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La subjetividad internacional

La subjetividad internacional.
a) Cuestiones generales sobre la subjetividad.
A la hora de trazar una teoría de la subjetividad internacional, conviene no confundir las situaciones de las relaciones internacionales
y sujeto de D.I. Aquella conlleva la calidad de actor o protagonista de esas relaciones en el plano sociológico, en tanto que ésta
significa ser titular de derechos y obligaciones según las reglas del orden jurídico internacional. Algunas entidades que actúan en la
escena internacional, como las empresas trasnacionales o las organizaciones internacionales no gubernamentales, cualquiera que
pueda ser su relevancia como actores internacionales, carecen por lo general de subjetividad internacional al no depender en cuanto
a su estatuto jurídico del D.I, sino del Dº de uno o varios E.
Un análisis de la evolución del D.I nos muestra una progresiva tendencia al ensanchamiento del círculo de sus sujetos. Desde una
concepción dinámica del D.I es preciso admitir que éste no conoce límites en cuanto a sus sujetos, pues las propias necesidades de la
comunidad jurídica internacional en un momento dado pueden aconsejar o incluso exigir de investir de personalidad internacional a
determinadas entidades. Así, al plantearse la cuestión de si las NU poseen o no capacidad para presentar una reclamación
internacional contra un E, el T.I.J, en su opinión consultiva sobre la reparación de daños sufridos al serv de las N.U pudo decir “Es
un sist jurídico, los sujetos de dº no son necesariamente idénticos en cuanto a su naturaleza o a la extensión de sus derechos, y su
naturaleza depende de las necesidades de la comunidad”.
El resultado es que hoy en día se puede hablar de una pluralidad de sujetos del D.I. Incluso en el D.I clásico o tradicional se
reconocían, junto a los E. otras entidades (La Santa Sede, los grupos rebeldes con estatuto de beligerancia) en cuanto poseedoras de
un cierto grado de subjetividad internacional.
Se ha producido una diversificación de los sujetos del D.I conservando los E. su carácter de sujetos originarios de este orden
jurídico, puesto que el D.I es un orden regulador de las relaciones entre colectividades políticas independientes.
La existencia de entidades no estatales aceptadas como sujetos del D.I nos obliga a preguntarnos cuáles son los requisitos que deben
concurrir para ser considerado sujeto de este ordenamiento y cuáles son las formas de atribuirse la subjetividad internacional.

b) La condición de sujeto del derecho internacional.


Sujeto de derecho es aquel que es destinatario de las normas jurídicas, aquel a quien estas normas atribuyen derechos y obligaciones,
entonces, sujeto de D.I es el titular de derechos y obligaciones conferidos por normas jurídicas internacionales. Se llega a la
conclusión de que no basta con ser beneficiario de un dº o estar afectado por una obligación, sino que se requiere una aptitud para
hacer valer el dº ante instancias internacionales o para ser responsable en el plano internacional en el vaso de violación de la
obligación; doble exigencia, situada en el plano procesal de la legitimación (activa o pasiva).
La extensión de la capacidad internacional no es la misma en todos los casos. Los E. en su calidad de sujetos originarios del D.I
poseen una capacidad plena, mientras que otras entidades sólo disponen de una capacidad restringida, que incluye aquellas
posibilidades de actuación que les han sido atribuidas en virtud del acto de su creación. En este sentido, el T.I.J ha podido decir que
“mientras que un E. posee la totalidad de derechos y deberes internacionales, los dº y deberes de una entidad como la Organización
han de depender de los propósitos y funciones de ésta, tal y como son enunciados o están implícitos en sus textos constitutivos t
desarrollados en la práctica.
Los E. son los sujetos necesarios y plenos del D.I, pero junto a ellos coexisten otros sujetos, que cabe calificar de secundarios o
derivados, poseedores de alguno o algunos de los rasgos que integran la capacidad internacional.
En conclusión, el D.I contemporáneo se caracteriza por la pluralidad y la heterogeneidad de sus sujetos.

c) La cuestión de la atribución de la subjetividad internacional.


