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LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

El período que transcurre entre 1914 y 1939 es uno de los más convulsos. En 1914, las grandes
potencias industriales colonialistas de Europa dominaban aún el mundo de una forma
incontestable. Pero tras sufrir durante cuatro años una guerra desastrosa y tras experimentar
los efectos de la mayor depresión económica de toda la Historia del capitalismo, las naciones
europeas se prepararon para enfrentarse en una segunda gran guerra. Esta nueva guerra,
supondrá el punto de partida para que el centro del poder mundial se desplace a una nueva
potencia emergente: los Estados Unidos de América.

Las causas más remotas de la Primera Guerra Mundial deben analizarse en el intento de
mantener la política de equilibrio continental. Esta se establece en Europa desde la firma del
tratado de Utrecht, y se mantiene a lo largo de un extenso período de tiempo que va desde
1713 hasta 1870, con la excepción de la etapa de la Francia napoleónica.

Sin embargo, la aparición de la Alemania unificada como gran potencia europea, y sobre todo
la crisis de los sistemas de alianzas bismarckianos, supusieron el final de esa política de
equilibrio continental (1870 – 1890) y el inicio de un nuevo período que recibe el nombre de la
Paz Armada (1890 – 1905), que acabó finalmente en la época de las crisis (1905 – 1914).

Las causas inmediatas que desencadenaron la guerra pueden sintetizarse en: la carrera de
armamentos, provocada por el crecimiento de la industria de guerra a partir de la subida al
trono del kaiser Guillermo II en 1888; el patriotismo y el nacionalismo; económicas, debido a la
búsqueda de nuevas colonias en las que obtener materias primas baratas y mercados donde
vender los productos industriales; las dificultades internas que experimentaban determinados
países, como el Imperio Ruso y el Imperio Austriaco; los revanchismos políticos, como el que
existía en Francia contra Alemania y en Rusia contra Austria; y las áreas de tensión fronterizas,
que se localizaban en Alsacia y Lorena.
Las crisis de preguerra fueron aquellos enfrentamientos que anunciaron el futuro estallido
bélico pero que, de momento, no resultaron suficientes para que comenzara la guerra gracias
al funcionamiento de los mecanismos de seguridad. Las principales fueron la Crisis de Tánger
(1905 – 1906), la de Bosnia – Herzegovina (1908 – 1909), la de Agadir (1911), la guerra Italo –
Turca (1911 – 1912), la primera guerra Balcánica (1912 – 1913) y la segunda guerra Balcánica
(1913).

El detonante directo, tuvo lugar en junio de 1914, cuando se produjo el asesinato del
archiduque austriaco Francisco Fernando en Sarajevo por un estudiante bosnio apoyado por el
gobierno Serbio. Serbia se negó a aceptar las condiciones del ultimátum austríaco y al hacerlo,
esta última atacó, lo que obligó a poner en marcha los. Pero desgraciadamente, estos
mecanismos fallaron en esta ocasión como arma disuasoria contra la guerra.

Los contendientes se enfrentaron agrupados en dos bandos, por una parte las Potencias o
Imperios centrales, formadas por Alemania y sus colonias, Austria – Hungría, el Imperio Turco y
Bulgaria (que se incorporó desde 1915). Por el otro, los Aliados, Reino Unido, Francia y Rusia, a
las que se añadieron en el transcurso de 1914: Bélgica, Japón, Serbia, colonias y antiguas
colonias de los primeros y, después de 1914: Italia, Rumania, Estados Unidos, Iberoamérica,
Grecia, China, Portugal, etc. Los aliados poseían más tropas, pero estaban más
descoordinados, todo lo contrario que los Imperios Centrales.

La evolución de la guerra puede resumirse de la siguiente manera: La primera fase fue la


guerra de movimientos, a lo largo de 1914. En el Frente Occidental Alemania puso en marcha
el Plan Schlieffen, que implicaba el avance alemán hacia París invadiendo Bélgica. Pero esta
ofensiva fue detenida a consecuencia de la victoria aliada en la batalla del Marne,
produciéndose así una ligera recuperación francesa y un estancamiento en el frente.

El Frente Oriental se caracterizó por el rápido avance inicial de los rusos, que fue detenido por
los alemanes en las batallas de Tannenberg, llevándose a cabo un fuerte contraataque alemán
que le permitió ocupar Polonia.

