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TBS027 — INICIACIÓN BÍBLICA

(JUAN PABLO SEPÚLVEDA, UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE)


INFORME DE LECTURA

Nombre: Gustavo Soto y Marlon Mena

Fecha: 29 - marzo - 2023

Documento Síntesis

Concilio IV de Autoría del libro del Apocalipsis; ¿qué trato darle?: Se pronuncia
Toledo (633) acerca de la autoría del libro del Apocalipsis y del trato que es preciso
conferirle. El autor, siguiendo Toledo a concilios y a Pontífices anteriores,
es Juan evangelista. Por último, declara la obligatoriedad, so pena de
excomunión, de su proclamación durante las misas entre Pascua y
Pentecostés.

Concilio Interpretación de la Escritura: De acuerdo al Concilio, no es lícito


Provincial de interpretar la Escritura de forma distinta a la hasta entonces comúnmente
Florencia (1517) sostenida por los doctores de la Iglesia. Quienes incurran en este error
serán sospechosos de herejía; si persisten en la cual habrán de ser
castigados como herejes, a menos que su parecer sea aprobado por la Sede
Apostólica.

Concilio de El evangelio de Cristo, su buena nueva, se contiene tanto en las Sagradas


Trento (1546) Escrituras —Antiguo y Nuevo testamento, teniendo ambos a Dios como
autor— como en la Tradición —recibida por los apóstoles de boca de
Cristo o transmitidas por los apóstoles hasta nosotros, «bajo el dictado del
Espíritu Santo»—. Define el Concilio qué libros deben ser tenidos como
parte del canon de las Sagradas Escrituras. Anatematiza a quienes no los
acogieren como sagrados y canónicos, tal como se hallan en la Vulgata. La
recta interpretación en materia de fe y costumbres de estos libros compete a
la Iglesia, y los comentarios o anotaciones de religiosos a la Escritura
habrán de ser sometidos a examen y aprobación, debiendo obtener para su
publicación licencia de sus superiores.

Encíclica (1) Origen de la Revelación y naturaleza de las Escrituras. Dios,


Providentissimu procurando hacer accesibles a los hombres los misterios de su divinidad,
s Deus (León sabiduría y misericordia, se los reveló por vía sobrenatural. Esta revelación
XIII, 1893) se contiene tanto en tradiciones no escritas como en libros escritos,
sagrados y canónicos —pues que, habiendo sido escritos bajo la
inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios mismo como autor—,
pertenecientes tanto al Antiguo como al Nuevo Testamento.
(2) Recta interpretación de las Escrituras. En materia de fe y costumbres
debe tenerse por cierta la interpretación realizada por la Iglesia, sin que a
nadie esté permitido desviarse en contra de este sentido ni contra el
consenso unánime de los Padres. No es que la Iglesia retarde o reprima la
investigación bíblica; cabe, por el contrario, al estudioso un amplio margen
de interpretación, pero ateniéndose siempre a la doctrina sentada por la
autoridad de la Iglesia. En efecto, siendo Dios autor «tanto de los libros
sagrados como de la doctrina confiada a la Iglesia, es imposible que una
legítima interpretación descubra en ellos un sentido que discrepe de esta en
modo alguno».

(3) La autoría divina de la Escritura. Los libros de la Escritura, tenidos


por la Iglesia como sagrados y canónicos, han sido escritos bajo dictado del
Espíritu Santo. Por cuanto que Dios no cae en error alguno, aquello por Él
revelado [y, por consiguiente, estos libros] excluye necesariamente
cualquier error, habiendo movido el Santo Espíritu a los hagiógrafos —sus
instrumentos— a escribir rectamente y «con infalible verdad todo y solo lo
que él mandara».

Encíclica ¿Qué piensan los modernistas de la naturaleza de los libros sagrados


Pascendi (Pío X, históricos y apocalípticos? Según los modernistas, a quienes esta carta
1907) encíclica busca rebatir, cabría entender los libros sagrados como una
colección de experiencias, tanto de lo presente como de lo pasado y de lo
futuro, pues al creyente le es dado, o re-vivir el pasado como presente por
el recuerdo, o vivir anticipadamente las cosas futuras. Esto explicaría por
qué pueden tenerse como sagrados los libros históricos y los
apocalípticos.

