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B L A S JOSÉ T E R R E R O

DE

VENEZUELA Y CARACAS

EDICIÓN ORDENADA

POR EL

G E N E R A L JUAN VICENTE GÓMEZ


PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA

POR ÓRGANO DEL

DOCTOR PEDRO MANUEL ARCAYA


MINISTRO DE RELACIONES INTERIORES

CARACAS
LITOGRAFÍA DEL COMERCIO
192 6
Teatro de Venezuela y Caracas
8 8S031

THEATRO
DE

VENEZUELA Y CARACAS
DISPONELO
DE VARIOS INSTRUMENTOS AUTÉNTICOS Y CONCORDANTES
D I V I D I D O E N DOS E R A S

ECLESIÁSTICA Y POLÍTICA
E L D O C T O R DON

BLAS J O S E P H TERRERO

EDICIÓN ORDENADA POR EL

G E N E R A L JUAN VICENTE GÓMEZ


PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA
POR ÓRGANO DEL
DOCTOR PEDRO MANUEL ARCAYA
MINISTRO DE RELACIONES INTERIORES

CARACAS
LITOGRAFÍA DEL COMERCIO
1926
PREFACIO DEL EDITOR
PREFACIO DEL EDITOR

El presente libro, escrito por el Padre Blas Joseph


Terrero, por los años de 1787 a 1800, había permanecí'
do inédito hasta hoy que lo saca a luz el Gobierno de la
República. Y no porque fuese desconocido o menospre-
ciado. Antes bien, hay muestras evidentes de que más de
un autor de historia patria tomó de él datos sobre ciertos
sucesos salientes en la vida de la Colonia.
Don Arístides Rojas, no solamente lo conoció y apre-
ció; no sólo hizo citas de él, sino que de modo expreso re-
comendó la publicación del manuscrito e hizo el elogio del
Padre Terrero, como historiador veraz y probo. Dice
así en la Introducción a las Leyendas Históricas de V e -
nezuela: ''Nosotros no hemos conocido hasta hoy {1890)
nada más satisfactorio sobre esta materia (la lista de los
Prelados y Gobernadores de Venezuela), sino los apun-
tes manuscritos del Dr. Don Blas José Terrero, que aún
no han visto la luz pública. Este curioso trabajo, que es un
resumen de las noticias que extractó el autor de los ar-
chivos de la Metropolitana y del antiguo Ayuntamiento
de Caracas, tiene el siguiente título-' "Theatro de Vene-
zuela y Caracas. Dispónelo de varios instrumentos au-
viii

iéniicos y concordantes dividido en dos Eras: Eclesiástica


y Política, el Doctor Don Blas Joseph Terrero. Año de
1787".
"En diferentes ocasiones hemos tenido la satisfacción
de palpar la honradez con la cual obró el autor al valerse
del estudio de los archivos que nos son tan conocidos.
Creemos que el volumen manuscrito del señor Terrero que
debía figurar en toda biblioteca, merece la protección que
presta el gobierno actual de Venezuela a producciones de
este género. Y como hay en la narración cuadros que
merecen ampliarse, desearíamos ver el trabajo de Terre-
ro acompañado de notas ilustrativas y aun de documentos
inéditos." (Obra citada, p. XX).
La presente edición responde en gran parte al auto-
rizado voto de Don Arístides Rojas, a los treintiséis años
de formulado. El manuscrito, adquirido por el Ministe-
rio de Relaciones Interiores, de orden del General Juan
Vicente Gómez, Presidente de la República; interpreta-
do con esmero y copiado con escrupulosa fidelidad, entra
desde hoy en el acervo de las fuentes históricas a la dis-
posición de todos. No se ha atendido al deseo de Rojas
en cuanto a notas ilustrativas, porque, de no ser comple-
tas, inducirían a error. El lector no bien preparado toma-
ría por definitivo o incontrovertible todo lo que no se rec-
tificase o ilustrase. Y de ser completa esta labor de ilus-
tración y rectificación, llevaría el volumen a dimensiones
exageradas. El hecho fundamental es que el Gobierno de
la República pone al alcance de la consulta y el comen-
tario nacional y extranjero, una de las fuentes históricas
de Venezuela, cuyo conocimiento estaba reservado a los
poseedores del manuscrito.
IX

Sin duda el libro del Padre Terrero llega a conoci-


miento del público con cierto retardo. Sobre todo, los es-
pecialistas encontrarán que muchos hechos relatados por
él son cosas sabidas. Esto se debe en primer término, al
hecho ya consignado, de que más de un autor bebió en
esa fuente, oculta por entonces. En segundo término, al
progreso sensible que la ciencia de la historia ha hecho en
Venezuela, con la organización y el estudio de los archi-
vos nacionales y copia de documentos en los de España.
Pero, precisamente constituye deber de justicia sacar de
la oscuridad y el olvido al cronista que hace más de un
siglo emprendió la tarea de narrar los hechos salientes de
la Colonia y salvar el recuerdo de sus gobernadores y pre-
lados. Además, reconocido Terrero como una buena
fuente, aunque no esté exento de errores, es un valioso re-
curso para algunos hechos de que no se tiene constancia
por otras fuentes.

El Padre Blas José Terrero nació en Caracas el 25


de diciembre de 1735, del matrimonio de Don José Te-
rrero y Vásquez y Doña Ana Rosalía Atienza, apellidos
que así unidos han llevado con brillo, hasta los tiempos
presentes, muchos miembros de esa notable familia.
Estudió Filosofía y en 23 de diciembre de 1756 ob-
tuvo el grado de Bachiller en ella por ante la Real Uni-
versidad. Pasó después al estudio de la Sagrada Teolo-
gía, en la que acreditando sus conocimientos y teniendo un
Acto mayor y otros ejercicios literarios, recibió en ésta,
asimismo, el grado de Bachiller.
Incorporó uno y otro en la Real Universidad de San-
to Domingo, por la cual en el año de 1770 se le confirie-
ron los grados de Licenciado y Doctor en Teología. En
X

el de 1765, se ordenó de Presbítero, y con las licencias


correspondientes se dedicó al Confesionario, con particu-
lar asistencia y edificación de los fieles, según acredita una
interesante noticia que se ha tenido a la vista.
En el de 1769 se le nombró Capellán de la Igle-
sia de Santa Rosalía en esta ciudad de Caracas, donde
ejerció la cura de almas con el mayor celo, mereciendo la
confianza y la estima del Obispo Don Diego Antonio
Diez Madroñero, de tan preclara memoria.
También mereció el aprecio de la autoridad civil,
pues en carta de 12 de abril de 1776, informaba a Sú.
Majestad el Rey, el Gobernador de la Provincia Don
José Carlos de Agüero, "de los servicios, virtud, capaci-
dad y demás buenas circunstancias" de Terrero, a fin de
que "se dignase tenerle presente en las mercedes que dis-
pensaba a sus fieles y celosos vasallos."

Murió el cronista el 12 de marzo de 1802, y hasta


poco antes de su fin estuvo trabajando en su Theatro, se-
gún puede verse del manuscrito que alcanza hasta el año
de 1800. Sus restos fueron inhumados en el templo de
San Francisco de esta ciudqd.
Tales son los datos verídicos que se poseen respecto
de la persona del autor. Cuanto al libro, que está aquí de
cuerpo presente, bastarán pocas rápidas consderaciones
para precisar algunos de sus caracteres.
El criterio religioso del cronista no se desmiente en
ningún caso. Ni por un momento duda de la intervención
directa de la Divinidad en los sucesos que narra. En ca-
da una de las calamidades que afligen a las poblaciones,
ve la acción inmediata de la Providencia que envía aque-
XI

lias como castigo purificdor. La desaparición de los fla-


gelos, muestra es de que la justa ira de Dios ha sido cal-
mada por el arrepentimiento de los pecadores, merced a
la mediación de los Santos Patronos.
Las ruidosas y ridiculas competencias le merecen la
reprobación más explícita. Buen hijo de la Iglesia, tanto
como fiel subdito del Rey, se exhibe respetuoso de las rea-
les regalías y condena con equitativa severidad a quien-
quiera turbe el equilibrio y la armonía de las dos potesta-
des; así sea un prelado desprovisto de mansedumbre y
prudencia, un provisor intrigante, un gobernador presun-
tuoso y arbitrario, o descarriados cabildos.
Criollo, no resulta ciertamente adulador de sus com-
patriotas, pero tiene el amor de la patria y condena los ma-
nejos escandalosos que presidieron el nacimiento, dominio
y ruina final de la Compañía Guipuzcoana.
En suma, es un cronista honrado que busca la ver-
dad confrontando los testimonios y los documentos. Si, a
pesar de todo, no logra eximirse de errores, es menos por
deficiencia del juicio, que por las dificultades de su labor.
No alcanzó ésta la amplitud que se proponía, como lo com-
prueban las numerosas hojas en blanco reservadas en el
manuscrito para tales ampliaciones. Con todo, el Theatro,
dividido en dos series paralelas, que el autor denomina
con cierta impropiedad Eras, la Eclesiástica y la Política,
nos da un cuadro fiel y animado de la vida oficial de la
Colonia, con sus enredos y controversias interminables.
Sensible es que la muerte no haya permitido al autor
revisar con calma su obra, la cual, con vista del manus-
crito y de los descuidos de lenguaje, se comprende fué es-
crita de primera intención. Sin duda hubiera corregido,
XI]

no sólo ciertos defectos de forma, sino errores de impor-


tancia. Así, da a Triana por ciudad natal del Obispo
Rodrigo de Bastidas, negando con énfasis que éste hu-
biera nacido en Santo Domingo, que es lo cierto. Supo-
ne a Arias Vaca, hijo del Licenciado Pablo Bernaldes,
cuando, a la verdad, lo fué del Licenciado Arias de Vi-
llacinda. Incurre, también, en el mismo error de Herrera
Jj Oviedo y Baños, al consignar que Juan Alemán (Seis-
senhoffer) sucedió en la Gobernación a Ambrosio Al-
fínger a la muerte de éste. Lo exacto es que Juan Ale-
mán sólo fué interino por corto plazo, en vida de Alfínger,
a quen hizo entrega del mando.

Estos errores aparecen rectificados, del modo que se


deja dicho, por el Doctor Pedro M. Arcaba, en su His-
toria del Estado Falcón, (Tomo Primero).
La manera peculiar de construir sus cláusulas el Pa-
dre Terrero, el empleo de arcaísmos en que exhibe su den-
sa erudición, ¿) la letra bastante confusa del manuscrito,
han exigido el mayor cuidado en la interpretación i? copia
del texto. Se le ha conservado incólume, sin arriesgarse en
correcciones de lenguaje que pudieran mejorarlo, pero a
costa de la fidelidad. En cambio, se ha creído indispensa-
ble modernizar la ortografía para facilitar la lectura, por
cuanto el libro está destinado a un público numeroso J no
a los meros especialistas.

Caracas, noviembre de 1926.


PRIMERA PARTE

Era Eclesiástica
OBLACIÓN G R A T U L A T O R I A
Y DEPRECATIVA A LOS GLORIOSOS PATRONOS EL APÓSTOL
SANTIAGO Y LA SEÑORA SANTA ANA

A vosotros, esclarecido santo y dichosa madre de la


hija más feliz que ha visto ni verá jamás el mundo, se con-
sagró desde su origen esta afortunada ciudad y obispado,
y desde entonces hasta el presente ha sido indeficiente vues-
tra amable protección. El Señor, el dueño absoluto del
universo, teniendo siempre presente vuestras apostólicas
tareas, vuestras heroicas virtudes, vuestras continuas ora-
ciones y, sobre todo, aquel amor especial con que os dis-
tinguió sobre la tierra su mismo consubstancial hijo, nunca
ha levantado los ojos de su clemencia de esta provincia,
para derramar sobre de ella como en otro tiempo lo hizo
en Egipto por los méritos del patriarca José, la fertilidad
y la abundancia: Et multiplicavit, propter Joseph, tam in
aedibus quam in agris cunctam ejus substantiam. Y la
hija del Altísimo mirando como propio el don que se ha
ofrecido a vos como a su madre, lo ha tomado bajo su
divina protección para velar como ha velado continuamen-
te sobre de este obispado y capital. Cuántas veces podría-
mos exclamar, si fuéramos más agradecidos, con los mis-
mos sentimientos del real profeta: Nisi Domina nostra
custodierit civitatem, frustra vigilat qui custodit eam. Con-
tinuad, pues, con ella amables patronos, vuestra visible
protección, vuestros singulares beneficios, vuestra entraña-
4 BLAS JOSÉ TERRERO

ble ternura; interponed incesantemente vuestros ruegos con


el Señor de los cielos y de la tierra, a fin de que nos envíe
siempre, como hasta aquí, pastores apostólicos y zelosos
que llenen con ejemplaridad y edificación, las soberanas
funciones de su ministerio; que velen con tesón en la ob-
servancia de los divinos preceptos y sobre la reforma de
nuestras desarregladas costumbres, para mantener inco-
rrupta y sin lesión la santidad y pureza de nuestra fe y
religión; jueces hábiles y virtuosos escogidos de su mano,
llenos de rectitud y desinterés, dotados de vuestra santa
integridad y temor, e ilustrados con las luces del cielo, para
mantener en equilibrio la paz de los pueblos, e inviolables
y sin tergiversación la santidad de las leyes, mirando siem-
pre como sagrados los derechos de vuestra justicia. Con-
ducidnos finalmente a Vos por los caminos de la verdad
y de nuestra salvación y haced de su adorable agrado esta
despreciable oblación que pone en vuestras manos el más
indigno y más inútil de vuestros cliéntulos.

D N . BLAS JOSÉ TERRERO.


D I B U J O D E L T E A T R O Y SUS DESIGNIOS

Este se compone de dos aspectos o eras: Eclesiástica


y Política, y cada una de ellas de tres series. La primera
de obispos, prebendados y curas rectores de esta capital,
que son los que inmediatamente ascienden, por lo regular,
a las prebendas de esta catedral y de cuyas parroquias
hacen los demás curas de la provincia su escala para este
ascenso. La segunda de Gobernadores (hasta el esta-
blecimiento de la Real Audiencia, en que comenzarán
éstos a dejarse ver adornados* de la investidura de presi-
dentes), oidores y tenientes de gobernador que son los que
como asesores del gobierno y experimentados en los asun-
tos de él, es muy regular asciendan a la Sala.
La primera era, aunque posterior en su establecimien-
to de esta provincia de Venezuela e islas adyacentes de Cu-
razao, Aruba y Bonaire, tuvo su feliz origen en tiempo
de la Santidad de Clemente VII, quien por su bula ex-
pedida en Roma en 21 de junio de 1531 faculta a la
persona que el emperador Carlos V rey de España, pri-
mero de este nombre, presentase por primer prelado de
esta nueva diócesis, para que en virtud de su apostólica y
soberana autoridad pusiese en planta y abriese los célebres
cimientos de su erección, como de facto se concluyó ésta
junto a Salamanca, en Medina del Campo, el jueves 4
de junio de 1532 por D. Rodrigo de las Bastidas, pri-
( 1 )

(1). N o fué de junio sino de j u l i o . — N o t a del E d i t o r .


6 BLAS JOSÉ TERRERO

mer prelado de ella, desde cuyo tiempo hasta el presente


en que se ha hecho la memorable época de la división de
este obispado con el de Mérida, se han contado veinte y
seis obispos, o veinte y siete en opinión de otros. Doce
o trece, según el diverso sentir, en el primitivo tiempo, que
se mantuvo la silla episcopal en la ciudad de Señora San-
ta Ana de Coro, nombrada por su erección la Castilla de
Oro, y los demás en esta ciudad de Santiago de León de
Caracas, a donde se trasladó de aquella el año de 1636,
por resolución del Ilustrísimo señor don Juan López Agur-
to de la Mata, y que después aprobó su Majestad el señor
don Felipe I V el Grande, por su real cédula fecha en
Madrid a 27 de junio de 1637.
( 2 )

Hasta este tiempo, inculta la Provincia o como en


su infancia, digámoslo así, a discresión se le podía tener
haber conservado aunque con trabajo la memoria de sus
primitivos prelados, cuando no se ha podido encontrar el
primer libro capitular con que debió comenzar esta serie.
Errantes estos Pastores por su vasta diócesis y algunas ve-
ces, como sienten algunos, hasta en la Corte, cuando sobre-
vivían algunos años, a duras penas tenían tiempo para ve-
lar continuamente y atender sin reposo a las urgentes ne-
cesidades que a cada momento les representaba su recien-
nacida grey. La fe que acababa de prender, tierna aún
y como en su cuna, junto con los cuidados de nutrirla, so-
lidarla y propagarla en sus conquistas; la mies que se ve-
nía con abundancia y los operarios pocos; los recursos
dilatados y las provisiones difíciles, con otras infinitas co-
sas que sería prolijo referir, ya se considera, sería esto el
único asunto que apurando día y noche todas las facul-
tades de su ocupado espíritu, los dejaría sin libertad de
tiempo siquiera para hacer escribir y ordenar aquellos acon-
tecimientos más recomendables y acreedores de la memoria
de la posteridad. Después que la silla episcopal, a ejem-
plo de la gubernativa, pasó a Caracas; que las dificultades

(2). L a verdadera fecha es 20.—N. del E .


TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 7

fueron cediendo al influjo asociado de las dos cabezas;


que la república iba aumentando con su culto, su civilidad
y su política, y que sus cosas, aunque no llevaban en este
punto todo aquel orden que pedía, por lo menos mudaron
de semblante y pudo adquirirse una noticia más exacta y
verídica, así por el menos trabajo que hubo de examinar
los instrumentos como el de combinarlos; pero siempre en
los mismos términos y bajo las prevenciones con que con-
cluiré este dibujo.
La segunda era tuvo su más antiguo principio desde
el reinado de doña Juana, mujer de don Felipe de Austria
el Hermoso y madre del emperador Carlos V , desde cuyo
tiempo según la uniformidad de los historiadores apareció
por los años de 1528, en la ciudad de Coro, el primer go-
bernador de esta provincia, donde establecieron su asiento
hasta el noveno, que la radicó en esta capital de Caracas
el año de 1577, hasta el presente, contándose hasta el de
1 787, en que igualmente ha hecho su época este gobierno
con el referido establecimiento de la Real Audiencia, (de-
teriorado) Gobernadores propietarios, esto es por el rey,
ocho en la ciudad de Coro y los demás en esta de San-
tiago de León de Caracas.
Así es preciso advertir con sinceridad que el designio
de este TEATRO, sin embargo de dársele el nombre de his-
tórico y civil, no ha sido otro ni es que el de formar un
breve Resumen, con tal cual cosa especial de los sujetos
de mayor carácter que han condecorado una y otra era,
para conservar su memoria, y no hacer la historia formal
de los acaecimientos o anales de la provincia. Para lo
primero basta una instrucción vulgar a quien da su cultura
la curiosidad; pero para Jo segundo sería necesario talen-
tos más superiores, cultivados de un estudio igualmente
universal que prolijo, que jamás he tenido en la materia,
junto con una especulación profunda que haga revivir de
los sepulcros del olvido la verdad con todo su vigor; para
8 BLAS JOSÉ TERRERO

lo cual nunca ha ofrecido sus proporciones ni el genio de


los naturales, ni la ninguna curia que en este asunto se ha
llevado.
Nota: que el campo blanco que a prevención se deja
al pie de cada Ilustrísimo Prelado, es para anotar allí por
el orden de sus llamamientos, las cosas más memorables
y dignas de atención que se fueren descubriendo de los
instrumentos más verídicos.
E R A P R I M E R A ECLESIÁSTICA

Introducción a ella

Descubierto este nuevo mundo por el Almirante don


Cristóbal Colón a los fines del siglo X V , como se dirá con
difusión en la introducción a la segunda era política de este
TEATRO, los conquistadores de Santo Domingo, sin em-
bargo de la lastimosa aniquilación a que caminaba esta
isla en cuanto a sus naturales, declaman no obstante, por
tres obispos para ella, pensando así colorear con los Reyes
Católicos el funesto efecto de sus crueldades. Con este
motivo crea Julio II el año de 1511 los tres primeros obis-
pos que hubo en las Indias: dos para la isla Española,
que lo fueron el Ilustrísimo señor don Pedro de Daza y
fray García de Padilla, que murió sin venir, consagrarse
ni tener sucesor, por haberse traslucido aquella falacia; y
el otro para la isla de San Juan de Puerto Rico, que fué
el Ilustrísimo señor don Alonso Manzo, canónigo de la
iglesia de Salamanca, quien gozó siempre de su prebenda,
por haber venido al obispado con la condición de retener-
la. Parece que Venezuela, que fué de estas partes de
Tierra Firme donde primero se alabó el santísimo nombre
del Señor, atendiendo al orden de sus descubrimientos,
debía seguir en el de sus sillas episcopales; pero su misma
felicidad labró en el desorden su desgracia, y le usurpó
el Darién o Panamá la dicha de dar a la luz del Evan-
10 BLAS JOSÉ TERRERO

gelio la primera catedral de Tierra Firme, creando para


ella el año de 1514, la Santidad de León X , por su pri-
mer prelado, al Ilustrísimo señor don fray Juan de Queve-
do, religioso del seráfico patriarca san Francisco. México
logra después esta fortuna y reconoce en el Ilustrísimo se-
ñor fray Juan de Zumarraga, religioso del mismo orden,
natural de Durango, su primer prelado creado por Cle-
mente VII, el año de 1527, un varón tan virtuoso como
dichoso, pues mereció el singular favor de autorizar y ser
testigo ocular de la maravillosa aparición que hizo a su
neófito Juan Diego la santísima virgen de Guadalupe,
año de 1537; entretanto que en Venezuela los intereses
del cuerpo, más bien que los del alma y la religión, se lle-
vaban todos los cuidados. Aquí no se pensaba entonces
más que en hacer fortuna, como siempre. Con todo, co-
mo los decretos de Dios en la distribución de sus benefi-
cios universales no están sujetos a la voluntad del hombre,
logra por fin el año de 1531 la erección de su obispado.
Mas como las riquezas de Curiana, que está como a
( 3 )

media legua de la marina, eran las que suministraban sus


groseros materiales a los anhelos de la ambición, establece
aquí la silla su primer domicilio, sin darla lugar el incenti-
vo que arrastraba el corazón de su rebaño, a premeditar
las fatales consecuencias que experimentó después con la
irrupción de los piratas y que la obligó a pasarse a Cara-
cas. Este es el principio que tuvo esta era. Establécese
desde luego sobre de estos desmedros. La Divina Pro-
videncia es quien la forma. El Señor la solide y la sos-
tenga con la virtud infinita de su poderosa diestra.
(3). L l a m á b a s e nsí en los primeros t i e m p o s (le la conquista
la tierra de C o r o . — N . del E .
S E R I E P R I M E R A D E LOS I L U S T R I S I M O S
SEÑORES OBISPOS

1" El primer prelado de esta santa iglesia fué el


Ilustrísimo señor don Rodrigo de las Bastidas, natural de
Triana en Sevilla de España. Algunos quieren hacerlo
hijo de la isla española de Santo Domingo, quizás por el
adelantado Rodrigo de las Bastidas, natural del mismo
Triana, que se avecindó en ella el año de 1502, después
de haber hecho el descubrimiento y dado el nombre a
Cartagena; pero habiendo sido este prelado electo el de
1531 parece muy corta edad la de 29 años para la ardua
empresa de establecer una silla episcopal que, atendidas
todas sus circunstancias, pedían sobre de unos talentos na-
da comunes, una madurez experimentada; esto es sin aten-
der al tiempo que era forzoso consumir hasta colocarse
en la dignidad de deán que actualmente obtenía en dicha
iglesia metropolitana. No hay dificultad que pudiese ser
hijo del referido adelantado, pero nacido en Triana, co-
mo se ha dicho, y no en Santo Domingo como se supone.
Hizo la erección de esta nueva planta el año de 1532, en
Medina del Campo. Creólo a los últimos de su pontifi-
cado Clemente V I I ; detiénese algún tiempo de orden del
emperador en la visita de Puerto Rico; entretanto toma
posesión por él don Juan Rodríguez de Robledo, primer
deán de esta catedral, que llegó a Coro el año de 1534,
quien en virtud de su poder estuvo gobernando este obis-
12 BLAS JOSÉ TERRERO

pado hasta que llegó su Ilustrísima el año de 1536, y casi


al mismo tiempo que llegaba a Santa Marta su primer
prelado el Ilustrísimo señor don Juan Fernández de Án-
gulo, creado mucho después por Paulo III, el año de
1535. Poco después de esto se erigió la célebre pontifi-
cia y primera universidad de las Indias en el convento de
los padres dominicos de esta isla, en virtud del breve del
mismo Paulo III expedido en Roma a 28 de octubre de
1538. Gobierna este prelado igualmente en lo político
por comisión de la Real Audiencia y muerte del goberna-
dor Jorge Spira, como se dirá en este lugar. Fué pro-
movido para el obispado de Puerto Rico, año de 1542,
y de aquí, habiéndosele pasado al venerable cabildo sede
vacante de la isla y ciudad de Santo Domingo, los ocho
días prevenidos en el capítulo 16 de reformación de la
sección 24 del Concilio de Trento, en una inaccesible
competencia sobre la elección de su vicario capitular, se
eligió al mismo señor Bastidas, donde murió después de
haber gobernado este arzobispado largo tiempo.

2"—El Ilustrísimo señor don Miguel Gerónimo Ba-


llesteros, deán de la santa iglesia catedral de Cartagena
de Levante, creólo Paulo III en 1" de mayo de 1543.
Toma posesión de su obispado a tiempo que su grey no
era más que una república de escándalos, de discordias,
de sediciones, de injusticias y de violencias. Coro a punto
de desolarse con las continuas reclutas, que se hacían de
sus vecinos, para los nuevos y laboriosos descubrimientos.
Los pocos que había en la ciudad no servían más que de
fomentar las pasiones al resorte odioso de las facciones.
En su tiempo fué que suscribiendo atrevidamente las le-
tras de su Alteza, se dejó ver como un fenómeno de los
gobernadores, el intruso y desalmado Caravajal. Su ca-
tedral no se componía de otro ministro que del deán, sien-
do preciso que hasta el chantre don Juan Frutos de Tude-
la, que eran las dos únicas prebendas que había, estuviese
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 13

sirviendo de capellán en las marciales expediciones de


Felipe de Urre. Su Ilustrísima solo, sin operarios, sin
sacerdotes, apremiado de tantos y tan urgentes asuntos,
no es de extrañar que en quince años que ocupó la silla se
mantuviese en una precisa cuanta dolorosa inacción. Mu-
rió en Coro, año de 1558.

3°—El Ilustrísimo señor don Bartolomé Venezola-


no. Creólo Paulo IV, pero ni los documentos de su pre-
sentación, ni las bulas pontificias, ni el día de su llegada,
ni el de su posesión, se ha podido rastrear por ninguna
parte. De manera que si por rara casualidad no se hu-
biera insertado en las bulas del sucesor su muerte, co-
mo dicen algunos, feliz en Coro, aunque aceleradamente,
hubiera quedado este ilustrísimo prelado eternamente se-
pultado en el olvido. Y aun en mi sentir, el reverendo
padre maestro general fray Tomás Ripoll, en su Bulario
del Orden de Prejdicadores, ignoró su apelativo, dándole
el de su obispado. El historiador de la Provincia ignoró
esta noticia y por eso dice que al señor Ballesteros siguió
el que sucede. La peregrina noticia de su muerte ace-
( 4 )

lerada y feliz, no he podido descubrir de donde la tomó


el Ilustrísimo señor Madroñero, para insertarla en su serie.

4"—El Ilustrísimo señor don fray Pedro de Agreda


(el citado Bulario lo llama Agreza), Colegial del Cole-
gio de San Gregorio de Valladolid; religioso del sagrado
Orden de Predicadores; prelado a todas luces grande,
así por sus virtudes como por su literatura. Llega a Coro
el año de 1560. Toma posesión de su obispado. Re-
cibe las bulas de su creación, que le había despachado
Pío IV en 27 de junio de 1561, y al punto comienza la
tribulación a ejercitar y refinar su grande espíritu, del mo-
(4). Se refiere al nfimero 4?, o sea al obispo Agreda.—N.
del E.
14 BLAS JOSÉ TERRERO

do que hablaba San Pablo, así por afuera con las ruido-
sas revoluciones del tirano Aguirre, que mantuvo a la
provincia en una melancólica expectación, como por den-
tro, por la extremada falta de ministros para la propaga-
ción del Evangelio y conversión de los Indios. Impelido
de esta urgencia sale de Coro; recorre con un celo infati-
gable todos los pueblos de la comarca hasta las cercanías
de Carora: predica, bautiza e instruye a un mismo tiempo
como si fuera un párroco particular de cada uno de ellos.
Vuelve a Coro llevando su corazón traspasado de una
necesidad tan sensible para su alma. Dedícase, no obs-
tante las sublimes y embarazosas funciones de su minis-
terio y de su pastoral oficio, a formar operarios por su
mano hasta reducirse a enseñar los primeros rudimentos
de la gramática, mientras que usa por otra parte de sus
arbitrios. Con efecto, puso en movimiento a los cabildos
de la provincia con sus piadosas y paternales exhortacio-
nes, a fin de que remitiesen a España persona idónea que
representase al rey, junto con ésta, las demás urgencias
de su diócesis. Conoce que para roborar y perfeccionar
las costumbres de su tierna grey, es necesario prescribirle
ciertas reglas fijas, permanentes y prácticas, y con este
motivo convoca los pocos eclesiásticos que puede encon-
trar en su obispado, e implorado el favor de aquel espíritu
de verdad que hace el alma de la Universal Iglesia,
celebra en Coro el primer sínodo diocesano con dos curas,
dos religiosos dominicos, dos franciscanos, un sacristán
mayor. Pero era preciso que nunca le faltara la tribula-
ción. Invadido Coro de una chusma de ingleses que
entran a saquearla por violencia, libra en el asilo de los
montes su sagrada persona de sus atrevidos insultos; pero
no se redime de sufrir con un dolor indecible, las sacrile-
gas abominaciones que ejecutan en las imágenes y en los
sagrados vasos, que no dio lugar a preservar la prontitud
del asalto. Se acababa de fundar la ciudad de Caracas
y ansioso de visitarla, pasa a darle su pastoral bendición,
siendo éste el primer obispo que pisó este suelo. Insta y
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 15

suplica a su Majestad por la fundación de los dos con-


ventos de nuestro padre Santo Domingo y San Francisco
de esta ciudad, teniendo el gusto de ver aquí los primeros
religiosos fundadores del de San Francisco, el año de
1577, que vinieron con el gobernador don Juan de Pi-
mentel, que venía a suceder en el gobierno a don Diego
Masariego. Emprende el expresado Pimentel su visita
política y su Ilustrísima pasa al Tocuyo, y de mutuo acuer-
do con él traslada el convento de sus religiosos en el sitio
donde hoy existe. Nada es capaz de detenerlo: los gra-
ves, vastos y diversos asuntos, lejos de abrumarlo, en-
cienden su celo y actividad. Reflexiona con próvida
madurez que la naturaleza de ellos pedía en la corte nada
menos que su venerable persona, y con este motivo, dicen
los historiadores de su religión, pasó a España a tratarlos
y que, de regreso, murió en la isla de Santo Domingo el
año de 1580. Otros, sin hacer mención de este recurso,
dicen que murió aquí el mismo año; pero, del modo que
fuere, para que su muerte fuese más sensible, la dispuso
este año la Divina Providencia, que era el vigésimo de su
pontificado y cuando la espada de la viruela, animada de
la ira de Dios, arrazaba con la muerte los pueblos enteros
de la provincia.

5"—El Ilustrísimo señor don fray Juan Martínez


Manzanillo (el reverendo padre maestro general fray
Tomás Ripoll lo llama Muzavillo; puede esta variación
provenir del idioma o dialecto toscano, por haber reparado
esto mismo en otras partes de su citado Bulario.) Re-
ligioso del mismo Orden de predicadores e inquisidor or-
dinario. Fué presentado por su Majestad para obispo
de esta diócesis el mismo año de la muerte de su antece-
sor, de 1580, después de haber sido provincial de esta
provincia de Santa Cruz, de la primada de estas Indias,
el año de 1554. Entra a la ciudad de Coro a gobernar
el obispado con la real cédula de ruego y encargo, el día
16 BLAS JOSÉ TERRERO

19 de noviembre de 1581. Los Ilustrísimos prelados,


desde la invasión de los piratas ingleses el año de 1567,
comenzaron ya a mirar esta ciudad de Coro, desde enton-
ces, con sumo disgusto para su residencia, por verla tan
expuesta a otras semejantes irrupciones, y por la ninguna
seguridad que ofrecía a su venerable y sagrada persona.
Comisiona desde luego la visita general de su obispado al
reverendo padre prior fray Cristóbal de Ojeda, religioso
de su mismo Orden de predicadores, que en la actualidad
se hallaba de vicario en la ciudad del Tocuyo, entretanto
que su Ilustrísima, por la costa, se traslada a la ciudad de
Caracas, donde los Gobernadores desde el año de 1577
habían establecido su domicilio y residencia. Llega a
la ciudad de Caraballeda que era la que entoncese servía
de puerto a su marina, a tiempo que llegaba aquí de Es-
paña por gobernador de la provincia, don Luis de Rojas
y Mendoza, y junto con él las bulas de su creación que
le había despachado Gregorio X I I I en 22 de mayo de
1583, con las cuales toma posesión de su obispado el día
8 de enero de 1548, continuando por su provisor y vicario,
general, al expresado padre prior fray Cristóbal de Ojeda.
Por este tiempo, al paso que veía crecer su amada grey
por la fundación de San Sebastián de los Reyes, la veía
por otra arruinarse con la despoblación de Caraballeda,
que se acaba de hacer en este año de 84. Su pastoral
vigilancia, no obstante, no le permite reposo y lo pone en
movimiento para la tierra adentro. Llega a la ciudad del
Tocuyo: muere aquí el día 8 de enero, el mismo en que
siete años antes había tomado posesión del obispado, 1591,
y octavo de su pontificado, regulado por el día de la fecha
de sus bulas, y yace su cadáver sepultado en su convento.
Desde luego, Gil González a quien sigue Oviedo en su
primera parte, libro 7, capítulo 10, no tuvo noticia del
Ilustrísimo que se sigue, supuesto que dicen sucedió
al difunto prelado, el señor Salinas, precisándose a poner,
como la ponen, su muerte, tres años después de lo que
aconteció.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 17

6'-—-El Ilustrísimo señor maestro don fray Pedro


Mártir Palomino. Religioso del sagrado Orden de pre-
dicadores. En la más segura opinión fué natural de
Burgos. Entra a gobernar el obispado con la real cédu-
la de ruego y encargo. Funda en Coro la Cofradía de
Nuestra Señora de la Soledad. Pasa al Tocuyo el año
de 1595. Da aquí a los religiosos de su Orden, con el
gobernador don Diego de Osorio, posesión del sitio don-
de hoy se halla su convento y a donde el Ilustrísimo Agre-
da, con el gobernador don Juan de Pimentel, lo habían
trasladado en su tiempo. Entretanto que Clemente VIII
le despachaba en Roma sus bulas pontificias con fecha
de 10 de octubre de 1595. Pero no le concede Dios el
gusto de tomar con ellas la posesión, por haber muerto
en el Tocuyo en 22 de febrero de 1596 y primer año de
su pontificado; a tiempo que se le pedía de la Corte in-
forme sobre la fundación del convento de monjas concep-
ciones, que pretendía la ciudad de Caracas.

7"—El Ilustrísimo señor don fray Domingo de Sali-


nas : natural de Medina del Campo, obispado de Salaman-
ca ; colegial del Colegio de Valladolid; religioso del sagra-
do Orden de predicadores. Este ilustrísimo señor se firmaba
de este modo: Dgo., y de aquí nació la equivocación de
llamarlo muchos, Diego; pero lo cierto es lo primero, co-
mo consta del inventario de sus bienes que se halla en el
archivo del convento de dominicos de la ciudad del T o -
cuyo. Cuando lo presentó su Majestad estaba siendo
actualmente en su corte procurador general de su Orden,
y por eso la conclusión de algunas dependencias le retar-
daron su venida. Creólo Clemente VIII en 10 de di-
ciembre de 1597. Tomó posesión el día 14 de marzo de
1599. Murió al tercer año de su pontificado, en 10 de
junio de 1600, y está sepultado en su convento de la
ciudad del Tocuyo.
18 BLAS JOSÉ TERRERO

Nota.—Aquí se encuentra entre los documentos que


se han tenido presente para la formación de este TEATRO,
una tan oscura como notable diversidad de opiniones.
Unos dicen que sucedió:

8"—El Ilustrísimo señor don fray Pedro Palomino.


Religioso del mismo Orden de predicadores, natural del
mismo Burgos. Creado en Roma por el mismo Clemen-
te VIII, año de 1601 ; pero que no consta viniese ni to-
mase posesión. Otros dicen ser éste, error de Fontana
haber traído tal obispo en este lugar; sino que este señor
Palomino era el mismo que antecede al señor Salinas;
que silenciando allí el Palomino y expresándoselo aquí
hicieron dos obispos de uno mismo.
El único y sólido fundamento que tiene la primera
opinión es porque consta del Bulario dominicano. La
segunda se funda en dos razones: la una es sólida, pues
constando jurídicamente por la licencia que el antecesor
del señor Salinas despachó en Coro, para fundar la Co-
fradía de la Soledad, llamarse Palomino; la cual sellada
y firmada de su puño dice y principia así: Nos el maes'
tro don fray Pedro Mártir Palomino, obispo electo de
Venezuela, Curazao, Aruba y Bonaire, etc. No deja
de hacer fuerza la rara casualidad del mismo nombre
apelativo y religión en dos prelados tan inmediatos, prin-
cipalmente interviniendo la duda. La otra es que mu-
riendo el señor Salinas el año de 1600 y recibiéndose el
señor don fray Pedro de Oña, que sucede el año de 1602,
parece que apenas hubo lugar en tan corto tiempo para
dar cuenta al Consejo; pero esta razón es débil y la des-
vanece el ejemplar práctico de otros obispos que han sido
electos en Roma aún en el mismo año de la muerte de
su antecesor, como se podrá ver del 5', 1 7' y 2 4 de esta
?

misma serie; máxime cuando en estos asuntos la mayor o


TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 19

menor prontitud proviene de las ocasiones, y no habiendo


venido, como no vino, el obispo que se disputa.
En mi sentir, lo más cierto es que no hubo tal obispo
y que, en efecto, fué trabucación del Fontana, a quien
siguió y cita el reverendo padre maestro general fray T o -
más Ripoll, porque aunque consta de su Bulario, tomo
5, folio 625, como de estudio lo tengo visto, con todo,
en este mismo Apéndice lo he cogido en otras falencias,
como la de encontrar al expresado señor Salinas, del mismo
Orden de predicadores y creado por el mismo señor Cle-
mente VIII, no en el día 10 de noviembre de 1597, co-
mo consta de sus bulas, sino dos años después, esto es,
el año de 1599, en que tomó aquí posesión; citando igual-
mente al expresado- Fontana en el capítulo 5, de su pri-
mera parte, y al Cavalieri, en uno y otro en su primera
parte, con sólo la diferencia de siete fojas, como se podrá
ver en él; y así no es de extrañar la equivocación de
nuestro caso.

9 —El Ilustrísimo señor don fray Pedro de Oña,


9

natural de Burgos, religioso de Nuestra Señora de la


Merced: creólo el mismo Clemente VIII. Remitió sus
bulas y poder a don Pedro del Haya, que tomó la pose-
sión año de 1602, y poco después, en calidad de provisor
y vicario general, a don Pedro Graterol, que después entró
a ser el cuarto arcediano de esta catedral el año de 1619:
quien gobernó el obispado hasta el año de 1605, en que
promovido su Ilustrísima, sin haber venido a este obispado,
para el de Gaeta en el reino de Ñapóles, en donde mu-
rió año de 1626. Un autor bien fidedigno y de bastante
instrucción, suponiendo que vino, dice fundó en la
ciudad de Trujillo, en el convento de menores, la cofra-
día de la Soledad, año de 1604; pero esto puede enten-
derse, no por sí, sino por su provisor y vicario, que lo era
el referido Graterol.
20 BLAS JOSÉ TERRERO

10"—El Ilustrísimo señor don fray Antonio de A l -


cega, prelado verdaderamente prodigioso y trazado por
una de aquellas maravillosas producciones de la gracia.
Estaba siendo contador de la real hacienda de Yucatán
cuando enviudó, y dando de limosna todo lo que tenía,
entró religioso del Sagrado Orden de San Francisco. Cre-
ólo al principio de su pontificado Paulo V , día 12 de
diciembre de 1605. Tomó posesión día 7 de julio de
1607, de este obispado, para donde lo presentó Felipe
III, arrobado de sus virtudes y de lo ejemplar que se ha-
bía hecho en tan breve tiempo. Treinta y cinco años se
habían pasado desde que el Ilustrísimo Agreda celebró
su primer sínodo, sin que el inmenso peso de la diócesis
le hubiera dado lugar a los sucesores de promover otro.
Con este designio emprende el señor Alcega su dilatada
y laboriosa visita, y espanta el increíble número de más
de mil setecientos ídolos que reduce a cenizas y les des-
hace a los indios, en menos de tres años, como se podrá
ver en el capítulo 7 de sus Constituciones, título de Cons~
iitutionibus. Llega a la ciudad de Caracas y halla con
sumo dolor de su corazón a los conventos de San Fran-
cisco y Santo Domingo, después de veinte años de funda-
dos, en una espantosa miseria; de manera que la ciudad
viendo que la iglesia que tenían los padres predicadores
era pajiza y peligrosa para mantener en ella colocada la
Augusta Majestad Sacramentada, resolvieron por cabil-
do celebrado en 30 de junio de 1608, darles el sitio e
iglesia donde estaba fundada la de San Mauricio; pero
nada tuvo efecto por entonces y sí lo que poco después
acordó el mismo cabildo por su acta celebrada en 19 de
abril de 1610, concediéndole al R. P. P. fray Jacinto
de Soria, a beneficio del expresado convento, los dos so-
lares que miran al oriente y corren de norte a sur. En-
tretanto que su Ilustrísima, implorando del Padre de las
luces aquel espíritu creador que vivifica su iglesia, convo-
ca aquí a su sínodo diocesano, dando principio a él el
día 5 de octubre de 1609 y lo concluye felizmente el
TEATRO DE VENEZUELA Y CARACAS 21

día 12 del mismo, con asistencia del Gobernador y Ca-


pitán general Sancho de Alquiza, de su Teniente general
el licenciado Bartolomé de Suárez, de Pedro Gordón de
Algazán que era su provisor y vicario general, de don
Bartolomé de Gómez, tesorero dignidad de la santa igle-
sia catedral, a nombre del venerable deán y cabildo y cu-
ras de la ciudad de Coro, y de los prelados, vicarios, curas,
oficiales reales y procuradores de las ciudades, compo-
niendo el congreso de este sínodo veinticinco sujetos de
este carácter. No tuvo el gusto de verlo aprobado de
su Majestad por haber muerto a los siete meses, día 13
de mayo de 1610 y 5' de su pontificado, logrando Caracas
la dicha de tener depositadas en su catedral las cenizas de
varón tan ejemplar.

