Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“Por tanto, tengan mucho cuidado de ustedes mismos, pues ninguna imagen vieron el día
15
que el SEÑOR les habló en Horeb de en medio del fuego. 16 No sea que se corrompan y se
hagan imágenes, o semejanza de cualquier figura, sea en forma de hombre o de mujer, 17 ni
en forma de cualquier animal que esté en la tierra, ni en forma de cualquier ave alada que
vuele en los cielos, 18 ni en forma de cualquier animal que se desplace sobre la tierra, ni en
forma de cualquier pez que haya en las aguas debajo de la tierra. 19 No sea que al alzar tus
ojos al cielo y al ver el sol, la luna y las estrellas, es decir, todo el ejército del cielo, seas
desviado a postrarte ante ellos y a rendir culto a cosas que el SEÑOR tu Dios ha asignado a
todos los pueblos de debajo del cielo. 20 Pero a ustedes el SEÑOR los ha tomado y los ha
sacado del horno de hierro, de Egipto, para que sean pueblo de su heredad como en el día
de hoy.
Lo trágico de la idolatría
16“Tú, pues, no ores por este pueblo. No levantes por ellos clamor ni oración; no intercedas
ante mí, porque no te escucharé. 17 ¿No ves lo que hacen estos en las ciudades de Judá y en
las calles de Jerusalén? 18 Los hijos recogen la leña, y los padres encienden el fuego. Las
mujeres amasan la masa para hacer tortas a la Reina del Cielo[a] y para derramar libaciones a
otros dioses, para ofenderme. 19 ¿Me ofenderán a mí?, dice el SEÑOR. ¿Acaso no actúan,
más bien, para su propia vergüenza?”.
20 Por tanto, así ha dicho el SEÑOR Dios[b]: “He aquí que mi furor y mi ira se derraman
sobre este lugar, sobre los hombres y sobre los animales, sobre los árboles del campo y
sobre los frutos de la tierra. Se encenderá y no se apagará”.
“Todos ustedes están hoy delante del SEÑOR su Dios: los jefes de sus tribus[a], sus
10
ancianos, sus oficiales, todos los hombres de Israel, 11 sus niños, sus mujeres y los forasteros
que están en medio del campamento de ustedes, desde el que corta tu leña hasta el que saca
tus aguas. 12 Estás por entrar en el pacto del SEÑOR tu Dios, y en el compromiso solemne
que el SEÑOR tu Dios hace hoy contigo, 13 a fin de confirmarte hoy como pueblo suyo, y
para que él sea tu Dios, como te ha prometido y como lo juró a tus padres Abraham, Isaac y
Jacob.
14“No solo con ustedes hago yo este pacto y este compromiso solemne; 15 ciertamente es con
el que está aquí con nosotros hoy, delante del SEÑOR nuestro Dios, y también con aquel
que no está aquí con nosotros hoy. 16 Pues ustedes saben cómo habitábamos en la tierra de
Egipto y cómo hemos pasado en medio de las naciones por las cuales han pasado. 17 Ustedes
han visto sus abominaciones y sus ídolos de madera y de piedra, de plata y de oro, que
tienen entre ellos. 18 No sea que haya entre ustedes hombre o mujer, familia o tribu, cuyo
corazón se aparte hoy del SEÑOR nuestro Dios para ir a rendir culto a los dioses de
aquellas naciones. No sea que haya entre ustedes una raíz que produzca una hierba
venenosa y ajenjo, 19 y que al oír las palabras de este compromiso solemne, se bendiga a sí
mismo en su corazón, diciendo: ‘Yo tendré paz, aunque ande en la dureza de mi corazón’,
de modo que arrase la tierra regada junto con la sedienta.
no a nosotros,
sino a tu nombre da gloria
por tu misericordia y tu verdad.
2 ¿Por qué han de decir las naciones: “¿Dónde está su Dios?”.
3 ¡Nuestro Dios está en los cielos! ¡Ha hecho todo lo que ha querido!
Él es su ayuda y su escudo.
¡Oh casa de Aarón,
10
confía en el SEÑOR!
Él es su ayuda y su escudo.
11 ¡Los que temen al SEÑOR, confíen en el SEÑOR!
Él es su ayuda y su escudo.
12 El SEÑOR se acuerda de nosotros;
él nos bendecirá.
Bendecirá a la casa de Israel, bendecirá a la casa de Aarón.
13 Bendecirá a los que temen al SEÑOR, a pequeños y a grandes.
al SEÑOR[b]
desde ahora y para siempre.
