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Así como el fuego se extingue, el Espíritu también puede apagarse. Como creyentes tenemos
la responsabilidad de mantener encendido el fuego de nuestra pasión por Dios.
El fuego de Dios representa nuestra pasión por Dios. ¿Cómo está tu pasión por Dios?, ¿Qué
tan encendida está la llama de tu relación con Dios?, ¿Qué paso con ese anhelo en el corazón
por Arder en la Presencia de Dios?
1. El fuego debe ser tomado del altar de Dios. Levítico 16,12: “Después tomará un
incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños llenos
del perfume aromático molido, y lo llevará detrás del velo”.
2 Crónicas 7,1-3: “Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió
el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa. Y no podían entrar los
sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová.
Cuando vieron todos los hijos de Israel descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa,
se postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron a Jehová, diciendo:
Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre”.
Había dos tipos de altar en el tabernáculo: El altar del holocausto y el altar del incienso.
- Holocausto: Altar de bronce, ubicado en el atrio, con acceso a toda persona, usado
para presentar sacrificios por el pecado,
- Incienso: Altar de madera de acacia recubierto de oro, ubicado en el lugar santo, con
acceso exclusivo para los sacerdotes, el incienso representa las oraciones y nuestra
adoración a Dios.
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Niveles en la búsqueda del fuego. El fuego que Dios demanda es un fuego que se obtiene en
la intimidad con Dios. En la profundidad, en el interior, no es un asunto de atrio, es un asunto
de adentrarse más en nuestra relación con Dios.
2. El fuego debe arder. Levítico 6,13: “El fuego arderá continuamente en el altar”
Para que el fuego arda es necesario que haya un sacrificio sobre el cual arder
¿Qué debemos colocar en el altar? Todo aquello que nos apasiona más que Jesús.
El fuego que arde no cae sobre un altar vacío. Debe haber un sacrificio. Y en ocasiones ese
sacrificio somos nosotros mismos. En la cruz el sacrificio fue Jesús, ahora soy yo.
Romanos 12,1
Esa persona, esa promesa, ese sueño, ese deseo, ese anhelo, esa situación.
Sin embargo ese fuego aunque arde no nos consume.
¿Qué debía hacer el sacerdote y que debo hacer yo para que el fuego no se apague?
1 Reyes 18,21: “¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle.
Si Baal, id en pos de él”.
Levítico 6,10-11 “Y el sacerdote… apartará él las cenizas de sobre el altar, y las pondrá junto
al altar. Después se quitará sus vestiduras y se pondrá otras ropas, y sacará las cenizas fuera
del campamento a un lugar limpio”.
Cenizas: Es el residuo en forma de polvo que queda después de una combustión. Son
ocasionados por fuegos del pasado. El sacerdote debía recoger las cenizas y luego sacarlas
fuera del campamento. El sacerdote debía limpiar el altar de las cenizas. Las secuelas o
restos, sobras o restos de incredulidad, mundanalidad, rencor, condenación, culpa, dolor,
amargura, resentimiento, pecado, tristeza, abandono, luto, etc.