Aunque algunos autores han defendido la existencia en D.I de una norma atributiva de subjetividad internacional, esto es, de una
norma que con carácter general fije los elementos de dicha subjetividad a la doctrina mayoritaria considera que, teniendo en cuenta
la peculiar estructura social internacional y su relativa falta de organización a escala global, el orden jurídico internacional carece de
criterios que puedan imponerse uniformemente en orden a la atribución de la cualidad de sujeto mismo. Puede decirse que “la
extensión de la personalidad jurídica internacional a las entidades no estatales es obra de los E” y que “el que los E. actúen en este
caso bajo la presión de las fuerzas sociales y de sus reivindicaciones es un dato de la sociología del D.I que no afecta a ese papel
decisorio que le corresponde en el plano formal”.
Diez de Velasco advierte que el otorgamiento de la subjetividad internacional lleva aparejadas una serie de consecuencias, en la
medida en que quien esté en posesión del estatuto de sujeto del D.I se convierte en destinatario de sus normas y queda sujeto a las
obligaciones que éstas le impongan, a la vez que queda revestido de una amplia esfera de libertad que, no obstante, encuentra sus
limitaciones en esas propias normas, dirigidas a respetar la existencia y la libertad de los demás sujetos; resultando, por lo demás ,
posible que un sujeto precisamente en uso de su capacidad de obrar, se imponga por medio de un acuerdo internacional limitaciones
a su libertad de obrar (neutralización, participación en ciertas organizaciones supranacionales)

2. El E. como sujeto del D.I


a) El E. en el sentido del D.I
El E. como entidad soberana reúne en su plenitud, todas las características que se derivan de ser sujeto del D.I: es un sujeto pleno de
este orden jurídico. Según la nota de soberanía, que es consustancial al E. la naturaleza del poder estatal consiste, por un lado, en un
poder autónomo supremo o summa potestas en la conducción de sus relaciones con sus propios sujetos y, por el otro, en un poder de
determinar su conducta con respecto a los otros E.
El E. contiene tres elementos: la población, el territorio y la organización política (gob lato sensu), abrigados bajo la idea global y
básica de la soberanía; lo que permite calificar al E. como una org de poder independiente sobre una base territorial.
La población es el conjunto de personas que de modo permanente habitan en el territorio del E. y están en general unidad a éste por
el vínculo de la nacionalidad. Desde el punto de vista del D.I, es indiferente el dato sociológico de la mayor o menor magnitud de la
población.
El territorio es el espacio físico dentro del cual la organización estatal ejercita en plenitud la propia potestad de gobierno. Abarca un
conjunto de espacios en los cuales el E. despliega con el máximo de intensidad sus poderes soberanos. El territorio estatal está
delimitado por las fronteras, pero no es imprescindible que éstas aparezcan fijadas con absoluta precisión.
En virtud de su soberanía territorial el E. tiene el dº exclusivo de ejercer las actividades estatales. Este dº conlleva una triple
vertiente, jurídica, política y económica (destacando en este caso el dº del E. a disponer libre y soberanamente de sus recursos
naturales de acuerdo con las reglas del D.I) y también se ve respaldado por el principio que prohíbe atentar contra la integridad
territorial del E.
El gobierno; esta organización manifiesta a través de los órganos encargados de llevar a cabo la act social del E, tanto en el interior
como en el exterior, a través de la creación de normas jurídicas que se impongan a la población y a la propia organización
gubernamental en general dentro del territorio del E, y en fin, a través de la existencia de un poder político autónomo respecto de los
otros poderes que ejercen su actividad en la sociedad.
El conjunto de los órganos del E, debe ser efectivo,en el sentido de estar en condiciones de desarrollar las funciones estatales en la
esfera interna y de hacer frente a los compromisos del E. con otros sujetos del D.I en la esfera externa.
Presupuesta esa exigencia de que el gobierno sea efectivo, la naturaleza constitucional, representativa o no, del poder político
establecido es indiferente para el D.I

b) El E. soberano ante el D.I: la independencia.


