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Problemas del

lenguaje y la
comunicación

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Problemas del
lenguaje y la
comunicación

Daniel Romero (editor)

Ruth Alazraki
Norma Andrés
Bruno Berman
Sergio Etkin
Pablo Leona
Lucía Natale
Ana María Paruolo
Inés Gimena Pérez
Paula Roich

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Índice
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Primera Parte
Enfoques teóricos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Saussure. La lingüística estructural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Aportes de Roman Jakobson al modelo estructuralista . . . . . . . . 27 El
esquema de comunicación reformulado . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 El
enfoque de la biolingüística . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

Segunda parte
El significado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 La
problemática del significado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 Una
teoría cognitivista del significado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113 El
significado de los elementos léxicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

Tercera Parte
Aspectos del uso del lenguaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 El
uso del lenguaje en el marco social y cultural . . . . . . . . . . . . . . 127
Mijail Bajtín: los géneros discursivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
El enunciativismo lingüístico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
La deíxis: egocentrismo y referencialidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199
Subjetivemas y Modalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
Enunciación y Multiplicidad de voces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257
La identificación de mecanismos connotativos:
Un modo de lectura interpretativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
Retórica y figuras: metáfora y metonimia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289

Cuarta parte
Aportes filosóficos a las teorías lingüísticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301
La teoría de los Actos de Habla: Austin y Searle . . . . . . . . . . . . . . 303
La presuposición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331
Las Inferencias pragmáticas. Implicaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 377

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 397 7
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Prólogo
Daniel Romero
El libro que el lector está comenzando a leer es una suerte de
manual que reseña algunos de los enfoques fundamentales de las
disciplinas que se ocupan del lenguaje desarrollados durante el siglo
pasado y los años transcurridos del presente.
Ha sido diseñado para utilizarse como texto introductorio a los
pri meros cursos de carreras universitarias en el área de las ciencias
sociales y humanidades, lo cual define a sus destinatarios,
estudiantes que se inician en la reflexión acerca de una propiedad
distintiva del ser humano, la facultad del lenguaje, propiedad que
nos diferencia como especie de los otros seres vivos.
Por lo anterior es que se ha intentado incluir los aportes que
hemos considerado más significativos a la problemática del
lenguaje, tanto desde el punto de vista de su estructura como de sus
principales fun ciones, la representación del pensamiento y la
comunicación.

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Primera Parte
Enfoques teóricos 11

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Saussure. La lingüística
estructural
Pablo Leona
Entre 1906 y 1911, Ferdinand de Saussure (1857-1913) dictó en la
Facultad de Letras y Ciencias Sociales de Ginebra –donde ocupaba,
además, las cátedras de Gramática comparada y Sánscrito– tres semi
narios sobre “lingüística general”. En 1916, a partir de los numerosos
apuntes de clase que pudieron compendiar entre sus asistentes, dos
alumnos suyos (Charles Bally y Albert Sechehaye) publicaron en París el
Curso de Lingüística General. Por el modo como cuestiona y supera el
estado de los estudios lingüísticos anteriores y por las consecuencias que
tendrá en la organización de las ciencias sociales durante el siglo XX, el
Curso es considerado un texto fundamental de la lingüística y la episte
mología modernas.
Para Saussure, ningún otro campo (o dominio) de las incipientes
cien cias sociales estaba tan sumido en “nociones absurdas, prejuicios,
espejis mos y ficciones” como el de los estudios lingüísticos de la época:
ni la gra mática normativa (abismada en la demarcación entre lo
correcto y lo incorrecto) ni la venerable filología clásica (abocada al
estudio compara tivo de textos clásicos), ni –sobre todo–, la filología
comparativa en boga (dedicada al análisis de las filiaciones entre las
lenguas naturales y la reconstrucción regresiva de su origen común, en
el sánscrito o en el indo europeo) podían aspirar al status scientae, a un
lugar entre las ciencias de la sociedad, porque ninguna había logrado
(como sí lo habían hecho la sociología, la economía, la etnografía y la
psicología, entre otras) definir un objeto “autónomo y completo” ni un
método “coherente y riguroso”.

Lengua como objeto de la lingüística

Varias ciencias –además de la gramática y las filologías– se ocupan,


cada una parcialmente, de los hechos lingüísticos: la etnografía y la his
toria (que trabajan sobre documentos lingüísticos o sobre registros lingüís
ticos documentados), la fisiología del sonido (que describe –entre otras
cosas– las condiciones físicas de la realización acústica del lenguaje), la
antropología biológica (que describe el lenguaje como un hecho huma
no, es decir: como un atributo de la especie, y no como un hecho
social), la psicología social (que se ocupa de él como función de la
mente), la
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sociología (que lo considera una institución social entre otras). Esto es
razonable: el lenguaje es un elemento central para la cultura general y
los cometidos prácticos de cualquier sociedad, y el Curso insiste en ello
abundantemente (por el contrario, la filología comparativa soslaya ese
dato y se aplica a defender –mediante argumentos etimológicos– la
tesis de una diáspora de las lenguas como escisiones en sucesiva
decaden cia). Que muchas disciplinas se ocupen de cuestiones
relacionadas con el lenguaje obliga, en primer lugar, a precisar la
incumbencia específica de la lingüística. Si esa precisión, se incurre en
decisiones confusas, en inconsistencias categoriales y en solapamientos
viciosos con las ciencias conexas. La primera tarea es, pues, de
delimitación.
El objeto de la lingüística deberá ser definido consistentemente con
su demarcación respecto de los objetos de las demás ciencias sociales,
y a partir de una reconstrucción radical del aparato terminológico (y,
por ende, conceptual) heredado. Esa operación concluirá en la
definición misma de la lingüística como ciencia autónoma.
El objeto no puede ser el lenguaje (i.e.: la facultad humana interesa
da en el conjunto de todos los hechos que, en sentido general, puedan
ser considerados como “lingüísticos”).
Existe una objeción epistemológica para ello: en cualquier hecho
de lenguaje conviven dos caras, que no pueden ser resueltas consisten
temente desde un mismo punto de vista (o a partir de unos supuestos y
de unas herramientas teórico-metodológicas constantes). En toda frase
proferida, en efecto, hay: el aspecto articulatorio bucal (la producción
fisiológica de sonidos) y el aspecto acústico (el registro fisiológico de
sonidos); el sonido (realidad fisiológica acústico-bucal) y la idea (reali
dad mental) relacionada; un componente social y uno individual; unos
elementos actuales que, a su vez, son el resultado de una evolución;
etcétera. Ahora bien: para intentar la descripción del lenguaje en su
cabal heterogeneidad, habría que convocar a las demás ciencias
conexas, cada una de las cuales podría reclamar a justo título su sobe
ranía sobre una u otra de las diversas dimensiones que lo conforman.
Pero una opción tal es inaceptable, en tanto viciaría toda justificación
epistemológica de la lingüística, cuya razón de ser está supeditada a la
delimitación, dentro de esa heterogeneidad, de un componente esen
cial y autónomo. Saussure resuelve esto señalando que puede separar
se, dentro del caos heterogéneo del lenguaje, un principio de clasifica
ción, la “norma de todos las demás manifestaciones del lenguaje”: la
lengua, el instrumento creado y provisto por la sociedad para que las
personas se comuniquen.
Para precisar la ubicación de la lengua dentro del lenguaje,
Saussure plantea la primera tesis propia, que consiste en distinguirla del
habla, para lo cual realiza una operación que inaugura un método
central en el resto del Curso: la definición a partir de oposiciones
binarias. La primera gran dicotomía del Curso, pues, permite definir la
lengua no por sus pro
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piedades intrínsecas, sino por aquello respecto de lo cual guarda
diferen cias: el habla.
Insistiendo en el supuesto de la lengua como instrumento de la
comunicación, Saussure parte de la consideración de un acto individual
de lenguaje, ya bastante esquematizado:
dados A y B, participantes de un diálogo,

• el punto de partida es un hecho psíquico: en el cerebro de uno de


ellos –digamos, de A–, los hechos de conciencia –los significados– se
encuentran organizadamente asociados a unas instancias expresi
vas –los significantes– y un significado (el deseo de {saludar a B})
desencadena un significante (la secuencia /óla/); esto tiene como
consecuencia
• un hecho fisiológico: el cerebro de A transmite un impulso correspon
diente al significante /óla/ a los órganos fonatorios; esto tiene como
consecuencia
• un hecho físico: las ondas sonoras, que se propagan desde la boca
de A hasta el oído de B; esto conlleva
• un segundo hecho fisiológico: la transmisión desde el oído hasta el
cerebro de B de la señal asociada al significante /óla/; lo cual, a su
vez, provoca
• un segundo hecho psíquico: la asociación –recíproca a la ocurrida
en el origen del diálogo– entre el significante /óla/ y el significado
{saludar a B} (por intervención de la facultad receptiva).

Considerados múltiples casos en los que diferentes individuos ocu


pen las funciones A y B, separar lo que es propio de cada experiencia
particular (lo que es idiosincrático) de lo que es idéntico para todas ellas
(lo que es categórico) permitirá avanzar en la discriminación entre lo
accesorio (aquello cuyas propiedades dependen de variables cir
cunstanciales, que atañen al individuo) y lo esencial (aquello que sea
constitutivo del tipo comunicacional analizado, propio del hecho social).
Lo físico puede descartarse de entrada: si oímos una conversación
en una lengua que desconocemos (es decir: el conjunto de relaciones
entre las partes significantes y significadas), quedamos fuera del hecho
social; además, nunca hay identidad exacta entre el sonido producido
por dos individuos al realizar un mismo significante (pero esas diferencias
no conciernen al hecho social: no son datos sobre la institución que cons
triñe las posibilidades de la intercomunicación sino sobre el individuo);
por otro lado, el sonido no es un elemento esencial: puede reemplazarse
por señales visuales (la escritura, señas con las manos) o táctiles (el
Braille). Y los mismos argumentos pueden esgrimirse para descartar los
hechos per tenecientes al dominio fisiológico. Más aún: otras ciencias (la
física acús tica, la fonoaudiología) se ocupan ya de estudiarlos. Se trata,
pues, de
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cuestiones que, además de corresponderles a otras disciplinas, son acce
sorias a la comunicación.
¿Será, entonces, objeto de la lingüística todo cuanto ocurre en el
dominio psíquico? No todo, pues el primer instante, el momento
ejecutivo, corresponde a los actos de voluntad individual, es decir, al
habla. La len gua puede ubicarse en el segundo momento psíquico: en
el funciona miento de las facultades receptiva (la recepción es siempre
pasiva: el indi viduo no interpone ninguna voluntad, ni en la adquisición
del código…) y coordinativa (…ni en el registro –no se trata de la
interpretación posterior– de una secuencia de signos). La primera
oposición es entre la lengua como institución social que el individuo
registra pasivamente (y que está dispersa “como un tesoro depositado
por la práctica del habla” en el pro medio de las conciencias lingüísticas
de una comunidad lingüística dada, como si se hubiera repartido entre
sus miembros ejemplares de un mismo diccionario y una misma
gramática) y el habla como acto individual de voluntad e inteligencia
(incluidas “las combinaciones mediante las cuales el sujeto hablante
utiliza el código de la lengua –sobre el que no ejerce nin gún poder– en
vistas de expresar su pensamiento personal” tanto como “el mecanismo
psico-físico que le permite exteriorizar esas combinaciones”).
La lengua es esencial a la comunicación: la asociación ordenada
entre las unidades significantes y significadas es insustituible. El habla, en
cambio, es accesoria (o bien: comprende aspectos facultativos, que
pueden ser reemplazados por otros).
La lengua es homogénea (está completa en el dominio psíquico);
el habla es heterogénea (a caballo de los dominios psíquico, fisiológico
y físico). Esa homogeneidad es la que permite que la lengua sea pasible
de una descripción consistente desde un único punto de vista.
Lengua y habla son ambas de naturaleza concreta, pero –a diferen
cia de ésta– la lengua puede describirse sistemáticamente: nada se
sabe con certeza sobre los modos de articulación (ni sobre las demás
propie dades del lenguaje) del latín clásico o del griego demótico, pero
un dic cionario y una gramática bastan para representarlas.

Saussure propone (pero no intenta) dos ciencias complementa


rias de la lingüística:
Una “lingüística externa”, paralela a la lingüística (interna o “a
secas”), que asuma el análisis de los elementos “externos” de la len
gua (sus relaciones con la etnología, con la historia política, con las
instituciones, con el fragmentarismo dialectal), pero niega que la des
cripción del “organismo interno” de la lengua exija considerar las cir
cunstancias del medio en el cual ésta se desarrolla.
Una “lingüística del habla”, que se ocupe de buscar las constan
tes (psicológicas, fisiológicas y físicas) de las ejecuciones individuales.

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La distinción entre lengua/ habla tiene un carácter eminentemente
dialéctico: ninguna existe como hecho independientemente de la otra,
y ambas se presuponen mutuamente. Su separación es el resultado de
una operación teórica de la que Saussure era bien consciente: mientras
otras ciencias operan con objetos dados de antemano, en el caso de la
lingüística, lejos de preceder el objeto al punto de vista, es el punto de
vista el que crea el objeto.
El objeto de la lingüística (aquello que ésta debe proponerse apre
hender y conocer), la lengua, es un sistema de expresiones (o de signifi
cantes) relacionadas con ideas (o con significados), y en tal sentido es
comparable a otros sistemas, como la escritura, el alfabeto gestual de
los sordo-mudos, los ritos simbólicos, las reglas de cortesía, las insignias
milita res, las costumbres, el juego del ajedrez, etcétera. Saussure
enuncia la necesidad de una ciencia que los asuma a todos como
objeto propio: la semiología (que formaría parte de la psicología social
y, consecuente mente, de la psicología general). La relación inmediata
entre lingüística y semiología es de inclusión: las leyes que postule (que
“descubra”) ésta deberán serle aplicables a aquélla.

Lengua como sistema de signos

Saussure reacciona contra la concepción, que venía desde


Aristóteles, de la lengua como una nomenclatura (como un catálogo
de nombres –sin decidir si un nombre es una entidad mental o física–
relacionados con ideas preexistentes y, por lo tanto, externas a la
lengua). El rechazo de esa posi ción teórica resulta en la consideración
de la unidad y del sistema.

La unidad del sistema: el signo lingüístico

En signo lingüístico es la relación arbitraria (en tanto que no la


explica ninguna motivación externa a la lengua) entre un significante
(una cate goría formal: la cadena de elementos irreductibles
correspondientes a los sonidos o fonemas, es decir: la huella mental que
dejan los sonidos, hechos del habla) y un significado (un concepto
mental claro y diferente de los otros conceptos). Ambos componentes
forman una articulación, y ningu no existe sino como contraparte del
otro. Esa articulación está, a la vez, preservada de cualquier
modificación (si se la considera en un momento dado del tiempo) y
expuesta a ella (si se la considera en la evolución entre dos momentos
dados en el tiempo). El signo lingüístico perro es igual a la relación
–arbitraria e (in)mutable– entre el significante /perro/ (que es ana lizable
en un número finito de constituyentes alineados: p|e|rr|o) y el sig
nificado {perro} (canino doméstico). Existen, pues, tres principios del
signo:
a) la relación entre el significante y el significado es arbitraria o
inmotivada. Es decir: no hay ninguna razón o causa natural, lógi
ca o de cualquier otro tipo que determine la articulación entre la
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parte significada y la parte significante de un signo. Saussure
invoca como prueba que en distintas lenguas se dispone de
significantes totalmente distintos para significados muy próximos:
{perro} se articu la con /perro/ en castellano, con /dog/ en inglés
y con /chien/ en francés.

La relación arbitraria se opone a la relación motivada, o natural,


que es propia de otras estructuras de significación, como los gestos, las
pan tomimas o los signos de cortesía. Será tarea de la semiología
clasificar todos esos otros sistemas significativos, según los grados de
motivación que presenten. Sin acometerla, Saussure introduce un
principio en esa clasificación: el de que los signos “totalmente arbitrarios
realizan mejor que los demás el ideal del proceso semiológico”. De esto
extrae una con secuencia de número: por ser la lengua el más complejo
y el más exten dido de esos sistemas de expresión, también es el más
característico, y es en tal sentido que la lingüística –en la medida en que
sea capaz de lle var a cabo su descripción eficiente– deberá tomarse
“como el patrón general de toda semiología.” En este sentido, no
inmediato, la lingüística le sirve de modelo a la semiología.
Las unidades significativas fundadas en una articulación no total
mente arbitraria son los símbolos. En ellos hay siempre un rudimento de
vínculo natural (o razonable) entre significado y significante. El símbolo
de {justicia}, por ejemplo, es la balanza (y la espada, y la venda sobre
los ojos), y es razonable que así sea, pues cada uno de esos significantes
expresan propiedades del significado (la ponderación del “peso” de las
posiciones encontradas, la implacabilidad, la equidad). Por eso, no sería
razonable que el símbolo de {justicia} fuese una carreta, por ejemplo. En
cambio, que el significado {perro} se relaciones con el significante
/perro/ en lugar de /*tlala/ o /gato/ o /dog/ es totalmente arbitrario. No
existe razón fuera de la organización intrínseca de cada lengua que
explique esa relación por motivos extraños a la misma.
Luego de enunciar el principio de la arbitrariedad como central
para la lingüística (y para la semiología), Saussure señala que dentro de
toda lengua hay elementos fundamentalmente arbitrarios y elementos
motiva dos en mayor o menor grado:
En cuanto a las onomatopeyas (en las cuales subyace una motiva
ción fonética entre el significado y significante), no constituyen una obje
ción importante al principio de la arbitrariedad por tres motivos: en
primer lugar, se trata de un subconjunto muy reducido dentro del
conjunto de los elementos lingüísticos; en segundo lugar, en tanto
imitación aproximada de determinado ruido (de ahí su motivación) son
siempre relativamente arbitrarias (de ahí la diferencia entre las
onomatopeyas de diferentes len guas; cf: “arf-arf”, “guaguau”,
“ouaoua”); y en tercer lugar, una vez ins criptas como elementos
lingüísticos, la evolución (vid. infra, mutabilidad) termina por desplazar la
relación entre significado y significante, hasta el
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punto de desdibujar aquella motivación inicial: el signo bárbaro deriva
del griego {el que tiene dificultad de dicción, el que balbucea la
lengua griega}, claramente fundado en la onomatopeya bar-bar (equi
valente a bla-bla), que en el s. V a.C. significa ya {extranjero} o {persa}
(antónimo de heleno), y más tarde, entre los romanos, {inculto, grosero}
(antónimo de cultivado). El ejemplo muestra la arbitrariedad como una
consecuencia (a la vez que como una condición) de la mutabilidad
(vid. infra) del vínculo significado-significante desde una perspectiva
histórica.
Por otro lado, existen signos en los que hay una motivación semánti
ca del significante por el significado. El signo veinte, por ejemplo, es
inmo tivado, pero diecinueve no lo es (ahora bien: por separado, diez y
nueve son, ambos, inmotivados); metegol es motivado, pero sus
constituyentes mete y gol son arbitrarios. La motivación semántica es
muy evidente en aquellos signos compuestos (sintagmas), cuyas
unidades analizables, también ellas, como artículos (arbitrarios) de
significado-significante per tenecientes al mismo código. Esto es
evidente en parejas de términos de significado muy próximo, como:
gafas/ anteojos, mendigo/ pordiosero, abecedario/ alfabeto.
La motivación semántica del significante por el significado nunca es
absoluta o –lo que es lo mismo– siempre es parcialmente arbitraria (si no,
se estaría ante un indicio natural, como el par humo-fuego, ante cuya
relación la sociedad no interviene más que reconociéndola y que, por lo
tanto, no es considerado signo por Saussure): compárense botellero y
ropavejero o noventa y nueve (cuyo significante se funda en una base
decimal) y quatre-vingt-dix-neuf (de base duodecimal).
Finalmente, la enorme mayoría de los signos se conforman a partir
de patrones regulares del sistema al que pertenecen. Si una forma
nueva se produce por aplicación de la fórmula del cuarto proporcional
(a:b = c:d) se trata de una motivación gramatical, o generación regular
por imitación analógica de un modelo. El signo fruta es totalmente
arbitrario, mientras que frutería es relativamente motivado (porque se
funda en la analogía con otras series del sistema: flor-florería,
libro-librería, licor-licorería, etc.) El signo [in/explic/able/mente] se crea
sobre la preexistencia (en el mismo sistema) de formaciones
equivalentes: [in/útil], [explic/ación], [am/able], [cobarde/mente]. Otro
tanto sucede con los plurales, o los diminutivos. Asimismo, dado un verbo
inexistente (*nupar), puede derivarse el paradig ma completo de
conjugación (*nupo, *nupaba, *hubiere nupado,…) Cuando los niños
producen formas como *vayáramos (por fuéramos), *sabo (por sé) o
*cabo (por quepo) están improvisando (como cuando producen las
formas correctas regulares) hechos de habla por compara ción con
otras formas disponibles en el sistema, es decir: fundados en una regla
de la lengua.

b) El significante del signo lingüístico es lineal. Las unidades mínimas


constitutivas del significante lingüístico (que “se hacen tangibles”
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en las letras de la escritura, o en los sonidos vocales, o en las
señas de los sordomudos, o en las protuberancias de la escritura
Braille) son discretas y se disponen linealmente, es decir:
representan una extensión y guardan una orientación (ídem). El
significante /sol/ es analizable en tres unidades irreductibles (s, o,
l) que guardan un orden necesario (que lo distingue de, /*slo/,
/*ols/ etc.) y una orientación necesaria (que lo distingue de /los/)
y que, además, vuelven a aparecer en otros significantes del
mismo sistema con el mismo valor contrastivo (s en: /se/, /me/,
/te/, /le/…; o en: /lo/, /le/, /la/…; l en: /el/, /en/, /es/…)

Este es un principio que permite oponer al signo lingüístico a los


demás signos. Los signos visuales, por ejemplo, ofrecen complicaciones
simultáneas en varias dimensiones. Mientras la facultad receptiva
registra un significante lingüístico como la coordinación de un número
limitado de elementos recurrentes dispuestos en un orden y orientación
necesa rios, la comprensión de un dibujo (de un significante plástico o
icónico) no puede tiene tales características: una imagen no puede
segmentarse en constituyentes mínimos (puntos, líneas rectas o curvas,
continuas o seg mentadas, etc.) pertenecientes a un repertorio finito y
que reaparezcan en otras imágenes con el mismo valor contrastivo
cada vez.

