Está en la página 1de 2

LA ASCENSIÓN

Dice una metáfora que todos subimos una escalinata de peldaños infinitos, que vamos en un
camino que elegimos y encontramos a otros viajeros como nosotros. A veces, decidimos darles la
mano y quedarnos con ellos, pero algunos no siguen tu avance y debes elegir si quedarte o seguir,
dando una dolorosa despedida. Pero eso es para débiles.

Yo me considero de los que están por un camino que pocos ven y menos recorren, que es el de
escalar. Escalo por una gris piedra enorme y sin fin, subiendo más y viendo más. Desde mi altura,
puedo ver a los demás, fracasando, quedándose abajo o subiendo a duras penas, sin conocer lo
que realmente hacen. Veo que muchos, en vez de subir, se van de lado e interrumpen a otros y les
niegan su ascensión. Yo, no puedo parar; si paro y me dejo decaer demasiado, puedo morir, y por
eso no puedo rendirme, y menos cuando, desde mi altura, ayudo a los demás, les digo que hay
peldaños rotos, peldaños dañados, peldaños falsos y quienes podrían hacerles daño y caer o, peor,
quedarse en un peldaño.

No soy mejor que los otros ni subo con mayor facilidad, sino todo lo contrario; realmente, sólo veo
más, sé más. Y duele. Me duelen las manos todo el tiempo, me duele el pecho por las
respiraciones que debo forzar para mantenerme, me duele el abdomen por la resistencia que
debo desarrollar para aguantar todo mi ser… En mi camino, el dolor es agonizante, pero el
sufrimiento es opcional. A veces, paro para descansar, encuentro cuevas oscuras en las que puedo
parar para relajarme un rato, pero en esos momentos, mi mente me tortura y las sombras
acompañan a esa parte cínica de mí que acrecienta mi dolor, obligándome a rememorar todo lo
que he visto en mi ascensión, recordándome mis decepciones, mis fracasos, mis pérdidas de
tiempo por guiar desde mi altura a los demás… A veces, me siento muy estúpido; a veces, siento
que ha valido la pena y hasta logro hacer que otros puedan seguirme, ayudándolos a subir a la
montaña y seguirme o acompañarme, compartir mi sufrimiento.

Pero a veces es una ilusión. Algunos, creen ir más rápido, pero se caen y deben darse cuenta que
los superé, aunque no haya querido. Algunos, regresan a sus peldaños. Algunos, simplemente se
detienen en la primera cueva que encuentran. Esos me parecen más patéticos, porque sé qué es
querer resguardarse en la sábana de las sombras gélidas y embargadoras. Parecen acogedoras,
pero es como otra compañía desagradable que monta su peso sobre tus hombros y te oprime
mientras ríe a su manera única y horrible, una silenciosa y que es difícil de percibir para los
novatos y los débiles. Pero yo sí las oigo, y logro ignorarlas cuando me provoca o a veces me da
por compartir palabras con ella. A veces, me dan miedo sus palabras. A veces, me aterran. A veces,
me hacen llorar. Y otras, me hacen sonreír.

Sí, mi camino me ha convertido en un cínico. Sí, también he caído y volví a subir desde puntos más
bajos, pero nunca volví a los peldaños ni nunca los volveré a caminar. Mi ascensión es otra, y estoy
orgulloso de ella, estoy orgulloso de llegar a donde estoy y poder ver más que los otros, poder
ayudar a quienes realmente se lo merezcan y estoy orgulloso de aprender cada vez más a saber
quién se lo merece sin muchas experiencias que me hagan perder tiempo para seguir subiendo.

Todavía no encuentro un destino fijo, aunque sospecho de uno, uno en el que tendré que
quedarme como empecé a subir este camino, uno en el que me obligará a tener una ascensión
más dolorosa… Pero ahora no me gustaría pensar en eso, ahora sólo quiero salir de mi cueva,
dejar de hablarle a la oscuridad. Ahora, sólo quiero seguir ascendiendo y buscar qué me depararán
nuevas alturas, quiénes me seguirán, quienes continuarán conmigo, quienes se pararán y quienes
caerán.

Y descubrir si algún día, esta eterna ascensión realmente tendrá algún sentido o sólo será un
simple ciclo infinito en el que subimos hasta que nuestro ser no puede más y regresamos al
principio con una nueva perspectiva, una nueva faceta para ascender.

También podría gustarte