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ENCUENTRO DE ANIMACIÓN VICARIAL DE LITURGIA

LECTIO DIVINA
1- LECTIO:
¿Qué dice el texto?
Texto: Evangelio según San Lucas 22, 14-20
Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y les dijo: «Ardientemente he deseado comer
esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su
cumplimiento en el Reino de Dios.» Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y
repartidlo entre vosotros; porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la
vid hasta que llegue el Reino de Dios.» Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio
diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» De igual modo,
después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza,
sellada con mi sangre, que es derramada por vosotros.

Las primeras palabras de Jesús focalizan todo en la “hora” esperada (22,14) a lo


largo de su peregrinación a Jerusalén, el Maestro es consciente de lo que le espera:
“Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer”
(22,14). Con el término “padecer” alude no sólo al momento definitivo de la muerte
sino a la pasión entera con todos sus detalles: todos y cada uno de los momentos del
camino de la pasión tienen una fuerza redentora. Se vislumbra todo el amor de las
Personas de la Santísima Trinidad hacia nosotros.
Imaginemos la escena: Una mesa, un banquete, pan y vino, los discípulos y Jesús
presiendo la celebración. La primera acción se realiza sobre el pan (con gestos rituales,
Jesús toma un pan, da gracias, lo parte y se lo da a los discípulos), a lo cual le agrega
una palabra explicativa del gesto: “Este es mi cuerpo que es entregado por
vosotros” (22,19ab). El mismo Jesús, que con numerosos actos de misericordia había
nutrido la gente a lo largo de todo el Evangelio y que había distribuido pan y pescado
a la multitud hambrienta ahora vuelve a dar alimento. Pero no cualquier alimento, el
alimento es el mismo Jesús.
La frase “por vosotros” (que no está ni en Mateo ni en Marcos) hacen explícito
el significado de la fracción y la distribución del pan: la muerte de Jesús no es
únicamente el resultado de una violencia absurda sino una muerte padecida por el
bien de los otros. “Por vosotros”: Jesús muere por los que ama, por sus discípulos,
así se intensifica el vínculo personal del discipulado. La segunda acción se realiza sobre
el cáliz de vino, que también es distribuido a los apóstoles; éste es presentado como:
“Esta es la copa de la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por
vosotros” (22,19). Se subraya por segunda vez que la muerte de Jesús es por el bien
de aquellos que Él ama.
2- MEDITATIO:
¿Qué me dice el texto?
En primer lugar, dejo que la Palabra siga haciendo “ruido” en mí interior, para poder
meditar en profundidad este misterio de la pasión de nuestro Señor.
“Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer”
(22,14). Centrémonos por un momento en este versículo. Imaginemos a Pedro y los
demás apóstoles sentados alrededor de la mesa. Ninguno de ellos se ganó el derecho de estar
ahí. Todos fueron invitados, o, mejor dicho, atraídos por el deseo ardiente que Jesús tiene de comer
esa Pascua con ellos: Él sabe que es el Cordero de esa Pascua, sabe que es la Pascua. Esa Cena es
la misma Cena que celebramos en cada Eucaristía. El mundo todavía no lo sabe, pero todos
están invitados al banquete de bodas del Cordero. Lo único que se necesita para acceder es el vestido
nupcial de la fe que viene por medio de la escucha de su Palabra. Sin embargo, antes mucho
antes que nosotros respondamos a su invitación esta su deseo ardiente de celebrar
con nosotros su pascua.
Participar en el sacrificio eucarístico, no es nuestra conquista para que podamos
presumir de ello ante Dios y ante nuestros hermanos, nosotros entramos al cenáculo como
los discípulos por el deseo ardiente que tiene Jesús de comer su pascua con nosotros. Cuantas veces