Los anteriores dos son los “principios fundamentales” del signo. El pri
mero es general al signo semiológico y el segundo, específico del signo
lingüístico. Su entrecruzamiento permite la siguiente taxonomía:

1er Principio: Arbitrariedad


del vínculo significante/ significado
+

Signo
lingüístico A


2do. Principio: + Símbolo lingüístico Linealidad del B
significante – Signo no lingüístico Símbolo no lingüístico C D

Los signos de la lengua la elección de cuyo significante no obedez


ca a ninguna motivación (fonética, semántica o morfológica) correspon
den al campo A; los demás, corresponden al campo B.
Cualquier estructura significante no lingüística que se relacione con
un significado arbitrariamente corresponde al campo C (la señal de
prohi bido estacionar, las luces del semáforo); en el caso de que la
relación esté motivada, corresponde al campo D (una imagen
figurativa, las fórmulas estructurales de la química, los emblemas
heráldicos o nacionales)
El tercer principio –que es, también, un principio de la semiología
general– se relaciona con la cuestión de si la lengua –o cualquier siste
ma– debe ser descripta desde una perspectiva estática o histórica:
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c) Mutabilidad e inmutabilidad del vínculo entre significado y signifi
cante.

Considerado estática o sincrónicamente (en un momento dado de


la evolución histórica del sistema al que pertenece), la relación arbitraria
entre el significante y significado es inmutable. La lengua se distancia así
del resto de las instituciones sociales (como el Derecho, los cultos
religiosos, la señalética urbana, la moda), en las que hay siempre un
balance entre lo que impone la tradición y la acción libre de la
sociedad; en cambio, todos se someten a la institución lingüística y
nadie se plantea la necesidad (ni aun la posibilidad) de revisar, criticar o
cuestionar sus leyes. Varias razo nes coadyuvan a resguardar el signo de
su mutación (la lengua es siempre heredada de la generación
precedente, su aprendizaje supone un esfuer zo enorme, los sujetos –en
gran medida– no conocen conscientemente sus leyes), pero las más
importantes son: la arbitrariedad del vínculo entre sus constituyentes (si
así no fuera, habría lugar para una crítica sobre la racio nalidad del
vínculo: un sistema de símbolos, por ejemplo, puede discutirse); la
multitud de signos que constituyen cualquier lengua (un sistema de sig
nos acotado –por ejemplo: la clave Morse– podría criticarse); la compleji
dad del sistema (si todos los usuarios de una lengua conocieran la estruc
tura del sistema, como sucede con la comunidad de los programadores
científicos de los lenguajes artificiales de la informática, podría
modificarse el código); la masa tiende a resistirse a toda innovación
lingüística (es con servadora, como no lo es respecto de ninguna de las
otras instituciones).
Considerado desde una perspectiva evolutiva o diacrónica (que
abarque diferentes momentos históricos), el lazo entre significado y signifi
cante es mutable. La alteración de la que se trata no es de orden fonéti
co (no afecta sólo la parte significante del signo) o semántico (no
afecta sólo la parte significada) sino sígnica, y reviste la forma de un
desplaza miento entre una y otra caras de la articulación, que lleva a
una configu ración diferente del sistema. Un ejemplo ya comentado:
/bárbaro/ signifi ca actualmente {descomunal}, luego de haber
significado, sucesivamen te, {gangoso}, {extranjero} e {incivilizado}. Este
caso no es una rareza: en todas las palabras en las que conviven una
acepción literal y una figura da, la segunda es posterior a (y se deriva
semánticamente de) la primera; en los casos en los que la acepción
literal se vuelve arcaica, la otra se estabiliza como primera acepción: ha
ocurrido, entonces, un desplaza miento entre el significante y el
significado (así, el significante castellano /grado/ ya no significa
{escalón}, como en latín, aunque siga presente en grada). Por último, el
significante /enervar/, que en el castellano del siglo XVI significaba
{sosegar}, pasa a articularse con el significado opuesto, {irri tar}, a
mediados del s. XIX. La primera razón que hace posibles (y fatales) esos
desplazamientos es la arbitrariedad del signo (que explica ambas
propiedades: el signo es inmutable porque el individuo no puede
cambiar la relación entre un significado y un significante sino a riesgo de
quedar al
21
margen del hecho social; y –por otro lado– la arbitrariedad del vínculo lo
expone a modificaciones, que son el resultado de la repetición y
estanda rización de usos individuales que difieren del uso anterior). Las
otras son: que la lengua es social (que toda la sociedad toma parte en
su constitu ción constantemente: si se pudiera aislar un conjunto mínimo
de indivi duos, su lengua ser rezagaría respecto de los cambios de la
lengua social) y el paso del tiempo (aislado del tiempo, un sistema es
inmutable, como ya se dijo en el párrafo anterior), “que todo lo
cambia”.
Para dar cuenta de la “dualidad interna de las lenguas” (en las
cuales hay dos ejes: el de las simultaneidades, que concierne a las
relaciones entre cosas coexistentes y exige la omisión del tiempo, y el de
las sucesivi dades, que analiza la evolución temporal de cada elemento
en particu lar) Saussure enuncia la necesidad de dos lingüísticas: una
sincrónica (o estática), que se ocupe en la descripción de una lengua
en un estado momentáneo (de las leyes que explican, en el castellano
rioplatense actual, la relación entre enervar y tranquilizar, o entre
bárbaro y descomu nal) y una diacrónica (o evolutiva) que se ocupe de
la descripción de los cambios de los signos entre dos fases históricas (de
las leyes que explican las relaciones entre enervar1 = {apaciguar} y
= {irritar}). Ambas lin
enervar2 güísticas son complementarias: aunque se
presten mutuo auxilio, disponen de objetos diferentes, y deberán
encontrar sus propios métodos.

La lengua como sistema de valores puros

En el momento del dictado del Curso, la comunidad científica consi


deraba casi unánimemente la lengua como una representación del
pen samiento, como un decalco de la idea significada. Ahora bien: una
defi nición tal relega la lengua al papel de rotulación de una entidad
que la trasciende –algún tipo de materia lógica o psicológica– y cuya
existencia se da por sentada: se consideraba, por ejemplo, que el orden
lineal de las palabra en la frase imitaba la sucesión natural de las ideas
en el espí ritu: si el sujeto se ubica al principio de la frase es porque la
cosa juzgada tiene que ser considerada antes de la afirmación del
juicio. El hecho de que en diferentes lenguas (y también dentro de una
misma lengua) sean habituales ordenamientos diferentes era
contestado mediante la hipóte sis de que en tales casos se produciría
un ordenamiento transpositivo que transformaría el orden “natural”
subyacente al enunciado “desviado”. El orden (relativo) de las lenguas
se debería estimar, entonces, en relación al orden natural de las cosas.
Para Saussure, en cambio, la lengua no es una nomenclatura (un
catálogo de nombres que se le adjudican a ideas preexistentes) sino un
sistema valores puros, o sea: determinados todos ellos solamente por el
estado momentáneo de las relaciones entre sus términos.
Fuera de su organización por parte de la lengua, pues, no es
posible distinguir unidades ni en el plano material de los conceptos
(porque el
22
pensamiento pre-lingüístico –el caos de las idealizaciones, de las percep
ciones, etc., es lingüísticamente amorfo), ni en el plano material de los
sonidos (porque la masa de los sonidos es igualmente indeterminada
fuera de la lengua). Entre ambas masas amorfas (que son, respectiva
mente, objeto de estudio de la psicología pura y de la fonética) la len
gua opera una serie de deslindamientos recíprocos de significados
(correspondientes a porciones del pensamiento) que se articulan con sig
nificantes (correspondientes a porciones de materia fónica). Saussure
compara esa operación con los cortes que se hacen sobre una hoja de
papel: así como no es posible recortar una cara sin la otra, la masa con
ceptual no puede ordenarse sino en correspondencia con la organiza
ción de la masa fonética, y ninguna de las organizaciones resultantes de
ambas caras precede a la otra. “La lingüística trabaja sobre el terreno
limítrofe donde los elementos de ambos órdenes se combinan; esta com
binación produce una forma, no una sustancia.” Se trata, claro, de la
forma del sistema. El signo lingüístico, que había sido definido abstrayén
dolo de su pertenencia al sistema, debe ser definido ahora como un ele
mento (resultante) del sistema.

Valor del significado

Al interior del signo, como contraparte del significante, el significado


es concebido como una significación; según su posición en el sistema,
como contraparte de los demás significados de la lengua, el significado
(y también el significante) adquiere un valor. Ese valor es el resultado de
las relaciones opositivo-diferenciales que un elemento del sistema con
trae con otros términos del mismo sistema.
Por ejemplo: fish será traducido al castellano ya como pez, ya
como pescado. La diferencia entre el signo del inglés y los signos del
castellano no es de significación, sino de valor: mientras que en
castellano los térmi nos se limitan entre sí (sobre la precisión de si el
animal está vivo/ muerto o libre/ en cautiverio), en la lengua inglesa no
existe tal oposición, por lo cual fish cubre ambas significaciones. Otro
tanto sucede con to be y ser/estar, o con you y vos/ usted/ ustedes (o
bien: tú/ usted/ vosotros/ ustedes).
Otro ejemplo:

malayo castellano húngaro


hermano atya {hermano mayor}
sudará öccs {hermano menor} hermana néne {hermana mayor}
bug {hermana menor}

Los valores definen también las entidades gramaticales de la


lengua: en el castellano, el valor del presente de indicativo (que se limita
con el sub juntivo) no es el mismo que el del presente inglés, ni el género
masculino
23
(que sólo se opone al femenino) es el mismo que el del masculino
alemán (donde se limita por oposición con el femenino y el neutro), ni el
plural (que sólo se opone al singular) es el mismo que el del griego
(donde se opone al singular y al dual). El significado del futuro del
subjuntivo (ocurriere), de uso rarísimo en el castellano rioplatense actual,
ha sido absorbido por el imper fecto (ocurriera, –ese), cuyo valor –por lo
tanto– ha mutado.
Al interior de una misma lengua, todos los signos con significados
vecinos se limitan recíprocamente: sinónimos como melancolía, abulia,
desgano, indolencia, indiferencia no tienen valor propio sino como resul
tado de su oposición: también aquí, si cualquiera de ellos
desapareciera, su contenido sería asumido por alguno de los demás. Por
este mismo motivo, Saussure niega la existencia de sinónimos absolutos.
“En todos esos casos, pues, sorprendemos, en lugar de ideas dadas
de antemano, valores que emanan del sistema. Cuando se dice que los
valores corresponden a conceptos, se sobreentiende que son puramen
te diferenciales, definidos no positivamente por su contenido, sino nega
tivamente por sus relaciones con otros términos del sistema. Su más exac
ta característica es ser lo que los otros no son”.

Valor del significante

Al igual que con el plano significado, lo que importa en el análisis


del significante de un signo no es la secuencia de las unidades
irreductibles que lo constituyen (/muerto/ = m| u|e|r|t|o), sino las
diferencias que guarda esa cadena con las demás del sistema
(/muerto/ ≠ /puerto/, ≠ /huerto/, ≠ /tuerto/, ≠ /muerdo/, ≠ /muerta/, ≠
/*luerto/…). Como la rela ción con el significado es arbitraria, la
constitución del significante sólo puede fundarse en esa
no-coincidencia. Arbitrario y diferencial son, pues, características
correlativas.
Las unidades irreductibles en las que puede descomponerse un sig
nificante (que se pueden realizar, sin confundirse con ellos, en los sonidos
vocales) son definidas por cada sistema. En castellano, por ejemplo, la
diferencia entre la articulación sorda “ ó” y sonora “d ó” del significan te
/yo/ se registra como un hecho de habla (es decir, como accesorio),
porque la diferencia no está codificada como tal en la lengua; en cam
bio, en inglés “ óu” (/show/) “d óu” (Joe) la oposición sordo/sonoro está
codificada en la lengua. El valor de d (y el de ), entonces, difiere en
castellano y en inglés.

Valor del signo

Si cada uno de los planos del signo es una entidad negativo-diferen


cial, el signo (la relación entre ambos) es, en cambio, un hecho positivo,
una entidad concreta. Por lo tanto, dos signos no pueden ser ya diferen
tes sino distintos: “los caracteres de la unidad [del signo] se confunden
24
con la unidad misma. En la lengua, como en todo sistema semiológico,
lo que distingue a un signo es todo lo que lo constituye. La diferencia es
lo que hace la característica, como hace el valor y la unidad.”

Las relaciones entre los signos

Los valores de una lengua son engendrados por las relaciones opo
sitivo-diferenciales entre las entidades significadas y significantes. Esas
relaciones son de dos órdenes.
Por un lado, en el discurso los signos constituyen –en virtud del carác
ter lineal del significante– combinaciones sintagmáticas, compuestas de
dos o más unidades consecutivas (como en contra-atacar, a capa y
espada, si está lindo, vamos, etc.) Son sintagmas las palabras compues
tas (motivadas semántica o gramaticalmente), los giros idiomáticos (pro
vistos por la tradición) y las frases (en la medida en que se forman sobre
tipos sintagmáticos lingüísticos y no son, en tal sentido, el resultado de un
acto individual). En un sintagma, un término adquiere su valor por las
opo siciones con los términos que lo preceden, con los que lo suceden o
con ambos. Todos los términos de este tipo de relaciones se hallan
presentes en el discurso (o bien: la relación es in praesentia), su número
es finito y su orden, necesario.
Por otro lado, en la memoria (es decir: fuera del discurso), todos los
signos que tienen algo en común conforman grupos asociativos en cuyo
seno reinan relaciones diversas (enseñanza se relaciona, por el plano del
significado, con aprendizaje, educación, etc.; por el plano del significan
te, con lanza, balanza, etc.; por ambos, con aprendizaje, educación,
etc.; gramaticalmente, con templanza, esperanza, etc.). Los términos de
una asociación constituyen una serie mnemónica virtual (o bien: la rela
ción es in absentia), su número es indefinido (salvo para los paradigmas
asociativos gramaticales) y no se organizan en ningún orden.

25
26
Aportes de Roman Jakobson
al modelo estructuralista
Pablo Leona

Los terrenos principales de investigación de Roman Jakobson (1896-


1982) fueron la lingüística (fonología, morfología, dialectología y
patologías del lenguaje) y la poética, pero sus intereses excedieron el
campo del len guaje y las artes verbales, para extenderse hacia la
semiótica de la cultura y la estética.1 La teoría estructuralista de
Jakobson fue la que tuvo mayor influencia en el desarrollo del
estructuralismo francés2 y varios de sus princi pios metodológicos para la
investigación semiótica son aún productivos.3
Su abordaje de las estructuras lingüísticas se basó en conceptos
claves como función y comunicación. En sentido general, función es la
contribu ción específica de una parte a un todo.4 Este sentido vago ha
permitido
1
Su extensa producción puede dividirse en cuatro períodos: 1. el formalista
(1914- 1920), durante el cual funda el Círculo Lingüístico de Moscú y se vincula
con los movimientos vanguardistas de Moscú (la Opoyaz, el otro centro del
formalismo ruso). 2. Al instalarse en Checoslovaquia, inaugura su período
estructuralista (1920-1939); allí constituyó, junto con Nikolái Troubetzkoy y V.
Mathesius, el Círculo Lingüístico de Praga. 3. Luego, trabajó con Louis Hjelmslev,
máximo representan te del Círculo Lingüístico de Copenhage, en lo que se
puede denominar el ini cio su período semiótico (1939-1949); fue uno de los
fundadores del Círculo Lingüístico de Nueva York, tras inmigrar y nacionalizarse
en 1941. 4. De 1949 en adelante trabajó de modo interdisciplinario, tanto en la
Universidad de Harvard como en el MIT, en temas de teoría de la información y
de la comunicación.
2
Según su propio testimonio, Jakobson es responsable de haber bautizado así al
“método estructural” (1985: p. 142).
3
Entre estos se destacan: 1. el principio de pertinencia; 2. las nociones de oposi
ción binaria y rasgo distintivo; 3. el trabajo sobre los ejes de selección y combi
nación como mecanismos intelectuales involucrados en los procedimientos de
metáfora y metonimia; 4. el trabajo sobre el par código/ mensaje con un mode
lo comunicacional (por lo tanto en un sentido que incluye las reglas de produc
ción o combinación, y no sólo como repertorio de signos); 5. la teoría de las fun
ciones del lenguaje; 6. la teoría del elemento marcado.
4
El término connota instrumentalidad, utilidad, o incluso finalidad, y presupone el
marco total de un sistema. La contribución particular de una función a un siste
ma es a menudo definida como un propósito, pero este concepto es criticado
por sus implicaciones teleológicas y vitalistas. Un ejemplo de esta noción gene
ral de función es su definición fisiológica: la función de un órgano es definida
como el normal y específico funcionamiento que el órgano cumple dentro de y
para el cuerpo como un todo.
27
que en el estudio de estructuras semióticas o de la comunicación en
general la definición del término cubriera el rango que va de un concep
to estrictamente formal a un cuasi sinónimo de significado. Sin embargo,
en su uso se pueden distinguir siempre dos acepciones básicas: una que
designa una función estructural y otra que designa una función comuni
cativa. Mientras que la primera tiene lugar en el lenguaje, la segunda es
una función del lenguaje.

Funciones estructurales

Por funciones estructurales deben entenderse los roles que los ele
mentos semióticos tienen en la constitución, mantenimiento y funciona
miento de un sistema semiótico. Un sistema semiótico funciona adecua
damente cuando sus elementos están suficientemente diferenciados.
Esta diferenciación funcional, que se conoce como principio de
pertinen cia (o relevancia), puede ser ilustrado por el procedimiento de
determi nación funcional de los fonemas.
Siguiendo la distinción de Saussure entre lengua y habla,
Troubetzkoy y Jakobson introdujeron la distinción entre fonología (el
estudio de los ele mentos fónicos de la lengua como elementos
funcionales de un sistema de forma y contenido) y fonética (el estudio
de la articulación en el habla de los elementos fónicos de la lengua).
Desde el punto de vista fonético, puede descubrirse un número casi
ilimitado de diferencias en el análisis de los sonidos reales del habla. La
fonología reduce esas diferen cias a aquellas que desempeñan un rol
funcional en el sistema, a las que denomina “oposiciones fonológicas”.
El criterio funcional es el efecto de las diferencias fónicas sobre el
sentido. Este efecto se mide por medio de la sustitución de sonidos en
contexto (lo que se conoce como test de con mutación). Las clases de
sonidos cuya conmutación (sustitución mutua) en las palabras ocasiona
diferencias de significado se llaman “fonemas”. En el castellano, la
oposición /l/, /r/ y /r/ es fonémica, porque su conmuta ción (en
contextos idénticos) conlleva una diferencia de sentido: “celo”, “cerro”
y “cero”. Sin embargo, no es la diferencia en tanto tal la que con vierte
a los sonidos en fonemas: en efecto, la misma diferencia fonética no
produce diferencias de significado en el chino, para cuyos hablantes [l],
[r] y [r] serán variables alofónicas de un único fonema /l/.
La noción de pertinencia remite, pues, a que las estructuras se distin
guen –funcionalmente– dentro de los sistemas. Pero este principio requie
re además la distinción de diferentes niveles de análisis. La pertinencia sis
temática en el nivel de los fonemas sólo puede decidirse con referencia
a un nivel superior de la estructura lingüística, esto es, el nivel morfémico
y semántico, porque sólo la diferencia semántica en la conmutación
demuestra la relevancia sistemática o pertinencia de la diferencia fono
lógica (en el nivel más bajo). Para caracterizar el cambio de
perspectiva del análisis fonético al fonológico puede decirse que el
primero es un
28
acercamiento a los fenómenos de superficie, no estructurales, mientras
que el acercamiento fonológico a los fenómenos semióticos toma en
cuenta los elementos de los sistemas de signos en relación con su
función dentro del código.
Un paso más allá en la atomización del lenguaje fue la reducción
analítica de los fonemas a un sistema de rasgos distintivos de
articulación dispuestos en oposiciones binarias (Jakobson, 1956). El
número de estos rasgos es menor que el número de fonemas: Jakobson
postuló una lista limitada de doce rasgos distintivos como válida para
todas las lenguas.5 En el sistema binario de rasgos distintivos, cada
fonema está caracteriza do estructuralmente por los rasgos que tiene y
por los que no tiene. Dos fonemas se distinguen siempre por, al menos,
un rasgo distintivo.
El descubrimiento de los rasgos distintivos como las entidades
mínimas del lenguaje y los principios funcionales del análisis fonológico
contribuyó significativamente a la investigación estructural de los
sistemas de signos.