El E. soberano se caracteriza por no depender de ningún otro orden jurídico estatal ni de ningún otro sujeto del D.I, dependiendo
sólo del D.I
La soberanía tiene dimensiones históricas y políticas, una dimensión jurídica y en este sentido se presenta un D.I como una función,
como un conjunto de Dº y deberes del E.
Una expresión concreta de la soberanía es la igualdad soberana de los E. recogida en la Carta de las N.U como uno de los principios
rectores de la Org Mundial. Este principio ha sido precisado en su contenido por la A.G de las N.U en la declaración de ppios
incorporada en su resolución 2625 en la cual se significa que en virtud de dicho ppio todos los E “tienen iguales dº y son por igual
miembros de la comunidad internacional, pese a las diferencias de orden económico, social, político o de otra índole”. Tratase, pues,
de una igualdad juridica, de una igualdad ante el D.I que garantiza el respeto de la integridad territorial y la independencia política
de cada E. Y, en particular, de su derecho a elegir y a llevar adelante en plena libertad su sistema político y socioeconómico, con
independencia de considestaciones sociológicas cómo la magnitud del poder político y militar, la importancia económica, la
extensión territorial, etc.
La vigencia del ppio formal de la igualdad soberana de los E. En el sentido de una igualdad de todos los E. Ante el D.I, no excluye
que éste, por una parte, dé traducción jurídica a ciertas desigualdades de hecho que puedan dar lugar a diferencias en cuanto al
contenido de los derechos y obligaciones de los distintos E. En función de sus respectivas situaciones, y, por otra parte, se haga eco
de esas desigualdades para intentar superarlas en un plano de justicia distributiva.
Otro ppio derivado de la noción de la noción de soberanía es el ppio de no intervención en los asuntos internos de otros E. Este ppio
aparece recogido en la resolución 2625 de la AG de las NU "ningún E. O grupo de E. Tiene d° a intervenir directa o indirectamente,
y sea cuál fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro" por lo cual "no solamente la intervención armada,
sino también cualesquiera otras formas de injerencia o de amenaza atentatoria de la personalidad del E. O de los elementos políticos,
económicos y culturales que lo constiuyen, son violaciones del D.I" quedando prohibidos, en concreto, el recurso a medidas
económicas, políticas o de cualquier otra índole para coaccionar a otro E. Y el uso de la fuerza para privar a los pueblos de su
indentidad nacional. La propia resolución incluye dentro de la descripción de este ppio de no intervención una referencia a lo que
constituye su verdadero fundamento, cuál es el derecho inalienable de todo E. A elegir su sistema político, económico, social y
cultural sin injerencias de ninguna clase por parte de ningún E.
Por lo demás, la prohibición de la intervención no opera solo frente a los E. Sino también frente a las Organizaciones
internacionales.

3. El reconocimiento del E.
a) Rasgos conceptuales.
La aparición de un E. En la escena internacional puede producirse ex novo, sin que otros E. Se vean afectados (creación de un E.
Sobre un territorio no ocupado) o bien partir de E. Preexistentes, ya sea a resultad de su modificacion (caso de secesión de una parte
del conjunto estatal o de la integración de varios E. En uno solo) o de su extinción (caso de la desintegración del E. Originario y la
consiguiente creación de sus expensas de varios E. Nuevos)
Una vez que un E. Creado por cualquiera de estas vías reúne de hecho los elementos que lo caracterizan como tal puede decirse que
existe en tanto sujeto pleno del D.I. Desde entonces, los otros E. Están en condiciones de verificar su existencia real prestándole su
reconocimiento. Por el reconocimiento se constata la realidad del nuevo E. Iniciándose el trato con él en cuanto a su existencia
pueda darse por asegurada.
El reconocimiento es un acto declarativo.
El instituto del derecho internacional asigna al reconocimiento del E. Un valor declarativo, definiéndolo cómo "el acto libre por el
cual uno o varios E. Constatan la existencia sobre un territorio determinado de una sociedad humana políticamente organizada,
independiente de cualquier otro E. Existente, capaz de observar las prescripciones del D.I”
No obstante, es posible distinguir en la práctica un cierto aspecto constitutivo, en la medida en que, si bien el nuevo E. es sujeto de
D.I, desde que nace, no puede ejercitar plenamente ciertos derechos hasta que haya sido reconocido. Aunque el reconocimiento
posee un indudable valor declarativo en relación con la existencia del E, pues no hace sino constatarla, la capacidad de acción del
nuevo E. en el plano internacional es muy restringida antes de su reconocimiento formal, siendo éste indispensable para el pleno
ejercicio de sus competencias exteriores o para el pleno despliegue de los efectos de sus actos jurídicos en el territorio de otro E. Y
es que, en efecto, aunque la falta de reconocimiento no impide en ppio los contactos de algún tipo con el E. no reconocido, tales
contactos, no obstante, tienen un carácter aislado, fragmentario, no oficial.
El reconocimiento es un verdadero acto jurídico.
Al ser el reconocimiento un acto voluntario discrecional sólo el autor del reconocimiento queda vinculado por él, de modo que
puede existir legítimamente un hecho respecto de unos E. y no respecto de otros y puede, en concreto, reconocerse sólo aspectos
parciales de la existencia de tal hecho.
Los E. suelen tener en cuenta, a la hora de reconocer, la evolución de la situación en los procesos de creación de nuevos E,
adaptando su conducta a esa evolución e incluso estableciendo condiciones para el reconocimiento de la nueva entidad.

b) La doctrina del no reconocimiento.