¡Aleluya !
El santuario de Micaías
17 Había un hombre de la región montañosa de Efraín que se llamaba Micaías. 2 Y este
dijo a su madre:
—Los doce kilos de plata que te fueron tomados y por los que tú maldecías y hablabas en
mi presencia, he aquí que la plata está en mi poder; yo la había tomado.
Entonces su madre dijo:
—Solemne y espontáneamente he dedicado la plata al SEÑOR, por mi hijo, para hacer una
imagen tallada y de fundición. Ahora pues, yo te la devuelvo.
4Pero él devolvió la plata a su madre. Y su madre tomó dos kilos de plata y los dio al
fundidor. Este hizo con la plata una imagen tallada y de fundición, y fue puesta en la casa
de Micaías.
5Este hombre, Micaías, tenía un santuario. Mandó hacer un efod e ídolos domésticos, e
invistió a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote.
6En aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía recto ante sus
propios ojos.
Él le respondió:
—Quédate conmigo y sé para mí como padre y sacerdote. Yo te daré ciento diez gramos de
plata por año, y tu ropa y tu comida.
El levita entró. 11 El levita convino en habitar con aquel hombre, y el joven llegó a ser para
él como uno de sus hijos. 12 Micaías invistió al levita, el cual le servía de sacerdote y vivía
en la casa de Micaías. 13 Micaías dijo:
Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, más que todos los que habían
reinado antes de él. 31 Como si le hubiera sido cosa liviana andar en los pecados de
Jeroboam hijo de Nabat, tomó por mujer a Jezabel hija de Etbaal, rey de los sidonios; y fue,
sirvió a Baal y lo adoró. 32 Erigió un altar a Baal en el templo de Baal que había edificado en
Samaria. 33 Acab también hizo un árbol ritual de Asera. Acab hizo peor que todos los reyes
de Israel que habían reinado antes de él, provocando a ira al SEÑOR Dios de Israel.
34En su tiempo Jiel de Betel reedificó Jericó. A costa de Abiram su primogénito puso los
cimientos, y a costa de Segub su hijo menor colocó sus puertas, conforme a la palabra que
el SEÑOR había hablado por medio de Josué hijo de Nun.
—¿Hasta cuándo vacilarán entre dos opiniones? Si el SEÑOR es Dios, ¡síganlo! Y si Baal,
¡síganlo!
—Solo yo he quedado como profeta del SEÑOR, pero de los profetas de Baal hay
cuatrocientos cincuenta hombres. 23 Dennos, pues, dos toros. Escojan ellos un toro para sí,
córtenlo en pedazos y pónganlo sobre la leña; pero no pongan fuego. Yo prepararé el otro
toro y lo pondré sobre la leña, pero no pondré fuego. 24 Luego invoquen ustedes el nombre
de su dios, y yo invocaré el nombre del SEÑOR. El Dios que responda con fuego, ¡ese es
Dios!
—¡Bien dicho!
25 Entonces Elías dijo a los profetas de Baal:
—Escojan el toro y prepárenlo ustedes primero, porque ustedes son la mayoría. Invoquen el
nombre de su dios, pero no pongan fuego.
Ellos tomaron el toro que les fue dado, y lo prepararon. Luego invocaron el nombre de
26
—¡Griten a gran voz, porque es un dios! Quizás está meditando, o está ocupado, o está de
viaje. Quizás está dormido y hay que despertarlo.
28 Ellos clamaban a gran voz y se sajaban el cuerpo con espadas y con lanzas, conforme a su
costumbre, hasta hacer chorrear la sangre sobre ellos. 29 Y sucedió que cuando pasó el
mediodía, ellos seguían profetizando frenéticamente hasta la hora de ofrecer la ofrenda
vegetal, y no había voz ni quien respondiera ni escuchara.
30 Entonces Elías dijo a todo el pueblo:
—¡Acérquense a mí!
Todo el pueblo se acercó a él. Luego él reparó el altar del SEÑOR que estaba
arruinado. 31 Elías tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de
Jacob, a quien le vino palabra del SEÑOR diciendo: “Israel será tu nombre”[b]. 32 Y edificó
con las piedras un altar en el nombre del SEÑOR. Después hizo una zanja alrededor del
altar, en la cual pudieran caber quince litros de agua. 33 Luego arregló la leña, cortó el toro
en pedazos y los puso sobre la leña. 34 Entonces dijo:
Luego dijo:
Y lo hicieron por tercera vez, 35 de modo que el agua corría alrededor del altar y llenó
también la zanja. 36 Cuando llegó la hora de presentar la ofrenda vegetal, se acercó el profeta
Elías y dijo:
—¡Oh SEÑOR, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios
en Israel y que yo soy tu siervo; y que por tu palabra he hecho todas estas
cosas! 37 Respóndeme, oh SEÑOR; respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, oh
SEÑOR, eres Dios, y que tú haces volver el corazón de ellos.