Funciones comunicativas

Mientras que las funciones estructurales remiten al rol de los elemen


tos dentro del código o del mensaje, las funciones comunicativas
refieren al uso del mensaje en situaciones concretas. En última instancia,
cada función estructural depende también de funciones comunicativas
(es decir, del uso de los elementos en situaciones comunicativas).
Bühler ya había distinguido en 19346 entre las tres funciones caracte
rísticas del lenguaje: expresión, representación y apelación, determina
das por el predominio de uno de los tres elementos relacionados por un
signo (emisor, estado de cosas y receptor, respectivamente). Lo que se
conoce como “modelo de la comunicación” de Jakobson es el resulta
do de haber añadido tres elementos a ese esquema: el código y el men
saje y el canal, asociados, respectivamente, a las funciones metalingüís
tica, poética y fática; su presentación “clásica” se encuentra en el ensa
yo de 1960 “Lingüística y poética” donde, en realidad, antes que desa
rrollar un modelo comunicacional, lo que se propone Jakobson es “vindi
car el derecho y el deber de la lingüística de dirigir la investigación del
arte verbal en todos sus aspectos y extensión” (1960: 394) y justificar que
“ya que la lingüística es la ciencia global de la estructura verbal, la poé
tica debe formar parte de la lingüística” (348). El ensayo concluye así:
“un

5
Estos rasgos distintivos universalmente válidos, son los así llamados universales
fonológicos. Se dividen en: rasgos de sonoridad: A.1-Vocálico / No vocálico;
A.2– Consonántico / No consonántico; A.3– Denso (o compacto) / Difuso; A.4–
Tenso / Flojo; A.5– Sordo / Sonoro; A.6– Nasal / Oral; A.7– Interrupto (discontinuo)
/ Continuo; A.8– Estridente / Mate; A. 9– Recursivo / Infraglotal; y rasgos de
tonali dad: B.1– Grave / Agudo; B.2– Bemolizado / Normal; B.3– Sostenido /
Normal. La universalidad de estos principios ha sido cuestionada.
6
Teoría del lenguaje, Madrid, Revista de Occidente, 1950.
29
lingüista que preste oídos sordos a la función poética del lenguaje y un
estudioso de la literatura indiferente a los problemas lingüísticos son ana
cronismos flagrantes.” (395) Se trata, en definitiva, de justificar la posibili
dad –y aun: la necesidad– de un análisis metódico de la función
poética. Para ello, se impone, antes, definir su lugar entre las demás
funciones del lenguaje.
En cualquier acto de comunicación verbal pueden reconocerse
seis factores: un DESTINADOR que le envía un MENSAJE a un DESTINATARIO, referi
do a un CONTEXTO de referencia (mediato o inmediato), construido sobre
un CÓDIGO compartido (en mayor o menor medida) y en virtud de la exis
tencia de un CONTACTO (un canal físico y psicológico entre los sujetos). A
cada uno de esos factores se asocia una función del lenguaje. Lo más
frecuente es que en un mismo mensaje verbal se encuentren presentes
varias funciones, si bien que jerarquizadas: la función predominante, a
las que el resto le están subordinadas, determinará la estructura verbal
del mensaje
Cuando el mensaje está orientado prioritariamente hacia al
CONTEXTO (i.e.: a la descripción de una situación, objeto o estado mental),
predo mina la función REFERENCIAL (o denotativa). Es el caso de las
oraciones declarativas, del tipo: todos los hombres son mortales,
últimamente estu ve despertándome temprano, tengo sueño, ahí
vivíamos cuando vos eras chico.
Si el mensaje se orienta hacia la actitud –verdadera o fingida– del
DESTINADOR hacia aquello de lo que está hablando, se privilegia la función
EMOTIVA (o expresiva). Las interjecciones son típicamente emotivas:
difieren del lenguaje referencial tanto por su sistema fónico (oh, ah, pfff,
bah, psé, epa…: secuencia fónicas peculiares o incluso sonidos fónicos
extraños al código) como por su función sintáctica (no son
componentes sino más bien equivalentes de oraciones) e informan la
actitud –de asco, de reti cencia, de sorpresa, de entusiasmo…– del
destinador. Otro significante específicamente emotivo es el de los
“rasgos expresivos” o “enfáticos”, es decir, los modos de realización de
los fonemas que revelan las actitudes emocionales del destinatario7: en
castellano, la oposición entre [sí] y la prolongación enfática de la vocal
[sí:]8 forma parte del código, si bien no en términos fonémicos (a
diferencia del checo, donde [vi]: vosotros se opone a [vi:]: sabe). En la
medida en que informan de un estado interno del destinador, la clase
entera de las exclamativas (“¡Por fin llegaste!”, “Ojalá estuvieras acá”,
“¡Qué lindo!”, etc.) es, también, típicamente emotiva.

7
Kerbrat-Orecchioni los llamará “fonoestilemas”.
8
Esa diferencia le permite al destinador prestar acuerdo de modo neutro o enfá
tico. Obsérvese que, para hacerlo de modo concesivo o indolente, dispone
también de la variante expresiva [sé], donde la oposición distintiva: [a] vs. [e] es
puesta en suspenso a favor de las oposiciones expresivas.
30
Jakobson refiere un ejercicio que Stanislavski les imponía a sus alum
nos de teatro: variar los rasgos expresivos en la articulación del sintagma
“Esta noche”, de modo tal de obtener “cuarenta mensajes diferentes”.
Algunas de esas diferencias serían necesariamente explicables en térmi
nos de lo que se ha definido como función expresiva. En un cuento de
Alejandro Dolina (“Didascalias”) se pone en crisis la posibilidad comuni
cativa de esos rasgos:

Emma: (con la crueldad soberbia de los que han ingerido un antído


to que los pone a cubierto de cualquier veneno).– ¿Brindamos?

Si el mensaje se orienta al DESTINATARIO, predomina la función CONATIVA,


cuyas marcas lingüísticas propias son los vocativos y el modo imperativo,
que suelen tener características diferentes de las demás categorías nomi
nales y verbales. Entre otras, una oración en imperativo (“–Dale, papá,
sacá todo eso de ahí y andá a comprar carbón”) no puede ser someti
da a pruebas veritativa: una orden no es ni verdadera ni falsa9.
Los tres primeros factores corresponden a la primera (emisor, quien
habla), la segunda (receptor, a quien se habla) y la tercera (contexto,
de lo que o de quien se habla) personas gramaticales.
La orientación hacia el CONTACTO de los mensajes que tienen como
objetivo establecer, (“–Ey, che, ¿te puedo hacer una pregunta?”) prolon
gar (“–…Y…, bueno; ¿qué te iba a decir…? ¡Ah, sí, ya sé!”), mantener
vigente (“–¿No es cierto?”, “–¿No te parece?”) o clausurar la comunica
ción (“–Bueno, listo, quedamos así. Chau”) se dirige al CANAL y es
llamada, en términos de Malinovski, función FÁTICA10 (del gr. “relativo a
lo que se dice”).
Es más frecuente en una conversación por teléfono o por chat que
en un intercambio cara a cara, donde el contacto es negociado, tam
bién, por la mirada y la disposición corporal. Según Jakobson, es la prime
ra función que adquieren los niños y la única que el hombre comparte
con los pájaros hablantes (loros, cacatúas, guacamayos).
(…)El Polo bajó la radio y mientras el Pedro picaba de aquel
sabroso salame, que tenía mezclada carne de potranca a la de
cerdo, se preguntaron y respondieron cosas sin que en ningún
momento llegaran a conversar como se entiende por lo general. A

9
Ello no implica que las órdenes no estén sujetas a condición alguna, se someten
a condiciones de adecuación de orden pragmático.
10
“un tipo de discurso en el cual los lazos sociales son creados en el mismo inter
cambio de palabras… Una mera frase de cortesía cumple una función para la
cual el significado de las palabras que la constituyen es casi del todo insatisfac
torio. Las preguntas acerca de la salud, los comentarios sobre el tiempo, las afir
maciones de algún estado de cosas absolutamente obvio, todo esto se inter
cambia no para informar…” (Malinowski, Bronislaw (1923) “Phatic communion”)
31
ratos se miraban en silencio y reían de esa manera lastimosa.
Entonces el Pedro preguntaba por alguien que se había ido o, lo
que es lo mismo, se había muerto.
El Polo hizo un esfuerzo y le preguntó cómo le iban las cosas. Él
dijo que bien, naturalmente. ¿De qué otra forma le podían ir? (…) El
Polo sacudía la cabeza y miraba el aire y de vez en cuando decía
“¡La puta!”.
–¿Y a vos cómo te va?– preguntó por fuerza el Pedro.
El Polo se encogió de hombros como un desgraciado
–Y… siempre lo mismo. ¿Qué te parece? Se siembra trigo y a los
20 días sale el trigo. Se siembre maíz y a los 10 días sale el maíz.
Hasta ahora nunca salió otra cosa (…)
(De “Mi madre andaba en la luz”, en
La balada del álamo carolina, de Haroldo Conti, 1975)

La lógica moderna distingue entre uso de un término (o lenguaje


objeto, como en: Un oso es un mamífero) de mención de un término (o
metalenguaje, como en: “Un oso” es una construcción de artículo + sus
tantivo). Cuando el destinador o el destinatario quieren confirmar la
com patibilidad de sus representaciones del CÓDIGO común, producen
un mensaje en el cual predomina la función METALINGÜÍSTICA. Además de
en contextos de desacuerdo o ambigüedad, es muy importante en el
pro ceso de adquisición de la lengua. La forma típica es la de una
estructu ra ecuacional (a = a):

–¿Y tu novia?
–Ni idea. Se pegó el pire.
–¿Y qué quiere decir “se pegó el pire”?
–Quiere decir que me dejó.
–Ah: te echó flit.
–¿Qué?
–Te echó flit: así decíamos nosotros.
–Ah, bueno, sí: me echó frit.
–“Flit”
–“Flit”… ¿Y qué es “flit”?
–Un líquido para que no haya mosquitos, era.

Finalmente, cuando el MENSAJE está orientado hacia el mensaje


mismo, predomina la función POÉTICA. Por un lado, la función poética no
agota las propiedades del arte verbal: la poesía épica tiende a lo refe
rencial, la lírica a lo emotivo y las invocaciones (suplicantes o exhortati
vas) a lo conativo. Por el otro, no está ausente de los demás usos del len
guaje: la referencia sobre el propio mensaje predomina en algunos
géneros, como los refranes (“Del dicho al hecho hay mucho trecho”), los
eslóganes publicitarios (“Si es Bayer, es bueno”), los eslóganes políticos
32
(“Votáme, votáte”) y los trabalenguas (“Los cojines del Obispo/ los cajo
nes del Alcalde/ ¡qué cojines, qué cajones,/ que cajonazos tendrá!”).
Para ilustrarlo, Jakobson realiza un análisis célebre del eslogan de la
campaña de Ike Einsenhower a la presidencia de los EE.UU., en 1952: “I
like Ike”. Allí, hay una estructura recurrente en la que: a) se repite tres
veces el mismo diptongo (ay), sucedido cada vez por una consonante
(l/ k/ k); b) los dos cólones de la frase (“I like / Ike”) riman entre sí, de tal
modo que c) por contigüidad metonímica, el sujeto amante (I) está
incorporado al objeto amado (Ike) y ambos se encuentran, a su vez,
incluidos en el acto amoroso (like): la paronomasia refuerza la identifica
ción entre el votante y Eisenhower. Aquí, la función POÉTICA coopera con
la función principal del eslogan, que es la CONATIVA (la apelación al desti
natario).
La orientación del mensaje sobre sí mismo puede aparecer en cual
quier género discursivo11, e incluso en el uso cotidiano del lenguaje hay
opciones que se explican por el principio poético. Así, por ejemplo, cuan
do alguien tiende a decir “–Ahí viene el tarado de Armando” (en lugar
de “el tonto”, “el imbécil”, “el idiota”, etc.), lo hace porque “tarado” y
“Armando” son parónimos (a_a_o); o también: en la enumeración de
una serie de nombres propios suele primar el principio de la gradación
silábica, de acuerdo con el cual es más frecuente decir: “Fui con Paula
y Sofía” que “Fui con Sofía y Paula”.
Jakobson propone un criterio lingüístico empírico para definir la fun
ción poética, y lo funda en los modos de relación entre los signos tal
como los había definido Saussure: las relaciones paradigmáticas (o de
selección, que se organizan sobre la base de la equivalencia, la
semejan za y la desemejanza, la sinonimia y la antonimia entre términos
del códi go) y las sintagmáticas (o de combinación, que se producen a
partir de la contigüidad de los términos de la oración)12. De tal modo, en
la elabo ración de la frase “Vos no me dejaste, nena” intervienen dos
procesos: por un lado, se selecciona cada término de entre los que
ofrece el res pectivo paradigma: “vos (usted, tú, ustedes…) no (nunca,
jamás, …) me (nos, te…) dejaste (abandonaste, olvidaste, cortaste, …),
nena (querida,

11
El diario Libre (23-07-2011) tituló “Cristina cara cortada” la noticia del accidente
que sufrió la presidenta en el instituto Leloir; el título principal de Página/12 del
1º de agosto de 2011, luego del triunfo de Macri en el ballotage, fue: “Ojo con
los globos, son como hongos con los votos”.
12
Más aun: el entero desarrollo de un discurso puede desplegarse sobre dos líne
as semánticas diferentes: “un tema (topic) lleva a otro ya sea por similitud, ya
sea por contigüidad. Lo más adecuado sería sin duda hablar de proceso meta
fórico en el primer caso y de proceso metonímico en el segundo. […] En el com
portamiento verbal normal, ambos procesos operan continuamente, pero una
observación cuidadosa revela que se suele conceder a uno cualquiera de ellos
preferencia sobre el otro por influjo de los sistemas culturales, la personalidad y
el estilo verbal.” (Jakobson-Halle: 1956)
33
amor, señora, chuchi,…)”13; en segundo lugar, los términos
seleccionados son coordinados en un sintagma, que es la frase misma14.
En el lenguaje no poético, la selección de un término para integrarlo en
una secuencia oracional (en un sintagma) clausura el paradigma de
asociaciones inte resado una vez hecha la opción; en el lenguaje
poético, en cambio, el destinador guarda memoria de las selecciones
que va realizando y de los paradigmas (de sinónimos, antónimos,
parónimos, homófonos…) en donde las ha realizado, así como de las
combinaciones de fonemas y las estructuras sintácticas utilizadas. La
proyección de esos paradigmas (selección) sobre la construcción de la
secuencia (combinación) con vierte a esta última en un espacio
privilegiado de recurrencias fonológi cas, gramaticales o semánticas.
Según Jakobson, el principio de la recu rrencia (también llamado
paralelismo) es el principio constructivo domi nante de la función
poética.15
Formalmente: la función poética “proyecta el principio de la equiva
lencia del eje de la selección sobre el eje de la combinación. La equiva
lencia pasa a ser un principio constitutivo de la secuencia”. En tal senti
do, la función poética es el opuesto dialéctico de la función metalingüís
tica, pues si bien ésta hace –también ella– un uso secuencial de las equi
valencias (a = a), allí la secuencia construye una ecuación (entre el defi
niens y el definiendum), en la poesía la ecuación (del rango que sea) se
emplea para construir una secuencia.

Recurrencias fonológicas
Ritmo

Consiste en la repetición de una secuencia de sílaba según un


patrón que define la estructura del verso. La repetición de una
secuencia rítmica, por su parte, define el metro del verso.
En el verso acentual, cuya unidad de medida es la sílaba,
contrastan entre sí (o bien: tienen diferentes “grados de prominencia”)
las sílabas acentuadas y átonas:

13
“Una selección entre alternativas implica la posibilidad de sustituir una por la
otra, equivalente a la anterior en un aspecto y diferente de ella en otro. De
hecho, selección y sustitución son dos caras de la misma operación.”
(Jakobson Halle: 1956) Por supuesto, hay que contemplar también los
paradigmas asocia dos por el significante.
14
“Esto significa que toda unidad lingüística sirve a la vez como contexto para las
unidades más simples y / o encuentra su propio contexto en una unidad lingüís
tica más compleja. De aquí que todo agrupamiento efectivo de unidades lin
güísticas las englobe en una unidad superior: combinación y contextura son
dos caras de la misma operación.” (Jakobson-Halle: 1956)
15
La eficacia del efecto producido por la recurrencia provendría de un “deseo
innato de regularidad y simetría”. (Jakobson: 1960)
34
“¡Oh, cíclope! Si alguno, tal vez, de los hombres mortales
te pregunta quién fue el que causó tu horrorosa ceguera
le contestas que Ulises, aquel destructor de ciudades
que nació de Laertes y en Ítaca tiene sus casas.”
(Homero: Odisea, ix: 502-50516)

Paronimia

Es la relación de similitud fónica entre palabras próximas (“¿Pero


cabe todo lo tuyo en una maldita valija de leader-dealer sin freno?”).
Por extensión, significa toda repetición fónica (incluidas la aliteración y la
repetición):

“El jean le apreta [sic] la fresa y ella es la reina”


(I. Solari: “Una piba con la remera de Greenpeace”,
en Momo sampler: 2000)

[el in le aprieta la fresa i e a es la reina]


[e i ea ie a a e a /ie æ a ei a] (recurrencia vocálica) [ l nl pr t l fr
s sl r n ] (recurrencia consonántica) [´ - - ´ - - ´ - -´ - - ´ -]
(recurrencia rítmica)
“Que mordió el vidrio por demás otra vez” (recurrencia
consonántica) (I. Solari: “Ñam fri frufi, fali
frufi ñam fri fru”,
en Gulp: 1984)

“Oh mamá, papá y mamá, papa oh, papa y mamá… oh mamá,


papá y mamá, papá oh, papá y mamá…”17
(Luca Prodán: “La rubia tarada”, en
Divididos por la felicidad: 1985)

16
Se trata de la traducción de José Manuel Pabón, para Gredos. El metro es: [—´
—´ —´ —´ —´ –] Nótese que la fuerza compositiva del ritmo impone pronunciar
“*ciclópe” en lugar de “cíclope”.
17
El estribillo de “La rubia tarada” remite a la hipótesis de Jakobson-Halle (1956)
sobre la incorporación del sistema fonológico. Según los autores, el vocalismo
se inicia con una vocal abierta que se opone en forma óptima a una
consonante, generalmente, oclusiva labial. Esta última inicia el consonantismo.
Se estima que la oposición entre ambas es óptima porque la vocal abierta
implica el mayor gasto de energía. Se trata por lo general de la vocal / a / y de
la consonante / p / que, en otro orden de cosas, inician el esquema universal
de la sílaba: C + V. A estos fonemas le suceden otros a partir de oposiciones,
que podrían clasificar se como paralelas, entre consonantes y vocales; las
mismas permitirán arribar al vocalismo y al consonantismo mínimo. A la
consonante labial oral, se le opone la nasal: / p / – / m /. Se trata de la
oposición oclusiva oral / oclusiva nasal. Es, por lo tanto, un principio universal
que las dos primeras sílabas que incorpora el infante son: /pa/ y /ma/. “Oh
mamá, papá y mamá…”
35
Rima