La inspiración. En cuanto a la inspiración de los autores de estos libros, se


trata, por así decir, de una como analogía de la inspiración poética,
caracterizada sólo «por una [...] vehemencia en ese impulso que mueve al
creyente a manifestar su fe de palabra o por escrito». No se trataría,
siguiendo a Pío X, de una inspiración en el sentido católico.

¿Cristo real o de la fe? Distinción entre un doble Cristo: uno real y otro
que nunca habría existido de verdad pero que se habría formado como
objeto de «las piadosas especulaciones de la fe». El del Evangelio de Juan,
por ejemplo, correspondería a este segundo Cristo.

Encíclica Divino (1) La razón por la que Trento habría fijado la Vulgata como la
afflante Spiritu versión latina de la Biblia destinada a ser empleada por todos como
(Pío XII, 1943) auténtica, en circunstancias que había por aquel entonces también otras
ediciones latinas, dice relación con la antigüedad de su empleo en la
Iglesia. Este uso de siglos habría conferido a la Vulgata la inmunidad de
errores en materia de fe y costumbres. Pero Trento no prohíbe que se hagan
versiones en lenguas vulgares [vernáculas, diríamos] y a partir de los textos
originales, con la aprobación de la autoridad eclesial. Esto sería refrendado
por el respaldo de Pío X a la Sociedad de San Jerónimo y su empresa de
inculcar a los fieles cristianos la lectura y meditación de las Escrituras en
lengua vernácula.

(2) Condescendencia de las palabras de Dios. En la elaboración de los


textos sagrados, el Espíritu se vale de los hagiógrafos como de
instrumentos suyos, pero instrumentos vivos y racionales, cuyas notas,
características e índole es posible identificar. Debe el intérprete prestar
cuidadosa atención a esa índole, a esas notas y características —al tiempo
en que el escritor sagrado floreció, a las fuentes de que se valió, a las
formas que usaba para expresarse—, a fin de descubrir qué quiso decir al
escribir. A este asemejarse las palabras de Dios al lenguaje humano —
menos en el error—, del mismo modo en que el Verbo de Dios se hizo
semejante a los hombres —en todo menos en el pecado—, Pío XII lo llama
«condescendencia» divina.

(3) La interpretación de esta «palabra inspirada por Dios» ha sido


confiada al Magisterio de la Iglesia. Los intérpretes, por consiguiente, han
de acoger las explicaciones y declaraciones magisteriales y de los Santos
Padres.

(1) Origen divino y humano de las Escrituras. La Sagrada Escritura es


Constitución de doble autoría: divina y humana. Es divina, es palabra de Dios, por
dogmática Dei cuanto que ha sido concebida y escrita bajo inspiración del Espíritu Santo.
Verbum Pero es también de autoría humana porque Dios se valió para su redacción
(Concilio de hombres concretos, en uso de sus propias facultades y medios, «de
Vaticano II, forma que obrando Él en ellos y por ellos, escribieron como verdaderos
1965). autores todo y solo lo que Él quería».

(2) Condescendencia. Se reitera la idea de «condescendencia» sentada en


Divino afflante Spiritu: del mismo modo en que otrora el Verbo de Dios se
hiciera semejante a los hombres, asumiendo la carne humana y su debilidad
—pero no el pecado—, en la Escritura la palabra de Dios se ha expresado
en lenguas y formas humanas. Por esto es necesario, para encontrar aquello
que Dios quiso decirnos en la Escritura, investigar qué buscaron expresar
realmente los hagiógrafos. Para lo cual es menester, primero, atender
cuidadosamente a las formas de pensar, de hablar o de narrar de tiempos
del escritor sagrado; segundo, leer e interpretar la Escritura «con el mismo
Espíritu con que se escribió», y, por último, «contextualizar» la unidad de
la Escritura en relación con la Tradición de la Iglesia y la analogía de la fe.

(3) Interpretación auténtica de la Escritura. La interpretación auténtica


de la palabra de Dios, escrita o transmitida, reside en el Magisterio de la
Iglesia, que ejerce su autoridad en nombre de Jesucristo.