1 1'—El Ilustrísimo señor don fray Juan Cataneo


Bohorquez, natural de México, religioso del sagrado Or-
den de predicadores. Creólo Paulo V , año de 1611.
Tomó posesión en la ciudad de Coro día 12 de diciembre
de 1612. Puso o trajo por su provisor y vicario general
al licenciado Manuel de Olivera. Pasa a la ciudad de
Caracas en año de 1614 a tiempo que el hambre y la
necesidad la reducía a una lamentable miseria; pero cuan-
do la tribulación la traza el cielo, lejos de hallar su con-
suelo, encuentra en quien podía dárselo, quien agrave su
aflicción. Con efecto, sucedió así: apenas llega su Ilus-
trísima cuando se prende el incendio de la discordia entre
él, el gobernador don García Girón y su cabildo justicia
y regimiento, provenido más bien de la condición áspera
e inflexible del prelado, fomentada de un influjo díscolo
y turbulento, que de la naturaleza de las competencias.
Bien pudo hallar su Ilustrísima en la ciudad y su gobierno
suficiente materia para su justa indisposición. Y o no lo
sé, y así, prescindiendo de los juiciosos motivos que lo
precipitaron, sólo puedo decir: me parece no se encontra-
ría con aquella protervidad y contumacia acreedoras del
22 BLAS JOSÉ TERRERO

formidable rayo de la excomunión y censuras de que usó


con tanto exceso, que llegó a contenerlo a él mismo, pre-
sumiendo se pudiera aquella terrible sevicia atraer algunas
consecuencias funestas; y receloso de estos efectos, más
bien que del escarmiento de su ardiente genio, fué que to-
mó el pretexto de desviarse un poco de la ciudad hacia las
visitas de las demás ciudades y pueblos de la tierra aden-
tro, así para tranquilizar y suavizar el despechado ánimo
del Gobernador y Cabildo, como para divertir el recurso
de recusación y apelación interpuesto para el real y
supremo consejo y real Audiencia de Santo Domingo;
pero sólo duraron estas treguas poco más de un año, que
fué en lo que con rapidez consumió la enunciada visita.
Cuando volvió del Tocuyo el año de 1617, había
ya sucedido don Francisco de La Hoz Berrío en el go-
bierno a don García Girón. Parece que a los sentimientos
tan píos como católicos de este jefe, cedería todo a la paz
y reposo de la república; pero nada alcanzó a contener
la fogosa complexión de su Ilustrísima: empuña en sus
manos el dardo de las censuras y encárase igualmente con
éste, con el mismo y más rigor que con el otro. Este solo
azote bastaría para humillar al pueblo más indócil; pero
no debió ser así, supuesto que agravando su mano justi-
ciera, lo entrega en presa a la merced de una cruel sequía
que lo devora y lo sepulta entre un lastimoso gemir. Con
este motivo el piadoso Gobernador, de acuerdo con su ca-
bildo, por acta celebrada en 9 de octubre de 1618, resuel-
ven desde luego implorar el indeficiente favor de la cé-
lebre Copacabana y tiernecita Madre nuestra, pasándole
a su señoría Ilustrísima para hacerlo todo de su maternal
agrado, un reverente oficio lleno de todas aquellas sumi-
siones políticas y cristianas humillaciones que puede ins-
pirar la amarga tribulación de un corazón afligido, a fin
de que su señoría Ilustrísima se dignase concurrir por su
parte con sus paternales ruegos, concediéndoles su pasto-
ral bendición y absolución general, para que expiados del
reato de tantas censuras como había fulminado y desear-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 23

gado sobre ellos, pudiesen de este modo hacer más pro-


picias las del cielo; pero nada de esto y mucho más hizo
impresión en el ilustrísimo ánimo. No omitiré esta di-
greción, para dar una noción más sencilla de los motivos
que lo habían lastimado. Se reducían las competencias
a ciertos puntos de jurisdicción que estos jefes miraban co-
mo privativas de las soberanas regalías. Bien pudieran
ir en esto extraviados; mas en hacer sus recursos al solio,
para impetrar de allí sus reales decisiones, no me parece
son estos motivos para una irritación e indisposición tan
implacable como la que tenía concebida su Ilustrísima,
poniéndolo como lo tenía puesto,* en disposición de fijar
su entredicho y cesación a divinis como lo pensaba. De
manera que afligida la ciudad con preparativos tan terri-
bles toma la resolución, a nombre de su síndico personero,
invitar al Gobernador por su acuerdo de 20 de octubre
de 1618, para que en virtud de las facultades con que su
Majestad lo autoriza, se aplique a tranquilizar la república,
conteniendo unos excesos tan afligentes para el alma como
ruinosos al pueblo. Para este acuerdo ya se había tras-
lucido Ja promoción de su Ilustrísima para el obispado de
Guaxaca, como así mismo la noticia de que el sucesor
tenía ya aquí remitido los poderes; bien que esta última
especie era más producción del terror con que se caminaba
que de la verosimilitud. Sin embargo, valiéndose el Ca-
bildo y el Gobernador de estos pretextos, exhorta éste a
su Ilustrísima se abstenga en sus procedimientos por con-
siderarlo, en virtud de su promoción, incompetente para
ellos, con la protesta de elevar este oficio a la soberana
mente y a la de su Alteza en la real cancillería de su Pri-
mada de estas Indias. Y a se deja concebir el alterable
efecto que produciría en la delicada complexión del pre-
lado un oficio de esta naturaleza: el vivo resentimiento
con que se lo atribuyó al Gobernador, como sugerido por
éste al Cabildo, con ánimo de sustraer al pueblo de la
debida obediencia a su legítimo pastor; las expresiones de
indignación con que se reproduce para abultar y sensibi-
24 BLAS JOSÉ TERRERO

Hzar su agravio y sus injurias; y finalmente las razones de


preponderación que tiene decididas por el santo concilio
de Trento, para no darse por inhibido ni recusado, estan-
do como está entendiendo actualmente en su pastoral vi-
sita y en unos errores proscritos por el mismo concilio y de
otros contra la fe, dando a conocer su Ilustrísima dema-
siadamente por esta respuesta el influjo de aquel espíritu
de turbulencia que inquieta y transporta el suyo.
A mí no me es honesto ni debido sujetar a mi crítica
las venerables razones de este prelado; pero ello es que,
aunque fueran del mayor peso, seriedad y atención, el
Cabildo se halla en una situación de no prestar más oídos
1

que a las del aquel increíble terror de que se ve poseído;


y estimando por especiosas las razones de su Ilustrísima,
le reitera su inhibición y recusación, interponiéndole para
ellas el real auxilio de las fuerzas, por su acta celebrada
en 26 de octubre de este mismo año. Esto es lo que los
historiadores de su religión para justificar el ardiente, vi-
goroso e inflexible genio de su señoría Ilustrísima, que sin
ser culpable, pudo haberlo contraído y heredado de sus
padres, que eran catalanes como afirman algunos, llama-
ron apear, horribles atentados, ignorantes intentos, para
desfigurar con estas y otras expresiones apasionadas, exa-
gerativas y odiosas, los legales recursos que franquean
leyes y derechos e imprimió el Creador en la misma na-
turaleza a favor de la humanidad, principalmente en las
recusaciones para refrenar la arrogancia del despotismo,
que se burla hasta de las inmunidades de lo divino. Con-
fieso que antes que hubiera visto los acuerdos de este rui-
doso suceso, había creído con honrada sinceridad lo que
estos decían; pero luego que de estudio me hice capaz de
ellos, me admiraba de lo audaz y fecundo que es de suti-
les artificios, nuestro ingenioso amor propio cuando se em-
peña en justificar sus propios intereses. Si ellos hubieran
examinado las mismas actas que citan, con aquel ingenuo
espíritu de indiferencia e imparcialidad, que inspira la
ternura de la caridad cristiana, habrían conocido y con-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 25

fesado en obsequio de la verdad, que si su Ilustrísima no


se hubiera dejado predominar demasado del caviloso y
seductivo influjo del padre Gabriel Mendoza, su vicario
y comisario de la inquisición, ni él se hubiera precipitado
a tanto, ni el Gobernador justicia y regimiento hubiera
llegado a los términos que llegó. En fin, su Ilustrísima
sale para su obispado de Guaxaca la víspera de la purísi-
ma Concepción del mismo año de 1618, que era el sexto
de su pontificado.

]2"—El Ilustrísimo señor don fray Gonzalo de


Ángulo, natural de Valladolid, religioso mínimo de San
Francisco de Paula. Creólo el mismo Paulo V año de
1618. Tomó posesión en 29 de junio de 1619.
Veinte y tres años hacía que se le había pedido in-
forme al Ilustrísimo maestro fray Pedro Mártir Palomino
sobre la fundación del monasterio de Concepciones y na-
da se había resuelto hasta ahora, que lo manda su Ma-
jestad poner en ejecución por su real cédula, fecha en
Madrid en 23 de febrero de 1619. La tranquilidad de
la república por la promoción del señor Bohorquez no
duró más que aquel tiempo que bastó para dominar a su
Ilustrísima el vicario Gabriel Mendoza, en cuyo espíritu
había quedado depositada la contagiosa semilla de la dis-
cordia, fecunda de tantas desgracias y de unas consecuen-
cias tan funestas como se irán viendo en lo sucesivo. Don
Juan Triviño y Guillamas sucede en el gobierno el año
de 1621 a don Francisco de la Hoz Berrío, y en el re-
greso que éste hace a España, muere trágicamente aho-
gado en los Cayos de Matacumba, junto a la Habana,
donde naufragó la flota; y su señoría Ilustrísima sucede
en el terror a su antecesor, armado del trueno de la ex-
comunión y del odioso sistema de las censuras, en que lo
había ya hecho entrar el vicario; de manera que para el
día 8 de agosto de 1622 ya tenía el Cabildo habilitado
a uno de sus alcaldes ordinarios para ocurrir al recurso
26 BLAS JOSÉ TERRERO

de fuerzas interpuesto para la real Audiencia y cancille-


ría de Santo Domingo. Exacerbábase más con esto el áni-
mo de este prelado, cuando por lo regular todos ellos
quieren ser obedecidos sin réplica ni contesta, mirando co-
mo ofensivos de su dignidad los recursos más legales. Le
tenía encargado su Majestad, de común acuerdo con el
Gobernador, por su real cédula fecha en Madrid a 23
de febrero de 1619, redujera a poblaciones, instrucción
y civilidad, las encomiendas, por la suma ignorancia que
le habían informado se descubría acerca de los misterios
de la fe y doctrina cristiana, en estos miserables natura-
les; pero como esto cedía en notable decadencia de los
intereses de los encomenderos, hacían éstos los mayores
esfuerzos para frustrarlo. Instábale a su Ilustrísima la
visita de la tierra adentro. El padre Mendoza, que ya
le había inspirado todos sus alientos, vivía satisfecho de
las confianzas de su Ilustrísima y valiéndose de las coyun-
turas que le franqueaba la muerte de Guillamas, que su-
cedió el lunes 10 de abril de 1623, sugirió el auto proveí-
do en la ciudad de Coro en 24 de abril de 1623, en que
manda a desalojar de la iglesia los asientos y escaños del
Ayuntamiento. Supo éste el violento despojo que se le
iba a hacer, casi a la hora de ir a celebrar la dominica
minerva de mayo, como lo tenía por costumbre, en virtud
de la esclavitud que desde el gobierno de Berrío le ha-
bían profesado a la Augusta Majestad Sacramentada:
procuró no obstante inspeccionarse más a fondo; pero el
vicario, como se explica el mismo Cabildo, deseoso de ver
logrado su designio, procuró acelerar la función, no dando
más lugar sino que los individuos del Ayuntamiento asis-
tieran a ella como unas personas particulares, teniendo a
la sazón prevenidos religiosos de las comunidades para
las varas del palio, que hasta allí habían llevado sus ca-
pitulares. Eleva éste su queja y agravio a los oídos de
su Alteza, resolviendo entretanto celebrar las funciones
del apóstol Santiago y San Mauricio en el convento de
los padres de San Francisco, por evitar escándalos. La
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 27

resolución de su Alteza en este punto fué bien vergonzosa


a su Ilustrísima, y que debería llenar igualmente de con-
fusión que de escarmiento a su vicario, supuesto que de-
clarando la fuerza y violencia que había hecho, le manda
reponer con desaire los asientos en el lugar de siempre.
Con estos gloriosos triunfos iban ya los gobernadores
y cabildo perdiendo poco a poco aquel respeto, venera-
ción y santo terror con que miraban a los prelados, sus-
tituyendo a él la audacia y la insolencia que después sir-
vió para su justo rigor y enojo de beneméritos motivos.
Por este tiempo había ya sucedido al difunto Guillamas
en el gobierno, don Juan de Meneses y Padilla, el año
de 1624. Concluyó su Ilustrísima su santa visita y se
restituyó a Caracas a mediados del año de 1626, a tiem-
po que esta ciudad inspirada de su gratitud, trataba de
colocar en su iglesia, que entonces aún era parroquial, al
glorioso San Jorge, para cuyo efecto franqueó su Ilustrí-
sima la licencia, por su auto de 2 de noviembre de 1626;
y a los dos meses después aprobó y confirmó los antiguos
votos que la justicia y Regimiento tenían hechos al mismo
san Jorge, san Sebastián, san Pablo y san Mauricio, y le
hizo ratificar por su acuerdo de 9 y 13 de enero de 1627.

En este mismo año aconteció la altercación de su


Ilustrísima con el gobernador don Juan de Meneses por
haber querido éste darle en la expresada iglesia un asien-
to que no le competía a un juez receptor de la Real A u -
diencia de Santa Fe. Su Ilustrísima, repugnándole esta
preeminencia, no sólo se la disputó sino que dio cuenta
con el hecho a su Majestad, que resuelve por su real cé-
dula fecha en Madrid a 10 de mayo de 1629, no debió
el expresado Gobernador franquear el día 13 del año de
26, el asiento que acertadamente le repugnó el reverendo
obispo, encargándole a éste no consienta se le dé silla en
ninguna de las iglesias de su obispado a ningún juez de
comisión que no sea oidor, fiscal o alcalde de sus audien-
28 BLAS JOSÉ TERRERO

cias. Casi junto con esta resolución llegó el capitán


Francisco Núñez Meleán, que venía a suceder en el go-
bierno a Meneses, y comienza desde luego por las alta-
nerías de los entusiasmos del orgullo a exigir de la iglesia
de Dios y de sus ministros, hasta para su mujer, unas ri-
tualidades tan indebidas como extravagantes. Llega el
domingo de ramos del siguiente año de su llegada, 3 de
abril de 1631, y engreído de sí mismo, al reparar que su
Ilustrísima llevaba en la procesión su caudatario y pajes,
se revuelve desde la puerta con su cabildo a ocupar sus
asientos. Sofocado ya el prelado de las altivas adhe-
siones de este jefe y no pudiendo sufrir este público, es-
candaloso y osado desaire, vierte su queja a los oídos de
la Real Aud iencia y Cancillería de Santo Domingo, la
que por su real provisión de 25 de julio de 1631 resuelve:
que el reverendo obispo pueda llevar y lleve en las pro-
cesiones y actos públicos, inmediatos a su venerable per-
sona, los pajes que tuviere y quisiere; que asimismo basta
que un diácono o subdiácono dé al expresado Goberna-
dor la agua bendita, que quería fuese por uno de los curas;
que en la misa que oyere, sea cantada o rezada, y no en
las otras, el mismo que la ayudare le dé la paz así a él
como a su mujer, con el porta paz y no con la patena;
que la expresada su mujer se abstenga de llevar a dicha
iglesia y a todas las demás, los extravagantes distintivos
que ha acostumbrado llevar; mandando asimismo al
enunciado Gobernador, justicia y regimiento acompañen
a su Ilustrísima, acabada la misa, hasta que salga de la
iglesia.
Atarantado el arrogante orgullo de este jefe y sus
aliados con la sensibilidad de este golpe, no dejaron de
quedar aterrados por algún tiempo; pero convalecidos con
la muerte de su Ilustrísima, volvió la altivez a asomar su
semblante, encarándose con el venerable deán y cabildo,
haciéndolo sufrir iguales irrupciones y precisándolo, como
lo hizo, elevarlas a la real mente, junto con la resolución
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 29

dada por su Alteza, que confirmó y ratificó su Majestad


por su real cédula fecha en Madrid a 25 de marzo de
1641. Los accidentes de su Ilustrísima iban tomando su
cuerpo hasta que, por último, le quitaron la vida en esta
ciudad de Caracas el día 1 7 de mayo de 1633, y el quince
de su pontificado, regulado por el de la fecha de sus bulas.

13 —El Ilustrísimo señor don Juan López Agurto


9

de la Mata, natural de Tenerife, canónigo de la Puebla


de los Angeles, magistral de México y rector de su cole-
gio y universidad de los Santos; obispo de Puerto Rico
de donde fué promovido y reelecto para éste por Urbano
VIII, que entró a gobernar sin las bulas el día 13 de ju-
lio de 1635, y aficionado demasiadamente de Caracas
por su célebre situación, benigno clima y demás aprecia-
bles circunstancias, tomada que fué en Coro su posesión
por uno de los curas, en virtud de su poder el día 26 de
enero de 1636, sin la previa y necesaria licencia de su
Majestad, trasladó de aquella a esta ciudad la catedral,
celebrando su cabildo la primera acta el día 8 de marzo
de 1636. Asomábase por este tiempo al teatro el gene-
ral Ruiz Fernández de Fuenmayor, y vuelve a revivir
por encima de la real provisión ganada por el Ilustrísimo
Ángulo, el mismo sistema de altivez de su antecesor, con
mucha más insolencia que Meleán, pretendiendo hasta
con violencia sacrilega que dos dignidades, de las tres que
únicamente había en el coro, saliesen a recibirlo y el uno
de ellos le diera el agua bendita. No hay hombre por
caracterizado, justo y docto que sea, que no viva expuesto,
dice el Ilustrísimo Cano, al estrago funesto de sus ilusio-
nes. El Ilustrísimo señor don Juan López, de quien
vamos hablando, tañía fresca, vigente y casi en sus manos,
la categórica resolución de su Alteza que acaba de ganar
su antecesor, y desazonado, tal vez, por la fuerte y vigo-
rosa oposición que le hizo el deán y cabildo a la trasla-
ción de la catedral, aliado con Fuenmayor y provocado
30 BLAS JOSÉ TERRERO

por él, le intima a su cabildo por un auto, que la dignidad


menos antigua saliera a recibirlo y que por mano de ésta
se le administrase el agua bendita, cuando por la citada
real provisión se manda expresamente que por la de un
diácono o subdiácono, y que ni por la de los curas se die-
se; así fué que con este robusto apoyo se desmandó el
gobernador contra el venerable deán y cabildo con unos
procedimientos tan increíbles como execrables y podrán
verse en su era; entretanto que en ésta se concluía la in-
signe obra del convento de la Inmaculada Concepción,
que desde el año de 1617 había promovido y dotado do-
ña Juana de Villela, natural de Palos, viuda del capitán
Lorenzo Martínez, natural de Villlacastín, conquistador
de esta ciudad, y su hija doña María de Villela, así mis-
mo viuda del regidor Bartolomé de Masável, a quienes con
otras ocho religiosas dio su Ilustrísima el hábito y esta-
bleció la clausura la víspera de la Purísima Concepción
del año de 1636, bajo la dirección de Sor Isabel de Tie-
dra, que de religiosa de Santa Clara de la ciudad de San-
to Domingo, pasó a éste a ser su primera abadesa. Unos
dicen que a los diez y nueve días después de esta célebre
dedicación aconteció la inopinada muerte de su Iustrísi-
ma, originada del despreciable accidente de una pulguita
enconada. Otros dicen que sucedió el año siguiente de
163 7, conviniendo todos en que fué el día 26 de diciembre
del segundo o tercero año de su pontificado y a tiempo
que el Gobernador Ruiz Fernández de Fuenmayor es-
forzaba su fervor en la fábrica del convento de la amable
Madre de Dios de la Merced. Dichosa ciudad ¿hasta
cuándo has de ser ingrata al divino atractivo de esta san-
tísima Señora supuesto que jamás aparta de tí sus miseri-
cordiosos ojos en las más sensibles desgracias! Hallá-
banse en la presente ocasión sus vecinas sin humano con-
suelo en sus conflictos a causa de la alhorra que, es- ( S )

(5). Por al jorra, insecto destructor de las plantaciones.—


N. del E.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 31

terilizando las labores del cacao, la conducía a su fatal


y miserable ruina; y no parece sino que esta santísima
Madre de las Mercedes estableció entonces su culto para
ocurrir a ella. Con efecto, la ciudad humildemente re-
conocida a su tierna y afectuosa protección, le consagra
el solemne voto de celebrarla perennemente todos los años
su festividad, eligiéndola por patrona y abogada de esta
calamidad, como consta del acuerdo celebrado en 14 de
junio de 1638, que ratificó después toda la ciudad por
otro acuerdo en que concurrieron los principales vecinos
de ella, el día 20 del mismo mes y año.
No tuvo el gusto de ver aprobada su resolución por
la real cédula fecha en Madrid a 20 de junio de 1637.
Recibió el venerable deán y cabildo la citada cédula de
traslación el día 7 de marzo de 1638 y mandó celebrar
la fiesta de la dedicación de esta santa iglesia, el día 20
de junio, por haber sido éste en el que se despachó la
mencionada cédula de traslación, siendo siniestro y qui-
mérico aquellos grandes y repetidos recursos que tanto
ponderan otros, como se colige de la brevedad del real
despacho; a no ser que antes los hubiese habido sin tras-
lucirse. Recibe finalmente el venerable deán y cabildo
la real provisión de su Alteza fecha en Santo Domingo
en l de abril de 1639 en que le manda al Gobernador
9

Fuenmayor se abstenga de sus ruidosos escándalos, ob-


servando y guardando puntualmente lo resuelto en la ex-
pedida a su antecesor, bajo las penas contenidas en ella,
con más la de mil pesos de oro fino aplicada a su cámara,
ratificándolo así su Majestad por sus reales cédulas fe-
chas en Madrid y Zaragoza, aquella en 16 de diciembre
de 1 639 y ésta en 1 7 de diciembre de 1646.
Traslación de la catedral de la ciudad de Coro
a la de Caracas
14 —El Ilustrísimo señor don fray Mauro de T o -
?

var, religioso del sagrado orden de san Benito, prior abad


del monasterio de Valladolid y del de Monforte, predi-
32 BLAS JOSÉ TERRERO

cador de Felipe IV, natural de Madrid, otros dicen de


Villacastín. Creólo Urbano V I I I ; toma posesión de
su obispado el día 20 de diciembre de 1640, y tan des-
graciadamente estrena aquí la silla, que aún todavía no
había cumplido los seis meses cuando ya había experi-
mentado el primer suceso trágico, como se dirá. Traía
este Ilustrísimo prelado tan preocupado su ánimo con los
repetidos recursos de que agitaba esta república la corte,
que se figuró desde luego vendría a ser el objeto execra-
ble de ella.
Fabricábanse las ruidosas competencias que los mo-
tivaban, de los materiales de un fanatismo a quien daban
su fermentación las mentecatas sugestiones de una intole-
rable elación, que introdujo el visible castigo de la falta
de respeto y veneración a sus sagrados pastores, a que
estos mismos tal vez dieron causa por dejarse llevar de
unos influjos nocivos, que los precipitaron a abusar de las
armas de las censuras sin moderación.
Se había valido Dios de varias calamidades para
hacer entrar en juicio a esta mentecata república, ense-
ñándola con ellas, como dice por un profeta, a temer y
precaverse de los efectos terribles de su indignación :De~
disti metuentibus te significationem ut fugíant a facie arcus;
pero nada había sido bastante. V a ahora a visitarla
en su cólera y la sepulta entre sus ruinas con un espantoso
terremoto que la sobrevino el día 1 1 de junio, entre las
ocho y nueve de la mañana, del año de 1641, quedando
oprimidos bajo los edificios de la mayor parte de sus ca-
sas y templos, que a la sazón era día colendo, más de
doscientas personas y entre éstas, más de ochenta vecinos;
no regateándole aún para este castigo sus paternales e in-
sinuantes anuncios, aunque por la boca de un estulto nom-
brado Ropasanta y de un niño, que son de los que regu-
larmente se vale Dios para confundir a los sabios, con
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 33

su inescrutable conducta. Pero, ¡oh ferocidad huma-


( 6 )

na y cómo te exaltas hasta contra el Omnipotente cuando


has llegado a obstinar el corazón! Esto que parece iba
a hacer mudar de semblante todas las cosas, fué en efecto
lo que hizo renacer las mismas y más vergonzosas com-
petencias, con más ardor y escándalo que nunca; y esto
aún sin haber convalecido todavía del susto del estrago.
De manera que no parece que Dios había descargado
su justiciero brazo sobre ella sino para enfurecerla en su
soberbia. Subvertida con el terremoto la catedral le fué
preciso al ilustrísimo y venerable deán y cabildo constru-
irle en medio de la plaza, a la Divina Majestad Sacra-
mentada, una capillita de paja, tan reducida que a duras
penas cabían sus sagrados ministros para celebrar sus au-
gustas funciones. Sin embargo, aquí pues, en este es-
trechísimo recinto, que ofrecía la urgente necesidad, es
donde aspira el Gobernador y Ayuntamiento que se le
tributen todos aquellos inciensos a que los precipita el

(6). Aristides Kojas consigna esta tradición, como sigue:


"Vivía en Caracas, en aquella época, un loco pacífico y locuaz lla-
mado Saturnino, a quien nadie ofendía por su carácter humilde y
benévolo. . Desde muchos días antes del de Santa Úrsula, Saturnino
recitaba por todas las calles el siguiente estribillo:
Qué triste esta la ciudad
Perdida ya de su fe,
Pero destruida será
El día de San Bernabé;
Quien viviere lo vera.
Y ya en la víspera del 21 de octubre decía:
Téngolo ya de decir,
Yo no sé lo que será,
Mañana es San Bernabé,
Quien viviere lo verá.
(Ibarra.—Estudio acerca de los temblores de Caracas).
Y echándose a cuestas una pesada piedra, subió la colina del
Calvario, diciendo a cuantos encontraba que al raso iba a pasar !a
noche, porque al día siguiente Caracas debía bailar como un trompo.
Pióse la población tanto de la profecía como del profeta, al cual
debía después solicitar e interrogar",—N. del E.
34 BLAS JOSÉ TERRERO

ídolo de su orgullosa vanidad, queriendo hasta con vio-


lencia e impía temeridad e indiscreción, que su silla y sus
asientos sean preferidos casi al sagrario, llegando a crecer
de tal suerte el fermento de estas recíprocas y escandalo-
sas alteraciones, a tan alto punto de insolencia, que no pro-
ducía la ciudad y su jefe pensamiento que no fuese in-
sultante del prelado, ni éste daba ni tomaba providencia
que no fuese asociada con la excomunión y la censura,
hasta llegarla a sumergir en el terrible terremoto del en-
tredicho y cesación a divinis, mil veces más funesto y más
formidable para el alma, que el que acaba de experimen-
tar de la mano de Dios, no habiendo servido éste de es-
carmiento y de humillación a sus delitos, sino de nuevo
asunto a su santísima ira para nuevo enojo. Pensaban
sus magistrados, ofuscada la razón, aplacarla mudando
de sitio, y comenzaron a formar sus proyectos sobre tras-
plantarla a la Sabanagrande. Tuviéronse sobre el asun-
to varios acuerdos, pero después de tantas discursivas evo-
luciones nada tuvo efecto.

En medio de estas díscolas carabanas acaba Fuen-


mayor el tiempo de su gobierno y se asoma a este teatro,
en la ciudad de la Nueva Zamora de Maracaibo, don
Marcos Xedler y Calatayud que venía a sucederle. El
genio fuerte de este venerable prelado, atizado siempre de
una severidad inflexible, y de un espíritu aguerrido con
tantas y diversas altercaciones, junto con aquel horror con
que miraba las producciones del Cabildo y su Goberna-
dor, lo tenían tan indispuesto que no era necesario motivo
de mayor atención para volverse a encender de nuevo la
discordia. Así fué que todo el tiempo de su pontificado
no fué más que una viva y continua competencia que lo
habituó y lo condujo con increíble facilidad a otros suce-
sos, que por ruidosos sólo han quedado archivados en la
tradición de las gentes, supuesto que en los del ayuntamien-
to no se conserva ni la memoria de ellos; siendo muy vero-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 35

símil que sus deudos, que después se hicieron sus principales


capitulares, avergonzados de unos procedimientos que só-
lo ofrecían a la inocente posteridad una ruina espiritual,
los tiraran a sepultar en el olvido, sustrayendo del Cabildo
los libros y acuerdos que los contenían. Llega en fin el
Gobernador Xedler por el mes de junio de 1645 a esta
ciudad de Caracas y lisonjeándose no hallaría repugnan-
cia de celebrar con su Cabildo, acaso sugerido de éste,
la festividad del apóstol Santiago en la catedral, con to-
das aquellas ostentosas y quiméricasritualidadestantas
veces anatematizadas, procede a efectuarlo. Pero halla
en este prelado tan obstinada y vigorosa oposición desde
sus primeras vísperas, que tuvo por mejor cortar toda so-
ciedad, hasta en las funciones más santas, mandando al
Ayuntamiento, por su auto de 6 de enero de 1647, que
de ningún modo compeliera a sus individuos a que en cuer-
po de cabildo concurran a la catedral, a ninguna función,
hasta que su Majestad, a quien tiene dado cuenta, no re-
suelva, retirándose él a la tierra adentro; pero como en
este intermedio aconteció la dolorosa muerte del serenísi-
mo príncipe de Asturias, a tiempo que el gobernador se
hallaba en la ciudad de Coro, le fué forzoso al Cabildo
entenderse con su Ilustrísima para tratar sobre las reales
exequias. Las ruborosas consecuencias de este estruen-
doso encuentro ya se dejan concebir cuáles serían, supues-
to que se tuvo el cuidado de sustraer de los libros capitu-
lares los acuerdos y contestas que se tuvieron desde el día
5 de agosto de 1647, en que comenzó esta beligerante
refriega, hasta el de 20 de marzo del siguiente año de
1648. Sin embargo de la llegada del maestre de campo
don Pedro de León y Villarroel, que venía a suceder en
el gobierno a don Marcos Xedler y Calatayud, nada se
trascendía de la corte acerca de los recursos que se habían
hecho allí de estas temosas evoluciones.
36 BLAS JOSÉ TERRERO

El convento de la Madre Santísima de la Merced,


que se había fundado cuatro solares, o mejor diré, un
cuadro más abajo hacia el oriente, de donde hoy está
fundada la iglesia de la Divina Pastora, el año de 1638,
y en que tuvo tanta parte el Gobernador Ruiz Fernández,
y arruinó enteramente el terremoto, acaso para darle Dios
a entender lo desagradable que le fueron sus procedimien-
tos con los sagrados prelados y venerable deán y cabildo,
permanecía envuelto en sus ruinas: sus fundadores Reli-
giosos habían abandonado enteramente esta obra a la mer-
ced de su desgracia. Diez años se habían pasado sin
haber quien la promoviera, cuando, a los principios del
año de 1651, se aparece el reverendo padre fray Juan
Bautista Mexía con la real cédula del permiso de su Ma-
jestad para emprender su nueva fundación.

15°—El Ilustrísimo señor don fray Alonso Briceño,


natural de Chile, en el reino del Perú, religioso del será-
fico Orden de San Francisco, obispo de Nicaragua, de
donde fué promovido para éste. Reeligiólo a lo último
de su pontificado Inocencio X . Entra a gobernar el obis-
pado en 1 7 de enero de 1660. Llega a Trujillo. Toma
a este tiempo posesión de su obispado el día 14 de julio
de 1661, y bien fuese o temeroso de los efectos que
podía haber vigentes de las ruidosas competencias de su
antecesor, o de otros motivos ocultos, reposa aquí en Tru-
jillo largo tiempo y hasta su muerte que fué en 15 de no-
viembre de 1668, en el octavo año de su pontificado, con-
tando desde el día de su posesión. Prelado verdadera-
mente de una castidad angélica y tan adicto a la sagrada
Escritura, que se afirma de él que sabía de memoria la
Biblia, y tan piadoso que jamás dejó de rezar el divino
oficio. El cabildo sede vacante elige por su vicario ca-
pitular a su chantre don Miguel Núñez de Guzmán, y
le sucede:
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 37

16'—El Ilustrísimo señor don fray Antonio Gonzá-


lez de Acuña, natural de Lima, religioso del sagrado
Orden de predicadores, pasa a Roma a agenciar la ca-
nonización de Santa Rosa de Lima. Comisiónasele en
España al mismo tiempo la del santo rey don Fernando.
A esta sazón vaca esta silla; preséntalo su Majestad para
prelado de ella el año de 1671. Se refiere de este prín-
cipe que preguntado en Roma por el quilate de los inge-
nios de las Indias, respondió a los cardenales con el dile-
ma enigmático de un monte abierto, pintada en las entra-
ñas una mina de oro, a donde herían los benignos rayos
del sol, con esta letra que decía: si hoc in montibus quid
in mentibus. Escribió aquí la vida de Santa Rosa en
lengua latina, en aquel celebérrimo y elevado estilo que
aplaudió y aún admiró Roma por una de las piezas más
delicadas de esta lengua. Concluidos los asuntos se re-
gresa a su obispado. Toma posesión de él el día 11 de
mayo de 1672, y el primer cuidado que se le estudia es
el de la cultura y educación de la juventud. Para esto
da principio el año de 1674 al célebre seminario que te-
nemos, poniéndolo bajo la tutela y protección de la Pa-
trona de las Indias Santa Rosa de Lima. Emprende asi-
mismo otra obra igualmente loable que ventajosa a las
utilidades del público, internando el agua limpia del río
Catuche por costosas cañerías, para el ministerio de los
conventos y de las plazas públicas. Erige en viceparro-
quias las iglesias de San Pablo y Altagracia, por su auto
de 4 de julio de 1674, que se halla original en el libro
de la cofradía de Nuestra Señora del Carmen; mandando
colocar (que hasta entonces no lo estaba) la divina Ma-
jestad Sacramentada, en la primera, el día 29 del mismo
julio, y en la segunda el día 5 del próximo agosto. Abre
a este tiempo su santa pastoral visita, deseoso de comuni-
car a las demás ciudades de su grey los benéficos efectos
de su amor y de su liberalidad. Llega a Maracaibo y
38 BLAS JOSÉ TERRERO

reconociendo la necesidad que había de una fortaleza


para la seguridad de la ciudad, la delibera y la concluye
al mismo tiempo. Pasa a Trujillo, reedifica aquí y or-
dena el monasterio de las reginas de su Orden, introdu-
ciendo a su clausura el agua limpia para el uso de sus san-
tas frugalidades. Su integridad, su rectitud, la alta idea
que mantenía del honor del sacerdocio, la delicadeza y pu-
reza con que miraba el estado eclesiástico, el respeto y
veneración con que quería fuesen tratados los ministros del
Altísimo, el sumo cuidado con que vivía de no introducir
al santuario de Dios vivo, sujetos que pudieran profanar
la divina dignidad, le hacía protestar al tiempo de confe-
rir las órdenes, con expresiones demasiadamente serias,
que no era su intención ni quería desde luego quedasen
ordenados, los que atrevidamente osasen clandestinamente
ascender a ellos, trayendo su origen de algún linaje infi-
cionado con la mancha de mulatos, mestizos, judíos y
herejes; protesta que ratificada a la hora de la muerte,
con el mismo espíritu que la profería en virtud de la pre-
gunta que le hizo el reverendo padre Guardián de Truji-
llo, motivó la consulta que se le hizo a su Santidad sobre
si serían nulos o no, los órdenes recibidos con tal mezcla
y los sacramentos administrados por los tales. A lo que
respondió por lo positivo a emtrambos puntos, por decreto
que se halla en el convento del Tocuyo.

Prelado verdaderamente insigne en letras y virtudes,


escribió además de la vida de Santa Rosa y el Sumario
de los Privilegios, otras obras de igual crédito. Yace su
venerable cadáver sepultado en el convento de las Cata-
rinas de Regina Angelorum de Trujillo, donde murió es-
tando en su actual visita, día 22 de febrero del año de
1682, y el décimo de su pontificado. Llega a la capital
la noticia de su dolorosa muerte, y el cabildo sede vacan-
te elige por su vicario capitular a su actual arcediano don
Agustín de Palma, y sucede en la silla:
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 39

17 —El Ilustrísimo señor don Diego de Baños y


9

Sotomayor, natural de Lima (otros lo hacen natural de


Santa Fe de Bogotá, canónigo de Cuenca, capitán de
honor de Carlos I I ) , obispo de Santa Marta, de donde
fué promovido a éste; preséntalo su Majestad el mismo
año de la muerte de su antecesor, el 82; reelígelo Inocen-
cio X I el año siguiente. Toma posesión de su obispado
el día 12 de agosto del año de 1684. Nombra por su
provisor y vicario general al maestro don Juan Fernández
Ortiz, tesorero dignidad de la santa iglesia catedral. Con-
cluye y perfecciona la importante obra del famoso semi-
nario que su antecesor había principiado. Reconoce des-
de luego, atendidas las circunstancias y costumbres de su
rebaño, la necesidad que había de juntar un concilio pro-
vincial, que desvíe y repare con sus dogmas, los peligros
y males que le arrostran. Para este efecto despide sus
letras convocatorias a las personas de la mayor atención
de su obispado, así eclesiásticas como seculares, prescri-
biéndoles el día fijo en que se había de dar principio a la
santa obra, e implorados los auxilios del Divino Ilumina-
dor de las Almas, que es el espíritu uniforme de la santa
iglesia, celebra en la capital de Caracas el tercer sínodo
diocesano del obispado el año de 1687. Despréndese
su Ilustrísima en este asunto del dictamen y opinión de
algunos sujetos igualmente que ingenuos y sólidos, de la
más insigne y experimentada literatura, cuyo carácter
nunca sabe ser festivo; sigue el de otros que habían sabi-
do ganarle los afectos, acomodándose a sus inclinaciones
por medio de unas condescendencias equívocas, para lo-
grar sobresalir a los demás; y con este motivo sufre su
Ilustrísima el vergonzoso desaire de ver aprobadas sus
decisiones por el rey con la precisa calidad de que se ha-
yan de guardar inviolablemente los ciento y cuatro acor-
dados con que reparó y moderó el consejo sus respectivas
materias. Cuando esto sucedió ya había este príncipe
nombrado por su provisor y vicario general en lugar del
40 BLAS JOSÉ TERRERO

maestro don Juan Fernández Ortiz, que había fallecido


desde el año de 1690, al N (sic).
Y entretanto se complace de ver exaltado el decoro
de su catedral con el aumento que se hizo en su tiempo
por real cédula fecha en Buen Retiro a 20 de marzo de
1687, de las tres prebendas de merced, penitenciaria y
magistral. Pero otro suceso funesto turba las delicias de
su espíritu. Cien años se habían pasado cuando al cabo
de ellos vuélvese a abrasar Caracas en el incendio de las
viruelas con mucho más estrago que en el siglo anteceden-
te, por haber sido acometida a un mismo tiempo del mortal
vómito negro. Cortan las demás ciudades y pueblos su
comercio con ella y logran en la diligencia pronta de sus
degredos la fortuna de no ser infixionados. El aflgido
pastor, en medio de esta tribulación, envía al cielo sus vo-
tos y sus dolorosos gemidos por la intercesión de la es-
clarecida princesa de Palermo santa Rosalía, abogada
especial de la peste; cesa al cabo de diez y seis meses el
contagio, después de un espantoso destrozo; edifícala este
prelado su ermita el año de 1695, poco más abajo de don-
de hoy se halla: dótala con profusión su principal fiesta,
y declárala en cuanto alcanzan sus facultades por patrona
menos principal de la ciudad con día colendo, en gra-
titud de sus beneficios. Continúa en la catedral sus me-
morables y piadosas obras, construyendo y dotando con
magnificencia la capilla de Nuestra Señora del Pópulo,
donde se halla colocada la augusta majestad sacramenta-
da *y yacen con su estatua sus venerables cenizas, dejando
en sus sobrinos vinculado el patronato de ella. Murió
en 15 de mayo de 1 706 y el veinte y dos que ocupaba
esta silla pontificia. El Cabildo sede vacante elige
por su vicario capitular a su mercedario el doctor don
Gabriel Matías de Ibarra, en cuyo tiempo fabricó el li-
cenciado don Pedro Vicuña, sacerdote venerable por su
piedad, la iglesia que hoy es parroquial de Nuestra Se-
ñora de Candelaria, ayudándolo a esta santa obra los is-
leños, año de 1 708. Quizo morir como fraile francisca-
T'E.ATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 41

no, muriendo en la enfermería del convento; pero no se


lo permitió el Cabildo, sin embargo llevó a su palacio el
enfermero del convento y dos religiosos sacerdotes para
que le asistieran a su muerte, con quienes rezaba el oficio
divino que nunca dejó hasta la muerte.

18"—El Ilustrísimo señor don fray Francisco del


Rincón, natural de Toledo, religioso del Sagrado Orden
de san Francisco de Paula, comunmente llamados míni-
mos por la eximia humildad de su glorioso fundador; ar-
zobispo de la santa iglesia metropolitana de Santo D o -
mingo, de donde fué promovido a éste. Prelado que
mereció las satisfacciones de su Majestad. Hacía seis
años y cinco meses que estaba vacante la silla cuando en-
tró a gobernar el obispado, el día 12 de octubre de 1712,
con la real cédula de encargo, junto con otras en que es-
pecialmente le manda evacuar la visita de la provincia con
la mayor brevedad, dándole cuenta de haberlo así ejecu-
tado para volverlo a su ascenso. Nombra por su provi-
sor y vicario general ( a ) . La demora de los despa-
( / )

chos de su Santidad mortifica por dos años sus deseos,


impidiéndole dar cumplimiento a su obediencia con la ace-
leración que quería. De todas las obras pías que halló
establecidas en la ciudad, ninguna le robó más la ternura
que el Hospicio de la Caridad, que dotó y fundó doña
María Marín de Narváez, para subvenir a las necesida-
des así espirituales como corporales de las mujeres, mi-
rándola como una de las más agradables a los ojos de
Dios: él la dota, en demostración de los afectos de su
corazón a su divina patrona la Santísima Madre de la
infinita Caridad, con la luz perenne de su lámpara y la
fiesta del día de su expectación. En su capillita confirió
él las órdenes que celebró el año de 1 714, y si la deca-
dencia de la renta episcopal no fuese tan considerable o
(7). N o existe en los originales del P. Terrero n o t a alguna
correspondiente a esta l l a m a d a a.—N. del E.
42 BLAS JOSÉ TERRERO

hubiera durado más tiempo en la silla, hubiera sin duda


fomentádola con todas las ventajas que apetecía. Entre
tanto recibe las bulas de su reelección, despachadas por
Clemente X I en 25 de febrero de 1714. Toma posesión
con ellas el día 24 de diciembre del mismo año, elige para
que lo ayuden a llevar el inmenso peso de las resultas es-
critas de su santa visita personas desinteresadas, hábiles
y de la más sana intención. Sale por La Guaira a dar
principio a ella por las ciudades de Coro y Maracaibo.
Jamás hubo visita ni más exacta, ni más breve, ni más dis-
creta, ni más cumplida, ni más seria, ni más benigna. Re-
corre con rapidez las demás ciudades y pueblos de la
provincia, dejando cautivos de su celo, de su misericordia
y de su agrado, hasta a aquellos mismos que era preciso
corregir. Jamás se resolvió a proceder sin olvidarse de
los sentimientos de la humanidad ni desprenderse las más
sinceras insinuaciones de su bienhechora y tierna caridad,
que ejecutaba al benigno influjo de los sujetos que tenía
a su lado. Regresase a su catedral antes de los dos años
de su salida, lleno de la satisfacción y amor de su rebaño.
Recibe de su Majestad las honrosas demostraciones de
lo complacido que ha quedado con ella, en la promoción
que le hace para el arzobispado de Santa Fe de Bogotá;
y sale de aquí promovido para allí el día 28 de febrero
del año de 1717, y principiando el cuarto que ocupaba
esta silla, regulado por la fecha de sus bulas.

19'—El Ilustrísimo señor doctor don Juan José de


Escalona y Calatayud, natural de la villa de Qüel en la
Rio ja, canónigo penitenciario de la santa iglesia de Cala-
horra. Creólo el mismo Clemente X I en 20 de marzo
de 1717. Toma posesión de su obispado el día 15 de
setiembre de 1718. Nombra por su provisor y vicario
general al doctor don Francisco de Hoces, abogado de
la Real Audiencia de Santa Fe; y luego al punto se le
descubre el vigilante anhelo de refinar la conducta, vida,
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 43

honestidad y costumbres de su venerable clero. Este vi-


vo y ardiente deseo que tenía de querer ver en cada uno
de sus eclesiásticos un santo, lo precipita desde luego en
la rígida resolución de obligarlos a la asistencia del coro
de la catedral en los días asignados por el sínodo, en el
párrafo 2 del título 9, libro 2. El clero se exime de
abrazar una carga tan gravosa y que lejos de ser de rigu-
rosa justicia, acaso le harían faltar a otras obligaciones
que lo eran, y conducen en mucha parte a la congrua
sustentación, como se descubre del espíritu del acordado
con que se defienden. Insiste, no obstante, el prelado
en la ejecución de su decreto; el clero eleva al trono su
recurso; su Majestad declara por su real cédula raciona-
ble y justificada la resistencia de éste; y su Ilustrísima
muy distante de los sentimientos del amor propio, más
amante que nunca a su clero, le significa con las expresio-
nes más sinceras del corazón, lo complacido que ha que-
dado con la soberana determinación, por la tranquilidad
que le ha resultado a su conciencia.
Tenía Dios previsto tiempo en que había de dar a
luz la prueba visible de la eminente santidad de este gran
prelado, y por eso lo dotó de una conciencia tan delicada
y escrupulosa, que sirviéndole de ejercicio a sus virtudes,
le hiciese al mismo tiempo sufrir con más viveza todo lo
amargo de las contradicciones con que lo acrisoló hasta
la muerte. Enciéndese en su tiempo, por los años de
1723, el fuego de aquella discordia tan infausta como
escandalosa, en que se pervolutó la altiva Caracas sobre
el establecimiento de la Compañía Guipuzcoana. Los
principales de la ciudad, adheridos con exceso a las se-
ductivas persuaciones de Olavarriaga y Beato, que fueron
los primeros agentes de este negocio, abrazan sin reserva
sus propuestas. El Gobernador que conoce los trágicos
efectos que anuncian regularmente estos espectros formi-
dables, procura desde luego disiparlos o apagarlos en su
cuna, cpn todas las fuerzas de su autoridad. Altérase
el Cabildo a las desinteresantes y acertadas insinuaciones
44 BLAS JOSÉ TERRERO

de este jefe, y valiéndose los alcaldes de aquella despó-


tica facultad que se habían atribuido por la cédula de 18
de setiembre de 1676, deponen al Gobernador de su em-
pleo y resumen en sí la autoridad, para proceder con más
desembarazo a la ejecución indiscreta de sus mentecatos
designios. Indignado el Soberano de semejante atenta-
do, comisiona a su Ilustrísima para que ponga otra vez en
posesión de su gobierno a don Diego Portales, franqueán-
dole para este caso todas las facultades accesorias y li-
brando en él unas confianzas que pocas veces habrán he-
cho monarcas; pero ni éstas ni la dulzua de su genio, ni
lo amable de su discreción, ni la persuasiva de sus expre-
siones, ni la fuerza de su elocuencia, ni el atractivo de su
prudencia, ni la afabilidad de sus modales, ni la venera-
ción ni respeto de sus heroicas virtudes, ni la elevación y
carácter de su venerable persona, ni todo el arte de sus
raros y loables talentos alcanzan ni es capaz de hacer en-
trar en juicio a estos alucinados hombres. No se aplica
remedio que no empeore la cosa en vez de remediarla. Su
Ilustrísima se ve precisado a echar mano de las terribles
armas del anatema, reproduciéndolo a cada hora, fijando
en tablilla a los protervos, y nada basta. Los alcaldes
y sus parciales se obstinan en la rebelión; el atrevido mu-
latismo fermentado de la adulación, igualmente que des-
pechado, llega a cometer desacatos tan horribles como
sacrilegos, perdiendo el debido respeto así a la sagrada
persona de su Ilustrísima como a la distinguida del Go-
bernador don Diego Portales y Meneses; ni jamás ten-
dría esto término, si escapándose de la opresión en que lo
tenían, no se hubiera embarcado Portales para la corte.
Mientras que esto sucedía en lo político, la catedral au-
mentaba por los años de 1 725 y 1 726 el esplendor de su
culto con el decoroso aumento de las dos raciones y medias
raciones.
A este tiempo también fué que concedió su Majestad
por su real cédula fecha en San Ildefonso a 1 de octubre
de 1 725, a doña Josefa de Ponte y Aguirre, viuda, la
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 45

fundación del convento de las madres carmelitas descalzas


de esta ciudad y que después tendrá tantas contradicciones.
Contravirtióse el sitio donde había de hacerse y aunque al-
gunos fueron de sentir se eligiese donde hoy existe, que era
la casa de la mencionada fundadora, los más se inclinaron
donde hoy existe la iglesia de Santa Rosalía, por la espe-
cial devoción que la profesaba la ciudad, que se fabricó
para este intento, poco más arriba de donde tenía su an-
tigua ermita y púsose la primera piedra de este edificio
el día de la dedicación del arcángel San Miguel, 29 de
setiembre de 1 727.
Entretanto faltábale al atribulado prelado el tenerla
con su cabildo eclesiástico, pero no por ésto dejará de
ser menos ruidosa. Pretende su provisor el doctor H o -
ces un asiento en el coro que hasta allí, caso que le com-
pitiera, no lo había tenido. El Cabildo eclesiástico mira
esta acción con un celo tan voraz, que en breve llegan y
trascienden sus furiosos ardores al paciente prelado. Em-
bravécese la competencia: el deán es arrestado; el provi-
sor pasa a la corte a liquidar este punto, quedando en su
lugar de provisor el doctor don Agustín de Istúriz; gana
allí, junto con la canongía doctoral que se erige el año de
1 728 para los sucesores, el puesto, que más bien que el
derecho y la razón, le dio los excesos del Cabildo, y su
señoría Ilustrísima busca, aunque inútilmente, el reposo
que nunca halló en Caracas. Con efecto, sale de esta
ciudad promovido para el obispado de Mechoacán el día
28 de julio de 1 729, y el doce de su pontificado contado
por la fecha de sus bulas. El Cabildo sede vacante elige
por su vicario capitular a su deán doctor don Gabriel
Matías de Ibarra, y al señor Escalona lo sigue la admira-
ble conducta de Dios en sus escogidos y lo hace experi-
mentar allí las mismas y más tribulaciones que aquí, de
manera que regularmente solía decirle a su penitenciario:
que las amarguras que embriagaban su espíritu eran de
tal calidad que no tenía lengua ni voces con que ex-
presarlas". En fin, murió en Mechoacán el día 23 de
46 BLAS JOSÉ TERRERO

mayo de 1 737 y a los siete años menos once días permitió


Dios se descubriesen sus entrañas y su sangre, que habían
separado de su cuerpo cuando se hizo la evisceración y
embalsamo, frescas y olorosas, entre las cuatro y las cinco
de la tarde del día 12 de mayo de 1 744, en prueba de su
entrañable y tierna caridad. A l Cabildo de esta cate-
dral le fué preciso durante esta vacante hacer nueva elec-
ción de vicario capitular en el arcediano don Alonso de
Escobar, por la muerte del deán Ibarra, que aconteció
a principios del año de 1737. Ysucedió en la silla:

20"—El Ilustrísimo señor doctor don José Félix


Valverde, natural del reino de Granada en España, deán
dignidad de la santa iglesia catedral de Goaxaca. Presen-
tólo su Majestad para esta mitra el día 8 de mayo de 1 728.
Creólo Benedicto X I I I en 15 de noviembre del mismo
año. Llevaba el venerable Escalona impreso en su corazón
el cuidado de las Carmelitas, y con este motivo cuando
pasó a Mechoacán se vio o escribió a este príncipe su suce-
sor, para recomendárselas y al mismo tiempo para que re-
dujera y trajera consigo de aquellos conventos de México
algunas religiosas que pudieran dar norma, regla y espí-
ritu a esta nueva planta. Con efecto, logra el señor Val-
verde por entonces este designio a la medida de su gusto.
Entrégansele solemnemente por el Ilustrísimo Bisarrón en
la Colegiata de nuestra Señora de Guadalupe, una legua
distante de México, a sor Juana de San Esteban y a sor
Josefa de San Miguel que venían, la primera en calidad
de priora, y la segunda en calidad de subpriora, con otras
tres religiosas de la misma orden y una niña que vive aún
de religiosa en el monasterio de Concepciones de esta ciu-
dad, nombrada sor Juana Bueno. Llega a Caracas con este
precioso tesoro. Toma posesión de su obispado el día
16 de octubre de 1 731. Continúa por su provisor y vi-
cario general al expresado arcediano don Alonso de Es-
cobar. El convento que había dejado principiado el se-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 47

ñor Escalona, casi se hallaba en los mismos términos que


lo había dejado y no había tenido los progresos que se
apetecían, así por su inmediata ausencia, como por la de-
cadencia de sus fondos. No obstante esto y el crecido
empeño de diez mil pesos que había contraído su Ilustrí-
sima, procedidos de su conducción y el de las cinco reli-
giosas y niña, la Providencia Divina franquea sus in-
agotables tesoros al impulso de la fe, celo, piedad, con-
fianza, exhortación y esmero de este santo prelado; y en
menos de cinco meses se concluye la iglesia y se aprontan
aquellas piezas capaces y necesarias para poder poner la
clausura con la mayor decencia de estas dichosas religio-
sas. Tenía Dios previsto, para poner en ejecución esta
solemne dedicación, el festivo día del patriarca Señor
San José, 19 de Marzo de 1732, en eTque revestido de
pontifical su Ilustrísima y unido casi todo el pueblo con-
dujo, desde la catedral al convento, junto con el Rey de
las vírgenes a sus castas esposas; dando principio con la
augusta colocación de este adorable sacramento a esta
tierna ceremonia, que se concluyó el día de la encarnación
del Señor por haber los Cabildos, Universidad y las tres
religiones de Santo Domingo, San Francisco y nuestra Se-
ñora de la Merced, cada uno en su respectivo día, hecho
su festivo obsequio en demostración ingenua de su interior
alegría.