Según Jakobson, la rima –repetición regular de fonemas o grupos


fonéticos equivalentes– es un caso particular de paralelismo que “impli
ca necesariamente relación semántica entre las unidades en rima”. En
el siguiente ejemplo, Quevedo finge lamentarse de ello:

Dije que una señora era absoluta,


y siendo más honesta que Lucrecia,
por dar fin el cuarteto la hice puta.
Forzóme el consonante a llamar necia
a la de más talento y mayor brío,
¡oh, ley de consonantes dura y recia!
Habiendo en un terceto dicho lío,
un hidalgo afrenté tan solamente
porque el verso acabó bien en judío.
A Herodes otra vez llamé innocente,
mil veces a lo dulce dije amargo
y llamé al apacible impertinente.
Y por el consonante tengo a cargo
otros delitos torpes, feos, rudos,
y llega mi proceso a ser tan largo
que porque en una octava dije escudos,
hice sin más ni más siete maridos
con honradas mujeres ser cornudos.
Aquí nos tienen, como ves, metidos
y por el consonante condenados,
a puros versos, como ves, perdidos,
¡oh, míseros poetas desdichados!
(Francisco de Quevedo, en El Sueño del infierno: 1608)

Recurrencias gramaticales

Morfológicas

Tras un pasillo y una puerta/ que se abre a otro pasillo, que/ sigue
hasta perderse
desde un paisaje que conduce/ a la escalera que remonta/ a las
terrazas
donde la luna multiplica/ las rejas y las hojas
hasta una alcoba en la que espera/ una mujer de blanco/ al
término de un largo recorrido
más allá de una puerta y un pasillo/ que repite las puertas hasta el
límite/ que el ojo alcanza en la penumbra
por un zaguán en el que hay una puerta/ cerrada, que vigila un
36

hombre
en una operación combinatoria/ en la que el muerto boca abajo/
es otra indagación que recomienza
ante un espejo que denuncia/ o acaso altera las siluetas. (Julio
Cortázar, “Homenaje a Alain Resnais”
en Las últimas composiciones: 1966)

Sintácticas

“Yo no quiero volverme tan loco,


yo no quiero vestirme de rojo,
yo no quiero morir en el mundo, hoy.
Yo no quiero ya verte tan triste,
yo no quiero saber lo que hiciste,
yo no quiero esta pena en mi corazón (…)”
(Charly García, “Pena en mi corazón”
en Yendo de la cama al living: 1982)

Recurrencias semánticas

No hay que tener un auto


ni relojes de medio millón
cuatro empleos bien pagados,
ser un astro de televisión.
No, no, no, no pibe,
para que alguien te pueda amar,
porqué así sólo tendrás
un negocio más.
No debes cambiar tu origen
ni mentir sobre tu identidad.
Es muy triste negar de dónde vienes
lo importante es adónde vas.
No, no, no, no pibe,
no lo hagas que eso está mal;
si tu madre te escuchara
moriría de llorar.
No hay que viajar a Europa
ni estudiar en la universidad,
tener títulos de nobleza
o prestigio en la sociedad.
No, no, no, no pibe,
para que alguien te pueda amar.
Nada de eso es importante
en amor, ya lo verás.
(Javier Martínez, “No, pibe”, 1969)
37
Aquí, el campo semántico marcado como negativo o “triste” (signi
ficado por los ítems: auto, relojes de medio millón, cuatro empleos bien
pagados, la televisión, los negocios, viajar a Europa, los estudios universi
tarios, los títulos nobiliarios y el prestigio social) se opone al campo
marca do como positivo o “importante” (el origen [de dónde vienes, la
madre] y el amor). La canción actualiza dos paradigmas semánticos
disponibles (el del lujo material y la traición/ el del amor y la fidelidad),
de tal modo que la inclusión de un término no habitual (“estudiar en la
universidad”) en el primero de ellos resulta justificada por la fuerza
misma del sintagma, por lo que Jakobson llama “función metonímica”;
esa potencia –que consiste en modificar un paradigma preexistente en
función de un orde namiento actual de los elementos coordinados en el
mensaje– es el correlato en el nivel semántico de la alteración del
acento habitual de una palabra como resultado de su posición en el
verso (vid. supra).

En el siguiente cuadro, se resume la correlación entre cada función


y sus elementos lingüísticos específicos:

Factor Función Marcas lingüísticas propias comunicacional


comunicacional
Emisor Emotiva oraciones exclamativas/ interjecciones/
fonoestilemas
Receptor Conativa vocativos/ modo imperativo/ oraciones
interrogativas
Contexto Referencial oraciones declarativas (sujetas a vericondición)
Canal Fática operadores pragmáticos para la
apertura-cierre-distribución de
turnos/ fórmulas de cortesía
ritualizada
Código Metalingüística enunciados de referencia oblicua (enunciados
cuyo referente es el
significado de –o el código al
que pertenece– un signo)
Mensaje Poética recurrencias fonológicas, gramaticales,
sintácticas o
semánticas.

38

El esquema de comunicación

reformula

do Ana María
Paruolo

Antes de hablar sobre las diferencias terminológicas para la mejor


compresión de la Teoría de la enunciación, mencionaremos el Esquema
de comunicación, propuesto por Roman Jakobson, en Ensayos de
Lingüística general (1956) en su artículo: Lingüística y Poética en el cual
habla de los polos del lenguaje, metonímico y metafórico, y propone un
esquema con seis componentes que se encuentran presentes en todo
acto de comunicación y cumplen determinadas funciones. Parte del
esquema de Bhüler y lo amplía, dicho esquema se limitaba sólo a tres
fun ciones: emotiva, connotativa y referencial.

Contexto/Referente

Emisor/Destinador Mensaje Receptor/Destinatario Canal/Contacto

Código

La jerarquización de alguno de los componentes de este esquema,


determina la función del lenguaje que predomina, lo cual no significa
que desaparezcan los demás componentes. Si predomina el referente,
estaremos frente a la función referencial (textos informativos, con predo
minio de la tercera persona, por ejemplo el discurso periodístico: Se alla
nó un taller mecánico que encubría un desarmadero). Si predomina el
receptor, estaremos frente a la función apelativa o connotativa, (los dis
cursos persuasivos, por ejemplo la publicidad y la propaganda política,
organizados en base a la segunda persona y el modo imperativo:
Compre ya). Si se hace hincapié en el emisor, estaremos frente a la fun
ción emotiva (textos en los que se manifiesta la actitud del sujeto, con
presencia de la primera persona del singular y a menudo, de interjeccio
nes, pero no necesariamente pues Stanislavsky –según Jakobson– tenía
un ejercicio para sus actores que consistía en decir la frase “Esta tarde”
con alrededor de cuarenta matices emocionales distintos); si se
privilegia el código, estaremos frente a la función metalingüística (en
esta función
39
se inscribe la crítica literaria); si se privilegia el mensaje, estaremos frente
a la función poética. “¿En qué consiste el criterio lingüístico empírico de
la función poética? En concreto ¿cuál es el rasgo inherente indispensa
ble de cualquier fragmento poético”18 Para reconocer el elemento de
la lengua cuya presencia resulta indispensable en toda obra poética,
debemos considerar dos elementos básicos que se utilizan en una con
ducta verbal: la selección y la combinación, teniendo en cuenta que la
función poética traslada el principio de equivalencia del eje de la selec
ción al eje de la combinación, elevando la equivalencia al rango de
pro ceso constitutivo, “Lo que da su esplendor al lacónico mensaje de
victo ria de César es la simetría de los tres verbos disilábicos con
consonante ini cial y vocal final idénticas: Veni, vidi, vici”19. Si se privilegia
el canal o con tacto, estamos frente a la función fática (sin sentido o
fórmulas ritualiza das, solamente para mantener el contacto o el canal
de comunicación abierto: —Hola ¿me escucha? Y del otro lado del
teléfono: —¡Ajá!). Esta función es la primera que adquieren los niños, ya
que están dispuestos a comunicarse antes de estar capacitados para
enviar y recibir informa ción.
En los años ochenta, Catherine Kerbrat Orecchioni reformula el
esquema propuesto por Jakobson multiplicando por dos el constituyente
código –uno del lado del sujeto emisor y otro del lado del sujeto
receptor quienes para movilizar los conocimientos que poseen de su
lengua para un acto enunciativo, hacen funcionar reglas generales que
rigen los pro cesos de codificación y decodificación–. Dicha
movilización de conoci mientos y de reglas, teniendo en cuenta las
competencias de cada suje to, dará como resultado dos modelos: de
producción y de interpretación. Las competencias lingüística y
paralingüística (mimo-gestuales) no se pueden separar puesto que la
comunicación oral es multi-canal, cuando hablamos seleccionamos
diversas categorías de soportes formales (len gua, gestos, mímica, etc.)
Los sistemas semióticos pueden ser usados alternativamente,
co-ocurrentemente o privilegiando uno de ellos. Las competencias
culturales e ideológicas tienen relación con la “enciclope dia” de cada
sujeto o sea los conocimientos del mundo y de los otros, y con los
sistemas de evaluación e interpretación del universo referencial. Las
determinaciones psi (psicológicas) son limitaciones que afectan la
disposición para la comunicación, influyen en el desempeño del sujeto
ya que un estado de ánimo puede alterar el éxito de la comunicación,
cumplen un papel importante en las operaciones de codificación y
decodificación e inciden en las elecciones lingüísticas. Las restricciones
del universo del discurso son filtros que limitan las posibilidades de elec
ción y dependen de las condiciones concretas de la comunicación y
de

18
Jakobson, Roman (1983:39-40) “Lingüística y Poética” en Ensayos de Lingüística
General, Madrid, Cátedra.
19
Op.cit. pp. 41.
40
las características temáticas y retóricas del discurso por ejemplo las res
tricciones del género que encuadran dicha elección hacia una direc
ción precisa. Si se trata de una respuesta de parcial, deberá responder a
las reglas del género académico.
Los niveles de enunciación, pueden superponerse en la instancia
emisora por ejemplo cuando se refieren otros enunciados. El emisor
puede ser complejo, por ejemplo en una campaña publicitaria (enuncia
dor y agencia), o en la comunicación teatral el autor es relevado por
otros que lo interpretan (director, actores, iluminador, escenógrafo, ves
tuarista, maquillador, etc.)
La instancia del receptor es compleja, ya no se trata de un receptor
único –como el propuesto por el esquema anterior– sino que puede
haber varias capas de recepción, por ejemplo en la entrevista por radio:
el entrevistado, los oyentes; en la comunicación teatral: el público, los
otros actores. El receptor puede complejizarse ya que, tanto los directos
como los indirectos pueden estar presentes o ausentes físicamente, pue
den o no tener la obligación o responsabilidad de responder, la respues
ta puede o no ser inmediata.

RECEPTOR

alocutario no alocutario
o destinatario directo

previsto por el locutor no previsto


o destinatario indirecto receptores adicionales

Los receptores, pueden ser reales, virtuales o ficcionales y además


pueden combinarse según distintas variables:

presente + locuente (intercambio oral cotidiano)


presente + no locuente (conferencia magistral)
ausente + locuente (comunicación telefónica)
ausente + no locuente (casi todas las comunicaciones escritas)

El referente es exterior al mensaje y rodea a la comunicación, pero


a la vez se inserta en ella, una parte está concretamente presente y es
per ceptible en la comunicación (lo que se entiende por situación de
discurso), a la vez otra parte se convierte en contenido del mensaje y
por último, el referente se refleja en la competencia ideológica y cultural
de los sujetos.
El canal es el soporte de los significantes, y éstos el soporte de las
signi ficaciones. Funciona como una suerte de filtro suplementario, ya
que debi do a su naturaleza, incide en las elecciones lingüísticas.
Seleccionamos
41
para las comunicaciones orales o escritas, diferentes elementos de
nuestro sistema.
Los protagonistas de una comunicación van modificando, adaptan
do o ajustando su código al del otro, ya que todo acto de habla supone
realizar un esfuerzo para ponerse en el lugar del otro.

ESQUEMA DE COMUNICACIÓN REFORMULADO

Algunas consideraciones acerca de la terminología

Enunciación

Según Oswald Ducrot (1984) es necesario establecer una


convención terminológica, ya que “enunciación” sirve para denominar
una multitud de cosas diferentes, para el lingüista la actividad lingüística
es “el conjun to de procesos psicológicos y fisiológicos que posibilitan la
producción del habla, en un individuo dado, en un punto particular del
espacio y del
42
tiempo, forman parte de ella todo lo que Austin denomina “actos locuto
rios” y “actos perlocutorios”, es decir al mismo tiempo los actos que
produ cen el habla, considerada como el punto de realización final de
aquellos y los que la motivan (englobándola como instrumento en una
estrategia de conjunto)”20 El autor de esta actividad es llamado por
Ducrot “sujeto hablante” cualquiera sea el contenido de lo que diga.
“Imaginemos entonces que X pretendiera ser el portavoz de Y. Se
supone que el sacer dote es en algunas circunstancias el portavoz de
Dios: un funcionario subalterno puede presentarse como el portavoz de
un funcionario supe rior cuyas órdenes ejecuta; cuando recitamos o
leemos un texto que con fesamos no haber escrito personalmente somos
también portavoces. Esto no va a impedir que consideremos a X como
sujeto de las palabras que ha pronunciado efectivamente (sin dejar de
atribuírselas a Y) ni que nos interesemos por las motivaciones y los
mecanismos que se ponen en juego para que X cumpla la actividad
lingüística que fue la suya”21.
A diferencia de la actividad lingüística que es un proceso de
produc ción del enunciado, “enunciación” es el hecho mismo de que el
enuncia do haya sido producido, el acontecimiento histórico en que
consiste su aparición. El concepto de enunciación no implica la noción
de un autor, ni de un destinatario a quien se dirige, sino de la mera
ocurrencia de una frase en la lengua, efectivizada, en una forma
particular, en un punto y un momento particulares. Interpretar un
enunciado es leer en él una descrip ción de su enunciación; el sentido
de un enunciado es cierta imagen de su enunciación, imagen que no es
objeto de un acto de aserción, de afir mación, sino que se “muestra”, se
percibe el enunciado como dando prueba de que su enunciación tiene
características particulares.
Los personajes o los grupos de personajes que se vinculan con la
enunciación, son el locutor –al que Ducrot llama autor– y el alocutario –a
quien se dirige el locutor en su enunciación– estos dos seres no poseen
una realidad empírica “entendiendo por ello que su determinación
forma parte del sentido del enunciado, y no puede efectuarse si no se
compren de ese sentido, mientras que el oyente y el sujeto hablante
pueden reve larse, se presenta como portavoz de Y. Llamaré Y al
locutor, aunque no sea el sujeto hablante. En cambio, si Y habla por sí
mismo, es a la vez suje to hablante y locutor. Ahora bien, es evidente
que hay que comprender lo que dijo X para adivinar a quién se atribuye
el habla, para adivinar quién es su locutor, en el sentido que acabo de
conferir a este término”.22
El segundo aspecto en la calificación de enunciación que constitu
ye el sentido del enunciado, es hacer comprender la enunciación como
productora de efectos jurídicos es decir, como fuente de creación de
derechos y deberes de los interlocutores. No se puede describir el
sentido

20
Ducrot, Oswald (1984:188) El decir y lo dicho, Buenos Aires, Hachette.
21
Op. Cit 3.
22
Op.cit 3 pp 189
43
de un enunciado sin especificar que sirve para el cumplimiento de diver
sos actos ilocutorios como la promesa, la aserción, la orden, la pregunta.
Afirmar esto, equivale a reconocer que el enunciado comenta su propia
enunciación presentándola como creadora de derechos y deberes.
Decir que el enunciado equivale a una orden es decir que su enuncia
ción se presenta en él, como poseedora del poder exorbitante que con
siste en obligar a alguien a actuar de tal o cual manera; decir que es
una pregunta es decir que su enunciación es capaz por sí misma de
obligar a alguien a hablar, y a elegir para decir, uno de esos tipos de
habla que se han catalogado como respuestas.
“En resumen, si efectuar un acto ilocutorio equivale a pretender
que su enunciación tiene el valor de un contrato que liga a los
interlocutores y si el sentido del enunciado incluye una mención de los
actos ilocutorios que se cumplen gracias a él, entonces es preciso decir
que todo enun ciado representa su enunciación, especificando los
diferentes contratos que la enunciación produce”.23

Diferencia entre enunciado y oración

Una serie lingüística producida por un locutor constituye un enuncia


do, es decir, que el enunciado es una serie, efectivamente realizada,
una entidad concreta, una ocurrencia particular de entidades
lingüísticas. Ese locutor al producirla, se presenta asumiendo la
responsabilidad de la misma.
Cuando hablamos de oración, dos sujetos diferentes pueden asumir
la responsabilidad de una misma oración puesto que la oración es una
entidad abstracta y formal, no pertenece a lo observable, sino que es
un elemento del objeto teórico –lengua– que se construye con la
finalidad de dar cuenta de lo dado.
23
Op.cit 5
44

El enfoque de la biolingüística
Paula Roich – Daniel Romero

En la segunda mitad del siglo XX surgió en Estados Unidos una


corriente novedosa en los estudios del lenguaje. Se denominó “gramáti
ca generativa” en sus inicios, y desde los primeros años del siglo actual
se conoce como biolingüística.
Se inicia con la publicación de Estructuras Sintácticas en 1957, el pri
mer libro de Noam Chomsky. En este libro ya están formuladas las princi
pales líneas teóricas de la biolingüística, a las que el mismo Chomsky va
a dar forma algunos años después, fundamentalmente en el libro El
conocimiento del lenguaje, de 1986, y en el artículo “A Minimalist
Program for Linguistic Theory”, publicado en 1993.
Chomsky afirma que la biolingüística es solamente una
aproximación a problemas clásicos en el estudio del lenguaje, cuyo
objetivo básico es caracterizar la capacidad lingüística del ser humano.
Estos problemas clásicos pueden reducirse a dos cuestiones centrales:
a) Problema de Descartes: el filósofo racionalista ya había plantea
do en el siglo XVIII la creatividad lingüística o infinitud discreta; los
seres humanos son capaces de producir y comprender un
conjun to infinito de expresiones, aun aquellas que nunca han
percibido anteriormente. Las expresiones son, además,
generalmente cohe rentes y apropiadas a las situaciones en las
que se emiten o com prenden. A esto se suma que todo
hablante maduro de una len gua puede distinguir las expresiones
bien formadas de las mal for madas, incluso sin conocimientos
gramaticales. Esto también sucede con los miembros de
comunidades que carecen de siste ma de escritura.
b)Problema de Platón: en varios de sus textos preguntó cómo es
posi ble que el ser humano adquiera gran cantidad de
conocimientos si su experiencia del mundo es limitada e
insuficiente; esta pregun ta es mucho más relevante en la época
actual, cuando la ciencia ha logrado explicar fenómenos de los
que no se puede tener experiencia directa, por ejemplo, la
estructura del ADN, el com portamiento de cuerpos celestes fuera
del alcance de telescopios o la organización social de las
comunidades prehistóricas. En cuanto al lenguaje, los niños
normales que se desarrollan en un
45
ambiente estable adquieren una lengua natural en muy poco
tiempo, sin recibir instrucción especial e independientemente de
su cociente intelectual. Este es el problema lógico de la adquisi
ción de la lengua, y la respuesta se basa también en el racionalis
mo cartesiano; existe una dotación innata en el ser humano que
le permite procesar los escasos estímulos del entorno y adquirir al
menos una lengua.24

Para ahondar en estos problemas, propone un cambio de enfoque


del objeto de la lingüística. Rechaza la noción de lengua,25 la considera
un objeto mal definido porque responde a una concepción externista.
Una lengua puede definirse de dos maneras:

1) Como conjunto de enunciados o actos de habla, noción externa


y extensional; con esta noción es imposible explicar el problema
de Descartes porque se analiza un corpus limitado; tampoco se
puede establecer las razones por las que los hablantes-oyentes
distinguen entre expresiones bien y mal formadas. Se considera
un epifenómeno, un producto subsidiario de la capacidad de len
guaje.
2) La denominada “lengua pública” o “lengua común”, una prácti
ca social cuya función más importante es la comunicación. Es
también externa y está atravesada por dimensiones normativas y
socio-políticas. La dimensión normativa hace que ante un extran
jero hablante de otra lengua se diga, por ejemplo, “no sabe
hablar” o “habla mal”, cuando seguramente debe comunicarse
exitosamente en su lengua nativa. La dimensión socio-política
lleva a la creencia común de que en China se habla chino, y en
realidad se hablan alrededor de siete lenguas diferentes que no
se distinguen en la escritura, dado que es ideográfica,26 y a que
se piense que existen el sueco, el noruego y el danés como
lenguas distintas, mientras que los hablantes de Suecia, Noruega
y Dinamarca se comunican sin mayores dificultades entre sí, en
forma similar a lo que sucede entre los hablantes de América del
Sur y Central, excluyendo Brasil, algunos pueblos indígenas que
permanecen aislados y comunidades formadas por colonizacio
nes con otras lenguas como Haití, Jamaica, etc. Esto lleva a que

24
Los niños criados en comunidades bilingües adquieren dos sin problema
alguno. 25 Téngase en cuenta que la noción que rechaza Chomsky es la del
estructuralis mo estadounidense, cuyos fundamentos teóricos son más simples
que los del Curso de Lingüística General de F. de Saussure.
26
Nuestro sistema de escritura representa, aproximadamente, el significante, los
sistemas ideográficos representan el significado; sistemas ideográficos fueron la
escritura egipcia y maya, y el sistema actual empleado con algunas modifica
ciones en China, Japón, Corea, etc.
46
no se distinga con precisión entre lengua y dialecto, el concepto
lengua coincide con fronteras; Chomsky afirma en alguno de sus
textos que una lengua es “un dialecto con fuerzas armadas”. Este
también es un concepto secundario y derivado, no puede consti
tuir un objeto de estudio.

