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Un plan de mantenimiento es un documento que recoge las labores necesarias para que
los activos de una instalación se mantengan en condiciones óptimas de
funcionamiento. Comprende tanto revisiones periódicas como protocolos de actuación
en intervenciones correctivas, y es fundamental para:
Cada tipo de acción de mantenimiento está recogida en el plan. A su vez, cada equipo,
instalación o proceso cuenta con sus propios protocolos en función de su criticidad,
fiabilidad o rendimiento histórico.
Delimitar los trabajos: qué hacer exactamente en cada caso, qué tareas de
mantenimiento son más prioritarias, qué activos son más críticos, qué secuencias de
actuación se siguen.
Elaborar las instrucciones: cómo se llevan a cabo los trabajos de mantenimiento,
incluyendo cualquier observación que contribuya a clarificar las actuaciones.
Programar tareas diarias: la frecuencia del mantenimiento debe encontrar su punto
de equilibrio para ser lo más eficiente posible.
Organizar a los técnicos: en el plan se recoge el conjunto necesario de habilidades
para acometer las acciones de mantenimiento, lo que significa involucrar a unos u
otros técnicos en las labores. Aquí también cobra importancia delimitar los permisos
de acceso a ciertos recursos por parte de cada técnico.
Gestionar los recambios: consiste en prever la disponibilidad de las piezas de
repuesto necesarias para cada actuación.
La primera fase consiste en definir la naturaleza y el flujo de las órdenes de trabajo (OT),
es decir, qué labores de mantenimiento se deben realizar y cuáles son sus secuencias.
Cada plan de trabajo contiene información detallada sobre todo lo que los técnicos
tendrán que hacer en cada tarea.