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CURSO: Dios Uno Y Trino.

Estudiante: David Mamani Mamani.


Lectura 2
Libro: El Dios de Jesucristo- Walter Kasper.
¿Qué significa creer en Dios Padre en una sociedad sin padre?
Si analizamos la situación actual de nuestra sociedad respecto al significado que se otorga al
término “padre”, notaremos que tal término está tergiversado como tantos otros términos que
obedeciendo al clamor de unos cuantos, pretenden hegemonizar sus ideologías y constructos
humanos lejanos a la realidad. Es sorprendente que las denominadas “ciencias del espíritu”,
como la psicología y la sociología, y tantas otras ciencias tienden a la idea de la emancipación
del espíritu que quiere librarse del “padre”.
En definitiva, el problema de fondo es la “libertad” que el hombre moderno desea vivir
ardientemente, bajo la ausencia de Dios como padre, siendo este mismo su propia “autoridad”.
El hecho de que vivamos en una sociedad donde casi nadie quiere saber del “Padre”, no está
nada lejano a nuestra experiencia, y solo basta conversar con las personas con las que nos
encontramos en la pastoral para dar prueba de ello, porque a eso es a lo que les arroja la
sociedad del consumo y del disfrute pasajero, a una carente posibilidad de tener la experiencia
profunda del Dios Padre de Jesucristo y nuestro, que ante todo es amor.
Creer en Dios Padre en una sociedad como esta, implica volver a reflexionar lo que decimos
al inicio del Credo, para que así quietemos el velo impuesto por la sociedad que oculta la
realidad de “Padre”, analogado principal de dicho atributo por esencia que por accidente. Esto
nos debe llevar a cada uno de nosotros a predicar al Padre celestial, que ama en la libertad y que
es libre en el amor. Porque de ninguna manera Dios aplasta al hombre, así como tampoco
“atropella” su libertad, y ni compite con él, sino que Él es aquel “Dios de los hombres” que se
hizo presente en toda la historia de la humanidad, tomando siempre la iniciativa de amarnos
primero. Él siendo “Padre” siempre respetará nuestra libertad de hijos de Dios y actuará por la
libertad de los oprimidos, y ello sin tener ningún tipo de posesividad esclavizante para con
nosotros.
Ya en el Antiguo Testamento gozamos no sólo de la imagen de Dios Padre como origen de
todo, por tanto, dueño de la historia (pasado, presente y futuro), sino que, sobre todo, gozamos
anticipadamente la imagen de su amor indulgente y misericordioso, el cual lo vemos en la
concentración de la revelación en la persona del revelador escatológico del Padre, el Hijo. De
esta manera comprendemos que el Padre es el origen y el contenido de la revelación; y el Hijo,
el revelador. También Pablo comprendió que la revelación del reinado y la gloria del Padre
coincide con la llegada del reinado de la libertad en el amor.
De esta manera, creer en Dios Padre en una sociedad sin padre significaría quitarse el velo
del deseo emancipador moderno, para ver con claridad lo que verdaderamente es “Padre”. Ya
que a quien le invocamos personalmente como “Padre” nuestro, es en realidad el origen de la
libertad del amor, por lo que creer en Él y amarlo no nos esclaviza, al contrario, nos hace
“libres”.

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