Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda
Este artículo trata sobre la piratería marítima. Para otros usos, véase Piratería
(desambiguación).
Para otros usos de «pirata» o «piratas», véase Pirata (desambiguación).
Bandera Jolly Roger, de Calico Jack,1 tenida como representación clásica y simbólica de la piratería.
Índice
1Etimología y uso
2Historia
o 2.1Edad Antigua
2.1.1Egipto
2.1.2Grecia
2.1.3Roma
o 2.2Edad Media
2.2.1El mar Adriático
2.2.2Los vikingos
2.2.3El océano Índico
2.2.4El mar Mediterráneo
2.2.5Los vitalianos
o 2.3Edad Moderna
2.3.1Corsarios berberiscos
2.3.2Corsarios cristianos
2.3.3Corsarios franceses
2.3.4Corsarios ingleses
2.3.5Piratas del Caribe
2.3.6Decadencia de la piratería caribeña
2.3.7Piratas de las Canarias
2.3.8Piratas del Índico
2.3.9Piratas de África
2.3.10Piratas del Pacífico
2.3.11Piratas de China
o 2.4Edad Contemporánea
2.4.1Siglo XIX: piratería en Norteamérica
2.4.2Siglo XIX: piratería en Sudamérica
2.4.3Piratería en los siglos XX y XXI
3Democracia pirata
o 3.1Homosexualidad en la piratería
4Referencia popular en cine y televisión
5Literatura y piratería
6Piratas célebres
o 6.1De ficción
7Véase también
8Referencias
9Bibliografía
10Enlaces externos
Etimología y uso[editar]
El navío "Venganza de la reina Ana" (Queen Anne's Revenge) del famoso Barbanegra, seudónimo del capitán
Edward Teach.
Historia[editar]
Edad Antigua[editar]
Artículo principal: Piratería en el Mediterráneo antiguo
Las zonas de mayor actividad de los piratas coincidían con las de mayor tráfico de
mercancías y de personas. Las primeras referencias históricas sobre la piratería datan
del siglo V a. C., en la llamada Costa de los piratas, en el Golfo Pérsico. Su actividad se
mantuvo durante toda la Antigüedad. Otras zonas afectadas fueron el mar
Mediterráneo y el mar de la China Meridional.
Egipto[editar]
Los egipcios consideraban piratas a los Pueblos del Mar porque su principal expedición
invasiva se dio por vía marítima y con la finalidad de efectuar saqueos. Sin embargo,
muchos otros autores no comparten esta clasificación porque los Pueblos del Mar solo
fueron marineros en el último momento de su historia. 1
Grecia[editar]
Odiseo atado al mástil de su barco tratando de vencer la atracción de las sirenas. Cuadro «Las sirenas» de
Léon Belly, Museo de l'Hotel Sandelin, Saint Omer, Francia.
Aunque los datos no son muy abundantes, por los mitos sabemos que los griegos
clásicos fueron buenos piratas.[cita requerida] Uno de los más famosos fue Jasón, quien guio
a los Argonautas hasta La Cólquida en busca del Vellocino de oro, lo que, aunque no
entre en la definición española de piratería, para algunos es, sin ningún género de
dudas, un acto de piratería (personas que vienen por mar para robar). 1
También Ulises u Odiseo, según las traducciones griega o latina, realizó varios actos
de piratería en su regreso a Ítaca, como narra Homero en la Odisea.
Con estos dos ejemplos podemos ver una constante que se repetirá a lo largo de los
siglos. Los piratas son, en muchas ocasiones, considerados héroes nacionales en sus
países,[cita requerida] pese a practicar lo que en tierra se llamaría robo y secuestro.
Especialmente en una sociedad como la griega, donde el oficio de las armas era
reconocido y estimado, un motivo que llevaba a glorificar, en lugar de denostar, actos
como el citado de Jasón. Debe tenerse en cuenta que el oficio de mercenario, si bien
es verdad que es llevado a cabo en tierra, no tenía connotaciones negativas como las
tiene actualmente.7
Uno de los piratas griegos más famosos de los que sí se tienen referencias
fue Policrates de Samos, quien en el siglo VI a. C. saqueó toda Asia Menor en
diferentes expediciones y llegó a reunir más de 100 barcos. 8
Roma[editar]
En la época final de la República, los piratas en el Mediterráneo llegaron a convertirse
en un peligro, desde sus bases primero al sur de Asia Menor en las montañosas costas
de Cilicia y más tarde por todo el Mediterráneo, puesto que impedían el comercio e
interrumpían las líneas de suministro de Roma.
