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El documento analiza dos técnicas narrativas empleadas en la obra "Las olas" de Virginia Woolf: por un lado, la narración a través de descripciones de un narrador omnisciente, y por otro, la incorporación de monólogos en los que cada personaje habla en primera persona de su historia. También compara esta segunda técnica con el flujo de conciencia empleado en el monólogo final de Molly Bloom en la obra "Ulysses" de James Joyce, en el que se entrelazan los pensamientos de la protagonista sin delimitaciones tip
El documento analiza dos técnicas narrativas empleadas en la obra "Las olas" de Virginia Woolf: por un lado, la narración a través de descripciones de un narrador omnisciente, y por otro, la incorporación de monólogos en los que cada personaje habla en primera persona de su historia. También compara esta segunda técnica con el flujo de conciencia empleado en el monólogo final de Molly Bloom en la obra "Ulysses" de James Joyce, en el que se entrelazan los pensamientos de la protagonista sin delimitaciones tip
El documento analiza dos técnicas narrativas empleadas en la obra "Las olas" de Virginia Woolf: por un lado, la narración a través de descripciones de un narrador omnisciente, y por otro, la incorporación de monólogos en los que cada personaje habla en primera persona de su historia. También compara esta segunda técnica con el flujo de conciencia empleado en el monólogo final de Molly Bloom en la obra "Ulysses" de James Joyce, en el que se entrelazan los pensamientos de la protagonista sin delimitaciones tip
En Las olas de Virginia Woolf encontramos dos técnicas narrativas. Por
un lado, el narrador nos guía a través de sus descripciones, él es quien cuenta lo que sucede en ese momento y los personajes forman parte de ese relato. Pero la escritora recurre a otra técnica diferente cuando permite que sea cada personaje el que hable de su historia, entonces el narrador lo presenta y desaparece, introduce a cada personaje empleando verbos (ella dijo, él dijo). Comienza entonces un nuevo monólogo. “Han sido días inválidos, como polillas de alas atrofiadas, incapaces de volar. Únicamente faltan ocho días. Dentro de ocho días, me apearé del tren y quedaré en pie en el andén, a las seis veinticinco. Entonces se desplegará mi libertad, y todas esas limitaciones que arrugan y encogen –horas, orden y disciplina, estar ahí y allí en el exacto momento debido– quedarán hechas añicos […] No deseo, tal como Jinny desea, ser admirada. No quiero que, al entrar, la gente levante la vista con admiración. Quiero dar, quiero recibir, y quiero soledad en la que desplegar cuanto tengo…”.
Ulysses, James Joyce
El monólogo final de Molly Bloom en Ulysses de James Joyce se
corresponde más con la definición de flujo de conciencia. El lector asiste al fluir de los pensamientos de la mujer, entrelazados entre sí, en los que aparecen pasado y presente a un mismo tiempo y en los que se producen cambios repentinos. No hay una presentación previa. Tampoco hay párrafos ni puntuación ni se marcan diferencias tipográficas. Obliga al lector a un sobreesfuerzo para entender qué es lo que está sucediendo y que le cuenta Molly. “(…) me encantan las flores me encantaría tener toda la casa inundada de rosas Dios del cielo no hay nada como la naturaleza las montañas agrestes después el mar y las olas precipitándose después la campiña maravillosa con los campos de avena y trigo y toda clase de cosas y todo el hermoso ganado moviéndose a sus anchas le haría a uno mucho bien ver ríos y lagos y flores de todas las formas y olores y colores brotando hasta de las cunetas prímulas y violetas es la naturaleza como para que digan que no hay Dios yo no daría un duro por toda su sabiduría por qué no van y crean algo a menudo le preguntaba a los ateos o comoquiera que ellos se llamen que vayan y se quiten la roña de encima primero (…)”.