y delicados, de tez blanca, ojos oscuros y
cabelleras largas, lacias o con bucles, a excepción de Rebeca (la única clienta de la
biblioteca, que tiene el cabello corto). En cuanto al rango etario, es posible evidenciar
que las meretrices de la biblioteca de Jeanette rondan los treinta años y su juventud se
asocia al estatus dentro del lugar. A diferencia de las meretrices, Jeanette, quien ronda
los cincuenta años, es la madama del lugar y no atiende a ningún cliente, a excepción
de Rebeca, quien también ronda dicha edad.
En cuanto a la dimensión sociológica, la totalidad de las figuras femeninas de la
serie dan cuenta de estudios universitarios de grado o posgrado, siendo capaces de
entablar conversaciones de diversas áreas del conocimiento. Por otro lado, la
dimensión psicológica, sugiere féminas inteligentes, cultas, ambiciosas y capaces de
hacer cambiar de opinión a su interlocutor partiendo de un porte y una actitud próxima
a lo sensual.
Sin embargo, también es posible dar cuenta de algunos rasgos característicos
que se mantienen a lo largo de todo el relato. En cuanto a Jeanette, su ambición e
interés por el dinero denotan una personalidad fría, calculadora, insensible y
negociadora. De este modo, sumando lo antes mencionado, a la hora de reconocer
un estereotipo se hace evidente reconocer a la “famme fatale”, “vampiresa” o “mujer
mala”; como aquella que utiliza sus encantos a fin de manipular y arrastrar a los
hombres a la perdición (Galán Fajardo, 2007; Caldevilla Domínguez, 2010). También
reconocible como la “Gran Tentadora”, ya que es la figura seductora que incita al
consumismo del hombre, como sujeto del poder económico (Gubern, 1984).
En cuanto a Rebeca, la clienta que acude a la biblioteca para hablar sobre su
profesión ya que no puede hacerlo con sus amigas ni colegas, se destaca una actitud
narcisista, incapaz de escuchar al otro, ya que se satisface con el solo hecho de que la
escuchen a ella, en función de su gran amor y pasión por su profesión. En este
sentido, se vuelca de lleno a la “mujer profesional”; como aquel personaje que
antepone su carrera profesional a todo lo demás y que termina repercutiendo
negativamente en su ámbito personal (Caldevilla Domínguez, 2010).
Respecto a los personajes de Carlina, Beatriz, Faruccia y Lucrecia, si bien se
observan algunos rasgos particulares en cada una de ellas, tales como la
competencia, la empatía o la condescendencia, estos no se vuelcan de lleno en su
personalidad ni tienen una preponderancia transversal en la narración. Por el contrario,
su presencia data de:
“la motivación de otro personaje. Ella es el premio. Es una mujer
construida con la mirada de otro, que es en definitiva la mirada de la sociedad,
y que suele incorporar la tríada de perfección: juventud, belleza y delgadez.”
(Caldevilla Domínguez, 2010, p.76)

De modo que, al presentarse como objetivo, premio o consuelo de los


protagonistas masculinos, las “chicas” de Jeanette pueden envolverse dentro del
estereotipo que Caldevilla Domínguez denomina como “mujer objeto”. Asimismo, al
considerar su habilidad, inteligencia y seducción, también es posible leerlas como
“femme fatales”, pero en un nivel inferior al de Jeanette, ya que son sus empleadas.
De esta manera, se asevera que el desplazamiento del cuerpo a la mente es a penas
un rasgo de lo físico a lo psicológico, que no tiene como implicancia ningún cambio
sustancial en los roles asimilados a las mujeres tradicionalmente.
Frente a dichas consideraciones, y sumando ciertos aspectos visuales en la
puesta de cámara y en el arte de la narración, y en movimientos de la actuación, es
posible concluir que la representación femenina de Las otras Ponce “(…) habita la
cultura patriarcal en tanto que significante para el otro masculino” (Mulvey, 1975, p.
366); siendo entonces, una representación portadora de un sentido masculino y
heterosexual, más que productora del mismo.