A diferencia de siglos posteriores, los piratas de la Antigüedad no buscaban tanto joyas
y metales preciosos como personas. Las sociedades de aquella época solían ser en su
mayoría esclavistas, y la captura de personas para ser vendidas como esclavos
resultaba una práctica altamente lucrativa.8 Pero también se buscaban piedras
preciosas, metales preciosos, esencias, telas, sal, tintes, vino y otros tipos de
mercancías que solían transportarse en los barcos mercantes, como fue el caso de
los fenicios.9
Uno de los casos más conocidos de piratería contra las líneas de navegación lo
protagonizó Julio César, que llegó a ser prisionero de los piratas cilicios (75
a. C.). Plutarco en Vidas paralelas cuenta que el jefe cilicio estimaba el rescate en
20 talentos de oro, a lo que el joven César le espetó: «¿Veinte? Si conocieras tu
negocio, sabrías que valgo por lo menos 50». El cautiverio duró treinta y ocho días, en
los cuales el rehén amenazó a sus captores con crucificarlos. Finalmente el rescate se
pagó y el futuro cónsul de Roma fue liberado. Pero César cumplió su amenaza, y
cuando recobró la libertad organizó una expedición, pagada con su propio dinero,
durante la que apresó a sus captores y los crucificó a todos. 8
La piratería, sobre todo la perpetrada por piratas cilicios, alcanzó niveles preocupantes
para Roma hacia el final de la República. En el 67 a. C., el senado romano nombró
a Pompeyo procónsul de los mares, lo que significaba que se le otorgó el mando
supremo del Mare Nostrum (el mar Mediterráneo) y de sus costas hasta 75 km mar
adentro. Se le concedieron todos los ejércitos que se encontrasen a las costas del
Mediterráneo, contando así con unos 150 000 efectivos, así como el derecho de tomar
del tesoro la cantidad que necesitase. Finalmente, se le proveyó con una flota bien
pertrechada. En diversas operaciones eliminó en cuarenta días a todos los piratas
de Sicilia e Italia y, tras el asedio y toma de Coracesion, a los piratas de Cilicia,
acabando así, en cuarenta y nueve días, con los piratas de la zona oriental del
Mediterráneo. Asimismo debe apuntarse que dichos piratas solo presentaron la
resistencia imprescindible para poder solicitar una rendición honrosa.
Edad Media[editar]
Artículos principales: Alta Edad Media y Baja Edad Media.
Siguiendo la división historiográfica clásica podemos dividir a la Edad
Media en Alta y Baja. En la primera, los piratas protagonistas fueron los vikingos y
los árabes; en la segunda, el centro de atención se desplaza más hacia el Mediterráneo
Oriental y la creciente expansión del Islam.
El mar Adriático[editar]
Artículo principal: Pagania
Los vikingos supieron unir a sus grandes dotes marineras la sorpresa y la no poca
ferocidad en el uso de la espada. Sin embargo, este pueblo goza de cierta leyenda rosa
en lo que a sus dotes militares respecta. Se tiene la idea de que eran los más terribles
guerreros europeos o mundiales de la época, siempre dispuestos a luchar hasta la
muerte con la esperanza de sentarse a la mesa en el banquete de Odín, tras haber
tenido el privilegio de morir con la espada en la mano. Frente a esta leyenda, la historia
muestra hechos donde se ve que, como cualquier pirata, atacaban aquello que creían
poder conquistar y en muchas ocasiones huían o se rendían. Un ejemplo lo aporta su
primera incursión en Al-Ándalus, donde tomaron Cádiz y subieron de nuevo por
el Guadalquivir, saquearon minuciosamente Sevilla desde la que lanzaron avanzadillas
a pie. No obstante, cuando Abd Rahman II salió con sus hombres y, tras algunas
batallas, los vikingos vieron que no podían con la fuerza andalusí, aquellos huyeron,
abandonando Sevilla y a muchos rezagados, quienes se rindieron a las fuerzas
del emir y terminaron, o bien criando caballos y haciendo queso, o bien con el viejo
castigo para la piratería: ahorcados, en este caso de las palmeras de Tablada. 13 La
horca para los buitres del mar sería posteriormente casi institucionalizada por los
captores de piratas y también por artistas en sus obras, como el poeta español José de
Espronceda lo inmortalizaría en obras como la Canción del pirata con sus versos
Y al mismo que me condena
Colgaré yo de una entena
Quizá en su propio navío.
Tampoco es cierto que aquellos hábiles marineros vencieran la mayoría de las veces.
Sí se sabe que arrasaron París y York o que se adentraron tierra adentro y capturaron
al rey de Navarra, García Íñiguez, en el asedio de Pamplona en el 858, por ejemplo.
Pero, como ya se ha indicado, Abdel Ramán II les infligió una seria derrota, como
meses antes Ramiro I de Asturias durante la misma incursión y también su hijo, Ordoño
I, que marchó contra la segunda expedición por tierras hispanas. Más contundente fue
el conde Gonzalo Sánchez, quien terminó con toda la flota de Gunrod de
Noruega (Gunderedo, en español); el conde Sánchez capturó y pasó a cuchillo a toda
la tripulación y a su rey.13 Pero quizá la derrota más contundente se la infligió Harold
Godwinson, heredero del trono inglés tras la muerte sin descendencia de Eduardo el
Confesor; aquel defendió sus derechos frente al pretendiente noruego Harald
Hardrade y su flota de 300 naves (más de 10 000 hombres) en la Batalla del puente
Stamford en 1066, donde cayó el propio monarca pirata. 12
La Batalla del puente Stamford del año 1066. Obra de Peter Nicolai Arbo realizada en 1870.
Los vikingos muestran otra constante en la piratería. Pese a ser considerada siempre
una profesión de hombres (con prohibición expresa en algunos casos de embarcar
mujeres), las féminas siempre participaron en y dirigieron expediciones, navíos y flotas.
Así, numerosas naves normandas eran mandadas y tripuladas en su totalidad por
mujeres. Es el caso de Rusla la doncella roja, hija del rey Rieg y hermana de
Tesandus, que fue desposeído de su trono por el rey Omund de Dinamarca. La
muchacha primero armó un barco y con el tiempo se hizo con una flota entera, con la
que atacó a todas las naves danesas que pudo, para vengarse de la afrenta inferida a
su hermano. En contra de lo que se podría pensar, fue Tesandus quien la capturó, tras
el naufragio de su drakkar, y la sujetó por sus trenzas mientras sus hombres la
mataban con los remos (el rey Omund había conseguido atraer bien al príncipe hacia
su causa después de adoptarlo).1
No se sabe con certeza la causa o causas que terminaron con los ataques vikingos.