La Guerra de posiciones corresponde al período que se inicia entre 1915 y 1917. Se caracteriza
por una primera etapa denominada la guerra de las trincheras, que tiene lugar durante 1915
en el norte de Francia, cuando los ejércitos se “entierran” en sus posiciones defensivas para
impedir el avance de los enemigos. Esta guerra estática solo quedó rota por la carrera hacia el
mar, intentando ocupar posiciones en el Canal de la Mancha. En el frente oriental también se
estabilizan las posiciones de los ejércitos en las trincheras, tras un primer hundimiento parcial
de los rusos en el frente de Polonia.

La guerra de desgaste se desarrolla durante 1916, y en el frente de Francia está dominada por
las terribles batallas de Verdún y el Somme en las cuáles hubo un elevado número de víctimas
(más de un millón de soldados en cada una). En el frente de Rusia se produce un importante
avance ruso en la Galitzia austriaca, a costa del terrible sacrificio de varios millones de
soldados, lo que origina grandes protestas en el interior del imperio ruso.

El año decisivo es sin duda 1917, ya que en Rusia tiene lugar la Revolución Soviética, que se
inicia con la abdicación del zar y que culmina con la retirada bolchevique de la guerra. Casi al
mismo tiempo, Estados Unidos entra en guerra como consecuencia de los efectos del bloqueo
submarino de Alemania.

Las últimas grandes ofensivas tienen lugar en 1918. En el frente Oriental se firma la Paz de
Brest – Litovsk o Paz del Trigo, que permite a Alemania ocupar la Rusia Occidental tras lo cual
Alemania reemprende la ofensiva en el frente occidental con tropas procedentes del frente
ruso. Su avance es detenido en la segunda batalla del Marne, y a continuación, los aliados,
gracias a la abundante ayuda que les llega de Estados Unidos, comienzan a recuperar los
territorios perdidos.

Otros frentes de carácter secundario son el de Turquía, que se hunde a partir de 1917,
perdiendo Palestina y Mesopotamia; los ingleses avanzan por los Balcanes desde Grecia y
toman Belgrado, lo que provoca indirectamente la salida del conflicto de Bulgaria; y el frente
italiano, donde estos avanzan por los Dolomitas hacia Viena, y esa ofensiva trae como
consecuencia la rendición de Austria – Hungría tras la batalla de Vittorio – Veneto.

En ese momento (a principios del mes de noviembre de 1918) tiene lugar una revolución
interna en Alemania, propiciada por la grave crisis económica que sufría el país, que había
condenado a la población alemana al hambre y miseria. La escuadra se rebela, a la vez que se
producen huelgas en las fábricas de armamentos por ideólogos bolcheviques. A consecuencia
de ello, el Kaiser abdica, huye a Holanda y se proclama la República, que inmediatamente
solicita un armisticio a los aliados, acordado el 11 de noviembre de 1918 en el bosque de
Compiegne.

Las consecuencias de estos acontecimientos son las firmas de los tratados de paz en 1919,
basados en los Catorce puntos de paz del presidente norteamericano W. Wilson. En Versalles
se firma la paz con Alemania que tiene que hacer grandes cesiones territoriales, admitir la
reducción del ejército y permitir la ocupación de Renania y el Ruhr. El de Saint Germain se
firma con Austria, lo que implica la desaparición del imperio Austro – Húngaro. El de Trianon
con Hungría, que pierde numerosos territorios, pero que se independiza del antiguo Imperio
Austro – Húngaro. El de Sevres con Turquía, que pierde casi todo su imperio. El de Neuilly con
Bulgaria, que cede algunas regiones fronterizas. El de Brest Litovsk entre Alemania y Rusia, que
pierde casi toda la parte europea occidental (Polonia, Finlandia, Repúblicas Bálticas, etc.) tras
independizarse estas naciones y en donde estalla una terrible guerra civil que se prolonga
hasta 1922.

Las repercusiones de la guerra afectan a Europa desde muchos puntos de vista. Se estima que
fallecen más de 25 millones de personas, grandes regiones quedan devastadas; la mujer
accede al mundo del trabajo y se producen importantes innovaciones tecnológicas de carácter
bélico, como los gases tóxicos, carros de combate, la aviación, etc. La Sociedad de Naciones se
funda en 1919 tras la Primera Guerra Mundial y se disuelve en 1946 después de fracasar en sus
intentos por evitar la Segunda. Tenía su sede en Ginebra, Suiza, y participan en ella casi todos
los países del mundo, excepto Estados Unidos y algunos más.

Durante la década de los años veinte intenta mantener la paz y el status quo internacional
emanado del tratado de Versalles. Pero a partir de la década de los años treinta sufre una serie
de crisis económicas y políticas, y como consecuencia de estas últimas, los países totalitarios
(Japón, Alemania e Italia) la abandonan paulatinamente.

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