II. Dimensión visual-sonora

Al observar los diseños visuales y sonoros puestos en tensión en Las otras


Ponce, se manifiesta cierta búsqueda ligada al preciosismo imaginético. En este
sentido, el aparato visual y sonoro de la serie parece que pretende seducir al
espectador haciendo uso de recursos cinematográficos, en apariencia clásicos, a fin
de alcanzar la máxima estilización sobre los personajes femeninos. De este modo, la
representación de la mujer queda, otra vez, bajo el punto de vista masculino y
heterosexual. Por lo tanto, se hacen evidentes las nociones que plantean Laura
Mulvey (1975), Román Gubern (1984), entre otros autores, al considerar la
sexualización que se denota en el aparato visual sobre los cuerpos femeninos.
Así, se procede a describir las dimensiones visuales y sonoras de la serie a fin
de efectuar lecturas y cruces teóricos entre la estética que pondera en la ficción
analizada con los principales lineamientos de los autores antes mencionados.
Diseño de Fotografía
La puesta de cámaras de Las otras Ponce, se presenta pura y exclusivamente
bajo la noción de la función descriptiva. En este sentido, en ningún momento de la
narración se observa la intención de expresar cierto relieve dramático sobre un
personaje o elemento, como así tampoco la necesidad de reflejar un punto de vista
concreto o de describir el estado mental de un personaje. Por el contrario, la cámara
se limita a reflejar los delicados y señoriales ambientes donde se suceden las
acciones, a encuadrar a quien tiene la palabra y a dar cuenta de la sensualidad de los
cuerpos de los personajes femeninos mediante ciertas angulaciones específicas.
De esta manera, en las funciones técnicas empleadas, se observa el uso
exclusivo de la cámara fija y el predominio de planos generales y enteros, a fin de
situar al espectador en los espacios característicos de la serie, como lo son el
escritorio del narrador, la biblioteca de Jeanette, el bar donde se reúnen los hombres
antes o después de una sesión con “las chicas” o las calles adoquinadas de la
Córdoba de mediados de siglo XX.
(IMÁGENES)
En cuanto a los planos de tamaño medio, estos son intercalados con los
generales y enteros durante secuencias donde prevalece el dialogo. Mientras que los
planos detalles, quedan relegados a las manos del narrador en su máquina de escribir
o a la hora de hacer hincapié, de forma sugerentemente sensual, sobre alguna parte
del cuerpo de un personaje femenino. Como lo es, por ejemplo, el pie de Carlina en el
episodio 1, que connota erotismo al yuxtaponerse sobre la entrepierna de Anselmo.
(IMAGEN)
Asimismo, la angulación picada en planos generales con presencia femenina o
contrapicada sobre las piernas de las chicas, se suma a un vestuario entallado y con
escote que termina por cargar los cuadros con una fuerte impronta sensual. De la
misma manera, en las reuniones de hombres en el bar o las caminatas nocturnas por
la ciudad, las imágenes sugieren influencias de la estética del cine noir, al hacer uso
de ángulos insólitos (Gubern, 1989; Schrader, 2004). Por otro lado, la angulación
normal prevalece en los diálogos entre personajes; recalcando la función puramente
descriptiva de la acción que se suscita en toda la serie.
(IMAGENES)
Respecto a la iluminación y la predominancia tonal, Las otras Ponce se
construye en una atmosfera anti naturalista en blanco y negro, y, en ocasiones, resalta
ciertos colores como el rojo sobre los labios o el vestido de alguna de las figuras
femeninas. De esta manera, se sugiere, una vez más, la sensualidad a través del
color.
Por otro lado, la intensidad de luz dura y el efecto lumínico claroscuro, tanto en
interiores como en exteriores, remarcan las presencias de los personajes en escena y
dan lugar a un clima nocturno que se teje intertextualmente con el cine negro de
mediados del siglo XX, al acudir a la luz escaza de la penumbra y los ambientes
nocturnos, y al blanco y negro con contrastes marcado, que logran resaltar los rostros
enmarcándolos en un ambiente opresivo (Gubern, 1989; Schrader, 2014).
(IMÁGENES)