Algunos autores opinan que la aceptación de la fe cristiana hacia el año 1000 por la
mayoría de ellos atenuó su deseo de atacar a sus correligionarios. También se apunta
a que las incursiones solo constituían una moda y que cesaron cuando ya no fueron
novedad. De cualquier modo, los reinos nórdicos deseaban cada vez más abrirse al
resto de países de Europa y comerciar con ellos en lugar de invadirlos. Como ejemplo
está el caso del rey castellano Alfonso X El Sabio, que casó a su hermano Fernando
con la princesa Cristina de Noruega el 31 de marzo de 1252 porque dicho matrimonio
era conveniente tanto para Alfonso X como para Haakon IV.14
El océano Índico[editar]
Si nos atenemos a la distancia de sus rutas, los árabes fueron los mejores navegantes
de su época. Ya en el siglo IX fueron capaces de abrir la mayor ruta comercial conocida
entre la península arábiga y China, muy por encima de las travesías vikingas por
Europa.15
Dhow mozambiqueño en el océano Índico. Los dhows son embarcaciones tradicionales árabes muy parecidas
a las utilizadas por ese pueblo en tiempos de los abásidas, cuando fueron diestros piratas y navegantes.
La expediciones árabes buscaban tres cosas: materias primas que pudieran luego
trabajar o vender, productos de Oriente para negociar y esclavos que vender. Aunque
otros o esos mismos árabes atacaban asimismo barcos para apoderarse de su
mercancía. La zona más peligrosa era y continuó siendo el estrecho de Malaca, donde
los buitres del mar campaban a sus anchas. No debemos pensar que los ataques
piratas eran perpetrados solo por árabes, también participaban en ellos gente de las
islas y penínsulas índicas.
Guardando algunos parecidos con las de los griegos, sin ser el mismo caso, las
singladuras árabes han llegado a la cultura universal a través de cuentos de cierto
carácter mitológico, especialmente por las aventuras de Simbad el marino. Para el
escritor Jordi Esteva, en esos cuentos y relatos están plasmadas todas las regiones
visitadas por los árabes en sus travesías, bien es verdad que mitificadas con relatos de
monstruos gigantescos. Así, en el siglo IX bajeles de Yemen y la actual Arabia
Saudita habían abierto rutas por Persia, India y China en Asia y toda la costa
este africana, inclusive las costas de Madagascar. En este último continente crearon
uno de los sultanatos más importantes, pero no el único, en Zanzíbar, desde el que se
canalizaba buena parte del oro, maderas valiosas, pieles exóticas y marfil exportados
por el Gran Zimbabue ya desde tiempos de los fenicios.16
Dado que los africanos no disponían de muchos productos elaborados, las principales
acciones de piratería consistían en la captura de esclavos para ser llevados a la
península arábiga. Los otros productos igualmente se rapiñaban, pero era más
corriente la compra a los nativos. Debe tenerse en cuenta que África, en razón de
enfermedades como la malaria, fue un continente casi vedado a los no africanos. Pero
esta actuación pirática de toma de esclavos por la fuerza fue sustituida
progresivamente por la compra a negreros africanos. Esta conducta fue una práctica
muy común y muy sangrante para los reinos del África negra, comenzando el
debilitamiento de sus estructuras que posteriormente aprovecharían los europeos.
Fueron estas actuaciones de los piratas/negreros árabes lo que contribuyó a expandir
el islam en África. Debido a que las leyes islámicas no permiten la esclavitud entre
musulmanes, muchos africanos se convirtieron a esa religión para salvaguardar su
libertad.
El mar Mediterráneo[editar]
La situación vivida por los pueblos europeos occidentales tras la caída del Imperio
romano hace que la navegación marítima se reduzca antes de la formación del Imperio
carolingio y tras su caída en todo el Mediterráneo Occidental, pero sin desaparecer por
completo. En la parte oriental de este mar, la comunicación continúa y con ella la
actividad pirática.
Autores como Wolfram Zu Mondfeld incluyen a Roger de Flor, caballero y aventurero
de Brindisi, entre los no muchos piratas documentados de la época en esa parte del
mundo. La inclusión de Roger de Flor se debe a su carrera naval antes de comandar a
los almogávares y entrar al servicio del rey de Sicilia.1
En 1291 Roger de Flor marchó a la última cruzada y pronto se reveló como un gran
marino. Una de sus famosas acciones fue la evacuación con su flota de toda
la nobleza de San Juan de Acre; ya sea por haber pedido rescate, haber subastado los
puestos o porque la aristocracia franca utilizó sus influencias para lograr una plaza.
Con sus naves llenas de adinerados nobles logró llevarlos a Marsella sanos y salvos.
Durante los 20 años siguientes luchó al servicio del rey Federico II de Sicilia hasta que
fue reclutado por el emperador de Bizancio Andrónico II y mandó a los almogávares en
sus victoriosas batallas contra los turcos. Saqueó Quíos y se estableció
en Galípoli hasta ser llamado y asesinado por el Emperador con 300 de sus hombres
durante un banquete en su honor. Esto hizo explotar en sus hombres la
famosa Venganza catalana al aterrador grito de «¡Desperta ferro!».
Pese a todo, el gran poder corsario de este mar aún estaba formándose y emergiendo
en Asia Menor. La progresiva expansión del islam, primero por los árabes en todo el
Norte de África y después con los turcos en las costas asiáticas, iba a originar toda una
serie de señoríos y sultanatos que rápidamente adquirirían fuerza y tamaño, hasta
llegar a convertirse en un peligro sin igual para los reinos cristianos de Italia, España y
en menor medida las órdenes militares que gobernaban en islas
como Chipre, Rodas y Malta. Debe tenerse en cuenta que los árabes y también los
berberiscos consideraban una forma de Guerra santa la piratería contra los infieles
(véase más adelante en Corsarios berberiscos).