Sólo el furor del infierno se mantenía en una envi-


diosa observación de este espectáculo, digno de la emula-
ción de los ángeles, para emplear en él sus armas luego
que lo viera abandonado a aquellas tribulaciones con que
lo quería purificar la Divina Providencia. Para este
efecto, valiéndose de lo retirado y solitario que entonces
era este sitio, las imprime con la mayor viveza en la ima-
ginación unas especies tan espantosas y horrorosas, que
ni toda la persuasiva y amor de su Ilustrísima, ni la de
otras personas de superior carácter, fué bastante para
aquietarlas. El asombroso terror que habían concebido
era de tal calidad que no las permitía reposar siquiera
48 BLAS JOSÉ TERRERO

por un instante. Instan a su Ilustrísima con espíritu las


saque de aquel sitio. El prelado no se atreve ya a
arrostrar a unas resoluciones tan importunas como miste-
riosas, y el día 19 de abril, sábado de la dominica í'n albis,
del mismo año de 32, las traslada de allí a una casa más
arriba de la catedral, finca de ésta, obligándose su Ilus-
trísima a los trescientos pesos de anual rédito, no habiendo
durado en la primera fundación de Santa Rosalía más
que un mes. Pero no para en esto el diabólico furor del
infierno: él hace que una borrasca suscite otra, y no con-
tento con haber logrado esta derrota, continúa sus ataques
contra él. Aliado con las madres el doctor don Pedro
Díaz Cienfuegos que entonces era uno de los curas rec-
tores de la Catedral, incurre en el desatino de informar
al Rey sin ciencia del prelado y a nombre de las madres,
las insuperables dificultades que ofrecía el país en la fun-
dación de éstas, sugeridas y dictadas del espanto que aún
todavía mantenían del primer sitio, con tal arte que su
Majestad no se detuvo en acceder sin dilación a su sú-
plica, prohibiendo por su real cédula de 10 de setiembre
de 1 732, fecha en Sevilla, se prosiguiese en la menciona-
da fundación y franqueando su real permiso para que
las madres pudieran volverse a México, novedad que hi-
rió vivamente el corazón de su Ilustrísima, así por la
obrepción y subrepción del informe, como por ver disipa-
da al soplo del abismo una obra tan santa y tan del agra-
do de Dios, como actualmente lo está acreditando la ex-
periencia, y que a no haber encontrado con un sujeto de
la actividad, eficacia e insigne virtud del señor Valverde,
lo hubiera sin duda sofocado en su cuna. Instan las
madres al prelado por su regreso. Este príncipe las hace
ver, junto con las alucinaciones de su espíritu, la respon-
sabilidad que exige en los ojos de Dios así los excesivos
gastos de su inútil conducción, como los que ahora nue-
vamente procuran ocasionarle con su indiscreta resolución,
siendo todo defraudado a los pobres; al mismo tiempo
que procura no perderlo en desimpresionar al monarca de
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 49

las contrarias ideas que le había hecho formarse el capri-


cho de Cienfuegos, con un informe que al paso que hi-
ciese brillar la verdad, descubriese palpablemente el espíri-
tu de la turbación. Sin embargo, las madres siguen el suyo,
gastándole a su Ilustrísima en su retorno seis mil pesos
y experimentando en el prolijo viaje de cinco meses de na-
vegación, infinitos sucesos. Sólo la madre sor Josefa de
San Miguel, que venía en calidad de subpriora, tocada
del espíritu de Dios, se le ofrece por medio de una se-
creta inteligencia a continuar la obra, como en efecto su
Majestad en vista del informe de su Ilustrísima, revo-
cando la anterior cédula, manda por otra fecha en San
Lorenzo a 22 de noviembre de 1 733, proseguir y con-
cluir la fundación del expresado convento.

A este tiempo sucede que los curas de catedral don


Pedro Tamarón y don Pedro Díaz Cienfuegos, que fue-
ron los que abstrageron la cura de almas que hasta enton-
ces había estado embebida en el Cabildo, abrogándose
una autoridad que no tenían, por muerte del teniente cura
de la viceparroquia de Candelaria, nombran en su lugar
a don Salvador Bello. El prelado nombra por su parte
a don Manuel de Sosa y Betancourt y dándole él mismo
la posesión hace retirar a Bello. Los curas resentidos
igualmente que avergonzados de ver desairada su obra,
resuelve el primero pasar a la Corte a representar su de-
recho. El obispo, por su parte, habilita con su poder a
Sosa y lo hace su rival para que haga lo propio. Su Ma-
jestad por su real cédula ( a ) declara por incompe-
( 8 )

tente la acción de los curas y por legítima y privativa la


de su Ilustrísima, proveyendo en Sosa la dignidad de
maestreescuela que se erige entonces ( e ) , en resultas ( 9 )

(S). N o existe en los originales del P. Terrero nota alguna


correspondiente a esta l l a m a d a a.—N. del E.

(0). T a m p o c o existe en. los originales nota alguna referente


a esta l l a m a d a . — N . del E.
50 BLAS JOSÉ TERRERO

de la controversia que en el propio año de 1 735 se había


suscitado en la universidad, sobre la nula provisión de la
cátedra de filosofía hecha en don Juan Fernández Quin-
tana, a contemplación del rector de ella don Gerónimo
de Rada, su favorito, y que ambos llegaron a ser deanes
de la catedral. Entretanto concluyese la combatida obra
del monasterio de carmelitas en el lugar donde hoy existe
y donde desde el principio se había de haber hecho. En-
tran las madres a habitarlo el día 12 de octubre de 1 736;
pero no se celebró la solemne dedicación de este santuario
hasta el día 11 de octubre del año de 1 739.
Antes de esto se había ya su Ilustrísima visto preci-
sado a poner en calidad de Teniente de provisor y vicario
general al doctor don Ángel de la Barreda, por la muerte
del deán Escobar, que sucedió el año de 1 737. Concluidos
estos asuntos y adornada la torre de su catedral con un cé-
lebre reloj que hizo poner en ella, para el gobierno de la
ciudad, estando en su actual visita le sobreviene la extra-
ordinaria novedad de hallarse con el sucesor de su silla,
en virtud de una írrita o ideal promoción. Su Ilustrísima
reclama al cabildo con los robustos derechos de su pose-
sión ; éste, no obstante, pasa a causar, como le dice el Rey
en su real cédula, un sisma nunca visto en la iglesia de
Dios, repudiando al propio Esposo y recibiendo al señor
Abadiano el día 22 de noviembre de 1 739. El racione-
ro don José Martínez de Porras logra de manos de éste
el provisorato, cuyas groseras aspiraciones lo habían he-
cho tener en este asunto la mayor parte. El rey anula
esta posesión; hace retirar de la ciudad al señor Abadiano;
apea a Martínez del provisorato, y hace sufrir a los de-
más individuos del Cabildo una vergonzosa humillación
a los prelados de los conventos. En este intermedio mue-
re en loable opinión el señor Valverde, en la ciudad de
Barquisimeto, el día 24 de febrero del año de 1 740, el
doce de su pontificado, regulado por la fecha de sus bulas;
y de quien puede decirse sin escrúpulos de exageración,
que no ha tenido la silla, obispo de su minerva. Prelado
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 51

ciertamente de una ejemplar virtud, amantísimo de los do-


lores de la Santísima Virgen, de la que mereció señales
de su tierno agrado, pues habiéndole embargado junto
con el escorbuto la perlesía, de que murió enteramente la
lengua, únicamente se la dejó expedita para saludarla has-
ta la muerte con la oración angélica, y con pasmosa ad-
miración de todos. El Cabildo sede vacante continúa
por su vicario capitular al mismo don Ángel de la Barre-
da, a quien su Ilustrísima por ciertas providencias que le
habían disgustado, tenía separado del provisorato un año
antes, y puesto en su lugar, en calidad de teniente, al doc-
tor don Juan Pérez Hurtado.

21 -—El referido Ilustrísimo señor don Juan García


9

Abadiano, natural de la ciudad de Segovia en Castilla


la Vieja. Creólo primeramente Clemente X I I , y habien-
do salido capsiosos los fundamentos que motivaron su
presentación, y por consiguiente nula la posesión que en
virtud de ella se le dio tan ligeramente en 22 de noviem-
bre de 1 739, como queda referido, fué forzoso presentarlo
nuevamente a Benedicto X I V , quien por su fiat pontifi-
cio lo creó el día 25 de mayo de 1 742, con cuyas letras
toma su legítima posesión el día 30 de marzo de 1 743, y
nombra por su provisor y vicario general al mismo don Á n -
gel de la Barreda. Su avanzada edad, junto con su colum-
bina mansedumbre y sinceridad, expuesta y sacrificada a
las escrupulosas y críticas resultas, que aparejó la insa-
nable nulidad del espantoso cuanto extraordinario caso
que le sucedió y queda referido, máxime habiéndolo pre-
cipitado a conferir los órdenes, pendiente el reclamo del
señor Valverde, amilanaron de tal suerte el espíritu de
este venerable anciano, que continuamente vivió sumergi-
do en una profunda melancolía y tristeza.
La conclusión del santuario de la Divina Pastora,
que dos años antes había principiado el venerable don
52 BLAS JOSÉ TERRERO

Salvador. Bello, sacerdote de notoria virtud, y la coloca-


ción de esta gran Reina en el que se hizo en el primer
año de su pontificado, es lo más memorable de su tiempo.
Poco después de esto, abrumado el viejo Barreda igual-
mente del pondus del provisorato que de su avanzada edad,
nombra su Ilustrísima por Teniente de provisor al doctor
don Miguel Muñoz, hombre buscado de propósito por
su dura condición para arrostrar al Cabildo eclesiástico,
con quien ya Barreda ni el prelado se versaban como
antes. Muere en fin Barreda el día 13 de enero de 1747.
Queda Muñoz en calidad de propietario y absoluto; suel-
ta con más libertad que nunca la rienda de su ferocidad,
encarando sus importunas y voluntariosas competencias
hasta con el Gobernador don Gabriel José de Zuloaga.
Hace éste sus recursos al rey. El consejo en vista de sus
justificados informes separa, priva e inhabilita a Muñoz
del provisorato, por el adusto carácter de su imperiosa
conducta, pero no pudo esta cédula venir tan presto que
no hubiese ya fallecido el señor Abadiano, logrando con
este motivo el que no se hiciese tan ruidosa que pudiera
impedirle volverlo a obtener, como lo obtuvo, y se verá
después, aunque con el mismo y peor desastre. Muerto
el señor Abadiano el día 6 de mayo de 1 747 y a prin-
cipios del quinto de su pontificado, regulado por la fecha
de sus últimas bulas, el Cabildo sede vacante elige por
su vicario capitular a su maestreescuela el doctor don
Pedro Tamarón, una de las dignidades de su coro.

22°—FA Ilustrísimo señor don Manuel Jiménez


Bretón, natural de la villa de Orduña en el señorío de
Vizcaya. Creólo el mismo Benedicto X I V ; pero no
tuvo la dicha de consagrarse por haber sobrevivido poco
tiempo al fiat pontificio. Murió en su misma patria el
día 29 de marzo de 1 749. Otros dicen que murió a tiem-
po que pasaba a consagrarse a Córdoba.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 53

23°—El Ilustrísimo señor don Manuel Machado y


Luna, natural de la Villa de Casares en la provincia de
Extremadura, catedrático de prima de cánones de la Uni-
versidad de Salamanca y reputado por uno de los más
sabios de la disciplina eclesiástica. Creólo el propio Be-
nedicto X I V en 27 de setiembre de 1 749. Se consagró
en la iglesia de san Francisco de la Aguada de Puerto
Rico día 16 de agosto de 1 750. Tomó posesión de este
obispado el día 31 del mismo mes y año. Puso por su
Provisor y vicario general al doctor don Carlos de He-
rrera, canónigo magistral. Erigió en parroquias confor-
me a lo dispuesto por la real cédula del señor don Fer-
nando V I de 25 de agosto del mismo año de 1 750, fecha
en (espacio en blanco), las iglesias de San Pablo, Alta-
gracia, Candelaria y La Guaira, proveyendo sus rectorías
en los mismos que las servían en calidad de ayudas de
parroquia, el año siguiente de 1751, cediendo y cortando
con sus discretas, acertadas y doctas resoluciones las bien
reñidas controversias que se excitaron entre los curas de
Catedral y San Pablo, en puntos de territorio y despoje
que aquellos atribuían a éste, y entre los mismos de Cate-
dral y las tres parroquias de la ciudad y todas juntas con-
tra la de La Guaira, sobre la dotación de sus rentas que
mandó hacer del noveno que estaba asignado para los de
Catedral, como con toda individualidad consta de la real
cédula de aprobación fecha en Buen Retiro a 8 de octu-
bre de 1752, y que no tuvo el gusto de ver por haber
muerto el día 29 de enero de 1 752, en esta ciudad de
Caracas, quedando en calidad de Vicario capitular por
el venerable señor deán y cabildo, el mismo magistral don
Carlos de Herrera, en cuya vacante y año sucedió la me-
morable novedad de la reforma de los días de fiesta en
que se puede trabajar cumplido el precepto de la misa, y
la de las tres misas del día de finados, mandado todo por
Benedicto X I V .
54 BLAS JOSÉ TERRERO

24"—El Ilustrísimo señor don Francisco Julián A n -


tolino, natural de Cevico de la Torre, obispado de Palen-
cia en Castilla la Vieja, canónigo penitenciario de la san-
ta iglesia de Badajoz, prelado amable por su pacífica ín-
dole, obispo de Puerto Rico, promovido a éste por fiat
pontificio expedido por el mismo Benedicto X I V en 25
de setiembre de 1 752, con el cual y los reales excecuto-
riales despachados en 7 de noviembre del mismo año, to-
mó posesión de este obispado en 1 7 de febrero de 1 753.
Determina desde luego poner de provisor a sujeto de su
satisfacción, que de intento traía consigo para este efecto.
El excelentísimo Ricardos que entonces gobernaba la
provincia, adicto con extremo al expresado don Carlos de
Herrera, valiéndose de la aparatosa autoridad absoluta
de que lo había investido la rebelión de los isleños, pre-
textando motivos de real servicio, hace que su Ilustrísima
contra su voluntad continúe a Herrera y despida aquél.
El prelado lo ejecuta así, atendiendo a las circunstancias
de aquel tiempo; pero no se pasó mucho sin que el Go-
bernador viese desaprobado su procedimiento de su Ma-
jestad por real cédula (*) ; aunque nunca separó el
( 1 0 )

obispo a Herrera del provisorato, por haberse vuelto a


Puerto Rico el sujeto que traía.

25 —El Ilustrísimo señor don Diego Antonio Diez


9

Madroñero, natural de la villa de Talarrubias en el ar-


zobispado de Toledo, provincia de Extremadura. Creó-
lo el mismo Benedicto X I V en 24 de mayo de 1 756.
Toma posesión por él, en virtud de sus poderes, don Ma-
nuel de Sosa y Betancourt, arcediano de esta catedral y
obispo electo de Cartagena de estas Indias, el día 9 de
setiembre del mismo año. Llega al puerto de La Guaira
el día 17 de junio y el 20 del mismo del año de 1 757 en-
tra en esta ciudad. Llevado quizás del atractivo del
( 1 0 ) . N o existe en el original del P. Terrero n o t a alguna
correspondiente a esta l l a m a d a . — N . del E.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 55

paisanaje determina poner por su provisor al chantre don


Pedro Tamarón: excúsasele éste, persuadiéndole al mis-
mo tiempo no hiciera ninguno de la tierra y a que desde
luego nombrase de los de su familia, aunque no tuvieran
toda aquella capacidad suficiente. Abrasa su Ilustrísima
sin resistencia este dictamen, que en realidad tenía más
de capricho que de consejo, y que acaso no dejaría tam-
bién de tener sus secretos resortes, y elige por su provisor
a don Lorenzo Fernández de León, que venía en calidad
de su secretario; hombre mozo, sin experiencia de gobier-
no, novicio aún en los derechos, pero de una aplicación
constante que lo hizo con el tiempo famoso jurista; de
genio estricto, dominante, de fieros modales y tan conten-
cioso como incedable, que no sólo lo hizo mucho más
odioso que lo que pudiera haberlo hecho la irregularidad
de sus procederes, sino al mismo tiempo más rígidas de
lo que lo eran las loables virtudes del prelado. De ma-
nera que a no haber sido esto, su Ilustrísima hubiera sido
el pastor más amable y él sin duda se hubiera adquirido
para siempre la universal estimación de toda la diócesis.
De aquí tuvo su origen las vergonzosas y públicas ob-
yusgaciones del clero menos perfecto. Los santos ardo-
res de que se abrasa su Ilustrísima, como no tiene quien
sé los modere, todo se lo facilitan. Para Jarle su des-
ahogo reduce la sala de corona a unos calabozos tan inde-
corosos como horribles y asquerosos, hasta para la vejación
de los más abominables malhechores. Establece todos
los meses una conferencia moral, a donde obliga a com-
parecer con riguroso apremio a todo el venerable clero,
sorteando en el acto así la cuestión como el sujeto que la
había de sustentar. Vuelve a revivir contra él el sistema
del señor Escalona, apremiándolo con fuertes edictos a la
asistencia del coro, no obstante habérsele cerciorado ser
éste un punto líquido y resuelto por real cédula a favor
del clero; pero nada de esto tiene efecto: el cielo se de-
clara benigno por éste y frustra al Ilustrísimo sus desig-
nios. Prende el contagio de viruelas el año de 1 764;
56 BLAS JOSÉ TERRERO

el terror de este accidente que había cerca de cuarenta años


que no se padecía, pone a la ciudad en un lastimoso de-
sierto, y desaparece esta escolástica y tremenda asamblea,
así con el motivo de los clérigos degregados como de los
muertos. Llega al provisor la noticia de la última enfer-
medad del obispo el mismo día que fija sus temerarios
edictos de la asistencia al coro y aún no se había cumpli-
do su término, cuando ya no era provisor, ni lo volvió a
ser jamás a pesar de los más importunos y poderosos em-
peños que hizo para serlo.
Colócase en la capilla del hospital de San Lázaro,
que se había principiado ocho años antes, en el sexto de
su pontificado, la Augusta Majestad Sacramentada, el
día 13 de mayo de 1762; aprobándole su Majestad por
su real cédula fecha en Buen Retiro a 3 de diciembre
del mismo año, el no habérsele admitido a doña Luisa
de Bolívar la donación que quería hacer a esta iglesia por
traer embebida la condición de que se le había de echar
al heredero de un vínculo que pensaba fundar, contra lo
dispuesto por la sagrada congregación y derechos del real
patronato, la llave del Sagrario los jueves santos. Intro-
duce la loable costumbre de hacer señal en las iglesias al
amanecer y mediodía, para saludar a la Reina de los
Angeles, que hasta su tiempo sólo se hacía al anochecer.
Hace exponer sus imágenes a la pública veneración de
los fieles, colocándolas en todas las cuadras de la ciudad,
distinguiéndolas con sus respectivos títulos, titulándola con
el nombre de Mariana y exhortando a sus vecinos a que
cada uno eligiese un santo por patrono de su casa. Dota
los ejercicios anuales del colegio. Establece en San Mau-
ricio y las parroquias las misiones de cuaresma por el or-
den del clero y comunidades. Destierra con sus serias
reprensiones y el santo rosario que saca por las calles de
todas las iglesias, el infernal e insolente abuso de las car-
nestolendas, que nuevamente se ha vuelto a introducir con
la misma furia que antes. Refina con la suya la hones-
tidad, vestido y modestia de su clero. Reforma con su
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 57

ejemplaridad en mucha parte de su grey sus corrompidas


costumbres. Jamás se resolvió ordenar a ninguno sin ha-
ber hecho primero con él la rigurosa prueba de su voca-
ción y virtud, sobre la escrupulosa averiguación de su vida
y costumbres. Fomenta la fundación del oratorio de San
Felipe Neri, que comenzó a formarse el año de 1 763;
compra a los padres el sitio donde tienen trazada su igle-
sia y altozano y franquéales sus paternales informes para
alcanzar del soberano su licencia, como de facto se con-
siguió, por su real cédula fecha en Buen Retiro a 2 de
julio de 1 764. Afligida amargamente su amada grey el
año de 1 764 con el incendio de las viruelas, que prende
en ella, sacrifica su persona a las públicas penitencias,
para aplacar la ira de Dios; consume todas sus rentas
hasta empeñar su mitra en cerca de veinte mil pesos, para
aliviar y socorrer a los inficionados del contagio. Habi-
lita en parroquias, en cuanto alcanzan sus facultades y
lo exige la necesidad del caso, a Santa Rosalía y a San
Lázaro, para la más pronta administración de los enfer-
mos, que no alcanzaban a dar las demás parroquias, pol-
la espantosa multitud de muertos, a cuyo efecto tenía ya
antecedentemente suplicado a su Majestad al propio
intento, se sirviese de erigir en parroquia a Santa Rosalía,
desmembrándola de la vasta y laboriosa de San Pablo,
donde estaba situada, por la imposibilidad física y moral
que había experimentado tenía un solo operario de cul-
tivarlas ambas; pero no tuvo esto efecto a causa de haber
trascendido el cura de San Pablo sus santas intenciones.
Este párroco que en realidad sentía más los desmedros
de su hijuela o décima, que las necesidades espirituales de
sus feligreses, no acomodándole los santos pensamientos
de su Ilustrísima, se puso en arma para frustrarle sus de-
signios, haciendo discordar con ciertos respetuosos empe-
ños a don Felipe Ramires que gobernaba la provincia,
con cuyo informe se conformó don José Solano que fué
el que lo remitió, logra con efecto, a la merced de sus
sumisas y secretas inteligencias, por la real cédula de 21
58 BLAS JOSÉ TERRERO

de octubre de 1 764, fecha en San Ildefonso, el que sólo


se mandase erigir en ayuda de parroquia. El prelado
que sabía demasiado lo nada que sufragaba a sus justifica-
dos fines esta providencia, embarazado por otra parte dé
las inmensas ocurrencias de la visita que tenía entre ma-
nos, no permitiéndole ponerse nuevamente de acuerdo con
el vicepatrono, para volver a informar, suspende la eje-
cución del real despacho y nada tuvo efecto por este en-
tonces.
Regularmente juzga el hombre que cuando Dios, por
los efectos de su infinita misericordia, suspende sus casti-
gos para no acabar de una vez con la criatura, es para
no volverlos a descargar jamás, y por eso se vuelve a en-
tregar a su flaqueza con más descaro que antes. Varios
ejemplares de esta conducta estúpida nos ofrece la Divina
Escritura y la procaz Caracas nos va a presentar el suyo.
El espantoso castigo de las viruelas, que después de otros
parecía había de hacerla volver sobre sí, la estraga más
que nunca, abandonándose a un relajamiento que en bre-
ve pasará a ser descaro y después obstinación, que no
tendrá otro remedio (si Dios no se digna mirarla con los
ojos de su clemencia) que su eterna ruina. Entretanto,
Padre al fin amoroso, que nunca se resuelve a castigar sin
reconvenir primero con su misericordia, la envía desde
luego su aviso auxiliador en la terrible conmoción de un
terremoto, que la hubiera sin duda subvertido el día 21 de
octubre de 1 766, a las cinco de la mañana, a no haber
sido por la visible y milagrosa interposición de Ja Santísi-
ma Madre de la Merced, que a inspiración misteriosa de
este prelado que se hallaba en la visita del pueblo de Ma-
racay, la había mandado conducir en procesión a la ca-
tedral, sin saber por qué ni para qué, dos días antes de
aquella madrugada, donde se hallaba con otros religiosos
de su orden, que perennemente la velaban día y noche:
por cuyo beneficio, queriendo la ciudad en prueba de su
gratitud y del reconocimiento nada equívoco, que man-
tiene haber sido su soberana interposición la que la libró
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 59

de la ira de Dios perpetuarlo en su memoria, la hizo el


solemne voto de la fiesta que la celebra el día 21 de oc-
tubre ; siendo lo más pasmoso de este suceso el que no ha-
biéndose desprendido con tan estupendos vaivenes ni una
sola teja de la más humilde y despreciable choza, hizo
todo su estrago en los templos, quizás para denotar con
esto la funesta crisis que iba a hacer la religión el año si-
guiente con el memorable evento que se hizo con la ex-
pulsión de los padres de la Compañía de Jesús, a la mis-
ma hora del día (espacio en blanco), golpe que hirió
vivamente el corazón de este prelado verdaderamente ac-
tivo, de los más justos que ha tenido la silla, por la inte-
gridad de su justicia, por la rectitud de sus operaciones,
por la delicadeza de su conciencia, por la pureza de las
costumbres, por la austeridad de su vida, por su sólida
piedad, por su tierna, eximia y cordial devoción a la San-
tísima Virgen, como por todas las demás sus loables vir-
tudes, que sólo pudo sombrearlas la nimia rigidez de su
celo, junto con la desgracia de haberle tocado un provisor
de las duras e insoportables genialidades que quedan re-
feridas.
Consagró al Ilustrísimo señor don Felipe Ruiz Aris-
mendi, arzobispo de Santo Domingo; al Ilustrísimo señor
don Manuel de Sosa y Betancourt, obispo de Cartagena
de estas Indias; al Ilustrísimo señor don Pedro Tamarón,
obispo de Durango, y a los Ilustrísimos señores don Pedro
de Oneca y don Mariano Martí, ambos obispos de Puer-
to Rico. Murió en la ciudad de Valencia, entendiendo
en su santa y pastoral visita, y en donde tenía emprendida
y consumidos muchos pesos en una famosa casa de piedad
y reclusión, que después se disipó con su muerte el día 3
de febrero, entre las diez y once de la mañana, del año
de 1 769, el cincuenta y cuatro de su edad y el trece de
su pontificado, regulado por la fecha de sus bulas. Lle-
gada la noticia de su muerte, el Capítulo sede vacante
elige por vicario capitular a su arcediano el doctor don
Francisco de Tovar.
60 BLAS JOSÉ TERRERO

26"—El Ilustrísimo señor don Mariano Martí, na-


tural de la villa de Brafi, en el arzobispado de Tarrago-
na y principado de Cataluña. Promovido del obispado
de Puerto Rico a éste, que entró a gobernar sin sus bulas
el día 1 1 de junio de 1 770, y pone por su provisor el día
15 del mismo al doctor don Bernardo Rodríguez de V a -
lenzuela. Creólo primeramente Clemente X I I I y lo re-
eligió para éste Clemente X I V , en el primer año de su
pontificado, que comenzó el 19 de marzo de 1 769. Toma
posesión de su catedral en virtud de sus bulas el día 14
de agosto del mismo año, saliendo para este efecto reves-
tido de pontifical de la capilla que, en ínterin se fabrica-
ba su iglesia, habían fabricado los padres del oratorio de
San Felipe Neri; y al instante se asoma a la vista una
trastornación universal en toda la Diócesis, como se ve-
rá, durante el tiempo de su pontificado. Hácese la de-
dicación de esta devota capilla el día 18 de diciembre y
de la expectación de Nuestra Señora del año de 1771,
trayendo su Ilustrísima desde la catedral, revestido de
pontifical, la adorable Majestad Sacramentada, en una
solemne procesión, en donde venía también la estimable
reliquia del cuerpo del glorioso mártir San Justino, que
se atesora en esta iglesia, en cuya tarde se le dio a los
padres la auténtica posesión de su oratorio y quedando
desde este día establecida la congregación, arreglada al
breve de Clemente X I V , expedido en Roma a 4 de di-
ciembre de 1 769. Disgustado su Ilustrísima con la ex-
trema sencillez de Valenzuela, remueve a éste del provi-
sorato y nombra a principios de octubre de 1 772 al doc-
tor don Miguel Muñoz, doctor teólogo de un genio ar-
diente y por cuya voluntariosa condición había sido man-
dado a deponer de este puesto por real cédula del 1 745;
encargando su Ilustrísima al mismo tiempo a su apodera-
do le mandara de la Europa sujeto canonista para el
caso, por no cuadrar a su genio el de tantos facultativos
que había aquí. Llega con efecto a La Guaira el licen-
ciado don Pedro Messias por octubre del año de 1 773,
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 61

con su pase del Consejo y a tiempo que el obispo se ha-


llaba en la visita de Maracaibo; pero como ya Muñoz se
había dado el arte de ganarse al prelado, repudia a Mes-
sias con deshonor habiéndolo hecho venir desde la Espa-
ña, y continúa Muñoz a quien por sus infundados e ile-
gales procederes mandó el rey separar del empleo, por
real cédula del año de 1 776, prohibiéndole a su Ilustrísi-
ma poner en él, sujeto que no fuese canonista.
Habíase su Ilustrísima desde el principio de su esta-
blecimiento disgustado con los padres del oratorio, por
varios puntos que sería molesto repetirlos y se reducían
en sustancia a sujetar enteramente a su pulso la congrega-
ción. Síguenlo algunos de los padres: precisado a sepa-
rar a Muñoz, nombra por su provisor al padre Lindo,
que era uno de sus aliados, y logra éste a satisfacción
la coyuntura así de desertar con honor de San Felipe
Neri, como de poner en movimiento aquellas naturales
cuanto insaciables aspiraciones de sobresalir, mandarlo
todo y hacer eco, para lo que no le ofrecía sus proporcio-
nes la congregación de San Felipe Neri. Aquí es impo-
sible hablar de este prelado sin dejar de hablar de Lindo.
El hecho de haber éste abandonado el oratorio junto con
aquellas equívocas y artificiosas accesiones, de que era
más fecundo que de letras, lo hizo tan dueño del nacional
e inaccesible genio de su Ilustrísima, que se harían increí-
bles a la posteridad los desatinos que le hizo cometer, a
no quedar estampados en tantas vergonzosas cédulas. Un
Gobernador celoso de las soberanas regalías, igualmente
que desinteresado, era su único freno; pero todo lo logra
a la medida de su genio. Calorisa y sostiene a su Ilus-
trísima en el estilo y fórmula que desde su ingreso a esta
Diócesis había establecido contra los antiguos cánones y
concilios, de exigir a todo eclesiástico, aunque fuese pre-
bendado, al tiempo de conferirles los órdenes y los bene-
ficios, el juramento de fidelidad, humildad y obediencia
para sí y sus sucesores, a más de la simple promesa prevé-
62 BLAS JOSÉ TERRERO

nida en el pontifical romano y el de la protestación de la


fe establecido por punto general en la sección 24 del con-
cilio de Trento, capítulo 1 y 12 de reformación y bula
de Pío V , teniéndolo ya reprobado su Majestad por real
cédula fecha en Aranjuez a 7 de mayo de 1 782, en la
que extrañando el formulario y nuevo juramento que ha
introducido, le manda al reverendo obispo lo recoja y can-
cele, absteniéndose en lo sucesivo de introducir novedades
que no han usado sus predecesores, así de obligar con este
motivo a los eclesiásticos a servir los beneficios que le se-
ñalare, como el de expedirles nuevo título a los presenta-
dos por su Majestad a las prebendas de su real patronato;
en inteligencia de que usará de su económica potestad en
caso de contravención.
Por este tiempo crecía con extremo en Santa Rosalía
la necesidad de su pastor espiritual, y con este motivo ha-
bía aquel vecindario elevado sus clamores, patrocinados
del del antecesor y piadoso Gobernador don José Carlos
Agüero, a los oídos del soberano. Echa éste menos la
erección de viceparroquia que desde el año de 1 764 se
había mandado hacer. Reconviene a este prelado con su
falla, mandándole por su real cédula fecha en Aranjuez a
23 de abril de 1777, la pusiese en obra con preferencia a
otro cualquier asunto. Lindo que espera con impaciencia es-
ta ocasión para obsequiar al cura de San Pablo, su íntimo
aliado, despoja a la mitra, no sólo del derecho que tenía
sobre de esta iglesia por haber sido fabricada y reedifica-
da por ella, sino del ejecutoriado por real cédula del año
de 1 735, de presentar sujeto para el servicio de ella. En-
trega al cura de San Pablo el dominio de una iglesia que
nunca había tenido y hácelo, por la audacia de un atenta-
do el más insolente, vicepatrono regio de ella, dejando a su
arbitrio la presentación y nombramiento del vicepárroco
por auto de 2 de octubre de 1777, con vulneración de
las soberanas regalías y sin más intervención del Gober-
nador que su noticia. Quedó establecida esta viceparro-
quia el día 1 1 de octubre de 1 777.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 63

Idólatra furioso de su propio capricho, apenas entra


en el provisorato cuando abroquelado de las satisfaccio-
nes del obispo y del vicepatrono regio, a quienes supo
unir con los vínculos del parentesco espiritual y con otros
acaso más poderosos, cuando hace al rey con inaudito
atrevimiento la representación más insolente (como se ex-
plica el mismo Soberano), tan injuriosa como crítica con-
tra su real y supremo Consejo en quien está representada
con tanta inmediación su augusta persona. Había dicho,
cuando andaba tras los ambientes de este puesto, no se
alegraba colocarse en él por otra cosa que por fomentar
y levantar el abatido clero; y nunca se vio éste en situa-
ción más triste ni infame que en su tiempo. Fija contra
él crueles edictos obligándolo a comparecer ante un secu-
lar, como era el mayordomo del Seminario y a contribuir-
le la pensión del tres por ciento a que acaso ya no estaba
obligado. Recoge hasta de los religiosos de mayor
graduación y carácter las licencias de confesar y predicar,
para despachárselas por unos tiempos cortos y obligarlos
con este motivo a comparecer a su presencia, a la medida
de su antojo. Inspira a su Ilustrísma el pensamiento de
visitarlos, apremiando, en desahogo de sus secretos resortes,
a los franciscos, que se defendían en virtud de sus privi-
legios, a que exhibiesen los libros reservados de sus me-
morias, con un arresto de ochenta días que mantuvieron
desde el día 20 de setiembre de 1 779, en que quedó en
cierto modo incluido su patriarca; tan escandaloso como
injurioso, seguro de que el Gobernador su compadre no
les franquearía el auxilio ordinario de la fuerza. Hace
introducir indebidamente a este prelado en la privativa
jurisdicción del cancelario, seminando con esta acción una
infinidad de escándalos, precipitando a su señor, no sólo
a revocarle sus providencias, a convocar claustros, a pro-
videnciar autos contra el maestreescuela, privándolo de
voz y sustrayéndolo a la obediencia de sus subditos, sino
a pasar hasta excomulgarlo y fijarlo en tablilla, sin previa
monición ni aún noticia, sin facultad ni causa legítima y
64 BLAS JOSÉ TERRERO

con notoria violencia y opresión de esta dignidad, como


lo declara el rey en la real cédula de 4 de octubre de
1 784, fecha en San Lorenzo, en la que le manda a dicho
Lindo, como autor de estos alborotos con notoria trasgre-
sión de sus reales cédulas, cumpla con las leyes de buen
vasallo sin sustraerse con sus cavilaciones de la obedien-
cia de sus superiores mandatos. En medio de días tan
turbulentos, tanto en una como en otra era, no se experi-
mentó más suceso notable que la conclusión del célebre
templo de la Santísima Trinidad y la augusta dedicación
y colocación de la Divina Majestad que se hizo el día 15
de junio de 1 783. Con el motivo de la nueva imposición
que se hace al estado eclesiástico, el día 8 de diciembre
de 1 783, del subsidio del seis por ciento de todas las ren-
tas eclesiásticas para el rey, sugiere a su Ilustrísima con
acrimonia apremie con angustiados edictos al clero y co-
munidades, a fin de asegurarla, hasta con la pena de cen-
sura, al paso que otros prelados se empeñaban en implo-
rar la clemencia del soberano, como la alcanzó el arzo-
bispo de Santo Domingo. Reduce el propio a su arbi-
traria autoridad la real pragmática de los disensos, tan
escrupulosamente recomendada de los soberanos, despa-
chando a su antojo sus licencias para presenciar los ma-
trimonios, no embargante el doloroso clamor de las par-
tes. Conducido de aquella ciega pasión de levantar a
sus sobrinos, primos y aliados, persuadía a su Ilustrísima,
para lograr colocarlos a la medida de su gusto en los me-
jores curatos y beneficios, ser ellos los más idóneos para
el caso, no obstante la ventajosa conducta y mérito de
otros sujetos, que después de hacerlos sufrir el concurso,
eran desatendidos con escandaloso desaire y cuyo desho-
nor hubo a quien quitó la vida. No había, en fin, quien
no fuese sin resistencia la víctima de su despotismo. El
recurso al soberano, que era lo único que podía acabar
con él, lo tenía enteramente cerrado el inminente peligro,
junto con las vastas y preferentes ocupaciones de la guerra.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 65

Entretanto que sucedía esto en Caracas, en la corte


se trataba con ardor de la división de su obispado. Con
efecto, llega a Maracaibo a los últimos de marzo de
1 784 el Ilustrísimo señor don fray Juan Ramos de Lora,
religioso de nuestro padre san Francisco, por primer obis-
po de Mérida, y quedan desmembradas de este obispado
las ciudades de Maracaibo, Coro, Trujillo, con sus villas
y pueblos anexos, corriendo hasta las pingües riveras del
caudaloso Apure, que componía una de sus más opulen-
tas veredas. En fin, agitado el Consejo de los monstruo-
sos procedimientos de Lindo, despide otra real cédula
fecha en San Lorenzo, en el propio día 4 de octubre de
1 784, en la que deponiéndolo del provisorato lo reduce
a la clausura de san Felipe Neri, de donde había de-
sertado, y a su señoría Ilustrísima, de toda inteligencia di-
recta ni indirecta con él. Pero como los recursos que
había en la corte eran tantos, le fué preciso al mismo su-
premo Consejo, por otro igual atentado vulnerativo de la
real pragmática de los disensos, expedir otra, fecha (un
blanco en el original) multando en 2.000 pesos, aplicados
a la parte agraviada, y desterrándolo a él a Puerto Rico,
siéndole forzoso a su Ilustrísima desde el día 7 de enero
de 1 785 acomodarse con la dulce y pacífica condición
del doctor don Vicente Pérez, que quedó en lugar de
Lindo, cuya amable condición, política, crianza, urbani-
dad y loable modestia jamás lastimó a ningún subdito.
En este mismo año de 1 785 fué que estableció su
Ilustrísima la casa de ejercicios en la que recobró de los
padres de san Felipe, asignándola las tiendas y casa de
campo que tenía en el camino de La Vega. Mientras
sucedían estas cosas, doña Teresa Rivas o Esteves (a
quien después se asoció doña Josefa T o r o ) , hacía a la
corte sus pretensiones para revivir la fundación del con-
vento de monjas Reginas, que desde el año de 1 730 ha-
bía dejado dispuesto don Francisco Reinoso y doña Ma-
nuela Larrauri, su mujer, como en efecto su Majestad se
la concede por su real cédula fecha en San Ildefonso a
8
66 BLAS JOSÉ TERRERO

1' de octubre de 1786; pero no por esto se dejó de ver es-


ta santa obra con la misma indiferencia que siempre. No
aconteció así al hospicio de los padres capuchinos, pues
aún no había sido bien recibida la real cédula fecha en
Aranjuez a 10 de mayo de 1778, para que se fundara
en el sitio que les había dado su Ilustrísima, contiguo a
las referidas tiendas y casa de campo, cuando en menos
de tres meses tenían ya concluida la capilla, que dedica-
ron el día de la Purísima Concepción, del mismo año de
1 788. Restituido Lindo de Puerto Rico a los seis me-
ses, por los encarecidos ruegos de la Audiencia que se
había establecido el día 19 de julio del año antecedente
de 87, mendingados al prelado no obstante la prohibición
que le tenía hecha su Majestad en las ya citadas cédulas,
volvió a dirigir y gobernar a su Ilustrísima con más auda-
cia que nunca, satisfecho que no sonaría ya como antes en
lo público, abusando de su paternal y sincera confianza,
abstrayéndolo hasta del afecto de sus mismos familiares,
acaso disponiéndole con estos pesarosos resortes su muerte
y dejando oscurecido el santo candor de este prelado, que
lo hubiera hecho sin duda extremadamente amable.
Consagró a los Ilustrísimos señores don Francisco
Cano, obispo de Santa Marta; don fray Francisco de los
Ríos, obispo de Panamá, y a don fray Fernando del
Portillo y Torres, arzobispo de Santo Domingo. Un aire
destemplado que recibió una tarde en su casa de campo
fué quien le quitó en cinco días la vida a un prelado tan
robusto y sano, que los cirujanos que hicieron su eviscera-
ción quedaron admirados de ella. Murió el lunes dspués de
la quincuagésima, 20 de febrero a las siete y tres cuartos
de la noche de 1 792, en esta capital, el setenta, dos meses,
seis días de su edad, y el veinte y dos de su pontificado
de Caracas. El Cabildo eligió, aunque reservándose al-
gunas facultades, por su vicario capitular a su doctoral
doctor don Luis Antonio Méndez Quiñones, a quien el
mismo día llegó la noticia de su ascenso a la dignidad de
maestreescuela.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 67

PREVENCIÓN

Que me he propuesto concluir aquí esta primera


parte, lo primero por la memorable época que ha hecho
este TEATRO en la era eclesiástica, con la división del obis-
pado de Mérida con éste el año de 1 784; y en la era po-
lítica por el establecimiento, que a los tres años después
de 1 787, se hizo de la real audiencia; lo segundo, por el
diverso semblante que con ella ha tomado y va tomando
este TEATRO; y lo tercero, porque siguiendo ésta se haría
interminable, teniendo siempre abierta para la ocurrencia
sucesiva de los personajes que la componen, lo que se re-
media con el arbitrio de formar una segunda parte para
que se continúe en ésta la futura sucesión de ellos, por
alguno que quiera tener esta curiosidad. Lo que todo
sea para gloria del Señor y de su admirable y adorable
Providencia.
ERA SEGUNDA ECLESIÁSTICA