Diseño de Arte
El Diseño y Dirección de Arte de Las otras Ponce se caracteriza,
principalmente, por una estética en blanco y negro. Sin embargo, en ciertas ocasiones,
se resalta el rojo en elementos tales como los labios de las chicas de Jeanette, en
algún vestido de la madama o en los elementos gráficos de la serie. Se reafirma, así,
al color como portador de sentido que denota sensualidad y erotismo. En cuanto al
resto de los elementos y ambientes; la gama de grises que oscila entre los blancos y
los negros, prevalece en todas las superficies.
En cuanto a los decorados, se debe considerar que la serie fue filmada
íntegramente en estudio a través de la técnica chroma key, y todos los ambientes de la
misma fueron construidos digitalmente. En este aspecto, los exteriores emulan calles
adoquinadas con fachadas de arquitectura neoclásica, propias de los edificios típicos
de las ciudades de mediados de siglo XX.
(IMAGEN)
Mientras tanto, el bar donde se reúnen los personajes masculinos se conforma
con mes y sillas de maderas típicas de bares de ciudad; una barra de madera robusta
con banquetas y un ventilador de la época. Como utilería se suman elementos que
avivan el clima, como cigarros, diarios, tazas de café, ceniceros y un teléfono a disco.
Lo mismo sucede en el espacio donde se encuentra el narrador; una oficina austera,
con un escritorio y sillas de madera, un ventanal sin cortinas y una lampara de metal.
El ambiente se termina de configurar con la presencia de una máquina de escribir, un
vaso de whisky y cigarros, cargando el ambiente con una marcada impronta
masculina.
(IMÁGENES)
En cuanto a la la biblioteca de Jeanette, el espacio principal y donde sucede
gran parte de la serie, se arma desde la noción del neoclasicismo europeo; paredes
altas con columnas, sillones y poltronas Luis XVI, mesas ratonas con lámparas
ornamentadas y estatuas neoclásicas. Además, se observan muebles de madera
lustradas, cortinados gruesos con pre cortinados ligeros y cuadros con motivos
románticos. En cuanto a elementos de utilería, se ponderan las botellas de alcohol, los
vasos de whisky y los cigarros, a fin de complacer a los clientes.
(IMÁGENES).
Con respecto al vestuario, la mayoría de los personajes tiende a moverse en
líneas similares. En cuanto a los personajes masculinos; traje negro con camisa
blanca. Mientras que en los personajes femeninos se tiende a ponderar las siluetas
esbeltas con el uso de vestidos ceñidos al cuerpo, escotados y con encajes; el uso de
tacos y portaligas.
En cuanto al peinado y maquillaje, se observa un cuidado particular. Los ojos
siempre están delineados y con sombras, mientras que los pómulos son marcados y
los labios pintados con gamas fuertes que, en el blanco y negro, refuerzan la
diferencia con el color de la piel. El cabello de todas las protagonistas, se muestra
delicado y prolijo; despejando el rostro a través de rodetes, bucles o cortes
determinados, que dejan lucir alhajas y collares de brillantes. Como diferencial, el
personaje de Jeanette, la madama del lugar, se destaca por la presencia de un parche
en el ojo derecho, el uso de vestidos largos, a veces con un tajo en las piernas, y
guantes. En cambio, el resto de las chicas lleva vestidos por arriba de las rodillas.
(IMÁGENES)
De esta manera, se advierte, por un lado, una representación femenina ligada a
ser portadora del sentido de lo lujurioso y erótico, más que productora del significado
en tanto referente intelectual. Mientras que, por otro lado, se expone un lineamiento
orientado a alcanzar la estetización del real-pasado de época, más que a lograr el
verosímil social, ni a construir una mirada violentada de los personajes y los
acontecimientos expuestos, aun en sus momentos de mayor tensión dramática.