Los vitalianos[editar]
La piratería europea a finales de la Edad Media la protagonizaron los ya
expuestos berberiscos en el Mediterráneo, que comenzaban a crecer en importancia, y
los Hermanos de las vituallas en el mar del Norte.1
Las ciudades del mar Báltico y algunas de la parte oriental del mar del Norte
empezaron a unirse comercialmente hacia el año 1200 para regular primero y controlar
después el comercio por esa zona. Con el tiempo se terminó formando una cofradía de
ciudades portuarias, llamada la Liga Hanseática y comúnmente conocida como Hansa,
a la que terminaron perteneciendo muchas urbes bálticas, principalmente alemanas.
Las ciudades cooperaron para defender su independencia de los príncipes territoriales
vecinos, asegurarse importantes privilegios comerciales y protegerse contra piratas y
corsarios.
La segunda expedición contra la hermandad vitaliana se llevó a cabo en 1400 por los
capitanes hamburgueses Albrecht Schreye y Johannes Nanne, que atacaron a los
vitalianos en la desembocadura del Ems, matando a 80 y decapitando a otros 36. Al
año siguiente, Nilolaus Shoche atacó la desembocadura del Weser terminando con 73
de aquellos piratas.
La suerte seguía en contra de los vitalianos, Jungingen empezó a cambiar su actitud
hostil contra sus vecinos[cita requerida] y se reunió en Hamburgo con varios dignatarios,
donde manifestó su deseo de apartarse de aquellos individuos. Entonces muchos de
estos piratas se retiraron a Noruega, pero Störtebeker decidió quedarse y seguir
atacando naves entre las islas de Helgoland y Neuwerk, pero sus días estaban
contados. El jefe de la escuadra hanseática, Simón de Utrecht, disponía de una de las
mejores naves que habían surcado aquellas aguas hasta entonces, la Bunte Kuh, y
junto a otras Carabelas de la paz, como se las llamaba a las naves contra los piratas
bálticos, emprendió varias acciones contra Störtebeker y sus hombres.
En las más exitosa camufló a sus naves como embarcaciones mercantes y logró
engañar al pirata, siempre muy precavido. Este a su vez atacó la escuadra por la
vanguardia y la retaguardia; pero cuando se dieron cuenta de que se enfrentaban a las
potentes Carabelas de la paz era ya tarde. Cayeron 70 piratas, entre ellos Störtebeker.
Los otros dos compañeros del alemán lograron escapar, pero fueron capturados en la
siguiente salida de la nave Bunte Kuh. Pero, como en tantos otros casos, la imagen del
pirata Störtebeker ha quedado en la cultura popular alemana como una especie de
héroe regional, conservándose en los museos la copa que utilizaba para beber, un
cañón de su barco, o siendo nombrado socio póstumo de algunas asociaciones y clubs
alemanes.
La captura de los demás piratas vitalianos se produjo en 1433, en las aguas del mar
Báltico y mar de Norte. En aquella ocasión fue el aristócrata frisón Edzart
Zirksena quien firmó definitivamente la paz con Hamburgo, permitiendo que Simón de
Utrecht saliera nuevamente con sus naves y terminara con los últimos reductos de la
piratería báltica. El capitán Sibeth Papinga y sus hombres fueron capturados y
decapitados, terminando así con el problema pirata.
Edad Moderna[editar]
Tres acontecimientos relacionados marcan la piratería tras la Caída de
Constantinopla hasta la Revolución francesa:
Desde muy antiguo —como atestigua la campaña llevada a cabo por Julio César contra
los piratas— y organizadamente desde el siglo XIV, el mar Mediterráneo conoció
numerosas incursiones de piratas y corsarios turcos y berberiscos que atacaban las
naves y costas europeas en medio del conflicto entre el Cristianismo y el Islam, que
culminó con la conquista cristiana de Granada y la turca
de Constantinopla, Chipre y Creta.
Los berberiscos contaban con los importantes puertos de Tánger, Peñón de Vélez de la
Gomera, Sargel, Mazalquivir y los bien defendidos en Túnez y Argelia, incluso Trípoli,
desde los que atacar cualquier punto del sur europeo y refugiarse con rapidez llevando
los rehenes por los que se pedía rescate, mientras que en la costa atlántica se fundó
en el puerto marroquí de Salé un estado pirata, la República de las Dos Orillas, que
saqueó entre otros objetivos el sur de Inglaterra y de Irlanda.
Debe tenerse en cuenta que la piratería a naves cristianas era considerada por los
berberiscos una forma de Guerra Santa y, por tanto, noble y ejemplarizante.
Desde estas fortalezas, los berberiscos atacaban los puertos del sur de la península
ibérica, el archipiélago de las Baleares, Sicilia y el sur de la península Itálica. Tanto es
así que el cronista Sandoval escribió: «Diferentes corrían las cosas en el agua: porque
de África salían tantos corsarios que no se podía navegar ni vivir en las costas de
España».17
Puede sorprender que un peligro tan grande durara tantos siglos, especialmente
sabiendo que aquellos puertos no eran partes de un Estado centralizado (el poder de
los sultanes era nominal) y el tribalismo predominaba en la región, dividiendo las
fuerzas frente a un ataque de Europa. Autores como Ramiro Feijoo puntualizan que
aquella región tenía un escaso o nulo valor económico para las monarquías
de Zaragoza o Valladolid. Sin embargo, la situación cambió con la firma de la Paz de
Lyon en 1504 y los ataques berberiscos a Elche, Málaga y Alicante en 1505.
