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El relato de Álvar Núñez, nos describe ante todo a un superviviente nato, capaz de
medrar como comerciante o médico dentro de una cultura extraña y que realiza una gran
proeza para su época, el recorrido de casi 20.000 kilómetros en un entorno hostil,
favorecido quizás por el carácter nómada de las tribus con las que tomó contacto, que se
desplazaban constantemente y a las mismas creencias o leyendas arraigadas entre los
indígenas, que ayudaron también a Cortés en su conquista de México. En la trayectoria
vital interna que recorre el autor mientras realiza la trayectoria geográfica, encontramos
paralelismos mesiánicos. Su aventura comienza desde una actitud hostil hacia el indio
en su llegada a la costa, pasando por las diferentes luchas armadas contra ellos, su
bajada a los infiernos como empleado y esclavo, su renacer realizando milagros
curativos (algunos de dudosa eficacia y otros intervenciones quirúrgicas verdaderas) y
su redención, que le lleva a ser integrado y admirado por parte de las tribus que va
visitando, hasta finalizar su recorrido con la vuelta a la civilización y su defensa de los
derechos de los indios frente a sus compatriotas.
La obra que se escribió para restablecer su mancillado honor tras su paso como
Gobernador en Paraguay, mezcla descripciones fidedignas con un relato hiperbolizado,
donde podemos apreciar como el protagonista siempre parte desde una desventaja y aún
así, lo acaba superando, nunca comete un error o un acto delictivo, mantiene la
conciencia cuando los demás se hallan desmayados por el hambre, alerta a los pilotos en
sus despistes, consigue los mayores descubrimientos o logros de la expedición y además
es consultado por el propio Gobernador, aunque éste acaba haciendo lo contrario y les
lleva a fracasar. En los escasos momentos en que Álvar Núñez se permite desfallecer, lo
hace con un gran sentido del deber.
Este sentido del deber a tiempo completo, puede ser la razón que le impidiera reconocer
una posible confraternización con los autóctonos, ya que en la obra no encontramos a
penas menciones a nombres propios de indígenas con los que hubiera congeniado, o
atisbos que pudieran entenderse como relaciones carnales con las indias.
A pesar de esta excesiva oficialidad en el relato, donde siempre prevalece el sentido del
deber de relatar los hechos, más que el estudio antropológico, su valor etnográfico es
inmenso, ya sea por sus descripciones de primera mano sobre los pueblos y sus
costumbres más llamativas (no esconde episodios polémicos para la moral de la época
como la homosexualidad o el canibalismo), como por sus análisis de carácter militar
sobre las técnicas de lucha de los indios (fruto de su formación previa en las guerras del
emperador). Además, el autor aporta información a estudios posteriores sobre la
importancia de los caballos en la conquista de América y que si bien, las flechas no
debieron de ser un arma muy eficaz para diezmar a los conquistadores, si lo pudo ser el
hambre o las penurias.
La obra que además utiliza recursos estilísticos de la novela picaresca, como avances
del contenido a tratar más adelante, para mantener la atención del lector, se acerca más
al concepto de “Encuentro entre dos mundos” frente al de “Conquista de América”, ya
que aporta una visión más humanista del choque cultural entre las dos civilizaciones,
debido quizás a la situación de inferioridad en la que se encuentran los europeos frente a
los indígenas. Esta vulnerabilidad del conquistador aparece descrita en una serie de
situaciones infrecuentes en la colonización americana, como el sometimiento a trabajos
forzados o a la esclavitud por parte de los indios hacia los conquistadores, o la
descripción de indígenas escandalizados con algunas prácticas de los europeos.
Por último la obra también muestra momentos apasionantes, conciliadores y emotivos
sobre las relaciones entre europeos y autóctonos, y quizás pudiera haber influenciado en
la corrientes defensoras de los indios plasmadas en las Leyes Nuevas de 1542.