La (1) La interpretación de la Biblia entraña problematicidad: junto con


interpretación pasajes límpidos contiene la Escritura textos oscuros, de difícil
de la Biblia en entendimiento. La Biblia misma así lo atestigua: véase, para ilustrar,
la Iglesia siguiendo a la PCB, el caso del etíope de Hechos 8,30-35, con su
(Pontificia desconcierto sobre un pasaje de Isaías (53,7s). Esta problemática es, nos
Comisión dice el documento, de larga data, pero se ha ido acentuando con el tiempo.
Bíblica, 1993).
El método científico de hermenéutica bíblica más extendido, el método
histórico-crítico, habitualmente practicado incluso en exégesis católica, se
halla cuestionado. (2) Por una parte, por la aparición de otros métodos y
acercamientos, que contraponen a la diacronía del método histórico-crítico
(enfocada en la investigación de la evolución histórica de los textos o de
las tradiciones) la aproximación sincrónica (atenta al lenguaje, a la
composición, a la trama narrativa o al esfuerzo de persuasión de los textos)
de perspectivas filosóficas, psicoanalíticas, sociológicas, políticas, etc.
«Este pluralismo», asevera la Comisión, «es apreciado por unos como un
índice de riqueza, pero a otros les da la impresión de una gran confusión».

(3) Pero, a raíz de esta misma confusión, la crítica viene también de


sectores creyentes adversarios de la exégesis científica, que, imputándole
una esterilidad en el progreso de la vida cristiana, la acusan de haber
tornado la Escritura objeto de un dominio reservado a ciertos especialistas
dotados de refinamientos técnicos. Proponen estos críticos, ya sea optar,
frente a la exégesis científica, por un más sencillo acercamiento sincrónico,
ya sea renunciar a todo estudio y girar hacia una lectura «espiritual» de la
Biblia, «guiada únicamente por la inspiración personal subjetiva y
destinada a nutrir esta inspiración», lo que, para la Comisión, acarrearía
riesgos de sesgo, sectarismo o arbitrariedad en la lectura de la Biblia.

Comentario

Queriendo Dios darse a conocer a los hombres más allá de cuanto, con sumo esfuerzo y
arduos trabajos, pudieran éstos conocerlo a la pura luz de su razón, abrió también una vía
sobrenatural de acceso a Él, y, en Él, a un mayor conocimiento de su divinidad, sabiduría y
misericordia. En esta (R)evelación Dios se da conocer a sí mismo al hombre: primero a través de
los patriarcas, después por Moisés y los profetas, finalmente por Cristo y en Cristo, en quien la
divina revelación alcanza su culmen y plenificación.
De igual manera en que de un mismo manantial pueden fluir distintos canales, la
Revelación se contiene, a decir de Trento, en las Sagradas Escrituras —Antiguo y Nuevo
Testamento— y en la Tradición de la Iglesia —sea recibida por los apóstoles de boca de Cristo o
transmitidas por los apóstoles hasta nosotros, «bajo el dictado del Espíritu Santo»—. Respecto de
la índole de las Escrituras, la mayor parte de los documentos revisados da noticia de su autoría
divina. Pero también humana. En efecto, son concebidos, los textos sagrados, y escritos, bajo
inspiración del Espíritu Santo. Tienen, en consecuencia, a Dios como autor. Pero tienen también
autores humanos: aquellos hombres, personas concretas, de los que se vale el Espíritu a modo de
instrumentos, pero de instrumentos vivos y racionales.
Instrumentos vivos y racionales, sí, dotados, por ende, según explican la encíclica Divino
afflante Spiritu (1943) y la Constitución dogmática Dei Verbum (1965), de unas características,
de unas notas y de una índole particulares, con sus propios modos de expresarse, giros
lingüísticos y géneros literarios. El intérprete, a fin de arribar a una comprensión del texto
sagrado, debe prestar suma atención a esta peculiar «condescendencia» divina en la que las
palabras de Dios (verba Dei) se hacen semejantes al lenguaje humano —justamente por ser
plasmadas con instrumentos humanos—, excepto en el error. En última instancia, el Magisterio,
intérprete auténtico de las Escrituras y de la Tradición, debe, con los exégetas, tratar de «asumir»
la posición de los hagiógrafos, pensando con ellos, sintiendo con ellos.

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