La función comunicativa no se toma en cuenta. Las llamadas “len


guas muertas”, como el latín o lenguas americanas como el tehuelche o
el selk´nan27 no dejan de ser lenguas naturales porque actualmente no
se utilicen para la comunicación. Además, dada la infinitud discreta, lo
que realmente se usa para comunicarse es una cantidad muy reducida
de las expresiones posibles.
Por lo anterior, el centro de la investigación es la Facultad del
Lenguaje (FACLE), que posee dos estados: el estado inicial (E0), lo que
existe en la mente-cerebro de todo ser humano previamente a la expe
riencia lingüística, y el estado final o estable (EL), el de un individuo que
ha internalizado la gramática de una lengua particular. El EL es el objeto
de estudio, y responde a una concepción internista del lenguaje. Se
denomina Competencia Lingüística o Lengua-i.
El término competencia aparece en el segundo libro de Chomsky,
Aspectos de la teoría de la sintaxis, publicado en 1965. Competencia, el
conocimiento de un hablante-oyente de su lengua, se distingue de
Actuación, el uso que puede hacerse de la competencia. Esta
distinción, ya considerada tradicional, se justifica porque la actuación es
un objeto muy complejo; en el uso intervienen factores que pueden
afectar a la emisión y comprensión, pero no al conocimiento; estos
factores son la memoria, atención, dificultades perceptivas o motoras
(permanentes o transitorias), interés, etc. La diferencia se puede
entender si imaginamos a Lionel Messi amarrado a una silla en el área
penal de una cancha de fút bol. Otro jugador puede pasarle la pelota,
pero no podrá rematar al arco o pasar la pelota a un compañero; esto
no significa que haya perdido su capacidad de jugar al fútbol, su
“competencia futbolística”, sino que cier tas circunstancias le impiden
hacer uso de su capacidad. Nuestra capa cidad lingüística se ve, a
veces, interferida por factores que dificultan la emisión o comprensión y
que no se relacionan con el conocimiento lin güístico en sentido estricto.
Por ejemplo, comparemos dos oraciones:

(1) La casa [que compró Juan, [quien es padre de uno de mis ami
gos]], está hipotecada.
(2) ? La casa [que Juan compró, [quien es padre de uno de mis ami
gos]], está hipotecada.

27
Lengua de los habitantes prehispánicos de Tierra del Fuego, también llamados
onas, actualmente extinguidos.
47
La oración (2) es más difícil de comprender oralmente, debido a que la
expresión Juan, el antecedente del relativo quien, está “más lejana”,
separada por compró; ambas oraciones están bien formadas, pero (1)
es más aceptable para el uso.
Más adelante, en Chomsky (1986), competencia se denomina
Lengua-i. Esta denominación surge para distinguirla de las
concepciones mencionadas del lenguaje como un objeto externo y
extensional, la Lengua-e, y para que quede claro que el objeto de
estudio es entonces la Competencia Lingüística o Lengua-i, considerada
como un objeto del mundo real, una gramática mental, definido por las
siguientes propieda des: interna, individual e intensional.
Es interno porque es una propiedad de la mente-cerebro, una
estructura cognitiva, no una colección de expresiones o corpus reunido
arbitrariamente ni una práctica social externa.
Es individual porque se estudia en un individuo, no es necesariamen
te compartida por una comunidad; es una cuestión empírica y tal vez
casual si dos o más individuos poseen lenguas-i similares.
Es intensional porque para explicar la creatividad o infinitud discreta
se busca caracterizar un procedimiento o mecanismo computacional
finito, los principios de la gramática, que operan sobre un conjunto finito
de elementos lingüísticos (fonemas, morfemas, palabras) y que dan
lugar a un conjunto potencialmente infinito de expresiones lingüísticas;
no se intenta caracterizar este conjunto infinito de expresiones porque
sería imposible.
Esta definición permite encarar los problemas clásicos
mencionados anteriormente; si el lenguaje es un órgano (mental) las
preguntas que guían la investigación y permiten formular los objetivos
son similares a las que haría un biólogo respecto a, por ejemplo, las alas
de las aves, el sis tema digestivo de los rumiantes o las uñas retráctiles de
los felinos:
IIII ¿Cuál es la estructura del conocimiento de una lengua? (¿Cuál es
la estructura del órgano que se investiga?)
IIII ¿Cómo se adquiere una lengua particular? (¿Cómo se desarrolla
el órgano en el organismo?)
IIII ¿Cómo se usa una lengua? (¿Cuál es la función del órgano?) IV
¿Cómo llegó la especie humana a poseer el lenguaje? (¿Cómo
apareció y se desarrolló el órgano en el curso de la evolución?) IV
¿Cuál es la base neurológica del lenguaje? (¿Qué procesos quími
cos y mecanismos físicos determinan su estructura y funciones?)

La respuesta a la pregunta i) comprende el Problema de Descartes


y consiste en determinar la estructura del órgano “mental”, si es similar a
un órgano del cuerpo debe tener propiedades y pautas de desarrollo
específicas, es decir, tiene especificidad de dominio; las propiedades
específicas del lenguaje son básicamente dos, la dependencia estructu
ral y el desplazamiento de constituyentes.
48
Para explicar estas propiedades proponemos, como en Chomsky
(1982) la posibilidad de que un científico extraterrestre estudie a los
terríco las humanos e intente determinar, por ejemplo, cómo se hacen
preguntas en una lengua natural cualquiera; consideraremos las
siguientes oraciones:

(3) La mujer teje un suéter.


(4) ¿Qué teje la mujer?

Ante estos dos ejemplos, el extraterrestre extrae la siguiente conclu


sión: Una pregunta surge de: a) se reemplaza el constituyente sobre el
que se quiere preguntar por “qué” y se coloca en primera posición; b) el
tercer elemento de la oración se coloca en segundo lugar. Con esta
con clusión, analiza el siguiente ejemplo:

(5) La mujer que teje un suéter mira la tele.

Cuando aplica su regla, obtiene:

(6) *¿Qué que la mujer teje un suéter mira?


Esta oración está mal formada, lo que obtendría un hablante-oyen
te del español es:

(7) ¿Qué mira la mujer que teje un suéter?

Esto le sucede porque no tiene en cuenta que las estructuras lingüís


ticas no se procesan linealmente, sino en términos jerárquicos, y que no
todas las palabras son iguales sino que se agrupan en clases distintas:
ver bos, sustantivos, etc. Por lo que debería haber aplicado una regla
que tuviera en cuenta la estructura de constituyentes como en:

(8) [La mujer [que teje un suéter] mira la tele].

Es decir, la pregunta por “la tele” debe dejar de lado los elementos
de la oración incrustada, porque pertenecen a otra estructura, y
considerar que uno de los constituyentes desplazados pertenece a una
clase, los ver bos, sin que importe la posición en que aparezca en el
sintagma. Es impor tante mencionar que una oración como (6) no es
producida ni siquiera por los niños pequeños durante el proceso de
adquisición de su lengua, lo que constituye una prueba a favor del
carácter innato del lenguaje.
Se intenta entonces caracterizar una lengua-i o competencia lingüís
tica de un individuo, un sistema de conocimientos no consciente, com
plejo, estructurado y con propiedades específicas.
La pregunta ii) constituye un objetivo de la teoría lingüística,
responder al Problema de Platón, al problema lógico de la adquisición
de la lengua.
49
Se trata de resolver cuál es el peso relativo de lo innato y de los DLP, y se
tiene en cuenta el argumento llamado Pobreza del Estímulo. Consiste en
considerar tres aspectos:
III Los estímulos que recibe un niño de su medio pueden ser deforma
dos (oraciones agramaticales o incompletas) y son insuficientes,
no llega a recibir un catálogo completo de todas las expresiones
posi bles de su lengua porque son infinitas.
III Si bien los datos son limitados, la producción es potencialmente
infi nita; además, no hay producción de expresiones mal formadas.
III Los niños pueden dar juicios de buena o mala formación sin haber
recibido instrucción previa o datos negativos.

Recapitulando, para la biolingüística la lengua-i tiene que ser


entendi da como un sistema cognitivo que le posibilita al hablante
producir e inter pretar un número potencialmente infinito de oraciones a
partir de un con junto finito de primitivos y principios de combinación.
Por otra parte, cono cer una lengua-i es disponer de un sistema de
conocimiento lingüístico, que permite determinar qué estructuras están
bien o mal formadas desde el punto de vista gramatical y qué
enunciados pertenecen o no a la pro pia lengua. En suma, implica
saber, de manera implícita o inconsciente, la gramática de una lengua
particular. Si le preguntáramos a un hablante del español de qué
manera construye las negaciones en su propia lengua, es decir, qué
reglas estructurales aplica en la generación de enunciados de esta
clase, o cómo elabora las oraciones interrogativas que contienen
cláusulas subordinadas, lo más probable es que no sepa cómo contestar
nos o que lo haga luego de una reflexión prolongada –que,
seguramente, no manifestará las reglas que se aplican en estos casos–.
En definitiva, un hablante sabe inconscientemente producir y entender
oraciones gramati cales, aunque no sepa de qué manera las construye
o las comprende.
Además de describir la competencia lingüística, la teoría del lengua
je tiene que poder explicar de qué forma ha sido adquirido este conoci
miento inconsciente. La respuesta, como de bosquejó anteriormente, es
que los seres humanos vienen dotados genéticamente con información
acerca de todas las lenguas posibles. Esta información, no disponible
tampoco a la conciencia del sujeto, contiene una serie de principios uni
versales a los que todas las lenguas humanas (como el español, el chino
mandarín, el mapuche) se ajustan. Al interactuar con los datos
lingüísticos primarios (DLP) provenientes del medio en que se ha nacido,
la mente adquiere o desarrolla una lengua particular. Es decir, se
propone un esquema como el siguiente:
GU
FACLE Lengua–i

DLP

50
Si se entiende el lenguaje como un sistema de conocimiento, es
necesario también manejar una concepción acerca de la
organización, estructura o arquitectura de la mente humana. De esta
manera, sostiene que el estudio del lenguaje debe ser entendido como
una extensión o rama de la psicología cognitiva, en tanto ciencia de la
mente.
La biolingüística concibe la mente humana como un procesador de
información que contiene una serie de sistemas especializados. Un con
junto de ellos conforma la parte modular de la mente, mientras que el
resto está incluido en la porción no modular o central. Los módulos son sis
temas cognitivos o espacios mentales encargados de procesar diferen
tes tipos de información perceptiva, como estímulos visuales, gustativos y
auditivos. Por eso, están conectados con sistemas subsidiarios que se
encargan de proveer a la mente los datos del medio: se trata,
fundamen talmente, de los sistemas sensoriales. Así, hay módulos para la
visión, la audición y la motricidad, entre otros. Todos ellos interactúan
entre sí, aun que cada uno se ocupa de procesar una clase particular
de informa ción. En otras palabras, los módulos son específicos de un
dominio deter minado y esto supone que solo procesan una clase
especial de estímu los. Así, el módulo de la visión sólo procesará
estímulos visuales, formas y colores, y de ningún modo auditivos, sonidos
o ruidos –y viceversa–. Por otra parte, son rápidos, procesan de manera
obligatoria, si se presenta el estímulo adecuado –y no existen patologías
que lo impidan–, están dise ñados genéticamente y conectados con
bases neurológicas específi cas.28
Si bien cada uno de los módulos realiza una serie de tareas determi
nadas, todas ellas se llevan a cabo a partir de la ejecución de acciones
computacionales. Las computaciones efectuadas por los módulos trans
forman las representaciones de tal manera que su nuevo formato pueda
ser leído por otros sistemas cognitivos.
La parte no modular de la mente29, por su parte, está compuesta
por sistemas relativamente no especializados que se ocupan de integrar
la información derivada de los módulos o sistemas perceptivos con
informa ción almacenada en la memoria, así como de realizar
inferencias.30
La facultad del lenguaje, en el marco de esta disciplina, es
considera da un módulo más de la mente, esto es, un dominio mental
con funciones

28
Además, de acuerdo con Fodor (1983), el formato de sus representaciones inter
nas es privativo de un sistema exclusivo y manejan una serie de datos pertinen
tes únicamente para ese módulo, al tiempo que los principios computacionales
a través de los cuales esos datos son procesados permanecen inaccesibles al
resto de los módulos.
29
Nos referimos a los procesos centrales de pensamiento.
30
Usamos este término con el sentido dado por Sperber & Wilson (1986), esto es,
en tanto proceso mediante el cual un supuesto se acepta como verdadero o
pro bablemente verdadero en base a la verdad o probable verdad de otros
supues tos. Se trata, en definitiva, de una forma de fijación de creencias.
51
específicas, tal como la audición y la visión. Como el resto de los módu
los, la Facultad del Lenguaje se caracterizaría por presentar un estado
inicial de desarrollo, común a toda la especie humana, con informa ción
innata, que permitiría adquirir cualquier lengua. Chomsky denomi na
gramática universal (GU) al estado del desarrollo del módulo del len
). Cuando los datos lingüísticos del entorno comienzan a inte
guaje (E0
ractuar con la información presente en la gramática universal, la mente
empieza a desarrollar una gramática de una lengua particular o
Lengua-i (EL). Una vez que este proceso llega a un cierto punto de
maduración, el sujeto, sin haberlo controlado voluntariamente y sin que
intervenga la inteligencia o cualquier otro proceso general de aprendi
zaje, adquiere una lengua particular. Esta lengua interna permitiría, de
acuerdo con Chomsky, producir e interpretar oraciones, efectuar juicios
de gramaticalidad y reconocer secuencias lingüísticas como pertene
cientes o no a la propia lengua.
La particularidad que presenta esta teoría consiste en concebir el
lenguaje en interacción con otros módulos y sistemas de la mente-cere
bro. Según Chomsky (1995), el módulo del lenguaje está encuadrado en
sistemas de actuación, módulos que vinculan los productos específica
mente lingüísticos con otras áreas del conocimiento y la acción, y posibi
litan que las expresiones lingüísticas puedan ser usadas para la
ejecución de una serie de funciones específicas, como referir,
preguntar, pensar y otras actividades. Sin embargo, esto no implica,
desde la perspectiva chomskiana, que el lenguaje esté diseñado para
la comunicación y para la realización del pensamiento, es decir, que
responda a una funcionali dad o a un propósito específico de los
organismos.
Los sistemas de actuación son los dominios cognitivos con los cuales
el lenguaje se relaciona. No obstante, esta vinculación no se da de
manera directa: entre el lenguaje y los sistemas de actuación median
las interfaces, es decir, “espacios” o “lugares” mentales en los cuales las
expresiones son interpretadas y traducidas a los otros sistemas.
Específicamente, Chomsky (1995) sostiene que la Forma Fonética (FF) y
la Forma Lógica (FL) actúan como niveles de interfaz, dado que
relacionan el módulo lingüístico con otros sistemas cognitivos, en
particular con los que denomina “sistemas de actuación”.
La FF opera como una interfaz entre el lenguaje y la audición y el sis
tema motriz, por eso es concebida como una mediación con lo sensorio
motriz (SM).31 El módulo SM es un sistema de actuación perceptivo y
motor que permite tanto la audición como la articulación o pronuncia
ción de las expresiones lingüísticas.
La FL es una interfaz con lo conceptual, por eso se dice que conec
ta el lenguaje con el sistema conceptual-intencional (CI). En este
sentido,

31
En trabajos anteriores este sistema de actuación se denominaba articulatorio
perceptivo (AP).
52
la FL funciona como un nivel intermedio conectado con la forma en la
que el pensamiento es representado. En particular, el sistema de actua
ción CI asigna propiedades semánticas a las expresiones.32
Como vimos, tanto SM como CI no forman parte del módulo del
lenguaje sino que son los sistemas que restringen las computaciones lin
güísticas y, en consecuencia, los que establecen que el lenguaje tenga
un “buen diseño”. Esto es así, en la medida en que imponen condiciones
externas a las que el lenguaje debe adaptarse. En este sentido, el
lenguaje puede ser considerado como un diseño óptimo, que satisface
las condiciones impuestas por los niveles de interfaz. En efecto, las
condiciones de buena formación sintáctica provienen de sistemas
externos a la Facultad del Lenguaje. En consecuencia, las
representaciones generadas por el lenguaje deben presentar determi
nadas características que permitan la posibilidad de ser analizadas e
interpretadas por las dos interfaces que, a su vez, transformarán esas
representaciones en formatos adecuados a la capacidad lectora de los
sistemas de actuación.
Ya hemos dicho que la Lengua-i es la competencia lingüística de un
hablante, vale decir, un sistema cognitivo específico de la mente huma
na que asigna una determinada organización a las expresiones de una
lengua. Es un módulo estrictamente gramatical, integrado por dos com
ponentes: a) el léxico y b) el sistema computacional (C(H,L)).
El C(H,L) contiene un conjunto de operaciones que se aplican sobre
los elementos léxicos y dan lugar a determinadas estructuras. En este sen
tido, una parte del lenguaje es concebida como un dispositivo o proce
dimiento generativo que produce secuencias de representaciones
–caracterizadas por la presencia de determinados rasgos– a las que se
denomina descripción estructural (DE). El lenguaje, entonces, a través de
las operaciones del C(H,L), asigna estructura a las expresiones lingüísticas,
vale decir, les asigna una descripción estructural. Las DDEE son represen
taciones abstractas, puesto que carecen en sí mismas de sonido y signifi
cado. Sin embargo, cada DE generada por el lenguaje contiene un con
junto de rasgos, que pueden ser interpretados por sistemas de actuación
SM y FL. Por un lado, posee propiedades semánticas, reservadas para la
interpretación conceptual y para otros sistemas cognitivos relacionados
con el pensamiento y la acción y, por otra parte, incluye instrucciones o
representaciones fonéticas, que serán analizadas por el sistema senso
rio–motriz. En este sentido, cada DE proporciona una serie de
información que constituye un conjunto de datos relevantes para las
funciones perti nentes de cada uno de los sistemas de actuación con los
cuales el len guaje está vinculado.

32
Los últimos artículos de Chomsky y algunos otros lingüistas apuntan a que el
nivel FL podría no ser necesario; esta hipótesis aún no ha sido suficientemente
demos trada, por lo que aquí solo se menciona.
53
La derivación de una expresión puede ser caracterizada a partir de
un proceso que comienza con la selección de un conjunto de elemen
tos del léxico. Luego, sobre esos elementos se realiza una computación
–en términos de aplicación de un conjunto de operaciones– que cons
truye pares de representaciones para los niveles de interfaz. Una expre
sión (DE), entonces, tiende a ser una realización óptima constreñida por
las condiciones de los niveles de interfaz. De esta manera, la FF y la FL
son caracterizadas como niveles de representación surgidos de un pro
ceso derivacional, que se inicia con la selección de elementos del léxi
co y finaliza en las interfaces con los sistemas de actuación (SM y CI)33.
En otras palabras, la derivación no presenta niveles internos que impo
nen condiciones intrínsecas de buena formación sino que se concibe
como un continuo. De esta manera, no se establecen segmentaciones o
etapas en las cuales se proceda a testear las estructuras resultantes en
cada una de esas fases. Por el contrario, la derivación se realiza sin ins
pecciones internas y termina en los módulos cognitivos que limitan con el
módulo lingüístico.
La estructura que resulta del proceso derivacional es “leída”34 por
los otros sistemas cognitivos, cuya función consiste en asignar una
interpreta ción a la representación generada por el C(H,L). Esto significa
que solo se consideran FF y FL. La “lectura”, entonces, se da en el punto
final de la derivación y no en el interior del módulo lingüístico. Como
vimos, la labor de la Lengua-i se restringe a la disposición de los
elementos léxicos en for matos legibles para los otros módulos
interpretativos (SM y CI). El sistema SM, por ejemplo, por el hecho de ser
un módulo mental con funciones específicas, no puede trabajar con
cualquier tipo de información. Para que los datos puedan ser
procesados, deben presentar una forma deter minada, como una cierta
agrupación silábica y prosódica y un orden temporal específico.
Supongamos, por ejemplo, que al sistema SM llegan objetos sintácticos
que presentan cinco consonantes seguidas, como /sdtpf/. Es evidente
que tal representación no podrá ser interpretada por el sistema SM;
teniendo en cuenta las características propias del aparato fonador
humano, una secuencia de ese tipo sería imposible de pronun ciar. Algo
similar sucedería si a este mismo sistema accede una secuen cia
estructural con los sonidos iniciales /mp/. Una representación de esta
clase no puede ser considerada un objeto legítimo en este nivel puesto
que en español no existe la cadena /mp/ en posición inicial. El sistema
CI, por su parte, exige que los formatos presenten determinados rasgos

33
De esta manera, la FF y la FL ya no son concebidas –como se postulaba en
modelos anteriores – a modo de niveles de representación internos al módulo
del lenguaje, cada uno con sus requisitos de buena formación.
34
Se utiliza “leer” para distinguir la operación que realiza el sistema CI en FL de la
interpretación semántica en sentido amplio, en la cual intervienen otros
sistemas que “leen” elementos que no están presentes en la DE.
54
semánticos y una estructura cuantificacional y eventiva específica,
entre otras cuestiones. Una secuencia tal como “Verdes ideas incoloras
duer men furiosamente” no puede ser descifrada por este sistema, dado
que el aparato conceptual, por su estructura, no le otorga
interpretación. Si bien desde el punto de vista sintáctico es correcta y
tiene interpretación en FF, no la tiene en la interfaz de FL.
Sin embargo, no necesariamente los elementos lingüísticos deben
estar bien formados para obtener una interpretación semántica o fonéti
ca. Los niveles de interfaz establecen las condiciones de optimidad, que
restringen las posibilidades de que una derivación pueda o no ser inter
pretada en cada interfaz. No obstante, una derivación puede obtener
una interpretación aunque no se ajuste a un diseño perfecto y, por lo
tanto, en el lenguaje pueden producirse estructuras no perfectas, que
de todas maneras son comprensibles y/o pronunciables. Por ejemplo, es
posible establecer una significación a una estructura como [*Niño el con
osito dormir] –aunque esté mal formada sintácticamente– porque existe
un sistema externo al lenguaje, que interpreta las estructuras generadas
y les asigna un significado.
La pregunta iii) no se excluye, se puede estudiar el uso de la lengua,
pero hay una precedencia lógica, primeramente se debe establecer
con cierta certeza una lengua-i. Además, existen hablantes que saben
una lengua y no la usan, existen lenguas que son lenguas humanas y no
se usan, como el latín y otras de las llamadas “lenguas muertas”, y dada
la infinitud discreta, lo que se usa de una lengua particular es muy poco
y generalmente trivial.
La pregunta iv) plantea un problema aún no resuelto, porque se pre
sentan algunos inconvenientes para su investigación. Primero, el lengua
je tiene propiedades ausentes en otros sistemas, como el movimiento de
constituyentes y la infinitud discreta. Segundo, es en parte disfuncional,
porque ya se ha dicho que lo que se usa de una lengua particular es
poco, no se usan todas las expresiones posibles. Por último, el lenguaje
no tiene un soporte físico propio, utiliza en la oralidad parte del sistema
res piratorio y parte del digestivo en la producción y el sistema auditivo
en la recepción35, en la escritura el sistema motor y visual, otros sistemas
tiene órganos específicos, como el corazón, los pulmones, etc. Las
teorías más aceptadas lo toman como una exaptación, un conjunto de
propiedades que evolucionaron con otras funciones y posteriormente se
adaptaron para el lenguaje.
Para finalizar, el estudio del órgano del lenguaje se completaría con
la respuesta a v), que queda a cargo de la psicología y la
neurofisiología. Este problema se inscribe en la discusión mente-cuerpo,
es decir, si los fenómenos mentales deben explicarse con principios y
metodología simi

35
Las lenguas de señas adaptan el sistema motor para la producción y el visual
para la recepción.
55
lar a los fenómenos llamados “físicos”. Se puede sostener que la revolu
ción newtoniana anuló las categorías cartesianas de materia: poseer
tres dimensiones y ocupar un lugar en el espacio; un electrón es
considerado materia, por lo tanto la ciencia actual no sostiene un
concepto preciso de “cuerpo” que permite diferenciar los fenómenos.
56
Segunda

parte El

significa

do
57
58

La problemática del
significado
Paula Roich

La semántica y la pragmática son niveles de análisis de la lingüística


que se ocupan de estudiar diferentes dimensiones del significado de los
elementos léxicos de una lengua (L). De un modo general, puede afir
marse que una de las metas más importantes que debe alcanzar una
teoría semántica o pragmática consiste en ofrecer una descripción y
una explicación sobre cada una de las dimensiones del significado que
han sido recortadas para su estudio. Con el objeto de llevar a cabo esta
deli mitación, los investigadores deben seleccionar una serie de
fenómenos de entre todos aquellos que están vinculados con el
significado. Pero, ¿cuáles son los que se relacionan con el significado de
los elementos constitutivos de L y de qué manera una teoría del
significado puede dar cuenta de ellos?
Partamos del siguiente diálogo para poder extraer algunas conside
raciones básicas que nos permitan reflexionar acerca de estas cuestio
nes. Supongamos que los participantes A y B son amigos desde hace
varios años y suelen encontrarse asiduamente en diferentes situaciones
sociales. Por este motivo, comparten una serie de conocimientos en lo
que respecta a la forma de ser, actuar y reaccionar de cada uno, como
también del mundo en el que viven y de ciertas características de los
espacios que frecuentan. Supongamos, además, que B se halla en la
casa de A, que este último está enfermo y que, luego de toser largamen
te, formula el siguiente enunciado:

1) A: – Los caramelos que están sobre la mesa son ideales para cal
mar la tos.

Pensemos que el participante B, luego de procesar el enunciado for


mulado por A, se dirige hacia la mesa señalada pero no encuentra
nada sobre ella. Sin embargo, unos instantes después, orienta su mirada
alrede dor de la sala y divisa un paquete de caramelos sobre el televisor.
Como el interlocutor está tosiendo y los caramelos son de menta, es
posible suponer que se está refiriendo a ese objeto,
independientemente de que esté localizado o no en el lugar específico
que se había mencionado en un momento anterior. En consecuencia,
imaginemos que el participante
59
B decide tomar esos caramelos e, inmediatamente, arrojárselos al parti
cipante A, que está recostado muy cómodamente sobre un sillón. En
base a la situación planteada, supongamos, además, que B formula el
siguiente enunciado:

2) B:– Veo que seguís enemistado con el ejercicio aeróbico.

Inmediatamente, A podría responder como sigue:

3) A:– Es que el médico me recomendó que evitara cualquier tipo


de actividad que traiga problemas cardiorrespiratorios. Y vos
sabés muy bien que agarrar objetos pesados supone un desgaste
físico impresionante y, más aún, si al mismo tiempo hay que
caminar.

En el diálogo anterior, los participantes A y B intercambian informa


ción sobre diferentes cuestiones. Si se tiene en cuenta la primera interven
ción, podría decirse que A está hablando acerca de determinados obje
tos del mundo –los caramelos de menta y la mesa del living de su casa–
que se encuentran en una determinada relación –el hablante presume
que uno está sobre el otro–. También puede admitirse que, a través del
enunciado formulado sobre estos objetos, se está realizando de manera
indirecta un pedido.

Para analizar más profundamente la interacción, podríamos pregun


tarnos qué es lo que hace posible que los seres humanos sean capaces
de hablar sobre determinados temas y de hacer cosas con las palabras.
En principio, es evidente que, tanto para producir enunciados encade
nados como para comprenderlos, es necesario haber adquirido el len
guaje al que estos enunciados pertenecen. Esto último supone un cono
cimiento sobre cómo producir e interpretar un número indefinido de
enunciados sobre la base de un número finito de elementos y principios
de combinación. En este sentido, ser un hablante competente de L impli
ca saber su gramática, el significado de cada uno de los elementos léxi
cos que conforman un enunciado de L y qué significa un enunciado
con siderado como una unidad. Además de este conocimiento
puramente lingüístico, es preciso saber que, para determinadas culturas,
ciertos actos, como pedir o formular órdenes, pueden ejecutarse
mediante palabras y que no siempre se realizan de manera obvia o
directa. Para decirlo de otra forma, se deben conocer aspectos
formales de L –en par ticular, su gramática y el significado de sus
elementos aislados y el que adquieren en ciertas combinaciones– como
aquellos que están vincula dos con la forma en que L se usa en
situaciones específicas.
Aplicando este criterio a los enunciados siguientes, puede decirse
entonces que B ha comprendido lo que A dijo efectivamente y lo que
quiso decir a partir de lo dicho y, en consecuencia, está en condiciones
60
de responder, ya sea con palabras, con actos no lingüísticos o con
ambas instancias a la vez. A partir de esa comprensión y, específica
mente, de la frase caramelos de menta, B puede, en primera instancia,
identificar un objeto presente en el mundo y, a partir de esa determina
ción, hacer algo con ese objeto o en relación a él. Sin embargo, en el
marco del contexto en el que se produce la interacción, no existe nada
que presente las características señaladas por el hablante (en la casa
no hay caramelos de menta que estén sobre la mesa). De todas formas,
por ciertas propiedades de la menta, por el hecho de que hay un
paquete de caramelos cerca de la mesa y por no haber otros a la vista,
B puede inferir que A se está refiriendo a los caramelos que están sobre
el televisor. Y esto es absolutamente posible, en tanto los enunciados de
L pertenecen a un contexto social particular y son formulados por
hablantes concretos, con motivaciones y fines específicos. De esta
forma, B puede reconocer que la intención de A no consiste en hablar
de las propiedades de un objeto preciso sino en llevar a cabo indirecta
mente un pedido, que incluye para su realización la identificación de
ciertos elementos de la realidad sobre los que se pueda efectuar una
acción determinada (en este caso, tomarlos, desplazarlos de lugar y
alcanzárselos al participante A).
Frente al pedido formulado, entonces, B responde con un acto
(toma los caramelos y se los alcanza al hablante) y –con palabras– for
mula un enunciado que vale como un comentario más bien humorístico.
En este caso, A debe comprender que su interlocutor no tiene la inten
ción de comunicar que, efectivamente, existe un problema de relación
entre el ejercicio aeróbico y el individuo señalado a partir de la
expresión “vos”, sino que está dando a entender que no existiría ninguna
dificultad en que fuese por sí solo a buscar los caramelos. Y es porque A
entiende justamente eso y no otra cosa que responde a su vez con otro
enuncia do del mismo tipo.
Como ya se ha dicho, para poder realizar un intercambio
comunicati vo como el anterior, es necesario comprender el significado
de los elemen tos léxicos aislados y del enunciado en su conjunto. Y,
para este caso parti cular, también la forma en que se construyen
determinados enunciados iró nicos. La respuesta final de A ubica
discursivamente a este último en una posición de supuesta “invalidez”, a
partir de la cual puede justificar con cier to humor el hecho de haber
instado a su amigo a realizar algo que respon de a un deseo personal
específico. Y tanto B como A deben comprender que se trata de una
puesta en escena, vale decir, que no existe ningún pro blema físico que
impida que A lleve a cabo una acción determinada.
¿Cómo es que pueden comprender esto? En primer lugar, ambos
saben que este problema es inexistente ya que disponen de un conoci
miento de las condiciones del mundo que impide esta interpretación.
Pero esto, por sí solo, es insuficiente para explicar la forma en que puede
haber sido entendido este enunciado. También es necesario que este
tipo
61
particular de conocimiento sobre la realidad interactúe con un conoci
miento lingüístico acerca de los elementos que pueden acompañar en
un enunciado a verbos como agarrar y caminar. Específicamente, el pri
mero supone que debe haber un agente que lleve a cabo la acción y
un elemento al que esta acción se aplique. También, que el sujeto que
la realiza debe, o mover parte de su cuerpo, si el objeto está al alcance
de su mano; o bien desplazarse a través de un camino hasta llegar a
una meta o punto final de esa trayectoria en la que se encuentra el
objeto que se intenta tomar. Por otra parte, en el caso del verbo
caminar, los hablantes saben que quien camina es agente de esa
acción y que ésta supone la realización de una trayectoria. A diferencia
del verbo anterior, en el significado del verbo caminar no se especifica
la existencia de una meta que determine el fin del movimiento puesto
que se caracteriza la acción en su pleno desarrollo. Y es porque
conocen estos aspectos del significado, conjuntamente con ciertas
condiciones empíricas, que son capaces de inferir que, en el enunciado
producido por A, éste no se ubica discursivamente como agente sino
como alguien pasivo.
Para terminar, señalemos que B no sólo está comunicando humorísti
camente su opinión respecto de la forma en que A está reaccionando
en ese momento sino que también está expresando que esta actitud es
frecuente o, al menos, que ya se había producido antes. Esto no está for
mulado de manera explícita pero puede derivarse a parir de la frase
seguís enemistado. En otras palabras, es posible reconstruir un
enunciado como Ya existía un problema personal entre el ejercicio
aeróbico y A, a partir de la frase seguís enemistado, presente en el
enunciado.
Resumiendo, ser capaz de producir y comprender los enunciados
de L supone conocer una serie de cuestiones relacionadas con: a) la
estruc tura gramatical de L; b) los significados de los elementos léxicos
que la componen; c) la forma en que se construye el significado de un
enuncia do a partir de la combinación de los significados de cada uno
de los ele mentos léxicos que contiene y de las relaciones semánticas
que mantie nen entre sí; d) el modo en que L se relaciona con la
realidad extralingüís tica, de tal manera que es posible señalar o
nombrar entidades que están o no presentes en el momento de emisión
así como aquellas que no existen en el mundo empírico, como las que
conforman el universo de la ficción. Finalmente, es preciso conocer
también e) las convenciones culturales o sociales que rigen la forma en
que se usan esos enunciados en contextos específicos de emisión y el
valor que adquieren en cada uno de ellos.

El significado

En base a los fenómenos que se enumeraron recientemente, puede


afirmarse que reflexionar sobre el significado de una expresión aislada o
de un enunciado es más complejo de lo que podría suponerse. ¿Qué se
62
quiere decir exactamente cuando se afirma que una expresión o frase
posee o no un significado? Si tomamos en forma aislada, es decir, fuera
de un contexto específico de emisión, la frase Los caramelos de menta
que están sobre el televisor, y tuviésemos que responder si es significativa,
diremos rápidamente que sí lo es. Por el contrario, ante la frase Los tími
dos fósforos de vino dudaríamos en contestar y más aún en presencia de
aquellas como *bajo comadreja el la o ?Frascado de tratuntias aprimo
yo en tus viscadias. Según este criterio, podríamos decir que una expre
sión tiene significado solo si se puede entender. En el caso de que no sea
posible comprender su contenido podríamos decir que, para nosotros,
esa expresión lingüística no es significativa y, por lo tanto, carece de sig
nificado. En otras palabras, significado es algo que poseen las expresio
nes significativas de una lengua y que no poseen aquellas que no lo son.
Por otra parte, si se contextualiza un enunciado significativo en dife
rentes marcos situacionales, se podrían obtener resultados diversos.
Supongamos que dos hablantes adultos, en circunstancias disímiles, emi
ten la oración Le cortaron el pelo en la veterinaria. Imaginemos que uno
de ellos tiene como mascota un pastor inglés al que ha llevado reciente
mente a la única veterinaria del barrio para que le cortaran el pelo y a
unas cuadras de distancia, luego de salir del establecimiento, se encuen
tra con un vecino que le pregunta en qué lugar realizó el servicio. Así,
podemos presumir que la respuesta del dueño es: Le cortaron el pelo en
la veterinaria. Por otra parte, supongamos que otro sujeto ha concurrido
a la única peluquería del barrio como lo hace mensualmente para cor
tarse el pelo, que lo atendió un aprendiz de peluquería de dudosa repu
tación y no su peluquero habitual, y que al salir de allí se cruzó con dos
conocidos que caminaban juntos. Figurémonos que, una vez que estos
últimos se encuentran ya a unos pasos de distancia, uno de ellos le
comenta al otro: Le cortaron el pelo en la veterinaria. Evidentemente, si
el primer sujeto emite la oración mencionada, estará realmente hablan
do de una o varias personas que le cortaron el pelo a su perro en la vete
rinaria. Por el contrario, el otro participante, al emitir la misma oración,
puede estar empleando un tono irónico. En consecuencia, a partir de la
frase Le cortaron el pelo en la veterinaria no se estará diciendo lo mismo
que en el caso anterior. ¿Diremos aquí que la expresión Le cortaron el
pelo en la veterinaria significa lo mismo en ambos contextos?
A partir de este ejemplo, se pueden distinguir, en principio, dos tipos
de significado. Por un lado, lo que se denomina significado literal o signi
ficado lingüístico de una expresión o de un enunciado. Esta clase de sig
nificado está relacionada con lo que se puede comprender de una
expresión o de un enunciado en forma independiente de cualquier con
texto específico. En este sentido, la misma oración, emitida por los dos
hablantes, tendría, en este nivel, exactamente el mismo significado. Sin
embargo, si se tiene en cuenta que las expresiones u oraciones son for
muladas en un contexto particular, su contenido puede no restringirse a
63
lo que cada una de ellas significa de un modo literal. A esto se le agre
gan todas las interpretaciones que puedan realizar los hablantes sobre
la base de ciertos conocimientos compartidos. Desde esta perspectiva,
el significado sobrepasa los límites de la expresión puesto que los
hablantes son capaces de asignar activamente significaciones
adicionales y dife rentes en cada situación. En este sentido, tendremos
en cuenta otro tipo de significado, llamado significado del hablante. El
significado del hablante se determina por las intenciones que
manifiestan los interlocu tores cuando desean comunicar un contenido
específico.
Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores respecto de lo
que los hablantes conocen acerca de L y de sus condiciones de uso en
contextos específicos, como de las diferentes dimensiones que se pue
den determinar con respecto al significado (significado lingüístico y signi
ficado del hablante), una teoría del significado tendría que ser capaz
de responder o abordar cualquiera de las siguientes preguntas básicas:

– ¿Qué son los significados?


– ¿Cuántos tipos de significado existen?
– ¿Qué condiciones hacen posible que un hablante sea capaz
de comprender las expresiones significativas de su lengua y
por qué razón no puede comprender aquellas que no lo son?
En otras palabras, ¿cuál es el criterio (y de qué naturaleza) que
permite determinar la pertenencia o no de determinados enun
ciados a la semántica de L?
– ¿Cómo se construye el significado de una expresión a partir de
la combinación de los significados de cada una de sus partes? –
¿Qué relación existe entre el significado de una expresión y su
estructura gramatical?
– ¿Qué relación existe entre una expresión de L y la entidad
seña lada por esa expresión?
– ¿Qué condiciones hacen posible que un hablante sepa la
forma en que se usan las expresiones en diferentes situaciones
sociales y qué es lo que determina el hecho de que puedan
extraer inferencias, esto es, comprender contenidos implícitos
que se activan a partir de lo que se afirma de manera explícita
en una situación particular?
– ¿Qué relación existe entre la estructura gramatical de una
expresión, su significado y las condiciones de su uso adecuado
en contextos específicos?

Puesto que toda teoría supone la realización de un recorte con res


pecto a la problemática que abordará, así como la elección de un serie
de presupuestos a partir de los cuales serán encaradas esas problemáti
cas, es evidente que diferentes explicaciones sobre el significado toma
rán en cuenta algunas y dejarán de lado otras. Por otra parte, aunque
se
64
centren en el análisis de la misma pregunta, la forma de responderla
puede ser diferente. Así, en respuesta a 1), algunos autores, como vere
mos, proponen que los significados deben entenderse como entidades y
discuten si se trata de entidades psicológicas, sociales o abstractas.
Otros, por el contrario, sostienen que los significados no son entidades y,
en este sentido, responder a 3) puede ser previo a responder a 1). Por
otra parte, preguntarse por el criterio y la naturaleza que permite
determinar la pertenencia o no de determinados enunciados a la
semántica de L supone averiguar qué sabe un hablante sobre el
significado y esto puede ser un auxilio para responder a 2). Asimismo,
para algunos, responder a 6) es necesariamente posterior a la respuesta
de 3) porque el estado inter no de un hablante que conoce el
significado de una expresión condicio na la identificación de la
referencia. La pregunta 4) expresa un objetivo que comparten casi
todas las teorías semánticas; el punto 7), el de casi todas las teorías
pragmáticas y responder 8) es uno de los objetivos más importantes que
surgen en la lingüística actual como consecuencia de la integración de
teorías gramaticales o sintácticas, semánticas y pragmá ticas.

Teorías del significado

En este capítulo se caracterizarán algunas teorías que se ocupan


de estudiar las dos dimensiones de la significación mencionadas: el
significa do lingüístico y el significado del hablante. El primer tipo de
significado es abordado por las teorías semánticas. En particular, nos
centraremos en ciertas teorías que surgieron en el ámbito de la filosofía y
que han sido caracterizadas como teorías referenciales del significado.
Por su parte, el significado del hablante es estudiado por las teorías
pragmáticas.

Teorías referenciales

Las teorías referenciales se desarrollaron en el marco de la lógica


de las matemáticas y de la lógica simbólica. De acuerdo con estas
teorías, la condición esencial para que una expresión de L posea
significado con siste en la propiedad de designar entidades. En la
medida en que una palabra refiere algo que se encuentra fuera de ella
misma es que tiene la posibilidad de ser una expresión significativa. El
proceso de designa ción extralingüística se denomina referir o denotar y
el objeto que cae bajo esa denominación es el referente, denotado o
denotatum.36
Las entidades designadas por las expresiones no necesariamente
deben ser objetos materiales, perceptibles a través de los sentidos, tal
como los conejos o los árboles. Si se profieren enunciados como:

36
Por el momento los consideraremos términos equivalentes.
65
4) Adrián es hijo de Julia.
5) La guerra genera desolación.
6) Los peces son vertebrados.
7) “La nieve es blanca” es un enunciado verdadero.

veremos que cada una de las palabras o construcciones presentes en


ellos señalan diferentes tipos de entidades. Adrián y Julia denotan seres
humanos; la expresión ser hijo de refiere un determinado tipo de
relación, a saber, aquella que mantienen entre sí las entidades Adrián y
Julia, tal que Adrián es hijo de Julia. El sustantivo guerra designa una
situación o un evento; desolación, un determinado estado o cualidad. El
enunciado entrecomillado, “La nieve es blanca”, tiene como referencia
un enuncia do de L, específicamente, el enunciado La nieve es blanca,
puesto que ser verdaderos o falsos es una propiedad que poseen los
enunciados y, en consecuencia, el predicado “es verdadero” sólo
puede aplicarse a ellos. Finalmente, el sustantivo peces no está
señalando a un pez en par ticular sino al conjunto universal que incluye
a todos los peces y, de esta forma, podríamos pensar que representa
una clase de cosas. En este sen tido, según el criterio establecido por las
teorías referenciales, una expre sión lingüística nombra su referente y es
esencialmente este acto de nominar una instancia externa lo que le
confiere la posibilidad de ser sig nificativa.
Una vez establecidas las condiciones que deben cumplir las expre
siones para tener significado, las teorías referenciales deben poder dar
cuenta de dos importantes cuestiones. Por un lado, de qué manera una
expresión puede designar una entidad externa, es decir, cuáles son los
mecanismos que permiten que el lenguaje pueda hablar acerca del
mundo y de sí mismo. Por otra parte, debe explicar en qué consiste el sig
nificado de esas expresiones, esto es, qué es el significado de una expre
sión y de qué manera éste contribuye a la conformación del significado
oracional. En este capítulo veremos dos teorías que se ocupan de con
testar estas preguntas: la teoría del significado elaborada por Gottlob
Frege (1892) y la de Bertrand Russell (1905), los autores más representati
vos de la semántica referencial.
La semántica de Frege

La teoría del significado elaborada por Gottlob Frege a fines del


siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte es fundamental para dar
cuenta de la semántica referencial, no sólo por su contenido sino
también por las repercusiones que tuvo en el ámbito de la filosofía del
lenguaje y de la lógica matemática.
Frege era un matemático sumamente preocupado por el estudio
del lenguaje puesto que tenía la intención de elaborar un sistema lógico
que sirviera como base para la formalización de los enunciados
matemá
66
ticos. Fundamentalmente, estaba interesado en poder identificar aque
llos componentes del significado que son pertinentes para un análisis lógi
co. De esta forma, uno de sus objetivos principales consistía en determi
nar cuáles son los aspectos del significado que posibilitan que, a través
de ciertas oraciones, se puedan expresar proposiciones que dicen algo
–verdadero o falso– acerca del mundo.
Uno de los supuestos básicos que orienta la elaboración de su teoría
consiste en que el lenguaje natural, por su carácter impreciso y
ambiguo, no puede dar cuenta de la realidad o de los objetos de
conocimiento de manera objetiva. Guiado por la concepción de
ciencia dominante en su época, Frege considera que es necesario
elaborar un metalenguaje en el que las estructuras lingüísticas puedan
ser absolutamente especifica das, es decir, en el que se consiga
establecer una diferencia clara entre la forma sintáctica o gramatical y
la forma lógico-semántica de una ora ción, de tal manera que no se
caiga en la figuración ingenua y errónea de que la primera refleja la
segunda y, en consecuencia, de que la ora ción se interpreta
semánticamente, en todos los casos, de acuerdo con la estructuración
sintáctica. De esta manera, los científicos deberían ela borar los
enunciados de sus teorías teniendo en cuenta una serie de res tricciones
–explicitadas claramente en este lenguaje formal– para así explicar, sin
ningún tipo de ambigüedad o distorsión, aquellos objetos que hayan
sido recortados para su análisis.

Sentido y referencia

Según Frege (1892), el significado de una expresión es una entidad


compleja, conformada por dos componentes: el sentido y la
denotación o referencia. Las expresiones de un lenguaje que pueden
tener sentido y referencia son aquellas que denomina Nombres Propios,
a saber, los nom bres propios ordinarios (Marcelo, Flavia, China); las
expresiones nominales formadas por un sustantivo común y un
demostrativo o posesivo (ese perro, mi bicicleta); las oraciones (La nieve
es blanca) y las construccio nes que, a partir de la teoría sobre el
significado elaborada por Russell (1905), se denominarán Descripciones
Definidas, esto es, sintagmas nomi nales encabezados por un
determinante y que poseen un complemento del núcleo nominal en
singular (el autor de Waverley).37
La referencia o denotación38 es la entidad designada por el signo o
expresión, el objeto39 al cual el nombre señala o refiere, mientras que el

37
El análisis de las expresiones en plural presenta problemas lógicos que no se con
siderarán en esta exposición.
38
Usamos los términos referencia y denotación como sinónimos, tal como se
maneja en la traducción de la obra de Frege.
39
Frege (1891) denomina objeto a todo lo que no es función, puesto que la expre
sión que lo refiere no conlleva un lugar vacío. De esta manera, los objetos no
67
sentido es el modo o la manera en que se presenta esa referencia. En
otras palabras, el sentido es el modo de designar que posee una expre
sión. Así, las expresiones, Posadas y la capital de Misiones tienen la
misma denotación puesto que ambas denotan o refieren a la misma
entidad, esto es, una ciudad específica ubicada en determinadas
coordenadas espaciales de la República Argentina. Sin embargo, el
mismo objeto no está referido de igual manera ya que una expresión la
presenta como Posadas y, la otra, como la capital de Misiones. Frege
dirá que, aunque denoten el mismo referente, las expresiones tienen
diferente sentido. Si las expresiones simplemente se limitaran a designar
objetos, entonces el enunciado de identidad

8) Posadas es la capital de Misiones

sería una afirmación tautológica o trivial, puesto que sólo se limitaría a


afirmar que el objeto referido por la expresión que interviene como suje
to gramatical –Posadas– es idéntico al objeto referido por aquella que
funciona gramaticalmente como predicativo subjetivo –la capital de
Misiones–.40 Si así fuese, el valor informativo de (8) sería equivalente al de
la oración (9):

9) Posadas es Posadas.

o al de (10):

10) La capital de Misiones es la capital de Misiones.


Sin embargo, (8) no es trivial ni tautológico, como (9) y (10), sino infor
mativo. Prueba de ello es que cualquiera que no detentara el conoci
miento de que la capital de Misiones es Posadas, en presencia de un
enunciado como el anterior, obtendría cierta clase de información. Por
eso, Frege sostiene que las expresiones o nombres denotan o refieren
una entidad y expresan un sentido. Un nombre denota su referente a
través del sentido que este nombre expresa y esto explica por qué, en
los enun ciados de identidad, la igualdad de la referencia no siempre
conlleva una igualdad en el plano del sentido.

admiten una descomposición lógica, pertenecen a una categoría última de


análisis. Así, las realidades físicas, como los organismos, las personas, animales y
cosas; las entidades matemáticas (líneas, puntos, números y figuras); y lo verda
dero y lo falso son considerados objetos.
40
El principio de identidad afirma que toda cosa es idéntica consigo misma y con
ninguna otra cosa. Esta relación se expresa en la lengua en los enunciados de
identidad que presentan la forma gramatical S es P, esto es, un sujeto del cual
se predica algo.
68
Las ideas

Si bien el sentido no se corresponde con la instancia extralingüística


denotada por una expresión, tampoco debe ser confundido con la ima
gen o idea asociada al denotatum. Mientras que esta última es una
representación mental de carácter interno y subjetivo, el sentido es obje
tivo y externo al individuo. Supongamos que el vecino del dueño del pas
tor inglés se encuentra conversando en un bar con un amigo que tiene
un gato y al que le da comer alimento balanceado. El vecino que ya
conocemos, que no tiene ni gato ni perro, para decir algo simplemente,
puede emitir la siguiente oración:

11) El perro de José come alimento balanceado todos los fines de


semana.

Aquí, un elemento de la realidad extralingüística es referido a partir


de un modo determinado (el perro de José). De acuerdo con Frege, ese
modo particular de designación, el sentido de la expresión, es conocido
de igual forma por todos los hablantes de L. En otras palabras, todos los
hablantes que saben L, tienen también un conocimiento compartido
acerca de los diferentes sentidos que poseen sus nombres. De este
modo, es evidente que el sentido, de acuerdo con esta particular
concepción, no se encuentra dentro de la mente de un sujeto pues no le
pertenece a nadie en forma individual. Por el contrario, está fuera de
cualquier espa cio mental y es compartido por todo aquel que conoce
L. Por este moti vo, podemos decir que se encuentra en el terreno de lo
intersubjetivo. La expresión el perro de José designa un objeto y expresa
un sentido, y los dos interlocutores comparten, en este caso, el
conocimiento de la deno tación y del sentido, es decir, comparten el
conocimiento del significado.
Sin embargo, ¿sucede lo mismo con la idea?, ¿puede decirse que
la imagen o idea que el interlocutor A asocia con la frase el perro de
José es exactamente la misma idea que se presenta en la mente del
participante B? Para responder esta pregunta, pensemos que el señor
vecino tiene trein ta y cinco años y ha sido criado desde niño en un
ámbito caracterizado por la presencia de caninos domésticos mansos,
compañeros y fieles. Se ha sen tido siempre acompañado y cuidado por
sus mascotas a la vez que les ha profesado un profundo afecto y
dedicación. Por el contrario, el otro partici pante, adulto también, no ha
tenido contacto permanente con ningún ani mal durante el período de
su más tierna infancia, y a la edad de doce años parte de su pantorrilla
derecha ha sido atravesada por los colmillos del perro de un vecino,
hecho que le produjo un trauma irreparable.41

41
Para agregar matices dramáticos, supongamos que se trata de aquel mismo
sujeto que se cortó el pelo por un aprendiz de peluquería con problemas de
par kinson.
69
Resulta evidente que ambos participantes no compartirán ideas equiva
lentes con respecto a la misma expresión. Es por razones como estas
que Frege afirma que la imagen o idea es subjetiva e interna,
impregnada de sentimientos y fundada en las experiencias
cognoscitivas y en la memo ria de cada sujeto. Por eso, al ser una
instancia de naturaleza plenamen te psicológica, sus caracteres son
absolutamente variables. Por otra parte, en presencia de un mismo
sentido, los hablantes asociarán imáge nes completamente diferentes
en base a sus experiencias de vida.
En un trabajo posterior, Frege (1918-1919) dirá que las ideas o repre
sentaciones forman parte del mundo interior, es decir, de aquel que
está compuesto por las impresiones sensoriales, los sentimientos, estados
de ánimo, deseos y decisiones personales. Por esta razón, no pueden ser
per cibidas por cualquiera de los cinco sentidos sino que son el resultado
de esos actos de percepción. Por ejemplo, frente a un objeto
determinado, un sujeto tendrá una impresión visual pero eso no implica
que sea esa impresión lo que pueda ser vista. De esta forma, las ideas
(ya sea en forma de sensaciones, sentimientos, estados de ánimo, etc.)
existen en el interior de las personas, específicamente, en su conciencia
individual, y no deambulan por el mundo de manera autónoma. Para
decirlo de otra forma, necesitan de un portador, a diferencia de los
objetos del mundo exterior, que tienen una existencia independiente.
¿Puede concebirse la idea como parte del significado de una
expre sión? Para Frege, las ideas no son un aspecto del significado de
los nom bres propios y, de esta forma, no son parte de lo que un nombre
expre sa. Los significados, entonces, al estar conformados por dos
componen tes objetivos, el sentido y la denotación, son concebidos
como instancias que existen de manera independiente de las
representaciones mentales y, en consecuencia, son también
caracterizados en su totalidad como entidades que pertenecen al
plano del mundo externo.
Hemos dicho que el sentido es un componente común, conocido
de manera compartida por todos los hablantes competentes de L. Sin
embargo, si consideramos los nombres propios ordinarios, como Manuel
Puig, y tuviésemos que identificar los componentes de su significado, dirí
amos, por un lado, que la denotación está conformada por el individuo
referido por ese nombre, mientras que el segundo componente, el senti
do, se corresponde con el modo de presentación del objeto. Sin embar
go, en el caso de los nombres propios ordinarios, no todos los individuos
compartirán exactamente el mismo sentido. Para algunos, el sentido de
Manuel Puig puede estar determinado, entre muchas otras caracteriza
ciones, por la descripción “El autor de Boquitas pintadas”, al tiempo que
para otros puede estar dado por “El autor de Pubis angelical”. De esta
forma, para que un nombre pueda identificar un objeto específico es
necesario que remita, en su uso, a una descripción. Con respecto a esta
peculiaridad, Frege afirma que, en tanto la referencia de la expresión
siga siendo la misma, se pueden tolerar estas diferencias de sentido. De
70
todas formas, aclara que no deberían aparecer en un lenguaje lógica
mente perfecto.

Los supuestos de información

Desde la perspectiva fregeana, conocer L se limita al conocimiento


del sentido de los nombres de L. De ninguna manera es necesario
conocer lo que los nombres denotan para poder entender el contenido
de una expresión o de una oración. Cuando leemos un cuento, por
ejemplo, no se nos ocurriría pensar que las palabras carecen de
significado. Sin embargo, de acuerdo con la manera en que Frege
concibe la denotación, es impo sible suponer que los nombres del
universo de ficción refieren elementos del mundo externo. La expresión
El dragón de escamas azuladas no designa ningún objeto de la
realidad, sin embargo, es absolutamente comprensi ble. Y esto sucede,
en términos de Frege, porque la expresión, si bien care ce de
denotación, expresa un determinado sentido, es decir, expresa un modo
de designación, independientemente de que en la realidad no exis ta
ningún objeto con las características señaladas en ese nombre.
Lo que permite que el sentido pueda ser “captado” o aprehendido
es el hecho de que los hablantes son capaces de presuponer la
existencia de un referente. En estos casos, es irrelevante comprobar la
veracidad de la presu posición. Si quisiéramos hacerlo, tendríamos que
realizar una prueba empírica y, de esta forma, verificar si realmente
existe el objeto en la realidad. Pero, aunque la presuposición no se
ajuste a lo que sucede en la realidad, es decir, aunque el objeto no
exista en el mundo real, de todas formas podríamos comprender el
contenido de la expresión. Esto es así porque los Nombres Propios
expresan un sentido y el sentido, recordemos, es aquel aspecto del
significado que permite, por sí solo, la comprensión de un lenguaje. En
conse cuencia, una expresión puede poseer sentido pero carecer de
denotación y es porque expresa un sentido que podemos
comprenderla.42

El sentido y la referencia en las oraciones aseverativas

Hemos caracterizado los dos componentes del significado, la


denota ción y el sentido, en un subconjunto del conjunto general de los
Nombres Propios, a saber, los nombres propios ordinarios, las expresiones
nominales con demostrativo o posesivo y las Descripciones Definidas. El
cuarto com ponente de los nombres propios son las oraciones
aseverativas. De la misma manera que el resto de los nombres, las
oraciones aseverativas deben denotar una entidad y expresar un
sentido. Veamos cuál es el sen tido y la denotación de una estructura de
esta clase.

42
Se puede observar que un nombre tiene que expresar siempre un sentido al
menos ya que, en caso contrario, sería simplemente una vacía sucesión de soni
dos y, de esta forma, no podría ser considerado un nombre.
71
Para Frege, toda oración aseverativa tiene como sentido un pensa
miento y como denotación un valor de verdad. Así como el sentido de
una expresión no debe ser confundido con la imagen o idea asociada,
Frege sostiene que el pensamiento no debe ser identificado con un acto
subjetivo, es decir, con la representación psíquica del contenido de la
oración que un sujeto pueda elaborar en un momento determinado. El
pensamiento expresado por una oración es caracterizado como un con
tenido objetivo que diferentes hablantes en distintas circunstancias pue
den captar de manera compartida. Se trata de lo que en lógica y en lin
güística se denomina “contenido proposicional”, por lo que también
puede decirse que una oración expresa como sentido una proposición.
Por otra parte, de la misma forma que las expresiones aisladas, las
oracio nes también denotan entidades. La denotación de una oración
asevera tiva es lo verdadero o lo falso, es decir, su valor veritativo.
De esta forma, los valores de verdad son considerados en la teoría
de Frege como objetos pasibles de ser nombrados por las oraciones.
Todas las oraciones verdaderas serán nombres de lo verdadero y todas
las oraciones falsas, nombres de lo falso. Pronunciar diferentes oraciones
verdaderas, por ejemplo, es una manera de nombrar el mismo objeto, lo
verdadero, y esto se lleva a cabo a través de cada uno de los diferentes
sentidos expresados por ellas. Al igual que las expresiones aisladas, las
oraciones denotan una entidad a través de la expresión de su sentido,
esto es, a través de la expresión de un pensamiento.
Puesto que existen expresiones con sentido pero sin denotación,
como hemos visto más arriba, también las oraciones, en tanto forman
parte de los Nombres Propios, pueden expresar un sentido pero no deno
tar ningún objeto, esto es, no referir ni lo verdadero ni lo falso. Pensemos
en aquellas oraciones que contienen nombres sin denotación, funda
mentalmente en la posición de sujeto gramatical, como:

12) La abeja de vapor revolotea en mi jardín.

Puesto que no existe en la realidad ninguna abeja que posea la pro


piedad de estar compuesta de vapor no es posible afirmar que el nom
bre la abeja de vapor tenga denotación. Sin embargo, comprendemos
su contenido y, de esta forma, podemos aseverar que expresa un senti
do. De la misma manera, la oración –en tanto Nombre Propio compues
to que contiene como parte la expresión mencionada– también posee
un sentido. Frege sostiene que todas las oraciones en las cuales las expre
siones que funcionan como Nombres Propios no hacen referencia a nin
gún objeto no refieren, a su vez, nada en absoluto. Recordemos que la
denotación de una oración es, para Frege, su valor de verdad. Por lo
tanto, si una oración carece de denotación, entonces no será verdade
ra ni falsa, específicamente, no denotará ni lo verdadero ni lo falso.
Vemos aquí que la condición esencial para la asignación de valores de
72
verdad a las oraciones depende de la posibilidad o imposibilidad de fijar
una referencia a los Nombres Propios de cada una de ellas. Por otra
parte, las oraciones imperativas, del tipo

13) Cerrá la puerta

tampoco denotan valores de verdad puesto que una orden, un pedido,


un ruego o un mandato no pueden ser verdaderos o falsos. Esto
también puede decirse con respecto a las oraciones interrogativas. Si
alguien pregunta:

14) ¿Quién vino hoy?

nos resultará imposible determinar la referencia en términos de verdad o


falsedad. Específicamente, las oraciones imperativas y las interrogativas
expresan un sentido, por lo que un mandato, entonces, se sitúa en un
nivel similar al de los pensamientos ya que se trata del sentido expresado
por una oración imperativa, de la misma manera que un pensamiento
es el sentido expresado por una oración aseverativa.43
Frege sostiene que tampoco denotan un valor de verdad ciertas
cláu sulas subordinadas. De la extensa lista que propone, aquí sólo
mencionare mos las que presentan denotación indirecta, como la
incluida en la oración:

15) Jorge opina que la guerra es un medio para garantizar la libertad.