En la doctrina y en la práctica internacionales se ha buscado recomendar un deber jurídico-internacional de no reconocer, en
aquellos casos en que la situación se establece en contradicción con una regla jurídica como: a)la que prohíbe el uso ilícito de la
fuerza b)la que expresa el ppio de no intervención sazonando con la prohibición de poner en peligro la integridad territorial y la
independencia política de un E. o c) la que proclama el dº de autodeterminación de los pueblos.
Pese a lo loable de ese esfuerzo por consagrar en el D.I positivo una obligación general de no reconocimiento en los supuestos
señalados, lo cierto es que diversos factores políticos dificultan la viabilidad de tal pretensión.
En todo caso, el deber de no reconocer situaciones creadas mediante el uso ilícito de la fuerza aparece sancionado en importantes
convenios y resoluciones internacionales, entre ellos, la carta de la OEA.
En lo que se refiere al reconocimiento de E. un ejemplo del deber de no reconocer aquellas situaciones surgidas en violación de
dicho ppio lo proporciona el caso de la Rep. Turca de Chipre del Norte, reconocida sólo por Turquia.

c) Las formas y el proceso del reconocimiento.


En cuanto a las formas, cabe distinguir entre un reconocimiento individual y un reconocimiento colectivo, y por otra parte entre un
reconocimiento expreso y un reconocimiento tácito o implícito. La forma más frecuente es la del reconocimiento individual expreso,
que habitualmente se hace mediante un acto unilateral (nota diplomática, declaración), aunque a veces puede efectuarse a través de
un tratado bilateral con el E. al que se pretende reconocer o de un comunicado conjunto ad hoc.
La cuestión de si la admisión de un nuevo E. en una organización internacional implica el reconocimiento por distintos E. miembros
de la organización, es una cuestión controvertida que, no obstante, tiende a resolverse en un sentido negativo a partir de la
consideración del reconocimiento como una como un acto libre y discrecional y com tal, no obligatorio.
Desde el punto de vista del modus operandi entre un reconocimiento de facto o provisional y un reconocimiento de iure o definitivo,
irrevocable por tanto, precediendo aquel a éste cuando el nuevo E. no pueda considerarse aún como plenamente consolidado y ello
de acuerdo con la visión del reconocimiento como un proceso que viene a culminar en un acto o definitivo.

4.Las modificaciones políticas de los E: El reconocimiento de gobiernos.

a) Las modificaciones políticas internas y el ppio de la continuidad del E.


Las alteraciones que puedan producirse en la org política interna de un E no afectan en ppio a la condición internacional de éste,
salvo en el caso de la desaparición de todo gobierno, que conllevaría la extinción del E a falta de uno de sus elementos básicos. Ello
quiere decir que, con base en el ppio de la seguridad jurídica que debe presidir las relaciones internacionales, cualesquiera cambios
sobrevenidos en el régimen político de un E. dejan inalteradas sus obligaciones internacionales frente a terceros.
Ello no significa que los cambios internos en un E. carezcan de toda relevancia en el plano jurídico internacional. Es cierto que el
D.I es en ppio neutro frente a los eventos políticos internos, lo que se expresa, entre otras cosas, en el ppio según el cual cada E tiene
“el dº a elegir y a llevar adelante su sist político, económico y cultural”, de lo que resulta que “las orientaciones políticas internas de
un E. pertenecen a la competencia exclusiva del mismo, siempre que, bien entendido, no violen una obligación del D.I. Pero, con
todo, esos cambios internos pueden influir en el sentido de que un nuevo gobierno surgido en un E. por vías de hecho (golpe de E,
revoluci´´on, etc) en contradicción con el orden constitucional establecido puede verse en dificultades para ejercer en plenitud sus
funciones en el plano internacional si no se ve respaldado por el reconocimiento de los gob de otros E; reconocimiento que le
permitirá desarrollar relaciones diplomáticas plenas, litigar en nombre del E. que pretende representar ante los tribunales de otros E.
(aquellos cuyos gobiernos lo hayan reconocido), etc.

b) Rasgos conceptuales del reconocimiento de gobiernos.


Mediante el reconocimiento de gobiernos se declara la voluntad de mantener relaciones con un gob. que ha venido a sustituir a otro
de forma irregular, esto es, contrariando la legalidad constitucional vigente. En este sentido se ha podido conceptuar el
reconocimiento de gobiernos, frente al de E, como un “acto por el cual se da la conformidad para continuar las relaciones habituales
de intercambio con el nuevo régimen, cuando este régimen ha surgido de manera diferente a la sucesión pacífica y normal de
autoridades de un país, de modo diverso a la sucesión de gobiernos constitucionalmente establecida”. Sin el reconocimiento de un
gobierno así surgido podrán darse ciertos tipos de relaciones entre dos E, pero en ningún caso plenas (relaciones diplomáticas), de
modo que el reconocimiento aparece como una actividad estatal “que decide la existencia y la amplitud de las relaciones
internacionales” entre quienes se reconocen mutuamente
“El reconocimiento del nuevo gob. de un E. ya reconocido es el acto libre por el que uno o varios E verifican que una persona o un
grupo de personas están en condiciones de obligar al E. que pretenden representar y expresan su voluntad de mantener relaciones
con ellas”
De esta caracterización del reconocimiento de gobiernos como acto libre o voluntario se desprende que se procederá o no a
reconocer en función del tipo de relaciones que se desee mantener con el equipo que pretende representar al E. tratándose en este
sentido de un acto de elección política y, como tal, discrecional: “en efecto, ningún sujeto de D.I puede obligar a otro a entablar
relaciones con él y, por tanto, menos aún, aquellas que exijan reconocimiento y no existe, claro está, norma alguna de D.I que así lo
establezca; son, en definitiva, criterios de política exterior y no normas jurídico-internacionales los que influyen en la decisión de
reconocer o no”. Ello indica que el reconocimiento de gobiernos está influido por una serie de factores políticos. Así, no parece que
pueda determinarse mediante normas de D.I los requisitos que debe reunir un gobierno de facto para ser reconocido.

c) Las doctrinas sobre el reconocimiento de gobiernos y su aplicación en la práctica.


Se han elaborado distintas doctrinas inspiradas en los criterios de la legalidad (doctrina tobar) y de la efectividad (doctrina Estrada),
si bien en este último caso, no se trata tanto de asegurar el reconocimiento de todo nuevo gobierno efectivo como de no
pronunciarse en términos de reconocimiento, limitándose el tercero a proseguir o no las relaciones diplomáticas normales con el
nuevo equipo de poder.
En cuanto al criterio de la legalidad la doctrina Tobar “la manera más eficaz de poner término a los cambios violentos de gobierno
inspirados en la ambición consiste en que los E. se nieguen a reconocer a los gobiernos transitorios, nacidos de las revoluciones,
hasta que demuestren que gozan del apoyo de sus países” apoyo que debería reflejarse en el asentimiento de una Asamblea
representativa.
Entre las doctrinas que se inspiran en el criterio de efectividad, destaca la doctrina Estrada. Esta doctrina rechaza la aplicación
arbitraria que había venido haciéndose del criterio de la legalidad, lo que daría lugar a “situaciones en que la capacidad legal o el
ascenso nacional del gob o autoridades parece supeditarse a la opinión de extraños” En esencia la doctrina Estrada está contenida en
las siguientes palabras “El gob de México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos, porque considera que esta es
una práctica denigrante que, sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a éstas en el caso de que sus asuntos interiores puedan
ser calificados en cualquier sentido por otros gobiernos, quienes de hecho asumen una actitud de crítica al decidir favorable o
desfavorablemente sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros. En consecuencia, el gob de México se limita a mantener o
retirar cuando lo crea procedente a sus agentes diplomáticos y a continuar aceptando, cuando también lo considere procedente, a los
similares agentes diplomáticos que las naciones respectivas tengan acreditados en México, sin calificar, ni precipitadamente ni a
posteriori, el derecho que tengan las naciones extranjeras para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades.”
Esta doctrina se orienta a sustituir en su caso el reconocimiento expreso por el tácito al referirse a la posibilidad de mantener o
retirar los agentes diplomáticos acreditados, lo que no deja de ser un signo externo de la intención de reconocer (o no reconocer) al
nuevo gobierno. Más orientada hacia el criterio de la efectividad parece estar la llamada doctrina Díaz Ordaz, que aún en la doctrina
Estrada, aporta una modificación en el sentido de que México expresa su deseo de que no se produzca “solución de continuidad en
sus relaciones con los demás países latinoamericanos, cualquiera que sea el carácter o la orientación de sus gobiernos”.

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