Los especialistas consideran un error pensar que la península ibérica sufría muchos
más ataques que la Itálica. No obstante, la primera contaba con el conocimiento de la
lengua, las costas y las costumbres de los andalusíes que habían abandonado la
península con la Reconquista. Muchos de ellos se convirtieron en guías, lenguas (esto
es, traductores o trujimanes), adalides, leventes o incluso capitanes 17 y, ya en tierra,
contaban con la connivencia de los otros andalusíes que reclamaban, e incluso varios
musulmanes actuales siguen reclamando, aquella tierra invadida como suya. De esta
manera, las viejas incursiones medievales, como la cabalgada o la algarada, vuelven a
practicarse desde el mar.
En los primeros años del siglo aparece un personaje que, apoyado por los
gobernantes otomanos y bereberes, se dedicó a atacar numerosas naves europeas,
principalmente españolas e italianas: era Aruj Barbarroja. Este corsario llegó incluso a
recibir de manos del rey de Túnez, en 1510, el gobierno de la isla de Djerba, desde
donde siguió organizando pillajes y ataques, tales como la conquista de la ciudad
de Mahón en 1535. Tras su muerte, su hermano Jeireddín, que había heredado de él el
apodo de Barbarroja, llegó a empequeñecer la leyenda de Aruj. Tanto es así que el
abad Pierre de Brantôme, en su libro sobre la Orden de Malta, escribió de él: «Ni
siquiera tuvo igual entre los conquistadores griegos y romanos. Cualquier país estaría
orgulloso de poder contarlo entre sus hijos.»1
La mayor parte de las naves berberiscas eran galeras de poca altura, propulsadas por
remos, o jabeques. Los remos eran bogados por multitud de esclavos no musulmanes,
algunos raptados de países europeos y otros comprados en el África Subsahariana. La
galera generalmente tenía un solo mástil con una vela cuadrangular. Las acciones
berberiscas fueron aumentando en número y osadía, llegando a tomar posesiones
en Ibiza, Mallorca y en la propia España peninsular con ataques
en Almuñécar o Valencia.18 Bien es verdad que muchas de estas acciones culminaban
con éxito gracias a la cooperación que los argelinos y tunecinos obtenían de
los moriscos, hasta que fueron expulsados por Felipe III.
Pese a ser el Atlántico el principal foco de atención de los Austrias, las acciones en el
Mediterráneo nunca se descuidaron. Actualmente toda la costa mediterránea española
está todavía jalonada por torres de vigilancia (desde donde una siempre divisa otras
dos) y torres de guardia para defender las costas (un ejemplo es Oropesa del Mar,
en Castellón). Estos piratas dieron origen a una frase que ha perdurado desde
entonces: «No hay moros en la costa». Lo mismo que las acciones de la que hoy
llamaríamos sociedad civil, para aliviar el sufrimiento de los cautivos y sus familias con
la fundación de la orden de los Mercedarios dedicados únicamente a reunir rescates.
Pero no se debe caer en la idea de que los reyes españoles se limitaban a desplegar
una estrategia defensiva. Las operaciones que culminaron con la toma de Túnez y la
de Argel por Carlos V y Juan de Austria, incluso la misma Batalla de
Lepanto protagonizada por este último estratega, fueron los principales y más grandes
intentos de combatir esta piratería que suponía un auténtico martirio para España y
otras naciones europeas.
El apogeo de la piratería berberisca llegó en el siglo XVII. Gracias en parte a las
innovaciones del diseño naval introducidas por el renegado cristiano Zymen
Danseker de origen holandés y el pirata John Ward de origen inglés, los corsarios
norteafricanos extendieron sus ataques prácticamente por todo el litoral del Atlántico
Norte. De esta época datan ataques tan al norte como en Galicia, las islas Feroe e
incluso Islandia. Es posible que incluso alguno de estos barcos hubiese alcanzado las
costas de Groenlandia de forma puntual.
La batalla de Málaga en 1704 fue el mayor combate naval de la Guerra de Sucesión Española. Cuadro del
National Maritime Museum, London.
Ante estos, los corsarios franceses y algunos pocos españoles enrolados con ellos
probaron a cruzar el Océano y asentarse en las islas del Caribe donde pudieran atacar
pequeños barcos y poblaciones indefensas. Es el caso de Jacques de Sores y Diego
Ingenios, que sitiaron Nueva Cádiz y llegaron a capturar a su gobernador, Francisco
Velázquez. El corsario francés Jacques de Sores fue quien el 10 de julio de 1555
saqueó y quemó La Habana. También es el caso de la ciudad hondureña de Trujillo,
que fue saqueada y arrasada por los piratas en varias ocasiones pese a los refuerzos
enviados (sorprende que con tantos ataques, dicha ciudad siga existiendo en la
actualidad).
A partir del siglo XVII con la aparición de un nuevo diseño de barco, los
denominados Bertone, inicialmente en el mar Mediterráneo, luego en el Atlántico
Norte y por último en el mar Caribe, los enfrentamientos cambiaron en lo referente a las
tácticas del combate naval. Con el tiempo la maniobrabilidad y agilidad de
los bertones mejoró aún más y cerca del año 1650 comenzaron a producirse
confrontaciones incluso con navíos del porte de los galeones. El avance también se
consiguió en la artillería, puesto que los nuevos barcos estaban dotados de cañones de
hierro, de fabricación muy económica con respecto a los cañones de bronce usados
hasta finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, y por lo tanto era común una
dotación de 30 o más cañones por barco, con lo cual se incrementaba enormemente su
poder de fuego, al estar instalados rodeando la cubierta del barco en su totalidad,
siendo operados por una dotación de unos 50 a 60 efectivos, sobre una tripulación total
de 90 a 100 corsarios o piratas.19222728
En el siglo XVII el trópico de la América hispana se convirtió en el escenario donde
actuaban a destajo los corsarios y piratas, a menudo amparados por los grandes
países de Occidente, principalmente Francia, Inglaterra y Holanda. Las posesiones de
España en esa región que era denominada el Spanish Main, constituían todas las
zonas costeras que daban al mar Caribe, de Centroamérica y su extensión hacia el
norte y el sur del continente.