hemos pasado por alto esta belleza tan singular de nuestra Liturgia. ¿Cuántas veces
nuestros ojos han sucumbido a la rutina que ya no se dejan impresionar por el
significado de los signos que se nos presenta en cada Misa? Dice el maestro: Mira que
estoy a la puerta y llamo: Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con
él y él conmigo (Ap 3, 20). Qué invitación más grande, el Señor viene a tocar las puertas
de nuestra vida, y nos invita a cenar con él. ¿Cómo celebro la cena del Señor? ¿Somos
conscientes del regalo tan grande que nos ha hecho? ¿Soy consciente que he sido
llamado para servir y no para buscar privilegios? ¿Traiciono a Jesús con mucha
facilidad? ¿Sé aceptar con facilidad mis defectos y errores? ¿Qué significan para mí
estas palabras de Jesús sobre el pan y el vino? ¿Comprendo esta manera tan particular
de estar presente en medio nuestro? ¿Me acerco a este sacramento? ¿Soy consciente
que las palabras de la consagración son las palabras de Jesús?
3- ORATIO:
¿Qué me hace decirle a Dios?
¡Oh que alegría tan inmensa de sabernos invitados a la Cena del Señor! Que
respondemos como el Centurión: Señor no soy digno que entres en mi casa, pero una
palabra tuya bastará para sanarnos. Pero entra a mi casa Señor, entra a la morada de
mi corazón y celebra tu Pascua que es mi pascua. Quiero fundirme en tu amor, porque
cada vez que me invitas a comer tu Pascua, tu eres en mi y yo en ti. Como en tu
oración sacerdotal en la que pediste que fuésemos uno contigo como tú lo eres con
el Padre. Así quiero transformarme en cada Eucaristía que quiero vivir y celebrar
contigo.
Te pedimos perdón por no respetar tus días santos de preparación para la Pascua,
Porque no hemos sabido respetar el descanso dominical que nos has dado.
Perdónanos por las veces que no me he esmerado en celebrar tu pascua con decoro y
dignidad; perdóname por las veces que no me preparé y subí al ambón a proclamar tu
Palabra; perdóname por no tener sentimientos de amor y misericordia con nuestros
hermanos, por las ocasiones que no hemos sido capaces de ver las necesidades de
nuestros hermanos, por ser tan engreídos y faltos de humildad. Por eso te pedimos
perdón; perdón Señor, perdón Señor.
Revísteme con el vestido de la fe, para acercarme a tu mesa, dignifícame con tu Cuerpo
y con tu Sangre. Gracias Señor porque a pesar de mis limitaciones siempre vienes a
celebrar tu Pascua conmigo. Gracias te doy por haberme llamado a servirte en este
ministerio de Liturgia. Que cada ves que coma tu Cuerpo y beba Tu Sangre me
transforme en ti y para ti.
4- CONTEMPLATIO:
¿Qué me da a conocer?
“Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer”
(22,14)
La mesa esta servida, pan, vino, agua, cáliz, copón todo esta en su sitio ahora. Vamos
a cenar con Jesús, vamos a su encuentro. Solo a través de La Liturgia se nos garantiza la
posibilidad de tal encuentro. No nos sirve un vago recuerdo de la última Cena, necesitamos estar
presentes en aquella Cena, poder escuchar su voz, comer su Cuerpo y beber su Sangre: le necesitamos
a Él. En la Eucaristía y en todos los Sacramentos se nos garantiza la posibilidad de encontrarnos
con el Señor Jesús y de ser alcanzados por el poder de su Pascua. El poder salvífico del sacrificio de
Jesús, de cada una de sus palabras, de cada uno de sus gestos, mirada, sentimiento, nos alcanza en
la celebración de los Sacramentos. Yo soy Nicodemo y la Samaritana, el endemoniado de Cafarnaún
y el paralítico en casa de Pedro, la pecadora perdonada y la hemorroisa, la hija de Jairo
y el ciego de Jericó, Zaqueo y Lázaro; el ladrón y Pedro, perdonados. El Señor Jesús que inmolado,
ya no vuelve a morir; y sacrificado, vive para siempre, continúa perdonándonos, curándonos y
salvándonos con el poder de los Sacramentos. A través de la encarnación, es el modo concreto por el
que nos ama; es el modo con el que sacia esa sed de nosotros que ha declarado en la cruz (Jn 19,28).

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