Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. Amor
4. El amor y la muerte
5. El amor y lo demoníaco
6. Lo demoníaco en el diálogo
2. La voluntad
7. La voluntad en crisis
8. El deseo y la voluntad
9. La intencionalidad
Mucho se ha hablado acerca del amor, desde todos los ámbitos, sectores
sociales, lugares del mundo, los grupos humanos, personas de cualquier
profesión, artistas, poetas, religiosos, políticos, educadores, astrólogos,
visionarios, oradores, niños, adultos, ancianos; todos con derecho a tomar
partido desde su experiencia se dedican al tema del amor, unos desde su
discurso o creencia, otros desde la historia, algunos de forma inocente, muchos
otros desesperanzados, en fin, éste ha sido un tema que se ha abordado desde
innumerables puntos de vista.
Hablar del amor, no es fácil. Para hablar del amor se necesita experimentarlo,
vivirlo, sentirlo, gozarlo y por que no, sufrirlo, porque el amor se vive de manera
distinta en cada persona, incluso entre seres que forman una pareja, para
hablar de amor también es necesario hablar del otro, de ese otro por el que se
tienen sentimientos y que a su vez nos hace sentir, y además es necesario
hablar del papel que cumple la cultura o la sociedad en la forma como
experienciamos el amor y como llevamos nuestras relaciones con el otro.
Por otra parte, Irving Singer en su libro La Naturaleza del Amor (1992), dice
refiriéndose al tema del amor, que éste es cuestión de darle valor a algo a
alguien que se ama, teniendo en cuenta que la valoración depende de la
capacidad que tenga el objeto de satisfacer previos intereses, necesidades,
deseos, exigencias, o cualquier cosa que genere motivación.
Según Rollo May, hay cuatro clases de Amor en la cultura occidental, una es la
sexualidad, o lo que se llama lujuria, libido, la segunda clase es Eros, el
impulso amoroso para procrear o crear, una tercera forma es la philia o
amistad, el llamado amor fraternal y la cuarta es el ágape o el amor dedicado al
bienestar de los demás y, cabe resaltar que toda experiencia humana autentica
de Amor es una mezcla, en variadas proporciones de estas cuatro formas, a
continuación se hablará de las dos primeras y an general las dos principales
clases de Amor.
Para comenzar a describir la primera clase de Amor según Rollo May. Se debe
considerar que el sexo, no solo representa el principal interés de nuestra
sociedad, sino también representa el inicio de la existencia biológica de cada
hombre, a pesar de que el sexo ha sido trivializado por la sociedad, sigue y
seguirá siendo la fuerza de la procreación, el impulso que perpetúa la especie,
la fuente del placer más intenso del ser humano y de su ansiedad más
penetrante. De hecho existe una preocupación compulsiva por el sexo, el cual
resulta ser el medio más accesible de mostrar vitalidad, de demostrar que se es
joven, atractivo y viril, esa compulsión tiene una base biológica puesto que la
sexualidad y la procreación son los únicos medios de asegurar la prolongación
del propio nombre y de los propios genes en los hijos, y además se le ha
exigido que lleve el peso de las cuatro formas de Amor citadas anteriormente.
Para concluir es importante decir que el amor y la voluntad son formas unidas
de conciencia, ambas son también afectos en el sentido que son maneras de
afectar a otros y al mundo (Afecto significa cariño o emoción, tiene la misma
raíz de la palabra efectuar un cambio). Un afecto o afección es también la
manera de hacer, de formar algo, así pues, tanto el Amor como la voluntad son
maneras de crear conciencia en los demás.
BIBLIOGRAFÍA
• Nota 1: Kant afirma que: sólo un ser racional tiene el poder de obrar de
acuerdo con su idea de las leyes -es decir, de acuerdo con principios- y sólo
tiene voluntad’. Heidegger agrega inmediatamente que ‘puesto que la razón es
necesaria para deducir acciones de las leyes, la voluntad no es otra cosa que
práctica’. Sin embargo ese empleo de la palabra ‘poder’ indica que la voluntad
es también entendida como energía’ John Macquarrie Will and Existence.
• Heidegger dita una antigua parábola del cuidado que Goethe también
utilizó al final del Fausto: ‘Una vez en que el ‘Cuidado’ se disponía a cruzar un
río vio un poco de arcilla; recogió pensativo algo de ese material y comenzó a
darle forma. Mientras meditaba sobre lo que había hecho se presentó Júpiter.
El ‘Cuidado’ le pidió que le confiriera espíritu, a lo que el dios accedió de buen
grado. Pero cuando ‘Cuidado’ quiso dar su propio nombre a la nueva criatura,
Júpiter se opuso y decidió que se le diera en cambio el suyo. Mientas el
‘Cuidado’ y Júpiter disputaban, apareció la Tierra que quiso que se diera su
nombre a la criatura, puesto que ella había suministrado el material para formar
su cuerpo. Entonces pidieron a Saturno que oficiara de árbitro y éste pronunció
la siguiente decisión que parecía justa: ‘puesto que tú, Júpiter, le diste su
espíritu, recibirás ese espíritu a la muerte de la criatura, y puesto que tú, Tierra,
le diste su cuerpo, recibirás su cuerpo. Pero, como ‘Cuidado’ fue quien primero
dio forma a esta criatura, la poseerá mientras ella vida. Y como todavía
disputáis sobre el nombre que haya de dársele, llámesela homo pues está
hecha dehumus (tierra)
• ‘No hay ningún malvado Tántalo como refiere el mito (…) No hay ningún
Tityos en el infierno atormentado por aves de rapiña (…) sino que Tityos está
aquí entre nosotros, es ese pobre diablo aquejado por el amor, desgarrado
realmente por aves de rapiña, devorado por roedores celos o desgarrado por
los colmillos de alguna otra pasión. Sísifo vive también entre nosotros y
podemos verlo esforzándose para ganar las insignias del cargo (…). En cuanto
a Cerbero y las furias y el lóbrego y negro infierno cuyas fauces exhalan
abominables vapores, son cosas que tampoco existen ni pueden existir en
ninguna parte (…). Tampoco Prometeo existe pues el ‘agente que por primera
vez llevó el fuego a la tierra y lo hizo accesible a los mortales fue el rayo’’
Lucrecio.
• Lo que ocurre al leer el final del poema de Lucrecio es que nos damos
cuenta de una estructura significativa en las relaciones de nuestras vidas entre
sí y con el universo, en el que la muerte es un hecho objetivo.
• T. S. Eliot