El libro de Lucena Salmoral "Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros", indica que:
«La piratería descendía con las firmas de tratados de paz, que hacían menos
necesarios a los buitres del mar. Así pasaban de los honrosos corsarios a ser
filibusteros y finalmente a viles piratas, a los que persiguieron y castigaron sin piedad
en los siglos XVII y XVIII, cuando ya no eran necesarios».29
Corsarios ingleses[editar]
Retrato en miniatura de Francis Drake (1540-1596) realizado por Nicholas Hilliard en 1581, año en que fue
armado caballero (Knight Bachelor) por Isabel I de Inglaterra en recompensa por sus servicios a la Corona
inglesa.
Más tarde surge como nuevo pirata la figura del corsario inglés, una clase social sui
géneris, especializada en el robo marítimo, en el saqueo de ciudades, puertos y
mercancías. Los corsarios disfrutaban de lo que se llama patente de corso, es decir,
«licencia para robar y saquear» con la autorización explícita del rey u otro gobernante.
Esta patente era privilegio de Inglaterra y Francia, que tenían a sus corsarios
institucionalizados y cuya actividad se convierte en lícita en tiempos de guerra. De esta
manera, los piratas clásicos se van haciendo corsarios, que es una postura más
cómoda, pues actúan siempre dentro de un orden legitimado y bajo la protección de la
ley.[cita requerida]
La percepción de los corsarios depende obviamente del observador: para los atacados
son simplemente piratas, o mercenarios sin escrúpulos, mientras que para sus
connacionales son patriotas e incluso héroes. [cita requerida] En Inglaterra, la piratería se
convirtió en un negocio legítimo. Fue Enrique VIII el primer monarca que expidió las
patentes de corso. Más adelante, la reina Isabel I se convertiría, por este medio, en
«empresaria marítima», otorgando las patentes a cambio de parte del botín
conseguido.
Asimismo debe tenerse en cuenta que estos corsarios muchas veces eran
comerciantes que vendían productos muy necesarios para los colonos y compraban a
buen precio los artículos que estos debían vender exclusivamente a la Casa de
Contratación. Por lo tanto, en muchas ocasiones, la presencia permanente de piratas
en el casi despoblado Caribe insular era bien vista, e incluso necesaria, tanto para los
habitantes como para las élites españolas residentes en América. 18 Es el caso de John
Hawkins que vendió esclavos llevados desde África y compró especias, principalmente
azúcar y tabaco, a mucho mejor precio que el pagado en Sevilla. 1
El Spanish Main, la región costera continental de las posesiones españolas que daban al mar Caribe. Principal
lugar desde donde salían los navíos que llevaban las riquezas extraídas de América para España.
Pintura de Jean Leon Gerome Ferris (1863–1930), que interpreta la batalla entre Barbanegra y el
teniente Robert Maynard.
Tenían a gala un lema: «Contamos con el día en que vivimos y nunca con el que
habremos de vivir». Belice fue un importante refugio filibustero durante el siglo XVII.
Aunque pertenecía a la Capitanía General de Guatemala, los filibusteros encontraron
fácil acomodo allí al estar su costa resguardada por arrecifes y de difícil acceso a
través del continente.
A partir del año 1697, parte de la piratería se trasladó a América del Norte, con
exponentes como Edward Teach, Stede Bonnet y Samuel Bellamy, y parte al
continente asiático, al mar Rojo y la costa de Malabar, con su base de operaciones en
la isla de Madagascar. En Asia, el nuevo escenario es el mar de la India. El corso
británico vuelve a tomar la patente y surgen figuras como Henry Every o Avery
y William Kidd. En el Extremo Oriente persiste la actividad de piratas portugueses,
holandeses y británicos y sus andanzas visitan los mares de la India, China, Japón,
Malasia y Borneo.
En ese mismo año de 1697, por el Tratado de Rijswijk, España cedía a los franceses la
mitad occidental de Santo Domingo, territorio que constituiría la futura nación de Haití.
La Isla de la Tortuga fue abandonada definitivamente y los filibusteros se dispersaron.
Los ingleses decidieron probar suerte en otras aguas, como las del Pacífico; los demás
se quedaron en las Antillas, actuando con mucha menor intensidad en espera de
tiempos mejores. Pero ni unos ni otros conservaron la vieja organización; la Cofradía
de los Hermanos de la Costa había llegado a su fin. 41
En toda esta selva de piratería hay un personaje insólito que representa el auténtico
romanticismo pirata. El Capitán Misson, de nacionalidad francesa, era un idealista,
preocupado por la justicia, por construir un estado utópico en alguna isla del océano
Índico. Se ha dicho de él que es un equivalente al Quijote en el mundo de la piratería.
Sus biógrafos cuentan que siempre repartía equitativamente el botín entre su gente y
que dejaba en libertad al capitán de la nave apresada. Misson aparece solo en la obra
de Charles Johnson, cuyo cuento de Misson no conviene con los datos disponibles; por
eso, la mayoría de los historiadores de la piratería consideran a Misson un mito.
