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Dios constituyó a Israel como su pueblo salvándolo de la esclavitud de

Egipto. Estableció con él la alianza del Sinaí y le dio por medio de Moisés
su ley para que lo reconociese y le sirviera como al único Dios vivo
verdadero, Padre providente y juez justo, y para que esperase al Salvador
prometido. (c fr. Dv3).

La Alianza de Moisés

La llegada al Sinaí

1 El primer día del tercer mes, después de su salida de Egipto, los israelitas
llegaron al desierto del Sinaí.

2 Habían partido de Refidim, y cuando llegaron al desierto del Sinaí,


establecieron allí su campamento. Israel acampó frente a la montaña.

3 Moisés subió a encontrarse con Dios. El Señor lo llamó desde la montaña


y le dijo: «Habla en estos términos a la casa de Jacob y anuncia este
mensaje a los israelitas:

4 «Ustedes han visto cómo traté a Egipto, y cómo los conduje sobre alas de
águila y los traje hasta mí.

5 Ahora, si escuchan mi voz y observan mi alianza, serán mi propiedad


exclusiva entre todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece.

6 Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me está


consagrada». Estas son las palabras que transmitirás a los israelitas».

7 Moisés fue a convocar a los ancianos de Israel y les expuso todas estas
palabras, como el Señor se lo había ordenado.

8 El pueblo respondió unánimemente: «Estamos decididos a poner en


práctica todo lo que ha dicho el Señor». Y Moisés comunicó al Señor la
respuesta del pueblo.

9 El Señor dijo a Moisés: «Yo vendré a encontrarme contigo en medio de


una densa nube, para que el pueblo pueda escuchar cuando yo te hable. Así
tendrá en ti una confianza a toda prueba». Y Moisés comunicó al Señor las
palabras del pueblo.
17 Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de
Dios, y todos se detuvieron al pie de la montaña.

18 La montaña del Sinaí estaba cubierta de humo, porque el Señor había


bajado a ella en el fuego. El humo se elevaba como el de un horno, y toda
la montaña temblaba violentamente.

Los diez mandamientos

1 Entonces Dios pronunció estas palabras:

2 Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar en


esclavitud.

3 No tendrás otros dioses delante de mí.

4 No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en


el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas.

5 No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu


Dios,

6 y tengo misericordia a lo largo de todas las generaciones, si me aman y


cumplen mis mandamientos.

7 No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios,

8 Acuérdate del día sábado para santificarlo.

9 Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas;

10 pero el séptimo es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no


harán ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava,
ni tus animales, ni el extranjero que reside en tus ciudades.

11 Porque en seis días el Señor hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que
hay en ellos, pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día
sábado y lo declaró santo.

12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra
que el Señor, tu Dios, te da.

13 No matarás.

14 No cometerás actos impuros.


15 No robarás.

16 No darás falso testimonio contra tu prójimo.

17 No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu


prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra
cosa que le pertenezca.

I) Amarás a Dios por sobre todas las cosas.


II) No tomarás el Nombre de Dios en vano.
III) Santificarás las fiestas en nombre de Dios.
IV) Honrarás a tu padre y a tu madre.
V) No matarás.
VI) No cometerás actos impuros.
VII) No robarás.
VIII) No darás falso testimonio ni mentirás.
IX) No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
X) No codiciarás los bienes ajenos.

22 El Señor dijo a Moisés: Di a los israelitas: Ustedes han visto que les
hablé desde el cielo.

24 Me harás un altar de tierra, y sobre él ofrecerás tus holocaustos y tus


sacrificios de comunión, tus ovejas y tus bueyes. Vendré y te bendeciré en
cualquier lugar donde yo haga que se recuerde mi Nombre.

Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te


conduzca hasta el lugar que te he preparado.

22 Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que te diga, seré


enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios.

25 Ustedes servirán al Señor, su Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. Yo


apartaré de ti las enfermedades;

Profeta Isaías:

El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que
habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
2 Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan
en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría
por el reparto del botín.

3 Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de
su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.

4 Porque todas las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de


sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego.

5 Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía


reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso,
Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz».

6 Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y
para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia,
desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo
esto.

7 Así habla el Señor, el redentor y el Santo de Israel, al que es despreciado,


al abominado de la gente, al esclavo de los déspotas: Al verte, los reyes se
pondrán de pie, los príncipes se postrarán, a causa del Señor, que es fiel, y
del Santo de Israel, que te eligió.

8 Así habla el Señor: En el tiempo favorable, yo te respondí, 9 para decir a


los cautivos: «¡Salgan!», y a los que están en las tinieblas:
«¡Manifiéstense!». Ellos se apacentarán a lo largo de los caminos, tendrán
sus pastizales hasta en las cumbres desiertas.

10 No tendrán hambre, ni sufrirán sed, el viento ardiente y el sol no los


dañarán, porque el que se compadece de ellos los guiará y los llevará hasta
las vertientes de agua.

13 ¡Griten de alegría, cielos, regocíjate, tierra! ¡Montañas, prorrumpan en


gritos de alegría, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de
sus pobres!

15 ¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus


entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!

22 Así habla el Señor: Yo alzaré mi mano hacia las naciones e izaré mi


estandarte hacia los pueblos; ellos traerán a tus hijos en su regazo y tus
hijas serán llevadas a hombros.
Isaías nos describe cómo será el nuevo rey que Dios enviará a

su pueblo. Este rey tiene las siguientes características: es la

dinastía del rey David. Sobre Él se posará y vivirá el Espíritu de

Dios. Será el príncipe de la justicia, no juzgará por apariencia y

con Él comenzará la nueva creación. El profeta nos anuncia la

venida del Mesías esperado.

La promesa de Dios ya ha comenzado a cumplirse en el

nacimiento de Jesús. La nueva creación, la radical renovación

del universo ya ha comenzado. Nosotros somos partícipes como

elegidos de Dios para ser servidores del mundo. El Espíritu del

Señor ha sido derramado sobre nosotros para llenarnos también

de sabiduría e inteligencia, de valor y prudencia, de

conocimiento y respeto del Señor.

Jesús, el Mesías, el Cristo, nos fue dado para sanar las heridas,

para darnos la paz, para recuperarnos como hijos de Dios y para

darnos la salvación.

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