Diseño de sonido
En cuanto a la banda sonora de Las otras Ponce, es posible afirmar que resulta
evidente la primacía del dialogo en primer plano. Se advierte, por lo tanto, una voz
hablada clara, concreta, sin titubeos ni ruidos. Este sonido “limpio”, privilegia el
entendimiento del espectador, a la vez que se concentra en el intercambio entre
personajes.
Por otro lado, en pos de construir ciertas atmosferas y ambientes en
determinadas escenas, se advierten sonidos off, claramente agregados en
posproducción. Así, en las secuencias de inicio o en las escenas que transcurren en
exteriores, se oyen algunas sirenas lejanas que cargan con un sentido citadino al lugar
donde se desenvuelve la acción. O, en el escritorio del narrador, el tecleo de la
máquina de escribir que suena al son de su narración.
Por otra parte, la música adquiere una función puramente lírica, ya que en
ningún momento acompaña a la tensión de los personajes, ni de la escena. Por el
contrario, su interés parece radicar en generar un clima de época con la incorporación
de canciones como Fly me to the moon1, Come on-a my house2, entre otras, o a modo
de generar un ambiente próximo a la temática abordada en el capítulo; en su mayoría,
de manera extradiegética.
A su vez, se incorporan otros sonidos extradiegéticos a modos de “gags” o
latiguillos, como el sonido de la caja registradora cada vez que Jeanette le reclama el
pago a un cliente. Se refuerza, así, la noción de intercambio comercial entre las
prostitutas intelectuales y sus interesados.
Por último, se debe recalcar la presencia de la voz en off-o sonido over
diegético interior, siguiendo la clasificación de Casetti y Di Chio (1996)- del Narrador,
que presenta a los personajes involucrado, el conflicto y los espacios donde se
suceden los hechos, al tiempo que reflexiona sobre la temática del episodio. De esta
manera, a través de chistes, metáforas y comparaciones, el narrador busca que el
espectador empatice con su punto de vista. Situando, de esta manera, a los
personajes femeninos a lo antes mencionado.

Diseño gráfico
Los elementos gráficos de Las otras Ponce, son, sin lugar a dudas, una de las
características fundamentales de la serie. Las escenas y los bloques de la misma son
presentados como una página de un comic, con fotogramas de la grabación que
funcionan como las viñetas de este e incorporan fragmentos de diálogos u
onomatopeyas. De esta manera, se observan didascalias en tipografía comic sans que
dan cuenta tanto de los parlamentos, como de los espacios en los que tienen lugar
algunas escenas. Se destacan, a su vez, el uso de blancos, negros y rojo.
Además, a partir del segundo capítulo, la presentación de “las Ponce” y las
“otras Ponce” se da a través de una cortinilla con tipografía de máquina de escribir,
emulando lo puesto en escena por el Narrador. En cuanto a los títulos para nombrar al
equipo técnico y artístico, se usa una tipografía propia del género del cómic y tiene
lugar al final del episodio.
Por otro lado, el título de la serie se presenta con una tipografía alta y elegante
de color rojo que funciona en contraste con el fondo negro. Sobre la “O”, la animación
de una mujer delgada baila al ritmo de la música de manera sensual; denotando, una
vez más, el erotismo al que se sucumbe la mirada.

1
Compuesta en 1954 por Bart Howard
2
Compuesta en 1951 por Ross Bagdasarian y William Saroyan.
(IMÁGENES)

Féminas intelectuales al desnudo: para ser miradabilidad.


Al hacer un repaso por los principales lineamientos visuales descriptos, la
influencia del cine noir en Las otras Ponce resulta evidente. Al igual que el cine negro,
la serie denota la predominancia del claroscuro, las escenas nocturnas, las sombras
expresionistas, las penumbras y los ángulos picados. Sin embargo, la producción
cordobesa carece de la angustia sin fin y el clima de crisis moral que ahoga a sus
personajes en el pesimismo y el conflicto moral de un mundo sórdido 3. Este enfoque
se da debido a que la narración de incorpora gags, a través de diálogos o efectos
sonoros, que sitúan al discurso a un terreno más próximo a la comedia.
De todas formas, se debe destacar que se conservan dejos que tiñen a los
personajes con el clima de época de mediados del siglo XX representado por el cine
norteamericano. Tanto en Las otras Ponce, como en las películas del cine negro, los
personajes masculinos suelen ser seres cínicos, fracasados, moralmente ambiguos y
antihéroes solitarios, que construyen un terreno idóneo para la irrupción de la
arquetípica famme fatale.
Como se ha mencionado anteriormente, desde su función narrativa, la femme
fatale se caracteriza por seducir a los protagonistas masculinos, usando todas las
armas que sean necesarias. Se caracterizan, por lo tanto, por su actitud fría, astuta,
perversa e insensible, como así también por su ambición económica y por una línea de
acción que consiste en embaucar a los varones haciendo uso de su de seducción
(Caldevilla Domínguez, 2010; Gonzalo Pavés, 2010).
En cuanto a su construcción visual, la femme fatale exterioriza lo sensual al
exhibir un cuerpo escultural, con senos bien desarrollados y enfundado en trajes
oscuros, con ropa interior clara, de seda o tejidos vaporosos (Pavés, 2010). Como se
ha visto, todas estas cuestiones aparecen así descriptas tanto en “las chicas” de
Jeanette, como en la madama que acude al clásico traje de seda negro y guantes
largos de Rita Hayworth “que se convirtieron en un sex symbol clásico de la mitología
del cine” (Gubern, 1989, p. 305).
Así, al realizar cruces entre la dimensión narrativa con la dimensión
imaginética, resulta factible establecer como clave de lectura que las figuras femeninas
de la ficción cordobesa son relegadas tanto a una actitud pasiva con respecto a los
personajes masculinos, como así también a la cosificación de su sexo como única
alternativa. Este aspecto, se da, sobre todo porque su exhibición funciona en dos
niveles diferentes:
3
Características fundamentales de este tipo de filmes (Gubern, 1989; Coursodon, 1996; Guérif; 1988).
“como objeto erótico para los personajes de la historia que se desarrolla
en la pantalla y como objeto erótico para el espectador que se encuentra entre
el público, como una tensión variable entre las miradas de cada lado de la
pantalla” (Mulvey, 1975, p. 371)

Es decir; se establece una complicidad en la mirada del personaje-cliente, el


personaje-narrador y el espectador. En un principio, en Las otras Ponce proponen
cierto corrimiento en la operación en lo atinente al acto de entregarse por dinero, ya
que lo que se sugiere es que no es el cuerpo-sexual-sensual en que se ofrece, sino el
pensamiento-provocativo-inteligente-sensual para el diálogo y el debate. Sin embargo,
como las clásicas fammes fatales cinematográficas, en las féminas intelectuales:

“el dinamismo de sus diálogos y la ironía de sus palabras confabulan


con la ostentación de su cuerpo como señuelo: maquillaje, vestuario, peinado,
disfrazan sus intenciones transgresoras.” (Pérez Méndez, 2018, p. XX)

De esta manera, angulación de cámara, vestuario, maquillaje, peinado y


movimientos dentro de cuadro, propician a:

“una mujer que actúa en el interior de la narración, de manera que la


mirada del espectador y la del personaje masculino de la película combinan
hábilmente sin romper la verosimilitud narrativa.” (Mulvey, 1975, p. 371)

De este modo, frente a una narración y puesta en escena cosificante, una


posible lectura en torno a la representación de las otras Ponce se adscribe al concepto
que acuña Mulvey (1975), bajo la noción de para-ser-miradabilidad. Dicha cuestión,
denota que:
“en su tradicional papel de objeto exhibición, las mujeres son
contempladas y mostradas simultáneamente con una apariencia codificada
para producir impacto visual y erótico”. (Mulvey, 1975, p. 370)

Un sentido que nos ubica frente a una tendencia que codifica en lenguaje
audiovisual de lo erótico en función de una lógica cis-hetero-patriarcal; por lo que las
figuras femeninas quedan enclaustradas en tanto significantes de la mirada masculina
y heterosexual, siendo sus portadoras de fantasías y obsesiones sexuales y eróticas,
aún cuando la propuesta inicial tendiera a poner el foco en una dimensión intelectual-
filosófica.