Piratas de las Canarias[editar]
Véase también: Piratería en Canarias
El capitán Van Tyle navegó en consorcio con el capitán James e hizo varias presas en
el océano Índico. Van Tyle poseía una plantación en Madagascar, en donde trabajaban
sus prisioneros y esclavos. Este pirata fue asesinado por un esclavo. El pirata Thomas
Tew también tenía su cuartel en Madagascar. Su lugar de operaciones fueron las
aguas del mar Rojo y el océano Índico. Tew murió al estallar su barco durante un
combate en alta mar. El más célebre pirata de esta región fue Thomas Collins,
designado gobernador de la colonia pirata y que construyó un fortín para su defensa.
Pero cuando fuerzas francesas atacaron la isla, Collins fue ajusticiado en la horca. 45
Llegaron a la isla, piratas como el capitán Dirk Chivers, cuya tripulación se apoderó de
un tesoro valuado en unos 50 millones en monedas de oro y plata de un barco que
transportaba peregrinos que regresaban de La Meca; el capitán Olivier Levasseur,
conocido por el seudónimo de "El Buitre", quien robo un tesoro compuesto por unos
400 millones en diamantes y el capitán William Condon llamado "Billy Una Mano"
porque al comienzo de su carrera como pirata había perdido un brazo en combate,
quien consiguió un botín de unos 375 millones en un solo abordaje. Todos ellos
llevaron los tesoros y los barcos capturados a la isla de Sainte Marie, esta ofrecía un
puerto natural de fácil acceso y una pequeña bahía con una diminuta isla, la isla Dux
Forbane, en la cual habían construido una bien artillada fortificación que la hacía
prácticamente inexpugnable.46
El comercio triangular sirvió económicamente los intereses de las colonias americanas y era base del sistema
de producción de las plantaciones así como del crecimiento preindustrial en Europa. Se trata del camino de los
barcos entre los puertos de Inglaterra, Portugal, España y Francia, hacia el Caribe, una vez cargados por la
costa oeste de África.
Mapa de la flota de mar de Francis Drake en Santo Domingo. Obra de Baptista Boazio de 1589, perteneciente
a la Colección Jay Kislak de Library of Congress.
Los Rugientes Cuarenta es una corriente de aire global que se desplaza entre los 40° y 50° S de los océanos
australes.
En los primeros tiempos, la mayoría de los piratas chinos eran pescadores. Llegaron a
Giang Bình en botes para hacer negocios, aunque el gobierno chino restringió el
comercio marítimo privado. Giang Bình ubicado cerca de la frontera
entre China y Vietnam; perteneció a Vietnam desde la Dinastía Ly, posteriormente, fue
cedida a China tras el final de la Guerra Sino-Francesa, actualmente se la conoce
como Jiangping Town, en China.
Giang Bình fue un crisol de vietnamitas y chinos, estaba estratégicamente ubicado; sin
embargo, esta área fue descuidada por el gobierno vietnamita. La rebelión de Tay Son
estalló en el sur de Vietnam en 1771.
La rebelión pronto echó a los señores Nguyen y Trinh fuera del poder. Muchos piratas
chinos fueron contratados y se unieron a la guerra civil.
Nguyen Hue, uno de los líderes de Tay Son, coronó al emperador Quang Trung y
derrotó al ejército invasor chino en 1789. Después de la batalla, Hue se reconcilió con
China, sin embargo, esperó la oportunidad de vengarse de China. Proporcionó dinero a
los piratas chinos. A tres piratas prominentes, Chen Tianbao, Mo Guanfu y Zheng Qi ,
se les ordenó contratar más piratas. Desde 1790, el número de piratas chinos creció
rápidamente. La mayoría de ellos prometieron lealtad a la dinastía Tay Son y estaban
completamente entrenados. A muchos piratas se les concedieron puestos oficiales.
Pudieron bloquear las rutas marítimas y acosaron las costas del sur de
China (Guangdong, Fujian, Zhejiang, Jiangsu) con frecuencia. Más tarde, también
participaron en todas las batallas navales importantes contra Nguyen Anh.52
En 1801, la armada de Nguyen llegó a Phu Xuan, estalló una batalla naval en el
estuario de Non (actual estuario de Thuan An). Muchos piratas chinos fueron
contratados por Tay Son para luchar contra el señor Nguyen. Jean-Baptiste
Chaigneau describió que fue la batalla más feroz en la historia de Cochinchina. La
batalla terminó con una casi aniquilación tanto de la armada de Tay Son como de los
piratas chinos.
Junk chino descripto en "Travels in China", relato del viaje de 1804 desde Pekín a Cantón, por John Barrow.
La dinastía Tay Son fue derrocada por la dinastía Nguyen. A diferencia de los
emperadores Tay Son, el recién coronado Gia Long comenzó a reprimir a los piratas.
En septiembre de 1802, el ejército de Nguyen destruyó la guarida de los piratas
en Giang Bình, capturó a Zheng Qi y lo ejecutó.
Después de este incidente, los piratas chinos tuvieron que huir a Guangdong. Para
competir por el territorio, se atacaron entre sí. Finalmente, descubrieron que
simplemente se destruirían a sí mismos. En 1805, siete líderes piratas hicieron un
acuerdo, se fundó una alianza pirata.
Los siete líderes fueron: Zheng Yi (flota de bandera roja), Guo Podai (flota de bandera
negra), Liang Bao (flota de bandera blanca), Jin Guyang (flota de bandera verde), Wu
Shier (flota de bandera azul), Wu Zhiqing (flota de bandera amarilla) y Zheng Laotong.
No mucho después, Zheng Laotong se rindió al gobierno chino, en realidad había seis
bandas que se unieron a la alianza. La Flota de Bandera Roja dirigida por Zheng Yi era
la pandilla más fuerte de la alianza, por supuesto, fue seleccionado como líder de la
alianza.