Entonces cayó fuego del SEÑOR, que consumió el holocausto, la leña, las piedras y el
38
polvo; y lamió el agua que estaba en la zanja. 39 Al verlo toda la gente, se postraron sobre
sus rostros y dijeron:
Los prendieron, y Elías los hizo descender al arroyo de Quisón, y allí los degolló.
También demolió los altares que los reyes de Judá habían hecho, que estaban en la azotea
12
de la Sala de Acaz, y los altares que Manasés había hecho en los dos atrios de la casa del
SEÑOR. Los destrozó[c] allí y arrojó su polvo en el arroyo de Quedrón. 13 Profanó los lugares
altos que estaban al este de Jerusalén, al sur del monte de la Destrucción[d], los cuales había
edificado Salomón, rey de Israel, para Astarte, ídolo detestable de los sidonios; para
Quemós, ídolo detestable de Moab; y para Moloc[e], ídolo abominable de los hijos de
Amón. 14 Destrozó las piedras rituales, cortó los árboles rituales de Asera y llenó sus lugares
con huesos humanos.
15 También destruyó el altar que había en Betel y el lugar alto que había hecho Jeroboam
hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel; destruyó ese altar y el lugar alto. Quemó el lugar
alto y lo convirtió en polvo, y quemó el árbol ritual de Asera. 16 Y al volverse Josías, vio los
sepulcros que estaban allí en el monte. Entonces mandó sacar los huesos de los sepulcros y
los quemó sobre el altar para profanarlo, conforme a la palabra del SEÑOR que había
proclamado el hombre de Dios que había anunciado estas cosas.
17 Después preguntó:
—Es el sepulcro del hombre de Dios que vino de Judá y anunció estas cosas que tú has
hecho contra el altar de Betel.
18 Entonces dijo:
Así respetaron sus restos y los restos del profeta que vino de Samaria.
19Josías también quitó todos los santuarios de los lugares altos que estaban en las ciudades
de Samaria, que habían hecho los reyes de Israel, provocando a ira al SEÑOR[f]. Hizo con
ellos conforme a todo lo que había hecho en Betel. 20 Además, mató sobre los altares a todos
los sacerdotes de los lugares altos que estaban allí, y sobre ellos quemó huesos humanos.
Después regresó a Jerusalén.
Otros decían:
—¿Podemos saber qué es esta nueva doctrina de la cual hablas? 20 Pues traes a nuestros
oídos algunas cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significa esto.
Todos los atenienses y los forasteros que vivían allí no pasaban el tiempo en otra cosa que
21
—Hombres de Atenas: Observo que son de lo más religiosos en todas las cosas. 23 Pues,
mientras pasaba y miraba sus monumentos sagrados, hallé también un altar en el cual
estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. A aquel, pues, que ustedes honran sin
conocerle, a este yo les anuncio. 24 Este es el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que
hay en él. Y como es Señor del cielo y de la tierra, él no habita en templos hechos de
manos, 25 ni es servido por manos humanas como si necesitara algo, porque él es quien da a
todos vida y aliento y todas las cosas. 26 De uno solo[a] ha hecho toda raza de los hombres,
para que habiten sobre toda la faz de la tierra. Él ha determinado de antemano el orden de
los tiempos y los límites de su habitación, 27 para que busquen a Dios, si de alguna manera,
aun a tientas, palparan y le hallaran. Aunque, a la verdad, él no está lejos de ninguno de
nosotros; 28 porque “en él vivimos, nos movemos y somos”[b]. Como también han dicho
algunos de sus poetas: “Porque también somos linaje de él”[c].
29»Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o
plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres. 30 Por eso, aunque antes Dios
pasó por alto los tiempos de la ignorancia, en este tiempo manda a todos los hombres, en
todos los lugares, que se arrepientan; 31 por cuanto ha establecido un día en el que ha de
juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello
a todos, al resucitarle de entre los muertos.