Año de 1800
Introducción a ella

Esta la comenzó a hacer, el TEATRO de esta Provin-


cia en lo físico o material, por la nueva erección del obis-
pado de Mérida, en que quedó éste desposeído de las
ciudades de Maracaibo, Coro y Trujillo con sus villas y
pueblos adyacentes, y por el alto llano de las hermosas y
pingües campiñas del otro lado del famoso Apure, que
fué lo que hizo la mejor y mayor porción de su opulenta
décima; y en lo moral, por la monstruosa corrupción de
las costumbres, tanto más sensible cuanto sustrae y ador-
mece las almas sobre el insensible olvido de aquel eterno
y terrible destino que les espera. Comenzó así el clero
como las religiones, antes tan venerables, a enflaquecer y
debilitarse de varones de espíritu, celo, integridad, desin-
terés, virtud y demás cualidades que hacen el esencial dis-
tintivo de un ministro de Jesucristo y de un intercesor entre
Dios y el hombre; y por aquí comenzó aquélla.
Habíase introducido con más incentivo que más antes
de veinte y cinco años, en la autoridad eclesiástica, el
orgullo, la sevicia y mucha parte del despotismo, y en las
prelacias de las religiones el engreimiento, las alianzas y
las furiosas aspiraciones, que transformaron en servil la
preciosa virtud de la obediencia, y la divina inmunidad
del sacerdocio en una vergonzosa y miserable esclavitud.
Con este motivo, los hombres de calidad, sensatos y de
70 BLAS JOSÉ TERRERO

probidad, sustrayéndose a sí y a sus hijos de la milicia


eclesiástica, franquearon la introducción a sujetos de no
buena nota y calidad, que por salir de la obscuridad de
su nacimiento, ilustrar su familia, hacer fortuna y reves-
tirse de una autoridad superior a su mérito y que los saca
con brillo fuera de su esfera, se sujetaban a sufrir las pro-
ducciones más odiosas que puede abortar la soberbia y fe-
rocidad de un corazón que se endiosa en su mando. Pues-
ta en manos de unos sujetos de estos sentimientos, que
acaban de salir del ratero y mercedario seno del meca-
nismo, la asombrosa potestad de las llaves, la doctrina del
Evangelio, la moral de Jesucristo, la dirección espiritual
de las almas y el cuidado del rebaño, para lo que se re-
quiere una fe igualmente robusta que radicada, una hu-
mildad original, una discreción noble, adquirida más bien
que en la educación de las clases, en los esmeros de una
fina y cristiana crianza, y finalmente unas virtudes nada
comunes, sublimes y sólidas, ya se deja concebir, no sólo
el nutrimiento y cultivo que tendrán las costumbres ni el
respeto y veneración con que aprecian la dignidad las
personas de un distinguido carácter, sino la insuperable
dificultad que se descubre a esta reforma, supuesto que era
necesario abolir aquella distinción ideal que introdujo el
aliciente de las personas entre sacerdote y sacerdote. Es-
te es el fatal origen de la relajación, porque si un solo
sacerdote desnudo del espíritu de Jesucristo, hace en la
tierra lo mismo que hizo en el cielo el ángel prevaricador,
que se arrastra con su contagioso ejemplo la tercera parte
de los pueblos, ¿qué serán pues tantos? Esto lo que ha
hecho inundar toda la tierra de aquella iniquidad que ex-
tingue la caridad y lo que finalmente acabará, no sólo
con las repúblicas y los reinos, sino hasta con el universal
teatro del mundo, como nos lo tiene predicho Jesucristo:
Et mulíi pseudo prophetae surgent et seducent mullos. Et
quoniam abundavit miquilos, refrigescet chantas multoram.
San Mateo; cap. 2 4 ; v. 11 y 12. Pero Dios sabe re-
mediar todo cuando le place.
S E R I E P R I M E R A D E LOS I L U S T R I S I M O S
OBISPOS

(Continuación)

El Ilustrísimo señor doctor don Mariano Martí fué


el último de la primera época. Le sucedió:
27"—El Ilustrísimo y Reverendísimo señor don fraj
Juan de la Madre de Dios Viana, carmelita descalzo,
natural de Creólo Pío V I en el mismo año de la
muerte de su antecesor. Envió sus poderes al deán y ca-
bildo de esta catedral: al primero para que tomase su po-
sesión y al otro para que nombrase gobernador del obis-
pado, como en efecto lo hizo, uno y otro el día 1 de fe- 9

brero de 1 793, quedando desde este mismo día el vicario


capitular a quien nombró el cabildo en calidad de gober-
nador del obispado. Llegó a La Guaira el día 24 de
julio de este mismo año; pero como venía sin consagrarse
le fué preciso embarcarse para Santo Domingo, el día 26
del mismo, a donde lo efectuó el día 4 de agosto, y de
regreso llegó a La Guaira el día 7 de setiembre, y subió
a esta ciudad el día 1 1 del mismo, en el que tomó pose-
sión de su obispado. Puso por su provisor y vicario ge-
neral al doctor don Andrés de Manzanares, que había
(11). En blanco en el original. Según datos merecedores de
toda fe, el obispo Viana nació el 30 de noviembre de 1745 en Lagrán,
provincia de Álava, de familia noble y rica. Era hermano del conde
de Tepa y marqués de Prado-Alegre.—N. del E.
72 BLAS JOSÉ TERRERO

traído consigo, abogado de los reales consejos, mozo ver-


daderamente hábil, prudente, justo, discreto; jamás lasti-
mó a nadie ni con la más leve modal, ni ha tenido la mitra
provisor de prendas tan apreciables y loables. De una
integridad sin orgullo; de una humildad sin bajeza; de
un corazón benéfico y caritativo, que no lo reservaba ni al
pobre en sus necesidades, ni a las almas en el confesiona-
rio; de una crianza igualmente fina que cristiana; de una
afabilidad tan noble como atractiva, y de otras virtudes
más que harán eternamente amable su memoria.
Apenas entró su Ilustrísima en el gobierno de su
obispado cuando puso en planta las conferencias morales,
cometiéndolas a los curas de las parroquias para que to-
dos los jueves las tuviesen con los respectivos clérigos de
las parroquias; pero, o bien fuese porque le informaron el
trágico y triste efecto que tuvieron las que principió el
señor Madroñera, o porque la experiencia le iba hacien-
do ver, como se lo manifestó a uno de sus confidentes,
que con este género de vergonzosa hostilidad los mozos
más idóneos y distinguidos se abstraían del estado ecle-
siástico, inclinándose más bien a las milicias, y que los
que se presentaban a los órdenes eran de no muy buena
calidad, se vio precisado a disiparlas con un discreto disi-
mulo, sin que llegase a tener efecto en su tiempo aquel ide-
ado plan que tenía levantado sobre ellas. No correspondió
su Ilustrísima a las finas demostraciones de afecto, sumisión,
agrado, sinceridad y amor con que el clero le manifestó
obsequioso su corazón al recibirlo, bien ajeno de que se
dejaría seducir del ambicioso artificio de los colectores,
logrado a las sugestiones de sus espurios favoritos que
nunca faltan dentro del mismo clero, para que se le exi-
giese como se le exigió, la indebida contribución del tres
por ciento seminario, y que su Majestad había mandado
suspender provisionalmente, en fuerza de las justísimas,
sólidas y convincentes razones con que el clero hizo visi-
ble entre otras cosas, la notable diferencia del tiempo en
que se reguló e impuso, al presente, por el considerable y
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 73

pasmoso exceso a que había ascendido la renta decimal


y el de los innumerables beneficios que se habían fundado
desde aquel entonces, para que se liquidara por ésta, ajus-
tado al justo y equitativo espíritu del Tridentino, la con-
grua del determinado número de colegiales seminarios.
El destituido clero, así por la miserable situación en que
se hallaba, como por las violentas opresiones que tuvo que
sufrir cuando imploró su justicia, y lo que es más verosí-
mil, por considerar ahora inútiles sus esfuerzos, teniendo
como tiene este príncipe a su hermano en el supremo con-
sejo de Indias, asesinando su poderosa razón y su justicia,
se entrega sin valor al sacrificio.
Asolaba y arrastraba por este tiempo al sepulcro
mucha parte de su grey, una fiebre maligna y contagiosa,
que seminó la misma escuadra que había conducido a su
Ilustrísima, y con este motivo dispuso él que de todas las
iglesias de la ciudad, en sus respectivos días y por su or-
den, se llevasen sus principales tutelares en piadosas ro-
gaciones a la catedral, de donde después de ofrecida la
infinita víctima del sacrificio, se regresaban a sus templos;
y con efecto el cielo inclinó sus benignos ojos, suspendien-
do su enojo en un accidente que hubiera reducido a una
espantosa, pero justísima desolación a toda la ciudad.
A vista de los insuperables esfuerzos que hacía el
cura de San Pablo para que no se le desmembrase el
vecindario de Santa Rosalía, parece que su Majestad, por
la enunciativa del edicto en que se asoma ésta erigida en
parroquia, el día 24 de abril de 1795, habíala dejado al
arbitrio del diocesano; pero como el antecesor, ganado
por dicho cura, había informado al rey por su auto de
19 de agosto de 1777, cuando le reconvino con el des-
cuido de no haberla erigido en viceparroquia, como lo
tenía mandado por su real cédula fecha en 21 de octubre
de 1 764 en San Ildefonso, no había encontrado motivo
de consideración para haberío hecho, no había tenido
efecto hasta ahora, que llegan ya a lo sumo las urgencias
74 BLAS JOSÉ TERRERO

espirituales de aquel pobre vecindario, la que se proveyó


el día 5 de junio de este mismo año, en el doctor don
Francisco Xavier Fuenmayor, hijo de la villa de San
Carlos y pariente bien inmediato del actual cura de San
Pablo.
Le había concedido el Señor a este prelado un pro-
visor de la justificación que se deja referido y que, si con-
descendió alguna vez sería por la modestia de no arros-
trársele a su superior; pero no lo preserva, a pesar de las
mayores precauciones, del contagioso influjo de los aspi-
rantes, diestros en el delicado y sutil arte de seducir para
medrar para sí y sus aliados, los que lo hicieron in-
currir indignísimamente en la provisión de los beneficios
en el lindado sistema de su antecesor. Y a había concluí-
do la visita de esta capital y la de algunos pueblos de su
comarca, cuando se vio la vida de su Ilustrísima vacilante
entre la barbaridad y la muerte, a la inicua discreción de
una infernal y sediciosa conspiración, que iba a abortar el
abismo en los actos de su furia; o sería mejor decir, el in-
creíble despotismo con que los tribunales seculares, abro-
gándose hasta las inmunidades de la Divinidad, se hacían
arbitros de la justicia, de la verdad, del sudor, de la vida
y de la suerte de todos los mortales, reduciendo el vasa-
llaje a un género de esclavitud cien veces más miserable
y dura que la que sufrió el pueblo de Dios bajo la tiranía
de Faraón, y que casi, milagrosamente, se descubrió la
víspera de la Santísima Virgen y Madre de Dios del Car-
men, 15 de julio de 1 797, seminada por los reos de esta-
do, que inconsiderablemente remitieron de España, y fa-
cilitó la relajada custodia y precaución con que los tenía,
como lo acreditó la fuga que hicieron.

Este brutal relincho de la impiedad, junto con la


rabiosa emulación que le dio bien que sentir a su Ilustrí-
sima, de algunos sujetos orgullosos que colocan la men-
digada nobleza en la ferocidad del corazón y que hacen
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 75

de la elevación y de los beneficios con que los distingue


Dios, escalón para una monstruosa soberbia; que le con-
cilio su genio mitísimo, humano y dulce, afable, familiar
y magnánimo, superior a la grandeza de su dignidad y
nacimiento, le hizo avivar con ardor las pretensiones de su
promoción a la España, como que en efecto la había ya
conseguido a mediados del año de 98 . A ningún pre- ( a )

lado debía la ciudad haberle quedado más agradecida,


libertándola como la libertó, así de la sisa o pensión con
que su misma madrastra la república quería gravar el ali-
mento de la carne, prohibido por todos los derechos, a
que se opuso con integridad pastoral, como así mismo el
que se extragesen de las milicias para los destacamentos
y expediciones, los casados dejando los hijos y las muje-
res sacrificados a la inhumanidad y a la prostitución; pero
el hombre, por lo regular, fiero en sus sentimientos, más
lo obliga el rigor que el beneficio. En fin, su Ilustrísima
dejando esta ciudad condecorada con una parroquia, y
su catedral con el aumento de una ración y media ración,
se desprende de ella, y de su palacio se retira al cami-
( e )

no de la Vega, donde hace privada la consagración de


los óleos del año de 99. Sale de aquí para La Guaira
y se embarca para su nuevo obispado de Almería, la tar-
de del día 27 de junio de 1 799, el quinto año cumplido
y caminando en el sexto de su pontificado, contados desde
el día de su posesión. En cuya navegación, después de
haber sido apresado del inglés, se vio finalmente a puntó
de naufragar, escapando con la vida milagrosamente. Mu-
rió, en fin, en vía para su obispado en el convento de re-
ligiosos carmelitas de Murcia, sin haber tomado posesión
de él. Sucedióle:

(a). E n el corriente o de a g o s t o ,

(e). E l día 11 de enero.


76 BLAS JOSÉ TERRERO

28*—El Ilustrísimo señor doctor don Francisco de


Ibarra, nació en el pueblo doctrinero de Guacara, sujeto a
la vicaría de la ciudad de la Nueva Valencia. Trasladado
por una de aquellas raras promociones que se hacen en
los hijos del mismo obispado, del de la Guayana a éste,
que entró a gobernar con la real cédula de ruego y encar-
go, la mañana del día 1 1 de abril de 1 799. Varón apre-
ciable por su mansedumbre, modestia, humildad y demás
prendas y virtudes que lo hicieron amable aún desde niño.
Con todo, su elección no fué comunmente celebrada de
todos, por la alianza de sangre y parentesco que tiene
con mucha parte del engreído criollismo. Regentó en
esta real y pontificia Universidad, donde fué su vicerrector
y rector mucho tiempo, la cátedra de cánones, donde se
jubiló; y en el coro de esta catedral obtuvo la doctoral
y las dignidades de maestreescuela y chantre, de donde
fué promovido para primer obispo de la Guayana que se
acababa de erigir en catedral el año de 1 790. Había
llevado allí por su provisor a su primo hermano el doctor
don Miguel Herrera, sujeto de un espíritu altivo, presun-
tuoso y dominante y de genio díscolo, orgulloso y volun-
tarioso que lo hizo entrar en varias y ruidosas competen-
cias ; y con este motivo, luego que lo puso aquí de provi-
sor acabó de disgustarse casi todo el obispado, figurándo-
se principalmente el clero tener en él un gladiator insu-
frible; como en efecto, al punto despertó las conferencias
morales que el antecesor ilustrísimo había dejado ador-
mecer con discreción, y a entablar unos exámenes sinoda-
les para los curas, de dos horas, y tan extremados como
rígidos, contra lo dispuesto por real cédula circular fecha
en Aran juez en 10 de abril de 1 779, provocada por el
arzobispo de las Charcas, mandada observar en todas
las Indias, y contra lo resuelto y contestado a su Majes-
tad con arreglo a ella, por el Ilustrísimo Viana, al suges-
tivo chisme de un eclesiástico caprichudo, pariente tal vez
o aliado suyo. A este tiempo recibió las bulas, las que
sin embargo de no haber traído la real auxiliatoria, por
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 77

resolución de la Audiencia tomó con ellas, en virtud del


fiat de Pío V I , la posesión día 2 de marzo de 1800. ( 1 2 )

El día 15 de noviembre del año de 1804 se recibió


y publicó la cédula de su Majestad por la que es erigida
esta santa iglesia catedral en metropolitana. En este
mismo año y mes, día 28, murió el provisor doctor don
Miguel Herrera, y su Señoría Ilustrísima nombra en su
lugar por su provisor al doctor don Luis Casorla.

El día 15 de setiembre recibió el palio arzobispal


el señor Ibarra por la bula de su santidad Pío V I I , año
de 1805. Murió este señor ilustrísimo en su palacio epis-
copal de esta ciudad de Caracas, el día 19 de setiembre
año de 1806, día en que cumplía 80 años de su edad, a
las tres y tres cuartos de Ja madrugada, con las más reli-
giosas disposiciones que pueden desearse. Y el cabildo
sede vacante nombra y elige por su vicario capitular a su
tesorero doctor don Santiago Zuloaga.

(12). Lo que sigue de aquí en lo adelante en esta Era Ecle-


siástica, está escrito en los originales de letra y tinta que se dis-
tingue desde luego de todo lo que antecede. No es obra del P.
Terrero. Es una continuación por autor desconocido. En efecto,
de los datos que se poseen, resulta que el P. Terrero falleció el 12
de marzo de 1802; y la mencionada continuación se reanuda con
sucesos de 1804.—lí. del E.
SEGUNDA PARTE

Era Militar y Política


ERA SEGUNDA MILITAR Y POLÍTICA

Introducción

El año de 5492 de la creación del mundo, según


el cómputo más seguro; o el de 6691, si se quiere seguir
el castellano; el de 1492 de la venida del Hijo de Dios,
y noventa años antes de la corrección gregoriana, es el
que tenía Dios previsto para comenzar a iluminar este
nuevo mundo con la antorcha de su fe, trayéndolo al co-
nocimiento de su santísimo Nombre por uno de aquellos
designios graciosos de su adorable Providencia.
Había el almirante don Cristóbal Colón, natural de
Genova, (que fué el primer héroe que lo descubrió y a
quien Américo Vespucio, natural de Florencia, usurpó
injustamente esta gloria dándole su nombre, por otra re-
calada que hizo después), inferido la existencia y habi-
tación de estas vastas provincias por un raciocinio dedu-
cido de la rotundidad del globo terráqueo, y con este
motivo sale de España viernes 3 de agosto del referido
año, en tres bajeles aprestados por los reyes católicos don
Fernando, rey de Aragón, y doña Isabel, reina de Cas-
tilla. Hace su primer recalada en las islas de la Florida,
viernes 12 de octubre, a los treinta y tres días de navega-
ción, después de las imponderables aflicciones de una na-
vegación nunca hecha ni vista. Continúa este insigne náuti-
co en éste y en otros viajes sus memorables descubrimientos
en las islas, hasta que por último llega en el tercero, el año
82 BLAS JOSÉ TERRERO

de 1498, a reconocer esta tierra firme, entre la Trinidad


de Barlovento y las bocas por donde el monstruoso
Orinoco derrama al océano sus inmensas aguas, a quienes
puso la Boca de los Dragos por el peligro en que se vio
en ellas. Llegada a la corte esta derrota, que envió Co-
lón, sale de España en demanda de ella el capitán Alonso
de Ojeda, natural de Cuenca, el día 2 de mayo de 1499,
con permiso de los reyes católicos, aunque firmado éste
sólo del ministro a cuyo cargo estaban las cosas de las
indias, que era el obispo de Badajoz Juan Rodríguez de
Fonseca. Llega con felicidad a estas bocas a los veinti-
siete días de navegación; examina sus costas a la vuelta
del poniente, sondea sus puertos, tala sus malezas, pene-
tra sus bosques y dejando demarcada esta provincia hasta
el cabo de La Vela en cuatrocientas leguas de costa, se
retira a la isla Española con el blasón de haber sido el
primero que pisó sus márgenes. Perfeccionó poco des-
pués con más individualidad este descubrimiento Cristóbal
Guerra, vecino de Sevilla, internándose en los pueblos
arrastrado de los incentivos de su interés. Lleva a Es-
paña en las muestras del oro y de las perlas, la noticia
de sus opulentas riquezas; conmuévese ésta a las insinua-
ciones felices de estos nuncios; olvida su reposo a la vista
de este metal el corazón de los españoles; e inundándose
estas partes igualmente de mercantes que de violencias,
comienza a dejarse ver por todas partes, atraídos de la
multitud de comerciantes, la confusión y el desorden;
mientras que el buen orden de la conquista de México,
que se había descubierto mucho después, lo llevaba a su
mayor exaltación.

La audiencia de Santo Domingo que había princi-


piado el año de 1511, en calidad de tribunal de jueces
de apelación, y que se acababa de autorizar el año de
1521 con las soberanas preeminencias de real Cancille-
ría, deseando exterminar las maldades que había en esta
Tierra Firme introducido el ambicioso comercio, envía
a remediarlas al capitán Juan Ampúes, factor de la real
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 83

Hacienda de aquella ciudad. Establece éste su residen-


cia para dar mejor expediente a las funciones de su co-
misión en Coriana, que era donde con más crueldad se
ejercían las inhumanas irrupciones de los tratantes con los
infelices indios, fundando aquí en virtud de las amplias
comisiones que llevaba, aunque sin aquellos requisitos
esenciales de alcaldes y regidores, el día 26 de julio, la
ciudad de Santa Ana de Coro, distante media legua de
la marina, en 16 grados de altura setentrional el año
de 1527, y el mismo en que se estableció en México su
real Audiencia.
A este tiempo había ya entrado a reinar en las Es-
pañas el emperador Carlos V , y este príncipe, afecto con
extremo a sus alemanes, igualmente que obligado de las
sumas de dineros, que le habían franqueado para sus mi-
litares expediciones, capitula y cede en arrendamiento la
conquista de esta desgraciada provincia a los Belzares,
que era una compañía famosa de caballeros alemanes, que
mantenía un comercio opulento casi en todas las partes
del mundo. Puesta Venezuela en esta feria eligen éstos
en virtud de la contrata, por Gobernador de ella a sujeto
de su facción. Llega éste a Coro el año de 1528 ( H e -
rrera dice que fué el de 2 9 ) . Ampúes apremiado de esta
novedad se retira a Santo Domingo; el César en vista de
su justa queja le hace la gracia del señorío de las islas de
Curazao, Aruba y Bonaire; pero esta merced no alcanzó
nunca a mitigar el vivo sentimiento que le causó ver olvi-
dado su mérito.
Establécese esta Era sobre de estos fundamentos.
Las aspiraciones del oro y los impulsos de la ambición,
más bien que los intereses de Dios y de su religión, son
los que emprenden esta conquista. La codicia y la cruel-
dad son los dos ejes sobre los que va a dar sus vueltas
esta máquina. Dios nos conceda el que no sean sus fines
como lo fueron sus principios.
(1). Asi en el original. La verdadera latitud es de 11° 24' 48".
Nota del Editor.
SERIE P R I M E R A

De los Gobernadores propietarios de la Provincia

]°—El primero lo fué Ambrosio de Alfínger que


trajo por su Teniente general a Bartolomé Sailler, ambos
alemanes de nación y faccionistas de los Belzares. Llega
a Coro el año de 1528 con cuatrocientos españoles que
trae consigo. Recibe del factor Juan Ampúes el gobier-
no; perfecciona la ciudad de Coro fundada por éste, con
sus oficios concejiles, y comienza a abusar inicuamente de
las moderadas permisiones del emperador, haciendo es-
clavos a los miserables indios, sin arreglo a las instruccio-
nes dispuestas para el caso y sin la necesaria intervención
del padre fray Antonio Montesinos, que fué el primer
sacerdote que pisó la provincia, religioso dominico, y a
quien su Majestad, con la adjudicación de los frutos deci-
males, había nombrado por protector de ellos. Informa-
do el Gobernador de que la laguna de Maracaibo era la
que más prontamente podía suministrar materia a sus am-
biciosos proyectos, dirige a ella sus afanes y talándola
toda por el auxilio de unos bergantines que había hecho
construir, no deja indio que no reduce a la triste suerte de
una dura esclavitud; pero esto era poco para saciar su
codicia. Rehecho de alguna más gente que había podi-
do reclutar de Coro, por el vil interés a que había reducido
la libertad de los naturales, sin pensar jamás en poblar,
encamínase al poniente; atraviesa las grandes y anegosas
86 BLAS JOSÉ TERRERO

llanuras que hay por aquí; se interna por los montes has-
ta llegar al Valle de Upar, saqueando y desolando cuan-
to encuentra; penetra más allá de los límites de su gober-
nación arrastrado de los alicientes del oro, desahogando
en lo sensible y racional, los efectos de su falla; hasta
que finalmente, después de haber perdido mucha gente
en la inclemencia de sus intransitables marchas, dando en
manos de una imprevista emboscada, muere el año de
1531. Y queda por interino en el gobierno Juan de A l e -
mán, que a prevención traía reservados para este aconte-
cimiento sus despachos, y sucede en propiedad:

2 —Jorge de Espira quien trae por su Teniente ge-


?

neral a Nicolás de Federman, ambos alemanes de nación,


y confidentes de los Belzares. Había Federman, prime-
ro que Espira, conseguido este gobierno; pero las malignas
sugestiones de sus émulos, más poderosas que su fortuna,
se lo arrobaron de las manos. Así fué que para colorear
un desaire como éste, hecho a un caballero de sus prendas,
trajo junto con el permiso de poder hacer por sí solo sus en-
tradas, la esperanza de ser acomodado en él en la primera
coyuntura. Llegan a Coro con cuatrocientos hombres el
año de 1534, sepárase Federman enteramente de Espira
en sus expediciones, favorecido de aquel permiso; conclu-
ye en el Nuevo Reino sus caravanas y pasa a morir a la
corte, a la merced de sus anhelos.
Espira llevado de las mismas aspiraciones de Alfín-
ger sigue sin escarmiento su conducta; experimenta en sus
empresas los mismos infortunios y lo que es capaz de su-
frir un corazón aguerrido, de los fugaces intereses. Vuel-
ve a Coro después de cinco años de trabajos sin haber
sacado otro fruto de sus prolijas marchas que la pérdida
de trescientos y diez soldados de los cuatrocientos que
sacó, junto con el tedio y horror con que el resto de ellos
militaba bajo el mando de un extranjero. Halla en la
ciudad al licenciado Antonio Navarro, que había llegado
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 87

con algunas comisiones de la Audiencia y no por Gober-


nador como dicen otros historiadores. Pasa a Santo Do-
mingo a tranzar las dependencias que tenía aquí con los
agentes de los Belzares, y a su vuelta muere en Coro el
día 12 de junio de 1540, dejando, así en la ausencia a
Santo Domingo, como por su muerte, encargado del go-
bierno de la provincia al alcalde mayor de la ciudad Juan
de Villegas.
Muerto Espira nombra la Audiencia por Gobernador
interino de la provincia, en lo político, a su mismo obispo
don Rodrigo de las Bastidas, y en lo militar para sus
nuevos descubrimientos, por Teniente general a Felipe de
Urre, alemán de nación y pariente inmediato de los Bel-
zares. Recibe su Ilustrísima, víspera de la Inmaculada
Concepción de Nuestra Señora del mismo año de 40, su
real empleo; envía sin dilación a la ciudad de Santo Do-
mingo por provisión de armas y gente para darle espíritu
y movimiento a sus militares empresas, y comienza a ol-
vidarse en cierto modo de aquellos sentimientos de bondad
y misericordia con que deben estar amasadas las entrañas
paternales de un pastor. Embarazado del costo que ha-
bía contraído en la Española envía a Pedro de Limpias
a reconocer la laguna de Maracaibo, para satisfacer esta
deuda con el pillaje de los indios, entregándolos a una
amarga esclavitud, autorizando de un modo tan solemne
la inhumanidad de todos los que hasta allí lo habían prac-
ticado, y franqueando la puerta para que en lo sucesivo
se hiciese con más libertad y menos escrúpulo; acción ver-
daderamente ajena del magnánimo corazón de un prínci-
pe de la iglesia y que, a no tocarle la desgracia de haber
incurrido en ella, hubiera dejado eternamente amable su
memoria.
Sale de Coro Felipe de Urre con ciento y treinta
hombres a poner en planta sus imaginarias ideas, a prin-
cipios de 41 y su Ilustrísima, promovido para el obispado
de Puerto Rico, a principios de 42, dejando a cargo de
Diego de Boyca, natural de Castilla, el gobierno de la
88 BLAS JOSÉ TERRERO

provincia. La Audiencia, sin embargo de haber con-


firmado este nombramiento, despacha no obstante el mis-
mo año de 42, quizá por importunaciones secretas de los
alemanes, nuevo título de Gobernador interino a Enrique
Rembolt, de esta nación, factor que estaba siendo de los
Belzares en Coró; a tiempo que ésta, despoblada con la
continua extracción de sus vecinos, pensaban los que que-
daban pasar sus familias a las provincias vecinas. Juan
de Villegas se ofrece soldar esta quiebra pasando perso-
nalmente a Cubagua y Cumaná a reclutar gente para res-
tablecerla, de' la mucha que ocurría allí al atractivo de las
perlas. Place a Rembolt su pensamiento; nombra por
consorte de esta empresa, aunque mal avenidos entre sí,
a Diego de Losada, dándoles a entrambos igual poder; y
entretanto que éstos concluyen su comisión, muere el G o -
bernador en Coro, año de 1544, dejando el gobierno a
cargo de los alcaldes ordinarios Bernardino Murcio y
Juan de Bonilla, que divididos en parcialidades, daban con
el desorden lugar a los excesos de la violencia y a la real
Audiencia motivo sobrado para su castigo. Con efecto,
sabida la muerte de Rembolt, nombra ésta al licenciado
Frías, su fiscal, por Gobernador interino y por su Teniente
general al relator Juan de Carabajal. Los alcaldes de Co-
ro temen su encuentro y sus resultas y desaparecen para
siempre. Con esta antepuesta noticia se figura el fiscal
Frías no ser ya tan precisa su presencia en Coro, marcha
primero a Cubagua a desembarazarse de ciertas comisio-
nes que le había confiado la Audiencia, y comisionando
a su teniente Carabajal la posesión del gobierno de V e -
nezuela, prepara en esta acción un asunto nuevo a otros
mayores desórdenes. Llega Carabajal a Coro el año de
1545; falsea las provisiones de su Alteza; divídense en
bandos los vecinos que trascienden en la perfidia; pero
prevalece su partido y recíbenlo por Gobernador. Puesto
en posesión de su gobierno saca de industria y con arte
toda la más gente de Coro, sin dejar en la ciudad arma
ni caballo, para imposibilitarle a Frías su secuela. Atra-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 89

viesa las serranías de Carora y fija en el valle del Tocuyo


su domicilio, a tiempo que se regresaba todo desbaratado
de sus eternos descubrimientos Felipe de Urre. Carabajal
que se mantenía en expectación de sus movimientos, favo-
recido de su falso título, delibera despojarlo de la gente.
Urre que tenía noticia de la subrepción de las letras, pro-
testa su nulidad; pero el maldito intruso, viendo que de
este modo no adelantaba paso a sus designios, seduce con
una fingida paz al sencillo Urre, busca al descuido de
una infame alevosía como quitarle infaustamente la vida,
hasta que por último logra la ocasión en que, atizado del
doblado Pedro Limpias, le hace cortar la cabeza por ma-
no de un negro con una crueldad igualmente nunca vista
que horrorosa; continúa dando la muerte a los parciales
de Urre. Funda el día 7 de diciembre de 1545, con una
jurisdicción abrogada, la ciudad de Nuestra Señora de la
Concepción del Tocuyo, dejándola la vergonzosa nota de
haber sido población de este insolente. Frías, el fiscal,
que se daba gran priesa para ocurrir a estos desastres, no
pudo hacerlo tan presto, que no llegase a Coro casi junto
con el propietario.
Entretanto que esto pasaba en la desgraciada V e -
nezuela, una multitud de quejas inundaban los reales oídos
del emperador que lastimando su augusto ánimo, lo resol-
vió desde luego, para arrancar la violencia y despotismo
con que se ejercía el gobierno de la provincia, removerla
de las manos de los alemanes, nombrando para este efecto
por Gobernador y Capitán general en propiedad a:

3'—Licenciado Juan Pérez de Tolosa, natural de


Segovia. Llega a Coro este célebre letrado año de 1546
e informado de los enormes atentados del intruso Caraba-
jal, pasa al Tocuyo, arresta esta fiera, sustancia su causa,
oye sus cargos, concluye su proceso y lo hace ahorcar en
la misma ceiba que sirvió injustamente de patíbulo a tan-
tas vidas que quitó. Diestro en los derechos, trasciende
90 BLAS JOSÉ TERRERO

y prevé las nulidades que podían ocurrir en lo sucesivo;


revalida jurídicamente los repartimientos que Carabajal ha-
bía hecho sin autoridad ni jurisdicción; nombra por su T e -
niente a Juan de Villegas; recibe la merced que le hace
el César de otros tres años de gobierno en atención a sus
acreditados servicios; parte del Tocuyo para el puerto de
La Vela a desempeñar las comisiones del Consejo, y mue-
re aceleradamente en el camino, al rigor de una ardiente
fiebre, año de 1548.
Villegas, apoyado del nombramiento que Tolosa
había hecho en él por su ausencia, disputa indebidamente
con los alcaldes ordinarios el gobierno; ceden éstos de su
derecho y entra aquél en él sin rivales. Funda en virtud
de su comisión Pedro Alvarez la ciudad de Nuestra Se-
ñora de la Concepción de la Borburata, que por estar a
la lumbre del mar, hizo despoblar poco después los con-
tinuos insultos de los piratas. Funda el mismo Villegas
la ciudad de la Nueva Segovia de Barquisimeto el año de
1552, y sucede en propiedad:

4"—El licenciado Pedro Villacinda, nombrado por


la princesa doña Juana, que por ausencia del emperador
su padre, mandaba la monarquía. Llega a Coro el año
de 1554, labora inútilmente una y otra vez, por la san-
grienta oposición que le hacen los indios, en fundar una
villa que sirviese de baluarte a las minas de San Felipe
el Real de Buria. Funda de su orden Alonzo Díaz
Moreno la ciudad de la Nueva Valencia del Rey, año
de 1555, y muere en Barquisimeto el siguiente año de
1556, dejando a cargo de los alcaldes ordinarios el go-
bierno de sus respectivas ciudades.
Diego García de Paredes, por comisión de los del
Tocuyo, funda en la hermosa campiña de Escuque, la
eiudad de Trujillo el mismo año de 56, que poco después
despobló el furor de los indios, justamente provocado e
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 91

irritado por la disolución y libertinaje de sus fundadores.


A este tiempo llega a Coro, a los principios del año de
1557, Fernán Gutiérrez de la Peña, por Gobernador in-
terino nombrado por la Audiencia. Insiste éste sin fruto
en la población de la fatal Villa del Real de las Minas;
faculta a Francisco Ruiz, con desaire de Diego García de
Paredes, para que entre a reparar las quiebras de la des-
poblada Trujillo, como lo hizo, mudándola el nombre de
Miravel, que duró poco. Sucede en propiedad:

5 —El licenciado Pablo Collado. Llega al Tocuyo


9

el año de 1559. Toma aquí posesión de su gobierno; res-


tituye en su empleo a Diego García de Paredes; vuelve és-
te a poblar en otro lugar a la errante Trujillo, digámoslo
así, por haber andado esta ciudad en los principios de su
población de sitio en sitio. Funda el capitán Francisco
Fajardo el año de 1560, con autoridad de él, en Cara-
balleda la villa del Collado. Nombra a Juan Rodríguez
Suárez, natural de Extremadura, poblador famoso de la
ciudad de Mérida y a quien sus émulos habían desqui-
ciado del Nuevo Reino de Granada, por su Teniente
para la conquista de Caracas. Funda éste la villa de
San Francisco (que después se despobló), donde hoy es-
tá la ciudad de Santiago.
A este tiempo revientan en la provincia las chispas
mal sofocadas que habían quedado entre las cenizas se-
diciosas de aquel gran incendio con que Gonzalo Pizarra,
Francisco Hernández Girón y don Sebastián de Castilla,
hijo del conde de la Gomera, abrasaron el Perú; y aparece
en la Margarita el año de 1567 el tirano Lope de Aguirre,
hijo de la villa de Oñate, en la provincia de Guipúzcoa,
y sus marañones (a quienes y a las amazonas dio este
nombre, por las marañas con que en este asombroso río
tramó su rebelión). Había este bárbaro abrazado desde
luego el imposible pensamiento de atrevesar esta provin-
cia, para pasar por el Nuevo Reino de Granada, al Perú.
92 BLAS JOSÉ TERRERO

Saquea y hostiliza aquella isla no dejando abominación


que no ejecuta; hace lo mismo en la Borburata y Valen-
cia. Juan Rodríguez Suárez, este hombre invencible, se
determina a quitar del medio a este monstruo: consulta
su heroica resolución y el modo de lograr sus designios
con otros seis compañeros que halla parciales en el valor
y en el hecho. Sale de la villa de San Francisco con
este intento y al tramontar la cuesta de Lagunetas una
multitud infinita le corta el paso y los designios, cercán-
dolos por todas partes. Dos días enteros sin comer ni
beber, sostienen el combate; pierden todos ellos la vida
atravesados de innumerables heridas; sólo Juan Rodríguez
llegó a verse libre de este peligro, por el cortejo de los
indios que le franqueaban el pasó; pero no teniendo por
honor quedar con vida donde la perdieron los amigos, se
resuelve el solo a mantener la refriega, hasta que desfa-
llecido de la sed, del hambre y de la desgracia, puesto
que no tenía herida alguna, rindió aquel gran espíritu.
Aguirre el tirano, libre de este embarazo llega a Barqui-
simeto, dejando por todas partes estampadas sus huellas
con la sangre de unas maldades que no hay nombre que
pueda dárseles.
Collado el Gobernador, criado en el aura de las
clases más bien que entre el áspero ejercicio de la guerra,
preocupado de esta novedad, disimulando nada las flaque-
zas de su espíritu nombra por General para esta empresa
a Gutiérrez de la Peña y a Diego García de Paredes por
Maestre de campo. Avístanse los dos campos y aunque
acometen no se ensangrienta la lid; abandonan los mara-
ñones a su jefe y muere éste a manos de ellos mismos día
27 de octubre, pocos instantes después de haber sellado
sus locuras con la inhumana muerte de su hija.
Resentido el Gobernador de la irrisión y los des-
aires que en esta ocurrencia le hizo sufrir de los subditos,
junto con su pusilanimidad, su marcial impericia como aje-
na de su profesión, deponiendo las afabilidades naturales
de su genio dulce, comenzó a tratarlos con aspereza. En-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 93

vían éstos sus quejas a la Audiencia; abultan aquí sus


agravios a la sombra de la simulación melindrosa que
forma el desafecto; resuelve la Audiencia mandar al li-
cenciado Pablo Bernaldes a averiguar los bien ponderados
excesos de Collado, con autoridad de remitirlo a la corte,
en caso que lo hallase culpado, y de resumir en sí el gobier-
no. Llega a Coro el año de 1562; dispone las cosas al
gusto de los émulos y de modo que no quedase sin su
efecto las cláusulas de la remoción; decláralo por suspenso
en el gobierno; remítelo preso a España; queda él en vir-
tud de la comisión de la Audiencia en calidad de interino;
y sucede en propiedad:

6°—Don Alonzo Manzanedo. Llega a Coro año


de 1563; abre su juicio de residencia contra el licenciado
Bernaldes. La estimación que éste se había ganado en
el procedimiento del licenciado Collado con sus émulos,
junto con la natural afabilidad o zalamería de su genio,
dejó que hacer poco a Manzanedo en su pesquisa. Cie-
rra éste su juicio con una sentencia que sirvió dé laudato-
ria a su honor, según la calificación de sus resultas. Se
regresa a Santo Domingo cargado de satisfacción. Muere
el Gobernador en Coro postrado igualmente de sus mu-
chos años que de sus achaques, al siguiente año de su ve-
nida de 1564, y deja el gobierno en manos de los alcaldes,
con arreglo a lo que se acababa de resolver por real cédu-
la fecha en Toledo a 8 de diciembre de 1562, en que
mandaba su Majestad quedase el gobierno de la provin-
cia por muerte del Gobernador, en los alcaldes ordinarios,
cada uno en sus respectivas jurisdicciones. Sin embargo,
las ciudades de las provincias aficionadas de Bernaldes
ceden este honor e instan a la Audiencia por él. Esta
lo vuelve a nombrar por Gobernador interino de la pro-
vincia; toma con empeño la conquista de Caracas; em-
94 BLAS JOSÉ TERRERO

préndela en persona con Gutiérrez de la Peña su mariscal


de campo; hace sus entradas hasta el Tuy; reconoce la
resistencia por inexpugnable, y se retira al Tocuyo, sin
efecto ni función; y sucede en propiedad:

7°—Don Pedro Ponce de León. Llega a Coro el


año de 1565; confirma el nombramiento de General que
poco antes había hecho Bernaldes en el famoso Diego
de Losada para la conquista de Caracas, dándole nuevos
poderes para poblar y repartir encomiendas. Llega éste
al valle de San Francisco (donde hoy está la ciudad de
Caracas), después de haberse abierto el paso con su im-
ponderable valor por entre dos sangrientas batallas, con
que los indios se empeñaban con furor a disputarle el paso
y frustrarle los progresos. Funda la ciudad de Santiago
de León de Caracas el año de 1567, a tiempo que un pi-
rata inglés reducía a la mayor miseria con su saqueo el
día de Natividad de Nuestra Señora, la ciudad de Coro.
Funda así mismo, donde el capitán Francisco Fajardo
había fundado la villa del Collado, el año de 1568 la
ciudad de Caraballeda; reduce la soberbia de los infinitos
pueblos de la comarca a la veneración y respeto de su
nunca bien ponderado militar talento; y lo que no pudo
el sangriento furor de tanta multitud de bárbaros, consi-
guió la maligna emulación de Francisco de Infante y de
otros cuatro díscolos. Estos, quejosos de la distribución
que se les había hecho de las encomiendas, por figurarse
dignos de las más pingües, comienzan a tramar su facción,
desacreditando con acrimonia la acreditada conducta de
su jefe; y persuadidos de que no hay medio más aparente
para avivar una queja que la voz de la pasión, se salen
de Santiago y marchan a Barquisimeto donde estaba el
Gobernador, atravesando en cada paso un peligro. Este,
que debía sofocar en su cuna estos sentimientos como
abortos de un desafecto y rencor que empieza a concebir-
se, presta liberal sus oídos y agitado de sus chismes abraza
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 95

desde luego la ligera cuanto imprudente resolución de


remover a Losada de su empleo, retirándole sus poderes y
cometiendo los arduos progresos de la conquista al cuida-
do de don Francisco Ponce, su hijo. Losada se retira al
Tocuyo herido mortalmente de este desaire, que le quitó
el aliento y le hizo perder una vida tan preciosa y tan
importante como la suya, digna de mejores atenciones y de
otra correspondencia por lo ilustre de su nacimiento, como
hijo segundo de una casa titulada de Galicia, que no tenía
de necesidad como otros muchos que vinieron, de medrar
quilates a su sangre por la ejemplaridad de sus virtudes,
por la multitud de sus servicios, por la nobleza de su espíri-
tu, por la grandeza de su corazón, por el valor de su brazo;
por el desinterés y heroicidad de sus acciones; por la dis-
creción, dulzura y agrado de su genio; por la política,
atención y cortesía de sus modales; y finalmente, por otras
infinitas prendas que lo hacían amable y lo harán siempre
inmortal a la posteridad, a nuestra agradecida memoria.
Murió este héroe imponderable en el Tocuyo, año de
1569; y con poca diferencia en Barquisimeto el Goberna-
dor don Pedro Ponce de León, dejando al cargo de los
respectivos alcaldes de las ciudades el gobierno de la pro-
vincia.
Los conquistadores más famosos de Caracas y Cara-
balleda traspasados íntimamente del más vivo y generoso
sentimiento, por el notorio agravio que se le había hecho a
su General Losada, se salen de estas recién nacidas plantas,
dejándolas abandonadas a la desgracia de ser despobla-
das por las continuas invasiones con que las molestaban los
indios. Sus alcaldes, que premeditan la tragedia, escriben
pidiendo su favor y su socorro al capitán Garci González
de Silva, que descuadernado con otros muchos de la expe-
dición que traía don Pedro Malver de Silva, su tío, para
entrar en las Omeguas, se había quedado en Valencia. Só-
lo el valor de este hombre, que sustituye la Divina Provi-
dencia maravillosamente en lugar de Losada, es el que por
ahora las preserva de su ruina; toma éste el socorro por
96 BLAS JOSÉ TERRERO

su cuenta; llega a la ciudad de Caracas con ochenta hom-


bres de refresco; comienza a dar las muestras de su valor
en las primeras funciones que se le ofrecen, reduciendo a
la obediencia a los caciques más altivos. A esta sazón
llega a Coro, el mismo año de 69, Juan de Chaves, na-
tural de Extremadura y vecino de la isla de Santo D o -
mingo, Gobernador interino por la Audiencia. Nombra
por su Lugarteniente en la ciudad de Caracas a Bartolo-
mé García, comisiona a Garci González la sujeción de los
pueblos que estaban entre el norte y el poniente de esta
ciudad. Rinden éstos la cerviz escarmentados de sus in-
sufribles choques, a tiempo que Alonso Pacheco fundaba
el año de 1571 la ciudad de Maracaibo, que no había
tenido efecto tres años antes por la obstinada oposición
de los indios que habitaban la Laguna; y sucede en pro-
piedad :

8°—Don Diego Masariego llega a Coro el año de


1572. Abrumado igualmente de su avanzada edad que
de la multitud innumerable de negocios que ocurren de
todas partes de la provincia, nombra por su Teniente ge-
neral a Diego de Montes, para que dé el más pronto ex-
pediente a todos ellos, y por lo respectivo a Caracas, a
Francisco Calderón. Funda el capitán Juan de Sala-
manca en 9 de junio del mismo año de 72 la ciudad
de Carora, por comisión de Montes, en virtud de la am-
plia jurisdicción que éste tenía del Gobernador; y Calde-
rón intenta fundar otra en la sabana de Ocumare para
la entera sujeción de los naturales de aquel partido: opó-
nense jurídicamente los vecinos conquistadores de Caracas
y Caraballeda a la intentada fundación, sin embargo de
que la confesaban útil para el caso, por el infalible des-
medro que recibirían desde luego estas ciudades de la ex-
tracción de pobladores que era forzoso hacer de ellas pa-
ra la nueva. El Teniente Calderón resentido de esta
justa, racional y política resistencia, se adelanta hasta a
TEATRO DE VENEZUELA Y CARACAS 97

arrestar a algunos de los principales de ellos, coloreando


con el común nombre de motín los insultos apasionados
de su resentido capricho. Remiten los agraviados su queja
al Gobernador; este hombre que era dotado del cielo
con una rara discreción y con un juicio correspondiente a
la madurez de sus años, depone de su empleo a Calderón
y sustituye en su lugar a Francisco Carizo, uno de los al-
caldes ordinarios de aquel año. Era éste de 1574 en que,
por otra parte, una cruel plaga de langostas tiraba a deso-
lar la ciudad. Busca ésta afligida su remedio en los di-
vinos auxilios y elige por su intercesor con el Todopode-
roso al glorioso mártir San Mauricio, erigiéndole su ermita
en reconocimiento de su gratitud. En fin logra su con-
suelo y por último, después de ocho años de una infati-
gable lidia, la sujeción de los pueblos del oriente que co-
rren por el sur hasta Los Teques, al tesón de Garci Gon-
zález de Silva y de otros capitanes de su valor. Conclu-
ye Masariego los años de su gobierno y sucede en pro-
piedad :

9 —Don Juan de Pimentel, caballero del hábito de


o

Santiago, descendiente de los condes de Benavente. Lle-


ga a Caraballeda el año de 1577; sube a la ciudad de
Caracas y aficionado así del benigno temperamento de
su clima, como de las conveniencias que brinda la fre-
cuencia de su trato, establece dede luego en ella su re-
sidencia. Toma aquí posesión de su gobierno y comienza
desde entonces Caracas a hacerse, con notable sentimiento
de sus émulas las más antiguas, la señora y la capital de
las provincias. Emplea sus cuidados en darla a esta tier-
na población su mejor lustre; comisiona a Garci Gonzá-
lez de Silva para que entre a hostilizar la indomable so-
berbia de los indios cumanagotos y cortar el piratismo.
que ejecutaban con los mercantes de la Margarita y Ca-
raballeda. Esta expedición no tuvo otro efecto después
de varias y sangrientas refriegas, que el de una retirada
8
98 BLAS JOSÉ TERRERO

neutral por ambas partes. En este año, que era el de


1579, fué cuando un incendio devoró la iglesia que cua-
tro antes se le había erigido a San Mauricio. Entre-
tanto se repara, trasladan la imagen de este mártir a la
de San Sebastián, que el general Losada la había consti-
tuido como a su especial protector contra el veneno de las
flechas, cuya memoria renova aún todos los años la ciudad
el día 20 de enero, y con este motivo tomó hasta el día
de hoy la iglesia de San Sebastián indebidamente el nom-
bré de San Mauricio. Pero otro incendio más funesto
es el que se le prepara a toda la provincia: llega a Cara-
balleda el año de 1580 un navio portugués que venía de
las costas de Guinea infestado de viruelas; los vecinos de
aquí fabrican su desgracia de la poca precaución; prende
el contagio a la sombra del descuido y comienza a semi-
narse por todas partes, con espantoso estrago de los natu-
rales. Se abrasa la provincia entera con indecible vio-
lencia de un incendio que nunca había visto, y lo que no
había podido hacer en ochenta años la espada de la gue-
rra, lo hace la de la divina justicia en breves meses, dejando
sepultados entre las cenizas de este fuego hasta el nombre
y la memoria de sus hermosas poblaciones. La eficaz
protección de San Pablo, primer ermitaño, interpuesta pa-
ra con Dios por los piadosos vecinos de Caracas, es quien
la aplaca. La ciudad le fabrica su templo; su cabildo
renueva todos los años con su fiesta el día 15 de enero
y su asistencia, su gratitud y su reconocimiento. Con-
cluye Pimentel el tiempo de su gobierno y sucede en pro-
piedad :

10"—Don Luis de Rojas, natural de Madrid. Lle-


ga a Caraballeda en compañía del Ilustrísimo Manzani-
llo, sucesor del señor Agreda, el año de 1583. Toma
su posesión como el antecedente en la ciudad de Caracas.
Ocurre la ciudad de Valencia a buscar socorro para con-
tener las invasiones de los indios caribes, que desde el
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 99

Orinoco venían por los llanos hasta sus cercanías, talando


con sus crueldades e incendios los pueblos. Fía al ex-
perimentado valor de Garci González de Silva el castigo
dé esta nación estólida, que derrota al primer encuentro,
dándole la muerte a unos y reduciendo los otros para
siempre a la cadena de la esclavitud. Aquella ciudad
tan apetecida para sujetar los indios quiriquires, en tiem-
po de Masariego, por su Teniente Francisco Calderón,
en la sabana de Ocumare, otras veces poblada y despo-
blada por la civil emulación de sus fundadores en tiempo
de Pimentel, se puebla ahora por Sebastián Díaz a las
riberas del Tuy, cuatro leguas más abajo de la junta del
río Guaire, y se despuebla casi al mismo tiempo al tesón
de las enfermedades y de las extremadas lluvias, sin em-
bargo del poderoso atractivo del oro que habían sacado
con abundancia de las minas de Apa y Carapa. Dibu-
jada esta insconstante planta, trasmonta Díaz las serra-
nías que miran al sur y cayendo al deleitable prado de los
Llanos funda aquí el año de 1584 la ciudad de San Se-
bastián de los Reyes. Restaba sólo que domar el feroz or-
gullo de los cumanagotos y que la felicidad de haber que-
dado muchas veces vencedores o neutrales otras, los ha-
cía cada vez más audaces. Destina Rojas para esta em-
presa a Cristóbal Cobos, hijo de aquel proscrito Alonso
Cobos, indigno de la memoria de los mortales, por haber
muerto del modo más infame y alevoso, por pura envidia,
al capitán Francisco Fajardo, uno de los más célebres y
valientes conquistadores que conoció la provincia. Toma
a su cargo la conquista de esta nación rebelde, bajo la
oferta que le hacía el Gobernador de auxiliarlo en sus em-
peños: millones de indios se ofrecen con bárbara intre-
pidez a frustrarle sus designios; desfallece ya el valor de
los españoles, cuando solamente el accidente de haber lo-
grado aprisionar a su príncipe hubiera hecho mudar de
semblante su fortuna. Cede de este modo, aunque no
del todo, la soberbia de este gentío infinito. Puebla la
ciudad de San Cristóbal en las bocas por donde desagua
100 BLAS JOSÉ TERRERO

al mar el Salado, y negando la fidelidad que debía a su


legítimo Gobernador, somete al de Cumaná su nueva po-
blación y distrito; o bien llevado del sentimiento (como
decía él) de haberle faltado Rojas a su oferta, o bien de
los partidos ventajosos que por secretas inteligencias le
brindaba el de Cumaná, quedando desde entonces por la
frialdad con que miró Rojas su desaire, desmembrada
aquella provincia de esta gobernación desde el año de
1585.
Ahora va todo a mudar de sistema: la política y la
civilidad que se mantenían en espectación de los sucesos
de la guerra, no parece sino que aguardaban ver en re-
poso las armas de la milicia, con la universal pacificación
de los pueblos, para sustituir las suyas con un género de
guerra mil veces, si no más sangriento, más odioso. En-
caprichado Rojas en querer hacer por su mano la elec-
ción de los alcaldes, que era privativa de aquellos cuatro
regidores anuales a cuyo cargo estaba por entonces redu-
cido el gobierno económico de las ciudades de la provin-
cia, presenta a los de la ciudad de Caraballeda los que
habían de recibir para la ordinaria administración de jus-
ticia el año de 1586. Sobresaltados éstos de un despojo
tan solemne como inopinado, estribados en los derechos
de su pacífica posesión, eligen sin recelo sus alcaldes co-
mo lo tenían por costumbre, sin hacer mención de los
propuestos. El Gobernador transportado de cólera, al
fomento de este imaginado agravio, hace traer presos a
Caracas a los cuatro regidores. Los demás vecinos re-
sentidos de este desaire, que reputan por común, desalojan
a Caraballeda y se pasan a vivir a Valencia. Enciéndese
el fuego de la discordia entre el Gobernador, sus faccio-
nistas y los agraviados; da aquel el nombre aspavientoso
de motín declarado a los funestos efectos que va produ-
ciendo su temeridad y sinrazón; procede, ya despechado,
a la justificación del delito; hace cómplices en él a los
más principales de Caracas, hasta reducirlos a sufrir los
ultrajes de una vergonzosa prisión; no presta más oídos
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 101

ni sigue otro dictamen que el que dicta el despotismo a


su agraviado amor propio. Llega al Consejo la justifi-
cada queja de los reos; pero fué a tiempo que cumplido
el del gobierno de don Luis de Rojas, tenía ya el rey
nombrado otro en su lugar, y. con este motivo comete a
éste, junto con el juicio de residencia el desagravio de los
presos. Y sucede en propiedad:

1 1 —Don Diego de Osorio, general de las galeras


0

que entonces guardaban la costa de Santo Domingo y uno


de los más célebres estadistas que ha conocido la república.
Llega a Caracas y toma su posesión el año de 1587. El
juicio de residencia y el desagravio de los presos que se
le había cometido contra su antecesor, es el primer asunto
que se le presenta a las manos y que le dio demasiado
que hacer por sus intrincadas consecuencias. Los cargos
infinitos que fulminan los quejosos, la gravedad de los per-
juicios irrogados que le demandan, la multitud de capí-
tulos que le forman con otras mil cosas abultan y enredan
de tal suerte la pesquisa, que no sólo redujeron a Rojas
a la miseria lastimosa de pedir una limosna por el embar-
go de sus bienes, sino también al vecindario a una im-
placable discordia entre los favoritos de Rojas y sus con-
trarios. Pero no para aquí la desgracia de la ciudad:
parece quería Dios agravar su mano atribuladora sobre
estos pobres vecinos. A este efecto envía la Audiencia
de Santo Domingo el año siguiente de 1588 al licenciado
Diego de Leguisamón, a averiguar entre otras cosas el
modo con que se procedió a la conquista y sobre el mal
tratamiento de los indios; comisión tan fecunda de resul-
tas como de arbitrios a los propios intereses del comisio-
nado, y con efecto que hubiera llevado la ciudad a su to-
tal exterminio, si precaviéndose ésta de su ruina no hubiera
tomado la resolución de representar a la Audiencia por
medio de Juan Riveros, su procurador, así los excesos de
1

Leguisamón como los insoportables derechos que exigía.


102 BLAS JOSÉ TERRERO

Su Alteza aprecia la queja y lo retira, sujetando a justa


tasación sus derechos; y la ciudad en gratitud de verse
libre de su opresión, le dona a Riveros en sus ejidos el
Rincón del Valle de la Pascua.
Entretanto Osorio trabaja inútilmente en reparar la
población de Caraballeda y desimpresionado del insupe-
rable obstáculo que oponían sus vecinos, delinea el mismo
año de 1588, cinco leguas distante de esta capital, el
puerto de La Guaira que hoy sirve a su marina. Hallá-
base este Gobernador con sobrados talentos para reparar
los abusos que se habían introducido y dar a la provincia
aquella perfección y armonioso orden que inspira y dicta
la civilidad; pero temía desde luego encontrarse con cier-
tos asuntos superiores a su autoridad gubernativa y que,
sin controversia, pedían jurisdicción más elevada. La
ciudad, deseosa de coadyuvar a sus benignos designios,
le brinda a su procurador general para el efecto ; pasa( 2 )

éste a España el año de 1589; consigue a satisfacción no


sólo los principales puntos de su encomienda sino otras
mercedes, que por ser de poca consistencia desertaron bre-
ve de la memoria, y llega a Caracas el año de 1592. R e -
vestido Osorio de la soberana autoridad y de la gracia
de otros cinco años de gobierno, comienza a dar a luz y
a poner en planta aquellas grandes ideas que tenía pre-
meditadas su fina política. Reparte las tierras de la pro-
vincia en virtud del real permiso; señala a las ciudades
de ellas sus propios y sus egidos; forma a las repúblicas
sus ordenanzas y sus reglas; erige a sus vecinos sus archi-
vos y protocolos para la custodia y seguridad de las escri-
turas y contratos; reduce los indios a la sociedad de los
pueblos, y promueve nuevas poblaciones para fertilizar su
recíproco comercio. Funda Juan Fernández de León en
virtud de su comisión, el año de 1593, la ciudad del Espí-
ritu Santo de Guanare; saca a pregón el año de 1594,
en virtud de real cédula, los oficios de regidores, para evi-

( 2 ) . Lo era don Simón de Bolívar, quinto abuelo del Liber-


tador y el primero de este linaje que vino a Venezuela.—N. del E -
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS .103

tar en los anuales los inconvenientes experimentados, y


perpetuarlos en los sujetos beneméritos y de mayor lustre,
ofreciéndoles a los nuevos magistrados en este mismo año
de 94 la Divina Providencia materia en que estrenar el
celo y el amor a la patria, en la mortal hambre que ori-
ginó la cruel plaga de un gusano ejecutor de la Suprema
Justicia, que devorando las plantas reducía a cenizas lo
sembrado, robando hasta de la diligencia del labrador la
esperanza de las semillas, aflicción que obligó a la ciudad
a implorar el favor del cielo por la intercesión del glorioso
mártir San Jorge, a quien erige en la Catedral su altar y
reitera hasta ahora, aunque desmayadamente, su culto y
su reconocimiento. Y entretanto que Osorio, para dar al-
ma a sus providencias, recorre personalmente las ciudades
de su gobierno, el año de 1595 otros dos sucesos trágicos,
podemos decirlo así, acaban de sentar en la miseria a la
desgraciada Caracas. El Draque, aquel pirata memora-
ble, ilustrado con las precauciones de Villalpando (opro-
bio de la nación española y a quien el mismo Draque hi-
zo ahorcar a vista de la ciudad, horrorizado de su perfi-
dia), la saquea y la incendia este mismo año de 95, y en
el siguiente el licenciado Pedro Liaño, con otras iguales
comisiones del rey a las de Leguisamón, si no en la subs-
tancia en los efectos, haciéndola exhalar los últimos sus-
piros la deja nada menos que al expirar. En fin, acaba
Osorio los diez años de su gobierno el de 1597; sale pro-
movido de Presidente para Santo Domingo, puesto a que
lo hacían tan acreedor su talento, su mérito y sus acredi-
tados servicios. Y sucede en propiedad:

12°—Don Gonzalo Pina Lidueña, natural de la in-


expugnable Gibraltar, famoso fundador de una ciudad
que está a las orillas de la Laguna de Maracaibo, a quien
dio el nombre de su patria. Toma posesión de su gobier-
no el mismo año de 1597. Su amable genio, su dulce
104 BLAS JOSÉ TERRERO

condición, sus nobles modales finos y cortesanos, su trato


afable, urbano, pacífico y discreto, le adquirió el aprecio,
la estimación y veneración de los subditos, de manera que
én poco más de dos años que gobernó la provincia,
no le dejó que sentir a ningún vecino, privándolos de este
beneficio la violencia de una apoplegía que le quitó la vi-
da el día 15 de abril de 1600, quedando el gobierno de
la provincia al cargo de los alcaldes respectivos de cada
ciudad; aunque en esta ocasión por poco tiempo, porque
habiendo tenido inmediatamente noticia la Real Audien-
cia de la muerte de Lidueña, al instante nombró por in-
terino a Alonso Arias Baca, vecino de la ciudad de Coro
e hijo del licenciado Pablo Bernaldes, que como dejamos
referido, en virtud de esta misma comisión, gobernó dos
veces esta propia provincia.

13°—Alonso Suárez del Castillo. Toma posesión


de este gobierno en propiedad, en virtud de los despachos
del señor Felipe III, año de 1602, al tiempo mismo que
el Ilustrísimo señor don fray Pedro de Oña mandaba to-
mar la suya en la ciudad de Coro, a su apoderado don
Pedro del Haya. La pronta muerte de este Goberna-
dor no dio lugar a estos vecinos experimentar el sujeto
que perdieron, pues anduvo tan fatal que a duras penas
duró un año, por haber fallecido el día 6 de julio de
1603, quedando el gobierno de la provincia al cargo de
los respectivos alcaldes de ella, que en la actualidad lo
eran de esta capital Tomás de Aguirre y Rodrigo de
León; aunque en la ocasión por más corto tiempo que en
la vacante antecedente, puesto que la Audiencia de Santo
Domingo, que vivía continuamente en la expectación de
estos accidentes, lo proveyó interinamente en Francisco
Godoy Mejías, que entró a gobernarlo día 27 de octubre
de 1603.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 105

14°—El Capitán Sancho de Alquiza. Toma po-


sesión en propiedad de este gobierno en la ciudad de Ma-
racaibo, en virtud de los despachos de Felipe III, en 29
de marzo de 1 606, como consta de la acta capitular ce-
lebrada en este día, en la que se refiere haber sido recibido
en aquélla el día 7 de febrero. Pasa inmediatamente a
esta ciudad de Caracas y casi al mismo tiempo que lle-
gaba aquí su Ilustrísimo prelado don fray Antonio de A l -
cega. Pone por su Teniente general de Gobernador al
licenciado Bartolomé Suárez y ambos tienen la dicha de
concurrir a solemnizar el segundo sínodo diocesano que
se celebró y concluyó en esta ciudad el día 12 de octubre
de 1 609 por el Ilustrísimo señor Alcega. Poco antes de
esto fué que se recibió la real cédula fecha en Madrid a
14 de diciembre de 1 606 en que concede su Majestad,
a consecuencia de la que se había expedido el de 1581,
su real permiso para que todos los escribanos, alguaciles,
regidores, procuradores y demás oficios de esta naturale-
za, los puedan renunciar in perpetuum aplicándosele a su
Majestad por la primera renuncia la mitad del valor de
dichos oficios y por la segunda y siguientes la tercera par-
te ; pero con la precisa condición de que habían de sobre-
vivir a ella veinte días y la de presentarse ante el juez
competente dentro de setenta, y si hubiere sido hecha en
el mar, dentro de treinta después de desembarcado, y de
sacar la confirmación de su Majestad dentro de cuatro
años, que después extendió a cinco años, por su real cé-
dula fecha en el Pardo a 7 de febrero de 1627.

La alianza, autoridad e inteligencia de los primeros


sujetos de esta república, habían conseguido el arte de
reunir en un mismo sujeto diversos empleos, y con este
motivo, en la elección que acostumbra hacerse de ellos, el
día l de enero de 161 1 se propuso por este Gobernador
9

el que se observase rigurosamente la real provisión fecha


en Santo Domingo en 19 de marzo de 1599 en que man-
da su Alteza, ajustado a la ley 4, título 3 del libro 7 de
la Recopilación, que ningún sujeto puede obtener a un
106 BLAS JOSÉ TERRERO

mismo tiempo dos oficios concejiles, so pena de que ambos


se darían por vacos. El licenciado Suárez hace dejación
del empleo de Teniente general de Gobernador y susti-
tuye Alquiza en él al licenciado Gaspar Fernández de
Salazar, en virtud del nombramiento que le despachó el
día 5 de abril de 1610.
La costumbre, o corruptela diré mejor, que habían
introducido los justicias ordinarias de tomar anualmente
las cuentas de las tutelas y curadurías de los menores, en
considerable y visible perjuicio de ellos, es eliminada por
otra real provisión de 27 de noviembre de 1611, por la
que manda su Alteza se abstengan dichos justicias de lle-
var derechos por dichas cuentas, pues de lo contrario ven-
dría a refundirse en ellas toda la substancia de los huér-
fanos. Por este tiempo fué que a impulsos de las salu-
dables instancias del inquisidor general, se estableció este
serio e importante tribunal en 'la ciudad de Cartagena de
estas Indias, como consta de la real cédula auxiliatoria
fecha en el Pardo a 21 de febrero de 1610. Solía este
Gobernador hacer su regular paseo a la Aguada del ce-
rro de La Guaira, y de aquí tomó esta su nombre hasta el
día de hoy, aunque variado ya el dialecto ha quedado en
Sanchorquiz.

15°—Don García Girón. Toma en propiedad po-


sesión de este gobierno en virtud de los despachos de Fe-
lipe III, en 1 de junio de 161 1. Nombra por su Teniente
p

general de Gobernador al capitán Juan de Guevara, que


se recibe en Cabildo el día 5 de noviembre de este mismo
año. Precisado el tesorero de la Real Hacienda Ber-
nabé de Oñate y Mendizábal a recoger de las cajas de
la tierra adentro los reales derechos, nombra por su T e -
niente de tesorero a Pedro Gutiérrez de Lugo, que es re-
cibido en el Cabildo del día 8 de noviembre de este mismo
año, con todas las preeminencias y privilegios de voz,
asiento y voto como se lo franquea la real cédula fecha
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 107

en San Lorenzo a 25 de agosto de 1593, en que previene


su Majestad se le guarden a éstos todas las exenciones
que gozan los propietarios. El oficio de depositario ge-
neral que hasta entonces estaba incorporado en el de tene-
dor de bienes de difuntos y que había rematado el capitán
Garci González de Silva, desde el siglo antecedente, lo
manda ahora su Majestad a separar y subastar por su
real cédula fecha en Madrid en 12 de octubre de 1608
y devolver su postura al expresado Silva. Ratifícasele
solemnemente el día 23 de abril de 1612 en la iglesia de
esta ciudad, que entonces era parroquial, por el cabildo
justicia y regimiento, por el vicario y curas y muchas per-
sonas del primer carácter, el voto que le tenía hecho al
glorioso San Jorge de hacerle su fiesta, por los cabildos
de 13 y 15 de junio de 1594. El hambre y la necesidad
que amenazaba la plaga de la tara, consumiendo hasta
en las semillas de las mieses la humana esperanza, eran
los únicos horizontes que se descubrían por entonces. La
llegada del Ilustrísimo señor don fray Juan Cataneo de
Bohorques que parece había de atraer a la atribulada re-
pública la alegría y el consuelo, fué quien más la aumentó
su aflicción y su desgracia. Mal avenido con este Go-
bernador y su Cabildo, comienza a usar con tanto tesón
y acrimonia en sus competencias, del rayo de las censuras,
que aterrada la ciudad con el susto y terror de ellas, toma
desde luego la resolución de recusarlo en ellas, interpo-
niendo al mismo tiempo el recurso de apelación, así pa-
ra con su Majestad, como para su real cancillería de San-
to Domingo. Su Ilustrísima concibe sin duda que el
despecho a que él mismo los ha conducido, puede traer
funestas consecuencias y suavizando por ahora un tanto
su rigor, procura tranquilizar el ánimo del Gobernador
y Cabildo entretanto da el tiempo de visitar las demás
ciudades y pueblos de la diócesis. Parece que en este
tiempo se sucedían unas a otras las tribulaciones, pues
aún no se había salido bien de la antecedente, cuando
ya se había entrado en otra. Prende el contagio de las
108 BLAS JOSÉ TERRERO

viruelas en la ciudad a los últimos del año de Í614. Na-


da sufragan las precauciones que se toman del degredo
y el incendio se propaga; bien es verdad que las que se
tomaron fueron ineficaces e improvectas, por traer desde
los degredos aunque de noche a enterrar a la parroquia
los cadáveres que devoraba el contagio, hasta que con
permiso del Ilustrísimo Bohorquez se hizo por debajo de
San Pablo un cementerio que fué lo mismo que nada, y
que sólo pudo hacer menos espantoso el estrago, el que
sólo había treinta años que se acababan de pasar. En-
tretanto acaba don García Girón su gobierno y entra en
su lugar:

16"—Don Francisco de la Hoz Berrío. Toma po-


sesión de este gobierno en propiedad en virtud de los rea-
les despachos de Felipe III, el día 15 de junio de 1616.
Elige por su Teniente general de Gobernador, el día 6
de mayo de 1617, a Pedro Gutiérrez de Lugo, y los
primeros sentimientos que se le descubren son los de una
sólida piedad y devoción. Inspira y promueve en su Ca-
bildo de tal manera la loable devoción del Augusto y
Adorable Sacramento, que por acta celebrada en 1 7 de
julio de 1617, reparte entre sí y los capitulares las doce
fiestas mensuales que se hacen los terceros domingos del
mes. El azote de la gran seca, junto con la plaga de la
tara que hacía largo tiempo que afligía a esta república,
la tenía puesta en tan deplorable situación que no se veía
por todas partes más que la necesidad y la miseria. Ocho
meses hacía que había concluido el señor Bohorques la vi-
sita y aún no se había bien regresado a esta ciudad, cuando
ya había vuelto a seguir con este Gobernador del sistema
(valdréme de este término por no usar de otro que las-
time la sagrada persona de su Ilustrísima), de las censu-
ras con el mismo y más rigor que nunca. Nada había
que pudiera librar a la república de consternación tan fa-
tal que no fuese el favor del cielo; implóralo en efecto
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 109

este piadoso Gobernador por la intercesión de la Santísi-


ma Virgen de Copacabana, promoviendo en el Cabildo
celebrado en 9 de octubre de 1618, llevarla en rogación
de la iglesia de San Pablo donde está colocada, a la de
la parroquia, para hacerla celebrar aquí nueve misas can-
tadas que distribuyó entre sí, su teniente, alcaldes y de-
más regidores; previniendo al mismo tiempo se pusiese
esto en noticia de su Señoría Ilustrísima para que, por
su parte, procurase aplacar con sus cristianos y pastorales
ruegos la ira del Señor, supuesto no tener duda de que
fuese originada de tantas excomuniones como largo tiem-
po hacía vivía fulminando contra esta afligida república,
suplicándole se dignase darles su absolución general para
así poder atraer más fácilmente las bendiciones de Dios,
comisionando para este efecto al alcalde ordinario Alonso
González Urbano y al regidor don Domingo Vázquez.
Parece que todo iba ahora a ceder a la reconciliación y
a la paz; pero nada se consigue y su Ilustrísima se man-
tiene tan inflexible como siempre. Los historiadores de
su religión emperrados en justificar sus procedimientos, se
figuran sincerarían su conducta excediéndose en sus pro-
pias expresiones contra el Cabildo justicia y regimiento,
hasta llegar a afirmar tuvo éste el ignorante intento de
apearlo, mirando como un horrible atentado los legales
recursos de que se valía, que franquean las leyes y reales
cédulas e inspira hasta el derecho natural de las gentes.
Lo cierto es que si ellos hubieran examinado, como yo lo
he hecho con especial estudio para no hablar de memoria,
los acuerdos que ellos mismos citan, hubieran conocido la
razón y la justicia y confesarían sin duda que si su Ilus-
trísima no se hubiera dejado dominar demasiado del agrio
y árrido influjo del padre Gabriel de Mendoza su vicario,
ni él se hubiera precipitado a tanto, ni el Gobernador,
cabildo justicia y regimiento hubiera llegado a los términos
que llegó. No es menester más que leer con indiferencia
cristiana los acuerdos de este suceso, para conocer la ver-
dad con aquel natural candor con que ella misma se ador-
110 BLAS JOSÉ TERRERO

na. Y o no haré aquí más, aunque sea desprendiéndome


del laconismo que he ofrecido, que traducirlos casi a la
letra.
Aún no había su Ilustrísima acabado de tomar su
posesión, cuando ya estaba encarado con don García Gi-
rón, como lo hizo después con éste, reduciendo a las com-
petencias ciertos puntos de jurisdicción que estos jefes mi-
raban como privativos de las soberanas regalías. Hacen
éstos sus recursos hacia el solio para impetrar de allí sus
reales decisiones; pero su Ilustrísima, lejos de aquietarse
y contenerse con ellos, como debía, son los que más lo
irritan y lo indisponen, llegando a crecer de tal suerte a
la sombra de su enojo los insultos del vicario, de un modo
tan público como escandaloso, que tenía ya puesto a su
Ilustrísima en el punto de poner entredicho y cesación a
divinis, de manera que afligida la ciudad con preparativos
tan terribles, toma la resolución a nombre de su síndico
procurador, que lo era don Juan Queipo de Ivar, hacer
su' representación en el Cabildo que se celebró en 20 de
octubre del mismo año de 1618, para que éste se sirviese
interponer su súplica para con el actual Gobernador, para
que usando éste de todas las facultades con que lo auto-
riza su Majestad, se dedique a pacificar y tranquilizar la
república por todas las vías que le fuere posible, máxime
cuando es público hallarse su Ilustrísima más de un año
ha, promovido para el obispado de Guaxaca y con igual
probabilidad de haber enviado ya sus poderes el que lo
ha sucedido. El Cabildo en vista de la representación
de su síndico personero, suplica al Gobernador que esta-
ba presente, se sirva a nombre del rey acceder a la enun-
ciada representación, haciendo al Ilustrísimo prelado los
requerimientos que tuviere por convenientes, a fin que se
abstenga en fuerza de su promoción de usar más de su
jurisdicción eclesiástica episcopal, por los muchos perjui-
cios que resultarán; usando en caso necesario y a mayor
abundamiento el expresado procurador general del reme-
dio legal de la recusación en forma y de todos los demás
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 111

remedios que le conviniere usar. El Gobernador, desean-


do establecer la paz pública, y cortar las disenciones y
escándalos de que largo tiempo ha estaba agitada la re-
pública, en nombre de su Majestad exhorta a su señoría
Ilustrísima a que respecto de estar ya promovido más de un
año ha para el obispado de Guaxaca y electo para éste el
señor don fray Gonzalo de Ángulo, se abstenga en éste de
usar sus facultades episcopales, supuesto no serle permiti-
do obtener a un mismo tiempo dos beneficios, a cuyd fin,
para proceder con la mayor claridad, se servirá su Ilustrí-
sima declarar si tiene o no aceptado aquél obispado, para
que sus reales cajas perciban su respectiva vacante, o de-
mostrar el real permiso que tenga de su Majestad para
poder gobernar éste hasta que llegue su sucesor, respecto
de convenir así al servicio de su Majestad, bien público y
tranquilidad de esta república, entretanto que así se parti-
cipa por su real y supremo Consejo de Indias y real Can-
cillería de Santo Domingo. El obispo, construyendo des-
de luego este oficio por pura sugestión del Gobernador,
inspirada al Cabildo con el ánimo de sustraer a la ciudad
de la obediencia de su prelado, como se explica él mismo
en su respuesta a consecuencia del exhorto, protesta seguir
su agravio y su desobediencia, ante el rey, ante su santi-
dad e inquisición, para lo cual tiene justísimas razones y
causas, añadiendo que su Ilustrísima se tiene por legítimo
obispo y prelado de Venezuela; que acerca de su promo-
ción no tiene más que una vaga y simple noticia, que en
caso que le lleguen las bulas y cédulas de ella verá enton-
ces lo que mejor le conviniere, así para el servicio de Dios
como del rey; que a la recusación que hace de su Ilustrí-
sima el Cabildo justicia y regimiento, sólo contesta que
estando como está ocupado en la visita general de este
obispado, como legítimo prelado que es, y será hasta que
quiera, corrigiendo y enmendando las costumbres de sus
feligreses y en especial sobre muchos errores que contra el
concilio de Trento y santa fe católica dicen y practican
muchas personas en esta ciudad, para remediar a las que
112 BLAS JOSÉ TERRERO

tocan a su tribunal y remitir las demás al santo oficio, cu-


yas materias no admiten recusación, inhibición ni apelación
según las decisiones del mismo rridentino, como lo hace el
expresado Cabildo substrayéndose no obstante ahora con
la mayor violencia de su obediencia, después de haberlo
tenido más de tres meses expuesto a las mayores injurias
y descomedimientos, que jamás le ha hecho pueblo cris-
tiano a su prelado y pastor, y que su señoría Ilustrísima
remite a la indignación de Dios y a la de los santos após-
toles San Pedro y San Pablo, con la protesta que hace de
vertir su causa, su queja y su agravio, así a su Majestad
como al Santo Tribunal.
El increíble horror que había concebido la ciudad
aterrada de las repetidas excomuniones de su pastor, no
la permite otras aspiraciones que la de verse libre de su
Ilustrísima; conoce que su intención no es otra que resis-
tirse a la recusación que le hace y que por eso se vale de
los asuntos de la mayor gravedad para enervar sus razo-
nes, y con este motivo le itera su recusación e inhibición,
por su acta celebrada en 26 de octubre de este mismo año,
interponiéndole al mismo tiempo el real auxilio de las fuer-
zas. Esta es a la letra toda la substancia de este ruido-
so suceso. Esto es lo que los padres dominicos llaman
apear, atentado, ignorante intento, sin advertir que ellos
mismos se implican en esta última expresión, avaluando
por tal los recursos que franquean todos ¡os derechos y
que hacen insanables la nulidad con que el despotismo
viola la inmunidad de las recusaciones con los procedi-
mientos ad ulteriora. Nada he dicho de las sumisiones
de este Gobernador con que están adornados sus oficios,
porque no es menester más que hacer una seria reflexión
sobre la categórica contesta de su Ilustrísima para conocer
el influjo que tenía inquieto su espíritu. No había seis
meses que su vicario, en calidad de comisario, había aca-
bado de hacer 'la publicación de los edictos de la fe y
de cuyo acto no se había trascendido la menor novedad;
ocho había que su Ilustrísima se había regresado a esta
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 113

ciudad y era inverosímil que si no hubiera concluido la


visita no lo hubieran promovido. Y o creo con sinceridad
que su Ilustrísima estaría en efecto, como dice, enten-
diendo en su visita, y en este caso su promoción que, en
efecto era cierta ¿no es una prueba relevante que su Ma-
jestad, acreditando y atendiendo a los informes de don
García Girón, tiene y tuvo a bien, promover sin esperar
otra cosa que la tranquilidad de la república? Ello fué
que ésta sucedió a la salida de su Ilustrísima que fué den-
tro de doce días y el 7 de noviembre de 1618; pero no
por eso dejarán de asomarse otras.
El Presidente de Santo Domingo, en virtud de la
real orden de 12 de febrero de 1619, comunica a este
Gobernador las noticias de una inminente guerra. Sale
éste a la visita de la provincia, a los últimos de este año,
recibe en el Tocuyo el año de 1620 las reales órdenes de
su Majestad para reducir a poblaciones las encomiendas
de los naturales, a consecuencia de los informes que se le
habían hecho sobre la suma ignorancia de éstos en los
misterios de la fe y doctrina cristiana. Regresase a esta
ciudad, concluye su gobierno y le sucede:

1 7"—Don Juan Tribiño Guillamas. Toma en propie-


dad posesión de este gobierno en virtud de los reales despa-
chos de Felipe III, el día 14 de julio de 1621 y sucede a
ella inmediatamente la muerte de este monarca, que se pu-
blicó aquí el día 2 de diciembre del que corre, y la procla-
mación de Felipe I V que se hizo a principios del de 1622
por el alférez real Diego de los Ríos, sin aquellos sucesos
memorables de que pueda hacerse acreedora la posteridad.
Concluida ésta el primer cuidado que le lleva la atención
fué el de la rectitud y nivel de las calles que ya iba per-
diendo el orden y su hermosura, haciendo que para este
efecto el Cabildo, por su acta celebrada en 27 de marzo
de 1623, nombrase los primeros alarifes que fueron, de
carpintería Francisco Medina, y de arquitectura Bartolo-
114 BLAS JOSÉ TERRERO

mé Añasco, para que velaran sobre de esto. El segundo


cuidado era el de la seguridad de la cárcel real, que por
el sumo desbarato de ella no tenía ninguna; pero aunque
hubiera sobrevivido a él, nada era regular que se hubiera
adelantado por no tener la ciudad propios que lo lastara.
A esta razón muere Guillamas, lunes santo 10 de abril
de 1623, y en virtud de la real cédula fecha en Toledo
a 3 de diciembre de 1560, entraron los alcaldes ordina-
rios don Alonso Félix de Aguilar y Alonso Rodríguez
Santos en el gobierno de la provincia. Cinco meses ta-
sadamente se habían pasado cuando reciben estos alcal-
des carta de don Diego Gil de la Sierpe, el día 12 de
setiembre en que les anuncia su llegada y recibimiento en
Coro, por nombramiento que había hecho en él la real
Audiencia, de Gobernador interino. Era el interés el
dominante de este hombre, que precipitándolo en varios
excesos lo hizo en breve tiempo odioso a la ciudad de
Coro. Pasa de aquí a la de Caracas y con él a un mis-
mo tiempo la noticia y el ejemplar de su carácter. Nom-
bra por su Teniente general de Gobernador a Nicolás de
Peñaloza, en virtud del título que le despachó el día 25
de diciembre, y hácelo recibir en el Cabildo que presidió
él mismo, el día 27 del mismo mes y año. Nada se aso-
maba hasta este día en el semblante de sus capitulares que
pudiera hacer entrar en cuidado; a lo menos, si había al-
gún artificio secreto, el Cabildo usó aquí de un prodigioso
disimulo, supuesto que al cuarto día, que era el 31, estaba
ya depuesto del gobierno, preso y mandado pregonar pa-
ra que ninguno de cualquiera calidad que fuese lo tuviera
por tal Gobernador ni Capitán General, pena de traidor
al rey y de procederse contra él por todo rigor de justicia.
Todo iba en este asunto con la mayor violencia y sólo la
precisa necesidad de prevenir y aprontar la fragata que
lo había de conducir bajo la partida de su registro al Su-
premo Consejo de Indias, fué lo que únicamente pudo
haberlo dilatado hasta el día 26 de enero de 1624. Los
excesos de La Sierpe pudieron haber sido el seminario del
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 115

montón de quejas, así de la ciudad de Coro como de ésta,


que le acompañan a la corte; que fué por haberse intro-
ducido en el gobierno de esta provincia contra la volun-
tad de su Majestad, son expresiones que vierte la de
Caracas en el acuerdo del día 5 de junio de 1624 con el
motivo de recusar para todas sus causas al licenciado don
Diego Gil de la Sierpe, su padre, que estaba siendo oidor
de la Real Audiencia de Santo Domingo; pero no se pue-
de ocultar que en este violento y apasionado procedimien-
to, tuvo mucha parte la nimia adhesión al mando del go-
bierno de la provincia con que se iban engriendo demasia-
do sus alcaldes, y que si se hubiera cortado desde ahora no
se llegarían a ver los monstruosos desórdenes que escan-
dalizarán el siglo venidero. Los tristes y vergonzosos
efectos que les hará sufrir este suceso serían bastantes para
hacerlos entrar en circunspección, si junto con las pasiones
se heredara el escarmiento. La de mandar es violenta
y siempre será el hombre su eterno esclavo, aunque sea
a costa de los más trágicos y dolorosos infortunios. En
fin, sucede a Guillamas:

18'—Don Juan de Meneses y Padilla, caballero


del hábito de Santiago. Toma en propiedad posesión de
este gobierno en virtud de la real cédula de Felipe I V ,
el día de san Fernando de 1624. El importante reparo
de la real cárcel, que tan recomendado había dejado
Tribiño, y le hacían más necesario las frecuentes fugas
que hacían los delincuentes, fué el primer cuidado que le
ocupó su atención, aunque inútilmente por no haber pro-
pios ni ramo de que hacerse.
Se había abrogado la Real Audiencia de Santo Do-
mingo la provisión de los tenientazgos de la provincia,
despojando a los Gobernadores de la posesión en que su
Majestad los había amparado, desde el tiempo de Oso-
rio, por su real cédula fecha en San Lorenzo en 14 de
setiembre de 1591. Hace este Gobernador su recurso
116 BLAS JOSÉ TERRERO

al supremo Consejo y gana aquí la real cédula fecha en


Madrilejos a 1 1 de febrero de 1624, en la que manda
su Majestad a dicha real Audiencia deje en libertad a los
Gobernadores de esta provincia, para que nombren sus
tenientes como lo han hecho sus antecesores. Las conti-
nuas irrupciones que se experimentaban por los naturales
de la provincia de Nirgua sublevada, ponen en movimien-
to a este Gobernador, mucho antes de lo que él pensaba,
y con este motivo nombra por su Teniente general de
Gobernador, el día 20 de agosto de 1624, al licenciado
Miguel de Salamanca, abogado de la real Audiencia y
cancillería de Santo Domingo, y al famoso Garci Gon-
zález de Silva, ya octogenario, por su Teniente de capi-
tán general, para sus expediciones militares, el día 21 del
mismo mes y año, para que se viera que hasta viejo le
había rendido a su valor, sus respetos la atención. Mien-
tras que esto sucedía en Caracas, en la corte se batía el
procedimiento de don Diego Gil de la Sierpe, y agitado
aquel Supremo Consejo con las inmensas y criminales
querellas que los cabildos de Coro y de Caracas habían
remitido con él y de las que él había producido allí contra
ellos, resuelve desde luego que su Majestad nombre, como
en efecto nombró, por juez comisionado para la averigua-
ción y castigo de ellas, al licenciado don Francisco Me-
drano, como consta de una real cédula fecha en Madrid
a 18 de junio de 1624, ganada por Bartolomé de M o -
nasterios, procurador y agente de estas ciudades y conduc-
tos del expresado la Sierpe, a fin de que dicho Medrano
admitiese a los expresados Cabildos las recusaciones y
apelaciones que éstos interpusiesen. Llega a fines de es-
te año a la ciudad de Caracas y al instante reduce a su
Cabildo a una prisión acaso más indecorosa y vergonzosa
que la que éste hizo sufrir a La Sierpe. Acercábase a
este tiempo el día 1' de enero de 1625, en que era for-
zoso hacer las elecciones de alcaldes y demás oficios anua-
les, y no teniendo el Gobernador más que un regidor que
había quedado libre y otro que había habilitado, exhorta
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 117

al licenciado Medrano en nombre del rey, a fin que dé


licencia y libertad al expresado Cabildo para hacer dichas
elecciones, obligándose el mismo Gobernador a restituir-
los a la prisión donde se hallan, luego que fuesen conclui-
das. Preocupado este comisionarlo de sus secretos ali-
cientes, no piensa prestar más oidos que a las persuaciones
del interés y por eso le precisa vestir este proceso de todos
aquellos estrépitos espantosos que alcanzare a inventar su
arte y su habilidad. Ninguna cosa acomodaba más a
su intento que la pretención del Gobernador, para pre-
textarle, denegándosela, no estar la causa en estado de
poder acceder a ello en la libertad y soltura del Cabildo
que le pide, atendido al espíritu de las reales leyes que
se lo prohiben, y al de estar asomándose cada día nuevos
delitos contra él. Todo parecía, según estas expresiones,
que iba a tener un fin trágico; pero los dones y el interés
son los que sufren el sacrificio y ningún efecto visible se
descubre a esta política borrascosa, que la ida del alguacil
mayor don García Pérez de Loaiza y la del escribano
del Cabildo don Pedro Navarro, a la corte, quedando
sin efecto la cédula ganada por Monasterios.
El Gobernador procedió a su elección con sólo los
votos de los dos regidores; y apremiado más de \i paci-
ficación de la provincia de Nirgua que de la visita de las
otras ciudades, sale para ella a principios de marzo. Co-
noce que los progresos de ésta piden más cordura y pru-
dencia que precipitación y audacia; y con este motivo
ya se había vuelto y se hallaba en Caracas el día 11 de
octubre de este mismo año. Había vacado por ausencia,
muerte o renuncia del licenciado Salamanca el empleo
de Teniente general de Gobernador y considerando en
Pedro Gutiérrez de Lugo la prudencia, madurez y expe-
riencia para él, le despacha su nombramiento en 24 de
julio de 1626, en virtud del cual se recibió en Cabildo,
no obstante la fuerte y obstinada oposición que hacía el
alcalde ordinario Juan Sánchez Morgado, aunque infun-
dada por no ser tan fácil como quería él, encontrar letra-
118 BLAS JOSÉ TERRERO

do que lo fuese, ni otro de las cualidades de Lugo que


no fuese vecino. Este, no obstante las protestas de Mor-
gado, queda en su empleo y el Gobernador se vuelve a
Nirgua de cuyos cuidados vivía preocupado. A vista de
las considerables provisiones de víveres y de gente que se
había reclutado para esta empresa, bien pudiera haberla
reducido a la violencia, pero no le acomodaba ésta a sus
pensamientos, y por lo mismo se regresa a esta ciudad de
Caracas a los principios de setiembre de 1627. Las ven-
tajosas utilidades que se figuraba Meneses podría resul-
tarle de la pacificación de Nirgua con el descubrimiento
de sus decantadas minas, se la hacían mirar con preferen-
cia a otro cualquier asunto y por eso, sin perderla de
vista, se vuelve a ella a los principios del año de 1628
con el mismo y más ahinco que 'la primera y segunda vez.
El, en fin, consume en estas laboriosas caravanas casi to-
do el más tiempo de su gobierno y aunque no dejaron de
surtir su efecto en mucha parte de la docilidad de aque-
llos naturales, precisado de otros asuntos de igual consi-
deración, se restituye a Caracas a los principios del año de
1629, ya sin la esperanza de lograr el fruto que le habían
hecho concebir sus risueños proyectos.
Hacía algún tiempo que su Teniente general de
Gobernador se hallaba inficionado de lazarino, y a su
llegada le fué preciso sustituir en su lugar, el día 8 de
mayo de este año, al doctor Juan Urpín, abogado de la
real audiencia de Santo Domingo, quien se recibió en el
Cabildo del siguiente día. Había su Majestad, a con-
secuencia de las importunas instancias que le hacían de la
isla y ciudad de Santo Domingo, resuelto y concedido por
su real cédula fecha en Aranjuez a 3 de mayo de 1627,
el que se levantase una armadilla para limpiar aquellas
costas de los piratas holandeses que las saqueaban; pero
como esto había de ser sin perjuicio de sus reales cajas,
le fué preciso a aquel Presidente acordar con este G o -
bernador el fondo y los ramos sobre que se habían de tra-
zar sus gastos. Este fué el motivo que hizo venir a M e -
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 1.19

neses con precipitación de su encantada Nirgua, con el do-


lor de no volverla a ver más, pues conocía que estaba para
expirar el tiempo de su gobierno. Habíase hecho saber
al Cabildo, repetidas veces, la expresada real cédula, pe-
ro nada se había deliberado en sustancia por estar exhaus-
to de sus regidores. Los repetidos infortunios tenían
puesto a los individuos de éste y hasta a los más acauda-
lados en tan miserable situación, que habían tomado la
resolución de retirarse a sus labranzas para poder subsis-
tir y mantener sus honradas obligaciones. Instaban im-
portunamente los oficiales reales por el cumplimiento dé
la enunciada cédula; pero sus esfuerzos eran inútiles has-
ta que se tomó la providencia de mandar convocar y espe-
rar los capitulares ausentes para ver, de común acuerdo,
lo que se había de contestar, como en efecto fué ésta la
de hacer ver así al Presidente y Gobernador como a su
Majestad, por su acta celebrada en 9 de febrero de 28,
la miserable decadencia a que los tenía reducidos así sus
continuas desgracias como las inmensas y espantosas ex-
acciones que aun recientemente les había sacado don Die-
go Gil de la Sierpe, de veinte mil pesos y la de treinta
mil ducados de once reales que les acaba de sacar el li-
cenciado don Francisco Medrano, con las mismas y peo-
res violencias y extorsiones que el primero, como juez co-
misionado por su Majestad para remediar aquellos ex-
cesos, fuera de otras grandes sumas que se han consumido
en gastos de justicia, costas y expensas *del procurador, y
de las que extrajo del Cabildo el segundo delegado y
asesor que vino del Nuevo Reino, obligándolos a empeñar
y deshacerse de sus más preciosos muebles, para dar cum-
plimiento a estas violentas contribuciones, y sin traer a
colación el considerable donativo que se le hizo a su Ma-
jestad para la guerra y el de la cantidad de más de seis
mil pesos que actualmente acaba de consumir el Gober-
nador en la pacificación de los naturales de Nirgua, sin
tener dicho Cabildo ninguna obligación ni recomendación
para ello. Pero nada de esto y mucho más que se ven
120 BLAS JOSÉ TERRERO

precisados a testificar con sus ojos, hace impresión en el


ánimo de los urgentes exactores de este asunto. Aquí es
propiamente donde se ve querer forzar a un imposible a
que ninguno está obligado. El Cabildo apela de sus
providencias y protesta hacer ver con su exclamación a
los pies del rey su suma indigencia y su ruina.
Este era el asunto en que por entonces se ocupaba
la atención, cuando el día 14 de julio de 1629 se recibió
en Cabildo la carta del nuevo Gobernador que ha de
suceder a Meneses, en que le previene será con la breve-
dad que apetece. Por este tiempo se había ya resuelto
por real cédula fecha en Madrid a 10 de mayo de 1629,
la competencia exitada entre este Gobernador y el Ilus-
trísimo Ángulo, por haber querido el expresado Goberna-
dor el día 13 de diciembre de 1627, dar asiento distin-
guido en la iglesia catedral a un juez receptor de la real
, Audiencia de Santa Fe, por la cual manda su Majestad
a dicho reverendo obispo no consienta se le dé silla en
ninguna de las iglesias de su obispado a ningún juez de
comisión que no sea oidor, fiscal o alcalde de sus Adien-
cias.

19 —El Capitán Francisco Núñez Meleán. Toma


9

posesión en propiedad, en virtud de los reales despachos


de Felipe IV, el año de 1630; pero se ignora el mes y
día por haber el descuido, o diré mejor, la malicia, o lo
que es más cierto, la Providencia Divina sepultado los
libros de acuerdos de este Ayuntamiento, desde el año de
1630 hasta el de 1643 inclusive, tal vez por borrar de la
memoria de la posteridad los ruidosos excesos que en es-
tos desgraciados tiempos, más que en otros, abortaron con
el nombre de competencias, las escandalosas y vergonzo-
sas adhesiones de unos sujetos, que por razón de su pues-
to, calidad, estado, autoridad, carácter y dignidad, debían
haber sido el ejemplar de la discreción, modestia y man-
sedumbre, y el modelo más expresivo de la prudencia, de
la paz y de la tranquilidad públicas.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 121

Comenzaron las de este Gobernador con el Ilustrí-


simo señor maestro fray don Gonzalo de Ángulo a hacerse
igualmente públicas que ruidosas, el día 3 de abril, domin-
go de ramos del año de 1631. Repara que lleva su
Ilustrísima por detrás el caudatario y sus pajes y con este
motivo, desdeñándose de asistir a esta procesión, se vuelve
con su Cabildo desde la puerta de la iglesia a sus asientos.
El prelado, herido vivamente de este público y solemne
desprecio, igualmente que agitado de otros puntos en que
lo había hecho entrar, eleva su queja y su recurso a la
real Audiencia y cancillería de Santo Domingo, y esta
resuelve desde luego, por su real provisión, expedida en
26 de julio de 1631, que el reverendo obispo pueda lle-
var y lleve en las procesiones y actos públicos, inmediatos
a su venerable persona, los pajes que tuviere y quisiere;
que así mismo basta que un diácono o subdiácono dé al
expresado Gobernador la agua bendita que quería fuese
por uno de los curas; que el que ayudare la misa que
oyere dicho Gobernador, ahora sea cantada o rezada,
y no de otras, le dé la paz no con la patena, como pre-
tendía éste, sino con el porta paz, así a él como a su mu-
jer, y que ésta se abstenga de llevar a dicha iglesia y a
todas las demás, la tarima con su barandilla de que ha
usado hasta aquí; mandando asimismo al enunciado G o -
bernador justicia y regimiento, acompañen a su Ilustrísima
acabada la misa, hasta que salga de la iglesia. No es
necesario advertir la sensible impresión que haría una re-
solución de. esta naturaleza en unos hombres del carácter
del Gobernador y sus aliados. Por los acontecimientos
futuros se conocerá que si por ahora se divirtieron las co-
sas por el respeto debido a la Audiencia, no mudaron de
semblante en sus ánimos, supuesto que fué preciso elevar'
los a la real mente, junto con la resolución dada por su
Alteza, que confirmó y ratificó su Majestad por su real
cédula fecha en Madrid a 25 de marzo de 1641, ocho
años después de la muerte de su Ilustrísima y seis de la
remoción del enunciado Gobernador.
122 BLAS JOSÉ TERRERO

Muerto su Ilustrísima el año de 1633, el Cabildo


eclesiástico sigue su espíritu y sigue con tesón sus pensa-
mientos; experimenta igualmente sus irrupciones, pero no
por esto abandona sus recursos. En medio de estas y de
otras evoluciones, que por vergonzosas han tirado a os-
curecerse, Dios no dejaba de insinuárseles por medio de
sus más formidables auxilios, acometiéndoles primero a
los principios del año de 35 por el contagio de las virue-
las, que en el de 36 desoló la ciudad y sus anexos'; pero
cuando la obstinación es la dominante, nada sufraga como
se irá viendo.

20 —El general Ruiz Fernández de Fuenmayor


9

toma posesión en propiedad de este gobierno en virtud


de los despachos de Felipe I V ; pero no se sabe cierta-
mente ni el año, mes ni día, por las razones que se dejan
ya apuntadas en el antecedente; mas ello, poco más o me-
nos, fué entre los últimos meses del año de 1635 y los
primeros del año de 1636, supuesto que de acuerdo con
el Ilustrísimo señor don Juan López Agurto de la Mata,
que murió en 26 de diciembre de este mismo año, ya ha-
bía ensangrentado sus competencias con el Cabildo ecle-
siástico, en la semana santa de este propio año. Desen-
tendido enteramente de la real provisión en que desaprue-
ba su Alteza los procederes de su antecesor, intenta con
una despótica temeridad, aún mayor y más infundada que
la de Meleán, el que de las tres dignidades que tenía en-
tonces esta catedral, saliesen las dos a recibirlo siempre
que hubiere de ir a ella, y que por las mismas se le hu-
biese de dar el agua bendita. Absorto este venerable se-
ñor deán y cabildo con este inaudito atentado, conferencia
con madurez este punto y resuelve desde luego contestar
a dicho Gobernador con lo ejecutoriado y resuelto por la
real Audiencia de Santo Domingo, pidiéndole se sirviese
en obsequio de la paz y cristiana harmonía observar y
guardar sobre este punto lo decretado y mandado por su
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 123

Alteza. Contaba sin duda Fuenmayor con el favor y


protección de su Ilustrísima, supuesto que no obstante lo
alegado por el venerable Cabildo eclesiástico, le manda
a éste, dicho obispo por un auto, que la dignidad más
moderna saliera siempre a recibirlo y que por mano de
ésta se le diera el agua bendita. Con este poderoso apo-
yo, no obstante la apelación interpuesta por el venerable
deán y cabildo y de la intimación hecha con la real pro-
visión, lo apremia y requiere hasta con la violencia el sá-
bado de ramos 15 de marzo, a fin de que se ejecute lo
mandado por su Ilustrísima, apercibiendo a dicho vene-
rable deán y cabildo y teniendo ya prevenidas para la
ejecución, muías y embarcación para trasportarlos a la
ciudad de Cumaná. Puesta la república en la escanda-
losa espectación de esta novedad asombrosa, se acordó
por el discreto y venerable señor deán y cabildo, en vene-
ración de aquellos sagrados días y en obsequio de la paz
y serenidad públicas, sobreseer en el ruidoso suceso y sa-
lir, como salió el lunes santo invito, pero bajo las protestas
hechas, el doctor don Bartolomé de Escoto, deán digni-
dad que entonces era de esta catedral, a recibirlo y darle
el agua bendita. El rubor y confusión que causó en el
ánimo de este Gobernador la resignación y humildad con
que el Cabildo eclesiástico cedió a su violencia, es una
prueba clara de los efectos de la funesta ilusión que lo
condujo de un abismo en otro, mandando a trasladar pa-
sada que fué la semana santa a lajglesia de los padres
dominicos junto con su silla, los escaños del Ayuntamien-
to, donde permanecieron largo tiempo y años, causando
él con su entera retirada de la catedral el escándalo que
con tanta prudencia, humanidad y caridad tiró a evitar a
costa de su sacrificio el Cabildo eclesiástico. Poco des-
pués de esto, hacia los principios del año de 1638, fué
que promovió y dio principio a la antigua fundación del
convento de nuestra Señora de la Merced, poco más abajo
del sitio donde hoy se halla la iglesia de la Divina Pas-
tora, dándole a conocer la brevedad con que trágicamente
124' BLAS JOSÉ TERRERO

se disipó tan santa obra, no haber sido del agrado del


Señor su piadoso fervor, tal vez por haber usado con las
venerables personas del Cabildo eclesiástico de la inso-
lente intrepidez que se deja referida. Entretanto llega
a favor de éste la resolución de su Alteza, que después
aprobó y ratificó su Majestad por sus reales cédulas fe-
chas en Madrid y Zaragoza, la primera a 16 de diciem-
bre de 1639 y la segunda a 1 7 de diciembre de 1646,
en que le manda por su real provisión fecha en Santo
Domingo de la Española, en 1 de abril de 1639, observe
0

y guarde puntualmente, sin dar lugar a escándalos ni al-


borotos, lo dispuesto por la misma Audiencia en la expe-
dida a su antecesor, bajo de la pena contenida en aquélla
y la de mil pesos de oro fino más para su cámara.
Hacía mucho tiempo que no se observaban en esta
infeliz república que evoluciones ruidosas, tanto más asom-
brosas cuanto se versaban entre las personas más visibles
y del más respetable carácter. Así fué que preocupado
de antemano el Ilustrísimo señor maestro don fray Mauro
de Tovar, obispo electo de esta diócesis, con la noticia
de los execrables insultos que en repetidos recursos agi-
taban la corte, aún todavía no había tomado posesión de
ella, cuando ya miraba con un horror indecible a su jefe
justicia y ayuntamiento, sirviéndole la memoria de los
excesos pasados, de nuevos estímulos para las mismas y
más vergonzosas precipitaciones en que lo hizo incurrir
el caprichudo entusiasmo de unos corazones acostumbrados
a fabricarse de sus antojadizos deseos, la quimérica sombra
de una vanidad inaccesible. Entretanto que se iba acer-
cando el día 1 1 de junio del año de 1641, que tenía Dios
previsto para visitarlos en su indignación con el terrible
terremoto en que sepultó a esta desgraciada ciudad, en-
tre las ocho y las nueve de la mañana de este día, dejando
envueltos entre las ruinas dé sus suntuosos templos y la
de casi todas sus casas, junto con lo más precioso de su
riquezas, más de doscientas personas, y entre ellas más de
ochenta vecinos; y esto que era lo único que parece iba a
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 125

reducirla a una profunda paz, fué lo que la dispuso a ma-


yores y más inconsideradas desavenencias entre lo más
venerable y santo del estado eclesiástico y más autorizado
y respetable del estado secular, no produciendo los ma-
gistrados de la república pensamiento que no se dirigiera
a insultar, ni dejando el prelado censura de que no usase;
de manera que todavía aún no se había acabado de asen-
tar el polvo de las ruinas cuando ya su Ilustrísima la
había vuelto a sumergir en otra mil veces más formidable,
entregando la empresa al terrible anatema de un espanto-
so entredicho, sirviendo aquí el mismo estrago que causa-
ron los pasados delitos de nuevo asunto al enojo e ira de
Dios, y de tanta confusión y rubor a la posteridad que se
tuvo por menos inconveniente enterrarlos en el olvido, sus-
trayéndolos de los libros, que dejar impresos en ellos tan
perniciosos sucesos para ejemplar del escarmiento. No
es de extrañar que su Ilustrísima se excediese muchas ve-
ces en sus expresiones duras y enfadosas contra un G o -
bernador y Ayuntamiento que furiosamente celoso de las
inmunidades de su vanidad quería hasta con violencia
mantenerlas indemnes, aunque fuera a pesar de los ma-
yores y más insuperables inconvenientes. Engreídos de
sus criminosos sentimientos protesta, para poder mudar su
silla y sus asientos a otra iglesia como a cada instante lo
hacían a la discreción de su antojo, máxime cuando se
figuraban no ofrecérseles todo el incienso que apetecían,
que su Ilustrísima los había mandado desalojar la víspera
y día del apóstol Santiago de dicho año de 41. El Ca-
bildo eclesiástico en la contesta que le hace el día 1 7 de
julio, inserta en el acuerdo del día 18 del mismo del año
de 1654, y corre al folio 134 y siguientes, rebatiéndole
las mismas aspiraciones que quería poner en planta con
el motivo de la inmediata promoción que acababan de
hacerle al Ilustrísimo señor don Mauro, les hace ver la
ilusión de sus risibles e imaginarias quejas, atestiguándole
como la controversia del ya expresado día de Santiago
había sido y fué sobre el distintivo de la silla, cojín y
126 BLAS JOSÉ TERRERO

tapete, que se quería abrogar en concurrencia del capitán


general, el alférez real, y no sobre los asientos del Ayun-
tamiento, que aun cuando fueran sobre de éstos no sería
de admirar, puesto que la concurrencia era en una iglesia
de paja, demasiadamente reducida y sólo hecha por la
pronta providencia en el medio de la plaza, para albergar
a la adorable Majestad de nuestro Dios Sacramentado,
y adonde a duras penas cabían los mismos a cuyo cargo
estaba solemnizar las funciones. Así se fueron continuan-
do estas mutuas y funestas altercaciones por largo tiempo
y no parece sino que se sucedían con ellas los sujetos. En
fin, Fuenmayor, o bien fuese por reconocer en el obispo
un espíritu inaccesible, o por que fuese ya viendo espirar
el tiempo de su gobierno, mantenía el suyo sin aquella in-
trepidez del principio. Entretanto sustituye en su Lu-
garteniente general de Gobernador, el día 23 de enero de
1644, hasta cuyo día lo había estado siendo el licenciado
don Melchor de la Riva, al licenciado Juan Méndez Car-
vallo; y llega a los principios de marzo de este mismo
año, la noticia de haber llegado a la ciudad de Maracaibo
el nuevo Gobernador.

21 •—El Sargento mayor don Marcos Xedler de Ca-


latayud y Toledo, caballero del hábito de la Calatrava,
del Consejo de guerra de su Majestad en los estados de
Flandes, toma posesión en propiedad de este gobierno en
la ciudad de la Nueva Zamora de Maracaibo, en virtud
de los despachos de Felipe IV, en 29 de febrero de 1644,
cuya certificación en virtud de la cual fué recibido aquí
se halla inserta en el acuerdo celebrado en Caracas en
23 de marzo del mismo año de 44. Hallábanse tazada-
mente sin concluir las casas que habían de servir a su ha-
bitación; pide el Ayuntamiento en vista de esta precisión
su licencia al Ilustrísimo Tovar para poder trabajar en
ellas los días de fiesta, y con este motivo, que no es nece-
sario sea de la mayor gravedad cuando la disposición está
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 127

en los ánimos, vuélvese a encender la discordia de una y


otra parte. Ello fué que tampoco está escrito lo que pa-
só en este evento, por estar sustraídos del libro todos los
acuerdos de este año, desde el dicho día 23 de marzo
hasta el día 1" del año siguiente de 1645 inclusive. En-
tretanto llega a esta ciudad por el mes de junio del mismo
año de 45, el expresado Gobernador don Marcos Xedler;
continúa en el referido licenciado Juan Méndez de Car-
vallo, el empleo de Teniente general de Gobernador por
el título que le despachó en 24 de abril de 1646. Re-
suelve, pensando que no habría novedad, solemnizar la
festividad del apóstol Santiago, concurriendo de común
acuerdo con el Ayuntamiento de la ciudad a la catedral,
el año de 1646 y halla, desde luego, desde sus primeras
vísperas, tan sangrienta oposición en el prelado y de que
no quedó rastro de ella en los libros por faltar todos los
acuerdos en que se batió esta materia, desde el que se
celebró el día 21 de julio de 1646 hasta el celebrado en
30 de abril del siguiente de 1647, llegando a tan alto pun-
to de sentimiento estas odiosas disenciones que se tomó
por partido, a lo menos para conservar en lo exterior una
fingida paz, cortar toda sociedad hasta en las funciones
más santas, traspasando las recomendaciones más sinceras
de la caridad más tierna, que manda precaver la ruina
ajena aunque sea con los desmedros de la propia voluntad;
mandando al expresado Ayuntamiento por su auto pro-
veído en 6 de enero de 1647, que se halla inserto en el
acuerdo celebrado en 8 de julio de este mismo año, el
que de ningún modo los alacaldes ordinarios que entonces
eran, compelan a los demás capitulares a que asistan en
cuerpo de cabildo a ninguna de las fiestas a que están
obligados en dicha catedral, hasta que su Majestad, a
quien tiene dado cuenta de todo, no resuelva sobre el
asunto, por convenir así a su real servicio y a la paz y
tranquilidad públicas, máxime cuando está de próximo pa-
ra ausentarse a la ciudad de Maracaibo, como en efecto
lo hizo. Pero cuando es el enojo de Dios quien traza
128 BLAS JOSÉ TERRERO

los sucesos son inútiles las mayores precauciones. Las


que acaba de tomar este jefe no servirían sino para hacer
más horrorosos los que se fueron continuando, si los deu-
dos de este prelado no hubieran tenido el cuidado de sus-
traerlos de los libros cuando estuvieron éstos a la discre-
ción de su arbitrio.
Muere el príncipe de Asturias en 9 de octubre de
1 646 y con este motivo, sin embargo de la prohibición
hecha por el Gobernador, que se hallaba a la sazón en
la ciudad de Coro, y de no haber diputado que tuviera
valor para presentarse a su Ilustrísima, le fué preciso al
Cabildo, más de fuerza que de gana, entenderse con él,
a fin de tratar sobre las reales exequias que era indispen-
sable hacerle, aunque no las hubiera encomendado tanto
su Majestad, por su real cédula de 28 de octubre de
1646; y debieron ser tan indecorosas las desavenencias
que igualmente pasaron en este entonces, que faltan de
los expresados libros todos los acuerdos celebrados desde
el día 5 de agosto de 1647 hasta el día 20 de marzo del
siguiente año de 1648. Esperaba con impaciencia y aun
toda la ciudad la resolución de estos sucesos, pero nada
se trascendía de la corte, sin embargo de los dos años
que habían corrido, y su Ilustrísima se mantenía aguerri-
do de su árrida conducta, más impenetrable que nunca,
entretanto que don Marcos Xedler veía espirar, y con
efecto espiró, el tiempo de su gobierno sin ver logrado el
efecto de sus inquietas espectaciones.

22 —El Maestre de Campo don Pedro de León


9

Villarroel toma en propiedad posesión de este gobierno


el día 29 de abril de 1649, en virtud de los reales des-
pachos de Felipe IV, fechos en Madrid a 21 de enero
del mismo año. Continúa en su Lugarteniente general de
Gobernador, al mismo licenciado Juan Méndez de Carva-
llo. Precisado éste a pasar a la ciudad de Santo Domingo,
sustituye en su lugar al capitán don Francisco Pimentel
TEATRO DE VENEZUELA Y CARACAS 129

Henríquez, en virtud del título que le despachó en 30 de


diciembre del mismo año de 49. Por este tiempo se volvió
a promover la nueva fundación del convento de Nuestra
Señora de la Merced, en virtud del permiso y real cédula
que presentó para este efecto, en el Cabildo celebrado en
25 de mayo de 1651, el reverendo padre fray Juan Bau-
tista Mejía.
Es increíble el trabajo y dificultad que ha costado
el poder encadenar y ordenar el sentido ingenuo de este
resumen, a causa de las frecuentes interceptaciones con que
me he encontrado en los libros del Ayuntamiento, acaso
motivadas de las pueriles y ruborosas desertaciones que
a cada momento se promovían. En fin, muere el expre-
sado Maestre de campo Pedro León de Villarroel el
viernes 14 de julio de 1651, casi aceleradamente, entre
las tres y cuatro de la tarde, y entran en posesión del go-
bierno, en virtud de la real cédula que ya se ha citado
en otras partes, los alcaldes ordinarios que lo eran Ber-
nabé Loreto de Silva y Juan del Corro, y en los que su-
cedieron el año siguiente de 1652, que lo fueron el capi-
tán Agustín Gutiérrez de Lugo y Tomás de Grezala y
Aguirre, hasta el día 13 de mayo que aparece recibido en
la ciudad de Coro, interinamente, por nombramiento que
hizo la Real Audiencia de Santo Domingo, el Sargento
mayor don Diego Francisco de Quero, como consta de
la acta celebrada en este cabildo de Caracas, en que fué
recibido aquí, por acuerdo de 24 de dicho mes y año, y
a donde se presentó a últimos del mes de enero de 1653,
en donde se mantuvo al parecer sin novedad, hasta el día
16 de setiembre de dicho año, en que desaparece repenti-
namente del teatro sin volverse a hacer mención de él ni
vivo ni muerto, bien que desde este día se echan menos
los acuerdos celebrados hasta el día 29 de diciembre, en
que aparece el gobierno en poder de los alcaldes ordina-
rios, que lo eran Gonzalo de los Ríos Almendariz y
Melchor de la Riva Herrera, sin expresar jamás que des-
tino se le dio ni que se Hizo el referido Gobernador don
10
130 BLAS JOSÉ TERRERO

Diego Francisco de Quero, caballero del hábito de San-


tiago; continuando el dicho gobierno en lo político y mi-
litar, así en los mencionados alcaldes, como en los que
se eligieron el año siguiente de 1654, que lo fueron el al-
férez mayor Luis Arias Altamirano y don Pedro Hurtado
de Monasterios, hasta la llegada del nuevo Gobernador.

23 —Don Martín de Robles Villafaña, caballero


9

del hábito de Santiago, hallábase a la sazón en la Nueva


España cuando se le remitieron los reales despachos de
Felipe IV, fechos en Buen Retiro a 5 de marzo de 1653,
en virtud de los cuales tomó aquí posesión en propiedad
de este gobierno, el día 13 de junio de 1654. Hallábase
el Ilustrísimo señor don fray Mauro de Tovar, en resultas
de tan tenaces competencias, promovido para el obispado
de Chiapa, para donde salió vivamente resentido de la
ciudad, a los cinco días después del recibimiento de este
Gobernador. Con este motivo, sin haberse resuelto aún
y estando pendiente la resolución del supremo Consejo,
le sugiere el Ayuntamiento, a nombre de su procurador,
la especie de solemnizar la festividad del apóstol Santiago,
llevando el real pendón a la catedral desde sus primeras
vísperas e inspirándole aquellas orgullosas aspiraciones
de vanidad, que no sirvieron sino para precipitar la con-
ducta de sus antecesores y de exacerbar tan agriamente
el ánimo de los prelados, para hacerlos incurrir con escán-
dalo y alboroto del rebaño en tantas y tan odiosas reso-
luciones; pensando, llenos de su propia satisfacción, que
con la remoción del Ilustrísimo prelado el Cabildo ecle-
siástico, amedrentado de sus funestos efectos, desaten-
diéndose de todo, accedería desde luego a todas las insi-
nuaciones de su antojo. Con efecto, practícanse varios
oficios de una y otra parte con reproducción de varias cé-
dulas y reales provisiones, que se presentaron por entram-
bas para revivir la fuerza y la razón que por cada una
se alegaba para ser mantenida en la posesión en que es-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 131

taban; pero nada se adelantó en el asunto más que el ir


el Ayuntamiento a celebrar dicha función en el convento
de los padres franciscos, supuesto que abrochado el vene-
rable deán y cabildo con todas ellas, lo resistió con vigor.
Por este tiempo asolaban los corsarios enemigos con
sus continuas irrupciones las costas de Caracas, robándose
los frutos de las haciendas y reduciéndola a una lastimosa
miseria. Con este motivo y el de dar las providencias
que exigía un asunto de esta naturaleza, baja el expre-
sado Robles, a principios de abril, al puerto de La Guai-
ra, no obstante de hallarse bien quebrantado de la salud.
La falta de pertrechos y provisiones con que se hallaban
los barcos de que pretendía valerse, le dilata sus deseos
dificultándole la empresa y entretanto, agravándosele los
males, muere por el mes de octubre, quedando el gobier-
no arreglado a la real disposición, en los alcaldes ordina-
rios que lo eran el capitán Juan Sánchez de la Varguilla
y Lorenzo Ponte y Villela y continuándose en el siguien-
te de 1656 en el maestre de campo Lázaro Vázquez de
Rojas y don Ortuño de Tovar, alcaldes ordinarios de
este año, en quienes se mantuvo hasta el día 27 de abril
en que se recibió en la ciudad de Santa Ana de Coro el
Capitán don Rodrigo de las Bastidas y Peñaloza, Go-
bernador interino nombrado por la real Audiencia de
Santo Domingo, como consta de la acta de aquella ciu-
dad inserta en la que se celebró aquí en 15 de mayo.
Pero este sujeto sólo duró en este empleo cuanto duró el
Presidente que lo hizo. Proveída inmediatamente la
audiencia de nuevo Presidente, despacha ésta nuevo título
de Gobernador interino al Capitán don Andrés de Vera
y Moscoso, en virtud del cual fué recibido en la ciudad
de la Nueva Zamora de Maracaibo, el día 22 de julio
del mismo año de 56, como consta del acuerdo de aquella
ciudad inserto en el que celebró ésta el día 13 de setiembre
de dicho año. Llega a esta ciudad por el mes de enero
del siguiente año de 1 65 7 y de aquí pasa inmediatamente
al puerto de La Guaira a tratar de sus fortificaciones, el
132 BLAS JOSÉ TERRERO

día 22 de febrero; pero nada adelanta en esta empresa,


más que los desafectos y disenciones que previno en los
oficiales reales y que después le atrajeron no pocos atra-
sos y disgustos en la residencia. En fin, antes de acabar
su gobierno nombra el día 1 de julio de 1658 por su Lu-
9

garteniente general de Gobernador al marqués de Maria-


nela, don Lorenzo de Meneses, hijo legítimo de don Juan
de Meneses y Padilla, caballero del hábito de Santiago,
Gobernador y capitán general que fué de esta provincia
el año de 1627.

24°—El Sargento mayor don Pedro de Porras y


Toledo, caballero del hábito de Santiago, gentilhombre
de la copa del rey, vizconde de Booyo, señor de las villas
de Villanueva, de la Torre y Temeroso, toma en propie-
dad posesión de este gobierno el día 25 de julio de 1658,
en virtud de los reales despachos de Felipe IV, fechos
en Madrid en 14 de diciembre de 1656. Hace presente
al Ayuntamiento en el cabildo celebrado en 1 de agosto
9

de este mismo año, la resolución de su Majestad sobre la


competencia exilada el año de 1655 entre el Gobernador
don Martín Robles Villafaña de acuerdo con el Ayun-
tamiento y el Cabildo eclesiástico, en que manda a éste por
su real cédula fecha en Madrid a 23 de febrero de 1567,
salga uno de sus prebendados con dos capellanes dé coro
a recibir el real pendón, la víspera y día de Santiago y
que la paz se le dé, no con patena, sino con el porta paz,
prohibiéndole al alférez real el uso de cojín, silla y ta-
pete que pretendía, por ser éste sólo distintivo de su G o -
bernador y mandándole al expresado Ayuntamiento, por
haberse ido a celebrar la función al convento de San
Francisco, se abstenga en semejantes días de introducir
novedades que sólo sirven de ruido y de escándalo a la
república, celebrando precisamente dicha función en la
catedral y no en otra parte.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 133

Esto sucedía cuando la ira de Dios cada vez más


irritada de estas altaneras discordias se comenzaba a in-
sinuar por medio de un accidente pestilencial que hacía
morir mucha gente. Con este motivo exhorta o inspira
este piadoso y devoto Gobernador a toda la ciudad en un
cabildo pleno, que hizo juntar el día 24 de agosto de este
mismo año, con el designio de aplacar la justicia divina,
el pensamiento de interponer, a efecto de conseguirlo, a
la Santísima Virgen, ofreciéndole defender con juramen-
to su purísima Concepción, al ejemplar que lo hacían mu-
chas ciudades y universidades, como en efecto se hizo este
célebre y religioso voto por ambos Cabildos, entre el ofer-
torio de la misa solemne que para este efecto se celebró
en esta catedral el día 25 del mismo mes y año. Pero
no tuvo efecto por ahora la poderosa interposición de la
Madre de Dios. Debía el corazón estar muy distante
de los labios y El tiene dicho que lo que quiere no es el
sacrificio sino la misericordia. Continúa irritada, sin em-
bargo, la cólera de Dios casi por todo el año, a lo menos
hasta el mes de noviembre. Las iglesias se inundan de
los despojos de la muerte y es preciso hacer de las casas
de los vecinos cementerios. El contagio se enciende y se
propaga de las mismas ruinas y reduce a cenizas, sólo de
la plebe, más de mil víctimas. Sumergida la ciudad en la
profunda aflicción y miseria de tan lamentable desgracia
y amenazada al mismo tiempo de las futuras y funestas
resultas por haber devorado el contagio toda la gente de
servicio, levanta su grito hasta la corte, suplicándole al
Rey el permiso de la introducción de esclavitud antes
de ser sepultada en la última ruina de una pobreza irre-
mediable. Poco después de esto fué que nombró este
Gobernador por su Lugarteniente general de Goberna-
ción, en 2 de abril de 1659, al licenciado don Juan Vela,
abogado de la real Audiencia de Santo Domingo y resi-
dente allí. Aquí se encuentra en los libros del Ayunta-
miento un intersticio, igualmente disforme que notable,
como los que quedan referidos, por hallarse sustraídas casi
134 BLAS JOSÉ TERRERO

todas las actas del año de 1660, desde la que se celebró


el día 12 de enero hasta la celebrada el 29 de noviembre
exclusive, y por esto no sabemos en qué paró la pretención
del alcalde provincial. Habíase querido éste arrogar
desde el año de 1657 la facultad de elegir los alcaldes
de la hermandad, despojando al Cabildo en la posesión
que estaba de hacerlo, apoyado en varias reales provi-
siones que después reprodujo el día I' de enero de este
9

año de 1660; pero habiendo apelado de ellas el Cabildo


para el supremo Consejo, quedando en depósito las varas
de este año, permaneciendo después largo tiempo sin ha-
cerse dicha elección ni por uno ni por otro, sin expresarse
el motivo de esta supresión.
No dejaba de observarse por este tiempo entre las
personas de mayor carácter y los cuerpos más respetables
alguna armoniosa paz; pero tal vez provenía de que no
levantaba Dios su terrible azote de la delincuente espalda
de la desgraciada Caracas. No había calamidad con que
no la afligiera, convidándola a la penitencia. Acabada
la espantosa mortandad que había hecho en el año ante-
cedente la peste, suceden los continuos e insolentes insul-
tos con que el inglés hacía sus irrupciones, así a barlovento
como a sotavento de las costas de La Guaira, robándose
el cacao y las únicas reliquias de la esclavitud que había
dejado la crueldad del contagio; de manera que los infe-
lices vecinos labradores estaban ya resueltos a principios
del año de 61, a abandonar sus haciendas por no tener
fuerzas ni valor para sufrir y resistir la violencia. La
pérdida o detención que había padecido el título de T e -
niente general que el Gobernador le había despachado
ahora dos años al licenciado don Juan de Vela, no le
había permitido a éste hasta ahora, tomar posesión de
este empleo, como de facto se le dio por la acta celebrada
en 29 de setiembre de 1661. Con este motivo resuelve
el Gobernador la visita de las ciudades de tierra adentro,
para donde salió el día 23 de eneró de 1662, pero antes
de esto tuvo que tomar y dar sus acertadas y piadosas
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 135

providencias, así espirituales como corporales, a fin de


precaver a la provincia de la fatal plaga de la tara que
venía desde Coro inundándola con lastimoso estrago de
los frutos. Y aún todavía no se había acabado de invo-
car la intercesión de San Mauricio cuando ya Dios había
suscitado la de una multitud de ratones que exenterando
y devorando las simientes de los frutos, no dejaban más
esperanza que la de una terrible hambre; de manera que
fué preciso implorar el favor del cielo, por la intercesión
de San Nicolás Tólentino, que se sacó por suerte, y a
quien de consejo de ambos Cabildos se le hizo su fiesta
en la catedral.
Entretanto se regresa a esta capital el Gobernador
a mediados de agosto del mismo año, y apenas llega cuan-
do le comunican dos fatales noticias: la primera, de la
multitud de langostas que de los valles de la costa se inter-
naban por los de Aragua, acabando de asolar las mise-
rables reliquias de los frutos que se habían escapado de
las plagas antecedentes. Con este motivo hace revivir el
muerto voto del ínclito mártir San Mauricio, exhortando
al Cabildo a implorar con una fiesta que se le hizo, de
acuerdo con el eclesiástico, su antigua protección. Y la
otra noticia fué la del rompimiento de guerra con el in-
glés, que lo obliga a bajar a La Guaira a principios de
febrero de 1663, a tratar de la seguridad de este puerto
con el reparo de sus fortificaciones. No hacían horizon-
tes las fatalidades. Había dejado la ciudad acometida
de la falta de carne por la considerable decadencia a que
también habían venido los criadores, y aunque desde La
Guaira no perdía de vista la necesidad, dando sus acer-
tadas providencias, otro accidente funesto frustró sus cui-
dados, aumentó sus desvelos y lo puso en no menos cons-
ternación que los antecedentes, por haberle traído la no-
ticia como una manga de indios güires, matando a los
mayordomos y vaqueros que estaban previniendo las pri-
meras pesas del abasto, habían introducido el miedo y el
terror en los demás, que no había quien quisiera salir a
136 BLAS JOSÉ TERRERO

estas diligencias. Vuelve de La Guaira a mediados de


mayo y a tiempo que no se veía por todas partes sino
aquella gran necesidad de mieses a que habían reducido
la provincia el azote de tantas plagas. Continúa ésta
por todo el año y apremiado de la hambre escribe desde
La Guaira, a donde se había vuelto, por el mes de marzo
de 1664, a los gobernadores de Cumaná y Margarita,
pidiéndoles socorriesen la ciudad, con la abundancia del
maíz que les sobraba, sin embargo de haberse el primero
hecho insensible a los sentimientos de la compasión, por
los interesados resortes de su resentido capricho. Mucho
tiempo había que no se veía accidente que no fuese fu-
nesto. La hambre, la pobreza, la necesidad junto con
todos los demás infortunios que quedan referidos, habían
reducido a la provincia a un estado tan deplorable que
su capital, lejos de alimentarse de sus antiguos y ruidosas
disenciones, apenas le había quedado espíritu para lamen-
tarse y quejarse de la triste situación en que la había
puesto la ira de Dios. Sólo la servía de único consuelo
haber logrado la fortuna de que el cielo la hubiera pre-
parado para tiempos tan calamitosos, a un Gobernador
de las imponderables prendas y cualidades de don Pedro
de Porras Toledo y Vosmediana, prudente, discreto,
amante de la paz y de la tranquilidad pública, tierno,
compasivo y amasado de una misericordia y caridad bien-
hechora, recto, desinteresado y de una justificación inac-
cesible y sin reservas. Dotado de un corazón generoso,
de una razón despejada, de una voluntad bien ordenada,
de un ánimo grande y capaz de recibir con resignación
y desembarazo los sucesos más adversos; bueno, pío y
adornado de unas virtudes sólidas y sencillas, que al mis-
mo tiempo que daban a conocer la limpieza y nobleza de
su nacimiento, las cualidades y recomendaciones de su
sangre, la cultura y finura de su crianza, la pureza y can-
dor de su religión, lo hacían igualmente amable del clero
que de las religiones, de los ricos que de los pobres, y
generalmente de toda la provincia que deseosa de conser-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 137

var tan célebre sujeto suplicó a su Majestad se dignase


concedérselo continuándolo en el gobierno siquiera por dos
años, como consta del acuerdo de 15 de enero de 1663;
pero no la fué concedido para que entrara también en
esta parte su desgracia.

25"—El Almirante don Félix Garci González de


León, caballero del hábito de Santiago. Toma posesión
en propiedad de este gobierno, en virtud de los reales des-
pachos de Felipe IV, fechos en Madrid a 20 de junio de
1663, el día 20 de diciembre de 1664. ( 3 )

Casi a su recibimiento sucedió la muerte del amable


Felipe IV, nuestro monarca, el año de 1665, tan dolorosa
como funesta para la España, por la infecundidad de su
sucesor, que proclamó aquí, en el mismo año, el alférez
real Francisco de Aguirre y Villela. No se sabe porque
razón se había omitido el mandar tomar residencia a don
Pedro de León y Villarroel, a don Marcos Xedler y
Calatayud y al interino don Diego Francisco de Quero;
y con este motivo, aun sin haber concluido la de su an-
tecesor don Pedro de Porras, encarga la reina goberna-
dora doña Mariana de Austria, por sus reales cédulas fe-
chas en Madrid en 15 de junio de 1666 y 16 de junio
de 1668, lo ejecute sin pérdida de tiempo, sin embargo
de estar muerto, por la responsabilidad que puede resul-
tar contra sus bienes y fiadores. Esta comisión que no
le permitió evacuar, con la brevedad que deseaba, el con-
tagio de las viruelas que prendió en esta capital desde el
año de 1667 j que arrazaba con los pocos vivientes que
se habían escapado de la peste del año de 1658, con
quien fué forzoso cortar la correspondencia los pueblos
y las ciudades de la tierra para no exponerse y para lo-
grar no inficcionarse igualmente con ella, junto con el con-

(3). Siguen cinco p a g i n a s en blanco que n o obstan a la con-


tinuidad de la relación.—N. del E.
138 BLAS JOSÉ TERRERO

tinuo sobresalto de la guerra y de las invasiones enemigas,


que se esperaba en cada momento y que lo mantenía en
una continua vigilancia sobre el reparo de las fortificacio-
nes y provisiones del puerto, fueron los únicos cuidados
en que consumió casi todo el tiempo de su gobierno.

26"—Don Fernando de Villegas, caballero del há-


bito de Santiago, estaba siendo contador juez oficial perpe-
tuo de la Casa de la contratación de Sevilla cuando le des-
pachó la reina doña María Ana de Austria, como tutora
de Carlos II nuestro rey, y gobernadora de sus estados, la
real cédula de este gobierno fecha en Madrid a 2 de
agosto de 1668. Venía ésta desde luego con la precisa
restricción de que no pudiera entrar e.n el uso de él hasta
que el almirante su antecesor no cumpliera los cinco años
del suyo, pasando entretanto, caso que llegase antes, a
esperar su cumplimiento a la ciudad de la Nueva Valen-
cia. Sube a Caracas el día 9 de octubre de 1669 para
hacer su tránsito a aquélla, no obstante ser ya muy pocos
los días que le restaban a su antecesor y de las ofertas e
instancias que éste le había hecho y hacía con ingenuidad,
a fin de que se recibiese en el instante, cediendo a su
favor el corto tiempo que le restaba y que de contado
nunca hubiera admitido a no haber sobrevenido el acci-
dente de habérsele agravado de riesgo doña Isabel de
Cabriola su esposa, con cuyo motivo a instancias también
del Ayuntamiento, hubo de tomar posesión en propiedad
del gobierno el expresado día 9 de octubre de 1 669.

Por este tiempo se había muerto ya el alcalde pro-


vincia (sic) y con este motivo recobra el Ayuntamiento
el día 3' de enero de 1670 su antiguo derecho de nom-
brar, como de facto nombró, los alcaldes de la Santa
Hermandad que aquel le había disputado, como queda
ya dicho, el año de 1660. Había envuelto entre sus
ruinas, como queda dicho, la terrible furia del memorable
terremoto del año de 1641 la piadosa fábrica del famoso
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 139

convento que se acababa de hacer a Nuestra Señora de


la Merced y con ella había quedado como abolido aquel
célebre voto que motivó (como queda referido en la Era
eclesiástica) la epidemia de la alhorra que esterilizaba
y acababa con las labores del cacao. Concluida por
este tiempo su nueva fábrica y empeñado en revivirlo su
comendador fray Fermín de Hugarte, hace su presenta-
ción de aquellas actas, que se hallarán insertas en la que
se celebró el día 6 de agosto de 1670, y logra en efecto
conseguirlo y establecerlo hasta el presente tiempo. Cuan-
do se trataba de esto en Caracas, en Carora sucedía aque-
lla ruidosa sedición en que quedó muerto el alcalde ordi-
nario capitán Agustín Riera, junto con otros. Llega la
noticia al Gobernador a mediados de setiembre; deter-
mina desde luego pasar personalmente a la pacificación y
castigo de aquella ciudad inquieta y tumultuosa, pero los
inmensos peligros de la guerra, con que en cada instante
amenaza el enemigo nuestros puertos, lo obligaron a di-
ferir esta importante diligencia. Con efecto, pasa a La
Guaira el día 2 de octubre y aunque no pudo demorar
aquí más de diez días porque otros asuntos de igual na-
turaleza le llamaban en Caracas la atención, no dejó de
creerse algo seguro con las prevenciones que dejo. En
medio de estos andenes no podía perder de vista la revo-
lución de Carora, y dejando nombrados sus cabos de gue-
rra y recomendados a los alcaldes ordinarios igualmente
el gobierno militar y político de la ciudad, parte para
aquélla y sale de aquí el día 20 de abril de 1671. Cuan-
do la rectitud y la justicia es la que toma a su cargo vin-
dicar los delitos, breve cesan los desórdenes. Llega a
Carora, acaba de sustanciar las causas de los reos, castiga
con prontitud y sin indulgencia los delincuentes que en-
cuentra a la mano, reduce a su antigua quietud aquella
ciudad alborotada, déjalo todo puesto en su lugar y se
restituye a Caracas el día 13 de julio del mismo año.
Los designios que se le habían traslucido al enemigo de
invadir esta provincia, lo tenían en una continua expecta-
140 BLAS JOSÉ TERRERO

ción de sus movimientos que no le permite omitir diligen-


cias. Baja con este motivo nuevamente al puerto de La
Guaira el día 12 de noviembre y se mantiene en él todo
el resto de este mes. ( 4 )

11°—Don Francisco Dávila y Orejón. <5)

Don Nicolás Eugenio de Ponte, llamado con justi-


cia el hermoso, así por la finura de sus facciones como por
la célebre disposición de su cuerpo. Toma en propiedad
posesión de este gobierno en virtud de los despachos de
Carlos II el día 9 de abril de 1699. Un funesto acci-
dente de cabeza que lo dementa, lo inhabilita y lo priva
del gobierno, a los dos años de él. Los discursos que
hizo acerca de su causa la cavilosa crítica son tan despre-
ciables como indignos de archivar en la memoria. Ello
fué que por su real ineptitud de que murió el año de 1 705
entraron a gobernar interinamente los alcaldes ordinarios
don Cristóbal Loreto de Silva, don Francisco Carlos He-
rrera y sus respectivos sucesores hasta el dicho año de
1 705 que, por nombramiento de la real Audiencia, entró a
gobernar interinamente el referido Maestre de campo don
Francisco Berroterán, que como se deja dicho, lo había
estado en propiedad desde el año de 1693. Opúsose
obstinadamente a este nombramiento el alcalde de segun-
da elección el Maestre de campo don Francisco Merentes
y no obstante ella se recibió el día 3 de octubre de 1 705.

(4). Sigilen dos páginas en blanco, sin duda destinadas por


el P. Terrero a narrar la parte final del gobierno de Villegas.—N.
ael E-
(5). Nada dice el P. Terrero de este Gobernador ni de los
que se siguieron hasta el año de 1699 y que fueron don Francisco
de Alverro, don Diego Meló Maldonado, el marqués del Casal y don
Francisco Berroterán. El hecho de que el autor haya abandonado
de aquí en adelante su costumbre de poner a cada Gobernador el
número de orden correspondiente, comprueba que estaba inseguro
de los que omitió en esta parte.—N. del E.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 141

Don Fernando de Rojas y Mendoza, caballero del


orden de Santiago. Toma en propiedad posesión del
gobierno (en virtud de los despachos de Felipe V que
acaba de entrar en la corona de España), el año de 1 706
y casi al mismo tiempo que vacaba la silla episcopal por
muerte del Ilustrísimo Baños.

Don José Francisco de Cañas y Merino, caballero


del orden de Santiago. Toma en propiedad posesión del
gobierno, el día 6 de julio de 1711, en virtud de los des-
pachos de Felipe V , y apenas empuña el mando cuando
ya se reconoce sentada en su silla la crueldad y la vio-
lencia. Apremia y compulsa con terribles amenazas al
licenciado don Baltazar Muñoz para que sentencie y con-
dene a muerte a once hombres, y entre ellos un niño de
once años, sólo porque conducían las cargas de un con-
trabando. El afeminado letrado, más de miedo y de te-
rror que de justicia, lo ejecuta y hácelos morir en la ciu-
dad de Barquisimeto el día 11 de noviembre de este mis-
mo año, para que en todo fuese tan memorable como mis-
terioso este número. No parecía sino más efecto de fre-
nesí que de celo, el despechado furor con que este Go-
bernador miraba el trato ilícito: éste fué el que lo empeñó
en muchas acciones igualmente crueles que sangrientas y
ruidosas, como la que se deja referida, que lo hicieron
odioso al pueblo, horroroso a la memoria de la posteridad,
desgraciado en su conducta y un objeto bien digno de la
indignación del Soberano. Tres años llevaba de gobier-
no, en cuyo intermedio no dejó de darla a la ciudad al-
gún despejo y aseo, desmontándola y haciéndola empedrar
sus calles, cuando su Majestad privando a Muñoz per-
petuamente del oficio y a él del gobierno, lo manda re-
mitir preso. Piensa eludirse de este rayo valiéndose de
la inmunidad de San Pablo, donde se refugia, pero de
aquí es sacado y remitido a España, en donde degradado
de la cruz, escapa con la vida por el fortuito indulto que
142 BLAS JOSÉ TERRERO

atrae sobre él el nacimiento del príncipe, aunque reducido


a la mayor miseria; y quedando resumido el gobierno de
la provincia desde el año de 1714 en los alcaldes ordi-
narios don Luis Arias, don Antonio Ascanio y sus res-
pectivos sucesores, aunque no por todo aquel tiempo que
apetecían por haber nombrado interinamente la real A u -
diencia a don Alberto Bertodano, el año siguiente de
1715, en el que entró el día 13 de enero.

Brigadier don Marcos Francisco de Betancourt y


Castro, natural de Tenerife. Toma en propiedad po-
sesión del gobierno en virtud de los despachos de Felipe
V , año de 1716. A este tiempo promueve don Juan
Bolívar la fundación de la villa de Cura con la expec-
tación e interés de su señorío. Propónele al Gobernador
la oferta que hace a sus pobladores y se da principio a
ella por su auto de 19 de julio de 1716; pero limita y
deseca su Majestad por su real despacho las hondas as-
piraciones de Bolívar, reduciendo a sólo la vida del hijo
y nieto el retumbante honor que se imaginaba vincular en
su familia.
Mirábase entonces con tan delicada y escrupulosa
acrimonia el trato ilícito que ni los gobernadores acertaban
a verse libres de ser envueltos e implicados en sus críticas
sospechas. Con este motivo manda el virrey de Santa
( a )

Fe don Jorge de Villalonga separar del gobierno a Be-


fa). Sé que concierne a este furor las comisiones que traje-
ron clon Pedro Beato y don Pedro de Olavarriaga, del virrey de
Santa Fe el año de 1720 y que por resultas de ellas mandó dicho
virrey separar del gobierno a Betancourt nombrando por interino
a don Antonio Abreu. El cabildo ejecuta lo primero y no queriendo
recibir a Abreu, resume el gobierno en sus alcaldes, que lo estaban,
siendo en este año don Antonio Alejandro Blanco y don Mateo
Ignacio Xedler, el siguiente de 21 don Alejandro Blanco Villegas
y don Juan de Bolívar, cuya determinación desaprueba después fau
Majestad por real cédula que consta del libro tercero de ellas,
folio 32.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 143

tancourt, nombrando al mismo tiempo por interino a don


Antonio de Abreu, que nunca tuvo efecto por haberse
indemnizado o sostenídose el propietario hasta que cumplió
el tiempo de su gobierno, no obstante que Abreu estuvo
gobernando todo aquel intermedio de tiempo que gastó
él en calificar sus operaciones, que fué casi todo el año
de 1 720.

Don Diego de Portales y Meneses. Toma pose-


sión en propiedad del gobierno en virtud de los despachos
de Felipe V . Hallábase a la sazón felizmente pacífica
la provincia aunque poco floreciente en su comercio, así
porque sus poblaciones no estaban todavía aún bien civili-
zadas, como por la falta de habilidad e industria, tanto
de los naturales como de los forasteros que venían; o lo
que es más cierto, por falta de aquella ambiciosa adhesión
a los intereses humanos, que hace ahora toda el alma de
la sociedad, cuando a este tiempo aparecen en esta capi-
tal por los años de 1 723, como unos fatales cometas que
se asoman para anunciar a la provincia sus largas y fu-
nestas revoluciones, Olavarriaga y Beato. Hechos estos
capaces de la proporción, jugo y utilidad que ofrecía esta
provincia a favor de la suya, seducen y embaucan a los
principales magnates de esta capital a fin de que condes-
ciendan y aún soliciten por su parte se establezca una
Compañía de Comerciantes de Guipúzcoa, aparentándole
tantas ventajas a ésta, que no fué menester más para que
la república y su Cabildo preocupado de estas quimé-
ricas ideas de felicidad que la habían hecho concebir,
mirasen este asunto con tanto interés y ardimiento que ni
la fina política del Gobernador, ni las persuaciones de
los hombres de mayor carácter, ni las discordias más in-
juriosas que se originaron de esto, ni la interposición del
Ilustrísimo prelado, ni las censuras con que éste procuró
contener la insolencia de sus violencias, bastó para hacerlos
entrar en juicio. Obsecados en el fatal proyecto de abra-
144 BLAS JOSÉ TERRERO

zar una compañía que después fué el objeto de su mortal


odio, y abusando de aquella facultad mal concebida y
tolerada, deponen del gobierno a Portales con igual lu-
dibrio que desvergüenza, el año de 1 723, y entrándolo
en una prisión entran en las funciones del gobierno los
alcaldes ordinarios, que a la sazón lo eran en aquel año
don Juan Blanco Infante y don Miguel de Ascanio. Ola-
varriaga y Beato que no perdían de vista ni un momento
sus proyectos, conociendo, sin embargo de la multitud de
poderosos desafectos que le habían grangeado a Portales,
que su justificada conducta expuesta y sacrificada a la
estravagancia del hecho que se deja referido, no podía
ser atacada sino por otros insultos más serios y de otra
calidad, aliados con aquel memorable Abreu, confidente
del virrey, que había venido a deponer a Castro y aún se
hallaba aquí con las investiduras de pesquisador, de acuer-
do con los oficiales reales Moral y Vega, fraguan su
facción y se lo dibujan a la Audiencia entre las sombras
de un especioso celo envuelto entre los preliminares del
trato. El tiento, mansedumbre, discreción, madurez y
prudencia, que los adversarios de Portales llamaron ge-
nialidades, con que su virrey y presidente se condujo en
un asunto que pedía ocupar toda su atención, da a conocer
bastantemente haber penetrado algo el artificio de la pa-
sión que lo animaba; pero como el punto que se le ofrecía
era capital le fué preciso, así a él como a la real Audien-
cia, declararse a favor de los rivales de Portales.

La renuncia que había hecho Felipe V en Luis I


el año de 1 724; la exaltación de éste al trono; sus reales
funerales y la devolución del mismo Felipe V a la corona,
que todo casi fué a un mismo tiempo, de manera que
cuando a aquel lo juraba don Sebastián de Ponte, ya era
muerto, con otros varios accidentes, no dejaron de retar-
dar algo el recurso, y con este motivo ya había recaído
el gobierno en los nuevos alcaldes de este año, que lo
fueron don Francisco Pablos Herrera y don Rui Fernán-
dez de Fuenmayor. En fin, llega la resolución del So-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 145

berano cometida con las más honrosas satisfacciones al


Ilustrísimo señor Escalona, que a la sazón se hallaba en
la santa visita de la provincia, el año de 1 725, para que
reponga a Portales en el gobierno, removiéndolo de don
Gerónimo de Erada y don Miguel Rengifo, que eran los
alcaldes ordinarios en quienes había recaído este año, e
inhibiendo al mismo tiempo de este conocimiento a la real
Audiencia de Santa Fe, como consta de las reales cédulas
que corren al folio 307 y 315 del libro 3° de ellas. Pero
nada sufraga, o mejor diré, todo lo empeora porque irri-
tados entonces igualmente contra Portales, que contra
la venerable y sagrada persona de su Ilustrísima, se en-
ciende el fuego de la insolencia al furor de una rebelión
tan obstinada que no pudo apagar ni apagaría jamás el
formidable rayo de las censuras y entredicho que se puso,
a no haber tomado Portales el partido de escaparse de
conjuración tan odiosa embarcándose para España, que-
dando el gobierno en poder de los alcaldes y, en resumi-
das cuentas, establecida sobre de tan funestos atentados
la Compañía Guipuzcoana desde el año de 1 728. Aque-
lla Compañía que no se pasará mucho tiempo sin que sea
mirada de ellos mismos con abominación y horror, vinien-
do por principales factores de ella los mismos don Pedro
de Olavarriaga y don N. Beato.
(Las siguientes acotaciones se encuentran en la no-
ticia relativa al Gobernador don Diego de Portales y
Meneses.—Nota del Editor).
Despacho del virrey de Santa Fe para prender a
Portales y remitirlo a Santa Fe.—Efecto de las comisio-
siones de Olavarriaga y Beato, 1723.—Sin embargo de
la real cédula con que se hallaba el obispo para poner en
posesión a Portales, la Audiencia de Santa Fe, por su
real provisión que corre al libro 3- de cédulas, folio 146,
se lo procura embarazar con la multa de 200 pesos, des-
pachándole al mismo tiempo título de gobernadores a los
alcaldes ordinarios, con la multa de 500 pesos a quien lo
contraviniese.—Día 21 de marzo de 23 apearon los al-
n
146 BLAS JOSÉ TERRERO

caldes a Portales.—El día 25 de dicho mes se escapó de


la prisión y se refugió en San Mauricio.—El día 15 de
julio de dicho año lo restituyó el señor obispo al gobierno,
en virtud de real orden.—Día 24 de febrero de 1 724
volvieron a apear a Portales.—Día 29 de marzo habién-
dose escapado de la sala capitular se refugió en el Colegio.

Don Lope Carrillo y Andrade. Toma en propie-


dad posesión de este gobierno a consecuencia de los reales
despachos de Felipe V , el año de 1 728. Cerciorado ya
su Majestad de la insolente arrogancia con que el faná-
tico mantuanismo, endiosado de sus alcaldías, trataban
a los gobernadores que apeaban, para resumir en ellos el
gobierno, haciéndolos sufrir en semejantes ocasiones las
irrupciones más indignas e indecorosas al honor y al na-
cimiento, resuelve por su real cédula, capaz de sepultar
en la confusión y la vergüenza a los hombres más insen-
satos, abrogar como abroga a los abusivos alcaldes las
facultades concernientes al asunto, que con sinceridad se
le habían franqueado por la real cédula de 18 de setiem-
bre de 1676, nombrando para este efecto un Teniente
de Gobernador y Auditor de guerra, en quien recayesen
por ausencia o enfermedad de los Gobernadores, todas
las funciones del gobierno, como en efecto da principio
a este nombramiento en la persona de don Manuel Alva-
rez, que se recibió este mismo año de 1728, quedando
desde entonces establecida esta nueva plaza y empleo.
Solía el Cabildo eclesiástico usar de sus quitasoles
en aquellas previas procesiones que anteceden o con que
se da principio a las funciones eclesiásticas. Parecióle a
Carrillo desde la primera vez incompetente y poco urbana
esta costumbre, así por la seriedad del acto, como por ir
a continuación inmediata de ellos el ilustre cuerpo del
Cabildo y su Gobernador. Intímales éste en virtud de
estas razones se abstengan en semejante acto de dicho
uso; se deniega el eclesiástico a ejecutarlo; previénense
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 147

unos y otros a sostener su providencia, y en la primera


ocasión que se ofrece, y fué la de un domingo de ramos,
ensangriéntase la competencia con doblado escándalo, re-
duciendo al coraje de ordenantes y soldados la decisión
del punto. El provisor que lo era el doctor don Agustín
de Iztúriz endereza al instante sus procedimientos con-
minatorios en defensa de la inmunidad eclesiástica contra
el Gobernador y su guardia. Remite ésta la defensa a
la violencia de las armas, llegando hasta batirle con ellas
su casa. Salva el provisor su persona poniéndose a cu-
bierto de tan sacrilego atentado en la iglesia catedral. Su
Majestad, sin mirar con demasiado ardor este punto, co-
mo se esperaba por lo que respecta al provisor, quizá por
cargar su real consideración sobre las precipitaciones in-
consideradas de un Cabildo eclesiástico que lo motivó,
desaprueba por su real cédula sus execesos desmedidos,
privándolo del uso incompetente de dichos quitasoles en
semejantes actos; pero no dejó Dios impune la audacia
irreligiosa de Carrillo. Demasiadamente diestros los al-
caldes en el asunto de apear gobernadores, aún no conta-
ba dos años cuando ya le tenían medido el golpe en sus
acostumbrados sindicatos y se hallaban con la superior
orden de privarlo del gobierno, como en efecto lo hicieron
el año de 1 729, reduciéndolo a una vergonzosa prisión
de donde logró escaparse y refugiarse en el convento de
Nuestra Señora de la Merced. Y a tiempo que los ve-
cinos de San Felipe el Fuerte lograban en la corte la erec-
ción de esta ciudad por real cédula de 6 de noviembre
de 1 729, fecha en Sevilla por el señor Felipe V .

Coronel don Sebastián García de la Torre, natural


de Cangas. Toma en propiedad posesión del gobierno
en virtud de los despachos de Felipe V , el año de 1 730;
y los primeros accidentes ruidosos y de consideración que
se le ofrecen remediar son en los fatales efectos que va
produciendo el establecimiento que se acaba de hacer de
148 BLAS JOSÉ TERRERO

la Compañía Guipuzcoana. Pretende ésta con el espe-


cioso pretexto de celar el siempre decantado trato ilícito,
impedir la total y absoluta extracción de los frutos de
esta inmensa provincia y reducir a sólo su pulso, junto
con el comercio de ella, la libertad del vecino y labrador,
valiéndose para esto de resguardar las vastas costas de
la marina con un robusto y costoso resguardo. Y a se
deja concebir qué cuantiosas sumas de dinero no sería me-
nester para lograr a satisfacción este intento; sin embargo
la Compañía no se detiene en esto; conoce y tiene pene-
trado que su fertilidad y abundancia es capaz de sufrir
estos y cuantos proyectos quisieren dibujar sobre ella.
Con este motivo arregla el precio de sus facturas, no a la
calidad de sus géneros y efectos, sino a la consideración
de los insoportables costos que tiene que hacer; los veci-
nos de fondo y de carácter, que habían coadyuvado a sus
hipócritas ideas, más de fuerza que de gana, tragan la
pildora que fabricó su delincuente desconsideración, en-
vuelta en el dolor de un infructuoso escarmiento; y la
gente pobre y abatida, como de sentimientos más grose-
ros, no pudiendo acomodarse a la inclemencia y desnudez
que se le previene, comienza desesperadamente a despe-
charse. Un zambo llamado Andresote acaudillado de
un puñado de gente de su calidad es el primero que se
desalma en el famoso río Yaracuy, cometiendo algunos
robos, extorsiones y muertes; pero al punto logró este
Gobernador con sus acertadas, prontas y personales dili-
gencias (sic). La Compañía y sus favoritos, acriminan-
do este despecho, decían que nacía de la privación del es-
pantoso trato ilícito; pero a la verdad no era sino de la
opresión y miseria a que los reducía sus ambiciosos de-
signios. Cansada de agotar su discurso en justificarlos,
no ofrece a la insensata credulidad otra prueba que la
descarada jactancia con que se gloriaba de las conocidas
ventajas y utilidades que había atraído a la provincia su
establecimiento.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 149

Es cierto que la exacta vigilancia con que su rígido


resguardo la tenía entredicha y cortada la sociedad de
los demás hombres, aunque fuesen españoles, la preservó
inmune de la corrupción de sus costumbres, a que des-
pués se entregó vergonzosamente con la libertad de su
comercio y crecido número de prostituidos comerciantes,
cuya única utilidad jamás le pasó ni por la mente a la
Compañía; pero todo lo demás con que se empeña en ha-
cer reales sus imaginarias ventajas, no fué más que un puro
artificio cimentado en arena, que sólo pudo embaucar a
los que no tenían presente la cosa. Porque, si al com-
prador es indiferente, como en efecto es así, mendigar su
socorro de esta o de la otra mano, ¿no sería una mente-
catez inaudita exponerse a los mayores infortunios, a la
hambre, a la sed, a las enfermedades, a la muerte, y has-
ta la perdición eterna del alma, por ir a buscar por entre
unas brechas escabrosas e inaccesibles, a las costas más
calenturientas, de la mano del extranjero lo que le brin-
daba la Compañía Guipuzcoana con tanta liberalidad y
sin más trabajo que disfrutarla en el reposo de sus casas?
Véase el manifiesto apológico que la hizo el padre Gallo,
arreglado a los embriones que le suministraron sus direc-
tores; los sinceros informes de este Gobernador e ilustrí-
simo señor Valverde; oíganse las infinitas quejas que des-
de su principio comenzaron a llover a los reales oídos,
de las personas más imparciales, desinteresadas, ingenuas
y de mayor carácter; búsquese el hombre más estúpido
de la naturaleza y obligúese a confesar lo que siente por
la escasa luz de estos principios y se le verá decidir a fa-
vor de esta verdad, a pesar de todo el poder y arte que
la Compañía tenía para confundirla y disiparla a la me-
dida de su antojo. La prueba es real. Sastisfecha de
que García nunca se amoldaría a sus venales intereses,
logra hacerlo remover del gobierno aún antes de los dos
años y sustituir en calidad de Comandante General de la
provincia a uno de sus provincianos; bien que para hacerlo
con algún color y templar el exacervado ánimo de la re-
150 BLAS JOSÉ TERRERO

pública, ejecutó lo mismo la Compañía con don Pedro de


Olavarriaga, su factor principal, mandando en su lugar
a don Nicolás de Francia que, en resumidas cuentas no
fué esto más que mudar de sujeto, pero no de suplicio.
Don Sebastián García, que aún todavía no se había
regresado a esta capital de la pacificación de Andresote,
exhorta al comandante desde los Valles de Aragua se
abstenga de introducirse en el gobierno, protestándole las
funestas consecuencias que se prevenían en el nuevo fer-
mento que se observaba quería hacer esta rebelión con
unas novedades no esperadas; pero al mismo tiempo, cer-
ciorado demasiadamente del insuperable poder de la Com-
pañía y temiendo en los insultos de su persona la venga-
tiva resulta de sus justos informes, acelera refugiarse co-
mo lo hace en el convento de San Francisco y el Coman-
dante queda en posesión del gobierno.

Don Martín de Lardizábal, natural de Guipúzcoa,


que estaba siendo en Zaragoza alcalde del crimen. T o -
ma posesión del gobierno en virtud de las reales letras de
Felipe V , que aún no se le habían expedido hasta el si-
guiente año de estar aquí que fué el de 1 732; y luego
al punto pone en planta las primeras comisiones que traía
del Consejo para hacer la más exacta pesquisa sobre las
quejas infinitas de que estaba rehenchido el trono. García
su antecesor, refugiado en San Francisco como queda
dicho, mirándose expuesto al furor de un enemigo tan
pujante como la Compañía y por otra parte imposibilitado
de poder reproducir los justificados informes que había
hecho contra ella, tomó por partido el callar y buscar el
modo de librarse de naufragio tan evidente. ¿Ni quién
sería ya capaz de decir cosa alguna a vista de semejantes
circunstancias, de la acrimonia con que se miraba este
asunto y del mortal odio con que los individuos de la
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 151

Compañía comenzaban ya a mirar a estos naturales?


Ello fué que la pesquisa salió a gusto, satisfacción y
complacencia de esta Compañía inmaculada, que en vi
tud de ella quedó justificada, canonisada, triunfante y
absoluto dueño, no sólo del opulento comercio de la pro-
vincia, sino también del sudor y de la libertad de sus in-
dividuos, mientras que éstos trabajan inútilmente en rom-
per las cadenas que ahora seis años se remacharon jellos
mismos a su cuello con sacrilega osadía, y pagan con un
sufrimiento doloroso, así la insolencia con que trataron
a don Diego Portales y Meneses, como las indignas y
sacrilegas irreverencias con que se obstinaron contra el
venerable señor Escalona. Por este tiempo ya tenía la
dirección puesto sus ojos para factor principal en don
Nicolás Auspuria, como que de facto fué el que sucedió
a don Nicolás de Francia. El Comandante cumple los
cinco años de su gobierno sin otro evento memorable. El
Rey lo promueve a su Consejo de Indias; pero no disfru-
ta esta gracia por haber sido su muerte inmediata a su
arribo. A tiempo que en San Ildefonso se expedía la
real cédula de 14 de setiembre de 1736, para que en
ausencia del Gobenador entre el gobierno de la provincia
en el Teniente de Gobernador y Auditor de guerra y de
ninguna manera en los alcaldes ordinarios, derogando co-
mo perjudicial al buen gobierno y tranquilidad de la pro-
vincia, el privilegio que se les había concedido por las
reales cédulas de 8 de diciembre de 1560 y 18 de se-
tiembre de 1676.

El Teniente coronel don Gabriel José de Zuloaga,


natural de Fuenterravía en el principado de Asturias. T o -
ma posesión en propiedad de este gobierno el año de
1 73 7, en virtud de los reales despachos de Felipe V , a
tiempo que se hallaba el puerto de La Guaira, no como
lo pinta el apologista de la Compañía, sino tan indefenso
y exhausto de municiones y fortalezas, que por un mi-
152 BLAS JOSÉ TERRERO

lagro visible de Dios no quedó el día 21 de setiembre del


año de 1 739 hecho presa del inglés. Ignorábase en Ca-
racas el rompimiento de esta guerra, cuando el día 22 de
octubre de dicho año, la dieron su primer ataque; pero
duró este combate pocas horas, así por el corto armamento
que trajo el enemigo, como por el vigoroso recibimiento
y resistencia que le hizo el puerto.
Mientras que esto sucedía en lo militar y político,
sucedía en lo eclesiástico aquella nunca vista consterna-
ción de los dos obispos de que allí se habló. El año si-
guiente del 1 740 estaba ya, aunque no bastante, pero algo
resguardada la plaza y su puerto con la provisión de seis
piquetes del regimiento de Victoria, que habían venido de
España y su respectivo pertrecho de pólvora y municio-
nes; mientras que el inglés no descuidaba en el grande
armamento que hacía para volver sobre La Guaira con
demasiado furor, como de facto lo hizo el día 2 de marzo
1 743, figurándose reducirla a ceniza con la multitud de
bombas que la hecho en el discurso de tres días con sus
noches. A este tiempo por promoción de don Manuel
Alvarez a la real Audiencia de Santa Fe, se hallaba ya
recibido de Teniente de Gobernador y Auditor de gue-
rra, el licenciado don Domingo López de Ürrelo en esta
ciudad, la que penetrada de un mortal susto al pavoroso
y constante eco y retumbido de las bombardas y artillería
apenas se difundió por ella a las dos de la tarde del día
3, una vaga y mal articulada voz de un zambo, que el
enemigo la asaltaba por los oscuros bosques de Agua
Negra, que es hacia la mar lo más inculto e inaccesible
que tiene y puede discurrirse, cuando abandonándose in-
consideradamente a los tristes efectos de una increíble
confusión y poniéndose todos en una precipitada fuga,
sin atender el hijo a la madre ni ésta al hijo, ni el sano al
enfermo ni éste a sus mortales achaques, su mismo desorden
la hubiera sin duda conducido a unas consecuencias bien
trágicas, si Dios por su misericordiosa providencia no la
hubiera recobrado de este insulto antes del anochecer;
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 153

mientras que La Guaira con el favor de la Santísima


Virgen, a cuyo dulce nombre se disipaban las máquinas,
hacía con honor y sin novedad su gloriosa defensa, así
por la ninguna irrupción que recibía de las bombas, por
no permitir al enemigo la incomodidad e inscontancia de
la marea, fijarla el punto, como por el horroroso estrago
que hacía en sus bajeles la artillería de ésta, disparada
con discreción, orden, disposición y simetría, de su hábil
comandante que acreditó en esto sus talentos. Pero no
por esto desiste y desvanece el caprichudo inglés los obs-
tinados designios que tiene formados sobre esta provincia:
nada lo detiene, ni la pérdida de sus bajeles, ni la muerte
de su almirante y de sus mejores tropas, ni lo infausto de
sus acometimientos, ni lo adverso de los sucesos, ni la
inexpugnable resistencia que halla en ella lo hace mudar
de sistema. Retírase al puerto de Curazao a reparar sus
bien considerables quiebras, pone su armada en cuarenta
días en la disposición de volver a acometer y bien pertre-
chado de víveres y municiones, que condujo en doce ba-
landras holandesas, vuelve a atacar la provincia con más
saña y empeño que nunca, el día 27 de abril y 5 de mayo
de este mismo año, no por el puerto de La Guaira sino
por el de Cabello, acaso por estar éste menos for-
tificado y con mejores proporciones para el desembarque.
Veintidós días mantiene el cámbate; logra con efecto el
enemigo hacer a satisfacción su desembarque y estando
por lo natural lo hubieran sin duda tomado, si como son
estos débiles esqueletos las últimas reliquias de aquel for-
midable armamento, hubieran venido aquí la primera
vez como lo intentaba su difunto almirante. Desconfia-
ban ya de la victoria casi la mayor parte de los jefes
subalternos de su guarnición, cuando la presencia del G o -
bernador Zuloaga, que a la sazón llegaba, no dejó de
infundirles algún ánimo. No obstante el puerto, por su
débil fortaleza, vacilaba ya entre la confusión y el ren-
dimiento, si las famosas y audaces milicias de Aragua,
animadas del noble valor de su maestre de campo y de
154 BLAS JOSÉ TERRERO

su sargento mayor don Lorenzo y don Gaspar de Cór-


doba, hermanos, no los hubieran desalojado de la punta,
donde tenían ya puesto su armamento con imponderable
osadía. No obstante que levanta éste su sitio, protesta
que volverá prontamente sobre la provincia en despique
de su honor, luego que recobre sus fuerzas. Con este
motivo prorroga el rey a Zuloaga otros cinco años de go-
bierno, condecorándolo con el grado de Teniente general
y le hace conducir ochocientos hombres paisanos, que
vinieron en lugar de tropa, el año de 1 744, con grandes
prevenciones de pólvora, bala y buena artillería, que sir-
vió de renovar las baterías hechas y de estímulo para
fabricar otras nuevas; entretanto que al insigne valor y
heroísmo de los Córdovas se le prepara de aquí a breve
tiempo, en una ignominiosa prisión, el premio y el honor
que se merecían de tan celebrada victoria.
Zuloaga sigue su gobierno sin otros cuidados que los
de estar alerta sobre los secretos movimientos que ince-
santemente no dejaban de excitarse contra la Compañía
Guipuzcoana y el de aquellas competencias en que lo
hizo entrar el provisor Muñoz y por las cuales vino de-
puesto de él por real cédula, como queda dicho en la era
eclesiástica. El licenciado don Domingo López de Urrelo
es promovido de oidor a la real Audiencia de Guatemala,
y entra en la plaza de Teniente de Gobernador y Auditor
de guerra, don Domingo Aguirre y Castillo. Por este
tiempo tenía ya también la dirección previsto para factor
principal de esta Compañía a don Juan Manuel de Goy-
zueta, secretario que había sido del comandante don
Martín de Lardizábal, como que en efecto sucedió a don
Nicolás de Auspuria. En fin, acaba Zuloaga los diez
años de su gobierno con los funerales de Felipe V , que
había muerto el día 9 de julio de 1746 y la célebre jura
que hizo como regidor decano, don Alejandro Blanco
Uribe, del amable Fernando V I , en la que su excelencia,
a emulación de los demás, se hizo lugar en la memoria
con las magníficas profusiones de un castillo célebre de
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 155

fuego fabricado en el centro de la plaza, que estuvo ar-


diendo y dio asunto de diverción por cuatro horas con su
deliciosa simetría; y al día siguiente en su palacio un regio
convite a los principales de la república, y a la tarde en
una elevada pirámide multitud de jamones, quesos y otras
diversas golosinas para la plebe, con una fuente de vino
y otra de aguardiente que la brindaban los pechos de
una graciosa estatua en quien estaba simbolizada la
Europa.

El Mariscal de campo don Luis Francisco Castella-


nos, natural de Arévalo. Toma en propiedad posesión
del gobierno en virtud de los despachos de Fernando V I ,
el año de 1 747. Disgustada la provincia con extremo
cada vez más con el arbitrario y tiránico comercio de la
Compañía Guipuzcoana, no vivía ya sino consumida con
el sumo deseo de sacudir su insoportable yugo. Los in-
numerables y diversos recursos que se habían intentado a
este fin, sin embargo de llevar toda la sinceridad y vigor
con que se caminaba, o bien fuese por el poder y vali-
miento de ella, o por la suma desgracia de los oprimidos,
habían aprovechado nada. Los cabildos de sus ciuda-
des, los personajes de mayor carácter, escarmentados y
aún avergonzados del desaire, temerosos ya de arrostrar
•contra ella, no se atrevían a reproducirlos de nuevo. De-
sesperada de hallar remedio a su ruina y no teniendo ya
fuerzas para sufrir tan prolijo sacrificio, comienza a dis-
variar en sus proyectos para buscar alivio a sus males,
pensando alcanzar con los asomos de la violencia lo que
no había podido hasta aquí ni la política, ni la razón, ni
los ruegos, supuesto que para todo daba margen el genio
suave, desapasionado y benéfico de este Gobernador. Pa-
ra poner en efecto estos extravagantes designios, ya se
deja ver que era preciso encontrar unos hombres o dema-
siadamente sanos o naturalmente inquietos; pero como el
dolor era tan universal lógrase todo con facilidad, por
156 BLAS JOSÉ TERRERO

medio de unas inteligencias secretas, y se recluta al ins-


tante una multitud de unos y de otros. La primer dili-
gencia fué seducir la pueril sinceridad de Juan Francisco
de León y de sus hijos para que haciéndose jefe de esta
improvecta resolución formara una rebelión de estos hom-
bres, como de facto se logró el año de 1 749, animada
de la sugestión y espíritu de otros en quien libraban toda
la felicidad de sus imaginarios progresos. Dispuestas las
cosas de este modo entran a Caracas por el camino de
los Guarenas, de un modo tan indebido como ruidoso,
la tarde del día (en blanco) de dicho año. Acércanse
así a la factoría de la Compañía; hacen salir de fuga a
su factor principal don Juan Manuel de Goisueta y a los
demás individuos de ella. Castellanos, sorprendido de
un accidente tan inopinado como violento, poseído ente-
ramente de un terror excesivo, sin atreverse a examinar ni
los principios, ni los motivos, ni la sustancia del movi-
miento, conducido de unos consejos capciosos, o, lo me-
nos, desacertados, abandona vergonzosamente la plaza,
retírase secretamente a La Guaira, y desde aquí sin saber
lo que era en realidad, de acuerdo con la Compañía que
va a acabar de perderlo, informa al rey por sublevación
formal de la provincia, lo que sólo era un alboroto sin sus-
tancia y sin reflexa, de un puñado de isleños. Y a no
era fácil reducir a Castellanos ni hacerlo entrar en el co-
nocimiento y pacificación de esta solo aparatosa y ba-
ladrona novedad. No obstante, queriendo los isleños
indemnizar sus intenciones, resuelven, aunque bárbara-
mente, hacer restituir el Gobernador a su plaza, acome-
tiendo para este efecto a La Guaira, como de facto lo
hicieron, aunque inútilmente, el día 1 de agosto.
0

Poco después de esta revolución se suscita otra en


Caracas de no menos consideración y ruido, asegurándose
por el mes de junio de este mismo año, con alguna vero-
similidad al parecer, el que los negros en aspiración de
su libertad, pensaban y trataban de amotinarse, juntándo-
se para dar cuerpo a sus secretos proyectos en ciertos lu-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 157

gares donde tenían sus rústicas asambleas. Por pronta


providencia aprehéndense los que se decían eran los prin-
cipales actores del asunto; examínase la materia con todas
las rigurosas prevenciones del derecho; pero nada se pudo
sacar líquido del delito, o bien por haber ahogado en su
cuna la rebelióón, ahorcando al cabeza, o por no haberse
alcanzado a trascender bien la verdad de los fundamen-
tos. Llega a la corte la noticia del primer alboroto y el
rey, sin desentenderse de la orgullosa audacia de quien
lo motivó, desaprueba enteramente la conducta pusiláni-
me del Gobernador Castellanos y haciéndolo retirar a Es-
paña, muere allí sacrificado al olvido hasta de aquellos
mismos que le labraron su ruina y su desaire.

El Jefe de escuadra fray don Julián de Arriaga y


Rivera, natural del reino de Aragón, caballero del orden
de San Juan de Malta. Llega a La Guaira a los fines
del mismo año de 1 749 con mil y quinientos hombres de
tropa veterana y un trozo de caballería; sube inmediata-
mente a la ciudad, toma en propiedad posesión del go-
bierno en virtud de los reales despachos de Fernando V I ,
y la tropa hace su cuartel en Santa Rosalía, del convento
que el Ilustrísimo señor Valverde había fabricado para
las monjas carmelitas el año de 1 732 y les franqueó el
vicario capitular don Pedro Tamarón. Otro hombre
que no hubiera sido el señor Arriaga hubiera puesto sin
duda la provincia en el estado y situacón más infeliz que
puede concebirse; pero las grandes luces con que había
dotado Dios sus talentos, lo hacen al instante capaz de
todo. Penetra con discernimiento hasta el fondo de la
sublevación; desaprueba desde luego la despechada au-
dacia que le dio su fermento; conoce en la opresión de la
provincia los justificados motivos que tenía para sus repe-
tidas quejas; aplica todo su estudio en precaver las fu-
nestas consecuencias de que ve fecundo este asunto; y lo-
gra, en fin, con sus modales cristianos, caritativos, benéfi-
158 BLAS JOSÉ TERRERO

eos y apacibles, pacificar y tranquilizar por ahora el her-


vor de esta turbulencia, poniendo por pronta providencia de
factor principal a don Gilberto Ignacio de Fuentes, hom-
bre enteramente imparcial, bueno y de quien no se espera-
ba tener la más escrupulosa sospecha; y con efecto que
lo hubiera quedado para siempre si la agreste condición
de los individuos e interesados de la Compañía no tuvie-
ran por naturaleza el llevar el agravio y el sentimiento
más allá de la muerte. Heridos vivamente en lo más
sensible de sus aspiraciones y animados del insuperable
valor y poder de quien los sostiene, no hay partido que les
acomode, ni es capaz de cuadrarles otro pensamiento que
no sea el de llevar a fuego y sangre la violencia, para
introducir el terror de la abultada ofensa hasta el corazón
de los naturales y poder de este modo, a según, volver a
hacer a la provincia para siempre, libres de otro susto, la
muda víctima de su tiránica execración. Y a conocen
ellos que la bondad, genio, política, desinterés, rectitud,
justificada conducta y demás nobles y heroicas virtudes
del señor Arriaga no prometen ni aún esperanza. Así,
es preciso el ver como se dehacen de él sin pérdida de
tiempo. Dueños de las ocasiones se dan prisa a comu-
nicar a sus favoritos con anticipación el fatal tempera-
mento que les va tomando la cosa, para que cuando lle-
guen los informes fieles de Arriaga, los hallen ya aperci-
bidos y armados. El efecto que estos tuvieron acreditan
con sinceridad la verdad del hecho. Este fué el de sus-
tituir en su lugar, un sujeto que de intento se buscó apa-
rente para el caso, de un carácter enteramente opuesto al
de Arriaga, de un genio formidable, de un espíritu tan
arrogante como fuerte, y de una razón inflexible que, sin
dejarse llevar jamás de los sentimientos de la humanidad,
supiera a la más ligera insinuación vengar sin indulgencia
hasta la imaginación de los delitos. Arriaga, que sabía
demasiado que era esto, más bien que aplicar el remedio
dar fomento a los estímulos de la rebelión que aún esta-
ban vigentes, procura safarse con festinación, remitiendo
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 159

el desaire que merecieron sus ingenuos informes a la dolo-


rosa experiencia de lo futuro, bien que para indemnizar
su conducta procuraron hacerlo presidente de la Contra-
tación y después lo ascendieron al ministerio en que murió.

El Excelentísimo señor don Felipe Ricardos, natu-


ral y Gobernador que era de Málaga. Llega al puerto
de La Guaira a mediados de junio de 1751 ; sube a la
ciudad con otros doscientos hombres de tropa escogida,
el día 20 del mismo mes y año. Toma en este propio
día posesión en propiedad del gobierno, ajustado a las
reales órdenes de Fernando V I , y comienza desde luego,
a consecuencia de aquellas absolutas y extraordinarias fa-
cultades de que se suponía autorizado, a ejercer sus san-
grientas funciones, al influjo de dos sujetos que, en calidad
de asesores, le tenía de intento preparado la Compañía,
a la medida de sus deseos. Grande es el poder del hom-
bre, no hay duda, principalmente, cuando se ejerce a la
sombra de la autoridad; pero por mucho que lo sea no
alcanza las más veces a conseguir todo lo que quiere. La
Divina Providencia que en todo tiene sus secretos resortes,
dispone que al pasar este Gobernador por las Canarias
un aire perlático le quebrante la furia y llegue aquí ni
aún la mitad de lo que era. Adorable consejo de que se
valió Dios para que la provincia no quedara por entonces
hecha la presa de aquel odioso furor que le habían hecho
concebir. Esta, que sólo mantenía tranquilo su espíritu
con la esperanza de mejorar de fortuna, que le inspiraban
los ingenuos y cristianos informes que tenía hechos a su fa-
vor Arriaga, vuelve con la inesperada retirada de éste a su
antigua y peor situación. No hay duda que apercibida
de los paternales y loables consejos que la había hecho
este grande hombre, hubiera sin duda en lo de adelante
procedido en este asunto de sublevación con otra discre-
ción, prudencia, tiento y madurez que en la primera. ,Mas
como los individuos de que se había valido para articular
160 BLAS JOSÉ TERRERO

su voz era una gente, sobre despechada estólida y bárbara,


no fué necesario se les volviera a sugerir para que, inva-
diendo con desvergonzada osadía a don Vicente de Obe-
so, uno de los capitanes de la tropa, que se había puesto
de teniente en los valles de Caucagua, se volviera a avi-
var el incendio, con tal actividad y estrago, que fué pre-
ciso extinguirlo a fuerza de sangre.
Ricardos, que aun cuando no tuviera al lado el ma-
lignante influjo, no necesitaba de tanto para soltar la rien-
da a su natural terrible, prende y ahorca inmediatamente
los que logra de estos coger a sus manos; persigue a los
fugitivos con un tesón espantoso, franqueando sus ofertas
y sus premios a quien los cogiese y entregase; endereza
sus designios contra aquellos sujetos dé quienes se tenían
más vehementes sospechas habían dado el alma al primer
movimiento. Sugiriéndole sus aliados que el Teniente
de Gobernador y Auditor de guerra°había mirado la su-
blevación con el propio espíritu que Arriaga, lo hace re-
tirar violentamente a España, con un apremio tan des-
pótico como injurioso, no embargante la pureza, inge-
nuidad y fidelidad con que había procedido en él, el expre-
sado don Domingo de Aguirre y Castillo. Arresta, sin de-
tenerse en los más considerables servicios, y remite igual-
mente a España los que resultan más implicados en él, in-
cluyendo en éstos unos jefes a cuyo valor y esfuerzos debía
su Majestad la defensa milagrosa que poco antes se había
hecho de Puerto Cabello contra el inglés. Lo hace al
mismo tiempo con Juan Francisco de León y sus hijos,
que se habían presentado bajo la palabra que se les había
dado en nombre del rey, de que no se les castigaría; y
hubiera pasado mucho más adelante si su Majestad, lejos
de querer acabar con la provincia, no le cortara los proce-
dimientos poniendo fin a la revolución con un perpetuo
silencio.
Sucedió por este tiempo el pasmoso prodigio de que
se valió Santa Rosalía para vindicar los excesos de la
tropa, desalojándola de sus claustros que hacía cerca de
TEATRO DE VENEZUELA Y CARACAS 161

cuatro años que los profanaban. Introdúcese en ella ino-


pinadamente una peste que los devora en menos de vein-
ticuatro horas. Primero claman a ella con sus ruegos y
teniendo mal despacho lo hacen a Ricardos. Retira és-
te la mitad de ella y cesa en los que salen el contagio,
encendiéndose en los que quedan con más estrago que
nunca. El espantoso terror que han llegado a concebir
del lugar, aún mucho más grande que el de la muerte que
los acaba, no les deja libertad para esperar otra orden
que la de ponerse en salvo, abandonando desordenada-
mente, confusa y llena de espanto el cuartel. Muchos
de ellos afirmaron que había sido esto por que veían a la
Santa por los claustros con unas disciplinas de fuego. Pu-
do haber sido esto ilusión de una fantasía delirante de
miedo; pero ello fué que luego que salieron cesó la muer-
te, sin que en ninguno del país se hubiera aún asomado el
contagio.
Satisfecha la Dirección de la instabilidad de su
Compañía, nombra por su factor principal a don Matías
de Urros, que la traslada a La Guaira como puerto de
su refugio, entretanto que Ricardos, desembarazado de
sus trágicos asuntos, se dedica al aseo y auge de la ciudad,
que ya la había tomado cariño, enderezando y allanando
sus calles, dándola a la plaza principal su simetría y ador-
no, fabricándola por adentro sus portales y dos fuentes
para hombres y mujeres, que suministraban la agua del
público y antes estaba reducida a la pila que después se
puso en la plaza de San Pablo, y por defuera sus tiendas
que popularmente llaman canastillas, para reducir a lugar
público y fijo a los mercaderes que antes andaban erran-
tes por las calles con su cajones o canastillas, dejándole
en esto a los propios de la ciudad un ramo considerable
a sus intereses y fondos; erigiendo el hospital de San Lá-
zaro en los extremos de las feligresías de San Pablo y
Candelaria, para recoger los enfermos infestados de este
contagio, que vivían vagantes por los caminos, dotándolo
con las opulentas rentas que arbitró sobre el remate de
12
162 BLAS JOSÉ TERRERO

guarapo y juego de gallos, y cuyos sobrantes han servido


muchas veces al de San Pablo de auxilio; obra igualmen-
te digna de la piedad más heroica como de utilidad a la
pública caridad, si se hubiera conservado con aquellas
reservas, orden y economía en que lo dejó, que después
el descuido, la indolencia, el respeto humano, las tergi-
versaciones de sus rentas, con otras cosas más, relajó, de-
jándolo casi voluntario, viviendo, aún muchos más de los
que él encierra, declarados de este mal dispersos por toda
la ciudad sin horror, escrúpulo ni conciencia, así de los
infestados como de los que no lo están, y mucho más de
aquellos que estando obligados a remediarlo, lo disimulan.
La plaza de Teniente de Gobernador y auditor de
guerra cuya autoridad y preeminencia hasta aquí no se
había reducido más que a la que goza un alcalde ordi-
nario, comienza ahora a tomar otra estimación y respeto,
mandando por su real orden hayan de ser ellos precisa-
mente los que asesoren al Gobierno, y con este motivo
don José Ferrer del Puente, que había sucedido al li-
cenciado don Domingo Aguirre y Castillo, el año de
1 754, y había ido a Maracaibo a evacuar asuntos reser-
vados de la Majestad, se restituye a esta capital el año
de 1 755 y luego al punto comienza a tomar el gobierno
otro semblante al benéfico influjo de Ferrer.

El Brigadier don Felipe Remires de Estenos, natu-


ral del reino de Navarra. Llega a La Guaira el día
6 de setiembre de 1 75 7; sube a la ciudad con su esposa
el día 9 y toma en propiedad posesión del gobierno en vir-
tud de los reales despachos de Fernando V I . Nada le ha-
bía dejado que hacer Ricardos. Ninguno se atrevía ya
a levantar la voz contra el formidable simulacro de la
Compañía; todos la tributaban en obsequio de la violen-
cia sus profanos inciensos, mientras que la provincia se-
pultada en el profundo silencio de su secreto llanto, atra-
vesaba con resignación la desgracia de su triste suerte. La
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 163

cordura, reposo, asiento y discreción de este Gobernador,


junto con la amable y angélica condición de don José
Ferrer, su asesor general, no hay duda que contribuían
mucho a suavizarla el dolor de sus recientes heridas; pero
siempre mirándose como miserable esclava de la Compa-
ñía Guipuzcoana, que ufana de sus triunfos, vuelve a res-
tituir a la ciudad la factoría principal, que como se deja
dicho, había retirado a La Guaira don Matías de Urros,
a quien sucede en el 59 don Agustín Ignacio de Uranga.
Sin embargo, no le faltará a Remires por otra parte
asunto demasiadamente interesante en qué entretener sus
designios. Ocupado enteramente de las vastas ideas, que
le habían hecho formar las superiores recomendaciones,
sobre el establecimiento de milicias, hace luego al punto
publicar la real cédula dirigida a este fin, engolozinando,
para lograr sus proyectos, con las brillantes preeminen-
cias del fuero militar, a los que quisieran seguirlo; como
en efecto, la altiva aspiración del mulatismo es la primera
que lo abraza, presentando dentro de poco tiempo ocho
compañías a quienes en nombre del rey puso en posesión
de él el año de 59. A este tiempo ocurre la dolorosa
noticia de la muerte del amable Fernando V I , que en
paz descance, y había fallecido en 10 de agosto de 1 759,
y a consecuencia la real proclamación que había de ha-
cerse de Carlos III, como de facto hizo, como regidor de-
cano, don Pedro Blanco de Ponte, comenzando a cele-
brarse con estudiada profusión y magnífico orden desde
mediados de abril hasta mediados de mayo de 1 760, con
obras dignas de la prima, que sería demasiado difuso, co-
mo fuera del intento, referirlas; sin otra desavenencia
que la que tuvo el seminario sobre el lugar que le corres-
pondía y motivó la real cédula de 6 de noviembre de 1763,
en que resuelve su Majestad se le dé a éste en las fiestas
reales, al arbitrio del diocesano, el lugar preferente a cual-
quier otro que no sea la ciudad. Todo parece iba a
contribuir ahora a la mayor tranquilidad; pero sucede
al contrario, pues aún todavía no se había recobrado la
164 BLAS JOSÉ TERRERO

provincia de las pródigas efusiones de la jura, cuando


ya se ve acometida de las funestas evoluciones de la gue-
rra, que se rompió contra el inglés a los fines del año de
1761, bien que sus fatales consecuencias descargó Dios
por esta ocasión en otra parte, quedando la isla de la Ha-
bana en el año siguiente de 1 762 hecha la vergonzosa pre-
sa del artificioso inglés, que después la volvió a costa de
la Florida, en donde lograron éstos a poco tiempo su ape-
tecida independencia y libertad. Publicada la paz el
año de 1 763 fué Remires promovido a Campeche con el
especioso pretexto de evacuar y tranzar allí asuntos del
real servicio, en calidad de Gobernador.

Don José Solano Bote, Capitán de la real armada


y natural de la Extremadura. Toma posesión en propie-
dad del gobierno, en virtud de los despachos de Carlos
III, a los principios del año de 1 763, y apenas entra en
él-cuando ya se le conoce en asuntos de milicias un ardor
superior al de Remires. El incendio de viruelas que
prende por todas partes, hasta dejar la ciudad en un es-
pantoso desierto el año de 1 764, sofoca y frustra por en-
tonces su excesivo fervor, aunque logra después a su sa-
tisfacción e increíbles progresos, los efectos de él. El
endiosado mantuanismo sigue al mulatismo; pero por
ahora más de cumplimiento y razón de estado que por
emulación. A imitación de la capital sigue toda la pro-
vincia, sacrificando hasta al labrador a sus inmensas re-
clutas y siendo sólo la milicia por esta temporada el único
asunto que ocupa toda la atención. Si alguna desazón
mordicante se asoma es en orden a ella, por querer ser
oficial el que apenas merecía ser soldado, o por ser solda-
do el que debía ser oficial, o dirélo en una sola expresión,
por querer ser todos jefes.

A esta sazón entra don José de la Guardia (que


después llegó hasta ser contador mayor) interinamente en
calidad de asesor general del gobierno, por haber sido pro-
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 165

movido de oidor a Quito don José Ferrer de la Puente


el año de 1 764 y el mismo en que por real cédula de
26 de agosto, se estableció el correo marítimo; y el año
siguiente de 1765 por factor principal don Martín de
Goycochea, que sucede a don Agustín Ignacio de Uran-
ga, que murió el año siguiente de 66. La muerte de la
reina madre doña Isabel Farnecio sucedió también en este
año y llegó aquí poco después de la real cédula de 22 de
mayo de 1 766, en que se mando establecer el juzgado
de bienes de difuntos. Entretanto prepara Dios otros
sucesos más serios: el primero fué el del formidable te-
rremoto del día 21 de octubre de 1 766, de que ya se ha-
bló largamente en la era y serie primera y cuyo mortal
horror nada sería capaz de disiparlo de la memoria que
la flaqueza, miseria y perversidad del hombre, que sólo
es mayor que él. El segundo fué el de la proscripción
y extinción de los padres de la Compañía de Jesús decre-
tada por la pragmática sanción fecha en el Pardo a 2 de
abril de 1 767 y ejecutada aquí por este Gobernador el
día (en blanco) del mismo año; día verdaderamente trá-
gico en los fastos de la religión; misterioso en los consejos
de Dios; inexcruta'ble a los ojos de la carne, y que sólo
le conviene al hombre adorarlo entre los terrores de la
indignación del Señor. Por este mismo tiempo parecía
que la religión iba en algo a reparar sus desmedros con
la fundación del convento de predicadores de San Carlos,
que se mandaba hacer por real cédula de 9 de setiembre
de 1 767; pero nada tuvo efecto sin embargo de los con-
siderables fondos que ya habían acopiado estos padres
en el curso de veinte años, por haberse abolido por otra
posterior, ganada al desafecto influjo de poderosos intere-
sados, que acabó de disiparla enteramente. Don José
Antonio de Urizar sucede en la plaza de Teniente de
Gobernador y auditor de guerra a don José Ferrer de la
Puente. Casi evacuado lo más nervoso de las tempora-
lidades de los jesuítas, no ocurría cosa que pudiera fati-
garle su joven literatura. Las competencias que mutua-
166 BLAS JOSÉ TERRERO

mente se exitaban entre el Gobernador y Provisor eran


de poca consideración, como se colige de la mayor que
motivó la real cédula de 12 de abril de 1 768, en que se
declara ser privativo del Gobernador el apremio y envío
de casados ultramarinos, que quería arrogarse el Provisor.
Vigilante la Dirección sobre su Compañía fija en
don José Amenab sus ojos para que suceda en calidad de
factor principal a don Martín de Goycochea, el año de
1770, librando en sus secretas precauciones la seguridad;
pero sólo sirvieron estas para que se vea cumplido como
no hay prudencia y consejos contra Dios, puesto que en
sus manos y en la de su económico tutor vino a espirar
miserablemente, como después se verá. Entretanto la
ciudad y su Cabildo avanza y dibuja ideas más especio-
sas y elevadas, proyectándose en el establecimiento de
una Audiencia, aspiraciones más gloriosas y favorables,
figurándose conseguirlas a fuerzas de importunas instan-
cias. Pero su Majestad, que por fortuna tenía por su
ministro de Indias al próvido y virtuoso Arriaga, que ilus-
trado sin duda del cielo, quizá porque los pecados de
Caracas aún no habían llenado su medida, se la negó
abiertamente por su real cédula de 15'de junio de 1770,
al mismo tiempo que se le descarga a sus individuos, en-
greídos de sí mismo, el golpe más sensible y doloroso con
que pudo ser profanado el ídolo sacrilego de sus sagradas
alcaldías, mandando su Majestad alternar en ellas a los
europeos, por su real cédula de 12 de setiembre del mismo
año, estableciendo a este intento cuatro regidoratos de
superenumeración privativos de su real provisión. Debe-
ría esperarse por aquí cedería entre unos y otros la antigua
e innata antipatía; pero crece ahora más al resorte secreto
de ésta emulación heredada. Abrazado de celo el agra-
viado criollismo, lejos de desvanecer sus platónicas ideas,
comienza a levantar nuevos planes y animar la milicia que
se propone como objeto de su exaltación, con un espíritu
y un ardor que pasa a ser frenesí, pensando por aquí re-
sarcir el quimérico desmedro que se imaginaba había re-
TEATRO DE VENEEUELA Y CARACAS 167

cibido con la repugnante alternativa; pero también aquí


lo sigue ésta y poco y nada es lo que se adelanta. Sin
embargo, sobre de ella es que comienzan a atizarse todas
las líneas para erigir nuevos ídolos de humo, que sólo son
los que le pueden dar su alma a la vanidad humana, y
nada se asoma ni se trata que no sea asunto ordinario de
milicias y funestas prevenciones de guerra. En medio
de ellas acaba Solano el tiempo de su gobierno y sale
promovido de Presidente para la real Audiencia de Santo
Domingo, quedando desde este mismo año desmembrada
de él y agregada al virreinato de Santa Fe la comandan-
cia de Guayana, Alto Orinoco y Río Negro, por real
orden de 15 de octubre de 1771.

El Marqués de la Torre don Felipe Fonsdeviela y


Ondeano, natural del reino de Aragón, señor del aba-
diado de Leez, regidor perpetuo de la ciudad de Zarago-
za, caballero del hábito de Santiago, mariscal de campo
de los reales ejércitos de su Majestad. Toma posesión
de este gobierno en propiedad, en virtud de los reales des-
pachos de Carlos III, que puso en él los ojos con los mo-
tivos de la amenazada guerra, a principios de abril de
1771, y apenas entra en él cuando ya toda la provincia
se siente puesta en movimiento al nocivo influjo del espan-
toso fenómeno del contador mayor don José Abalos, que
ya comenzaba a dejarse ver entre los formidables amagos
de la indignación divina como un pronóstico fatal de su
miserable desventura. Este hombre, que sólo nació para
azote de la divina justicia, supo hacerse tal lugar en el
concepto de este caballero Gobernador que en breve lo
hizo a, su satisfacción el móvil de sus inagotables cavila-
ciones. Fecundo demasiadamente de malignantes arbi-
trios que rebosaba siempre con el especioso retumbante del
celo de la real hacienda, por unas tan ruidosas como qui-
168 BLAS JOSÉ TERRERO

méricas defraudaciones, le inspira desde luego el pensa-


miento de comisar todos los efectos que se hallaban en la
ciudad, de ilícita introducción, empeñándolo para este
efecto de entenderse por medio de una tan prolija como
rigurosa averiguación, con vendedores y compradores; pe-
ro como esto era propiamente implicar a toda la provin-
en un delito inculpable supuesto que hasta los barcos que
Venían de España traían efectos de esta naturaleza, en
breve se vio sumergido en el abismo insondable de un
procedimiento eterno, que no le dejó más arbitrio para
salir de él que él echar mano, aunque indebidamente, del
ruidoso indulto que mandó publicar bajo del obsequioso
pretexto del patrón de las Españas, el apóstol Santiago,
él día 24 de julio, y a beneficio de más de treinta mil
pesos que interesó en él la real hacienda, sacrificados por
muchos que no los debían, a insinuaciones del temor, de
la violencia y de las más terribles amenazas con que se
les conminaba. Con la felicidad de este suceso se lison-
jeaba ya el contador mayor de Tiaber hallado el medio
de conducir al más alto punto de elevación sus insaciables
aspiraciones; y con efecto ¿de qué aflicciones no hubiera
inundado la provincia, si le hubiera durado el marqués
de la Torre? Pero* la fortuna es que Dios, igualmente
amoroso en sus castigos que lento en sus ejecuciones, como
la mira que pone en ellos no es otra que la de darle tre-
guas al pecador para que se convierta, reprime por ahora
todo el ambicioso orgullo de Abalos. El teatro muda
de aspecto; las prevenciones de la guerra se desvanecen;
las cortes mudan de sistema, y con este motivo Fonsde-
viela es promovido de este al gobierno de La Habana,
a los seis meses y días, para donde se embarcó junto con
el regimiento de Lombardía que había traído él día ¿0
de octubre del mismo año de 1,771, quedando de interino
en éste el coronel don Francisco de Arce, que sólo lo sir-
vió cuatro meses.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 169

El Brigadier don José Carlos efe Agüero, natural de


Madrid, caballero del orden de Santiago. Toma en
propiedad posesión del gobierno a consecuencia de las
reales letras de Carlos III, el día 12 de febrero de 1772.
Hombre verdaderamente de rara integridad y tan des-
prendido del interés y de los respetos humanos, que me-
reció por esto el honor de que su Majestad lo llamara el
fénix de los gobernadores. El primer rasgo de su heroi-
co desinterés fué repudiarle a la Compañía Guipuzcoana
los cuatro mil pesos que le contribuía a los gobernadores,
en calidad de conservadores de ella, para poder con des-
embarazo cristiano, como lo hizo muchas veces, atacarla
sus procedimientos cuando le parecían menos rectos a la
pureza y fidelidad que debía observar en la delicada con-
ducta de sus contrataciones. A vista del carácter de
Agüero comienza a desfallecer don José Avalos, seguro
ya de que no tendría en su concepto el lugar que tuvo en
el del marqués de la Torre, y comienza a disvariar por
otra parte. No deja de acercársele muchas veces y aún
hasta descubrirle sus vastos proyectos; pero nunca pudo
seducir la inalterable probidad de Agüero. Desesperan-
zado ya de poder dar movimiento aquí a sus monstruosos
designios delibera, con el pretexto de visitar las cajas ul-
tramarinas de su jurisdicción, retirarse a España para vol-
ver a acometer a la provincia con más furor que nunca,
como después se verá, dejándole vinculada a Agüero en
cada uno de sus subalternos una enemiga irreconciliable,
que lo insulta a cada paso con las odiosas detracciones de
defraudador de la real hacienda, y no le dejaron de dar
bien que sentir sin embargo de su notoria e invulnerable
justificación, sólo porque no quiere asentir a la miserable
destrucción del destituido vasallaje a donde se dirigirán
todos los proyectos de su iniquidad. No obstante él da
principio a los puentes de la Trinidad y Pastora el año
de 1773 (aquellos puentes tan decantados que después
servirán de rabioso asunto a la insaciable ambición de
Avalos), no tanto con la mira de dar extensión a la ciu-
170 BLAS JOSÉ TERRERO

dad, cuanto para utilidad y auxilio de los cuarteles que


pensaba fabricar en el mismo lugar donde se hallan. Su-
cede en este mismo año en la plaza de Teniente de Go-
bernador y auditor de guerra el que lo estaba siendo en
Puerto Rico don Fernando Quadrado, por haber sido pro-
movido de oidor a la real Audiencia de Santo Domingo,
don José Antonio de Urizar, y a tiempo que en Aranjuez,
por cédula de 20 de abril de 1 774, se confirmaba el título
de la Villa de Todos Santos de Calabozo, que había más
de veinte años, que con otras misiones habían entregado
los capuchinos al diocesano.
Se había ya hecho formidable Agüero por la cons-
tante vigilancia sobre el trato ilícitoj pero sobre todo la
inflexible rectitud -de este hombre hasta consigo mismo y
que lo empeñó muchas veces a entenderse hasta con los
hombres de mayor respeto, no le dejó de granjear, a más
de los que tenía, otros émulos de no menor consideración
y audacia. Pero mientras vivió don Julián de Arriaga,
que conocía y tenía penetrado demasiado el espíritu de
sus procedimientos, nada de .cuanto se sugirió contra él
tuvo lugar ni le hizo impresión; pero muerto este laudable
hombre, que había de haber sido tan inmortal como lo
será su virtud, todo muda de semblante y comienza a de-
jarse ver al primer asomo del nuevo ministro don José de
Gálvez, un nuevo sistema en todas las cosas tan favorable
para los que esperaban esta deseada coyuntura, como ad-
versa para el desgraciado Agüero. El primero que logra
feliz éxito es don Marcos de Rivas, que con precipitación
se había presentado en la corte agraviado de este Gober-
nador, por haberle mandado dar satisfacción a un oficial
mulato, que siendo alcalde prendió con deshonor y vul-
neración del fuero militar. El suceso no es extraño; pe-
ro se ve en él una de aquellas extravagancias vergonzosas
con que el mundo suele hacer más risibles sus políticos
disimulos. Se descarga todo el golpe sobre el auditor de
guerra don Fernando Quadrado y se le hace salir de aquí
casi en calidad de desterrado para Santa Fe el año de
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 171

1 776; pero fué para hallar allí el honorífico título de oi-


dor con que es promovido de aquí para la real Audiencia
de San Francisco de Quito, entretanto que a la proterva
Caracas se le va ya cumpliendo en los consejos de Dios
el término al castigo de aquellas culpas con que por boca
del padre Jaime el capuchino, la había estado reconvi-
niendo con sus públicas misiones desde el año de 1 773;
y con este motivo, que no pudiera ser otro, logra Avalos
a la satisfacción de sus deseos, ocupar en el corazón del
nuevo ministro un lugar imponderablemente más ventajo-
so, que aquel que se ganó en el del marqués de la Torre,
cuanto era más acomodado para poner con despotismo en
ejecución aquellos monstruosos proyectos de la inhumani-
dad de que hacía cerca de seis años venía preñado, y sólo
el infierno pudo abortar en los eruptos de su furia para
castigar esta provincia, aunque no como lo merecía, a cuyo
efecto se establece en él la nueva plaza de Intendente ge-
neral de Real Hacienda con el grado de mariscal de cam-
po. En fin, Agüero acaba por febrero del año de 1 777
los cinco años de su gobierno, con la misma tranquilidad
y serenidad de conciencia con que se le vio comenzar y
que jamás pudieron alterar las sindicaciones más indeco-
rosas al honor y sin que por esto deje de restituirse a Es-
paña lleno de aquellos tiernos y caritativos sentimientos
con que piensa aún desde allí beneficiar la provincia; pe-
ro la causa de ésta estaba ya concluida y sin embargo de
haber sido honrado por el mismo rey con el grado de ma-
riscal de campo, un funesto constipado le privó, junto con
la vida, el gusto de evacuar la licencia que le había con-
cedido su Majestad de hablar con él, dejándonos entre-
gados lastimosamente al tremendo brazo de Avalos.

El Brigadier don Luis de Unzaga y Amézaga, na-


tural de Málaga y Gobernador que era de la Luisiana. T o -
ma en propiedad posesión de éste a mediados de junio de
1 777, en virtud de los reales despachos de Carlos III.
Don Cecilio Duardo, que a la sazón se hallaba de T e -
172 BLAS JOSÉ TERRERO

niente de Gobernador en la misma Luisiana, sucede aquí


de auditor de guerra, en este mismo año, a don Fernando
Quadrado, y comienza Dios a dejarse sentir en su indig-
nación en la persona de don José Avalos, natural de la
Mancha, que llega en este propio fatal año a tomar pose-
sión de su empleo y de esta nueva plaza, que es el ins-
trumento formidable de que por ahora se vale su Divina
Justicia; pero con qué bondad! con qué ternura! con qué
suavidad! No es golpe el que ejecuta, es sólo un amago
de sus paternales entrañas con que nos llama y aún nos
aguarda, con que nos previene aún y nos busca. Para
conocer c u a n amable y misericordioso es nuestro Dios no
es menester más que desenvolver este suceso asombroso.
Trece eran los principales ramos que venía a estancar au-
torizado de todo el poder del Rey, de que lo había hecho
dueño el ministro don José de Gálvez, engolosinado del
secreto aliciente de la inmensa millonada que le había
ofrecido sacar; de manera que si no hubiera preparado
Dios, por uno de aquellos ocultos rasgos de su misericor-
dia, en las nobles y caritativas entrañas de Unsaga su con-
trarresto, estuviéramos sin duda siendo, o víctimas de la
anihilación o presas de la esclavitud y servidumbre más
terrible que jamás se vio. Empeñado en consegurlo este
dardo del brazo de Dios, sabiendo que el tabaco contri-
buía en la mayor parte a la subsistencia de una infinita
multitud de pobres, y que sin duda su estanco se liaría
vivamente doloroso, promete desde luego dejarlo en li-
bertad, con tal de que toda la provincia, sin excepción de
personas, se sujete al infame y vergonzoso sello de un ini-
cuo e insolente cabezón. <6)
Aquí aplica todas sus in-
fernales fuerzas y multiplica sus diabólicas astucias; pero
no logra el conseguirlo, con el favor de Dios, y sí sólo el
que quede estancado desde principios del año de 1779

(G). Según el Diccionario de la Academia el "padrón o lista


de los contribuyentes y contribuciones, y escritura de obligación de
la cantidad que se ha de pagar de alcabala y otros impuestos".—
N. del E.
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 173

los naipes y el tabaco, poniendo cada baraja que antes


valía dos reales a ocho reales, y cada arroba de tabaco,
que regularmente valía doce reales, a cien reales, dejando
al mujerismo destituido que era el que se mantenía de él,
expuesto a vivir de la prostitución y el pecado. Estable-
cido este estanco, aunque no con los progresos que se ha-
bía propuesto, emprende los otros con la misma y más au-
dacia. Acércasele al Gobernador prevenido de cuantos
artificios pudiera inspirarle el demonio, y la proposición
sola de aquellos espantosos proyectos horrorizó de tal
suerte a este buen viejo, que protestó desde luego no au-
xiliar jamás tan inaudita iniquidad, sin informar primero a
su Majestad, a quien suponía bien distante de la sinceridad
de ellos, como que en efecto lo hace sin otros encareci-
mientos que la misma ingenuidad y pureza con que se está
insinuando por sí mismo el asunto. Avalos, que por el
contrario no se descuidaba en sostener la malignidad de
sus designios, lejos de poderlos justificar, endereza todo su
exquisito artificio a derribar y destronar a Unsaga, pero
por unos medios tan indignos de la posteridad, que se son-
roja la pluma y recoge su tinta al quererlos referir. La
Providencia Divina, que sin duda ha comenzado a tener
parte en el asunto, no lo desampara; trastorna las cosas y
hace que lleguen originales a las manos de Unzaga. Ha-
bíase el año de 1 770 publicádose la guerra contra el in-
glés y con este motivo coge un corsario la valija que había
echado al agua el barco que la llevaba y dando los in-
formes en manos del conde de Gálvez, concuñado de
Unzaga, vinieron por aquí a dar en manos de éste. Poco
después de esto fué trasladado a Puerto Rico don Cecilio
Duardo de Teniente de Gobernador y auditor de guerra
y le sucede aquí don Francisco Ignacio Cortines, el año
de 1 781. El inquieto Avalos que no podía tener sin
agitación sus turbaciones y que no se descuidaba en bus-
car con impaciencia como desfogar él furor de la mortal
enemiga que mantenía contra Agüero, después de haberlo
sindicado ante el rey sobre las delapidaciones siniestras
174 BLAS JOSÉ TERRERO

de su Real Hacienda, le exige a su fiador sin someterse


al juicio de residencia, como se le previene por la real or-
den, diez y ocho mil pesos de la tercera parte que su qui-
mérica ilusión le figuraba, por un antojadizo balance, po-
dían haberle tocado de una multitud de multas imaginarias
que dejó de aplicarlas, para consumirlas en la construc-
ción de los inútiles puentes que en el día están siendo de
la más visible importancia. Víctima lastimosa de sus ini-
cuos proyectos, como se veía ya desesperado de poder
darlas sus cumplimientos a las ofertas que le había hecho
al ministro, a vista de la cristiana y vigorosa resistencia
de Unzaga, emprende desde luego derribar la Compañía
Guipuzcoana, para darle giro y reducir a solo su pulso
las inmensas negociaciones de la provincia, y logra con
efecto reducir a polvo y casi en un momento, al primer in-
flujo de sus informes, el año de 1782. Qué pasmo!
aquel inaccesible coloso de la Compañía que pensaba ha-
cer competencia con la eternidad y que había sabido sos-
tenerse cincuenta y tres años a pesar de los mayores es-
fuerzos y de las más poderosas contradicciones casi con
todo el mundo! Sacrificando a la provincia y a sus na-
turales, así como primero a la indigencia y miseria con
el estanco del tabaco, ahora a la corrupción y al libertina-
je que la brinda la multitud infinita de diversos e incóg-
nitos comerciantes, que la introduce confusamente sin el
menor recelo de la disparidad de culto y a la que le servía
de antemural, aunque con el celo de sus propios intereses,
el robusto corso de la Compañía. Dueño absoluto de
mar y tierra todo vive agitado del flujo y reflujo de sus
secretas inteligencias. Logra por aquí, no sólo reparar
algo del destroso que habían recibido sus proyectos con
los informes de Unsaga, que no fueron mal atendidos, si-
no al mismo tiempo alimentar las aspiraciones del ministro
que ya desfallecían. Entretanto Maracaibo, Barinas,
Mérida con las demás adyacentes de Santa Fe, de quie-
nes el tabaco era uno de los nervios más principales de la
vida, desesperanzados del remedio, comienzan a conmo-
TEATRO DE VENEZUELA Y CARACAS 175

verse y cuyas resultas hubieran sido bien funestas, a no


haber sido el tino, probidad y justificación del virrey de
Santa Fe, Unzaga y demás jefes superiores, que penetra-
dos de los lastimosos motivos que formaban el espíritu
de estas evoluciones, no se hubieran empeñado en pacifi-
carlos, más con la suavidad de los lenitivos, partiendo con
ellos el dolor que no podían remediarles, que con los
terrores del castigo con que instaba Avalos para que fue-
sen exterminados con el fuego y la sangre. En suma, el
Rey extendiendo su real ternura y compasión, hasta con
aquellos que habían sido sumariados por reos, aprueba con
un agrado lleno de honrosas expresiones todo lo actuado
por el virrey y Unzaga, a tiempo que acaba éste su go-
bierno, dejando a la provincia en su oficiosa caridad en
que emplear su gratitud, sin otra emulación de mayor
nota que la de haber subordinado demasiado al obispo y
su provisor las soberanas regalías, que sacrificó en algunos
lances a su obsequio y respeto.

El Coronel don Manuel González, Gobernador de


la ciudad de Cumaná, de donde pasó a éste y del que
tomó posesión en propiedad en consecuencia de las reales
órdenes de Carlos III, el día 24 de diciembre de 1 782,
a tiempo que se establecía la paz y espiraba el de la in-
tendencia de don José Avalos, como en efecto se retira
a España él día último de noviembre de 1 783; y casi se
ve cumplido a la letra, en el naufragio que iba a padecer,
el vaticinio que cien años antes tenía hecho de él el vene-
rable fray José de Caravantes, como se puede ver en su
vida. No permita Dios que este ejemplar varón hablara
del naufragio de su alma. Sucedió en su lugar don
Francisco dé Saavedra, natural de Sevilla, y acontece a
la provincia lo que al mar después de una deshecha tor-
menta, que quedan sus aguas espantosamente sosegadas.
Así ella, mal recobrada de la turbulenta borrasca de Ava-
los fijaba su asustada espectación sobre la conducta de
176 BLAS JOSÉ TERRERO

estos dos personajes; pero breve se desengañó conociendo


de que González naturalmente cortés, desinteresado, fes-
tivo y alegre, y de no menos nobles sentimientos Saavedra,
cuando no alcanzaran a remediarla sus males, a lo menos
no se los agravarían; como en efecto, tres años y menos de
dos meses gobernó González sin otra nota que lo hiciera
reprehensible, que la demasiada flaqueza en que lo hacía
incurrir la violenta inclinación que tenía a los espectácu-
los, archivando en el teatro que dejó fabricado la corrup-
ción de las costumbres, que debía haber eliminado del
pueblo con su respetuoso ejemplo. Fué promovido a
principios del año de 1 786 de Presidente a la Real A u -
diencia de Santo Domingo.

El Coronel don Juan Guillelmi. Hacía corto tiem-


po que acababa de llegar a la isla de Santo Domingo de
capitán de artilleros, y aún no había recibido los despa-
chos de Teniente rey de la Habana, a que lo habían as-
cendido, cuando ya estaba promovido para este gobierno,
del que tomó posesión en propiedad, en virtud de la orden
de la vía reservada, a principios de febrero de 1786.
Aquella Audiencia tan solicitada y apetecida en otro tiem-
po y que por la citada real cédula de 15 de julio de 1 770
le había negado el rey abiertamente a la ciudad, va ahora
a dársela de gracia y sin la menor solicitud, para que se
conozca en sus efectos lo que por entonces se dijo. Con
efecto, resuelve su Majestad establecerla por sus reales
cédulas de fecha 31 de julio y 8 de diciembre de 1 786,
ambas dadas en Madrid, nombrando por esta última para
ponerla en planta los sujetos que dan principio al rolde ( 7 )

cronológico que se llevará por separado, de los regentes,


oidores y fiscales que se fueren sucediendo, contrayendo
sólo a la serie de sus Presidentes para evitar confusión
en lo de adelante, aquellos sucesos memorables que fuere

(7). Según el Diccionario de la Academia el "circulo o corro


formado do algunas personas o cosas".—N. del E.
TEATRO DE VENEZUELA Y CARACAS 177

ofreciendo el teatro de la provincia. Con el motivo de


ser don Francisco Cortinelo uno de los oidores nombrados
para esta sala, entra en la plaza de Teniente Gobernador
y auditor de guerra don Francisco de Andrade, primo
del Gobernador. Desde aquí comienza a dejarse ver y
experimentar una alteración tan universal, que no es fácil
ni posible notarla con puntualidad sin inmutar substanciál-
mente el orden que traigo, desprendiéndome de los desig-
nios que me propuse cuando comencé a dibujarlo. No
se puede negar que la creación de una Audiencia era el
único y último remedio que se ofrecía más adecuado para
contener los audaces desórdenes y sofrenar el orgulloso
espíritu que la regía; pero cuando Dios trata de castigar
y no de remediar, el mismo beneficio y la misma medicina
es el azote y el castigo más terrible de su indignada jus-
ticia. Mientras que esto se verifica sólo se esperaba con
impaciencia el que se acabaran de juntar los oidores que
componían su cuerpo, para ver puesta en ejecución su
memorable obra. Elígese por último, luego que esto se
verificó el día 19 de julio y de Santas Justa y Rufina már-
tires, del año de 1 787, para el solemne recibimiento del
real sello, que se hizo en efecto con tedas aquellas previas,
concomitantes y subsecuentes demostraciones que exige
tan regia función y constan por menudo y con individua-
lidad, de la peroración que concluida esta real ceremonia
hizo su Regente y que a la letra dará principio a aquélla
serie. Comienza desde luego a establecer sus ritualida-
des sobre de un culto elevado y en parte superticioso, y
a ejercer, y no diría mal a exceder y extender su conce-
bida autoridad, no sólo sobre los asuntos privativos a los
tribunales inferiores internando su conocimiento hasta los
comprendidos propiamente bajo la primera instancia, sino
lo que es más, sobre lo más sagrado y recomendable que
tiene a sí reservada la soberana voluntad de nuestro mo-
narca, cual es la pública y escrupulosa fe de los escri-
banos, habilitando con ella a algunos sujetos, sin embar-
go de las rigurosas penas de nulidad, inhabilidad y con-
13
178 BLAS JOSÉ TERRERO

fiscación de bienes fulminadas por la misma Majestad,


abriendo con tan perniciosas resoluciones la puerta a los
artificios y recursos de la maliciosa cavilación. Con efec-
to, a vista de coyunturas tan favorables, llénanse sus es-
trados de evoluciones civiles; no hay quien no quiera re-
producir y hacer revivir su causa en su sala, sin embargo
de estar concluidas con el indeleble sello de la definitiva
y pasadas en autoridad de cosa juzgada. Conmué-
vese y pónese en función casi toda la provincia; pero
bien presto vio ésta su desengaño aunque a costa del do-
loroso escarmiento de unos derechos insoportables a que
la sujetó su espantoso arancel. Retírase con este motivo
la razón y la justicia y queda franco el paso al sacrificio
de la inocencia, que se inmola mudamente a la merced
de su rival, del poderoso, del audaz y hasta del malvado;
de manera que si antes se veía la provincia agitada de las
violencias y del desorden, ahora lo quedó igualmente de
la confusión, del despecho y la desesperación. Muére-
sele a este tiempo su oidor decano don Patricio de Rive-
ra, el día 7 de junio de 1 788. Sigúelo el auditor de
guerra, y el primero que muere en este empleo, don Fran-
cisco de Andrade, el día 14 de agosto de este mismo
año. Queda la intendencia resumida en su presidente, y
don Francisco de Saavedra se restituye a la corte el mismo
mes de junio y año de 88. A la súbita muerte de aquel
ministro insaciable que tenía gimiendo bajo del peso de su
ambición la infeliz monarquía, vio ésta suceder la de su
monarca don Carlos III, el día 13 de diciembre del pro-
pio año de 88. Llega con la noticia de ésta, proveída
en el asesor de la intendencia don Rafael Alcalde la pla-
za de Teniente de Gobernador y auditor de guerra, con
retención de la propia. Mas aunque llegó aquella por el
mes de abril de 1 789, no se hizo la real proclamación de
don Carlos I V hasta el día 13 de diciembre. Intenta-
ban esta acción otros sujetos y con este motivo le fué pre-
ciso a don Feliciano Palacios y Sojo, que fué el que la
hizo, liquidar el caduco derecho de sangre, que traía del
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 179

último 3' antiguo alférez real, en quien después lo confir-


mó su Majestad con la gracia de poderlo vincular, como
en efecto lo hizo. Nada se hizo en esta jura que se ha-
ga digno de conservarlo a la posteridad. Sus festivos
regocijos se dirigieron más bien, que a desahogar los afec-
tos que inspira la lealtad, a lograr los arbitrios groseros
del interés que ofreció el incentivo de una vegonzosa
economía.
Tres obras públicas en quienes tuvo más parte el
fausto y la profusión que la utilidad común, se concluyen
casi a este mismo tiempo: la laboriosa Casa de Miseri-
cordia, el célebre puente de Anauco, que queda a espal-
das de la Candelaria, y el famoso cuartel de la tropa que
desde el tiempo de don Manuel González se había prin-
cipiado, a la diestra del templo de la Santísima Trinidad.
La plaza de Intendente, que como se deja dicho, había
quedado resumida en el gobierno desde el mes de mayo
de 88, se creía ya embebida en él como lo estaba antes;
pero la envenenada acrimonia de los émulos de Guillel-
mi, que vivía en espectación de su conducta, la hizo re-
vivir con sus sangrientos chismes, en don Joaquín Cubéis,
que llegó y se recibió aquí el día 11 de enero de 1791 ;
pero no era este sujeto para quien Dios destinaba este
empleo: bueno, justo, piadoso, caritativo, amable, por lo
que se dejó ver en el corto tiempo de cuatro meses, Dios
le sacó con general sentimiento de todos, de este misera-
ble mundo que no era digno de poseerlo, el día 1 1 de ma-
yo del mismo año de 91, tomando de aquí asunto la ma-
ligna crítica para sus mordicantes cavilaciones. La pla-
za de la intendencia, con esta vacante, entró en rehenes.
Don Rafael Alcalde, como asesor de ella, y el presiden-
te por su parte, cada uno pensaba resumirla en sí. La
Audiencia dirime esta discordia y haciéndose arbitra de
ella la divide y la reparte a su antojo en varias formali-
dades imaginarias; pero desvanecióse presto este peregri-
no sinonismo por haber llegado casi a este mismo tiempo
180 BLAS JOSÉ TERRERO

la decisión de la corte a favor de Alcalde, cuyo recurso


se había hecho antes y desde el recibimiento 3e Cubéis;
mas no por esto la gozó largo tiempo. Había don Este-
ban Fernández de León encontrado él arte, así de saber-
se sostener en la plaza de director del tabaco, como
de robarle la voluntad a don Francisco de Saavedra, y
logra por la protección de éste, aunque por ahora en ca-
lidad de interino, entrar en la plaza de intendente con re-
tención de la que tenía, cuyos despachos recibió el día 27
de setiembre del mismo año de 91. Con esta infausta
noticia, un natural susto sorprende a la provincia y co-
mienza a temer y esperar del espíritu dominante y pro-
yectista de este sujeto y del genio audaz, majestuoso y
autorizado de este nuevo y adusto intendente, los formi-
dables insultos y violencias de un nuevo Avalos, su pro-
tector y confidente. Mas no se adelanta a conocer en
esto el implacable y visible enojo de Dios contra ella. ( 8 )

(S). Aquí concluye el manuscrito del P. Terrero. La Segunda


Parte que sigue es evidentemente de otro autor, que intentó conti-
nuar la obra primitiva. La letra, la tinta y muchas singularidades
del manuscrito de esta Segunda Parte, difieren considerablemente
de las de la Parte Primera. Si a ello se agrega que de lo relativo
a 1S02 en adelante hay imposibilidad absoluta de que fuese del P.
Terrero (víase la llamada 12 del tomo primero), es fuerza concluir
lo que se deja consignado.—N. del E.
SEGUNDA PARTE

Año de 1800

El Brigadier don Pedro Carbonell. Natural de


Málaga, Gobernador que era de Cumaná, sucede a don
Juan Guillelmi en la presidencia de la nueva Audiencia
y toma posesión de ella en propiedad, en virtud de los
reales despachos de Carlos IV, el día 1 de octubre de
?

1 792. Y aún todavía no se había desembarazado de las


desavenencias que tenía entre manos con la Audiencia,
sobre puntos de su económica jurisdicción, cuando ya se
ve asesinado de las vehementes presunciones de una in-
minente y ruidosa guerra contra la Francia, que se publi-
ca el día 20 de mayo de 93, motivada del horrendT re-
gicidio que cometieron los franceses. Todo cuanto acon-
tece no contribuye sino para aumentar el desorden y con-
fusión. Puede que si hubiéramos sido invadidos del ene-
migo hubieran sido menos funestas sus irrupciones, que lo
que fué con la armada que arribó a Puerto Cabello inficio-
nada su tropa y tripulación de una peste que la devoraba;
exhausta a la provincia, dejándola expuesta así a ser la
víctima del hambre, como la presa de los enemigos, tanto
por las inmensas contribuciones con que se le suministra,
como por la multitud de milicias de gentes de todas cali-
dades, que al pillaje de una universal leva, recluían para
llenar el vacío de sus apestados buques. Los campos
demandan sus labradores, las mujeres sus maVidos, los hi-
jos sus padres, la república sin artesanos, el erario real
182 BLAS JOSÉ TERRERO

demuestra su ruina y su decadencia, cada uno vive en


espectación de su ruina y todos sufren unos efectos mil
veces más trágicos y funestos que los que pudiera traer la
guerra más obstinada. En medio de esta trascendente
consternación es que aparece y se deja ver un consulado
establecido el día 23 de octubre de 1 793, en virtud de
la real cédula despachada en Aranjuez a 3 de junio de
este mismo año de 93, y a tiempo que llegaba el recurso
que se hacía con el motivo de haberse echado el preste
la llave del sagrario de la catedral el jueves santo, por en-
fermedad del vicepatrono, resolviendo su Majestad por
real cédula fecha en San Ildefonso a 22 de setiembre de
1 793, deba echársele en dicho caso u otro semejante al
regente de la Audiencia y en su defecto al oidor más an-
tiguo en esta sala.
La plaza de intendente que mantenía interinamente
don Esteban Fernández de León le vino en propiedad el
día 7 de diciembre de 1 793; pero cuando él recibía aquí
estas órdenes ya los accidentes de la guerra, junto con el
altivo e inflexible genio, lo tenían enteramente desconcep-
tuado en la corte. Entra el año 94 y todo cuanto en sus
estaciones ofrece a la vista es funesto y la razón no vive
sino agitada de ideas trágicas. Prende en la ciudad un
contagio semejante al que había en Puerto Cabello, de-
vorando las tropas de la armada, y con efecto la hubiera
dejado igualmente desolada a no haberse aplacado visi-
blemente la ira de Dios, por la interposición de los ruegos
que se le hicieron y quedan con individualidad expresados
en la Era Eclesiástica. Sobre del asunto de tabaco, que
como se ha dicho, se había remitido al juicio de los Ca-
bildos, propiamente hablando no se hacía más que des-
barrar por el influjo de contrarias ideas y casi todas per-
judiciales en el concepto de los hombres más sensatos. La
misma desgracia sigue al que se había formado del Inten-
dente. Este se consuma en contra de él y con el pretex-
to de sus achaques queda depuesto de ella don Esteban
Fernández de León y entregada interinamente al regente
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 183

de la Audiencia, el día 21 de enero de 1 795. Poco des-


pués de esto, con el motivo de varias noticias de otras
partes, no dejan de asomarse en este teatro algunos mo-
vimientos de sublevación; pero en estos inceptos me pare-
ce que tuvo más parte el recelo o el chisme que la reali-
dad. Desvanecido aquí este rumor resuella en la ciudad
de Coro la sublevación de la esclavitud, cuya noticia lle-
gó aquí la noche del día 20 de mayo, que la condujo
un propio en el increíble tiempo de cuatro días. En re-
sultas de estos movimientos llegó a esta ciudad parte del
regimiento de la Reina, gente los más bastantemente vi-
ciosa y desalmada, y a poco tiempo que aún se hacían
diligencias a fin de prender a don Manuel de Gual y a don
José de España, que se decía eran los cabezas de motín,
los que habían profugado, le vino el retiro al Presidente
don Pedro Carbonell, junto con su sucesor que lo
fué: ( 9 )

El señor Brigadier don Manuel de Guevara y Vas-


concelos. Natural de Ceuta. Toma posesión de este
gobierno y presidencia en propiedad, el día 6 de abril de
1 799, y logrando en sus primeros días pillar a don José
de España lo ahorcó con otros de los que se hallaban
presos en la cárcel por el ya dicho motín. Acreditado
en la corte con este hecho y favorecido del abate de Gue-
vara, su hermano, que entonces privaba en ella, establece
un plan de gobierno pernicioso en grande manera a la re-
pública, como si el error y libertad desordenada en los
vicios condujese mucho a contener los pueblos en la fide-
lidad y sujeción, que eran las causales que él daba para
su autorización y permiso criminal. En este gobierno, o por
mejor decir desgobierno, se vio más que nunca la ciudad
y sus pueblos adyacentes ardiendo en vicios y prostituidos
(9). El siguiente párrafo se halla intercalado en el texto,
interrumpiendo la narración, por lo cual lia parecido bien trascri-
birlo en esta nota. Dice así: "En el tiempo de este gobierno, casi
al fin, pasó a España don Rafael Alcalde, y vino en su lugar de
Asesor y Auditor de Guerra don Juan Jurado".—N. del E.
184 BLAS JOSÉ TERRERO

con el más famoso libertinaje; autorizados con el mismo


ejemplo y tolerancia de este irreligioso juez, la gula, la
lujuria, los robos, la trampa, el desuello, el juego inmode-
rado, público, continuo y trascendente a todos los estados,
edades y calidades de personas, etc., etc. Por estas y
otras señales acompañadas de su indevoción era mirado
como hombre de poca o ninguna cristiandad y profesor
de ajena religión, a quien acompañaba su asesor y audi-
tor de guerra don Juan Jurado, sujeto de igual o peor ca-
rácter. A este tiempo venía de Madrid el intendente
don Juan González Baca, que no alcanzando más que
hasta la isla de San Thomas, acometido de achaque de la
muerte, acabó allí sus tristes días sin llegar a este su des-
tino; y en resultas de esta muerte fué hecho Intendente
y sucesor de don Esteban Fernández de León, don Juan
Vicente de Arce, que se hallaba en México, de donde
vino a esta provincia y ciudad, donde tomó posesión de
este empleo el día 2 4 de marzo de 1803. Murió este
presidente el día 9 de octubre, año de 1807 de madru-
gada y ocurrieron en su muerte fatales y críticas circuns-
tancias; y quedó el gobireno interinamente en el Teniente
rey don Juan de Casas, hasta el día 2 0 de mayo del año
de 809, por el cual tiempo, a fines del año 7, se vio un
cometa, de la oración a las nueve, en la parte de occidente
sobre el Calvario hacia el norte, y el año siguiente de
808, a fines de junio, se tuvo aquí noticia por los ingleses
(que estaban en actual guerra con Francia y por eso con
España) de la prisión del rey don Fernando VII, que se
acababa de coronarse por dimisión que hizo en él de la
corona su padre don Carlos IV. Fué el caso que el em-
perador infame de los franceses Napoleón Buenaparte, con
el pretexto capcioso de tratar asuntos de cortes, hizo ir a
Bayona de Francia a nuestro nuevo rey, nuestro amado, y
a los padres y allí con violencia hizo que le cedieran la
corona de España para así usurparse este reino; pero a
pesar de las fuerzas francesas que tenía de antemano in-
troducidas en España, con inteligencia del príncipe de la
TEATRO DE V E N E Z U E L A Y CARACAS 185

Paz, el torpe Godoy, y de una infinidad de españoles


traidores, el resto de españoles le resisten sus inicuos in-
tentos, le declaran la guerra y se ponen en arma contra
aquella procaz nación y su emperador ladronazo, aliados
y favorecidos del inglés, y establece al mismo tiempo a
nombre del rey don Fernando una Junta central gubernati-
va del reino, sin embargo de estar Madrid, la Vizcaya y la
Cataluña poseídas de los sacrilegos franceses, teniendo al
frente el intruso rey José Buenaparte.

El Mariscal de campo don Vicente Emparan.


Natural del reino de Vizcaya tomó posesión de este go-
bierno el día 20 de mayo del año de 1809, a las diez de
la mañana, con despachos de la Junta Central, aún no bien
calificados, por una pura condescendencia que tuvo el Ca-
bildo y que no debió tener, máxime habiéndose tenido des-
de antes noticia que había sido este caballero nombrado
de los franceses para este mismo gobierno, así es que se
le han observado ciertos aires de aliado suyo. Luego
que comenzó a gobernar vomitó un chorro de proyectos
que pusieron la república en no poca consternación. Uno
de ellos fué quitar con despotismo a los padres dominicos
las tierras del Tejar para fabricar una carnicería general,
a costa de perjuicios y lástimas de la gente que hizo traer
aprisionada de tierra adentro, sin más consideración ni
recurso que seguir su voluntariedad. Otro fué repartir
las ventas de la plaza mayor en las de San Pablo, Alta-
gracia, Candelaria y San Jacinto, con el pretexto de hacer
en la mayor una alameda, proyecto verdaderamente ri-
dículo. Con este caballero vino el intendente don Vicen-
te Basadre, que sucedió a Arce y se recibió el mismo día
20 de mayo del mismo año. A poco tiempo vino el su-
cesor de Jurado don Vicente Anca que por traer truncos
los despachos de la Junta, sólo lo admitió la Audiencia
de asesor, hasta que llegó de regreso don Antonio de
León y se los trajo cabales de auditor de guerra.
ÍNDICE
ÍNDICE
Página

PREFACIO DEL EDITOR V

PRIMERA PARTE
ERA ECLESIÁSTICA

Oblación Gratulatoria 3
Dibujo del TEATRO y sus designios 5
Era Primera Eclesiástica 9
Serie Primera de los ílustrísimos Señores Obispos:
Rodrigo de las Bastidas 11
Miguel Gerónimo Ballesteros 12
Bartolomé Venezolano 13
Pedro de Agreda . 13
Juan Martínez Manzanillo 15
Pedro Mártir Palomino 17
Domingo de Salinas 17
Pedro Palomino 18
Pedro de Oña 19
Antonio de Alcega 20
Juan Cataneo Bohorques 21
Gonzalo de Ángulo 25
Juan López Agurto de la Mata 29
Mauro de Tovar. 31
Alonso Briceño 36
Antonio González de Acuña 37
Diego de Baños y Sotomayor .39
190 ÍNDICE

Página

Francisco del Rincón 41


Juan José de Escalona y Calatayud. . . . . . . . 42
José Félix Valverde 46
Juan García Abadiano 51
Manuel Jiménez Bretón 52
Manuel Machado y Luna 53
Francisco Julián Antolino 54
Diego Antonio Diez Madroñero 54
Mariano Martí. 60
Prevención 67
Era Segunda Eclesiástica 69
Serié Primera de los Il'ustrísimos Obispos (continua-
ción):
Juan de la Madre de Dios Viana 71
Francisco de Ibarra 76

SEGUNDA PARTE

ERA MILITAR Y POLÍTICA

Era Segunda Militar y Política 81


Serie Primera de los Gobernadores propietarios de la
Provincia:
Ambrosio de Alfínger 85
Jorge de Espira 86
Juan Pérez de Tolosa 89
Pedro Villacinda. 90
Pablo Collado 91
Alonso Manzanedo 93
Pedro Ponce de León. . , 94
Diego Masariego. 96
Juan de Pimentel. 97
Luis de Rojas 98
Diego de Osorio 101
Gonzalo Pina Lidueña. . . 103
Alonso Suárez del Castillo 104
' Sancho de Al quiza. 105
ÍNDICE 191

Página

García Girón 106


Francisco de la Hoz Berrío 108
Juan Tribiño Guillamas 113
Juan de Meneses y Padilla 115
Francisco Núñez Meleán. 120
Ruiz Fernández de Fuenmayor 122
Marcos Xedler de Calatayud y Toledo 126
Pedro de León Villarroel * 128
Martín de Robles Villafaña 130
Pedro de Porras y Toledo 132
Félix Garci González de León 137
Fernando de Villegas 138
Francisco Dávila y Orejón 140
Nicolás Eugenio de Ponte 140
Fernando de Rojas y Mendoza 141
José Francisco de Cañas y Merino 141
Marcos Francisco de Betancourt y Castro 142
Diego de Portales y Meneses 143
Lope Carrillo y Andrade 146
Sebastián García de la Torre 147
Martín de Lardizábal 150
Gabriel José de Zuloaga 151
Luis Francisco Castellanos 155
Julián de Arriaga y Rivera 157
Felipe Ricardos 159
Felipe Remires de Estenos 162
José Solano Bote 164
Felipe Fonsdeviela y Ondeano 167
José Carlos de Agüero 169
Luis de Unzaga y Amézaga 171
Manuel González 175
Juan Guillelmi 176
Pedro Carbonell 181

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