Las islas Ladrones (actual archipiélago de Wanshan), Hong Kong y la península
de Leizhou se convirtieron en semilleros de piratas, los cuales asolaron esos mares en
las décadas siguientes.53
Edad Contemporánea[editar]
El fenómeno de la piratería ya estaba muy disminuido a medida que los Estados podían
fletar armadas nacionales sin recurrir a los corsarios. Al mismo tiempo, la progresiva
organización y fortificación de las colonias y colonización de nuevas tierras como África
cierra las posibilidades a los buitres del mar de atacar posiciones en tierra.
Sin embargo, la piratería continúa existiendo.
Siglo XIX: piratería en Norteamérica[editar]
A partir de 1850 los piratas son aún más acosados con la ayuda de adelantos técnicos
y militares. Los ladrones del mar se ven impotentes, sobre todo ante el avance de los
medios de comunicación y el aumento en el calibre y la precisión de las organizaciones
defensivas.
En la América hispana se mezclan los idealistas, contrabandistas, mercenarios y
negreros y luchan al lado de los independentistas que quieren liberarse de la Corona
española. Actúan desde Florida, donde los filibusteros estadounidenses acosan los
barcos españoles. Los historiadores ven en este proceder un antecedente para
la guerra de Cuba.
Quizá el más famoso de todos aquellos filibusteros, pese a su corta vida, sea William
Walker, quien realizó tres expediciones para tomar distintas partes de América Central.
En la primera de aquellas incursiones y a sus 28 años conquistó La Paz, capital de
la península de California, en 1853 con 45 hombres y proclamó la República de la Baja
California. Poco después la uniría a la recién creada República de Sonora,
proclamándose él como presidente. El ejército mexicano lo derrotó y cruzó a Estados
Unidos por la frontera. Fue juzgado y en el jurado se puede apreciar la influencia de
la Doctrina del Destino Manifiesto, pues solo tardaron un minuto en decidir que era
inocente de haber provocado una guerra ilegal.
En 1855 se lanza a la conquista de Nicaragua con sus 58 Inmortales, 170
nicaragüenses y 100 norteamericanos. Vence al ejército nicaragüense el 1 de
septiembre; pero en esta ocasión se muestra más prudente y nombra como presidente
a Patricio Rivas. Pero el resultado no dista mucho del anterior: Nicaragua es invadida
por 2500 hombres de Costa Rica y Walker es vencido en Santa Rosa (territorio
costarricense) y Rivas. Posteriormente se celebran elecciones, pero las elecciones son
amañadas por Walker y este sale elegido.
Sin embargo, esta serie de acciones son vistas como peligrosas por países
centroamericanos al percibirlas como una amenaza para su soberanía, y los ejércitos
de Costa Rica, Guatemala, El Salvador y Honduras lo derrotan y huye en 1857. En
noviembre vuelve a ser juzgado en Estados Unidos y se vuelve a apreciar la creencia
estadounidense de estar en su derecho de querer anexionar esas tierras, pues Walker
es absuelto.
En su tercera expedición a Honduras en 1860 no tiene tanta suerte y es capturado
por Nowel Salman de la Marina Real Británica. Fue juzgado en Honduras y fusilado ese
mismo año.
Pese a ser acogido como un héroe en los Estados del Sur, Walker actualmente es un
olvidado en Estados Unidos, no así en Centroamérica, donde las guerras contra él
pueden ser, como indica Juan A. Sánchez Giménez, el equivalente a las Guerras de la
Independencia del resto de las ex-colonias españolas que los pueblos de América
Central no vivieron (véase Guerra Nacional de Nicaragua y Campaña Nacional de
1856-1857).54
Siglo XIX: piratería en Sudamérica[editar]
Mientras se desarrollaba la Guerra de Independencia los nuevos gobiernos
independientes trataban de dañar el comercio marítimo de la Corona española y
difundir la guerra en los territorios dominados aún por los españoles. Para ello, se
valieron del corso marítimo, que permitía armar bajo su bandera a buques privados y
atacar barcos realistas sin comprometer demasiados recursos del Estado en la
empresa.
Mediante esta modalidad, los corsarios bajo bandera argentina obtuvieron unos 150
barcos como presas entre 1814 y 1823. La guerra de corso era entonces considerada
una forma legítima de guerrear y muchos corsarios estadounidenses basados
en Baltimore que participaron en la guerra entre su país y el Reino Unido entre 1812 y
1814, obtuvieron luego patente de corso en Buenos Aires. El contrato entre los
corsarios y el Estado se llamaba patente de corso, recibiendo los primeros derechos de
atacar, apresar, saquear o destruir buques de bandera enemiga, quedándose con una
parte de botín obtenido.
Pintura de una fragata de la clase Magicienne. Este tipo de navío, como la fragata La Argentina, determinaron
el poderío naval del siglo XIX.
Democracia pirata[editar]
La sociedad en democracia y el código de conducta fueron los pilares básicos de las
organizaciones de piratas, cuyos principios fundamentales eran la igualdad de sus
integrantes sin distinciones de razas, religiones y costumbres. De otra forma actuaban
las agrupaciones de corsarios, las cuales respondían a la autoridad de un soberano,
siendo la estructura de las mismas vertical como era el caso de las armadas regulares
de las distintas naciones.
La tripulación de Bartholomew Roberts en un momento de relajación según el libro The Pirates Own Book.
Literatura y piratería[editar]
Tema de libros de aventura y poesía, la piratería ha tenido una parte importante en la
literatura. Sirvan de ejemplo: