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EL ESCRITOR Y SU VAMPIRO

Aunque su trabajo como apoderado del afamado actor inglés Henry Irving apenas
le dejaba tiempo libre para la creación literaria, el escritor irlandés Bram Stoker
nunca permitió que su absorbente y mal remunerado empleo le impidiera
concluir los manuscritos que estaba pergeñando. Aparte de "Drácula", publicada
en 1897, el autor pudo entregar a la imprenta otras novelas como "El desfiladero
de la Serpiente", "El misterio del mar”, “La joya de las siete estrellas”, “La dama
del sudario" y "La madriguera del Gusano Blanco". Obras caracterizadas por su
evidente inclinación hacia lo esotérico y sobrenatural.
En el caso de "Drácula", Stoker pretendió, de primera intención, escribir un
drama teatral utilizando la mitología vampírica como eje central de la acción. La
negativa de Irving a encarnar el papel de chupasangre decantó el interés del
autor hacia la forma narrativa. Para documentarse sobre el tema, Stoker acudió
a la Biblioteca del Museo Británico, allí encontró un texto que le impresionaría
por el tratamiento, un tanto truculento, que daba a la figura de Vlad Tepes,
antiguo príncipe de Valaquia -actualmente una región de Rumanía-. La obra,
titulada " Historia de Hungría", relataba los nefandos episodios protagonizados
por este personaje durante el tiempo que rigió los destinos de su país. Vlad era
un hombre de naturaleza cruel, y bastante irascible, que recibió de sus súbditos
el crudo apelativo de " El Empalador" por su desmedida afición a deshacerse de
sus adversarios aplicando este suplicio de origen turco. La tradición popular
rumana también le atribuyó a este príncipe una malsana propensión a beber la
sangre de los empalados en una copa de oro que siempre llevaba consigo.
Si bien fue Vlad Tepes, también apellidado "Dracul", o "Hijo del Dragón " en
castellano, el personaje que sirvió de base histórica para que Stoker creara a su
ominoso vampiro, según parece existió una fuente más cercana, físicamente al
escritor, que le suministró algunas características que le permitirían definir el
perfil del personaje. Los biógrafos de Stoker coinciden en afirmar que sir Henry
Irving, el despótico actor al que Stoker sirvió celosamente durante más de un
cuarto de siglo, fue el modelo real que inspiró al escritor el primer esbozo de su
vampiro.
Dentro de la tradición de la novela gótica "Drácula" se revela como una obra
capital por sus múltiples simbolismos e implicancias. Para empezar, Stoker hizo
del conde el epicentro de un poder hermético y sobrenatural, que amenaza sin
cesar la cordura de sus víctimas. No en vano le endilgó un aspecto sobrecogedor.
El vampiro stokeriano es esencialmente un ente solitario y resentido, alguien que
renueva su precaria inmortalidad apelando a la seducción y al asesinato como
formas de manifestar su supremacía sobre las convenciones de la naturaleza
humana. De allí que esta criatura anómala prefiera un clima subrepticio para
practicar un clandestino ritual de seducción que le permite acceder plenamente,
en cuerpo y mente, a las féminas que vampiriza. Está claro que el mórbido acto
de la succión evidencia el ambiguo comercio entre Eros y Thanatos que plantea
esta novela sutilmente erótica.
Entre todos los antagonistas del conde es Abraham Van Helsing el que tiene un
papel más relevante. Llamado por el doctor Seward para tratar la extraña
enfermedad de Lucy Westenra, la primera víctima del conde en Inglaterra, Van
Helsing es el primero en advertir que tiene por adversario a un ser sobrenatural,
que escapa a los recursos de la ciencia y al que sólo se puede vencer acudiendo a
los viejos ritos del folklore y la tradición popular. Es Van Helsing quien convence
a los incrédulos de la necesidad de luchar con armas pre científicas contra los
vastos poderes del Conde, y quien al final logra destruir al vampiro
persiguiéndolo hasta su comarca natal.
A todas luces Van Helsing representa el espíritu positivista de aquel orgulloso
siglo XIX que imaginaba al mundo sólidamente dominado por su ciencia, un
dominio que escritores como Stoker se encargaron de cuestionar elaborando
ficciones que levantaban la careta de lo cotidiano para hallar la faz del
sobresalto.
RUBEN MESIAS CORNEJO
20 de agosto de 2003

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