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Sueñan los filósofos con el amor, lo diseccionan, interpretan, y lo vuelven terrenal? El filósofo
español Manuel Cruz buscó las marcas del amor a lo largo de la historia filosófica y se preguntó
qué importancia le dieron Platón, Nietzsche o Heidegger entre muchos otros. Esas preguntas,
esas indagaciones armaron el andamio de Amo, luego existo (Eudeba) que publicó y presentó
recientemente en Buenos Aires. Y, apasionadamente, habló en esta entrevista del amor.
Hay una parte muy interesante cuando habla de la memoria del cuerpo. ¿Cómo guarda el
cuerpo el tiempo pasado?
Cuando dos personas tienen una relación durante muchos años, tienen relación sus cuerpos.
Cuando uno conoce a alguien desde que era niño, es capaz de ver el niño que había, en sus
rasgos lo reconoce. Uno ve el cuerpo que hay ahora, pero ve también el que hubo, porque no
ha desaparecido por completo, sigue ahí. Cuando uno ha tenido una relación con una persona
durante muchísimo tiempo, supongamos que la deja de ver y la reencuentra, recuerda su olor,
no es algo que imaginas, no es una proyección. Uno recuerda el olor y no recuerda un tacto de
piel, recuerda las formas, obviamente que no son las mismas y han variado pero sobre una
base, entonces hay un recuerdo corporal. Por eso digo que el cuerpo tiene memoria de otro
cuerpo.
Hay parejas filosóficas que ha representado formas particulares del amor. ¿Cómo
caracteriza la relación entre Friedrich Nietzsche y Lou Andreas Salomé?
Son personas extremadamente lúcidas y conscientes de que hay un universo mental, cultural,
que se está desmoronando. Casualmente, luego Lou entra en relación con Freud y eso está,
vale decir, en los apuntes biográficos lo comento, hay algo que es cultural, que está en la
época. A fines del siglo XIX hay importantes actores intelectuales que están haciendo un
planteamiento absolutamente crítico de la modernidad heredada. En muchos aspectos, en el
papel de la mujer, en el modo de entender las relaciones, en el sometimiento, romper con el
sometimiento, aunque no se enuncie de esta manera, en el combate contra una visión
patriarcal del mundo. Lo que es llamativo es la tensión que ellos tienen entre esa concepción
del mundo, la que critican y la que están empezando a esbozar y las dificultades para trasladar
esto a su relación. Ellos son dos personalidades que no dan el paso de la fase estética a la
fase ética. La fase estética es la fase apresurada y casi grosera, uno ama por la satisfacción
que obtiene amando y, en cierto modo, la otra persona es la ocasión para eso. La fase ética es
el momento en que te empieza a importar el otro que ya no es sustituible, no sólo en el sentido
sexual, sino también espiritual, uno llega a fundirse con el otro. Ahí no llega ninguno de los dos,
son dos figuras con dos gestualidades muy poderosas, pero muy afirmativas, con unos egos
muy poderosos. Claro, como son egos poderosos, cuando el otro les arroja su tormenta interior,
lo que se desencadena es muchísimo, pero no es hacia el otro, es la enorme satisfacción de
“Dios mío, qué cosas soy capaz de sentir, ¿qué me está pasando?” Es curioso que ambos se
acusen de egoístas.