Cuando le oyeron mencionar la resurrección de los muertos, unos se burlaban, pero otros
32
decían:
9¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se engañen: que ni los inmorales
sexuales ni los idólatras ni los adúlteros ni los afeminados ni los homosexuales 10 ni los ladrones ni
los avaros ni los borrachos ni los calumniadores ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y
esto eran algunos de ustedes, pero ya han sido lavados, pero ya son santificados, pero ya han sido
justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.
9Les he escrito por carta que no se asocien con inmorales sexuales. 10 No me refiero en forma
absoluta a los que de este mundo son inmorales sexuales, avaros, estafadores o idólatras, pues en tal
caso les sería necesario salir del mundo. 11 Pero ahora les escribo que no se asocien con ninguno
que, llamándose hermano, sea inmoral sexual, avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador.
Con tal persona ni aun coman. 12 Pues, ¿por qué tengo yo que juzgar a los que están afuera? ¿No
juzgan a los que están adentro? 13 Pues a los que están afuera Dios los juzgará. Pero quiten al
malvado de entre ustedes[a].
—Señor, veo que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen
que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar.
21 Jesús le dijo:
—Créeme, mujer, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al
Padre. 22 Ustedes adoran lo que no saben; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la
salvación procede de los judíos. 23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales
que lo adoren. 24 Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, lo adoren en espíritu
y en verdad.
—Dame de beber.
8Pues los discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 9 Entonces la mujer
samaritana le dijo:
—¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, siendo yo una mujer samaritana?
—porque los judíos no se tratan con los samaritanos—[c].
10 Respondió Jesús y le dijo:
—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le hubieras
pedido a él y él te habría dado agua viva.
11 La mujer le dijo:
—Señor, no tienes con qué sacar y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua
viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob quien nos dio este pozo y quien
bebió de él, y también sus hijos y su ganado?
13 Respondió Jesús y le dijo:
—Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed. 14 Pero cualquiera que beba del agua
que yo le daré, nunca más tendrá sed sino que el agua que yo le daré será en él una fuente
de agua que salte para vida eterna.
15 La mujer le dijo:
—Señor, dame esta agua para que no tenga sed ni venga más acá a sacarla.
16 Jesús le dijo:
Le dijo Jesús:
—Bien has dicho: “No tengo marido” 18 porque cinco maridos has tenido, y el que tienes
ahora no es tu marido. Esto has dicho con verdad.
19 Le dijo la mujer:
—Señor, veo que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen
que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar.
21 Jesús le dijo:
—Créeme, mujer, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al
Padre. 22 Ustedes adoran lo que no saben; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la
salvación procede de los judíos. 23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales
que lo adoren. 24 Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, lo adoren en espíritu
y en verdad.
25 Le dijo la mujer:
—Sé que viene el Mesías —que es llamado el Cristo—. Cuando él venga, nos declarará
todas las cosas.
26 Jesús le dijo:
En este momento llegaron sus discípulos y se asombraban de que hablara con una mujer;
27
no obstante, ninguno dijo: “¿Qué buscas?” o “¿Qué hablas con ella?”. 28 Entonces la mujer
dejó su cántaro, se fue a la ciudad y dijo a los hombres:
—¡Vengan! Vean a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Será posible que
29
El hombre de iniquidad
2 Ahora, con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, les
rogamos, hermanos, 2 que no sean movidos fácilmente de su modo de pensar ni sean
alarmados ni por espíritu ni por palabra ni por carta como si fuera nuestra, como que ya
hubiera llegado el día del Señor. 3 Nadie los engañe de ninguna manera; porque esto no
sucederá sin que venga primero la apostasía y se manifieste el hombre de iniquidad[a], el hijo
de perdición. 4 Este se opondrá y se alzará contra todo lo que se llama Dios o que se adora,
tanto que se sentará en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios[b].
5¿No se acuerdan de que mientras yo estaba todavía con ustedes les decía esto? 6 Ahora
saben qué lo detiene, a fin de que a su debido tiempo él sea revelado. 7 Porque ya está
obrando el misterio de la iniquidad; solamente espera hasta que sea quitado de en medio el
que ahora lo detiene. 8 Y entonces será manifestado aquel inicuo, a quien el Señor Jesús
matará con el soplo de su boca y destruirá con el resplandor de su venida[c]. 9 El
advenimiento del inicuo es por operación de Satanás, con todo poder, señales y prodigios
falsos, 10 y con todo engaño de injusticia entre los que perecen por cuanto no recibieron el
amor de la verdad para ser salvos. 11 Por esto, Dios les enviará una fuerza de engaño para
que crean la mentira, 12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad
sino que se complacieron en la injusticia.