Oraciones como las de (15) expresan la creencia u opinión de


algún sujeto particular sobre un tema específico. Según Frege, la
cláusula subor dinada correspondiente no denota aquí un valor de
verdad puesto que tiene denotación indirecta, es decir, hace referencia
a lo que habitual mente es su sentido. Como el sentido de una oración
es un pensamiento,44 Frege dirá que esta clase de subordinadas, en vez
de denotar un valor de verdad –como lo harían si tuviesen su
denotación habitual–, denotan aquí su sentido usual, es decir, un
pensamiento.

43
Todas estas clases de oraciones, observa Frege, son emitidas con un tipo parti
cular de “fuerza” que permite diferenciarlas y que reside en la forma de las ora
ciones. Así, una oración puede tener fuerza asertórica (las oraciones declarati
vas) o interrogativa, entre otras.
44
Para Frege, un nombre tiene denotación indirecta cuando, en vez de denotar
un objeto, tiene como referencia el sentido que expresa normalmente al deno
tar un objeto. Una cláusula subordinada, entonces, por el hecho de ser una ora
ción –aunque incrustada dentro de otra–, tiene denotación usual cuando su
referencia es un valor de verdad. Por el contrario, la denotación es indirecta en
los casos en que la referencia es el sentido expresado normalmente por esa
cláusula. Por lo tanto, cuando la denotación no es habitual, la cláusula subordi
nada denota un pensamiento. Es por esto que alguien puede realmente estar
seguro de una creencia cuyo contenido es falso.
73
En consecuencia, en las oraciones de creencia no puede conside
rarse en forma aislada el valor de verdad de la subordinada puesto que
este último no contribuye en absoluto al valor de verdad de la oración.
Como en el marco total la subordinada tiene denotación indirecta, lo
que verdaderamente importa para el valor de verdad de la oración es
el sentido de la cláusula, es decir, su pensamiento. Además, tampoco la
pri mera parte de la oración –Jorge cree […]– es una oración completa
y, por lo tanto, no puede decirse que exprese un pensamiento completo
ni tenga, en efecto, un valor de verdad como denotación. De esta
mane ra, (15) debe ser interpretada semánticamente como una oración
cuyo valor de verdad depende de que el individuo denotado por el
sujeto gra matical crea verdaderamente el pensamiento denotado por
la subordi nada. Evidentemente, esto último es independiente de que su
contenido sea o no una falsa creencia.
Dentro de este grupo se incluyen también las proposiciones subordi
nadas que siguen a expresiones como dudar si, no saber que. En estos
casos, las oraciones subordinadas tampoco denotan un valor de
verdad. Por ejemplo, en:

16) Sergio quiso saber si los cerdos vuelan

la correspondiente cláusula subordinada no refiere, en este contexto, ni


lo verdadero ni lo falso.
En síntesis, todas aquellas oraciones que contienen cláusulas
subordi nadas serían consideradas, desde un criterio estrictamente
gramatical, oraciones compuestas45 puesto que contienen en su interior
una o varias oraciones. Sin embargo, no siempre su valor de verdad
depende del valor de verdad de las oraciones que la componen y esto
se debe a dife rentes motivos. Sea cual fuere el caso, se deja en
evidencia que existen oraciones compuestas desde un punto de vista
estrictamente gramatical que no pueden ser entendidas
semánticamente como funciones de ver dad.46 Por lo tanto, en estos
casos, el valor de verdad de la oración com pleta no depende del valor
de verdad de las oraciones o cláusulas que la componen. De este
modo, Frege logra formular claramente una distin ción entre la forma
gramatical de las oraciones y la forma lógico-semán tica y, en este
sentido, comienza a desarrollar la idea de que la estructu ra gramatical
de algunos enunciados de L es engañosa, en tanto no siempre coincide
con su estructuración semántica.

45
Este término es introducido por Frege (1923) para dar cuenta de la forma gra
matical o sintáctica de aquellas oraciones que contienen en su interior otras
ora ciones.
46
Una oración puede considerarse una función de verdad si su valor de verdad
depende del valor de verdad de las oraciones que contiene.
74
Lenguaje científico y lógica

Hemos dicho que los pensamientos no son entidades subjetivas y,


por lo tanto, no pueden ser confundidos con las ideas. El mundo interior,
entonces, no es el espacio en el que puedan localizarse. Pero Frege
(1919-1919) dirá que tampoco forman parte del mundo externo, ya que
no se trata de objetos. Su lugar es lo que este autor llama el “tercer
reino” (aparte del mundo interno y externo), es decir, un universo
inmutable, que no existe en el tiempo ni en el espacio, cuyas entidades
–los pensa mientos–, al igual que las imágenes o ideas, no pueden ser
percibidas por los sentidos; ni tampoco necesitan portador –como los
objetos del mundo externo–. Un pensamiento, en suma, no es un objeto
ni una representa ción y, si es verdadero, lo es de manera atemporal.
Para Frege, entonces, de acuerdo con la concepción de ciencia de su
época, un científico no puede crear pensamientos que puedan ser
juzgados como verdaderos. Por el contrario, la tarea del investigador
consiste en descubrir verdades a través del pensamiento expresado por
ciertas oraciones. De esta forma, el pensamiento expresado en el
teorema de Pitágoras, por ejem plo, es verdadero con independencia
de que alguien lo tome como tal, vale decir, ha sido siempre verdadero
más allá de su descubrimiento y, por lo tanto, no pertenece a la
conciencia de nadie en particular, no tiene portador.
Definir un término, entonces, no consistiría en construir las propieda
des que, desde la perspectiva de su autor, conformarían su significado
sino en revelar aquellos componentes que siempre lo han constituido. En
palabras de Frege:

“Con frecuencia, parece que se atribuye al definir una fuerza


creadora, mientras que en realidad no ocurre otra cosa sino que se
hace resaltar algo delimitándolo y se le asigna un nombre. Así como
el geógrafo no crea ningún mar cuando traza fronteras y dice: a la
porción de superficie oceánica limitada por estas líneas la llamaré
Mar Amarillo, así tampoco el matemático puede crear nada
mediante sus definiciones. No se puede atribuir a una cosa mágica
mente, por simple definición, una propiedad que no tenga ya
antes, a no ser la de llamarse con el nombre que ya se le ha
asignado”.47

Al desligar los pensamientos del mundo interior, Frege aísla la noción


de verdad de cuestiones subjetivas y personales, y así afianza la suposi
ción de que la ciencia, por ser algo común a muchos sujetos, expresaría,
a través de teorías, contenidos verdaderos que serían ajenos a la espe
culación y a la ideología de sus autores.
47
Frege, Gottlob, “Prólogo a ‘Las leyes fundamentales de la aritmética’” (1893),
en Estudios sobre semántica, Barcelona, Ariel, 1973.
75
Al percibir algo del mundo externo, entonces, se tiene, por un lado,
una representación o idea –plenamente subjetiva y variable– y, al
mismo tiempo, se capta o se aprehende un pensamiento y en esto
último con siste el pensar. Captar un pensamiento, desde este punto de
vista, no es crearlo ni percibirlo por los sentidos –puesto que el
pensamiento ya exis tía antes de haberlo descubierto e
independientemente de las imágenes asociadas– sino entrar con él en
determinada relación –absolutamente diferente de la que se pueda
establecer con el objeto y con la idea–.
El lenguaje científico, de acuerdo con el modelo de ciencia que
sub yace en la teoría de Frege sobre el significado, sólo puede contener
térmi nos que posean, a la vez, sentido y denotación. Al respecto, dice
Frege:

En la poesía las palabras tienen evidentemente sentido tan


sólo, pero en la ciencia, y siempre que nos interesa la pregunta por
la ver dad, no nos contentamos únicamente con el sentido, sino
que tam bién asociamos una referencia a los nombres propios y
términos con ceptuales; y si, por descuido, no lo hacemos,
cometemos un error que fácilmente puede desbaratar nuestra
reflexión.”48

Así, la filosofía del lenguaje solo se ocuparía de las oraciones que


pueden ser verdaderas o falsas (esto es, oraciones en las que los
Nombres Propios que la componen tienen denotación y no solo sentido),
sean atri butivas singulares u oraciones complejas que son funciones de
verdad, como las oraciones conjuntivas, las disyunciones, ciertas
oraciones condi cionales y las negaciones.49 Para esta última clase de
oraciones, el valor de verdad de la oración total es una función de los
valores de verdad de

48
Frege, Gottlob, “Consideraciones sobre sentido y referencia”, (1892-1895), en
Estudios sobre semántica, Barcelona, Ariel, 1973.
49
Las oraciones conjuntivas, por ejemplo, están conformadas por dos o más ora
ciones unidas por los nexos “y”, “pero”. Las condiciones de verdad para esta
clase de oraciones determinan que la oración completa solo es verdadera en
el caso de que todas las oraciones componentes sean también verdaderas; en
cualquier otro caso, es falsa. Así, la oración Isabel es geógrafa y Pablo es músi
co será verdadera sí y solo sí es verdad que Isabel es geógrafa y también es
cier to que Pablo es músico. Si Isabel no fuese geógrafa y/o Pablo no se
dedicase a la música, la oración sería falsa.
En las disyunciones el nexo que funciona como conectiva es “o”, “y/o”, “o
bien… o bien…”, etc. Si decimos Vamos a Calafate o a Río Gallegos, la “o”
puede tener dos significados. Por un lado, puede interpretarse como “o una
cosa, o la otra o las dos”. Esta es la disyunción inclusiva, que resulta falsa solo en
el caso de que ambos componentes lo sean. Por otra parte, “o” puede signifi
car “o lo uno, o lo otro pero no ambos”. En este caso, estaremos frente a la dis
yunción exclusiva. Esta clase de oración es falsa si y solo sí ambos componentes
tienen el mismo valor de verdad.
Las oraciones condicionales contienen, a su vez, dos oraciones. Una de
ellas es el antecedente y la otra, el consecuente. De esta forma, en la oración
Si con-
76
las oraciones componentes. En efecto, se trata de oraciones que son
lógi camente verdaderas en función de su estructura
lógico-proposicional, esto es, en forma independiente de su contenido.
Así, podemos decir que son verdaderas o falsas exclusivamente en virtud
de su forma, pues to que no es necesario que se realice un trabajo
experimental para saber bajo qué condiciones la oración puede ser
verdadera.

El principio de composicionalidad del significado

De este modo, Frege formula el principio de composicionalidad del


significado, según el cual el significado de una oración depende, por un
lado, del significado de las palabras de contenido y, por otra parte, de
la forma semántica de la oración. Así, el pensamiento expresado por
una oración depende del sentido de cada uno de los elementos que la
con forman. De la misma manera, su valor de verdad estará
condicionado por la referencia de cada una de sus partes. En relación
con este último punto, hemos visto que si alguno de los Nombres Propios
que contiene no posee denotación, la oración completa tampoco y,
por ende, carece de valor de verdad.
En suma, el significado de cada una de los nombres que componen
la oración más la forma que esta oración presenta (esto es, si se trata de
una oración atributiva singular o de una oración compleja) permiten
establecer su significado total. La forma semántica de la oración se
determina en base a sus condiciones de verdad, es decir, en relación
con los criterios que permiten establecer bajo qué condiciones puede
consi derarse verdadera. De esta forma, una oración atributiva será
verdade ra en el caso de que el objeto denotado por el sujeto caiga
bajo el con cepto referido por el predicado.50 En este sentido, la oración:

sigue trabajo, entonces podrá pagar las deudas, la primera oración si consigue
trabajo es el antecedente, mientras que la segunda, entonces podrá pagar las
deudas, es el consecuente. El antecedente es una condición suficiente para
que se cumpla lo que se afirma en el consecuente. De esta forma, una oración
condicional es falsa solo si su antecedente es verdadero y su consecuente,
falso. En cualquier otro caso es verdadera.
Por último, las negaciones son oraciones que invierten el valor de verdad
de una oración. Así, la negación de una oración como Los gatos son aves es
Los gatos no son aves o No es cierto que los gatos sean aves o Es falso que los
gatos sean aves. De esta forma, la negación de una oración verdadera es
falsa y la negación de una oración falsa es verdadera.
Frege (1892) también considera como funciones de verdad las oraciones
que contienen cláusulas subordinadas adjetivas explicativas, ciertas condicio
nales y las que comienzan con aunque, entre otras que también expresan “pen
samientos subsidiarios”.
50
En términos de Frege, si la “función” designada por el predicado toma como
argumento un objeto (referido por el sujeto gramatical) tal que, como conse
cuencia, la oración adquiera como valor de verdad lo verdadero.
77
1) Daniel es hincha de Racing

será verdadera si y solo si la propiedad de ser hincha de Racing se apli


ca al objeto denotado por la expresión Daniel. De la misma manera,
una oración como

2) Quien ganó el premio Nóbel de química en 1911 murió de leucemia

será verdadera solo si el objeto denotado por la subordinada, Marie


Curie, murió realmente de leucemia y no por otros motivos.51

Por su parte, la verdad de una oración compuesta se establecerá


en función de la verdad de las oraciones que contiene. De esta forma,
la oración:

3) Alejandra es Licenciada en Filosofía y Carolina es profesora de


Letras.

puesto que es una conjuntiva, solo será verdadera si cada una de las
ora ciones componentes es también verdadera.
De lo anterior, se sigue que el significado de una oración está estre
chamente relacionado con las condiciones a partir de las cuales se
determina su valor de verdad. En este sentido, se puede afirmar que el

51
Afirma Frege (1892) que las cláusulas subordinadas nominales como aquella
que figura en (11), no expresan un pensamiento completo puesto que, si así
fuese, tendría que ser posible expresarlo en una oración independiente. Sin
embargo, dado que el sujeto gramatical de la subordinada, el pronombre
relativo quien, no tiene un sentido independiente, su función se restringe a
actuar como un nexo con el resto de la oración. De esta forma, al no expresar
un pensamiento completo, la subordinada tampoco puede tener como
denotación un valor de verdad. En estos casos, la cláusula incrustada no
funciona semánticamente como una oración sino que tiene un
comportamiento similar al de las expresio nes aisladas, en este caso, un nombre
propio ordinario. Su denotación, enton ces, es un objeto del mundo –en el
ejemplo, Marie Curie– y no un valor de ver dad. En este sentido, la oración
completa tiene la misma forma lógico-semánti ca que una oración atributiva
singular puesto que la subordinada funciona como una expresión nominal y,
por esto, denota un objeto, mientras que el pre dicado –murió de leucemia–
expresa una función. En consecuencia, toda la oración es semánticamente
equivalente a la oración Marie Curie murió de leu cemia. Esto implica que,
aunque desde un punto de vista gramatical ambas oraciones no posean la
misma estructura –dado que en una de ellas el sujeto es un sustantivo propio y,
en la otra, el sujeto se expresa a través de una cláusula subordinada (y por esto
es, gramaticalmente, una oración compuesta)– presen tan, semánticamente,
la misma forma, y por esto, son interpretadas de manera equivalente. Este es un
ejemplo de subordinada que, aunque no posee denota ción indirecta,
tampoco denota un valor de verdad.
78
significado de una oración solo es comprensible cuando se conoce
bajo qué condiciones esa oración es verdadera.
A partir de la clasificación anterior, en la que se distingue claramen
te entre las oraciones cuya denotación es un valor de verdad y aquellas
que refieren otra clase de entidades –objetos o pensamientos–, Frege
establece un criterio de demarcación de los enunciados que pueden
conformar una teoría científica. De esta forma, la lógica operaría exclu
sivamente con oraciones aseverativas que son funciones de verdad y
con oraciones atributivas singulares que sean verdaderas o falsas, esto
es, oraciones cuyos nombres componentes posean denotación, al
tiempo que quedarían por completo fuera de su análisis las oraciones
imperati vas, interrogativas, así como las aseverativas sin denotación
(aquellas que contienen nombres sin referencia a entidades del mundo
objetivo). Esto debe, en parte, a que en el momento en el que Frege
escribió su artí culo, la lógica se ocupaba fundamentalmente de los
razonamientos. Y puesto que un argumento está conformado por
oraciones aseverativas –que expresan un estado de cosas y, por lo
tanto, pueden ser verdade ras o falsas–, el resto de las oraciones debía
quedar, indefectiblemente, fuera del metalenguaje que intentaba
construir.

La teoría del significado de Bertrand Russell

La semántica filosófica que se inicia con Russell (1905) debe enten


derse como una continuación de la obra de Frege. Ambos autores sostie
nen que el lenguaje natural es ambiguo, impreciso y sus expresiones pue
den adquirir significados diversos en función del contexto en el que son
proferidas. Puesto que el lenguaje es un instrumento indispensable para
el conocimiento científico, la tarea fundamental de la filosofía, para
estos autores, debe estar centrada en develar estos equívocos. La
manera de llevar a cabo esta labor consiste en explicitar, entre otras
cuestiones, la verdadera forma lógico-semántica de las expresiones y
oraciones y, a la vez, elaborar una teoría acerca de su significado.
De esta manera, como ya hemos visto con Frege, se aspira a con
feccionar una teoría semántica a través de la elaboración de un lengua
je formal en el que las estructuras lingüísticas resulten absolutamente
especificadas. Esto supone que se deben establecer criterios para deter
minar qué formas son correctas gramaticalmente y cuáles no y,
también, en qué consiste el significado de estas formas. Para esto último,
es nece sario, como vimos, determinar cuáles son las condiciones de
verdad de las oraciones de ese lenguaje. En suma, es preciso elaborar
un metalen guaje en el que puedan especificarse las estructuras
correctas de los enunciados de un lenguaje objeto conjuntamente con
sus condiciones de verdad. Con la existencia de este lenguaje
alternativo, se creía que se resolverían todos los problemas de
interpretación y de ambigüedad que resultaban como consecuencia
del uso de las palabras.
79
El significado, de acuerdo con la teoría propuesta por Russell en un
famoso artículo publicado en 1905 y denominado “Sobre el denotar”,
está estrechamente ligado a una concepción gnoseológica particular
ya que, según este autor, una proposición será significativa siempre y
cuando esté compuesta por elementos de los cuales se tenga un cono
cimiento directo.
Solo podemos tener conocimiento directo de aquello que se nos
presenta de manera inmediata, esto es, cuando nos encontramos de
frente con una entidad determinada sin que medie otra cosa entre la
percepción de esa entidad y la entidad misma. Más específicamente,
conocer directamente una entidad supone que no se lleva a cabo nin
gún proceso inferencial ni tampoco un conocimiento de verdades.52
En Los problemas de la Filosofía, Russell (1912) sostiene que solo tene
mos conocimiento directo de los datos sensibles que conforman el
aspecto de los objetos materiales, como la dureza, el color, la forma, el
material o la suavidad. También se conocen directamente los
universales, los recuerdos personales asentados en la memoria individual
y los estados psicológicos propios. Concentrémonos en los dos primeros
aspectos men cionados, el conocimiento de los datos sensoriales del
objeto y el de los universales, puesto que serán imprescindibles para
poder comprender su teoría sobre el significado.
Se ha dicho que algo se conoce directamente solo si puede ser per
cibido sin ningún tipo de mediación. Supongamos que alguien ha com
prado una alfombra nueva e invita a su casa a un grupo de amigos
para poder exhibirla. En un momento determinado de la reunión, el
anfitrión decide que ya es el momento apropiado para la presentación
y, en con secuencia, desenrolla el tapiz en el centro de la sala. De esta
manera, tanto él como los demás invitados se encuentran frente a un
objeto material específico, la alfombra y, por esto, podemos afirmar que
en ese preciso instante conocen de manera directa aquello que
perciben. De acuerdo con lo que propone Russell, no es el objeto lo que
puede ser per cibido o conocido directamente sino los datos sensibles
que constituyen su apariencia. El objeto, en sí mismo, es incognoscible
de manera direc ta puesto que no tenemos un acceso consciente a la
entidad percibida por los sentidos; sólo podemos arribar a una
construcción lógica de ese objeto, esto es, a una instancia abstracta a
la que se llega a través de un

52
Para Russell, todo conocimiento indirecto implica siempre el conocimiento direc
to de alguna entidad y el de cierta verdad. Por un lado, existen “verdades de
percepción”, a saber, las que afirman la existencia de los datos de los sentidos,
como Existe esto, y las que enuncian un cierto grado de análisis con respecto a
objetos complejos, por ejemplo, Esta mancha de verde es rectangular. En
segundo lugar, pueden mencionarse las verdades que enuncian ciertos princi
pios abstractos lógicos y aritméticos y, finalmente, las proposiciones éticas. Es
importante tener en cuenta que el conocimiento de verdades engendra el pro
blema del error puesto que muchas de nuestras creencias resultan ser falsas.
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