III. Dimensión discursiva

Las otras Ponce es una serie de televisión escrita y dirigida por Juan Falco en
el año 2012, la misma fue llevada a la pantalla audiovisual tras haber resultado
ganadora por la región Centro del Plan Operativo de Promoción y Fomento de
Contenidos Audiovisuales Digitales 201X, impulsado por el Instituto Nacional de Cine y
Artes Audiovisuales (INCAA) y el Consejo Asesor del Sistema Argentino de TV Digital
Terrestre. Asimismo, la miniserie contó con la producción de Falco Cine y Siga ese taxi
Producciones, con el apoyo de la Universidad Nacional de San Martín.
La emisión de la serie estuvo a cargo de Canal 10 durante 2012. Además,
como todas las producciones que fueron fruto del Plan Operativo de Promoción y
Fomento de Contenidos Audiovisuales, estuvo disponible en el Banco de Contenidos
Universales Argentinos (BACUA) hasta el año 2016. Posteriormente, la red dejó de
funcionar y, en la actualidad, el único espacio disponible para visualizar el ciclo es el
canal de YouTube del mismo, el cual cuenta con seis episodios disponibles de los
ocho que conforman el ciclo.
En cuanto a las huellas de enunciación reconocibles en el discurso audiovisual,
en primer lugar, resalta la mención a “las Ponce”; las famosas prostitutas de la ciudad
de Córdoba de mitad del siglo XX que lograron instalarse en el imaginario masculino
de la época casi como una leyenda. De esta manera, la memoria local es presentada
en forma de un mito que es conocido casi exclusivamente por los hombres cordobeses
de cierta edad. Es, por lo tanto, aquella fantasía masculina y heterosexual de la que se
nutrieron los varones de los años sesenta, reinventada para la materialización de una
otredad que, al menos en la teoría, pretende poner en tensión la dicotomía de mente-
cuerpo.
En otras palabras, el pasado es abordado desde la fabulación al instaurar una
pretensión mítica a partir de la intertextualidad entre los personajes de relevancia
pública, como lo fueron “las Ponce”, con la especulación de acontecimientos con
libertad creativa. De esta manera, el resultado es un constructo un constructo
televisual que, en más de una ocasión, resulta anacrónico e inverosímil.
Por otra parte, se debe recalcar que la representación del territorio en el que
suceden los hechos, como aquello que nos representa, queda relegado al dialogo. Un
dialogo que, en su decir particular, se reconoce la tonada cordobesa y potencia el
sentido de pertenencia e identidad a los espacios narrados. En este aspecto, narrador
y personajes aluden a los lugares donde podrían haberse encontrado a Las Ponce,
como “la calle Agustín Garzón en la República de San Vicente”, “la Estación de Alta
Córdoba” o “la Avenida Alem”.
De este modo, no se presenta una puesta en escena de aquellos lugares
míticos, más que a través de la enunciación de algún personaje. La ciudad
representada, entonces, queda también en el terreno de la imaginación y la palabra;
ya que la puesta en escena conduce al espectador a un espacio neutro. Quizás, más
ligado a los escenarios de los filmes noir que a la Ciudad de Córdoba.
Por último, se observan componentes que se relacionan con el pasado
dictatorial argentino. El tiempo histórico de la narración se sitúa a finales de los años
setenta, es decir, durante el último golpe de Estado. De esta manera, se componen
ambientes y climas tendientes a la clandestinidad de las ideas y pensamiento, que
llevan a la autorrepresión y la necesidad de encontrar nuevos escenarios para la
concreción de dichas fantasías; como lo es la secreta biblioteca de Jeanette.
Asimismo, en varios episodios de la ficción, se alude a las razzias policiales
sobre los prostíbulos y la complicidad entre la Iglesia Católica con el gobierno militar.
Frente a esta cuestión, y sin un abordaje dramático profundo ni puntual sobre el tema,
la desaparición de las Otras Ponce se presenta como el corolario de la historia,
remitiendo a la persecución del pensamiento.
En este sentido, los derroteros de las mujeres que se entregan por dinero,
prostitutas que conceden su cuerpo o su mente, son similares y se inscriben bajo la
lógica de la persecución. Al ser negadas, a partir de la desaparición, ultimadas o
encarceladas, la trama se refiere a los mecanismos de eliminación del conflicto
perpetrados por los agentes del terrorismo de Estado argentino.

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