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Está profecía indica en que año fue establecido el Reino de Dios en los cielos.
1. ¿En qué consiste la profecía? (Lea Daniel 4:1, 10-16) En resumen: Dios hizo que el
rey de Babilonia llamado Nabucodonosor tuviera un sueño profético. En ese sueño el
rey vio un enorme árbol era cortado y que se impedía que su tocón volviera a crecer
por un período de “Siete Tiempos”. Una vez cumplido ese plazo, el árbol crecería de
nuevo.
¿Qué significa el hecho de que el árbol haya sido cortado? Como vimos, en el caso
de Nabucodonosor representó una interrupción de su reinado. Y lo mismo
representó en el caso del gobierno de Dios en la Tierra. Esa interrupción se produjo
cuando Nabucodonosor acabó con Jerusalén, ciudad donde gobernaba una línea de
reyes israelitas. Dichos reyes se sentaban en “el trono de Jehová”, es decir, eran
representantes de Dios (1 Crónicas 29:23).
¿Qué representan los “siete tiempos”? Los “siete tiempos” representan el período
durante el cual Dios permitiría que las naciones del mundo gobernaran sin la
intervención de algún reino establecido por él. Dicho período comenzó en octubre
del año 607 antes de la era común (a. e. c.), que según la cronología bíblica, fue
cuando los babilonios destruyeron Jerusalén (2 Reyes 25:1, 8-10).
(Para saber con detalle de cómo se sabe que los babilonios destruyeron Jerusalén en
el año 607 a. e. c. vea: “¿Cuándo fue destruida Jerusalén? (Primera parte)”,
de La Atalaya del 1 de octubre de 2011, páginas 26 a 31, y “¿Cuándo fue destruida
Jerusalén? (Segunda parte)”, de La Atalaya del 1 de noviembre de 2011, páginas 22
a 28.)
¿Cuánto duran los “siete tiempos”? A diferencia del caso Nabucodonosor, no duran
siete años. ¿por qué? Para saber el porque fijémonos en las siguientes palabras de
Jesús: “Jerusalén [que era un símbolo del gobierno de Dios] será pisoteada por las
naciones hasta que se cumplan los tiempos señalados de las naciones” (Leer Lucas
21:24). Como vemos en esta profecía, Dios permitiría que las naciones pisotearan, o
despreciaran, su autoridad durante “los tiempos señalados de las naciones” Ese
período es el mismo que los “siete tiempos” del capítulo 4 de Daniel. De modo que
cuando Jesús pronunció esas palabras, los “siete tiempos” aún no habían acabado.